Temas culturales

Por Miguel Collado

 

RUBÉN DARÍO Y LA POESÍA ROMÁNTICA

Rubén Darío, en la penúltima estrofa de su célebre poema «La canción de los pinos» (1907), como agudo intérprete de la esencia humana ―y como si esperara respuesta de aquellos pinos a los que él llama «hermanos en tierra y ambiente»― dice así:

 

Románticos somos… ¿Quién que Es, no es romántico?

Aquel que no sienta ni amor ni dolor,

aquel que no sepa de beso y de cántico,

que se ahorque de un pino: será lo mejor

 

¿Es romántica toda poesía amatoria que tenga el amor como referente central? ¡No necesariamente! Lo que hace romántico un poema que trate sobre el amor no es el tema, sino el modo de abordarlo.

El amor como eje temático ha estado presente ―como inevitable y travieso duende― en la poesía producida dentro de las más variadas tendencias vanguardistas de la literatura universal posteriores al llamado movimiento del Romanticismo ―en boga en Europa entre los siglos XVII y XIX―, pero su tratamiento, el modo en que los creadores lo han abordado a través de la historia, ha recibido el influjo de las circunstancias propias de cada época, especialmente de los cambios en la valoración y visiones estéticas sobre el arte en sentido general y sobre la literatura específicamente.

¿Quién, en su juventud o en su madurez, no se habrá deleitado con las «Rimas» de Gustavo Adolfo Bécquer?:

 

Amor eterno

 

Podrá nublarse el sol eternamente;

podrá secarse en un instante el mar;

podrá romperse el eje de la Tierra

como un débil cristal.

¡Todo sucederá! Podrá la muerte

cubrirme con su fúnebre crespón;

pero jamás en mí podrá apagarse

la llama de tu amor.

 

¿O con el poema «Gratia plena», de Amado Nervo?:

Todo en ella encantaba, todo en ella atraía:
su mirada, su gesto, su sonrisa, su andar…
El ingenio de Francia de su boca fluía.
Era
 llena de gracia, como el Avemaría;
¡quien la vio no la pudo ya jamás olvidar!

Ingenua como el agua, diáfana como el día,
rubia y nevada como margarita sin par,
al influjo de su alma celeste amanecía…
Era llena de gracia, como el Avemaría;
¡quien la vio no la pudo ya jamás olvidar!

(Fragmento)

¿O acaso no es Pablo Neruda más recordado por los versos románticos de 20 poemas y una canción desesperada que por su portentosa obra Canto general?:

 

Poema XX

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.

Escribir, por ejemplo: “La noche está estrellada,

y tiritan, azules, los astros, a lo lejos.”

El viento de la noche gira en el cielo y canta.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.

Yo la quise, y a veces ella también me quiso.

En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.

La besé tantas veces bajo el cielo infinito.

Ella me quiso, a veces yo también la quería.

Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.

Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.

(Fragmento)

 

¿Y qué me dicen del poema «¿En el atrio», de nuestro Fabio Fiallo, esa emblemática pieza del romanticismo en la literatura dominicana?:

Deslumbradora de hermosura y gracia,
en el atrio del templo apareció,
y todos a su paso se inclinaron,
menos yo.

Como enjambre de alegres mariposas,
volaron los elogios en redor:
un homenaje le rindieron todos,
menos yo.

Y tranquilo después, indiferente,
a su morada cada cual volvió,
e indiferentes viven y tranquilos
¡ay! todos, menos yo.

 

Pienso que hay mucho de hipocresía en aquellos escritores que hasta se burlan de sus pares que, en un derroche de humanidad, le rinden culto al amor cuando en sus poemas desbordan su sentir más profundo.

Por todo lo anterior, me quito el sombrero ante uno de los grandes de la poesía universal, Rubén Darío, cuando dice (y lo repito):

«Románticos somos… ¿Quién que Es, no es romántico?».

Ortoescritura

Por Rafael Peralta Romero

YA NADIE PODRÁ CONTRA EL MASCULINO DE SARTÉN

4/09/2021

Una presentadora de televisión promueve una marca de sartenes y son apreciables el entusiasmo y la naturalidad con los que proclama: “Estos maravillosos sartenes…”. Emplea dos referentes masculinos (estos y maravillosos) para el sustantivo /sartén/. Está muy convencida de que ese vocablo es voz masculina, por eso asegura que “son hechos en Italia”.  La terminación de “hechos” es clara terminación masculina.

Después vendrá “Sofríalo en /un/ sartén”, “¿Que tal funciona /el/ sartén de hierro colado?”, “Recetas fáciles para preparar /al/ sartén”. Pueden ver: artículo masculino “un”, artículo masculino “el” y el vocablo “al”, que es la contracción de la preposición a + artículo el.

Así decimos, pues se considera tener “el sartén por el mango”, lo cual permitió en un tiempo darse una bailadita en el bar “El Sartén” y a falta de horno, tostar el pan “en un sartén” o seguir este consejo: “Cocina en tu sartén eléctrico”.

Sartén es, de acuerdo con lo que hemos visto, un “recipiente de cocina, generalmente de metal, de forma circular, poco hondo y con mango largo, que sirve sobre todo para freír”. Así define la palabra el Diccionario de la lengua española. El principal código de nuestro idioma lo señala como voz femenina: la sartén, una sartén.

En algunos lugares de América, e incluso de España, se usa como masculino. República Dominicana se cuenta entre los países en los que predomina el uso masculino de este vocablo. No obstante, el Diccionario panhispánico de dudas, también publicación oficial, apunta respecto de este vocablo que “en el habla culta general de España es femenino”. Esa misma obra agrega que en América se alternan los dos géneros con predominio del masculino. El ejemplo que pone ha sido tomado de la novela “Solo cenizas hallarás”, del dominicano Pedro Vergés: “Fregó el sartén y los platos”.

El Diccionario del español dominicano, editado por la Academia Dominicana de la Lengua, 2013, ha incorporado el vocablo /sartén/ con el mismo significado que le atribuye el Diccionario académico, pero de inicio coloca la marca “m”, que quiere decir masculino.

Ilustra su definición con un ejemplo capturado en el libro “Memorias del teniente Veneno”, del poeta Abelardo Vicioso: “Se pudrían y se llenaban de moscas antes de que los echaran al sartén para comerlos”.

Los académicos recomiendan la forma femenina: la sartén por el mango; Fríelo en una sartén. Pero, definitivamente, los hablantes dominicanos, escritores incluidos, prefieren la forma masculina. Usted tiene derecho a escoger. Aunque advierto: ya aquí nadie podrá contra el masculino de sartén

Lo contrario

Contrario a lo que ocurre con sartén (de femenino a masculino) hacemos los dominicanos con el sustantivo /pus/, generalizado como masculino (el pus) y que entre nosotros nadie duda en emplearlo como femenino (la pus).

Aquí les transcribo la definición del Diccionario académico: “1. m. Líquido espeso de color amarillento o verdoso, segregado por un tejido inflamado, y compuesto por suero, leucocitos, células muertas y otras sustancias. En algunos lugares de Am., u. t. c. f“.

La letra “m” al principio de la definición indica que es masculino. Observe esta acotación: “En algunos lugares de Am., u. t. c. f“,  deja dicho que en esos lugares “úsase también como femenino”. Hasta hace poco tiempo el Diccionario solo apuntaba que en Chile era femenino, ya incluye “algunos lugares”. Entre esos está República Dominicana, pues el uso femenino de la palabra pus es una marca del habla criolla, incluidos los hablantes cultos, entre ellos los profesionales de la salud. La lengua no escapa a la costumbre.

 

11/09/2021

Apalabrar y acceder

Para hablar en buen español

El escritor Miguel Solano, gran amigo y cofrade para viajar a los encuentros del movimiento interiorista, y la también amiga Francia Polanco, antigua compañera de trabajo en la Universidad Autónoma de Santo Domingo, se han dirigido a esta columna para sugerir temas. Solano propone que nos refiramos al verbo “apalabriar”, mientras la voz uasdiana nos señala que nunca hemos escrito con relación a “lista/listado, acceder/accesar”.

Comienzo por responder al colega Solano que la forma “apalabriar”, que él ha escuchado a un amigo, es una deformación del verbo /apalabrar/, el cual es definido por el Diccionario de la lengua española del siguiente modo: “Dicho de dos o más personas: Concertar de palabra algo”.

Es del grupo de verbos formados, por necesidad, agregando la vocal /a/ al inicio de un sustantivo, tales como: apalancar (Levantar, mover algo con ayuda de una palanca), acanalar (Dar a algo forma de canal), acampar (Detenerse y permanecer en despoblado, en el campo), apalear (Dar golpes con palo u otra cosa semejante), acariciar (Hacer caricias a alguien), acaramelar (Bañar de azúcar en punto de caramelo), acartonarse (Hacer que algo o alguien tome la forma del cartón).

En el habla criolla está admitida, por fuerza de uso, la forma /apalabrear/, que el Diccionario del español dominicano la define del siguiente modo: Concertar algo de palabra. “No se preocupe compadre.

Esa compra ya la hemos apalabreado”. La tendencia al menor esfuerzo que se aplica en otros verbos terminados en -eara los que se suele cambiar por -iar, ha originado el uso vicioso de “apalabriar”.

Entre los verbos formados a partir de agregar /a/ delante de un sustantivo quiero mencionar al siempre recordado /asillarse/, el cual me remite a mi origen semirrural.

No ha sido incorporado por el Diccionario académico, pero sí por el de la Academia Dominicana de la Lengua. Significa sentarse una persona. Ha sido común, en el uso hogareño, invitar a un visitante a sentarse con la expresión: Asíllese.

Diferente es cuando se trata de colocar la silla a una caballería: ensillar. “Le dije al muchacho que ensillara el caballo, pero qué va”.

Acceder, sí

El verbo /acceder/, procedente del latín, y por tanto de pura estirpe castellana, ha soportado las conspiraciones del indeseado anglicismo “accesar”, el cual ha buscado la forma de inscribirse en la lista de palabras de nuestro idioma.

De acuerdo al Diccionario académico, este vocablo tiene cuatro acepciones, que son: D1. intr. Consentir en lo que alguien solicita o quiere.2. intr. Ceder en el propio parecer, conviniendo con un dictamen o una idea de otro, o asociándose a un acuerdo.3. intr. Entrar en un lugar o pasar a él.4. intr. Tener acceso a algo, especialmente a una situación, condición o grado superiores, o llegar a alcanzarlos. Acceder a la presidencia, a la educación.

Lista y listado

La palabra /lista/designa, entre otras cosas una “Enumeración, generalmente en forma de columna, de personas, cosas, cantidades, etc., que se hace con determinado propósito. Tendremos lista de estudiantes, lista de bodas, lista de empleados, lista de libros o la lista de compra.

A unos usuarios del idioma les dio con llamar /listado/, lo cual ha preocupado a nuestra amiga Francia Polanco, quien ahora pregunta si es que ya ha sido reconocido ese vocablo.

Desde siempre, /listado/ ha sido el participio del verbo listar (hacer lista), pero también es un adjetivo que aplicado a una persona significa: Alistada, sentada o escrita en lista. 2. adj. Que tiene listas. Una tela listada.

Hay una tercera acepción en la que el término /listado/ adquiere la categoría de sustantivo, equivalente a lista o enumeración. Es preferible lista.

 

18/9/2021

SANCOCHITO DE TEMAS LEXICOGRÁFICOS

Me temo que no sea un menú gourmet el que ofrece la columna de hoy, pero no olvidemos que un sancochito suele caer bien. Dos asuntos componen esta entrega. Con el primero respondemos al lector que ha sugerido referirnos a las palabras que terminan en /pendio/. Las palabras para examinar son estipendio, vilipendio, dispendio, expendio y compendio.

Estipendio.  Este vocablo procede del latín “stipendium”. Significa: 1. m. Paga o remuneración que se da a alguien por algún servicio. 2. m. Tasa pecuniaria, fijada por la autoridad eclesiástica, que dan los fieles al sacerdote para que aplique la misa por una determinada intención. Tenemos el verbo estipendiar que se refiere a dar estipendio.

Vilipendio. Deriva del verbo vilipendiar. Significa desprecio, falta de estima, denigración de alguien o algo. Su origen está en el verbo latino “vilipendere”.

Dispendio. Procede del latín  dispendium. El Diccionario de la lengua española le atribuye dos acepciones: 1. m. Gasto, por lo general excesivo e innecesario. 2. m. Uso o empleo excesivo de hacienda, tiempo o cualquier caudal.

Expendio. Este sustantivo deriva del verbo castellano expender. Seis acepciones le guarda el Diccionario académico. Cito estas: 1. m. Arg., Cuba, Méx., Par.,Perú, Ur. y Ven.

