Temas idiomáticos

02/11/2021

COMPAÑEROS DE CAMINO

Dice el Diccionario de la lengua española que una estatua es una ‘obra de escultura labrada a imitación del natural’. Los que gustamos de pasear nos topamos con estatuas de personajes ilustres, o no tanto, de los que muchas veces desconocemos casi todo.

En estos días he recorrido las calles de la ciudad española de Salamanca y he disfrutado en cada recodo de un encuentro con poetas, novelistas y personajes literarios con un vínculo especial con la ciudad; santa Teresa de Jesús, frente a su casa salmantina; san Juan de la Cruz, junto al convento donde vivió; Luis de Góngora, estudiante en la Universidad de Salamanca, una de las más antiguas del mundo; fray Luis de León, siempre frente a su pórtico plateresco, cerca del aula donde impartió docencia y a donde regresó, con su inolvidable «decíamos ayer», luego de su cautiverio por la Inquisición.

Tomamos un descanso junto a la novelista Carmen Martín Gaite, cerca de su casa natal, o un café en su mesa habitual del Novelty con el narrador Gonzalo Torrente Ballester; nos emocionamos ante Miguel de Unamuno frente a la casa donde cerró los ojos definitivamente al horror que se avecinaba.

Los personajes literarios también se han adueñado de rincones acogedores. La Celestina nos recibe en un umbrío jardín asomado sobre la muralla, que nos transporta a un imaginario huerto de Calisto y Melibea, no en vano Fernando de Rojas, el autor de la Tragicomedia, fue estudiante en Salamanca; cerca de allí, por las orillas del Tormes, Lázaro parece acercarse al verraco con el que pronto su amo le enseñará la dureza del mundo.

La literatura puebla las calles y se convierte en un aliciente más, no solo para el agotador figureo en Instagram, sino para interesarnos por creadores y creaturas. 

09/11/2021

UN SIGNO VERSÁTIL

Unas semanas atrás anticipábamos la utilidad de los signos de puntuación hablando de los dos puntos (:). La duda más recurrente se refiere a la escritura de la palabra que sigue a los dos puntos: ¿mayúscula o minúscula?

Repasémoslo mientras aprendemos los usos de los dos puntos. Se escribe con minúscula la primera palabra de la enumeración o expresión que hemos anticipado con el signo. Lo planeamos así: mañana de playa, tarde de lectura. Para participar solo tienen que venir preparados: libro, toalla y ganas de disfrutar.

Entre las funciones de los dos puntos está conectar dos oraciones que se relacionan entre sí con un vínculo de dependencia. En esto se parecen al punto y coma (;) y pueden alternar con él a gusto del que escribe. La Ortografía de la lengua española habla de cuatro relaciones expresadas por este signo; en todos estos casos, después debemos escribir en minúscula.

Podemos expresar una relación causa-efecto: Se presentó tarde y malhumorado: no lo vuelvo a invitar. Este signo nos permite además establecer que lo expresado tras los dos puntos se considera una conclusión o un resumen de lo anterior: La playa estaba desierta y el mar en calma: fue una mañana preciosa. Recurrimos a ellos cuando se trata de explicar o a detallar lo que hemos expresado antes: La tarde fue inolvidable: alrededor de un buen café leímos y hablamos de libros. Por último, podemos indicar con ellos una relación de oposición: No fue un día cualquiera: fue un día perfecto.

Con todo esto no se agotan las posibilidades que nos brindan los dos puntos: son un signo versátil que conviene aprender a manejar bien. ¿Me acompañan a hacerlo?

16/11/2021

PALABRAS Y PENSAMIENTOS

No se confundan: el objetivo primero de la escritura no es escribir bien. El objetivo de la escritura es propiciar que el lector entienda lo que el que escribe quiere decir. Por eso, nunca están de más los signos de puntuación que, con su versatilidad, nos ofrecen un sinfín de posibilidades para expresar con claridad las relaciones que se establecen entre nuestras frases.

Los dos puntos son un buen ejemplo; como protagonistas de un melodrama ortográfico, casi siempre menospreciados, están dispuestos a destaparse y a demostrarnos su valía. ¿Qué haríamos sin ellos cuando necesitamos introducir literalmente en nuestro texto palabras o pensamientos? Es lo que conocemos como discurso directo. Se sirve principalmente de los dos puntos como signo de puntuación y, en general, de un verbo de lengua o de pensamiento. En la variedad y la propiedad está el gusto; elijan entre los muchos que nos proporciona la lengua el que más se ajuste a sus necesidades expresivas: decir, expresar, manifestar, repetir, declarar, opinar, describir, exponer, explicar, preguntar, inquirir, responder, contestar, refutar, pensar, reflexionar, etc.

Mediante discurso directo incluimos en lo escrito las citas literales que reproducen textualmente las palabras de alguien: Así lo aconsejaba don Quijote: «Anda despacio; habla con reposo; pero no de manera que parezca que te escuchas a ti mismo; que toda afectación es mala». También los pensamientos: Cerró el libro y pensó: «Debí decidirme antes a leer el Quijote». Las palabras o pensamientos que reproducimos deben aparecer entrecomilladas y, por supuesto, las comillas deben ser angulares.

Ya habrán notado en los ejemplos que, en estos contextos, siempre escribimos con inicial mayúscula la palabra que sucede a los dos puntos. Hasta aquí, un apunte de lo que debemos hacer; la semana que viene, un apunte de lo que debemos dejar de hacer.

 

Lengua y religión

Por Jorge J. Fernández Sangrador

 

El asturiano Salvador Gutiérrez Ordóñez, miembro de la Real Academia Española, declaró, en una entrevista publicada por La Nueva España, que los profesores de Religión han de intervenir de forma activa, junto a los de Lengua, Historia y Ciencias, en la corrección lingüística de los alumnos con el fin de que éstos se expresen de forma adecuada.

Se comprende que el académico diga eso, ya que los vocablos de naturaleza religiosa gozan, en el Diccionario de la RAE, de amplísimo espacio, y la Biblia, al igual que el argot eclesiástico, ha enriquecido el patrimonio gnómico español con numerosos dichos y refranes.

Otra cosa diferente es que no se usen bien. Es más, las piquiponadas encuentran, en las frases hechas de la tradición religiosa, los mejores materiales para la confección de sus tergiversaciones. Y confiemos, dicho sea de pasada, en que algún día se haga realidad el sueño de ver exiliadas, al fin, inexactitudes como las de que «el cura ‘dio’ misa» o «el obispo ‘ofició’ la homilía».

De modo que, volviendo al argumento que nos ocupa, Salvador Gutiérrez Ordóñez lleva razón en lo de que la clase de Religión puede aportar mucho en la formación lingüística, retórica y literaria de los estudiantes, y entiendo que se refiere a la católica, dado que, en el sistema educativo español, es la predominante en las aulas.

Porque, ya para empezar, es religión que se funda y sostiene en la Palabra.

Así da comienzo la Biblia: en el principio, en el inimaginable silencio anterior a la Creación, fue dicho un imperativo: «jehî ´or», «sea la luz». Y la luz fue. Es en esta acción primordial sobre la que el evangelista Juan funda su inspirada obra: «En el principio era el Logos». No el de los estoicos o el de Filón de Alejandría, sino el de los poetas, los profetas y los sabios del antiguo Israel; el de los evangelistas y los apóstoles de la Iglesia primitiva.

