Por Domingo Caba
«Quienes acortan las palabras y vulneran las reglas gramaticales cuando usan internet, en redes sociales y chats, piensan como un mono» (Mario Vargas Llosa)
Los acortamientos de palabras están muy, pero muy moda. Los jóvenes los han creado e integrado a sus cotidianas formas expresivas. Y es tal la magnitud de su empleo, que no obstante carecer tales acortamientos de pertinencia léxica y aprobación académica, los adultos, mediante el proceso de arrastre e irracional imitación, también los han incorporado a sus habituales usos lingüísticos. No extraña, pues, leer en las redes sociales y otras fuentes escritas, irregulares enunciados como los siguientes:
- « Aquí estamos en el «cumple» de mi amiga…»
- «A mi niño le fue muy bien en el «cole»…»
- «En la semana próxima comenzaré mis estudios de medicina en la «uni» »
- «Yo estoy «tranqui», aquí en casita»
¿Por qué los no tan jóvenes y hasta profesores de lengua española utilizan estos cortes indebidos de palabras, así como el llamado sociolecto de la juventud?
Sencillamente porque de manera impensable resultan atrapados por la moda léxica o en las redes del proceso de masificación lingüística. Esta masificación conduce al usuario de la lengua a hablar como hablan los demás y a escribir como escriben los demás.
Conviene aclarar que en el contexto lingüístico en que se usan, voces como las susodichas:«uni», «cole», «cumple» y «tranqui», carecen por completo de fundamentación lexicosemántica.
En el caso específico de «cumple», el único significado que desde el punto de vista semántico soporta es ser voz correspondiente a la tercera persona del singular del verbo cumplir; pero nunca el de ser sinónimo de cumpleaños. El Premio Nobel de Literatura 2010, Mario Vargas Llosa, afirmó en una entrevista publicada no hace mucho que los jóvenes que acortan las palabras y vulneran las reglas gramaticales en los chats de internet, Twitter y Facebook piensan como un mono. Merced a ese juicio, yo agrego que no solo los jóvenes. Aunque con menos frecuencia, también muchos adultos suelen emplear el mismo sociolecto juvenil, diciendo o escribiendo “uni”, por universidad; “cole”, por colegio; “tranqui” , por tranquilo; “cumple”, por cumpleaños; “bn”, por bien; “vien2”, por viendo; “llovien2”, por lloviendo; “xq”, en vez de por qué; “100pre”, en vez de siempre y 3mend2, en lugar de tremendo, etc.
Quizás convenga recordarles a quienes escriben “k” y “q”, en vez de “que” y “bn”, en lugar de “bien”, que en español, contario a lo que sucede en otras lenguas, el alemán, por ejemplo, una de las características relevantes de las consonantes es que no pueden formar sílabas, ni mucho menos palabras, por sí solas, como sí ocurre con las vocales. Quiere decir esto, que una n, una s, una to una b solas no significan absolutamente nada.
Las jergas juveniles siempre han existido, esto es, cada generación ha creado y empleado las suyas. Lo preocupante es que en el uso cotidiano de la lengua, estas se lexicalicen o empleen de manera regular y en todas las circunstancias como si se tratara de voces de la lengua estándar. Como le ocurrió en una ocasión a una de mis estudiantes en la universidad quien, por lo antes expresado, no tuvo miramiento alguno para enviarme la nota siguiente:
«Apreciado profesor: Le escribo para informarle k hoy no podré asistir a la “uni” ni a su clase de lengua española como 100pre xq fui a buscar a mi niño al “cole” y me cogió lo tarde y además x aquí ta llovien2 mucho. Además mi niño también está de «cumple» y quiero celebrárselo»
Así le escribió la joven estudiante de Medicina nada más y nada menos que a su maestro de Lengua Española 11.
¿Cuál fue mi reacción al leer esto?
Ya todos podrán imaginarse.
Y ante la presencia de tales desatinos (uni”, “100pre”, “xq”, “cole”, “llovien2” y «cumple”), ¿qué le respondí a la joven estudiante?
