Temas idiomáticos

Por María José Rincón

 

 SIN EXCUSAS

22/12/2020

En la actualización de 2020 del Diccionario de la lengua española no todo es pandemia y crisis sanitaria. La gastronomía, cada vez más popular y más global, se adueña de las nuevas entradas del diccionario.

Nos proponen los populares nachos, típicamente mexicanos, ‘trozo triangular de tortilla de maíz’ y aprendemos que la palabra procede del nombre del cocinero mexicano Nacho Anaya. Hay lugar para las delicias orientales, como el sabroso falafel (o faláfel) ‘bolas fritas de pasta de garbanzos u otras legumbres’ o el suculento tayín, un guiso norteafricano muy especiado que se cocina en particular cazuela con tapa a la que también llamamos tayín. También el sustantivo wok comparte la designación del utensilio de cocina (‘sartén ancha y profunda con asas utilizada en la cocina oriental para saltear’) con la del plato que en él se prepara. Descubrimos que el italianismo carpacho (‘plato de lonchas muy finas de carne o pescado aliñadas que se come crudo’) procede del apellido del pintor veneciano Vittore Carpaccio, porque la creación del plato estuvo inspirada en una exposición que se le dedicó a este pintor en su ciudad natal a mediados del XX.

Si consultan la nueva versión del Diccionario de la lengua española descubrirán que habla de nosotros. Consulten la nueva acepción de chenchén, ‘plato propio de la República Dominicana, elaborado con harina de maíz, aceite, sal y coco’. El chenchén y la discusión están servidos. Aparecerán tantas recetas de chenchén como cocineros.

Después de este banquete no nos vendrá mal practicar algo de zumba. El sustantivo zumba, masculino o femenino, también ha sido incluido en el diccionario para referirse a la práctica deportiva que combina el baile con ritmos latinos y los ejercicios aeróbicos. Se acabaron las excusas, sobre todo con la que se nos viene encima en estas fechas.

 

A LOMOS DE LOS LIBROS

29/12/2020

En mi 2020 los viajes han sido los protagonistas. He vuelto a recorrer las llanuras manchegas bajo un sol tórrido que me derretía los sesos contemplando en lontananza la figura amenazante de los molinos de viento. Me he pateado las calles y comercios de Madrid buscando el mejor género y he visto la vida pasar ante la mesa de un café y una humeante taza de chocolate. He cruzado la selva tropical buscando un lugar donde fundar una familia cerca del mar. He contemplado el Mediterráneo desde las orillas de Creta, temblando ante la idea del monstruo que habita el laberinto; he oteado el horizonte desde las alturas de Delfos preguntándome sobre el destino. He saboreado un coctel en un elegante hotel neoyorquino; al salir, las ardillas de Central Park me han recordado a las esfinges. En Moca he conocido historias que bien podrían escribir los antiguos griegos. Me he visto rodeada por la feraz naturaleza de la isla Española mientras abría trochas en la manigua inclemente y escuchaba palabras que en nuestra lengua nunca habían sido dichas. En París, de café en café, he añorado las calles de Buenos Aires. Bajo el aguacero he perseguido una botella de ron para beber con los amigos viendo anochecer sobre La Habana desde una azotea. He sentido el sonido del viento sobre los llanos de la Patagonia. He recorrido una y otra vez todos los caminos de la lengua, desde San Millán hasta Silos. De la mano de Miguel de Cervantes, de Benito Pérez Galdós, de Gabriel García Márquez, de Jorge Luis Borges, de Homero, de Dorothy Parker, de José Hierro, de Aída Cartagena, de Gonzalo Fernández de Oviedo, de Julio Cortázar, de Leonardo Padura, de Gabriela Mistral, de muchos y muchos diccionarios, he surcado todos los senderos a lomos de los libros y he dejado atrás confinamientos y toques de queda. ¡Que 2021 nos encuentre rodeados de libros!

 

DESCUBRIR Y DISFRUTAR

05/01/2021

¿Cuántos de nosotros hemos incluido libros en nuestra carta a los Reyes Magos? ¿Cuántos de nuestros niños les habrán pedido libros? De la respuesta podemos sacar algunas conclusiones sobre nosotros, sobre nuestra forma de estar en el mundo y de ser padres.

No nacemos con un libro debajo del brazo. No nacemos sintiendo pasión por la lectura. No nacemos con el hábito de la lectura. El amor por los libros y por lo que en ellos leemos se construye día a día. La primera piedra, y quizás también la segunda y la tercera, es tarea de los padres . Nuestros niños se interesan por los libros con curiosidad innata cuando su cercanía y la de personas que leen les pica la curiosidad. Descubren que los libros atraen la atención y pueden absorbernos, que ayudan a que nos relacionemos con el mundo, con el que está cerca y con otros muy lejanos.

Hay muchos hogares sin libros. Aunque es cierto que los libros son costosos y que vendría muy bien un buen plan de fomento de la lectura, no siempre la razón de la ausencia de los libros es económica. Hay mucho de desinterés, de carencias en la formación, de desconocimiento y de empobrecimiento cultural y humano. La pasión y el hábito de la lectura no los construye el profesor en la escuela; su tarea es mantenerlos y enriquecerlos. La pasión y el hábito de la lectura no los construyen las instituciones oficiales o culturales; su tarea es fomentarlos, hacerlos más accesibles para todos con igualdad de oportunidades. La pasión y el hábito de la lectura los construyen nuestros padres, incluso cuando todavía no sabemos leer, cuando cada noche antes de ir a dormir, cada tarde lluviosa, cada rato de espera, cada momento libre abren un libro ante nosotros y nos invitan a ver el mundo con ojos curiosos, apasionados, críticos, comprometidos, divertidos; en fin, cuando nos invitan a descubrir y a disfrutar de la vida que atesoran los libros.

 

NO SOMOS INFALIBLES

12/01/2021

Sancho Panza recrimina a don Quijote su afán por corregir los errores que comete al hablar y se queja de que le reproche a cada rato sus «voquibles», por querer decir sus «vocablos». Del mismo pie que don Quijote cojeamos algunos.

Nuestra lengua nos brinda un extenso abanico de posibilidades para referirnos a los errores, no solo a los lingüísticos. En el Diccionario de la lengua española descubriremos que un error puede ser ‘un concepto equivocado o juicio falso’, ‘una acción desacertada o equivocada’ o una ‘cosa hecha erradamente’. Vinculado con el sustantivo error nuestra lengua nos ofrece el verbo errar, con una peculiar conjugación. (Si se les atraganta, el diccionario puede ayudarles a salir a flote). De errar surge el sustantivo yerro, con una definición con regusto antiguo en el diccionario de la RAE: ‘Falta o delito cometido, por ignorancia o malicia, contra los preceptos y reglas de un arte, y absolutamente, contra las leyes divinas y humanas’.

Para referirnos a un error podemos elegir además los sinónimos confusión o fallo, o incluso el americanismo falla. Un error intrascendente puede considerarse peccata minuta, un leve traspié sin consecuencias o un lapsus insignificante, pero los errores pueden ser también garrafales, groseros o inexcusables; para estos reservamos los sustantivos aberración o atrocidad. Todos cometemos falencias (‘engaño, error’), precisamente porque somos falibles. Nadie es infalible (‘que no puede errar’), pues cada hijo de vecino puede cometer un error, caerincurrir o incidir en él; incluso muchos reincidimos en nuestros errores; otros, echando mano de lo coloquial, pifian o se la comen; tal vez llegan a lo malsonante y la cagan.

Algunos son capaces de aprender de sus errores; hoy, al menos, hemos aprendido de las palabras que nos sirven para nombrarlos.

 

DE ERRATAS Y YERROS

19/01/2021

La semana pasada reconocíamos nuestra capacidad para equivocarnos y la posibilidad de aprender de nuestras equivocaciones. (Por ejemplo, la palabra traspié apareció sin su correspondiente tilde). Erramos en tantas cosas que nuestras fallas se han ganado el honor de tener nombres especializados; algunos tan curiosos que bien merece que los recordemos.

Si confundimos épocas o sucesos históricos cometemos anacronía o anacronismo. Si tomamos una cosa por otra, somos responsables de un quid pro quo. Si el fallo está en el orden, estamos ante un baile, de cifras, de letras, de nombres.

Los números suelen jugarnos malas pasadas y los errores en los que se ven envueltos se pagan caros; quizás por eso hay tantas palabras para referirse a ellos. Para un error en las cuentas podemos elegir entre trabacuentatrascuenta o gabarro. Las letras no se quedan atrás. Un fallo al hablar es un lapsus linguae; si es al escribir, un lapsus calami. Para uno y otro existe también la palabra coloquial gazapo, que el Diccionario de la lengua española define como ‘yerro que por inadvertencia deja escapar quien escribe o habla’. Si la equivocación se produce en un escrito hablamos de errata o de yerro de imprenta; si el error se relaciona con la ortografía, encontramos las temidas faltas; si el fallo está relacionado con la sintaxis entonces cometemos un solecismo.

A veces la equivocación nace en una comprensión errónea o deficiente. Trasoír es un verbo precioso en nuestra lengua para referirse al hecho de oír mal lo que se dice; más bonito aún es trasoñar, ‘concebir o comprender con error algo, como pasa en los sueños’. El caudal de palabras en nuestra lengua es inagotable, casi como nuestros errores. Aprendamos a llamarlos por sus nombres.

Poemas de Francisco Arellano Oviedo

REINA ASUNTA AL CIELO te mirábamos

desde tierra, materna tu sonrisa

en señal de adiós. Ahogadas

las miradas tenían las mujeres;

los apóstoles calma simulaban,

sin mirarte —resintiendo ya tu ausencia—

iban y venían de un lado al otro.

Yo vi ángeles, tronos, querubines

agitando muy rápido sus alas

como colibrí que en un punto

se detiene, no avanza y está en vuelo.

Al remontar los cielos, melodiosos

cantos iban llenando los espacios,

cenzontles y gorriones reforzaron

el concierto del coro de los ángeles.

Cien palomas del campo y de Castilla,

ampliaron la fiesta celestial,

mientras palmas y paños se mezclaban;

al retornar las aves, fue difícil

distinguir diferencias de columbas

y palumbas, palomas y palomas…

MADRE DE LA ESPERANZA, como palmas

verdes de alta montaña son tus ojos,

nadando sobre su blanca esclerótica,

mirando con devoción todo el cosmos,

bello y exacto, ¡cual su Creador!

Verde de la clorofila para limpiar

el aire que respiramos cada día;

verde yerba que dilata horizontes,

verde mar, como color de la esmeralda,

verde y verde, ¡color de la esperanza!

Nuestra madre de la fe y confianza

es ejemplo; muy difícil la virtud

de la fe sin la presencia de la otra.

¡Madre verde, pues llénanos de esperanza!

REINA DE NICARAGUA, bello canto

de Tino López Guerra, el primero

que pidió tu presencia, Madre-Reina,

en la región de América Central.

Y viniste a Cuapa, la ignorada;

su honda simbología la supimos

por tantas maravillas ocurridas:

Cuapa es el ombligo del país,

su étimo náhuatl: nido de serpiente.

Tu visita cumplió las escrituras,

pues recuerda el Génesis que dice:

la virgen pisará la cabeza

del ofidio falaz. Con el porte

de muchacha del campo, sobre nube

desde el cielo bajó y Vargas Llosa

escuchó a Bernardo quien contó:

si los nicaragüenses se convierten,

su nación será como luz del mundo.

¡Madre Reina, llévanos donde el Padre!

AUXILIADORA DE LOS CRISTIANOS y los moros,

sé que en Lepanto de unos salvaste caras vidas

y de los otros, Vos tomaste almas sufridas:

¡Madre de todos…, nunca señora matamoros!

 

Mi virgencita bella: rosado el vestido,

azul el manto, cetro dorado, coronada

la frente, rubias sienes en oro iluminadas

por estrellas celestes y el Fruto más querido.

En mi ciudad natal te miraba, me gozaba

ver tu altar y cuadro soñado por don Bosco;

de Lorenzone el gran pintor —hoy lo reconozco—

nada sabía, mas en la obra tan preciada

sobre mi Virgen yo aprendí. Bienamada

vida de niño: ¡por nuestra Madre yo triunfaba!

 

Cuatro poemas de Versos para loar a nuestra Madre, de Francisco Arellano Oviedo, director de la Academia Nicaragüense de la Lengua. (Poematización de las letanías lauretanas, incluyen las últimas tres incluidas por el papa Francisco, en junio de 2020).  PAVSA, septiembre de 2020.

Año de Dante

Jorge J. Fernández Sangrador

 

Cuando, en 1921, Benedicto XV publicó la encíclica “In praeclara summorum”, dedicada a Dante Alighieri en el sexto centenario de la muerte del poeta (Rávena, 13/14 de septiembre de 1321), el Papa se lamentaba ya por entonces de que hubiese fuerzas sociales que intentaran eliminar la religión de la escuela y educar a los jóvenes «como si Dios no existiera». Lo de querer expulsar a la religión de dondequiera que esté es cosa que, como se ve, viene de antiguo. Y en aquellos tiempos no se hablaba de “deconstruccionismo”, pero esa era precisamente la noción que el Papa tenía en la cabeza cuando deploraba el que se explicase la “Divina Comedia” despojándola de su significado teológico.