De éstos, y de su mundo, se habla en las clases de Religión católica. De una cartografía que, además de política, es lingüística: la de los hablantes en sumerio, hitita, asirio, babilonio, persa, egipcio antiguo y sus descendientes, demótico y copto; hebreo, arameo, griego, latín, árabe, fenicio y etiópico.

Y se aprende a distinguir, como un ejercicio intelectual utilísimo, un género literario de otro: apocalipsis, bienaventuranzas, trenos, diatribas, elegías, fábulas, himnos, parábolas, sagas, parénesis, apotegmas, doxologías, credos y epitalamios, así como los ambientes vitales en los que surgen y las estructuras, los procedimientos y las fórmulas que sirven para articularlos.

En cuanto a los géneros de composiciones literarias para ser cantadas, también se aprende, en clase de Religión, a reconocer un villancico, un miserere, un réquiem, un introito, una antífona, un gradual, una saeta, un kirie, un agnusdéi, un aleluya, un tedeum, un motete, una cantata, un oratorio, un espiritual, una secuencia, una letanía y una copla a lo divino.

Resulta imposible citar aquí todos los escritores hispanohablantes que, con sus textos de inspiración cristiana, han forjado y engrandecido nuestro idioma y cuya lectura ha de ser promovida en las clases de Religión. Y se ha de comenzar por la oración que Dámaso Alonso calificó de «primer vagido de la lengua española»: la que figura en las “Glosas emilianenses”, a saber, «Con o aiutorio de nuestro dueno dueno Christo dueno salbatore qual dueno get ena honore e qual duenno tienet ela mandatione con o patre con o spiritu sancto enos sieculos de lo sieculos. Facanos Deus Omnipotes tal serbicio fere que denante ela sua face gaudiosos segamus. Amen».

Así que, para adquirir habilidades literarias y oratorias, la clase de Religión es de lo más práctico que puede hallarse en el bosque de las ofertas académicas. A todo lo anterior habría que añadir el que, si son de los que asisten habitualmente a la iglesia, los estudiantes sabrán que una homilía no es una catequesis, ni una amonestación es una monición.

Y téngase en cuenta, por último, que, hasta la fecha, el único libro editado en España dedicado a la formación del estilo fue escrito por un religioso madrileño: Luis Alonso Schökel, jesuita y biblista. La obra ha sido reeditada varias veces, dada su condición de, por ahora, no remplazada, y, para aprender a expresarse bellamente en español, además de adquirir gustosos conocimientos sobre la Biblia, ahí están, como muestra de la correcta aplicación de las reglas de su manual de estilo, sus traducciones bíblicas y sus libros y artículos de exégesis y teología.

La Nueva España, domingo 21 de noviembre de 2021, p. 29

Los diccionarios de la Academia Dominicana de la Lengua

Por Bruno Rosario Candelier 

   Me corresponde hablar de los diccionarios que hemos publicado en la Academia Dominicana de la Lengua en este panel sobre los diccionarios dominicanos. En la ADL hemos publicado cinco diccionarios vinculados con la lengua española. El primero y más importante es el Diccionario del español dominicano, que comenzamos investigar en el año 2008 y publicamos en el 2013, es decir, tardamos unos cinco años de investigación para recoger las palabras del español dominicano. En ese diccionario hay incluidas 11,000 entradas y tratamos de identificar, al confeccionar este diccionario, dos aspectos fundamentales. En primer lugar, los dominicanismos léxicos; y, en segundo lugar, los dominicanismos semánticos.

El conocimiento de la lengua es clave para nuestro desarrollo cultural, y en ese conocimiento es fundamental el dominio del vocabulario, y el vocabulario de una lengua se encuentra en sus diccionarios. Pero además del vocabulario, la lengua tiene una dimensión gramatical y una dimensión ortográfica, es decir, están el diccionario, la gramática y la ortografía, que son los códigos esenciales de una lengua. Pero como aquí hemos de centrar este comentario sobre el Diccionario del español dominicano, voy a mostrar algunos ejemplos para que se identifique bien lo que es un dominicanismo, tanto léxico como semántico.

Pues bien, se denomina «dominicanismo léxico» al conjunto de las palabras inventadas o creadas por los hablantes dominicanos, es decir, de las formas verbales que no aparecen en ninguna otra variante de la lengua española, ni en la lengua general, ni en las lenguas regionales o locales del español en el mundo hispánico. Por ejemplo: las palabras mangú, bachata, changüí, chiripero, concho, tutumpote, locrio, pariguayo, son voces propias del español dominicano porque fueron creadas por los hablantes dominicanos y, por consiguiente, constituyen una invención del léxico dominicano como tal, en su doble aspecto formal y conceptual, es decir, en su escritura y en el significado que esa palabra tiene, porque las palabras tienen una forma y un valor semántico. Respecto al significado aquí entra la segunda parte, es decir, los dominicanismos semánticos. ¿A qué se le llama «dominicanismo semántico»? A las palabras de la lengua española que en nuestro país tienen un significado diferente al significado de base que esa palabra tiene en la lengua general. Por ejemplo, la palabra «cuero» en nuestro país alude a una ‘prostituta’; o la palabra «lámina» se aplica en nuestro país a ‘mujer hermosa’; o la palabra «figureo», que significa ‘ostentación’, o la palabra “gancho”, que en nuestro país tiene el significado de ‘trampa’; o la palabra «chepa», que le damos el significado de ‘casualidad’. Esos son ejemplos de dominicanismos semánticos, es decir, de las palabras de la lengua española que en el español dominicano tienen un significado diferente del significado consignado en el Diccionario de la lengua española.

Otra faceta distintiva del léxico dominicano, como se muestra en el Diccionario del español dominicano, es una «combinación léxico-semántica-gramatical». Por ejemplo: es una invención del habla dominicana la palabra «medalaganario», una creación formada por los vocablos “me da la gana”, más la derivación –ario, que forma “medalaganario”, para significar ‘la actitud caprichosa o antojadiza’ de una persona; o la palabra «conchoprimismo», formada por “conchoprimo” (conchoprimo es el vocablo que alude a la época de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, cuando había la lucha montonera en los levantamientos armados o revoluciones caudillistas); o la palabra «machepero», de «machepa», una derivación de la palabra «machepa», que se refiere a la ‘madre del hombre pobre’; o «brincadera», que es una ‘reiteración del acto de brincar’.

También podemos hablar, al enfocar los rasgos del español dominicano, de los «arcaísmos», que comprenden las voces del legado patrimonial de la lengua española, es decir, del español clásico o de la época en que se le llamaba lengua castellana, por las voces antiguas que aún conservan muchos de nuestros hablantes, como la palabra «dizque», equivalente a ‘dicen que’, o la palabra «curcutear», que significa ‘indagar’. Justamente, ahora que hablo de «curcutear», que es una palabra clásica de la lengua española, el cibaeño la pronuncia “cuicutiai”. Y ¿qué es cuicutiai o curcutear? No es más que ‘investigar, averiguar, indagar algo’, y esa es una herencia léxica del caudal patrimonial de la lengua castellana.  Y así hay otras palabras.

