Ortoescritura

Por Rafael Peralta Romero

 

Casualidad o chiripa, pero aquí chepa

Se suele atribuir a los académicos, las complicaciones y aparentes dificultades que se presentan en el uso de nuestro idioma, pero no siempre son justas tales imputaciones. Más bien somos los hablantes del castellano quienes propiciamos    esos intríngulis, sobre todo en el uso de las palabras, y a los lexicógrafos no les queda otra opción que incorporar los vocablos con el valor semántico   que le ha asignado cada comunidad, entre las 21 naciones que tienen esta lengua como su sistema de comunicación.

El hecho de que el español sea hablado en tantos países, tan distantes como de Europa a las Antillas, contribuye a la diversidad léxica y la consiguiente aplicación de matices y peculiaridades que van acordes con el carácter y avatares de cada pueblo.

Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Costa Rica, Cuba, Ecuador, El Salvador, España, Guatemala, Guinea Ecuatorial, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Uruguay, Perú, Puerto Rico, República Dominicana, Uruguay y Venezuela son los países que tienen como lengua oficial el español o castellano, con casi 500 millones de hablantes.

Se estima en  580 millones de personas las que hablan el español,  incluyendo países en los que se usa esta lengua en apreciable medida, como los Estados Unidos de América, donde cerca de 60 millones hablan español. En estos datos se encuentra la explicación de que tengamos dos o tres  palabras para referir el mismo objeto, situación o acción, lo cual molesta a algunas personas.En el español general tenemos la voz /casualidad/ que se define como “Combinación de circunstancias que no se pueden prever ni evitar”. En el habla dominicana esa palabra tiene un refuerzo en /chepa/. El Diccionario del español dominicano (DED)  (2013) la define de este modo: Casualidad afortunada, buena suerte.

Contamos también con la locución adverbial /de chepa/ para indicar que algo ha sucedido por casualidad, por suerte: Me encontraron de chepa, pues iba a salir.

Carambola es el nombre de una fruta, del árbol carambolo. El vocablo tiene siete acepciones en el Diccionario y les transcribo las dos últimas:  6. f. Casualidad favorable. 7. f. coloq. Doble resultado que se alcanza mediante una sola acción.  8. f. coloq. Enredo, embuste o trampa para alucinar y burlar a alguien.

El  diccionario dominicano solo define este vocablo como  “fruto del carambolo”.

Lo que no puede esperarse de un hablante dominicano es el empleo del vocablo /chiripa/ como sinónimo de casualidad. Sin embargo, el Diccionario académico recoge este término, tipificado como de origen incierto, y definido así: carambola (? casualidad favorable). Una segunda acepción refiere: En el juego de billar, suerte favorable que se gana por casualidad.

La locución adverbial /de chiripa/ ratifica el sentido de casualidad: “No perdí el tren de chiripa”. Aquí diremos: No me dejó la guagua de chepa.

Para los dominicanos, chiripa es un   empleo modesto al que se dedica poco tiempo y del que, en consecuencia, se percibe poco ingreso. El DED apunta que es un trabajo extra que le permite algún ingreso a la persona.  Ganancia pequeña.

Tanta fuerza tiene el término en el habla dominicana, que ha generado el verbo chiripear, que no es otra cosa que realizar trabajos ocasionales de poca importancia o de escasa remuneración. También el sustantivo chiripeo que es la acción y efecto de chiripear, vale decir  realización de trabajos de poca importancia o de escasa remuneración. ¿Y cómo llamar al hombre que vive del chiripeo?  Pues, chiripero. Funciona como sustantivo y otras veces como adjetivo. Se dice de la persona que no tiene trabajo fijo y se dedica a tareas ocasionales y de poca importancia. Ya ve usted, quién crea los intríngulis.

 

JOSÉ MÁRMOL Y LA POESÍA EN RD: TRADICIÓN Y RUPTURA

7/08/2021

En otro artículo, he comentado seis ensayos de José Mármol en torno a problemas filosóficos de nuestro tiempo: identidad, modernidad, posmodernidad, lo virtual, lo real, verdad y posverdad. Están incluidos en el volumen Paradoja identitaria y escritura poética, perteneciente a la Colección Ergo de Literatura Dominicana Contemporánea, 2021.

En esa misma publicación aparecen los ensayos titulados “Poesía y diversidad en un mundo globalizado” y “Tradición y ruptura en la poesía de los siglos XX y XXI. Dinámica de sus movimientos”.

El primero de estos trabajos viene revestido de persistente sabor filosófico, porque se trata de una visión desde esa óptica la que emplea el autor. De inicio, plantea que la poesía es la máxima expresión estética de la lengua. Por esa razón considera que, al hablar de poesía, ya se habla de diversidad.

Mármol afirma que la poesía, por su capacidad de expresividad, “constituye una poderosísima herramienta de comunicación social, siendo al mismo tiempo, una de las más admiradas e inmanentes manifestaciones de la literatura, y también del habla popular, en todos los tiempos y en todas las culturas”. (pág.156).

Hay en la poesía una relación pensamiento-sentimiento que conduce al autor del ensayo a explicar que la poesía evoca su concreción en el poema como hecho de lenguaje, como un concreto de pensamiento, a lo que se agrega  la condición subjetiva de concreto sentimiento. Para concluir, Mármol destaca la poesía como un acto verbal de libertaria resistencia frente a las injusticias: “Más allá de los conflictos de todo género, de las pugnas supremacistas de las lenguas, las culturas y las naciones, y de las amenazas globales, estamos en el deber de defender la vigencia de la poesía, en su calidad de la más elevada expresión estética de una lengua…” (pág.163). El octavo y último ensayo contenido en el libro que les comento trata de la trayectoria del quehacer poético dominicano, tomando en cuenta movimientos, tendencias, rupturas y cambios que hayan incidido en la forma de la poesía. Mármol estima compleja la relación de ruptura en la tradición poética y por igual asegura que hay una tradición de rupturas. “Esta dinámica afinca sus fundamentos originales en la asimilación y rechazo de los ismos en boga, especialmente en Europa, en el siglo XIX”.

Después de la impronta dejada por el modernismo, filosofía poética liderada por el nicaragüense Rubén Darío, primer ismo que influyó en nuestras letras, entrado  el siglo XX,  se presentará “el mosaico” de ideas, movimientos, rupturas y otros fenómenos que imprimieron en la poesía dominicana una dinámica cuya herencia hoy -siglo XXI- vivimos. Aunque le cuelga el adjetivo “cuestionado”, Mármol señala el vedrinismo (1912) como el punto de partida, en orden cronológico, de los cambios en la poesía dominicana.

A este le siguen el postumismo (1918-21), el grupo Los Nuevos (1936), los Independientes del 40, la Poesía Sorprendida (1943), Generación del 48, Generación del 60, Joven poesía o Poesía de posguerra, Independientes del 70, grupo Y punto (1970), pluralismo (1974), generación del 80 y los talleres literarios, el interiorismo (1990 hasta la actualidad) y el contextualismo (1993). “Las ideas de estos ismos y posturas estéticas individuales o generacionales -sostiene Mármol- van a ser asimiladas o rechazadas por los jóvenes poetas que gravitarán en la primera y segunda décadas del siglo XXI” (pág. 170).

Hay mucho que ver en este ensayo para conocer el devenir de la creación poética en República Dominicana, cuya dinámica ha permitido “…el eterno retorno de la tradición en la ruptura y la ruptura dentro de la tradición”. El autor recalca este concepto con un juicio categórico: “Así tiene lugar la convergencia en la divergencia en la evolución poética dominicana”. (pág. 186).

LOS “RESTOS MORTALES” Y OTROS PLURALES 

14/08/2021

El apreciado amigo y escritor Víctor Escarramán ha dirigido una comunicación a esta columna cuyo texto se transcribe a continuación: Estimado columnista, escritor y amigo. Ante todo, aspiro a que su vida y la de familia discurran en salud y paz en este tiempo pandémico que nos gastamos. Le escribo para plantear una inquietud, dada su especialidad en el conocimiento de la lingüística y en su interés en la promoción del mejor español académico y del español dominicano, que semanalmente promueve en su columna Orto-escritura.

Me activa la curiosidad escuchar y leer reiteradas veces en medios de comunicación y en los hablantes, el uso del plural, cuando se van a referir al proceso de sepultura de un fallecido.  Y es que, se ha convertido en un canon la expresión: sus restos—se refieren al muerto—serán sepultados el día ZZ, a las XX: 00 horas, en el cementerio YYYY. YYYY.

La inquietud brota con la parte “sus restos”, como refiriendo que el cadáver no es uno, sino un conjunto de restos (partes) del mismo cadáver del mismo cuerpo. Es conocido que el cuerpo con su cabeza, tronco y extremidades es uno, donde cada órgano es parte complementaria de ese cuerpo que forma esa unidad. En la forma en que se enuncia, semeja que al momento del fallecimiento alguien había descuartizado el cuerpo: extrayéndole el corazón (un resto), separando la cabeza, otro, extirpando los pulmones; le habrían cortado las piernas, los brazos, etc. Entonces, si el cuerpo humano, aunque es un conjunto de órganos, al momento del fallecimiento es una unidad monolítica, que será sepultada como un solo, el cuerpo de la persona ¿De dónde nace la necesidad de pluralización “sus restos serán sepultados” en vez de, “su cuerpo o el cuerpo será sepultado”? Atento a sus comentarios, afectuosos saludos, Víctor Escarramán.

Plurales inherentes

La misiva del doctor Escarramán ha motivado las siguientes acotaciones, fundamentadas en el acápite 3.8 de la Nueva gramática de la lengua española (NGLE), titulado “Preferencias morfológicas o léxicas por el singular o por el plural”.

Algunos nombres solo se usan en singular (singulariatamtum). El singular “es parte esencial de su significado”. Los académicos los llaman “Singulares y inherentes”, y entre ellos entran: caos, grima, salud, sed y tino… y debería entrar el vocablo /gente/, el cual dice más en singular que en plural.

La palabra /cariz/ se considera de ese grupo, pero de acuerdo a la morfología puede pluralizarse en carices, como matices, de matiz.

Los nombres no contables deben asimilarse a los singulares inherentes. En algunos países como México y España pluralizan palabras como fútbol, baloncesto o electricidad. Pero no es propio de todos los hablantes de nuestra lengua.

Como hay singulares inherentes, tenemos los plurales inherentes, que es el tema de nuestro comentario: albricias, fauces, arras, exequias, funerales, bodas, provisiones (no se cuentan las provisiones) ¿y las exequias cuántas son?

Todos los sustantivos en plural no conllevan cuantificación. Mire estos casos: apuros, calamidades, tinieblas. Nadie dirá un numeral para estos plurales. Creo que ese fenómeno se ha dado con el sustantivo /resto/ y su plural /restos/. Lo mismo ocurre con los escombros. Digamos que se derriban dos edificios contiguos y lo que queda es escombros, pero si se cayera el del frente se hablará también de los escombros.

Ahora quiero citar la Gramática: “Son muy numerosas las expresiones idiomáticas que contienen sustantivos usados solo en plural. Entre las nominales pueden mencionarse artes marciales, cuidados intensivos, frutos secos, ejercicios espirituales. Son también muy numerosas las locuciones preposicionales adverbiales y adjetivas que incluyen un sustantivo plural”. (NGLE, 2009, página 173).

 

DESVELAR Y DEVELAR, PERO NO DESVELIZAR

21/08/2021

Es una duda recurrente, cíclica podría decirse. Los escritores J. Agustín Concepción, Max Uribe y Rafael González Tirado tuvieron que responder muchas consultas de los medios de comunicación para indicar la palabra correcta al denominar la acción de descubrir algo que permanecía oculto o tapado.

La abundancia de casos se encuentra al descubrir un retrato, una tarja o un busto, ceremonia que implica retirar un paño con el que se suele cubrir el objeto de que se trate para darlo por inaugurado, instalado o colocado. Pero hay un detalle: nadie emplea en estas situaciones los verbos inaugurar, instalar o colocar, pues el preferido -y es válido- es desvelar.

El verbo /desvelar2/ aparece con dos entradas en el Diccionario académico, y supongo que en los demás. En cada caso la palabra aparece con un numerito, como se usa en matemática cuando una cifra se eleva a una potencia dada. En lingüística ese numerito se llama superíndice.

La  primera vez que aparece /desvelar1/ trae como significado lo siguiente: 1. tr. Impedir el sueño a alguien, no dejarlo dormir. U. t.c.prnl. Si tomo café, me desvelo con mucha facilidad.2. prnl. Poner gran cuidado y atención en lo que se tiene a cargo o se desea hacer o conseguir.

La segunda vez, con el número dos “elevado”, y que es otra palabra, aunque se escriba igual que la anterior, significa: 1. tr. Descubrir algo oculto o desconocido, sacarlo a la luz. Desveló el nombre del ganador. U. t. c. prnl.2. tr. Am. Quitar el velo que cubre algo. Desvelar el rostro,  un retrato, una placa conmemorativa.

Como puede verse, en la segunda palabra es que está lo que hacemos cuando dejamos descubierta una escultura, una efigie o la placa que identifica un edificio. El significado se extiende a elementos no físicos que han sido descubiertos: complot, plan, fraude, amoríos.

La palabra /velo/, de la que se ha formado el verbo desvelar (des  y velar) tiene trece acepciones, la primera de las cuales es  “Cortina o tela que cubre algo”. Son muchos los vocablos del español formados a partir de agregar el prefijo /des/ a otra palabra para indicar negación o significado contrario al de la palabra base: deshonra, despegar, deshielo, desabastecimiento, desalambrar…

¿Y qué pasa con el verbo /develar/ que ha perdido la/s/ del prefijo des? Develar procede del latín  develare que también significa  ‘descubrir’, ‘levantar el velo’. No obstante, el Diccionario refiere al verbo desvelar2, Eso significa que  prefiere este  último. De modo que tanto se desvela una tarja como se devela, pero es preferible la primera.

Ya ven que son dos verbos y los correspondientes derivados (desvelado, desvelamiento; develado, develamiento…). Lo malo es que la fuente para engrosar la duda no se detiene ahí, pues el desconocimiento de la forma estándar parió dos verbos terminados en -izar, que se inventan cuando la necesidad lo impone o cuando se desconoce el término ya establecido en nuestra lengua.

Al verbo /desvelar/ se le ha pegado, a fuerza de repetición, el hijo bastardo /desvelizar/. Los académicos de la lengua le atribuyen la creación a Guatemala, Nicaragua y República Dominicana.

Por si fuera poco, el indeseado develizar genera – o degenera- a develizar, atribuido en el Diccionario de la lengua española a Nicaragua y República Dominicana.

Quizá este artículo haya descorrido o quitado el velo para descubrir el origen de las dudas recurrentes respecto del verbo a emplear para denominar esa acción. En buen castellano es preferible desvelar. Lo otro… bueno.

Temas idiomáticos

Por María José Rincón

 

ALUZAR EL CAMINO 

Lo más gratificante de la divulgación es siempre la respuesta. Tras la publicación de «Cifras y letras», la Eñe de la semana pasada, recibí un delicioso mensaje de Jocabed, una lectora de 10 años, en el que me dice que es una de las columnas que más le ha gustado y que su madre siempre la anima a leerlas para que practique la lectura.

Los que nos dedicamos a la investigación y al estudio solemos poner el acento en verbos como buscar, analizar, revisar, probar, descartar, deducir, plantear, publicar… Demasiado a menudo olvidamos que, mientras hacemos todo esto, hay otro verbo que debemos poner en marcha: divulgar. Nuestra responsabilidad como investigadores es compartir con los demás nuestra experiencia, nuestro trabajo y también los conocimientos que de ellos obtenemos, con rigor y, si fuera posible, con cercanía. Y por investigadores me refiero a los de todos los campos del saber científico, incluidas las humanidades y, entre ellas, por supuesto, las ciencias del lenguaje, que es lo que a mí me toca.

La divulgación del conocimiento nos hace recordar que el saber no es para atesorarlo en una pequeña urna como si fuera una reliquia; el saber solo tiene sentido si se comparte y ayuda a mejorar nuestro entorno, a encender pequeñas chispas que alucen (mira, Jocabed, qué hermosa palabra, dedicada especialmente para ti) el camino de otros.

Les parecerá a veces que no hay nadie siguiendo ese camino. Pero habrá un día en el que reciban un mensaje como el que yo he recibido de Jocabed y comprendan que la divulgación del conocimiento es un merecido homenaje a aquellos gigantes sobre cuyos hombros nos subimos para que nuestra mirada llegue más lejos, pero también un mensaje de esperanza para aquellos que, como Jocabed, serán gigantes algún día.

 

SIEMPRE SERÁ EL PRIMERO 

No todos los días la labor de investigación filológica salta de las páginas de las revistas científicas para colarse en las de la prensa. Un hallazgo lexicográfico extrordinario, publicado por la medievalista argentina Cinthia María Hamlin, ha traspasado las páginas del primer Boletín de la Real Academia Española de este año. La investigadora se topó casi por casualidad con dos folios de un incunable que, gracias a su labor de datación, sabemos que fue impreso en Sevilla cerca de 1492 y que se trata del primer vocabulario romance-latín que llegó a la imprenta. Sus pesquisas van más allá y proponen como su autor al cronista, historiador y traductor Alfonso Fernández de Palencia, quien había publicado en 1490 el Universal Vocabulario, con el que el incunable ahora encontrado guarda una estrecha filiación lexicográfica.

Se trata de un vocabulario, que el autor dedica a la reina doña Isabel, que registra palabras en español y ofrece para ellas su equivalente latino: «He copilado de todos los más vocablos que pudo nuestro trabajo alcanzar, poniéndolos en orden de A, B, C y dado a cada vocablo castellano un vocablo latino, o los que según nuestro juicio entendimos ser más acomodados». Confirmado el descubrimiento, adelantaría unos años al que hasta ahora se consideraba el primero en su género, el Diccionario latino-español de Elio Antonio de Nebrija, publicado en Salamanca en torno a 1494.

