Por Andre Klump
(Universidad de Trier)
- Introducción
“Unidad y diversidad”
El lema de la Real Academia Española (RAE 2016) y de la Asociación de las Academias de la Lengua Española documenta los dos ejes del cuidado de la lengua panhispánica en el siglo XXI: El objetivo principal es la preservación de la unidad del idioma en el mundo hispánico y, a la vez, el reconocimiento de la diversidad de sus variedades diatópicas. Por último, el debate lingüístico resultante acerca del carácter pluricéntrico del español como lengua mundial destacó el valor especial de ciertas variedades hispanoamericanas y de ciertos centros de irradiación, sobre todo en el caso del español mexicano en la Ciudad de México, del español argentino en Buenos Aires y del español colombiano en Bogotá. Sin embargo, ¿qué hay del prestigio o de la percepción interna y externa de otras variedades en Hispanoamérica, cuya distribución geográfica, cuyo número de hablantes y peso económico de la comunidad lingüística en cuestión son, en parte, mucho menores?
En el marco de mi ponencia me dedico a analizar uno de los principales actores del español caribeño insular que tiene su centro lingüístico en la capital de Santo Domingo: el español dominicano. Concretamente, me centraré en la cuestión de las actitudes lingüísticas de los hablantes dominicanos hacia su lengua materna y de los factores que constituyen estas opiniones acerca de su variedad antillana.
Para incluir también la movilidad como factor de influencia potencial, se tratarán no solamente las creencias y actitudes lingüísticas de los dominicanos en La Española, sino también las de los migrantes de procedencia dominicana en los Estados Unidos, en España, y, en menor grado, en Alemania.
En el año 2014, Glennys Miguelina Severino Cerda criticó en este ámbito temático la «precariedad de los conocimientos que se tienen sobre las actitudes lingüísticas en América, especialmente en República Dominicana». Como base de referencia, voy a integrar en mi conferencia todos los estudios ya publicados que focalizan, en particular, las actitudes lingüísticas de los dominicanos en ambas partes del Océano Atlántico.
- El español dominicano: Perfil distintivo e inseguridad lingüística
Según la zonificación general de Hispanoamérica de Pedro Henríquez Ureña (1921), el español dominicano se ubica en las tierras bajas, es decir en las zonas costeras y las llanuras, en las que la estructura lingüística –al contrario de las tierras altas– se caracteriza por un consonantismo demasiado débil y por un vocalismo bastante constante. Casi ninguna otra variedad del español americano difiere de manera tan amplia de la modalidad española peninsular.
Esto se debe sobre todo a dos fenómenos de articulación, que, si bien existen parcialmente también en algunas regiones del mundo hispánico (p.ej. en Andalucía), forman una parte integrante estructural en la lengua hablada del español dominicano. Así se producen la frecuente aspiración y la elisión de la -s implosiva en la conjugación y en la formación del plural casi independientemente del registro: “Se dice en todos los niveles sociales que el dominicano ‘se come las eses’” (Nuñez Cedeño 1980, 72). Ejemplos de ello son vamos [‘bamo], escalera [eka’lera]), los [loh] y escuela [‘ehkwela]).
Además, se considera típicamente dominicana la neutralización de los fonemas /r/ y /l/ en posición implosiva. Mientras que en Santo Domingo lleva en primer lugar al lambdacismo (p.ej. suerte [‘swelte], placer [pla’sel]), en el suroeste del país domina el rotacismo (salsa del pollo [‘sarsader’pojo]), en el este la elisión (fuerte [‘fwette], cantar [kan’ta]) y en el valle del Cibao en el norte la vocalización (comer [ko’mej], porque [poj’ke]). Este rasgo fonológico –y también el uso del pronombre impersonal ello– deja aparecer el español cibaeño como la variedad diatópica más destacada en el Caribe insular hispánico. Para ilustrar estos fenómenos marcados y tener una impresión del español dominicano, se presenta a continuación un extracto de la novela Papi de Rita Indiana Hernández (2004, 200-201):
Más gente empezó al llegar en guaguas, jeppetas, mulas, con banderas, afiches y con sus canciones que ellos mismos se habían inventado sobre papi y sobre mí:
Ya recibimo la clave
Pa acelera eta carrera
Mil Mercedes colol blanco
Uno para quien lo quiera
El gran podei de mi papi
Ve que tronco e corredoi
Mamey ei coloi dei bate
Con ei que ei juega softboi.