Los últimos Papas han sido mucho de Dante. También el actual, que ha anunciado que, en este año, en el que se conmemora el séptimo centenario de la muerte del Sumo Poeta, publicará algunas consideraciones acerca de su figura. Pío XI tenía la “Divina Comedia” sobre la mesa de estudio siempre. Cuando era director de la Biblioteca Ambrosiana de Milán, la leía en los ratos de descanso. Y León XIII, buen conocedor de Dante, quiso, días antes de su muerte, según el testimonio de uno de sus colaboradores, tenerla junto a sí, para seguir nutriéndose, como había hecho desde su ya lejana juventud, del néctar celestial de los cantos. «Los más dotados, que no solo tengan en la mano día y noche un ejemplar de la “Divina Comedia”, sublime obra maestra, sino que profundicen también en todo cuanto hay en ella de inexplorado y de oscuro. Procuren leerla todos íntegramente, sin precipitación ni de prisa, sino con mente penetrante y reflexión atenta», pedía Pablo VI en la Carta apostólica “Altissimi cantus”, publicada el 7 de diciembre de 1965, víspera de la clausura solemne del Concilio Vaticano II.

En una conversación con el pensador Jean Guitton, el Papa Montini le manifestó: «Dante me ha estado presente continuamente durante todo el Concilio. El final del Concilio coincidía con el séptimo centenario de su nacimiento en Florencia. Y al terminar la cuarta sesión, hice enviar a los obispos, a los observadores y a los auditores un ejemplar impreso exclusivamente para ellos, ligero y de bolsillo, ilustrado con alguna miniatura tomada de un códice del siglo XV conservado en el Vaticano, como un recuerdo del Concilio y un breviario de poesía. Incluso me arriesgué a componer para esa edición una dedicatoria en latín lapidario, intentando trasladar lo que podía aportar Dante a nuestro ideal ecuménico».

Y de todos los Papas del siglo XX se podría decir algo respecto a su relación con Dante. Existe un libro, publicado en 2018, en el que la autora, Valentina Merla, ha recogido y comentado las referencias dantescas por parte de los pontífices reinantes entre el final del siglo XIX y el inicio del XXI. Se titula “Papi che leggono Dante”. De los más recientes, Benedicto XVI será el que haya que estudiar con particular atención. De modo que, en este Año Santo Compostelano, en el que se conmemora el séptimo centenario de la muerte de Dante Alighieri, habrá que leer detenidamente sus obras, pero, antes que ninguna otra, la “Divina Comedia”, con la que podremos realizar la más reparadora y salutífera de las peregrinaciones, la que discurre por dentro de cada cual, la del camino interior que conduce de la coacervación a lo esencial, la dispersión a la unidad, la fragmentación a la integridad, el engaño a la verdad, la tristeza al gozo, la desesperación a la esperanza, las tinieblas a la luz, el pecado a la gracia, el abismo a las alturas, el infierno al paraíso. (La Nueva España, domingo 3 de enero de 2021, p. 25).

 

Consistencia del idioma español

Por Segisfredo Infante 

 

No soy lingüista. No soy lexicógrafo. Pero siento una gran empatía con el idioma con el cual aprendí los primeros monosílabos y a escribir las primeras palabras tomadas de una Biblia ilustrada de “Mama-Toya”, el ama de llaves ocotepequense, quien me enseñó las letras iniciales de la “Torá” o “Pentateuco”, entre mis cinco y seis años de edad, en una casa del Barrio “Villa Adela” de la capital, cuando Tegucigalpa era todavía una pequeña y linda ciudad, inundada de neblinas amorosas durante casi todo el año, con transeúntes pobres, pero bien trajeados.

En la década del noventa del siglo próximo pasado, conocí a un personaje oriundo de una aldea de Talanga, que había cursado dos años de abogacía en la UNAH, y luego había logrado una beca en la Universidad de Berkeley, Estados Unidos. Hablaba inglés con bastante soltura; fingía que también hablaba japonés; pero despreciaba el idioma español (su lengua materna), al grado de subrayar en varias oportunidades que “el idioma castellano es un dialecto, inservible para la ciencia”. Tal expresión me la restregó sobre el rostro en varias oportunidades. Hasta el momento en que le dio por traducir “Teoría de Justicia” del filósofo estadounidense John Rawls. No le quise decir que el libro ya estaba traducido al español, para que me probara que realmente conocía ambos idiomas. Cuando me presentó su traducción de unas cincuenta páginas, me sentí defraudado. En primer lugar porque el libro originario es voluminoso. Y luego porque al leer aquella traducción, me enteré que el personaje hablaba inglés pero no sabía nada de gramática inglesa. Tampoco sabía hablar ni escribir español. Le pregunté que en dónde había cursado sus estudios primarios y secundarios. Me contestó que en Talanga. “Eso lo explica todo”, le reafirmé, para finalizar la conversación de aquel día.

Aunque leí diferentes cosas en mi preadolescencia, descubrí la verdadera riqueza de la lengua castellana al saborear, a los catorce años de edad, más o menos, una edición del “Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha”. Era una edición cervantina (lo he divulgado varias veces) ilustrada por Gustav Doré, con un español cargado de palabras y frases arcaicas, muchas de ellas hermosísimas. No me gustan las ediciones de “Don Quijote” que circulan con un español actualizado. En esto coincidimos con el poeta y prosista español, de primera línea, Miguel Albero Suárez.

Creo que uno de los mejores piropos al idioma castellano, lo lazó Sigmund Freud, cuando escribió una carta, a un amigo, en donde le relataba que estaba aprendiendo el idioma español para leer en su lengua original al “Quijote de la Mancha”. Destacamos aquí el concepto de “castellano”, porque así le llamábamos en primer año de secundaria en el Instituto Central “Vicente Cáceres”, bajo la influencia de los textos de Víctor F. Ardón, el primer hondureño que escribió un libro sobre filología castellana.

Un segundo gran piropo es que las “Obras Completas” del filósofo neokantiano y lógico matemático Kurt Gödel, fueron publicadas, por primera vez, en lengua española, creo que bajo el consentimiento del autor. Bien pudieron ser publicadas en legua alemana, considerando que el autor era de origen austro-húngaro. O publicadas en inglés, habida cuenta que era uno de los profesores de la prestigiosa Universidad de Princeton, en donde se hizo amigo íntimo de Albert Einstein. Universidad que ha sido visitada, en días recientes, por nuestro amigo el doctor Josué Danilo Molina, uno de los fundadores del “Círculo Universal de Tegucigalpa Kurt Gödel”. Pues bien. Para orgullo de los que hablamos y escribimos en la lengua de Miguel de Cervantes, Fray Luis de León, Juan de Yepes, Francisco de Quevedo, Góngora y Argote, y del padre Francisco Suárez, aquella obra científica completa de Gödel (el más relevante lógico matemático del siglo veinte, y quizás el más importante después de Aristóteles), fue publicada en lengua española.

Cuando Ortega y Gasset comenzó a lazar sus textos de pensamiento creador, muchos discutieron, incluso en España, si acaso la lengua castellana era apropiada para los moldes, o módulos categoriales, de la gran Filosofía. Tal discusión encontró eco en varios círculos intelectuales de América Latina. Creo que en parte por el viejo complejo de inferioridad criollo-mestiza. Pero con la obra publicada de Ortega y Gasset, de Xavier Zubiri y de David García Bacca, para sólo mencionar tres autores, se demostró que el español del siglo veinte es una lengua consistente. Consolidada. Propia para la gran Filosofía y las ciencias duras.

En el plano particular puedo presentar limitaciones. Pero cuando me asaltan dudas técnicas consulto con mi amigo Atanasio Herranz, creador de la escuela universitaria de lingüistas y lexicógrafos hondureños. O consulto con mi amiga Águeda Chávez. Por cierto que hace varios años Atanasio me trajo de Madrid el Manual del español correcto, de Leonardo Gómez Torrego. Sin embargo, esta es otra historia, que contaré después.

Evocación de René y Norberto

Norberto James, Bruno Rosario Candelier y Andrés L. Mateo,
en Madrid, en 1972.

 

Por Andrés L. Mateo

   En el 2013, el Ayuntamiento de San Pedro de Macorís y la Universidad Central del Este rindieron un merecido homenaje al poeta petromacorisano Norberto James, el ya célebre autor del poema “Los inmigrantes”, que representa la epopeya de ese conglomerado humano que la historiografía cultural dominicana llama “Cocolos”, y que llegaron de las islas del caribe con su propia cultura, y se adaptaron a la nuestra, y aportaron sus dioses y creencias, su forma particular de socialización, su visión del mundo y sus valores.

 

Norberto James nació de padres provenientes de esa inmigración, como Juan Sánchez Lamouth o Antonio Lockward Artiles, y yo recorrí con él un largo periplo de mi vida espiritual.

Después de la muerte de mi madre, y el exilio económico de la suya en los Estados Unidos, nos fuimos a vivir a la pen

sión de “doña prima”, en la calle Padre Billini esquina Santomé. Dos tipos con libros, que hablaban de poesía y creían en el mito de que la redención social era posible.

Por eso, mientras lo condecoraban yo comencé a pensar en René del Risco, con quien nos juntábamos a compartir entonces las mismas inquietudes. Era macorisano también, y tanto Norberto como yo lo queríamos mucho.

La mañana de un sábado de octubre de 1972 nos despedimos de René. En el viejo carrito “cepillo” de Tony Raful. Habíamos ido a su casa con Norberto James. Llovía y era sábado, las ciudades se entristecen entonces.

Norberto y yo nos íbamos del país, e inventariábamos los afectos para apertrecharnos contra el desarraigo.

René era ya famoso. Tenía una cierta posición económica, y estaba claro que nos envidiaba porque éramos nosotros los que partíamos. Teníamos urgencia de cuestionar el futuro (Norberto siempre decía: “Hay que irse, no se puede sonar como un tambor, vacío por dentro, tenemos que irnos a estudiar”); él estaba cansado, eran demasiados combates, demasiada soledad.

La conciencia se amolda a la molicie del presente, pero René era un insurrecto. La cara limpia, los cabellos mentolados, la mirada furiosa y escrutadora, el pecho un poco hundido hacia la pequeña jiba que se le hacía en la espalda.

Nos abrazamos y nos dijo de todo corazón: “Cuídense, muchachos”. Antes de irnos, nos pidió la dirección porque pensaba mandarnos algún dinero, y desplegó aquella sonrisa de niño sabichoso que siempre lo acompañaba.

Jamás lo volveríamos a ver. Nos enteramos de su muerte en el frío invierno europeo de 1972, camino a Cuba, que era nuestro destino. La realidad impone al ensueño su decorado, y puede que René se haya quedado tendido sin remedio ante la muerte, pero para mí que se fue con nosotros.

Quizás esto sea impensable (Jorge Luis Borges dice que la muerte es sólo un dato estadístico), pero tal vez no pudo soportar esa fuerza que de repente se le oponía, y a lo mejor todavía anda perdido por París.

La temporalidad es a propósito ambigua, Norberto y yo podríamos estar esperando todavía esa carta con algún dinero que nunca llegó. Y yo ahora lo miraba a él, el Cocolo James, siendo reconocido por el pueblo en que nació; y me llegaba la imagen de René, aquél sábado 8 de octubre de 1972, abrazándonos y diciendo, como en el viejo tango: “Adiós muchachos”.

Soy casi viejo y tengo derecho al inventario. Norberto acaba de morir.  La vida es siempre un viaje a las antípodas, un deseo incesante de perfección que nos obliga a hundirnos en ese terror que ni el insulto ni la pasión misma pueden evitar, contando con que la ignominia y la justicia, Dios y el horror, estarán eternamente fundidos.

Por eso, cuando la asfixia moral de una sociedad cercada por sus propios espantos me atosiga, regreso a esa estación de la vida en la que me están esperando tantos sueños perdidos.

¡Hay una audacia permitida que lo valida todo en el mundo de hoy! Pero en mi alma es sábado y está lloviendo. René del Risco Bermúdez sonríe, sin embargo es un hombre que debe morir.

¿No es inútil ese aire frío que lo ronda, esa altivez en que se admira, como Narciso mirándose en el fondo del agua?  ¡Oh, Dios! Tal vez sólo habíamos vivido en el seno de un lenguaje puramente poético, y deberíamos todos avergonzarnos de nuestros viejos combates. Pero en mi alma es sábado y está lloviendo…

Ahora es Norberto quien acaba de morir. Lo veo tremolar en su poesía lenta, morosa, parecida al transcurrir de la vida en los bateyes, Porque su escritura no tenía ningún otro lugar en los géneros literarios que no sea la lírica La lírica no tiene relación espacio temporal, no tiene sujeto.

Quien lee un poema echa a andar una historia que ocurre en el acto de la lectura. Por eso la poesía de Norberto es una lírica con personajes.

Cuando no son los “Cocolos” telón de fondo de su infancia y referentes épicos de sus angustias, son los exilios y los autoexilios. También el desarraigo y la nostalgia que en sus textos yacen tendidos a sus pies como un perro flaco. Norberto no podía ser otra cosa que poeta, y por suerte lo fue.

Es así como lo recuerdo, poetizándolo todo, abstraído, sumido en la incertidumbre de seleccionar la palabra precisa para esculpir la difluencia del instante. Certero, como un alfarero.

