Por Miguelina Medina
«alégrate, cuando ante Él toca la tierra tu frente, alégrate»,
Juan Miguel Domínguez Prieto
Introducción
Para presentar la mística que he observado en estas dos obras es necesario hacerlo a manera de un observatorio literario, pues el autor nos introduce a una poética que es una esencia unificada de impresiones que él quiere transmitirnos. La palabra, que amamos, nos abre sus propios caminos. Los caminos trazados por el autor son unos, él les ofrece sus puertas a quienes deseen mirarlo. Pero los caminos de Dios pueden abrirles a sus obras otras esencias cuando las estudiamos con devoción.
Juan Miguel Domínguez Prieto quiere dar su testimonio de Dios y quiere continuar el testimonio que los demás han plasmado en sus obras plenas de esperanzas. Dios se sabe amado por el autor y por todos los demás autores que él ha traído a este observatorio.
El epígrafe que he colocado en este estudio, tomado de su obra, nos ofrece el primer conocimiento de la actitud del autor ante la Obra divina. Dice: «…alégrate,/ cuando ante Él toca la tierra tu frente,/ alégrate». Así ha estado él en todo tiempo de su escritura y desde que conoció la majestuosidad de Dios. Sus versos traducen su aliento humilde y sabio que llena de esperanzas a los púlpitos particulares.
Las obras base de este estudio son dos libros llenos de arte y de ciencia, de mística y de adoración a Dios. Iconos del Agua Viva, por ejemplo, es una obra de obras y requiere un tiempo mínimo para exponer un estudio sobre ella. Igualmente sucede con Trobar Leu, entraña una técnica poco usual y por lo tanto para mí desconocida. Semanas antes de realizar este estudio, en un entremés dominical de encuentro interiorista, conversaba con el poeta Víctor Escarramán, uno de los poetas místicos dominicanos estudiados por Bruno Rosario Candelier en su obra La sabiduría sagrada, publicada en 2020: «¿Qué vamos a hacer con nuestra propia voz luego de haber estudiado a tantos poetas? —le dije—. ¿Acallarla?». Y concluimos que no, porque ella surge como ella es, con su propia manera y en su propia verdad. Don Bruno Rosario Candelier, al momento de entregarme estas dos obras para estudiarla exaltó a lo sumo la mística de este autor madrileño. Sentí que debía buscar algo especial en estas obras para exponerlas y me inquietó. Agradezco nuevamente la magna enseñanza del aquel maestro cuando me dijo: «Escribe como lo haces, con tu manera, lo que creas». Y agradezco también a Víctor Escarramán sus palabras didácticas aquella mañana. Y he aquí, desde ese tiempo mínimo en que pueden presentarse estas obras, que expongo este estudio.
- «Iconos del Agua Viva»
La mística expresada en Iconos del Agua Viva está inspirada en diversas obras pictóricas que, a su vez, tienen impregnadas las historias de los mismos creadores pictóricos y de la historia misma de los hechos reales, o considerados como reales algunos. Juan Miguel Domínguez Prieto, el poeta místico autor de estas obras que estoy presentando, ha trasladado su historia interior a sus poemas a través del hecho plasmado en cada pintura contemplada. A veces nos parece que él es el poeta omnisciente que acompañó al artista en su pensamiento cuando se obstruía en algún punto de su creación. Es decir que, sin estudiar cada obra pictórica —mínimamente, por lo menos, pero con cuidado—, no entenderíamos lo que el poeta quiere transmitir en su esencial exposición, pues parecería que está interpretando una poesía visual, y no lo es: a las pinturas, colocadas en las páginas de la izquierda, el autor le escribe un soneto, colocado en la página de la derecha. Podríamos leer los poemas sin mirar la pintura, porque es posible, pues la poesía del poeta es máxima en su belleza como tal y exalta la Creación divina; pero las pinturas guardan verdades de hechos místicos históricos sublimes, que se ponen de manifiesto en los poemas del poeta mediante la contemplación de estas obras pictóricas. Es decir que la belleza mística, particularmente expresada en estas obras, guarda estrecha intimidad con el Ser que la posee y con la apreciación del autor. La verdad secreta se revela en quien hace el silencio necesario sobre sí mismo y espera en el silencio de la obra. Quien puede apreciar esta belleza porque sí, sin razones ni explicaciones, al ser impactado sencillamente, agradece al Amor la ignorancia. El amor puro se manifiesta en quien las mira, primeramente, sin inteligencias, aunque, para concebirse, la Inteligencia divina haya sido necesaria. Por eso los niños aman sin saber de ciencias. La Palabra de Dios se engrandece en el alma cuando vemos a estos autores que trascienden nuestro entendimiento y nos convocan a mirar más allá para dejar que su poema se traduzca como ellos anhelan: desde el bien que ofrece respuestas sin buscarlas, pero guiadas por los pinceles divinos para encontrarlas.