Las particularidades descritas combinadas con los fenómenos generales en Hispanoamérica del seseo (hacer [a’ser] y del yeísmo (calle [‘kaje]) así como la aspiración de la /x/ (mujer [mu’her], jefe [‘hefe]) han alejado considerablemente el español hablado en la República Dominicana de su forma escrita. Aparte de eso, ciertas divergencias morfosintácticas y léxicas de la norma lingüística han causado entre los hablantes una inseguridad que ha sido tematizada en repetidas ocasiones en obras lingüísticas correspondientes.
La inseguridad lingüística de los dominicanos se manifiesta por faltas ortográficas o ultracorrecciones en la prensa diaria y también en la señalización oficial. Es particularmente evidente en las publicaciones de recomendaciones idiomáticas y en las numerosas consultas lingüísticas a la Academia Dominicana de la Lengua. La inseguridad lingüística va acompañada a menudo de una visión negativa hacia la lengua materna:
Los dominicanos tenemos el problema que hablamos con faltas ortográficas […]. Aquí se habla con falta ortográfica, no sólo se escribe, sino que se habla también. (Hombre de clase alta, 35 años según Toribio 2000, 258).
- La supuesta ‘inferioridad lingüística’ en la República Dominicana
En varios estudios esta inseguridad lingüística ha sido identificada como la causa principal de la denominada ‘inferioridad lingüística’ o del denominado ‘pesimismo lingüístico’ de los hablantes dominicanos.
En 2009, Orlando Alba, profesor de Lingüística Hispánica en Brigham Young University y especialista en español dominicano, enfrentó en su libro famoso sobre la identidad lingüística de los dominicanos el pesimismo a la lealtad lingüística y, en otro estudio, mencionó «la actitud negativa hacia su propia manera de hablar». Según Domingo Caba Ramos, lingüista y articulista, los dominicanos «perciben el español que hablan y escriben como el más inferior de los dialectos que forman parte del mundo hispánico».
Para María José Rincón, coordinadora del equipo lexicográfico, coautora del Diccionario del español dominicano y miembro de número de la Academia Dominicana de la Lengua, la gran tarea de hoy es mejorar el conocimiento de los hablantes frente a su propia lengua para que no identifiquen automáticamente las diferencias lingüísticas como defectos, errores o incorrecciones:
Muchas veces hemos oído decir que los dominicanos hablan mal el español porque no pronuncian la z, porque “se comen” las eses… Estos rasgos, y muchos otros, no son producto de un error o de una incorrecta utilización de la lengua; son consecuencia del desarrollo histórico de la lengua, que implica cambio, adaptación y reorganización de los elementos del sistema lingüístico y que da lugar a la diferenciación dialectal dentro del sistema unitario y común de la lengua española, que usan para expresarse casi cuatrocientos millones de hablantes en todo el mundo. […] La actitud negativa por principio hacia el habla popular denuncia un sentimiento de inferioridad lingüística. […] Nuestra educación debe estar enfocada al conocimiento de nuestra propia realidad lingüística, a su valoración y estudio. […] Si podemos mejorar ese conocimiento también podremos transformar las actitudes de los hablantes frente a la lengua propia y, con ella, frente a sus propios valores culturales e históricos. (María José Rincón en ADL 2009)
El primer análisis de las actitudes lingüísticas de los dominicanos fue realizado por Manuel Alvar en el año 1983. De los 40 informantes dominicanos (22 masculinos, 18 femeninos) el 50% prefirió una columna periodística leída por un lector procedente de España mientras que solamente el 25% evaluó el texto articulado en variedad dominicana. Aún más significativa era la preferencia por la grabación presentada por una lectora procedente de España (un 60% vs. un 17,5%). Los motivos de la evaluación más positiva del español más allá del Atlántico eran complejos:
