Santiago Muñoz Machado: Crónica de la lengua española 2020

La Real Academia Española puso en circulación una obra en la que comparte con el público las actividades que realiza, y este es el primero de los compendios que publicará cada año. Así consta en las noticias de la RAE, en los enlaces de su plataforma digital del 23 de noviembre de 2020. Don Santiago Muñoz Machado, director de Real Academia Española, expresó que “«Crónica de la lengua española es un libro inclinado, sobre todo, a la transparencia y la información, que la Real Academia Española publicará periódicamente al final de cada año. Su objetivo principal es dar a conocer los trabajos desarrollados por la institución y describir o explicar los problemas más relevantes que afectan a la unidad de nuestra lengua en el universo hispano hablante, exponer sus criterios sobre cómo abordarlos y enfrentar los cambios que experimenta nuestro idioma, tanto en cuanto al léxico como a la gramática, estimulando las reformas que convengan en la normativa establecida»”.

“Universalidad de la crónica” y “órgano de comunicación de la ASALE”  

“Dar conocer los trabajos desarrollados por la institución y describir o explicar los problemas más relevantes que afectan a la unidad de nuestra lengua en el universo hispano hablante, exponer sus criterios sobre cómo abordarlos y enfrentar los cambios que experimenta nuestro idioma, tanto en cuanto al léxico como a la gramática”, son los “contenidos que constituirán el núcleo principal de la Crónica de cada año’, consigna el Director (página 2). No obstante, explica, que los mismos “se acompañarán habitualmente de ensayos sobre cuestiones lingüísticas, textos y discursos históricos, y muestras de la actividad literaria de nuestros académicos”. Y explica que “La universalidad con que la Crónica ha sido concebida justifica que la consideremos como un órgano de comunicación de la Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE) en el que, tras este número inaugural, estén ampliamente presentes los puntos de vista particulares de todas y cada una de las Academias que la integran”.

En la “INTRODUCCIÓN” o “exposición preliminar” el director de la obra, don Santiago Muñoz Machado, ha explicado que “a lo largo de la historia la Academia ha pasado por períodos” importantes y ha dividido “esta exposición en “cuatro bloques que reflejan muy exactamente las misiones que ha cumplido en defensa del español”. El primero, explica, “fue el de la normalización preparando los textos y reglas que formarían la preceptiva de nuestra lengua. El segundo se caracterizó por la lucha en favor de la universalización de la normativa académica, frente a algunos intentos de fragmentación o separatismo lingüístico. El tercero está caracterizado por el panhispanismo, esto es, por el trabajo cooperativo con todas las Academias de la Lengua existentes en el mundo, para que la defensa y regularización del idioma sea objeto de acuerdos adoptados en común. El cuarto es el tiempo de la revolución digital”.

 

EL TIEMPO DE LAS CATEDRALES

En este acápite el autor se refiere al “primer bloque” antes mencionado y la conformación de las “tres obras de carácter normativo que la Academia necesitaría levantar para ejecutar el designio de ‘cultivar y fixar la lengua castellana, y que fuese un asilo de ella, en que se conservasen su magestad, pureza y energía’: el diccionario, la ortografía y la gramática de la lengua española. Los tres monumentos que servirían para asentar la nueva regulación de la lengua española, que la normalizaría y uniformaría. Las tres catedrales que conservarían el buen uso del castellano” (p. 3).

Muñoz Machado explica: “Cuando la Real Academia Española fue fundada contaba nuestra lengua con pocos textos que disciplinaran su uso con autoridad”: “Respecto del léxico, existía el Tesoro de la lengua castellana o española de Covarrubias, publicado en 1611, y, en cuanto a la gramática, se habían publicado tratados por algunos autores insignes, como Antonio de Nebrija, Mateo Alemán, Juan López de Velasco, Gonzalo Correas y Bartolomé Ximénez Patón”. Dice que “Algunos, como el de Nebrija, se habían quedado anticuados en relación con el estado de la lengua en el siglo XVIII, y otros parecían manifiestamente insuficientes y, sobre todo, no eran atendidos consecuentemente por los escritores ni tenidos debidamente en cuenta por los legisladores y oficiales de la monarquía”.

Expone que “esta anomia, y la confusión resultante, determinaron a don Juan Manuel Fernández Pacheco a proponer al rey Felipe V la creación de la Real Academia Española”: “En la Historia de la Academia que figura al frente del tomo primero del Diccionario de autoridades […] se narra así la iniciativa:  Don Juan Manuel Fernández Pacheco «Había advertido, estando en Italia, el baxo concepto en que los de aquella nación y otros extranjeros tenían a nuestra lengua, atribuyendo a defecto de ella el mal uso de varios autores del siglo décimo séptimo: y a la verdad no se veía en sus escritos aquella majestad, propiedad, dulzura y elegancia, que se hallaba en las obras del siglo anterior. La lengua estaba viciada con muchas voces bárbaras e impropias que se habían introducido, y con un estilo afectado: por lo que desde entonces concibió la idea de fundar la Academia, para cultivar y fixar la lengua Castellana, y que fuese un asilo de ella, en que se conservasen su magestad, pureza y energía»” (p. 3).

Explica que “Su preparación se inició incluso antes de que el rey autorizara la constitución de la Academia en octubre de 1714 (la fundación privada había ocurrido un año antes; la primera acta de la junta académica que se conserva es de 3 de agosto de 1713), ya que en 1713 habían aprobado los académicos la «Planta y methodo que por determinación de la Academia Española deben observar los académicos en la composición del nuevo Diccionario de la Lengua Castellana”. Expone que “Los estatutos académicos de 1715 declararon: «Siendo el fin principal de la Fundación de esta Academia cultivar, y fijar la pureza, y elegancia de la lengua Castellana, desterrando los errores, que en sus vocablos, en sus formas de hablar, o en su construcción ha introducido la ignorancia, la vana afectación, el descuido, y la demasiada libertad de innovar; será su empeño distinguir los vocablos, frases, o construcciones extranjeras de las propias, las anticuadas de las usadas, las bajas y rústicas de las cortesanas, y lebantadas, las burlescas de las serias, y finalmente las propias de las figuradas. En consecuencia tiene por conveniente dar principio desde luego por la formación de un Diccionario de la lengua, el más copioso que pueda hacerse: en el cual se anotaran aquellas voces, y frases, que están recibidas debidamente por el uso cortesano, y las que están anticuadas, como también las que fueren baxas, o bárbaras; observando en todo las reglas y preceptos, que están puestos en la planta acordada por la Academia impresa en el año 1713»”.

 

Procedimiento de trabajo basado en autoridades

El autor explica que “El primer diccionario de la Academia Española, publicado en seis tomos entre 1726 y 1739, fue conocido como Diccionario de autoridades porque cada lema que incorporaba incluía una referencia al autor y obra en que lo habían encontrado usado”.  “Formar un diccionario supone elegir palabras que forman el idioma. Cuando esa tarea se acomete sin contar con antecedentes suficientemente completos y fiables, como era el caso, la decisión sobre qué vocablos incluir puede optar por diversas fórmulas, pero la más rigurosa es la que siguieron los fundadores de la Academia. Tomarlos de la mejor literatura, de los textos más importantes que se había escrito en castellano”.

Explica que “Los académicos se repartieron las letras, siguiendo los criterios que estudió minuciosamente Lázaro Carreter, coordinados por el fundamental Vincencio Squarzafigo Centurión y Arriola, académico y secretario perpetuo, ateniéndose a las reglas que ellos mismos habían aprobado a en la planta de 1713”: “Aquí es explícita la idea de apoyar cada palabra que se escogiese en fuentes con autoridad” (p. 4).

 

**“Un Tratado separado de Ortografía

Nos explica el autor que “No estaba concluida aún la magna tarea del Diccionario, cuando los académicos emprendieron el trabajo de ponerlo al día. Así se acordó en una junta de 16 de septiembre de 1738, que dio providencias para el Suplemento que, en principio, sería el instrumento de que se valdría la Academia para poner al día el Diccionario. Se había avanzado mucho en él y ya tenía un contenido copioso. Pero estas tareas se suspendieron para dar prioridad a un Tratado separado de Ortografía”. “El trabajo de la Ortografía se acabó en 1741 y se publicó en 1742. Se reimprimió en 1754 y 1762”, consigna Muñoz Machado (p. 5

***“Los Estatutos primeros de la Academia habían anunciado que la corporación prepararía una Gramática”.  El autor expone que “Los Estatutos primeros de la Academia habían anunciado que la corporación prepararía una Gramática” y, “En consecuencia, en 1740 encargó a tres académicos que elaboraran el plan para emprender esa obra, destinada, sobre todo, al aprendizaje de la lengua castellana, «con método y sobre principios y reglas seguras», considerando que la de Nebrija ya no se acomodaba al estado actual de la lengua”. “El trabajo de la Gramática empezó en 1742, prosiguió con cortas interrupciones hasta el 22 de junio de 1747. Entonces, aunque se produjeron muchas disertaciones, también se llegó a la conclusión de que harían falta muchos años para concluir la obra”.

Explica que “Se volvió al Suplemento del Diccionario en 1747 que ya en 1751 era un volumen extenso que procedía imprimir. Pero, repartido el trabajo entre los académicos, advirtió la Academia que tenía un número corto de ejemplares de la primera edición del Diccionario y que era más procedente reimprimir toda la obra pero corrigiéndola por completo. Desde entonces se trabajó con mucho cuidado y prolijidad, encargando a varios académicos que propusieran reglas seguras para continuar”.

De la Ortografíahubo ediciones “A lo largo del siglo XVIII, cuatro más en los años 1770, 1775, 1779 y1792” (p. 6).

Del Diccionario: “Las reformas importantes del Diccionario en la cuarta edición de 1803 provocaron muchos cambios que afectaron a la Ortografía. Por ejemplo, la «ch» y la «ll» recibieron el lugar y orden que les corresponden separadas, como letras distintas de las demás del alfabeto. Se quitó la hache de todas las voces en que no se pronunciaban, por ejemplo, Christo y christianismo”.

De la Ortografía: “La Ortografía de 1815 tomó todas estas novedades y otras muchas de modo que se produjo una revisión profunda del «Tratado». En esa edición se hizo una valoración importante de la función de la Ortografía en nuestra lengua: «si se hubiese mirado este asunto con el aprecio que merece, estuviera más arreglado el uso, cuya variedad ocasiona una de las mayores dificultades, y nos ha privado hasta ahora de las grandes ventajas que se seguirían de que estuviese correcta y uniforme la ortografía: porque ella es la que mejora las lenguas, conserva su pureza, señala la verdadera pronunciación y significado de las voces, y declara el legítimo sentido de lo escrito, haciendo que la escritura sea un fiel y seguro depósito de las leyes, de las artes, de las ciencias, y de todo cuanto descubrieron los doctos y los sabios  en todas profesiones, y dejaron por este medio encomendado a la posteridad para la universal instrucción y enseñanza»”.  “Después de la de 1815, en el siglo XIX hubo sucesivas ediciones de la Ortografía, en 1820, 1826, 1840, etc.” (p. 6).  

De la Gramática: “Tras la edición primera de la Ortografía, en 1741, la Academia se empeñó mucho en la Gramática. Tuvo en cuenta los antecedentes de gramáticas elaboradas por algunos autores insignes, como los ya citados Antonio de Nebrija, Mateo Alemán, Juan López de Velasco, Gonzalo Correas y Bartolomé Ximénez Patón. Pero el trabajo resultó muy complejo y no fue posible la primera Gramática castellana de la Academia hasta 1771. Desde entonces, diversos autores hicieron sus propias versiones, entre los que la Academia (edición de 1865) destaca a Vicente Salvá y a Andrés Bello. Hubo ediciones de la Academia en el siglo XVIII en 1772, 1781 y 1796. La RAE hizo muchas ediciones en el siglo XIX de su Gramática, que pasó a ser, por determinación de la Ley Moyano, el libro oficial de estudio en la enseñanza media. Hubo ediciones en el siglo XIX en 1854, 1862, 1864, 1865, 1866, 1867, 1870, 1874, 1878, 1880, 1883, 1885, 1888, 1894”.

El autor consigna que “En las «Advertencias» de la edición de 1854 destacaba la Academia la significación de la Gramática: «La lengua castellana, hija del latín, pero enriquecida con voces del idioma hebreo, del griego, del gótico y árabe; tan copiosa en términos como varia en giros; grave y majestuosa en acentos, atrevida en imágenes, órgano el más propio de la elocuencia, instrumento el más noble de la poesía sublime, ocupa el primer lugar entre los dialectos que se formaron al transfigurarse y desaparecer el habla de la estirpe de Rómulo. Sostener la grandeza de tan bello idioma es y debe ser el único afán de esta Real Academia, la cual, ofreciendo a los españoles todos la nueva Gramática, les recomienda, con el mayor encarecimiento, el estudio y la observación constante de los escritores, prez y orgullo de nuestra patria. La aprovechada lectura de las obras con que han inmortalizado su nombre fray Luis de Granada y Miguel de Cervantes, Mariana y Solís, Lope y Rioja, Moratín y Jovellanos, enseñará a los estudiosos lo que no es dado a un libro, destinado solo a franquear las puertas del saber»” (p. 7).

 

El siglo de las catedrales

Don Santiago Muñoz Machado, ha expresado que “el siglo XVIII bien puede denominarse «el siglo de las catedrales», pues “Fue la época en la que la RAE levantó las estructuras fundamentales para fijar la normativa de la lengua y convertir el castellano en una lengua ordenada y bella, usada por todos sus habitantes conforme a pautas objetivas y reconocibles” (p. 8). [Y en esta parte me gustaría compartir un criterio que siento propicio expresar: mi valoración sobre la belleza de este hecho que resalta el autor sobre la historia de la Real Academia Española en el siglo XVIII, en la vanguardia de este patrimonio cultural de las naciones hispanas. He observado (como lo consigna el autor que mencionaré) cómo en la historia de las culturas de los pueblos hubo actuaciones semejantes a esta que narra Muñoz Machado, sobre individuos que, movidos por el amor del bien recibido de lo Alto, ejecutaron arduas labores cruciales y determinantes para impregnar el justo aliento espiritual a quienes estuvieran dispuestos a sumarse a la inmensa y rigurosa obra que encaminaría los pueblos hacia delante. El hecho ocurrió en nuestra Isla Española, en el siglo XVIII, precisamente, y lo recoge en su obra don Bruno Rosario Candelier, director de la Academia Dominicana de la Lengua, titulada El genio de la lengua:

“El padre Antonio Sánchez Valverde (1720-1799) es la figura intelectual más importante  del siglo XVIII, y el testimonio literario más relevante de su siglo es su libro Idea del valor de la Isla Española que publicó en Madrid en 1785 […] En la época en que Sánchez Valverde se desarrolla intelectualmente se había arraigado en el país un sentimiento de frustración y pesimismo, con la secuela de abandono y desaliento […] Las familias pudientes que tuvieron la osadía de quedarse para sufrir o gozar la suerte de la Isla, no podían pensar en el cultivo de las letras entre otras razones “por su mucha miseria”, como infiere Sánchez Valverde, en cuya obra, después de presentar el panorama desolador que dejaron las emigraciones, se hace esta pregunta: “¿Qué Artes podría haber en tan desolador estado?”. El cura intelectual se adelantó al principio dialéctico según el cual el desarrollo material es la base del desarrollo espiritual de los hombres de los pueblos […] comprendió que estaba llamado a desempeñar un gran papel como dirigente religioso y cultural, y como un hombre dotado de la grandeza del alma y de los grandes ideales que mueven a los grandes hombres a luchar a favor de su pueblo, actuaba en consecuencia” (Bruno Rosario Candelier, El genio de la lengua, Academia Dominicana de la Lengua, Santo Domingo, 2016, pp. 196, 197)].

 

 LA LUCHA POR LA UNIDAD

En el “segundo bloque” de esta presentación, el autor lo detalla bajo el título de “La lucha por la unidad”. Ha consignado que “Las grandes conquistas del siglo XVIII fueron amenazadas a principios del siglo XIX cuando se produjeron las independencias americanas”: “He estudiado esta cuestión con algún detenimiento en mi libro Hablamos la misma lengua. Historia política de la expansión del español en América, Madrid, Crítica, 2015. A este estudio me remito ahora, sin perjuicio de recordar el problema a grandes trazos” (p. 8).

De esta parte solo citaré lo siguiente (p. 11): * “La controversia concluyó en los años setenta del siglo XIX, cuando empezaron a constituirse las Academias americanas como correspondientes de la Real Academia Española”. * “Desde 1870 la Academia empezó también a incorporar a individuos destacados de América como correspondientes”. * “En la junta de 17 de noviembre de 1870 Escosura leyó un informe «acerca de la manera en que podrían autorizar la creación en países americanos de otra Academia correspondiente de la nuestra y con cierta relación de dependencia». Se aprobó, como acuerdo, el informe de Escosura, que, entre otras declaraciones, contenía las siguientes: los individuos de las diversas «Repúblicas americanas españolas, o independientes», tienen «por patria común una misma lengua y por universal patrimonio nuestra hermosa y rica literatura, interesando a todos igualmente su conservación y acrecentamiento». Y añadía: «los lazos políticos se han roto para siempre; de la tradición histórica misma puede en rigor prescindirse; ha cabido, por desdicha, la hostilidad hasta el odio entre España y la América que fue española; pero una misma lengua hablamos, de la cual, si en tiempos aciagos que ya pasaron, usamos hasta para maldecirnos, hoy hemos de emplearla para nuestra común inteligencia, aprovechamiento y recreo»”.

Muñoz Machado consigna que “Después del acuerdo de la Española de 1870, se fundaron las Academias Colombiana en 1871, Mexicana en 1875, Ecuatoriana en 1874, Salvadoreña en 1876, Venezolana en 1883, Chilena en 1885, Peruana en 1887, Guatemalteca en 1887. En el siglo XX se completó la implantación de Academias con la Costarricense en 1923, la Filipina en 1924, Panameña en 1926, Cubana en 1926, Paraguaya en 1927, Boliviana en 1927, Dominicana en 1927, Nicaragüense en 1928, Argentina de las Letras en 1931, Uruguaya de Letras en 1943, Hondureña en 1948, Puertorriqueña en 1945 y Norteamericana en 1973” (p. 11).

 

TIEMPO DE PANHISPANISMO 

El “tercer bloque” de los cuatro en los que el autor dividió su disertación en la Introducción, como presentación de este libro, lo desarrolla con el nombre de “Tiempo de panhispanismo”. Luego de su narración en el acápite anterior dice: “Empezó entonces la etapa del panhispanismo académico, caracterizado inicialmente por una intensificación de las relaciones entre las Academias y una mayor apertura de las obras académicas, muy especialmente, también por su simbolismo, el llamado DRAE o Diccionario de la Real Academia española”.  Consigna que “Un paso decisivo fue la creación en 1951 de la Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE), gracias al decisivo empuje del presidente de México, don Miguel Alemán, que reunió en la capital federal a todas las Academias”.  “Eran tiempos duros en las relaciones diplomáticas con México y el gobierno de Franco no autorizó el viaje. No obstante, los allí reunidos decidieron reservar la Presidencia de la Asociación a la Real Academia. Desde entonces hasta hoy los sucesivos directores de la RAE han presidido la Asociación. En la sede de la calle Felipe IV, en Madrid, se estableció la sede de la Secretaría General de la ASALE, asistida por el personal y los recursos básicos para su funcionamiento, y próxima al presidente para asegurar la máxima eficacia”. Para conocer sobre los “Proyectos en curso de la RAE y de la ASALE”, tema correspondiente al “cuarto bloque” referido, podemos dirigirnos a la página 17 y, por supuesto, a todo el cuerpo de la obra en donde este y todos los temas expuestos están desarrollados detalladamente. 