Actualmente, el equipo lexicográfico de la ADL está trabajando en la actualización del Diccionario del español dominicano, para incorporar voces que no fueron recogidas en la primera edición y también para enriquecer con nuevas acepciones las palabras consignadas. Actualizarlo significa incluir voces que no se incluyeron en la primera edición o mejorar o ampliar su definición con nuevas acepciones. Las acepciones son los diferentes significados que una palabra suele tener. Entonces, para esta segunda edición, que esperamos terminar dentro de un par de años, Dios mediante, la intención es, no solo incluir las voces que quedaron fuera, sino también hacer una edición electrónica para llevarlo a las redes telemáticas, al tiempo que se hará también una edición impresa. Eso quiere decir, naturalmente, que la Academia sigue trabajando, en la actualidad, en la identificación de las palabras que usan los hablantes dominicanos, tanto en el plano de la escritura en libros, revistas y periódicos, y también en la oralidad, que es una grandiosa fuente para recoger el léxico de una comunidad de hablantes.

Pero, además, en la Academia Dominicana de la Lengua también hemos publicado otros diccionarios. Por ejemplo, el Diccionario fraseológico del español dominicano, del suscrito en coautoría con Irene Pérez Guerra y Roberto Guzmán Silverio. ¿Qué recoge ese diccionario? Recoge lo que en el área de la lexicografía se llama fraseología, es decir, el caudal de locuciones, frases, adagios y giros, que forman parte de la lengua española. El mayor caudal está cifrado en los refranes, que forman parte de fraseología, porque esa vertiente —que es muy importante en todas las variantes de la lengua española en el mundo—, ya que los refranes conforman la expresión heredada de los hablantes, razón por la cual también confeccionamos el Diccionario de refranes —de mi autoría—, que recoge, justamente, eso que nosotros identificamos como refranes, que en la lengua española se llaman paremias. La paremiología es una dimensión muy importante en el conocimiento de la lengua española porque comprende el arsenal de frases hechas que usan los hablantes y que de alguna manera reflejan una importante vertiente de esa faceta cultural de los hablantes de una lengua, por las raíces idiomáticas, antropológicas y conceptuales que recoge la idiosincrasia de una mentalidad en todos los órdenes que comprenden los refranes, porque los refranes abarcan todas las áreas del saber y de la vida de una comunidad.

Posteriormente trabajé e la confección de un Diccionario de símbolos, una faceta muy importante en la alta cultura, por el alto nivel representativo de la simbología. Un aspecto clave en la confección de este Diccionario fue, justamente, entender lo que la palabra «símbolo» entraña para una cultura o para una obra artística y literaria, ya que el simbolismo siempre está vinculado con ese nivel de representación que una palabra tiene respecto a un saber determinado, que es importante porque supone un nivel de conciencia idiomática muy profundo y significativo, como suelen usar y aplicar los escritores en cualquier género literario —como el drama, la novela, la poesía, el ensayo y la crítica literaria—. Es decir, se trata de un nivel de representación intelectual, estético y espiritual que supone una profunda y elevada conceptuación a la hora de clasificar el trasfondo semántico de las palabras y de consignar los diferentes significados metafóricos y simbólicos que una palabra puede tener; porque una palabra tiene, además del sentido de base, un sentido metafórico y también puede tener un sentido simbólico. Y ese es el nivel de enriquecimiento de una lengua y de los buenos hablantes. Los hablantes cultos, que suelen ser los intelectuales, académicos y escritores, conocen y aplican en su creación la dimensión simbólica de una palabra, aun cuando no siempre esos escritores están conscientes del aporte creativo, conceptual y espiritual, que ellos hacen mediante un símbolo, por el hecho de que la mayoría de los valiosos aportes de un escritor lo hace de una forma intuitiva, para la cual no es necesario una plena conciencia de lo que aportan, y es el crítico o el exégeta literario que suele descubrir el trasfondo simbólico de una palabra o de una expresión.

El otro diccionario que escribí es el Diccionario de mística, y la mística no es más que la búsqueda de lo divino. En ese Diccionario se abordan palabras de la espiritualidad sagrada que tienen un valor sagrado en la conciencia de la alta cultura, ya que tiene que ver con esa dimensión profunda de la inteligencia sutil y de la sensibilidad espiritual de los seres humanos. El nivel de profundización en este Diccionario de mística supone una concentración en una disciplina espiritual específica, como es la creación literaria vinculada a la Divinidad, que en el ámbito de la poesía llamamos Teopoética, que se manifiesta tanto en la poesía, como en la narrativa y el teatro, fundamentalmente. Por ejemplo, el libro Luz de oscura llama, de la escritora y académica española Clara Janés, es una obra teatral de inspiración mística, centrada en san Juan de la Cruz. La novela El pobre de Asís, del griego Nikos Kazantzakis, es una narrativa mística, inspirada en la vida de san Francisco de Asís; y el poemario Luz sobre luz, de la académica y poeta puertorriqueña Luce López-Baralt, es una creación teopoética inspirada en lo divino, como lo son los otros dos libros citados.

Eso quiere decir que hemos hecho un intenso trabajo, un trabajo concentrado, dedicado, especializado en temas específicos, durante varios años, al estudio de la palabra en sus manifestaciones lexicográfica y semántica, y también en su dimensión fraseológica, literaria, estética, simbólica y espiritual.

Los hablantes conscientes de su lengua sienten amor por la palabra, se identifican con el conocimiento de la palabra, buscan el significado de una palabra cuando lo desconocen, y lo buscan en los diccionarios. Hay diccionarios en todas las áreas del saber, no solo en la lengua, como es el Diccionario de la lengua española. Los hablantes dominicanos pueden tener acceso, por ejemplo, a los diccionarios que hemos mencionado, pero hay muchos otros diccionarios en el ámbito científico, y en el ámbito específico de cada disciplina, que están a nuestro alcance, que sin duda ayudan en la formación intelectual. Porque, como decía Gabriel García Márquez, cuando le preguntaron cómo logró tener el conocimiento de la lengua que su literatura mostraba dijo que, desde pequeño, cada vez que él le preguntaba a su abuelo el significado de una palabra, le decía «Ven, vamos a consultar el diccionario, que el diccionario lo sabe todo». Y acontece que, efectivamente, el diccionario suele ser un texto donde las palabras se presentan, se definen, se describen como son, se ponen ejemplos las obras que hemos citado, Trabaja en la confección de un diccionario es una labor exigente, pero es profunda y edificante, porque quien escribe un diccionario vinculado con la lengua, tiene que tener el conocimiento de una rama de la lingüística que se llama lexicografía. La lexicografía es la ciencia que se encarga de confeccionar diccionarios, y esa ciencia tiene muchos aspectos peculiares que hay que conocer porque una palabra no puede definirse antojadizamente: hay una normativa, una pauta léxica, una orientación semántica de cómo definir una palabra. Y entonces, a menudo, el lector que acude al diccionario no sabe esas cosas; no sabe que detrás de una definición hubo una labor de investigación, de acarreo, de la fuente donde documentar esa palabra, sobre todo, y hay que tener una plena conciencia de que, al definir una palabra, hay que hacerlo con propiedad, con rigor y corrección y, si es posible, con elegancia. En definitiva, para dar lugar a las preguntas, voy a dejar hasta aquí mi intervención, y quiero felicitar a Ydrialis Castillo por esta convocatoria, y ponderar a los que me han precedido en la palabra, y añadirles que esta labor a la que nos dedicamos en la Academia Dominicana de la Lengua, la hacemos justamente para cumplir la misión que nos fue encomendada por la Real Academia Española, que es el estudio de la lengua y el cultivo de las letras. La Academia Dominicana de la Lengua está centrada en esas dos vertientes, y los académicos lo hacemos, justamente, para contribuir a que nuestros hablantes tengan una mayor conciencia de la lengua, se ocupen de consultar diccionarios, de estudiar la gramática y la ortografía para que logremos un uso ejemplar de la palabra mediante el arte del buen decir, que es parte de nuestra sagrada misión.