Preferían el español peninsular porque creían encontrar en los lectores de esa modalidad mayor grado de corrección, de instrucción, una mejor pronunciación o perfeccionamiento en la lectura y creían que en otros sitios también sería ésta la variedad más inteligible. (Alvar 1983, 238)
En el año 2004, Orlando Alba pidió a 138 estudiantes en Santo Domingo y Santiago de los Caballeros que evaluaran el español hablado en la República Dominicana. El 62% de los encuestados estuvieron de acuerdo (de ellos el 75% muy de acuerdo, el 25% de acuerdo) con la afirmación de que esta variedad era peor y menos correcta que las variedades del español en otros países del mundo hispánico, p.ej. en España o en Colombia. La confirmación más frecuente de la tesis se constató en Santiago (el 70% de acuerdo), mientras que en Santo Domingo el consentimiento y el rechazo quedaron al mismo nivel (el 51% de acuerdo). Sin embargo, a este sentimiento de inferioridad se opuso un fuerte sentimiento de solidaridad: el 87% de los interrogados (de ellos el 53% muy de acuerdo, el 34% de acuerdo) consideraron el español dominicano como un símbolo de la Dominicanidad, como una seña de identidad que debe ser cultivada (Alba 2004, cap. 5; 2009a, cap. 5).
Un estudio más actual sobre las actitudes lingüísticas en la República Dominicana fue publicado en el año 2014 por Glennys Miguelina Severino Cerda. Para tal fin fueron encuestadas en Santo Domingo 401 personas, que habían nacido (211) o que ya viven desde hace más de 20 años en esta ciudad (190). Según estos dos grupos, la forma más correcta de español se habla en España (42/31), después en Colombia (21/20) y en Venezuela (13/13). Se consideraron especialmente incorrectas las variedades de Puerto Rico (26%), de México (17%) y de la República Dominicana (11%).
En cambio, la propia modalidad dominicana se citó con mayor frecuencia en la categoría del “español preferido” (28,3%), por delante del español de España, (26,3%), Colombia (15,5%) y Venezuela (10%).
Lo decisivo eran ciertas asociaciones que los informantes enlazaron sobre todo con la comunicación cotidiana:
En el caso del español dominicano, estos calificaron su modalidad del español como con sentido del humor, cariño y de confianza en el trato. (Severino Cerda 2014, 1342)
Una investigación reciente de José María Santos Rovira (2017) con 57 informantes dominicanos de diferentes perfiles sociales constata una relación entre la actitud lingüística y el nivel de educación de los dominicanos: «Encontramos una clara división en la percepción de de la variación lingüística entre los dominicanos de alto y bajo novel socioeducativo.» Además, Santos Rovira (2017) observó que, desde hace 15 años, la actitud lingüística de las personas con mayor nivel educativo ha evolucionado positivamente frente su propia variedad.
En su tesis doctoral del año 2017 en la University of Bergen, Noruega, Roxana Sobrino Triana investigó las actitudes lingüísticas en el Caribe insular hispánico, es decir en Cuba, Puerto Rico y en la República Dominicana. La encuesta en Santo Domingo con 72 informantes mostró que los hablantes dominicanos identifican un parentesco lingüístico con los países del Caribe hispánico insular, pero en primer lugar con Puerto Rico y antes de Cuba se mencionan todavía los países hispanoamericanos de Venezuela y México.
Además, la encuesta reveló que, según la mayoría de los encuestados dominicanos, los rasgos característicos y distintivos del español dominicano se localizan en el nivel suprasegmental (ritmo, acento, entonación, duración) y fónico.
Finalmente, la mayoría de los informantes dominicanos valoraron su propia forma de hablar mejor que la variedad cubana o puertoricana.
