Ampué, bracero/brasero, ilustrador/lustrador, a propósito/apropósito, sendos/*sendo

Por Roberto E. Guzmán

AMPUÉ

No recordaba el autor de estos comentarios haber oído esta palabra que según aseguran algunos textos pertenece al español dominicano.  Luego de obtenidas las noticias acerca de la existencia de la voz del título, se procedió a determinar lo relativo a su vigencia.

Una fuente que utiliza el autor de estos comentarios a modo de verificación de voces del español dominicano, recuerda en la provincia de San Cristóbal, en Cambita para ser más preciso, esa era voz corriente en el seno de su familia. La primera noticia acerca de esta voz llegó de viva voz a oído de quien esto escribe, a través de dos hermanos oriundos de Miches. Por la procedencia de las fuentes, puede asegurarse que la voz no pertenece solo a la región suroeste del país.

Aparte de la relación personal que se ha recogido acerca de la voz, esta se encontraba ya en el Diccionario de criollismos de Ramón Brito editado en 1930 en San Francisco de Macorís. Esta información se obtuvo del Diccionario de dominicanismos (2010:19), obra en la que se la tiene como un cibaeñismo. Esa clasificación sitúa en otra región de la República Dominicana la voz del título.

Conforme con lo que reproduce el último diccionario mencionado, Brito escribió que el significado de la voz era o es, “Así es, Ya usted ve”. A esto la obrita De nuestro lenguaje y costumbres añade, “Significa conformidad con una opinión” (1967:38).

Otra obra que reconoce el dominicanismo es el Real diccionario dominicano, (2017:29), y agrega a lo anterior que vale para expresar “de acuerdo”. La fuente que se mencionó antes, que se usa para verificar las voces dominicanas, recuerda que en su familia se utilizaba “ampué” a manera de enlace entre oraciones, con un valor de conjunción o adverbio. Ella piensa que podía ser un barbarismo o la combinación de dos palabras, quizás de “entonces, pues”. La informante sitúa el uso en su entorno familiar todavía en los años sesenta del siglo XX.

Por lo expuesto más arriba, es necesario hacer un espacio a esta palabra en las ediciones posteriores a esta intervención en los diccionarios de español dominicano que hacen honor a este nombre.

BRACERO – BRASERO

“La vida material elevada de los BRASEROS comprados a Haití. . .”

“Una cosa es con ese y una persona es con ce”. Estas dos palabras del título por su significado son muy diferentes entre ellas. No hay “derecho” a confundirlas. Solo un descuido mayor puede llevar a colocar a una en lugar de la otra. Más adelante se explicará el significado y el uso de cada una de ellas.

El bracero al que se refiere la frase copiada al principio de esta sección es el “jornalero no cualificado que trabaja en el campo”, que es la definición que ofrece el diccionario oficial de la lengua española. Es un trabajador del campo que solo cuenta con su brazo para ganarse la vida. Por costumbre en el habla dominicana esa es la designación con la que se conoce al jornalero de la caña. Cuando en República Dominicana se habla o escribe acerca de la importación de braceros haitianos se sobreentiende que son contratados (¿?) para trabajar en las plantaciones de caña de azúcar que en ese país son cañaverales. Esta persona es el prototipo de bracero. El nombre a estos hombres les viene de brazo.

Un brasero es una cosa muy distinta. Puede ser un medio de calefacción; puede ser también un fogón portátil para cocinar o para mantener calientes algunos alimentos. El nombre de estos les viene de la palabra brasa, que es la leña o el carbón encendidos, reconocido por su color rojo.

No existe explicación alguna para la confusión entre los dos vocablos. Solo la escasa lectura puede relacionarse con este tipo de error. Es lamentable que así sea.

ILUSTRADOR – LUSTRADOR

“. . . estuvo en las calles. . . como ILUSTRADOR de zapatos (limpiabotas)”.

En esta parte de estos comentarios se está de nuevo ante la confusión entre palabras de escritura semejante. Esta clase de errores se producen no solo como consecuencia de las similitudes en las grafías de los vocablos, sino también, y sobre todo, por la falta de cuidado del redactor en los procesos de aprendizaje. En algunas ocasiones se redacta y no se analiza lo redactado.

Con respecto de ilustrador, esa es la persona que ilustra, en la mayoría de los usos corresponde a aquella persona que hace las ilustraciones, es decir, que crea los dibujos, las estampas o grabados en las publicaciones.

En Hispanoamérica el lustrador es la persona que lustra, que da brillo a los muebles o a los zapatos. Por suerte al redactor del ejemplo copiado se le ocurrió incluir entre paréntesis la palabra conocida en otros países de Hispanoamérica, limpiabotas. No hay que extrañarse si algunos países favorecen una manera diferente de llamar a la persona que tiene por profesión el limpiar y hacer brillar los calzados.

Desaciertos de este tipo se evitan con una dosis de cuidado en la redacción. Basta con leer con atención lo escrito para darse cuenta de que hay algo que “cojea” en el texto.

A PROPÓSITO – APROPÓSITO

“APROPÓSITO, como asunto curioso. . .”

El sustantivo apropósito es una curiosidad en el lenguaje de todos los días. Un apropósito es una breve pieza teatral de circunstancias.

“A propósito” es una locución que el Diccionario de uso del español llama “expresión calificativa” (2007-II-2414). Si se la emplea con funciones de adjetivo, locución adjetiva, indica que eso de que se habla es “oportuno o adecuado para lo que se quiere o para el fin a que se dedica”. En los casos en que se desempeña como locución adverbial transmite el mensaje de lo “hecho adrede, de forma deliberada, intencional, voluntaria”. También se usa para comunicar que algo que se ha mencionado, sugerido o recordado, trae la idea de hablar de otra cosa específica.

Cuando se dice o escribe “a propósito de”, la locución prepositiva transmite la idea de “acerca de”. Como puede deducirse de las oraciones anteriores, un descuido en la redacción es capaz de cambiar el sentido del mensaje.

 

SENDOS – *SENDO

“. . .por escribir *SENDO libro. . .”

Sendos se escribe solo en plural como consecuencia de su significado. Es un adjetivo distributivo que significa “uno para cada una de las personas o cosas mencionadas”. Algunos hablantes solo lo usan para personas pensando que es de uso exclusivo para referirse a personas sin incluir cosas, objetos.

El Diccionario de la lengua española entiende que es un adjetivo plural con el sentido de “uno y otro”. En sus funciones de pronombre puede ser femenino o masculino plural.

Otros hablantes lo confunden con “ambos” que no tiene valor distributivo. Ambos-as es un adjetivo cuya significación es “los dos, uno y otro”. En algunos casos funciona como pronombre, y sirve para mencionar “las dos personas o cosas consabidas”.

A propósito de “ambos”, la norma culta actual es que este “no debe ir precedido ni seguido de artículo ni de ningún otro determinante”. Diccionario panhispánico de dudas (2005:44).

De nuevo se repite que estas grafías y funciones no se fijan en la memoria de los hablantes y escribientes porque leen sin prestar la debida atención a lo que leen, pasan la vista sobre el texto pero lo hacen de modo mecánico.

© 2019, Roberto E. Guzmán

Algunos titulares desacertados

Por Tobías Rodríguez Molina

No solo en la elaboración de frases adverbiales, oraciones y párrafos y  en  el mal empleo de los signos de puntuación, de   las construcciones de  relativo en la gran diversidad de estructuras que presentan muchos hispanohablantes cometen  abundantes desaciertos, sino también en la elaboración de titulares de noticias que se realizan en los diferentes medios de comunicación. Esa realidad de titulares desacertadamente redactados la veremos a continuación.

De los titulares que CDN presenta debajo de la pantalla del televisor, con frecuencia aparecen varios de ellos que presentan defectos de redacción. Fijémonos en el siguiente: “Manuel Jiménez inicia asamblea de consultas en Santo Domingo”. Creo que sin mucho profundizar en el contenido o mensaje que transmite ese titular, caemos en la cuenta del disparate expresado en el mismo, ya que deja entendido que ese político solamente va a realizar una sola asamblea y, al contrario,  el verbo “inicia” indica que él comenzará un ciclo de asambleas en las que consultará, con  ciudadanos de Santo Domingo,  variados tópicos de interés para sus aspiraciones  políticas próximas. El titulador le quitó la “s” que le pertenece a “asambleas” y se la donó a “consulta”.

Otro titular, también aparecido en CDN, tiene un  defecto en su elaboración, en esta  ocasión referente a la concordancia.  Veamos de qué se trata: “Oposición de Venezuela  alistan marcha para exigir entrada de ayuda humanitaria”. Gramaticalmente, al tratarse de un sujeto singular, que es “Oposición de Venezuela”, el verbo “alistan” debe redactarse “alista”, en singular, o escribir: “Opositores de Venezuela alistan marcha para exigir entrada de ayuda  humanitaria”.

En el periódico DIARIO LIBRE, apareció hace unos días el siguiente titular: “El Poder Judicial es fuerte, capacitado y consciente rol”.  El desacierto que se cometió en el presente titular es que está incompleto, ya que le faltaron las palabras “de su” para que termine con la frase “consciente de su rol”.  Si se hubiera escrito el titular con letra más pequeña, es probable que no se hubiera presentado esa dificultad.

Un lector de noticias por RADIO AMISTAD, de Santiago, nos ofreció este titular: “Se esperan que las temperaturas puedan seguir bajando”. Este caso es bastante frecuente en muchos usuarios de nuestra lengua española. Parece que relacionan el verbo con una expresión en plural, en este caso “las temperaturas”, y creen que la misma es sujeto de “se espera” no sabiendo que “se espera” es una expresión impersonal y, por lo tanto, sin sujeto, y lo escriben “se esperan” en plural como si hiciera referencia a un sujeto.

En el periódico santiaguero LA INFORMACION apareció el siguiente titular: ”Exfical DN califica de política solicitud interpelación al Procurador”.  Evidentemente, se trata de un simple error de “imprenta”, pero ningún titular debe dejarse salir con algún error no importa de la índole que sea.

El empleo de verbos, muchas veces por desconocimiento o por confusión con otro parecido, induce a elaborar titulares disparatados como este: “Entregan tinacos en Dajabón para palear situación de sequía”. (Titular aparecido en CDN) El verbo que demanda el sentido es “paliar” (=atenuar, mejorar, reducir el impacto) y no “palear” (trabajar con la pala, y también apalear o sacar con la pala o con un “palo” los granos de lo que se apalea).  Y la lectora de esa noticia, parece que contagiada de ese “palear”, empleó “paleando” en gerundio, al expresar: “Con esa donación se está paleando la difícil situación que están viviendo los habitantes de esa región”

El titular “Cabildo designa personal para mantener limpia cañadas que descargan en Parque La Barquita”  apareció en DIARIO LIBRE, aunque con un simple error de concordancia entre el  sustantivo “cañadas” y “limpia”, ya que no se le escribió la “s” a ese adjetivo, que debe concordar con “cañadas” en género femenino y número plural, para que diga “…para mantener limpias cañadas…”

En el periódico santiaguero LA INFORMACION apareció el titular de una noticia deportiva que dice: “Estiman Estadio Cibao debe estar asiento Béisbol Olímpico”. Soy de opinión que el mismo  quedaría mejor elaborado de dos formas diferentes.  Veámoslas las dos: a. “Estiman en Estadio Cibao debe estar asiento de Béisbol Olímpico”; b. “Estiman Estadio Cibao debe ser asiento de Béisbol Olímpico”.