En comercio, venta al por menor. 2. m. El Salv.  Establecimiento autorizado para la venta de licor  nacional. 3. m. Méx. estanquillo (? tienda pequeña).

Expender procede del verbo  expendere, que en latín significa ‘pesar’, ‘pagar’. Se define así: 1. tr. Gastar, hacer expensas. 2. tr. Vender efectos depropiedad ajena por encargo de su dueño. 3. tr.  Despachar billetes de ferrocarril, de espectáculos,  etc. 4. tr. Vender al menudeo.

Compendio. Viene de compendium. En nuestra lengua, con este sustantivo se nombra una breve exposición, oral o escrita, de lo más sustancial de una materia. Del latín nos llegó también el verbo /compendiar/, cuyo origen está en compendiare.

 Segundo tema

La diferencia entre los verbos posar, aposar y apozarse constituye el fundamento de esta segunda parte. Más de uno ha vacilado al momento de emplear uno de estos vocablos, pues a pesar de las similitudes gráficas y fonéticas guardan muchas diferencias semánticas.

Empezamos por/posar/ 1. Procede del latín “pausare”, equivalente a ‘cesar’, ‘detener’, ‘reposar’,  pausar.

Reproduzco algunas de las ocho acepciones con las que aparece en el Diccionario académico: 1. tr. Soltar la carga que se trae a cuestas, para   descansar o tomar aliento. 2. tr. Poner suavemente. 3. intr. Alojarse u hospedarse en una posada o casa  particular.  4. intr. Descansar, asentarse o reposar. 5. intr. Dicho de un ave u otro animal que vuela, o de un avión o un aparato astronáutico: Situarse en un lugar o sobre una cosa después de haber volado.

Ejemplo: La paloma se posó en la ventana.

Este verbo tiene un homónimo, es decir, se escriben y suenan de la misma forma: posar 2. Con el numerito (superíndice), el Diccionario le da a /posar/ dos entradas, pues no se trata de una palabra con varios significados, sino de dos palabras. Este /posar2/ viene del francés  “poser”. Es la palabra que corresponde emplear cuando nos referimos a la  acción de permanecer en determinada postura para retratarse o  servir de modelo a un pintor.

El verbo /aposar/ es sinónimo de  posar 1. Ejemplo: Se aposó en la mecedora y se durmió. Pozo es una perforación en la tierra para buscar una vena de  agua y además el lugar en donde los ríos tienen mayor profundidad. Cuando el agua se acumula en algún sitio, decimos que se apoza, del verbo apozarse. En algunos países se dice también /empozarse/, cuando  el agua   queda detenida formando pozas o charcos

 

RAZONES POR LAS QUE “GANDÍO” ES PURO DOMINICANISMO

25/09/2021

El adjetivo /gandío/, que se aplica mayormente a la persona que demuestra interés exagerado por cosas materiales, es un dominicanismo por partida doble.

Los lingüistas han señalado que una palabra adquiere esa condición por la vía lexicográfica o por la vía semántica. El dominicanismo léxico es un vocablo que no figura en el repertorio del español general, pero que tiene uso en el habla criolla y la mayoría conoce su significado. Por ejemplo: brigandina (forma de hacer las cosas) y zafacón (cesto de basura).

Cuando a un vocablo propio de la lengua general se le otorga un valor semántico diferente, estamos en presencia de un dominicanismo semántico. Ejemplo: china (naranja), cuero (prostituta).

Entiendo que /gandío/ es un término criollo por su morfología. Se ha originado a partir del adjetivo gandido, el cual es definido en el Diccionario de la lengua española de la siguiente manera: 1. adj. Zam. Cansado, fatigado. 2. adj. Col., Cuba y R. Dom. Comilón, hambrón. 3. adj. desus. Hambriento, necesitado.

Gandido es el participio de gandir que significa “Masticar el alimento y tragarlo”. Este verbo está en desuso. Nada tiene que ver la acción de “masticar alimento y tragarlo” con el significado que se le otorga en el habla dominicana a la voz /gandío/.

El Diccionario del español dominicano no registra el vocablo /gandío/, sino gandido al cual atribuye como primera acepción: “Referido a persona o a vehículo, que se desplaza muy deprisa”. En segunda acepción, indica lo siguiente: “Referido a persona, comilona, glotona”. En la tercera acepción es cuando aparece la relación semántica con avaricioso, que lo quiere todo.

A esto último se refieren los dominicanos cuando dicen de una persona que es /gandía/ y no gandida. La referida publicación, obra de la Academia Dominicana de la Lengua, apoya la definición de gandido en una frase tomada de la novela La Sangre, de Tulio M. Cestero: Y si la madre o la consorte le reprochaban “qué gandi(d)o eres”, replica risueño “lo mismo era papá y no murió del estómago”. Procede anotar que el novelista escribió /gandío/, pero los académicos agregaron, entre paréntesis la letra -d.

Pienso que en la segunda edición del DED esta definición debe ser revisada.

La forma gandido no encuentra uso en el habla dominicana. Si bien el vocablo /gandío/ es una corruptela por omisión de la -d, muy extendida en el habla popular dominicana (tupío/ tupido, candao/candado, partío/partido), ha adquirido por su uso entre los dominicanos, la característica de un vocablo único, no una palabra originada por la deformación de otra.

Ni siquiera los hablantes cultos asocian a /gandío/ con el participio de gandir, verbo desusado y no conocido en nuestro ámbito. “El que quiera más es un gandío”, suele decirse. O también: “Lo quiere todo para él, es un gandío”. El femenino está bien determinado: Gandía. “No he visto mujer más gandía que esa”.

Gandío (tres sílabas) lleva una tilde diacrítica determinada por los propios hablantes, pues nadie, en nuestro país, la pronunciará con diptongo: gandio (dos sílabas).

El Diccionario fraseológico del español dominicano, de Bruno Rosario Candelier, con aval de la Academia Dominicana de la Lengua, le da entrada al vocablo /gandío/, así escrito, aunque la frase que cita no es la más empleada por los hablantes dominicanos: “quien no lo sepa es un gandío”. Se aparta del más difundido valor semántico de esta palabra: codicioso, ambicioso, egoísta. Por hoy basta, quien pida más es un gandío.

Temas idiomáticos

Por María José Rincón

 

31/08/2021

UNA SORPRESA SUPERLATIVA

La semana pasada nos animamos a expresar la intensidad de las cualidades de nuestro entorno, de las personas y de las cosas que tenemos alrededor. Si lo característico de alguien o de algo se manifiesta en un grado muy alto y así queremos indicarlo, los adjetivos superlativos nos ayudan a hacerlo. Hemos repasado cómo se construyen, pero nos tienen reservada alguna que otra sorpresa.

Directamente del latín hemos heredado algunos superlativos sincréticos que podemos alternar con las formas habituales: óptimo (muy bueno, buenísimo), pésimo (muy malo, malísimo), máximo (muy grande, grandísimo), mínimo (muy pequeño, pequeñísimo), supremo (muy alto o muy superior, altísimo) e ínfimo (muy bajo o muy inferior, bajísimo). No duden en familiarizarse con ellos; solo tienen que probar a usarlos apropiadamente y verán cómo se lo agradecen sus textos: un resultado óptimoun pésimo planteamientouna dedicación mínima, un esfuerzo supremo; y, mi preferido, un porcentaje ínfimo.

Disponemos además de otros superlativos que se construyen no sobre la base del adjetivo en español, sino sobre la base del adjetivo en latín; son superlativos irregulares de uso culto que siempre es interesante conocer. Algunos aprovechan el sufijo -ísimo, que ya conocemos: fidelísimo (muy fiel), sapientísimo (muy sabio), antiquísimo (muy antiguo). Otros se forman con el precioso sufijo -érrimoacérrimo (muy acre), celebérrimo (muy célebre), libérrimo (muy libre) y misérrimo (muy mísero).

Hay también un grupo selecto que puede presumir de disfrutar de dos formas de superlativo igualmente válidas, una formada a partir del adjetivo en español y otra formada a partir de su forma latina: crudelísimo y cruelísimoasperísimo y aspérrimonegrísimo y nigérrimopulcrísimo y pulquérrimopobrísimo y paupérrimo.

Están ahí para conocerlos; no solo para entenderlos en los textos ajenos, sino también para usarlos en los propios cuando la ocasión lo merezca.

Joaquín Balaguer evoca una trágica historia en su novela histórica «Los carpinteros»

ENIGMA: 1899

   Las farolas de gas del Parque Central de Moca fueron encendidas desde las primeras horas de la tarde. Los domingos y los jueves, según una costumbre que se conservó hasta años recientes, eran días de retreta. La pequeña plaza cuadrangular, con paseos interiores cubiertos de matas de rosas y de árboles frondosos, cobró después extraordinaria animación. Un gran número de personas acudió a oír el concierto público ofrecido por la banda del ayuntamiento. Los mayores tomaron asiento en los bancos alineados en los paseos laterales. Los jóvenes de ambos sexos, en cambio, circulaban alrededor de la glorieta donde la pequeña banda interpretaba trozos de música clásica alternados con ritmos populares. Los novios caminaban en animada conversación, algunos con las manos entrelazadas. Los que no habían llegado aún a esa etapa del noviazgo circulaban a su vez en dirección opuesta, iniciándose entre ellos al encontrarse un diálogo de miradas expresivas.

Grupos constituidos por colegialas y adolescentes, llenaban la plaza con sus risas y otras manifestaciones de alegría bulliciosa. En el centro de uno de esos grupos se destacaba la imponente belleza de Emilia Michel. De tez blanca, de color castaño la cabellera ondulosa, de finas líneas el óvalo perfecto del rostro incomparable. Pícara, traviesa, envolvía a todos al pasar en la malla de su coquetería. Se sabía bella y le agradaba, como a todas las beldades, sentir a muchos admiradores a sus pies cautivos de sus ojos, pendientes de sus gracias y rendidos a sus encantos. En una de sus vueltas alrededor de la glorieta, alguien se detuvo un instante ante ella y lanzó a sus pies un requiebro. Era un galán apuesto, fornido como un efebo circense, hermoso como un apolo de piel morena. En los labios de ella traveseó una sonrisa y en sus ojos brilló un resplandor fugaz, parecido al del relámpago en el cielo de la noche. Nadie atribuyó importancia a esa travesura inocente. Pero de pronto, del seno de la semi oscuridad reinante bajo las arboledas del parque, surgió alguien que se plantó ante Emilia Michel. Hosco, inconocible, amenazante. Se oyeron varios disparos y la joven, bañada en sangre, se desplomó en brazos de sus amigas.

Todavía muerta, su rostro sonreído parecía decir:

-¿Por qué, amado mío? ¿Por qué hieres a quien tanto te ama?

Varios hombres, salidos del público que asistió horrorizado a la escena, se abalanzaron sobre el agresor. Este, pálido, las facciones desencajadas, se entregó sin resistencia. La sorpresa de todos subió hasta el estupor cuando el asesino fue identificado: Jacobito de Lara, el mismo sujeto que algún tiempo antes disparó en la propia casa de su padre contra el presidente Heureaux la misma arma que sirvió para batir al déspota, fue usada para rasgar el pecho de Emilia Michel.

Toda la población de Moca, consternada por el crimen, se desveló esa noche entre los interrogantes: ¿es un criminal o es un héroe? ¿Qué fuerza misteriosa depositó en su cerebro el grano de locura que lo llevó a incorporarse en el último momento a los conspiradores del 26 de julio? ¿Qué lo impulsó a herir a Emilia Michel? ¿Los celos, la vanidad, la sed de sangre, la cólera, el despecho?

(Joaquín Balaguer, Los Carpinteros, Santo Domingo, Editora Corripio, 1985, pp. 255-6).

 

La crítica retórica de Joaquín Balaguer

Por Bruno Rosario Candelier

 

  1. El llamado de las letras

Poeta, historiador, biógrafo, ensayista y crítico literario, Joaquín Balaguer es uno de los más fecundos escritores de la República Dominicana y uno de los más consagrados intelectuales del país. Autor de medio centenar de obras socio-históricas, políticas y literarias, líder político y Presidente de la República en varias ocasiones, antiguo profesor con un ejercicio magisterial en sus diferentes niveles escolares, es el doctor Balaguer, egresado de la Universidad de Santo Domingo y de la Soborna de París, un estudioso e intérprete de la realidad socio-política y cultural dominicana, como lo evidencian los libros publicados por este eminente representante de la intelectualidad nacional.

Con una larga ejecutoria ensayística y literaria, teórico y analista de nuestros grandes prosadores y poetas, historiador de las letras nacionales y creador de poesía y ficción, Joaquín Balaguer inaugura para la crítica literaria dominicana la llamada tendencia retórica cuyas bases se nutren de la retórica clásica, a la que llega nuestro estudioso tras una larga y paciente investigación de las normas tradicionales del buen decir.