- Linguistic insecurityy language loyality en los EE. UU.
Según el censo del año 2010, en la actualidad viven más de 50 millones de hispanos en los Estados Unidos (50.477.549), de ellos casi 1,5 millones de hablantes de procedencia dominicana (1.414.703). La comunidad dominicana (y también la cubana y la puertorriqueña) residen principalmente en Nueva York y en Florida (véase United States Census Bureau 2010).
Desde comienzos de los años 90, Ana Celia Zentella investiga el plurilingüismo y el uso de ciertos grupos de migrantes hispanoamericanos (Zentella 1990, 1997a, 1997b, 2007). En su estudio más reciente del año 2007 presentó los resultados de una encuesta efectuada a 266 latinos, mayoritariamente de la primera generación, de Puerto Rico (81), Colombia (72), Cuba (37) y de la República Dominicana (76).
En este contexto, los informantes dominicanos demostraron según Zentella “a higher rate of linguistic insecurity than the other groups of Latinos/as, and at both educational levels” (2007, 29), lo que se manifestó, entre otros aspectos, en la frecuente exigencia de los encuestados dominicanos de adaptación lingüística a la norma estándar de España (32%). Además, se reveló tendencialmente una evaluación negativa hacia el estatus del español dominicano en la autopercepción y la percepción extranjera: el 41% de los colombianos calificaron el uso del idioma de los dominicanos como incorrecto, incluso el 20% de los participantes interrogados consideraron como inconveniente ser identificado como dominicano por su idioma (véase Zentella 2007, 29-30).
El hecho de que en los Estados Unidos el español dominicano juega un papel identitario quedó demostrado por el estudio de Almeida Jacqueline Toribio del año 2000, que se basó en una encuesta dirigida a 46 hispanos de origen dominicano. También se puso de manifiesto que la lealtad lingüística de los dominicanos en la diáspora sirve tanto de solidaridad entre los dominicanos o hispanos como de distanciamiento de otros grupos de población, p.ej. de los vecinos haitianos o afroamericanos en Manhattan y Harlem:
The dominican dialect enjoys a considerable measure of a covert prestige as a symbol of national or group identity: it serves a unifying and separatist function, binding Dominicans to their Hispanic past and isolating them from their African und African-American neighbours. (Toribio 2000, 265)
- Inseguridad lingüística y lealtad lingüística en Europa
Según los datos del Instituto Nacional de Estadística (2016), casi 72.000 dominicanos viven actualmente en España, de ellos más de 25.600 en Madrid.
En 2014, Manuel Peralta Céspedes publicó un estudio sociolingüístico para lo cual había entrevistado a 30 personas nacidas en la República Dominicana (15m/15f). El objetivo era en primer lugar indagar el comportamiento lingüístico y la actitud lingüística de los migrantes dominicanos en Madrid. Al principio, los informantes fueron interrogados sobre la aceptación y el uso de dos fenómenos de la norma peninsular: El 66,7% de los encuestados afirmaron utilizar el pretérito perfecto, un tiempo de función limitada y poco usado en Hispanoamérica (2014, 51).
Por el contrario, sólo el 13,3% de los hablantes dominicanos adoptaron la realización de la /ɵ/interdental, una articulación típica del español peninsular (2014, 54).
En cuanto a su actitud lingüística hacia ambas variedades, el 53,3% de los encuestados caracterizó el español europeo como “más culto”, el 43,7%, en cambio, la modalidad dominicana como “más simpática y sociable” (2014, 58-59).
En general, –como también en los Estados Unidos– los migrantes dominicanos en Madrid han seguido siendo fieles a su idioma caribeño en el extranjero: el 50% calificó el español dominicano como variedad preferida, sólo el 30% de las personas interrogadas optaron por el español de la Península Ibérica (2014, 59).