DIARIO LIBRE, en la sección QUE COSAS, nos sorprendió con el siguiente titular con más de un desacierto: “Los británicos le gusta mucho la TV”. Presenta el  error de usar “le” en vez de “les” en razón de la concordancia con “británicos”. Otro fallo lo constituye la mala estructura sintáctica del titular, que puede elaborarse bien de más de una forma. Una de ellas es: “A los británicos les gusta mucho la TV”. Otra puede ser: “A británicos les gusta mucho la TV”. Además, pudiera ser: “Británicos gustan mucho de la TV”.

A ningún medio de comunicación le conviene que aparezca el más mínimo error aunque sea en el más escondido titular de la menos importante información porque eso le resta prestigio y aleja a los más exigentes suscriptores o lectores del mismo. Es por ese motivo que hay que tener competentes periodistas tituladores y competentes correctores de estilo, manejadores a cabalidad de los intrincados resortes de la lengua en que se publica el medio en cuestión. Ojalá que los medios que aquí se han citado como productores de titulares con algún problema, y otros que no he consultado, pongan el  remedio  conveniente para que nos ofrezcan exquisitos titulares que nos abran el apetito de leer  o escuchar con agrado sus noticias.

© 2019, Tobías Rodríguez Molina

Cubear (cubiar)/cubo, ficcionalizar, treinta y cuatro/treinticuatro

Por Roberto E. Guzmán

CUBEAR (CUBIAR) – CUBO

Cubear (cubiar) es engañar, timar, así se encuentra definido en el Diccionario del español dominicano (2013:227). El cubero es la persona engañadora, timadora. Un cubo es un engaño, una mentira, una promesa falsa. Todo lo copiado con anterioridad procede del mencionado diccionario, en la página referida.

Allí se encuentra también la locución verbal “echar un cubo” que consta en ese lexicón así: “Engañar, timar a alguien”. No se está completamente de acuerdo con la definición que se halla allí. Hay que matizar esta opinión, quizás en los cincuenta años transcurridos “cubiar” ha ampliado su ámbito de acción.

Los recuerdos de las conversaciones y los intercambios verbales de la época de hombre joven lo que trae a la memoria es que los cubos solo se echaban a los cueros; es decir, que “echar un cubo” era irse sin pagar de un sitio de prostitución después de haber utilizado los servicios sexuales de una prostituta.

Con la explicación anterior se aboga por poner una limitación en cuanto a la caracterización de la persona que es víctima del engaño. La especificación anterior entra en contradicción con lo que ha recogido el Diccionario fraseológico del español dominicano (2016:147) donde se consigna que la locución verbal mentada sirve para transmitir el mensaje de “engañar o mentir a alguien” y “participar en un juego sin dinero y no poder cumplir con la deuda contraída”. En ese diccionario se usan dos ejemplos de la literatura dominicana para ilustrar el cubo en perjuicio de las prostitutas. No aparece ejemplo alguno de las otras acepciones; por esto se piensa que la otra significación fue recogida -quizás- del uso oral moderno.

Como consecuencia de este tipo de travesura, echar un cubo, el vulgo creó la frase “cuarto en mano y culo en tierra”; lo que equivale a decir que primero se paga si se desea ver acción, o, antes de recibir un servicio de cualquier índole que este sea. La frase pasó al habla popular ampliando su campo de acción, pues de manera festiva se usaba o usa para indicar que hay que pagar por adelantado antes de recibir algún tipo de servicio.

 

FICCIONALIZAR

“. . .es una versión FICCIONALIZADA de. . .”

Hay verbos en uso que no han adquirido carta de ciudadanía en el ámbito de la lengua regulada; no obstante, por la forma en cómo están formados y por el sentido que transmiten, a los hablantes les parece que deberían ser oficializados.

No figura en el diccionario oficial de la lengua el verbo que se supone que está en el origen de este “ficcionalizada”, que podría ser ficcionalizar. Tampoco figura el verbo “ficcionar”. Lo que sí existe en el diccionario oficial de la lengua es el adjetivo ficcional que se define allí, “Perteneciente o relativo a la ficción”.

La palabra ficción tiene un puesto bien ganado en ese diccionario donde aparece como “invención”. Debajo de esa acepción viene otra que amplía la anterior, “Clase de obras literarias o cinematográficas, generalmente narrativas, que tratan de sucesos y personajes imaginarios”.

Por las definiciones que se han vaciado se puede deducir que hay espacio para hacerle un lugar a uno de los verbos antes sugeridos, ficcionalizar, ficcionar. El primero se ampara en el sustantivo ficción; el segundo puede reclamar apoyo en la otra palabra inventariada en el mentado diccionario, ficcional.

En lengua española generalmente se recurre a un circunloquio para expresar lo que uno de estos verbos podría llevar como mensaje, “escribir (obras de ficción), crear ficción, imaginar ficción”.

Existe antecedente con relación al verbo ficcionar, pues este consta en el Diccionario del español actual (1999-I-2154), “Imaginar [algo no real]”. Ese lexicón trae un texto para documentar el uso que data de 1990.

De la misma familia de palabras son ficcionalización y ficcionalizado. Esas dos forman parte del inventario del Nuevo diccionario de voces de uso actual (2003:483). Para la primera de las dos coloca esta definición, “Acción y resultado de ficcionalizar (dar carácter de ficción [a algo])”. Para la segunda palabra, el adjetivo, “Que ha sido hecho ficción”. Los ejemplos de empleo corresponden a publicaciones de 1999.

Es posible que las personas cultas prefieran el verbo más largo, ficcionalizar, que se forma sobre la base del adjetivo ficcional, al que se le añade la terminación verbal -izar.

Algo que debió escribirse desde el principio es que se simpatiza con la creación y reconocimiento del verbo o los verbos, algo que quizás ya percibió el lector acucioso por la redacción de la introducción de esta sección.

En inglés existe el verbo fictionalize que probablemente ha servido de inspiración para los dos verbos considerados aquí. El Merriam-Webster´s Dictionary trae una acepción que traducida es esta, “convertir, transformar o tratar a manera de ficción”. (Traducción RG).

 

TREINTA Y CUATRO – TREINTICUATRO

“. . .*TREINTA CUATRO diputados participantes . . .”

Con respecto a cómo deben representarse en la escritura, en letras, las expresiones numéricas, existe mucha hesitación. Quizá ha contribuido a esto los cambios o más bien las directrices ambiguas de algunos textos. Algo que pudo confundir a los escribientes de español es que la forma de exponer algunas reglas o recomendaciones no eran tan claras como son en la actualidad. En los párrafos siguientes se expondrá el asunto con las normas.

“Se escriben preferentemente en varias palabras las expresiones complejas a partir de treinta. . .” Lo que consta vaciado entre comillas es lo que puede leerse en el Libro de estilo de la lengua española (2018:145). Más adelante en esa obra puede leerse, “No obstante, en el caso de los cardinales complejos entre 30 y 100, es también válida la escritura en una sola palabra . . .”

Las grafías complejas son anticuadas y deben evitarse, ejemplo de estas son diez y ocho, veinte y seis, tres cientos. La terminología empleada en la primera frase de este párrafo se sacó del Diccionario panhispánico de dudas (2005:119).

Hay que escribir en la actualidad en una sola palabra los cardinales simples, es decir, del uno al quince. Así mismo se hará con todas las decenas y las centenas.

Mientras más sencillo se expone el asunto, más fácil resulta retenerlo.

© 2019, Roberto E. Guzmán

Ortoescritura

Por Rafael Peralta Romero

  CRUZADA POR LA LECTURA

En un país con profundo atraso educativo, un plan intenso de lectura será importante factor de cambio. Porque con acciones, no con discurso, es como se deshacen entuertos, se cambia el mundo o se mejora la sociedad. El país se ha llenado de licenciados que no saben construir una oración. Algunos y algunas pregonan la caducidad de la ortografía.

Unos teóricos creen que el principal problema de la sociedad dominicana es la crisis de energía eléctrica, otros estiman que es el desempleo; otros y otras se centran en la equidad de género como el asunto que demanda mayor atención. Pero el principal problema dominicano es la profunda crisis de la educación. Somos un pueblo de maleducados.

El Ministerio de Educación concibió y anunció la Cruzada Nacional por la Lectura, programa amplio y novedoso que incluye la distribución de más 800 ejemplares de libros, de autores nacionales, entre estudiantes de la escuela secundaria. Los textos, clasificados de acuerdo a grado y edad, llegarán gratuitamente a los alumnos.

Una inversión superior a 280 millones de pesos no podía pasar inadvertida y un suplidor objetó la asignación de la impresión al editor que la había obtenido. Cuestión de intereses económicos, se entiende. Otro hecho, más simple que ese, contribuyó a frenar el programa. Me refiero a la inclusión, entre los libros a divulgar de la novela “Ruinas”.

Esa obra, sobre la vida de Salomé Ureña, fue escrita por Rafael García Romero, director de Cultura del MINERD. Este yerro del funcionario ha servido para que algunos y algunas pongan en evidencias las lacras de que adolecen. Han salido a flote, como la basura cuando llueve, inquina, envidia y ganas de dañar reputaciones.

No han tenido intención política las saetas y mofas contra la Cruzada Nacional por Lectura. Los comentaristas de esa área ni los partidos de oposición han buscado motivos para criticar la acción anunciada por el ministro de Educación, Andrés Navarro, y que él mismo decidió aplazar para corregir las fallas detectadas.

Han sido escritores y escritoras, poseídos del mal pecho y alérgicos al triunfo ajeno, quienes tomaron la suspensión momentánea del programa de lectura para mostrar sus baldaduras emocionales. Se solazan con la idea de que ha fracasado la valiosa iniciativa. Han esgrimido argumentos necios y viles para justificar su actitud.

El ministro Andrés Navarro debe saber que el proyecto es plenamente válido y que siendo una acción de gobierno, aplicada como debe ser, habrá de convertirse en una obra patriótica.

Ninguna tarea de ese ministerio, en las presentes circunstancias, tiene semejante vocación de trascendencia. La Cruzada por la Lectura se justifica.

15 de febrero de 2019

 

SI DE STALIN, ESTALINISTA; DE SPINOZA,  ESPINOCISTA

El trabajo de  corregir notas  (estilo, gramática, ortografía) en un periódico ocasiona algunas incertidumbres, pero si se trata de material noticioso el corrector se constituye en autoridad y elimina palabras, frases y párrafos y todo queda mejor.

Cuando le toca a uno revisar artículos o ensayos que se publicarán en un diario, la situación cambia. Más que incertidumbre, angustia hube de sentir al revisar un ensayo, en cuatro entregas, de un acreditado intelectual, publicado en el suplemento Areíto, del diario Hoy. Versa el enjundioso texto sobre la filosofía de Baruch Spinoza,  a propósito de  un  libro de la  filósofa Elsa Saint-Amand Vallejo.

El problema era simple, de carácter lexicográfico. Pero un problema simple se torna en complejo si  quien lo siente no dispone de la solución o si teniéndola no se dispone a aplicarla por algún temor. Esto último fue mi caso.  El filósofo que analizaba el libro “La utopía materialista de Spinoza”, de la profesora Saint-Amand, comenzó llamando “espinosista” a los seguidores del filósofo holandés nacido en 1632:

“Desde mi punto de vista el continuo ontológico espinosista transpuesto al mundo político es injustificable e inconsecuente a la luz…”

“A mi entender -hasta prueba en contrario- la libertad espinosista solo equivale ontológicamente a necesidad y por tanto dista de ser la de algún ser humano”.

