EL DIRECTOR DE LA ADL HABLA SOBRE LAS LETRAS DOMINICANAS

(DIÁLOGO VIRTUAL ENTRE IBETH GUZMÁN Y BRUNO ROSARIO CANDELIER)

 

Ibeth Guzmán: Don Bruno, bienvenido a este espacio virtual. Hoy hablaremos de temas educativos, culturales, de todo lo que sabe don Bruno, que es casi una enciclopedia. Bienvenido, don Bruno, a este espacio. ¿Cómo está?

BRC: Me siento bien, Ibeth. Muchísimas gracias por la invitación. Vamos a ver si lo que conversamos podría servirle de utilidad a quien esté escuchando este programa tuyo  mediante esta plataforma virtual. Sé que tú estás haciendo mucho bien, por el hecho de que has asumido esta forma de comunicación tan útil en esta etapa pandémica. En todo lo que se hace a la larga, ocurre lo que suele ocurrir cuando se actúa. ¿Te has fijado que si uno lanza una piedra o un guijarro sobre el agua, al caer en el haz del agua forma unos círculos concéntricos en expansión? Eso quiere decir que toda acción genera un efecto positivo o negativo según el contenido y la intención del hablante o del actuante. Entonces, todo produce un resultado. Todo puede producir un bien, si se hace con la intención de que produzca un bien, porque si una acción o una palabra se asumen con un propósito malsano o dañino de querer hacer daño, también hace daño. Entonces hay que saber usar las cosas, saber actuar y usar las palabras no solo con propiedad sino con un propósito de edificación. 

Ibeth Guzmán: Muchísimas gracias, Maestro, por esa pequeña clase de filosofía que nos acaba de dar a todos los dialogueros. Maestro, vamos comenzar hablando un poco sobre la educación dominicana y la enseñanza de la lengua en nuestro país. ¿Cuál es su evaluación, su opinión, su perspectiva con respecto a este particular? 

BRC: Es un fenómeno extraño lo que pasa con la educación, porque si vemos el resultado, la conclusión que uno saca es la de pensar que la educación dominicana ha fracasado en atención al resultado o el producto que sale de las escuelas, liceos y universidades. Ahora bien, si se enfoca el resultado que la docencia genera en determinados estudiantes, entonces la conclusión es diferente, porque hay estudiantes brillantes, jóvenes muy talentosos egresados de escuelas y universidades con una sólida preparación. Claro, es una minoría ciertamente. El sector de la juventud que está preparado es muy reducido. Lo que indica naturalmente que algún beneficio obtuvieron al pasar por la escuela, aunque también se puede decir que no hay escuela mala para un buen estudiante, ni escuela buena para un mal estudiante, puesto que si el joven quiere aprovechar su etapa de formación cualquier circunstancia, aún la más adversa, puede ser beneficiosa. Desde luego, hay que mejorar la educación, yo no sé qué hay que hacer para superar esa situación, pero el resultado hay que mejorarlo en términos del aprendizaje, en cuanto a la lengua, en términos del conocimiento del vocabulario, del manejo de la palabra, del cultivo de la creatividad y del razonamiento, de tantos aspectos, como la comprensión de lo que se lee o escucha. Entonces hay una notable deficiencia sin duda alguna. Las autoridades educativas ponen su empeño en contribuir a una mejoría, eso no se puede negar, pero el problema está en que quienes dictan la orientación teórica, quienes encauzan los planteamientos metodológicos desde las altas esferas no son maestros sino dirigentes educativos y quien realmente ejerce influjo en la escuela es el maestro, el que está en contacto directo con el estudiante. Ese es el que contribuye a la educación, y ese es el que puede elevar el desarrollo intelectual, estético y espiritual. Entonces, hay que enfocar la fuente, y la fuente es el maestro. A los maestros hay que formarlos bien, hay que lograr una mejor formación del magisterio, porque los maestros son los que van a propiciar el desarrollo educativo de sus estudiantes.

Ibeth Guzmán: Maestro, no sé si usted comparte esta máxima: Dulce Elvira de los Santos y Remigio García, que tienen muchos años en la dirección de currículos, decían que los mejores profesores deben estar precisamente en esos primeros años de alfabetización y de puesta en contacto del niño o la niña con su lengua materna y con su cultura. ¿Qué usted piensa de esto? 

BRC: Me parece que es una estimación correcta, porque realmente la parte inicial es clave para despertar las inquietudes intelectuales y espirituales del cerebro humano. El cerebro se desarrolla desde los primeros días de la infancia. Esos primeros diez años de vida son claves para desarrollar las actitudes, para desarrollar la propensión humana al crecimiento, canalizar aspiraciones, sueños, pasiones, ideales. Todo lo que puede contribuir a la transformación es importante que se logre desde la primera etapa de la vida y ahí es donde se necesitan buenos profesores. Yo nunca di clases en el nivel primario, y percibo que no es fácil, pero entiendo que esa es la etapa más difícil, la más importante y de mayor exigencia. 

Ibeth Guzmán: Se trata de cambiar la visión, porque se tiene entendido que mientras más bajito en los cursos te mandan a dar clases como que menor es tu capacidad, y mientras más te ascienden a darle clases a los más grandes, pues mayor es tu capacidad. Y es un poco cambiar el paradigma.

BRC: Tengo la información de que en países donde la educación ha logrado un alto desarrollo ha sido porque le han dado alta importancia al nivel primario, fruto de ese conocimiento que tienen en atención a la experiencia.

Ibeth Guzmán: Maestro, usted tiene muchos años a la cabeza del  Movimiento Interiorista que ha dado muchos poetas a la República Dominicana desde el Ateneo Insular, ¿Cómo ha sido la experiencia con ese movimiento? Y después, en una segunda parte de esa misma pregunta, ¿Cómo enseñar creatividad literaria? Vemos que hay muchas maestrías en creación literaria y a mí me gustaría que usted, que ha sido maestro, de talleres literarios, nos orientara. Una primera parte de la pregunta: esa experiencia en el Ateneo Insular, que ha formado autores de mucho renombre y una segunda parte: si es posible enseñar la creatividad, si es posible enseñar creación literaria. 

BRC: Fíjate, Ibeth, cuando concebí la idea de crear el Ateneo Insular, a los pocos días comprendí que debía dotar a esas organización de escritores de un ideario estético que sirviese de orientación para propiciar una nueva sensibilidad, y fue entonces cuando nació el ideario estético del Interiorismo, porque me di cuenta del siguiente hecho: los escritores cuando escriben, automáticamente aplican la estética de varias tendencias literarias, nunca de una sola, pues todos los escritores al escribir, aplican técnicas, procedimientos, imágenes y recursos correspondientes a varios movimientos literarios. Cuando observé el comportamiento de la literatura dominicana -recuerda que fui profesor de literatura dominicana durante muchos años en la PUCMM- y entonces, el hecho de ser profesor de literatura me dio la oportunidad de conocer el comportamiento de la creación y de los creadores en términos creativos. Y me di cuenta de que una orientación estética es clave para orientar la propia creación. Desde luego, la experiencia ha sido muy fecunda, porque son 30 años que ya llevamos en el Movimiento Interiorista promoviendo la creación, activando el conocimiento de la literatura, porque hay que tener conocimiento de la historia de la literatura, de los recursos literarios, de la estética de cada orientación literaria. Bueno, son muchos los aspectos que se requieren para ser un buen escritor, tú lo sabes. Entonces, ocurre que el cultivo de la creación y el arte de la creación requieren una formación y una disciplina. Esa es quizás una debilidad de nuestra cultura, ya que tenemos poca disciplina, nuestra educación no nos ha enseñado a disciplinarnos, es decir, a cultivar con rigor el talento, a cultivarnos con lecturas formativas, a tener una observación de la realidad con aplicación de nuestras inclinaciones intelectuales, morales, estéticas y espirituales todo lo que se puede hacer para desarrollar el potencial que hay en nosotros. Una conclusión que logré a tiempo fue la de darme cuenta del rol de la lengua, del poder del Logos, concepto originario de Heráclito de Éfeso, el antiguo pensador presocrático. Cuando en la antigua Grecia, unos 500 años a.C., Heráclito tuvo la intuición de que los seres humanos contamos con una dotación intelectual muy poderosa, intuyó un concepto que plasmó en una palabra para identificar eso que nos distingue y enaltece a los seres humanos. La palabra que él creó fue Logos y dijo que en nuestro cerebro tenemos un Logos, el Logos de la conciencia en virtud del cual tenemos la capacidad para pensar, intuir, hablar y crear. Esas cuatro manifestaciones del intelecto requieren un cultivo especial para desarrollar la conciencia, como deben ser, para hablar con propiedad y elegancia, para intuir el sentido de las cosas y para testimoniar la percepción que tenemos del mundo. Y entonces, en función de esas cuatro potencialidades humanas, es como podríamos efectivamente contribuir al desarrollo intelectual, estético y espiritual de quienes experimentan la necesidad de crear. Fíjate en este detalle, Ibeth y los que nos escuchan, cuando nace en nosotros la inquietud para la creación, es un impulso que nos induce a testimoniar nuestras intuiciones y vivencias de la realidad, porque todos los seres humanos tenemos un punto de contacto con el Universo, y cuando entramos en contacto con ese punto específico que nos da la realidad desde un ángulo de lo viviente, desde una perspectiva singular, tenemos una visión de las cosas que nadie la tiene, y cuando uno tiene conciencia de que esa visión de la realidad es única, es peculiar, es singular, nos permite testimoniar lo que percibimos y, con ese testimonio nos convertimos en creadores. Pero, además, otro aspecto muy importante es el siguiente: la fe que uno puede tener en uno mismo. ¿Tú sabes una cosa, Ibeth? Hay muchas personas con el talento para la creación, que no lo plasman porque no tienen fe en que efectivamente pueden crear. Y es muy importante tener fe en uno mismo, saber que tenemos un talento creador, fe en que uno puede canalizar mediante la palabra, una voz a través de la cual  podamos plasmar lo que percibimos y testimoniar lo que motiva la creación y, sobre todo, canalizar nuestras intuiciones y vivencias con las cuales fundamos eso que llamamos creación; por esa razón la creatividad es un poder humano; todos los humanos, absolutamente todos, poseen el don de la creatividad aun cuando no lo hayan desarrollado. Por supuesto, la creatividad no solo se da en literatura, sino en todo lo que podemos hacer: una mujer en su casa, cuando cultiva su jardín, o cuando decora las paredes de su casa o la ubicación de los muebles de manera que haya cierta elegancia, cierto atractivo estético en su propio hogar. Ahí está manifestando su creatividad. Se manifiesta, desde luego, en el cultivo de las diferentes artes y en la ciencia, y en el pensamiento. La creatividad se manifiesta en todo: en el plano intelectual y también en el plano material, en el plano creador desde el punto de vista literario y científico, pero también desde el punto de vista productivo, es decir, la creatividad no solo es literaria. La creatividad se puede dar en todas las manifestaciones con las cuales testimoniamos lo que podemos hacer y eso es hermoso saberlo y es hermoso sentirlo, porque eso es lo que hace que mucha gente sienta la felicidad de acudir, por ejemplo, a la palabra para dar a conocer lo que siente y lo que piensa y lo que intuye. Eso siempre se puede enriquecer y se puede orientar también para estimular el conocimiento de la realidad, para ensanchar nuestra visión del mundo, para ampliar el horizonte intelectual. Nosotros, como seres humanos, estamos instalados en una realidad. Cada uno, en su circunstancia peculiar, está instalado en una determinada realidad y desde una profesión o desde un oficio, desde cualquier circunstancia en que se encuentre, tiene acceso a una faceta del universo, a una dimensión de la realidad y él, entonces, puede convertir en sustancia para la creación lo que la misma realidad le aporta y entonces los poetas, los narradores, los dramaturgos pueden crear lo que lo nosotros llamamos en el plano literario una realidad estética. Al convertir la sustancia de la realidad real en sustancia para la realidad estética, crean otro mundo, crean otro nivel de la realidad, y eso le permite enriquecer, ampliar el horizonte y, sobre todo, crear, y eso es útil y es hermoso saberlo. Es importante tomar conciencia de esa potencialidad y de esa realidad que está al alcance de todos nosotros, para hacer uso de la palabra con un propósito creador. Tenemos la capacidad, a través del Logos de la conciencia, para percibir el mundo y expresar lo que sentimos e intuimos del mundo.

Ibeth Guzmán: Excelente, maestro Bruno Rosario Candelier. Usted es un gran conocedor de la poesía dominicana; de hecho, una de las más de sesenta libros que usted ha  publicado, casi siempre son estudios sobre la poesía dominicana, y uno de los más citados es su obra Lo popular y lo culto en la poesía dominicana. Denos su visión de la poesía dominicana, doctor Rosario. 

