El poder de la sensibilidad

Por Bruno Rosario Candelier

    La participación de la sensibilidad es determinante en todo lo que intuimos, pensamos y hacemos a la luz del aporte de las antenas de nuestro propio ser cuando se ponen en comunión con fenómenos y cosas mediante una singular conexión con los datos sensoriales y las señales ultrasensibles que tocan nuestra conciencia. De ahí la pertinencia de una metafísica de la sensibilidad en el arte literario.

Decir sensibilidad y decir metafísica son dos palabras aparentemente contrapuestas, porque la sensibilidad es la capacidad de nuestro cuerpo para sentir y expresar nuestra percepción de lo viviente. La sensibilidad no es más que la capacidad para sentir, y ocurre que sentimos las manifestaciones sensoriales de las cosas, así como algunas de las manifestaciones extrasensoriales, es decir, la realidad material en su dimensión natural, física y tangible, así como la realidad espiritual mediante los efluvios de la Creación.

Sentimos las señales de las cosas mediante los circuitos receptores de la sensibilidad que llamamos sentidos corporales, que se conectan con la vista, el olfato, el tacto, el gusto y el oído. Y percibimos los fenómenos de la realidad trascendente a través de los sentidos interiores, como son la intuición, la memoria, la imaginación, el sentido común y la estimativa.

Cuando los canales de la sensibilidad despliegan sus antenas receptoras, actúan como una esponja que lo capta todo, y entonces nosotros sentimos que algo roza nuestros sentidos, algo toca nuestro ser y, cuando tenemos esa percepción, es decir, cuando sentimos, hay la tendencia a expresar lo que esas sensaciones producen en nuestro cuerpo físico y en nuestra interioridad, incluidas los efectos entrañables, como la emoción estética y la fruición espiritual.

Ahora bien, ¿por qué asocio metafísica a sensibilidad? La palabra metafísica se relaciona con lo que está más allá de las apariencias de las cosas, es decir, lo opuesto a la sensibilidad que capta la faceta sensorial de lo viviente. La sensibilidad física atrapa la sensorialidad de las cosas. Y la metafísica comprende la realidad intangible, pero acontece que nuestra sensibilidad tiene sentidos interiores que captan las manifestaciones intangibles de lo existente, y son más las cosas que no se ven, que las cosas que se ven. Y además la misma expresión sensorial de lo viviente tiene una dimensión interna, es decir, invisible, subyacente y oculta. De ahí la razón para consignar el concepto implicado en la palabra metafísica para vincularla a la sensibilidad. Lo que indica, entonces, que podemos hablar de una sensibilidad física y una sensibilidad metafísica.

Hay múltiples señales que vienen del Universo que no se ven, pero se sienten y tienen un alto sentido para la conciencia trascendente. Esas señales que no se ven y que son reales son señales metafísicas, porque no tienen una manifestación sensorial sino ultrasensible, como son irradiaciones, símbolos, ondas secretas, voces, estelas, imágenes y otros destellos intangibles. Hay una enseñanza profunda que viene del Universo, porque todo lo que ha acontecido en el transcurso del tiempo está registrado en diversas capas ocultas del Universo cósmico.

Ya sabemos que un día se va a crear un aparato que va a identificar la realidad de cuanto ocurrió en el pasado, y entonces ese instrumento permitirá conocer las manifestaciones del ayer que nuestra limitación perceptiva nos impide conocer, como determinados datos históricos y las referencias del pasado que conocemos por la narración de los libros de historiografía, pero no sabemos con la exactitud de la verificación o la certificación que determina su certeza indubitable.

Nuestro cerebro tiene, mediante las neuronas cerebrales de la mente, también unas antenas especiales para captar las señales secretas del mundo invisible, con las que puede desvelar el misterio que las cosas esconden, porque la realidad sensorial susurra y refleja fluidos sugerentes de señales provenientes de la misma sensorialidad, y todo en el Universo tiene un caudal de sensaciones, señales y símbolos que suelen percibir, entender y descifrar los que han desarrollado la sensibilidad metafísica o sensibilidad trascendente, que es la que permite captar lo que está más allá de las manifestaciones sensibles, y esa dimensión sutil y trascendente de lo viviente es más profunda, más rica, más luminosa que la realidad sensorial por el caudal de señales, verdades y sentidos que portan, con más sentidos que la realidad material, y, entonces, los poetas, los iluminados y los místicos, es decir, los que tienen el desarrollo de su inteligencia sutil para entender las cosas profundas de la realidad trascendente, capten esas señales, interpretan sus mensajes y los plasman a través de sus imágenes poéticas, sus símbolos comunicativos y su correspondiente exégesis valorativa.