Puesto que los poemas de nuestro autor fueron inspirados en obras pictóricas, él los ha nombrado, casi todos, con los nombres originales de estas obras. La técnica de la contemplación fue esencial, pero si no la conocemos como «técnica», ella se presenta como obnubilación e impresión de belleza. El desenlace analítico al que llegamos, cuando estudiamos un poco más profundamente estas obras del autor, lo disfrutaremos con la grandiosidad y espesura dulce que contiene: el fervor de la armonía, la paz de la postración. Muchas cosas de las que siente el autor no quedan ocultas en la exposición de sus obras.
Y expongo que solo al final de estudiar esta, específicamente, me di cuenta de que ella guarda maravillas especiales para cada quien. Lo noté cuando leí el poema «Sofía. Primicia Antes De Las Fuentes De Agua», cuyo Icono sagrado, fuente de contemplación del poeta, se titula «Sofía, sabiduría divina». ¿Por qué? Porque fue al final, precisamente, cuando supe que estas contemplaciones iconográficas las había sugerido Juan Pablo II, Karol Wojtyla, con la finalidad de que emergiera el rezo íntimo de cada ser humano que las observara. Es maravilloso esto para mí porque en aquella conversación con Escarramán, hablamos del Logos de Karol Wojtyla y de El legado de Juan pablo II, El Magno (Gabriel Melo-Guevara/Bogdan Piotrowski, Legado de Juan Pablo II, El Magno, Universidad Sergio Arboleda y Fundación Juan Pablo II Centro de Documentación y Estudio del Pontificado, Bogotá, noviembre 2015¹). Doy testimonio de esta coincidencia de aliento espiritual porque es importante que el autor sepa que sus obras guardan misiones divinas, que, aunque se nos pierdan de la vista, aparentemente, siempre perdurarán en nosotros para bien. Leamos lo que expresó el papa Juan Pablo II sobre estos iconos cristianos (Ver «Rezando con los iconos» en: https://rezarconlosiconos.com/index.php/el-salvador/sabiduria):
«“Así como la lectura de los libros materiales permite la comprensión de la palabra viva del Señor, del mismo modo el icono permite acceder, a través de la vista, a los misterios de la salvación” (Juan Pablo II, Duodecimum saeculum)».
¹ También puede accederse a la página de la Academia Dominicana de la Lengua: https://academia.org.do/, y al Boletín No. 182, de noviembre de 2020, del Movimiento Interiorista del Ateneo Insular para leer más de esta obras.
Construcción de los sonetos. Los poemas están construidos en sonetos, y, aunque tienen sus métricas y sus rimas, al leerlos se escuchan con la elegancia sencilla de una emoción prístina. Estos poemas nos cuentan de la espiritualidad especial del poeta y a ella nos introduce con la edificación innata del poema. Podemos añadir que con sus sonetos el autor reza una oración sincera desde su corazón descubierto, y junto con este rezo de nuestro autor, la oración del creador de la obra pictórica está presente. Por eso toda esta obra la sentimos igual en nosotros, porque, además, la expresión del lenguaje ha sido adecuada a las urgencias del poeta.
Análisis del primer poema del poemario «Puerta De La Transfiguración» (sugiero buscar en Internet el icono que el autor presenta: «Detalle de la Transfiguración de Teófanes el Griego»). Al analizar este poema, colocado por el autor en la entrada del poemario, notamos que ello es una vía que él nos está trazando, un conducto en el cual quiere entrarnos: su transfiguración. A esta transfiguración él ha llegado por el éxtasis de la belleza de estas obras. Él al tocarlas con sus sentidos vio todo tal cual ocurrieron los hechos místicos o divinos desde su espíritu. Aunque las alabanzas de todos los postrados sean para Dios, la transfiguración no se sabe transmitir con el lenguaje, muchas veces, porque provienen de lágrimas de silencios, plasmadas en las obras, que no ceden a la palabra sino al espacio sensitivo que se produce, como quien se encuentra en una nueva carne. A esta entrada de la carne mística el autor le llama «piel», sinónimo en el contexto de «puerta»: la piel es la puerta que le hizo entrar a la Carne, la carne del Cordero, que colmó su persona en aquella nueva Tierra: el Cristo. Leamos el poema, p. 15:
Con el pozo, tu piel parece hosanna
abriéndose en olor de luz. Parece
que no es de fuera el alba que amanece.
Que surte luz sin brote de mañana.