Aunque a las puertas del año de conmemoración del quinto centenario de la muerte de Nebrija este feliz acontecimiento filológico le arrebata la primacía lexicográfica, seguiremos venerando al sevillano por ser autor de la primera gramática de nuestra lengua y, por supuesto, para nosotros siempre será el primero que registró una palabra taína en un diccionario de lengua española.

 

EN LA PUNTA DE LA LENGUA 

Apreciar las cualidades de lo que nos rodea forma parte de la vida; percibir aquello que distingue nuestro entorno, que le da su carácter, y saber expresarlo nos relaciona con el mundo. Puede parecerles que estoy elucubrando, pero imaginen qué haríamos si la lengua no nos permitiera hablar de esas cualidades. ¿Cómo diríamos que algo está frío o es grande o que alguien es ingenioso, exigente o adorable? No hay que alarmarse, para referirnos a las cualidades la lengua española nos brinda un extraordinario repertorio de adjetivos calificativos cargados de matices para que no se nos escape ni un detalle del mundo.

Además, la lengua nos permite graduar el adjetivo para expresar en qué medida está presente esa cualidad; si algo está friísimo o es muy intenso, si alguien es cada día más ingenioso, menos exigente o sigue siendo tan adorable como siempre. Como bien nos explica la Nueva gramática de la lengua española, el adjetivo puede expresarse en tres grados: positivo, comparativo y superlativo.

Cuando usamos el adjetivo tal cual, sin modificadores de grado, expresamos la cualidad de una forma neutra (una mañana fría, un dolor intenso, un comentario ingenioso). Si recurrimos al grado comparativo, podemos expresar la superioridad (más ingenioso que), la inferioridad (menos exigente que) o la igualdad (tan adorable como). Si de lo que se trata es de expresar la cualidad en su grado más alto, entonces hay que echar mano del superlativo (una mañana friísima, un dolor intensísimo, un comentario muy ingenioso).

Este abanico de grados de intensidad se suma al abundante caudal de adjetivos de la lengua española y a la riqueza de matices propios de cada adjetivo y nos pone el mundo en la punta de la lengua. ¿Me acompañan a saborearlo?

 

CUALIDADES SUPERLATIVAS

Después de unas semanas compara que te compara, hemos llegado a ese momento en el que lo que necesitamos es indicar que una cualidad está presente en una medida muy elevada. Para eso la gramática nos permite expresar el adjetivo en grado superlativo.

Si queremos dar a entender que una persona o una cosa posee una cualidad en mayor grado en comparación con el resto, necesitamos un superlativo relativo: el más hermoso de todos, la menos lenta de las corredoras. En cambio, si la intención es referirnos a una cualidad que se manifiesta en un grado muy destacado sin necesidad de establecer una comparación, necesitamos un superlativo absoluto. Para construir un superlativo absoluto tenemos dónde elegir. Podemos recurrir al adverbio muy (muy aburrido, muy profunda) o al sufijo -ísimo (aburridísimo, profundísima). Existe, además, la posibilidad de incluir otros matices aprovechando ciertos adverbios en -mente que expresan intensidad: sumamente caro, extremadamente picante, intensamente azul. Pero aún hay más opciones; las que nos proporcionan aquellos prefijos que aportan un matiz intensificador (mega-, hiper-, super-, requete-, archi-); no los encontrarán en el diccionario, porque se construyen según la necesidad, pero no duden en usarlos, aunque la mayoría estén reservados al registro coloquial: megabarato, hiperfrío, superfamoso, requetepesado, archisensible.

En el español dominicano tenemos el precioso sufijo –(n)ingo, que expresa el grado superlativo. Solo lo encontramos en algunas palabras, pero no me resisto a recordarlo aquí: nueveciningo ‘muy nuevo’, soliningo ‘muy solo’, azuliningo ‘de color azul intenso’, chininingo o chirriningo ‘muy pequeño’, blandiningo ‘muy blando’.

La historia literaria dominicana se inicia con Leonor de Ovando en el siglo XVI

Por Miguel Collado                       

 

La historia literaria y la otra historia —la referida a los acontecimientos y hechos registrados en el pasado, los cuales nos revelan lo que ha sido el desarrollo de un pueblo, de una colectividad humana— caminan parejamente, atravesadas ambas por el imponente tiempo y por las acciones del hombre. Del tiempo se nutren; él marca su ritmo. Una nos ayuda a explicar la otra. © 2021, Miguel Collado

«La historia literatura dominicana se inicia con el nombre de Colón…». Con esta mentira histórica el historiador literario Joaquín Balaguer emprende su estudio sobre la historia literaria dominicana. Incluso le dedica ocho páginas (retrato incluido) a Cristóbal Colón abriendo su Historia de la literatura dominicana, ganadora del Premio Nacional de Obras Didácticas en 1956, otorgado por la Secretaría de Estado de Educación, Bellas Artes y Cultos (SEEBAC). Y analiza, incluso, el estilo literario del navegante aventurero, empeñado en demostrar que su afirmación citada responde a una verdad que solo existe en su pasión hispanófila: «Si lo que caracteriza el estilo poético es la expresión de las ideas por medio de tropos y figuras, ninguno más lleno de poesía que el del Primer Almirante. Todo lo describe Colón por medio de imágenes y con lujo de metáforas tan precisas como deslumbradoras. […] Su estilo llega a veces al borde de lo patético»⁽¹⁾.

Esa distorsión en la historia literaria dominicana se ha venido repitiendo por más de un siglo: desde que Pedro Henríquez Ureña publicara en 1917 su ensayo «Literatura dominicana»⁽²⁾. A partir de sus posteriores y autorizados estudios sobre las letras coloniales ha sido constante la difusión en las aulas universitarias y en las escuelas públicas del país, la creencia de que los primeros escritores americanos fueron los cronistas españoles. ¡Grave error!  El ilustre humanista dominicano —que tempranamente también dio muestras de admiración hacia la cultura española— es quien por primera vez plantea la tesis de que con Cristóbal Colón se inicia la historia literaria dominicana: «El diario de Colón, que conservamos extractado por el padre Las Casas, contiene las páginas con que tenemos derecho de abrir nuestra historia literaria, el elogio de nuestra isla que comienza: “La Española es maravilla…”»⁽³⁾. Casi veinte años después el Maestro de América ratifica casi textualmente su tesis en su ya clásica obra La cultura y las letras coloniales en Santo Domingo (1936): «El diario de COLÓN, que conservamos extractado por Fray Bartolomé de Las Casas, contiene las páginas con que tenemos derecho de abrir nuestra historia literaria, el elogio de nuestra isla…»⁽⁴⁾.

Henríquez Ureña, para sostener su propuesta, cita fragmentos del diario escrito por el Almirante de la mar Océana: Es tierra toda muy alta… Por la tierra dentro muy grandes valles, y campiñas, y montañas altíssimas, todo a semejaza de Castilla… Un río no muy grande… viene por unas vegas y campiñas, que era maravilla ver su hermosura… (7 de diciembre de 1492). La Isla Española… es la más hermosa cosa del mundo… (11 de diciembre). Estaban todos los árboles verdes y llenos de fruta, y las yervas todas floridas y muy altas, los caminos muy anchos y buenos; los ayres eran como en abril en Castilla; cantava el ruyseñor… Era la mayor du1çura del mundo. Las noches cantavan algunos paraxitos suavemente, los grillos y ranas se oían muchas… (13 de diciembre). Y los árboles de allí.., eran tan viciosos, que las hojas dexavan de ser verdes, y eran prietas de verdura. Esa cosa de maravilla ver aquellos valles, y los ríos, y buenas aguas, y las  tierras para pan, para ganados de toda suerte…, para güertas y para todas las cosas del mundo qu’el hombre sepa pedir… (16 de diciembre). En toda esta comarca ay montañas altíssimas que parecen llegar al cielo.., y todas son verdes, llenas de arboledas, que es una cosa de maravilla. Entremedias d’ellas ay vegas muy graciosas… (21 de diciembre). En el mundo creo no ay mejor gente ni mejor tierra. Ellos aman a sus próximos como a sí mismos, y tienen una habla la más dulce del mundo, y mansa, y siempre con risa… (25 de diciembre)⁽⁵⁾.

Con lo que sí estamos de acuerdo —y que no es una fantasía— es con la descripción que Pedro nos ofrece del ambiente cultural y literario que existía en ese momento histórico, casi inmediatamente posterior al descubrimiento en la isla Española:  Había muchos poetas en la colonia, según atestiguan Juan de Castellanos, Méndez Nieto, Tirso de Molina. Desde temprano se escribió, en latín como en español. Y desde temprano se hizo teatro. Gran número de hombres ilustrados residieron allí, particularmente en el siglo XVI: teólogos y juristas, médicos y gramáticos, cronistas y poetas. Entre ellos, dos de los historiadores esenciales de la conquista: Las Casas y Oviedo; dos de los grandes poetas de los siglos de oro: Tirso y Valbuena, uno de los grandes predicadores: Fray Alonso de Cabrera; uno de los mejores naturalistas: el P. José de Acosta; escritores estimables como Micael de Carvajal, Alonso de Zorita, Eugenio de Salazar. Hubo escritores de alta calidad, como el arzobispo Carvajal y Rivera, que se nos revelan a medias, en cartas y no en libros. Cuál más, cuál menos, todos escriben —todos los que tienen letras— en la España de entonces: la literatura “es fenómeno verdaderamente colectivo, —dice Altamira—, en que participa la mayoría de la na-ción». Pero España no trajo sólo cultura de letras y de libros: trajo también tesoros de poesía popular en romances y canciones, bailes y juegos, tesoros de sabiduría popular, en el copioso refranero⁽⁶⁾.

Indudablemente, era un ambiente propicio para la creación literaria y como lógicas habría que entender las conocidas influencias literarias en los nacidos en la Isla, considerados «criollos».

Ahora bien, sí es una fantasía la afirmación hecha por Henríquez Ureña en 1917 y asumida como verdad por Balaguer en 1956, pues Colón no era ni literato ni historiador. Era un navegante europeo escribiendo, muy distante de su patria adoptiva (España), sobre una nueva realidad —un mundo nuevo para sus ojos aventureros— y rindiendo informes de navegación que constituían parte de los deberes de los capitanes: eran las singulares bitácoras de navegantes en el medioevo. El crítico literario Manuel Mora Serrano, al referirse a Colón, lo explica así: «Aparece en nuestra historia literaria por las cartas que escribió a los Reyes Católicos y a su protector Luis de Santángel, donde les da noticias de sus descubrimientos, y por las anotaciones de su cuaderno de bitácora acerca de su extraordinario y accidentado viaje; estas notas […] son obligación de todo capitán de navío»⁽⁷⁾. Es decir, no hubo una intención estética o artística en Colón: solo el impulso de cumplir con una rutina propia de hombre de mar.

Colón ni siquiera era español, pues había nacido en Italia en octubre de 1451. Es decir, no había nacido en la Isla, por lo que tampoco era un «criollo». Era una especie de Francis Drake: otro con patente de corso, pero al servicio de la corona española; era un invasor: ¿un pirata buscando tesoros, posesiones? Todos los soldados y exploradores que lo acompañaban, aturdidos por la sed de aventura, perseguían ese mismo propósito, muy distante del espíritu «evangelizador» enarbolado por los religiosos que arribarían a la Isla después, cuando ya los actos de barbarie habían dejado sus huellas en el indefenso pueblo aborigen.

Paradójicamente, al referirse a los primeros escritores nacidos en Santo Domingo Henríquez Ureña no menciona a Colón y afirma lo siguiente: «Y hubo de ser Santo Domingo el primer país de América que produjera hombres de letras […]. Dominicanos son, en el siglo XVI, Arce de Quirós, Diego y Juan de Guzmán, Francisco de Liendo, el P. Diego Ramírez, Fray Alonso Pacheco, Cristóbal de Llerena, Fray Alonso de Espinosa, Francisco Tostado de la Peña, Doña Elvira de Mendoza y Doña Leonor de Ovando, las más antiguas poetisas del Nuevo Mundo»⁽⁸⁾.

Tres de esos escritores merecen ser destacados: Cristóbal de Llerena (1541-1626), Leonor de Ovando (1544-¿1610/1615?) y Francisco Tostado de la Peña (¿1530?-1586).  Los dos primeros por ser los antecedentes más lejanos en el tiempo de las letras dominicanas en los géneros teatro y poesía, respectivamente; el último, por haber sido el primer poeta nacido en la Isla y por la circunstancia trágica en que fue alcanzado por la muerte a causa del ataque sufrido por la ciudad de Santo Domingo por parte del pirata Francis Drake en enero de 1586. En Llerena y en Tostado de la Peña nos hemos detenido en ensayos separados ya publicados: «Del primer texto dramático de la literatura dominicana (1588)» y «Del primer poeta de la literatura dominicana: Francisco Tostado de la Peña». Llerena también era poeta.

De Leonor de Ovando, Marcelino Menéndez y Pelayo salva cinco sonetos al recogerlos, «como curiosidad bibliográfica», en su Historia de la poesía de hispano-americana⁽⁹⁾:

  1. «En respuesta a uno de Eugenio de Salazar»;
  2. «De la misma señora al mismo en la Pascua de Reyes»;
  3. «De la misma señora al mismo en respuesta de uno suyo»;
  4. «De la misma señora al mismo en respuesta de otro suyo»; y
  5. «De la misma señora al mismo en respuesta de otro suyo sobre la competencia entre las monjas bautistas y evangelistas».

A continuación, transcribimos el primero de esos sonetos:

 

En respuesta a uno de Eugenio de Salazar 

El niño Dios, la Virgen y parida, 

el parto virginal, el Padre eterno, 

el portalico pobre, y el invierno 

con que tiembla el auctor de nuestra vida, 

sienta (señor) vuestra alma y advertida 

del fin de aqueste don y bien superno, 

absorta esté en aquel, cuyo gobierno 

la tenga con su gracia guarnecida. 

Las Pascuas os dé Dios, qual me las distes 

con los divinos versos de essa mano; 

los quales me pusieron tal consuelo, 

que son alegres ya mis ojos tristes, 

meditando bien tan soberano, 

el alma se levanta para el cielo.

 

El insigne filólogo español, dando constancia de su honestidad intelectual, indica su fuente: «Debemos la noticia de ella y el conocimiento de algunos de sus versos al inestimable manuscrito de la Silva de Poesía, compuesta por Eugenio de Salazar, vecino y natural de Madrid, que se guarda en nuestra Academia de la Historia, y que tuvimos ocasión de mencionar tratando de Méjico»⁽¹⁰⁾. Y da más detalles sobre su hallazgo literario: […] nos hace conocer varias composiciones de la ingeniosa poeta y muy religiosa y observante D.ª Leonor de Ovando, profesa en el Monasterio de Regina de La Española, de quien se declara muy devoto y servidor , y a quien dedica cinco sonetos en fiestas de Navidad, Pascua de Reyes, Pascua de Resurrección, Pascua de Pentecostés y día de San Juan Bautista, contestándole la monja con otros tantos, no menos devotos que corteses, y a veces por los mismos consonantes que los del Oidor⁽¹¹⁾.

Son textos escritos durante diálogos literarios sostenidos por la poetisa con el escritor español Eugenio de Salazar (1530-1602), quien los compila en su obra citada por Menéndez y Pelayo, editada, tardíamente, en 2019⁽¹²⁾. Salazar había sido «nombrado en 19 de julio de 1573 Oidor de Santo Domingo, donde permaneció hasta 1580, en que ascendió a Fiscal de la Audiencia de Guatemala»⁽¹³⁾. Por lo que habría que ubicar la producción poética de Leonor de Ovando entre 1573 y 1580.

Menéndez y Pelayo también rescata los versos sueltos de Ovando transcritos más abajo, que «aún llenos de asonancias, como era general costumbre en el siglo XVI y lo es todavía entre los italianos, no me parecen despreciables, y siquiera por lo raro del metro en la pluma de una monja, deben conservarse»⁽¹⁴⁾. Dice el célebre humanista:

 

Versos sueltos de la misma señora al mismo 

Qual suelen las tinieblas desterrarse 

Al descender de Phebo acá en la tierra, 

Que vemos aclarar el aire obscuro, 

Y mediante su luz pueden los ojos 

Representar al alma algún contento, 

Con lo que pueda dar deleyte alguno: 

Assí le acontesció al ánima mía 

Con la merced de aquel ilustre mano, 

Que esclareció el caliginoso pecho, 

Con que puede gozar de bien tan alto, 

Con que puede leer aquellos versos 

Dignos de tan capaz entendimiento, 

Qual el que produció tales conceptos. 

La obra vuestra fué; mas el moveros 

A consolar un alma tan penada, 

De aquella mano vino, que no suele 

Dar la nïeve, sin segunda lana; 

Y nunca da trabajo, que no ponga 

Según la enfermedad la medicina. 

Assi que equivalente fué el consuelo 

Al dolor, que mi alma padescía 

Del ausencia de prendas tan amadas. 

Seys son las que se van, yo sola quedo; 

El alma lastimada de partidas, 

Partida de dolor, porque partida 

Partió, y cortó el contento de mi vida, 

Cuando con gran contento la gozaba: 

Mas aquella divina Providencia, 

Que sabe lo que al alma le conviene, 

Me va quitando toda la alegría, 

Para que sepáys que es tan zeloso, 

Que no quiere que quiera cosa alguna 

Aquel divino esposo de mi alma, 

Sino que sola a él sólo sirva y quiera, 

Que solo padesció por darme vida; 

Y sé que por mí sola padesciera 

Y a mí sola me hubiera redimido, 

Si sola en este mundo me criara. 