(https://hoy.com.do/recordando-a-rene-y-mirando-a-norberto-2/)

16 de enero de 2021

 

La Nueva gramática de la lengua española

Por Manuel Núñez

 

Cuando salió La Nueva gramática de la lengua española en 1931, tenía ya la apariencia de un libro polvoriento y obsoleto. En todo el siglo XX no pudieron completarse los esfuerzos que tomaran en cuenta los remezones que ya había introducido la lingüística en los estudios gramaticales. Las cuestiones de alto bordo que preocupaban entonces a los académicos eran, ¿cómo enfrentar la pluralidad de normas? ¿Cuál es el tipo de uso de la lengua que la corporación de la RAE ha de refrendar? Los criterios del purismo habían entrado ya en capilla ardiente. Nadie ponía ya como modelo el habla de alguna región en particular de las 21 naciones de mundo hispánico. El criterio, representado en los antiguos diccionarios, del crisol purificando en la fragua los metales, seguido del lema “Limpia, fija y da esplendor”, ya era, entonces, una antigualla. El nuevo ideal asumido por todas las academias resaltaba lo que contribuyese a la unidad del idioma, vale decir, el carácter panhispánico. Así se procedió con el Diccionario de la lengua española, con La nueva ortografía de la lengua española. Los equipos pluridisciplinarios de esta nueva gramática, bajo la batuta de D. Ignacio Bosque, tuvieron a su cargo la elaboración del texto final. Cada una de las academias llevó al seno del conciliábulo las informaciones de sintaxis, léxico, morfología, semántica y ortografía. Todas las consultas fueron compendiadas e incorporadas en esta obra monumental, que ha sido escrita tomando en cuenta las variantes geográficas, el contacto con otras lenguas y la diversidad de normas.

En 1922, en su Programa de gramática para profesores de bachillerato de Cuba, D. Max Henríquez Ureña, presentaba la gramática como la adquisición de una conciencia del uso. Y toma como faena ejemplar el empleo de la lengua que hacen las personas de mayor escolaridad y el que echan al ruedo los buenos escritores. Esta perspectiva del buen uso aparece ya en los variopintos ejemplos de esta nueva gramática, y ésa es una aportación notable. Es un uso que incorpora, por lo demás, pasajes de nuestros grandes escritores, entre los cuales hay desde luego varios dominicanos; aspecto del lenguaje de la prensa, que no se diga que queremos encorsetarnos en una lengua libresca. Y todo ello tomando la variedad de usos, que la vuelven, por vez primera, panhispánica. Hay muchas de las luces de don Max que esclarecen los problemas que aún se plantea, y que a partir de este primer jalón hay que seguir poniendo en el candelero: 1) la diversidad de denominaciones, correlativa a las diversas escuelas y doctrinas, y que aquí queda evocada por el deseo enciclopédico de compendiarlas, y tratar de desvanecer las confusiones que genera y la disparidad de criterios; 2) el predominio de las definiciones, colocadas muy por encima del buen uso, que, según decía D. Andrés Bello, es el de la gente educada; 3) dos valoraciones se disputan la legitimidad, la lógica, con arreglo a normas ya aceptadas y la histórica, con arreglo a la tradición de usos anteriores. La principal dificultad de la presente obra, radica en su prolijidad, que recoge la ambición de sus autores, pero hace que sea muy difícil, resolver los entuertos con los que habitualmente se enfrenta el usuario.

Son muchas las claridades que nos aporta esta nueva gramática. La primera es dejar zanjadas o resueltas las dudas relacionadas con las disparidades lógicas.

  1. En la secuencia de género el hacha, el ave, el agua teníamos aquel hacha, aquel agua, aquel ave para concertar la concordancia de género. Sin embargo, el uso impone una concordancia ad sensum, como la llamaba Samuel Gili Gaya, concordancia por el sentido. El agua estancada, el ave muerta en la carretera etc. Se mantienen como válidas las oscilaciones de género: La mar bravía, el mar picado. En expresiones como: esa chica es un marimacho; ésa es una marimacha. Se admite la dualidad. En otros casos derivados del llamado lenguaje de género, se manifiesta una tendencia de intensidad distinta, según los países, a emplear serie coordinadas de sustantivos que manifiesten los dos géneros: los trabajadores y las trabajadoras no reciben igual emolumento. Pero, en abundantísimos casos, resulta absolutamente innecesaria. Porque el plural del sustantivo masculino ha abarcado históricamente los dos géneros: los estudiantes, los vecinos; con los pronombres: muchos, algunos han venido y también comprende las designaciones del plural, fundada en un género los padres, los príncipes, los papás, los reyes.

En el caso particular de nuestros hablantes, se plantea, en muchos casos, variaciones en los heterónimos. Por ejemplo, el término general ovejas, refiérese en nuestro caso, a los carneros, los corderos, por igual, los chivos, comprende a las cabras, cabritos. Menudean, en otros casos, variaciones únicamente de artículo. Por ejemplo, en las designaciones de rangos militares: el cabo, la cabo, el sargento, la sargento, etc. En la lista de profesiones, cargos, títulos, empleos y actividades diversas la diferenciación se mantiene en o para el masculino y a para femenino. Ya se admite, abogado, abogada, síndico, sindica, diputado, diputada, etc.

  1. Resalta de modo particular, el caso de los plurales de las palabras latinas. Se adopta como regla que los terminados en r, no admiten variaciones: Imprimatur, exequátur, paternóster. Hay casos, en los que se pluraliza: magíster/magísteres, máster, másteres.

Los latinismos terminados en t se consideran invariables accésits, hábitats, déficits, superávits. Esta misma regla se aplica a los terminados en m, y esto sí que plantea una novedad para los que emplean la lengua culta en Santo Domingo. Por circunstancias de nuestra propia tradición, se consideraba como señal de incultura pluralizar en estos casos, y se empleaba como una norma no explícita, como plural de currículum, currícula, de pensum, pensa, desiderátum, desiderata etcétera. Ahora en la misma se emplea como regla única el añadido de la s para criterium, desiderátum, factotum, quidam, réquiem, vademecum, tándem, sanctasanctórum.

Hay casos en que la pluralización se ha convertido en naturaleza el ítem, los ítemes. En otros casos los latinajos sobreviven, alternando con formas hispanizadas, el forum, foro, auditorium, auditorio, podium, podio, memorandum, memorando. La tendencia a emplear los latinismos plurales terminados en a, tiene prosapia sajona. Corpora, currícula, data, media, memoranda.

Permanecen invariables en plural algunos expresiones latinas. Tales cassus belli, coitus interrumptus, currículum vitae, deliriums tremens, deus ex machina, gloria patri, hábeas corpus, horror vacui, lapsus calami, lapsus linguae, mea culpa, modus vivendi, modus operandi, nihil obstat, peccata minuta, totum revolotum, etc. y se pluralizan específicamente la función de número en el artículo.

Por lo que respecta a los demás préstamos extraídos del inglés, y referidos a la informática, se ha procedido a una hispanización generalizada. Tenemos escáner, escáneres, diskette, diskettes, unidad central de proceso, ucp, módem, ratón, casetera, disketera.

Otros plurales de anglicismos como panty, planteaban dudas, pues era hábito incluso en lengua escrita colocar panties, en lugar de pantys, forma plural calcada, en el caso dominicano del uso de la pieza masculina, los pantaloncillos, calzoncillos. Hay una buena proporción de extranjerismos completamente incorporados y castellanizados: eslóganes, suéteres, chóferes, traileres, pulòveres, neceseres, gángsteres, esmóquines, estándares, sándwiches, clubes, faxes, flux, fluxes. Aun cuando los italianismos espagueti, confeti, raviolis, constituyen ya de suyo un plural, se pluralizan en español con s

Siguiendo las andadas por aquellas porciones del texto gramatical que tienen que ver con la formas prevalecientes en el español dominicano, examinando las sufijaciones, los autores ponen de relieve la sufijación en ada, tomando las diversas casuistica que ya tenía primacía en el español dominicano: mondongada, espaguetada, caballada, para subraya grandes cantidades. Pero también pescozada, bofetada,puñalada para referirse a golpes. Se registra desde luego las formas para expresar un golpe con azo, fuetazo, correazo, cabezazo, cantazo, piñazo, coñazo, escobazo; pero también formas, que, aunque contienen, la sufijación de marras no expresar golpe: petacazo, trago ron, hermanada con multitud de expresiones hispanoamericanas relacionadas con lo mismo telefonazo hacer una llamada. Y no siempre son golpes, como en el decir nacional un gustazo, un trancazo; un frenazo tiene más sentido figurado, al igual que la expresión un espaldarazo, manifestación de apoyo; braguetazo, casarse con alguien rico; sablazo, engañar alguien.

Siguiendo el hilo de estas sufijaciones, hay aportaciones singularísimas relacionadas con nuestra propia formas de sufijación, oriundas en muchos casos de Canarias. Son las formas derivadas en dera: preguntadera, conversadera, vomitadera, gritadera, habladera, cocinadera, bebedera, comedera, llamadera, cargadera, llovedera, corredera, bailadera, gozadera. En las gramáticas anteriores, estas formas que gozan de una enorme vigencia, ni siquiera eran consideradas.

Registra como posibilidades arcaizantes en nuestra lengua algunas sufijaciones que aun se observan en los terminados en cion aburrición, tupición, pudriciòn. Como en otras porciones de las Antillas, la sufijación ura tiene buena cosecha: gordura, hartura, frescura, diablura. En el caso de la palabra calentura, tiene significado de fiebre, deseo ardiente, deseo sexual, irritación. Todas estas posibilidades se hallan compendiadas, y explicadas por vez primera, en nuestra gramática actual. Otras de las formas de sufijación, colocadas como rasgo nuestro en El español de Santo Domingo, de Pedro Henríquez Ureña, son las derivadas de era, en lugar de flojedad, prevalece entre nosotros, flojera, chochera, borrachera, ronquera

Sobran los elementos parasintéticos, extraídos de verbos cuya base está formada por sustantivos que designan animales culebrear, hormiguear, caracolear, zanganear, abejonear, cotorrear en la misma tesitura pendejear, compadrear, brujulear, guabinear, de guabina, pez difícil de agarrar, guabinoso, persona desconfiada, lenguetear chismear, orejear revelar secretos, cranear pensar, hamaquear llevar de un lado a otro, bufear burlarse de alguien.

Son todas formas que nos parecen familiares porque corresponden a nuestra variante lingüística. Los autores en cada momento, emplean todas las fuentes informativas del idioma. Las clasifican, y señalan su pertinencia geográfica. Así en España y en Santo Domingo, se dice para nombrar el dinero que nos queda, dame la vuelta, en el resto de América Central y porciones del Sur, el vuelto. Es común en muchos países la expresión embolsarse un dinero, aun cuando se prefiere la opción caribeñañ embolsillarse un dinero.

Otro aspecto son las derivaciones apreciativas. Dentro de éstas, el análisis de las variables caribeñas de los terminados en itico, itica: cerquitica, poquita, muchachita, una vueltita, traguito, friito, hembrita ,todito, lechoncito, cafecito. Esa formas de afecto, también pueden expresarse con la sufijación azo cuerpazo, piernaza, un carrazo, puestazo, cargazo, jefazo subrayan la desmesura.

Son muchos los hallazgos con los que tropezará el lector. Esta obra enciclopédica y monumental es como un inmenso laberinto que nos muestra todas las formas de la lengua. Es como descender al Aleph imaginado por Borges en el que confluyen todos los derroteros y se ensayan todas las posibilidades de ser, nos hallamos ante el retablo en el que se revelan las menudencias de nuestra lengua, pilar de nuestra cultura y de nuestra identidad como nación, hermanadas con otras naciones, con las que comparte el legado. Esperamos que esta sencilla y escueta invitación a la lectura suscite la curiosidad y amor por esta obra fundamental de un idioma que es ya la quinta lengua del mundo, sólo superada en hablantes por el chino, el inglés, el indostaní y el ruso; que es la primera de las lenguas romances, y que por la cantidad de naciones que la hablan como lengua no sólo oficial, sino patrimonial, se lleva las palmas de todas las lenguas de Occidente.

 

La lengua materna en la gestación de la conciencia

Por

Bruno Rosario Candelier

 

A

Alfredo Matus Olivier

 valioso cultor de la palabra.

 

La lengua materna nos retrotrae al estadio de la niñez en que aprendemos a hablar una lengua, que suele ser la que nos enseña nuestra madre al amamantarnos, educarnos y darnos cariño, cuidado y protección. Por eso llamamos “lengua materna” al idioma que aprendimos en el hogar donde nacimos, crecimos y nos desarrollamos.

Con la lengua materna se relacionan los balbuceos infantiles, el aprendizaje de voces y formas expresivas del lenguaje, el conocimiento del vocabulario con su dicción y su significado, los recursos idiomáticos y figurativos del habla y, para los que tienen una responsabilidad docente, la manera didáctica que propicie su enseñanza y aprendizaje. También la relación que el hablante establece con la lengua, el conocimiento del mundo y la necesidad de adquirir una oportuna destreza en el manejo del idioma.

Otros aspectos colaterales implicados en la lengua materna son la forja de la conciencia, el desarrollo del intelecto y la creatividad, así como el vínculo entre la adquisición de la lengua y construcción de una visión del mundo, que todo idioma implica en virtud de los conocimientos, actitudes y valores que las palabras formalizan.

Con la lengua materna tiene lugar la fragua del habla, la gestación de la imagen y el concepto, el desarrollo de la expresión oral, la comunicación verbal y la creatividad.

Palabras claves: lenguaje, afecto, concepto, imagen, conocimiento, creación.