¿Pero se cambia la actitud lingüística de los dominicanos cuando se fija la atención en un país en el que el español no es lengua oficial y que no forma parte de la diáspora tradicional de los dominicanos? La oficina de estadística en Alemania, por ejemplo, registró en 2015 oficialmente más de 6.400 dominicanos en el país. Una primera encuesta de mi centro de investigación, organizado por la estudiante Friederike Küpper, reveló un alto grado de lealtad lingüística en la comunidad dominicana:
“El análisis de los resultados en el contexto de la diáspora alemana indica una discrepancia ligeramente positiva en comparación a los encontrados en Nueva York o en Madrid. Podemos concluir por el contexto alemán-hispanófono un juicio de valor lingüístico de neutro hasta ligeramente positivo en combinación con una lealtad lingüística muy fuerte.”
Las citas siguientes documentan concretamente este sentimiento de identidad y bienestar hablando español dominicano en el extranjero:
̶ ¿Cómo se siente/te sientes hablando el español dominicano con estas personas?
̶ Y hablo español también con mi hija, ella no habla español. Yo me siento bien, no me gustaría que mi hija […] no lo pudiera hablar, el español dominicano, porque son nuestros raíces y si lo olvidamos, o lo dejamos, es como dejar una parte de nosotros.
̶ ¿Qué significa para usted hablar español dominicano?
̶ Bueno, tú sabes que esto es un país extranjero y cuando uno habla su idioma o uno se // se junta // tú sale’ con gente de su país y habla el idioma // uno se siente por unos momentos uno se siente […] en su tierra. Uno se siente en su ciudad, en su país. Es algo // es algo lindo. Ok.
- Niveles y factores de las actitudes lingüísticas de los dominicanos
Los estudios mencionados sugieren que el uso y la evaluación del español dominicano por parte de sus propios hablantes se ven influenciados e impulsados por dos fuerzas opuestas: La aspiración al ideal lingüístico ‘correcto’ según el modelo europeo y la búsqueda de preservación de la identidad en el sentido de la Dominicanidad.
La opinión positiva sobre el español europeo se basa en gran parte en la inseguridad lingüística y en el complejo de inferioridad lingüística de los dominicanos en su país y en el exterior, que están condicionados por las numerosas divergencias lingüísticas del la modalidad española peninsular. Aunque hay un amplio consenso en las investigaciones existentes al respecto, es evidente que cada estudio sólo prestó especial atención a ciertas particularidades del español dominicano. Los criterios lingüísticos principales son:
– el Seseo (Alvar 1983, Peralta Céspedes 2014, Severino Cerda 2014)
– el Yeísmo (Alvar 1983)
– la aspiración de la /x/ (Alvar 1983)
– la realización de la -s implosiva (Alvar 1983, Zentella 2007, Alba 2009b, Severino Cerda 2014)
– el cambio de la -r y -l implosivas (Alvar 1983, Toribio 2000, Alba 2009b, Severino Cerda 2014)
– la realización de la -d- intervocálica (Alba 2009b)
– la preferencia por el pretérito indefinido (Peralta Céspedes 2014)
– el uso obligatorio del pronombre sujeto (Toribio 2000, Alba 2009b)
– el uso del pronombre impersonal ello (Toribio 2000)
– la negación doble (Alba 2009b)
– el uso del pronombre delante del infinitivo (Alba 2009b)
– la falta de la inversión en el caso de construcciones interrogativas (Toribio 2000, Alba 2009b)
– las divergencias léxicas (Toribio 2000, Alba 2009b)
Debido a estos particularismos, sus propios hablantes caracterizan el español dominicano en general como “variedad discrepante y local” (Alvar 1983, 238), los hispanohablantes no-dominicanos lo consideran incorrecto (véase Zentella 2007, 29). Según los estudios sociolingüísticos, la mayoría de los dominicanos asocian con el español peninsular –para muchos dominicanos la clave del éxito social– un alto grado de calidad lingüística, prestigio, corrección, comprensibilidad, tradición e irradiación, como lo demuestran los siguientes comentarios de la encuesta de Severino Cerda (2014, 1333):
“allá está la Real Academia de la Lengua”; “allí nace el español”; “es la madre de la lengua”; “allí se cumplen las reglas del idioma”; “hablan con la ese donde va y son más cultos”; “cada palabra se pronuncia correctamente”; “pronuncian bien la ese y la zeta”; “hablan casi perfectamente”; “lo hablan correctamente, no utilizan jergas”; “hablan claro y bien”.