Sencillamente lo que un profesor de Lengua Española tenía que responderle.
«ILUMÍNAME, POR FAVOR»
(A: Adriano Miguel Tejada – in memoriam)
El día 12 del recién pasado mes de octubre, justamente ocho días antes de cesar en su puesto como director de Diario Libre y casi dos meses antes de su sentido fallecimiento (2/12/2020), Adriano Miguel Tejada o “Linche”, como lo llamábamos los cibaeños de mocana procedencia, me envió, vía correo electrónico, la nota consultiva que se trascribe más abajo: «No encuentro el origen de “ni” con significado de “muchos”. Ej. “ni cuántos niños”…Ilumíname, por favor». Adriano.
Se trató, obviamente, de una inquietud lingüística que el destacado comunicador e intelectual mocano, dando muestras de su humildad característica, quiso compartir conmigo. Dos días después, procedí a escribir la respuesta correspondiente; pero por confusión, nunca se la envié, aun cuando estaba seguro de que así lo había hecho. Esta vez, al cumplirse el sábado de la pasada semana el primer mes de su dolorosa y definitiva partida, me permito publicar el contenido de la referida respuesta. En esta, yo le decía a mi amigo Adriano lo siguiente:
«Apreciado Adriano:
Ciertamente en contextos como el que usted señala (“ni cuántos niños”, “ni cuántas niñas…”), en el español dominicano es frecuente el uso de la conjunción copulativa “ni”. Un uso bastante extraño a la luz de la función sintáctica que esa partícula de enlace desempeña. Y debido a ese extraño uso, no descarto que se trate de una construcción morfosintáctica característica del habla dominicana, como sucede en esta con la archiutilizada expresión «Ello hay…».
«Ni», una de las primeras conjunciones que aparece en el lenguaje del niño, al decir de Samuel Gili Gaya (Curso superior de sintaxis española (1972), en su empleo normal encierra una doble significación negativa y conjuntiva, y en virtud de su copulativa esencia, expresa relación de simple suma cuando las oraciones sumadas son negativas: Él nunca incumplió con sus deberes ni violó las normas establecidas.
Más explícita resulta la explicación que ofrece la Nueva gramática de la lengua española (2010) cuando establece que «… los grupos coordinados por “ni” en posición posverbal exigen una negación preverbal…»: a) Nunca escribe ni llama b) Ella no escribió ni llamó. En tal virtud, en un enunciado exclamativo del tipo:¡Ni cuántos niños había allí…! claramente se percibe la ausencia de la negación preverbal de que nos habla el precitado texto académico. En semejante contexto, “ni” dista bastante de desempeñar su papel habitual de unir o coordinar de manera aditiva elementos, en el primero de los cuales se exprese un mensaje negativo. Y hasta podría pensarse, como lo plantea usted en su breve nota, que al susodicho nexo se le está confiriendo valor adverbial y utilizando erróneamente con el significado de “muchos”.
Mi punto de vista al respecto es distinto. Pienso que cuando en un contexto exclamativo, el hablante expresa: « ¡Ni cuántos niños…!», más que emplear erróneamente una conjunción (“ni”) con valor semántico igual al de un adverbio (“muchos”) lo que en esencia hace es reemplazar, también de manera irregular, una conjunción (“pero”) por otra conjunción (“ni”). Ese cambio irregular conduce al hablante a decir, por ejemplo: « ¡Ni cuántos niños, señores…!», en lugar de:« ¡Pero cuántos niños, señores…!
