Popola, achicharrar(se)

Por Roberto E. Guzmán

POPOLA

“Tú eres el rey de la POPOLA, no la dejes sola pa´que no le den una bola”.

La voz popola suena acariciadora. Puede decirse que es una voz dulce; tiene connotación de habla infantil. Popola y popolita hacen recordar nombres que se ofrecen a los niños para denominar partes del cuerpo cuyos nombres entre adultos son vulgares y entre letrados son cultos, suenan raros. El tipo de palabras del título tiene escasa circulación en la expresión escrita; casi siempre se reserva para conversaciones privadas. Las razones para que sea así son variadas.

En la historia reciente de las canciones dominicanas, las letras han dado un gran salto. Ya no se esconden las palabras obscenas. Cada vez se desnuda más el lenguaje y se hace más explícito. El “doble sentido” ha ido desapareciendo. Esto es quizás el resultado de que las palabras moldean el mundo, pero también lo reflejan. “Ahí me planto” es la frase elegida por este redactor para evitar entrar en ese aspecto del tema.

Con respecto de las palabras consideradas obscenas, debe de recordarse que por lo general estas suscitan emociones inexpresadas. Algunas que se publican o se usan en público en la actualidad revisten el sabor de la transgresión; se erigen en una crítica a la falsedad de la fachada moral de la sociedad.

Aunque se viva en sociedad, todas las personas no reaccionan de la misma manera ante el uso de palabras reales para nombrar hechos de la vida. Algunas profesiones tienen sus códigos para denominar algunas acciones; por ejemplo, cohabitación, relación carnal, adulterio, infidelidad, corrupción y estupro son palabras que en la calle reciben otros nombres descarnados que muchas veces muestran el disgusto o desaprobación del acto por medio de la censurada palabra.

Si se toma desde el ángulo lingüístico, la amplitud del vocabulario sexual puede aceptarse como un índice de la vitalidad de la lengua y de la riqueza de la imaginación de los hablantes del país. No puede negarse que la sexualidad ocupa un lugar preponderante en la vida humana y, en consecuencia, existe una gran creatividad; es un área fecunda y dinámica en el habla del humano de a pie.

Durante largo tiempo los diccionarios ignoraron las palabras que se consideraban crudas y con ello fallaban en su misión de transmitir o asentar el conocimiento. C. J. Cela asegura que “la vulva del diccionario no es el coño del pueblo, sino tan solo una parte de él”.  Diccionario secreto (1968-I-13). Se plegaban -los diccionarios- a la prohibición del tabú, que puede provenir del miedo, de la delicadeza y de la decencia. En casos como este es posible escribir que el lenguaje está al servicio del hecho social.

Los hablantes y escribientes de la lengua en esa condición obedecen a varias motivaciones cuando emplean en público palabras proscritas por “los escrúpulos de María gargajo”. No hay que rasgarse las vestiduras ante las palabras malsonantes.

La palabra del título existe desde hace largo tiempo en la lengua dominicana. Lo nuevo con respecto de esta es usarla en público. En algunos casos quienes de ese modo actúan lo hacen para escandalizar, para protestar contra las convenciones sociales que enmascaran la realidad con adornos retóricos y eufemismos. A lo recién mencionado Lacan añade la metonimia y la metáfora como recursos fundamentales en la elaboración de nuevas palabras en general; recurso que puede considerarse aplicable a la terminología sexual “de pueblo”. En el área sexual ocurre lo que Michel Bréal llamaba los “desarrollos peyorativos” del lenguaje.

Algunas actitudes del ser humano se reflejan a través del léxico sexual, tómese por ejemplo el machismo tropical y caribeño para denominar el pene. Todas las palabras elegidas son alusivas a la rigidez de este, a la fortaleza.

La popola tiene otros nombres más indecentes, escandalizadores. Ya más arriba se apuntó que es usado para denominar la vulva durante la niñez porque la realidad impide que se quede sin nombre. Por este medio el uso de este tipo de palabra no se celebra ni se censura.

 

ACHICHARRAR(SE)

“El ACHICHARRAMIENTO de más de noventa por ciento de los aspirantes a profesores…”

En el español dominicano hay dos verbos que tienen relación entre ellos, con acepciones especiales, muy dominicanas. Esos dos verbos en el título, achicharrarse, y, quemarse hasta en su valor semántico dominicano tienen relación.  Más adelante se revisarán las acepciones correspondientes anunciadas y se emitirán juicios con respecto a la redacción de estas.

El verbo achicharrar es un aumentativo de la acción de quemar, eso que en la lengua general se entiende por “quemar en exceso”. Por esa cualidad, en el español dominicano cuando el verbo quemar se usa en una de las acepciones propias de esa variante de español, puede recurrirse al verbo “quemarse”, como en el ejemplo en cabeza de esta sección.

En la cita puede recurrirse a una de las acepciones, “No aprobar un profesor a un alumno en un examen”. “Suspender un alumno un examen”. En el caso específico citado, como un porcentaje elevado de candidatos que no alcanzaron la calificación aprobatoria, el redactor echó manos del verbo achicharrar para elevar el grado del fracaso.

El verbo quemar cuenta con otras significaciones en el español dominicano. “Vender una cosa muy barata”. “Copiar datos, música o imágenes en un disco digital”. “Rozarse alguien el cuerpo con el de otra persona con intención erótica”. Esta son las más usuales, pues hay otras más.

Puede escribirse aquí que el verbo achicharrar debe esa formación a una onomatopeya, el ruido que produce aquello que se quema. En el siglo XVII el verbo era chicharrar, abrasar. De la misma forma en como sucedió con otros verbos, a este se le añadió una vocal /a/ al principio que se integró y derrotó la forma originaria.

En las conversaciones y hasta en programas televisivos algunas personas utilizan el verbo quemar para dar a entender que una persona, especialmente personalidad pública, se sobrexpone a través de los medios de comunicación causando mediante ese proceder una impresión negativa.

Esa podría ser una nueva acepción para el verbo, pues no se ha logrado hacerla entrar en la conceptualización que existe para el verbo.

Del mismo modo que en otras ocasiones, una vez más hay que reconocer que el hablante de español dominicano aprovecha los recursos existentes en la lengua para explotarlos y comunicar de modo elocuente sus sentimientos.

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