Preguntas al expositor 

—Ydrialis Castillo: Muchísimas gracias, don Bruno, por esa magnífica cátedra, no solo en lexicología, lingüística y filología, sino también en cultura. Usted nos ha enriquecido con esa explicación, al hablar sobre los diccionarios que ha publicado la Academia Dominicana de la Lengua, pero también sobre cómo se debe proceder ante la palabra, explicar la palabra para compartirla.

—Público: ¿Qué se necesita para hacer un diccionario especializado en un tema?

—BRC: Lo primero que hay que saber es sobre la disciplina a la que alude, en la que se va a centrar ese diccionario, porque no se puede escribir un diccionario de cualquier área, en cualquier ámbito del saber, si no se tiene el conocimiento de esa disciplina. Por ejemplo, para hacer un diccionario jurídico, hay que conocer las leyes; un bisoño sin el conocimiento de las leyes no podría hacer un diccionario jurídico. Pero lo mismo habría que decir de un diccionario de astronomía o de arqueología o un diccionario de las comidas, por ejemplo, o del arte —de cualquier saber—; o un diccionario de literatura, que requiere el conocimiento de obras literarias para mostrar ejemplos convincentes. Pero, además, y hablando de literatura, tendría que ser alguien que conozca las técnicas compositivas, los recursos de la creación, las leyes de la creación. Porque, por ejemplo, la novela tiene leyes, la poesía tiene leyes, el drama tiene leyes. La mayoría de los dramaturgos, de los novelistas o los poetas, no conocen esas leyes; sin embargo, las aplican en su escritura. ¿Quién conoce esas leyes? El teórico de la literatura, el filólogo, el estudioso de la obra literaria. Pues eso mismo se podría decir de cualquier disciplina. Un diccionario del tema médico, por ejemplo, tiene que ser escrito por alguien que sea doctor en medicina, y que sea un estudioso de la medicina, para definir, para describir con propiedad científica las palabras del área de la medicina, y eso es elemental para todos los conocimientos. Y, por supuesto, en cualquier área que sea, en cualquier disciplina del saber que se escriba un diccionario, tiene que ser alguien que conozca la palabra, que tenga conocimiento de la lengua, aun cuando ese diccionario no sea de lingüística ni de las palabras de la lengua española. Pero debe tener un conocimiento de la lengua, porque el autor de un diccionario tiene que redactar con propiedad y corrección, cada una de las palabras que va a definir. Y desde luego cada disciplina va a pautar un tipo de normativa que hay que seguir en la confección de ese diccionario.

—Público: ¿Imparte la Academia Dominicana de la Lengua cursos de lexicografía?

—BRC: Ofrecemos cursillos, charlas, coloquios, talleres y conferencias. Tenemos en la Academia de la Lengua un equipo lexicográfico conformado por los que tienen una mayor formación en el área de la lexicografía, presidido por la doctora María José Rincón, y actualmente ese equipo está concentrado en la revisión y en la actualización del Diccionario del español dominicano. En diferentes escenarios hemos dictado cursillos, conferencias, seminarios, coloquios, presentación de libros vinculados con la lengua en todas sus manifestaciones: lexicográfica, gramatical y ortográfica, que son las tres áreas del saber lingüístico que los hablantes necesitan conocer y perfeccionar. Con la pandemia hemos restringido las actividades presenciales; pero seguimos haciendo actividades virtuales y, sobre todo, publicamos un boletín mensual en el que aparecen los temas que tratamos en la Academia o que escriben nuestros académicos sobre aspectos idiomáticos. Y, sobre todo, el objetivo de ese Boletín, es justamente, motivar, concientizar lo que es el conocimiento de la lengua española. Tenemos colaboradores fijos en la Academia, y áreas de servicio, como Fundéu. A través de Fundéu damos a conocer la forma apropiada de determinados vocablos cuando, sobre todo, comprobamos en la prensa escrita que a menudo aparecen términos no usados con propiedad y corrección, entonces hacemos la propuesta de cuál es la forma correcta. Pero cuando pase la pandemia (y esperemos que no dure más de dos años, porque normalmente las pandemias en la historia de la humanidad han durado cuatro años —lo digo para que no se desesperen—; llevamos dos, pero históricamente las pandemias suelen durar cuatro años) yo espero que dentro de dos años volvamos a la vida normal, si sobrevivimos al riego que conlleva este afrentoso virus, ese desafortunado COVID que ha cambiado el estilo de vida de millones de gentes en el mundo. Y una muestra del cambio es lo que estamos haciendo aquí en este momento, mediante este recurso virtual; porque si no existiera la presencia pandemia,  esa actividad, probablemente se hubiera hecho presencialmente en Funglode, centro muy valioso para el estudio y la difusión del pensamiento y la cultura en los aspectos concernientes al desarrollo intelectual, por lo cual también felicito a los que trabajan en Funglode y, sobre todo, al creador de Funglode, el presidente Leonel Fernández, que tuvo esa gran visión para crear esta grandiosa institución cultural.

—Público: ¿Son tan raras las palabras de Cibao como para decir que los cibaeños tienen su propia lengua? ¿Puede el cibaeñismo alzarse como un lenguaje propio?

—Ydrialis Castillo: Bueno, corríjame usted, don Bruno: Los diccionarios también ayudan a guardar, a mantener un recuerdo de algunas palabras que quizás con el tiempo se desactualicen o queden en desuso. Entonces es importante tener un libro que permita ver cómo ha evolucionado la lengua a través del tiempo.

—BRC: El español dominicano es una variante del español universal, y el cibaeñismo es una subvariante del español dominicano. Cierto es que los diccionarios contribuyen a mantener el conocimiento de las palabras, si estas dejan de usarse. Las comunidades mantienen viva su lengua y hablan a su manera porque de esa forma se entienden mejor. Mientras haya hablantes cibaeños, el cibaeñismo estará vigente, aun cuando los medios de comunicación, como la radio y la televisión, han contribuido a que haya un uso más amplio del español general. Pero el hablante común, el hablante del pueblo, ese hablante que es parte de la cultura viva del dominicano, habla a su modo y manera la lengua, sin someterse al dictamen del rigor académico. Y eso tiene su valor. Santo Domingo, 20 de octubre de 2021.