 

El desarrollo de la conciencia en el niño 

El lenguaje, la ternura y el dolor troquelan las neuronas cerebrales que forjan el desarrollo de la personalidad y atizan el poder de la conciencia (1). Tenemos una personalidad física y una personalidad espiritual. A esta última la determinan la disciplina hogareña, la formación intelectual, el talante de la sensibilidad, el carácter individual, la inclinación estética, la orientación moral y la potencia creadora. Cuando el niño está en la etapa inicial de su desarrollo aprende la lengua de los hablantes que lo rodean, y de las palabras y oraciones que escucha, va asimilando la dicción de los vocablos, el significado de las palabras y el sistema como se combinan unas voces con otras para formar frases y oraciones en el habla y la escritura. El niño aprende a hablar como hablan los mayores que le rodean, y con el conocimiento de la lengua va adquiriendo el conocimiento del mundo; desde luego, primero entra en contacto con las cosas a través de su sensibilidad, y al entrar en relación con hechos, personas y cosas va conociendo la realidad y el sentido de fenómenos y cosas. En esa relación de su ser con las cosas en él se opera el mismo proceso que se operó entre los primeros hablantes cuando comenzaron a nombrar las cosas. Dice la Biblia que Adán comenzó a nombrar las cosas según iba conociendo plantas y animales y fenómenos de la naturaleza. Algo similar sucede con cada uno de los hablantes cuando entra en contacto con las cosas. Con la luz del sol podemos visualizar las cosas con suficiente claridad para apreciar los colores y la textura de las cosas, y al lapso entre el nacimiento y el ocaso del sol se le llamó día; y desde el momento en que la sombra cubre las cosas por la ausencia de luz, el mundo se llena de tinieblas, contexto al que se le llamó noche; y así se fueron denominando todas las cosas, nombradas con una palabra que las distingue, y eso da lugar, mediante la función denominadora del lenguaje, al conocimiento del mundo, que ofrece a cada hablante un punto de contacto con lo existente para que cada uno tenga una percepción singular de cosas y fenómenos, lo que sirve de base y cauce para nuestra creación verbal.

Se llama lengua materna al idioma con el que nuestra madre nos educa en la infancia y que sirve para hablar y forjar el desarrollo de la conciencia, al tiempo que gesta una visión del mundo.  Estudiosos del pensamiento y el lenguaje, como Heráclito de Éfeso, Guillermo de Humboldt y Ferdinand de Saussure, enseñaron que comenzamos a pensar con la lengua que aprendemos en la infancia. Logos es el poder de la conciencia para pensar, intuir, hablar y crear. Y esa capacidad humana se materializa en el proceso de simbolización del lenguaje, que las palabras formalizan en imágenes y conceptos de las cosas. Las tres vertientes de la realidad (cosas, hechos y fenómenos) el lenguaje las encarna con su poder de formalización verbal que compartimos con nuestros semejantes.

El desarrollo sociocultural requiere unas relaciones humanas que socializamos con el lenguaje, y desde niño aprendemos la manera adecuada para relacionarnos con personas, animales y cosas, y esas relaciones son más efectivas entre los humanos en virtud del medio de comunicación como la lengua, que propicia una conexión más efectiva, y si tenemos un buen conocimiento del instrumento de comunicación, más fecunda y provechosa es la relación que logramos con nuestros semejantes. Desde luego, a un mayor conocimiento del instrumental de comunicación, como son las palabras con la ortografía y la gramática incluida, hay un mejor conocimiento de las cosas porque la lengua pauta nuestro conocimiento del mundo. Somos lo que somos por el lenguaje, y mediante el lenguaje, que es la expresión del Logos, nos relacionamos con las cosas, nos comunicamos con otros hablantes, pensamos y reflexionamos, intuimos el sentido y el valor de todo lo existente y, desde luego, creamos ciencia, arte y sabiduría. Y testimoniamos, con el poder creativo de las palabras, el testimonio de nuestras intuiciones y vivencias.

Tenemos ciencia, arte y sabiduría para el desarrollo humano: ciencia, para el bienestar del cuerpo; arte, para deleite del alma; y sabiduría para la fruición del espíritu.

La lengua se aprende bajo el influjo intelectivo, afectivo y espiritual de la madre, que da sustento, cariño y cultura. El afecto materno troquela positivamente los circuitos neuronales del cerebro para sentir y aprender el patrón verbal de una lengua, y con ella la esencia de una cultura y el sentido de la vida.

Al recibir el don de la vida, los humanos recibimos el Logos de la conciencia, con el cual realizamos cuatro operaciones intelectuales, como son intuir, pensar, hablar y crear. Toda la cultura se funda en esas 4 operaciones del intelecto, que los humanos realizamos en beneficio de nuestro propio desarrollo material, social y operativo.

Las mismas necesidades materiales propician la utilidad del conocimiento y la creación intelectual, estética y espiritual. La curiosidad por lo desconocido es la motivación que impulsa el conocimiento y la creatividad. Saber es una necesidad de la conciencia. Y un cauce para el desarrollo que anhelamos.

Tenemos conciencia y, por tener conciencia, comprendemos las cosas, comprendemos el sentido y comprendemos el mundo.

Con el contacto sensorial y suprasensible, conocemos lo que las cosas son y el valor que las justifica. Mediante el concurso de los sentidos corporales entramos en contacto con las cosas, y conocemos para qué son buenas.  Mediante el concurso de los sentidos interiores, entramos en contacto con la esencia y el sentido de fenómenos y cosas y valoramos lo que son, y comprendemos su trascendencia.

Con el conocimiento de las palabras conocemos las cosas, se desarrolla la conciencia y se activa nuestro poder creador.

 

El lenguaje y la gestación de la conciencia 

Mediante el impacto de las sensaciones de las cosas en la sensibilidad, se atizan las neuronas cerebrales que activan la comprensión, la intuición y el pensamiento, base del desarrollo de la conciencia. Con el desarrollo de la lengua se aviva la gestación de la conciencia, la capacidad para conocer y pensar, el don para intuir y entender, el poder para hablar y crear, que son manifestaciones del Logos de la inteligencia humana.

Lo que pensamos, sentimos y realizamos, conforma nuestra visión de la vida, el mundo y la cultura. A eso se le llama cosmovisión. Todos hemos internalizado en la conciencia una visión del mundo, aunque no sepamos formalizarla en imágenes y conceptos, y aunque no tengamos consciencia de ese conocimiento.

Lo que sentimos, pensamos y queremos conforma el caudal de nuestras sensaciones, conceptos y anhelos, que se corresponden con la sensibilidad, la inteligencia y la voluntad, las tres grandes potencias de la personalidad.

La sensibilidad y la inteligencia constituyen, mediante la dotación del Logos, la vía para percibir nuestras intuiciones y la base de nuestra creatividad, cauce de nuestras sensaciones, percepciones y vivencias.

Creamos inspirados en nuestras intuiciones y vivencias. Al crear, al hablar o escribir, testimoniamos lo que percibimos desde nuestro punto de contacto con el Universo. Todos tenemos un punto de contacto con el Universo. Y el poder de la palabra y el don de la valoración y la creación.

Podemos testimoniar lo que experimenta nuestra conciencia a la luz del impacto que las cosas generan en nuestra sensibilidad. Podemos testimoniar nuestra percepción de fenómenos y cosas, si el alma de lo viviente toca nuestro ser con su influjo singular. Podemos testimoniar las irradiaciones provenientes de los efluvios de la Creación, si tenemos desarrollados los circuitos cerebrales de la sensibilidad trascendente para percibir los mensajes de lo Alto con las verdades de muy antiguas esencias.

Todos podemos hacer un aporte al pensamiento, al arte y a la ciencia desde nuestra peculiar visión y valoración de fenómenos y cosas, si hay en nosotros el deseo de saber, de crecer intelectual y espiritualmente, de testimoniar lo que intuimos y comprendemos.

El deseo de saber es una manifestación del eros platónico, que es la energía espiritual que activa el anhelo de conocer y lograr el crecimiento de la conciencia. El impulso que llamamos Eros no solo es erótico, sino también cognitivo y creativo ya que entraña un anhelo de conocer, de alcanzar un crecimiento intelectual, de medrar en la vida y testimoniar nuestros conceptos e imágenes de las cosas.

El anhelo de conocer engendra el conocimiento, y ese anhelo despierta en el niño la curiosidad por sentirlo todo, conocerlo todo, disfrutarlo todo y entenderlo todo. Y ya se sabe que la curiosidad por el saber desata la sensibilidad, desarrolla la conciencia y activa la vocación creadora.

Ante el conocimiento de las cosas nace la curiosidad por la palabra que sirve para conocer y explicar lo que conocemos, y se potencia el conocimiento del mundo y adviene la conciencia lingüística.

Con la conciencia de lengua, la curiosidad por el conocimiento y el deseo de creación se activan las células cerebrales, que se cargan con la energía del conocimiento y el aprendizaje del saber.

Sobre este aspecto escribió el prestigioso neurólogo dominicano José Silié Ruiz: “La curiosidad no solo aumenta las oportunidades de aprender, ella aumenta el aprendizaje en sí mismo. La curiosidad causa que el cerebro cambie de estado y amplifique el aprendizaje; esa condición es la que nos explica por qué estamos interesados en algunas cosas y en otras no. El aprendizaje, pues, es el proceso virtual del cual se asocian cosas, sucesos en el mundo, gracias a lo cual adquirimos nuevos conocimientos. Llamamos memoria al proceso por el que retenemos esos conocimientos a lo largo del tiempo. Los procesos de aprendizaje y memoria cambian el cerebro y la conducta del ser vivo que lo experimenta. En el ser humano estos procesos son fundamentales porque son los que nos permiten transmitir los conocimientos y crean cultura” (2).

El niño no sabe, pero lo vive y experimenta, que en el estadio inicial de su crecimiento y desarrollo sucede el proceso de mielinización cerebral mediante el cual se activan sus neuronas y reciben la huella de cuatro poderosas energías que van conformando su personalidad: la energía telúrica, con el aliento fecundante de la tierra, de cuyos frutos se nutre nuestro cuerpo; la energía erótica, que activa la sensibilidad para sentir y disfrutar el encanto de lo viviente; la energía logósica, que dota al cerebro el Logos de la conciencia para conocer y crear; la energía cósmica, que nos inyecta el aliento espiritual que nos conecta con la Fuente primordial del Todo. En la forja de la personalidad del niño intervienen la familia, el lenguaje, el afecto y la cultura.

Hay cuatro conceptos básicos que se olfatean desde niño, aunque no se tenga en esa etapa de la vida una comprensión de su alcance, como son intuición, conceptuación, inspiración y revelación.

   Intuición (de intus legere, ‘leer dentro’) es el poder del intelecto para captar el sentido de fenómenos y cosas; conceptuación es la capacidad para comprender el valor de cosas, ideas, ocurrencias: inspiración es una luz o soplo del espíritu para entender fenómenos y cosas; y la revelación es la recepción de un mensaje profundo que viene de lo Alto, de la sabiduría cósmica o de la misma Divinidad.

Desde la etapa infantil comienza todo lo que forja la personalidad del sujeto. Sentimos, pensamos y queremos. Lo que sentimos aporta al cerebro datos para la comprensión de las cosas. Por eso decía Aristóteles: Nihil est in intellectu quo prius non fuerit in sensu: ‘Nada llega al entendimiento sin antes pasar por los sentidos’. Efectuado ese proceso sensorial, adviene la conceptuación o realización de conceptos y de imágenes, base para la reflexión y la creación. Cuando pensamos, concebimos imágenes y conceptos. Pensar en conceptos es crear ideas de fenómenos y cosas; pensar en imágenes es crear una figuración de fenómenos y cosas. Quienes piensan en conceptos son los filósofos, científicos, tratadistas, ensayistas, teóricos o los hablantes cuando comunican mediante el lenguaje ordinario lo que sienten, conciben o valoran. Los que piensan en imágenes son los poetas, narradores, dramaturgos, músicos, arquitectos, escultores, danzantes, cuando dan forma a sus intuiciones y vivencias.

La capacidad para pensar se desarrolla con ejercicios de reflexión, interpretación y valoración de las cosas. La capacidad para sentir se acrecienta con ejercicios de contemplación y goce de lo viviente.

Para crear hay que aprender a contemplar. La contemplación es un ejercicio de la sensibilidad para sentir y disfrutar el encanto de las cosas. Al sentir lo que las cosas son y significan, apreciamos sus fluidos en la sensibilidad y los procesamos en la conciencia.

Tenemos sensibilidad, conciencia y lenguaje, que se desarrollan mediante el contacto con la realidad material y suprasensible. La creatividad se desarrolla mediante la observación de la realidad, la lectura, el cultivo del arte y la literatura, la interpretación de cuentos, poemas y estudios. En el desarrollo de la sensibilidad y la conciencia inciden los medios de comunicación y todo lo que toca los sentidos físicos y espirituales. Sabemos que el impacto de los medios audiovisuales y digitales de la realidad virtual ha ido modificando y redefiniendo la educación de los niños con los dispositivos electrónicos y su relación con la realidad sociocultural, y ese impacto electrónico está interfiriendo, positiva en algunos aspectos, y negativamente en gran parte de su desarrollo, su educación y su capacidad de comprensión de su propia realidad, así como de su propia lengua. El uso de teléfonos celulares y el abuso de los artefactos electrónicos con sus videojuegos está idiotizando a los niños con tal intensidad que parecen perder el interés por todo lo que no sea ese pasatiempo virtual a través de las ventanas visuales del internet ya que solo quieren dedicarse al chateo, el intercambio con internautas y el entretenimiento que propician los programas teledirigidos a través de esos recursos electrónicos. La vertiente negativa que al respecto está sucediendo entre infantes y mozalbetes es preocupante para padres, educadores, tutores, formadores y líderes de la comunidad.

En los últimos 30 años la tecnología electrónica ha transformado la cultura que el mundo había forjado en tres mil años. Y esa realidad se está reflejando en la formación intelectual, el aprendizaje y el conocimiento, la conformación cerebral y los intereses de los niños y los jovenzuelos y, desde luego, en el desarrollo de la lengua materna.

 

Lengua materna y creación literaria

Cuando la madre habla con el niño le transmite la forma de hablar, el uso de las palabras y el significado de las voces y las cosas y, por supuesto, su cultura, su religión, su visión del mundo y el fundamento moral, intelectual y espiritual de su conducta. La socialización del niño se logra mediante la relación centrada en el afecto y el lenguaje.