Visité la escuela de filosofía de la UASD en busca de orientación.  Luego, pude consultar al autor de los trabajos sobre Spinoza. Escuchó mis razones con sobrada tolerancia cuando le argumenté que en español la /z/  cambia a /c/ en palabras derivadas: pedazo, pedacito; Somoza, somocista.

La Ortografía de la lengua española, publicación oficial de las academias, recomienda que  los sustantivos y adjetivos derivados de nombres de personas y de lugares  no adaptados al español, deben conservar las características  gráficas  del nombre del que proceden para facilitar la identificación de la persona o de los lugares aludidos. Ejemplos:

Beethoveniano (de Beethoven), picassiano (de Picasso), trostkista (de Trostky),  flaubertiano (Flaubert), shakesperiano (de Shakesperare).   De acuerdo con esto, de Spinoza, pudiera ser “spinozista”. En otras  lenguas (italiano, francés…)  las voces derivadas  de Spinoza mantienen la /z/: Spinozianas.

Sin embargo,   esos vocablos derivados de los nombres citados, están sujetos a variación por su adaptación al español, pues todos llevan una terminación propia de nuestra lengua. El mejor ejemplo  de esto se encuentra en las voces derivadas  del apellido de Joseph Stalin.

Estalinista, estalinismo o estaliniano son vocablos  del español. El Diccionario define a estalinista de este modo: 1. adj. Perteneciente o relativo a Stalin o al estalinismo.2. adj. Partidario del estalinismo. Apl. a pers., u. t. c. s.

Estalinismo. 1. m. Régimen comunista totalitario impuesto por Stalin en la Unión Soviética en el siglo XX.

El Diccionario académico incorpora el vocablo /espinosista/ definido de este modo: 1. adj. Fil. Perteneciente o relativo al espinosismo. 2. adj. Fil. Seguidor del espinosismo.

A su vez /espinosismo/  es definido por DLE así: m. Fil. Doctrina representada por Benito Espinosa, filósofo holandés del siglo XVII, que consiste en afirmar la unidad de sustancia, considerando los seres como modos y formas de la sustancia única.

Un  filósofo que se llame Benito Espinosa le parece a uno que sea español, dominicano, cubano…pero ocurre que  Baruch Spinoza ha sido llamado de distintas maneras ( Baruch de Espinoza,  Benedict, Benito o Benedicto  Spinoza o Espinosa), según las distintas traducciones de su nombre. Cierto que  los españoles lo prefieren como  Benito Espinosa. Y  Fernando L. Ferrand, el filósofo que escribió el ensayo sobre el libro de Elsa Saint-Amand, siguió ese modelo, y emplea la voz /espinosista/, registrada en el Diccionario académico.

Como  la forma más conocida es Spinoza, yo, amparado en dos preceptos de nuestra lengua, opino que  el derivado debe ser “espinocista”, variando la z como  en somocista, y comenzando con  /e/ como en estalinista.

(Publicado en el EL NACIONAL, DOMINGO 17-2-19)

 

INSISTENCIA CON LAS MAYÚSCULAS Y UNA RECOMENDACIÓN DE FUNDÉU BBVA

Los iletrados podrían ignorar las letras mayúsculas, pero  a muchos profesionales (ay, los abogados) parece  resultarles  imposible  prescindir del uso generoso  de la letra alta al principio de palabras que no lo requieren.

Lo natural es que las palabras se escriban con minúsculas, sin embargo se ha determinado emplear mayúscula para marcar  algunos vocablos, como los nombres propios. Las instituciones, por ejemplo, se denominan con palabras comunes que asumen la mayúscula  en la formación de sus nombres.

Ocurre con órganos estatales, partidos políticos, universidades: Congreso Nacional, Cámara de Diputados, Poder Ejecutivo, Suprema Corte de Justicia, Senado de la República, Ejército Nacional, Armada Dominicana, Obispado de la Altagracia. Todas estas expresiones están formadas con palabras del léxico común, pero en estos casos, obviamente, se escribirán con mayúscula inicial.

Sin embargo, las palabras que designan a las personas involucradas en  funciones  de dirección  de las  entidades siguen siendo voces comunes, igual que plátano, cuaderno o mesa. Por tanto no necesitan mayúsculas estos términos: senador, diputado, legislador, presidente, juez,  procurador, magistrado, rector, general, coronel, teniente, cabo, almirante, vicealmirante,  capitán de navío, marinero…obispo, monseñor, presbítero, catedral, diácono, monaguillo.

Los lingüistas llaman mayúscula de relevancia a la que hemos venido llamando mayúscula caprichosa.  Los casos más frecuentes ocurren con los cargos públicos. Escritores, magistrados, columnistas de diarios, relacionistas… escriben  todos los días con mayúscula inicial las palabras ministro, presidente, senador, embajador,  alcalde, general, monseñor. Algunos colocan la mayúscula inicial al término presidente, aunque no se trate del primer mandatario.

La Ortografía de la lengua española señala al respecto lo siguiente:

“La mayúscula está revestida de un cierto valor sacralizador y dignificante, probablemente derivado del uso monumental, solemne y suntuario de sus orígenes. Su prestigio gráfico se evidencia en el significado de la locución con mayúscula (s), que, pospuesta a un adjetivo o a un sustantivo, denota su más alto grado o su más elevada manifestación: tonto con mayúscula (s), amor con mayúscula (s)”.  (Página 514).

Igual con el papa

Por si quedan dudas, les agrega algunas partes de la recomendación correspondiente al  20 de febrero del 2019 de la Fundación del Español Urgente, institución asesorada por la Real Academia Español en su interés por mejorar el uso del español en los medios de comunicación. Se titula  “7 claves de redacción para la cumbre del Vaticano”. Helas aquí:

Con motivo de la cumbre que se celebra en el Vaticano entre el jueves 21 y el domingo 24 de febrero para abordar el problema de los abusos sexuales en el seno de la Iglesia católica, se ofrecen las siguientes claves de redacción:

  1. El excardenal, en una sola palabra

El sustantivo excardenal, con el que se hace referencia a aquel cardenal que ha sido secularizado, se escribe sin espacio ni guion entre el prefijo ex- y el sustantivo al que precede: «El Vaticano expulsó a Theodore McCarrick, el excardenal estadounidense acusado de abusos sexuales».

  1. La expresión tolerancia cero, sin comillas

La expresión tolerancia cero, preferible a cero tolerancia, no necesita comillas. Si a continuación se especifica aquello hacia lo que se muestra o exige que no haya tolerancia alguna, lo habitual es emplear las preposiciones con, hacia, a o para, mejor que tolerancia cero contra.

  1. La Iglesia católica, con ce minúscula

Aunque el sustantivo Iglesia se escribe con mayúscula inicial cuando alude a la institución, los adjetivos que lo acompañan se escriben con minúscula.

  1. El papa, con minúscula inicial

Tanto papa como pontífice se escriben con minúscula inicial, ya aparezcan dichos tratamientos acompañados del nombre propio o de manera aislada.

23 de febrero de 2019

Temas idiomáticos

Por María José Rincón

NORMA VARIABLE

29 / 01 / 2019

Cuando de corrección lingüística se trata, siempre solemos centrarnos en la ortografía. Sin embargo, la corrección y el buen uso de la lengua no se restringen a la escritura. Como buenos hablantes es importante que prestemos atención a la lengua oral. La pronunciación, aunque a primera vista no lo parezca, suele crear más dudas y malentendidos que la ortografía. Las normas ortográficas son por definición uniformadoras y todos debemos atenernos a un código único. Sin embargo, en el español encontramos variantes válidas de pronunciación que nos hablan de su extensión y de su diversidad.

Si nos centramos en las consonantes, los principales escollos los encontramos en la supresión de una consonante en la pronunciación de una palabra, lo que coloquialmente llamamos «comernos» una consonante». En algunos casos el fenómeno está bien o mal visto dependiendo del área del español de la que se trate. Por ejemplo, los hablantes cultos de español de España suelen «comerse» la -d- intervocálica, incluso en situaciones de cierta formalidad sin que esta omisión sea censurada socialmente. Sin embargo, los hablantes cultos en el español de América siguen sintiendo esta omisión de la -d- intervocálica como un fenómeno vulgar que debe restringirse a ambientes coloquiales o informales.

Para muestra valga una anécdota. Hace años, en una entrevista sobre el Diccionario del español dominicano, dije que los trabajos para su diseño y redacción habían «durao» cinco años. Sin duda, di muestras, a pesar de los años que hace que resido en el Caribe, de mi variedad dialectal personal. Algunos oyentes de la entrevista lo percibieron como un error y afearon mi «mala» pronunciación. Un ejemplo de que la norma culta, en ciertos casos, es variable. Cuidado, solo en ciertos casos. Saber distinguir estos casos es tarea para los buenos hablantes.

 

TRASPIÉS GRAMATICAL

05 / 02 / 2019

Un lapsus linguae del presidente está dando, injustificadamente, mucho que hablar, y es que con frecuencia nos escandalizamos por errores intrascendentes mientras pasamos por alto otros que deberían preocuparnos. Decir ocasionalmente *morido por muerto solo puede considerarse un traspiés gramatical involuntario motivado por el descuido, la prisa o la presión del entorno. A todos nos ha pasado.

Estos lapsus gramaticales, cuando suceden en la lengua infantil, prueban que la adquisición de las reglas va bien encaminada. Cuando un niño dice *yo sabo en lugar de yo sé, o *yo cabo en lugar de yo quepo, está aplicando una regla gramatical correcta que existe en la lengua, aunque la aplica a una palabra que no sigue la regla, precisamente porque es irregular. Es lo que se conoce como un error de sobre rregularización.

También encontramos estos errores en el lenguaje adulto. Por ejemplo, el pretérito perfecto simple del verbo andar, conjugado erróneamente por la mayoría de los hablantes, y me incluyo, como *yo andé, tú andaste, él/ella andó, nosotros/as andamos, ustedes, ellos/as andaron: *Andé por ahí toda la tarde y no logré encontrarla. Sin embargo, la conjugación correcta de este verbo es yo anduve, tú anduviste, él/ella anduvo, nosotros/as anduvimos, ustedes/ellos/as anduvieron: Anduve por ahí toda la tarde y no logré encontrarla. Los hablantes asimilan erróneamente la conjugación irregular del verbo andar a la conjugación regular de otros verbos terminados en -ar, como cantar (canté, cantaste, cantó, cantamos, cantaron).

Y, ojo, esto ya no es un lapsus, porque no se trata de un error ocasional. Un lapsus no es más que un resbalón, que, como tal, suele hacernos reír, sobre todo si es otro el que tropieza. Si nos aplicamos aquello de la paja y la viga y ponemos atención a los errores, que no lapsus, que todos cometemos, nuestra lengua nos lo agradecerá.

 

DESLICES PARA TODOS

12 / 02 / 2019

La Eñe de la semana pasada la protagonizó un lapsus gramatical. Ya saben que el protagonismo es fugaz y hoy los lectores se han interesado por el propio sustantivo lapsus.