BRC: Bueno, esa pregunta es amplia, porque la poesía dominicana es muy rica. Te doy esta primicia: dentro de unos quince días pongo a circular un libro sobre poesía dominicana casualmente, que he titulado La sabiduría sagrada, en la que abordo la creación poética inspirada en la mística. En este año la dolorosa circunstancia de la pandemia me iluminó o me inspiró para escribir una obra de exegesis poética en la que estudio la lírica dominicana a la luz de la mística. La mística es la búsqueda de lo divino y, entonces, comencé a estudiar a todos los poetas dominicanos desde la primera poeta que asumió la lírica entre nosotros, que fue, precisamente, una mujer, cuya obra fue la primera creación poética de calidad en las letras americanas. Me refiero a sor Leonor de Ovando en el siglo XVII. Desde esa época tomó vida la creación poética en esta tierra, en este suelo quisqueyano, lamentablemente el ejemplo de sor Leonor de Ovando no tuvo continuadores de inmediato. Hay que esperar la llegada de otra mujer, en el siglo XIX, que fue Salomé Ureña, una de las grandes creadoras dominicanas, para que el cultivo de la creación poética tuviese la producción ejemplar. Desde luego, paralelamente a Salomé Ureña, surgieron otros grandes poetas, como José Joaquín Pérez y Fernando Deligne. Es en el siglo XX cuando realmente se crea la zapata de la gran poesía dominicana con la creación de Domingo Moreno Jimenes, que crea el Postumismo, y a partir de Moreno vendrían los creadores de los Independientes del 40, con Manuel del Cabral, Héctor Incháustegui, Tomás Hernández Franco, Pedro Mir y Octavio Guzmán Carretero; y luego los poetas de la Poesía Sorprendida, con Franklin Mieses Burgos, Mariano Lebrón Saviñón, Freddy Gatón Arce, Aída Cartagena, Manuel Valerio, Manuel Rueda y otros.  Hasta llegar a la etapa que ahora estamos viviendo, pues tenemos centenares de poetas, entre los cuales los hay muy valiosos, y han surgido otros movimientos literarios, como la Generación del 48, el grupo de la Poética del Pensar, con José Mármol: el grupo de los Escritores del Cibao, con Pedro José Gris, José Enrique García, Cayo Claudio Espinal y Sally Rodríguez. Y el grupo de los interioristas, con Leopoldo Minaya, Tulio Cordero, Fausto Leonardo Henríquez, Jit Manuel Castillo, Carmen Comprés, Ofelia Berrido, Emilia Pereyra, Rafael Peralta Romero y otros. Es decir, la poesía dominicana tiene una creación literaria de alta vitalidad. En los últimos cien años ha sido muy vigorosa la tradición poética. Justamente para esta fecha, cien años atrás, Domingo Moreno Jimenes, siendo un jovencito, asume el cetro de la poesía con un aliento creador y un fervor espiritual a la luz de la realidad dominicana, porque la virtud de Moreno Jimenes fue ponerle atención a la realidad criollista de nuestro país, a la faceta singular de nuestra condición natural, social y cultural. Entonces, desde Moreno hasta la actualidad hay creadores muy valiosos de diferentes tendencias, de diferente potencialidad con un uso ejemplar de la palabra, como revelaron los poetas de la Poesía Sorprendida, que modernizaron el arte de la creación poética con la dotación imaginaria del lenguaje. Y esos poetas se dan cuenta de que tienen que hacer un uso ejemplar de la palabra porque es mediante la palabra como canalizan la creación de imágenes y símbolos y, desde luego, el medio expresivo para testimoniar su visión del mundo, y sienten una fuerte apelación por desentrañar el trasfondo de la palabra y el lenguaje de la imaginación para testimoniar sus propias percepciones y sus propias intuiciones mediante la palabra; por eso los estudiosos del lenguaje le prestamos atención al cultivo literario, porque en el cultivo poético, narrativo y dramaturgo, la palabra reclama un uso ejemplar. Fíjate que los escritores constituyen el estamento del nivel culto de la expresión. La expresión del lenguaje tiene fundamentalmente tres niveles: el nivel popular, el medio y el culto. El nivel culto es el más alto. Y los hablantes cultos son los que hacen uso de la palabra con plena conciencia del rol de la palabra, con el uso apropiado del lenguaje, con la aplicación de la pauta gramatical y con la conciencia de que hacer uso de la palabra evidencia, mediante su arte de creación, su propia percepción de las cosas y su cosmovisión y sus ideales. Ahora, para centrarme en tu pregunta de cómo ha sido nuestra tradición poética, que es muy rica, muy poderosa, tiene creadores con niveles de alta calidad. Hay poetas que tuvieron un conocimiento cabal de la técnica de la escritura, algunos por estudios y otros por asimilación, por inspiración, por el conocimiento que da la lectura misma de la creación poética, de tal manera que una persona que comience a escribir y que quiera integrarse al sector intelectual de la creación, podría lograr la formación literaria con una lectura atenta de las buenas creaciones poéticas y narrativas, porque a través de su lectura puede asimilar el lenguaje de la creación, la forma de las imágenes de la creación, que son muy similares en el arte literario o la dimensión de los símbolos o la técnica de la escritura. Yo sé, porque lo he comprobado, que hay narradores que aplican determinadas técnicas de la escritura, pero no saben en qué consisten. Ellos aplican en sus obras técnicas y recursos literarios, pero no saben que están aplicando una técnica o un procedimiento de la creación, porque de un modo inconsciente, mediante la lectura que han hecho de otros narradores, deducen, intuyen la técnica que se ha aplicado y, entonces, ellos tienen la capacidad para reproducirla y aplicarla aun cuando no sepan formalizarla teóricamente. Eso le corresponde al crítico literario o al teórico de la literatura o al filólogo, que es otra vertiente porque una cosa es el crítico, es decir, el que interpreta el sentido de una obra, y otra cosa es el teórico, es decir, el que reflexiona al trasfondo espiritual y estético, o el filólogo, que desentraña el trasfondo formal y significativo de una obra literaria. El creador necesariamente no tiene que ser un teórico ni un crítico. Ojalá lo fueran, porque un creador puede iluminar la compresión de una obra mucho mejor que un crítico, eso es cierto. Ahora bien, la mayoría de los creadores de literatura no practican la crítica literaria ni la teoría aun cuando podrían hacerlo, porque las tres manifestaciones del arte literario son la creación, la teoría y la interpretación. Esas tres facetas son diferentes. Lo importantes es, desde luego, a la hora de evaluar la trayectoria de un género literario, el producto, es decir, es el resultado, es el testimonio creador o el testimonio de qué manifiesta en una obra como esta, en una obra narrativa o en una obra de gramática. En resumen, pienso que la literatura dominicana tiene muy buenas creaciones. Pienso que la poesía dominicana tiene una alta ejemplaridad aun cuando no tiene la proyección internacional que podría tener en atención a la calidad de valiosos testimonios creadores y eso se da en todos los géneros literarios. Si tú me preguntas por creadores específicos, yo te podría señalar varios nombres y creadores importantes en todos los géneros literarios de nuestro país. Bueno, tú los conoce probablemente mejor que yo. Nosotros estamos bien en términos de creación literaria y esa esperanza no decae, sino que aumenta, porque en el sector juvenil hay mucho talento, con grandes intuiciones y con gran capacidad intelectual para que la literatura dominicana siga creciendo y potenciándose  como ha sido hasta ahora su trayectoria.

Ibeth Guzmán: Anabel Ortega Pérez le hace una pregunta busca pie, doctor. Le dice que de los poetas dominicanos, cuál usted cree que es el mayor exponente. Enegildo Reyes, desde Santiago, dice: “Bruno Rosario Candelier es el mayor promotor literario de la República Dominicana, además de uno de los grandes intelectuales de nuestro país, por lo que creemos que debería hacerse un premio a su nombre”. ¿Cree usted que podríamos hablar, ya no digamos de un gran escritor dominicano, sino de sus escritores, sus poetas dominicanos de cabecera? 

BRC: Efectivamente, no se puede hablar de un único escritor dominicano como la cumbre. Cada grupo, cada tendencia, cada movimiento tiene más de uno, porque el Postumismo tuvo a Domingo Moreno Jimenes como la cúspide, pero la Poesía Sorprendida tuvo varias figuras estelares que ha mencioné, encabezada por Franklin Mieses Burgos. Fue un movimiento de alta intelectualidad. La Generación del 48 contó con un creador eminente, como Máximo Avilés Blonda, y otros escritores importantes, como Alberto Peña Lebrón y Lupo Hernández Rueda. La Generación del 60 dio a Marcio Veloz Maggiolo, Jeannette Miller, Ramón Francisco y Federico Henríquez Gratereaux. Entonces, cada movimiento, cada tendencia, cada grupo ha dado al país escritores importantes. Los Independientes del 40 tuvieron figuras eminentes, que ya cité, entre los cuales sobresale Manuel del Cabral. Entonces, le digo a Anabel Ortega, que no hay uno solo, sino varios autores que enaltecen la creación. Ahora me viene a la mente la figura de Salomé Ureña, por quien siento una devoción especial. Para mi Salomé Ureña es la cumbre de la creación poética del siglo XIX. Como Flérida de Nolasco fue la cumbre del pensamiento crítico en el siglo XX. A Salomé Ureña la han proyectado todos los que la han estudiado como la gran poeta de la patria, la gran maestra y la grandiosa madre. Pero hay una vertiente en Salomé Ureña que ningún escritor ha advertido: es la vertiente mística de su inteligencia sutil que había en Salomé Ureña. Ella tiene una dimensión espiritual de alta significación sagrada, como la estudio en La sabiduría sagrada y, como te digo esto de ella, también te digo que hay otras escritoras valiosas, como Ángela Hernández, que hizo un estudio bellísimo sobre una escritora dominicana poco conocida de la década del 50 del siglo pasado. ¿Te imaginas a quien me refiero? 

Ibeth Guzmán: Abigaíl Mejía. 

BRC: No. Es contemporánea de ella. Me estoy refiriendo a una escritora que nació en 1900 y murió en el 1952. Se llamaba Martha María Lamarche. Publicó tres libros de poesía y fue una mujer que cultivó la lírica mística en Santo Domingo y con su trabajo creador revivió el cultivo de la lírica mística. Una grandiosa poeta que se mantenía marginada y desconocida. A Ángela Hernández y a su hermoso prologo que escribió, debemos el conocimiento de esa grandiosa poeta, y así hay varios escritores importantes que a menudo no ponderamos lo suficiente en atención a su aporte creador. La poeta que llamó para felicitarme se llama Reina Lisette Ramírez, es una grandiosa poeta que vive en San Francisco de Macorís. Así como ella hay otras creadoras dominicanas que han dado testimonio a través de la palabra o a través de la narrativa, como el caso de Emelda Ramos en Salcedo o el ejemplo de Johanna Goede en Puerto Plata. Hay que pensar en la narrativa también. Escritoras como Ofelia Berrido o como Emilia Pereyra, que tienen obras singulares en el arte de la narración, han hecho un valioso aporte literario. Y hay escritores que desde muy jóvenes, como Pedro Antonio Valdez, que a pesar de su juventud forman parte del canon de las letras dominicanas. Pienso también en Julio Adames, y en José Alcántara Almánzar y en León David, y en Leopoldo Minaya, autores con una obra de alta calidad, como la tiene Pedro Antonio Valdez.

Ibeth Guzmán: Él está aquí, Maestro, viéndolo. Está  detrás de la cámara mirando. 

BRC: ¿Ah sí? Qué bueno. La categoría de Pedro Antonio se debe a su talento, al uso ejemplar de la palabra y a su gran intuición, que lo ha convertido en un creador original. Y por eso te digo que a pesar de su juventud él forma parte del canon de las letras dominicanas. Otros narradores como José Alcántara Almánzar, quien es uno de los grandes creadores dominicanos, aunque él no participa a menudo de la vida social porque prefiere mantenerse al margen, no por miedo, sino por una convicción de aprovechar mejor su tiempo para el estudio y la creación.

Ibeth Guzmán: De alta personalidad también, Maestro. Creo que él tiene esa personalidad. 

BRC: Sí, efectivamente. Entonces hay creadores así, sumamente importantes, que han hecho una gran obra. Mira el caso de Manuel Salvador Gautier, que comenzó a los 64 años a escribir y desde entonces cada año ha publicado una novela. Ya ha publicado 15 novelas, muy buenas, en las que proyecta su visión del mundo mediante una retrospección del pasado que sigue influyendo en la conducta social de nuestro pueblo.

Ibeth Guzmán: Y con una personalidad, Maestro, muy humilde y muy reservada. 

BRC: Sí, es un hombre humilde, muy amable, muy bondadoso. Hay muchos escritores así. 

Ibeth Guzmán: Maestro, usted hablaba de que hay dimensiones de la creación literaria que son del creador, pero hay otras dimensiones de la obra literaria que son del crítico. ¿Cómo usted puede, a groso modo, evaluar la crítica literaria de nuestro país?

BRC: Contamos con una importante trayectoria, porque nuestro primer gran crítico literario, que fue Pedro Henríquez Ureña, nos situó en el mapa de la literatura continental  por la calidad de su obra. Y después de Pedro, surgieron críticos muy importantes, como Federico García Godoy, que desde La Vega hizo una grandiosa obra de crítica literaria; como Joaquín Balaguer, que realizó un grandioso aporte crítico; como Antonio Fernández Spencer, eminente teórico y pensador en la crítica literaria; como  Flérida de Nolasco, Manuel Rueda, Héctor Incháustegui Cabral y Manuel Mora Serrano, que tienen un valioso servicio a la literatura dominicana, aparte de su obra de poesía y ficción. Hay muchos escritores de calidad. José Alcántara Almánzar tiene una obra fecunda en el campo de la crítica. Una obra luminosa del pasado es la que publicó Héctor Incháustegui en el año 1969 en la PUCMM, titulada De literatura dominicana siglo XX, en la que hay un estudio crítico desde la vertiente psicológica de la creación literaria. Es una obra edificante de crítica literaria. Quien no ha leído esa obra, búsquenla. Es una obra de una alta ejemplaridad desde el punto de vista de capacidad de auscultación de un escritor para penetrar en la hondura de un texto enfocando la dimensión literaria, estética y espiritual que un escritor puede testimoniar cuando tiene talento por el arte de la creación. Los autores que he mencionado tienen una obra que realmente engrandece el ejercicio de la crítica, porque el crítico tiene que conocer el lenguaje, la técnica de la escritura y la teoría de la creación y, sobre todo, la orientación estética que un escritor aplica. Los escritores cuando aplican una teoría literaria o una estética literaria, a menudo no saben que la están aplicando; sin embargo hacen uso de recursos y modalidades propias de una escritura. Para eso estamos dotados de intuición, para penetrar en la dimensión profunda de las cosas. Ese es el arma con que contamos para ahondar en el conocimiento profundo. En la actualidad hay varias figuras con una notable intuición crítica, como José Rafael Lantigua, José Mármol, Plinio Chahín, Jochy Herrera, Basilio Belliard y Fernando Cabrera; como Miguel Ángel Fornerín, Eugenio García Cueva, Manuel Matos Moquete, Odalís Pérez; como Pura Emeterio Rondón, María José Rincón y Ofelia Berrido; como León David, Franklin Gutiérrez, Miguel Collado y Guillermo Piña-Contreras. Es el crítico literario el intérprete con la preparación suficiente para penetrar en el sótano de la palabra y entender lo que una expresión puede transmitir a la luz de la inteligencia. Y ahora que digo la palabra inteligencia es importante subrayar el significado que tiene el concepto de inteligencia sutil, que es la capacidad del intelecto para penetrar en la dimensión profunda de las cosas. Ese es uno de los aportes que el Interiorismo ha querido sembrar en la conciencia de los escritores dominicanos: penetrar en la dimensión profunda de las cosas para testimoniar la dimensión esencial, interna y mística de la realidad que encierra lo más hermoso y lo más significativo de cuanto existe.

Ibeth Guzmán: Maestro, dice Luisa Navarro que se queda con ese verso suyo que acaba usted de regalarnos: “Penetrar en el sótano de la palabra”, una grandeza de su talento. Maestro Bruno, le voy a hacer esta pregunta para que usted la vaya procesando. Usted hace casi un año publicó la novela El degüello de Moca, una novela histórica. Y hay varias percepciones de los límites entre la novela y la historia, entre la ficción y el relato histórico. A mí me gustaría que usted abordara su postura sobre la novela histórica y sobre su metodología para usted trabajar esa novela que publicó hace poco más de un año. 