Este brillante crítico, historiado y filólogo nace en Villa Bisonó, antigua Navarrete, el 1° de septiembre de 1907, y vivió hasta el 14 de julio de 2002, cuando falleció en Santo Domingo. Desde muy joven sintió el llamado de las letras, acudiendo en primer lugar a la apelación de las musas que deja sentir en sus primeros versos publicados en 1922 con los títulos de Salmos paganos, Claro de luna y Tebaida lírica, consagrándose posteriormente a la lectura de los clásicos grecolatinos y españoles, y al estudio formal de la retórica clásica, cuyas huellas destila en sus páginas desbordadas por el aliento romántico-modernista de la creación.

Con apenas 20 años, participa en 1927 en el concurso literario de los Juegos Florales de La Vega, donde ganó su primer galardón intelectual con un estudio sobre la obra literaria de Federico García Godoy, cuyo magisterio continuaría hasta culminar con obras históricas, ensayísticas, poética y narrativas que le acreditarían el Premio Nacional de Literatura por su valioso aporte a las letras dominicanas.

Joaquín Balaguer ha ejercido un liderazgo literario desde diversas tribunas: primero en la docencia, con la que combinó su vocación de creador y analista literario; segundo, a través del periodismo, habiendo dirigido el diario La Información, de Santiago, y publicado numerosos artículos y ensayos de diversa índole; y tercero, mediante la publicación de sus libros de crítica y teoría, obras que revelarían sus sobresalientes dotes intelectuales aplicadas al estudio y la interpretación de nuestros valores humanísticos.

La oratoria que distinguió el verbo iluminado de Joaquín Balaguer, que cultivo en sus actividades políticas, se deja sentir en sus ensayos y críticas y en cada uno de sus escritos socio-históricos. Producto del entusiasmo con que exalta las virtudes intelectuales, estéticas o morales de los escritores que merecieron su atención, Balaguer puede dar la impresión de que escribe arrastrado por la emoción, desbocado como un corcel sin bridas; sin embargo, sus parlamentos reflejan un extraordinario dominio de los matices expresivos de la lengua y un criterio depurado del uso apropiado de vocablos y giros idiomáticos que destacan la belleza estilística de sus páginas memorables. Y es que Balaguer buscaba siempre engalanar la expresión para lograr la belleza literaria expresada en palabras y sintagmas, en oraciones y párrafos rigurosamente apegados a los dictados de la doctrina clásica y a los cánones estéticos avalados por un linaje literario de alto abolengo y reputada aceptación. Para ello contaba nuestro autor con una sensibilidad crítica aguda, penetrante, imaginativa, y es generoso en la exaltación de las figuras nacionales y en la ponderación de sus cualidades literarias.

Con una prosa cincelada con el timbre de la más alta elocuencia para despertar las más calladas de las emociones, Balaguer orquestaba sus palabras como si se tratara de notas musicales en procura de la eufonía verbal mediante la imagen sonora y elocuente, el lenguaje depurado y culto, y el estilo fluido y elevado. La huella de Marco Tulio Cicerón, Dante Alighieri y Francisco de Quevedo, con el trasfondo de la cultura clásica de Occidente, se armonizan en Balaguer bajo la iluminación de Gustavo Adolfo Bécquer y Rubén Darío con el influjo del aliento intimista y emotivo, a sus vivencias y pasiones, con su entusiasmo enaltecedor, desde los senderos más insospechados y complicados hasta los más acendrados y sublimes de la vertiente estética, afectiva y espiritual que con tanto acierto llamaran los antiguos griegos la ‘dolencia divina’, frase que a menudo citaba el propio Balaguer en sus escritos críticos.

Partidario fervoroso de la métrica clásica –la que ha concitado la reflexión de Balaguer con importantes intuiciones estéticas propuestas por el teórico dominicano a las letras hispanas- nuestro crítico pondera el uso pertinente de los acentos expresivos, el empleo adecuado del ritmo melodioso, el manejo apropiado de la medida silábica en la cadena expresiva con su carga de pausas, entonaciones y dejos. Con gran despliegue investigativo, Balaguer supo enmendar la plana retórica a afamados teóricos de la versificación castellana, y sus recomendaciones respecto a la métrica tradicional han sido tomadas en cuenta por los principales tratadistas del género en ese aspecto normativo de la retórica clásica.

 

  1. El fundamento retórico de una teoría

Desde sus inicios en el estudio y el cultivo del verso, Joaquín Balaguer sentiría especial inclinación por las letras clásicas, y para entenderlas y valorarlas cabalmente, comprendió que debía dominar la naturaleza de su plataforma métrica y los caracteres del arte de la versificación. Para ello estudió los vericuetos más oscuros de la versificación castellana e indagó tratados y teorías en los que se advierte la presencia de la erudición española y extranjera. Para lograr una visión completa, coherente y definitiva sobre los diferentes enigmas de nuestra versificación, se dispuso Balaguer a escribir sus planteamientos teoréticos, y después de varios años de investigación y estudio, publicó Apuntes para una historia prosódica de la métrica castellana, editado por el Instituto “Miguel de Cervantes” de la Revista de Filología Hispánica de Madrid, en 1954.

Justamente en la biblioteca de ese Instituto filológico conocí la obra de Joaquín Balaguer mientras me hallaba en Madrid para realizar estudios sobre filología, disciplina en la que me doctoré en la Universidad Complutense de Madrid, y investigaba textos y teorías en la prestigiosa biblioteca del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, al que está adscrito el Instituto “Miguel de Cervantes” y que me facilitó la documentación para sostener la teoría de la multivocidad que desarrollé en Lo popular y lo culto en la poesía dominicana, sustentada como tesis doctoral en la Universidad Complutense de Madrid, en 1973, y publicada en Barcelona, con los auspicios de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, en 1977. Por ese mismo centro de investigación había pasado el más ilustre de los humanistas dominicanos, Pedro Henríquez Ureña, y como lo hiciera el autor de estas líneas en la década de los ’70, y Joaquín Balaguer en la década de los ’50, lo hizo Henríquez Ureña en la década de los ’20 del siglo XX cuando estudió bajo la dirección de los filólogos españoles, con Ramón Menéndez Pidal a la cabeza, y publicó, en la misma capital ibérica, y en 1920, otra teoría métrica con el título de La versificación irregular en la poesía castellana (Madrid, Revista de Filología Española, 1920). De manera que tres filólogos dominicanos, Pedro Henríquez Ureña, Joaquín Balaguer y Bruno Rosario Candelier, estudiamos en Madrid, escribimos sobre el arte de la creación poética y publicamos en España nuestras respectivas obras.

En Apuntes para una historia prosódica de la métrica castellana (México, Fuentes Impresores, 1974), en la que Balaguer realiza un importante estudio sobre varios aspectos de la métrica castellana, hace un recuento de las aportaciones de los principales tratadistas sobre la materia. Arranca del aporte de Antonio de Nebrija al fijar las leyes del verso de arte mayor, al cual los preceptistas asimilan las formas rítmicas compuestas de dos hemistiquios –partes en que se dividen un verso largo- fácilmente separable e independiente entre sí. Subraya la injusta acusación hecha a Antonio de Nebrija de que intentó introducir en la versificación castellana los pies cuantitativos del latín y la poca claridad con que Juan del Encina reprodujo las ideas del Nebrija, según nuestro avezado teórico, afirmó que en nuestra lengua existieran sílabas largas y sílabas breves como aconteciera en la lengua de Virgilio y Horacio.

Anota Balaguer, en consecuencia, el carácter indígena del arte mayor, es decir, su raigambre netamente hispánica, a pesar de que en él se imiten determinadas formas de la métrica clásica, habida cuenta de la filiación románica de nuestra lengua: “El arte mayor es un metro indígena, hijo del genio poético de España, y aunque en él se imiten, como en el pie de romance, determinadas formas de la métrica clásica, sus diversas combinaciones reflejan, con impresionante fidelidad, las tendencias características de los primeros tiempos de la poesía castellana. De ahí que en este metro, a pesar de su artificiosidad, se descubran muchas de las particularidades que dominan, durante su época de formación, la poesía de nuestra lengua. La primera de esas tendencias generales de la poesía española, correspondiente al período preclásico, que halla eco en el metro de Juan de Mena, es la de la influencia ejercida por la música sobre el lenguaje versificado” (Joaquín Balaguer, Apuntes…, p. 85).

Para hacer una afirmación de esa naturaleza, Balaguer se documenta en la autoridad del Marqués de Santillana, el primero en señalar el carácter indígena del arte mayor, según asegura en “Proemio e carta” al Condestable don Pedro (Ibídem, p. 85), y señala la ligereza de interpretar las ideas de Nebrija sobre el verso de arte mayor expuesta en su Gramática castellana (1492). Mientras los teóricos asimilan el arte mayor a las formas rítmicas compuestas de dos hemistiquios fácilmente separables entre los dos miembros del verso, algunos estudiosos, como Andrés Bello, sobre el arte mayor forman un solo verso pero sometido a cesura con sinalefa libre, de manera que un hemistiquio en aguda o en esdrújula se compensa en el siguiente: “La doctrina de Bello sobre el arte mayor se encuentra enérgicamente desmentida, en su parte fundamental, y de las composiciones críticas en el mismo metro que figuran en el Cancionero de Baena. Lo que se depende del examen del poema del vate cordobés es el hecho de que el arte mayor, contrariamente a lo que afirma Bello, es un verso compuesto de dos hemistiquios independientes, y no un verso cuyas cláusulas se hallan separadas por una simple cesura (Apuntes, p. 50).

La tesis de Balaguer ha sido tomada en cuenta. Por ejemplo, el filósofo alemán Rudolf Baehr la cita y la comenta ampliamente, lo que refleja el alcance del aporte de nuestro distinguido compatriota: “Joaquín Balaguer –dice el tratadista germánico- ha emprendido un nuevo intento de ordenar sistemáticamente la patente arbitrariedad de Juan de Mena en el uso de la cesura intensa y de la norma” (Rudolf Baehr, Manual de verificación española, Madrid, Gredos, 1970, p. 188). Precisa el ilustre autor que su punto de partida es la división del arte mayor, señalada expresamente en las poéticas antiguas, que atribuyen a los hemistiquios un carácter casi independiente. Según Balaguer, hay una tendencia al equilibrio en el verso de arte mayor. El octosílabo y su pie quebrado en un verso como Los infantes de Aragón / qué se fizieron?, de Jorge Manrique, se corresponde con la sinalefa y otras licencias que se permitían los versificadores tradicionales en pro de la compensación silábica. Balaguer ilustra, con varios ejemplos, el hecho de que los hemistiquios pueden tener una extensión diferente y aportar, como reconoce Baehr, nuevas perspectivas para enfocar el problema de la relación entre las cesuras normal e intensa (Baehr, Ob. Cit., p. 189).

Las composiciones de versos en arte mayor, exaltadas en el siglo XV por el metro de Juan de Mena en El Laberinto de Fortuna, renacen con otras variantes de cadencias o cesuras en el siglo XVII: “El primer cambio introducido en el metro de Juan de Mena, durante esta segunda época, consistió en variar la acentuación de los dos hemistiquios; el acento rítmico, en vez de cargar invariablemente sobre la segunda, sobre la quinta y sobre la octava sílaba, como lo requería la preceptiva del siglo XV y como lo enseñó el autor del Laberinto, se mueve en lo sucesivo con cierta libertad dentro del verso. El famoso fabulista don Tomás de Iriarte (1750-1791), quien ante todo se empreñó en infundir variedad a sus composiciones, figura entre los primeros iniciadores de esta práctica: en la fábula que lleva por epígrafe “El retrato de golilla”, el acento rítmico carga unas veces sobre la primera sílaba del hemistiquio:

 

Y así que del rostro toda la semblanza

Hubo trasladado, golillas le ha puesto…

Otras veces sobre la segunda: De frase extranjera el más pegadizo…

Y otras sobre la tercera: No sin hartos celos un pintor de hogaño…” (Apuntes, p. 116).

 

El “ancho vacío” que vino a llenar la obra filológica de Joaquín Balaguer, según el testimonio del investigador español E. Diez-Echarri en su Historia general de la literatura española e hispanoamericana (Madrid, Aguilar, 1966, p. 1529) obedece a que, en sus indagaciones sobre estos aspectos prosódicos, Balaguer curcuteó todos los vericuetos del verso español en un examen riguroso, retrospectivo y cronológico de la versificación de los más notables autores castellanos, al estudiar el metro de Juan de Mena y otros importantes aspectos de la versificación castellana: Todos los tratadistas posteriores a Nebrija, como es sabido, parten siempre del supuesto de que el paradigma del verso de Juan de Mena es el dodecasílabo. No hay necesidad de citar nombres particulares, porque todos, desde Rengijo y Luis Alfonso de Carvallo hasta Milá y Morel Faito, coinciden en lo que respecta a este punto. Nadie da explicaciones, desde luego; pero la seguridad con que todos afirman la existencia del fenómeno ha convertido en un aserto casi inexpugnable la hipótesis inventada por los primeros que escribieron mucho tiempo después de haber desaparecido el arte mayor de la lira española, sobre el famoso verso…” (Apuntes, p. 125).