Como quedó recogido al inicio de esta presentación, el autor ha expresado de la obra que “Su objetivo principal es dar a conocer los trabajos desarrollados por la institución”, así como también explicó que los contenidos de las Crónicas “se acompañarán habitualmente de ensayos sobre cuestiones lingüísticas, textos y discursos históricos, y muestras de la actividad literaria de nuestros académicos”.

Veamos los “Discursos académicos en los Congresos de la Lengua” que esta “edición inaugural” contiene (p. 28): 1. De “Gabriel García Márquez, Botella al mar para el dios de las palabras”. 2. De “Mario Vargas Llosa, La lengua de todos”. 3. De “Carlos Fuentes, Unidad y diversidad del español, lengua de encuentros”. 4. De “Octavio Paz, Nuestra lengua”. 5. Y de “Sergio Ramírez, La lengua en que vivimos”.

Y se consigna en la presentación de este acápite que “La Real Academia Española, junto a la ASALE, es responsable del programa académico de los Congresos Internacionales de la Lengua Española, cuya organización general comparte con el Instituto Cervantes. De amplia repercusión mediática en todo el mundo y con creciente participación ciudadana, los Congresos de la Lengua se han convertido en una gran fiesta del español. Las academias, conscientes de la fuerza de su impacto, incorporan a los congresos, bajo distintos enfoques, la cuestión fundamental de la unidad de la lengua española, concebida como síntesis e integración de la variedad de sus expresiones en el amplio universo hispanohablante. Fiel a ese principio, la Crónica de la lengua española comienza con el tema de la «Unidad y diversidad» del español reproduciendo discursos académicos de relevancia en distintos congresos, para recordar que esa idea sustenta y da sentido al trabajo de las academias, tal como se explica a lo lardo de esta obra”.

Otros discursos incluidos en esta obra son los “Discursos académicos”, que son “discursos de ingreso de académicos”. Así está explicado en la presentación del acápite (p. 732): “Este capítulo está destinado a la publicación de discursos de ingreso de académicos, con motivo de efemérides o por razones especiales de relevancia u oportunidad del contenido. En esta ocasión se incorporan a la Crónica los discursos de Benito Pérez Galdós, en el centésimo aniversario de su muerte, y de Miguel Delibes, al conmemorarse un siglo de su nacimiento, ambos centenarios cumplidos en el año 2020”.  Estos son los títulos de los discursos: “Benito Pérez Galdós¹, La sociedad presente como materia novelable. Miguel Delibes, El sentido del progreso desde mi obra”.

 

Mención de los demás títulos de la obra 

Completo la presentación de esta obra haciendo mención de los demás títulos, como una manera de dejar generalizada la visión de su contenido, el cual deberá ser abordarlo con la debida relevancia con la que fue plasmado en la misma: “La renovación continua de los diccionarios y otras obras esenciales” * “El arte de hacer el Diccionario de la lengua” * “Las prescripciones lingüísticas de la Academia” * “El debate sobre el lenguaje inclusivo” * “El español en el ámbito digital” * “Los lenguajes de especialidad” * “Estampas de la historia académica” * “Nuestros libros” * “Nuestras revistas” * “Iniciativas de educación, comunicación y cultura” * “Palabras del año en el universo hispanohablante”.  Y extraigo uno de estos temas para concluir mi presentación: “El español en el ámbito digital”. Dice así la explicación que se hace en la presentación del acápite (p. 528): “La RAE vive una profunda transformación tecnológica, que se percibe en el replanteamiento de sus obras desde una concepción digital, en la apuesta reforzada por los servicios virtuales, que permiten interactuar con los hablantes, y por los recursos de toda índole que favorecen el acceso a las obras académicas, y en la adopción definitiva de un nuevo método de trabajo, que incorpora todas las ventajas que ofrece la tecnología. En las páginas siguientes se ofrecen distintas perspectivas de la nueva Academia digital: la presentación del proyecto puntero Lengua española e Inteligencia Artificial, en el que la RAE ha asumido el liderazgo de una iniciativa multidisciplinar de gran envergadura; el análisis del lenguaje de los emoticonos, convertidos hoy en parte de la vida cotidiana de los hablantes, la reflexión sobre el uso del español en Internet y la presencia actual de la Academia en la redes sociales, con un colofón en forma de cuento que incita a la introspección y al debate”. Leamos, pues, el “colofón” de este acápite (Los superíndices o invocaciones que aparecen pertenecen al texto de la obra cuyas notas están en la página 549):

 

PERSPECTIVAS DE FUTURO

Han pasado cerca de cuarenta años desde que apareció el primer emoticono-emoji, su evolución, en pocos años, ha sido muy rápida. Algunos han llegado a compararlos con las representaciones gráficas, con los pictogramas, anteriores a la escritura, e incluso con las pinturas rupestres de Altamira —a las que se han considerado proto-emojis—²². No parece, a estas alturas, que se trate de una simple moda, sino más bien de una evolución en la forma de comunicación [al menos en el ámbito de la tecnología]; una evolución en la que la influencia de otros modos de expresión complementan a la expresión escrita; todo bajo el rubro de la innovación tecnológica. Su recorrido parece indicar que se han «aproximado» mucho a lo que podría ser un lenguaje universal en la red. Las grandes compañías tecnológicas has apostado, sin ningún tipo de vacilación ni recorte, por ellos, el porcentaje de usurarios que ya son incapaces de comunicarse sin usarlos aumenta progresivamente. Pero a pesar de ello, conviene insistir, no constituyen un lenguaje porque no cuentan con una gramática que permita combinarlos en unidades de significado más complejas.

Solo queda vislumbrar su futuro que parece ser pasará por el complemento del sonido. Ya empiezan a verse los llamados memojis (emoticonos personalizados a partir de nuestra cara). En palabras de la doctora Sivera, «Los animojis, o emojis con movimiento podrían imitar a tiempo real el estado de ánimo de los usuarios, incluso incorporando rasgos prosódicos cuando se hibriden con tecnologías como el reconocimiento facial y de voz»²³” (pp. 548, 549).

(Santiago Muñoz Machado, Crónica de la lengua española, Real Academia Española, España, 2020).

¹   Comparto el enlace del grandioso conversatorio-conferencia virtual, “Galdós: La red del vivir”, que sobre Benito Pérez Galdós tuvieron las académicas de la Academia Dominicana de la Lengua, María José Rincón y Emilia Pereyra, el 15 de octubre de 2020 “en el marco de la celebración de Las Semanas de España” (https://www.youtube.com/watch?v=aG3KuztIn5w).

Reseña de Miguelina Medina para la Academia Dominicana de la Lengua.

 

 

Benito Pérez Galdós: «La conjuración de las palabras», cuento alegórico

 PRÓLOGO

A

LA CONJURACIÓN DE LAS PALABRAS

Cuento alegórico de Benito Pérez Galdós

Real Academia Española

 

Colección

Almuerzos del Director

Madrid, 2020

 

Hace muchos años que se estableció en la Real Academia Española la costumbre de celebrar, al término de las fiestas navideñas, el “Almuerzo del Director”. Es una ocasión para propiciar el intercambio amable de puntos de vista sobre política, historia, literatura, lengua, proyectos académicos y problemas de la institución. Explicado así, el almuerzo no tiene nada de particular que lo diferencie de las comidas que celebran por Navidad muchas instituciones y empresas.

El nuestro se distingue porque, al término del ágape, a la hora de los postres, los académicos que libremente lo soliciten recuerdan anécdotas y sucedidos o leen a sus compañeros textos de su cosecha, como sonetos, coplas, décimas, ovillejos, microrrelatos, o cualquier otra composición preparada para la ocasión o recuperada de algún cajón en que yacía olvidada. Este momento de los postres es singular. La atención de todos, dividida en conversaciones múltiples durante la comida, se concentra en lo que dice el académico disertante, que procura esmerarse en elegir ocurrencias con las que alegrar el momento a los contertulios.

Estos discursitos se han compilado a veces en pequeñas ediciones para el recuerdo del ingenio académico. José María Merino fue el último esforzado editor.

La mentada tradición tiene mucho valor para los académicos pero creo que, sin estorbarla, podría enriquecerse con la edición de textos breves, sean artículos, discursos, cartas, poemas o cuentecillos, elegidos entre los escritos de nuestros compañeros de años o siglos atrás. Serviría de evocación y de convocatoria a compartir la sobremesa con nosotros los académicos vivos.

Este folleto es la primera realización de esa idea y espero que sea también el inicio de una serie con tan larga proyección como tengan los Almuerzos del Director.

La elección de un autor ha venido, en esta primera entrega, impuesta por la historia de nuestra literatura. Era obligado invitar a nuestra mesa académica a Benito Pérez Galdós, uno de los narradores españoles más importantes e todos los tiempos, escritor prolífico, inventor de la novela moderna, historiador, articulista inagotable y dramaturgo e enorme éxito. Su primacía ha venido determinada por la circunstancia de que los días señalados para el tradicional Almuerzo del Director coinciden este año con la conmemoración de su muerte, ocurrida el 4 de enero de hace cien años.

El texto es poco conocido, aunque rebosa ingenio, soltura técnica e intención política (no lejana, pese al tiempo transcurrido, a los problemas de la España de hoy). La conjuración de las palabras se editó por primera vez el 12 de abril de 1868 en el periódico La Nación, que había fundado Pascual Madoz. Galdós tenía entonces 25 años.

Escribió La conjuración de las palabras al mismo tiempo que empezaba a familiarizarse con la gran literatura europea. En 1867 había visitado por primera vez París y la ciudad francesa le produjo gran fascinación. Se aplicó, como ya era costumbre suya en relación a Madrid, a callejearla sin descanso, para conocer al detalle cada rincón. Lo hizo sin desmayo en una ciudad que, según sus apreciaciones, era diez veces más grande que la capital española. Se familiarizó con los puestos de libros que encontraba a cada paso en los quais, y adquirió todos los que pudo; entre ellos Eugénie Grandet, el primer libro de Balzac que leyó. Más tarde empezaría a adquirir todos los volúmenes de La Comédie Humaine, que devoró. También descubrió Galdós a Dickens. Escribió luego que, por entonces, él conocía a Balzac pero no a Dickens, y que fue un periodista y escritor prestigioso, Federico Balart, quien se lo dio a conocer. El amor por la obra de Dickens fue de tan inmediata intensidad que se dispuso a traducir (con muy escasos conocimientos de inglés y apoyándose en las traducciones francesas) Pickwick Papers. Su versión apareció en La Nación entre el 9 de marzo y el 28 de julio de 1868. Galdós siempre consideró a Dickens (que para aquel año ya había escrito prácticamente toda su obra y estaba a tres de su muerte), “mi maestro más amado”.

En el periodo en que publica La conjuración de las palabras, Galdós está empeñado en la escritura de La Fontana de Oro, su novela sobre la política y la sociedad del Trienio liberal (1820-1823). Tal vez Benito tuviera intención de presentar la novela a un concurso convocado por la Real Academia Española, cuyo primer premio estaba dotado con la suculenta y asombrosa cifra de dos mil escudos (20000 reales). En La Nación de 19 de abril escribe Galdós admirado por la dotación del premio, pero emprendió poco después su segundo viaje a París y el plazo de presentación de candidaturas se cerró, sin La Fontana de Oro, el 13 de diciembre de aquel año.

La conjuración de las palabras lleva un subtítulo que ayuda a entenderlo como algo más que un cuento fantástico, clasificación en que suelen incluirlo los críticos junto a otros cuentos galdosianos: Una industria que vive de la muerte (1865); La novela en el tranvía (1871); La pluma en el viento (1873); La mula y el buey (1876); La princesa y el granuja (1877); Theros (1877); Tropiquillos (1884); Celín (1889); ¿Dónde está mi cabeza? (1892); El Pórtico de la Gloria (1896); y Rompecabezas (1897). Fantástico es, sin duda, La conjuración, pero el subtítulo, Cuento alegórico, advierte al lector que lo que ocurre en la breve narración es una manera de explicar otras cosas; a saber: la insolidaridad, el desorden y la falta de dirección de la política y la sociedad en los meses previos a la revolución de septiembre de 1868. Benito Pérez Galdós escribe sobre una conjuración promovida por las palabras del diccionario académico contra el mal uso que hacen de ellas los escritores, pero la mala relación de los sustantivos entre sí, si inocuidad si no los acompañan los adjetivos, el papel de los verbos, los adverbios, los pronombres, la puntuación y, en general, el desorden y la falta de criterio, conducen al fracaso de los sublevados.

El cuento anuncia que algo así podrá ocurrir en una sociedad que se acerca a una revolución, que efectivamente tendrá lugar pocos meses después de que se publicara el cuento, y que fracasará por razones equiparables a las que sacuden el lenguaje, si no hay una institución, como la Real Academia, que oriente su buen uso.

La Revolución del 68, intuida en las páginas del cuento, fue muy celebrada por Galdós. El estallido tuvo lugar cuando acababa de entrar en España de vuelta de su segundo viaje a París. Su familia, asustada, se embarcó en Barcelona, en el vapor América, rumbo a Canarias. Pero él insistió en desembarcar en Alicante para volver de inmediato a Madrid. Cuenta las celebraciones de aquellos días, con entusiasmo indisimulado, en Memorias de un desmemoriado.

Algunos académicos de la RAE pondrían el ojo en don Benito a partir de los años setenta, cuando ya era una celebridad en España. Pero resultó amarga su elección como miembro de la corporación. El primer intento de incorporarlo como numerario se produjo en 1888. Su candidatura fue propuesta por Valera, Núñez de Arce y Menéndez Pelayo, pero la mayoría se inclinó a favor de un catedrático de latín, don Francisco Andrés Commelerán. La decisión de los académicos resultó incomprensible y escandalosa. La prensa se puso del lado de Galdós y difundió las razones de índole política (los conservadores cerraban el paso a un liberal) que explicaban la votación y las trifulcas que habían precedido y sucedido a la elección.

Don Benito escribió una carta a Clarín el 29 de noviembre de 1888 (la votación se había celebrado el 17 de enero y aún le duraba el enorme disgusto), templada en las formas pero dándole cuenta de los sucedido; destacaba la bronca entre su principal defensor, Marcelino Menéndez Pelayo, y el más persistente opositor, Mariano Catalina, que llegó al extremo, dice la carta, que tuvieron que separarlos “porque estuvo en un tris que se pegaran”. Presumía Galdós de que estaban firmes de su parte los cinco “que son sin disputa la flor de la corporación, a saber: Marcelino, Valera, Núñez de Arce, Campoamor y Castelar”. Pero fue más fuerte el tirón de Cánovas, que estaba en el otro lado. El derrotado escribe, sin embargo, convencido de que “don Antonio deseaba que yo entrase (me consta de un modo indubitable)”. Cosas de los académicos…

La elección de don Benito Pérez Galdós como académico numerario se produjo, al segundo intento, el 13 de junio de 1889 por amplísima mayoría de votos. La candidatura la firmaron el conde de Cheste (director de la Academia), Cánovas y Tamayo y Baus.

Las circunstancias del ingreso y toma de posesión son interesantes pero bastante conocidas y asequibles para cualquier lector interesado: aplazó durante siete años la redacción de su breve discurso de ingreso titulado La sociedad presente como materia novelable, que leyó con tono apocado (a don Benito le aterraba hablar en público). Contestó al recipiendario Marcelino Menéndez Pelayo. Dos semanas después ingresó José María de Pereda, a quien contestó su amigo Galdós.

Esta edición, en pequeño formato, de La conjuración de las palabras, que abre un año de celebraciones y recuerdos de la vida y obra del gran don Benito Pérez Galdós, está ilustrada con algunos de sus dibujos. La conocida afición de Galdós por el dibujo, que mantuvo a lo largo de toda su vida, le permitió dejar representaciones gráficas de muchos de los personajes y situaciones que creó.

Escribió sobre tal inclinación que “antes de crear literariamente los personajes de mis obras, los dibujo con el lápiz para tenerlos después delante mientras que hablo con ellos. (…) Tengo dibujados a lápiz todos los personajes que he creado”.

 

Santiago Muñoz Machado

Director de la Real Academia Española

 

BENITO PÉREZ GALDÓS

LA CONJURACIÓN DE LAS PALABRAS

Cuento alegórico

 

Érase un gran edificio llamado Diccionario de la lengua castellana, cuyo tamaño era colosal y fuera de medida, que, al decir de los cronistas, ocupaba casi la cuarta parte de una mesa, de estas que, destinadas a muchos usos, vemos en las casas de los hombres. Si hemos de creer a un viejo documento hallado en un viejísimo pupitre, cuando ponían al tal edificio en el estante de su dueño, la tabla que lo sostenía amenazaba ruina, con detrimento de todo lo que encima había. Formábanlo dos anchos murallones de cartón, forrados en piel de becerro jaspeado, y en la fachada, que era también de cuero, se veía un ancho cartel con letras doradas, que decían al mundo y a la posteridad el nombre y la significación de aquel gran monumento.

Por dentro era una maravilla tan curiosa, que ni el mismo laberinto de Creta se le igualara. Dividíanlo hasta seiscientos tabiques de papel con sus números llamados páginas; cada tabique estaba subdividido en tres galerías o columnas muy grandes, y en estas galerías se hallaban innumerables celdas, donde vivían los ochocientos o novecientos mil seres que en aquel vastísimo y complicado recinto tenían su habitación. Estos seres se llamaban palabras.

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Una mañana sintiose un gran ruido de voces, patadas, choques de armas, roces de vestidos, llamamientos y rumores, como si un numeroso ejército se levantara y vistiera con grande prisa, apercibiéndose para una atroz y descomunal batalla. Y a la verdad, batalla o cosa parecida debía de ser, porque a poco rato salieron todas o casi todas las palabras del Diccionario, formadas en orden, con fuertes y relucientes armas, formando un escuadrón tan grande que no cupiera en la misma Biblioteca Nacional. Magnífico y sorprendente era el espectáculo que este ejército presentaba, según me dijo el testigo ocular que lo presenció todo desde un escondrijo inmediato, el cual testigo ocular era un viejísimo Flos sanctorum, forrado en pergamino, que en el propio estante se hallaba a la sazón.

La comitiva avanzó hasta que estuvieron todas las palabras fuera del edificio. Trataré de describir el orden y aparejo de aquella procesión, siguiendo fielmente la veraz, escrupulosa y auténtica narración del Flos sanctorum.