De la palabra latina lapsus, ‘resbalón’, ‘desliz’, se han derivado en nuestra lengua dos palabras: lapso y lapsus. La primera es fruto de la evolución fonética que experimentó el latín vulgar. Distintas evoluciones de la misma lengua dieron lugar a las distintas lenguas romances: español, gallego, catalán, francés, italiano, rumano, etc. En la evolución del latín al español, por ejemplo, la terminación -us se convirtió en -oamicus > amigohortus > huertolapsus > lapso, con tres acepciones en nuestra lengua.

La palabra española lapsus, con la que designamos la equivocación que se comete por descuido, es un cultismo. Según el Diccionario académico, un cultismo es el ‘vocablo procedente de una lengua clásica que se toma en préstamo en una lengua moderna y no pasa por las transformaciones fonéticas propias de las voces populares o patrimoniales’.

En nuestra lengua culta existen además dos locuciones latinas para referirnos a dos tipos de deslices lingüísticos. Como extranjerismos que son, pues están tomados tal cual de la lengua de origen, debemos escribirlos en cursiva o entrecomillados. Una vez mas el DLE nos guía en el camino. Un lapsus linguae (cuya traducción literal del latín sería algo así como «error de la lengua») es un error involuntario que cometemos al hablar. Si el error, por el contrario, tiene que ver con la mecánica de la escritura estaremos cometiendo un lapsus calami (un «error de la pluma»). En el uso diario de la lengua estos lapsus son inevitables, los sufrimos todos, así que va siendo hora de que sepamos llamarlos por su nombre.

 

TESTIGOS

19 / 02 / 2019

En la ceremonia de mi investidura como doctora se recordó a seis científicos españoles, miembros de la Real Academia de Ciencias, que tuvieron que huir de España a causa de la Guerra Civil. Algunos de ellos se afincaron en México, como tantos otros intelectuales perseguidos por el fantasma atroz de la represión. Algunos, comprometidos con su vocación científica, siguieron ejerciéndola como forma de superar la ausencia gracias a la universalidad del saber.

La universidad, la academia, la ciencia, tienen su pilar fundamental en la transferencia del conocimiento. Si este pilar se resquebraja, la ciencia, que no se lleva bien con el aislamiento, se tambalea. Todos hemos aprendido de y nos hemos inspirado en nuestros maestros, en los que estudiaron nuestra disciplina antes que nosotros, en los que llevaron el testigo hasta donde nosotros lo recogemos. Si uno de ellos nos falta, el testigo cae al suelo y la carrera del conocimiento se interrumpe quién sabe por cuánto tiempo.

El exilio político puede robarnos a nuestros maestros, como le sucedió a la ciencia y a la cultura española; pero también nos los puede arrebatar el exilio económico: la escasez de medios, las precariedades y la ausencia de perspectivas para el futuro. La investigación, en todos los campos, necesita dedicación, apoyo y tiempo.

En el tren de vuelta a casa, con esa melancolía inimitable que produce el paisaje que dejamos atrás, me pregunto a cuántos intelectuales y científicos dominicanos formados o en formación hemos renunciado y seguiremos renunciando porque no somos capaces como sociedad de garantizarles el futuro a cambio de que ellos nos garanticen uno mejor para nosotros y para nuestros hijos.

 

UN PASEO LITERARIO

26 / 02 / 2019, 12:00 AM

Cuando paseamos nuestra mirada está puesta en lo que nos rodea; cuando paseamos por Nueva York nuestra mirada se escapa, inevitablemente, hacia las alturas, pero, a veces, lo más interesante está a ras del suelo.

Soy una enamorada de las bibliotecas y la Biblioteca Pública de Nueva York está entre mis preferidas. Si se acercan a ella caminando por la calle 41, al este de la Quinta Avenida, descubrirán una serie de placas sobre sus aceras en las que se leen citas relacionadas con la lectura y la creación literaria. Es lo que se conoce como el Library Walk, el Paseo de la Biblioteca, creado por el escultor Gregg LeFevre en 1998 para conmemorar la literatura del mundo.

Yo lo descubrí un día lluvioso en el que debía cuidar dónde ponía mis pies. En la primera placa que llamó mi atención, azares del caminar, se leía un verso de Julia Álvarez, una autora de origen dominicano: «Quien toca este poema toca a una mujer». Paso a paso recorrí arriba y abajo la cuadra buscando autores de lengua española.

Del argentino y universal Borges, su poema Una brújula: «Todas las cosas son palabras del/idioma en que Alguien o Algo, noche y día,/escribe esa infinita algarabía/que es la historia del mundo. […]».

José Martí nos trae de nuevo al Caribe y nos recuerda que la cultura, la lectura, el saber amplían nuestros horizontes y nos hacen libres: «El conocimiento de literaturas diferentes nos libera de la tiranía de unos pocos».

Las palabras construyen el mundo y la lectura es el aliado imprescindible para orientarnos en él. El Paseo de la Biblioteca de Nueva York me lleva a las palabras del Quijote: «Ahora digo que el que lee mucho y anda mucho ve mucho y sabe mucho».

«El degüello de moca»

Por Manuel Núñez

  El acontecimiento en torno al cual se teje la trama de la novela El degüello de Moca SD, Ateneo Insular, 2018) de Bruno Rosario Candelier es la matanza que emprendiera, el 3 de abril de 1805, la soldadesca de Christophe, tras su retirada de la porción española de la isla, a la sazón gobernada por Louis Ferrand, gobernador francés.

La novela se concibe en dos partes que se entrecruzan. La primera parte es una reconstrucción del nacimiento de la villa Nuestra Señora del Rosario de Moca, el 7 de octubre de 1751, nacida como poblado en los derredores de la Iglesia, obra de doce apóstoles, que en una trashumancia decidieron fundar en territorio de anacahuitas, samanes, tórtolas y perdices, una ciudad. Su ámbito se halla centrado en los primeros cincuenta años. Tradiciones, mitos, leyendas, historias, personajes. Nos tropezamos, pues, con una arqueología de la vida anterior a la matanza.

La segunda parte se halla conectada con el relato historiográfico. El macabro degüello emprendido contra la población de Moca el 3 de abril de 1805. los testimonios orales o escritos, las consejas transmitidas de padre a hijo e incluso los relatos heredados por los descendientes de los supervivientes de la hecatombe, tal el obispo Freddy Bretón, oriundo del tronco familiar de José Antonio Bretón y María Bueno, que salvaron sus vidas de la degollina porque quedaron disimulados entre la montaña de cadáveres.

Por su naturaleza la novela de Rosario Candelier nos coloca delante de las variopintas relaciones textuales mostradas por Gerard Genette en sus investigaciones sobre el relato (Confróntese: Mimologiques: voyage en Cratylie, 1976. introduction à l’architexte, 1979.Palimpsestes: La littérature auseconddegré, 1982Trad.: Nuevo discurso del relato, Cátedra, 1998.) A seguidas enumeramos las relaciones presentes en la elaboración de este relato.

  La relación intertextual: necesariamente la novela incluye cartas, notas, consejas orales, relatos historiográfico, cronologías de los acontecimientos que la inspiran; un pasaje del Cántico espiritual de San Juan de la Cruz; un soneto de Fray Miguel de Guevara, monje agustino y un poema del mocano José Bretón, convertido, según nos cuenta, su descendiente el obispo Freddy Bretón en testigo del acontecimiento central. Se incluyen, además, algunos pasajes de una obra de Elías Jiménez el autor de Tradiciones mocanas y de las prosas de Julio Jaime Julia, destacadísimos hombres de letras, del letrado famoso Artagnan Pérez Méndez, del periodista Iván Carvajal, de Jesús María Tejada,  historiógrafo; de Eduardo García Michel, economista de renombre y figura de pro, del notabilísimo Adriano Miguel Tejada, periodista y miembro sobresaliente de la Academia Dominicana de la Historia. Los pasajes, las notillas, dan cuenta de que la escritura de la novela ha sido precedida de un borbotón de informaciones, el bagaje donde ha abrevado de manera muy provechosa el novelista. La novela se halla henchida de estos contenidos que le sirven de tramoya al escritor.

  La relación architextual: el autor se concibe a sí mismo como un cronista, que narra el nacimiento de la Villa del Rosario de Moca. ¿Cómo era la vida antes de la matanza emprendida por los haitianos. ¿En qué momento fundaron el poblado? La disposición del relato se hace con arreglo a la estructura de las crónicas. Cada una de las facetas de la vida de Moca son contadas con el lenguaje de la época por el escribano Juan Francisco del Valle, narrador personaje. El propio narrador reconoce que su relato contiene muchas historias, mitos y leyendas. Por ejemplo, las que arrastra Margarita Jiménez concebida como su alma gemela, la única capaz de comprender sus lucubraciones intelectuales, para acompañarlo en las profundidades de la mística, y para mantener unas conversaciones suculentas, preñadas de hallazgos, que franquean las fronteras de lo ordinario, que elevan la hondura de la plática, hasta volverla ensoñación mística, monumento del lenguaje interior.

  La relación paratextual: nos empalma con otros textos que se refieren al mismo acontecimiento de la fundación de Moca. Poemas, obras de teatro, tradiciones, crónicas que preceden y abordan el mismo tema de la novela. Estos textos nos ponen en el umbral de las copiosas informaciones conectadas con el acontecimiento de la matanza y de la fundación de Moca. Podemos enumerarlos por orden de aparición: 1) El apellido Bretón en la República Dominicana, S.D. del obispo Bretón Martínez; 2) Ese Moca desconocido del destacadísimo letrado Artagnan Pérez Méndez ( SD, Amigo del Hogar, 2000), el ensayo Asombrado por los valores del escritor Jesús María Tejada (SD, Amigo del Hogar, 2012), Diario de la Independencia( SD, Editora Taller, 1994) del notabilísimo periodista, historiador y miembro de número de la Academia Dominicana de la Historia don Adriano Miguel Tejada; Al amanecer la niebla (SD, Diario Libre, 2016) de don Eduardo García Michel y el ensayo “ El degüello de Moca” del periodista Iván Carvajal, dado a conocer en el 2018 ( confróntese “ Tribuna mocana, 3/10/18), el ensayo “ Retos de la mocanidad” (Cf. “ La Vanguardia”22/3/41) de Ramón Amado Guzmán; la obra Perfiles mocanos de ayer(Miami, FL, 2003) de Pablo Michel.

La relación geno textual: que nos refiere el génesis de donde nace la trama de la novela, que, es acontecimiento que pervive en las memorias de los supervivientes, en el relato historiográfico y en el modo de representar con las libertades de la ficción cómo fueron vividos y recreados estos hechos por la población de Moca. Esta relación define cómo se engendra el texto narrativo. He aquí el esbozo.

Tres grandes temas penetran la presentación de la villa Nuestra Señora del Rosario de Moca.

-El descubrimiento de la sensualidad que se desarrolla dentro de las lindes de la contemplación, del sueño. Circunstancia que captamos en las volcánicas expresiones de los personajes en torno al voyerismo del narrador personaje.

1- La búsqueda del yo profundo, trascendente del místico y del poeta, que se expresa en los diálogos de Juan Francisco del Valle, el cronista y Margarita Jiménez, y en las expansiones de la lectura poética.

2- La vida sobrenatural de los mitos, contados por Cristina Mendoza, donde pululan las apariciones de ciguapas, los ensalmos de brujería y las artimañas de hombre lujuriosos.