Con el correr de los años (siglos XVIII y XIX) se mantiene la acentuación del dodecasílabo (segunda, quinta y octava sílabas) pero, como advierte Joaquín Balaguer, “la pausa tiende a convertirse en cesura, y la sinalefa puede tener lugar entre los dos hemistiquios” (Apuntes, p. 123).

Para la visualización de los acentos se suelen emplear estos símbolos (ó o), es decir, la letra o, acentuado o sin acento, para indicar, respectivamente, la sílaba tónica y la sílaba átona. (Desde antiguo los pies del verso, basados en la terminología de la métrica clásica, reciben los nombres de yambo (o ó), troqueo (ó o), dáctilo (ó o o), anfíbraco (o ó o). El signo del acento agudo ó denota la sílaba portadora de una vocal tónica (o ictus) propia de un tipo determinado de verso (Ver Baehr, Ob. cit., p 27). Muchos versificadores modernos desconocen estos fundamentos de la versificación tradicional y ese desconocimiento explica, a menudo, no sólo el desprecio por la antigua retórica sino la falta de destreza para componer al modo antiguo, y hasta la rudeza o aspereza en la no fluyente sonoridad de los versos modernos. La limpieza expresiva que se aprecia en poetas como Franklin Mieses Burgos o Mariano Lebrón Saviñón en parte se debe al conocimiento que esos poetas tenían de las leyes de la versificación tradicional o clásica.

Pues bien, los tratadistas posteriores a Nebrija parten del supuesto de que el paradigma del verso de Juan de Mena es el dodecasílabo, pero Balaguer señala varios ejemplos que relevan otras medidas silábicas. En su exhaustiva investigación, Balaguer descarta las propuestas hechas por Hermosilla, Sinibaldo de Más o José Eusebio Caro o la cláusula de duración apuntada por Andrés Bello en su Arte métrica. El pie que constituye el elemento esencial del verso de Juan de Mena, que ilustró con singular maestría el uso de arte mayor, como el de todos los metros castellanos, es el mismo que definió Nebrija con clarividencia asombrosa. Y cita sus palabras: “Más de los números e medida de la prosa diremos en otro lugar: ahora digamos de los pies de los versos: no como los toman nuestros poetas que llaman pies a los que habían de llamar versos; más por aquello que los mide; los cuales son unos asientos o caídas que hace el verso en ciertos lugares”. A lo que acota Balaguer: “Dos consecuencias, ambas capitales, resultan de las definiciones dadas por el humanista español de la versificación castellana: a) el pie de la versificación romance no es el mismo de la poesía latina, puesto que no se funda en la distribución de las sílabas en largas y breves, ni equivale tampoco a la cláusula rítmica de Bello, puesto que el dramático nebricense no habla de “partecillas de una duración fija”, sino que por el contrario, admite categóricamente que la anacrusis de una sílaba al comienzo del verso no rompe el compás o la estructura rítmica de éste; y b) el pie, y no la igualdad silábica, constituye el elemento esencial del verso castellano” (Apuntes, p. 163).

En su valoración prosódica Balaguer toma en cuenta la teoría de Nebrija, así como las de Gonzalo Correas, Bello, Hanssen, Fatio, Foulché Delbosc y otros renombrados tratadistas de la materia sin olvidar a Navarro Tomás y a Pedro Henríquez Ureña, e ilustra sus apreciaciones sobre el verso con textos de variados autores, desde Juan de Mena, Calderón de la Barca, Lope de Vega y Miguel de Cervantes, hasta Rubén Darío y algunos versificadores decimonónicos de nuestro país.

El libro de Balaguer revela erudición, precisión analítica, ilustración pertinente y claridad expositiva, cualidades que adornan al autor de Apuntes para una historia prosódica de la métrica castellana. El esfuerzo investigativo que consagró Joaquín Balaguer al escribir su más importante contribución al esclarecimiento del verso español –contribución reconocida por los especialistas del mundo hispánico- reportó al autor de Apuntes la satisfacción del éxito en tan compleja empresa intelectual y artística.

Hay que destacar, además, la coherencia del Balaguer teórico y del Balaguer crítico, pues en todos sus escritos hace la aplicación pertinente. Como crítico literario, Balaguer encabeza una tendencia crítica, la que he llamado crítica retórica, y en sus trabajos críticos es consecuente con sus postulados teóricos al analizar e interpretar la labor creadora de nuestros poetas del pasado.

En efecto, al estudiar la obra de Salomé Ureña señala que a esa poetisa egregia debemos los versos mejor construidos de la poesía dominicana, por lo que la sitúa entre los grandes versificadores de lengua española: “La obra poética de Salomé Ureña se distingue, en cuanto a la forma y al mecanismo de la versificación, por su pulcritud y su limpieza. Sus versos se hallan por lo general admirablemente construidos. Todas sus poesías, aún las que compuso en los comienzos de su carrera literaria, se encuentran libres de extravagancias retóricas, de falsas rimas y de amplificaciones ociosas, de prosaísmos chocantes y de violencias de estilo, de vicios de construcción y de locuciones ásperas y poco naturales” (Joaquín Balaguer, Historia de la literatura dominicana, Santo Domingo, Librería Dominicana, 1965, 3ª ed., p. 127).

Obviamente, el tratado de métrica castellana de Joaquín Balaguer, aunque es aplicable a la literatura tradicional, como veremos en la tercera parte de este estudio, no lo es a la literatura de la modernidad, pues la poesía moderna, por ejemplo, se liberó de la rima y de toda normativa concebida para la creación de versos tradicionales destinada a encasillar la expresión poética, pero como toda la literatura de la clasicidad se mantendrá inalterable para siempre, razón por la cual el estudioso de los textos poéticos antiguos hallará en estos Apuntes… unas observaciones útiles, instructivas y orientadoras sobre la organización de los versos al modo tradicional y sobre las medidas silábicas con sus peculiares acentos y la forma como el significante pautaba su ritmo y su sentido, su musicalidad y su expresión.

Aún más, se sabe que un estudio de esta naturaleza, como lo han revelado valiosos poetas modernos con cabal dominio de la métrica clásica, como lo hiciera Franklin Mieses Burgos al sostener que el poeta actual debe conocer la preceptiva clásica porque ese conocimiento conlleva una soltura mayor para el ejercicio del verso en el empleo de los acentos y en la colocación de las palabras, aun cuando no se versifique según la pauta tradicional pues el empleo del versolibrismo y la polimetría en la versificación moderna no descarta ciertos efectos sonoros y eurítmicos, y en tal virtud ayudan a la distribución de pautas y acentos y medidas, como todo el bagaje cultural anejo a la inveterada versificación tradicional.

En la historia de la formalización métrica, la obra de Balaguer contiene quizás las últimas y definitivas precisiones y observaciones pertinentes sobre este aspecto preceptivo de la versificación castellana, y conviene subrayar el aporte de este escritor y académico dominicano al conocimiento de los aspectos métricos de la poesía de la clasicidad.

 

  1. Ilustración de un ejercicio crítico

Los susodichos fundamentos teóricos, que Balaguer estudiara con rigor formal y consagrada disciplina en sus Apuntes, le han servido para el ejercicio de su práctica crítica. En ese sentido podemos reiterar que hay una coherencia entre el Balaguer teórico y el Balaguer crítico, pues en todos sus escritos críticos hace la aplicación pertinente de su concepción estética. En sus estudios críticos es consecuente con sus postulados teóricos, y la erudición clásica que poseía, la aplicaba a la labor creadora de los poetas que merecieron su atención crítica.

Al comentar la poesía de Gastón Fernando Deligne lo presenta como un versificador altamente culto, conocedor a fondo de la técnica del endecasílabo clásico, al tiempo que enriquece la formalización poética mediante el empleo de expresiones antiguas ajustadas al más exigente código de arte: “Fue Gastón F. Deligne, por su versificación sabia y por su tendencia a emplear toda clase de primores de estilo, artista de la familia cordobesa de Juan de Mena y de Góngora: el autor de Galaripsos no sólo ensanchó el dominio de la poesía con poemas de poderosa originalidad, sino que supo también enriquecer el verso con nuevos recursos expresivos” (Historia de la literatura dominicana, p. 230).

La aplicación que hace Balaguer a la crítica literaria no sólo refleja erudición clásica, sino una serie de rasgos exegéticos apreciables en su praxis crítica, y que son los siguientes:

 

1) Aplicación de los principios de la tradición clásica. Algunos de esos principios fundamentales de la tradición clásica hallan en Balaguer, como en los grandes estudiosos de las letras, cabal atención, como la preocupación por la suerte o el destino, como el conocimiento del alma humana, como el interés por las tendencias humanísticas. El cultivo del espíritu es una opción preferencial en los herederos de la tradición clásica, y ese aspecto lo subraya Balaguer en muchos de los hombres y mujeres ilustrados a quienes consagra sus horas de estudio y reflexión, como lo hace al ponderar los méritos de Virginia Elena Ortega, y para exaltar sus cualidades, destaca los aspectos que nadie podría disputarle, por lo cual suele usar términos enfáticos excluyentes (como nunca, nadie, jamás, mejor): “Virginia Elena Ortega ha sido la escritora dominicana mejor dotada para actividad literaria. Salomé Ureña, la reina de nuestro parnaso, tiene rivales que le disputan la corona del verso. Pero Virginia Elena Ortega, cuya estrella se apagó en la hora de su esplendor meridiano, no tiene, en cambio, quien le discuta un lauro más modesto, pero no menos codiciable: el de la prosa narrativa. Jamás se ha visto, en la literatura nacional, inteligencia de mujer a quien con más dulzura le sonrieran las Gracias; ni imaginación risueña, ni pluma más abundante dotada del don de narrar, en páginas encantadoras, las pequeñeces del vivir cotidiano” (Joaquín Balaguer, Semblanzas literarias, Santo Domingo, Editorial de la Cruz Aybar, 1985, p. 129).

 

2) Erudición clásica aplicada a sus estudios críticos. Se trata de un conocimiento y una instrucción sobre la cultura de los clásicos del pasado y que nuestro autor vincula, de un modo enriquecedor, al análisis de los textos elegidos. Esa erudición de la cultura clásica tiene la particularidad, en los trabajos de Balaguer, de ser aplicada a la realidad literaria dominicana, en la casi totalidad de sus interpretaciones y ensayos.  En efecto, consagrado a la interpretación de las letras nacionales, Balaguer dedica la mayor parte de sus estudios y análisis a los autores dominicanos, de manera que su apreciable talento analítico y su indudable capacidad interpretativa, los ha vertido a favor del desarrollo de nuestra literatura y en beneficio de su difusión y proyección. Esa erudición clásica se aprecia en todos sus ensayos críticos, como en este pasaje que presentamos como ilustración: “El cuento mitológico “Los diamantes”, ágilmente escrito, oculta un profundo sentido moral bajo la apariencia de una fantasía risueña. Proserpina, símbolo en el maravilloso relato de la mujer enloquecida por el pérfido brillo de la piedra alucinante, adquiere, al ser evocada por la pluma de Virginia Elena Ortea, aspecto de criatura al propio tiempo, espléndida y siniestra, digna de un bacanal del Ticiano. La figura de Plutón, fuertemente tallada en una especie de medallón llameante, cobra aquí toda su feroz grandeza para moverse en medio de su palacio diabólico, labrado por la noche” (J. Balaguer, Semblanza literarias, p. 132).

 

3) Retórica clásica orillada en sus exégesis textuales. La retórica, en la acepción de reglas o principios exigidos por cada movimiento literario, tuvo su germinación, como es natural, en el Clasicismo antiguo, y cada movimiento genera su propia retórica, de manera que podemos hablar de la retórica clásica, la retórica romántica, la retórica modernista, etc. Para la retórica clásica, o neoclásica, el dominio de la gramática y las reglas de la escritura y la composición, son normas ineludibles. Al destacar el aliento femenino de Virginia Elena Ortea (resulta chocante la clasificación de “acento varonil” que Balaguer atribuye a Salomé Ureña) nuestro crítico echa de menos la ausencia de retórica en una escritora que lo fue “más por vocación que por estudio” (Ibidem, p. 137). Al enjuiciar a Salomé Ureña, dice: “No hay caídas visibles ni defectos mercados en su verificación de pulcritud inmaculada. Fue tan grande su dominio del arte de la composición, tan sagaz y constante su instinto de la armonía, tan notable y tan activo su sentimiento de la belleza plástica del verso, que llegó hasta desechar aquellas sinéresis, sin dudas correctas pero ásperas y a veces también algo forzadas, que en los poetas dominicanos y aún en los de toda América subsistieron durante largo tiempo cuando ya habían sido proscritas de la pronunciación castellana” (Joaquín Balaguer, Letras dominicanas, Santo Domingo, Editorial de la Cruz Aybar, 2a. ed., p. 291).