La esposa dice: sola yo a mi amado, 

Mi amado a mí. Que no quiero más gente. 

Y llorar por hermanos quien es monja, 

Sabiendo que de sola se apellida: 

No quiero yo llorar, más suplicaros 

Por sola me veáys, si soys servido; 

Que me edificaréys con escucharos⁽¹⁵⁾.

 

De lo anterior cabe deducir que Leonor de Ovando no tan solo es la primera mujer de letras en la historia literaria dominicana sino, también, de todo el continente americano. Confirmada queda esta aseveración en las palabras de Marcelino Menéndez y Pelayo cuando dice: «[…] en el XVI, en que la ruina de la colonia no se había consumado aún, no dejó la isla de ser honrada alguna vez por los favores de las musas, y tuvo desde luego la gloria de que en su suelo floreciese la primera poetisa de que hay noticia en la historia literaria de América»¹⁶.  Sobre Francisco Tostado de la Peña, Menéndez y Pelayo también encuentra noticia en la Silva de poesía de Salazar. Pero el historiador literario español no lo favorece con su juicio crítico: «trae un soneto tan malo que no vale la pena de ser transcrito, aunque Salazar le llame en la contestación “heroico ingenio del sutil Tostado”»⁽¹⁷⁾. Sin embargo, desde nuestra perspectiva de bibliógrafo ese soneto de Tostado de la Peña sí tiene su valor histórico-documental, por lo que lo transcribimos a continuación, acudiendo a Henríquez Ureña: Soneto de bienvenida al oidor Eugenio de Salazar, al llegar a Santo Domingo:

 

Divino Eugenio, ilustre y sublimado, 

en quien quanto bien pudo dar el cielo 

para mostrar su gran poder al suelo 

se halla todo junto y cumulado: 

 

de suerte que si más os fuera dado 

fuera más que mortal el sacro velo 

y con ligero y penetrable vuelo 

al summo choro uviérades volado: 

 

Vuestra venida tanto desseada 

a todos ha causado gran contento, 

según es vuestra fama celebrada; 

 

y esperan que de hoy más irá en aumento 

esta famosa isla tan nombrada, 

pues daros meresció silla y asiento⁽¹⁸⁾.

 

Ese soneto fue copiado por el filólogo y ensayista judío-venezolano Ángel Rosenblat directamente del manuscrito de la Silva de poesía, de Eugenio de Salazar, que, al momento de ser rescatado por Pedro, se encontraba en la Academia de Historia de Madrid. Es lo que informa el excelso humanista dominicano en nota al pie de la pieza poética de Tostado de la Peña. Rosenblat fue un discípulo aventajado de Pedro y de Amado Alonso en la Universidad de Buenos Aires.

Es importante consignar que en su obra citada, Menéndez y Pelayo reconoce la importancia histórica de la literatura producida en la isla Española, pero solo por ser un acontecimiento histórico primigenio, no por su valor estético inicial en sí: «La isla Española, la Primada de las Indias, […] no puede ocupar sino muy pocas páginas en la historia literaria del Nuevo Mundo. Y, sin embargo, la cultura intelectual tiene allí orígenes remotos, inmediatos al hecho de la Conquista […]»⁽¹⁹⁾. ¡Y tiene razón ese respetable erudito español! Es que era el nacimiento de una nueva cultura, que habría de evolucionar con el tiempo, y el desarrollo de la creación literaria, al igual que las demás manifestaciones artísticas, recibiría su impulso luego de iniciado el período de la Conquista.  Apelando a la verdad histórica, podemos afirmar que la poetisa Leonor de Ovando con sus poemas y el dramaturgo Cristóbal de Llerena con su entremés, ambos en la segunda mitad del siglo XVI, representan el antecedente más remoto del nacimiento de la literatura dominicana, no el Almirante Cristóbal Colón con su Diario de navegación (1492-1493).

 

Sor Leonor de Ovando emerge en la temprana fecha del siglo XVI como la autora de los primeros poemas escritos en la América hispana. Con sonetos de aliento místico, esta monja encarna la primera voz poética de La Española, cuya lírica inaugura la creación mística y poética en la literatura dominicana y en las letras continentales⁽²⁰⁾

[…] 

Como poeta, Leonor de Ovando es producto del desarrollo cultural del siglo XVI, que en la base de su cosmovisión se apreciaba la cultura académica como expresión del desarrollo personal y social. 

[…] 

Esta poeta y religiosa dominicana cultivó la poesía mística con hondura conceptual y belleza expresiva. Es decir, la poeta dominicana sor Leonor de Ovando se anticipa a la poeta mexicana sor Juan Inés de la Cruz en la creación de sus devaneos líricos desde la celda de un convento colonial. 

[…] 

La poesía de sor Leonor de Ovando no solo representa la primera manifestación lírica de una autora nacida, criada, desarrollada y establecida en la Española del siglo XVI, sino la primera expresión de la lírica mística en la literatura dominicana, lo que se corresponde con la tendencia de la espiritualidad mística, que fraguó la sustancia de la tradición espiritual de la literatura española⁽²¹⁾.

 

Finalmente, debemos abordar, así sea panorámicamente, el tema de la tesis sustentada por el historiador literario dominicano Abelardo Vicioso en torno a los orígenes de la literatura dominicana. Vicioso los sitúa en el siglo XVII, para lo cual se basa en la teoría histórica sobre la noción de período del ensayista y poeta Pedro Mir, quien sostiene que: «Las raíces más remotas del pueblo dominicano, se detectan a principios del Siglo XVII. En ese momento es preciso situar, pues, el comienzo propiamente dicho de la HISTORIA DE LA REPÚBLICA DOMINICANA, en cuanto historia del pueblo dominicano»⁽²²⁾. Mir justifica su tesis partiendo de un hecho histórico: las devastaciones ordenadas por la corona española y llevadas a cabo durante el gobierno de Antonio de Osorio, en la banda norte de Santo Domingo, durante los años de 1605 y 1605, las cuales dieron lugar a la formación, al pasar el tiempo, de dos pueblos distintos: el dominicano en la parte oriental de la Isla y el haitiano en la parte occidental.

De ahí es que el profesor Abelardo Vicioso parte para afirmar lo siguiente: «Por tanto, habría que partir de esa época a la hora de rastrear los orígenes de la literatura dominicana, con lo que dejaríamos fuera de ella toda la producción literaria del siglo XVI en nuestra isla»⁽²³⁾.  Y luego agrega que como consecuencias de dichas devastaciones «la población isleña, principalmente la pudiente, emigró en masa para no volver jamás, dejando a la isla en completo estado de desolación, abandono y miseria, y llevándose consigo toda la rica producción literaria de los Montesinos y Las Casas, de los Bejarano y los Llerena, de las Elvira de Mendoza y las Leonor de Ovando, que tantas glorias le dieron a las letras en el siglo XVI»⁽²⁴⁾. De cualquier modo, sea en el siglo XVI o en el siglo XVII que se acuerde ubicar los orígenes de la literatura dominicana, cabe admitir que la poetisa Leonor de Ovando no tan solo nació, vivió y produjo sus textos en la parte oriental de Santo Domingo antes de esos trágicos sucesos, sino, además —y esto es muy importante—, que continuó viviendo y produciendo literatura allí hasta muchos años después de las devastaciones: hasta aproximadamente el año 1615. O sea, de cualquier manera, sin importar el siglo, es ella la fundadora de la literatura dominicana, no Cristoforo Colombo (1451-1506).

 

NOTAS:

⁽¹⁾ Joaquín Balaguer. Historia de la literatura dominicana [1956]. 10.ª edición. Santo Domingo, Rep. Dom.: Editora Corripio, 1997. Pág. 11.

⁽²⁾ Pedro Henríquez Ureña. «Literatura dominicana». En: Revue Hispanique (París), 40 (98): 273-294, agosto de 1917. Editado en folleto: París-New York: [s. n.], 1917. 26 p.

⁽³⁾ Ibid. En sus: Obras completas. Recopiladas por: Juan Jacobo de Lara. Santo Domingo, Rep. Dom.: Universidad Nacional «Pedro Henríquez Ureña», 1979. Tomo III: 1914-1920. Pág. 312.

⁽⁴⁾ PHU. La cultura y las letras coloniales en Santo Domingo. Buenos Aires, Argentina: Universidad de BA, 1936. Recogida en su: Obra crítica. Edición, bibliografía e índice onomástico: Emma Susana Speratti Piñero; prólogo: Jorge Luis Borges. México / Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 1960. Pág. 338.

⁽⁵⁾ Loc. cit.

⁽⁶⁾ Op. cit., p. 336.

⁽⁷⁾ Manuel Mora Serrano. Literatura dominicana e hispanoamericana. Español 6.° curso. Santo Domingo, Rep. Dom.: DISESA, 1978. Pág. 18.

⁽⁸⁾ Op. cit., p. 336.

⁽⁹⁾ Marcelino Menéndez y Pelayo. Historia de la poesía hispano-americana. Madrid, España: Librería General de Victoriano Suárez, 1911. Tomo I. Pág. 296.

⁽¹⁰⁾ Ibid., pág. 295.

⁽¹¹⁾ Ibid., pág. 296.

⁽¹²⁾ Eugenio de Salazar. Silva de poesía. Editor: Jaime José Martínez Martín. México, D. F.: Frente de Afirmación Hispanista, 2019. 1087 p.

⁽¹³⁾ Marcelino Menéndez y Pelayo. Op. cit., pág. 295.

⁽¹⁴⁾ Ibid., pág. 296.

⁽¹⁵⁾ Ibid., págs.. 298-299.

⁽¹⁶⁾ Ibid., pág. 295.

⁽¹⁷⁾ Ibid., pág. 296.

⁽¹⁸⁾ Pedro Henríquez Ureña. La cultura…Obra crítica, págs. 373-374.

⁽¹⁹⁾ Op. cit., pág. 291.

⁽²⁰⁾ Bruno Rosario Candelier. La sabiduría sagrada. La lírica mística en las letras dominicanas. Moca, Rep. Dom.: Movimiento Interiorista del Ateneo Insular, 2020. Pág. 13. En La búsqueda de lo absolutoEl aliento interiorista en las letras dominicanas: de Sor Leonor de Ovando a Tulio Cordero (Moca, Rep. Dom.: Publicaciones del Ateneo Insular, 1997.  315 p.) Bruno Rosario Candelier afirma: “La figura de Sor Leonor de Ovando emerge en la temprana fecha del siglo XVI como la autora de los primeros poemas escritos en el Nuevo Mundo. Con sonetos y versificaciones de aliento místico representa la primera voz lírica de La Española, inaugura la creación mística en la literatura dominicana y sienta las bases de la tradición poética en la literatura colonial”. Pág. 21.

⁽²¹⁾ Ibid., págs. 13-17.

⁽²²⁾ Pedro Mir. La noción de período en la historia dominicana. Santo Domingo, Rep. Dom.: Editora Universitaria-UASD, 1981. Vol. I. Pág. 19. (Publicaciones de la UASD; vol. CCXCV. Colección Historia y Sociedad; no. 44).

⁽²³⁾ Abelardo Vicioso. El freno hatero en la literatura dominicana. Santo Domingo, Rep. Dom.: Editora Universitaria-UASD, 1983. Pág. 19. (Publicaciones de la UASD; vol. CCCXXIII. Colección Educación y Sociedad; no. 21).

⁽²⁴⁾ Ibid., págs. 19-20.

Pedro Henríquez Ureña: «Seis ensayos en busca de nuestra expresión»

Edición de Bruno Rosario Candelier

por ASALE bajo la dirección de

Francisco Javier Pérez

 

Prólogo de

Bruno Rosario Candelier

Academia Dominicana de la Lengua

 

“Si las artes y las letras no se apagan,

tenemos derecho a considerar seguro el porvenir”.

  (Pedro Henríquez Ureña)

 

Pedro Henríquez Ureña es un paradigma del intelectual consagrado al estudio de las letras hispanoamericanas. Producto de una corriente cultural que anhelaba el desarrollo de la propia identidad histórica, social y cultural en su expresión intelectual y estética, una forma de anhelar la independencia no solo política, sino filosófica y literaria según la aspiración de los intelectuales y escritores de la América española, en Seis ensayos en busca de nuestra expresión (Buenos Aires, 1928) el filólogo dominicano encauzó ese anhelo de los escritores americanos para alcanzar la propia voz como signo y cauce de una sentida apelación creadora en el uso de la lengua y el cultivo de las letras.

Humanista entusiasta y fecundo, Pedro Henríquez Ureña escribió numerosas obras inspiradas en el genio de nuestra lengua. Cultor apasionado de la palabra, intérprete eminente de la literatura hispanoamericana, ensayista prolífico y profundo, se dedicó al estudio de nuestra lengua y la interpretación de nuestras letras con una consagración ejemplar. Publicó una veintena de obras centradas en la identidad lingüística y cultural de los hispanoamericanos. En México escribió en El Universal, hacia 1923, el concepto de que la América hispana precisaba de normas y orientaciones dirigidas hacia la definición inequívoca de su propia vida intelectual, estética y espiritual. Era una vieja aspiración que impulsaron hombres visionarios, intelectuales y escritores de nuestra América, que habían iniciado el camino en procura de nuestro desarrollo literario: “No hemos renunciado a escribir en español, y nuestro problema de la expresión original y propia comienza ahí…Nuestra expresión necesitará doble vigor para imponer su tonalidad sobre el rojo y el gualda” (1).

En ese tenor, Pedro Henríquez Ureña reflexionó sobre el destino de nuestras letras y entendió que debíamos cultivar nuestra propia voz, fundada en la temática de nuestras vivencias y el hallazgo de la intuición con nuestro tono distintivo y una adecuada estimativa de nuestras percepciones y valoraciones para asumir, potenciar y promover los más altos valores literarios, estéticos y espirituales a través de la lengua y la cultura de los pueblos hispanoamericanos. Creía el humanista dominicano que, para alcanzar ese objetivo había que enfrentar el problema sin rodeos: “En literatura, el problema es complejo, es doble: el poeta, el escritor, se expresan en idioma recibido de España. Al hombre de Cataluña o de Galicia le basta escribir su lengua vernácula para realizar la ilusión de sentirse distinto del castellano” (2).

Pondera nuestro filólogo la dimensión americanista, que supo identificar en forma admirable enfatizando el vínculo entrañable de pueblos hermanos que comparten lengua, geografía y modos de vida, como manifiesta en México, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Santo Domingo, Colombia, Perú, Chile o Argentina, países en los cuales hay una vigorosa literatura, sin obviar entre los suramericanos, a Venezuela y Paraguay y, desde luego, a los demás pueblos antillanos y centroamericanos, empapados de las manifestaciones esenciales de nuestro idioma al compartir la tradición española cifrada en el alma de nuestra lengua.

Para la búsqueda de ese acento propio centrada en la tonalidad de nuestro estilo “obliga a acendrar nuestra nota expresiva, a buscar el acento inconfundible” (3), para lo cual nuestro autor enfatizó la dimensión creadora a través del ensayo y la crítica literaria en las diversas expresiones de nuestras letras, que nuestro autor supo estudiar, valorar y enaltecer. Al tiempo que ensanchaba nuestro horizonte intelectual y estético, con su visión del mundo, su formación académica y su vocación orientadora contribuyó a forjar valiosos creadores, analistas e investigadores literarios en los países donde desplegó su actividad docente y su labor escritural, ejercida a través de numerosas publicaciones o mediante conferencias, cartas y contactos personales en asesoría académica a escritores, estudiantes, profesores e investigadores.

Esa vocación de Pedro Henrí­quez Ureña lo convirtió en uno de los más importantes intérpretes literarios en lengua española. Se formó bajo la escuela de Marcelino Menéndez y Pelayo en Madrid. Nacido en Santo Domingo el 20 de junio de 1884 en el seno de una familia de intelectuales y poetas, recibió la inspiración de su vocación literaria, vivió durante su etapa de formación en Cuba, Estados Unidos de América, España y México, y en su época más fecunda de orientador y escritor, se radicó primero en México y luego en Argentina, hasta su muerte en Buenos Aires el 11 de mayo de 1946, tras una fructífera existencia plasmada en la investigación, la escritura y la docencia. Durante muchos años fue profesor de la Universidad de La Plata, institución cuyo prestigio enalteció y en la que formó una brigada de investigadores y estudiosos de la palabra que darían lustre a las letras hispanoamericanas, según el testimonio de importantes intelectuales y escritores argentinos, entre ellos Jorge Luis Borges, que le llamaba “Maestro de América”, como consta en el prólogo de la Obra crítica, de Pedro Henríquez Ureña  o en el ensayo de Pedro Luis Barcia (4), en cuya obra consigna el aporte del maestro dominicano en la literatura argentina.

A Henríquez Ureña le preocupaba la formación intelectual, inquietud que fundaba en la conciencia de la lengua. Insistía en la necesidad de alcanzar una expresión original y genuina. Sobre su vocación hispánica subrayó:

   “No hemos renunciado a escribir en español, y nuestro problema de la expresión original y propia comienza ahí. Cada idioma es una cristalización de modos de pensar y de sentir, y cuanto en él se escribe se baña en el color de su cristal. Nuestra expresión necesitará doble vigor para imponer su tonalidad sobre el rojo y el gualda” (5).

   Su conciencia lingüística lo llevaba a ponderar el esfuerzo que debíamos realizar para conseguir el desarrollo cultural auténtico. Debíamos, decía, “acendrar nuestra nota expresiva, a buscar el acento inconfundible” (6), subrayando la energía nativa de nuestro modo de hablar y escribir. Por eso valoró el conocimiento de la lengua local de cada país. Su libro El español en Santo Domingo, de 1936, es una evidencia de esa inquietud por la voz peculiar de cada uno de los pueblos hispanoamericanos, así como estimó esencial la expresión auténtica de la intuición artística, canalizada en la creación literaria desde la cual atisbó importantes rasgos idiosincráticos de la mentalidad hispanoamericana.