Los principios de sociabilidad, convivencia y moralidad se aprenden en el hogar con el ejemplo y la orientación de los padres y mayores. El sentido estético y espiritual comienza en la infancia con la vivencia de un arte, el cultivo del saber y la práctica de la religiosidad.

El desarrollo de la sensibilidad y el intelecto lo propician emociones estéticas y conocimientos que enseñen y edifiquen.

Cuando desde niño nos cuentan una bella historia o nos cantan bellas canciones o nos amenizan el momento con juegos comenzamos a valorar el arte de la narración y el arte de la canción y el deporte.  Cuando en mi niñez escuché a una señora decir que en su sermón el cura tiraba por su boca “pepitas de oro”, la frase me impactó, aunque entonces no sabía que se trataba de una metáfora.

En los hogares cuyos padres fundan sus actos en los ideales y valores que dan fundamento a una vida ejemplar, el niño aprende el sentido de un sano comportamiento y una convivencia positiva.

Si algo une a los poetas y los niños es la intuición, que es la facultad del intelecto con el cual asumen la sustancia de sus vivencias y el sentido de sus percepciones. El tema de la intuición está presente en la creación literaria y, desde luego, en la poesía y la narrativa para niños.

Tanto los poetas, los contemplativos y los niños se compenetran con lo viviente y tienen una particular relación con fenómenos y cosas en virtud de su sensibilidad empática con fenómenos y cosas.

Los poetas, como los contemplativos y los niños, experimentan una singular satisfacción al vivir sus emociones entrañables como una aventura de la imaginación para vivir en su mundo interior lo que la realidad brinda. De ahí la imaginación lúdica que viven los niños.

En la literatura concebida para niños sus autores, casi siempre adultos, recrean lo que entienden o suponen de la mentalidad infantil, y en su creación procuran el desarrollo de la sensibilidad y la conciencia de sus lectores. El niño vive el valor de las cosas mediante el sentido de la imaginación.

A los sentidos físicos de visión, audición, olfato, oído y tacto, hay que sumar los sentidos interiores, que son intuición, imaginación, memoria, sentido común y estimativa. Dichos sentidos son el medio de contacto de nuestro ser con el ser de fenómenos y cosas.

En el estadio de la infancia hay etapas en que el niño parece no diferenciar la realidad real de la realidad imaginaria. Vive la realidad como una ficción. Y su imaginario es cómplice de la realidad real.

Para el niño el mundo verdadero es el que recrea en su interior, que su imaginación concibe, perfila y certifica. Por eso, entre los rasgos de la literatura infantil figuran: 1. El sentido de lo maravilloso de sus aventuras y pasiones. 2. El tono lúdico de sus relatos y acciones. 3. El sentimiento de ternura y empatía hacia criaturas, elementos y cosas.

Los niños, los místicos y los contemplativos comulgan con el alma de lo viviente. Y se compenetran con el sentido de la Creación.

De ahí el valor de la realidad, según quien la contemple. Ante la realidad interior del sujeto puede acontecer una vivencia estética; ante la realidad natural, una vivencia cósmica; y ante la realidad sobrenatural, una vivencia mística. Por tanto, difieren la realidad interior, la realidad estética y la realidad cósmica.

Para la sensibilidad y la conciencia de los niños, la imaginación infantil de nutre de sueños, fantasías, ilusiones, inspiraciones y revelaciones.  Los niños experimentan una coparticipación con la cosa, vivencia que también tienen poetas, iluminados y místicos.

El poder de la intuición no requiere del conocimiento del mundo, ni formación intelectual o libresca, sino del contacto con la realidad. Por eso la intuición se auxilia de los sentidos, no de la razón.

No hay restricción de temas y motivos, aunque en sus vivencias y creaciones figuran siempre la realidad con la belleza y la verdad.

   La madre sabe cómo inducir la imaginación de su hijo en el uso del lenguaje y la creatividad. La tarea primordial de la imaginación poética es la invención de la forma que canaliza el tema que motiva y entusiasma para testimoniar lo que experimenta la sensibilidad y concita la inteligencia.

La lengua es la plataforma verbal que da cuenta de las cosas que las palabras encarnan, perfilan y representan. Aunque nacemos con la capacidad para hablar una lengua, no venimos al mundo con el conocimiento de un idioma. Para aprender una lengua, el niño tiene que socializarse en una cultura, tener la capacidad de intelección y la habilidad para desempeñarse en el uso de las palabras.

Tres son los factores determinantes de la personalidad:

  1. Plataforma biológica o clave bioquímica en la que descansa la dimensión corporal del sujeto, base de la personalidad física.
  2. Urdimbre afectiva o clave psicológica en la que se funda la faceta emocional del sujeto, base de la personalidad psíquica.
  3. Aliento trascendente o clave mística en la que se consolida el aura sutil del sujeto, que revela la personalidad espiritual.

Esas tres dimensiones, concatenadas en la configuración biológica, emocional y espiritual de una persona, se manifiestan en la conducta, el lenguaje y la creación, sea científica, filosófica, artística o literaria.

Es importante la gestación de una mente sana, equilibrada y normal en los niños para evitar en la edad adulta actitudes resentidas, comportamientos egoístas y acciones miedosas, lo que influiría no solo en las relaciones con los demás, sino en la percepción de la realidad y la valoración objetiva y cierta de las cosas. Asumimos la realidad como somos en nuestro interior: “Nada es verdad ni es mentira/todo es según el color/del cristal con que se mira”, expresan unos versos de un poeta español.

No podemos confundir la verdad subjetiva con la verdad objetiva, o la verdad de juicio con la verdad de hecho. Y eso se aprende desde la infancia, en un hogar centrado en el amor, la virtud y la bondad.

Con mirada de niño, que es una mirada cómplice y empática, los textos de los escritores que cito como ilustración tratan de interpretar lo que sienten, hacen, viven y disfrutan los niños en su relación con las cosas, como se puede apreciar en los siguientes ejemplos.

El afecto y el lenguaje, dos atributos que se aúnan en el corazón de la madre cuando acuna en su regazo al niño que gestó en sus entrañas, dan cuenta de lo que hace la sensibilidad y la conciencia para darle sentido y trascendencia a la vida, según revela la poeta romántica dominicana del siglo XIX Salomé Ureña, cuando evoca en su poema “A mi madre”, fuente del aliento y cauce de la vida:

 

Mi voz escucha: la lira un día

un canto alzarte quiso feliz,

y en el idioma de la armonía

débil el numen ¡oh madre mía!

no halló un acento digno de ti.

 

¿Cómo tu afecto cantar al mundo,

grande, infinito, cual en sí es?

¿Cómo pintarte mi amor profundo?

Empeño inútil, sueño infecundo

que en desaliento murió después.

 

De entonces, madre,

 buscando en prenda,

con las miradas al porvenir,

voy en mi vida, voy en mi senda,

de mis amores íntima ofrenda

que a tu cariño pueda rendir.

 

Yo mis cantares lancé a los vientos,

yo di a las brisas mi inspiración;

tu amor grandeza dio a mis acentos:

que fueron tuyos mis pensamientos

en esos himnos del corazón (3).

 

Ante una mirada amorosa hacia lo viviente con la inspiración de una verdad profunda, la verdad poética que intuye el corazón, le tributó un reconocimiento universal al autor de El Principito, el escritor francés Antoine de Saint-Exupery, por su intuición de que “lo esencial es invisible a los ojos”. Y así es, porque lo que permanece y trasciende, otorga el sentido a todo y mueve la sensibilidad y la conciencia desde nuestra infancia, cuando sentimos y actuamos con espíritu abierto, limpio y espontáneo con una vida en armonía con la naturaleza bajo el aliento sutil que nos sostiene. Dice El Principito:

 

El principito se fue a ver nuevamente a las rosas:

   -No sois en absoluto parecidas a mi rosa; no sois nada aún -les dijo-. Nadie os ha domesticado y no habéis domesticado a nadie. Sois como era mi zorro. No era más que un zorro semejante a cien mil otros. Pero yo lo hice mi amigo y ahora es único en el mundo.

   Y las rosas se sintieron bien molestas.

   -Sois bellas, pero estáis vacías -les dijo todavía-. No se puede morir pos vosotras. Sin duda que un transeúnte común creerá que mi rosa se os parece. Pero ella sola es más importante que todas vosotras, puesto que es ella la rosa a quien he regado. Puesto que es ella la rosa a quien puse bajo un globo. Puesto que es ella la rosa a quien abrigué con el biombo. Puesto que es ella la rosa cuyas orugas maté (salvo las dos o tres que se hicieron mariposas). Puesto que es ella la rosa a quien escuché quejarse, o alabarse, o aun, algunas veces, callarse. Puesto que ella es mi rosa.

   Y volvió hacia el zorro:

   -Adiós -dijo.

   -Adiós -dijo el zorro-. He aquí mi secreto. Es muy simple: no se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos.

   -Lo esencial es invisible a los ojos –repitió el principito, a fin de acordarse.

   -El tiempo que perdiste por tu rosa hace que tu rosa sea tan importante.

   -El tiempo que perdí por mi rosa… -dijo el principito, a fin de acordarse.

   -Los hombres han olvidado esta verdad -dijo el zorro-. Pero tú no debes olvidarla. Eres responsable para siempre de lo que has domesticado. Eres responsable de tu rosa…

   -Soy responsable de mi rosa… -repitió el principito, a fin de acordarse (4).

 

En “Labios”, genuina creación poética de Miguel Solano, el poeta interiorista que tiene conciencia de adulto y sensibilidad de niño, se sitúa en el corazón de los infantes y asume su imaginación para recrear una amorosa visión del mundo mediante el lenguaje del amor con el que siente y expresa el encanto y el sentido de lo viviente a la luz de lo que embellece y edifica:

 

Concentró la esperanza del Universo

 en sus labios y yo pude masticarla.

Labios que sostienen el idioma sagrado

el paladar simbólico

la iniciación del ser

labios que me entregaron las verdades altas.

Ahora me acojo al recogimiento de sus recuerdos

a la muerte de la ausencia que renace,

labios que al adueñarse de mí

se adueñaron del arte por excelencia

e hicieron de mi corazón un polvorín de amor (5).

 

El niño lo siente todo porque todo lo entiende con el corazón. Con su sensibilidad abierta y empática, se comunica con todo, lo sufre y lo goza todo con su identificación emocional, imaginativa y espiritual con lo viviente. Por eso decía el Maestro de Nazaret que había que volverse como un niño para sentir y saber que vivimos en un paraíso, que es la manera de abrirse con amor a todas las cosas bajo el fulgor de lo viviente.

 

Bruno Rosario Candelier

Academia Dominicana de la Lengua

Santo Domingo, 19 de febrero de 2020.

 

Notas:

  1. El médico, académico y pensador español Juan Rof Carballo, en Urdimbre afectiva y enfermedad (Logroño, Universidad de La Rioja, 1961, 69ss.) ponderó el afecto y el lenguaje como los dos factores determinantes que troquelan las neuronas del cerebro para forjar el desarrollo de la conciencia y la personalidad.
  2. José Silié Ruiz, “El cerebro, curiosidad y memoria”, en Hoy, Santo Domingo, edición del 21 de diciembre de 2019, p. 8A.
  3. Salomé Ureña, Poesías escogidas, Ciudad Trujillo, Rep. Dominicana, Librería Dominicana, 1960, pp. 102-103.
  4. Antoine de Saint-Exupery, El Principito, Santo Domingo, S/n de edición, 1992, pp. 72-74.
  5. Miguel Solano, Yo soy la imagen/Io sono limmagine, Santo Domingo, Ediciones AQI, 2008, p. 36.

 

Mística: “Dar a luz la luz”

Por Luis Quezada Pérez

 

Maestro Eckhart (1260-1328)

Itinerario de la interiorización hacia la iluminación

 

“Deja de buscar fuera;

Deja de buscar maestros;

Busca dentro de ti mismo

Y encontrarás al Maestro”.

     Maestro Eckhart

 

Un acercamiento a la mística del Maestro Eckhart

  1. Para Eckhart, la MÍSTICA es un doble movimiento:

“ENTRAR dentro de uno para ENCONTRARSE con el SER, que es AMOR; y SALIR hacia fuera de uno para ENCONTRARSE con los seres y testimoniar ese AMOR”.