Comencemos por la primera parte. Cada uno de los cuadros de la novela se organiza en secuencias que nos muestran un lienzo de la época: el lenguaje conserva aún en ese período el voseo, y los personajes arrastran en su memoria una cantera de cuentos orales, mitos y leyendas.

El personaje narrador Juan Francisco del Valle, tiene ínfulas intelectuales, y que tiene, además, como propósito entrar en el seminario porque era en aquel punto y hora, la única forma de darle albergue a sus ambiciones literarias. Inmediatamente surge el conflicto interior. Por un lado, halla en Margarita Jiménez, el doble vínculo que orienta su vida. Su devoción por las honduras místicas, por la comunión divina que envuelve a Santa Teresa y a San Juan de la Cruz. Por otro lado, la emoción que le produce la belleza femenina; la sensualidad del cuerpo, expuesto en toda su gloria. En las descripciones del cuerpo femenino que se vuelven prolijas en la primera parte entramos en esa delectación voyerista.

  De repente vi a Margarita Jiménez bañándose en el patio de su cabaña. Estaba completamente desnuda. (…) sus pechos túrgidos y ovalados destilaban polen de estrellas en sus picos. Su pelo chorreaba sobre su espalda como una cascada de lluvia. Sus labios, henchidos y redondos, excitaban tanto como sus pechos.

  Al hallarse ante la contemplación excitante del cuerpo femenino, el narrador queda desencajado del papel que se ha propuesto desempeñar, y nos ofrece una revelación que va incluso mucho más allá. Porque en toda obra literaria campa, a hurtadillas, los ríos profundos de la propia biografía del autor. No olvidemos que Bruno Rosario, al igual que Juan Francisco del Valle, estuvo parejamente en un seminario, donde desarrollaría su vocación religiosa.

Por unos instantes dudé de mi intención de irme al seminario a estudiar para sacerdote (…) confieso que sus encantos despertaron en mí una secreta atracción que me desarticuló.

  Los estímulos que produce el voyerismo aparecen en varios pasajes. En España se les llama mirones, buzos, en Venezuela; rascabucheador, en Cuba y brechero, entre nosotros.

Cuando cruzamos el montículo cercano al badén del río, la singular sorpresa fue ver a Josefina Rosario completamente desnuda, saliendo del río, se sacudía las aguas sin ocultar sus encantos. Nos agachamos detrás de un árbol para poder contemplar sin que ella se turbara, sus fascinantes atributos de mujer.

  Las descripciones voyeristas se asocian a la sexualidad de la época. Hay en esas escapadas voyeristas, el disfrute al contar las distintas etapas del desnudo, como cuando se refiere al striptease de una madre de treinta y cinco años. En otro pasaje el mirón espía a una mulata saliendo del río, y nos dice lo siguiente:

Sus bien formados senos firmes y túrgidos se corresponden con sus grandes nalgas sobresalientes y ovaladas. Al sacudirse sus cabellos, sus pechos temblaban como palomas voladoras

  1. Por otra parte, y en contraste con todo lo anterior, puede atisbarse el influjo que ejerce la lectura de los místicos en el personaje narrador de la novela y en Margarita Jiménez y en el Padre Henríquez. Ambos han abrevado en la fuente de los místicos San Juan, Santa Teresa, Fray Luis de León. Los tres comentan el soneto de Fray Miguel de Guevara. Los tres compendian en sus diálogos la experiencia mística. Se trata de una luz que ilumina la conciencia, una especie de aletheia platónica. Un lenguaje interior que es, además, una mejor comprensión del mundo visible y de sus relaciones. Los diálogos sustentan una teoría literaria:

La metáfora alumbra el sentido que representa.

—Lo que has dicho es hermoso, Margarita. Pero no se aplica a la metáfora sino al símbolo. La metáfora compara, no representa.

—Los símbolos se fundan en una palabra que representa un concepto y tienen dimensión espiritual

  En esas conversaciones Margarita y Juan Francisco se intercambian sus intuiciones, sus descubrimientos y su mundo interior. No sin un dejo de pesimismo por parte del cronista, que nos dice lo siguiente:

Lo lamentable es que ya estamos en el último tercio del siglo XVIII y no tenemos imprenta para imprimir libros y periódicos. ¿Cómo progresamos sin creación intelectual?

  1. En los relatos orales de Cristina Mendoza compaginan con visiones fantásticas. He aquí algunas muestras : a) dicen que un hombre sale desnudo montado en su caballo y le da la vuelta a la villa, llorando sobre su montura; b) en las casas de Moca solían aparecer las jupias, mujeres con los pies al revés, que eran golosas y sensuales, y hubo casos, como el de Manuela, violada mientras dormía por un haitiano, que la adormeció con una magia soporífera; la historia de Domitila, la curandera, que con unos brebajes y ensalmos logró recuperar a un marido descarriado. Son varias las historias que empalmadas en el relato de Cristina pero todas revelan la potencia del mito como generador de cultura y recuerdos.

La segunda parte de la novela se centra en el acontecimiento historiográfico de la matanza emprendida por las tropas de Henri Christophe el 3 de abril de 1805. Dos supervivientes de la hecatombe de Moca deponen ante el cronistas, María del Carmen Bueno Quezada, bisabuela del obispo Bretón y Ruth Figueroa, que se hallaba, al igual que la primera, en el templo Nuestra Señora del Rosario de Moca.

Los hechos se cuentan de forma circular. El mismo acontecimiento aparece contado por cada una de las testigos. Se trata de la narración de los sentimientos y de las menudencias vividas por estos personajes. La técnica empleada es una sucesión de monólogos.

La diégesis que se nos trasunta en esa segunda parte puede resumirse en este párrafo:

Henri Christophe, bajo cuyo mando actuaron las tropas en Moca, ordenó que entraran al templo como mansas ovejas. Fray Pedro Geraldino piensa que general haitiano quiere indultar a la población. Tan pronto como comenzó el tedeum, cerraron las puertas del templo, con unas cuatrocientas personas. Degollaron con sus sables a los hombres, atravesaron con sus bayonetas a las mujeres y ensartaron en sus fusiles a los niños. Tras concluir la degollina, incendiaron el templo, saquearon las viviendas aledañas. En el degüello del 3 de abril de 1805 murieron los blancos; no pereció un solo negro. El templo fue reducido a cenizas.

  Si la historia nos cuenta los hechos; la literatura nos fabrica una realidad. En los manuales de historiografía se desconoce las matanzas de Moca y Santiago. Algunos llegan incluso a decir son fabulaciones del anti haitianismo. Que esos hechos horrorosos no se produjeron. De manera que nuestros estudiantes terminan eclipsando estos acontecimientos; lo colocan en el terreno de las leyendas mitológicas. Quizá esta novela se emparenta con la famosa tradición escrita por el insigne escritor Cesar Nicolás Penson quien cuenta el asesinato de las hijas de Andrés Andújar, perpetrado por una gavilla de haitianos, en las cercanías de la Capital, leyenda conocida como “Las vírgenes de Galindo”.

Aun cuando los historiógrafos de hoy desdeñan este acontecimiento, José Gabriel García, padre de la historia dominicana, no omitió las menudencias del degüello de Moca. He aquí las palabras del Padre de la historia dominicana: “

Pues habiéndose anunciado que el día 3 de Abril se cantaría un Te Deum solemne en acción de gracias por la feliz terminación de la lucha, acudieron al templo más de 500 personas de todas clases, sexo y edades, además de la soldadesca desenfrenada de Faubert, la cual cerró todas las puertas al comenzar la ceremonia, y se entregó de lleno al desorden saciando su furor brutal sobre aquella concurrencia inofensiva, de las que quedaron muy pocas con vida, porque hasta el sacerdote que oficiaba fue ensartado en las bayonetas, en medio de la espantosa gritería de aquella horda de salvajes.

  Don Gaspar Arredondo y Pichardo, letrado sobreviviente de la matanza de Santiago es , de todos los testigos, quien ha descrito con todos los pormenores las matanzas llevadas a cabo por los haitianos en Santo Domingo, en ese año terrible. Dice don Gaspar que en aquel punto y hora, “ser blanco era un delito” y que los haitianos se habían proclamado enemigos del color de la población, y se habían propuesto la primera limpieza étnica en este lado de la isla. En sus Memorias de mí salida de Santo Domingo escrita cuando pudo escaparse a Cuba, nos cuenta entre otras cosas de Moca lo siguiente:

“. Que de todas las mujeres que estaban en la iglesia sólo quedaron con vida dos muchachas que estaban debajo del cadáver de la madre, de la tía o de la persona que las acompañaban; se fingieron muertas porque estaban cubiertas con la sangre que había derramado el cadáver que tenían encima; que en el presbiterio había por lo menos 40 niños degollados y encima del altar una señora de Santiago, doña Manuela Polanco, mujer de don Francisco Campos, miembro del Concejo Departamental, que fue sacrificado el día de la invasión y colgado en los arcos de la Casa Consistorial, con dos o tres heridas mortales de que estaba agonizando. Que don Antonio Geraldino, don Mateo Muñoz y el capitán de aquel Partido don José Lizardo habían sido sorprendidos en su casa y atados a sus camas las incendiaron, “El negro Félix me informó en Baracoa Cuba, que todos los desastres, muertes y atrocidades cometidos por los negros en las personas blancas de ambos sexos y en todos los pueblos por donde habían transitado en retirada de la capital de donde fueron rechazados, después de un sitio de veintitrés días que tuvieron que levantar más que de prisa. Que los altares, los archivos y hasta el reloj público lo habían reducido a cenizas echando a pie para el Guarico a todo el que no habían asesinado sin exceptuar aún a los sacerdotes, menos al cura don Juan Vásquez a quien después de atormentarlo con crueldad en el campo santo que estaba frente a la parroquia lo sacrificaron, y al fin, para saciar su brutal venganza lo quemaron con los escaños del coro y los confesonarios” (Cf. Invasiones haitianas, Emilio Rodríguez Demorizi, 1973).

Y esto lo subrayamos porque desde ahora advierto que esta novela será atacada sañudamente por todos aquellos que, en los medios de comunicación y en la enseñanza quieren anular nuestra nacionalidad, y tratan de descalificar a todo aquel que refiere las menudencias de las barbaries oriundas de ese país. Refiriéndose a estos hechos el historiador haitiano Thomas Madiou ( v. III) dice lo siguiente:

El capitán Habilhomme arrasó Montecristi; y, Roisy, jefe de batallón, La Isabela. Cuatrocientos hombres comandados por el comandante Brossard recorrieron todo el país que se extiende La Vega y Sabana de la Mar, incendiaron Macorís y llevaron en cautiverio una multitud. El 6 de abril, toda la división del norte se hallaron reunidos en Santiago. Christophe le pegó fuego con sus propias manos a los edificios de esta hermosa ciudad. En pocas horas, las construcciones romanas, la catedral construida en estilo gótico del siglo XVI por los castellanos, cuatros otros templos quedaron envueltos en las llamas. La mayoría de los prisioneros fueron linchados. Una veintena de sacerdotes fueron llevados al cementerio. Cuando se dio la orden de fusilarlos. Uno de ellos, el padre Vásquez, viéndolos tambalearse, dijo:” No temáis nada, reciban la muerte con felicidad. En verdad, que tendremos hoy coronas de laureles en el Paraíso”. Se arrodillaron. Levantaron sus manos hacia el cielo, y fueron inmolados, en esta actitud hasta el último. El general Christophe condujo al norte 349 hombres 430 adolescentes menores de quince años. Después de haber incendiado Altamira, entró en El Cabo el 9 de abril de 1805. En esta campaña hemos destruido las ciudades más antiguas del Nuevo Mundo, llenas de hermosos monumentos góticos. Nos mostramos muy crueles aniquilando esta población de los campos compuestas de los negros y gente de color.