BRC: Bien, Ibeth. Una novela histórica indica que tiene un fundamento en un hecho de la historia, y escribirla supone que el autor tiene que documentarme históricamente, es decir, yo tuve que acudir a la historia para darle un fundamento a los hechos que iba a narrar, porque el degüello de Moca fue un acontecimiento real que sucedió aquí en Moca, (estoy hablando desde Moca, donde resido). El degüello de Moca sucedió en 1805. Fue una tragedia que padeció nuestro pueblo cuando los haitianos invadieron nuestra isla a principio del siglo XIX. Entonces comenzaron a saquear desde Santiago, cruzaron a Moca, luego a La Vega e incendiaron todo, pero en Moca invitaron a la población a un tedeum en el templo de Nuestra Señora del Rosario, supuestamente para darle gracias a Dios por la concesión de esta isla a Francia. Cuando la población estaba dentro, cerraron todas las puertas del templo y empezaron a degollar a cada uno de los presentes en ese templo. Y a los niños, por ejemplo, los lanzaban hacia arriba y los aparaban en la bayoneta; y a las mujeres las atravesaban con sus sables. Bueno, el hecho es que mataron a todos los feligreses y solo se escaparon tres personas milagrosamente. Ahora bien, para contestar a tu pregunta, primero hay que documentarse en cuanto a lo que enseña la historia, que por cierto era muy poco lo que decían los libros sobre el susodicho degüello. De manera que la mayor parte de lo que escribí tuve que hacer lo que hacen los autores de ficción. ¿Qué hacen los autores de ficción cuando tienen que enriquecer un documento, unos hechos, unos personajes? Pues inventar. Ficción quiere decir invención. Entonces, al crear un texto de novela, que es un texto de ficción, aun cuando sea inspirada en la historia, tiene más ficción que historia. La ficción es lo que le añade como invención a lo que aconteció en la realidad. Y esa realidad puedes asumirla y testimoniarla como sucedió. El narrador de una novela tiene permiso para alterar los hechos siempre y cuando no violente la dimensión esencial y cardinal de lo que sucedió. En definitiva, la novela fue escrita en respuesta a una inquietud mía, a una preocupación desde hace muchos años, porque en Moca nos criamos escuchando el relato de los viejos que recordaban lo que les contaban sus abuelos y sus antepasados, de esa tragedia tan terrible que abatió a nuestro pueblo. Y entonces eso estaba latente en mi imaginario y finalmente pude plasmar en esta novela esas inquietudes de nuestra historia en función de una defensa de la Mocanidad y la Dominicanidad, un apego a nuestra tradición. En la búsqueda del horizonte espiritual y moral que cohesiona lo que le da sustancia y sentido a nuestra forma de ser. De tal manera, que Moca y la Mocanidad contribuyeron a cohesionar el sentimiento de nacionalidad de nuestro país a partir de esa luz que brinda la inteligencia y la espiritualidad para tu situarte en una historia, para tu compartir un terreno o un ambiente social y, sobre todo, para edificar un modelo de vida que sirva de base inspiradora para tu propia existencia y la existencia de los tuyos.

Ibeth Guzmán: Maestro, Luisa Navarro le pregunta: ¿Hasta qué grado la historia asumida metodológicamente científica no responde a una ficción desde el hecho mismo del planteamiento del problema?

BRC: Puede haber una historia-ficción, de hecho, las hay, pero hay que diferenciar la historia como tal, que es el recuento de lo que efectivamente aconteció. y hay diferenciarla de la ficción, que es el recuento de lo que puedes inventar. Una cosa es la realidad y otra la imaginación, la invención, la ficción. Entonces, por supuesto que se pueden combinar, pero conviene diferenciar la realidad histórica de la realidad ficticia, que son aspectos diferentes aun cuando ambas se nutren y se enriquecen y se complementan. Hay que conocer la historia para conocernos mejor y para proyectar nuestro futuro en función de un mejor desenvolvimiento y realización. Hay una supervivencia del pasado en el presente, y eso es historia; hay una propuesta imaginaria para enrumbar la historia, y eso es ficción.

Ibeth Guzmán: Maestro, ya una sugerencia final a los creadores y a los maestros en estos tiempos de confinamiento y cómo aprovechar esta etapa para la creación. ¿Qué usted recomienda? En unos breves minutos para ya dar termino a este grandísimo diálogo que hemos tenido esta tarde con usted.

BRC: Es importante que cada uno le haga caso al dictado que nace de su mente o de su corazón, de su interior. Hay una voz interior que dicta lo que conviene que hagamos, que dice qué hacer, cómo actuar y cómo proceder. La vocación literaria nace también desde dentro. Es una apelación. La palabra apelación significa llamada. Nosotros sentimos una llamada y esa llamada se vuelca y canaliza a través del acto creador, que si lo hacemos con pasión, si lo asumimos con todo el potencial que hay en nosotros, entonces podemos dar el testimonio de algo que pueda ser significativo para otros. Eso justifica la creación. Cuando uno crea, quien hace su propia producción, siente la satisfacción de hacer lo que está haciendo. Si se hace con pasión, si se entra fervorosamente con amor a lo que está haciendo, el resultado puede ser edificante. Eso es clave para usted lograr impactar en los demás, porque los demás se van a dar cuenta de que lo que usted ha hecho tiene la pasta de su propia esencia y con la esencia nos hermanamos todos, porque todos compartimos no solo una herencia biológica, sino también herencia espiritual que se manifiesta en el alma y en la espiritualidad y en nuestra propia conciencia.

Ibeth Guzmán: Dice el poeta David Alexander Sena: «No quiero que se vaya el Maestro sin antes hacer esta pregunta: ¿Cómo ve usted la literatura dominicana en el contexto latinoamericano?

BRC: Ahí tenemos un bajo rendimiento, porque nuestra literatura no tiene la proyección internacional que merece. Yo pienso que nosotros tenemos narradores y poetas de tan buena categoría como los narradores y poetas que están establecidos internacionalmente. Nosotros no estamos establecidos internacionalmente por falta de un organismo en el país que promueva a nuestros escritores, y ese organismo tiene que ser el Ministerio de Cultura, que está llamado a promover a los escritores dominicanos. Es una labor de promoción lo que nos hace falta, no es una labor de creación, porque la creación la tenemos. Tenemos muy buenos creadores en todos los géneros literarios, en todas las edades y en todos los movimientos literarios. Lo que nos hace falta es promoción internacional. Yo te puedo dar el testimonio de que, cuando yo he estado fuera del país, que he ido a librerías de diferentes países, tanto en España como en Latinoamérica, he buscado textos de autores dominicanos y no me he encontrado con ninguno. Ni un autor nuestro aparece en las librerías, porque nos falta esa labor de promoción. Es un trabajo de promoción que le corresponde hacer al Ministerio de Cultura para que logre situar a los principales escritores dominicanos, que muchos se lo merecen por la calidad de su producción, por la ejemplaridad de su lenguaje, por el contenido trascendente su escritura  y, sobre todo, por la onda espiritual que transmiten a través de la palabra.

Ibeth Guzmán: Gracias a todos los dialogueros que están del otro lado de la pantalla y sinceramente no hay palabras para agradecerle al Maestro Bruno Rosario Candelier que vino a compartir con nosotros su vida de rigor intelectual, de disciplina, de mucha lectura y escritura. Vino a regalarnos una tarde de alegría y de gozo espiritual. El próximo mes saca su libro La sabiduría sagrada, que esperamos con ansias del doctor Bruno Rosario Candelier, que no para de escribir. Maestro, usted tiene una disciplina ejemplar, rigurosa, que escribe todos los días. 

BRC: Cierto, escribo cada día.

Ibeth Guzmán: Maestro, qué felicidad. Gracias por regalarnos esta tarde.

BRC: Muchísimas gracias a ti. Me siento altamente complacido por este encuentro y quedo a tu disposición.

Ibeth Guzmán: ¡Ay! Gracias, Maestro.

BRC: Bendiciones del Altísimo para ti y todos ustedes, presentes en la pantalla.

Ibeth Guzmán: Un abrazo. Y será, a todos ustedes, hasta un próximo diálogo académico online. Hasta entonces. 

BRC: Bendiciones del Altísimo. ¡Salud y vida!

(Facebook live, conversatorio entre Ibeth Guzmán y Bruno Rosario Candelier).

El poder de la sensibilidad

Por Bruno Rosario Candelier

    La participación de la sensibilidad es determinante en todo lo que intuimos, pensamos y hacemos a la luz del aporte de las antenas de nuestro propio ser cuando se ponen en comunión con fenómenos y cosas mediante una singular conexión con los datos sensoriales y las señales ultrasensibles que tocan nuestra conciencia. De ahí la pertinencia de una metafísica de la sensibilidad en el arte literario.

Decir sensibilidad y decir metafísica son dos palabras aparentemente contrapuestas, porque la sensibilidad es la capacidad de nuestro cuerpo para sentir y expresar nuestra percepción de lo viviente. La sensibilidad no es más que la capacidad para sentir, y ocurre que sentimos las manifestaciones sensoriales de las cosas, así como algunas de las manifestaciones extrasensoriales, es decir, la realidad material en su dimensión natural, física y tangible, así como la realidad espiritual mediante los efluvios de la Creación.

Sentimos las señales de las cosas mediante los circuitos receptores de la sensibilidad que llamamos sentidos corporales, que se conectan con la vista, el olfato, el tacto, el gusto y el oído. Y percibimos los fenómenos de la realidad trascendente a través de los sentidos interiores, como son la intuición, la memoria, la imaginación, el sentido común y la estimativa.

Cuando los canales de la sensibilidad despliegan sus antenas receptoras, actúan como una esponja que lo capta todo, y entonces nosotros sentimos que algo roza nuestros sentidos, algo toca nuestro ser y, cuando tenemos esa percepción, es decir, cuando sentimos, hay la tendencia a expresar lo que esas sensaciones producen en nuestro cuerpo físico y en nuestra interioridad, incluidas los efectos entrañables, como la emoción estética y la fruición espiritual.

Ahora bien, ¿por qué asocio metafísica a sensibilidad? La palabra metafísica se relaciona con lo que está más allá de las apariencias de las cosas, es decir, lo opuesto a la sensibilidad que capta la faceta sensorial de lo viviente. La sensibilidad física atrapa la sensorialidad de las cosas. Y la metafísica comprende la realidad intangible, pero acontece que nuestra sensibilidad tiene sentidos interiores que captan las manifestaciones intangibles de lo existente, y son más las cosas que no se ven, que las cosas que se ven. Y además la misma expresión sensorial de lo viviente tiene una dimensión interna, es decir, invisible, subyacente y oculta. De ahí la razón para consignar el concepto implicado en la palabra metafísica para vincularla a la sensibilidad. Lo que indica, entonces, que podemos hablar de una sensibilidad física y una sensibilidad metafísica.

Hay múltiples señales que vienen del Universo que no se ven, pero se sienten y tienen un alto sentido para la conciencia trascendente. Esas señales que no se ven y que son reales son señales metafísicas, porque no tienen una manifestación sensorial sino ultrasensible, como son irradiaciones, símbolos, ondas secretas, voces, estelas, imágenes y otros destellos intangibles. Hay una enseñanza profunda que viene del Universo, porque todo lo que ha acontecido en el transcurso del tiempo está registrado en diversas capas ocultas del Universo cósmico.

Ya sabemos que un día se va a crear un aparato que va a identificar la realidad de cuanto ocurrió en el pasado, y entonces ese instrumento permitirá conocer las manifestaciones del ayer que nuestra limitación perceptiva nos impide conocer, como determinados datos históricos y las referencias del pasado que conocemos por la narración de los libros de historiografía, pero no sabemos con la exactitud de la verificación o la certificación que determina su certeza indubitable.

Nuestro cerebro tiene, mediante las neuronas cerebrales de la mente, también unas antenas especiales para captar las señales secretas del mundo invisible, con las que puede desvelar el misterio que las cosas esconden, porque la realidad sensorial susurra y refleja fluidos sugerentes de señales provenientes de la misma sensorialidad, y todo en el Universo tiene un caudal de sensaciones, señales y símbolos que suelen percibir, entender y descifrar los que han desarrollado la sensibilidad metafísica o sensibilidad trascendente, que es la que permite captar lo que está más allá de las manifestaciones sensibles, y esa dimensión sutil y trascendente de lo viviente es más profunda, más rica, más luminosa que la realidad sensorial por el caudal de señales, verdades y sentidos que portan, con más sentidos que la realidad material, y, entonces, los poetas, los iluminados y los místicos, es decir, los que tienen el desarrollo de su inteligencia sutil para entender las cosas profundas de la realidad trascendente, capten esas señales, interpretan sus mensajes y los plasman a través de sus imágenes poéticas, sus símbolos comunicativos y su correspondiente exégesis valorativa.

La experiencia nos enseña que hay mensajes secretos, verdades profundas y sentidos ocultos con un caudal de valores y significados de muy antiguas esencias de una alta y luminosa sabiduría espiritual que suelen captar los santos, los místicos, los poetas y los iluminados que han desarrollado ese poder del intelecto, ese poder perceptivo de la sensibilidad y, entonces la palabra, el canal expresivo con que traducimos nuestra percepción de las cosas, nos sirve para comunicar lo que la realidad sensorial susurra o lo que la realidad ultrasensible dicta para conocer esos mensajes alta estirpe cósmica. De manera que nuestra sensibilidad tiene dos antenas de recepción: la antena física para captar las señales sensoriales de las cosas; y la antena metafísica para capturar las irradiaciones trascendentes de los fenómenos invisibles, y así se pueden atrapar ambas dimensiones de los mundos reales y sutiles, las que se ven y las que no se ven, para lograr una visión más completa de los fenómenos y cosas que nos rodean.

A menudo la dimensión que no se ve tiene más señales, más verdades y más enseñanzas que la que se ve; eso es parte del misterio de la Creación, percepción que depende del talento que desarrolla la persona si se ha cultivado intelectual, estética, imaginativa, psicológica y espiritualmente.

Si uno les pone atención a las múltiples e incitantes manifestaciones de la realidad social, natural y sobrenatural, puede entender muchos fenómenos del Universo y profundas verdades de una sabiduría milenaria, porque permanentemente hay irradiaciones y señales, con valiosos mensajes espirituales, que vienen de la cantera del infinito para nutrir con esas sabias verdades nuestra comprensión de los mundos sutiles.

La realidad sensorial es inmensa; la realidad cósmica es infinita; y el Universo es inconmensurable. Y un saber profundo, luminoso y trascendente, que viene de muy antigua memoria y que podríamos identificar en el hondón de nuestra sensibilidad, es lo que he tratado de captar, entender y explicar en esta obra que he titulado Metafísica de la sensibilidad, por lo que tiene el subtítulo de “Psicoanálisis de la intuición estética”.

¿Por qué la denominación de “Psicoanálisis de la intuición estética? Porque es una forma de auscultar lo que pasa en nuestro interior, lo que acontece en nuestra conciencia y lo que experimenta nuestra sensibilidad cuando la realidad toca las antenas de nuestro ser y cuando nosotros nos sentimos concitados, estimulados, conmovidos, apelados y emocionados por las señales sensoriales y profundas de la misma realidad material.