La condición de erudito y acucioso investigador de Pedro Henríquez Ureña se potenció con la posesión de una cultura humanística y el singular don para enseñar. Fomentaba la lectura de los grandes autores de nuestra lengua, especialmente la de los escritores españoles del Siglo de Oro, así como las obras maestras de las letras universales. De acuerdo con la revelación de discípulos suyos, era un hombre sensible y generoso en lo concerniente al ser humano. Propugnaba por el desarrollo de las humanidades con una profunda conciencia literaria y una genuina apelación humanizada. Su formación académica la puso al servicio de la cultura hispanoamericana, al tiempo que indagaba e inter­pretaba facetas entrañables de nuestra América según podemos apreciar en sus creaciones lingüísticas, históricas, filosóficas, estéticas y literarias.

En su búsqueda de la expresión americana, que cultivó con particular empeño y especial devoción, hizo filología estilística, ya que buscaba la expresión genuina de la América hispánica a través de la palabra, es decir, la forma singular, distintiva y caracterizadora de los pueblos hispanohablantes cuyos atributos estudiaba en los textos de nuestros grandes creadores literarios. El lenguaje era para él cauce y vínculo, testimonio y huella de lo que somos y anhelamos. Su vocación filológica quedó plasmada no solo en Seis ensayos en busca de nuestra expresión, sino en otros libros en los que testimonia su magisterio literario, y fue tal su influjo que su obra crítica y ensayística amplió el número de escritores y filólogos formados bajo su orientación en el mundo hispánico, donde se le reconoce como uno de los grandes Maestros de la lengua española. El filólogo dominicano goza de una alta estimación entre los lingüistas, literatos y teóricos de las letras hispánicas. Su obra crítica, teórica y ensayística concitó una honda admiración por la validez de sus criterios, el rigor de su formulación y la claridad de sus orientaciones. Con Pedro Henríquez Ureña nació en Santo Domingo la crítica literaria con fundamento académico y su obra funda la tendencia filológica de la exégesis literaria, que se manifiesta en las interpretaciones basadas en la significación de la palabra como vehículo distintivo de la idiosincrasia cultural de un país o una lengua.

Este grandioso Maestro de América, como se le ha llamado a nuestro ilustre coterráneo, desplegó su talento crítico, creativo y teorético en beneficio del desarrollo de las letras americanas y españolas. A Pedro Henríquez Ureña se debe, en efecto, la base orientadora de un pensamiento crítico que se extiende por todo el mundo de habla española. Esa base tiene su fundamento en la lengua misma, como matriz del pensamiento y vehículo de la expresión. Sus trabajos de crítica e interpretación profundizaron en el conocimiento científico de la lengua y en la realización de sus potencialidades creadoras.

La feliz iniciativa del distinguido secretario general de la Asociación de Academias de la Lengua Española, don Francisco Javier Pérez, de publicar una serie de obras filológicas de nuestros escritores, constituye un valioso servicio a favor del conocimiento y la difusión del aporte de nuestros estudiosos de la lengua y la literatura española e hispanoamericana y, en este caso en particular, esta obra del filólogo dominicano que me complace prologar, Seis ensayos en busca de nuestra expresión, como otras obras suyas, entre las que pondero Las corrientes literarias en Hispanoamérica, El español de Santo Domingo o La cultura y las letras coloniales en Santo Domingo, reflejan y proyectan la valiosa contribución de nuestro gran humanista, cuya lectura y promoción entraña una manera de incentivar el interés por el conocimiento de la lengua y la literatura de nuestra América. El pensamiento del ensayista dominicano que influyó en el desarrollo de nuestras letras y la conciencia de nuestra lengua, con el sentimiento de valoración de nuestra identidad cultural a partir de nuestra manera de sentir, pensar y expresarnos, sigue siendo edificante y luminoso. Una valiosa generación de escritores contó con Pedro Henríquez Ureña como mentor, comenzando con los intelectuales mexicanos que integraron el Ateneo de México en la primera década del siglo XX, entre los cuales figuraron los ensayistas José Vasconcelos, Alfonso Reyes, Antonio Caso, Martín Luis Guzmán, Vicente Lombardo Toledano y otras figuras señeras que formarían la generación intelec­tual de 1910. Y en Argentina su magisterio intelectual dio abundantes frutos en lingüistas y literatos de la talla de Jorge Luis Borges, Ana María Barrenechea, Ernesto Sábato y Enrique Anderson Imbert, entre muchos otros. En Santo Domingo hay que reconocer el influjo de don Pedro en la generación literaria de 1930, entre los cuales sobresalen Juan Bosch, Joaquín Balaguer, Emilio Rodríguez Demorizi, Pedro Troncoso Sánchez,  Carlos Federico Pérez, Flérida de Nolasco y otros.

Pedro Henríquez Ureña había recibido la impronta educativa de Eugenio María de Hostos (7) y admiraba al patriota y escritor cubano José Martí, entre otros prohombres de América. Esa formación civilista fecundó su magisterio, centrado en promover los valores americanistas desde la esencia de la cultura hispánica, entre los cuales figuraban el sentido crítico, el fundamento moral, la disciplina cívica, el estudio de las humanidades, el desarrollo del espíritu y una organización social fundada en la justicia y la solidaridad. En su ponderación del ideal de justicia, rechazaba la tendencia académica elitista, pues Henríquez Ureña prefería al “hombre apasionado por la justi­cia” en lugar del que aspira a su propia perfección en pos de un ideal de convivencia.

Cuando en 1928 Pedro Henríquez Ureña publicó Seis ensayos en busca de nuestra expresión ya había vivido en España, Cuba y México, países con una sólida tradición literaria, una vasta producción editorial y una vida intelectual intensa y fecunda con alta calidad académica, lo que trató de impulsar tanto en Santo Domingo, como en México y Argentina. Su acrisolada vocación de pensador liberal, su espíritu abierto y cosmopolita, así como su cosmovisión esencialmente humanista lo dirigió siempre a fomentar el interés por las letras y la valoración de las inclinaciones intelectuales, morales, estéticas y espirituales. Pedro Henríquez Ureña tenía una formación moral inspirada en los principios de la educación hostosiana, que había recibido de su propia madre, la insigne educadora y poeta Salomé Ureña, y ese aspecto moralista, que fluye en sus ensayos, pesaba en un hombre con valores éticos y principios fundados en la valoración de la verdad, el cultivo del bien y el disfrute de la belleza espiritual. La limpieza de una conciencia recta y pura, como la de Pedro, florece en una sociedad con escrúpulos morales y sentido de la estética y la espiritualidad, superponiendo los elevados ideales de la conciencia social y espiritual a los intereses personales, y supeditando el afán de lucro para enaltecer la virtud y la disciplina, mediante una sensibilidad fraguada en el ideal, el decoro y los principios que edifican. Se puede agregar a esa aspiración social la vocación creadora de un intelectual que vivía poéticamente la vida y la enseñanza bajo la inspiración del ideal griego, actitud compatible con la vocación científica y artística, fomentando el talento creador a favor de acciones edificantes y luminosas.

Pedro Henríquez Ureña valoraba el cultivo del pensamiento y la creación intelectual y artística. En tal virtud prefería la claridad del concepto al oropel de la expresión rimbom­bante. Sus estudios y ensayos reflejan una honda capacidad analítica, un rigor metodológico y una hondura interpretativa. Esta edición de Seis ensayos en busca de nuestra expresión, obra que refleja su ideal literario, el dominio del lenguaje y el planteamiento reflexivo, cifra la base de su concepción filológica. Y, desde luego, revela la erudi­ción que el intelectual dominicano puso al servicio de su labor pedagógica, centrado en su ideal humanista impregnado de la intuición crítica, del carisma de su vocación socrática y la apelación altruista de su conciencia social que encauzó para atizar el amor a la belleza, la verdad y el bien. En tal virtud, Henríquez Ureña abogaba por la pureza de la forma en la creación literaria, y esa visión, que lo llevaba a ponderar la perfección de la expresión, mueve a los genuinos creadores a crear una obra ejemplar y trascendente, tarea que le corresponde al crítico literario llamado a exigir calidad y rigor en la expresión, comenzando por el uso apropiado de la lengua, la aplicación de las normas gramaticales, ortográficas y estilísticas en una sintaxis reveladora de la corrección expresiva y la elegancia en la forma para lograr la hondura conceptual y la belleza del lenguaje. Así lo confirma nuestro escritor en ese planteamiento de su ideario crítico formulado en el estudio sobre la poesía de Gastón Fernando Deligne en donde sostiene que cree “en la realidad de la poesía perfecta”.

   En el ensayo del filólogo dominicano se aprecia la exaltación de la vocación creadora y la misión de los escritores cuyo trabajo creador ha de contribuir al cultivo de los valores trascendentes y la edificación de la conciencia:

 “Mi hilo conductor ha sido el pensar que no hay secreto de la expresión sino uno: trabajarla hondamente, esforzarse en hacerla pura, bajando hasta la raíz de las cosas que queremos decir; afinar, definir, con ansia de perfección. El ansia de perfección es la única forma. Contentándonos con usar el ajeno hallazgo, del extranjero o del compatriota, nunca comunicaremos la revelación íntima; contentándonos con la tibia y confusa enunciación de nuestras intuiciones, las desvirtuaremos ante el oyente y le parecerán cosa vulgar. Pero cuando se ha alcanzado la expresión firme de una intuición artística, va en ella, no sólo el sentido universal, sino la esencia del espíritu que la poseyó y el sabor de la tierra de que se ha nutrido” (8).

   De esa manera nuestro filólogo enfatizaba la realización de estudios literarios para asumir el genio de nuestra lengua y potenciar la tradición hispánica desde nuestra idiosincrasia, nuestra conciencia y nuestra sensibilidad. Es así como este teórico y analista de nuestra producción literaria supo ponderar la labor de los creadores de la palabra para transmitir, mediante el concurso de la intuición, la veta de su inspiración y la técnica de la escritura, sus personales intuiciones, invenciones o su peculiar valoración del mundo.

Pedro Henríquez Ureña escribía para edificar. Tuvo plena conciencia de las debilidades de nuestros pueblos, de su escasa formación intelectual y sus precariedades no solo materiales, sino intelectivas y espirituales. Con su esclarecida inteligencia, que puso al servicio del crecimiento intelectual y estético, hizo cuanto estuvo a su alcance para incentivar el amor a las artes y las letras, en cuyo desarrollo cifraba el ascenso de la conciencia moral y espiritual, y cuando advertía una carencia expresiva, una imprecisión semántica o una desorientación conceptual, lo señalaba con el sentido edificador del que busca enseñar sin humillar, como se aprecia en diferentes estudios.

Tenía este humanista de América una alta estimación por la perfección literaria, y por esa valoración era exigente en la valoración de la calidad a la que reclamaba las más elevadas cuotas de cultivo, rigor y esmero, actitud que fundaba su ideario poético. Supo Henríquez Ureña compenetrarse con el talante sensitivo y espiritual de los escritores que concitaban su atención, y tuvo la capacidad para subrayar su acento peculiar, su tono distintivo y su técnica creadora al enfocar el aporte que una obra literaria brinda al desarrollo del crecimiento cultural. Con el instinto crítico para atisbar los aciertos y los desaciertos de una obra literaria y aquilatar la grandeza o el talento de un escritor, nunca reparó en elogiar la obra meritoria. Y promovió, sin mezquindades subalternas, los valores que nos distinguen y los principios que nos enaltecen.

 

Los siguientes atributos literarios perfilan esta obra de Pedro Henríquez Ureña:

  1. Valoración de la palabra como expresión de la sensibilidad y la conciencia de un autor cuya creación no solo enaltece la intuición teórica y la interpretación textual que tan generosa y cabalmente realizara, sino que perfila y potencia el estudio de nuestra lengua y el cultivo de las letras desde la base filológica que cultivó para impulsar la creación literaria en múltiples ámbitos de las letras españolas y americanas desde la óptica de nuestra genuina expresión espiritual y estética.
  2. Su obra Seis ensayos en busca de nuestra expresión (1928), revela la concepción intelectual de un escritor que consagró su talento crítico a la forja de una conciencia humanística centrada en los valores conceptuales, estéticos y espirituales, con el sentido de la justicia y el amor a la verdad mediante el cultivo de la palabra inspiradora y el pensamiento edificador cabe la expresión edificante y elocuente.
  3. Los aspectos relevantes de Seis ensayos en busca de nuestra expresión se fundan en el hecho de que tenemos una manera peculiar de ser y proceder que postula, como en efecto acontece en la realidad léxica, imaginativa y conceptual de la literatura hispanoamericana una forma de expresión connatural a nuestra singular idiosincrasia y peculiar talante.
  4. El planteamiento fundamental que sirvió de inspiración a esta obra de Pedro Henríquez Ureña fue su intuición lingüística de que al contar nuestra América con unos rasgos singulares de la tierra, la lengua y la cultura, cónsonos con nuestra singular sensibilidad y talante espiritual, habíamos de tener una voz propia y una expresión original y auténtica que testimoniara nuestra manera de sentir, pensar y querer.
  5. Generoso, abierto y comprometido con el ideal de cultura, sin obviar el ideal de justicia, su concepción literaria se manifiesta en su vida y en su obra, plasmada en este ensayo que analiza y exalta el desarrollo de las inclinaciones intelectuales, morales, estéticas y espirituales desde la creación del lenguaje y la vivencia de la literatura.

Prevalido de una luminosa intuición crítica, una notable erudición y el rigor expositivo en su lenguaje, el autor de esta obra coteja la relación de influjos, infiere los datos pertinentes y pondera el rol de la lengua en el desarrollo de la sensibilidad, la conciencia y la creatividad con el propósito de destacar la valía de la creación literaria de la América hispánica (9). Esta singular propuesta de nuestro humanista supo intuir el sentido profundo de la obra literaria, apreciar los diversos niveles expresivos, desde la realidad social hasta la dimensión simbólica, con las connotaciones sicológicas, filosóficas y espirituales, al tiempo que toma en cuenta técnica y estilo, recursos y figuraciones, contenido y forma, con la ponderación precisa y elocuente. Y pondera siempre el valor de la palabra y la significación de la literatura, centro y motor de sus entrañables apelaciones, como también cauce de sus reveladoras interrogaciones.

 

Bruno Rosario Candelier

Academia Dominicana de la Lengua

Santo Domingo, R. D., 31 de mayo de 2019

 

 

 

Notas:

  1. Pedro Henríquez Ureña, Obras completas, Santo Domingo, Secretaría de Estado de Cultura, 2004, T. V, p. 409.
  2. Ibídem, p. 408.
  3. Ibídem, p. 415.
  4. Pedro Luis Barcia, Pedro Henríquez Ureña y la Argentina, Santo Domingo, UNPHU, 1996, 69ss.
  5. Pedro Henríquez Ureña, “Seis ensayos en busca de nuestra expresión”, en Obras completas, citado, p.409.
  6. Ibídem, 412.
  7. Bruno Rosario Candelier, “Estudios literarios de Pedro Henríquez Ureña”, en Lenguaje, identidad y tradición en las letras dominicanas, Santo Domingo, Academia Dominicana de la Lengua, 2005, pp. 146-166.
  8. Ibídem, p. 415. Véase Emilio Rodríguez Demorizi, “Dominicanidad de Pedro Henríquez Ureña”, en Listín Diario, Santo Domingo, edición del 10 de mayo de 1981, p. 6. Manuel Núñez, “Claves en el pensamiento de Pedro Henríquez Ureña”, en Pedro Henríquez Ureña, Obras completas, Santo Domingo, Secretaría de Estado de Cultura, 2003.
  9. Miguel Collado, “Pedro Henríquez Ureña visto a través de su ideario y de su vida itinerante”, conferencia dictada en la Academia Dominicana de la Lengua el 27 de julio de 2018. Publicada en el Boletín no. 34, Santo Domingo, ADL, 2018, pp. 91-122.

 

Bibliografía de Pedro Henríquez Ureña

  • Ensayos críticos, La Habana, 1905.
  • Horas de estudios, París, 1910.
  • El nacimiento de Dionisos, New York, 1916.
  • La versificación irregular en la poesía castellana, Madrid, 1920.
  • En la orilla. Mi España, México, 1922.
  • Sobre el problema del andalucismo dialectal de América, 1925.
  • Seis ensayos en busca de nuestra expresión, Buenos Aires, 1928
  • La cultura y las letras coloniales en Santo Domingo, Buenos Aires,
  • El español en Santo Domingo, Buenos Aires, 1940.
  • Plenitud de España, Buenos Aires,1940
  • Gramática castellana (con Amado Alonso), Buenos Aires, 1940.
  • Historia de la cultura en la América hispánica, Buenos Aires, 1945.
  • Las corrientes literarias en la América hispánica (1945).
  • Obra crítica, México, FCE, 1960.
  • Obras completas. Edición de Juan Jacobo de Lara, Santo Domingo, UNPHU, 1978.
  • Memorias-Diario-Notas de viaje, México, FCE, 2000.
  • Obras de Pedro Henríquez Ureña, Santo Domingo, Ministerio de Cultura, 2003.