Parece albor posado y qué temprana
la diafanidad que permanece.
Parece que el albor te comparece,
con ser de piel el aire en que se afana
Parece, al despuntar el que te mira,
que es de siempre el albor que te respira,
que siempre tú me esperas en olor
de luz, adentro, al alba en permanencia:
alba en alba, velando transparencia,
piel de hosanna, porosa de tabor.
Análisis del tercer poema del poemario: entrando a la nueva carne. Desde la piel que nos confiesa el autor que ha tocado en este éxtasis contemplativo, él escribe su pieza literaria titulada «Icono de la Vista que proclama la luz, mas cela su hermosura», cuyo icono inspirador se titula «Juan el Precursor (El Bautista)»:
De tanta luz, tu vista es un encaje
liviano, antiguo, más lo nuevo canta.
Es un cendal de Dios que se levanta.
La gracia da a tu vista su ropaje.
Anhelo ver la luz sin tu celaje.
Tú guardas, manantial del alba santa
como una hebra de aire dice planta,
como dice el altar su maridaje.
Mas tanta luz, doblando a tanta gracia,
con blancura se cela en tu misterio
y contemplo presagio y no figura.
Pero canto en clamor: la sed me sacia
soy herido por Luz en presbiterio
y voy a Luz, sin pago de hermosura.
Este icono que utiliza el autor está descrito de la siguiente manera en el siguiente enlace de internet: (https://www.aciprensa.com/arte/Iconos/juanprecursor.htm):
[Icono de iconostasia. Rusia septentrional, siglo XVII. 84,5 x 35,4 cm. Colección privada Brenske, Hannover]. De grandes dimensiones, el Santo está aquí representado como se le hallaba del lado derecho en la iconostasia de la Iglesia de Oriente, símbolo del Antiguo Testamento, e inclinándose delante del Pantocrator, colocado en el centro. Con ambas manos intercede para la remisión de los pecados de la humanidad. El campo central más profundamente ahuecado refuerza el brillo de la imagen. Juan se identifica desde lejos en los iconos por su rostro de asceta y su barba bastante alborotada, barba que la iconografía convencional siempre representa con un aspecto similar. Con mechones de pelo que surgen de la barba, pero bastante cuidados. Además, habitualmente lleva los pies descalzos como lo describe el Antiguo Testamento caminando por el desierto, alimentándose de miel silvestre. Los iconos de Juan Bautista eran especialmente venerados en los monasterios de orden de estricta obediencia, ya que es el santo protector de los monjes. El título nos dice que a quien predica nuestro autor es a Cristo, al Mesías, Jesús el Cristo, valorando justamente la obra previa de Juan el Bautista. Este poema tercero nos dice que él entró por medio de la transfiguración, facilitada por Juan el Bautista, que es la piel, a la carne de Cristo. El mensaje lo va hilvanando el autor por medio de esa secuencia de claraboyas que predica Juan el Bautista —no dejando ver a Cristo claramente, pero sin cesar en su misión de intervenir públicamente con sus emisiones discursivas sobre el Mesías—: «“Tras mí viene Uno que es más poderoso que yo, a quien no soy digno de inclinarme y desatar la correa de Sus sandalias” (Marcos 1:7)». Nuestro autor lo dice de esta manera: «De tanta luz, tu vista es un encaje/ liviano, antiguo, mas lo nuevo canta./ Es un cendal de Dios que se levanta./ La gracia da a tu vista su ropaje». No se veía claramente porque la misión de Juan era solo transparentarlo a medias hasta «el día y la hora» que lo presentara en el río Jordán sellándolo claramente ante los demás el Espíritu Santo. Esto es lo que quiere decir con la palabra «encaje», el autor, que es ‘claraboya intermitente’. Cuando el autor dice: «mas lo nuevo canta», confirma que se refiere ‘al que vendrá’. Luego dice: «Es un cendal de Dios que se levanta./ La gracia da a tu vista su ropaje»: esto es que ‘lo que se descubre, en la nueva luz que vendrá, estará sin encajes, sin ropas se verá’. Esto lo confirma el autor en los versos: «Anhelo ver la luz sin tu celaje./ Tú guardas manantial del alba santa». «Alba santa» es ‘el amanecer’, ‘el día en que se dio a conocer al Hijo de Dios’: «Este es mi hijo amado en quien tengo complacencia», dice la Biblia en Lucas 3:22. Entonces se escuchó desde el cielo la Voz y luego se posó sobre él el Espíritu Santo, representación del Bautismo divino. Todos los presentes vieron con sus ojos el hecho histórico sin «encaje», sin «celaje», sin «guarda», sin ‘celadores’, como lo transparenta el autor grandiosamente también. Jesús es, pues, el ‘Canto nuevo’, el «Agua Viva», que el autor alaba en su segundo poema: «Me enamoras, Quietud, con agua viva,/ quieta la voz y la mirada estable./ ¿Soy la sed que te busca o se hace amable/ el salto de tu fuente rediviva?».