Delante venían unos heraldos llamados artículos, vestidos con relucientes dalmáticas y cotas de finísimo acero: no llevaban armas, y sí los escudos de sus señores los sustantivos, que venían un poco más atrás. Estos formaban un número cuasi infinito, y estaban todos tan vistosos y gallardos, que daba envidia el verlos. Unos llevaban resplandecientes armas del más puro metal, y cascos en cuya cimera ondeaban plumas y festones; otros vestían lorigas de paños de Segovia con listones de oro y adornos recamados de plata; otros cubrían sus cuerpos con luengos trajes talares, a modo de senadores venecianos. Unos iban, caballeros, en poderosísimos potros cordobeses, y otros a pie. Algunos había también menos ricos y lujosos en el vestir que los demás; y aun puede asegurarse que había bastantes pobremente vestidos, si bien estos eran poco vistos, porque el brillo y esplendidez de los otros como que les ocultaba y oscurecía.  Al lado de los sustantivos estaban los pronombres, que iban a pie y delante, teniendo la brida de los caballos, o detrás, sosteniendo la cola del vestido de sus amos, o guiándoles a guisa de lazarillos, o bien dándoles el brazo para sostén de sus flacos cuerpos, porque sea dicho de paso, también había sustantivos muy valetudinarios y decrépitos, y algunos parecían próximos a morir. También es cierto que había algunos pronombres que se hallaban allí representando a sus amos, que se habían quedado en la cama por enfermos o perezosos, y estos pronombres formaban en la línea de los sustantivos como si de tales tuvieran categoría. No es necesario decir que los había de ambos sexos; y las damas cabalgaban con tanto donaire como los hombres, y aun esgrimían las armas con tanto desenfado como ellos.

Detrás venían los adjetivos, todos a pie; y eran como servidores o satélites de los sustantivos, porque formaban al lado de ellos y atendían a sus razones para obedecerlas. Era cosa sabida que ningún caballero sustantivo podía hacer cosa buena sin el auxilio de un buen escudero de la familia de los adjetivos; pero estos, a pesar de la fuerza y significación que prestaban a sus amos, no valían solos ni un ardite, y se aniquilaban completamente en cuanto quedaban solos. Eran muy brillantes y primorosos sus vestidos y adornos, de colores vivos y formas muy determinadas; y lo mas particular era que cuando se acercaban al sustantivo, este tomaba el color y la forma de aquellos, quedando transformado al exterior, aunque en la esencia el mismo.

Como a diez varas de distancia venían los verbos, que eran unos seres de lo más extraño y maravilloso que puede concebir la fantasía.

No es posible decir su sexo, ni medir su estatura, ni pintar sus facciones, ni contar su edad, ni definirlos con precisión ni exactitud. Baste saber que se movían mucho y a todos lados, y tan pronto iban hacia atrás como hacia adelante, y se juntaban dos para andar juntos. Lo cierto del caso, según me aseguró el Flos sanctorum, es que sin tales verbos no se hacía cosa a derechas en aquella república, y, si bien los sustantivos eran muy útiles, no podían hacer nada por sí, y eran como unos instrumentos ciegos cuando no los dirigía algún verbo. Tras estos venían los adverbios, que tenían catadura de pinches de cocina; no servían más que para prepararles la comida a los verbos y servirles en todo. Es fama que eran parientes de los adjetivos, como lo acreditaban viejísimos pergaminos genealógicos, y aun había adjetivos que servían en la clase de adverbios, para lo cual bastaba ponerse una cola o falda en esta forma: mente.

Las preposiciones tenían un cuerpo enano; y más que personas parecían cosas que se movían automáticamente: iban junto a los sustantivos para llevar recados a algún verbo, o viceversa. Las conjunciones andaban por todos lados metiendo bulla; y había especialmente una, llamada que, que era el mismo enemigo; y a todos los tenia revueltos y alborotados, porque indisponía a un señor sustantivo con un señor verbo, y a veces tras- tornaba lo que este decía, variando completamente el sentido. Detrás de todos venían las interjecciones, que no tenían cuerpo, sino tan solo unas cabezas con una gran boca, siempre abierta. No se metían con nadie, y se manejaban solas; que aunque pocas en número, es fama que sabían hacerse valer.

De estas palabras, algunas eran nobilísimas y llevaban en sus escudos delicadas empresas, por donde se venía en conocimiento que tenían abolengo latino o árabe; otras, no tenían alcurnia antigua y eran nuevecillas y de poco más o menos. Las nobles las trataban con desprecio. Algunas había también que estaban en calidad de emigradas de Francia, esperando el tiempo para adquirir nacionalidad. También había algunas que se caían de puro viejas, y estaban arrinconadas, aunque las demás tenían consideración a sus canas; y las había también tan petulantes y pretenciosas, que desdeñaban a las demás mirándolas de soslayo.

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Llegaron a la plaza del Estante y la ocuparon toda. El verbo Ser hizo una especie de cadahalso o tribuna con dos admiraciones y algunas comas que por allí había, y subió a él con intención de hablar; pero le quitó la palabra un sustantivo muy travieso y hablador, llamado Hombre, el cual, subiendo a los hombros de sus dos edecanes, los nobles adjetivos Racional y Libre, saludó a la multitud, quitándose la H, que a guisa de sombrero le cubría, y empezó a hablar en estos o parecidos términos:

—«Señores: la osadía de los escritores españoles ha irritado nuestros ánimos, y es preciso darles justo y pronto castigo. Ya no basta introducir en sus libros palabras francesas, con gran detrimento nuestro, sino que cuando por casualidad se nos emplea, trastornan nuestro sentido y nos hacen decir lo que no significamos. (Bien, bien). De nada sirve nuestro noble origen latino, ni la exactitud de nuestro significado. Se nos desfigura de un modo que da grima y dolor el recordarlo. Así, permitidme que me conmueva, porque las lágrimas brotan de mis ojos y no puedo reprimir la emoción». (Nutridos aplausos).

El orador se enjugó las lágrimas con la punta de la e, que le servía de faldón, y ya se preparaba a continuar, cuando le distrajo el rumor de una disputa que no lejos se había entablado.

Era que el sustantivo Sentido estaba dando de mojicones al adjetivo Común, y le decía:

– Perro, follón y sucio vocablo, por ti me traen asendereado, y me ponen como salvaguardia de toda clase de desatinos. Desde que un escritor no entiende palotada de una ciencia, se escuda con el Sentido Común, y ya le parece que es el más sabio de la Tierra. Vete, sucio adjetivo, lejos de mí, o te juro que no saldrás con vida de mis manos.

Y al decir esto, el Sentido enarboló la t, y dándole un garrotazo con ella al adjetivo, lo dejó tan malparado, que tuvieron que ponerle un vendaje en la o y bizmarle las costillas de la m, porque se iba desangrando por allí, con más prisa que satisfacción.

– Haya paz, señores —dijo un sustantivo femenino llamado Filosofía, que con dueñescas y blanquísimas tocas apareció entre el tumulto. Mas en cuanto le vio otra palabra llamada Música, se echó sobre ella y empezó a mesarle los cabellos y a darle coces, diciendo:

– Miren la bellaca, la sandia, la loca; ¿pues no quiere llevarme encadenada con una preposición, diciendo que yo tengo Filosofía? Yo no tengo sino Música, hermana, y ruegue a Dios no se pudra de vieja, si anda en compañía con la Alemana, que es otra vieja loca.

– Quita allá, pazpuerca —dijo la Filosofía arrancándole a la Música el penacho o acento que muy erguido sobre la ú llevaba—; quita allá, que para nada vales, ni sirves más que de pasatiempo pueril.

– Poco a poco, señoras mías —dijo un sustantivo alto, delgado, flaco y medio tísico, llamado el Sentimiento—. A ver, señora Filosofía, si no me dice usted esas cosas a la Música, o tendremos que vernos los dos. Estese usted en paz y deje a Perico en su casa, porque todos tenemos trapitos que lavar, y si yo saco los suyos, ni con colada habrán de quedar limpios.

– Miren el mocoso —dijo la Razón, que andaba por allí en traje de mañana, y un poquillo desmelenada—, ¿qué sería de vuesas mercedes sin mí? No reñir, y cada uno a su puesto; que si me incomodo…

– No ha de ser —dijo el sustantivo Mal, que a la sazón llegaba.

– ¿Quién le mete a usted en estas danzas, tío Mal?  Váyase con Dios, que ya está de más en el mundo.

– No, señoras, perdonen usías, que no estoy sino muy retebién. Un poco decaidillo estaba; pero después que he tomado este lacayo, que ahora me sirve, no me va tan mal.

Y mostró un lacayo, que era el adjetivo Necesario.

– Quítenmela, que la mato —dijo la Religión, que había venido a las manos con la Política—; quítenmela, que me ha usurpado el nombre para ocultar en el mundo sus socaliñas y gatuperios.

– Basta de alusiones personales —dijo el sustantivo Neo, que todo tiznado de negro se presentó para poner paz en el asunto.

– Déjelas que se arañen, hermano —dijo la Hipocresía, que estaba rezando el rosario en una sarta de puntos suspensivos—; déjelas que se arañen, que ya sabe vuestra señoría que rabian de verse juntas. Entendámonos nosotros, y dejémoslas a ellas.

– Sí, bien mío…  ¿pero cuándo nos casamos? —dijo el sustantivo masculino.

– Pronto, luz de mis ojos —dijo el femenino.

Mientras estos dos amantes desaparecían abrazados entre la multitud, se presentó un gallardo sustantivo, vestido con relucientes armas y trayendo un escudo con primorosas figuras y lema de plata y oro. Este sustantivo se llamaba el Honor, y venía a quejarse de los innumerables desatinos que hacían los humanos en su nombre, dándole las más raras aplicaciones y haciéndole significar lo que más les venía a cuento. Pero el sustantivo Moral, que estaba en un rincón atándose un hilo en la l, porque se la habían roto en la refriega anterior, se presentó, atrayendo las miradas de todos. Quejose de que se le subían a las barbas ciertos adjetivos advenedizos, y concluyó diciendo que no le gustaban ciertas compañías, y que prefería andar solo, con lo cual se rieron mucho otros sustantivos, que no llevaban nunca menos de seis adjetivos de servidumbre.

Entretanto, el sustantivo Inquisición, que era una vieja que no se podía tener, estaba pegando fuego a una hoguerilla que había hecho con interrogantes gastados y palos de t y algunos paréntesis rotos, en la cual hoguera dicen que quería quemar a la Libertad que andaba dando zancajos por allí con singular gracia y desenvoltura. Por otro lado estaba el verbo Matar dando grandes voces y cerrando el puño con rabia, diciendo de vez en cuando:

– ¡Si me conjugo…!

Lo cual oyendo el sustantivo Paz, vino corriendo con tanta prisa, que tropezó en la z, con que venía calzada y cayó cuan larga era, dando un gran batacazo.

– Allá voy —dijo el sustantivo Arte, que ya se había metido a zapatero—. Allá voy a componer ese zapato, que es cosa de mi incumbencia.

Y con unas comas le clavó la z a la Paz, que tomó vuelo y se fue a hacer cabriolas ante el nombre propio Chassepot, de quien dicen que estaba grandemente enamorada.

No pudiendo el verbo Ser, ni el sustantivo Hombre, ni el adjetivo Racional poner en orden a aquella gente, y comprendiendo que de aquella manera iban a ser vencidos en la desigual batalla que con los escritores españoles iban a emprender, resolvieron volverse a su casa.  Dieron orden de que cada cual se fuera a su celda, y así se cumplió, aunque costó gran trabajo encerrar a algunos rezagados que se empeñaban en alborotar y hacer el coco.

Resultaron de este tumulto algunos heridos, que aún están en el hospital de sangre del Diccionario. Han determinado congregarse de nuevo para examinar los medios de imponerse a los escritores. Se está redactando un reglamento que establecerá el orden en las discusiones.  Aquella conjugación no tuvo resultados, pues gastaron el tiempo en estériles debates y luchas intestinas, en vez de congregarse para combatir al enemigo común; así es que concluyó todo con más prontitud que fruto.

El Flos sanctorum me aseguró que la Gramática había mandado al Diccionario una embajada de géneros, números y casos para ver si, por las buenas, y sin derramamiento de sangre, se arreglaban los trastornados asuntos de la Lengua castellana.

Madrid, abril de 1868.

Santiago Muñoz Machado y Benito Pérez Galdós: cultores de las palabras que edifican y embellecen

Por

Bruno Rosario Candelier

 

A

Francisco Javier Pérez,

  destacado cultor de la lingüística americana.

 

El director de la RAE en la Academia Dominicana de la Lengua

La tierra de Córdoba, que parió a Lucio Séneca, Luis de Góngora y Moisés Maimónides, entre otras figuras eminentes del arte, la ciencia y la cultura, también vio nacer a Santiago Muñoz Machado (1949), actual Director de la Real Academia Española (RAE) y Presidente de la Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE).

Desde el 10 de enero de 2019 don Santiago Muñoz Machado es el trigésimo primer director de la RAE y, en virtud de ese honroso cargo, preside la ASALE. Este sobresaliente andaluz también forma parte de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, y de la Academia de Bellas Letras y Nobles Artes de Córdoba, su ciudad natal. Es también miembro correspondiente de varias academias hispanoamericanas, un reconocimiento a su valioso aporte intelectual.

Desde que asumió la dirección de la RAE, Muñoz Machado ha dado notaciones, admirables y ejemplares, de que tiene un dominio de la palabra, ejerce un liderazgo en la disciplina profesional que lo distingue y revela un encomiable desempeño en la ejecutoria de las tareas que realiza con notable destreza expositiva.

El Dr. Santiago Muñoz Machado arribó al aeropuerto de Punta Caucedo de Santo Domingo la noche del 29 de febrero de 2020. Manuel Núñez Asencio y este servidor, acompañados de nuestras respectivas esposas, fuimos al aeropuerto a recibir al ilustre visitante, quien también vino acompañado de su consorte. Era la alta noche del último sábado de febrero, y en el cielo rutilaban deslumbrantes las estelas de las altas estrellas.

En la ruta del aeropuerto al hotel de la Ciudad Colonial de la capital dominicana, tanto al director de la RAE, como al autor de este artículo, nos impresionó el jolgorio de centenares de jóvenes de ambos sexos que celebraban, con el desenfado propio de la edad juvenil, el fin de semana encendido con bebidas y música, bailes y juergas en la extensión del malecón oriental, atizados con la euforia del desbordante entusiasmo nocherniego.

Desde su arribo a nuestra tierra apreciamos en don Santiago Muñoz Machado su “don de gente”, su trato afable y su capacidad de sintonía con las corrientes epocales, científicas y artísticas, quien además posee una singular sensibilidad para el fuero de nuestro idioma, por lo que eligió un texto de Benito Pérez Galdós para celebrarlo con sus colegas de la Real Academia. Y esa sintonía con el genio de nuestra lengua explica también su alta ponderación de nuestro idioma y su uso ejemplar de la palabra, que enaltece con su ejercicio intelectual, académico y profesional.

En su trayectoria laboral fue profesor de la Universidad Complutense de Madrid, y ha ejercido como jurista y abogado en la capital española, donde reside. Trabajó en la Presidencia del Gobierno de España y en la elaboración de la Constitución española. Sobresaliente cultor de la palabra, valora con cuidadoso esmero el cultivo del lenguaje parejo al celo profesional que con singular empeño y pertinente disciplina ha puesto en su carrera como jurista y especialista en derecho administrativo y derecho constitucional. Por su brillante carrera y su aporte al pensamiento jurídico ha sido distinguido con el doctorado por varias universidades españolas y americanas. Entre sus muchas y valiosas publicaciones sobresalen Hablamos la misma lengua, El español en la historia de América, Informe sobre España y Diccionario del español jurídico, que amplió en el Diccionario panhispánico del español jurídico, obras que le merecieron el Premio Nacional de Historia, el Premio Nacional de Ensayo y el Premio Nacional de Literatura.

En su memorable visita a nuestro país, Santiago Muñoz Machado presentó el Diccionario panhispánico del español jurídico en el acto que tuvo lugar en la sede de nuestra corporación, cuya presencia aprovechamos para designarlo miembro correspondiente de la Academia Dominicana de la Lengua.

El DPEJ se publicó el año 2017 en Salamanca, en cuyo acto participó Fabio Guzmán Ariza en representación de la Academia Dominicana. En la ADL, Muñoz Machado explicó el proceso de elaboración de esa obra, inspirada en la versión del Diccionario del español jurídico, publicado en el 2016. Según explicó el jurista, hasta entonces no se había compilado el lenguaje del derecho, y señaló que “existen muchos diccionarios y enciclopedias jurídicas que se han editado en los últimos dos siglos, pero se trata siempre de selecciones de conceptos para exponer su significado dogmático e institucional”. El proceso, en el que participaron profesores universitarios y juristas de diversas especialidades, llevó tres años y al tener ese trabajo como base, se fue “corrigiendo y mejorando lo ya hecho, y ampliándolo con léxico procedente de todos los países hispanohablantes” y juristas de todas las naciones del mundo hispánico. El director de la RAE comentó que, de todas las obras editadas a lo largo de su vida, este diccionario ha sido “la tarea intelectual más compleja y fascinante que ha emprendido” como escritor de asuntos jurídicos.

En el DPEJ, confeccionado bajo la dirección de Muñoz Machado, fluye el conocimiento jurídico en su dimensión académica de quien fuera catedrático de derecho administrativo y constitucional. En esta edición del Diccionario panhispánico del español jurídico participaron filólogos y lexicógrafos de la RAE y de las academias americanas, así como juristas de las facultades de derecho y representantes de tribunales y cortes supremas de los distintos países hispanoamericanos. Como resultado de esa participación de reconocidas figuras del derecho, esta obra satisface la necesidad de juristas, empresarios y administradores oficiales que necesitan manejar conceptos jurídicos compartidos por los hispanohablantes de cualquier país. De ahí la publicación de este diccionario, que recoge el léxico jurídico usual en España y las particularidades léxicas de los países de habla hispana con vocablos del derecho compartido en el mundo hispánico.

En el acto celebrado en la Academia Dominicana, en mi condición de director de la ADL le entregué a don Santiago Muñoz Machado el diploma acreditativo de miembro correspondiente. En dicha presea consigné lo siguiente: “La Academia Dominicana de la Lengua, correspondiente de la Real Academia Española, fundada el 12 de octubre de 1927, con su lema “La Lengua es la Patria”, en atención a sus méritos lingüísticos y literarios, su aporte al estudio del derecho administrativo, la investigación lexicográfica del español jurídico y el impulso a las tareas académicas de la Real Academia Española y la Asociación de Academias de la Lengua Española, esta corporación designa a don Santiago Muñoz Machado en la clase de miembro correspondiente y, para que así conste, se expide el presente diploma, firmado por el director y refrendado por el secretario con el sello de la institución. Dado en Santo Domingo, República Dominicana, 1 de marzo de 2020”.

La memorable visita de Muñoz Machado tuvo para nosotros una alta significación ya que era la primera vez que un director de la Real Academia Española nos visitaba. En esos días, el prestante Director de la RAE inició una gira de visitas a las Academias de Centroamérica y el Caribe, y justamente concluyó su periplo en la Academia Dominicana.

El acto de recibimiento tuvo lugar en el remodelado salón de la ADL, donde se presentó el Diccionario panhispánico del español jurídico, en acto público celebrado la mañana del domingo 1 de marzo de 2020. (Casualmente, ese fue el último acto público celebrado por la Academia Dominicana previo a la aparición de la infausta pandemia del Covid-19, que ha aún mantiene la paralización de las actividades presenciales para evitar contagios del tan temible virus, aunque ha propiciado la celebración de encuentros virtuales con mediación telemática para remediar la limitación impuesta por el azote viral).