  1. Eckhart señala que la mística es un encuentro donde el místico dice: “Eureka, lo he encontrado. Hemos conocido el Amor”.
  2. Un dato interesante que se encuentra en los escritores místicos importantes como Eckhart, Juan Tauler y Enrique Suso, es la relación entre la profundidad de la experiencia espiritual y la dinámica del amor solidario.
  3. En uno de sus sermones alemanes, Eckhart dice que “cuanto más el ser humano llega al fondo y a lo más íntimo de su ser, tanto más se derrama plenamente sobre las criaturas, porque aquello que descubre, experimenta y encuentra es por esencia comunicable, de manera que cuánto más penetra el ser humano en su mundo interior, más le urge comunicar lo contemplado hacia el mundo exterior, pues el resultado más efectivo de esa interiorización es la dinámica del amor”.
  4. En otra parte de sus sermones, Eckhart expresa: “Cuando el ser humano fluye totalmente en Dios, no puede dejar de comunicar algo que no sea amor”.
  5. La contemplación le lleva a Eckhart a desarrollar una poderosa conciencia y sensibilidad social. Es conocida su frase: “Quien no da al otro lo que es del otro no come su propio pan, sino el suyo y el del otro”.
  6. Eckhart está convencido de que “hay que contemplar para amar”. Por eso, a mayor contemplación, mayor comunicación: “Mientras más contemplas más comunicas hacia el mundo externo lo que has encontrado”.
  7. De ahí que Eckhart define la mística como “una búsqueda interior y una comunicación exterior”. La mística es un camino de búsqueda interior para contemplar el Sentido y de acercamiento y proximidad exterior para comunicar y testimoniar el Sentido contemplado.
  8. Eckhart dice que “el Sentido no es algo sino Alguien y que ese Alguien es la plenitud del Ser”. Y que “la esencia de ese-Alguien-Plenitud-del-Ser es el Amor. Por eso, encontrarse con Él no es aislarse, sino identificarse con Él para comunicarle, porque el amor es intrínsecamente comunicable, no aislable”. “El amor, sostiene Eckhart es de por si expresivo, comunicativo, difusivo”.
  9. Es conocida también su frase: “La mística es la vida en el Amor y el Amor en la vida”.
  10. La contemplación, aunque estemos solos, no nos lleva a la soledad, pues al descubrir la fuente del ser que es el Ser-Amor, nos vuelve cercanos, próximos a los demás; nos hace ser compañía, familia, solidaridad, cercanía. “La intimidad con el Ser se convierte en proximidad con las criaturas”.
  11. La mística, según Eckhart, produce el verdadero conocimiento del ser: “Conocer es asomarse a la interioridad para acercarse a la exterioridad”.
  12. Eckhart bebió de la fuente de Agustín para acercarnos a la interioridad. Recordemos que “Las Confesiones” de Agustín son una verdadera narrativa filosófica y teológica de la interioridad”.
  13. Fue de Agustín que Eckhart aprendió lo del “Magister interior”: “El Ser enseña desde dentro del ser. Por eso, para aprender, hay que entrar. Y se entra, no para aislar, sino para salir de otro modo hacia los demás seres”.
  14. “Esa aparente soledad del místico le lleva al mayor grado de acercamiento a las criaturas”.
  15. La dialéctica interior-exterior de la mística viene dinamizada por el flujo del amor. Eckhart dice: “Amar a Dios sobre todas las cosas solamente se descubre entrando en sí mismo. Si te amaras realmente desde el fondo de ti mismo, amarías a todos los hombres como a ti mismo”.
  16. Para Eckhart, la interioridad es necesaria para vivir la existencia auténtica. Retomo aquí aquella frase de Daniel Beltré López, que es muy eckartiana: “Convencidos de que lo mejor de la vida lo llevamos dentro”.
  17. Veamos ahora una aproximación al planteamiento místico-metafísico de Eckhart para acercarse al Misterio.
  18. A la mística de Eckhart se le ha llamado mística metafísica.
  19. Alguien ha dicho que la mística de Eckhart tiene “sabor franciscano” y su metafísica tiene “sabor tomista”.
  20. Pienso que su mística está poderosamente influida por San Agustín, que lo hace construir una teología apofática: “Ante Dios, ya no hay palabras; solamente contemplar y celebrar”.
  21. Eckhart arguye: “La razón no puede razonar a Dios, porque El es supra-racional, está por encima de la razón. Es una trampa querer racionalizar a Dios. Dios es razonable pero no racional”.
  22. ¿Qué busca un místico?, se pregunta Eckhart; y se responde a si mismo: “Busca el Ser, busca el Amor”. Es como escarbar en la arena del desierto buscando agua. Si el místico busca el Ser-Amor, busca lo más sano, profundo, esencial y primordial de la existencia humana. Un místico vive en una dimensión profunda de sanidad existencial.
  23. Y esa búsqueda contemplativa no debe ser algo extraordinario, ni el místico hacer cosas extraordinarias. En la cotidianidad de la vida está la verdadera mística.
  24. “Un místico es un creyente del Amor. Solo el amor nos hace creer (influencia de Eckhart en Hans Urs von Balthasar, que dijo: “Solo el amor es digno de fe”).
  25. Los místicos son los verdaderos cirujanos de la introspección, más que los psicólogos. Se pregunta Eckhart: “Qué buscamos cuando nos metemos dentro de nosotros mismos? Tres cosas: El sentido, la felicidad, el amor.
  26. Eckhart señala que “el hombre padece una nostalgia por el Ser; “el ser tiene anhelo del Ser”.
  27. El Ser no hay que buscarlo fuera, sino dentro: “Dios no está fuera de ti, pues es como una fuente que mana de ti, rebosante”.
  28. “Descubrir el Ser es descubrir el Amor. El amor es la energía que lo une todo. Somos amor”.
  29. La mística de Eckhart es metafísica: está centrada en el ser.
  30. Eckhart estaba obsesionado con tres palabras: nada-ser-Ser
  31. Es famoso su planteamiento metafísico: “El Ser sacó de la nada el ser para que llegara a ser parte del Ser”.
  32. “La Mística es un encuentro con el Ser, dentro del ser, para que el ser llegue al Ser”.
  33. La metafísica de Eckhart está cimentada en Platón, Plotino y Proclo.
  34. La trayectoria existencial, seral para Eckhart es esta: De la nada al ser en el Ser para el Ser”.
  35. Las frases de Eckhart son verdaderos acertijos: “En el ser humano, lo profundo de su ser, no es su ser, sino el Ser”. Esto es muy agustiniano: Deo intimo, intimo meo, Dios está más dentro de mi que yo mismo, pues El es la ultimidad de mi mismidad.
  36. “Somos una nada que aspira al Ser” dice Eckhart en su obra El fruto de la nada.
  37. Es clarísimo que el maestro Eckhart bebió de la filosofía de Plotino y de Agustín.
    • Plotino: “Todo es Uno”
    • Agustín: “El Uno es Amor”
    • Conclusión de Eckhart: “Todo es Amor”
  38. La frase del evangelio de Juan (“Que todos sean uno”), se convirtió en una obsesión metafísica en Eckhart.
  39. Decía: “La unificación es la meta del camino místico. Venimos de El, somos en El y vamos a El. El hombre es Dios “por gracia” y Dios es Dios “por naturaleza”.
  40. Estas frases fueron tildadas en su tiempo de panteístas y le hicieron vivir un calvario, pues un hombre que amaba la Iglesia, comenzó a tildársele de hereje.
  41. Leer superficialmente a Eckhart es peligroso, pues él caminó sobre la cuerda haciendo equilibrio, y no todos podemos hacerlo de igual manera.
  42. En realidad, Eckhart no fue pan-teista (todo es Dios) sino pan-en-teista (Todo en Dios).
  43. Dice Eckhart: “El ser trasciende el ser porque culmina en el Ser”. Eso no es panteísmo, sino panenteísmo.
  44. Su camino místico está basado en lo que él llamó el desasimiento (gelazenheit”). El desasimiento consiste en dejar atrás el ser para encontrarse con el Ser.
  45. Su famosa máxima “hay que contemplar para amar”, la fundamentó bíblicamente en el famoso pasaje de Lucas 10, 38-42, referido a dos mujeres, Marta y María. El comentario de Eckhart está totalmente divorciado de la exégesis tradicional que se hace sobre este texto, la cual contrapone contemplación y compromiso. Para Eckhart, Marta y María no son dos tipos de personas, una activa y otra contemplativa, sino dos aspectos del ser cristiano que deben coexistir en una misma persona. Todos debemos ser Marta y María.
  46. Eckhart movió su pensamiento místico-metafísico a través de paradojas que sacadas de contexto, pueden generar confusión: “No puede verse más que por la ceguera”; “conocer por el no entendimiento”; “comprender por la sin razón”. Eckhart es un gigante de la mística, de la metafísica y de la teología.
  47. Juan Tauler decía refiriéndose a su maestro Eckhart: «Él hablaba desde el punto de vista de la eternidad, y vosotros lo habéis entendido según el tiempo».
  48. Por eso, para Eckhart, la mística era como un parto difícil, doloroso y delicado. En frase feliz de él: “La mística consiste en dar a luz la Luz”. Su mística es por tanto mayéutica: “dar a luz” el Misterio en nosotros.
  49. Eckhart veía la mística como un proceso dosificado, ordinario, de simplicidad, donde hay que ir despacio: “La mucha luz es como la mucha oscuridad: no deja ver”.
  50. Eckhart afirmaba: “Si hurgamos dentro de nosotros mismos, al fondo encontraremos una luz que nos disipa toda duda”.

Entrada de Meister Eckhart en la iglesia de Erfuert, con la inscripción “Das Licht leuchtet in der Finsternis, und die Finsternis hat es nicht erfasst” (“La luz brilla en las tinieblas y las tinieblas no prevalecieron contra ella”)

  1. Eckhart bebió de Orígenes la metáfora de la luz.
  2. Según Orígenes, “puesto que nuestra vida es una noche, tenemos necesidad de una lámpara. La lámpara es la palabra: Tus palabras, Señor, son lámparas para el camino, luz en mi sendero, salmo 119.
  3. Eckhart aplica las categorías bíblicas del éxodo y el exilio a la creación y la existencia humana: “La vida es un exilio (creación) del Ser del cual salimos y es un éxodo (descreación) de los seres al Ser hacia donde volvemos”.
  4. La mística consiste en “dejar a Dios ser Dios en nosotros”.
  5. Siguiendo el planteamiento bíblico eckhartiano, “cada criatura es una palabra de Dios”. La idea central y sublime del Meister Eckhart es la posibilidad del nacimiento de la Palabra en el alma, es decir la vinculación entre el alma y Dios mediante el Nacimiento del Verbo. “Si la Palabra se hizo carne en Jesús, la Palabra se encarna para siempre en toda realidad creada”.
  6. El desasimiento es la muerte mística, un morir antes de morir, un dejar-de-ser-para-Ser.
  7. El tema de la muerte fue tratado por Eckhart con una profundidad inusitada. Para él, “la muerte no existe, porque para Dios no existe”. Dios es A-MOR, es decir, sin muerte. La muerte no es un “adiós” (despedida) sino un “A Dios” (encuentro). Lo que llamamos muerte “es cerrar los ojos al espacio-tiempo y abrirlo a la eternidad, donde ya no hay espacio ni tiempo”.
  8. Eckhart murió en 1328 con el estigma de ser acusado de hereje. Desde el capítulo general de la Orden de Predicadores del año 1980 se comenzaron diversas iniciativas con el fin de lograr la rehabilitación del Maestro Eckhart. En 1992, el entonces prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Joseph Ratzinger, recibió una solicitud por parte de los Dominicos para que dicho órgano levantara la condena contra Meister Eckhart. El veredicto que recibió Timothy Radcliffe, entonces Maestro General de los Predicadores, consistió en tres proposiciones fundamentales:
  • El Maestro Eckhart no necesita ninguna rehabilitación.
  • Su doctrina está en perfecta consonancia con la doctrina católica.
  • Es un teólogo digno de recomendación.
  1. Tras la Segunda Guerra Mundial el interés por Eckhart se trasladó al ámbito filosófico, sobre todo cuando Heidegger afirmó que mientras meditaba en el ser, leyó frecuentemente los escritos del maestro dominico.
  2. La mística desafía la razón analítica. La sobrepasa, porque expresa la dimensión del espíritu, aquel momento en el que el ser humano se descubre a sí mismo como parte de un Todo, como proyecto infinito y misterio abismal, inexpresable.
  3. Bien notaba el filósofo y matemático Ludwig Wittgenstein en la proposición VI de su Tractatus logico-pilosophicus: «lo inexpresable se muestra, es el místico». Y termina en la proposición VII con esta frase lapidaria: «Sobre lo que no podemos hablar, debemos callar».
  4. Decía Xavier Zubiri, que :”sin Eckhart sería totalmente inexplicable el origen de la filosofía moderna”.
  5. Sus planteamientos sobre la Creación como algo esencial al Ser de Dios, ha creado muchas polémicas: “Crear es una expresión consustancial del ser de Dios que es Amor. En realidad, Dios crea desde el primer instante de eternidad en el que el propio Dios es y es Dios”.
  6. También es evidente su influencia en autores como Angelus Silesius, donde incluso influye en su conversión al catolicismo.
  7. Hay que esperar al siglo XIX y al curioso connubio de romanticismo alemán con el idealismo para un redescubrimiento de los escritos de Eckhart, por medio de filósofos como Franz von Baader. Así llegó a influir en los filósofos más eminentes del idealismo: Fichte, Friedrich Schelling y Hegel.[71]Schopenhauer reconoció en diversas ocasiones la influencia de Eckhart en su pensamiento: «Estos son mis compañeros espirituales: Eckhart y Taulero»[]

La profundidad y universalidad de la enseñanza de Eckhart ha atraído a los buscadores de la verdad cristiana y no cristiana por igual. Su visión radical y penetrante lo convierte en un punto de referencia natural para una comprensión genuinamente ecuménica.

                                           

Poemas de Andrés L. Mateo y Bruno Rosario Candelier

AL MARGEN DEL VENERABLE HERÁCLITO”

Por Andrés L. Mateo

 

Lo único perpetuamente estático es la nostalgia.

Dicho esto, por supuesto,

al margen del venerable Heráclito.

Contra el tiempo se diluyen las cosas.

“En la vida todo es ir a lo que tiempo deshace”

 -dijo el poeta-.

Regresas y ha cambiado lo que antes era tuyo

menos en la nostalgia

en la que igual las cosas permanecen

a pesar del círculo implacable que el vivir arrasa.

Todavía la luz sucede a la luz.

Cuando vuelvo al viejo barrio

ha pasado algún tiempo.

Pero soy todavía el niño cruel que cazaba mariposas,

Y hasta que el ángel venga esperaré sonreído

en una esquina del barrio San Juan Bosco,

ardiendo de inquietud con mi rama en la mano.