VACILACIÓN EN EL USO DE LA LENGUA INCLUSIVA O NO SEXISTA
«… la alusión explícita a ambos sexos no es necesaria, ni se puede justificar con argumentos lingüísticos. Se explica, acaso, desde la perspectiva de la corrección política, pero no de la corrección en el uso de la lengua… La utilización del masculino para designar a todos los individuos de la especie, solo busca eficiencia, y no tiene intención discriminatoria de la mujer. No implica, en lo absoluto una ‘ocultación de la mujer a través del lenguaje’»
(Orlando Alba)
La lengua española, según el criterio feminista, es machista, sexista, discriminatoria y, por ser así, androcéntrica; porque a la vez que destaca el protagonismo masculino, infravalora, “invisibiliza”, excluye y oculta la presencia de la mujer. Porque a través de ella (la lengua) se incurre en sexismo lingüístico, toda vez que los hablantes utilizan expresiones que resultan discriminatorias por razones de sexo. De esa manera, al decir de las líderes feministas, se ha institucionalizado una forma de hablar y escribir que muy lejos de representar a las mujeres, las excluye del discurso y oculta sus aportaciones.
Considera el feminismo que en virtud de esos excluyentes usos expresivos se establece una relación de subordinación de la mujer al hombre o de lo femenino a lo masculino cuando este se emplea para referirse a los dos sexos (masculino genérico).Es lo que sucede en frases del tipo: « El Estado dominicano presta poca atención a los maestros jubilados». Ciertamente este enunciado, y debido al carácter NO MARCADO del masculino, incluye también a las maestras jubiladas; pero las aguerridas representantes del ala ortodoxa y radical del movimiento feminista posiblemente ripostarán alegando que no, que en él solo se alude a los maestros, no a las maestras. Y que por usos de esa naturaleza es que el masculino genérico le imprime al idioma español su sello de sexista y machista.
Se trata, el anterior, de un planteamiento de cuyo contenido disentimos por considerarlo clasista e ideológico y carente por completo de fundamentación lingüística. Tampoco compartimos los diferentes postulados que sustentan el antisexismo o la campaña en pos del uso de una lengua española sexualmente igualitaria.
Para extinguir el valor genérico del masculino y liberarla lengua española de los usos sexistas o estereotipos discriminatorios que le atribuye el feminismo, este movimiento propone, entre otras recomendaciones, el uso de dobletes que se refieran a uno y otro sexo. Así, en lugar de «El Estado dominicano presta poca atención a los maestros jubilados», habría que escribir:
- «El Estado dominicano presta poca atención a los maestros jubilados y a las maestras jubiladas» o
- «El Estado dominicano presta poca atención a los y las maestros y maestras jubilados y jubiladas»
¿Por qué razón?
Sencillamente porque si se dobla el género de los sustantivos núcleos de la frase, de igual manera deberá procederse con los artículos que a ellos se anteponen y con los adjetivos que los acompañan para calificar, limitar o precisar sus significados. Significa esto que si en la despectivamente denominada “lengua sexista” se dice, por ejemplo:
- « Esos trabajadores meritorios fueron beneficiados con el aumento de sus salarios…»
- « En el campamento había unos niños muy disciplinados…»
En “legua no sexista” o con perspectiva de género, no solo bastaría escribir:
- «Esos trabajadores y trabajadoras meritorios fueron beneficiados con el aumento de sus salarios …»
- « En el campamento había unos niños y unas niñas muy disciplinados…»
Para complacer a las persistentes defensoras del antisexismo lingüístico, lo aceptable hubiera sido utilizar una frase despojada de todo ropaje machista o construir un discurso sintácticamente más acorde con la norma gramatical, como los enunciados que a continuación se transcriben:
- «Esos trabajadores y esas trabajadoras meritorios y meritorias fueron beneficiados y beneficiadas con el aumento de sus salarios …»
- « En el campamento había unos niños y unas niñas muy disciplinados y disciplinadas…»
¿A qué conduce esa forma de hablar? ¿Cuáles son los resultados lingüísticos derivados de esa doble mención genérica?