En el primer terceto del mismo poema tercero, el autor dice: «y contemplo presagio y no figura»: es decir que ‘entró a la Carne sin medios que se interpusieran’, sin encaje liviano y antiguo; la Promesa ha sido cumplida y en ella permanecerá ligero todo pensamiento y conocimiento anterior al hecho; la fe que ha sido provista, quedará como base de la fidelidad de Dios en la nueva estructura del plan de Salvación. El autor en su soneto describe que encarnó la misma Certeza divina, la Verdad que fue emitida, la que está ya entre nosotros: el Emmanuel, como era llamado en la promesa. Es una gran belleza mística esta imagen literaria que el autor nos muestra. Y nuevamente lo confirma al final del soneto: «y voy a Luz, sin pago de hermosura».
Análisis del verso: «como una hebra de aire dice planta» de este tercer poema del poemario. Hay que resaltar el detalle de pulcritud creativa del autor en todo el poemario, solo indicaré algo que increíblemente nos asombra. El autor plasma con alto conocimiento poético su poesía, técnicas clásicas de creación, aparte de la construcción diestra de sus sonetos. Su profunda sensibilidad mística lo hizo hurgar en la ciencia de la obra pictórica y los hechos reales. Él encontró, entonces, la forma de expresar la impresión espiritual que le pasó con la figura de Juan que predicaba a Jesús. Él intuía y recibía en la piel un manantial de luces que lo quemaban. Dice la nota de internet que cité en la página 4 de este estudio, lo siguiente: «Juan se identifica desde lejos en los iconos por su rostro de asceta y su barba bastante alborotada… Con mechones de pelo que surgen de la barba, pero bastante cuidados». Es por esta razón que el autor construyó el verso que dice: «Tú guardas manantial del alba santa/ como una hebra de aire dice planta». Las hebras siempre pulcras, que sobresalen, que impregna Juan en el aire como en la tierra las raíces de los helechos, lo representa como la germinación del Agua Viva, para que beban los sedientos del desierto. Las hebras de las barbas representan la siembra, cuando dice «planta», ella es pura desde la raíz la nueva Carne, que es el fruto, la nueva Vida, la Esperanza. El pintor de esta pieza pictórica también creyó en esta nueva Vida que sembraría el Mesías, Jesús el Cristo —que ofrecía Juan el Bautista primero—, y por eso no extirpó este detalle de la figura de Juan. Y así lo hizo constar el autor del soneto. Pienso que fue guiado por Dios para los que necesitan escuchar desde ese ángulo Su Sabiduría. Todas las imágenes son maravillosas, igualmente los sonetos y las imágenes adicionales que crean los sonetos de Juan Miguel Domínguez Prieto. Por eso quiero compartir dos más:
Del «Icono De Cristo No Pintado Por Mano Humana», dice en internet lo siguiente (https://www.collectisgirona.com/es/mandylion-cristo-no-pintado-por-mano-humana-icono-ortodoxo-madera-pintada-a-mano-3352.html):
Llamado “Acheiropoietos”, es decir, “no hecho por la mano del hombre”, según la tradición sostenida por Niceforo Calisto, viene del original que fue enviado por Cristo al rey Abgar V Oukhama, de Edessa. El rey Abgar V, que tenía lepra, le pidió a su pintor personal Ananías que le trajera a Cristo. Como Jesús no podía desplazarse, Ananías intentó, en vano, realizar su retrato. Entonces, Cristo presionó su rostro contra un paño de lino y sobre él quedó impresa la Cara del Señor. Este lienzo es llamado Mandylion, que significa «pañuelo». Cuando el rey Abgar V vio el lienzo se curó.
Y el autor dice, en los dos tercetos de su homónimo soneto:
Y mi estancia se duerme mansamente,
y despierta en fragancia de tu frente
como aire de estación abierta y pura.
En tu breve perfil el orden pace:
tu poder que restaura lo que nace
sustentándolo en frágil hermosura.