En el acto académico en honor al director de la RAE, nuestra distinguida lexicógrafa, la doctora y académica de número María José Rincón González, dijo de nuestro ilustre visitante: “Santiago Muñoz Machado es andaluz, cordobés, hablante de una de las variedades históricas de la lengua española, esa que hablamos más de quinientos millones de personas a lo largo y ancho del mundo. En un mundo en el que cada día debemos aspirar a “hablar con discurso”, como los memorables Cipión y Berganza cervantinos, que don Santiago evocaba en su discurso de ingreso a la Real Academia Española; en un mundo en el que se nos hace más esencial la libertad de palabra, las Academias de la lengua española y, hoy, la Academia Dominicana de la Lengua, nos felicitamos al contar entre nosotros con un profesional de la palabra como don Santiago Muñoz Machado”, expresó oronda y satisfecha la señora Rincón González.

Esa fresca mañana con aire primaveral don Santiago Muñoz Machado habló sobre el diccionario jurídico que ese día presentamos en la capital dominicana ante la presencia de académicos de la lengua, renombrados juristas, intelectuales y escritores eminentes y una representación del público que habitualmente respalda con su presencia las convocatorias de la institución.

El salón de conferencias de la ADL, remodelado gracias a la iniciativa de Vivian Saladín de Guzmán, lo apreciaron y disfrutaron los académicos que honraron con su presencia la visita del ilustre jurista y académico español don Santiago Muñoz Machado, como fueron Federico Henríquez Gratereaux, Fabio Guzmán Ariza, María José Rincón González, Andrés L. Mateo, Tony Raful Tejada, Ana Margarita Haché, Manuel Núñez Asencio, José Enrique García, Rafael Peralta Romero, Juan José Jimenes Sabater y el autor de esta crónica, Bruno Rosario Candelier. También participaron varios miembros correspondientes, como fueron los narradores, ensayistas y poetas Tulio Cordero, Cérvido Candelaria, Ofelia Berrido, Miguel Solano, Emilia Pereyra, Ruth Ruiz, Luis Quezada y Juan Ventura.

Los académicos almorzaron en el restaurante de la Torre Acrópolis de la ciudad capital con don Santiago Muñoz Machado, a quien nuestra Academia le ofreció un espléndido almuerzo en cuya sobremesa comentamos, en un ambiente de amena y fraterna cordialidad, la colaboración lingüística de nuestros académicos a los proyectos lexicográficos y gramaticales de la RAE, así como las tareas idiomáticas de la ADL sobre el español dominicano y las actividades lingüísticas y literarias en la sede de la institución y en centros docentes y culturales de Santo Domingo y otras poblaciones del interior del país para incentivar en nuestros hablantes el estudio de nuestra lengua y el cultivo de las letras.

En la crónica de esa celebrada visita a la Academia Dominicana de la Lengua reprodujimos también la entrevista que la periodista y académica de la lengua, la prestigiosa narradora Emilia Pereyra, le hiciera al director de la RAE y presidente de la ASALE al día siguiente en la oficina de Diario Libre de la capital dominicana (1).

Bajo su mandato le ha correspondido a don Santiago Muñoz presidir dos congresos internacionales -el Congreso de la Lengua Española celebrado en Córdoba, Argentina; y el de las Academias de la Lengua Española, que tuvo lugar en Sevilla, España-, que ha dirigido con espléndido dominio de la palabra y con la brillantez intelectual de su talento en sus exposiciones.

Aun los que somos legos en derecho sabemos que todo tiene un protocolo establecido derivado del orden cósmico, y que la disciplina jurídica, que pautaron los antiguos romanos como enseñara Ireneo Marrou, el derecho tiene una reconocida prosapia normativa en la que ha descollado Muñoz Machado. Recuerdo que el doctor Milton Ray Guevara, presidente del Tribunal Constitucional de la República Dominicana, cuando acompañamos al director de la RAE en la sala de reunión del pleno de los magistrados dominicanos dijo en alabanza de nuestro ilustre presidente que él se había formado jurídicamente con varios textos de Santiago Muñoz Machado, a quien llamaba Maestro, apelación respetuosa indicativa del dominio del derecho administrativo y constitucional de nuestro admirado visitante.

 

Santiago Muñoz Machado y Benito Pérez Galdós en la RAE 

En el prólogo a La conjura de las palabras de Benito Pérez Galdós, que presentara en la cena navideña que anualmente celebran los académicos de la RAE para compartir entre colegas al término del año, Santiago Muñoz Machado consignó: “La mentada tradición tiene mucho valor para los académicos pero creo que, sin estorbarla, podría enriquecerse con la edición de textos breves, sean artículos, discursos, cartas, poemas o cuentecillos, elegidos entre los escritos de nuestros compañeros de años o siglos atrás. Serviría de evocación y de convocatoria a compartir la sobremesa con nosotros los académicos vivos” (2).

Benito Pérez Galdós, quien fuera uno de los grandes narradores decimonónicos de las letras españolas, fue el autor escogido por Santiago Muñoz Machado para festejar su primera cena como director de la RAE con sus colegas académicos.

Justamente el propio Muñoz Machado, cuando vino a la República Dominicana, nos obsequió un ejemplar del opúsculo La conjuración de las palabras, editado con sobriedad y primor por la Real Academia Española en diciembre de 2020 con motivo de la susodicha cena navideña de los académicos en una convivencia que ya es una tradición que comparten con el Director de la RAE.

La escogencia del texto de Pérez Galdós pauta el inicio de una novedad introducida por el actual director del Templo de la Palabra cuya sede está en Madrid desde su fundación en el año de gracia de 1713. Afortunada idea para enaltecer con un fino toque intelectual una reunión festiva que los académicos de la RAE celebran en las fiestas navideñas con un ágape fraterno en una cena en la que comparten alegrías y distensiones en un ambiente relajado sin la rigidez del protocolo de su junta ordinaria. Y un detalle singular de ese encuentro de fin de año denominado “Almuerzo del Director” es la presentación de una charla tras las anécdotas y lecturas de cuentos y poemas.

En el prólogo al opúsculo de Pérez Galdós, Muñoz Machado escribió: “El nuestro se distingue porque, al término del ágape, a la hora de los postres, los académicos que libremente lo soliciten recuerdan anécdotas y sucedidos o leen a sus compañeros textos de su cosecha, como sonetos, coplas, décimas, ovillejos, microrrelatos, o cualquier otra composición preparada para la ocasión o recuperada de algún cajón en que yacía olvidada. Este momento de los postres es singular” (3).

Con el susodicho opúsculo, el director de la RAE optó por editar un cuento de Pérez Galdós cifrado en el rol de las palabras, como podrá apreciar el lector que se interese en leerlo, razón por la cual lo reproduzco en el presente Boletín de la Academia Dominicana de la Lengua en este marzo conmemorativo de la visita de Muñoz Machado.

En el centenario del fallecimiento de Benito Pérez Galdós era oportuno elegir una obra de ese autor, una de las figuras eminentes de la narrativa española. Devoto de Dickens y de Balzac, el novelista, dramaturgo y periodista español, en el cuento escogido por Muñoz Machado, “rebosa ingenio, soltura técnica e intención política”, según afirma el prologuista. Como cuento alegórico, el texto tiene una intención abierta y crítica de un comportamiento de la sociedad de su tiempo (último tercio del siglo XIX en España). Con un cuestionamiento al uso inadecuado de las palabras, el prestante escritor cuestiona el empleo inoportuno de términos afrancesados por parte del estamento social culto, como es el de los escritores, llamado a ser ejemplo de propiedad, belleza y corrección en la elección de los vocablos y en la denominación de conceptos e imágenes de su obra literaria.

En La conjuración de las palabras, Pérez Galdós les da categoría de personajes de ficción a las palabras del diccionario con la finalidad de criticar, mediante un cuadro narrativo, a los intelectuales indiferentes a la savia patrimonial de la herencia castellana con cuya actitud desprecian el valor originario de las voces propias de nuestra lengua.

La palabra no es solo la expresión de una imagen y un concepto, sino el medio de nuestra comunicación, el cauce de nuestra creación y el eco, rotundo y elocuente, de nuestras intuiciones y vivencias que ya Heráclito de Éfeso, entre los antiguos pensadores presocráticos, consignara en el Logos de la conciencia como sede del pensamiento y fuero de nuestra visión del mundo mediante el uso de esa enaltecida dotación sagrada.

Benito Pérez Galdós personifica las palabras y, al personificarlas, las convierte en personajes con los que encauza una crítica, constructiva y edificante, a una realdad nefasta que su sensibilidad de usuario ejemplar de la lengua castellana rechaza al condenar la adopción de formas y vocablos ajenos a nuestra esencia idiomática. Para nuestro escritor la narrativa literaria no es solo expresión de una forma con sentido en sus usos y figuraciones, sino valoración de un contenido con trasfondo conceptual, social, moral, estético y espiritual. Y la palabra, concebida y perfilada en el texto de Galdós, es el instrumento de una crítica histórica al comportamiento irreflexivo de grandes figuras de su época en el uso de las palabras. De ahí la pertinencia de la elección de ese cuento para la susodicha cena.

Todo pasa, excepto el Todo que lo atrae. Y también las palabras que reproducen su sentido y su mensaje. Eso lo han comprendido los académicos y escritores, incluido el grandioso narrador cuyo texto sirvió de comodín al Director de la RAE para amenizar el ágape navideño con sus colegas de las letras. Y le sirvió al narrador oriundo de Las Palmas de Gran Canaria (1843-1920) para encauzar una crítica al sector culto de su tiempo, pensando, como efectivamente pensaba, que las palabras no solo testimoniaban lo que acontece en el mundo, sino también los ideales, sueños y aspiraciones de los pueblos que los narradores recrean y formalizan en el arte de la creación verbal.

De entrada, para facilitarle al lector el estado de la cuestión, el narrador describe en sus detalles sensoriales lo que sus ojos contemplaban al observar el grandioso volumen de un extravagante diccionario: “Formábanlo dos anchos murallones de cartón, forrados en piel de becerro jaspeado, y en la fachada, que era también de cuero, se veía un ancho cartel con letras doradas, que decían al mundo y a la posteridad el nombre y la significación de aquel gran monumento. Por dentro era una maravilla tan curiosa, que ni el mismo laberinto de Creta se le igualara. Dividíanlo hasta seiscientos tabiques de papel con sus números llamados páginas; cada tabique estaba subdividido en tres galerías o columnas muy grandes, y en estas galerías se hallaban innumerables celdas, donde vivían los ochocientos o novecientos mil seres que en aquel vastísimo y complicado recinto tenían su habitación. Estos seres se llamaban palabras” (La conjuración de las palabras, pp. 24-25).

En la composición del cuadro ficticio, las palabras conforman un ejército que se dispone a enfrentar a un peligroso adversario, y, valiéndose de un testigo ocular, que no era sino otro libro formado de palabras, en un ingenioso artificio creador el narrador da cuenta de las clases de palabras de nuestro sistema de signos y de reglas, como ADJETIVOS Y SUSTANTIVOS, cuya referencia le sirve para armar la sustancia de su narración: “Delante venían unos heraldos llamados artículos, vestidos con relucientes dalmáticas y cotas de finísimo acero: no llevaban armas, y sí los escudos de sus señores los sustantivos, que venían un poco más atrás. Estos formaban un número cuasi infinito, y estaban todos tan vistosos y gallardos, que daba envidia el verlos. Unos llevaban resplandecientes armas del más puro metal, y cascos en cuya cimera ondeaban plumas y festones; otros vestían lorigas de paños de Segovia con listones de oro y adornos recamados de plata; otros cubrían sus cuerpos con luengos trajes talares, a modo de senadores venecianos. Unos iban, caballeros, en poderosísimos potros cordobeses, y otros a pie” (La conjuración de las palabras, p. 27).

Al ponderar la función de los VERBOS, el atildado narrador, diestro en asuntos de lengua y cultor de un lenguaje exquisito, exalta la función operativa de las formas verbales en el ejercicio de las funciones idiomáticas y en el arte de la creación literaria, como se puede apreciar en este pasaje que resalta el rol del verbo en la cadena hablada: “No es posible decir su sexo, ni medir su estatura, ni pintar sus facciones, ni contar su edad, ni definirlos con precisión ni exactitud. Baste saber que se movían mucho y a todos lados, y tan pronto iban hacia atrás como hacia adelante, y se juntaban dos para andar juntos. Lo cierto del caso, según me aseguró el Flos sanctorum, es que sin tales verbos no se hacía cosa a derechas en aquella república, y, si bien los sustantivos eran muy útiles, no podían hacer nada por sí, y eran como unos instrumentos ciegos cuando no los dirigía algún verbo” (La conjuración de las palabras, p. 31).

Chispeante es la presentación de los ADVERBIOS, que juegan un papel secundario pero significativo en el habla de los dialogantes, como subraya con donaire el versado narrador: “Tras estos venían los adverbios, que tenían catadura de pinches de cocina; no servían más que para prepararles la comida a los verbos y servirles en todo. Es fama que eran parientes de los adjetivos, como lo acreditaban viejísimos pergaminos genealógicos, y aun había adjetivos que servían en la clase de adverbios, para lo cual bastaba ponerse una cola o falda en esta forma: mente” (La conjuración de las palabras, pp. 31-32).

Las PREPOSICIONES y las CONJUNCIONES, en ese ejercicio lúdico de enseñanza gramatical, juegan su rol peculiar en los hechos de lengua, como los reconoce Pérez Galdós en su parábola de las palabras: “Las preposiciones tenían un cuerpo enano; y más que personas parecían cosas que se movían automáticamente: iban junto a los sustantivos para llevar recados a algún verbo, o viceversa. Las conjunciones andaban por todos lados metiendo bulla; y había especialmente una, llamada que, que era el mismo enemigo; y a todos los tenía revueltos y alborotados, porque indisponía a un señor sustantivo con un señor verbo, y a veces trastornaba lo que este decía, variando completamente el sentido” (La conjuración de las palabras, pp. 32-33).

Finalmente aparecen las INTERJECCIONES que, aunque no forman palabras, las acompañan como guardianes de entonación, interrogación y admiración, para que el lector aprecie la actitud del hablante o del escribiente: “Detrás de todos venían las interjecciones, que no tenían cuerpo, sino tan solo unas cabezas con una gran boca, siempre abierta. No se metían con nadie, y se manejaban solas; que aunque pocas en número, es fama que sabían hacerse valer” (La conjuración de las palabras, p. 33).

Exalta el narrador el genio léxico del castellano patrimonial, y a las nuevas voces que reclaman su reconocimiento en el ánfora de las palabras, y al cebarse el conflicto, que articula entre las palabras, aflora la lucha por su prestancia en el fuero entrañable de la lengua española.

Alude el cuento de Pérez Galdós a la penetración léxica que afectó la pureza idiomática de la savia primordial de la lengua castellana, que hasta gallardos escritores sucumbieron ante el empuje extravagante de los invasores y atrevidos vocablos galicistas.

El pleito entre las palabras era interminable, aunque aparecieron sustantivos juiciosos y cuerdos adjetivos que ocuparon el entendimiento y la comprensión de los vocablos en pos de la armonía interior del lenguaje para el desarrollo creciente y fecundo de la potencia lingüística del genio hispánico: “No pudiendo el verbo Ser, ni el sustantivo Hombre, ni el adjetivo Racional poner en orden a aquella gente, y comprendiendo que de aquella manera iban a ser vencidos en la desigual batalla que con los escritores españoles iban a emprender, resolvieron volverse a su casa. Dieron orden de que cada cual se fuera a su celda, y así se cumplió, aunque costó gran trabajo encerrar algunos rezagados que se empeñaban en alborotar y hacer el coco” (La conjuración de las palabras, pp. 44-45).

Las voces de las diferentes partes de la oración acordaron conciliar sus diferencias léxicas para hacer posible el desarrollo propicio de una energía idiomática que daba sustancia y sentido a una lengua llamada a armonizar la esencia de una gallarda lengua destinada, desde su auspicioso origen en San Millán de la Cogolla, a enaltecer la conciencia de sus usuarios desde la pertinencia idiomática de las palabras a la luz de la tradición espiritual emprendida por Gonzalo de Berceo, potenciada por san Juan de la Cruz y los poetas auroseculares, y engrandecida por la obra literaria de una grandiosa creación adobada con el refrescante aliento panhispánico de hablantes de cuatro Continentes, que el cuento de Benito Pérez Galdós se anticipa con ejemplar donaire y prestante resolución.

Santiago Muñoz Machado, prevalido del cuento La conjuración de las palabras, exalta el genio de nuestra herencia hispánica y encomia su mejor cultivo para hacer de las palabras de la lengua española el lábaro sagrado de nuestra hidalga prosapia verbal, cauce de indudable sentimiento panhispánico.

 

Bruno Rosario Candelier

Academia Dominicana de la Lengua

Santo Domingo, 19 de marzo de 2021.

 

Notas:

  1. La entrevista a Santiago Muñoz Machado, que le hiciera la periodista, escritora y académica de la lengua Emilia Pereyra, fue publicada en el periódico Diario Libre, de Santo Domingo, el 3 de marzo de 2020.
  2. Benito Pérez Galdós, La conjuración de las palabras, Real Academia Española, 2020, p. 7.
  3. Santiago Muñoz Machado, Prólogo a La conjuración de las palabras, citado, p. 6.

Numeritos, vitillar/vistillar, ¿pútrido?/*pétrido, culturoso

Por Roberto E. Guzmán

NUMERITOS

Estos numeritos del título no tienen relación alguna con números pequeños. El diminutivo más bien se refiere al detalle que ellos implican. En el caso del diminutivo que se observa con respecto del sustantivo número, este no es indicativo del tamaño de los números; al contrario, corresponde a la cantidad de números, por eso el sustantivo siempre lleva la letra ese /s/ del plural.

El uso sobre que se escribirá en esta sección es propio de los dominicanos; esto es, solo el hablante de español dominicano utiliza este sustantivo con el significado particular que se estudiará aquí.

Estos numeritos pertenecen al deporte del beisbol. Estos se refieren a las estadísticas que se compilan con relación a un jugador o a un equipo. Casi siempre los narradores de beisbol recurrían a poner al día y comunicar a los oyentes las cifras actualizadas al final de una entrada o al final de un juego.

Las personas que son aficionadas a algunas actividades se interesan mucho en las estadísticas del desempeño de los jugadores y los equipos. En la obra Lengua y beisbol en la República Dominicana aparece definida la idea con propiedad, “Relación estadística que refleja la actuación de un jugador o de un equipo” (2006:208).

Hay que tomar nota de que en el español dominicano puede oírse que alguien lleva los numeritos cuando lleva cuenta de actuaciones ajenas, con lo que se hace una extensión del uso propio del sustantivo.

 

VITILLAR – VISTILLAR

“. . . que los muchachos del pueblo íbamos a VISTILLAR . . .”

En el epígrafe de esta sección figuran dos voces que se parecen mucho entre ellas. Es muy posible que se trate de la misma voz, que ha sido refinada en la cita que se recogió en el periódico porque sin la letra ese /s/ en medio parecía quizás muy pedestre en opinión del redactor de la frase copiada.

Es posible también que la vistilla con ese /s/ esté influenciada por el vocablo del español general que pertenece al campo del Derecho, vistilla, que es una, “Vista referida a una cuestión incidental o de trámite”. Esta vista del Derecho mencionada aquí es una “comparecencia ante un juez o tribunal en la que las partes exponen los fundamentos de sus respectivas pretensiones”. No puede olvidarse que en el Diccionario de americanismos de la Asociación de Academias de la Lengua Española se ofrece “vistilla” como una ortografía alternativa para la voz dominicana vitilla.