Juan Miguel Domínguez Prieto: la mística en Iconos del agua viva y Trobar leu/cantos apropiados

Por Miguelina Medina 

 

«alégrate, cuando ante Él toca la tierra tu frente, alégrate»,

Juan Miguel Domínguez Prieto

 

Introducción 

     Para presentar la mística que he observado en estas dos obras es necesario hacerlo a manera de un observatorio literario, pues el autor nos introduce a una poética que es una esencia unificada de impresiones que él quiere transmitirnos. La palabra, que amamos, nos abre sus propios caminos. Los caminos trazados por el autor son unos, él les ofrece sus puertas a quienes deseen mirarlo. Pero los caminos de Dios pueden abrirles a sus obras otras esencias cuando las estudiamos con devoción.

Juan Miguel Domínguez Prieto quiere dar su testimonio de Dios y quiere continuar el testimonio que los demás han plasmado en sus obras plenas de esperanzas. Dios se sabe amado por el autor y por todos los demás autores que él ha traído a este observatorio.

El epígrafe que he colocado en este estudio, tomado de su obra, nos ofrece el primer conocimiento de la actitud del autor ante la Obra divina. Dice: «…alégrate,/ cuando ante Él toca la tierra tu frente,/ alégrate». Así ha estado él en todo tiempo de su escritura y desde que conoció la majestuosidad de Dios. Sus versos traducen su aliento humilde y sabio que llena de esperanzas a los púlpitos particulares.

Las obras base de este estudio son dos libros llenos de arte y de ciencia, de mística y de adoración a Dios. Iconos del Agua Viva, por ejemplo, es una obra de obras y requiere un tiempo mínimo para exponer un estudio sobre ella.  Igualmente sucede con Trobar Leu, entraña una técnica poco usual y por lo tanto para mí desconocida. Semanas antes de realizar este estudio, en un entremés dominical de encuentro interiorista, conversaba con el poeta Víctor Escarramán, uno de los poetas místicos dominicanos estudiados por Bruno Rosario Candelier en su obra La sabiduría sagrada, publicada en 2020: «¿Qué vamos a hacer con nuestra propia voz luego de haber estudiado a tantos poetas? —le dije—. ¿Acallarla?». Y concluimos que no, porque ella surge como ella es, con su propia manera y en su propia verdad. Don Bruno Rosario Candelier, al momento de entregarme estas dos obras para estudiarla exaltó a lo sumo la mística de este autor madrileño. Sentí que debía buscar algo especial en estas obras para exponerlas y me inquietó. Agradezco nuevamente la magna enseñanza del aquel maestro cuando me dijo: «Escribe como lo haces, con tu manera, lo que creas».  Y agradezco también a Víctor Escarramán sus palabras didácticas aquella mañana. Y he aquí, desde ese tiempo mínimo en que pueden presentarse estas obras, que expongo este estudio.

 

  1. «Iconos del Agua Viva»                

La mística expresada en Iconos del Agua Viva está inspirada en diversas obras pictóricas que, a su vez, tienen impregnadas las historias de los mismos creadores pictóricos y de la historia misma de los hechos reales, o considerados como reales algunos. Juan Miguel Domínguez Prieto, el poeta místico autor de estas obras que estoy presentando, ha trasladado su historia interior a sus poemas a través del hecho plasmado en cada pintura contemplada. A veces nos parece que él es el poeta omnisciente que acompañó al artista en su pensamiento cuando se obstruía en algún punto de su creación. Es decir que, sin estudiar cada obra pictórica —mínimamente, por lo menos, pero con cuidado—, no entenderíamos lo que el poeta quiere transmitir en su esencial exposición, pues parecería que está interpretando una poesía visual, y no lo es: a las pinturas, colocadas en las páginas de la izquierda, el autor le escribe un soneto, colocado en la página de la derecha. Podríamos leer los poemas sin mirar la pintura, porque es posible, pues la poesía del poeta es máxima en su belleza como tal y exalta la Creación divina; pero las pinturas guardan verdades de hechos místicos históricos sublimes, que se ponen de manifiesto en los poemas del poeta mediante la contemplación de estas obras pictóricas. Es decir que la belleza mística, particularmente expresada en estas obras, guarda estrecha intimidad con el Ser que la posee y con la apreciación del autor. La verdad secreta se revela en quien hace el silencio necesario sobre sí mismo y espera en el silencio de la obra. Quien puede apreciar esta belleza porque sí, sin razones ni explicaciones, al ser impactado sencillamente, agradece al Amor la ignorancia. El amor puro se manifiesta en quien las mira, primeramente, sin inteligencias, aunque, para concebirse, la Inteligencia divina haya sido necesaria. Por eso los niños aman sin saber de ciencias. La Palabra de Dios se engrandece en el alma cuando vemos a estos autores que trascienden nuestro entendimiento y nos convocan a mirar más allá para dejar que su poema se traduzca como ellos anhelan: desde el bien que ofrece respuestas sin buscarlas, pero guiadas por los pinceles divinos para encontrarlas.

Puesto que los poemas de nuestro autor fueron inspirados en obras pictóricas, él los ha nombrado, casi todos, con los nombres originales de estas obras. La técnica de la contemplación fue esencial, pero si no la conocemos como «técnica», ella se presenta como obnubilación e impresión de belleza. El desenlace analítico al que llegamos, cuando estudiamos un poco más profundamente estas obras del autor, lo disfrutaremos con la grandiosidad y espesura dulce que contiene: el fervor de la armonía, la paz de la postración. Muchas cosas de las que siente el autor no quedan ocultas en la exposición de sus obras.

Y expongo que solo al final de estudiar esta, específicamente, me di cuenta de que ella guarda maravillas especiales para cada quien. Lo noté cuando leí el poema «Sofía. Primicia Antes De Las Fuentes De Agua», cuyo Icono sagrado, fuente de contemplación del poeta, se titula «Sofía, sabiduría divina». ¿Por qué? Porque fue al final, precisamente, cuando supe que estas contemplaciones iconográficas las había sugerido Juan Pablo II, Karol Wojtyla, con la finalidad de que emergiera el rezo íntimo de cada ser humano que las observara. Es maravilloso esto para mí porque en aquella conversación con Escarramán, hablamos del Logos de Karol Wojtyla y de El legado de Juan pablo II, El Magno (Gabriel Melo-Guevara/Bogdan Piotrowski, Legado de Juan Pablo II, El Magno, Universidad Sergio Arboleda y Fundación Juan Pablo II Centro de Documentación y Estudio del Pontificado, Bogotá, noviembre 2015¹). Doy testimonio de esta coincidencia de aliento espiritual porque es importante que el autor sepa que sus obras guardan misiones divinas, que, aunque se nos pierdan de la vista, aparentemente, siempre perdurarán en nosotros para bien. Leamos lo que expresó el papa Juan Pablo II sobre estos iconos cristianos (Ver «Rezando con los iconos» en: https://rezarconlosiconos.com/index.php/el-salvador/sabiduria):         

«“Así como la lectura de los libros materiales permite la comprensión de la palabra viva del Señor, del mismo modo el icono permite acceder, a través de la vista, a los misterios de la salvación” (Juan Pablo II, Duodecimum saeculum)». 