Del «Icono De Jasna Góra», dicen las citas de hipervínculos de Internet:
La Virgen Negra de Częstochowa […] es un icono de la Virgen María, que es la más venerada reliquia de Polonia y uno de sus símbolos nacionales (https://es.wikipedia.org/wiki/Nuestra_Se%C3%B1ora_de_Czestochowa), cuya realización se atribuye al evangelista Lucas. El cuadro es un icono pintado sobre una tabla de 122,2 x 82,2 cm y representa el busto de una Virgen negra con el niño Jesús en brazos […]. Historia. En 1655, los suecos atacaron Polonia, pero al llegar a Jasna Góra, esta resistió el ataque con apenas un centenar de soldados contra treinta mil suecos. Esto hizo que todo el país se levantara en armas, se ganó la guerra y en 1656, el rey Juan II Casimiro Vasa consagró todo el país bajo la protección de la Virgen de Jasna Góra. (https://es.wikipedia.org/wiki/Jasna_G%C3%B3ra).
Y escribe entonces el autor, en su soneto de igual nombre:
Esposa con la luz, tu transparencia
es íntima como casi fuente,
y tierra viste desposadamente,
tierra, origen, color de la querencia.
En tu rostro la fuente se silencia,
y hablas silencios de lo transparente.
Tu cara casi amanecidamente
convoca al interior de la nacencia.
Esa agua en que el esposo se complace,
secreta transparencia de tu cara,
ese manar en que tu casa pace…
sin verlos, se oye como si manara.
Es tu agua tierra de querencia clara.
Tierra, la fuente que en tu cara nace.
Lo que quiero resaltar, en este observatorio natural en el que nos ha entrado el autor cuando estudiamos su poesía mística, es que cuando investigamos la historia de estas obras pictóricas, es cuando entendemos a lo sumo su inmensa sabiduría y su hipersensibilidad a la Luz divina.
- «Trobar Leu: Cantos apropiados»
Debo apuntar que, aunque es posible hacer un comentario global de la mística del autor, no es lo más conveniente, pues estas obras son técnicamente distintas, aunque ambas sean místicas. Así que pido, por favor, comprensión del tiempo, nuevamente.
Y comienzo el estudio de este poemario exponiendo de la cita de Internet que «Trobar Leu era un estilo de poesía de los trovadores que se caracterizaba por una dicción simple, natural y accesible y formas de verso relativamente simples. Era un estilo destinado a atraer a la audiencia más amplia posible. El término proviene de la palabra provenzal trobar, o el arte de componer y recitar versos, y de leu, que significa “ligero” o “fácil”» (https://es.wikipedia.org/wiki/Trobar_leu). Sin embargo, nada de fácil tienen estos poemas: ni su expresión ni la composición ni su contenido. Este segundo poemario, publicado 16 años después de aquel primero, contiene una poesía inspirada plenamente en la Virgen María.
En la arquitectura de la composición de los poemas, nos encontramos con muchos momentos no comprendidos. La falta de conocimiento podría hacernos exaltar los poemas o descartarlos. La pérdida de lo que yo he llamado ‘la cordialidad del poema’, las paradas abruptas de su tipografía, nos pueden hacer perder el deseo de permanecer en la lectura de este poemario. Sintiendo esto me llegó la luz de que podía haber algo más significativo en esta construcción y decidí detenerme e investigar. Al buscar en Internet las palabras que me surgían como las marcó el poeta, encontré la siguiente explicación, amplia, pero necesaria para entender el poema y al propio poeta. Leamos la información (http://www.eol-laplata.org/blog/index.php/poesia-espacio-en-blanco-ritmo-y-resonancia/):
Poesía: espacio en blanco, ritmo y resonancia. Una de las características que identifica a la escritura de poesía es que su lenguaje tiende a la brevedad, a la concentración, a la concisión. Si bien un poema puede extenderse en una secuencia narrativa, por ejemplo, en algún momento unas líneas, unos versos recogerán con intensidad ese sentido apretado que tanto la singulariza y que, por su carga emocional y disruptiva, crea en quien lee una resonancia. Son esos pocos versos como instantes que la poesía capta y que persisten más allá del tiempo de la lectura. Son esos versos que se llevan en la boca o que martillean en la conciencia y que no terminarán de resolverse. No puede con ellos una lectura reduccionista, una lectura que planche sus arrugas o que anule su rispidez. Siempre quedará un excedente, algo del orden de lo emocional, del affectus, que seguirá presente en la repetición de esos versos sin terminar de desanudarse».