Aludir a los dos sexos (niños y niñas; trabajadores y trabajadoras / bienvenidos y bienvenidas; todos/todos y todas…) para sacar a la mujer de la supuesta “marginación discursiva”, constituye para la Real Academia Española (RAE) una “innecesaria costumbre” provocadora de “engorrosas” y, afirmo yo, tormentosas repeticiones que, indiscutiblemente, le restan fluidez y belleza a la expresión lingüística. Una práctica que conduce al uso de una construcción sintáctica pesada, monótona, oscura, farragosa, artificial y poco comunicativa. Pero no solo eso. El uso de la doble expresión genérica conduce a la violación de las reglas del idioma, especialmente de la concordancia, así como del principio fundamental de la lengua: el Principio de economía lingüística. Nótese, a propósito de esto último, lo antieconómica, cursi, ridícula y aburrida que resultaría cualquier construcción discursiva del tipo:« Los banilejos y las banilejas son ciudadanos y ciudadanas emprendedores y emprendedoras»
Quizás por esa razón, ese discurso antisexista, como bien se pone de manifiesto en los párrafos que siguen, no se mantiene, se vacila en su empleo. Esa inconsistencia origina que en ocasiones se doblen los géneros solo en el sustantivo; pero no en el adjetivo que lo califica (“Compañeros y compañeras combativos”) o que el hablante utilice la misma palabra con distinción de género en un contexto, mientras que en otro solo emplea la forma masculina.
Vacilación lingüística y doble género
La vacilación lingüística en que se incurre cuando se utilizan los dobletes genéricos se pone de manifiesto tanto en la lengua oral como escrita. En el caso específico de la escritura, en la República Dominicana abundan textos en los que tal inconsistencia brilla por su recurrente presencia. Dos de estos textos, ambos de carácter jurídico, permiten validar el juicio precedente: El Código del menor y la Constitución de la República.
En uno y otro, los desdoblamientos son cuantiosos. En uno y otro texto se percibe una clara vocación de usar la lengua con visión o perspectiva de género. En uno y otro es posible apreciar cómo en un mismo párrafo, y hasta en un mismo enunciado, se pasa de la doble expresión genérica a la sola mención del masculino. Veamos:
-
En el“Código para el sistema de protección y los derechos fundamentales de niños, niñas y adolescentes”, mejor conocido como Código del menor (CM), en el PRINCIPIO VIII, se lee lo siguiente:
«El padre y la madre tienen responsabilidades y obligaciones comunes e iguales en lo que respecta al cuidado, desarrollo, educación y protección integral de sus hijos e hijas».
Más adelante, en el Art. 4, se establece que: «A tal efecto, el médico o el personal de salud que atienda el nacimiento está obligado, en un plazo no mayor de doce (12) horas, después que se produzca éste, a entregar una constancia del mismo a sus padres o responsables, previamente identificados, remitiendo otra constancia a las autoridades Responsables de su registro oficial».
¿Por qué en el Principio VIII del antes citado Código se habla de “El padre y la madre”, mientras que en el Art. 4 el legislador se refiere solo “a sus padres”?
2. «Art. 9.- (CM) – El padre y la madre, el tutor o responsable, no pueden, salvo motivos graves, oponerse a las relaciones personales del niño, niña o adolescente con sus abuelos»
¿Por qué en el anterior artículo solo se menciona el tutor, y no la tutora, “sus abuelos”, y no sus abuelas
3. «Art. 14.- (CM) – Los profesionales y funcionarios de las áreas de la salud, pedagogía, sicología, trabajo social y agentes del orden público, directores y funcionarios, tanto públicos como privados…»
¿Por qué en este artículo se emplean solo las formas del tan combatido masculino genérico: “Los profesionales”, “funcionarios”, “directores…”y no se alude a las inclusivas y reivindicativas formas del femenino: las profesionales, funcionarias, directoras…?
4. «Art. 16.- (CM) – Todos los niños, niñas y adolescentes tienen derecho a expresar libremente su opinión, ser escuchados y tomados en cuenta, de acuerdo a su etapa progresiva de desarrollo»
Si se trata también de “niñas”, ¿no se incurre en discordancia al decir que estas deben ser “escuchados y tomados en cuenta”, cuando en virtud de la lógica antisexista e ideología feminista lo adecuado hubiera sido que se escribiera “escuchados o escuchadas y tomados o tomadas en cuenta…”?