  Lo que nos dice Madiou es que la matanza no se limitó a Moca y Santiago sino que fue en todo el territorio nacional, Veamos:

“La división Clervaux llevaba la retaguardia. La misma noche la caballería le pegó fuego a todos los ingenios de la llanura de Santo Domingo. Las columnas haitianas de la división del norte, armadas de antorchas, siembran el terror por todos los lados. Combatían sin cuartel a las tropas españolas (dominicanas), que hallaban a su paso.

Quemaron Monte Plata, San Pedro, Cotui, Macoris, La Vega. Aquellos habitantes de los municipios que no tuvieron tiempo de alejarse de la ruta que seguían Christophe y Clervaux fueron ya asesinados o apresados. Novecientas personas de La Vega fueron conducidas a Santiago por el jefe del batallón coronel Antoine. El coronel de la vigesimonovena brigada, Jean Bazile incendio los hatos (…) hizo ahorcar a un gran número de agricultores de esos poblados, dio a las llamas la ciudad de Moca y se presentó en Santiago donde se reunió con Christophe. Etienne Albert, coronel de la caballería, y Raymond coronel de la 27 compañía, cruzaron, a la cabeza de sus batallones, el río Yaque y llegaron a Bánica”

Thomas Madiou no esconde los horrores de aquella degollina con tintes bíblicos.

Como se ve, los acontecimientos novelados por Bruno Rosario Candelier en El degüello de Moca se hallan escoltados por una montaña de informaciones historiográficas rotundamente verídicas. El autor refiere los hechos como un notario, como el relato de una población nimbada de la piedad cristiana, que ha vivido, inexplicablemente, los horrores del apocalipsis. Con esta obra escrita en una prosa pulcra y ejemplar, se inicia la vida literaria de un acontecimiento que no debe ser olvidado, y que ahora entra de pleno derecho en el mármol de las letras nacionales.

«El degüello de moca»

Por Rafael Peralta Romero

Quien se proponga escribir una novela histórica, si se toma en cuenta el contenido que envuelve este adjetivo, asume, a mi modo de ver, uno de los retos más riesgosos en los que pueda incurrir un escritor.

Digo esto porque la historia es una ciencia, y como tal demanda rigor en el tratamiento de sus asuntos. La primera exigencia de la historia consiste en que los sucesos narrados se apeguen a la verdad y que quien los ha trabajado disponga de pruebas documentales.

La novela -ha sido la tradición desde sus inicios hasta hoy- se vale mayormente de hechos ficticios, aunque personajes y anécdotas tengan sus modelos en la realidad. Pienso que el trabajo más cómodo para un novelista es el de crear sus obras a partir de realidades que podrán ser moldeadas a conveniencia del creador.

Visto así, el trabajo del novelista es comparable al del escultor, pues este artista toma un trozo de metal, de piedra o de madera y lo somete a su soberano poder creativo para entregarlo convertido en una obra de arte, en muchos casos capaz de perpetuarse en el tiempo.

El novelista trabaja cómodamente cuando utiliza materiales históricos para novelarlos, con la consiguiente inclusión de los recursos que la técnica de escribir le facilita. De este modo, se obtiene una obra de ficción en la que se ha recreado un acontecimiento histórico, e intervienen personajes con las características de personas reales, mencionados generalmente con nombres fingidos.

En El degüello de Moca, Bruno Rosario Candelier, su autor, ha asumido la decisión de escribir una novela histórica, como hace constar en la portada de la primera edición, que hoy presentamos. “Novela histórica de la Villa Heroica”, reza.

El reto de escribir una novela histórica arrastra el riesgo de que los historiadores, poseídos del celo por la verdad auténtica,  la descalifiquen para esa categoría. Sin embargo, la novela así tratada habrá de contar con otras fuerzas para sostenerse, porque al fin y al cabo, se trata de una obra literaria que por más apegada a los hechos reales que esté, debe satisfacer el principio primordial en toda obra de arte: provocar el goce estético.

La novela El degüello de Moca ha partido de un suceso tenido por real, ocurrido en esa localidad en los inicios del siglo XIX, y es obvio que me refiero a la particular agresión a esa villa durante la invasión haitiana al territorio donde cuatro décadas después se fundaría la República Dominicana.

En enero de 1804 la parte occidental de la isla de Santo Domingo se había constituido en una nación independiente –Haití- , luego de que triunfara una rebelión de esclavos dirigida por Jean Jacques Dessalines. Proclamado emperador, el jefe haitiano decide, en 1805, invadir la parte oriental de la isla, que era dominio español, impulsado por el rechazo a la esclavitud y el odio racial hacia los blancos.

Rosario Candelier ha estructurado su novela en tres partes, dividida en trece capítulos. La primera parte, titulada Nacimiento de la Villa, es de carácter fundacional, y guiado por la intuición el autor reconstruye la historia de la fundación de Moca, con ayuda notoria de su imaginación.

A los detalles elementales de un grupo de hombres cortando madera para edificar chozas y buscar en el bosque frutos que no han plantado (plátanos, huevos…) para la alimentación, el autor le adiciona un elemento capaz de espantar la menor señal de aburrimiento: el baño de Margarita Jiménez bajo la luz de luna llena.

“El fulgor de su cuerpo, rutilante como la luna de esa noche, revelaba la armoniosa forma de su figura. [….] Sus pechos túrgidos y ovalados destilaban polen de estrellas en sus picos. Su pelo chorreaba sobre su espalda como una cascada de lluvia”. (pág. 15).

Rosario Candelier se inserta en el personaje Juan Francisco, muchacho de poco estudio, a quien su abuelo recomienda dejar el trabajo agrícola y dedicarse a las letras, para que haga de cronista de la fenomenal historia. Demasiado bien lo hace este cronista improvisado. Él  comprenderá a la perfección el interés de referir la historia de Moca en dos vertientes: antes y después del degüello.

La historia de la Villa de Moca incluye la biografía de Bruno Rosario Candelier. Se evidencia en las lecturas de Juan Francisco, el personaje que cuenta los sucesos, que gusta de contar historias, y por igual lee a San Juan de la Cruz y a Heráclito.

“Todos los hombres, sin excepción, tienen el poder de la intuición, que es una gracia espiritual para entender el sentido de las cosas, y en tal virtud ese atributo forma parte de lo que Heráclito llamaba Logos, nombre con que el pensador presocrático denominó a ese poder de la conciencia, que la concebía como una energía sagrada para reflexionar, intuir y crear”. Así piensa Juan Francisco.

2

La segunda parte de la novela, que incluye los capítulos 6, 7, 8 y 9, lleva por título Sangre en el templo. Es aquí donde se encuentra el clímax de la obra. Se narran los horrendos sucesos dirigidos por Dessaline y ejecutados por Henri Christophe.

Bruno ha incluido fragmentos de narraciones en las que otros autores, sobre todo mocanos, cuentan los sucesos ocurridos el 3 de abril de 1805 en la entonces naciente ciudad de Moca. Se habla de quinientas personas acuchilladas por las hordas haitianas, incluyendo unos cuarenta niños. Todos congregados, con argucias del enemigo, en la iglesia de Nuestra Señora del Rosario.

El autor lo cuenta así:

“Iniciado el oficio religioso y el templo lleno de gente, los soldados haitianos sorpresivamente cerraron las puertas de la iglesia. Desde temprano en la mañana se habían congregado cientos de mujeres, hombres y niños y, de inmediato los haitianos protagonizaron una sangrienta escena. El general Henri Christophe le había dicho a fray Pedro Geraldino, párroco de la iglesia, que respetaría la vida de los feligreses, pero todos los presentes en el templo, menos  dos doncellas y un monaguillo, fueron degollados por los sables, puñales y bayonetas de los haitianos”.  (pág. 96).

El templo fue quemado y con el incendio ocurrió la cremación de  los cadáveres. Tres mujeres llamadas María testimoniaron al cronista lo sucedido. El autor retoca de mesianismo este pasaje por cuanto hace evocar las tres Marías que visitaron la tumba del Crucificado. El espíritu mesiánico se asocia con la muerte de Cristo y las tres Marías: María Magdalena, María la de Cleofás y María la madre de Jesús.

La misteriosa guadaña de la muerte había cercenado la paz de nuestra Villa, apunta el narrador. El degüello de Moca es un hecho que divide a los historiadores, unos, como Emilio Rodríguez, aportan documentación, y otros estiman sobredimensionado el suceso

La tercera y última parte del volumen se titula Reto de la mocanidad. El primer compromiso comunitario fue la reconstrucción del templo. Y a seguidas “borrar los vestigios del fatídico degüello y restaurar el aliento colectivo”. (pág. 156).

La Ideología predominante en esta obra apunta hacia la exaltación de la mocanidad, sentimiento que no es solo de Bruno Rosario Candelier, pero que este autor es uno, si no el más persistente cultor.

Para elaborar su obra, Bruno se ha valido de un suceso real, aunque distorsionado por el tiempo y cuestionado por los historiadores, pero que está en la conciencia de los mocanos y aporta sentido de unidad a ese microcosmos, a la vez que contribuye al fortalecimiento de la mocanidad.

La novela ha sido definida por la preceptiva literaria como narración en prosa de hechos ficticios. La de Rosario Candelier  se nos presenta como histórica, lo cual parece una paradoja, pero si los hechos fueran inciertos, el texto se arraigará de manera más firme en el género literario al que corresponde: novela, sin etiqueta alguna, como debió ser desde u principio.

Más que historia novelada, hablamos de una novela histórica, pero si la apreciable dosis de ficción  con la que ha sido adobada le restara méritos para ostentar esa categoría, El degüello de Moca seguirá siendo una novela que narra un suceso sumamente interesante y desgarrador con estilo diáfano y muy propio de la obra literaria. Enhorabuena, pues.

Acto celebrado en el recinto de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, en Santo Domingo, el 29 de enero de 2019.

El arquetipo “sombra” en «El degüello de moca»

Por Miguel Ángel Durán Ureña

   El degüello de Moca se clasifica dentro del subgénero de novela histórica por estar fundamentada en hechos reales acontecidos hace más 200 años, en la geografía del país. Esta trama encauza una red de acontecimientos, iniciados desde la imposición esclavista de nuestros aborígenes y de la trata de hombres y mujeres traídos principalmente desde el Continente africano con el propósito de sujetarlos entre las garras de la esclavitud.

Ese maltrato dado a nuestros aborígenes, como a los miles de africanos vendidos como esclavos, fue uno de los tantos eslabones (mutágenos) que formaron la cadena insana y odiosa, perversa y racista que engendraron estos lamentables hechos. Los traumas de este fatídico bloque histórico, incidieron pavorosamente en la personalidad de esta gente indefensa –principalmente africana- cuando fueron obligados a salir de su tierra, maltratados, vendidos, burlados, violados todos sus derechos, añadiendo la falsa ideología europea de que los africanos y aborígenes- no tenían alma, más bien eran animales.