Hay muchos procedimientos con los que la poesía logra que su trazo diga más con menos, diga mucho dentro de la economía expresiva que la caracteriza. La elisión, la yuxtaposición, el espacio en blanco son algunos de esos recursos. La elisión de verbos o palabras para no sobreabundar o para crear un efecto de sentido que a su vez crea un hueco […] la yuxtaposición que es la acumulación de frases que no están hiladas, es la acumulación que prescinde de la coordinación, de la creación de enlaces gramaticales. La yuxtaposición deja de lado el uso de conectores que son los que guían la lectura en un sentido unívoco. La yuxtaposición crea vacíosentre una frase y otra, propone un salto al vacío que el lector/a deberá resolver con su lectura. Así hace del sentido algo irresuelto, algo menos asible, ambiguo. Se puede pensar aquí en el haiku, ese tipo de composición proveniente de la poesía japonesa […]. La imagen visual se yuxtapone a la imagen sonora […]. No hay conectores no hay explicaciones, simplemente los objetos seleccionados que crean el silencio que sumerge al lector en esa atmósfera contemplativa y meditativa.
Es imprescindible entender esta construcción de Juan Miguel Domínguez Prieto. Y lo estamos aprendiendo juntos en este observatorio que nos ha creado. Él, como conocedor de los fundamentos del pensamiento poético y disciplinario, nos hace la salvedad de que la poesía no es un suspiro y nada más. Él nos enseña a través de su estructura estricta que el conocimiento esencial nos conduce a mover la poesía como necesitamos mover nuestros sentimientos. Podemos ver frenos bruscos, construidos por el poeta, para que lo oigamos con sus gritos y sensaciones, y no lo debemos pasar por alto. Hay algo más allá de lo grandiosamente visible en sus poemas, y él quiere decírnoslo, algo que debe pernoctar en nosotros un momento para realizar su trabajo de reconstrucción en nosotros mismos. ¿Qué puede ser? La respuesta es de cada uno en particular. El poemario es difícil y es excelso y requiere más que una lectura letárgica. Las señales de luces que se nos muestran no debemos dejarlas pasar porque ellas nos pueden llevar a los Cupidos inimaginables que revolotean en el poemario.
Leamos el poema «Tenuitas». La fragancia esencial que libera el autor a través de este poema es un hecho histórico, según se narra en Las Escrituras, tiene título, es la «Visitación de María». El enlace de Internet adjunto dice que «Visitación es el término con el que se designa en el cristianismo a la visita realizada por la Virgen María, embarazada de Jesús, a su pariente Isabel, embarazada a su vez de Juan el Bautista. Se trata de un pasaje único del Evangelio de Lucas, también conocido como la Visitación de María» (https://es.wikipedia.org/wiki/Visitaci%C3%B3n).
El autor escribe su poema a través de la pintura de Isabel Guerra, una monja que «carente de formación académica pinta “por intuición”», según consta en el enlace de internet (https://elpais.com/diario/1986/01/21/ultima/506646005_850215.html). La obra pictórica correspondiente a «Tenuitas» no la encontré, pero el autor especifica en la página 11 como sigue: «Tenuitas (de Isabel Guerra)». Es decir que he deducido que el poema está construido basado en una imagen pictórica de esta artista plástica. «Tenuitas» significa «delgadez», palabra en latín, según traductores en Internet. La segunda palabra del poema también es «delgadez»:
… delicadeza, delgadez, finura;
limpidales claros;
lo cristalino, caudal en éxtasis;
lo exento, lo cotidiano que se descalzara.
El lino guardado
el agua sacada
en Ain-Karen.
Piensas como es, la Visitación, el día a día;
cómo, la Luz en los tres meses,
y de la misericordia del lirio en la aridez.
El evangelio a la puerta: Estoy a la puerta y llamo,
María, de tu Interior.
Ni dentro ni afuera en tales palabras hay,
sino Cristo en la Placenta
Señor de Tierra Señor de Cristo,
Señor de Tierra Señor de Cristo.
Ni dicciones en tales palabras hay
mas el Verbo desasido.
*
Limones que a su flor huelen,
si hoy escucháis su voz.
cuajados y revestidos
si hoy escucháis su voz.
Un vaso, un paño, una blancura:
te llevaré al desierto;
y a ti, mi desposada
el lino guardado
el agua lavada
en Ain-Karen,
*
Desde esta parada analítica vemos que el poeta demuestra que, al pasar del tiempo, los iconos han marcado su manera de vivir: todo para él es una imagen que lo envuelve hermosamente, y en ellas encuentra sus estancias místicas. La Virgen María para el autor ha sido un retrato que él ha reproducido desde su propio cine interior en el que recrea sus anhelos de la Presencia divina. La creación del poemario basado en esta emoción mariana lo confirma. En el poema «Tenuitas» ha fijado su esplendor en la placenta liberada en el interior de las madres, el Gozo de ambas. El significado de «delgadez», a pesar de su significado en la obra pictórica, él lo basa en ese hecho del encuentro de María e Isabel, madres de Jesús y de Juan el Bautista, respectivamente. Cuando el autor utiliza el vocablo «Ain-Karen» reafirma el hecho inspirador que lo hizo crear la adoración que le ofrenda a Dios en este hecho y a la misma Virgen, también a la madre de Juan el Bautista, Isabel, y a todas las madres del mundo. Leamos la información del siguiente enlace: (http://ainkarem.es/historia/): Ain Karem es el nombre del pueblo en el que la Tradición sitúa este encuentro entre María e Isabel. Allí tuvo lugar la Visitación, después de que ambas mujeres hubieran sido “visitadas” por Dios e invitadas a participar en su Proyecto de Salvación. Cuando María se encuentra con Isabel, las dos se saben embarazadas, llenas de Vida, y en un abrazo comparten su alegría, dan a gracias a Dios juntas y, gozosas, entonan cantos. Es este el momento en el que María proclama su Magnificat.