La experiencia nos enseña que hay mensajes secretos, verdades profundas y sentidos ocultos con un caudal de valores y significados de muy antiguas esencias de una alta y luminosa sabiduría espiritual que suelen captar los santos, los místicos, los poetas y los iluminados que han desarrollado ese poder del intelecto, ese poder perceptivo de la sensibilidad y, entonces la palabra, el canal expresivo con que traducimos nuestra percepción de las cosas, nos sirve para comunicar lo que la realidad sensorial susurra o lo que la realidad ultrasensible dicta para conocer esos mensajes alta estirpe cósmica. De manera que nuestra sensibilidad tiene dos antenas de recepción: la antena física para captar las señales sensoriales de las cosas; y la antena metafísica para capturar las irradiaciones trascendentes de los fenómenos invisibles, y así se pueden atrapar ambas dimensiones de los mundos reales y sutiles, las que se ven y las que no se ven, para lograr una visión más completa de los fenómenos y cosas que nos rodean.

A menudo la dimensión que no se ve tiene más señales, más verdades y más enseñanzas que la que se ve; eso es parte del misterio de la Creación, percepción que depende del talento que desarrolla la persona si se ha cultivado intelectual, estética, imaginativa, psicológica y espiritualmente.

Si uno les pone atención a las múltiples e incitantes manifestaciones de la realidad social, natural y sobrenatural, puede entender muchos fenómenos del Universo y profundas verdades de una sabiduría milenaria, porque permanentemente hay irradiaciones y señales, con valiosos mensajes espirituales, que vienen de la cantera del infinito para nutrir con esas sabias verdades nuestra comprensión de los mundos sutiles.

La realidad sensorial es inmensa; la realidad cósmica es infinita; y el Universo es inconmensurable. Y un saber profundo, luminoso y trascendente, que viene de muy antigua memoria y que podríamos identificar en el hondón de nuestra sensibilidad, es lo que he tratado de captar, entender y explicar en esta obra que he titulado Metafísica de la sensibilidad, por lo que tiene el subtítulo de “Psicoanálisis de la intuición estética”.

¿Por qué la denominación de “Psicoanálisis de la intuición estética? Porque es una forma de auscultar lo que pasa en nuestro interior, lo que acontece en nuestra conciencia y lo que experimenta nuestra sensibilidad cuando la realidad toca las antenas de nuestro ser y cuando nosotros nos sentimos concitados, estimulados, conmovidos, apelados y emocionados por las señales sensoriales y profundas de la misma realidad material.

¿Cuándo sentimos las señales de la realidad sensible o las manifestaciones de la realidad ultrasensible? Cuando nosotros nos disponemos a contemplar el mundo para sentir su dimensión profunda y vivir, aunque sea parcialmente, el sentido del misterio y el encanto de la Creación. Por eso es importante la contemplación de las cosas.

La contemplación, que es un ejercicio de la sensibilidad que suelen hacer los monjes, los contemplativos y los espirituales de las diferentes tendencias espirituales de las diversas culturas, es una actividad que deberíamos hacerla todos nosotros, de tal manera que los antiguos pensadores presocráticos griegos y los antiguos contemplativos taoístas chinos, comprendieron y desarrollaron un alto pensamiento porque tuvieron la disposición de dedicarse a la contemplación de lo viviente para sentir, desde su misma sensibilidad, lo que implica la conexión de la conciencia con la llama de lo viviente para captar y expresar la dimensión profunda y trascendente de cuanto acontece en el fluir de lo viviente.

El ejercicio de la contemplación activó el talante de la sensibilidad y el poder del intelecto de esos antiguos contemplativos que abrieron las compuertas de su sensibilidad para interpretar lo que el mundo sugería, y entonces pudieron crear filosofía, música, poesía, teatro, mística y todos los saberes humanísticos. El inicio de esa creación fue justamente el despliegue del poder de contemplación de la sensibilidad que ellos desarrollaron al poner sus sentidos físicos y metafísicos en contacto con la realidad de lo viviente para sentir y vivir el impacto que las cosas ejercen en la sensibilidad y la conciencia para las altas vivencias del espíritu.

Lo que les estoy comentando es lo que traté de explicar en esta obra, Metafísica de la sensibilidad, intuiciones y vivencias que tienen y experimentan los poetas, los narradores, los dramaturgos y los creadores en general cuando intentan plasmar lo que sienten, cuando intentan expresar lo que captan de la realidad y, sobre todo, cuando escriben la interpretación que quieren darle a la misma realidad que asumen con su sensibilidad, su intuición y su conciencia. Para eso se valen de la palabra y, mediante la palabra, traducen en imágenes, conceptos y símbolos el sentido de fenómenos y cosas para darnos un poco de luz sobre lo que ellos perciben cuando se despierta la vocación creadora y se activa su intuición espiritual y estética.

Para conectar lo que estoy diciendo con lo que dije al principio, esa vocación creadora está en todos nosotros y todos podemos desarrollarla de alguna forma y en cualquier área del pensamiento, en cualquier manifestación de la creatividad, en cualquier expresión artística y espiritual, porque esa alta dotación de nuestro intelecto forma parte de nuestra más entrañable condición en virtud de los hermosos dones que recibimos con el don de la vida, como son los dones de la intuición, la expresión y la creación.

 

Bruno Rosario Candelier

Presentación de Metafísica de la sensibilidad

Moca, Teatro Don Bosco, 21 de febrero de 2019.

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