¹ También puede accederse a la página de la Academia Dominicana de la Lengua: https://academia.org.do/, y al Boletín No. 182, de noviembre de 2020, del Movimiento Interiorista del Ateneo Insular para leer más de esta obras.

Construcción de los sonetos. Los poemas están construidos en sonetos, y, aunque tienen sus métricas y sus rimas, al leerlos se escuchan con la elegancia sencilla de una emoción prístina. Estos poemas nos cuentan de la espiritualidad especial del poeta y a ella nos introduce con la edificación innata del poema. Podemos añadir que con sus sonetos el autor reza una oración sincera desde su corazón descubierto, y junto con este rezo de nuestro autor, la oración del creador de la obra pictórica está presente. Por eso toda esta obra la sentimos igual en nosotros, porque, además, la expresión del lenguaje ha sido adecuada a las urgencias del poeta.

  Análisis del primer poema del poemario «Puerta De La Transfiguración» (sugiero buscar en Internet el icono que el autor presenta: «Detalle de la Transfiguración de Teófanes el Griego»). Al analizar este poema, colocado por el autor en la entrada del poemario, notamos que ello es una vía que él nos está trazando, un conducto en el cual quiere entrarnos: su transfiguración. A esta transfiguración él ha llegado por el éxtasis de la belleza de estas obras.  Él al tocarlas con sus sentidos vio todo tal cual ocurrieron los hechos místicos o divinos desde su espíritu. Aunque las alabanzas de todos los postrados sean para Dios, la transfiguración no se sabe transmitir con el lenguaje, muchas veces, porque provienen de lágrimas de silencios, plasmadas en las obras, que no ceden a la palabra sino al espacio sensitivo que se produce, como quien se encuentra en una nueva carne.  A esta entrada de la carne mística el autor le llama «piel», sinónimo en el contexto de «puerta»: la piel es la puerta que le hizo entrar a la Carne, la carne del Cordero, que colmó su persona en aquella nueva Tierra: el Cristo. Leamos el poema, p. 15:

 

Con el pozo, tu piel parece hosanna 

abriéndose en olor de luz. Parece 

que no es de fuera el alba que amanece. 

Que surte luz sin brote de mañana. 

 

Parece albor posado y qué temprana 

la diafanidad que permanece. 

Parece que el albor te comparece, 

con ser de piel el aire en que se afana 

 

Parece, al despuntar el que te mira, 

que es de siempre el albor que te respira, 

que siempre tú me esperas en olor 

 

de luz, adentro, al alba en permanencia: 

alba en alba, velando transparencia, 

piel de hosanna, porosa de tabor. 

 

Análisis del tercer poema del poemario: entrando a la nueva carne. Desde la piel que nos confiesa el autor que ha tocado en este éxtasis contemplativo, él escribe su pieza literaria titulada «Icono de la Vista que proclama la luz, mas cela su hermosura», cuyo icono inspirador se titula «Juan el Precursor (El Bautista)»: 

 

De tanta luz, tu vista es un encaje 

liviano, antiguo, más lo nuevo canta. 

Es un cendal de Dios que se levanta. 

La gracia da a tu vista su ropaje. 

 

Anhelo ver la luz sin tu celaje. 

Tú guardas, manantial del alba santa 

como una hebra de aire dice planta, 

como dice el altar su maridaje. 

 

Mas tanta luz, doblando a tanta gracia, 

con blancura se cela en tu misterio 

y contemplo presagio y no figura. 

 

Pero canto en clamor: la sed me sacia 

soy herido por Luz en presbiterio 

y voy a Luz, sin pago de hermosura. 

 

Este icono que utiliza el autor está descrito de la siguiente manera en el siguiente enlace de internet: (https://www.aciprensa.com/arte/Iconos/juanprecursor.htm):

[Icono de iconostasia. Rusia septentrional, siglo XVII. 84,5 x 35,4 cm. Colección privada Brenske, Hannover]. De grandes dimensiones, el Santo está aquí representado como se le hallaba del lado derecho en la iconostasia de la Iglesia de Oriente, símbolo del Antiguo Testamento, e inclinándose delante del Pantocrator, colocado en el centro. Con ambas manos intercede para la remisión de los pecados de la humanidad. El campo central más profundamente ahuecado refuerza el brillo de la imagen. Juan se identifica desde lejos en los iconos por su rostro de asceta y su barba bastante alborotada, barba que la iconografía convencional siempre representa con un aspecto similar. Con mechones de pelo que surgen de la barba, pero bastante cuidados. Además, habitualmente lleva los pies descalzos como lo describe el Antiguo Testamento caminando por el desierto, alimentándose de miel silvestre. Los iconos de Juan Bautista eran especialmente venerados en los monasterios de orden de estricta obediencia, ya que es el santo protector de los monjes. El título nos dice que a quien predica nuestro autor es a Cristo, al Mesías, Jesús el Cristo, valorando justamente la obra previa de Juan el Bautista. Este poema tercero nos dice que él entró por medio de la transfiguración, facilitada por Juan el Bautista, que es la piel, a la carne de Cristo. El mensaje lo va hilvanando el autor por medio de esa secuencia de claraboyas que predica Juan el Bautista —no dejando ver a Cristo claramente, pero sin cesar en su misión de intervenir públicamente con sus emisiones discursivas sobre el Mesías—: «“Tras mí viene Uno que es más poderoso que yo, a quien no soy digno de inclinarme y desatar la correa de Sus sandalias” (Marcos 1:7)». Nuestro autor lo dice de esta manera: «De tanta luz, tu vista es un encaje/ liviano, antiguo, mas lo nuevo canta./ Es un cendal de Dios que se levanta./ La gracia da a tu vista su ropaje».  No se veía claramente porque la misión de Juan era solo transparentarlo a medias hasta «el día y la hora» que lo presentara en el río Jordán sellándolo claramente ante los demás el Espíritu Santo. Esto es lo que quiere decir con la palabra «encaje», el autor, que es ‘claraboya intermitente’.  Cuando el autor dice: «mas lo nuevo canta», confirma que se refiere ‘al que vendrá’. Luego dice: «Es un cendal de Dios que se levanta./ La gracia da a tu vista su ropaje»: esto es que ‘lo que se descubre, en la nueva luz que vendrá, estará sin encajes, sin ropas se verá’. Esto lo confirma el autor en los versos: «Anhelo ver la luz sin tu celaje./ Tú guardas manantial del alba santa». «Alba santa» es ‘el amanecer’, ‘el día en que se dio a conocer al Hijo de Dios’: «Este es mi hijo amado en quien tengo complacencia», dice la Biblia en Lucas 3:22. Entonces se escuchó desde el cielo la Voz y luego se posó sobre él el Espíritu Santo, representación del Bautismo divino. Todos los presentes vieron con sus ojos el hecho histórico sin «encaje», sin «celaje», sin «guarda», sin ‘celadores’, como lo transparenta el autor grandiosamente también. Jesús es, pues, el ‘Canto nuevo’, el «Agua Viva», que el autor alaba en su segundo poema: «Me enamoras, Quietud, con agua viva,/ quieta la voz y la mirada estable./ ¿Soy la sed que te busca o se hace amable/ el salto de tu fuente rediviva?».