“…Por aquellos días María se puso en camino y se fue a la montaña, a una ciudad de Judá. Entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y cuando Isabel oyó el saludo de María el niño empezó a dar saltos en su seno. Entonces Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó a grandes voces…” (Lc1, 39 –42a).
Cuán maravilloso es leer esto. Con la marca del éxtasis, provocada por su sensibilidad y necesidad del aliento de Dios, el autor inquiere en la Verdad del Verbo, en la Encarnación del plan divino de Salvación. La devoción por la Virgen María que se confiesa sierva ante el Señor, para nuestro poeta místico esto es hermoso. Él va directo al origen, a la membrana delgada que protege el ser que se desarrolla en las entrañas. En el Diccionario de la lengua española dice que placenta es el «órgano intermediario durante la gestación entre la madre y el feto, que se adhiere a la superficie interior del útero y del que nace el cordón umbilical». Por lo tanto, «placenta» es uno de los símbolos de la «Visitación», que utiliza el autor, al igual que «cordón umbilical» y «superficie interior». Él se está uniendo a los cantos de muchos que canta igual, desde su concepción teológica hasta el hecho místico y humano. El canto de las alegrías de las madres llenas de Gracia representa los milagros, el poder de Dios sobre lo que Él mismo ha decretado como imposible: por Obra y Gracia del Espíritu Santo concibió María, e Isabel, además de estéril, junto a su esposo, concibió por haber sido abiertos los órganos reproductores de ambos en sus años viejos. Otro detalle es el paso natural de una lengua a otra, producto de otro tipo de transfiguración, una que añade símbolos que hay que descifrar. Aunque se pueda traducir este lenguaje, es un contenido que refiere al momento mismo de los hechos. Era un anhelo del autor y recibió el consuelo por el Amor en el espíritu. Leamos estos otros versos de «Tenuitas» (p. 33):
Dice ¡Ven ya sobre nosotros!
eterna es su misericordia.
*
Ahora, fiat, Sí,
Ven,
Vieni,
Veni
Veni cito, Veni, Domine Iesu
en libro en cobre en Casta
Veni; o, Veni, Domine
en miel en mano en sueño…
y a ti, mi desposada
limpidales claros;
lo cristalino, caudal en éxtasis;
lo exento, lo cotidiano que se delcalzara,
la Llena de Gracia con su nada de lino
en Ain-Karen
Icono creado por el autor: «La Presencia». Aunque pudimos imaginarlo, nos sorprendió el autor cuando habló de su propio icono. En su vida postrada a los pies del Señor, y su fe en Su plan de Salvación, el autor crea su propio icono en respuesta a su vida mística, que es su única vida, la que guía su comportamiento mientras espera que se abran las puertas del rapto de su carne. Su icono personal de titula «Tu Presencia». Si vamos al rostro del autor que está plasmado en este poemario podemos pintar la presencia de Dios en él y le haríamos muchas preguntas al contemplarlo. Leamos el momento en el que él crea su icono personal (p. 32):
Entrar Permanecer en la Presencia.
Ser del Agua.
Sencillez.
Centro, Roca, Alcázar.
Tierra para la postración Tu presencia ya es Icono
Ultimísima región a la que la Luz alcanza
sobre ella, amanece como única
Alégrate, nunca serás la desterrada, alégrate,
cuando ante Él toca la tierra tu frente,
alégrate!
Tus confines proclaman Su Palacio.
La humilde: la elegida.
Tierra limpia canta un retoñar de nupcias
forma la galaxia que te acaricia milenrama invisible,
Amor Amans Latens
porque tus rodillas
tu carne viven de la fe en el Cristo.
Por eso eres la enjoyada de blancura.