Las heridas que tejieron la forma de pensar del hombre histórico tienen su base en el poder odioso expresado por un apetito voraz por las riquezas de los pueblos y que sustentaron el desarrollo económico de los más fuertes. Esto trajo consigo un dominio malévolo de los países –sobre todo- europeos (Francia, España, Inglaterra…) cuyo crecimiento industrial estuvo fundamentado en la explotación del hombre de los pueblos que habitaron estas maravillosas tierras.

Este golpe histórico que abrazó tanto lo político como lo religioso y lo místico… lo puramente humano, se manifiesta –en menor o mayor grado- en la conducta de los hombres nacidos luego en esta parte del mundo. En la novela El degüello de Moca se puede leer lo siguiente: “Fue entonces cuando Margarita me sorprendió diciéndome que ella ha tenido visiones tormentosas en las noches sobre algo terrible que sucederá en esta Villa…”.

Heredamos pues -entre tantas otras cosas- la violencia, y viene manifestándose desde la colonización, desde la era esclavista, desde la era liberadora de la república, con expresión indolente y diabólicamente perpetrada –en nuestro caso- por el ejército de Jacques Dessalines y de otros insurrectos. Por tanto, el degüello de Moca, revivido por el intelectual mocano Bruno Rosario Candelier, es una imperiosa necesidad de recordar esta complejidad de “sombras” que han mancillado el “genoma” más pulcro de la patria de Duarte.

La novela de Bruno Rosario Candelier no es más que uno de los tantos capítulos de este desastre, y por lo vivido, seguirá ese producto heredado y malévolo que aun sostiene la mala relación dominico-haitiana.

Una de las debilidades de esta novela histórica es la generosidad que tuvo su autor de no profundizar aún más en los daños y perjuicios de esta brutal acción; no solo a Moca, sino también a todo el territorio de nuestro país, y que ha cruzado la simiente más sagrada de la dominicanidad. Por lo visto, el detonante que encausó el degüello de Moca había comenzado ya en Haití, y se desparramó el odio por todos los pueblos de La Hispaniola, mancillando todos los caminos de la geografía nacional.

Este lamentable hecho histórico-traumático es un calidoscopio dentro del complejo geográfico nacional, donde los brazos negros unen los micros y grandes relatos que conformaron y siguen perjudicando la paz de la nación dominicana.

Por lo que la génesis del degüello de Moca no fue en la iglesia; la iglesia es todo el país, producto de esta “sombra” representada por la liberación de los demonios heredados que ocuparon el subconsciente de Dessalines y de Henri Cristophe, y que se expresaron con furor en las desavenencias y el bloque defensor dado por el ejército francés a cargo de Ferrand.

Basado en la premisa de este enfoque, los primeros capítulos de El degüello de Moca, de Bruno Rosario Candelier, lucen muy románticos y hasta divertidos, en una época donde los más nobles apellidos que construyeron estas fecundas tierras, no podían vivir tan tranquilos dada la época tan belicosa, de difícil vivir bajo cualquier condición, para que durmieran tan serenos: “Según supimos después, un negro prieto, un haitiano rudo y grosero, mediante magia entraba de noche a su cuarto de dormir y, con una sustancia soporífera la adormecía y yacía con ella, de manera que ni la misma muchacha sabía que un varón la penetraba y la vivía”.

Los mocanos de la época de ese trágico acontecimiento tenían que haberle temido a los haitianos desde mucho tiempo atrás. De seguro que fueron masacrados comenzando con el cura, para llevar a cabo dicho holocausto. No hay poesía para declamar este aciago momento, porque vive silente en las sensibilidades más hirvientes del corazón de los mocanos.

El autor de la novela del degüello, Bruno Rosario Candelier, asume un personaje omnisciente representada por el sacristán, información que recibiera de boca en boca y/o por la sustentación de la historia.

La esclavitud, que viene ya desde hace décadas, dice presente en la familia mocana de entonces. Los siguientes párrafos tomados de esta novela abren un capitulo interesante en lo referente a la “sombra” que domina el discurrir de esta narrativa, como también de la historia misma, y nos permite repensar este desastre, armando un complejo crucigrama de hechos sustentables: “La nuestra era una comunidad integrada no solo por familias de un claro abolengo español de Andalucía y Castilla, sino con negros de ascendencia africana, oriundos de Guinea Ecuatorial, que integran nuestros esclavos, y mulatas criollas que son nuestras criadas”.

Cada noche sucede un hecho tenebroso. Dicen que un hombre sale desnudo, montado sobre su caballo. Tengo la sospecha de que se trata del espectro de algún indio o de un esclavo: “Antes de que la sombra de la noche se tragase los últimos vestigios de la luz, comíamos lo que nos preparaban nuestras mujeres…”.

Presencia de “esclavos”, “sombra de la noche”, imagen de peso específico que el narrador explaya consciente o inconscientemente en su obra, y cae como un preludio del hecho mismo.

Los conceptos de “sombra”, noche, primanoche… se repiten más de 30 veces en los primeros capítulos de la obra, y puede distraer al lector desde el punto de vista literario; pero en su más profunda y fuerte significación contiene la trama de la verdad histórica de la obra. Connota un dominio sobre todo en los tres primeros capítulos adornando con bellas metáforas ese pesado bloque histórico nacional, pero aborda en su hondura la diabólica red del odio y la venganza.

 

El autor absorbió las energías embrujadas que aún circulan por las huertos fecundos de la ciudad, y define el hecho con vívidas palabras y símbolos esta amargura ancestral: “El cielo estaba repleto de estrellas y la lumbrera de la noche sofocaba las sombras que se acurrucaban en los rincones de la casa o en los matorrales cercanos. Una de esas primanoches rutinarias, de repente vi a Margarita Jiménez bañándose en el patio de su cabaña. Estaba completamente desnuda”.

Las pesadillas da el tono a los sueños que tienen su componente patológico, como bien se entiende en uno de los capítulos de la novela intitulado “La pesadilla de Ruth Figueroa”: Esta pesadilla otorga al título de este comentario, toda su veracidad: “Desde aquella luctuosa mañana de abril, cuando asesinos haitianos hostigaron la paz de esta Villa degollando y matando a cientos de nuestros compueblanos e incendiando nuestro templo, la sombra de ese terrible siniestro reclama una acción de desarraigo, purificación y exorcismo”.

«El degüello de Moca», de Bruno Rosario Candelier

Por Camelia Michel

Es una satisfacción participar en la presentación de la novela El degüello de Moca del Dr. Bruno Rosario Candelier, en el digno escenario de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, junto a estos reconocidos intelectuales y colegas académicos.

Es mucho lo que puede decirse en torno a esta obra, enraizada en un episodio luctuoso, como el exterminio de un importante segmento de la población de la llamada Villa Heroica, a manos de las fuerzas haitianas comandadas por Henri Christophe, el 3 de abril de 1805.Entre sus méritos debemos consignar su certera visión de los hechos históricos en torno a tres momentos fundamentales de Moca: su fundación, en la segunda mitad del siglo XVIII, la perpetración del degüello, punto central de la narración y, finalmente, la reconstrucción de la aldea.

Cuando la realidad nos pone contra la espada y la pared de una manera tan letal nos salvan la fe, el olvido o la ficción. En los duros avatares que registra la historia de nuestro país, hemos logrado muchas veces salir adelante y dar la batalla, aún traspasados por un fierro en el mismo pecho. Esa fe en nuestro Dios, en nosotros mismos, en el porvenir, en las fuerzas históricas que nos soportan y nos llevan a levantarnos luego de un ataque mortal.

En ocasión es el enemigo nos ataca por la espalda, y puede que entonces la desmemoria nos salve de la ignominia. Ésta se oculta en el silencio porque quizás nos resulta insoportable, o porque el recuerdo vigoroso atentó contra los intereses espurios del momento: en consecuencia, deviene en olvido de la historia. En el presente algo amenaza con barrer nuestra memoria, con lacerar el ethos nacional.

 

La ficción: un caballero alado que nos rescata

Afrontamos no solo la pérdida de muchos de nuestros mejores valores, costumbres y creencias, sino que asistimos a una tergiversación de los hechos pasados, y con sorpresa vemos que acontecimientos, hazañas y héroes van perdiendo su significado. En ese justo instante llega la ficción como un caballero de armadura alada -cuando ya la crónica no es suficiente para expresar la contundencia de los hechos, el dolor de las heridas- y nos rescata de la mentira, del desamparo, de la brutal amnesia.

El degüello de Moca es uno de esos sucesos nefastos que esta novela rescata, luego de muchos años de pretendido olvido o disimulo. Ahora que estamos sometidos a un proceso de disolución nacional, este texto es absolutamente indispensable. Dicha masacre constituye uno de los episodios más dolorosos y menos conmemorados: la ofensiva haitiana contra la parte oriental de la isla a principios del siglo XIX, en la que, al no poder contender con los franceses, las huestes de los vecinos se retiran hacia el occidente tomando represalias en la población de civil de varias demarcaciones del Cibao.

Pocas veces se ha dicho, y en este libro se consigna: que aquél fue un ataque centrado principalmente contra la población blanca del Santo Domingo Español y yo añado que constituye la primera limpieza étnica de que se tenga referencia en esta parte del mundo.   Cito:

“El degüello de Moca fue la bestial masacre concebida por Dessalines para eliminar a la población blanca de la isla. A los haitianos los mueve el odio racial, con una cultura fundada en la sevicia y la destrucción: odio a los blancos y a los mulatos, con cuya saña eliminaron a la población blanca de su territorio y pretendieron hacer lo mismo en el nuestro, como lo hicieron en Moca, donde hay una gran población blanca. En el degüello de Moca murieron los blancos; no pereció un solo negro.”[1]

El posterior secuestro como botín de guerra de sobrevivientes de Santiago y otros pueblos asolados por la ira de los haitianos, es también una suerte de pogromo, ya que la mayoría de ellos eran de raza blanca. De esos seres sometidos al destierro y al escarnio, cuya mayoría era compuesta por mujeres y niños, nunca se tuvo noticia, o su destino no fue consignado en ninguna crónica. Lo cierto es que en el Santo Domingo Español la población se redujo casi a la mitad luego de estas incursiones, punto en el que coinciden diversas fuentes, en parte por las incursiones exterminadoras, en parte por las migraciones obligadas.

Y mientras más pensamos en la contundencia de estos hechos, más sorprende la escasa mención que de ellos se hace. ¿Cuántas narraciones recuerdan esos ataques? ¿Cuántos historiadores actuales se atreven a situar en contexto esta parte de nuestro pasado? ¿Cuántas investigaciones sistemáticas han sido realizadas para aclarar dudas y puntos oscuros?

Entonces esta novela llega como una clarinada que nos recuerda que no todas las verdades pueden barrerse para ocultarse como polvo debajo de la alfombra. Hay acontecimientos, hay memorias, que al igual que fantasmas resurgen para cobrar una deuda. Una deuda de justicia, una deuda de recibir la palabra precisa que los rescate de la duda, de lo ambiguo, de la calumnia, de la ignominia y del aplastamiento, quizás.

Si la masacre fue devastadora al extremo, los intentos de ocultarla son igual o peor crimen. Los aliados de la Segunda Guerra Mundial no han permitido que se olvide el holocausto de los judíos perpetrado por Hitler y sus acólitos. No debemos propiciar ni aceptar que se trivialicen los hechos surgidos a raíz de las incursiones de las huestes de Dessalines en nuestro territorio: que sea minimizado el abuso, el crimen, contra una población pequeña, empobrecida y desarmada, que se enfrentaba con un enemigo poderoso y lleno de saña.