Sin embargo, una vez que cambie la perspectiva, la estructura y el estatus del español dominicano en el contexto panhispánico pasarán a un segundo plano. El foco está, pues, en el papel del propio idioma como enlace y símbolo de la comunidad social.
Por consiguiente, son pertinentes otras funciones lingüísticas, una nueva conciencia de identidad y, a la vez, una actitud lingüística (más) positiva: “El sentimiento de inferioridad es superado por el de solidaridad o de lealtad” (Alba 2009b, 377).
El hecho de que la identidad social y nacional se defina particularmente por el idioma, se manifiesta desde siempre en la Isla Española: Así, la lengua nacional española en su variedad dominicana representa la hispanidad, el kreyòl y el francés del vecino haitiano, la francofonía.
Pero también el factor de la movilidad refuerza el enlace –a menudo emocional– con la propia cultura: Los migrantes dominicanos en los Estados Unidos y en España se sienten “dominicanos primero, e hispanos después” (Alba 2009b, 380), diferenciándose así de los otros grupos de población (hispanohablantes o hablantes de otra lengua) y conservan durante generaciones su propio modo de hablar en la diáspora.
El español dominicano desde la perspectiva de sus hablantes
Aspecto:
Estructura y prestigio
del habla dominicana |
Aspecto:
Papel del habla dominicana
para la comunidad social |
Menor grado de
- calidad
- prestigio
- corrección
- claridad
- comprensibilidad
- tradición
- irradiación
|
Alto grado de
· símbolo identitario de la dominicanidad
· seña de “solidaridad y lealtad”
- distancia de otros grupos de la población
|
- Reflexiones finales
Desde el temprano estudio de Alvar (1983) se han realizado algunas pocas investigaciones empíricas sobre las actitudes lingüísticas de los hablantes dominicanos en el país y en el exterior. Aunque estas hayan proporcionado planteamientos, conocimientos y tendencias significativas, tanto en los estudios cualitativos (p.ej. Toribio 2000) como en los cuantitativos (p.ej. Severino Cerda 2014), sólo se las puede considerar válidas y representativas de una manera limitada, sobre todo por el bajo número de casos y por la selección insuficiente de los informantes según la edad y la clase social.
Aunque los estudios anteriores han formado un primer fundamento importante, falta todavía un proyecto de investigación internacional e interdisciplinaria que tenga el objetivo de identificar globalmente las creencias y actitudes lingüísticas de los hablantes dominicanos en su país y en el extranjero según los criterios de validez, objetividad y fiabilidad.
Las encuestas correspondientes mediante métodos cualitativos y cuantitativos no sólo deberían ser realizadas en la República Dominicana (Santo Domingo o Santiago), en Nueva York y en Madrid. Hay, además, otros destinos de la migración dominicana, p.ej. en Florida o en los Países Bajos, que abren en este contexto nuevas perspectivas de investigación.
Por último, desearía aprovechar esta oportunidad para subrayar el hecho de que hay diferentes variedades del español en el mundo pero que -como lo dice ya Manuel Alvar 1996- «no hay un español mejor». También Orlando Alba constató en 2009 que «desde una perspectiva teórica, científica y lingüística, de ninguna manera se justifica afirmar que una variedad geográfica de la lengua es mejor que otra». Y quisiera terminar mi conferencia con una cita correspondiente de mi colega María José Rincón, lingüista y miembro de número de la Academia Dominicana de la Lengua: «Nuestra forma peculiar de hablar el español, nuestra variedad dialectal, es igual de válida como cualquier otra».
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