En el primer terceto del mismo poema tercero, el autor dice: «y contemplo presagio y no figura»: es decir que ‘entró a la Carne sin medios que se interpusieran’, sin encaje liviano y antiguo; la Promesa ha sido cumplida y en ella permanecerá ligero todo pensamiento y conocimiento anterior al hecho; la fe que ha sido provista, quedará como base de la fidelidad de Dios en la nueva estructura del plan de Salvación. El autor en su soneto describe que encarnó la misma Certeza divina, la Verdad que fue emitida, la que está ya entre nosotros: el Emmanuel, como era llamado en la promesa. Es una gran belleza mística esta imagen literaria que el autor nos muestra. Y nuevamente lo confirma al final del soneto: «y voy a Luz, sin pago de hermosura».

Análisis del verso: «como una hebra de aire dice planta» de este tercer poema del poemario.  Hay que resaltar el detalle de pulcritud creativa del autor en todo el poemario, solo indicaré algo que increíblemente nos asombra. El autor plasma con alto conocimiento poético su poesía, técnicas clásicas de creación, aparte de la construcción diestra de sus sonetos. Su profunda sensibilidad mística lo hizo hurgar en la ciencia de la obra pictórica y los hechos reales. Él encontró, entonces, la forma de expresar la impresión espiritual que le pasó con la figura de Juan que predicaba a Jesús. Él intuía y recibía en la piel un manantial de luces que lo quemaban.  Dice la nota de internet que cité en la página 4 de este estudio, lo siguiente: «Juan se identifica desde lejos en los iconos por su rostro de asceta y su barba bastante alborotada… Con mechones de pelo que surgen de la barba, pero bastante cuidados». Es por esta razón que el autor construyó el verso que dice: «Tú guardas manantial del alba santa/ como una hebra de aire dice planta». Las hebras siempre pulcras, que sobresalen, que impregna Juan en el aire como en la tierra las raíces de los helechos, lo representa como la germinación del Agua Viva, para que beban los sedientos del desierto. Las hebras de las barbas representan la siembra, cuando dice «planta», ella es pura desde la raíz la nueva Carne, que es el fruto, la nueva Vida, la Esperanza. El pintor de esta pieza pictórica también creyó en esta nueva Vida que sembraría el Mesías, Jesús el Cristo —que ofrecía Juan el Bautista primero—, y por eso no extirpó este detalle de la figura de Juan. Y así lo hizo constar el autor del soneto. Pienso que fue guiado por Dios para los que necesitan escuchar desde ese ángulo Su Sabiduría. Todas las imágenes son maravillosas, igualmente los sonetos y las imágenes adicionales que crean los sonetos de Juan Miguel Domínguez Prieto. Por eso quiero compartir dos más:

Del «Icono De Cristo No Pintado Por Mano Humana», dice en internet lo siguiente (https://www.collectisgirona.com/es/mandylion-cristo-no-pintado-por-mano-humana-icono-ortodoxo-madera-pintada-a-mano-3352.html):

Llamado “Acheiropoietos”, es decir, “no hecho por la mano del hombre”, según la tradición sostenida por Niceforo Calisto, viene del original que fue enviado por Cristo al rey Abgar V Oukhama, de Edessa. El rey Abgar V, que tenía lepra, le pidió a su pintor personal Ananías que le trajera a Cristo. Como Jesús no podía desplazarse, Ananías intentó, en vano, realizar su retrato. Entonces, Cristo presionó su rostro contra un paño de lino y sobre él quedó impresa la Cara del Señor. Este lienzo es llamado Mandylion, que significa «pañuelo». Cuando el rey Abgar V vio el lienzo se curó.

Y el autor dice, en los dos tercetos de su homónimo soneto:

 

Y mi estancia se duerme mansamente, 

y despierta en fragancia de tu frente 

como aire de estación abierta y pura. 

 

En tu breve perfil el orden pace: 

tu poder que restaura lo que nace 

sustentándolo en frágil hermosura. 

 

Del «Icono De Jasna Góra», dicen las citas de hipervínculos de Internet: 

La Virgen Negra de Częstochowa […] es un icono de la Virgen María, que es la más venerada reliquia de Polonia y uno de sus símbolos nacionales  (https://es.wikipedia.org/wiki/Nuestra_Se%C3%B1ora_de_Czestochowa), cuya realización se atribuye al evangelista Lucas. El cuadro es un icono pintado sobre una tabla de 122,2 x 82,2 cm y representa el busto de una Virgen negra con el niño Jesús en brazos […]. Historia. En 1655, los suecos atacaron Polonia, pero al llegar a Jasna Góra, esta resistió el ataque con apenas un centenar de soldados contra treinta mil suecos. Esto hizo que todo el país se levantara en armas, se ganó la guerra y en 1656, el rey Juan II Casimiro Vasa consagró todo el país bajo la protección de la Virgen de Jasna Góra. (https://es.wikipedia.org/wiki/Jasna_G%C3%B3ra).

 

Y escribe entonces el autor, en su soneto de igual nombre:

 

Esposa con la luz, tu transparencia 

es íntima como casi fuente, 

y tierra viste desposadamente, 

tierra, origen, color de la querencia. 

En tu rostro la fuente se silencia, 

y hablas silencios de lo transparente. 

Tu cara casi amanecidamente 

convoca al interior de la nacencia. 

 

Esa agua en que el esposo se complace, 

secreta transparencia de tu cara, 

ese manar en que tu casa pace… 

sin verlos, se oye como si manara. 

Es tu agua tierra de querencia clara. 

Tierra, la fuente que en tu cara nace. 

 

Lo que quiero resaltar, en este observatorio natural en el que nos ha entrado el autor cuando estudiamos su poesía mística, es que cuando investigamos la historia de estas obras pictóricas, es cuando entendemos a lo sumo su inmensa sabiduría y su hipersensibilidad a la Luz divina.

 

  1. «Trobar Leu: Cantos apropiados» 

Debo apuntar que, aunque es posible hacer un comentario global de la mística del autor, no es lo más conveniente, pues estas obras son técnicamente distintas, aunque ambas sean místicas. Así que pido, por favor, comprensión del tiempo, nuevamente.

Y comienzo el estudio de este poemario exponiendo de la cita de Internet que «Trobar Leu era un estilo de poesía de los trovadores que se caracterizaba por una dicción simple, natural y accesible y formas de verso relativamente simples. Era un estilo destinado a atraer a la audiencia más amplia posible. El término proviene de la palabra provenzal trobar, o el arte de componer y recitar versos, y de leu, que significa “ligero” o “fácil”» (https://es.wikipedia.org/wiki/Trobar_leu). Sin embargo, nada de fácil tienen estos poemas: ni su expresión ni la composición ni su contenido. Este segundo poemario, publicado 16 años después de aquel primero, contiene una poesía inspirada plenamente en la Virgen María.