-
«Art. 23.- Queda absolutamente prohibida la entrada a niños, niñas y adolescentes en establecimientos comerciales donde se consuman bebidas alcohólicas, casas de juegos y de apuestas. Los propietarios de dichos establecimientos estarán obligados a colocar en un lugar visible a la entrada del local la advertencia de prohibición de admisión de niños, niñas y adolescentes»
¿Por qué si se dobla el género, expresando de esa manera “niños y niñas”, no se procedió de igual informa escribiendo « Los propietarios y propietarias de dichos establecimientos estarán obligados y obligadas…»?
-
El Art. 18, numeral 3 de nuestra Carta Magna, establece que «Son dominicanas y dominicanos»:
a) NUMERAL 3 – «Las personas nacidas en territorio nacional, con excepción de los hijos e hijas de extranjeros miembros de legaciones diplomáticas y consulares, de extranjeros que se hallen en tránsito o residan ilegalmente en territorio dominicano. Se considera persona en tránsito a toda extranjera o extranjero definido como tal en las leyes dominicanas»
Nótese cómo en el primer enunciado del preindicado artículo se habla solo de “extranjeros”, así, en el satanizado masculino genérico; mientras que en el segundo aparece la doble mención genérica “extranjera o extranjero…”
b) NUMERAL 4-«Los nacidos en el extranjero, de padre o madre dominicanos, no obstante haber adquirido, por el lugar de nacimiento, una nacionalidad distinta a la de sus padres…»
¿Por qué se emplea de manera exclusiva la forma masculina “nacidos” y no la femenina “nacidas”? ¿Por qué al inicio de la frase se alude doblemente a “padre o madre dominicanos”, mientras que al final se refiere solo al sintagma masculino “sus padres”?
NUMERAL 6 – «Los descendientes directos de dominicanos residentes en el exterior»
¿Por qué el redactor olvidó doblar los géneros en el precitado contenido de nuestro texto constitucional? En otras palabras, ¿por qué no escribió, “Los y las descendientes directos de dominicanos y dominicanos residentes en el exterior”, evitando así el “sexismo discursivo” que se le atribuye al masculino genérico? ¿Por qué ocurren estas y otras vacilaciones al utilizar los desdoblamientos genéricos? ¿Por qué los cultores, defensores y promotores de la llamada lengua inclusiva no mantienen el discurso incluyente o antimasculino?
Posiblemente se deba al carácter artificial o poco natural de esa forma de expresión. O, como ya lo expresé en otro ensayo de esta naturaleza, la inconsistencia en el uso de los dobletes genéricos es posible que se origine: «Sencillamente, porque el hablante que así procede no tiene internalizada en su cerebro esa estructura sintáctica, esto es, los desdoblamientos; porque actúa movido por la moda, por la imitación, sin conciencia lingüística, por presión, para evitar la etiqueta de machista, o quizás, para estar bien o no entrar en contradicción con el movimiento feminista».
LOS DOBLETES GENÉRICOS Y EL PRINCIPIO DE ECONOMÍA LINGÜÍSTICA
«En los sustantivos que designan seres animados, el masculino gramatical no solo se emplea para referirse a los individuos de sexo masculino, sino también para designar la clase, esto es, a todos los individuos de la especie, sin distinción de sexos […] En la lengua está prevista la posibilidad de referirse a colectivos mixtos a través del género gramatical masculino, posibilidad en la que no debe verse intención discriminatoria alguna, sino la aplicación de la ley lingüística de la economía expresiva» (Diccionario panhispánico de dudas – RAE, 2005, p.311).