 

Referencias bibliográficas sobre Pedro Henríquez Ureña 

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  • Luis Alberto Sánchez, “Pedro Henríquez Ureña”, en Breve historia de la literatura americana, Santiago de Chile, Ercilla, 1937.
  • Emilio Rodríguez Demorizi y otros, Homenaje a Pedro Henríquez Ureña, Santo Domingo, Universidad de Santo Domingo, 1947.
  • Enrique Anderson Imbert, “Pedro Henríquez Ureña”, en Estudios sobre escritores de América, Buenos Aires, Raigal, 1954.
  • Alfonso Reyes, “Encuentro con Pedro Henríquez Ureña”, en La Gaceta, México, D. F., noviembre de 1954.
  • Flérida de Nolasco, Pedro Henríquez Ureña: Síntesis de su pensamiento, Ciudad Trujillo, Editora del Caribe, 1956,
  • Jorge Luis Borges, “Prólogo” a Pedro Henríquez Ureña, Obra critica, México, FCE, 1960.
  • Armando Cordero, “Pedro Henríquez Ureña”, en Panorama de la filosofía en Santo Domingo, Santo Domingo, Impresora Arte y Cine, 1962.
  • Ernesto Sábato y otros, Significado de Pedro Henríquez Ureña, Buenos Aires, Ediciones Culturales, 1967.
  • Federico de Onís, “Pedro Henríquez Ureña”, en España en América, San Juan, Puerto Rico, Universidad de Puerto Rico, 1968.
  • Díez Echarri y J.M. Roca Franquesa, “Pedro Henríquez Ureña”, en Historia general de la literatura hispanoamericana y española, Madrid, Aguilar, 1968.
  • Joaquín Balaguer, “Pedro Henríquez Ureña”, en Historia de la literatura dominicana, Santo Domingo, Librería Dominicana, 1968.
  • Vetilio Alfáu Durán, “Pedro Henríquez Ureña”, en Apuntes para la bibliografía dominicana, Santo Domingo, Clío 37, 1969.
  • Juan Isidro Jimenes Grullón, Pedro Henríquez Ureña: Realidad, mito y otros ensayos, Santo Domingo, Librería Dominicana, 1969.
  • Luis Alberto Sánchez, “Pedro Henríquez Ureña”, en Escritores representativos de América, Madrid, Gredos, 1972.
  • Juan Jacobo de Lara, Pedro Henríquez Ureña, su vida y su obra, Santo Domingo, UNPHU, 1975.
  • Emilio Rodríguez Demorizi, Dominicanidad de Pedro Henríquez Ureña, Santo Domingo, Secretaría de Educación, 1981.
  • Soledad Álvarez, La magna patria de Pedro Henríquez Ureña, Santo Domingo, Ediciones Siboney, 1981.
  • Mariano Lebrón Saviñón,”Pedro Henríquez Ureña”, en Historia de la cultura dominicana, Santo Domingo, UNPHU, 1984.
  • Julio Jaime Julia, El libro jubilar de Pedro Henríquez Ureña, Santo Domingo, UNPHU, 1984.
  • José Rafael Vargas, El nacionalismo de Pedro Henríquez Ureña, Santo Domingo, UASD, 1984.
  • Néstor Contín Aybar, “Pedro Henríquez Ureña”, en Historia de la literatura dominicana, San Pedro de Macorís, Universidad Central del Este, T. III, 1984.
  • Juan Bosch, “Evocación de Pedro Henríquez Ureña”, en Textos culturales y literarios, Santo Domingo, Alfa y Omega, 1988.
  • Bruno Rosario Candelier, “Pedro Henríquez Ureña”, en Ensayos lingüísticos, PUCMM, 1990.
  • Bruno Rosario Candelier, “Pedro Henríquez Ureña”, en Valores de las letras dominicanas, Santiago, PUCMM, 1991.
  • Max Henríquez Ureña, “Hermano y maestro”, en Pedro Henríquez Ureña, Antología, Santo Domingo, Feria Nacional del Libro, 1992.
  • Sonia Henríquez, Pedro Henríquez Ureña, México, Siglo XXI editores, 1993.
  • Cándido Gerón, “Pedro Henríquez Ureña”, en Diccionario de autores dominicanos 1492-1994, Santo Domingo, Editora Colorscan, 1994.
  • Margarita Vallejo de Paredes, “Pedro Henríquez Ureña”, en Apuntes biográficos y bibliográficos de algunos escritores dominicanos del siglo XIX, S. Domingo, ONAP, 1995.
  • Pedro Luis Barcia, Pedro Henríquez Ureña y la Argentina, Santo Domingo, Ministerio de Educación, 1995.
  • Familia Henríquez Ureña, Epistolario, Santo Domingo, SEEBAC, 1996.
  • Guillermo Piña-Contreras, “El universo familiar en la formación intelectual de Pedro Henríquez Ureña”, en Pedro Henríquez Ureña, Edición de Luis Abellán y Ana María Berrenechea, Madrid, Alica XX, 1998.
  • Carlos Piñeyro Iñiguez, Pasión por América: Ensayos sobre Pedro Henríquez Ureña, Santo Domingo, Amigo del Hogar, 2001.
  • Jorge Luis Borges, “Pedro Henríquez Ureña”, en Pedro Henríquez Ureña, Obra crítica, México, FCE, 2001.
  • Andrés L. Mateo, Pedro Henríquez Ureña: Errancia y creación, Santo Domingo, Feria del Libro, 2002.
  • Bruno Rosario Candelier, “Estudios literarios de Pedro Henríquez Ureña”, en Pedro Henríquez Ureña, Obras completas, Santo Domingo, Secretaría de Estado de Cultura, 2003, T. II, pp. XV-XXXII.
  • Bruno Rosario Candelier, “Estudios literarios de Pedro Henríquez Ureña”, en Lenguaje, identidad y tradición en las letras dominicanas, S. Dgo., Letra Gráfica, 2004.
  • Miguel Collado, Ideario de Pedro Henríquez Ureña, Santo Domingo, Cedibil, 2006.
  • Franklin Gutiérrez, “Pedro Henríquez Ureña”, en Diccionario de la literatura dominicana, Santo Domingo, Ministerio de Cultura, 2010.
  • Manuel Matos Moquete, “Pedro Henríquez Ureña”, en Narratividad del saber humanístico, Santo Domingo, Ediciones MMM, 2015.
  • Jorge Tena Reyes, Pedro Henríquez Ureña: Esbozo de su vida y su obra, Santo Domingo, UNPHU, 2016.
  • Miguel Collado, “Pedro Henríquez Ureña a través de su ideario y su vida itinerante (1884-1946)”, en Boletín no. 34, Santo Domingo, Academia Dominicana de la Lengua, 2018, pp. 91-122.
  • Pedro Henríquez Ureña, Obra completa, edición de Miguel D. Mena. Santo Domingo, Ministerio de Cultura, 2017.

Chulería, cancanear

Por Roberto E. Guzmán

CHULERÍA

“. . . información y toda la CHULERÍA de la modernidad”.

Hace largo o mucho tiempo que usar la palabra chulo era de mal gusto. Había que ser muy cuidadoso para aplicársela a algunas cosas; sobre todo a personas, especialmente a hombres. El chulo era el rufián dedicado al tráfico de la prostitución. Era el explotador para beneficio personal de la actividad sexual de una o varias mujeres. Se suponía que era quien salía en defensa de los derechos de la mujer en caso de necesidad.

La chulería en el habla de los dominicanos no tiene relación alguna con la reunión de chulos. Se utiliza más que en otras circunstancias para calificar hechos, situaciones, cosas que destacan por ser lindas, bonitas o por resultar graciosas.

No es pura coincidencia que la palabra chulo derive del italiano ciullo, que es el acortamiento de fanciullo que significa niño en esa lengua. Esas palabras del italiano han caído en desuso. Quizás se adoptó por aquello de que no hay nada más chulo que un niño gracioso, bonito, lindo.

Cuando la palabra chulo hizo su entrada en la lengua fue en el Siglo de Oro, lo hizo en la jerga de la germanía y simplemente significaba “muchacho”. Muy pronto comenzó en ese medio social a tomar otros rumbos y hacerse de significado negativo. Hasta en portugués siguió el mismo itinerario.

Los datos de que se disponen en cuanto al español dominicano se limitan solo a traer informaciones acerca del español dominicano diferente del internacional. En ese aspecto Rafael Brito en su obra Criollismos de1930 recoge la voz “chuliar” con las acepciones que aún perduran en otras hablas, “mofar, poner de mojiganga. – Adular”. Henríquez Ureña reduce el chulear a “remedar en burla”. El español en Santo Domingo (1940:61). Eso que en dominicano se dice triscar (tricar). Esto era lo que chuliar significaba en esos años. Algo muy lejos de lo que vino a expresar unos 30 o 40 años más tarde.

Desde los años 1960 en adelante chulear referido a la acción entre un hombre y una mujer indicaba que el hombre excitaba a la mujer antes de la consumación del acto sexual, es decir, de llegar al coito. Esto, claro, sin desmedro de todas las demás acepciones conocidas para este verbo. La parte activa de la acción de chuliar la puede ejercer una mujer también, valga el reconocimiento a la igualdad.

Las palabras de esta familia han corrido la suerte de la mayoría de los vocablos de una lengua. Un recorrido accidentado, a veces con envilecimiento de algunas acepciones que le son adosadas.

En esta etapa del desarrollo de este examen puede llegarse a los tiempos modernos en los que las palabras de esta familia ocupan lugar de preferencia en el habla, sobre todo en el habla de los dominicanos. En los casos en que chulería se aplica a cosas con ello se destaca lo llamativas que son, despiertan interés.

Aplicada a personas la chulería denota que atrae, es interesante, agradable, despierta simpatía; que ellas tienen gracia; inclinan la voluntad hacia la simpatía.

La omnipresencia de las palabras de esta familia es tal que en la frase de la cita no sabe uno qué valor reconocerle, hay que pensar en qué cosa es la “chulería de la modernidad”.

A pesar de lo que se ha detallado más arriba, con ello no se agota el tema de estas palabras, pues “tiene mucha tela que cortar”. Quizás con esto el autor de la frase quiso expresar las comodidades que la vida moderna puede ofrecer.

 

CANCANEAR

“CANCANEAR en determinadas áreas porque. . .”

El verbo del título ha tenido una historia interesante. Como muchos otros verbos de la lengua común este ha visto su uso ensancharse. De un uso concreto ha pasado a uno figurado. Las varias acepciones que posee el verbo se examinarán más abajo. Además, se mencionarán las que corresponden de modo específico a los países hispanohablantes americanos.

Con este verbo se está en presencia de uno que se conoce en Andalucía y en América, aunque con acepciones diferentes. En Andalucía es vagar o pasear sin objeto. En América las acepciones varían de acuerdo con el uso de los diferentes países. En seis países americanos es tartamudear. En Cuba tiene una acepción relacionada con los motores. Allí también se llevó al plano figurado, “actuar con vacilación”.

La primera acepción cubana, la del motor, es emitir sonidos que anuncian un fallo y se conoce hace largo tiempo en el español dominicano. No aparece como tal en los repertorios, pero sí el sustantivo cancaneo con todas las acepciones que aparecen en otros países.

El Diccionario del español dominicano (2013:139) registra un significado para el verbo cancanear que no figura en otros diccionarios; esto induce a pensar que se trata de una acepción privativa del habla de los dominicanos, “Repetir muchas veces lo mismo”. Esta acepción se asemeja a “cantaletear”. Otro significado que soporta el verbo es, “Ruido que se produce por el golpeteo repetido de algo”. La última parece que es solo entre dominicanos también.

La primera noticia en una recopilación de voces del español dominicano con respecto a “cancaneo” la aporta Consuelo Olivier en su obra De nuestro lenguaje y costumbres (1967:44) y la acepción que registra es, “Repetir muchas veces una misma cosa”. Esto antes aún del verbo correspondiente. Este orden de publicación hace pensar que el sustantivo entró primero al habla y luego el verbo.

Es posible que la selección de cancanear para la acción tenga relación con cancán en tanto sonido, origen onomatopéyico y repetitivo de la primera significación surgida (repetir); así como lo del golpeteo, sonido una y otra vez de las válvulas del motor. Esta acepción surgió en Cuba. La Real Academia la incluyó en el Suplemento a la edición de 1970.

El verbo cancanear no ha cesado de extender su manto semántico. En Cuba ha alcanzado seis acepciones, algunas de ellas exclusivas de esa variante de español. En estas acepciones la idea es la misma, se tiene dificultad con algo; al hablar, al caminar, al explicar, para tomar decisiones. Diccionario ejemplificado del español de Cuba (2016-I-220).

De acuerdo con lo que R. J. Cuervo adelantó, el verbo parece que tuvo su origen en América. Además, consideró la voz como onomatopéyica. La primera acepción reconocida fue tartamudear. Con esa acepción la asentó Deive en República Dominicana. La Real Academia le dio entrada a la voz y a esa acepción en el año 1925, aunque solo mencionaba Colombia y Méjico como países donde se usaba así. En la edición del Diccionario de la Real Academia de 1956 esa corporación aceptó la etimología “can can”. En la edición de 1992 de ese diccionario la etimología de esa voz se cambió a onomatopéyica.

Si se lee con detenimiento la frase transcrita, el verbo puede interpretarse de dos maneras. Una, que el sujeto duda acerca de decisiones en ciertas áreas; o dos, que falla en estas áreas. La correcta interpretación dependerá de los complementos siguientes que no se copiaron. Con estas explicaciones hay que entender que el verbo ensancha su campo semántico en la esfera del sentido figurado.

¿Sabes usar el verbo haber como impersonal?

Por Tobías Rodríguez Molina

El verbo haber tiene dos usos en nuestra lengua española. Uno de ellos es el de auxiliar de un verbo diferente a él, el cual se conjuga en los tiempos compuestos. En ese caso, el verbo auxiliar adquiere las variaciones propias de cada una de las personas gramaticales.

Así, si conjugamos el verbo leer en el pretérito imperfecto, veremos cómo el auxiliar va sufriendo cambios. Veamos:

yo había leído
habías leído
él (ella, usted) había leído
nosotros habíamos leído
ellos (ellas, ustedes) habían leído

Para comprender por qué es que haber funciona como impersonal, fijémonos que, en la conjugación anterior, yo, tú, él, nosotros y ellos son los sujetos, y el sujeto es el que hace que el verbo sufra variaciones. Por eso, cuando decimos “nosotros habíamos leído” esa conjugación, cuando se trata de ellos, es diferente y es “ellos habían leído”.

Veamos a continuación cómo debe aparecer “haber” cuando no es auxiliar de un verbo, es decir, cuando se presenta como impersonal, que, como ya hemos dicho, es invariable:

1)         a) Allí había un solo albañil trabajando.
b) Allí había diez albañiles trabajando.

2)         a) Hubo un problema durante la reunión.
b) Hubo varios problemas durante la reunión.

Si nos fijamos bien, nos daremos cuenta de que ninguna de estas oraciones tiene sujeto y, por lo tanto, a ninguna le podemos poner delante del verbo ni yo, ni tú, ni él, ni nosotros, ni ellos, cosa que sí hicimos con el verbo en el segundo párrafo de este ensayo.

Lo que sí tiene cada una de estas cuatro oraciones es un objeto (llamado también complemento directo), el cual está en singular en las oraciones a) y en plural en las oraciones marcadas con b). Pero es conveniente que ustedes caigan en la cuenta de que el complemento no decide los cambios del verbo, sino solo el sujeto. Es por eso que el verbo varía de acuerdo con el sujeto, pero no de acuerdo con el complemento.

Comprobemos lo antes dicho mediante algunos ejemplos:

1) “Él compró un libro muy interesante.” Él es el sujeto de la oración y concuerda con compró. Compró es el verbo y tiene la variación de tercera persona singular por la concordancia con él. Un libro muy interesante es el complemento, el cual no influye en la variación del verbo.

2) “Él compró cinco libros muy interesantes.” Él y compró se mantienen invariables aunque el complemento en este ejemplo 2 está en plural. Eso es lo que debe pasar siempre que se emplee “haber” como impersonal. Es por esta razón que no debemos decir ni escribir oraciones como las siguientes:

1)  “En la conferencia habían muchos estudiantes de Moca.”
2)  “En ese juego hubieron muchos errores.”
3)  “Me informaron que en la fiesta del club habrán regalos para todos.”

Habíamos dicho antes que eso es lo que no debería pasar, pero la realidad de muchos usuarios de la lengua española no es esta, pues la mayoría de ellos pluralizan el verbo “haber” si el complemento del mismo es plural.

Esto lo leímos el 30 de septiembre del 2017 en el Nacional de Caracas: “El novelista Alberto Barrera lamentó que frente a un crimen hayan miles de versiones.”

Lo que sigue lo escuché de una estudiante de canto en nuestro país: “En el ensayo hubieron canciones con un tono muy alto.”

Una forma verbal semejante a la anterior empleó un reportero de CDN cuando expresó: “En el día de hoy hubieron muchos accidentes de tránsito en la Romana.”

A un renombrado médico, que dirige un programa en un prestigioso canal de televisión de la capital dominicana, le escuché decir: “…creo que habemos matrimonios en la familia con alguna dificultad…”

A un viceministro de un Ministerio de la República Dominicana, en una entrevista por CDN, se le escuchó decir: “Vamos a resolver todos los daños que han habido después del paso de María.”

El hecho de que quienes se apartan de las normas del español son del nivel alto, nos lleva a reiterar lo que se planteó en uno de mis ensayos de hace un buen tiempo: “Se está haciendo tan generalizado el empleo del verbo haber impersonal como si fuera personal, que posiblemente pronto se aceptará ese empleo como propio de la forma culta de los dominicanos. Y no se hablaría de un uso incorrecto de los habitantes de este país.

Amargue, esprín, coche/carro, genitalidad

Por Roberto E. Guzmán

 

AMARGUE

“He aquí aquel mundo de trapisondas donde el engaño, el vicio, el amor comprado, el AMARGUE . . .”

La voz amargue es de mucho uso en el español dominicano. Es una voz relativamente nueva si se toma en consideración lo que el concepto tiempo significa en una lengua. En su calidad de sustantivo masculino es de uso exclusivo del español de los dominicanos. No está solo vigente en el habla, sino que puede encontrársela en los periódicos o publicaciones de otro tipo.