Se necesitaría que muchas investigaciones y narraciones paliaran toda este silencio y confusión. Ojalá la novela de Bruno Rosario sea la primera de muchas similares, manejadas por diversos escritores y puntos de vista.

 

Caos versus ficción: la narrativa como estrategia de rescate de la verdad

La primera forma literaria de organizar el caos en un acontecimiento específico es la crónica histórica, el esfuerzo por acopiar y describir los sucesos y de crear una línea de tiempo que nos permita entender lo que se presenta velado por el desorden y la fragmentación.

La segunda manera es revestir los hechos y esquemas que sustentan la narración histórica, escueta, fría y fácil de tergiversar u olvidar, con la belleza y verosimilitud de la ficción; con el rescate de esa cotidianidad que en los manuales de historia se olvida. Pero ambas formas de abordaje de la realidad se dan cita en la novela histórica.

Es interesante ver -a través de las páginas de la novela El degüello de Moca-cómo se despliegan ante nuestros ojos los momentos mágicos en que un puñado de familias se afinca en este lugar promisorio y despoblado, habitado solo por una frondosa vegetación y un paisaje salpicado de suaves accidentes.

En un relato de estructura lineal van apareciendo los primeros pobladores de esta aldea, con sus ilusiones y su voluntad de asentarse y progresar en medio de una naturaleza hermosa y fértil, pero no exenta de dificultades. La mayoría, hombres de la tierra, que poco a poco dieron sentido a un proyecto urbano y civilista:

“Llegamos al centro de una inmensa llanura despoblada”, señala Juan Francisco del Valle) y continúa: “Era una tarde soleada, con un limpio cielo azul y una suave brisa. Cansados y hambrientos, acampamos bajo la cobija de un frondoso árbol de anacahuita. Ya llevábamos dos días de una larga travesía. Antes de que nos arropara la sombra de la noche decidimos descargar ajuares, bastimentos y vituallas a la vera de un enorme samán”[2].

Esa comunidad que desarrolla su vida en torno al cultivo de la tierra y de su fe religiosa es parte de una dinámica bucólica; trabaja, vive, sueña, ama, canta, realiza sus festividades, ajena a los vaivenes y pugnas de intereses coloniales y de las metrópolis.

Así progresa hasta llegar a los albores del siglo XIX, en que la agitación del lado occidental de la isla de Santo Domingo le tiene deparada una sorpresa. Para 1805, la situación es la siguiente, y el narrador lo consigna de esta manera a través de Benito, un personaje secundario:

“En esta villa no sabemos lo que se mueve entre los poderosos por la posesión de oro, reses y productos de la tierra que piratas y corsarios saquean con el conocimiento o consentimiento de magnates locales”. Y también advierte que:

“Aquí no sabemos todo lo que pasa entre los tutumpotes de nuestro país y ya hay dos estados en esta isla de La Española, y un día los intereses provocarán guerras  entre las dos naciones en este territorio compartido. Los haitianos amenazan con adueñarse de la isla, alegando que vengarán el abuso que los blancos ejercieron contra ellos”.

Es evidente que el autor recurrió a las fuentes autorizadas para asentar su narración en un contexto histórico lleno de pinceladas costumbristas, pero también es cierto que acude a la intuición y la imaginación como herramientas de la creatividad, para dar verosimilitud a los acontecimientos narrados, a los pequeños momentos que tejen la vida de la comunidad de antaño, y que son parte de la urdimbre social.

El resultado es una novela cargada de acciones, diálogos e interacciones en apariencia pequeños, sin asomos épicos grandilocuentes, en los que se combinan los hechos históricos con los posibles sucesos, protagonizados por personajes que responden a nombres reales y otros ficticios, como el protagonista y narrador de los hechos: el sacristán Juan Francisco del Valle.

La acción entra en un punto culminante de agitación y angustia en el momento de la masacre, el 3 de abril de 1805, cuando el narrador dice: “excepto las dos doncellas y el monaguillo, todos fueron degollados, incluido el propio sacerdote celebrante del oficio religioso, que pereció ensartado en una de las bayonetas de esos salvajes en medio de la gritería y el espanto de la gente que, inocente y confiada, acudió al llamado de los haitianos”.[3] El narrador enfatiza que el degüello “implicó la muerte de numerosas víctimas pasadas a sables, cuchillos y bayonetas, con cabezas degolladas y cuerpos traspasados por las armas”.[4]

En una tercera fase, la novela abarca la época de la recuperación y del seguro estrés post traumático. Es importante señalar que la narración no se queda en la fase de lamentación, o en la exaltación del rencor y de los aprestos de venganza.

Antes bien, el autor se empeña en mostrar la capacidad resiliente de la menguada comunidad, que más allá de sus penas y temores reconstruye su templo, fulminado por un incendio a raíz del degüello, con mejores herramientas y materiales; levanta de nuevo las casas que fueran calcinadas a la salida de los haitianos de la comarca, y finalmente celebra y promete rehacer su dinámica de vida más apegada a sus costumbres y fe religiosa, y a un sentido del deber y la solidaridad más allá de cualquier obstáculo o dolor.

Como símbolo de la visión de futuro de la comunidad, la novela culmina con la reinauguración de la Iglesia de Nuestra Señora del Rosario y con la celebración de las bodas conjuntas de las dos muchachas sobrevivientes de la masacre, quienes se desposaron con jóvenes laboriosos y emprendedores.

Antes de cerrar mi participación quiero destacar el uso de imágenes que bordan de poesía la narración, especialmente en las descripciones del paisaje. Igualmente, es notable que en algunos de los personajes surgen inquietudes espirituales y se evidencia una perspectiva interiorista. Finalmente, puedo señalar que el Degüello de Moca es no solo una novela histórico-costumbrista, sino que en esencia responde a los lineamientos de la literatura de compromiso, no con una connotación de panfleto, pero sí con la expresión de inquietudes y valores vinculadas al bien común y sentido de progreso y capacidad de reconstrucción de la comarca que, al igual que el Ave Fénix, resurge de sus cenizas la mañana del  oprobioso 3 de abril del 1805, miércoles de carnestolendas y testigo de una pasión tan injusta y sangrienta como la del cordero pascual que los cristianos conmemoramos en la Semana Mayor y que nos abre las puertas de la resurrección y la vida eterna.

 

[1]Pág. 107.

[2]Pág.11.

[3]Pág. 104.

[4]Pág. 105.

Manuel Matos Moquete

Por Marcio Veloz Maggiolo

El reciente Premio Nacional de Literatura que otorga la Fundación Corripio al Dr. Manuel Matos Moquete, uno de los más sobresalientes académicos dominicanos, constituye un verdadero acierto del jurado de esta notable institución que convoca año por año para un concurso que ha sentado sus decisiones no solo en la obra literaria de un autor, sino también en su carrera académica.

Matos Moquete, miembro notorio de la Academia Dominicana de la Lengua Española, ha sido un novelista que comprendiendo que lo universal puede también ser local, ha proyectado en sus novelas la lucha de los dominicanos contra la tiranía, y en sus clases, una verdadera visión de la realidad cotidiana, del pueblo dominicano.

El autor de es parte de aquellos que han encontrado en el tema nacional y sus episodios, materia prima para desarrollar capítulos donde la imaginación acierta con los inventos de vidas renuentes a la dictadura, ya que la propia cotidianidad lo ha llevado al campo de batalla revelado también en su literatura- Pero Matos Moquete, cubierto por sus aciertos intelectuales con numerosos premios, es de los escritores que consideran su país como la mejor de las fuentes argumentales y que con su obra dan la razón el Premio Nobel egipcio Mahafuz, quien hace tiempo proclamaría que los temas locales son también universales cuando el autor los muestra ampliamente conformes con valores de la misma categoría ética, y estética, con los que han desarrollado los suyos quienes han mostrado que en los localismos de los pueblos subdesarrollados se esconden temáticas que tratadas como puntas de lanza y como critica al sistema corrupto, contribuyen al despertar y a la creación de valores que a veces, de manera tímida, afloran como primicias de una sociedad dormida, la sociedad que ronca, sueña con fantasmas aletargados, que aun cree en las mentiras sociales de las clases más altas, y con ofertas que envueltas en papel celofán, se cubren de un falso brillo dotado de corazón transparente.

A la obra para criticar la sociedad fantasiosa, creedora en el mito del futuro literario de las tiras cómicas, Matos Moquete agrega sus ensayos sociológicos, literato modelado en la línea de Pedro Francisco Bono, ha sido maestro, orador, descriptor de problemas sociales, y ha proyectado sus conocimientos en aulas donde fl orece el pensamiento, aclarando para sus alumnos, lo que ha pregonado como tema de sus novelas, donde apunta la necesidad de un cambio social necesariamente vivo para la juventud que aspira a transformaciones sociales partiendo de la educación familiar, para aterrizar en el concepto de educación que debería primar en una sociedad que sin ser analfabeta, aun no ha aprendido a leer, y ni siquiera conoce a los autores literarios, ni siquiera los libros fundadores de nuestra literatura.

El poeta y novelista ilustre, don Andrés L. Mateo, me dijo cierta vez, con voz de maestro –y no de ceremonias- que los dominicanos no leen a los dominicanos. Pasa lo mismo, y hoy parece que el caso se agrava. Somos un pequeño grupo los que consideramos la lectura aire del alma.

Son validos los esfuerzos del Ministerio de Educación de hacernos flotar en una tabla de salvación llamada “la literatura dominicana”, pero acontece que no todos sabemos nadar, y que necesariamente el analfabeto de ayer, si no tiene que leer, aplique y se mantenga leyendo, puesto que la lectura flota con el impulso de la creciente fuerza de brazos capaces de mover, con instrumental nuevo, los remos de la canoa donde llevamos a puerto las productos de “nuestra” civilización, incluido del civilismo. Termino con frase comercial aunque en vez de ser hombre de los que viven detrás del mostrador, terminamos tras la pluma de palote, el llamado “papel ministro” y luego la máquina de escribir, Underwood, por supuesto, donde por la ausencia de la letra “Ñ”, quedamos impedido de aquella letra que como interjección había volado del pensamiento de la máquina.

Algunas ideas sobre el particular ocurrirán si el Estado sigue preocupándose por el “hombre de la calle”, y como creemos en los libros y en el texto que los define, aun esperaremos los resultados.

No soy un desesperado, y mi fe en el logos se acrecienta como la de los jóvenes escritores que desearían Kafka más completo y un Rulfo que por rubio fuera más charro, con inmortal bigote a lo Pancho Villa, “agudizando las contradicciones”.

Manuel Matos Moquete ha expuesto con su vida y con sus obras, modelos y métodos. Nos alegramos de corazón que haya sido escogido por su obra literaria, ganador. Pero también como meritorio pensador que una vez, como dijera el poeta Miguel Alfonsea era posible que alguien fuera “la voz del fusil” convertida en palabra. Y él lo fue. Pero el dialogo, entre el arco y el fusil, quizás más antiguo que el uso de la flecha y la pólvora, se ha convertido en nueva armadura y la palabra escrita, lo mismo que la expresada oralmente, deben fundirse en acuerdos, para un día ser la misma.

También ese ha sido el modelo del profesor, y hoy académico Manuel Matos Moquete, ganador del Premio Nacional de Literatura.