La economía lingüística se define como el «Principio de la lengua que permite obtener el mayor efecto comunicativo con el mínimo de esfuerzo lingüístico» (Diccionario básico de lingüística, México, 2005:85)
Llamado también ley del menor esfuerzo, el Principio de economía lingüística se aplica en el acto comunicativo conel propósito de ofrecer la mayor cantidad de información con el mínimo de esfuerzo; vale decir, para expresar el mayor número de ideas con el menor número de palabras posible. O como bien lo define Fernando Lázaro Carreter en su “Diccionario de términos filológicos” (1987: 135), la economía lingüística es el “Término que designa la tendencia, normal en los hablantes, a ahorrar esfuerzo en la articulación de palabras corrientes y de empleo abundante...”.
Merced a ese principio es que el hablante apela, por ejemplos, al uso de la elipsis y la frase apocopada. Y basado en ese mismo principio es que en el uso de la lengua, tanto en su expresión oral como escrita, se recomienda evitar los circunloquios, las frases redundantes o pleonásticas, así como los dobletes genéricos (todos y todas; bienvenidos y bienvenidas; los maestros y las maestras…), propios de la llamada lengua inclusiva, que ha intentado imponer la línea ortodoxa o radical del movimiento feminista. La economía expresiva, conviene aclarar, de ningún modo debe confundirse con laconismo y pereza léxica, ni mucho menos entenderla solo como una cuota reducida de palabras, sino como la adecuación exacta de estas con lo que el hablante pretende comunicar. Con su aplicación, el discurso se torna mucho más claro, preciso, conciso y elegante,Todo lo contrario sucede con los des doblamientos genéricos. Por super abultados, empalagosos y antieconómicos, resultan engorrosos, y a la expresión lingüística le restan precisión, concisión, claridad y elegancia. Para entender esto, basta con determinar las palabras que sobran, lo tormentosos que resultan leerlos o escucharlos y la ausencia de belleza que se percibe en innecesarios circunloquios del tipo:
- «A todos y todas los dueños y dueñas de perros y perras…».
- “Los empleados y las empleadas gallegos y gallegas están descontentos y descontentas por haber sido instados e instadas, e incluso obligados y obligadas, a declararse católicos y católicas”.
Pero en ningún otro texto la galante fluidez del discurso se ve más afectada, y la sintaxis se nos presenta más engorrosa, cursi, pesada o carente por completo de gracia estética, que en el contenido del Art. 41 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, y en el cual se establece que: «Solo los venezolanos y venezolanas por nacimiento y sin otra nacionalidad podrán ejercer los cargos de Presidente o Presidenta de la República, Vicepresidente Ejecutivo o Vicepresidenta Ejecutiva, Presidente o Presidenta y Vicepresidentes o Vicepresidentas de la Asamblea Nacional, magistrados o magistradas del Tribunal Supremo de Justicia, Presidente o Presidenta del Consejo Nacional Electoral, Procurador o Procuradora General de la República, Contralor o Contralora General de la República, Fiscal General de la República, Defensor o Defensora del Pueblo, Ministros o Ministras de los despachos relacionados con la seguridad de la Nación, finanzas, energía y minas, educación; Gobernadores o Gobernadoras y Alcaldes o Alcaldesas de los Estados y Municipios fronterizos y de aquellos contemplados en la Ley Orgánica de la Fuerza Armada Nacional. Para ejercer los cargos de diputados o diputadas a la Asamblea Nacional, Ministros o Ministras; Gobernadores o Gobernadoras y Alcaldes o Alcaldesas de Estados y Municipios no fronterizos, los venezolanos y venezolanas por naturalización deben tener domicilio con residencia ininterrumpida en Venezuela no menor de quince años y cumplir los requisitos de aptitud previstos en la ley».
La función fundamental de la lengua, según el juicio técnico –lingüístico, es la comunicación. Esto significa que la lengua tiene que estar al servicio de la comunicación; pero la verdadera esencia de esta resulta sumamente afectada cuando se producen mensajes, discursos o textos como los más arriba transcritos.