 

4) Coherencia conceptual entre ideología estética y praxis crítica

La coherencia que se aprecia en el Balaguer teórico y el Balaguer crítico se puede reconocer también entre la vida y la obra de Balaguer, que actúa como piensa, de manera que no hay contraste entre su pensamiento y su acción, entre su decir y su hacer, y esa es una virtud que hay que destacar en nuestro crítico. Cuando ejercita su capacidad crítica pone de manifiesto esa concordancia entre su criterio y su discurso, entre su formación academicista y su aplicación escritural, entre su concepción teórica y su cumplimentación literaria.

Balaguer pondera el pasaje de Guanuma, la novela de Federico García Godoy, en la que el destacado novelista vegano penetra en el ánimo abatido de Santana al comprobar el paso de la Anexión de la República a España. Externa nuestro crítico palabras de compasión hacia el caudillo seibano: “Pero tal vez lo más admirable y lo más novelesco que hay en “Guanuma”, por ser lo que más fielmente refleja las repercusiones del drama de la Anexión en la conciencia del hombre que llevó adelante esa empresa, son las páginas donde se describe a grandes rasgos la crisis en que el fracaso de su obra precipita al general Pedro Santana. Ese proceso de descomposición moral se halla sin duda vigorosamente sentido y bien analizado. García Godoy, tan severo a veces con el Marquez de las Carreras, baja al fondo del alma de aquel gran caudillo y descubre los pliegues más íntimos de su pensamiento para fotografiarlos con rigor implacable, pero con rigor que no excluye cierto sentimiento de simpatía verdaderamente humano. En ese espectáculo interno, en el desarrollo de esa crisis que pasa desde el saboreo del triunfo hasta el amargo convencimiento de la derrota, y que abarca desde lo que hubo en el héroe de más grande y magnífico hasta lo que cupo en su espíritu de más sucio y más villano, reside el verdadero interés dramático de “Guanuma”. Esas solas páginas serán suficientes para hacer a toda la novela digna de sobrevivir entre las mejores obras de su género de la literatura hispano-americana” (Balaguer, Letras dominicanas, p. 203).

 

5) Vinculación del contexto histórico y el contexto literario

Aunque la crítica literaria de Joaquín Balaguer se apoya, como base especulativa, en la retórica clásica, también enfoca, paralelamente, el contexto histórico que empalma al literario en sus exégesis literarias. El acento en la retórica clásica, con las exigencias del buen decir y el gusto exigente y equilibrado en la normativa técnica y compositiva, por lo cual inscribimos su obra en la tendencia de la crítica retórica –que dijimos que él inaugura para las letras nacionales- no es obstáculo para engarzar su visión del fenómeno literario a la realidad histórica, por lo cual Balaguer orilla también la crítica histórica que desarrollaran en nuestro país críticos de la talla de Max Henríquez Ureña, Emilio Rodríguez Demorizi y Carlos Federico Pérez. Balaguer emplea con indudable maestría el método comparativo que auspiciaran en el siglo XIX los filólogos alemanes, y al aplicarlo a las letras dominicanas, revelan sus juicios críticos una erudición enciclopédica y una admirable cultura humanística ecuménica, haciendo inferencias muy provechosas para el conocimiento de la literatura criolla. Al enjuiciar a Fabio Fiallo, escribe nuestro analista: “El ruiseñor de Fabio Fiallo, en efecto, no anidó como el de Bécquer en el corazón de la humanidad, ni se detuvo a cantar como el de Heine en un arbusto venenoso. El poeta dominicano es, en otros términos, un poeta de salón, capaz de ditirambos y de cortesanías, pero no un poeta nacido, como los dos altos líricos a quienes manifiestamente recuerda, para convertir el amor en la cifra de todos los sentimientos que se agitan en el reino de las almas; y por eso, aunque permaneció durante más de treinta años cultivando rosas de pasión en el jardín de Eros, no acertó nunca a verte una siquiera de esas lágrimas que brotan d ela pluma de los grandes poetas y en las que se refleja no sólo el corazón de quien las vierte sino también el de todo el universo”. (J. Balaguer, Letras dominicanas, p. 13).

La dedicación de Joaquín Balaguer a las letras, tan fecunda como la de Pedro Henríquez Ureña y tan consagrada como la de Federico García Godoy, le ha permitido ejercer el autor de Métrica castellana un intenso magisterio literario que ha desplegado en numerosos textos exegéticos y que han contribuido al desarrollo de las letras nacionales y, de un modo especial, al fortalecimiento de la tradición crítica en la República Dominicana.

La categoría de crítico literario de Joaquín Balaguer no desaparece en el brillante escritor de Navarrete cuando las circunstancias de su carrera política lo elevan a la jefatura del Estado, cuya labor ilustra el ejemplo de la coexistencia de dos actividades tan absorbentes y contrapuestas como son la literatura y la política. En la labor crítica de Joaquín Balaguer su interpretación destila, a pesar de la generosidad con que enjuicia a sus autores favoritos, gotas de aliento dominicanista a través de su innegable sentido crítico. Balaguer no es el analista literario que funda sus juicios en un instinto crítico, sino que hay en él un claro sentido de la crítica que es resultado a la vez de la intuición y de la formación, y ese sentido crítico que revelan sus páginas de interpretación literaria, a pesar de la pasión con que a menudo exalta las cualidades de los escritores analizados, no deja de señalar los defectos o carencias de los textos o los escritores. Hasta en la literatura se aprecia la concepción providencialista de la historia que tiene Joaquín Balaguer, pero ese rasgo de su ideología no le ha impedido estudiar y moldear la idiosincrasia del dominicano, al que ha subyugado con la grandilocuencia de su verbo y la gallardía de su expresión, que maneja con igual solvencia en la tribuna pública o en el ejercicio de la crítica histórica o literaria con una constancia que supera más de medio siglo de vida intelectual, política o literaria.

La contribución intelectual de Joaquín Balaguer comprende no solo el ámbito de la teoría y la crítica literaria, sino que alcanza también la historiografía, el ensayo y la oratoria. El aporte de Balaguer a la crítica literaria es realmente valioso y hay que acudir a sus opiniones críticas para conocer la dimensión de nuestros escritores decimonónicos y los del primer tercio del siglo XX. Sus obras de historia no se restringen a los autores de textos literarios, sino que toma en cuenta diferentes aspectos de los próceres escritores (Núñez de Cáceres, Espaillat, Meriño) o combina la historia y la ficción (Los carpinteros). Como cultor de la palabra hablada, Balaguer enaltece la oratoria dominicana y su nombre figura junto a los de Eugenio Deschamps, Félix María del Monte y Fernando Arturo de Meriño entre los grandes oradores dominicanos. Su contribución teórica se aprecia en Apuntes para una historia prosódica de la métrica castellana, obra que le consagra como un teórico de la versificación española. Ese aporte fue determinante para figurar entre los miembros de la Academia Dominicana de la Lengua.

Prevalido de la erudición de cultura clásica, auxiliado del instrumental teórico de la preceptiva literaria y manumitido del aliento de su poderoso vuelo expresivo, Balaguer ha abordado con la pasión que la caracteriza, con la efusión de su verbo encendido y la fuerza de su sentido crítico, textos de creación y ensayos, de análisis y valoración de las grandes figuras de las letras nacionales. Como prosista virtuoso del lenguaje florido y preciosista, como estilista esmerado de la expresión pulcra y elegante y como cultor apasionado de la tradición humanista, Balaguer ha desplegado un entusiasmo inusitado por la difusión de los valores clásicos y ha sido consecuente con la preceptiva de linaje clásico en sus análisis críticos y teóricos.

Las grandes realizaciones de Joaquín Balaguer revelan a un intelectual enaltecido por la Historia como una figura singular del siglo XX. Es mucho lo que hay que aprender de este consagrado hombre de letras; es mucho lo que el país le debe a este incansable cultor de la palabra, y es grande el reto de los que han de continuar la huella de este escritor eminente.

 

Bruno Rosario Candelier

La retórica clásica de Joaquín Balaguer

Moca, Ateneo de Moca, 5 de agosto de 1988.

 

Ser suizo, pelar(se), carrusel, funcionariato

Por Roberto E. Guzmán

SER SUIZO

“… porque no SOMOS SUIZOS ni lo seremos…”

La locución “ser suizo” parece que solo pertenece a los dominicanos. Se escribe “parece”, pues puede manifestarse que se han hecho las diligencias para documentarla en otras hablas y no se ha encontrado rastro de ella. Las obras dedicadas a ofrecer informaciones acerca de estas expresiones no traen noticias acerca de ella.

Las personas, los grupos, acostumbran a conceder o reconocer valores a algunas cosas. Un grupo o país puede constituirse en referente de una idea que una comunidad se hace acerca de ciertas cualidades. Algunos de estos atributos pueden ser negativos o positivos. Con respecto de los referentes los hay en los que el grupo se reconoce o con los que se identifica.

Una locución verbal parecida a la del título que los hablantes cultos de español dominicano usan es “hacerse el sueco”. Con esto se indica disimular, fingir no entender algo. Otra similar es cuando una persona “habla en chino”; esta reconoce que la persona que así habla lo hace en un lenguaje ininteligible. Los ingleses son tenidos por ser puntuales, de allí que a los cobradores se les designe con el nombre de “ingleses”. Los caribeños tienen la reputación de llegar tarde hasta a su entierro, por eso las tardanzas se toman a la ligera en la región del mar Caribe.

Con respecto de los suizos la cualidad que se rememora con la locución es la de ser civilizados, educados, cívicos, mesurados. Todas son características positivas que se les supone como sobresalientes a los ciudadanos de la Confederación Suiza. En esto es muy probable que haya influido una idealización del sistema de gobierno y de la postura de ese país con respecto a los conflictos bélicos, su política de neutralidad.

 

PELAR(SE)

“Partidos y gobiernos que son una jugada de lotería que SE PELA en todos los intentos…”

El verbo pelar ha criado una extensa prole. Esta prolija familia de derivados se ha fortalecido con las locuciones que el hablante ha creado para expresar con gracia sus sentimientos.

Los dominicanos en su habla han añadido nuevas acepciones al verbo. Aquí solo se mencionarán las que se entienden que son de uso más frecuente.

En la cita que figura en cabeza de este comentario el verbo pelarse se usa en sentido figurado del original que es, “no conseguir premio en un juego de azar”. Aquí hay que tomarlo para expresar “no conseguir lo que se desea”. La idea es muy próxima de otra de las acepciones dominicanas, “equivocarse, cometer un error”.

El autor de estas reflexiones acerca del habla de los dominicanos es de la opinión que el primer uso que introdujo el hablante dominicano fue en referencia con relación a un billete de la lotería que no sale premiado.

No se procederá aquí a estudiar o mencionar las otras locuciones formadas por el hablante de español dominicano con apoyo sobre el verbo pelarse, porque son muchas y eso se dejará para otra ocasión.

 

CARRUSEL

“En este CARRUSEL de la autodestrucción…”

“… conmigo no cuenten para un CARRUSEL de la revancha…”

Es muy probable que una gran cantidad de personas que leen la palabra del título piensen que se trata de una voz que procede del francés. Sí, es cierto, la voz ingresó en la lengua española desde el francés, pero la historia no termina ahí.

Todo comenzó con un juego moro que los españoles introdujeron en Nápoles, Italia, en el siglo XVI. En italiano pasó por varias ortografías, hasta llegar a carousello en el 1580. Al francés llegó en el año 1596 carrouselles, para terminar en carrousel en 1620.

El juego a que se aludió más arriba era entre jinetes haciendo evoluciones. Por metonimia en 1740 se designó en París la Place du Carrousel el sitio donde se practicaba el torneo ecuestre. Luego en 1870 pasó a llamarse así al tiovivo de caballitos de madera. Dictionnaire historique de la langue française (2012-I-604).

Del francés pasó al español que lo reconoció con la grafía actual que consta aquí. La palabra ha evolucionado en las diferentes lenguas. En español moderno se usa, como en la cita, para “sucesión de elementos en el espacio y en el tiempo”. Este carrusel puede tomarse con el valor de “fiesta, feria, desfile, exhibición pública”. Entró en el diccionario de la corporación madrileña de la lengua en la edición del año 1992.