Una vez expuesto lo anterior, con la relectura de la frase trascrita salta a la vista que se hace difícil interpretar el mensaje si se piensa que ha ido a un pueblo a jugar vitilla.

En el texto el verbo transitivo vitillar se usa para comunicar la idea asentada en el Diccionario del español dominicano (2013:701), “Intentar entablar relaciones amorosas o sexuales pasajeras”. De este verbo deriva el nombre vitilleo, “Intento de entablar o mantener relaciones amorosas o sexuales pasajeras”.

Algunas personas se ofenden cuando se utilizan voces autóctonas en los escritos. No hay que preocuparse con respecto a si esto perjudica el conocimiento de la lengua general o el uso correcto del lenguaje. En la mayoría de las ocasiones cuando los redactores recurren a estas voces vernáculas lo hacen para imprimir cierto sabor más dominicano a sus escritos.

 

¿PÚTRIDO? – *PÉTRIDO

“. . . el enfoque alternativo de búsqueda de soluciones nos hacen (sic) ´olvidar´ realmente el PÉTRIDO panorama”.

La voz latina sic que aparece entre paréntesis es para hacer entender que se ha reproducido la oración literalmente, con el error de concordancia, pues el verbo hacer debió aparecer en singular, hace, porque se relaciona con “el enfoque”. Luego de esa digresión se pasa más abajo al punto central de esta sección.

La voz pétrido no se encuentra por ninguna parte. Esa doble negación es una forma de indicar que no existe, que se ha buscado en todos los diccionarios y no aparece. Si llegara a hallarse alguna vez tendría relación con piedra.

En el título se colocó entre paréntesis la palabra pútrido porque no se está seguro acerca de lo que el redactor quiso escribir y, en consecuencia, se propone esa palabra como solución al sinsentido.

Pútrido es una palabra dominguera, de alta alcurnia, para expresar así que lo que se describe con ese adjetivo está podrido, corrompido. Por la prosapia -valga el salto- que se mencionó para la palabra propuesta, en la mayoría de los escritos se prefiere una forma más pedestre, como las dos ofrecidas en tanto equivalentes.

En la lengua española permanecen algunas palabras de la familia que han conservado la letra /u/ en el radical, ejemplos de esto son, putrefacto, pudrición y hasta el infinitivo pudrir.

En lugar de ese esperpento encontrado en la cita, pudo el redactor para expresar la misma idea escribiendo, corrupto, infecto, carroño, rancio, descompuesto, contaminado, viciado, purulento. Con las palabras propuestas puede comprobarse que la lengua cuenta con medios más que suficientes para suplir las necesidades de comunicación.

 

CULTUROSO

“. . . casi todos mis amigos dominican-york CULTUROSOS la mencionaban . . .”

El adjetivo culturoso apareció primero en Hispanoamérica antes de proseguir e imponerse en el habla hispana en general. El Diccionario de americanismos de la Asociación de Academias de la Lengua Española lo consignó en el año 2010 y reconoció que era de uso en Cuba, Venezuela y Argentina.

En la edición del año 2014 el Diccionario de la lengua española lo recoge con la misma acepción y para los países antes mentados para calificar a una persona “que aparenta tener alta formación cultural”. Por medio de la lectura del estilo de redacción de la acepción puede uno darse cuenta de que el adjetivo tiene un sentido peyorativo.

Algo que llama la atención, si es de uso en Cuba y Venezuela, ¿cómo es que los dominicanos no copiaron o emplearon el adjetivo en su habla? La pregunta es válida si se piensa en la gran cantidad de voces que los dominicanos comparten con los cubanos y venezolanos. No hay una explicación para ello si se piensa que los dominicanos son tan expresivos como sus pares de Cuba y Venezuela.

Se menciona para que conste que la cita se extrajo de una publicación dominicana, por lo tanto, aunque un poco tarde se incorporó la voz al acervo del habla de los dominicanos.

¿Alguien corrige las sentencias de nuestros tribunales?

Por Tobías Rodríguez Molina

Hace un tiempo llegó a mis manos parte de una sentencia dictada por un juzgado del Distrito Judicial de Santiago; la misma es del año 2017. Son abundantes   los errores ortográficos y de otra clase que aparecen en ese fragmento de sentencia,  y esa realidad hizo surgir en mí la duda  de si esa es  la  calidad del personal, de todos los niveles, que desempeña sus funciones en nuestros tribunales a nivel nacional. A uno le queda la impresión de que  los textos de las sentencias no son chequeados o  corregidos por nadie y se quedan como los copian  las secretarias de esos tribunales. Y no se sabe si   los jueces  se preocupan, si  se sienten mal  al leer sus sentencias en un español con esa baja calidad. Ahora bien, uno no sabe si las reglas o las normas de los tribunales dicen que las sentencias deben mantenerse y archivarse tal como fueron dictadas y copiadas por la secretaria sin ponerles ni quitarles ni una coma.

Para que constatemos aquello de lo que estamos tratando, les presento el texto tal como lo conocí.

  1. Que sobre el fondo de la presente demanda, a fin de darle repuesta a las conclusiones de la parte concurrente, el cual pretende con dicha demanda que se condene a la parte demandada al pago de una indemnización como reparación por los supuestos daños y perjuicios morales ocasionados como consecuencia de la modificación de su obra arquitectónica “Restaurant Alta Vista, S.R.L” y/o señor Franklin Liriano Ortega; porque según él se ha violado el derecho moral de integridad, no fue sometido a la aprobación de la oficina de planeamiento Urbano del municipio de la Vega, hubo una deformación de su volumetría, hay una incoherente tratamiento de revestimiento de los exteriores; sin embargo con las documentaciones aportadas por el demandante en apoyo a sus pretensiones éste no probó hasta que punto dichas afirmaciones les causaron perjuicio o daño, la cual no debe ser subjetivo, sino, probado de forma concreta, por tanto, procede rechazar la presente demanda, tal como se hará en el dispositivo de la presente demanda.”

A continuación presento el texto con las correcciones normativas y algunos cambios estilísticos.

  1. Que sobre el fondo de la presente demanda, a fin de darles respuesta a las conclusiones de la parte concurrente, la cual pretende, con dicha demanda, que se condene a la parte demandada al pago de una indemnización como reparación por los supuestos daños y perjuicios morales ocasionados como consecuencia de la modificación de su obra arquitectónica “Restaurant Alta Vista, S.R.L.” y/o señor Franklin Liriano Ortega; porque, según él, se han violado varios derechos: el derecho moral de integridad; la no adquisición del permiso para la modificación de la obra de parte de la Oficina de Planeamiento Urbano del municipio de La Vega; además, hubo una deformación de su volumetría, y también hay un incoherente tratamiento de revestimiento de los exteriores. Sin embargo, con las documentaciones aportadas por el demandante en apoyo a sus pretensiones, este no probó hasta qué punto dichas afirmaciones le causaron perjuicio o daño, lo cual no debe ser algo subjetivo, sino probado de forma concreta. Por lo tanto, procede rechazar la presente demanda, tal como se hará en el dispositivo de la misma.

El texto original  tiene 22 errores normativos de variada índole, como de acentuación, de puntuación y de concordancia. Además, hubo que hacerle varios cambios estilísticos.

Es de desear, según mi humilde criterio, que haya un equipo con la competencia necesaria, que elimine, si no todas, por lo menos  la mayor cantidad de errores antes de archivar las sentencias dictadas por los tribunales dominicanos. Pero no sé si eso es demasiado pedir.

Ortoescritura

Rafael Peralta Romero

 

CONCORDANCIAS COMPLEJAS

23/01/2021

 Es norma bien sabida que en buen español el sujeto y el verbo deben concordar en número y persona. Ella dijo que vendrá / Ella y él dijeron que vendrán. Como la lengua no es un cuerpo rígido, natural es que se presenten situaciones lingüísticas en las que la concordancia no resulte tan cómoda como en “Fellito juega con la bola”.

Algunos sustantivos que representan colectividad son propicios para generar dudas respecto de la concordancia entre sujeto y verbo. No me refiero a colectivos como: grupo, ejército, ganado, patrulla, todos los cuales conllevan verbo en singular igual que si se tratase de una persona física (El grupo se divirtió en grande; El ejército vigila la frontera; El ganado fue trasladado a la otra cerca; Una patrulla intervino para controlar la situación).

Veamos lo que ocurre con el colectivo /mayoría/. Para esto me valgo del Libro de estilo de la lengua española (publicación de la Real Academia Española, 2018, pág. 58).
Caso como la mayoría de los asistentes, cantidad de personas…

  1. la mayoría de los asistentes aprobó/aprobaron. En general, con sujetos compuestos por elementos como la mayoría y complementos en plural, se admite la concordancia con el verbo en singular y en plural: La mayoría de los asistentes aprobó/aprobaron la propuesta.

 

Ocurre lo mismo con el resto de, el X por ciento de, un millón de, la mitad de, la mayor parte de, la totalidad de, un tercio de, un grupo de, un conjunto de, un montón de, un sinfín de, una serie de, una ristra de, un total de, un aluvión de, un puñado de, un número de, una gran cantidad de, un par de…

  1. la mayoría vinieron/vino. También se admiten las dos opciones cuando se omite el complemento: La mayoría vinieron /vino.
  2. la mayoría de las personas son. Cuando el verbo es copulativo se considera más adecuado establecer la concordancia en plural: la mayoría de las personas son sinceras; Buena parte de los turistas estaban agotados; El 10 % de los alumnos son mayores de treinta años.
    d. cantidad de personas vinieron. Con elementos sin determinante delante, como infinidad de, cantidad de, multitud de o gran número de, es más normal la concordancia en plural: Existen infinidad de posibilidades de que vuelvan a darle el premio; Cantidad de personas vinieron; multitud de especies están en peligro; gran número de personas acudieron…

Casos como pareja, gente, ejército…:

  1. La gente vino pronto. A pesar de que nombres como pareja, gente, ejército, manada… se refieren a varias entidades, deben concordar en singular con el verbo: La gente vino pronto, no La gente vinieron pronto; La pareja está encantada, no La pareja están destrozados. No obstante, en oraciones distintas contiguas con sujeto implícito es posible poner el verbo en plural: La gente vino pronto. Estaban deseando ver el concierto.
  2. Estábamos allí toda la familia. Cuando estos nombres colectivos incluyen al hablante o al interlocutor, es posible, sobre todo en la lengua coloquial, establecer la concordancia en 1ª. o en 2ª. Persona del plural: Estábamos allí toda la familia; La gente de letras debería argumentar con facilidad.
  3. Estopa dará un concierto en Guatemala. Salvo que el plural esté marcado por otros elementos, los nombres propios que designan conjuntos de entidades concuerdan en singular: EE. UU. presentará (no presentarán) un veto en la ONU (frente a los EE. UU. presentarán un veto en la ONU). Se dice, por la misma razón, Estopa dará un concierto en Guatemala (frente a Los estopa darán un concierto…).

 

30/01/2021

El aparente choque de plural y singular genera vacilaciones para establecer concordancia entre sujeto y verbo en casos en los que intervienen los sustantivos tipo, clase, especie, gama, género, variedad y otros afines. Veamos algunos ejemplos:

1A-Este tipo de situaciones /traen/ consecuencias.

1B-Este tipo de situaciones /trae/ consecuencias.

Aunque el núcleo del sujeto es singular (Este tipo…) se admite la concordancia con el verbo en tercera persona del plural (traen), pero para “descomplejizar” se admiten ambas formas.

2A- Esta clase de personas no /puede/ ser confiable.

2B- Esta clase de personas no /pueden/ ser confiables.

3A-Una gama de colores que /resulta/ atractiva.

3B- Una gama de colores que /resultan/ atractivos.

4A- Se /vio/ todo género de competiciones.

4B- Se /vieron/ todo género de competiciones

5A-Una variedad de canciones /alegró/ el ambiente.

5B-Una variedad de canciones /alegraron/ el ambiente.

El Libro de estilo de la lengua española, publicación académica de 2018, refiere que: En construcciones en las que verbo ser une un elemento en singular y otro en plural, se suele establecer la concordancia en plural independientemente de la posición de los elementos”.

Y aporta los siguientes ejemplos: Las nuevas leyes son el verdadero problema; El verdadero problema son las nuevas leyes. “Aun así, es posible también la concordancia en singular en algunos casos: Los nachos con queso es/ son un aperitivo ideal; El precio es/son 50 euros; Veinte años no es/son nada”.

Agrega el Libro de estilo que si uno de los dos elementos unidos por el verbo ser es un pronombre personal, atrae siempre la concordancia del verbo: El culpable soy.

Y si ambos elementos son pronombres personales, lo más normal es establecer la concordancia con el primero si está en primera o segunda persona (Yo no soy tú; Tú no eres yo). Se produce variación cuando el primer pronombre es de tercera persona, aunque es más normal la concordancia en primera o segunda persona: Ella no es/eres tú; Él no es/soy yo.

 

Las Águilas

Algunos sustantivos asumen la condición de nombres colectivos porque pasan a nombrar una entidad colectiva: Águilas Cibaeñas, Tigres del Licey, Estrellas Orientales, Gigantes del Cibao, Leones del Escogido, Toros del Este, Estados Unidos de América. La norma indica que estos nombres colectivos conllevan verbo en singular: Águilas Cibaeñas entrena para Serie del Caribe; Tigres del Licey ha ganado más series; Toros del Este tiene futuro, Estados Unidos salió de Donald Trump.

En cada caso el verbo aparece en singular (entrena, ha, tiene, salió) y aunque los sujetos de estas oraciones están formados por elementos plurales representan entidades únicas.

Diferente será cuando se les coloque, como se estila en el habla coloquial, un artículo delante, obviamente que en plural. En tal caso, se impone la forma plural del verbo: Las Águilas Cibaeñas representan RD en Serie del Caribe. Los Estados Unidos libran lucha contra la covid-19.

Resulta incómodo lograr la concordancia entre sujeto y verbo formados por elementos en plural, aun se trate de un nombre colectivo. Podemos escribir: Leones fue vencido temprano, pero no Los Leones fue vencido temprano, pues el artículo plural (Los) exige verbo y adjetivo en plural (fueron vencidos).

De paso anotamos que tanto en el nombre del gran país del Norte como de los conjuntos deportivos mencionados, el artículo no forma parte de la denominación, por lo cual se recomienda escribirlo con inicial minúscula si no aparece al inicio de una oración.

NOMBRES DE LOS DIENTES

06/02/2021

Los nombres de los dientes recuerdan la naturaleza animal de los seres humanos. Nos diferenciamos de los otros en que podemos hablar y pensar, además de estar dotados de sentimientos. En muchas acciones nos parecemos a los animales irracionales, sobre todo en las funciones biológicas y ciertas necesidades. El comer, por ejemplo, es una necesidad animal que los humanos podemos convertir en un acto social.

Por la condición original del acto de comer, nuestros dientes cumplen funciones específicas que han permitido a los especialistas del área agruparlos y nombrarlos en consonancia con esas funciones y las características que presentan las piezas dentales. Los nombres y roles remiten a nuestra condición animal.

Los nombres son: incisivos, caninos y molares más los premolares. Los incisivos, cuatro en el conjunto superior y cuatro en el inferior, tienen la función de cortar. Son como pequeñas hachas. “Frontera de los besos serán mañana, cuando en la dentadura sientas un arma”, escribió a su hijo el poeta Miguel Hernández cuando el bebé tenía cinco dientes “como cinco jazmines adolescentes”.

El adjetivo /incisivo/, de acuerdo al Diccionario de nuestra lengua, significa “Apto para abrir o cortar. Punzante, mordaz”. Con los dientes incisivos cortamos un trozo de alimento (una salchicha, por ejemplo) mientras sostenemos una parte que no llevaremos a la boca de inmediato. Comer un guineo maduro precisa de los incisivos, pero no así masticar majarete o un helado, nueces o coditos.

En los caninos, ahí sí que hay rastros de animalidad. Ese adjetivo deriva de can, que es sinónimo de perro. Muchos son los que llaman “colmillos” a estos cuatro dientes agudos, terminados en punta, y no es por casualidad. El Diccionario académico define el vocablo /canino/ del siguiente modo: “1. Adj. Perteneciente o relativo al can. Raza canina. 2. Propio de un perro. Hambre canina.3. colmillo (diente agudo)”. Una cuarta acepción define a canino como excremento de perro.

El canino es la pieza dental ideal para desgarrar o ripiar algunos alimentos, como la carne, sobre todo si no se dispone de cuchillo para cortarla. Quien pela una caña con la boca necesita el auxilio de los dientes caninos, y por igual quien destapa una gaseosa a puro diente, ha de recurrir a esas piezas. Con los caninos, entonces, no solo se rasga, sino que se logran otros actos animales.

Desgarrar es sinónimo de rasgar, una de cuyas acepciones indica que consiste en producir una incisión con un instrumento cortante. Despedazarlos es lo que hacen tigres y leones con mansos animalitos que se atraviesan en su camino. Lo mismo nosotros, pero con diferencias de formas.

Es bueno ver lo que dice el DLE sobre el sustantivo /can/: perro. Esta voz deriva del latín “canis”, que es como en la lengua madre del español se denomina a ese animal. En nuestra lengua, el adjetivo por excelencia relacionado con perro (aunque exista perruno) es canino: hambre canina, raza canina, unidad canina, alimento canino.

Los molares, que junto a los premolares pasan de veinte, tienen como función triturar los alimentos. Los llamamos comúnmente muelas, para más vincularlos al acto de moler. Muelas son para moler. Podríamos comer, sin los incisivos ni caninos, almendras, mangú, arroz, pero muy difícil si carecemos de los dientes trituradores, es decir los molares. El verbo triturar se define así: Moler o desmenuzar una materia sólida, sin reducirla enteramente a polvo. Eso hacemos con las muelas.

¿Es cierto que por sus nombres y funciones los dientes recuerdan nuestra naturaleza animal?

 

13/02/2021

DE CÓMO MANGÚ LLEGARÁ AL DICCIONARIO ACADÉMICO

Las palabras no son del aire, como expresa una canción; las palabras son de los hablantes, así lo demuestra la realidad. La vigencia de un vocablo depende del uso que del mismo hagan los usuarios de la lengua a que corresponda. La voz /mangú/, por ejemplo, forma parte del patrimonio lexicográfico de los dominicanos, así como el objeto que representa resulta infaltable en nuestra cultura gastronómica.

Denominamos /mangú/ al apreciado puré de plátano de verde, macerado con mantequilla u otra grasa comestible, preferiblemente aceite de oliva. Se suele acompañar con huevos, salami o queso frito y en su defecto… con lo que haya. La compaña varía según la condición económica de quien lo prepara, como también incide el factor geográfico y otras circunstancias.

El origen de la palabra no ha sido bien establecido, pero el plato constituye un elemento bien conocido y apreciado tanto en la mesa del rico como en la del pobre, del ilustrado como del iletrado, en hoteles calificados como en fondas y comedores modestos.

Como las palabras son de todos, todos tenemos derecho a emplearlas, promoverlas y defenderlas. En estos días hemos visto el anuncio de una campaña para lograr que el término /mangú/ sea incluido en el Diccionario de la lengua española. Los promotores de la cruzada lo llaman Diccionario de la Real Academia.