¿Cuándo sentimos las señales de la realidad sensible o las manifestaciones de la realidad ultrasensible? Cuando nosotros nos disponemos a contemplar el mundo para sentir su dimensión profunda y vivir, aunque sea parcialmente, el sentido del misterio y el encanto de la Creación. Por eso es importante la contemplación de las cosas.

La contemplación, que es un ejercicio de la sensibilidad que suelen hacer los monjes, los contemplativos y los espirituales de las diferentes tendencias espirituales de las diversas culturas, es una actividad que deberíamos hacerla todos nosotros, de tal manera que los antiguos pensadores presocráticos griegos y los antiguos contemplativos taoístas chinos, comprendieron y desarrollaron un alto pensamiento porque tuvieron la disposición de dedicarse a la contemplación de lo viviente para sentir, desde su misma sensibilidad, lo que implica la conexión de la conciencia con la llama de lo viviente para captar y expresar la dimensión profunda y trascendente de cuanto acontece en el fluir de lo viviente.

El ejercicio de la contemplación activó el talante de la sensibilidad y el poder del intelecto de esos antiguos contemplativos que abrieron las compuertas de su sensibilidad para interpretar lo que el mundo sugería, y entonces pudieron crear filosofía, música, poesía, teatro, mística y todos los saberes humanísticos. El inicio de esa creación fue justamente el despliegue del poder de contemplación de la sensibilidad que ellos desarrollaron al poner sus sentidos físicos y metafísicos en contacto con la realidad de lo viviente para sentir y vivir el impacto que las cosas ejercen en la sensibilidad y la conciencia para las altas vivencias del espíritu.

Lo que les estoy comentando es lo que traté de explicar en esta obra, Metafísica de la sensibilidad, intuiciones y vivencias que tienen y experimentan los poetas, los narradores, los dramaturgos y los creadores en general cuando intentan plasmar lo que sienten, cuando intentan expresar lo que captan de la realidad y, sobre todo, cuando escriben la interpretación que quieren darle a la misma realidad que asumen con su sensibilidad, su intuición y su conciencia. Para eso se valen de la palabra y, mediante la palabra, traducen en imágenes, conceptos y símbolos el sentido de fenómenos y cosas para darnos un poco de luz sobre lo que ellos perciben cuando se despierta la vocación creadora y se activa su intuición espiritual y estética.

Para conectar lo que estoy diciendo con lo que dije al principio, esa vocación creadora está en todos nosotros y todos podemos desarrollarla de alguna forma y en cualquier área del pensamiento, en cualquier manifestación de la creatividad, en cualquier expresión artística y espiritual, porque esa alta dotación de nuestro intelecto forma parte de nuestra más entrañable condición en virtud de los hermosos dones que recibimos con el don de la vida, como son los dones de la intuición, la expresión y la creación.

 

Bruno Rosario Candelier

Presentación de Metafísica de la sensibilidad

Moca, Teatro Don Bosco, 21 de febrero de 2019.

Presentación de «Lumbre de la mocanidad» de Bruno Rosario Candelier

Por Eduardo García Michel

   Confieso que el Dr. Bruno Rosario Candelier me ha sorprendido. Ha expuesto a mi humilde persona, sospecho que en forma deliberada, ante un reto enorme. Me ha pedido, nada más y nada menos, que realizara, en paralelo a los destacados intelectuales Alberto Peña Lebrón y Adriano Miguel Tejada, la presentación de su libro Lumbre de la Mocanidad: el arte literario en la villa heroica, que ve la luz en este acto, hoy, aquí, en Moca.

El atenuante a favor del Dr. Rosario Candelier, es que lo ha hecho con intenciones constructivas y de buena fe. En cambio yo, sin pensar en las consecuencias, engolosinado con el brillo de las candilejas, le he contestado, con fatuidad, que “para mí es un alto honor compartir la presentación de tu nuevo libro Lumbre de la Mocanidad: el arte literario en la Villa heroica. Lo haré con mucha satisfacción. Lo considero una gran distinción”.

Todo eso lo decía sin calibrar en su real dimensión el lío en que estaba metiéndome. Para el Dr. Bruno Rosario Candelier puede que presentar la obra de un autor le resulte fácil, familiar, luego de tener sobre sus hombros la publicación de más de 60 libros y una vasta participación en cónclaves literarios y lingüísticos. Hasta he visto títulos fascinantes de sus obras, referidos al mundo increíble y todavía no bien comprendido de la física cuántica.

Él está acostumbrado a enredarse entre letras, ordenarlas, domeñarlas, exprimirlas, explicarlas. Y lo hace, tejiendo con elegancia el arte del buen decir, enhebrándolo con un pensamiento en profundidad y el cultivo de la ética, la estética, metafísica y todo aquello que conecta las profundidades del ser con las fuerzas del Universo. Y, en eso, coincide con Azorín, quien decía que todas las cosas llevan un reflejo del alma universal. En mi libro Al amanecer, la niebla, me pregunto si en verdad el Universo tiene alma. Sé, o por lo menos intuyo, que las cosas vibran y sienten, ríen y padecen, pero esconden su sentimiento. En lenguaje coloquial, podría decirse que para el amigo Bruno, fundador y eje de un reconocido movimiento literario conocido como Interiorismo, estos menesteres son algo así como pan comido, no porque fuera fácil enredarse en esa complicada madeja, sino por la experiencia y los conocimientos acumulados y su sensibilidad exquisita, todo lo cual hace el milagro de que en sus manos lo complejo luzca sencillo.

En cambio, para mí, inscrito en el reino de los mortales que vive azorado por lo que ve y contempla, aprendiz de todo, a pesar de los años que ya llevo a cuestas que sí pesan por más que quisiera negarlo, es como si me pidieran escalar no el pico Duarte, que de subir puede subirse, sino el Himalaya en tiempo de ventisca y frío aterrador.

Y es que no se me escapa la dificultad que implica la participación en un acto como este, “contimás” (cuantimás), decíamos cuando muchachos, si se trata de presentar la obra de una figura tan consagrada y respetada como la del Dr. Rosario Candelier: ¡Tamaña responsabilidad!

El libro Lumbre de la Mocanidad es un significativo y monumental aporte de quien se ha convertido en un referente de las letras dominicanas. Al leerlo, el lector habrá de ir dándose cuenta de que Moca tiene una producción literaria insospechada, de enorme calidad y fuerza expresiva, sorprendente.

Concedo que yo mismo me conmoví al descubrirla tan de repente en toda su extensión, citada y analizada en el libro que se pone hoy en circulación. Conocía casos aislados, pero no tenía la visión abarcadora que poseo ahora, pues estuve alejado mucho tiempo del lar nativo y me perdí una parte significativa de esa producción.

Reconozco que me emocioné al deleitarme con algunas de sus hermosas manifestaciones, con la lectura de retazos o segmentos seleccionados por el autor. Y me llené de orgullo al comprobar la calidad y la fuerza de la obra del grupo de escritores citados en el libro. Esta obra redescubre su gran potencial.

Con este libro, el Dr. Rosario Candelier hace una gran contribución al conocimiento de la producción literaria mocana. Al compendiarla, reseñarla, analizarla, surge el deseo de conocer más en profundidad el trabajo de esos autores y el interés de leer sus obras.

Sucede que los libros de los autores reseñados fueron publicados en algún momento; puede que mucha gente, quizás no tanta, los tenga y haya leído, pero, y esto es lo triste, no aparecen en lugares de venta al público, es decir en librerías. Y si aparecieran tampoco se demandarían ni leerían en la medida de lo deseable, lo cual resulta decepcionante sobre todo para los autores, gente de singular talento. Esa es una de las grandes desilusiones. La producción literaria es para un núcleo reservado de interesados, especialistas, soñadores. Algo así como si se perteneciera a una logia, cuyos secretos se guardaran hacia adentro. No es culpa de los autores. Al contrario, es su calvario.

Las librerías (quedan pocas) no admiten cualquier libro, sino aquellos con potencial de venta. Y si lo admiten, ahora añaden o están en proceso de añadir la exigencia a los escritores de presentar factura con valor fiscal, con los inconvenientes que genera el hecho de estar imposibilitados de reflejar gastos, pues son entes físicos, intelectuales, no empresas. Es decir, sin poder reseñar las pérdidas, pues constituyen su vida misma, cuyo resultado es un balance emocional angustiante. Este es un impuesto al saber, a la creatividad, a la cultura, inhibidor de las publicaciones. Y si los libros no se muestran en físico en los escaparates, es imposible medir su potencial. Pero, aunque se mostraran, la gente cada vez lee menos y usa cada vez más las tabletas electrónicas y los artefactos llamados inteligentes, una de cuyas características es anular la inteligencia, la capacidad de introspección, reflexión, razonar y pensar por sí mismo. Este es un enorme rompecabezas para la humanidad en su conjunto, que demanda respuestas y soluciones.

La obra del Dr. Rosario Candelier, Lumbre de la Mocanidad, especie de antología (es mucho más que eso), muestra con contundencia que los autores citados no se encasillan en una escuela o en un solo género. Su producción es diversa y va desde las décimas populares al teatro, ensayo, crítica, narrativa, historia, testimonio, literatura mística o religiosa, quizás siendo la poesía la que ostente predominio numérico.

Así, surgen nombres y se citan y comentan publicaciones de hasta 35 autores mocanos. Son ellos, Juan Antonio Alix, Aída Cartagena Portalatín, Gabriel Morillo, Octavio Guzmán Carretero, Aurora Tavárez Belliard, Manuel Valerio, Julio Jaime Julia, Alberto Peña Lebrón, Basilio Belliard, Artagnán Pérez Méndez, Adriano Miguel Tejada, José Rafael Lantigua, José Rafael Vargas y el propio Bruno Rosario Candelier. Y también, Santiago Estrella Veloz, José Frank Rosario, Sally Rodríguez, Carmen Comprés, Iki Tejada, Pedro Ovalles, Camelia Michel, Eugenio Camacho, Benjamín García, Fari Rosario, Roberto Miguel Escaño, Mariano García, Gerardo Mercedes, Persio Pérez, Juan Santos, Mikenia Vargas, Rocío Santos.

Tres más se destacan en el cultivo del género sagrado, como ocurre con Monseñor Freddy Bretón Martínez, el padre Roberto Miguel Escaño y Luis Quezada. Y uno más, que soy yo, no sabe muy bien la razón de compartir espacio con tantos estelares de la literatura dominicana, salvo que fuere por mi empecinamiento en seguir emborronando cuartillas (desde muy niño se decía que tenía la cabeza más dura que una tapia) y aspirar a que se lean. ¡Qué pretensión!

En adición a estos 35 autores mencionados, puede que existan otros que en una revisión pudieran ser incorporados, así como algunos más, descendientes de mocanos, con elevada calidad en sus escritos, que bien pudieran ser integrados a este grupo si el Dr. Bruno Rosario Candelier lo considerara apropiado.

Leyendo la obra Lumbre de la Mocanidad  surge con claridad una explicación de la riqueza cultural que alberga el pueblo de Moca. No es asunto de ahora; se remonta de lejos.

Bien lo refleja el Dr. Rosario Candelier cuando cita la visita a Moca, en el año 1881, del presidente Fernando Arturo de Meriño, acompañado de su secretario, Emilio Prudhomme, y las palabras de éste último al expresar que “allí encontramos sociedades literarias, biblioteca pública y gran entusiasmo por el progreso intelectual”. Y eso que se trataba apenas de una aldea, con muy pocos habitantes.

Esa tradición se ha mantenido hasta nuestros días. Dice Rosario Candelier que “Moca ha expresado a través de las letras una vocación creadora insoslayable. Los mocanos han cantado efusivamente lo que emanaba del fondo entrañable de su sensibilidad y han escrito páginas memorables con la sustancia emotiva de las pasiones al influjo de los ideales y las aspiraciones de la colectividad”.

¿Cuál es la explicación de ese comportamiento? Tiene que haber habido un sustrato educativo superior que llevara a sus gentes a hacer uso del instrumento literario con tan inusual fervor, de la misma manera, según se relata, que en esta villa hubo muchas familias que poseían piano, con cola y sin cola, y cultivaban el uso habilidoso y consagrado de diversos instrumentos musicales.

Siempre he pensado que el hecho de poseer medios propios de existencia, aun fueren precarios, daba autonomía y sentido de iniciativa a los habitantes de esta villa. Eso los dotaba de independencia hacia el poder establecido. Y alentaba la auto estima ciudadana. De ahí deriva el amor a las libertades, expresado en la participación en acontecimientos históricos fundamentales, que han conferido a Moca y revalidado el título de Villa Heroica. Y de ahí también es probable que proceda ese amor por el cultivo de las artes, letras y literatura. Y es que no hay nada que aliente más las aspiraciones de libertad y superación de un pueblo, que el tejer de los sueños, modelando y exprimiendo la música que poseen las letras cuando se las esculpe con el cincel de los sentimientos.

Bruno no se contenta con poner en evidencia esa riqueza literaria y pregonarla a los cuatro vientos. No. Va mucho más allá. Ejerce con rigor la crítica, señalando virtudes, aciertos, sugiriendo senderos a explorar, como buen maestro que alumbra el camino del porvenir.

No se trata únicamente del bisturí de un filólogo, sino de la capacidad analítica elevada a una dimensión sublime y amorosa.

Al final de la obra hay un intercambio epistolar entre el Dr. Rosario Candelier y Luis Quezada. Algo aleccionador, que llenó de gozo mi espíritu.

Al referirse al libro titulado Los tres rostros del Apocalipsis, el Dr. Rosario Candelier dice que “Luis Quezada Pérez ha dedicado tiempo, reflexión e intuición para interpretar el sentido mesiánico del texto apocalíptico de la Biblia en una obra que lo consagrará como un teólogo de alto vuelo y un pensador religioso en los estudios y exégesis del pensamiento bíblico en la República Dominicana”.

La humildad de Luis Quezada es proverbial, incluso mayor que su exuberante inteligencia. Por eso, de inmediato escribió al Dr. Rosario Candelier, lo siguiente: “Si fuéramos a poner las cosas en su justo lugar, no me considero ni un exégeta bíblico profesional ni un teólogo bíblico de recia formación académica”. Y agrega: “Te ruego que matices estas afirmaciones, pues me parecen exageradas, cargadas, eso sí, de un gran aprecio hacia mi persona”.

El Dr. Rosario Candelier martilla de nuevo, pienso yo que gozando en su interior con el reto que estaba lanzándole a Luis, penetrando su coraza de humildad, y le reitera que: “Puedes estar seguro de que, Dios mediante, procuraré ponderar tu grandiosa obra, por el contenido que en sí es relevante y por el valor del autor, que no es cualquier cosa. Eres un exégeta bíblico y un teólogo que esclarece, con tu singular pedagogía pastoral, importantes facetas de la Biblia, sobre la doctrina de nuestra Iglesia Católica y la fe que compartimos”. Y agrega: “Sin duda algo mejor tenía pautado para ti el Ordenador de lo viviente que no te fue posible ir al Bíblico de Roma. Lo que haces por nuestro pueblo vale ante Dios mucho más que un título europeo”.