En los periódicos ha permanecido en el uso durante largo tiempo sobre todo para referirse a un género de canción. Es un tipo de canción en la que prima la melancolía por el desamor; es una expresión de dolor.

En su calidad de sustantivo el amargue es la “condición de amargo”. El amargue dominicano, por su parte, refleja el sentimiento de amargura, angustia y sufrimiento que en el género musical destaca este sentimiento.

Generalmente las letras que acompañan a estas canciones se refieren al resultado o consecuencia de una decepción o desilusión amorosa. Por eso el hablante de español dominicano recurrió a su poder creativo y acuñó este amargue.

Regularmente cuando se considera el amargue como género musical, se hace por referencia a la bachata.  La bachata es música para bailar y se la considera folclor urbano. Las letras que acompañan la música versan sobre el sentimiento de tristeza profunda causado por la falta de amor.

Más arriba se aludió a que la palabra con el significado que ha alcanzado en el habla se popularizó en fecha reciente, para mayor precisión, en los años de la década de 1980.

El amargue puede definirse como el sentimiento intenso de pena y aflicción. Este sentimiento generalmente es consecuencia de disgusto, desengaño amoroso, de ilusión frustrada, engaño, infidelidad. Se expresa por medio de dolor intenso causado por impresiones afectivas que se manifiestan con quejas amargas y lamentaciones.

 

ESPRÍN

“. . . cadenas, botones, cables, ESPRINES. . . “

La voz del título es una adaptación al español de una voz parecida del inglés. Se la utiliza para denominar el mismo objeto que en inglés. La voz del inglés es spring. Hay que tener en cuenta que la voz del inglés tiene otras significaciones que no se retienen en el uso del esprín en español.

Además de República Dominicana, se conoce y utiliza la voz esprín en Panamá, Puerto Rico, en el español de los Estados Unidos y en Honduras. Este esprín sustituye en el habla de los dominicanos la palabra patrimonial resorte.

Es común que al llevar al español una voz extranjera que comienza por una consonante como ese /s/ seguida de otra consonante, algo que es extraño a los usos del español, la adaptación se acomode al español añadiendo una vocal al principio, como se observa en el caso del esprín. La tilde también es una señal de la españolización.

En los diccionarios diferenciales al ofrecer las equivalencias para la voz del título, pueden leerse dos palabras, resorte y muelle. Vale la pena que se mencione aquí que en el español dominicano un resorte (esprín) es el que tiene forma de espiral. Un muelle se refiere al fabricado de metal que tiene forma plana y combado en su disposición, capaz de recobrar su forma cuando cesa la presión a que se somete. Ejemplo de este muelle es el que se encuentra en la parte inferior de los vehículos automotores para la suspensión y amortiguación de la carrocería y el área de carga.

 

COCHE – CARRO

“. . . a 20 minutos en COCHE desde. . . “

El asunto que concierne las dos palabras del epígrafe ya no es tema de disputa. En esta sección estas dos palabras se examinarán como palabras con diferentes significados del pasado, que ya no se mencionan, aunque existan. Los hablantes de español de las dos orillas han aprendido a convivir con esta realidad.

En “este lado” del Atlántico un carro es un vehículo automóvil; es una máquina para transportar personas. El coche, en cambio, es el tirado por caballo. El primero es un signo del avance de la ciencia, al tiempo que el segundo es una reliquia.

Los hablantes del español peninsular se aferran a su coche. Los americanos no ceden su derecho con respecto del uso del carro.

El coche ha transportado personas durante siglos. El carro americano es menos viejo. El vocablo carro apareció en la lengua española para denominar lo que muchos americanos llaman… vagón. Aunque antes fue un tipo de carreta.

Al carro americano se le hace derivar del mismo carro español, cuyo origen remonta hasta el latín, pasando por el anglo-francés. El nombre angloamericano del vehículo se aplicó por primera vez en el año 1896. Esto se resume diciendo que el coche existía siglos antes que el car.

El carro americano es un automóvil, que es un vehículo que se mueve por sí mismo, provisto de un motor que antes era de combustión interna y que ahora puede ser también eléctrico.

Es muy probable, por no decir seguro, que hay mayor cantidad de hispanohablantes que llaman carro al automóvil, que aquellos que lo hacen con el nombre de coche. Por razones de historia y costumbre ambas palabras están condenadas a coexistir.

Hace mucho tiempo que el idioma de América recurre a sus voces dominadas por las imágenes propias, con las huellas de su modo de ser característico, sin parar mientes en asuntos que pertenecen al pasado.

 

GENITALIDAD

“. . . consideran que las emociones y placeres se obtienen sólo de la GENITALIDAD”.

Voces como la que se colocó a guisa de título de esta sección hay que usarlas con cuidado. Esto así porque es una voz con corta historia. Las autoridades (¿?) de la lengua todavía no le han abierto las puertas de su diccionario.

A pesar de lo ya escrito, hay que añadir que algunos lectores son más afortunados que otros. El autor de estas apostillas acerca del idioma de cada día se cuenta entre los afortunados. Esto así porque cuenta con los recursos bibliográficos a mano y con el tiempo para realizar la búsqueda y enterarse del significado preciso de la voz.

No puede escribirse lo que antes se escribía, es decir, poner sobre una voz nueva el mote “no existe”. No ha sido reconocida por los lexicones oficiales de la lengua, pero los diccionarios del lenguaje moderno sí reconocen la voz. Más abajo se repasarán las acepciones o la acepción con sus variantes de redacción que traen algunos diccionarios actualizados.

El diccionario en que se encontró la primera mención de genitalidad es el Diccionario del español actual (1999-II-2323), con la acepción “sexualidad”; con la nota de que es de escaso uso (raro), y, una cita del año 1975. En el Nuevo diccionario de voces de uso actual (2003:522) le atribuyen la acepción, “Actividad sexual”. La cita que ilustra el uso es de un periódico español de circulación nacional del año 1997.

En la edición del Diccionario de uso del español (2007-I-1450) proponen que genitalidad deriva de genital y asientan en tanto acepción, “Sexualidad desde el punto de vista exclusivamente físico”. Este diccionario utiliza una cita del año 2009 de un periódico español de gran circulación. Esa misma definición usaron los autores del anterior diccionario en Neologismos del español actual (2013:128).

La definición del Diccionario integral del español de Argentina (2008:866) se aleja de las anteriores. La primera acepción es, “Placer sexual que resulta de excitar los genitales”. La segunda, “Funcionamiento de los órganos sexuales que se alcanza plenamente al lograr la madurez”. No ha de olvidarse que estos diccionarios recogen el uso; por lo tanto, si este varía, ellos acomodarán las acepciones consecuentemente en futuras ediciones.

Puede observarse aquí que a pesar de que el concepto no es el mismo en todos los diccionarios, las diferencias no son de consideración. La Real Academia no ha incluido -hasta abril del 2020- la voz del título entre los que se incorporarán en la próxima edición del Diccionario de la lengua española.

Calzada, gadejo

Por Roberto E. Guzmán

CALZADA

“… al terminar las faenas, lo almacenan en depósitos construidos sobre la CALZADA…”

En esta sección se examinará lo concerniente al vocablo del título. Lo interesante con respecto a una de las acepciones de este vocablo es que en República Dominicana siempre se usó con un significado diferente del que señalaba la Real Academia Española. Las ideas esbozadas aquí se expondrán pormenorizadas más abajo.

El origen de la palabra calzada ha sido motivo de debate entre los entendidos de las etimologías. La teoría más socorrida es la que hace derivar la palabra calzada del latín calciata, vía de calx, calcis, piedra para hacer cal. Enciclopedia del idioma (1958-I-867).

Desde largo tiempo la definición que el diccionario oficial de la lengua trae es, “Parte de la calle comprendida entre las dos aceras”.

Durante largo tiempo la palabra calzada se usó en República Dominicana para mencionar la, “Parte lateral y más elevada de la calle por donde transitan los peatones”. Esta definición se encuentra en el Diccionario de americanismos de la Asociación de Academias de la Lengua Española.

Llama la atención que en el diccionario recién mentado no se menciona República Dominicana entre los que usan la palabra para este propósito, constan allí, Venezuela, Bolivia y Paraguay.

  1. Emilio Rodríguez Demorizi en su obra Del vocabulario dominicano (1983:48) asienta que calzada es acera. Ya antes de esta obra D. Manuel Patín Maceo había escrito que calzada era, “Barbarismo por acera”. Dominicanismos (1947:52).

No ha sido posible documentar el motivo por el cual no apareció mencionada la República Dominicana en el Diccionario de americanismos como uno de los países donde se usa la palabra con esa acepción, cuando D. Martín Alonzo en la Enciclopedia del idioma en 1958, citada más arriba, consignó en la acepción número cinco que calzada se usaba en Santo Domingo para acera. Quizás la ausencia se deba al severo juicio de Patín Maceo en su obra.

El autor de estos comentarios recuerda que cuando era adolescente en Santo Domingo se defendía el uso de calzada para la acera porque algunos entendían que derivaba de calzado. Es un hecho cierto que esa fue una etimología aventurada que no se correspondía con la verdad, aunque sí hubo algunos tratadistas que sostuvieron que calzada derivaba del latín calx, talón.

No hay lugar a extender más este examen, aunque sí hay que puntualizar que calzada se usó y todavía se usa en República Dominicana para la acera, aunque algunos estudios y diccionarios no lo consignen.

 

GADEJO

“. . . con perdón de P. y de todo el que crea que insisto con esto por GADEJO . . .”

La voz gadejo no aparece entre las recogidas por el lexicón oficial de la lengua. Sí se encuentra en el Diccionario de americanismos de la Asociación de Academias de la Lengua Española. Durante largo tiempo los diccionarios eligieron pasar por alto esta voz por el contenido implícito en ella.

La definición que trae ese diccionario es interesante. Inmediatamente después de la voz y entre paréntesis se lee, “Abreviatura de ganas de joder”. Hay que tener en cuenta que en el español peninsular el verbo joder tiene una carga semántica más ofensiva que en el español hispanoamericano.

Debajo de la acepción y, después de la enumeración de países en los que se usa, viene la parte que interesa en esta sección. Se define a gadejo como eufemismo. La acepción es, “Deseo de molestar o fastidiar”.

Se aprovecha aquí la oportunidad que ofrece esta mención al eufemismo para abundar sobre este término, su significación y alcance. El diccionario de la autoridad reconocida de la lengua común lo define de modo escueto, como debe ser, “Manifestación suave y decorosa de ideas cuya recta y franca expresión sería dura y malsonante”.

Muchas de las palabras en español y otras lenguas romances que comienzan con “eu” llevan en sí el sentido de bien, bueno o, atributos positivos. Este eufemismo es uno de ellos. Procede del griego a través de un “hermano del latín fari”, “que habla bien, que evita las palabras de mal agüero”. Así aparece en Corominas y Pascual, (1980-III-297). El griego euphemismós era “pronunciar una palabra de buen augurio”.

A principios de la segunda mitad del siglo XX (1953) D. Fernando Lázaro Carreter en su Diccionario de términos filológicos, en su definición consignó brevemente las características de esta “manifestación”, que él llama “proceso”, para “evitar la palabra con que se designa algo molesto, sucio, inoportuno, etc.” Obsérvese que antaño lo importante era de “mal agüero” y hace setenta años era “molesto, sucio, inoportuno”. Este orden ilumina acerca de la sociolingüística de cada época.

Hace cien años el eufemismo se usaba era evitar palabra “plebeyas, triviales” y en cambio, mostrar “respeto”; se atenuaba la “evocación penosa”. Se eludía así el tabú social, religioso, moral, supersticioso.

Cada lengua tiene su modo de expresar el concepto en sus palabras, algo que refleja lo que la cultura mantiene. En francés colocan el acento en la “manera atenuada o suavizada para expresar ideas cuya crudeza puede herir”. Los procedimientos a los que recurre el eufemismo son numerosos, entre otros pueden mencionarse, la lítotes, hipérbole, perífrasis, circunlocución, alusión, metaplasmos y otros para transmitir la idea.

Como puede comprobarse mediante estas explicaciones, el eufemismo “disfraza para evitar una palabra socialmente chocante. . .” Diccionario de terminología actual (1981:182).

En Hispanoamérica puede decirse que alcanzan a mencionar lo desagradable, ofensivo, de modo indirecto. Ch. Kany en su obra American-Spanish euphemisms, de 1960, afirma que el populacho recurre al eufemismo mayormente por razones de superstición, mientras las capas cultas lo hacen por delicadeza, urbanidad, decencia o hipocresía. Así se disfraza una verdad hiriente, ofensiva. Es una manifestación de creación incesante que se renueva. Observa este autor que el propósito no es jocoso.

El autor de estas reflexiones acerca de la lengua recuerda que las personas de avanzada edad con menor educación formal evitaban la palabra diablo; en su lugar decían “el enemigo malo”.

Se es consciente de que el eufemismo de la lengua hablada es distinto del usado en la expresión escrita. El gadejo está en la lengua con vocación para permanecer.

Acortamientos de palabras en el español dominicano

Por Domingo Caba

«Quienes acortan las palabras y vulneran las reglas gramaticales cuando usan internet, en redes sociales y chats, piensan como un mono» (Mario Vargas Llosa)

Los acortamientos de palabras están muy, pero muy moda. Los jóvenes los han creado e integrado a sus cotidianas formas expresivas. Y es tal la magnitud de su empleo, que no obstante carecer tales acortamientos de pertinencia léxica y aprobación académica, los adultos, mediante el proceso de arrastre e irracional imitación, también los han incorporado a sus habituales usos lingüísticos. No extraña, pues, leer en las redes sociales y otras fuentes escritas, irregulares enunciados como los siguientes:

  1. « Aquí estamos en el «cumple» de mi amiga…»
  2. «A mi niño le fue muy bien en el «cole»…»
  3. «En la semana próxima comenzaré mis estudios de medicina en la «uni» »
  4. «Yo estoy «tranqui», aquí en casita»

¿Por qué los no tan jóvenes y hasta profesores de lengua española utilizan estos cortes indebidos de palabras, así como el llamado sociolecto de la juventud?

Sencillamente porque de manera impensable resultan atrapados por la moda léxica o en las redes del proceso de masificación lingüística. Esta masificación conduce al usuario de la lengua a hablar como hablan los demás y a escribir como escriben los demás.

Conviene aclarar que en el contexto lingüístico en que se usan, voces como las susodichas:«uni», «cole», «cumple» y «tranqui», carecen por completo de fundamentación lexicosemántica.

En el caso específico de «cumple», el único significado que desde el punto de vista semántico soporta es ser voz correspondiente a la tercera persona del singular del verbo cumplir; pero nunca el de ser sinónimo de cumpleaños. El Premio Nobel de Literatura 2010, Mario Vargas Llosa, afirmó en una entrevista publicada no hace mucho que los jóvenes que acortan las palabras y vulneran las reglas gramaticales en los chats de internet, Twitter y Facebook piensan como un mono. Merced a ese juicio, yo agrego que no solo los jóvenes.  Aunque con menos frecuencia, también muchos adultos suelen emplear el mismo sociolecto juvenil, diciendo o escribiendo “uni”, por universidad; “cole”, por colegio; “tranqui” , por tranquilo; “cumple”, por cumpleaños; “bn”, por bien; “vien2”, por viendo; “llovien2”, por lloviendo; “xq”, en vez de por qué; “100pre”, en vez de siempre y 3mend2, en lugar de tremendo, etc.

Quizás convenga recordarles a quienes escriben “k” y “q”, en vez de “que” y “bn”, en lugar de “bien”, que en español, contario a lo que sucede en otras lenguas, el alemán, por ejemplo, una de las características relevantes de las consonantes es que no pueden formar sílabas, ni mucho menos palabras, por sí solas, como sí ocurre con las vocales. Quiere decir esto, que una n, una s, una to una b solas no significan absolutamente nada.

Las jergas juveniles siempre han existido, esto es, cada generación ha creado y empleado las suyas. Lo preocupante es que en el uso cotidiano de la lengua, estas se lexicalicen o empleen de manera regular y en todas las circunstancias como si se tratara de voces de la lengua estándar. Como le ocurrió en una ocasión a una de mis estudiantes en la universidad quien, por lo antes expresado, no tuvo miramiento alguno para enviarme la nota siguiente:

«Apreciado profesor: Le escribo para informarle k hoy no podré asistir a la “uni” ni a su clase de lengua española como 100pre xq fui a buscar a mi niño al “cole” y me cogió lo tarde y además x aquí ta llovien2 mucho.  Además mi niño también está de «cumple» y quiero celebrárselo»

Así le escribió la joven estudiante de Medicina nada más y nada menos que a su maestro de Lengua Española 11.

¿Cuál fue mi reacción al leer esto?

Ya todos podrán imaginarse.

Y ante la presencia de tales desatinos (uni”, “100pre”, “xq”, “cole”, “llovien2” y «cumple”), ¿qué le respondí a la joven estudiante?

Sencillamente lo que un profesor de Lengua Española tenía que responderle.

 

«ILUMÍNAME, POR FAVOR»

(A: Adriano Miguel Tejada – in memoriam)

El día 12 del recién pasado mes de octubre, justamente ocho días antes de cesar en su puesto como director de Diario Libre y casi dos meses antes de su sentido fallecimiento (2/12/2020), Adriano Miguel Tejada o “Linche”, como lo llamábamos los cibaeños de mocana procedencia, me envió, vía correo electrónico, la nota consultiva que se trascribe más abajo:  «No encuentro el origen de “ni” con significado de “muchos”. Ej. “ni cuántos niños”…Ilumíname, por favor»Adriano.