La actividad, alentadora y plausible, ha partido del centro comercial Jumbo. Solo un error se advierte en la estrategia de la campaña: han olvidado que en la República Dominicana funciona una institución llamada Academia Dominicana de la Lengua, correspondiente de la Real Academia Española.

Las academias correspondientes trabajan junto a la RAE para elaborar el Diccionario académico, la Gramática, la Ortografía y todos los demás documentos y publicaciones destinados a regular, fortalece y perfeccionar el uso de la lengua española. Estas instituciones están en todos los países de habla hispana, además de Filipinas (antigua colonia de España) y -aunque parezca extraño- en los Estados Unidos de América, donde habitan alrededor de cincuenta millones de hablantes del español.

Estas instituciones constituyen la Asociación de Academiasde la Lengua Española, cuyo presidente suele ser el director de la RAE, como lo es en este momento Santiago Muñoz Machado.

Conste que los delegados de todas las academias correspondientes tienen voz y voto, ya sea remitiendo sus opiniones y propuestas desde sus respectivos países o reunidos en Madrid, cuando es necesario.

Debe alentar a los promotores de la cruzada en favor del vocablo /mangú/ que éste ha sido incluido -tenía que ser- en el Diccionario del español dominicano, publicación oficial de la Academia Dominicana de la Lengua, aparecida en 2013.

En ese Diccionario ha sido incorporada con la siguiente definición:
“1.m. Puré hecho de plátano verde hervido y aceite o mantequilla”.

El DED incluye un ejemplo tomado de la novela Uña y carne, de Marcio Veloz Maggiolo, el cual dice: “Eran las diez de la noche y un plato de mangú con salchichón le esperaba como siempre en su escritorio”.

Una segunda definición indica:

  1. Persona débil o influenciable.

De tan popular el mangú, se ha creado la expresión “Volverse un mangú”, la cual se aplica a la persona que ha quedado aturdida, que se ha vuelto incapaz de actuar. Cuando se compara a una persona “blandita” con el mangú, no es elogio para la persona, pero sí para el alimento.

Pienso que el dominicanismo mangú será incorporado al Diccionario académico, pues califica para ello, pero dudo que se logre por efectos de farandulearía.

 

Temas idiomáticos

María José Rincón

NUEVAS ACEPCIONES

26/01/2021

 

La tecnología se extiende en nuestra vida cotidiana. Nada de malo tiene que se extienda también en el diccionario. Nuevas realidades, nuevas palabras, nuevas acepciones. Todos las usamos, y las usamos tanto que llega a sorprendernos saber que acaban de incorporarse al Diccionario de la lengua española en su actualización más reciente. Ya teníamos las palabras; ahora las utilizamos para referirnos a más cosas, ampliamos sus sentidos, las hacemos crecer.

Un perfil ha dejado de ser solo el de una figura para referirse también a nuestra identidad en una red social y al espacio donde publicamos los datos sobre ella. Un hilo ya no es solo una hebra textil larga y delgada que ensartamos o tejemos con una aguja; ahora publicamos en una red social un hilo con el que ensartamos una serie de mensajes relacionados. Antes publicábamos por medio de la imprenta; ahora lo hacemos en entornos digites. Lo bueno que tienen estos entornos es que también podemos despublicar, es decir, ‘retirar del acceso público un contenido’. Pesar fue siempre tener peso; el mundo digital le ha añadido una nueva acepción. Ahora también pesan los archivos, ocupan un cierto espacio de memoria en nuestros dispositivos electrónicos. Los avatares ya no son solo encarnaciones de dioses; ahora representan nuestra identidad virtual, simples mortales. Muchos se echarán a temblar y despotricarán sobre las nuevas tecnologías; las culparán de maltratar el idioma. Lo cierto es que estas nuevas acepciones demuestran cómo funciona la lengua, cómo se mantiene viva y a nuestro servicio. Somos nosotros, los hablantes, los responsables de todo lo demás.

 

02/02/2021

EMOJIS Y TROLES

 

Últimamente los usamos casi tanto como las palabras, pero sus nombres no estaban en el diccionario; hasta ahora. La versión actualizada del Diccionario de la lengua española ya registra los sustantivos emoticón, o emoticono, y emoji, de origen japonés, para referirse a esas pequeñas y coloridas imágenes digitales que incluimos en nuestros mensajes escritos y que muchas veces llegan a sustituirlos. Por nuevos que sean los emojis no se libran de las reglas para utilizarlos correctamente. El Libro de estilo de la lengua española, de la Real Academia Española, nos aconseja separarlos de las palabras con un espacio y respetar las normas de puntuación en los enunciados que los contienen.

En el Diccionario de la lengua española habitan toda clase de seres malignos. Uno de mis preferidos es el trol, personaje malvado, tradicional de la mitología escandinava, que vive en bosques y cuevas. Pero a nuestro mitológico trol le ha salido un tocayo; un nuevo inquilino en el diccionario, esta vez de origen inglés, y con menor prosapia, un usuario, indeseado y afrentoso, de las redes sociales que se pasa el día publicando mensajes con el ánimo de ofender, de provocar o, simplemente, de arruinar una conversación. Y claro, los troles no tienen otro oficio mejor que el del troleo, sustantivo también incluido en la actualización más reciente de nuestro diccionario académico; y no tienen otro oficio que trolear a diestra y siniestra, casi siempre a siniestra.

Ya sabemos que los diccionarios son las casas de las palabras y las palabras no se están quietas, mal que les pese a muchos. Las palabras están tan vivas como sus hablantes y estos cada día más habitamos las redes sociales. No debe extrañar que algunas palabras nuevas salten desde ahí al diccionario.

 

9/02/2021

VOLVERSE UN MANGÚ

«¿Sabías que la palabra mangú no aparece en el diccionario?». Así llama nuestra atención la nueva campaña publicitaria de los supermercados Jumbo, que pide a sus seguidores que utilicen la etiqueta #mangú en la RAE cuando se dirijan a la cuenta de la Real Academia Española para pedir que incluyan la palabra en su diccionario. Curiosa iniciativa publicitaria que merece que la aprovechemos para aprender un poco sobre diccionarios.

Empecemos por ahí: no existe «el» diccionario. Diccionarios hay muchos y de muchos tipos, y no todas las palabras están en todos, ni deben estarlo. Por ejemplo esta campaña publicitaria pasa por alto que la palabra mangú está registrada en el Diccionario del español dominicano de la Academia Dominicana de la Lengua o en el Diccionario de americanismos de la Asociación de Academias de la Lengua Española. Su aparición en estos dos diccionarios (dos de muchos) se justifica porque la palabra cumple con los criterios que estas obras establecen para su inclusión. La propuesta de la palabra mangú deberá cumplir con los criterios del Diccionario de la lengua española de la RAE.

En cualquier caso, la presencia en el diccionario no le quita ni le pone al sustantivo mangú, tan nuestro como el plato que designa. Ojalá esta campaña se ampliara, no solo para la inclusión anecdótica de un término concreto en un diccionario concreto, sino para la difusión de nuestro patrimonio léxico, propio o compartido con otros hispanohablantes; para la promoción del buen uso del español en las redes o, ¿por qué no?, en las campañas publicitarias (por ejemplo, en el anuncio de Jumbo aparecen los anglicismos taguear y hashtag); para no volvernos un mangú con la ortografía, tantas veces maltratada; para la valoración de nuestra particular y riquísima forma de hablar español.

 

16/02/2021

BOMBONES PARA SIEMPRE

 

Cuando por la mañana bien temprano me encaminaba a mi oficina, solía encontrarme con Doi, con don Manuel Salvador Gautier, que paseaba a sus perros a paso largo y firme. Su porte y su silueta inconfundibles no lo dejaban pasar desapercibido. Más de una vez me detuve a saludarlo. A pesar de nuestros encuentros frecuentes en la Academia Dominicana de la Lengua, lo recuerdo mejor en estas breves conversaciones, a pie de calle, cerca del mar en el fresco de la mañana; revivo la calidez de su palabra, la perspicacia de su mirada y, en especial, su actitud templada y serena.

Recién llegada a esta isla, me regaló su primera novela, El atrevimiento, primer volumen de su tetralogía Tiempo para héroes. Con ella empecé a conocer literariamente la historia dominicana. Cuando supe de su muerte, busqué sus obras en mi biblioteca y, mientras recorría sus lomos, recordé que en esa primera novela Doi me había dejado una dedicatoria: «A María José, con la esperanza de que sus estudios de filología sirvan para entender a los dominicanos y para que los dominicanos se entiendan ellos mismos». Tremenda responsabilidad, sobre todo viniendo de la pluma de don Manuel, premio nacional de literatura. Me da por pensar que tenía razón. ¿Para qué otra cosa si no sirven la literatura y la filología?

A Doi le gustaban los bombones. Para siempre se me quedó entre las manos la caja de bombones que un día íbamos a compartir. Para siempre se quedarán en mis manos, y espero que en las de todos los lectores, sus novelas.

 

23/02/2021

UNA REGLA AGRADECIDA

No me nieguen ustedes que todos, al menos lo que prestamos atención a la ortografía, agradeceríamos que existieran reglas sin excepciones. Reglas hay muchas; excepciones, casi tantas como reglas. Memorizarlas todas es una tarea ímproba. Sin embargo, hay un puñado de reglas muy sencillas, con muy pocas excepciones, que se aplican a palabras que usamos con mucha frecuencia. Yo las llamo reglas ortográficas «agradecidas»: poco esfuerzo, grandes resultados.

El sufijo -oso, y su forma femenina -osa, se utiliza en español para formar adjetivos. Siempre se escribe con ese; por lo tanto, los adjetivos que se forman con él siempre se escriben con ese.

Este sufijo forma adjetivos a partir de sustantivos. Los adjetivos que resultan siempre se refieren a que lo expresado por el sustantivo es abundante. Con facilidad comprobamos su productividad: gusto, gustoso; nube, nuboso; jabón, jabonoso; afecto, afectuoso; montaña, montañoso; mora, moroso; bondad, bondadoso, volumen, voluminoso; vigor, vigoroso, vello, velloso; sudor, sudoroso.

El sufijo -oso/-osa forma, además, adjetivos a partir de otros adjetivos: de verde, verdoso, o de alegrealegroso. También en esta modalidad produce muchos nuevos adjetivos: amarillo, amarilloso; amargo, amargoso; elegante, elegantoso. También aparece este sufijo en adjetivos que se derivan de verbos: cavilar, caviloso; afrentar, afrentoso; resbalar, resbaloso. Hay otro sufijo que sigue esta misma regla ortográfica y que se aplica especializamente en la nomenclatura química: sulfuroso, nitroso, cloroso, ferroso.

A ojo de buen cubero el Diccionario de la lengua española registra unos mil trescientos adjetivos terminados en -oso/-osa. Solo hay dos excepciones a la regla: mozo y moza, buenmozo y buenamoza. A esto era a lo que me refería cuando les hablaba de regla ortográfica «agradecida». ¿Y lo buen mozo que resulta alguien con buena ortografía?

El sexismo lingüístico: ¿mito o realidad?

Por

Domingo Caba Ramos

 

“El feminismo ortodoxo, acrítico y acultural entiende, tal como se lo enseñó el marxismo o la sociolingüística, que la lengua es un instrumento de dominación al servicio de la sociedad machista”.  (Diógenes Céspedes)

Con el título de “El constructivismo en la transformación curricular” (2000), hace ya varios años, cayó en mis manos un libro en cuya dedicatoria se lee lo siguiente:

“Dedico esta obra de manera muy especial a los maestros y maestras de mi país; y a todos y todas aquellos y aquellas que puedan leerla. Lo hago de esta manera, ya que considero que los mismos y las mismas son los y las profesionales más meritorios y meritorias que tienen una nación, un pueblo y el mundo. Son ellos y ellas, los padres y las madres de los y las profesionales, los agentes de cambios, transformadores, forjadores, moldeadores y modificadores de caracteres de la sociedad y el mundo.” (1)

Tan monótona o pesada construcción gramatical, propia de la llamada “lengua no sexista”, se repite a diario en discursos como el que se transcribe a continuación:

«Señoras y señores:

“Gracias por asistir a esta importante reunión. Todos y todas fueron convocados y convocadas para analizar qué podemos hacer en beneficio de los y las moradores y moradoras de esta comunidad que hoy forman parte de la gran masa de damnificados y damnificadas, víctimas de las recientes inundaciones. En condiciones bastante infrahumanas, esos y esas damnificados y damnificadas yacen alojados y alojadas en diferentes lugares o refugios en espera de la ayuda humanitaria que podamos ofrecerles todos y todas los y las que nos consideramos ser verdaderos y verdaderas cristianos y cristianas o totalmente identificados e identificadas con el dolor ajeno”.

Valdría imaginarse lo tormentoso que sería leer un libro o escuchar un extenso discurso abarrotados de semejantes galimatías, o en el que tan inarmónica y tediosa sintaxis se haya empleado como forma de expresión. Como bien lo afirma mi recordado maestro, doctor Diógenes Céspedes (2): «Con toda honestidad, pasar de una página de un libro o un artículo con estos torniquetes, se vuelve un martirio».

Pero a pesar de lo racional y válido que parezca el juicio de este reputado lingüista, la forma de expresión lingüística (lengua no sexista), empleada en el fragmento precitado, abarrotada de “torniquetes” o dobletes genéricos, es la que recomiendan las líderes feministas, por cuanto, según ellas, no discrimina ni excluye u oculta la presencia de la mujer; ni mucho menos destaca la supremacía masculina.

Vale resaltar, sin embargo, la vacilación en que se incurre cuando se utiliza la antes citada lengua, toda vez que se intenta evitar el sexismo lingüístico apelando a la duplicidad genérica en nombres y pronombres; pero no en los adjetivos que los califican. Así, en la dedicatoria antes transcrita, se habla de “los y las profesionales, transformadores, moldeadores, forjadores y modificadores…”, cuando a la luz de la lógica antisexista, lo recomendable hubiera sido escribir: “los y las profesionales transformadores / transformadoras, moldeadores/moldeadoras, forjadores/forjadoras y modificadores /modificadoras”.  En el proceso de elaboración de uno y otro discurso bien pudo haberse utilizado una construcción sintáctica de mayor pertinencia lingüística, obteniéndose, en el primer caso, por ejemplo, el siguiente resultado: «Dedico esta obra de manera especial a los maestros de mi país y a todos aquellos que puedan leerla. Lo hago de esta manera, ya que considero que los mismos son los profesionales más meritorios que tienen una nación, un pueblo y el mundo. Son ellos, los padres de los profesionales, los agentes de cambios, transformadores, forjadores, moldeadores y modificadores de caracteres de la sociedad y el mundo…».

Obviamente que la expresión, aparte de más armónica, elegante y comunicativa, resulta menos cursi y más en sintonía con el principio de economía lingüística; pero no obstante su evidente pertinencia, el ala ortodoxa del movimiento feminista la rechazaría por entender que en ella se han utilizado formas lingüísticas que sólo hacen referencias al género masculino y que, por tanto, excluyen, ocultan o discriminan lo femenino. Cuestionaría su uso, por entender que tales formas resultan discriminatorias por razones de sexo, vale decir, por considerar que al emplearlas se incurre en sexismo lingüístico.

 

El sexismo lingüístico 

El sexismo lingüístico ha sido definido como todos aquellos vocablos que, debido a la forma de expresión escogida por el hablante, resultan discriminatorios por razones de sexo. Al sexismo lingüístico, o lengua sexista, el feminismo le opone la lengua no sexista o, como prefieren llamarla muchos de sus dirigentes y seguidores, la “lengua con perspectiva de género”, entendiéndose como tal, una lengua que no discrimina por razones de género ni destaca el predominio de uno de los sexos.

Para combatir el sexismo en el uso de la lengua, el feminismo, a mediados de la década de los ochenta, publicó unas recomendaciones, muy polémicas por cierto y, a nuestro juicio, insostenibles desde el punto de vista lingüístico, las principales de las cuales se transcribirán en otra parte del presente ensayo.

 

Etapas del sexismo lingüístico 

El doctor Álvaro García Meseguer, una de las personas que más ha escrito sobre el tema, en un extenso y enjundioso trabajo titulado “El español: una lengua no sexista”, publicado en la red de Internet sin fecha, describe las etapas recorridas en el estudio del sexismo lingüístico (3):

   1ª etapa: Se desconoce su existencia. No se detecta el sexismo lingüístico. Esta etapa ha durado en España hasta mediados de los años setenta.

   2ª etapa: Se descubre el sexismo lingüístico y su existencia comienza a difundirse en la sociedad. Esta etapa en España se ubica en torno a 1980.

   3ª etapa: El feminismo intenta crear estrategias para combatir el sexismo lingüístico. Se publican recomendaciones al respecto. Estamos a mediados de la década de los ochenta.

   4ª etapa: Corresponde al momento actual. Se hacen patentes los inconvenientes que trae consigo el seguir las recomendaciones anteriormente mencionadas, y se crea un conflicto entre dos bandos: unos que defienden esas normas y otros que las atacan. De manera simplista podemos decir que a los primeros les importa más la mujer que el lenguaje, y que a los segundos les sucede lo contrario.

Son numerosas las alternativas o propuestas establecidas para el uso de una lengua no sexista; pero antes de entrar en consideración, veamos sólo algunos de los postulados que han servido de base de sustentación para su formulación teórica.

 

Postulados feministas sobre la lengua 

  • La lengua es un instrumento de dominación de la mujer al servicio de la sociedad machista. 
  1. b) La lengua es sexista porque la cultura es y ha sido masculina. 
  2. c) El término mujer hace referencia exclusivamente al sexo femenino, sin embargo, hombre alude tanto al individuo de sexo masculino como a todo el género humano, sin distinción de sexos, y este hecho da lugar a ambigüedades y, en ocasiones, a una ocultación de la mujer. 
  3. d) El sexismo que se evidencia en nuestra lengua no es más que reflejo de la histórica y real situación de opresión de las mujeres en todas las esferas. 
  4. e) Los hombres han nombrado la realidad a su manera diciendo lo que es y no es a través del lenguaje. 
  5. f) La lengua española es discriminatoria, porque el idioma hablado y escrito produce estereotipos que deforman el concepto humano de lo femenino. 
  6. g) Como en todos los campos, también existe discriminación de las mujeres por medio del lenguaje. Si queremos avanzar en el camino de la efectiva igualdad entre mujeres y hombres debemos combatir esa discriminación. 
  7. h) La forma actual de hablar y escribir no representa a las mujeres. 
  • Es necesario romper con el lenguaje sexista en búsqueda de un mundo de igualdad entre mujeres y hombres. 

Así piensa el feminismo radical y ortodoxo en materia de lengua. Ya veremos algunas de sus famosas alternativas, propuestas o recomendaciones en pos de una lengua sexualmente igualitaria.  “La lengua es un sistema económico de expresión, y el masculino vale en este caso como término neutro que sirve para masculino y femenino” 

(Gregorio Salvador: lingüista, filólogo, dialectólogo y lexicógrafo español)

 

Sexismo lingüístico y estrategias para evitarlo 

Según la óptica feminista, apuntábamos anteriormente, se incurre en sexismo lingüístico cuando se utiliza cualquier expresión que resulte discriminatoria por razones de sexo. Que la lengua española es sexista y, por ende, androcéntrica, por cuanto discrimina, infravalora, subordina, excluye, quita la palabra y oculta la presencia de la mujer; porque destaca el protagonismo masculino y alude a la mujer no directamente, sino a través de su relación con el hombre. Es lo que la etnóloga y antropóloga mexicana, doctora Marcela Lagarde (1948), ha denominado “usos misóginos del léxico y de la gramática”.