En fin, una travesura del autor del libro que hoy se pone en circulación, recreada quizás con la finalidad de despertar en uno de los talentos que ha dado este pueblo, la necesidad de que termine de eclosionar, de emerger, vertiendo todo su saber a favor de la comunidad.

También así me sorprendió el Dr. Bruno Rosario Candelier. Lo que si tengo muy claro es que estamos ante una obra clarificadora, exquisita, de brazo largo divulgativo, amena, útil a la comunidad, vibrante, aferrada a las fuerzas que emanan del terruño, lúcida, de gran calidad, que viene a cumplir un cometido y llenar un vacío.

Maestro Bruno Rosario Candelier, gracias por su gran aporte y por la confianza depositada en mí.

Moca, Teatro Don Bosco, 30 de agosto de 2018.

 

La tradición literaria en Moca

Por Bruno Rosario Candelier

 

A Miguel Gómez Ovalle,

Quien irradiaba la llama de la Mocanidad.

 

Los centros culturales mocanos

Moca es un pueblo singular, no solo por su tierra feraz y su hermosa y pródiga naturaleza, sino por sus peculiares fluidos telúricos y sus singulares efluvios celestes con las fecundas irradiaciones espirituales que nutren la lumbre de la Mocanidad.

En esta obra desfilan los autores de alta significación para Moca, su historia y su literatura. Y se cuela entre sus páginas el aliento que hace de Moca una tierra singular por varias razones y, de un modo especial, lo que hace de nuestro pueblo un preciado tesoro del alma nacional.

El pueblo de Moca comienza a tener vida literaria en la primera mitad del siglo XIX. Enmarcado en un terreno fértil y un valle feraz en pleno corazón del Cibao, la comunidad de Moca data de principios del siglo XVII en plena etapa colonial española, y a partir del infausto acontecimiento de 1805 conocido como el degüello de Moca, tragedia que provocaran sanguinarias huestes haitianas contra la población mocana, el pueblo de Moca adquiere una notoriedad que se irá incrementando con el paso del tiempo mediante el aporte creador de sus munícipes en el orden agrícola, histórico, político, social, religioso, artístico y literario.

Siendo Moca un modesto pueblo recibió la visita en febrero de 1881 del Presidente de la República, presbítero Fernando Arturo de Meriño, y su secretario personal, el poeta Emilio Prud´Homme, días después publicó en el periódico El propagador, de Puerto Plata, una emotiva crónica en la que plasmaba sus impresiones sobre nuestra villa, destacando la animación cultural de la comunidad mocana. Citamos las palabras del poeta dominicano: “Cuando ya las sombras de la noche bañaban las copas de los árboles, y cuando se sentía entre los bosques el revoloteo de las aves en busca de sus nidos, las campanas de la iglesia anunciaban festivas que la Villa de Moca no estaba a muchos pasos. Con efecto: no tardamos diez minutos sin entrar a ese florido jardín cibaeño. (…) la Villa de Moca será pronto, si sus habitantes continúan como hasta ahora, una de las ciudades de primer orden de la República. Allí encontramos sociedades literarias, biblioteca pública y gran entusiasmo por el progreso intelectual”(1).

Efectivamente, las palabras de Emilio Prud´Homme correspondían a una realidad constatable. El entusiasmo por el progreso intelectual y la existencia de sociedades literarias ha sido una tradición en la Villa del Viaducto desde el siglo XIX. Moca ha expresado a través de las letras una vocación creadora insoslayable. Los mocanos han cantado efusivamente lo que emanaba del fondo entrañable de su sensibilidad y han escrito páginas memorables con la sustancia emotiva de las pasiones al influjo de los ideales y las aspiraciones de la colectividad.

En la primera parte del siglo XIX emerge la figura poética de Juan Antonio Alix (1833-1918), que se destacaría como el gran creador de décimas populares. Alix tenía una sólida vocación literaria, como la evidencia su numerosa producción poética con una señalada veta de cultura intelectual. Conocedor de los recursos poéticos y del lenguaje popular cibaeño, fue el primer poeta en crear una poesía que habría de sentar las bases de la literatura dominicana y, en tal virtud, fue el primer poeta en vivir de las letras en nuestro país, pues el vate mocano imprimía en volantes sueltos sus décimas, que daba a conocer en las callejuelas de Santiago, en el mercado público, en plazoletas y atrios de los templos. No solo fue el más alto representante de la lírica popular en nuestro país, sino el primer escritor criollo que sustenta la base de la literatura nacional con el acopio de lo popular, con el antecedente precursor, en la época colonial, de sor Leonor de Ovando en el siglo XVI, Luis José Peguero en el siglo XVII y Manuel Meso Mónica en el siglo XVIII.

El siglo XIX ve el despegue de las sociedades literarias, centros culturales y la creación de poesía y ficción tanto en Moca, como en las principales poblaciones del país. En 1887 se funda en Moca la sociedad cultural “Luz del porvenir”, institución pionera de una era de cultura que compartieron otros pueblos del Cibao. Se integraron a esa agrupación cultural los intelectuales mocanos Gabriel Morillo, José Antonio Guzmán, José Francisco Rojas, Agustín Brache, Elías Jiménez, Vicente de la Maza, Manuel Perdomo, Gumersindo Belliard, Ercilio Paulino, Juan María Contín, Francisco Leonte Vásquez y otros.

Correspondió a los miembros de “Luz del porvenir” dotar a Moca de una animación artística y literaria en la última década del siglo XIX, en el que predominaban las ideas románticas en narrativa y poesía, pues los escritores hacían del cultivo de las artes y las letras el blasón que gestaba el espíritu de la comunidad bajo la llama de la lumbre de la Mocanidad, sosteniendo y enriqueciendo la biblioteca pública, entonces centro social de amenos encuentros y fecundas tertulias, y promovían la celebración de veladas literarias, recitales poéticos, fiestas patronales y efemérides patrióticas.

La base de la tradición literaria mocana y del desarrollo de la Villa Heroica la hallamos en la sociedad “Luz del porvenir”. La sorpresa que experimentara el poeta Emilio Prud´Homme al encontrar en Moca sociedades literarias obedece al hecho de que esta comunidad era para entonces algo menos que un pueblo, una simple villa, como se puede apreciar en los grabados de Samuel Hazard.

Hacia el año 1901 aparece la sociedad educativa “El Normalismo”, que promovía en los habitantes de Moca las ideas pedagógicas de Eugenio María de Hostos a través de la creación de escuelas privadas para incentivar el amor al estudio, como se lo propusieron sus integrantes, entre los cuales hay que mencionar a Juan Crisóstomo Estrella, Federico Velásquez, Fernando de Lara, Elías Jiménez, Salustio Morillo, Lucas Guzmán y Manuel Cabrera. El influjo de esta agrupación en favor de la formación intelectual, educativa y estética se apreciará en el desarrollo cultural de nuestros ilustres compueblanos cuya huella llegaría más allá de la época en que ejerce la Presidencia de la República el prestante mocano Ramón Cáceres.

En 1927 surge en Moca el Centro cultural “Ariel”, al que pertenecieron Valentín Michel, Cándido Guzmán, Gumersindo Belliard, José de Jesús Olivares, Luis Álvarez, Lisandro Quiñónez, Francisco García, Antonio Guzmán Taveras, Siro Álvarez, Francisco Salvador Jiménez, Luis Olivares, Armando Almánzar y Juan María Contín. Para esa fecha ocupaba la Presidencia de la República otro mocano eminente, el general Horacio Vásquez. En esos años fecundos Moca vivía, al igual que otras comunidades del país, un tiempo de bonanza, y toda la zona del antiguo comercio local experimentó la edificación de nuevas construcciones que aún hoy testimonian una etapa de esplendor, desarrollo y crecimiento. Eran años de fervor cultural y animada vida intelectual, y en los hogares de la clase alta y de cierta holganza económica no faltaba un piano para los conciertos hogareños, una biblioteca con libros para leer y una inquietud genuina de superación a favor de desarrollo intelectual, educativo y cultural.

Otra entidad relevante en esa época fue la agrupación cultural “Lumen”, que idearan en 1939 Víctor Lulo Guzmán, Rogelio Espaillat, Ricardo Ismael López, Doroteo Regalado, Aurora Tavárez Belliard, Fresa de Lara, Julio Guzmán Bencosme, Aída Cartagena Portalatín, Rubén Vásquez, Carlos Guzmán Comprés, Valentín Michel, Angélica Sanabia, Manuel García Lizardo, Estela Rojas, Pura Dolores Tejada y Julio Jaime Julia.

Posteriormente otros intelectuales, estimulados por Julio Jaime Julia quien fundara el Ateneo Mocano en 1948, se sumaron a ese proyecto cultural, como César Ezequiel Guzmán, Angélica Sanabia, Antonio Rosario, Juana Abréu, Juana Muñoz, Antonio Francisco Rojas, Doroteo Regalado y Porfirio Guzmán Comprés.

En la postrimería de la década del 50, varios jóvenes profesionales mocanos se nuclearon para canalizar sus inquietudes culturales y, animados por el talento intelectual de Artagnan Pérez Méndez, crean  la sociedad “Sapientia club”, entidad que aglutinó a inquietos ciudadanos con el propósito de impulsar la alta cultura. Entre sus miembros figuraron Alberto Peña Lebrón, Hugo Pérez Caputo, Darío Bencosme Báez, Abigaíl Cruz Infante, José Olivares y Rafael Martínez. Tenían una motivación científica, filosófica, artística y literaria, y organizaban conferencias, tertulias y encuentros para debatir temas de interés social, político y cultural.

En 1966, cuando por tercera vez un mocano ocupa la Presidencia de la República en la persona de Héctor García Godoy, se crea en Moca el grupo cultural “Incógnito” para celebrar tertulias literarias y charlas de temas históricos y artísticos, que integraban Artagnan Pérez Méndez, Valentín Michel, Bienvenido de la Cruz, Tomás Cueto, José Rafael Lantigua, Chequelo Guzmán y Arnaldo Vásquez.

Hacia mediados de los 60 se enciende la vida cultural en Moca. En los años 1966-1968 inquietos jóvenes fundan el grupo literario “La Roca”, que capitanearan José Frank Rosario y José Rafael Lantigua, al que se incorporaron Ciprián Hernández, Ramón Díaz, Carlos Minaya, Alfonso Fajardo, Enrique Cuevas y Yiyo Villalba. Ese grupo floreció bajo el influjo inspirador de la profesora Rafaela Joaquín.

El año de 1969 es muy activo en nuestra comunidad, remozada con la creación de dos importantes agrupaciones culturales: el Centro Juvenil “Don Bosco”, con una inspiración religiosa en su base y un despliegue deportivo y artístico en su ejecutoria. En lo literario promovieron el cultivo del teatro, tarea en que actuaron José Frank Rosario, José Rafael Lantigua, Fernando Guzmán, Anselmo Comprés, Benjamín García, Mariano García, Félix Tejada, José de León Méndez, José Francisco Encarnación, Andrés Comprés, Luis Manuel Brito, Chelo Durán, Manuel Torres, Ramón Almánzar, Paín Bencosme, José Gabriel Castillo, Carmen Rosa Sosa, Nancy Mejía, Iki Tejada, Bruno Rosario Méndez, Jenly Guzmán, Miguel Taveras y Franklin López.

La otra importante agrupación literaria fue el Ateneo de Moca. En efecto, el acontecimiento cultural más relevante de esa década prodigiosa fue la fundación del Ateneo de Moca, en febrero de 1969, con el liderazgo de Adriano Miguel Tejada y el respaldo de Bruno Rosario Candelier, Alberto Peña Lebrón, José Rafael Lantigua, Rafael Suazo, Pedro Grullón Torres, Ángel Rosario Candelier, Juan Cuevas, Roque Guzmán, José Contín, Julio Cabrera, Luis José Disla, José Infante, José Olivares y Darío Bencosme Báez.

El Ateneo de Moca llegó a celebrar en nuestro pueblo los actos literarios de mayor envergadura y de más honda repercusión nacional, como la Semana de la Cultura Griega, el Coloquio de la Novela Dominicana, La Literatura Nacional y el Encuentro Nacional de Escritores, incluyendo la organización de conferencias, charlas, paneles, charlas radiales, publicaciones de libros y la creación de una organización literaria regional.

En 1978 Julio Jaime Julia organiza el Círculo de Estudios Literarios de la Provincia Espaillat (Celpe), al que se integran Aquiles Almonte, Marién Peña, Iván Carvajal, José Abel Ferreiras, Félix Hernández, Orestes Tejada y Pablo Antonio Cabrera. Y, cuando ese grupo se desintegra, al año siguiente funda el grupo cultural “Pedro Henríquez Ureña”, en el que participan José Rafael Vargas, Arquímedes Comprés, Juan Pablo Acosta, Marina Reynoso, Pedro Taveras, Lucy Cuevas y Santana Martínez.

En el año de gracia de 1979, Bruno Rosario Candelier convoca a los jóvenes creadores de Moca y funda el Grupo literario “Octavio Guzmán Carretero”, entre cuyos miembros fundadores figuraron Pedro Ovalles, Juana Elodia Peralta, Aquiles Almonte, Milcíades Frías Jiménez, Carlos Pérez, Juan Pablo Acosta y Custodia Reyes Santiago; y en la década siguiente se adhirieron Iki Tejada, Persio Pérez, Eugenio Camacho, Basilio Belliard, Yanet Valerio, Jacqueline Cáceres, Carmen Comprés, Luis Quezada y Artagnan Pérez Méndez.

El Instituto Mocano de Cultura, creado en 1984 por el autor de esta obra, fue una extensión del “Octavio Guzmán Carretero”, concebido para celebrar homenajes literarios a destacadas personalidades de las letras nacionales, tarea que respaldaron Darío Bencosme, Sebastián Taveras, Juan Pablo Acosta, Milcíades  Fríaz Jiménez, Luis José Disla, Lourdes Bencosme, Minerva Calderón, Miguel Peña, Haydeé Vargas, Luz Nerys López, Jacqueline Cáceres, Seneida García, Antonia García, Jeffrey Lizardo y Silverio López.

En 1985 el poeta Iki Tejada funda en Moca el grupo “Rincón del Arte”, en el que tomaron parte activa Benjamín García, Benito Castillo, Pedro Taveras, Jefrey Lizardo, Mariano García, Horacio López y Juan Luis Guzmán. Este grupo promovía la pintura y daba charlas y tertulias artísticas y literarias dirigidas al sector juvenil.