Como sucede con frecuencia en las lenguas, con el uso generalizado de la palabra esta adquirió acepciones propias en algunas hablas. En este caso en México y Perú ha servido para mencionar diferentes tipos de fraudes.

El campo de acción del carrusel se ha ampliado, pues al soporte giratorio donde se colocan las diapositivas en un proyector se le conoce con el nombre de carrusel.

En la cita debe asumirse que la utilización de la palabra carrusel hay que tomarla en tanto “exhibición pública, espectáculo”, claro, sin los jinetes.

 

FUNCIONARIATO

“… y la última vez que el FUNCIONARIATO público tuvo alguna posición pública…”

Al examinar esta voz que no aparece en los diccionarios de español internacional se enfocará el estudio sobre la terminación y la posible significación que se atribuye a esta, porque está abierta a interpretación.

Las terminaciones -ato, -ata son de poca productividad aún en el español de América Central continental y de las Antillas. Eso así a pesar de que es precisamente en estas hablas en las que se utilizan con mayor frecuencia.

Tan pronto se entra en contacto con una voz que termina de la forma apuntada se produce en el lector o en el oyente una reacción de poca o ninguna simpatía. Esto se debe a que estos derivados tienen un significado peyorativo; piénsese en chivato, por ejemplo.

Los dominicanos han formado varias voces con este sufijo, con una connotación de disgusto político, “trujillato, balaguerato” y otros que no hace falta mencionar. “Las derivaciones en -ato, -ata denotan dignidad, oficio y a veces tiempo y lugar”. Innovaciones sufijales en el español centroamericano (1987:135).

Desde el momento que se lee funcionariato se piensa que aquello a lo que se alude o se hace referencia, se hace con menosprecio o desdén con respecto de la palabra del español general que más se asemeja a la que se añade la terminación señalada.

No cabe duda de que con la voz del título se remite la memoria a una palabra parecida que se desea denigrar; en este caso se trata de funcionariado que es la clase (¿?) de funcionarios; vale decir, empleados de la administración pública de cierta categoría, profesionales de los cargos públicos.

Con esta terminación se incorpora a la voz creada el significado de oficio, posición, sistema, pero con intención de desacreditar.

Nueva vez hay que celebrar que la inventiva popular encuentre formas de encaminar sus sentimientos por medio del habla que constituye la manera más idónea de expresarse.

 

Modalidades de desaciertos en comentaristas de grupos y otros

Por Tobías Rodríguez Molina

Se podría decir que muchos de los desaciertos presentes en lo que escriben los comentaristas de grupos se deben al hecho de escribir por las redes, al tener la creencia de que por las redes se escribe sin necesidad de revisar lo que uno escribe. También podría afirmarse que muchos de ellos escudan en el hecho de escribir en las redes las  deficiencias de las que adolecen. Pero sea descuido al no revisar y mejorar lo escrito o sean deficiencias propias, los comentaristas son responsables de lo que escriben. Veamos, pues, los casos que esta vez les presento.

  1. “Vuelvo a insistir después de ver el vídeo de Altagracia Salazar, en que no es necesario la reforma fiscal.”(Comentarista grupal). Hace falta una coma antes de “después” y donde escribió “necesario” debió escribir “necesaria” para mantener la concordancia con “reforma fiscal”.
  2. “…si aqui se le cae atras a grandes empresarios, la evasion se convertiria en mas recursos para el estado.”(Comentarista grupal). Deben ir acentuadas “aquí”, “atrás”, “evasión”, “convertiría”, “más”, y debe escribir “Estado” con mayúscula inicial.
  3. “…aquí la palabra optimizacion  del gasto publico no existe, sino se regula es el mismo estado que sufre.”(Comentarista grupal).Deben ir acentuadas “optimización”, “público”; debe escribirse “si no” así, separado, y “Estado” se iniciará con “E” mayúscula. Además, se omitió “el” delante de “que” en la parte final que debe ser: “…es el mismo Estado el que sufre.”
  4. “Si aqui se fomentara mas las PYMES aumentaría el empleo en el país.”(Comentarista grupal). Deben escribirse “aquí” y “más” acentuadas ambas palabras. Para guardar las normas de la concordancia debió escribir “Si aquí se fomentaran más las PYMES…”.
  5. “…esperamos que ése proyecto no sea aprobado por el Senado.” (Comentarista grupal). No debe escribirse “ese” con tilde.
  6. “Sr. Presidente Luis Abinader, los empleados de AAA dominicana, les pedimos que ponga fin a nuestra incertidumbre…” (Encabezado de una carta). Debe escribirse  “le pedimos”, ya que “le”concuerda con “Luis Abinader” y no con “los empleados”, que es  el sujeto, sino “Luis Abinader”, que es el referente o receptor de lo que se pide.
  7. “Qué revisen y les impongan 30 o 40 años… para los corruptos y que les quiten, ahh qué el problema de la corrupción administrativa se resuelve.”(Comentarista grupal). A ese “Que” inicial se le quita la tilde, al igual que al “que” escrito después de “ahh”. Además, el “ahh qué” debe ser “a que”. Por otro lado,  “para los corruptos” debe ser “a los corruptos”.
  8. “Ivan Duque ha adoptado una postura firme de perseguir la evasión a escuchado el clamor de un pueblo que realmente no aguanta mas impuesto muy loable su gesto.” (Comentarista grupal). Le falta la tilde a “Iván” y a “más”; “a escuchado” debe ser “ha escuchado”. Además, “más impuestos” es mejor que   “más impuesto”. La expresión “muy loable su gesto”  es una oración, por lo cual deberá escribirse “Muy loable su gesto”.
  9. “…centrales sindicales proponen que a los que mas producen y tienen…sean los que mas paguen impuestos.” (Comentarista grupal). Los dos “más” hay que tildarlos, y “a los que más producen” debe expresarse “los que más producen”.
  10. “…el modelo neoliberal no es malo, paises nordicos y canada, chile y uruguay aplican una mezcla del modelo neoliberal con elementos de la socialdemocracia…” (Comentarista grupal). Les falta la tilde a “países” y a  “nórdicos”, y los tres países “Canada, Chile y Uruguay” debió escribirlos con mayúscula inicial. La coma que aparece después de “malo” no etás bien empleada. Allí debe ponerse un punto o un punto y coma.
  11. “Lo que daña el modelo neoliberal en latinoamerica es la rampante corrupcion….” (Comentarista grupal).” Latinoamérica” y “corrupción” debe escribirlas con tilde y “Latinoamérica” con la primera letra en mayúscula.
  12. “La noticia de que Albert Pujols habría sido puesto en libertad por los Angeles Angels sorprendió a todo el mundo. No porque estuviera teniendo una magnífica temporada…si no por todo lo que representa el dominicano para el equipo y para el béisbol.” (ESPN, El caso de Albert Pujols). Dos evidentes desaciertos están presentes en ese fragmento: uno es el haber puesto punto y seguido después de “mundo” en vez de una coma para darle continuidad a la idea ya iniciada en la primera parte de esa oración; el segundo consiste en escribir separado lo que debe ser el “sino” adversativo.

Cuando escriba por las redes, revise bien el texto que envía para que no se le achaquen errores que usted no suele cometer. Así su prestigio no se le reducirá ante quien lee lo que  usted escribe.

Chubar, jurunela, jalda

Por Roberto E. Guzmán

CHUBAR

“. . . el PRD no se percató de que los “cívicos le CHUBARON a Bosch. . .”

En los diccionarios de español general o internacional no es posible encontrar el verbo del título. En el Diccionario de americanismos de la Asociación de Academias de la Lengua Española sí aparece este verbo, pero consta escrito con una uve /v/ para representar el sonido entre la letra U y la A. Al final, que se articule de un modo o de otro es una sutileza articulatoria que ya no se estimula.

No hay que extrañarse que algo como esto ocurra. Hay que pensar que una representación gráfica u otra se use es indiferente en este caso porque el sonido es el mismo. En el pasado se alentó la diferencia de pronunciación entre las dos consonantes, be /b/ y uve /v/.  Este no es el espacio para entrar en detalle acerca de esto. Además, este verbo, chubar, pertenece al habla y muy pocas veces se encontrará en forma escrita.

El verbo es una creación del hablante de español dominicano. No se conoce en ninguna otra variedad de español. Todo dominicano sabe que este verbo sirve especialmente para incitar a los perros a atacar. Expresa la idea de instigar a que animales o personas luchen o a para crear animadversión entre estos.

Quien produce estas observaciones acerca del habla opina que este verbo, chubar, es onomatopéyico. Deriva del sonido con que se incita a los perros al ataque, ¡chu, chu! O al sonido que se emite con los labios proyectados, expulsando el aire de manera forzada, con la mandíbula casi cerrada. Este sonido se usa también para incitar a las bestias a caminar, avanzar o acelerar el paso.

El verbo chubar figura en Criollismos, la obra de R. Brito de 1930, con un sinónimo que se ha adoptado desde esa fecha en forma de acepción, azuzar. Aparece en esa obra con la grafía chubar. En El español de Santo Domingo, P. Henríquez Ureña lo escribe con uve, chuvar. Desde esa fecha en adelante las personas que se han ocupado del verbo lo han escrito con be /b/. Solo el Diccionario de americanismos en época más reciente lo representa con uve /v/.

Hay que resaltar que D. Manuel Patín Maceo no introdujo este verbo en sus obras; en lugar de eso colocó la orden “¡chúbale! Voz para azuzar perros”.

La obra De nuestro lenguaje y costumbres (1967:49) inserta la voz chubai. Esa representación con la /i/ es fiel a la pronunciación de la zona del Cibao en esos años. A su lado pone “chubar” y escribe, “Azuzar los perros. Incitar a pelear a dos personas”.

Más arriba se escribió que chubar es una voz con rasgos fonético onomatopéyicos. Para sostener este aserto se repasaron los lexicones de voces antiguas de la lengua española; luego los del portugués y el francés. Por último, se recurrió al inglés. En esa lengua se encontró el verbo transitivo shoo que en esa lengua se usa para ahuyentar, mandar, echar. Se piensa que de allí proviene el chubar dominicano. Justo es reconocer que esa explicación constaba ya en Aiguna palabra dominicana (2015:75), “(Probablemente del inglés shoo” [espantar animales] durante la ocupación americana del 1916), o del español chus, voz que se usa para llamar el perro”.

La voz en estudio figura en el Diccionario del español dominicano (2013:182). “Incitar a pelear a alguien en contra de otra persona. Azuzar a un animal contra una persona u otro animal”. Vienen estas acepciones acompañadas de una cita de la literatura dominicana y un ejemplo de uso respectivamente.

 

JURUNELA

“Usted puede, haber nacido y haberse criado en la JURUNELA más recóndita. . . “

Jurunela es otra voz creada por el habla dominicana. La voz es invención del habla de los dominicanos; la acepción de la voz es una contribución de la inventiva dominicana.

Con respecto de esta voz hay algunas características que se piensa que hay que ratificar. En el desarrollo de esta sección se expondrá la voz completa y se destacará el rasgo saliente que ha faltado resaltar en los lexicones del habla dominicana. Se repasarán las acepciones en los lexicones del habla dominicana hasta llegar al rasgo que se considera que se ha soslayado.

La voz estudiada en esta sección no tiene larga historia en el español dominicano. Esta aseveración se hace porque no se encontró rastro de esta hasta la publicación de la obra De nuestro lenguaje y costumbres (1967:58) donde se presenta la acepción, “Lugar escabroso; escondido; también lugar de mala fama”. Cuando el autor de estos comentarios tuvo contacto con el uso de esta voz no la conoció por ser un lugar escabroso. Las dos restantes características sí fueron conocidas. Es posible que en el medio rural una jurunela representara un sitio de terreno accidentado, rasgo que puede hacer inhóspito ese paraje.

Carlos Esteban Deive incluyó en su Diccionario de dominicanismos (2002:118) la voz jurunera para “Huronera Chiribitil, covacha. También jurunela”. Se deduce de la redacción de esta acepción que indirectamente Deive propone que el origen de jurunela es huronera. Es posible, pues el hurón también se conoce con el nombre jurón.

No lejos de esta inferencia se encuentra lo escrito por Alberto Membreño, “Jurumela.- Corrupción de huronera. Pieza sucia, pequeña y obscura”. Vocabulario de los provincialismos de Honduras (1897:102).

Hubo que esperar hasta la aparición del Diccionario del español dominicano (2013:400) para que la voz jurunela fuese asentada con cuatro acepciones. “Local o vivienda de pequeño tamaño y en malas condiciones. Lugar donde se da de comer a los animales. Lugar inhóspito. Lugar de diversión considerado de mala reputación”. La última acepción añadida fue la predominante en las ciudades durante años, junto a la vivienda pequeña y en malas condiciones.