También afirmábamos que en la década de los ochenta se publicaron unas recomendaciones con las que se pretendía poner fin a una forma de hablar y escribir que, al decir de sus gestoras, no representa a las mujeres y que, por el contrario, las excluye. Específicamente en 1989, el Instituto de la Mujer, correspondiente al Ministerio de Asuntos Sociales de España, publica sus famosas y muy polémicas propuestas en pos del uso de un lenguaje no sexista. (4)

 “Los cambios que, a partir de las reivindicaciones de las mujeres, se están produciendo en los papeles sociales de ambos sexos – apunta el citado Instituto – exigen una adecuación de la lengua para liberarla de estos estereotipos discriminatorios. En otra palabra, para liberarla de usos sexistas”.  

Para eliminar tales usos, y en reacción al valor genérico que en español tiene el masculino, el organismo oficial peninsular aboga por una lengua sensata que no quite la palabra a nadie; y, en consecuencia, propone, entre otras, las siguientes alternativas:

  1. «Cuando nos referimos a la vez, tanto al masculino como al femenino, evitar el uso, con sentido universal, de las palabras “hombre”“hombres”y los plurales masculinos, por cuanto el término hombre no representa a las mujeres, y al emplearlo como falso genérico se oculta o desdibuja la presencia, las aportaciones y el protagonismo de las mujeres. Se trata de realidades distintas y, como tales, deben ser nombradas. Se propone, en consecuencia, la sustitución de hombre y hombres, en estos casos, por persona o personas, ser humano o seres humanos, hombres y mujeres o mujeres y hombres, sin dar preferencia en el orden al masculino o al femenino».

En virtud de lo antes dicho, el feminismo propone que se utilicen genéricos universales o nombres colectivos no asociados a ningún sexo: en lugar de “los profesores”, el profesorado; en lugar de “los niños”, la niñez; en lugar de “los alumnos”, el alumnado; en lugar de “los ciudadanos”, la ciudadanía. O recurrir a dobletes genéricos que se refieran a los dos sexos: los profesores y las profesoras y viceversa; los niños y las niñas o viceversa; los alumnos y las alumnas o viceversa; los ciudadanos y las ciudadanas o viceversa. Y en vez de “los derechos del hombre”, mejor “los derechos de los hombres y las mujeres o de las mujeres y los hombres”.

  1. «Evitar el uso exclusivo del masculino para referirse a oficios o cargos, especialmente si quien los desempeña es una mujer. En este caso deberá emplearse formas femeninas como: oyenta, jueza, médica, gerenta, conserja, del, jefa, irigente, etc….».
  1. «Se debe evitar que las mujeres usen el masculino, tanto plural como singular, cuando se refieren a sí mismas: “todas nosotras” y no “todos nosotros”; “cada una debe pensar así” y no “cada uno debe pensar así».
  1. «Abolir la práctica de identificar a la mujer con el apellido del hombre: Filomena de García, Andrómeda de Pérez, Venancia de Peralta, etc.».
  1. «En ocasiones, se cita a las mujeres como categoría aparte, después de utilizar el masculino plural como omnicomprensivo o representando a los hombres como grupo principal y añadiendo a las mujeres como grupo dependiente o propiedad del anterior. Esa forma de expresión ofrece una imagen de subordinación de un grupo respecto a otro. Así, en vez de la frase sexista: “Los nómadas se trasladaban con sus enseres, mujeres, ancianos y niños de un lugar a otro”, dígase: “Los grupos nómadas se trasladaban con sus enseres de un lugar a otro”».
  1. «Los términos señora y señorita refieren el estado civil de la mujer en evidente asimetría con “señorito”, no aplicado al hombre, al cual se le llama señor sea soltero o casado. Abolir, pues el título “señorita”, el cual tiende a disminuir, y llamar señora a la mujer casada o soltera»
  1. «Cuando se utilicen dobletes o empleo de los dos géneros gramaticales, se recomienda concordarlos con el último artículo o sustantivo: “los y las nuevas trabajadoras” o “las y los nuevos trabajadores»

Las recomendaciones precitadas resumen la tesis no sexista e inclusiva sustentada por la orientación feminista: el término mujer no puede, como sucede en la práctica lingüística del español, estar representado por la voz hombre, pues de esa forma se la excluye del discurso cotidiano y se le opacan o borran sus acciones.

Para Miguel García Posada (1944 – 2012) filólogo, escritor y crítico literario español, tales propuestas carecen por completo de valor o importancia lingüística. “Ya todos el mundo conoce – escribe al respecto – las famosas normas para evitar el lenguaje sexista,

redactadas por gente que, sin duda, sabe mucho de sexismo; pero muy poco de lenguaje”

Con excepción de la propuesta #4, las demás, desde el punto de vista lingüístico, las considero innecesarias, insostenibles y, sobre todo, absurdas.

 

Posición de la Real Academia Española 

Las propuestas para el uso de una lengua no sexista, encuentran su rechazo o entran en contradicción con lo planteado y prescrito al respecto por la Real Academia Española (RAE) en dos de sus textos fundamentales: el Diccionario panhispánico de dudas (2005) y la Nueva gramática de la lengua española (2010), ambos de carácter panhispánico y consensuados por la Asociación de Academias de la Lengua Española.

 «En los sustantivos que designan seres animados – se lee en el Diccionario panhispánico de dudas – el masculino gramatical no solo se emplea para referirse a los individuos de sexo masculino, sino también para designar a la clase, esto es, a todos los individuos de la especie, sin distinción de sexos: El hombre es un animal racional; El gato es un buen animal de compañía. Consecuentemente – amplía el precitado lexicón – los nombres apelativos masculinos, cuando se emplean en plural, pueden incluir en su designación a seres de uno y otro sexo: Los hombres prehistóricos se vestían con pieles de animales; En mi barrio hay muchos gatos (de la referencia no quedan excluidas ni las mujeres prehistóricas ni las gatas). Así, con la expresión los alumnos podemos referirnos a un conjunto formado exclusivamente por alumnos varones, pero también a un colectivo mixto, formado por chicos y chicas…» (5) 

En relación con la sistemática y persistente campaña que con el propósito de “desmaculinizar” la lengua, desarrolla y ha desarrollado durante años el movimiento feminista, la R.A.E., en el texto antes referido, apunta lo siguiente:

«A pesar de ello, en los últimos tiempos, por razones de corrección política, que no de corrección lingüística (Subrayado nuestro, D.C), se está extendiendo la costumbre de hacer explícita en estos casos la alusión a ambos sexos: “Decidió luchar ella, y ayudar a su compañeros y compañeras…”. Se olvida de que en la lengua está prevista la posibilidad de referirse a colectivos mixtos a través del género gramatical masculino, posibilidad en la que no debe verse intención discriminatoria alguna, sino la aplicación de la ley lingüística de la economía expresiva; así pues, en el ejemplo citado pudo – y debió –decirse, simplemente, ayudar a sus compañeros”» (6)

Aludir a los dos sexos (los niños y las niñas, los ciudadanos y las ciudadanas), con el afán de no incurrir en la supuesta “discriminación lingüística” constituye, según el Diccionario panhispánico de dudas, una “innecesaria costumbre”, generadora de “engorrosas repeticiones”, las que, unidas al deseo de mitigar la pesadez de la expresión que esas repeticiones provocan, se tratará de evitar mediante “la creación de soluciones artificiosas” que contravienen las normas de la gramática: las y los ciudadanos” (7)

Sobre el mismo tema, y en iguales o parecidos términos se expresa la RAE, en una de sus más recientes obras, la Nueva gramática de la lengua española, publicada en marzo del 2010: «El masculino es en español el GÉNERO NO MARCADO, y el femenino, el MARCADO. En la designación de personas y animales, los sustantivos de género masculino se emplean para referirse a los individuos de ese sexo, pero también para designar a toda la especie, sin distinción de sexos, sea en singular o en plural. Así, están comprendidas las mujeres en Un estudiante universitario tiene que esforzarse muchos hoy en día para trabajar y estudiar a la vez. Se abarca asimismo a las osas en El oso es un animal plantígrado. Estos casos – aclara la Nueva Gramática – corresponden al USO GENÉRICO del masculino. Sin embargo, las razones extralingüísticas (subrayado nuestro, D.C) o contextuales pueden dar a entender que se habla solo de varones…» (8)

En relación con el uso frecuente de los dobles genéricos, la docta corporación lingüística sostiene que: «En el lenguaje político, administrativo y periodístico se percibe una tendencia a construir series coordinadas por sustantivos que manifiesten los dos géneros: los alumnos y las alumnas; A todos los chilenos y a todas las chilenas; tus hijos y tus hijas… El circunloquio es innecesario en esos casos, puesto que el empleo del género no marcado (masculino) es suficientemente explícito para abarcar a los individuos de uno y otro sexo. Se prefiere, por lo tanto, Los alumnos de esta clase se examinarán el jueves; Es una medida que beneficia a todos los chilenos; ¿Cómo están tus hijos?» (9)

La doble mención genérica, de acuerdo con el criterio académico, solo es admisible, cuando se interpreta como señal de cortesía en ciertos usos vocativos: señoras y señores; amigas y amigos; damas y caballeros, etc.

Comparto en todas sus partes estos juicios de la Real Academia Española acerca de un tema que como el supuesto sexismo lingüístico presente en el español, tantas polémicas o teorías contrapuestas ha generado, genera y generará.

Los comparto, no solo porque dichos juicios se apoyan en razones eminentemente lingüísticas, sino porque al igual que el citado organismo, entiendo que los argumentos antisexistas se fundamentan en criterios extralingüísticos, específicamente sociopolíticos. Porque considero que los desdoblamientos genéricos, tales como : «diputados y diputadas, padres y madres, niños y niñas, funcionarios y funcionarias, bienvenidos y bienvenidas, todos y todas, etc.»), constituyen verdaderas e innecesarias piruetas lingüísticas, altamente cansonas y carentes por completo de elegancia sintáctica ; y porque pese al deseo de ciertos grupos colectivos de presentar la lengua como rehén histórico del machismo social, el uso genérico del masculino gramatical tiene que ver con el criterio básico de cualquier lengua: economía y simplificación. Obtener la máxima comunicación con el menor esfuerzo posible, evitando decir con cuatro palabras lo que bien puede expresarse con solo dos.

 

El uso de la arroba (@) como signo lingüístico 

Los defensores del antisexismo lingüístico o promotores de la llamada lengua con perspectiva de género han puesto de moda, para evitar los tormentosos, engorrosos e innecesarios dobletes genéricos del tipo: los/las; todos y todas; maestros y maestras, etc., el símbolo de la arroba (@) como recurso gráfico para integrar en una sola palabra las formas masculina y femenina del sustantivo, por entender, erróneamente, que dicho signo incluye en su trazo las vocales a y o: esas niños. También el uso de las barras: las/los; nuestro/nuestra.

Conviene aclarar, en tal sentido, que la @ es una unidad de medida, no un signo lingüístico, razón por la cual se reputa como un recurso desacertado o carente de valor gramatical cuando se emplea para integrar en una misma palabra los dos géneros gramaticales: apreciad@s amig@s.

Pero además de su esencia no lingüística, en ocasiones este recurso, la @, no siempre resulta aplicable por cuanto transgrede las normas de la concordancia. Es lo que sucede en la secuencia “Día del niñ@”toda vez que del es un artículo contracto que se refiere solo al masculino y, en consecuencia, nunca podría ser antepuesto a un nombre femenino. Aparte de todo esto, dicho símbolo resulta impronunciable, vale decir, solo es posible aplicarlo en el discurso escrito, no así, en la expresión oral

 

El sexismo lingüístico visto por lingüistas y escritores 

Además de la Real Academia Española (RAE), opuesto al uso de desdoblamientos (Ellos y ellos, los padres y las madres, todos y todas, bienvenidos y bienvenidas…), así como a la tesis feminista de que la lengua española es sexista, excluyente y discriminatoria, es también el parecer de connotados lingüistas, escritores y académicos dominicanos y de otras partes del mundo hispánico.

El uso del masculino genérico o utilizado para designar a todos los individuos de la especie, constituye el blanco principal hacia el cual van dirigidas las persistentes críticas formuladas por las combativas representantes del feminismo radical, por entender estas que de esa manera se oculta, “invisibiliza” o desdibuja la imagen de la mujer. Por esa razón se intenta reivindicar la presencia femenina con la alusión explícita a los dos géneros. Si bien este argumento del sexismo lingüístico cuenta con el apoyo de un reducido número de personas que lo defienden y reafirman, en el mundo hispanohablante son más (la mayoría) quienes lo rechazan, entre estos especialistas en la materia, por considerarlo insustancial o carente por completo de soportes lingüísticos. Es el caso, por ejemplo, del insigne filólogo español Gregorio Salvador (1927).

Dialectólogo , exvicepresidente de la Real Academia Española y uno de los académicos que con mayor firmeza ha rechazado los desdoblamientos genéricos y el rasgo sexista que se le atribuye al idioma español, para el brillante lingüista granadino carecen de fundamentos científicos los cuestionamientos emitidos contra el valor genérico del masculino, por cuanto , según sus palabras: “La lengua es un sistema económico de expresión y el masculino vale en este caso como término neutro que sirve para masculino y femenino”.

Otro lingüista peninsular, Fernando Lázaro Carreter (1923–2004), filólogo y expresidente de la RAE, al tratar el polémico tema, presenta “un absurdo pero ilustrativo” ejemplo: “A todos y todas los dueños y dueñas de perros y perra.”, para concluir planteando: “Este tipo de desdoblamientos son artificiosos e innecesarios desde el punto de vista lingüístico”.

Madrileño, filólogo, poeta, narrador, brillante traductor literario y uno de los escritores de mayor valía con que cuenta actualmente España, Javier Marías Franco (1951), en un artículo publicado en la red titulado “Cursilerías lingüísticas” (El País – Cultura – 20-03-1995), más incisivo y contundente en sus juicios, califica de “horrenda” “cursi” y “mojigatería insufrible” la práctica de la doble mención genérica (11):

«El plural ‘los escritores’ – sostiene el afamado novelista- engloba también a las escritoras –es una mera convención de la lengua-, y me parece cursi la vigilancia que hoy lleva a tanta gente a decir “los escritores y las escritoras”, “las niñas y los niños” (o a escribir, con fórmula bancaria y horrenda, “el lector /a”)».

Y al referirse a la utilización del masculino para nombrar a todos los individuos de la especie, Marías la exime de toda intención discriminatoria:  «En cuanto al uso genérico de hombre, es otra convención sin más, como lo es decir “el león vive en la selva”, “el perro es el mejor amigo del hombre” o “los escoceses son tacaños”. Por eso a este escritor le parece «una mojigatería insufrible andar diciendo “el león y la leona viven en la selva”, “el perro y la perra son los mejores amigo y amiga del hombre y de la mujer” o “los escoceses y las escocesas son tacaños y tacañas».

La línea de pensamiento de estos y otros lingüistas españoles, puesta de manifiesto en el rechazo a la tesis antisexista, es por entero compartida, en la República Dominicana, por prestantes escritores y consagrados estudiosos de la lengua, como los doctores Diógenes Céspedes, Bruno Rosario Candelier y Orlando Alba, miembros todos de la Academia Dominicana de la Lengua.

Reafirmando la tesis de que la postura feminista se funda en razones sociopolíticas, no lingüísticas, Diógenes Céspedes sostiene que el feminismo ha llevado la lucha de clases al plano de la lengua.

“El feminismo ortodoxo, acrítico y acultural – Plantea al respecto el reputado ensayista y crítico literario – entiende, tal como se lo enseñó el marxismo o la sociolingüística, que la lengua es un instrumento de dominación al servicio de la sociedad machista”.

Y en relación con la utilización de dobletes genéricos (todos y todas, los maestros y las maestras, bienvenidos y bienvenidas etc.), el autor de Lengua y poesía en Santo Domingo en el siglo XX (1985) afirma: «Con toda honestidad, pasar de una página de un libro o un artículo con estos torniquetes, se vuelve un martirio».

En uno de sus más recientes libros, el afamado escritor y crítico mocano, doctor Bruno Rosario Candelier (12), llama “plaga de género” a la práctica feminista consistente en mencionar los dos géneros gramaticales: «En primer lugar – señala – rechazamos lo que denominamos la plaga del género, señalizada en el uso innecesario del doble género (“Los/las dominicanos/as, “A todos y a todas, etc.), puesto que si se dice “los dominicanos”, esa expresión incluye a todos los dominicanos de cualquier género… y si se dice “Buenos días a todos”, no hay que especificar “y a todas”puesto que “todos” envuelve a los seres humanos presentes, en cuya categoría están incluidas las mujeres….» (13).

Esa artificiosa e irracional “plaga de género” constituye, para el doctor Candelier, una práctica inoportuna y ridícula: «Porque decir: “Los y las ciudadanas”, o “Los y las ciudadanos”, o “Las y los ciudadanos”, contraviene la preceptiva de la concordancia gramatical, y más aún, es ridículo, inoportuno y sobreabundante» (14).

Y en cuanto a la inclusión que se atribuye al género masculino, el actual presidente de la Academia Dominicana de la Lengua sostiene que esa función genérica o inclusiva «no implica discriminación de sexo, sino la aplicación, por convención cultural, de la ley lingüística de economía expresiva sancionada por el uso y la norma de la lengua…» (15).

La costumbre de utilizar artificiosos recursos (dobletes, barra y arroba) para evitar el supuesto sexismo o discriminación de la mujer en el uso de la lengua, ha merecido también el autorizado y sabio juicio del laureado lingüista dominicano Orlando Alba (16), posiblemente el investigador que más ha escrito acerca del español dominicano.

El exprofesor de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM) y, en la actualidad, catedrático en la Universidad Brigham Young en Provo, Utah, Estados Unidos, en el caso específico de los dobles genéricos, Alba, igual que los especialistas antes citados, destaca su naturaleza sociopolítica, no lingüística, y rechaza su uso al afirmar que «la alusión explícita a ambos sexos no es necesaria, ni se puede justificar con argumentos lingüísticos. Se explica, acaso, desde la perspectiva de la corrección política, pero no de la corrección en el uso de la lengua» (17).

Y sobre el uso del masculino con valor genérico, sostiene Alba que «La utilización del masculino para designar a todos los individuos de la especie, solo busca eficiencia, y no tiene intención discriminatoria de la mujer. No implica, en lo absoluto una ‘ocultación de la mujer a través del lenguaje’» (18). Este genérico empleo, según este destacado investigador, no sólo incluye a las personas, sino también a los animales. Por eso, al presentar como ejemplos: “El ladrido de los perros no los dejó dormir” y “En el barrio hay muchos gatos”, puntualiza que “no se exonera de culpa a las perras” ni “se excluyen de la referencia las gatas”, y acto seguido reflexiona: “Pero a pocos se les ocurre pensar que en estos casos hay sexismo lingüístico, y que por algún tipo de conspiración machista se está privilegiando a los animales machos sobre sus parejas hembras”.