¡Fui implacable!

Jamás tuve más cierto en mi memoria

las batallas ganadas

el día ardiente del verano

lejano y próximo en el cual fui el rayo de tinieblas

que mataba mariposas y era feliz.

Y me veo regresar en la nostalgia

no como el que ahora soy

sino como el que fui.

Bajé desde mí mismo

encontrando aquel niño de tenue corazón

de alborozado rostro que con su rama desflecaba

las durezas de una tierra en la cual

el mal no estaba escrito todavía.

Ha pasado algún tiempo.

Cambia todo

hasta la rancia sentencia del venerable Heráclito.

Menos en la nostalgia donde no hay antes ni después

y el olvido nunca construye su morada.

Y nada puede transformar lo dado, lo vivido.

Al margen del Venerable Heráclito.

 

 

 

“EL ÁGAPE INMORTAL”

 

Por

Bruno Rosario Candelier

 

A

Andrés L. Mateo

La luz alumbra porque relumbra,

fuero y cauce de un designio establecido.

Si la rosa “florece porque florece”,

el estiércol repugna por lo que tiene.

 

Entre la A y la Z cabe todo,

tanto del mundo sutil,

como de la prosaica galera.

Y todo vuelve a su origen,

como intuyó el presocrático cuando vio

que el río fluye incesante hacia su fuente.

 

Lo que permanece es el ágape,

el ágape sagrado y divino

al que nos convocan.

 

Ya lo dijo Heráclito en su día:

“Todo viene del Todo, y todo vuelve al Todo”.

Nada cambia, si el amor preside la mirada,

mientras la vida pauta el rumbo

con sus señales secretas.

 

Lo que la luz revela es el halo

que perfila el sentido.

 

A la luz sucede otra luz,

la que despliega el manto

inconsútil del misterio.

 

En nosotros pervive el niño que con su enigma

aflora desde el fondo ignoto del pasado.

 

En el poema late el miedo que troquela

circuitos y neuronas

como vestigio de una culpa irredenta

o como el látigo inclemente

que señala, acusa o recrimina.

 

Un soterrado miedo o un trauma secreto

con su larvada culpa

 o su inmarcesible llama hacen al poeta.

 

No es la nostalgia la que inspiran los dolientes versos,

ni la palabra que retrata, cuestiona o curcutea.

 

Es la fragua de una pasión insumisa y traviesa

del niño que con dolor recuerda

una gozosa crueldad contra inocentes mariposas,

que no puede revertir

porque lo hecho, como lo dicho,

irremediablemente queda detenido en el tiempo,

a pesar del transcurso de los días y las penas,

a merced de la distante y lumbrosa luna,

o a despecho de las impertérritas

y calladas piedras.

 

Desde el fondo de ti

late el reclamo de lo que no muere.

 

Lo que fue, lo que se hizo o dijo,

no cambia con el tránsito de las noches,

porque nada pierde su esencia y su sentido.

 

El venerable Heráclito lo supo,

como tú lo presientes compungido,

pues ni la secreta nostalgia,

ni el olvido cómplice,

cortejan las cosas que suceden,

sino el ágape inmortal

que las redime.

 

 

Lo originario en la poesía de Andrés L. Mateo

Por Bruno Rosario Candelier

 

Realidad, intuición de lo originario y creación 

Los poetas suelen percibir, desde la onda intuitiva de su conciencia, la faceta singular y peculiar de lo existente mediante una percepción múltiple y simultánea de las cosas con el sentido inherente de fenómenos y vivencias. Esta afirmación tiene cabal cumplimiento en la creación literaria de Andrés L. Mateo, que tiene un ejercicio poético valioso y ejemplar.

Mediante el concurso de los sentidos percibimos la dimensión sensorial de la realidad que hiere nuestra sensibilidad, base de la intuición y caudal de las percepciones que nutren la creatividad. Para la comprensión de lo real los sentidos captan los rasgos de las cosas y la inteligencia realiza una operación intelectual que llamamos intelección (palabra que procede de intus légere, que significa ‘leer dentro’ de las cosas), lo que entraña una lectura de la realidad, pero esa comprensión interior de las cosas genera imágenes y conceptos que representan la cosa. Pensamos en conceptos que elaboramos con nuestras intuiciones y reflexiones sobre las cosas, pero los poetas traducen esos conceptos en imágenes sensoriales para hacer sentir lo que concitó su sensibilidad y su conciencia intuitiva.

Mientras los hablantes ordinarios pensamos en conceptos, los poetas piensan en imágenes con las cuales formalizan su intuición, y ese procedimiento lo usan quienes recrean lo que captan sus sentidos e inventan una nueva realidad con los recursos del lenguaje. La sensibilidad tiene su propia percepción de la realidad y, por una operación intelectual del entendimiento, los objetos son pensados y convertidos en conceptos, y en el proceso de la creación poética, esos conceptos se traducen en imágenes sensoriales, como explica Kant (1). Mediante la imagen el poeta formaliza su visión de lo real y el lenguaje de las imágenes da forma a la sustancia que sintetiza el sentido de percepciones e intuiciones. La poesía no reproduce la realidad, sino la operación imaginativa que realiza la intuición poética.

La intuición es determinante en la creación del poema. Como recurso de la inteligencia, la intuición capta el sentido de la realidad sensorial, pues como lo revela la etimología de intuir (que viene del latín intus ire, que es ‘ir dentro’ de lo real), operación que realiza la inteligencia para captar la esencia y el sentido, lo que permite entender el significado de fenómenos y cosas. Cuando el poeta escribe deja correr su intuición, que es la llave para abrir las compuertas de lo real y entender el misterio de lo existente o sentir la belleza sutil de la forma. Captar poéticamente el mundo es aprehenderlo en su valor profundo, razón por la cual los creadores revelan sus percepciones entrañables, que suele ser veraz, auténtico, peculiar e irrepetible.

La poesía es el aliento estético y espiritual que formalizan las palabras para crear con ellas una belleza sutil o una verdad profunda a la luz de una experiencia singular. O dicho de otra forma: la poesía da forma y sustancia al aliento espiritual de una vivencia profunda fundada en una experiencia de vida. Como obra del lenguaje, la poesía es una creación verbal que hace de una experiencia personal una vivencia estética o una verdad trascendente, dando sentido al aliento espiritual de una inspiración fecunda.

Poiein en griego es crear, y de poiein viene poiesis, palabra que dio origen a poesía, siendo la poesía una creación verbal de una realidad estética y espiritual. Con su creación el poeta afirma su percepción del mundo y testimonia su aliento creador. Su testimonio no da lugar a dudas porque opera con la intuición, facultad que percibe lo real en su esencia rotunda y permanente.

Cuando Paul Valery afirma que “toda claridad exige una mitad de sombra” o que “la larva hila donde fluía el llanto” está testimoniando una inspiración que atrapó su intuición estética. Al escribir lo que su sensibilidad percibe con la autoridad que dan las percepciones intuitivas, su enunciado constituye una certificación de su percepción auténtica y veraz porque nace de su contacto personal y genuino con las cosas. Estoy hablando del poeta original, del que funda su creación en sus propias intuiciones, no del que escribe a partir de la inspiración ajena. En su relación con lo real, en cuya virtud se instala en la realidad, el poeta se vincula con lo existente, sin mediación de nada que no sean su intuición, su sensibilidad, lenguaje y su pasión. La esencia del poetizar es la certificación de una percepción, que la intuición atrapa con sus antenas perceptivas, el lenguaje formaliza con sus signos y la pasión alienta con sus emociones entrañables.

La poesía entraña una intuición de lo originario. La intuición se pone en contacto con lo real, con lo que percibe la sensibilidad profunda. La obra poética deviene una interpretación intuitiva de la realidad. Por esa razón el poeta auténtico no imita sino que revela su percepción de las cosas desde su sensibilidad, con la que se pone en comunión con lo viviente. El poeta fija su atención en la naturaleza, en una actividad propia del contemplador, y el acto de la contemplación, que puede quedarse en lo sensorial o alcanzar los efluvios inmateriales, es esencial para crear el poema. Cuando los poetas asumen el objeto de su contemplación –theorein llamaban los griegos al acto estético de la contemplación– están en capacidad de formular una visión filosófica, trascendente o mística del mundo. Y en ese nivel de la contemplación la poesía perfila una cosmovisión que a menudo se adelanta a las especulaciones filosóficas y a los hallazgos científicos. Y el poeta, como recreador de vivencias y pasiones, elabora su pensamiento en imágenes, dando sustancia y sentido a la forma estética con que expresa sus sensaciones y vivencias.

Al respecto Antonio Fernández Spencer escribió: “El poeta es un intérprete intuitivo del mundo. […] un pensador que sueña sus pensamientos. Su concepción del Universo la dona en forma de sueños […] Los poetas y los filósofos coinciden muchas veces porque se proponen conocer la totalidad. Toda poesía es entregada por el poeta como afirmación” (2).  En su visión estética el poeta nos muestra su percepción de la realidad con la certeza de su propia contemplación, que tiene una percepción de las cosas desde la dimensión sensorial hasta su ladera sublime. La verdad que su intuición revela, afirma el modo como la realidad se le manifiesta en su íntima urdimbre, y con su decir poético, se instala en el origen de lo existente o, como dice Fernández Spencer, “en el primer día del conocimiento” (3), que es el conocimiento intuitivo.

Con su conocimiento intuitivo, el poeta sabe lo que capta y con su expresión, dice lo que siente y comunica su percepción con la fuerza de sus vivencias entrañables. Puede dudar de algún fenómeno de lo real, pero no de su modo de percibir y testimoniar lo real. La poesía arranca de la contemplación de lo viviente  plasma la percepción de la manifestación original de la cosa en su expresión intelectual, espiritual y estética. El poeta no pretende conocer la realidad de la naturaleza como la explora el científico o la enfoca el filósofo, sino testimoniar el sentido que su intuición percibe desde su estado de contemplación estética. Siente la belleza que embriaga su sensibilidad y con ella la forma que atrapa su contemplación. Y al contemplar lo que conmueve su sensibilidad se produce la emoción de la belleza nutrida en el sentido de conceptos, y esa emoción conduce a la admiración del objeto que la inspira. Cuando la belleza es intensa y profunda también alienta el sentimiento de lo espiritual, y ya dijo Platón que la belleza conduce a Dios (4). En el Simposio Platón habla de “lo bello o lo divino mismo” (Simposio, 211 E).

Cada ser humano está llamado a sentir el mundo experimentando el asombro original, el aliento prístino, la emoción primaria que concita y estremece la sensibilidad ante las sensaciones de las cosas. Los poetas asumen el mundo con la inocencia de quien ve la dimensión primordial de lo viviente, incluso la del hombre que, aun con la conciencia desgarrada, cree y canta contra toda esperanza, instalándose en el estadio original de lo viviente, volviendo al momento auroral de la sorpresa del misterio, poniéndose en contacto con lo viviente para atrapar la imagen primordial del mundo en el punto en que la revelación se hace misteriosa y mágica, sagrada y profunda en su esplendor sensorial, y en ese instante se despiertan los sentidos con el ansia de atrapar la incógnita de lo real en busca de certezas reveladas por la intuición que, como creía Henri Bergson, hace posible la captación de lo esencial de fenómenos y cosas (5). Escribe nuestro poeta sobre el instante mágico del “asombro en una llama”:

 

Vistió el fuego con pieles adornadas.

Lo hizo sentar junto a su cueva.

En su propio lecho de tierra

le acomodó una estancia.

Y, tomados de la mano,

recorrieron un largo camino.

Otros fuegos lo amaron,

pero aquel fuego pequeño, remoto,

que hizo esculpir el asombro en una llama

siguió siendo su infancia.

 

Platón llamó Eros a esa fuerza insaciable y recurrente del anhelo de conocer la dimensión ontológica de la cosa, y fue la palabra el instrumento que certificó esa búsqueda de los sentidos y ese afán de la conciencia. Como el Adán del Paraíso bíblico, el hombre dio estatura creativa a sus sensaciones y hallazgos, y se volvió poeta, recreando estéticamente el mundo, recubriendo con forma verbal primorosa los datos sensoriales que pueblan el universo material de lo viviente.

Filólogo, ensayista, poeta, novelista y profesor, Andrés L. Mateo (Santo Domingo, 1946) tiene en su haber un fecundo ejercicio intelectual con un sólido prestigio fundado en la hondura de su pensamiento, la belleza de su prosa y la impronta de su estilo fluyente, armonioso y cautivante. Creador de poesía y ficción, su obra literaria proyecta un mundo de resonancias clásicas y modernas en que las palabras, centro de sus apelaciones estéticas, traducen el manadero de su sensibilidad profunda.

Cuando los poetas sienten la llamada de la creación tienden a instalarse en el estadio original, prístino y puro de lo viviente en que las cosas acontecen para vivir y sentir la emoción de la vivencia primordial, como experimenta el alma enamorada al descubrir la llama de la pasión con la que disfruta el fulgor de lo viviente bajo la frescura de lo genuino y peculiar en su manifestación sensible, o quienes atrapan el esplendor de lo viviente bajo la apariencia de la forma en su belleza esplendorosa, como lo hace Andrés L. Mateo:

 

Si, porque una mano temblorosa

dibujaba en el fondo una cueva,

era la mismidad de lo cazado.

En mi infancia primera

no tenía dios.

Y fui lo que podía

allí donde la arcilla

modelaba lo humano,

y lo humano

se plasmaba en la arcilla.

Yo, era nosotros,

y cien brazos unidos era lo que una fiera.