Se trató, obviamente, de una inquietud lingüística que el destacado comunicador e intelectual mocano, dando muestras de su humildad característica, quiso compartir conmigo. Dos días después, procedí a escribir la respuesta correspondiente; pero por confusión, nunca se la envié, aun cuando estaba seguro de que así lo había hecho. Esta vez, al cumplirse el sábado de la pasada semana el primer mes de su dolorosa y definitiva partida, me permito publicar el contenido de la referida respuesta. En esta, yo le decía a mi amigo Adriano lo siguiente:

 

«Apreciado Adriano:

Ciertamente en contextos como el que usted señala (“ni cuántos niños”, “ni cuántas niñas…”), en el español dominicano es frecuente el uso de la conjunción copulativa “ni”. Un uso bastante extraño a la luz de la función sintáctica que esa partícula de enlace desempeña. Y debido a ese extraño uso, no descarto que se trate de una construcción morfosintáctica característica del habla dominicana, como sucede en esta con la archiutilizada expresión «Ello hay…».

«Ni», una de las primeras conjunciones que aparece en el lenguaje del niño, al decir de Samuel Gili Gaya (Curso superior de sintaxis española (1972), en su empleo normal encierra una doble significación negativa y conjuntiva, y en virtud de su copulativa esencia, expresa relación de simple suma cuando las oraciones sumadas son negativas: Él nunca incumplió con sus deberes ni violó las normas establecidas. 

Más explícita resulta la explicación que ofrece la Nueva gramática de la lengua española (2010) cuando establece que «… los grupos coordinados por “ni” en posición posverbal exigen una negación preverbal…»: a) Nunca escribe ni llama b) Ella no escribió ni llamó.  En tal virtud, en un enunciado exclamativo del tipo:¡Ni cuántos niños había allí…! claramente se percibe la ausencia de la negación preverbal de que nos habla el precitado texto académico. En semejante contexto, “ni” dista bastante de desempeñar su papel habitual de unir o coordinar de manera aditiva elementos, en el primero de los cuales se exprese un mensaje negativo.  Y hasta podría pensarse, como lo plantea usted en su breve nota, que al susodicho nexo se le está confiriendo valor adverbial y utilizando erróneamente con el significado de “muchos”.

Mi punto de vista al respecto es distinto.  Pienso que cuando en un contexto exclamativo, el hablante expresa: « ¡Ni cuántos niños…!», más que emplear erróneamente una conjunción (“ni”) con valor semántico igual al de un adverbio (“muchos”) lo que en esencia hace es reemplazar, también de manera irregular, una conjunción (“pero”) por otra conjunción (“ni”). Ese cambio irregular conduce al hablante a decir, por ejemplo: « ¡Ni cuántos niños, señores…!», en lugar de:« ¡Pero cuántos niños, señores…!

 

VACILACIÓN EN EL USO DE LA LENGUA INCLUSIVA O NO SEXISTA

«… la alusión explícita a ambos sexos no es necesaria, ni se puede justificar con argumentos lingüísticos. Se explica, acaso, desde la perspectiva de la corrección política, pero no de la corrección en el uso de la lengua… La utilización del masculino para designar a todos los individuos de la especie, solo busca eficiencia, y no tiene intención discriminatoria de la mujer. No implica, en lo absoluto una ‘ocultación de la mujer a través del lenguaje’»

(Orlando Alba)

 

La lengua española, según el criterio feminista, es machista, sexista, discriminatoria y, por ser así, androcéntrica; porque a la vez que destaca el protagonismo masculino, infravalora, “invisibiliza”, excluye y oculta la presencia de la mujer.  Porque a través de ella (la lengua) se incurre en sexismo lingüístico, toda vez que los hablantes utilizan expresiones que resultan discriminatorias por razones de sexo. De esa manera, al decir de las líderes feministas, se ha institucionalizado una forma de hablar y escribir que muy lejos de representar a las mujeres, las excluye del discurso y oculta sus aportaciones.

Considera el feminismo que en virtud de esos excluyentes usos expresivos se establece una relación de subordinación de la mujer al hombre o de lo femenino a lo masculino cuando este se emplea para referirse a los dos sexos (masculino genérico).Es lo que sucede en frases del tipo: « El Estado dominicano presta poca atención a los maestros jubilados». Ciertamente  este enunciado, y  debido al carácter NO MARCADO  del masculino, incluye  también a las maestras jubiladas; pero las aguerridas representantes del ala ortodoxa y radical del movimiento feminista posiblemente ripostarán alegando que no, que en él solo se alude a los maestros, no a las maestras. Y que por usos de esa naturaleza es que el masculino genérico le imprime al idioma español su sello de sexista y machista.

Se trata, el anterior, de un planteamiento de cuyo contenido disentimos por considerarlo clasista e ideológico y carente por completo de fundamentación lingüística. Tampoco compartimos los diferentes postulados que sustentan el antisexismo o la campaña en pos del uso de una lengua española sexualmente igualitaria.

Para extinguir el valor genérico del masculino  y liberarla lengua española   de los usos sexistas o estereotipos discriminatorios que le atribuye el feminismo, este movimiento propone, entre otras recomendaciones, el uso de dobletes que se refieran a uno y otro sexo. Así, en lugar de «El Estado dominicano presta poca atención a los maestros jubilados», habría que escribir:

  1. «El Estado dominicano presta poca atención a los maestros jubilados  y a las maestras  jubiladas» o
  2. «El Estado dominicano presta poca atención a los y las maestros y maestras jubilados y jubiladas»

¿Por qué razón?

Sencillamente porque si se dobla el género de los sustantivos núcleos de la frase, de igual manera deberá procederse con los artículos que a ellos se anteponen y con los adjetivos que los acompañan para calificar, limitar o precisar sus significados. Significa esto que si en la despectivamente denominada “lengua sexista” se dice, por ejemplo:

  1. « Esos trabajadores meritorios fueron beneficiados con el aumento de sus salarios…»
  2. « En el campamento había unos niños muy disciplinados…»

En “legua no sexista” o con perspectiva de género, no solo bastaría escribir:

  1. «Esos trabajadores y trabajadoras meritorios fueron beneficiados con el aumento de sus salarios …»
  2. « En el campamento había unos niños y unas niñas muy disciplinados…»

Para complacer a las persistentes defensoras del antisexismo lingüístico, lo aceptable hubiera sido utilizar una frase despojada de todo ropaje machista o construir un discurso sintácticamente más acorde con la norma gramatical, como los enunciados que a continuación se transcriben:

  1. «Esos trabajadores y  esas trabajadoras meritorios  y meritorias fueron beneficiados  y beneficiadas con el aumento de sus salarios …»
  2. « En el campamento había unos niños y unas niñas muy disciplinados y disciplinadas…»

¿A qué conduce esa forma de hablar? ¿Cuáles son los resultados lingüísticos derivados de esa doble mención genérica?

Aludir a los dos sexos (niños y niñas; trabajadores y trabajadoras / bienvenidos y bienvenidas; todos/todos y todas…) para sacar a la mujer de la supuesta “marginación discursiva”, constituye para la Real Academia Española (RAE) una “innecesaria costumbre” provocadora de “engorrosas” y, afirmo yo, tormentosas repeticiones que, indiscutiblemente, le restan fluidez y belleza a la expresión lingüística.  Una práctica que conduce al uso de una construcción sintáctica pesada, monótona, oscura, farragosa, artificial y poco comunicativa. Pero no solo eso. El uso de la doble expresión genérica conduce a la violación de las reglas del idioma, especialmente de la concordancia, así como del principio fundamental de la lengua: el Principio de economía lingüística. Nótese, a propósito de esto último, lo antieconómica, cursi, ridícula y aburrida que resultaría cualquier construcción discursiva del tipo:« Los banilejos y las banilejas son ciudadanos y ciudadanas emprendedores y emprendedoras»

Quizás por esa razón, ese discurso antisexista, como bien se pone de manifiesto en los párrafos que siguen, no se mantiene, se vacila en su empleo. Esa inconsistencia origina que en ocasiones se doblen los géneros solo en el sustantivo; pero no en el adjetivo que lo califica (“Compañeros y compañeras combativos”) o que el hablante utilice la misma palabra con distinción de género en un contexto, mientras que en otro solo emplea la forma masculina.

 

Vacilación lingüística y doble género
La vacilación lingüística en que se incurre cuando se utilizan los dobletes genéricos se pone de manifiesto tanto en la lengua oral como escrita. En el caso específico de la escritura, en la República Dominicana abundan textos en los que tal inconsistencia brilla por su recurrente presencia. Dos de estos textos, ambos de carácter jurídico, permiten validar el juicio precedente: El Código del menor y la Constitución de la República. 
En uno y otro, los desdoblamientos son cuantiosos. En uno y otro texto se percibe una clara vocación de usar la lengua con visión o perspectiva de género. En uno y otro es posible apreciar cómo en un mismo párrafo, y hasta en un mismo enunciado, se pasa de la doble expresión genérica a la sola mención del masculino. Veamos:

  1. En el“Código para el sistema de protección y los derechos fundamentales de niños, niñas y adolescentes”, mejor conocido como Código del menor (CM), en el PRINCIPIO VIII, se lee lo siguiente:

«El padre y la madre tienen responsabilidades y obligaciones comunes e iguales en lo que respecta al cuidado, desarrollo, educación y protección integral de sus hijos e hijas».

Más adelante, en el Art. 4, se establece que:  «A tal efecto, el médico o el personal de salud que atienda el nacimiento está obligado, en un plazo no mayor de doce (12) horas, después que se produzca éste, a entregar una constancia del mismo a sus padres o responsables, previamente identificados, remitiendo otra constancia a las autoridades Responsables de su registro oficial».

¿Por qué en el Principio VIII del antes citado Código se habla de “El padre y la madre”, mientras que en el Art. 4 el legislador se refiere solo “a sus padres”?

2. «Art. 9.- (CM) – El padre y la madre, el tutor o responsable, no pueden, salvo motivos graves, oponerse a las relaciones personales del niño, niña o adolescente con sus abuelos»

¿Por qué en el anterior artículo solo se menciona el tutor, y no la tutora, “sus abuelos”, y no sus abuelas

 3. «Art. 14.- (CM) – Los profesionales y funcionarios de las áreas de la salud, pedagogía, sicología, trabajo social y agentes del orden público, directores y funcionarios, tanto públicos como privados…»

¿Por qué en este artículo se emplean solo las formas del tan combatido masculino genérico: “Los profesionales”, “funcionarios”, “directores…”y no se alude a las inclusivas y reivindicativas formas del femenino: las profesionales, funcionarias, directoras…?

4. «Art. 16.- (CM) – Todos los niños, niñas y adolescentes tienen derecho a expresar libremente su opinión, ser escuchados y tomados en cuenta, de acuerdo a su etapa progresiva de desarrollo» 

Si se trata también de “niñas”, ¿no se incurre en discordancia al decir que estas deben ser “escuchados y tomados en cuenta”, cuando en virtud de la lógica antisexista e ideología feminista lo adecuado hubiera sido que se escribiera “escuchados o escuchadas y tomados o tomadas en cuenta…”?

  1. «Art. 23.- Queda absolutamente prohibida la entrada a niños, niñas y adolescentes en establecimientos comerciales donde se consuman bebidas alcohólicas, casas de juegos y de apuestas. Los propietarios de dichos establecimientos estarán obligados a colocar en un lugar visible a la entrada del local la advertencia de prohibición de admisión de niños, niñas y adolescentes» 

¿Por qué si se dobla el género, expresando de esa manera “niños y niñas”, no se procedió de igual informa escribiendo « Los propietarios y propietarias de dichos establecimientos estarán obligados y obligadas…»?

  1. El Art. 18, numeral 3 de nuestra Carta Magna, establece que «Son dominicanas y dominicanos»: 

    a) NUMERAL 3 – «Las personas nacidas en territorio nacional, con excepción de los hijos e hijas de extranjeros miembros de legaciones diplomáticas y consulares, de extranjeros que se hallen en tránsito o residan ilegalmente en territorio dominicano. Se considera persona en tránsito a toda extranjera o extranjero definido como tal en las leyes dominicanas» 

Nótese cómo en el primer enunciado del preindicado artículo se habla solo de “extranjeros”, así, en el satanizado masculino genérico; mientras que en el segundo aparece la doble mención genérica “extranjera o extranjero…”

b) NUMERAL 4-«Los nacidos en el extranjero, de padre o madre dominicanos, no obstante haber adquirido, por el lugar de nacimiento, una nacionalidad distinta a la de sus padres…»

¿Por qué se emplea de manera exclusiva la forma masculina “nacidos” y no la femenina “nacidas”? ¿Por qué al inicio de la frase se alude doblemente a “padre o madre dominicanos”, mientras que al final se refiere solo al sintagma masculino “sus padres”?

NUMERAL 6 – «Los descendientes directos de dominicanos residentes en el exterior»

¿Por qué el redactor olvidó doblar los géneros en el precitado contenido de nuestro texto constitucional? En otras palabras, ¿por qué no escribió, “Los y las descendientes directos de dominicanos y dominicanos residentes en el exterior”, evitando así el “sexismo discursivo” que se le atribuye al masculino genérico? ¿Por qué ocurren estas y otras vacilaciones al utilizar los desdoblamientos genéricos? ¿Por qué los cultores, defensores y promotores de la llamada lengua inclusiva no mantienen el discurso incluyente o antimasculino?

Posiblemente se deba al carácter artificial o poco natural de esa forma de expresión. O, como ya lo expresé en otro ensayo de esta naturaleza, la inconsistencia en el uso de los dobletes genéricos es posible que se origine: «Sencillamente, porque el hablante que así procede no tiene internalizada en su cerebro esa estructura sintáctica, esto es, los desdoblamientos; porque actúa movido por la moda, por la imitación, sin conciencia lingüística, por presión, para evitar la etiqueta de machista, o quizás, para estar bien o no entrar en contradicción con el movimiento feminista».

 

LOS DOBLETES GENÉRICOS Y EL PRINCIPIO DE ECONOMÍA LINGÜÍSTICA

«En los sustantivos que designan seres animados, el masculino gramatical no solo se emplea para referirse a los individuos de sexo masculino, sino también para designar la clase, esto es, a todos los individuos de la especie, sin distinción de sexos […] En la lengua está prevista la posibilidad de referirse a colectivos mixtos a través del género gramatical masculino, posibilidad en la que no debe verse intención discriminatoria alguna, sino la aplicación de la ley lingüística de la economía expresiva»  (Diccionario panhispánico de dudas – RAE, 2005, p.311).

La economía lingüística se define como el «Principio de la lengua que permite obtener el mayor efecto comunicativo con el mínimo de esfuerzo lingüístico» (Diccionario básico de lingüística, México, 2005:85)

Llamado también ley del menor esfuerzo, el Principio de economía lingüística se aplica en el acto comunicativo conel propósito de ofrecer la mayor cantidad de información con el mínimo de esfuerzo; vale decir, para expresar el mayor número de ideas con el menor número de palabras posible.  O como bien lo define Fernando Lázaro Carreter en su “Diccionario de términos filológicos” (1987: 135), la economía lingüística es el Término que designa la tendencia, normal en los hablantes, a ahorrar esfuerzo en la articulación de palabras corrientes y de empleo abundante...”.

Merced a ese  principio  es que el hablante apela, por ejemplos, al uso de la elipsis y la frase apocopada. Y basado en ese mismo principio es que en el uso de la lengua, tanto en su expresión oral como escrita, se recomienda evitar los circunloquios, las frases redundantes o pleonásticas, así como los dobletes genéricos (todos y todas; bienvenidos y bienvenidas; los maestros y las maestras…), propios de la llamada lengua inclusiva, que ha intentado imponer la línea ortodoxa o radical del movimiento feminista. La economía expresiva, conviene aclarar, de ningún modo debe confundirse con laconismo y  pereza léxica, ni mucho menos entenderla solo como  una cuota reducida de palabras, sino como la adecuación exacta de estas  con lo que el hablante pretende comunicar. Con su aplicación,  el discurso se torna mucho más claro, preciso, conciso y elegante,Todo lo contrario sucede con los des doblamientos genéricos. Por super abultados, empalagosos y antieconómicos, resultan engorrosos, y a la expresión lingüística le restan  precisión, concisión, claridad y elegancia. Para entender esto,   basta con determinar las palabras que sobran, lo tormentosos que resultan leerlos o escucharlos y la ausencia de belleza que se percibe en innecesarios circunloquios del tipo:

  1. «A todos y todas los dueños y dueñas de perros y perras…».
  1. “Los empleados y las empleadas gallegos y gallegas están descontentos y descontentas por haber sido instados e instadas, e incluso obligados y obligadas, a declararse católicos y católicas”.

Pero en ningún otro texto la galante fluidez del discurso se ve más afectada, y la sintaxis se nos presenta más engorrosa, cursi, pesada o carente por completo de gracia estética, que en el contenido del Art. 41 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, y en el cual se establece que: «Solo los venezolanos y venezolanas por nacimiento y sin otra nacionalidad podrán ejercer los cargos de Presidente o Presidenta de la República, Vicepresidente Ejecutivo o Vicepresidenta Ejecutiva, Presidente o Presidenta y Vicepresidentes o Vicepresidentas de la Asamblea Nacional, magistrados o magistradas del Tribunal Supremo de Justicia, Presidente o Presidenta del Consejo Nacional Electoral, Procurador o Procuradora General de la República, Contralor o Contralora General de la República, Fiscal General de la República, Defensor o Defensora del Pueblo, Ministros o Ministras de los despachos relacionados con la seguridad de la Nación, finanzas, energía y minas, educación; Gobernadores o Gobernadoras y Alcaldes o Alcaldesas de los Estados y Municipios fronterizos y de aquellos contemplados en la Ley Orgánica de la Fuerza Armada Nacional. Para ejercer los cargos de diputados o diputadas a la Asamblea Nacional, Ministros o Ministras; Gobernadores o Gobernadoras y Alcaldes o Alcaldesas de Estados y Municipios no fronterizos, los venezolanos y venezolanas por naturalización deben tener domicilio con residencia ininterrumpida en Venezuela no menor de quince años y cumplir los requisitos de aptitud previstos en la ley».