El 28 de julio de 1990, Bruno Rosario Candelier funda en Moca el Ateneo Insular, al que suma el grupo “Octavio Guzmán Carretero” para seguir los postulados organizativos y estéticos del Interiorismo como su doctrina literaria. Entre sus miembros figuraron los mocanos Iki Tejada, Sally Rodríguez, José Frank Rosario, Pedro Ovalles, Artagnan Pérez Méndez, Carmen Comprés y Custodia Reyes Santiago. Luego se adhirieron Raymond Pérez, Camelia Michel, Juan Pablo Acosta, Ana Sofía Lulo, Lorena Ramírez, Lorena Comprés, Juana de Jesús (Marisol Marte), Fari Rosario, Juan Luis Guzmán, Rosalba Escaño, Benjamín García, Mikenia Vargas, Roberto Miguel Escaño, Juan Santos, Rocío Santos y Nathalie Gómez Abréu. El Ateneo Insular y el Movimiento Interiorista tienen una proyección nacional e internacional. La Real Academia Española incorporó al Diccionario de la lengua española (Madrid, RAE, 23ª. edición, 2014, p. 1256) la definición del Interiorismo en los siguientes términos: “Movimiento literario fundado en la República Dominicana, que expresa el impacto de lo real en la conciencia, la dimensión metafísica de la experiencia y la belleza sutil con sentido trascendente”. Creado por Bruno Rosario Candelier, desde Moca se ha difundido en la República Dominicana, en Hispanoamérica y en Europa.

 Las promociones literarias en Moca

  Juan Antonio Alix es el fundador de la literatura dominicana y, en tal virtud, es el primer escritor mocano con reconocimiento nacional. Además de los centros culturales, coexisten las promociones literarias que suelen ser la fuente de creadores que animan la vida intelectual de una comunidad. La primera promoción de escritores mocanos la hallamos en 1890, que emerge bajo la inspiración del credo romántico y de la influyente sociedad cultural “Luz del Porvenir”, cuya vida institucional se extendió hasta los primeros años del siglo XX. Formaron parte de la primera promoción literaria Manuel María Sanabia, Francisco Leonte Vásquez, Fernando de Lara, Raúl Cabrera, José Francisco Rojas, Salustio Morillo y José María Michel. Esta generación fue estremecida por el magnicidio de Ulises Heureaux (Lilís), que aconteciera en Moca en 1899. Para entonces el país vivía bajo la zozobra de las luchas montoneras, y la voz de la manigua era un imán para la juventud ardorosa de aventuras y pasiones. La sociedad dominicana estaba sumida en un desaliento respecto al destino del país, y sus intelectuales y escritores intentaban con su pensamiento y su imaginación trillar los pasos iniciales para levantar el espíritu nacional de su inveterada postración con un proyecto de patria entre sus puños y un amasijo de ideales en sus alforjas mentales, acicateados por el anhelo de progreso y paz, prevalidos del ideal romántico y del sueño burgués, y en un concierto de optimismo emprendedor, los escritores sembraban la semilla de la fe en el porvenir, haciendo del cultivo de las letras un vínculo de identificación patriótica y de entusiasmo creador.

Eran los días de la impronta educativa de Eugenio María de Hostos, que cifró en la formación escolar una esperanza regeneradora y constituyó la primera voz en oponerse a la maña nacional de la manigua montonera para formar, con el concurso de principios educativos moralizadores, hombres y mujeres dispuestos a encauzar el destino nacional hacia su mejor desarrollo material y espiritual. En la base de esas aspiraciones radicaba el anhelo de una población sedienta de cultura y disciplina, y los intelectuales de la época endosaban al ideal literario el anhelo de crecimiento espiritual, paralelo al desarrollo material, y la creación literaria, que ha sido siempre la expresión estética más fehaciente de la dimensión espiritual de los hombres y los pueblos, evidenció en Moca su efecto bienhechor en el curso de su evolución histórica.

La promoción de 1900 emerge al siglo XX, tras el empuje creador de Juan Antonio Alix y sus múltiples décimas, con la figura sobresaliente de Gabriel Morillo, que refuerza las bases de la tradición literaria mocana con poemas, narraciones, ensayos, discursos y conferencias, al tiempo que lidera a los integrantes de su promoción, como Elías Jiménez, Ramón Guzmán Pichardo, Juan Crisóstomo Estrella, Leonte Vásquez, Manuel de Jesús Viñas, José Brache, Francisco A. Córdova y José Dolores Alfonseca.

La siguiente promoción, la de 1910, la integran Onésimo Polanco, Ramón Amado Guzmán, Gabriel Guerrero, Ciprián del Rosario, Ramón de Lara y Rodrigo Cervantes, promoción que le tocó vivir el “Sitio de Moca”, a raíz de la muerte del presidente Cáceres, y posteriormente la primera intervención militar norteamericana. Los aires renovadores se sentirían en todos los rincones de la República. El nacionalismo seguía siendo la llama que encendía los ánimos patrióticos; y los poetas, dramaturgos y escritores, motivados por la musa florida y galante de inspiración modernista, hacían de los salones del Club Recreativo o del Club de Damas de Moca, los atrios de las iglesias y el Parque Central, los escenarios de encendidos piropos mediante el arte de la versificación. Esa generación, como aconteciera en el país y en gran parte de la América hispana, suspiraba por el Sena de París y el glamour cortesano de fragancias exquisitas y sensaciones exóticas. Gabriel Morillo, que fue un templo vivo de la Mocanidad, plasma en sus poemas la humanización de las imágenes y la elaboración estética del lenguaje al estilo modernista, como apreciamos en su poema “Nocturno”: “Tras el bosque, cabe un lago/solitario, cristalino/ misterioso, cual un mago/flota un árbol, se oye un trino./Sobre el césped delicioso/y en el aire, forma un velo/el encanto luminoso/de algún ópalo del cielo./Un ensueño peregrino/se apodera de las cosas,/y en el espacio un divino/florecimiento de rosas./De ese lago transparente/en la onda vi una bella,/ ninfa rubia, castamente seducida de una estrella./Y en la atmósfera divina/de esas noches luminosas aprendí/ la peregrina poesía de las cosas./ Tras el bosque, cabe un lago solitario, cristalino,/misterioso, cual un mago,/se ve un árbol, suena un trino”.

Sigue la promoción literaria de 1920 capitaneada por José Bretón y que completan Ramón Amado Guzmán, Gregorio Felipe, León de Jesús Castaños, Pablo Rojas, Rubén de Lara y Ángel Morales. Y luego la de 1930, que le imprime a su obra los caracteres de la tendencia socio-realista, como lo hace la más importante figura de esa generación y una de las figuras sobresalientes de las letras dominicanas. Me refiero a Octavio Guzmán Carretero, a quien sus compueblanos apodaban Cachón, y que tenía, como dijera Aída Cartagena Portalatín, la capacidad de observación de la realidad social y la preocupación por el quehacer y el destino del hombre (2). Además de Guzmán Carretero, integraron la promoción del 30 los intelectuales Valentín Michel, Pedro Reyes Vásquez, Francisco Guzmán Comprés, Gabriel Guerrero, Armando Almánzar, Juan María Contín, Julio Guzmán Bencosme y Aurora Tavárez Belliard. Sofocada por una aplastante crisis económica, esa generación sufrió los rigores de la pobreza y la precariedad material, por lo que se despertó en sus creadores la conciencia de lo social, orillando un Socio-realismo centrado en lo popular, lo nacional y lo vernáculo, que los llevó a ahondar en las raíces de la dominicanidad. Como enseñara Pedro Henríquez Ureña, estos creadores moldearon los perfiles de la expresión propia en busca de la idiosincrasia nacional con actitudes y costados de la realidad social y antropológica, local y nacional.

Tras el reconocimiento nacional que alcanzara Juan Antonio Alix por sus admirables décimas, le siguen los poetas Gabriel Morillo, con sus Mirtos y laureles; Octavio Guzmán Carretero, quien logró un alto puesto en las letras dominicanas con el poemario Solazo. Este ilustre poeta mocano participó en las tertulias de “La Cueva”, que funcionaba en la capital dominicana a principios de los 30 en la residencia del poeta Rafael Américo Henríquez, donde compartió con importantes creadores nacionales de la talla de Domingo Moreno Jimenes, Fabio Fiallo, Juan Bosch, Héctor Incháustegui Cabral y Franklin Mieses Burgos. Luego se une al “Grupo Minoritario de Santiago”, con Tomás Morel y José Bretón, este último oriundo de Moca.

En “Oración”, Octavio Guzmán Carretero testimonia un rasgo de su virtud lírica cuando pone a orar a la naturaleza desatando el aliento cósmico anidado en los elementos circundantes: “Era una hora escuálida y remota/ diluida al temor de la penumbra:/en cada rostro herido de fatigas /una humedad de bendición subía…/la paz formó un asilo de azucenas/bajo el alero lila del retorno;/y en cada labio muerto se asomaba/la intención de la frase transparente./En todo florecía una angustiada/ serenidad divina, y el campo de oro/entre el camino de las ascensiones/pasaba de lo diáfano a lo simple…/El viento trajo de la sierra parda / fracciones de fragancias y de trinos,/mientras la tarde en los caminos pobres/sembraba la frescura de la ausencia…/En el llano pequeño el buey oscuro/asaltó de miradas el barranco, y escondiendo sus ojos sin nociones/¡un perdido horizonte de llanuras!”.

La promoción de 1940 prohijó prestantes figuras literarias, siendo los más prominentes Aída Cartagena Portalatín y Manuel Valerio, que completaron Julio Jaime Julia, Víctor Lulo Guzmán, Estela Rojas Garrido, Pura Dolores Tejada, Carolina Hernández, Luis Napoleón Núñez Molina, Ayanes Pérez Méndez, Ramón Antonio Molina (Papa Molina), Marino Vásquez Rodríguez y Edith Jiménez. Ese grupo de escritores hizo de la Villa del Viaducto un centro cultural dinámico, y los poetas de esa promoción le dieron categoría al arte de la versificación. En “Cómo llorar la muerte de una rosa”, Aída Cartagena proyecta su vocación social y de protesta, que canalizó mediante los recursos simbolistas, creacionistas y surrealistas, según la pauta de la estética sorprendida: “¿Cómo llorar la muerte de una rosa,/si los amaneceres han desdoblado el mundo,/y en la hierba que tiembla cerca de los rosales/ se han quedado las albas vueltas gotas de agua?/Sólo desde la tierra/tienen brillo de ámbar las estrellas./A la tierra amarga vuelva/ la lluvia del color de los rosales./Sentir como los musgos se asen a las piedras;/hay un rencor en la brisa viajera./Hombres no han llorado/porque caen los hombres./ ¿Cómo llorar la muerte de una rosa?”.

Manuel Valerio fue uno de los poetas precursores del Realismo trascendente en la literatura dominicana, dimensión de la realidad que privilegia, cultiva y promueve el Movimiento Interiorista. Mediante la auscultación de los veneros mitológicos, metafísicos y místicos, con un lenguaje que sintetiza la expresión sensorial, conceptual y espiritual hace de la emoción estética un rico filón de lo sublime, como se aprecia en “Cantares” de Manuel Valerio: “Tu voz en el agua./Mi cuerpo en el agua./Tu voz y mi cuerpo/en el agua./Por el agua va mi cuerpo./¿A dónde irá mi cuerpo/en el agua?/¡Ay, que la muerte refleja/toda su sombra en el agua!/Tu cuerpo en la llama./Mi voz en la llama./Mi voz y tu cuerpo/en la llama./Por la llama de tu cuerpo/¡A dónde irá tu cuerpo/en la llama?/¡ay, que la muerte refleja/toda su sombra en la llama!/¡Ay, mi cuerpo en la sombra del agua!”.

Aída Cartagena y Manuel Valerio formaron parte de la Poesía Sorprendida que capitaneó Franklin Mieses Burgos en Santo Domingo en la década del 40 del s. XX. Manuel Valerio formaría el grupo cultural “Los juglares”, que en los 50 dictaba conferencias y organizaba recitales en los barrios populares de la capital dominicana; y Aída Cartagena dirigió en los 60 la revista Brigadas dominicanas, y su novela Escalera para Electra, con singular entronque griego y raigambre mocana, remozaría la novelística nacional.

La promoción del 50 cuenta con dos escritores de la talla de Alberto Peña Lebrón y Artagnan Pérez Méndez, que completan Antonio Rosario, Víctor Lulo Guzmán, Manuel García Lizardo, Darío Bencosme, José Antonio Viñas Cáceres, Servio Tulio Almánzar, Fermín Arias Belliard, José Olivares, Rubén Lulo Gitte y Juan Arístides Taveras Guzmán.

Quiero consignar aquí un hecho que viví en los años cincuenta, que se condice con la tradición literaria mocana y que en el pasado debió tener una enorme incidencia en la vida cultural de nuestro pueblo. El hecho que me llamó la atención sucedió en una fábrica de cigarros. Las fábricas de cigarros tenían en Moca un lector que les leía obras literarias a los operarios mientras estos realizaban sus faenas laborales. Este dato no lo digo porque me lo contaran mi padre o cualquier viejo de la época. Quien escribe, siendo niño, contempló lo que dice pues vio una escena de lectura en la fábrica de cigarros “La Imperial”, ubicada en los 50 en la calle Colón de Moca: uno de los trabajadores leía la novela El conde de Monte Cristo, de Alejandro Dumas, mientras los tabaqueros preparaban y picaban el tabaco de los cigarros. Yo mismo me sorprendo ahora al cabo del tiempo al evocar esa escena y el detalle de que entonces yo mismo le preguntara a mi primo tabaquero, a quien ese día le llevaba un recado a la citada empresa, y recuerdo claramente que me dijo que cada jornada laboral escuchaban capítulos de una novela o de una obra de aventuras o de un libro de reflexión, lo que constituía una forma de mantener a los obreros entretenidos, al tiempo que los dotaba de cultura literaria.

La animación cultural que ha signado la vida social, histórica y literaria en Moca probablemente se debe a la valoración que tenían los mayores de nuestro pueblo por el desarrollo intelectual, lo que explica la frecuencia de veladas literarias, la asistencia a la biblioteca pública o la existencia de centros culturales y agrupaciones literarias en Moca.

Pues bien, la promoción literaria de 1960 emerge en circunstancias socioculturales en que se valoraba altamente el cultivo del espíritu y en consecuencia se organizaban conferencias y tertulias, y se cifraba en la creación literaria la manifestación más alta de la sensibilidad estética y la imaginación creadora, con la concreción de los altos ideales que signaban nuestras vidas.

La generación del 60 la integraron Bruno Rosario Candelier, Freddy Bretón Martínez, Santiago Estrella Veloz, Fernando de Lara Viñas, José Antonio Viñas Cáceres, Mario Cáceres, Adriano Miguel Tejada, José Rafael Lantigua, José Frank Rosario, Pablo Michel Díaz, Rhadamés Rodríguez, Jorge Díaz Piñeyro, Terencio Cepeda, Rafaela Joaquín, Ligia Minaya, Germán Santiago, Rafael Gutiérrez Belliard, Ángel Rosario Candelier, Pedro Grullón Torres, Antonio Manuel Brito, Luis Emilio Montalvo, Javier Capellán, Argentina de Álvarez, José Abigaíl Cruz Infante, Eduardo García Michel, Fernando Rojas Mejía, Juan Manuel Santos Taveras, Carmen Comprés, Juan Castellanos y los sacerdotes salesianos Jesús María Tejada y Luis Rosario. A esa generación de escritores la sacude la muerte de Trujillo, fraguada por mocanos, y la estimula la apertura democrática, la revuelta de abril de1965 y el renacimiento de la fe nacionalista con la consecuente preocupación social y la conciencia de una cosmovisión humanizada en el cultivo de las artes y las letras.