 

Los factores de la creación poética, que aplica el creador, son los siguientes: 1. Mediante la sensibilidad establece un punto de contacto con el Universo, hecho que le permite captar los datos sensoriales de las cosas y los fluidos suprasensibles de la realidad sutil. 2. Los datos de la realidad material que perciben los sentidos nutren la sustancia que conforman los fenómenos de conciencia, que a su vez articulan la gestación de imágenes y conceptos, base de la creación poética. 3. Los datos de la realidad sensible sustentan la realidad estética que a su vez fundamenta la creación literaria. 4. Mediante los artificios del lenguaje las percepciones de la realidad objetiva se transmutan en imágenes sensoriales y figuraciones simbólicas. 5. Los modelos arquetípicos de la imaginación, como sueños, obsesiones y utopías, a través de la voz personal canalizan la voz del Universo en su esplendor viviente.

 

Intuición poética y conciencia de lo real

Nuestro poeta y académico ha formalizado en su poesía los factores de la creación poética con la conciencia del intelectual preparado y la intuición del creador genuino que asume la palabra con el arte del lenguaje y la gracia de la creación:

 

¿Qué viejo sílex duerme

bajo esta mano mía?

¿Qué pequeño cuchillo ceremonial, mortuorio, pezuñado,

cúbito

radio

carpo

Hizo una mano=>   matacarpo                       libre

falanges

falanginas

falangetas

e hizo el hombre?

El agua

En la infancia del tacto           la piedra

lo esplendoroso fue==>         el fuego

el barro

el árbol

siglos inmemoriales

en que el hombre

pudo tocar las cosas sin nombrarlas.

Pacto

Tacto======è    acto

sentido-infancia

 

La creación poética es por tanto una forma del arte altamente ponderada por nuestro creador que ha hecho de su sensibilidad estética una fuente de participación creadora y de vínculo entrañable con lo real. La sensibilidad estética que nuestro poeta revela en su creación, la sensibilidad espiritual y la conciencia cósmica que proyecta en su lírica, manifiestan tres niveles apreciables para la valoración de la poesía de Andrés L. Mateo, que ha sabido captar y valorar las percepciones de las cosas o los fluidos suprasensibles de la realidad en su íntima urdimbre. Las percepciones de la sensibilidad, mediante el concurso del lenguaje, la intuición y la pasión, constituyen los datos que conforman la realidad estética, la sustancia que articula el poema y los signos que perfilan los símbolos de su creación.

Andrés L. Mateo escribe siguiendo el dictado de su sensibilidad, que se enriquece en su contacto con el mundo, y asume la palabra como expresión de lo que tamizan sus sentidos en su vínculo con lo viviente, y en tal virtud su poesía se imanta del poder sensorial, fresco y genuino, que descubre nuestro poeta cuando atrapa el aliento primigenio de las cosas testimoniando la percepción que le deslumbra con la presencia luminosa, erótica y espiritual del Cosmos en su dimensión original, pura y prístina. Se trata de una lírica que se funda en percepciones primarias, frescas y auténticas, mediante el aliento peculiar de lo real que su poetizar plasma con asombro y ternura ante el acontecer de lo viviente:

 

Su lomo de ira fría

la desnudez

el rostro de centella que se desdobla

y mira desde mí con sus mil ojos,

el instante del agua.

¿Qué signo ha de atraparlo

en la página pétrea?

¿Soy yo quien llega o me acabo de ir

en su plato bruñido?

 

Desde su creación lírica Andrés L. Mateo proyecta la voz poética que da cuenta de los rasgos sensoriales de las cosas y expresa, desde la onda de su sensibilidad empática, lo que le atrae y emociona a partir del aliento virginal de lo viviente. De ahí que su sensibilidad refleja una apertura sensorial, abierta y plena, a lo originario, y por ese don singular de su sensibilidad sabe intuir la forma peculiar y singular de lo existente:

 

Mira como descubro

los mundos de tu cuerpo

cuando se me despeña

el plumaje de sangre.

Soy la pequeña herida

que te clavó a la tierra

y abrió tu torbellino

en la puerta de nadie.

De recorrer tu cuerpo

otros cuerpos te he dado.

 

Si se mira poéticamente todo lo que existe es bello, singular y trascendente, como es nuestra percepción del mundo en su estado originario. Para tener una vivencia similar a la vivencia originaria en el estadio adulto, hay que sentir poéticamente el mundo para lo cual han de darse las siguientes condiciones:

  1. Tener una sensibilidad caudalosa, abierta y empática hacia lo viviente.
  2. Establecer un punto de contacto con el Universo.
  3. Enfocar en el contacto con el mundo la dimensión singular y peculiar de fenómenos y cosas, que es su faceta exclusiva.
  4. Entender que en nuestras percepciones sensoriales podemos captar el sentido y la dimensión profunda de las cosas.
  5. Saber que podemos expresar, mediante el arte de la creación, nuestra visión peculiar del mundo con belleza y sentido.

El lenguaje de la lírica es, en la poesía de Andrés L. Mateo, un instrumento de su sensibilidad, y la misma creación es cauce de la belleza y fuero del sentido. La poesía es para este valioso creador la confluencia del aliento estético, el sentimiento erótico y el sentido cósmico que se integran en su poetizar bajo la cópula la belleza y el misterio:

 

Hunde su pica el frío

hasta el grito del hueso,

y la cola del sol muere de olvido.

Todo encendido,

todo,

entre dos cuerpos.

 

La vitalidad expresiva, ardiente y sensual de su decir lírico insufla un aura remozada a la percepción que sus sentidos atrapan y hace del lenguaje un medio para asumir e interpretar poéticamente el mundo en su dimensión inédita, sorprendente y asombrosa:

 

En tu cuerpo

el sol deja vivir

un poco de la noche.

Lenguas de fuego

lo recorren dormido.

 

La disposición de asumir el dimensión prístina de lo viviente conlleva las siguientes actitudes: a. Una disposición abierta, emocionada, de coparticipación con lo existente. b. Una atención privilegiada a las manifestaciones de la naturaleza. c. Una ponderación de lo bello y lo bueno del mundo con un sentimiento de comprensión y empatía. d. Un entusiasmo lírico impregnado de emoción entrañable. e. Una vocación de pureza expresiva, con el despliegue de los sentidos en sintonía con lo natural.

Esas actitudes líricas, estéticas y simbólicas, las podemos apreciar en la poesía de Andrés, que hace del poema un encuentro con lo natural:

 

Pálido sol calcáreo

retira una a una

las vendas de las sombras.

La ventana del mundo se hace inmensa.

El hombre vive:

abre y cierra un paréntesis.

 

La realidad del poema no es esta o aquella realidad palpable por los sentidos en su visión fragmentada del mundo. Los significados polisémicos que las palabras expresan entraña una percepción múltiple y simultánea de las cosas, que la expresión poética formaliza en imágenes y símbolos concitando un valor estético a su contenido (6).

 

Te llamas infinito

transparencia.

Te llamas mar

y agua que sobre el mar te llamas.

Torrente

pan

escarabajo y lodo

alas hendidas

descarnación y fuego.

 

La fuerza del poema viene dada por la verdad que la intuición perfila y la forma que le da belleza a la intuición estética. No importa la dimensión que las sensaciones fragüen, sino la impronta emocional que sacude la interioridad. Cuando una realidad arrebata la sensibilidad, no es necesario entenderla sino contemplarla, sentirla y vivirla, disfrutando su belleza, su esplendor o su aura subyugante:

 

Hacha que se desviste

y edifica la epifanía del surco.

La lengua de obsidiana hiende la tierra frívola,

mientras dos manos torpes rasgan su sexo oculto.

En el morral al hombro

la memoria del hueso

clava una estaca fina.

La tierra gime como una puta hueca.

 

Cuando en el principio las cosas fueron hechas al conjuro del aliento creador, la palabra hizo realidad el poder creador del Verbo, el Logos de la conciencia, intuido por Heráclito de Éfeso y explicado por san Juan en su texto bíblico de San Juan, y, como en el principio de los tiempos, cuando cada ser humano descubre el aliento virginal de lo existente, se le revela al hablante la palabra que testimonia el aliento puro de las cosas o crea una nueva realidad estética, como lo hace Andrés cuando se instala en las sensaciones primordiales:

 

Página blanca, alada,

fluye desde la única boca carnicera;

guiño del pensamiento

clava la oreja ígnea

de mis años de hombre.

Por ella voy y vengo,

trepándome en mí mismo,

horrorizado de ser,

en la palabra,

el otro que estoy siendo.

 

La clave para entender y valorar la creación poética de Andrés L. Mateo está en la búsqueda del sentido prístino que alienta y nutre su obra lírica. La voz poética que revela su creación pretende asir el sentido primordial de lo viviente, la onda originaria de las cosas como si anhelara sentir como sintieron los primeros hombres al experimentar esas sensaciones primarias con que nuestros antepasados sintieron en su contacto con las cosas. Y esa actitud genesíaca de lo viviente generó en Andrés L. Mateo una voz original y auténtica, un estilo singular de calidad impecable y la escritura de una belleza ejemplar:

 

Algo que brilla

me acompaña en el cielo.

He dicho luna.

Entre reflejo y asombro

siento que así debe llamarse.

Desvanecido en el charco

del camino

ahora observo mi rostro.

Luna, vuelvo a decir,

porque siento

 que así debe llamarse.

 

Rasgos de una creación original

Podemos sintetizar los rasgos de la poesía de Andrés L. Mateo en estos atributos:

1) Actitud o disposición sensorial, intelectual, afectiva, imaginativa y espiritual de enfocar la dimensión prístina de lo real con un lenguaje afín a ese principio originario, que se traduce en una forma pulcra, diáfana, original, límpida y abierta a los efluvios de las cosas en su frescura primordial, y ese ha sido el acierto poético de Andrés L. Mateo: “Soy la aventura improbable/anclada en ese puñado/de sílabas que me nombran./Escupitajo, bostezo del mar/Dios de las islas/ojo que capitula allá en la aurora/epifanía despeñada /agonía que cree morir/en su cruel llama,/parto sin madre de su propia trama”.

2) Esa disposición de su intuición subyace en su obra poética y recubre su visión del mundo con un aliento fresco, auténtico y genuino que lo convierte en un escritor singular y señero en las letras dominicanas: “El hombre de las islas,/llegado en la resaca del mar /que despereza salobres amaneceres,/cuartea la piel/y enlaza el aire y el fuego./Dios de las islas/tu improbable aventura no ha sido todavía”. 

3) Mediante su intuición estética, Andrés ha asumido el mundo como lo han hecho los poetas primordiales que han captado el encanto originario y prístino de lo viviente en su esplendor radiante. Al expresar el mundo con el lenguaje de la mitopoesía, se intuye su encanto originario, puro y mágico: “El girasol no tiene boca/ pero abre lejanías /y adentro de sus ojos /hay un fuego dormido”.

4) La palabra adquiere en su poesía su significación más profunda y luminosa ya que el poeta canta su emoción ante la sensación de la vivencia primordial, por lo cual dota al lenguaje de un sentido refrescante y luminoso haciendo de su visión del mundo una expresión viva y multívoca con su percepción múltiple y simultánea de las cosas: “Brizna de luz/relámpago amarillo./Miro en el girasol tantos espejos,/que me quedo y me voy en un celaje./Tiéndome en el estruendo/del amarillo que huye/y siento un sol más vivo /partiendo el firmamento. 

5) Con el lenguaje de la poesía, unas veces en forma realista y otras al modo surrealista, Andrés L. Mateo busca expresar la naturaleza de lo viviente captando las sensaciones primordiales que las cosas imprimen en su sensibilidad para atrapar su esencia fresca y el sentido prístino del mundo: “Vengo del girasol,/hay bestias amarillas dentro de mí latiendo./Sé que no tiene boca/pero abre lejanías./Tiene un fuego dormido”.

Andrés L. Mateo ha realizado una admirable repristinización del sentido primario de las sensaciones con una intención poética, haciendo de la emoción estética una fuente creativa del poema, desbordado por la onda de la ternura cósmica y prevalido del lenguaje de la creación poética en forma estética, simbólica y espiritual.

   Nuestro poeta es un artista de la palabra, es decir, un creador de una realidad estética, simbólica y espiritual, como lo confirma su poemario La infancia del signo (7) donde plasma, en forma original y auténtica, el modo como las criaturas se relacionan con las cosas, fenómenos y elementos, como acontecía en los tiempos primordiales en que los hombres tocaban las cosas sin nombrarlas mediante la participación de los sentidos en contacto con la realidad sensorial de lo viviente en actitud abierta, libre, pura, fresca y prístina. Gracias a su sensibilidad empática y abierta, Andrés L. Mateo hace de la poesía una fuente de inspiración creadora en su contacto con lo real, un instrumento estético para el desarrollo de la sensibilidad y un bien interior al servicio del crecimiento intelectual, estético y espiritual.

 

Bruno Rosario Candelier

Coloquio de la Academia Dominicana de la Lengua

Santiago de los Caballeros, PUCMM, 28 de febrero de 2004.

 

Notas:

  1. Emmanuel Kant, “Estética trascendental”, en Crítica de la razón pura, Buenos Aires, Sopena, 1966, p. 66.
  2. A. Fernández Spencer, A orillas del filosofar, Santo Domingo, Arquero, 1960, p. 49.
  3. Ibídem, p. 50.
  4. Platón, Simposio, 211 D.
  5. Henri Bergson, Introducción a la metafísica, Buenos Aires, Leviatán, 1956, p. 78.
  6. Cfr. Ethel Krauze, Cómo acercarse a la poesía, México, Ed. Limusa, 1997, p. 47.
  7. Los poemas que ilustran el presente estudio proceden del poemario inédito de Andrés L. Mateo, La infancia del signo, Santo Domingo, 2004.