La función fundamental de la lengua, según el juicio técnico –lingüístico, es la comunicación. Esto significa que la lengua tiene que estar al servicio de la comunicación; pero la verdadera esencia de esta  resulta sumamente afectada cuando se producen mensajes, discursos o textos como los más arriba  transcritos.

Comunicar es aportar y compartir  sentidos. Cuando las palabras y demás estructuras de la lengua no se adecúan a esos sentidos que se desean expresar, el acto comunicativo entonces resulta fallido. Bastante gráficas, al respecto, son las palabras de André Martinet, afamado lingüista francés, cuando en su libro «Elementos de lingüística general» plantea que«… no puede subsistir en una lengua nada que no aporte una contribución determinada a la comunicación y también que cada elemento del enunciado exige un esfuerzo de producción estrictamente proporcional a la función que cumple…» (1984:223)

Merced a lo expresado por Martinet, es de buen juicio inferir que resulta a todas luces inviable que la doble mención genérica pueda fijarse y subsistir en el uso cotidiano de la lengua española. Sencillamente, porque esa forma de expresión ninguna contribución aporta a la adecuada comunicación lingüística.

 

LA RAE, EL ADJETIVO «FÁCIL» Y EL MOVIMIENTO FEMINISTA

Por presión social, especialmente del movimiento feminista español, la Real Academia Española (RAE) decidió (2018) modificar el quinto significado del adjetivo «fácil», el cual aludía a la mujer, y se definía como « Dicho especialmente de una mujer: Que se presta sin problemas a mantener relaciones sexuales»

La modificación, vigente desde el 8 de marzo del año antes citado, consistió en sustituir por «persona» el sustantivo «mujer», para que ahora diga: «Dicho de una persona: Que se presta sin problemas a mantener relaciones sexuales» Al decir persona, esta vez, quedan incluidos en el ámbito del concepto tanto mujeres como hombres.

¿A qué de se debió la molestia y polémica generadas por la original definición?

Sencillamente a que fue considerada altamente machista, despectiva, excluyente y discriminatoria en perjuicio de la mujer, toda vez que el susodicho adjetivo, con la connotación que se describe, no se empleaba para referirse al hombre que igualmente, sin ningún problema, se presta a sostener relaciones sexuales.

Sin embargo, valdría preguntarse: en la práctica cotidiana de la lengua, ¿es común que se le llame «fácil» al hombre sexualmente activo o que no desperdicia oportunidad cuando de mantener relaciones sexuales se trata?

Obviamente que la respuesta inmediata sería NO. Quiere decir esto, que los hablantes solo utilizan la preindicada calificación («fácil») cuando se refieren a la mujer; pero no a todas, sino solo al tipo que se describe en la definición.

Del párrafo anterior se infiere que como el hombre, por su activa conducta sexual, nunca ha sido llamado «fácil»en el mundo hispanohablante,   la RAE, en su primera conceptualización, no tenía por qué incluirlo ni referirse al él en el diccionario, por cuanto en este, el lexicógrafo lo que hace esregistrar solo las voces o expresiones que usan o han usado los hablantes, así como las acepciones que a esas voces dichos hablantes les confieren. Si no tienen o han tenido vigencia en el uso general y cotidiano de la lengua, esas voces o acepciones carecen por completo de valor lexicográfico.

Esa es la labor y obligación de la RAE cada vez que confecciona o actualiza un diccionario: describir la realidad léxica o dialectal tal como esta se manifiesta en la práctica lingüística.  No crear términos ni muchos menos significados o valores semánticos, como erróneamente piensan muchos. En otras palabras, no es papel de la RAE decretar, establecer o imponer cuáles vocablos deben o no utilizar los hablantes cuando se comunican. Esas voces y esos valores significativos, previa comprobación de que su uso es general en una determinada comunidad lingüística, son recogidos mediante un cuidadoso proceso de investigación e insertados fielmente en cada una de las actualizaciones de su muy consultado lexicón.

Pensar entonces que la Real Academia Española quiso decirle «fácil» no solo a la    « mujer que se presta sin problemas a mantener relaciones sexuales», sino también a todas las mujeres, es poseer una visón lingüística bastante estrecha o limitada acerca de las técnicas y los principios teóricos que se aplican en la elaboración o confección de un diccionario.

Sería lo mismo que si todos los hombres españoles e hispanoamericanos pensaran que la RAE los califica de antihigiénicos por el hecho de que en la tercera acepción del término «Cochino», el diccionario lo define como «Hombre muy sucio y desaseado»

¿Tendrán entonces todos esos hombres que «pegar el grito al cielo», como siempre lo han hecho las aguerridas feministas, para que la docta corporación lingüística, cambie la palabra «hombre » por «persona» y de esa manera diga   «Persona muy sucia y desaseada? 

La Lingüística es una ciencia. En tal virtud, los asuntos lingüísticos deben tratarse guiados por el cerebro y no por el corazón.

Pero lo cierto es que la Real Academia Española, desafortunadamente, cedió ante una de las tantas presiones que en materia de lengua ha venido ejerciendo, especialmente en España, el movimiento feminista. Pienso que no debió ceder o dar marcha atrás. Y así pienso por entender que el contenido de la definición modificada en forma excepcional y no menos precipitada, estuvo fundamentado en criterios puramente lingüísticos y no en motivaciones clasistas o extralingüísticas como las que siempre le han servido de punto de apoyo al combativo movimiento que en esta oportunidad protagonizó la presión rectificadora.

 

«TETEO» Y MASIFICACIÓN LINGÜÍSTICA

 «…Hay otro vicio peor, que es el prestar acepciones nuevas a las palabras y frases conocidas, multiplicando las anfibologías de que, por la variedad de significados de cada palabra, adolecen más o menos las lenguas todas…  Pero el mayor mal de todos, y el que, si no se ataja, va a privarnos de las inapreciables ventajas de un lenguaje común, es la avenida de neologismos de construcción, que inunda y enturbia mucha parte de lo que se escribe en América…»  (Andrés Bello)

 

Acerca del término «teteo», la Real Academia Española (RAE) establece lo siguiente:

 

«La voz «teteo», recientemente difundida en una canción de gran éxito en República Dominicana, no se registra en los recursos que se encuentran a nuestra disposición. Los creadores la han definido como sinónimo de «baile», «fiesta», «rumba»».

 

¿Por qué esta voz, en el habla dominicana, ha sido tan acogida hasta en los hablantes de alto nivel de instrucción?  Sencillamente, porque en las últimas décadas es cada vez más notoria la tendencia en los sectores académicos y profesionales a rechazar las formas expresivas propias de la lengua culta y reproducir los giros y expresiones característicos del habla popular, y, de manera muy particular, del habla del barrio. Se ha producido así, un degenerativo proceso de inversión en la conducta lingüística de los dominicanos, por cuanto en tiempos pasados, las personas analfabetas, semi analfabetas o con muy bajo nivel  de escolaridad admiraban y trataban de imitar las formas de hablar de profesionales como locutores, maestros, abogados, periodistas, comentaristas, etc.  Extrañamente hoy, una cantidad representativa de esos profesionales, incluyendo a muchos maestros, parece sentir orgullo o dar muestras de actualización idiomática, cuando habla y escribe igual que el iletrado que está cherchando y tomando cervezas al son de un estridente reguetón en la esquina del barrio.  Por eso no extraña escuchar a muchos de nuestros comunicadores hablar de «teteo» en lugar de fiesta, rumba baile. Por esa razón, se puede apreciar cómo estas tres palabras, cada vez brillan   por su ausencia en el léxico activo de los hablantes dominicanos. Todo se reduce a «teteo», «teteo» y «teteo».  A todo lo anterior se agrega el interés de muchos por parecer más jóvenes de la cuenta, empleando, para tal fin, las jergas juveniles o las que algunos lingüistas llaman “sociolecto de la juventud”

Y por esa razón, que ahora las pautas lingüísticas y lexicales parecen trazarlas, no los escritores y profesores de lengua española, como antes, sino unos mozalbetes, cultivadores de un famoso género musical llamado “urbano”, a quienes les basta inventarse un disparate expresivo para que hablantes de todos los estratos sociales, envueltos en las redes irracionales de la masificación lingüística y, como loros desenfrenados, comiencen a repetirlos sin parar.

Temas culturales

Por Miguel Collado

UNA REFLEXIÓN/ CONVERGENCIA CULTURAL O PENSAR EN PLURAL

¡Amo tanto mi lengua! Esa que los conquistadores nos legaron a cambio del oro y la barbarie que aniquiló a nuestros ancestros taínos, a nuestros hermanos en el infortunio: a los negros africanos. Y visita mi memoria el inmenso Pablo Neruda, el Premio Nobel de Literatura que «murió de Chile», el de Confieso que he vivido. Memorias (1974):

«Por donde pasaban quedaba arrasada la tierra… Pero a los bárbaros se les caían de las botas, de las barbas, de los yelmos, de las herraduras, como piedrecitas, las palabras luminosas que se quedaron aquí resplandecientes… el idioma. Salimos perdiendo… Salimos ganando… Se llevaron el oro y nos dejaron el oro… Se lo llevaron todo y nos dejaron todo… Nos dejaron las palabras».

Sí, amo tanto mi heredado idioma que a veces juego con algunas de sus palabras, escogidas al azar, extraídas de su grandioso manantial de vocablos, rico en sinónimos y antónimos. En este instante ―en que el canto matinal de pajarillos acaricia mis oídos― pienso en una de ellas: «convergencia». Pensé en ella al ver cómo las tortolitas se agrupaban en el patio tras el arroz que de mi mano diestra volaba hacia ellas impulsado por mi alegría de verlas reunidas, alimentándose en armonía. ¡Convergían como hermanadas!

¡Convergencia! Ahondé más en el origen de esa palabra, en sus raíces lingüísticas: procede del latín, de la palabra convergens-convergenti», es decir, se refiere al acto de converger, verbo regular de múltiples significados:«Coincidir en la misma posición ante algo controvertido», es uno de ellos, conforme al Diccionario de la Lengua Española. Lo controvertido podría ser de naturaleza política, social, económica o cultural. Siempre en el plano de las ideas. Y pensé luego en la necesidad de una convergencia cultural en mi país, en el que tan atomizadas están las ideas en torno al futuro de la nación dominicana en ese plano tan esencial para el desarrollo de una sociedad basada en valores: el plano cultural.

Sentarse en la misma mesa todos los actores culturales y dialogar sobre la importancia de una convergencia cultural, ¿sería posible? ¿Acaso serán más sensatas aquellas tortolitas que en armonía, sin herirse con sus alas, se alimentaban en el patio? Quizá mi idealismo hostosiano me arrastre a pensar que sí es posible si comenzamos a pensar en plural.

 

Conociendo la lengua española

JUSTIFICACIÓN 

Conociendo es, en gerundio, el modo del verbo conocer que nos remite a la acción, al acto mismo en que tiene lugar la adquisición de conocimiento. Y ese es el propósito que perseguimos con la serie denominada «Notículas gramaticales» que hemos venido publicando en las redes sociales desde hace algún tiempo y que ha concitado un inesperado interés entre los lectores.

Notículas porque son breves notas, apuntes que no buscan competir con lo limitado del tiempo del que, por la rutina acelerada, dispone la gente. Pretendemos contribuir a crear conciencia sobre el uso correcto de la lengua española, motivando a sus hablantes a respetar su normativa gramatical al momento de hablar o de escribir.

Se corresponde ese interés con el objetivo principal de la Academia Dominicana de la Lengua: «favorecer el estudio de nuestra lengua y el cultivo de las letras para cuidar su esencia originaria, impulsar su desarrollo y alentar el cauce creativo del genio idiomático, asegurando su cohesión y su vigor».

La realización de estudios en el campo de la normativa gramatical del idioma español y la publicación de artículos en los medios de comunicación son algunas de las actividades llevadas a cabo por dicha corporación para alcanzar ese objetivo.

El contenido de la serie de notículas gramaticales es, casi en su totalidad, extraído del Diccionario de la lengua española (23.a ed. Madrid, España: Real Academia Española, 2014), que abreviamos así: DLE. Con las primeras notículas comenzamos a difundir el abecedario español, transcribiendo las definiciones de cada una de las 27 letras que lo conforman e ilustrando con ejemplos propios de la cotidianidad hispanoamericana y, en algunos casos, de la realidad lingüística dominicana.

Además del DLE, para la elaboración de las notículas gramaticales consultamos las siguientes obras lingüísticas editadas por la Real Academia Española: Nueva gramática de la lengua española (3 tomos), Ortografía de la lengua españolaOrtografía básica de la lengua españolaDiccionario panhispánico de dudasOrtografía escolar de la lengua española, El buen uso del español, Diccionario del estudiante (Secundaria y bachillerato) y el Diccionario de americanismos, entre otras. También hemos consultado obras lexicográficas editadas por académicos dominicanos: Diccionario de dominicanismos, de Carlos Esteban Deive; Diccionario de dominicanismos y americanismos, de Max Uribe; y el Diccionario del español dominicano, de María José Rincón González y Bruno Rosario Candelier.

 

Notícula gramatical 1

Las 27 letras de la lengua española son: a, b, c, d, e, f, g, h, i, j, k, l, m, n, ñ, o, p, q, r, s, t, u, v, w, x, y, z. La ll y la ch son dígrafos. ¿Qué significa la palabra dígrafo? Es la secuencia de dos letras que representa un solo sonido.

En el caso de la ll (doble l) el DLE explica: Dígrafo que en el español actual de ciertas zonas representa el fonema consonántico lateral palatal, si bien en la mayor parte de los territorios de habla hispana se pronuncia como palatal central sonoro, fenómeno conocido como yeísmo. ¿Qué significa yeísmo? Expliquémoslo con un ejemplo: cuando usamos palabras cuyo sonido es tan parecido que puede crearnos confusión y solo podemos establecer la diferencia visualizando su escritura: llana (de llanura, sin altos ni bajos) y yana (árbol de la flora cubana). Esas palabras reciben el nombre de parónimas.

En el caso de la ch el asunto es distinto. El DLE define este dígrafo del siguiente modo: Dígrafo que representa el fonema consonántico africado palatal sordo, aunque en algunas zonas se realiza como fricativo. Destacamos en negritas las palabras cuya comprensión podría no estar al alcance de la mayoría de los hablantes del idioma español por su rigor lingüístico. Vamos a intentar explicarlas de manera sencilla: africado palatal sordo es un tipo de sonido consonántico que se produce sin vibraciones de las cuerdas vocales, o sea, con una oclusión cierre completo del canal vocal de una articulación.

LETRA «a»

a1

  1. Primera letra del abecedario español, que representa el fonema vocálico abierto central. Es decir, es una vocal abierta-
  2. Sonido que representa la letra a

a [Preposición]

  1. Precede al complemento directo cuando este es de persona determinada o está de algún modo personificado. Ejemplo: Respeta atus colegas de la academia. 
  2. Precede al complemento indirecto. Ejemplo: Legó su fortuna a los pobres.
  3. Introduce un complemento regido por determinados verbos, adjetivos y nombres. Empezar a correr. Disponerse a escapar. Parecerse a alguien. Suave al tacto. Propenso a las enfermedades. Sabor a miel. Temor a las alturas.
  4. Indica la dirección que lleva o el término a que se encamina alguien o algo.Ejemplo: Voy a Roma, a palacio. Estos libros van dirigidos a tu padre.  
  5. Indica una orden o exhortación. Ejemplos: ¡A comer!¡Todos a la mesa!
  6. Precisa el lugar o tiempo en que sucede algo. Le cogieron a la puerta.
  7. Indica la situación de alguien o algo. A la derecha del director.A oriente.A occidente. 
  8. Indica el término de un intervalo de lugar o de tiempo que media entre dos cosas. De calle a calle.De once a doce del día.
  9. Denota el modo de la acción. A pie.A caballo. A mano. A golpes. 
  10. Precede a la designación del precio de las cosas. A 50 euros el kilo.
  11. Indica distribución o cuenta proporcional. Dos a dos. A tres por mil.
  12. Ante infinitivo, en expresiones de sentido condicional, equivale a la conjunción sicon indicativo o subjuntivo. A decir verdad. 

a[En lugar de otras preposiciones] 

  1. Ante la vista de todos. / A la vista de todos. 
  2. Quien con hierro mata. / Quien a hierro mata, a hierro muere.
  3. Se fue hacia ellos. Se fue aellos como un león. 
  4. Tenía el agua hasta la cintura. / Pasó el río con el agua ala cintura. 
  5. junto a.Junto a ti. / Atu lado. 
  6. Para beneficio de la gente humilde. / Abeneficio del público. 
  7. Por instancias mías. / Ainstancias mías. 
  8. según.Según parece. / A lo que parece.

 

VOCABULARIO. AbecedarioSerie ordenada de las letras de un idioma. Ejemplo: El abecedario del idioma español tiene 27 letras.  Articulación. Posición y movimiento de los órganos fonatorios para producir los sonidos del habla. Complemento directo. Función sintáctica vinculada al caso acusativo y desempeñada por un sintagma nominal o pronominal, un sintagma preposicional con la preposición o una oración que están seleccionados por el verbo transitivo al que modifican.  FonemaUnidad fonológica que no puede descomponerse en unidades sucesivas menores y que es capaz de distinguir significados. Ejemplo: La palabra amor está constituida por cuatro fonemas: dos fonemas consonánticos (m y r) y dos fonemas vocálicos (a y o). Órganos fonatorios. Son los que tienen que ver con la emisión de la voz  o de la palabra. PalatalSonido que se articula mediante la aproximación o el contacto del dorso de la lengua y el paladar. Verbo transitivoVerbo que se construye con complemento directo. Ejemplo: Abrazar a mis hijos.