Los literatos mocanos de la generación del 60 se nuclearon en el Ateneo de Moca en cuyo nombre organizamos semanas culturales, coloquios literarios, certámenes poéticos, presentaciones radiales, tertulias intelectuales, cursillos literarios, ediciones de obras y exposiciones pictóricas y bibliográficas. El Ateneo de Moca hizo de la Villa Heroica un polo cultural en la geografía literaria nacional, como dijera el escritor chileno Alberto Baeza Flores (3).

Los escritores de mi generación, la del 60, no podemos obviar el reconocimiento a valiosas figuras que hicieron de Moca su residencia, como el intelectual alemán Karl Uslik Fisher; el poeta vegano Emilio García Godoy; y el sacerdote español Cipriano Ibáñez (4).

La promoción del 70 vio el surgimiento de notables valores literarios, como José Rafael Vargas, Isidoro Santana y Giovanny Cruz, que completan José de León Méndez, Pedro Pompeyo Rosario, Juan Monegro, Luis Manuel Brito, José Bencosme, Elízabeth Méndez de Objío, Paula y Venecia Joaquín, David Gómez, Gabriel Guzmán Marcelino, Sobeyda Guzmán, Dorca Barcácel y Claudio Acosta.

La promoción literaria del 80 cuenta con valiosas figuras, como Sally Rodríguez, Pedro Ovalles, Persio Pérez, Eugenio Camacho, Custodia Reyes Santiago, Milcíades Fríaz Jiménez, Juana Elodia Peralta, Fernando Guzmán, Isidro Silva, Pedro Taveras, Gerardo Taveras, Santiago (Chago) Rojas, Fidencio Bencosme, Manuel Jiménez, Florencio Tejada, Arcadio Rojas, Juan Pablo Acosta, Domingo Caba Ramos y Aquiles Almonte.

Y desde la década del 90 se dieron a conocer Iki Tejada, Carmen Comprés, Basilio Belliard, Benito Castillo, Carlos Salcedo, Rafael Guzmán Fernández, Amable Guzmán, presbítero José Giovanny Solís, Antonio Gómez Alba, Felipe Mena, Antonio Utate, Juan Luis Guzmán, José Toribio Rosa, Luis Quezada, Mariano García, José Luis Paulino y Benjamín García. Con “Fuga”, de Sally Rodríguez, podemos ilustrar el amor de los mocanos al terruño, la compenetración con los elementos naturales y el vuelo lírico y metafísico de la agraciada poeta mocana: “La música húmeda de la tierra/me fecunda/Cristales marinos me cercan la cintura/Un círculo de silencio me ciñe/y quiero caminar/que mis pasos y palabras se humedezcan/ Derrama sobre mí tu noche y tu mirada/ Yo soy una mujer con resplandor herido/y no quiero sentir creciendo angustiada/ la voz y la mirada inmóvil de la tierra/ Te busco bajo la lluvia/ y en los bosques de amapolas /me escondo de la muerte”(Sally Rodríguez, Luz de los cuerpos, p. 47).

Hasta las poblaciones de Jamao y Garpar Hernández llega el bienhechor influjo de la irradiación espiritual de la Mocanidad, como lo confirman Víctor Gómez Bergés, Alejandro Arvelo, Minelys Sánchez, Daniel Tejada, Valentín Amaro. Y de La Cumbre de Puerto Grande son los poetas Mikenia Vargas y Daniel Sánchez Olivares.

La más reciente promoción de escritores mocanos, surgidos en las dos primeras décadas del siglo XXI, cuenta con talentosos cultores del quehacer literario, entre los que figuran Ramón Fari Rosario, Gerardo Mercedes, José Gabriel Morales, Nicolás Arroyo Ramos, Tony Genao, Dulce Jiménez, Kenia Mata Vargas, Rafael Guzmán Torres, Ángel Domínguez, Elba López, Carolina Guzmán, Mikenia Vargas,José Sánchez Disla, Juan Santos, Nathalie Gómez Abréu, Rocío Santos, Neris Morilla y Natalia Guzmán Taveras.

Merecen una especial mención los actuales benjamines de la creación poética en Moca, que integran el grupo literario “Triple llama” bajo la orientación del poeta Pedro Ovalles. Conforman ese grupo juvenil los poetas Leoni Disla, Jennifer González, Luis Alfredo Jiménez, Yadira Rosario Batista, Pablo Ramos Bencosme, Crismely Jiménez, Carmith Herrera, Soneida Pérez, Nathalia Grullón, Rocelio Solís, Winston Paulino y Luciano Abréu.

En un balance de las letras en Moca podemos afirmar que la Mocanidad inspiró la gestación de la literatura nacional con las décimas de Juan Antonio Alix; la creación de la lírica modernista en la poesía de Gabriel Morillo; la modernización de la novelística dominicana, con la ficción de Aída Cartagena Portalatín; la gestación de la poesía mística en las letras nacionales con la lírica teopoética de Freddy Bretón;la literatura inspirada en la realidad trascendente con la gestación del Interiorismo de Bruno Rosario Candelier; la creación de una literatura reflexiva y luminosa al modo de un Anthony de Melo oun Jalil Gibrán en Benjamín García; y la hondura espiritual de alta prosapia bíblica con la huella de fecundas revelaciones trascendentes en la obra exegética de Luis Quezada, quien explaya el Apocalipsis del Nuevo Testamento en un texto iluminador y edificante.

Quiero consignar aquí, como un dato de alta significación cultural, el bienhechor influjo espiritual de la parroquia de Nuestra Señora del Rosario, el templo inspirador de la Mocanidad, con el desarrollo de varias figuras de la vida intelectual mocana, pues no es casual que Juan Antonio Alix, el iniciador de las letras nacionales, fuera bautizado en ese templo parroquial de Moca; no es casual que Gabriel Morillo, el primer poeta de la Mocanidad, asistiera con frecuencia a meditar en esa sacrosanta iglesia del Rosario en busca de la sedación espiritual y la meditación interior; no es casual que Artagnan Pérez Méndez, destacado jurista y promotor religioso de fecunda espiritualidad, fuera monaguillo en esa centenaria parroquia mocana; no es casual que el fundador de la poesía mística en las letras dominicanas, Freddy Bretón Martínez, fuera monaguillo en ese agraciado templo católico; y no es casual que el creador del Interiorismo, Bruno Rosario Candelier,en su adolescencia entrara con frecuencia a contemplar y orar en ese augusto recinto sagrado.

La vetusta parroquia Nuestra Señora del Rosario, primordialcantera inspiradora de la Mocanidad, fue el escenario del fatídico degüello de Moca, ejecutado por sanguinarias tropas haitianas en 1805; es la tumba de héroes locales y antiguos presidentes de la República oriundos de Moca; ha inspirado a eminentes cultores de las letras nacionales; ha sido el epicentro de relevantes acontecimientos religiosos, sociales, políticos y culturales que vertebran la historia de Moca y de la nación dominicana; y ha sido un foco fecundo y luminoso de irradiación del aliento sacrosanto de lo divino.

En efecto, el aura de la Mocanidad se nutre de las raíces telúricas con su historia y su cultura, la onda peculiar de su ambiente natural y la savia fecunda de la fe católica con el aliento sutil de la espiritualidad. El templo Nuestra Señora del Rosario en el pasado, y el Santuario del Corazón de Jesús en el presente, han sido la rutilante lumbre nutricia de la Mocanidad.

Moca como polo literario de la literatura nacional

“Si son importantes los “polos” de desarrollo literarios en nuestra América, también son importantes las actividades de los “sub-polos culturales”, entre los cuales pudiéramos ubicar a Moca”, consignó el escritor chileno Alberto Baeza Flores, en La poesía dominicana en el siglo XX  (Santiago, UCMM, 1977, T. II, p. 313).

En el pasado varios pueblos del país fueron escenarios de una fecunda actividad cultural, como San Pedro de Macorís en el Este; Baní y Neyba, en el Sur; Puerto Plata en el Norte; y en el Cibao, Santiago, San Francisco de Macorís, La Vega y Moca.

Importantes antologías provincianas dan cuenta de la labor literaria en los pueblos, como las de Julio Jaime Julia y Eugenio Camacho sobre la poesía y la prosa en Moca. Esas antologías reflejan el valor de la obra literaria de autores mocanos y su aporte a las letras nacionales.

Moca constituye, con otros focos culturales de nuestras provincias, un centro creador activo de una dinámica participación en el quehacer literario nacional, y es sin duda un “polo cultural” en el corazón del Cibao, y no lo digo yo, sin duda movido por un etnocentrismo afectivo. Lo afirma el escritor chileno Alberto Baeza Flores en su estudio sobre La poesía dominicana en el siglo XX (citado, p. 313). En esta importante historia de la poesía dominicana, al analizar la edición de Solazo preparada por Adriano Miguel Tejada, Alberto Peña Lebrón y Bruno Rosario Candelier, el citado escritor pondera, además, el aporte del Ateneo de Moca como la entidad literaria que convirtió a la comunidad mocana en un centro de creación y promoción de las artes y las letras a la luz de los valores locales y nacionales.

En efecto, los más importantes escritores del país han participado en Moca en diversos coloquios literarios, charlas, tertulias, publicaciones, exposiciones o recitales literarios de los cuales se dieron información en la prensa escrita y otros medios de publicidad. Moca no es solo el centro de una fértil región agrícola, sino un vivero de inquietudes sociales, económicas, políticas, educativas, religiosas, artísticas y literarias, y en este último renglón la literatura ocupa un lugar señero, como lo revelaría un censo de las programaciones de las organizaciones consagradas a la difusión de la cultura, como fueron Luz del Porvenir, Lumen, Sapientia Club, Ateneo de Moca, Centro Juvenil Don Bosco, Rincón del Arte, Taller literario “Octavio Guzmán Carretero” y el Ateneo Insular.

Moca ha dado al país historiadores y antólogos, como Julio Jaime Julia y Adriano Miguel Tejada; tradicionalistas locales, como Elías Jiménez, Ernesto Moscoso López, Rubén Lulo Gitte y Eduardo García Michel; críticos y ensayistas, como Gabriel Morillo, Bruno Rosario Candelier, José Rafael Lantigua, Carlos Salcedo, Basilio Belliard y Pedro Ovalles; periodistas publicistas, como Pedro Reyes Vargas, Santiago Estrella Veloz y José Rafael Vargas; profesores consagrados que influyeron en el cultivo de las letras, como Aurora Tavárez Belliard, Valentín Michel, Artagnan Pérez Méndez, María Teresa Julia, Virginia Ferreiras, padre Juan Montalvo, Pedro Grullón Torres, Pedro Porrello, Rafaela Joaquín, Ligia Belliard, José Frank Rosario, Adriano Miguel Tejada y Luis Quezada Pérez; politólogos ilustrados, como José Abigaíl Cruz Infante, Juan Arístides Taveras Guzmán, Mario Cáceres, Pedro Taveras y Carlos Amarante Baret; narradores audaces, como Aída Cartagena Portalatín, Santiago Estrella Veloz, José Frank Rosario, Artagnan Pérez Méndez y Fari Rosario; y poetas de diversa urdimbre, como Juan Antonio Alix, Gabriel Morillo, Octavio Guzmán Carretero, José Bretón, Manuel Valerio, Aída Cartagena, Pura Dolores Tejada, Víctor Lulo Guzmán, Alberto Peña Lebrón, Freddy Bretón, Sally Rodríguez, Iki Tejada, José Frank Rosario, José Rafael Lantigua, Carmen Comprés, Pedro Pompeyo Rosario, Basilio Belliard, Fari Rosario, Camelia Michel, Roberto Miguel Escaño, Benjamín García, Mariano García, Juan Santos, Rocío Santos, Persio Pérez, Luis Quezada y Mikenia Vargas.

Valiosos profesores, intelectuales y personas notables han hecho en la Villa Heroica obras auspiciadoras de un imponderable aporte al desarrollo de las artes y las letras con su participación a favor de la lumbre de la Mocanidad.

Cuatro de los movimientos estéticos que han surgido en la historia literaria nacional han contado con presencia mocana. El Postumismo de Domingo Moreno Jimenes recibió la adhesión de dos valiosos poetas mocanos, José Bretón y Octavio Guzmán Carretero, que también formaron parte del “Grupo minoritario” de Santiago en la década del 30. La Poesía Sorprendida albergó en su seno a dos ilustres mocanos: Manuel Valerio y Aída Cartagena Portalatín, cuyos primeros libros se dieron a conocer a través de su importante órgano literario. La Generación del 48 contó con dos intelectuales mocanos, Alberto Peña Lebrón y Darío Bencosme Báez; y el Movimiento Interiorista, además de su creador, tiene una valiosa representación mocana en Sally Rodríguez, Iki Tejada, José Frank Rosario, Freddy Bretón, José Rafael Lantigua, Carmen Comprés, Camelia Michel, Roberto Miguel Escaño, Luis Quezada, Juan Santos, Rocío Santos y Mikenia Vargas.

El periodismo ha tenido en Moca una fecunda producción editorial. No me refiero a los reporteros locales, que los hay de todos los niveles, sino a la publicación de periódicos impresos, dirigidos y editados en Moca, con materiales de diversas disciplinas de interés general y páginas literarias con reproducción de trabajos en prosa o en verso de autores mocanos, con el propósito de despertar el interés por las humanidades desde el ámbito de las letras. La revista Renovación fue, en las primeras décadas del siglo XX, un agente de ilustración y divulgación cultural; y Presencia mocana, capitaneada por José Abigaíl Cruz Infante, evidencia el empuje editorial de una comunidad provincial activa, fecunda y entusiasta.

Los integrantes de varias generaciones de mocanos nos educamos con los textos educativos de Aurora Tavárez Belliard. Recuerdo que yo repetía orgulloso, cuando aprendí a leer, una frase emblemática de su libro Rayito de sol: “El campesino se acuesta temprano y se levanta al rayar el alba”.

En música y canto se destacan Arístides Rojas Guzmán, Catalina Jáquez, Gabriel del Orbe, Papa Molina, César Hilario, Elenita Santos, Antonio Morel y Luis Ovalles. Todos ellos han cultivado la creación musical, la composición y el canto.

En las ciencias tenemos a Juan Manuel Taveras Rodríguez y Sergio Bencosme Ruiz, investigadores en centros médicos internacionales. Ambos hicieron contribuciones notables a la ciencia médica.