«Tu Presencia» escudriña los saltos y los vacíos del autor cuándo clama al señor, y su necesidad divina de estar junto a Él para siempre. ¡Y lo hace en voz de María! ¡Como quien necesita la madre que lo arrulló inocente antes de conocer el dolor del mundo! Por eso «Tu Presencia» es también ‘tierra de postración’. ¡Cuán maravilloso es!
De la expresión «Cantos apropiados», subtítulo de este poemario. Señalo que el poemario no es de iconos, pero al estudiarlo encontramos que la expresión «Cantos apropiados» del título significa la toma que hizo el autor de los cantos de la Virgen María y de Isabel, su prima. Él bebió el canto de la misma copa en donde vertieron ellas el elixir de sus dichas de ser madres: es una emoción extática.
La voz «tierra», en una primera acepción significa ‘el aviso de la vida para los que están en el infierno’, pues Jesús «bajó a los infiernos», dice el evangelio, a predicar a esos muertos que creyeron o por los muertos no creyentes para la salvación posterior de sus almas. Luego esa voz es esperanza para lo que esperan en el Señor ahora, que está representada también por el autor en «Te Deum», uno de sus poemas de grandes generalidades de la esperanza que predica el autor.
Cuando el autor dice en sus versos: «Alégrate,/ nunca serás la desterrada, alégrate,/ cuando ante Él toca la tierra tu frente, alégrate», lo que quiere decir es —desde mi auscultación—, que ‘no será desterrada la iglesia, los creyentes, los que velan y vigilan la palabra del Mesías ahora y posteriormente, en su venida prometida’. Y la esperanza del fin del dolor está representada por las rodillas. También el aliento para este presente está representado en las rodillas, y lo enfatiza la frente en el suelo. La imagen representa también a los musulmanes en el muro y en sus distintos muros lejanos; también la fe de cada quien en su propia búsqueda divina.
Cuando añade el verso: «Tierra limpia canta un retoñar de nupcias/ forma la galaxia que te acaricia milenaria,/ invisible Amor Amans Latens» —fijémonos en los tres vacíos del verso Amor, Amante, Enmascarado o vedado—, representa las bodas prometidas que anunció el Señor con su Iglesia. Quiere decir, pues, que ‘no importa cuánto padezcamos, la promesa de que seremos levantados del dolor será hecha realidad’. Ese es el «Canto apropiado» primero, en plural, a través de las dos madres, que hace el autor, por lo cual subtitula su libro. El poemario está pleno de cantos llenos de Gracia.
Fin del poemario: Seis poemas sin saltos. Todo lo escrito en esta obra nos condujo a una ciencia que intentamos investigar. El autor culmina su poemario con seis poemas que indican que él ha detenido la búsqueda por haber encontrado lo que anhelaba: la Presencia permanente de Dios en su vida. Y él ha descansado de la reflexión, del vacío, de los saltos a los abismos. Sus seis poemas cantan la paz del amor sublime, aquel que no hace preguntas porque las respuestas están en la ternura evidenciada de Dios. En esos poemas comprendemos sencillamente al autor, pues ya ha pasado el tiempo de estudiar. Vemos y oímos por el Amor sagrado en el que no subyace el temor. Es la gran Verdad del autor. La Presencia de Dios en él. Y para que veamos esto solo transcribiré cuatro versos del primer poema de los seis (p. 62):
Me preguntaba el porqué de sus silencios
y vine adonde los tenías en tu silencio.
Mi oscuridad es la tuya,
tu oscuridad es la espera de mis ojos encendidos.
Nueva puerta a la investigación. Termino con este poema (p. 33) que me dice, que nos dice, que no hemos conocido al autor plenamente, a pesar de este vasto estudio, que este es solo una muestra de la ciencia de su poesía y de su pulcro amor postrado hacia la hermosa e inescrutable soberanía de Dios:
Tú eres mi Creador y mi Dios.
Tú hablas los tres lirios sobre el desierto nacen.
No seré esclava del mundo, sino señora del desierto.
Mira: miro los lirios;
y Tú, a mí, que miro los lirios.
Antes de nacer,
ya Tú eras flor para mi yermo.
Nada has tocado hasta la encarnación de tu virgen,
nada luego has tocado;
si antes aguardabas por mi cuerpo,
ahora aguardas por mi libertad,
la de escucharte.
Tres lirios hablas en tu ancho Corazón desnudo.
Agradezco, grandemente, al autor su poesía, y a don Bruno Rosario Candelier, infinitamente, este estudio a la obra de Juan Miguel Domínguez Prieto: Iconos del Agua Viva, Madrid, España, Nossa y Jara Editores, 1996; Trobar Leu/Cantos apropiados, Madrid, España, Huerga y Fierro Editores, 2012.