Comunicar es aportar y compartir sentidos. Cuando las palabras y demás estructuras de la lengua no se adecúan a esos sentidos que se desean expresar, el acto comunicativo entonces resulta fallido. Bastante gráficas, al respecto, son las palabras de André Martinet, afamado lingüista francés, cuando en su libro «Elementos de lingüística general» plantea que«… no puede subsistir en una lengua nada que no aporte una contribución determinada a la comunicación y también que cada elemento del enunciado exige un esfuerzo de producción estrictamente proporcional a la función que cumple…» (1984:223)
Merced a lo expresado por Martinet, es de buen juicio inferir que resulta a todas luces inviable que la doble mención genérica pueda fijarse y subsistir en el uso cotidiano de la lengua española. Sencillamente, porque esa forma de expresión ninguna contribución aporta a la adecuada comunicación lingüística.
LA RAE, EL ADJETIVO «FÁCIL» Y EL MOVIMIENTO FEMINISTA
Por presión social, especialmente del movimiento feminista español, la Real Academia Española (RAE) decidió (2018) modificar el quinto significado del adjetivo «fácil», el cual aludía a la mujer, y se definía como « Dicho especialmente de una mujer: Que se presta sin problemas a mantener relaciones sexuales»
La modificación, vigente desde el 8 de marzo del año antes citado, consistió en sustituir por «persona» el sustantivo «mujer», para que ahora diga: «Dicho de una persona: Que se presta sin problemas a mantener relaciones sexuales» Al decir persona, esta vez, quedan incluidos en el ámbito del concepto tanto mujeres como hombres.
¿A qué de se debió la molestia y polémica generadas por la original definición?
Sencillamente a que fue considerada altamente machista, despectiva, excluyente y discriminatoria en perjuicio de la mujer, toda vez que el susodicho adjetivo, con la connotación que se describe, no se empleaba para referirse al hombre que igualmente, sin ningún problema, se presta a sostener relaciones sexuales.
Sin embargo, valdría preguntarse: en la práctica cotidiana de la lengua, ¿es común que se le llame «fácil» al hombre sexualmente activo o que no desperdicia oportunidad cuando de mantener relaciones sexuales se trata?
Obviamente que la respuesta inmediata sería NO. Quiere decir esto, que los hablantes solo utilizan la preindicada calificación («fácil») cuando se refieren a la mujer; pero no a todas, sino solo al tipo que se describe en la definición.
Del párrafo anterior se infiere que como el hombre, por su activa conducta sexual, nunca ha sido llamado «fácil» en el mundo hispanohablante, la RAE, en su primera conceptualización, no tenía por qué incluirlo ni referirse al él en el diccionario, por cuanto en este, el lexicógrafo lo que hace es registrar solo las voces o expresiones que usan o han usado los hablantes, así como las acepciones que a esas voces dichos hablantes les confieren. Si no tienen o han tenido vigencia en el uso general y cotidiano de la lengua, esas voces o acepciones carecen por completo de valor lexicográfico.
Esa es la labor y obligación de la RAE cada vez que confecciona o actualiza un diccionario: describir la realidad léxica o dialectal tal como esta se manifiesta en la práctica lingüística. No crear términos ni muchos menos significados o valores semánticos, como erróneamente piensan muchos. En otras palabras, no es papel de la RAE decretar, establecer o imponer cuáles vocablos deben o no utilizar los hablantes cuando se comunican. Esas voces y esos valores significativos, previa comprobación de que su uso es general en una determinada comunidad lingüística, son recogidos mediante un cuidadoso proceso de investigación e insertados fielmente en cada una de las actualizaciones de su muy consultado lexicón.
Pensar entonces que la Real Academia Española quiso decirle «fácil» no solo a la « mujer que se presta sin problemas a mantener relaciones sexuales», sino también a todas las mujeres, es poseer una visón lingüística bastante estrecha o limitada acerca de las técnicas y los principios teóricos que se aplican en la elaboración o confección de un diccionario.