Varios escritores mocanos han consignado en sus testimonios y relatos los atributos del pueblo de Moca donde crecieron y conocieron la realidad familiar, social, campesina y urbana, como Elías Jiménez, Pablo Michel, Julio Jaime Julia, Rubén Lulo Gitte, José Rafael Lantigua, José Abigaíl Cruz Infante, Ayanes Pérez Méndez, Elízabeth Méndez de Objío, Adriano Miguel Tejada y Eduardo García Michel.

Al hablar de las artes, las letras y sus creadores, conviene privilegiar el enfoque de este estudio en los géneros ortodoxos de poesía y ficción. Porque el tema de la pintura, con las figuras de Poncio Salcedo, Guillo Pérez, Antonio Guadalupe, Hugo Mata,Félix Tejada, José Collado y Julio Tejada, merece una consideración aparte. Como también la labor teatral de José Frank Rosario y José Rafael Lantigua en los años 60 del siglo XX, o la actuación teatral de Eugenio Camacho, Belkis Pineda, Gerardo Mercedes y Benjamín García en las primeras décadas del siglo XXI. Desde luego, la obra literaria de autores mocanos y su aporte a las letras nacionales es el tema central en este libro.

Buena parte de la renovación artística tiene lugar en el Cibao, y Moca y autores mocanos tienen un papel protagónico en la creación literaria y en la gestación de la vanguardia literaria nacional. Al decir esto pienso en importantes creadores oriundos de Moca y con raíces locales fundadas en las vivencias de la Mocanidad. Me refiero a Juan Antonio Alix y sus Décimas; Gabriel Morillo, Dulces enigmas; Octavio Guzmán Carretero, Solazo; Aída Cartagena Portalatín, Escalera para Electra; Manuel Valerio, Coral de sombras; Alberto Peña Lebrón, Órbita inviolable; Freddy Bretón, Entre la voz y el fuego; Sally Rodríguez, Luz de los cuerpos; Iki Tejada, Un latido en el bosque; Pedro Ovalles, El color de la eternidad; Carmen Comprés, Será otro azul; José Frank Rosario, Entre el polvo y la ceniza; José Rafael Lantigua, Los júbilos íntimos; Basilio Belliard, Piel del aire; Fari Rosario, Polvo y olvido; Rocío Santos, Una gota en el mar; Juan Santos, La llama perpetua; Mikenia Vargas, Uña y carne; y otros cuya obra hemos celebrado en coloquios de la Academia Dominicana de la Lengua, el Ateneo Insular y la Oficina senatorial de Espaillat.

Justamente, Juan Antonio Alix, Gabriel Morillo, Octavio Guzmán Carretero, Manuel Valerio, Aída Cartagena Portalatín, Alberto Peña Lebrón, Julio Jaime Julia, Santiago Estrella Veloz, Freddy Bretón, Sally Rodríguez, Iki Tejada, Adriano Miguel Tejada, José Rafael Lantigua, José Frank Rosario, Artagnan Pérez Méndez, Eduardo García Michel, Pedro Ovalles, Carmen Comprés, Basilio Belliard, José Rafael Vargas, Mikenia Vargas, Fari Rosario, Benjamín García, Mariano García, Gerardo Mercedes, Juan y Rocío Santos, Mikenia Vargas y Luis Quezada son los creadores más representativos del quehacer literario mocano y, por los méritos de sus obras, sus nombres figuran en los textos de historia y crítica literaria y en antologías de la literatura dominicana. Los citados escritores han hecho un aporte a la literatura nacional en el plano de la poesía, la ficción y el ensayo. Por algo esos autores fueron incorporados a las corrientes literarias donde se hallan las voces más vigorosas de la literatura nacional, como José Bretón en el Postumismo; Octavio Guzmán Carretero en los Independientes del 40; Aída Cartagena y Manuel Valerio en la Poesía Sorprendida; Alberto Peña Lebrón en la Generación del 48; y la poética del Interiorismo de Bruno Rosario Candelier es enaltecida por Sally Rodríguez, Freddy Bretón, Iki Tejada, José Frank Rosario, José Rafael Lantigua, Carmen Comprés, Camelia Michel, Fari Rosario, Juan y Rocío Santos, Roberto Miguel Escaño y Mikenia Vargas.

El Interiorismo del Ateneo Insular

  El 28 de julio del año de gracia de1990 el autor de esta obra concibe en Moca un nuevo movimiento literario que formaliza y da a conocer con el nombre de Interiorismo, nombredel fundamento estético del Ateneo Insular, institución integrada por grupos literarios y escritores de varias poblaciones del país, como Moca, Santiago, Mao, Montecristi, Santiago Rodríguez, Puerto Plata, San Francisco de Macorís, La Vega, Jarabacoa, Constanza, Santo Domingo, La Romana, Hato Mayor, Miches, Baní y Azua. Este nuevo movimiento literario surge como respuesta a la demanda de reclamos espirituales que mitiguen la frustración y el desencanto, la crisis de valores, el vacío existencial y el anhelo de trascendencia, y propone un nuevo planteamiento estético centrado en una interiorización, reflexivay trascendente, en busca de la creación mitopoética, la verdad metafísica y el aliento místico de lo viviente. Frente al agotamiento de las pautas estéticas existentes, los interioristas entendían que la literatura precisaba de un modelo de hondura interior, mediante el cual los creadores literarios exploren sus percepciones entrañables, la dimensión metafísica de la realidad, la verdad poética y la belleza sutil de las imágenes estéticas, no con simples juegos verbalistas carentes de sentido, sino mediante la auscultación del fondo profundo de lo real con la contemplación metafísica de lo viviente y la vivencia mística de lo divino a la luz del Numen de la sabiduría espiritual del Universo.

Asumimos lo mejor de la tradición literaria local, nacional y universal. En el plano local, elegimos a Manuel Valerio  como nuestro precursor inmediato, cuya obra estimamos paradigma para nuestros objetivos estéticos; en el plano nacional heredamos el aporte estético y espiritual de los postumistas, los independientes y los sorprendidos, como la dimensión cósmica de Domingo Moreno Jimenes, la vertiente metafísica de Manuel del Cabral, la faceta mitológica de Franklin Mieses Burgos y la onda espiritual de Máximo Avilés Blonda. La estética interiorista cultiva y potencia una literatura mitológica, metafísica y mística para desarrollar en las letras dominicanas el Realismo trascendente. Asumimos lo mejor del pasado literario y nos nutrimos del aporte creador de nuestros predecesores y de las tendencias que han fomentado las vertientes trascendentes. Aprovechamos el aporte de la Clasicidad y la Modernidad para enrumbar nuestra creación hacia el desarrollo de la sensibilidad espiritual en procura del fondo interior del hombre, los efluvios de las cosas y la irradiación sutil del Cosmos.

Un ejemplo es “Inquietud”, de la interiorista Carmen Comprés: “¿Hacia dónde van las cosas/que al final son la nada?/Este lodo bañado en los ríos/de las calles tumultuosas./Estas espinas dolientes que rasgan la piel/y dejan sus huellas en cada piedra milenaria/derramando el púrpura que esconden con dureza./Estas rosas que crecen sin sentido en mi pecho por perderse en el llanto impreciso del rocío./¿A qué este temblor de mi cuerpo/por el llanto de los ríos?/¿A qué este nudo en mi garganta/desgarrando el grito en mi silencio?/¿A qué esta posición fetal/por el miedo de nacer en otro espacio?/¿A qué esconderme en las entrañas/de la tierra/para encontrarme de nuevo/en el Cosmos con el Todo?” (5).

En fin, Moca ha hecho un singular aporte al desarrollo de las letras nacionales y ha contado con creadores cuyo cultivo de la inteligencia y la sensibilidad constituye una forma elocuente de testimoniar la dimensión luminosa y espiritual de lo viviente. De ahí que Moca tenga una vigorosa tradición literaria canalizada en diferentes órganos y géneros, autores y obras, potenciada hoy por la fuerza pujante del Interiorismo del Ateneo Insular.

Los grupos literarios “Octavio Guzmán Carretero” y “Triple llama” encarnan la continuidad de la mejor tradición literaria mocana (6), y sus miembros constituyen, en esta etapa de nuestra historia, cultores que enaltecen las letras mocanas, signo y cauce de una creación fehaciente de autores y obras que han aportado a la literatura nacional la visión humanista, refrescante y luminosa de la lumbre de la Mocanidad. El teólogo, poeta y promotor cultural mocano, Luis Quezada, creador interiorista con mirada amorosa y sabiduría mística, escribe “Interioridad” (7), un balbuceante poema que celebra, jubiloso, el Interiorismo:

Entro en mí

buscando la verdad, el bien y la belleza;

hilos de oro van trenzando mi experiencia,

hilos de plata van bordando mi expresión.

Y descubro en ese camino interior

que nos encontramos sumergidos en un misterio,

dimensión profunda de sentido,

que lo envuelve todo,

y que resumo en una palabra: Amor.

Entonces brota en mí la poesía como expresión

y la mística como experiencia,

como cauces privilegiados que me descalzan

para acercarme reverentemente al Misterio.

Entonces encontré al que yo buscaba,

porque antes Él ya me había encontrado.

Y caí en la cuenta de que el orden del Misterio

no es verdad, bien y belleza, sino al revés,

que la belleza va delante, abriendo el camino;

el bien le sigue, calentándonos con su fuego interior

y la verdad resplandece como iluminación que refulge

en la oscuridad, para llenarlo todo de claridad.

Y descubro que tanto caminar y fluir hacia adentro,

nos lleva a la rica confluencia del ser,

que es plural, relación y alteridad.

Pues soy en la medida en que otros son parte de mi ser,

Soy-con-otros-y-por-otros,

Y así puedo gritar lleno de júbilo: EUREKA

El Todo no es la Nada ni la náusea

sino un Misterio profundo cargado de Sentido

que nos sumerge en el océano infinito

del amor y la ternura.

 

Bruno Rosario Candelier

Movimiento Interiorista del Ateneo Insular,

Moca, República Dominicana, 25 de junio de 2018.

 

Notas:

  1. Julio Jaime Julia, Notas para la historia de Moca, Santo Domingo, Publicación de la UASD, 1985, p.19.
  2. Ver Aída Cartagena, “Recordando a Tavito”, en Octavio Guzmán Carretero, Solazo, Moca, Ateneo de Moca, 1975, 2da. ed., p.18.
  3. Alberto Baeza Flores, La poesía dominicana en el siglo XX, Santiago, UCMM, 1977, T. II, p. 312.
  4. Bruno Rosario Candelier, Letras mocanas, Santo Domingo, Publicaciones de la UASD, 1985, p. 12.
  5. Poema cedido al suscrito por Carmen Comprés en julio de 2005.
  6. Desde mediados del siglo XIX hasta el presente, Moca ha tenido agrupaciones y centros culturales y literarios que han fomentado la lumbre de la Mocanidad.
  7. Poema leído por su autor como epílogo de su conferencia sobre “Mística y poesía” en el Encuentro del Movimiento Interiorista celebrado en el Centro de Espiritualidad “San Juan de la Cruz”, en La Torre, Moca-La Penda, el sábado 23 de junio de 2018.

Discurso de Bruno Rosario Candelier en la presentación del "Diccionario del español dominicano"

 A Silvania Lima,

Fulgor que retiene estrellas en su pecho.

 Para la Academia Dominicana de la Lengua y, de un modo especial, para los académicos que laboramos en la confección de este Diccionario del español dominicano, la presentación de esta obra constituye una auténtica celebración.

En primer lugar, quiero agradecerles a todos ustedes su presencia en este acto, muy importante para nosotros y, particularmente, expresar mi gratitud a los funcionarios del consulado español en la República Dominicana.

Esta obra, sin duda monumental, ha sido fruto de dos mentes brillantes: la de Fabio J. Guzmán Ariza y María José Rincón González. Ellos dos han sido claves para la realización de este proyecto y les voy a decir la razón. Leer más

El proceso de interiorización de la creación literaria

 

“…tu luminosa aurora que en negro

 rompe, y como sol dentro de mí

 me anuncia otra verdad.

 Que tú, profunda, ignoras.

 Desde tu ser

 mi claridad me llega toda de ti…”

   (Vicente Aleixandre, “Cueva de noche”)

   “La experiencia poética puede caracterizar como un acto abierto constantemente a la trascendencia, desde el momento en el que el poeta se propone una aventura, una travesía por la alteridad y la subjetividad para hacer perceptible el universo sensible” (Jorge Chen Sham).

 Resumen del contenido o abstract

El acto de la creación conlleva un proceso de interiorización ¿Por qué se necesita llevar a cabo este proceso? Porque el autor de una obra, para plasmar una creación, entra en comunión con la sustancia de una realidad. Para entrar en comunión con las manifestaciones de la realidad, desde la perspectiva de la creación no debe hacerse desde fuera, sino desde adentro, en estrecho contacto con su esencia peculiar, para lo cual hay que instalarse en el interior de la cosa. Para hacer una literatura interiorista hay que tener la capacidad para establecer una comunión con lo viviente, proceso que requiere un grado de coparticipación del autor con la sustancia que le inspira. El autor tiene que tener la capacidad para auscultarse a sí mismo y auscultar las cosas. El creador de una obra literaria ha de abrir sus sentidos hacia los efluvios de la creación, condición indispensable para establecer un vínculo con la esencia de lo viviente. Con ese fin, busca el sentido profundo de fenómenos y cosas, y ese sentido profundo conlleva un proceso de interiorización en la realidad. La creación tiene el propósito de provocar una emoción estética y una fruición espiritual. Esa meta no se logra si el autor no escribe desde el interior de la cosa, única manera de captar su esencia y su sentido. Leer más

La presencia sutil en la lírica de Gustavo González Villanueva

 

Quien conoce su alma tiene

prados azules y cielos en las tardes”.

(Gustavo González Villanueva)

A Ekaterina Zamyshliaeva,

fulgor viviente con la gracia encarnada.

   Gustavo González Villanueva encarna la voz lírica más alta de Guatemala y una de las voces poéticas más eminentes de las letras americanas en lengua española. Continuador de la tradición literaria de los excelsos cultores de los clásicos españoles, en la alforja de sus valiosas creaciones florece la huella de una antigua sabiduría y la onda de una línea estética y espiritual con un alto grado de edificación y paradigma. Leer más

Movimientos literarios en América y la visión de la independencia

Resumen del contenido general

El siglo XIX es la etapa histórica en la que tienen lugar las luchas por la independencia de las naciones hispanoamericanas. Para la realización de esa empresa libertaria, fueron necesarias acciones heroicas que demandaron la participación de los próceres de la sociedad, así como de sus líderes, pensadores y escritores, razón por la cual la literatura fue una valiosa arma de combate intelectual que atizó las actuaciones  y los ideales separatistas en los diferentes pueblos del Continente americano. Leer más