Con esta voz sucede algo parecido a lo que se observa con otras palabras. El hablante la abusa. La lleva por encima de la realidad de su significado cuando entiende que una persona no vive en una casa conforme con su condición social. Es una exageración propia del hablante que no debe tomarse al pie de la letra.

Algo que llama la atención con respecto de la voz jurunela es la formación. Esos dos sonidos de letra /u/ próximos unos de otros hacen pensar que pudo tener origen africano. Se han hecho las diligencias pertinentes para documentar esa posibilidad, pero con resultados infructuosos. En cambio, se han encontrado varios sitios con nombres de origen indígena en República Dominicana con este tipo de sonido, ahí está Jumunucú en las cercanías de La Vega. Jumunuco en Jarabacoa. En Cuba existen o existieron sitios con los nombres Jurumú y Jururú. Indigenismos (1977-II- 904).

No puede asegurarse que la voz provenga de una u otra de los posibles orígenes. No se encontró vestigio de un posible origen en el español antiguo. Queda como tarea pendiente.

 

JALDA

“. . . y es por eso que resulta JALDA empinada. . .”

En República Dominicana los citadinos no acostumbran a usar esta palabra. La primera explicación para esto es que eligen otras palabras que representan la misma idea en el ambiente urbano. Las calles serán en “cuesta,” o en “subida”, pero no serán jaldas. Para ese hablante de español dominicano las jaldas son propias de los ambientes rurales.

Esta palabra comenzó en español con la letra inicial hache /h/ que por razones desconocidas derivó en efe /f/ y terminó en falda. Esa falda se conoce como parte del vestuario femenino, aunque no siempre fue solo eso. Existe aún la falda de la montaña, la parte más baja de la ladera, una elevación del terreno o de una montaña.  Esa es la jalda que se menciona en los predios rurales.

En el habla de los dominicanos en los campos se ha oído el uso de jalda para “la parte inferior de un monte” que es la acepción que le reconoció D. Augusto Malaret en Puerto Rico. Esta acepción aparece identificada en el Diccionario de la lengua española. Malaret la trajo en su Diccionario de provincialismos de Puerto Rico (1917:90).

El Diccionario de americanismos de la Asociación de Academias de la Lengua española incluye además de Puerto Rico a República Dominicana y Costa Rica como países donde se usa jalda para “ladera de una montaña o monte”. En Puerto Rico se utiliza jalda también para “cuesta empinada”. En sentido metafórico “jalda arriba” se emplea también para “empresa difícil que se lleva a cabo a pesar de los obstáculos”.

Con respecto de la jota /j/ de jalda puede insinuarse que apareció como consecuencia del énfasis del habla rural sobre la letra hache /h/, fenómeno que se produjo también en otras palabras del español. Si los tratadistas se han visto en la obligación de reconocer la representación con la jota /j/ se debe en gran medida a la intervención de A. Malaret, “Nadie dice halda, sino jalda o falda”. Vocabulario de Puerto Rico (1955:195).

Esta explicación con respecto a la ortografía reconocida para jalda no hay que interpretarla en sentido estricto.

Algo que llama la atención, estas dos faldas, la de la indumentaria femenina y la de la montaña, están presentes en español, italiano y portugués. Etymological Dictionary of the Romance Languages. Friedrich Diez (1864:194).

Consideraciones acerca del gerundio

Por Domingo Caba Ramos

 

            «El gerundio se emplea muchas veces mal. Tan honda es la convicción de este hecho, que ha llegado a producir otro: el que muchos realicen denodados esfuerzos para eludir el gerundio al escribir, como quien se encontrase ante un paraje peligroso y prefiriera dar un rodeo con tal de no transitar por él. Pero el rodeo no es nunca buen procedimiento de escribir. Se puede navegar perfectamente entre escollos, conociendo cuáles son y dónde están»

González Ruiz

El gerundio es la forma verbal del infinitivo invariable. Junto con el infinitivo y el participio conforman las llamadas formas no personales del verbo, también conocidas con el nombre de verboides.  Se trata, el gerundio, de un verboide o derivado verbal que modifica al verbo como adverbio de modo. Desempeña el papel de adverbio y morfológicamente se reconoce porque termina en ando / iendo.

Tiene dos formas de expresión: una simple (Mi hermano está estudiando) y otra compuesta (Habiendo estudiado se fue a descansar)

En su forma simple, el gerundio indica que la acción no ha terminado, mira hacia el presente o comunica un carácter durativo a la frase.   Expresa, en otras palabras, una acción durativa e imperfecta (en desarrollo, no terminada) en coincidencia temporal con el verbo de la proposición principal. Una acción, en fin, que se ejecuta simultáneamente o inmediatamente anterior a la del verbo principal:

  1. Oyendo al profesor, tomaba apuntes en su libreta
  2. El muchacho entró corriendo.
  3. El señor salió dando golpes.
  4. Siguiendo sus instrucciones, se matriculó. 

En su forma compuesta, el gerundio expresa una acción perfecta (terminada) inmediatamente anterior a la del verbo principal: «Habiendo concluido, me llamó…»

El gerundio está aceptablemente empleado cuando la acción que expresa sucede antes o al mismo tiempo que la indicada por el verbo principal. Si por el contrario esa acción ocurre posterior a la acción expresada por dicho verbo, su empleo es inaceptable, como se aprecia en oraciones del tipo:

  1. a) «Redactó el acta, siendo aprobada por todos los miembros de la asamblea”»
  2. b) «Encontró una caja conteniendo dos libras de cocaína»
  3. c) «El preso escapó de la cárcel, siendo encontrado ocho días después»
  4. d) «El presidente asistió a la reunión, marchándose dos horas después»
  5. e) «Se intoxicó en la fiesta, muriendo una semana después»

 

En tales casos hubiera sido preferible escribir:

  1. «Redactó el acta y fue aprobada por todos los miembros de la asamblea»
  2. « Encontró una caja que contenía dos libras de cocaína»
  3. «El preso escapó de la cárcel y fue encontrado ocho días después»
  4. «El presidente asistió a la reunión y se marchó dos horas después»
  5. «Se intoxicó en la fiesta, y murió una semana después»

 

Tampoco se recomienda el uso del gerundio: 

  1. Para combinar los verbos ser y estar. Es lo que sucede en enunciados del tipo:«El informe está siendo redactado», en lugar de: «Se está redactando el informe…»
  2. Cuando la acción tiene carácter momentáneo o no durativo:«Le estamos incluyendo un cheque por la suma de…», en vez de: «Le incluimos un cheque por la suma de…»
  3. Cuando expresa cualidades o atributos personales permanentes: «La señora, siendo muy sabia, se mantuvo firme». Mejor:«La señora, que es muy sabia, se mantuvo firme»
  4. Cuando funciona como adjetivo calificativo: 
  1. «Ayer redacté el informe conteniendo los datos solicitados»
  2. «La directiva del club aprobó una moción modificando los estatutos»

 Preferible:

  1. «Ayer redacté el informe que contenía los datos solicitados»
  2. «La directiva del club aprobó una moción que modifica los estatutos» 

Su uso, en cambio, se recomienda o considera correcto:

  1. Cuando Expresa simultaneidad, esto es, cuando la acciones que expresa se producen al mismo tiempo o coexisten temporalmente con las del verbo principal:  a ) «Vi al policía maltratando al prisionero…», b) « En este momento observo a tu madre comprando en la farmacia», c) «Tu jefe entró gritando»
  1. Cuando expresa anterioridad. En este caso, la acción ocurre inmediatamente anterior a la del verbo principal : a) «Alzando la mano, la dejó caer sobre la mesa»,  b) « Corriendo se lastimó» 
  1. Cuando tiene como propósito explicar ( gerundio explicativo )  los motivos que impulsaron al sujeto a ejecutar la acción.« El niño, viendo que su madre no le hacía caso, se puso a gritar»
  1. Cuando expresa una acción con sentido durativo o matiz de continuidad.«Mi amigo está escribiendo…», «Yo sigo pensando…»
  2. Cuando indica una condición ( gerundio condicional ).- a) «Estudiando, saldrás bien los exámenes»  b) «Levantándote temprano, tendrás tiempo suficiente para terminar el trabajo»
  1. Cuando indica cómo se realiza la acción del verbo principal de la frase (gerundio modal). En tal caso, el gerundio constituye una oración subordinada de carácter adverbial : a ) « Mi hermano llegó cantando», b) «El niño salió corriendo»
  1. Cuando expresa causas ( gerundio causal ) «Habiendo terminado él su carrera, su padre lo envió a Europa…»

 

Ciertamente el empleo del gerundio entraña dificultades que se traducen en errores continuos, tanto en la comunicación oral como escrita ;  pero merced a esta realidad, de ningún modo, los usuarios de la lengua española debemos crear en torno a él una aura satánica que nos conduzca a proscribirlo de nuestra cotidiana práctica comunicativa. «No se trata, pues, de usar el gerundio a diestra y siniestra; pero tampoco de privarnos de los matice que nos permite imprimir en un texto por aquello de ‘ante la duda abstente’» – apunta al respecto la profesora e investigadora mexicana, Beatriz Escalante, en su libro “Curso de Redacción para escritores y periodistas” (2000, pág.119). 

El gerundio le imprime a la frase ricos y múltiples matices expresivos que no debemos soslayar ni desaprovechar. La clave no consiste en evadir su uso, eludirlo o declararle la guerra, sino en el cuidado que pongamos al emplearlo. Ese parece ser el sentir de Gonzalo Martín Vivaldi, (Curso de Redacción, 2000) al plantear que:

«… no usemos el gerundio cuando no estemos muy seguros de que su empleo es correcto. Siempre será posible recurrir a otra forma verbal.  Por ejemplo: en vez de: «Estando en la Base llegó la hora de partir”, podemos escribir: “Cuando estábamos en la Base, llegó la hora de partir” » (pág. 52).

¿Es lo mismo estar dormido que durmiendo?

«No es lo mismo estar dormido que estar durmiendo, porque no es lo mismo estar jodido que jodiendo»

El juicio aclarativo, emitido en un diálogo informal con una periodista, se le atribuye al afamado escritor, Premio Nobel de Literatura y académico español, Camilo José Cela (1916 – 2002). Y vale por cuanto son muchos los hispanohablantes que emplean verboides como los susodichos, “dormido” y “durmiendo”, para referirse a una misma realidad.  A tono con este planteamiento, no resulta extraño escuchar a una madre decir primero: «Mi hijo está dormido», mientras que minutos después se le escuchará informar: «Mi hijo está durmiendo».

Como podrá apreciarse, en cada caso la tierna madre ha querido afirmar exactamente lo mismo, pero empleando construcciones gramaticales diferentes. Y fueron construcciones semejantes a estas las que motivaron la observación del reputado novelista antes citado: “No es lo mismo estar dormido que durmiendo”.

Para entender el fenómeno, es necesario saber o no olvidar la función modificadora del participio y el gerundio. Este último, además de tener carácter adverbial, por cuanto su principal función consiste en modificar al verbo como adverbio de modo, tiene también carácter imperfectivo y durativo, esto es, entraña la idea de actividad, la acción nos la presenta inacabada o situada en tiempo presente. Merced a este rol gramatical, “estar durmiendo” significaría no haber terminado de dormir.

La acción de dormir está en proceso.

El participio, en cambio, funciona como adjetivo, apunta hacia el pasado y entraña la idea de pasividad, posee carácter perfectivo y la acción del verbo nos la presente como acabada o despojada de todo valor durativo. En virtud de esta idea, “estar dormido”, sería lo mismo que decir: ya se durmió, la acción de dormir terminó.

Diario Libre

13/8/2021

 

ERRORES Y CONFUSIONES EN EL USO DEL VERBO HABER

Es mucho lo que se ha escrito acerca de esta forma verbal, y, muy particularmente, sobre los errores que se cometen o de las confusiones en que se incurre al emplearla tanto en la lengua oral como escrita. Pero a pesar de todo, los errores continúan y las confusiones persisten.

Haber, vale recordar, es un verbo irregular procedente del latín ‘habere’, el cual originalmente se empleaba con el mismo significado de ‘tener’, sentido este, actualmente un tanto en desuso, por cuanto para ello se usa frecuentemente la forma ‘tener’ o ‘poseer’.

En la actualidad, el verbo haber se emplea más como auxiliar para formar, seguido del participio de un verbo, los llamados tiempos compuestos de este: he tenido – habían llegado – habrán venido – habías podido, etc.

 

En tal caso, como bien lo establecen las reglas generales de la concordancia del español, dicho verbo debe concertar en género y número con el sujeto correspondiente:

  1. a) “Los apagones habían desaparecido…”
  2. b) “El apagón había desaparecido…”

   Esto quiere decir, que en su función de auxiliar, el verbo haber puede usarse tanto en plural como en singular. Todo dependerá del número en que se encuentre expresado el sujeto que realice la acción por él indicada.