Sería lo mismo que si todos los hombres españoles e hispanoamericanos pensaran que la RAE los califica de antihigiénicos por el hecho de que en la tercera acepción del término «Cochino», el diccionario lo define como «Hombre muy sucio y desaseado»
¿Tendrán entonces todos esos hombres que «pegar el grito al cielo», como siempre lo han hecho las aguerridas feministas, para que la docta corporación lingüística, cambie la palabra «hombre » por «persona» y de esa manera diga «Persona muy sucia y desaseada?
La Lingüística es una ciencia. En tal virtud, los asuntos lingüísticos deben tratarse guiados por el cerebro y no por el corazón.
Pero lo cierto es que la Real Academia Española, desafortunadamente, cedió ante una de las tantas presiones que en materia de lengua ha venido ejerciendo, especialmente en España, el movimiento feminista. Pienso que no debió ceder o dar marcha atrás. Y así pienso por entender que el contenido de la definición modificada en forma excepcional y no menos precipitada, estuvo fundamentado en criterios puramente lingüísticos y no en motivaciones clasistas o extralingüísticas como las que siempre le han servido de punto de apoyo al combativo movimiento que en esta oportunidad protagonizó la presión rectificadora.
«TETEO» Y MASIFICACIÓN LINGÜÍSTICA
«…Hay otro vicio peor, que es el prestar acepciones nuevas a las palabras y frases conocidas, multiplicando las anfibologías de que, por la variedad de significados de cada palabra, adolecen más o menos las lenguas todas… Pero el mayor mal de todos, y el que, si no se ataja, va a privarnos de las inapreciables ventajas de un lenguaje común, es la avenida de neologismos de construcción, que inunda y enturbia mucha parte de lo que se escribe en América…» (Andrés Bello)
Acerca del término «teteo», la Real Academia Española (RAE) establece lo siguiente:
«La voz «teteo», recientemente difundida en una canción de gran éxito en República Dominicana, no se registra en los recursos que se encuentran a nuestra disposición. Los creadores la han definido como sinónimo de «baile», «fiesta», «rumba»».
¿Por qué esta voz, en el habla dominicana, ha sido tan acogida hasta en los hablantes de alto nivel de instrucción? Sencillamente, porque en las últimas décadas es cada vez más notoria la tendencia en los sectores académicos y profesionales a rechazar las formas expresivas propias de la lengua culta y reproducir los giros y expresiones característicos del habla popular, y, de manera muy particular, del habla del barrio. Se ha producido así, un degenerativo proceso de inversión en la conducta lingüística de los dominicanos, por cuanto en tiempos pasados, las personas analfabetas, semi analfabetas o con muy bajo nivel de escolaridad admiraban y trataban de imitar las formas de hablar de profesionales como locutores, maestros, abogados, periodistas, comentaristas, etc. Extrañamente hoy, una cantidad representativa de esos profesionales, incluyendo a muchos maestros, parece sentir orgullo o dar muestras de actualización idiomática, cuando habla y escribe igual que el iletrado que está cherchando y tomando cervezas al son de un estridente reguetón en la esquina del barrio. Por eso no extraña escuchar a muchos de nuestros comunicadores hablar de «teteo» en lugar de fiesta, rumba o baile. Por esa razón, se puede apreciar cómo estas tres palabras, cada vez brillan por su ausencia en el léxico activo de los hablantes dominicanos. Todo se reduce a «teteo», «teteo» y «teteo». A todo lo anterior se agrega el interés de muchos por parecer más jóvenes de la cuenta, empleando, para tal fin, las jergas juveniles o las que algunos lingüistas llaman “sociolecto de la juventud”
Y por esa razón, que ahora las pautas lingüísticas y lexicales parecen trazarlas, no los escritores y profesores de lengua española, como antes, sino unos mozalbetes, cultivadores de un famoso género musical llamado “urbano”, a quienes les basta inventarse un disparate expresivo para que hablantes de todos los estratos sociales, envueltos en las redes irracionales de la masificación lingüística y, como loros desenfrenados, comiencen a repetirlos sin parar.