Y sobre el uso del masculino con valor genérico, sostiene que «La utilización del masculino para designar a todos los individuos de la especie, solo busca eficiencia, y no tiene intención discriminatoria de la mujer. No implica, en lo absoluto una ‘ocultación de la mujer a través del lenguaje’» (18). Este genérico empleo, según este destacado investigador, no sólo incluye a las personas, sino también a los animales. Por eso, al presentar como ejemplos: “El ladrido de los perros no los dejó dormir” y “En el barrio hay muchos gatos”, puntualiza que “no se exonera de culpa a las perras” ni “se excluyen de la referencia las gatas”, y acto seguido reflexiona: “Pero a pocos se les ocurre pensar que en estos casos hay sexismo lingüístico, y que por algún tipo de conspiración machista se está privilegiando a los animales machos sobre sus parejas hembras”.

 

El singular también es genérico

“Lo mismo que el masculino, el número singular – explica Orlando Alba – también se utiliza con valor global, toda vez que incluye al plural, como se aprecia en la oración “El perro es el mejor amigo del hombre”, en la que de acuerdo al autor, “no se hace referencia a un perro y a un hombre en particular, sino a los perros y a los hombres en general…” (19).

Conforme al anterior planteo, al eminente sociolingüista cibaeño le extraña que la lucha contra el masculino con valor inclusivo no haya ido pareja con la campaña contra el uso del singular con valor global, “Porque – agrega – no es justo combatir la supuesta injusticia contra el género femenino, y no hacer lo mismo con respecto a la misma “falta” cometida en contra del número plural” (20).

 

El uso de la lengua inclusiva y sus indeseables consecuencias 

Enfocado el problema desde una visión científica y al margen de toda postura subjetivista, es innegable que el uso de la lengua , como pretende la rama ortodoxa o radical del movimiento feminista, genera los más negativos resultados que afectan, ,fundamentalmente, la concordancia, la economía expresiva y la elegancia de la frase, vale decir, la estructura morfosintáctica del discurso. Merced a este juicio, el profesor Alba, a modo de colofón, considera que ese uso no sexista de la lengua origina consecuencias nada gratas y deseables, como son las siguientes:

  1. Crea verdaderas piruetas lingüísticas. 
  1. Se originan repeticiones engorrosas y unas estructuras sintácticas innecesariamente complicadas y, por consiguiente, insufribles, pesadas, repetitivas, enrevesadas y extravagantes.  
  1. Se produce una visible incongruencia en la aplicación de la concordancia.  
  1. El nivel de ridiculez del texto aumenta.  
  1. Conlleva, por último, el empobrecimiento de la capacidad expresiva de la lengua. 

“Ya todos el mundo conoce las famosas normas para evitar el lenguaje sexista, redactadas por gente que, sin duda, sabe mucho de sexismo; pero muy poco de lenguaje”. 

(Miguel García Posada)

 

Conclusión 

Yo también considero que quienes redactaron las famosas propuestas para evitar el sexismo en la lengua, podrán “saber mucho de sexismo, pero muy poco de lenguaje”. De haber enfocado el problema con una visión científico – lingüística y no desde una óptica ideológico – clasista, sus propulsores bien pudieron entender que al utilizar los dobletes genéricos, propios de la denominada lengua con perspectiva de género (no sexista):

  • Se confunde el género biológico (hembra/varón) con el género gramatical (masculino/ femenino). O, lo que es lo mismo, se identifica el género gramatical con sexo, olvidando tal vez, que existen seres asexuados (las cosas) a los que sí se les puede atribuir un género; pero jamás encasillarlos en un sexo determinado. ¿A qué conduce eso? “A una confusión semántica y a una sintaxis enemiga de la ley del menor esfuerzo como principio innegociable de la comunicación lingüística” –responde el profesor Diógenes Céspedes.
  1. b) Se viola el principio de economía lingüística o ley del menor esfuerzo. Para comprobar esto, sólo hay que descubrir las palabras que sobran cada vez que se utilizan monótonos dobletes genéricos en frases del tipo: los y las amigos y amigas, todos y todas, maestros y maestras, etc.; o en párrafos como: “Los empleados y las empleadas gallegos y gallegas están descontentos y descontentas por haber sido instados e instadas, e incluso obligados y obligadas, a declararse católicos y católicas”.
  1. c) Se incurre en violación o desconocimiento de las reglas de la concordancia del español. Una de estas establece que dos sustantivos de diferentes géneros demandan en masculino plural el adjetivo que los califica: “Niños y niñas traviesos…”Pero el ultrafeminismo rechaza por machista este precepto y le opone sus engorrosas e indigeribles duplicaciones: “Niños y niñas traviesos y traviesas”.
  1. d) Se olvida que la función fundamental de la lengua es la comunicación. La construcción sintáctica que pretende el feminismo, por farragosa, resulta confusa, oscura y poco comunicativa.
  1. e) Se olvida que la lengua española no es en sí misma tan sexista como parece, sino el uso que de ella hace el hablante. En tal virtud vale destacar que el escritor, profesor e investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España, Álvaro Meseguer, publicó en 1977 el libro “Lenguaje y discriminación sexual”, donde establecía que la lengua española era profundamente sexista; pero diecinueve años después se retracta cuando en su nueva obra, “¿Es sexista la lengua española?”, (Paidós, 1996, Barcelona, pág.17), admite que había confundido género y sexo, que la lengua española es inocente y que el sexismo lingüístico radica en el hablante o en el oyente, pero no en la lengua.
  1. f) Se ignora, como muy juiciosamente afirma el destacado filólogo sevillano, Miguel García Posada, que el genérico masculino no es suprimible: pertenece al código básico del idioma, no al uso individual. Que en español, el masculino es el TÉRMINO NO MARCADO, y por eso niño puede servir para ambos géneros, contrario a niña que sólo significa niña, toda vez que el femenino es el TÉRMINO MARCADO.
  1. g) Se Incurre en vacilaciones frecuentes. Esta vacilación se manifiesta de dos maneras:
  1. Se distinguen o expresan los dos géneros en el sustantivo, pero no en el adjetivo que lo califica: “No votaré por candidatos y candidatas corruptos…”(¿Por qué no corruptos y corruptas?)
  1. Tanto en la expresión oral como escrita, una misma palabra aparece usada con distinción de género en un momento, y en otro no. Así, es común leer textos antisexistas en uno de cuyos párrafos se lee: “Es papel de los/las maestros/maestras es leer y fomentar el amor por la lectura…”Sin embargo, en el párrafo siguiente, el mismo autor escribe: “Sabemos que los maestros siempre han sido los grandes olvidados…”(¿Por qué esta vez se obvió la distinción genérica, al expresar solamente maestros y no los/las maestros y maestras?

¿Por qué se producen estos casos de vacilación?

Sencillamente, porque el hablante que así procede no tiene internalizada en su cerebro esa estructura sintáctica, esto es, los desdoblamientos; porque actúa movido por la moda, por la imitación, sin conciencia lingüística, por presión, vale decir, para evitar la etiqueta de machista, o, quizás, para no entrar en contradicción con el movimiento feminista, evitando así las incisivas críticas de sus combativas representantes.

  1. h) El feminismo ha sabido penetrar e insertar sus normas en los documentos de muchas instituciones públicas de la República Dominicana; pero fundamentalmente, en aquellos que versan sobre el proceso de transformación curricular de la educación dominicana. De ahí que sea muy común escuchar a maestros, técnicos, empleados y funcionarios del Ministerio de Educación hablar de alumnos y alumnas, maestros y maestras, profesores y profesoras, etc., los cuales, al igual que otros carecen por completo de pertinencia desde el punto de vista lingüístico.

A esa profusión de dobletes, algunos autores los llaman «cursilerías», «insensatez, ñoñeces o locuras feministas», «plagas de género» “piruetas lingüísticas”, “circunloquios”, “tonterías”, “mojigatería”,” ridiculeces”, etc. Adicional a estas descriptivas denominaciones, yo los llamaría “extravagancias léxicas”. Y como habría de esperarse, los juicios que rechazan esas formas feministas de expresión, han sido catalogados por sus fervientes defensoras de “alaridos misóginos”, “posturas patriarcales”, “rugidos discrepantes”, etc.

  • Ya nos imaginamos cómo variarían los nombres y las siglas de nuestras instituciones en caso de que se cumpla ciegamente el mandato feminista:
  1. Cámara de Diputados y Diputadas de la República Dominicana. 
  1. Asociación Dominicana de Profesores y Profesoras (ADPP).  
  1. Colegio de Ingenieros e Ingenieras, Arquitectos y Arquitectas, Agrimensores y Agrimensoras.  
  1. Asociación de locutores y locutoras de Santiago (ALLS)  
  1. Colegio de abogados y abogadas de la República Dominicana.  
  1. Día de los enamorados y enamoradas.  
  1. Día de los /las fieles difuntos y difuntas 

 

  1. j) Oponerse a estas formas de expresión, de ningún modo implica desconocer o resistirse a la evolución de la lengua o adoptar una actitud en contra de la igualdad de derechos de la mujer, como afirman o contraargumentan sus radicales defensoras.

La lengua, como bien afirma Gili Gaya “no permanece inalterable”, esto es, cambia. Y cambia, nadie lo discute; porque solo así puede cumplir con su función y renovarse permanentemente. Cambia porque la comunidad que la habla también cambia y, en tal virtud, necesita satisfacer o dar respuestas a las necesidades comunicativas de los hablantes. Pero esa evolución, de la lengua conviene precisarlo, se origina de manera natural, nunca por presión externa, sino impulsada por la fuerza de su dinámica interna.

Significa eso, que la lengua se resiste a cualquier tipo de control externo, y es de ahí que el cambio lingüístico, el cual se caracteriza por ser armónico y sistémico, ni se propone ni se impone; pues de ocurrir así, los hablantes no lo asumirían o adoptarían una actitud de radical resistencia. Por eso a nadie ha de extrañar el rechazo casi unánime que ha recibido el intento del movimiento feminista de tratar de imponer sus formas expresivas en el mundo hispanohablante.

  1. k) Cónsono con la ideología y el discurso feminista, algunos de sus más convencidos y fieles defensores platean que el sexismo lingüístico promueve la exclusión de lo femenino en general y de la mujer en particular. Es el caso, por citar solo un ejemplo, del Dr. Bartolo García Molina, ensayista, destacado profesor universitario y promotor activo de dicha ideología, quien, al referirse al tema del sexismo lingüístico, sostiene que el sexismo discursivo y lingüístico refuerzan la desigualdad y la discriminación hacia la mujer(21).

Y a tono con ese planteo, el precitado autor establece un paralelo entre lengua no sexista y el trato a la mujer, al establecer que: “Hay que rescatar lo femenino de la marginación discursiva. Si no se valora la mujer en el discurso, – puntualiza – tampoco se valorará lo suficiente en la práctica. También lo inverso aplica; si no se valora la mujer en la realidad o la práctica, tampoco se valorará en el discurso” (22).

Necesariamente tengo que disentir o expresar mi desacuerdo con el punto de vista de quien fuera mi apreciado e ilustre maestro de Fonética y Fonología en la UASD, por cuanto a la luz de la realidad, tan reivindicativo y no menos dignificador juicio no se sostiene, toda vez que son muchos los hombres que, cuando hablan en público, abarrotan su léxico de formas feministas, asumiendo así un discurso que no sienten ni comparten, razón por la cual, en el ámbito familiar, ejercen contra sus parejas la más bestial de las violencias. Otros, como muchos dirigentes y candidatos políticos, muy especialmente en los procesos electorales, les encantan hablar “a lo feminista” o destacando los dos géneros en sus discursos, con el único y deliberado propósito de vender una falsa imagen de identidad con el mundo femenino y captar de esa manera la simpatía y el voto de la mujer.

  1. l) Los ideólogos del archifeminismo califican de “machista” a todo aquel que se oponga o no comulgue con sus postulados y prácticas antisexistas. Pensar así es poseer una visión desenfocada o al margen por completo de la verdadera esencia del problema.

Todos debemos apoyar la justa lucha de las mujeres en pos de sus derechos de igualdad y en contra de la irracional violencia masculina que mentes insensatas ejecutan en su perjuicio. Pero esa violencia se debe combatir primero el seno de la estructura social y no en la estructura interna de la lengua.

 

Notas y referencias 

 

  1. García, Pedro Norberto. (2000). El Constructivismo en la transformación curricular. Santo Domingo, Ediciones Nativo, CXA., p. 9.
  2. Crítico literario, ensayista, poeta, profesor, narrador, periodista, lingüista y Premio Nacional de Literatura 2007.
  3. http://elies.rediris.es/elies16/Garcia.html#2definicion.
  4. http://www.archena.es/files/Mat_11_evitarsexismolenguaje.pdf
  5. Real Academia Española y Asociación de Academias de la Lengua Española. Diccionario panhispánico de dudas. Colombia, Santillana 2005, p. 311.
  6. Ob. Cit., p. 311.
  7. Ob. Cit… p. 311.
  8. Real Academia Española y Asociación de Academias de la Lengua Española. Nueva gramática de la lengua española. México, Editorial Planeta, 2010, p.25.
  9. Ob. Cit. P.25.
  10. Diccionario panhispánico de dudas, p.312.
  11. http://elpais.com/diario/1995/03/20/cultura/795654016_850215.html
  12. Filólogo, crítico literario, ensayista, novelista, profesor universitario, Premio Nacional de Literatura 2008 y presidente de la Academia Dominicana de la Lengua.
  13. Rosario Candelier, Bruno. (2008). El ánfora del lenguaje. Santiago, Editora Teófilo, p.293.
  14. Ob. Cit., p.296.
  15. Ob. Cit., p.296.
  16. Orlando Alba cursó estudios una licenciatura en Educación: Mención Español (Universidad Católica Madre y Maestra – Santiago de los Caballeros), una maestría en Lingüística (Universidad de Puerto Rico, Recinto Río Piedras) y un doctorado en Filología Hispánica (Universidad Complutense de Madrid).
  17. Alba, Orlando (2009). La identidad lingüística de los dominicanos. Santo Domingo, Editora Búho, p. 150.
  18. Ob. Cit., p.153.
  19. Ob. Cit., p.155.
  20. Ob. Cit., p. 155.
  21. García Molina, Bartolo. (2012). Redacción. Santo Domingo, Editorial Surco. Santo Domingo.
  22. García Molina, Bartolo. (2006). Lengua, pensamiento y educación. Santo Domingo, Surco.

 

El autor es profesor de lengua y literatura y académico de la lengua. 

<dcaba5@hotmail.com>

¡Y dale con el mangú!

Por

Xiomarita Pérez 

 

“Májame el mangú”, así reza un merengue interpretado por el extinto El Gran Comprés, bajista y cantante líder de la orquesta “La Gente del País”, que puso a bailar a principios de la década de los 80 a los universitarios que frecuentaban El Almendrón, en la Zona Universitaria.

 

Plato matutino 

Parece que fue en esa década e inicio de los 90 que ese plato matutino fue realzado en todos los niveles, pues también recuerdo que existía un establecimiento con paragüitas de canas y mecedoras con el nombre de El Mangú, ubicado a unos metros de la avenida Jiménez Moya con José Contreras.

 

Viejos tiempos 

Fue en esa década (1988) que el mangú se reivindicó, según un escrito del creador del Festival Gastronómico Dominicano, Simón Romero, plasmado en su columna Tiempo Gourmet en Listín Diario, cuyo contenido se refiere a la entrada de este plato típico a los hoteles de Puerto Plata y luego a Santo Domingo, ofertado en el desayuno en los hoteles Concord, Lina y Sheraton. Luego siguió al Hotel Delta, Esquina de Tejas, etcétera.

 

Desayuno de Balaguer 

En 1993 la periodista Sara Savarín escribe en el periódico Última Hora que el presidente Joaquín Balaguer, luego de ser intervenido en el Jackson Memorial Hospital de Miami, se levantó al día siguiente iniciando el día con un desayuno de café con leche, mangú y tortilla de huevos.

 

Vocablo local 

Escrito esto, considero que no se debe insistir para que se incluya en el Diccionario de la RAE “mangú”, porque es un vocablo local que, aunque dicho plato se consume en los Estados Unidos, Europa y otros países, es la diáspora dominicana que lo tiene vigente. Ya está incluido en el Diccionario de Americanismos, además, primero se debió tomar en cuenta y consultar al Dr. Bruno Rosario Candelier, máximo representante en nuestro país de la Academia Dominicana de la Lengua.

 

(https://listindiario.com/la-vida/2021/02/18)

18 de febrero de 2021

Poemas de Clara Janés

EL POETA MEDITA SOBRE LOS

ACONTECIMIENTOS SUCEDIDOS HASTA AHORA

 

No es espejismo la belleza

que sostiene el amor en el desierto.

Si en el vacío la despliegan los ojos,

dentro del alma anida

como ameno paraje de verdor que se extiende

invadiendo mullido el cuerpo entero

y desata la fuente purísima

donde bebe la ausencia

tornando en acto la posibilidad absoluta.

 

GAZEL DE LAYLA AL LLEGAR DONDE MACHNÚN ESTÁ

Mi loco amor me huye,

corre hacia ti

como una tempestad de arena.

Como la lluvia del monzón

llena, mi loco amor,

de ríos el desierto.

Mi loco amor se adentra

en las tierras estériles,

hace crecer en ellas la flor

que dura un solo instante.

Acógelo, Machnún, es el instante

en que estamos suspensos para siempre.

 

LAS PALABRAS DE MACHNÚN

Apártate, amada, no distraigas

la imagen de ti que cobijo

contra todo huracán

para que crezca en mi centro

y con él forme uno.

Cegados sean los ojos de la carne

y fecunde la lluvia,

del alma, las cristalinas aguas.

 

POEMA DEL KASHF O DESVELAMIENTO

 

Si en ti moro vano es mi cuerpo ya.

Pase a tus labios la rosa viva

que en los míos crece

y a ellos incorpore su fuego

y que se confundan

mis cenizas con la nada.

 

LAYLA, AL PRESENTIR SU FIN, VE ANTE SUS

OJOS LA PRIMERA MIRADA DE MACHNÚN

Me miró

y se pobló de estrellas mi corazón,

y sobre el fuego de la sangre

se elevó el firmamento.

En el punto más alto de la noche

la luna sostenía el nadir

de los destellos.

Redondo era el orbe del amor

y el sol, oculto,

desvelaba su eterna incandescencia.

 

EN SUS ÚLTIMOS MOMENTOS RECONOCE LAYLA

QUE EL AMOR ES MIHRAB DEL MÁS ALLÁ

Tu paraíso-corazón,

granada inmóvil, ópalo encendido,

a la puerta de los destellos me conduce.

Un halo de armonía

se desdobla en el umbral.

Desde su levedad,

el oro y los siete esplendores

en remolino me acometen.

Prende el fuego interior

replegando las sombras.

Y penetro como un ave en la blancura.

 

REFLEXIÓN DEL POETA

 

Una escala se extiende

-hacia lo inalcanzable,-

que define la luz,

mas con letras candentes

graba en el corazón la sombra

el Ser no visto.

 

ANTES DE EXPIRAR SOBRE LA TUMBA DE SU AMADA,

DICE MACHNÚN ESTE ÚLTIMO POEMA

 

Tierra en la tierra es Layla

y en la nada acrece su hermosura.

Ser nada con la nada es mi designio.

La senda de la muerte nos une en teofanía.

 

Clara Janés, Diván del ópalo de fuego, Murcia,

Editora Regional de Murcia, 2005, pp. 103-110.