Pero aparte de auxiliar, haber también funciona con impersonal, vale decir, cuando se presenta en aquellas oraciones carentes de sujeto o en las que no es posible identificar la persona gramatical que ejecuta la acción verbal.

Se trata de un rol secundario en el que el susodicho verbo se utiliza para expresar, siempre en tercera persona del singular, la presencia del ser u objeto designado por el sustantivo que en la frase aparece normalmente después del verbo.

 a) “En la toma de posesión habrá muchos invitados…”

  1. b) “En Licey al Medio hubo tres personas heridas de balas…”
  2. c) “En el hospital había varios enfermos casi al borde de la muerte…”

Nótese como en las tres oraciones anteriores, por ser impersonales, no aparecen los sujetos o seres que realizan las acciones del verbo que nos ocupa, sino los objetos directos (muchos invitados – tres personas – varios enfermos) en los cuales recaen dichas acciones. Y como quienes deben concertar en número y persona son el verbo y el sujeto y no el verbo y el objeto, es irregular la práctica muy frecuente de pluralizar el verbo haber en su forma impersonal, expresando erróneamente: 

  1. a) “En la toma de posesión habrán muchos invitados…”
  2. b) “En Licey al Medio hubieron tres personas heridas de bala…”
  3. c) “En el hospital habían varios enfermos casi al borde de la muerte…”

¿A qué se deben tales yerros? 

Sencillamente, a que se ha confundido el sujeto (inexistente) con el objeto gramatical, asumido o interpretado erróneamente como sujeto. Y como en los ejemplos precitados, el objeto   aparece en plural (muchos invitados – tres personas – varios enfermos) el hablante, al percibirlo como sujeto, trata de forzar la concordancia en plural con el verbo que le antecede, originando así una falsa relación entre verbo y objeto. En virtud de esa confusión, no resulta extraño leer o escuchar oraciones irregularmente formuladas del tipo: 

  1. a) “En el Palacio Nacional habían veinte periodistas esperando al presidente…”
  2. b) “En la yola hubieron mujeres que lloraron como niños…”
  3. c) “En el fin de semana habrán muchas presentaciones artísticas…”

 En cada uno de los anteriores enunciados, el redactor debió emplear el verbo haber en tercera persona del singular, esto es, debió escribir: había, hubo y habrá respectivamente. 

Habemos o la trampa de la no inclusión 

La confusión objeto – sujeto también se pone de manifiesto cuando un objeto plural tiene carácter inclusivo, esto es, cuando de una u otra forma el hablante se siente por él aludid. Al no considerarse incluida o afectada por la acción verbal, la persona recurre a la personificación del verbo y a la modificación de la persona gramatical, y es entonces cuando surge la forma “habemos” en expresiones tales como:

  1. “Habemos muchos dominicanos preocupados por los actos de delincuencia…”
  2. “Aquí habemos cinco personas nativas de la ciudad de Moca…”

Se trata,” habemos”, de un arcaísmo carente por completo de pertinencia sintáctica y morfológica, por cuanto si conjugamos el verbo haber en todos los modos, personas y tiempos, descubriremos que la forma “habemos” no aparece. Particularmente en presente del modo indicativo (primera persona del plural) sí aparece “hemos”, pero nunca “habemos”. La Asociación de Academias de la Lengua Española, en su “Diccionario Panhispánico de dudas”, apunta al respecto lo siguiente:

“La primera persona del plural del presente de indicativo es hemos, y no la arcaica habemos, cuyo uso en la formación de los tiempos compuestos es hoy un vulgarismo propio del habla popular. También es propio del habla popular el uso de habemos con el sentido de ‘somos y estamos’ (2004, pág.330).

Y más adelante, en la misma página, el citado y muy consultado lexicón advierte lo siguiente:

 “No debe usarse la forma arcaica habemos para formar la primera persona del plural del presente perfecto o antepresente de indicativo, como a veces ocurre en el habla popular…”  

En su lugar se recomienda la forma impersonal “hay”. Merced a esta recomendación, y en relación con los dos ejemplos antes presentados, lo adecuado hubiera sido escribir: 

  1. “Hay muchos dominicanos preocupados por los actos de delincuencia…”
  2. “Aquí hay cinco personas nativas de la ciudad de Moca…”

 Es posible que al utilizar hay en lugar de habemos, el emisor del mensaje no se sienta incluido o se considere fuera de la acción expresada por el verbo, razón que lo impulsa a emplear la voz “habemos”. Para su satisfacción, remediar la situación o enfatizar el carácter inclusivo del ‘hay’ impersonal, entonces se recomienda acompañar esta forma verbal acompañada de otras (estamos – somos, etc.), expresada en primera persona del plural. Así, en lugar de: “Hay muchos dominicanos preocupados por los actos de delincuencia…” y “En nuestro país hay pocos políticos serios…”, bien podría decirse:

  1. “Hay muchos dominicanos que estamos preocupados por los actos delincuencia…”
  2. “Aquí hay cinco personas que somos nativas de la ciudad de Moca…”

Ello hay…

Igualmente procederemos erróneamente al usar el verbo haber cuando a la forma impersonal “hay “le anteponemos la voz neutra “ello”, tanto al afirmar como al preguntar:

 _“¿Ello hay gente ahí?

_“Sí, ello hay…” 

Semejante “fósil lingüístico”, muy característico del habla dominicana, nada aporta, nada amplía, nada aclara y nada añade al sentido de la expresado. Y su uso lo único que contribuye es a violar el Principio de Economía Lingüística. Se trata de una de las tantas “expresiones chatarra” que utilizamos los hablantes dominicanos.

En resumen, el verbo haber tiene dos usos generales: funciona como auxiliar e impersonal. En el primer caso puede utilizarse tanto en plural como en singular:

  1. Él había llegado
  2. Ellos habían llegado. 

Mientras que el segundo solo se empleará en tercera persona del singular:

  1. a) Había miles de personas…
  2. b) Habrá numerosas presentaciones artísticas…

En relación con la expresión: “habemos” y la construcción léxica “Ello hay”, conviene siempre recordar que en la actualidad una y otra se consideran verdaderos arcaísmos, razón por la cual sus usos, a todas luces, carecen de pertinencia lingüística.

 

Temas culturales

Por Miguel Collado

MUERTE DE EUGENIO MARÍA DE HOSTOS EN SANTO DOMINGO

 PHU: Volvió a Santo Domingo en 1900 a reanimar su obra. Lo conocí entonces: tenía un aire hondamente triste, definitivamente triste. Trabajaba sin descanso, según su costumbre. Sobrevinieron trastornos políticos, tomó el país aspecto caótico, y Hostos murió de enfermedad brevísima, al parecer ligera. Murió de asfixia moral.

En su obra Tras las huellas de Hostos  (1966)  Adolfo José de Hostos registra el momento exacto en que tiene lugar, en Santo Domingo, el deceso de Eugenio María de Hostos: «el 11 de Agosto de 1903, a las 111/4p.m., durante una perturbación atmosférica», como si acaso la naturaleza expresara su dolor por la muerte de quien tanto la amó. La naturaleza rugía, con rayos y truenos. Esa naturaleza expresaba su dolor por la partida del Gran Maestro.

Es desgarrador el testimonio dado sobre la muerte de Hostos por su hijo Adolfo. El es quien mejor describe los últimos instantes del padre ejemplar: Estaba yo solo, junto a su lecho de enfermo en la Estancia Las Marías, en momentos en que no se esperaba un desenlace fatal. De pronto me pareció que su cabeza se ponía enorme, los cabellos blancos caídos sobre las sienes semejaban una aureola de santo que iluminaba su rostro inmóvil. Un súbito brisote acompañado de un trueno lejano, batió las ventanas de su alcoba. Presentí el fin. Acerqué una mejilla a sus labios y me dio su último beso en tierno bosquejo. Apenas balbuceó: «¡Mi mujer, mis hijos¡»y cerró los ojos para siempre. Quedé por tan largo tiempo impresionado que, justamente el día del primer aniversario de su muerte; quedeme triste y conturbado como si hubiera cometido un pecado al oír en el vecindario el eco de una alegre cantinela. Nunca se ha apartado de mi mente la idea de que tenía necesariamente que haber auténtica grandeza en el alma de un hombre que se inmola a sí mismo por el bien de la Humanidad.

Con una pena muy honda reflejada en su mirada llorosa, Federico Henríquez y Carvajal describe la atmósfera que, al día siguiente, sirve de manto a la circunstancia funesta en que tienen lugar las honras fúnebres al Sembrador: La tarde era triste…mui triste! Llovía. La lluvia caía como lágrimas del cielo. El sol, envuelto en una clámide de nieblas, se hundía en el ocaso como si se extinguiese para siempre. La tarde era triste…mui triste! El silencio reinaba en el cementerio…Mudo, con el mutismo de la Esfinge, el cadáver de fisonomía socrática, yacía en el féretro. Mudo estaba el séquito bajo la pesadumbre del gran duelo. Muda la ciudad doliente. Muda la Naturaleza. Y es en esa tarde triste del 12 de agosto de 1903, golpeado en el hondón de su alma por la partida de su entrañable amigo, cuando Federico pronuncia aquel memorable discurso panegírico del que todavía truena la ya célebre frase: «Esta América infeliz que sólo sabe de sus grandes vivos cuando pasan a ser sus grandes muertos».  

Ahora bien, ¿de qué murió Hostos? Los médicos que lo asistieron durante los pocos días de su breve gravedad fueron connotados facultativos egresados de la Universidad de París: Francisco Henríquez y Carvajal, Arturo Grullón y Rodolfo Coiscou. Francisco fue uno de sus más leales colaboradores en su empresa transformadora del sistema educativo dominicano y en su artículo «Mi tributo», él recomienda que:  Es preciso conocer á Hostos; profundizarlo, para conocerlo; conocerlo, para encantarse en él; encantarse en él, para amarlo; amarlo, para darlo á conocer, para enseñarlo como es él en verdad; conocerlo profundamente, conocer en todo su alcance el gran poder de su mente razonadora y el noble sentimiento que lo animó, que le dio siempre una fisonomía de inacabable bondad, para, tal como es, mostrarlo al pueblo.

Grullón y Coiscou fueron sus discípulos. Conforme a la opinión profesional emitida por los tres, «el Sr. Hostos había muerto de una afección insignificante a la cual hubiera vencido fácilmente cualquier otro organismo menos debilitado y, sobre todo, menos postrado por el profundo abatimiento moral que minaba hacía algún tiempo la existencia del insigne educador».

Ese «profundo abatimiento moral»  no tan sólo socavaba su salud física, sino también su salud espiritual, su ser más profundo, sus ganas de vivir, su deseo de seguir. Y ese «mortal abatimiento» lo atribuían sus amigos más íntimos «a la desesperanza de la redención de su patria nativa, Puerto Rico [y al] rumbo proceloso y torpe por el cual impulsó la angustiosa vida de su patria adoptiva, la República Dominicana, la irreflexiva y funesta división de los elementos que dirigían el Estado a partir de la caída del Gobierno de Heureaux».

En los años iniciales del siglo XX las frecuentes revueltas armadas en las diferentes regiones del país y los conatos de guerra civil —todo producto del caudillismo imperante— fueron creando un enrarecido clima político y erosionando la vida económica de la nación dominicana de tal manera que era inevitable que sobrevinieran la inestabilidad social y el caos, y el desastre en la administración del Estado fue una consecuencia directa e inmediata: la corrupción y las intrigas surgieron como monstruos voraces en la Administración Pública. Había crisis política, había crisis moral. Y esa situación alejaba toda posibilidad de que Hostos pudiese retomar su proyecto pedagógico interrumpido en 1888 con su partida hacia Chile y poder convertir en realidad su sueño de transformar el modo de sentir y de pensar de los dominicanos fundamentados en su ideal de «forjar los espíritus en el molde de virtud que en la razón se inspira». Todo se veía oscuro, la sinrazón se imponía; el país que Eugenio María de Hostos había aprendido a amar como si fuera el suyo ya no era el mismo.

Y bajo esas circunstancias históricas sombrías es que tiene lugar la muerte de Hostos. Pero hay una circunstancia que no es ni física ni política, sino moral-espiritual, que socava la vida del preclaro antillano. Pedro Henríquez Ureña, que había sido tocado tempranamente por la magia envolvente del pensamiento hostosiano, la describe así:

Volvió a Santo Domingo en 1900 a reanimar su obra. Lo conocí entonces: tenía un aire hondamente triste, definitivamente triste. Trabajaba sin descanso, según su costumbre. Sobrevinieron trastornos políticos, tomó el país aspecto caótico, y Hostos murió de enfermedad brevísima, al parecer ligera. Murió de asfixia moral.