En la arquitectura de la composición de los poemas, nos encontramos con muchos momentos no comprendidos. La falta de conocimiento podría hacernos exaltar los poemas o descartarlos. La pérdida de lo que yo he llamado ‘la cordialidad del poema’, las paradas abruptas de su tipografía, nos pueden hacer perder el deseo de permanecer en la lectura de este poemario. Sintiendo esto me llegó la luz de que podía haber algo más significativo en esta construcción y decidí detenerme e investigar. Al buscar en Internet las palabras que me surgían como las marcó el poeta, encontré la siguiente explicación, amplia, pero necesaria para entender el poema y al propio poeta. Leamos la información (http://www.eol-laplata.org/blog/index.php/poesia-espacio-en-blanco-ritmo-y-resonancia/):

Poesía: espacio en blanco, ritmo y resonancia. Una de las características que identifica a la escritura de poesía es que su lenguaje tiende a la brevedad, a la concentración, a la concisión. Si bien un poema puede extenderse en una secuencia narrativa, por ejemplo, en algún momento unas líneas, unos versos recogerán con intensidad ese sentido apretado que tanto la singulariza y que, por su carga emocional y disruptiva, crea en quien lee una resonancia. Son esos pocos versos como instantes que la poesía capta y que persisten más allá del tiempo de la lectura. Son esos versos que se llevan en la boca o que martillean en la conciencia y que no terminarán de resolverse. No puede con ellos una lectura reduccionista, una lectura que planche sus arrugas o que anule su rispidez. Siempre quedará un excedente, algo del orden de lo emocional, del affectus, que seguirá presente en la repetición de esos versos sin terminar de desanudarse».

Hay muchos procedimientos con los que la poesía logra que su trazo diga más con menos, diga mucho dentro de la economía expresiva que la caracteriza. La elisión, la yuxtaposición, el espacio en blanco son algunos de esos recursos. La elisión de verbos o palabras para no sobreabundar o para crear un efecto de sentido que a su vez crea un hueco […]  la yuxtaposición que es la acumulación de frases que no están hiladas, es la acumulación que prescinde de la coordinación, de la creación de enlaces gramaticales. La yuxtaposición deja de lado el uso de conectores que son los que guían la lectura en un sentido unívoco. La yuxtaposición crea vacíosentre una frase y otra, propone un salto al vacío que el lector/a deberá resolver con su lectura. Así hace del sentido algo irresuelto, algo menos asible, ambiguo. Se puede pensar aquí en el haiku, ese tipo de composición proveniente de la poesía japonesa […]. La imagen visual se yuxtapone a la imagen sonora […]. No hay conectores no hay explicaciones, simplemente los objetos seleccionados que crean el silencio que sumerge al lector en esa atmósfera contemplativa y meditativa.

Es imprescindible entender esta construcción de Juan Miguel Domínguez Prieto. Y lo estamos aprendiendo juntos en este observatorio que nos ha creado. Él, como conocedor de los fundamentos del pensamiento poético y disciplinario, nos hace la salvedad de que la poesía no es un suspiro y nada más. Él nos enseña a través de su estructura estricta que el conocimiento esencial nos conduce a mover la poesía como necesitamos mover nuestros sentimientos. Podemos ver frenos bruscos, construidos por el poeta, para que lo oigamos con sus gritos y sensaciones, y no lo debemos pasar por alto. Hay algo más allá de lo grandiosamente visible en sus poemas, y él quiere decírnoslo, algo que debe pernoctar en nosotros un momento para realizar su trabajo de reconstrucción en nosotros mismos. ¿Qué puede ser? La respuesta es de cada uno en particular. El poemario es difícil y es excelso y requiere más que una lectura letárgica. Las señales de luces que se nos muestran no debemos dejarlas pasar porque ellas nos pueden llevar a los Cupidos inimaginables que revolotean en el poemario.

Leamos el poema «Tenuitas». La fragancia esencial que libera el autor a través de este poema es un hecho histórico, según se narra en Las Escrituras, tiene título, es la «Visitación de María». El enlace de Internet adjunto dice que «Visitación es el término con el que se designa en el cristianismo a la visita realizada por la Virgen María, embarazada de Jesús, a su pariente Isabel, embarazada a su vez de Juan el Bautista. Se trata de un pasaje único del Evangelio de Lucas, también conocido como la Visitación de María» (https://es.wikipedia.org/wiki/Visitaci%C3%B3n).

El autor escribe su poema a través de la pintura de Isabel Guerra, una monja que «carente de formación académica pinta “por intuición”», según consta en el enlace de internet  (https://elpais.com/diario/1986/01/21/ultima/506646005_850215.html). La obra pictórica correspondiente a «Tenuitas» no la encontré, pero el autor especifica en la página 11 como sigue: «Tenuitas (de Isabel Guerra)». Es decir que he deducido que el poema está construido basado en una imagen pictórica de esta artista plástica. «Tenuitas» significa «delgadez», palabra en latín, según traductores en Internet. La segunda palabra del poema también es «delgadez»:

 

… delicadeza, delgadez, finura; 

limpidales claros; 

lo cristalino, caudal en éxtasis; 

lo exento, lo cotidiano que se descalzara. 

 

El lino guardado 

el agua sacada 

en Ain-Karen.  

Piensas como es, la Visitación, el día a día; 

cómo, la Luz en los tres meses, 

y de la misericordia del lirio en la aridez.  

El evangelio a la puerta: Estoy a la puerta y llamo, 

María, de tu Interior. 

 

Ni dentro ni afuera en tales palabras hay, 

sino Cristo en la Placenta 

Señor de Tierra Señor de Cristo, 

Señor de Tierra        Señor de Cristo. 

Ni dicciones en tales palabras hay 

mas el Verbo desasido. 

   * 

Limones que a su flor huelen, 

si hoy escucháis su voz.  

cuajados y revestidos  

si hoy escucháis su voz.  

Un vaso, un paño, una blancura: 

te llevaré al desierto; 

y a ti, mi desposada  

el lino guardado 

el agua lavada 

en Ain-Karen, 

     Desde esta parada analítica vemos que el poeta demuestra que, al pasar del tiempo, los iconos han marcado su manera de vivir: todo para él es una imagen que lo envuelve hermosamente, y en ellas encuentra sus estancias místicas. La Virgen María para el autor ha sido un retrato que él ha reproducido desde su propio cine interior en el que recrea sus anhelos de la Presencia divina. La creación del poemario basado en esta emoción mariana lo confirma. En el poema «Tenuitas» ha fijado su esplendor en la placenta liberada en el interior de las madres, el Gozo de ambas. El significado de «delgadez», a pesar de su significado en la obra pictórica, él lo basa en ese hecho del encuentro de María e Isabel, madres de Jesús y de Juan el Bautista, respectivamente. Cuando el autor utiliza el vocablo «Ain-Karen» reafirma el hecho inspirador que lo hizo crear la adoración que le ofrenda a Dios en este hecho y a la misma Virgen, también a la madre de Juan el Bautista, Isabel, y a todas las madres del mundo. Leamos la información del siguiente enlace: (http://ainkarem.es/historia/): Ain Karem es el nombre del pueblo en el que la Tradición sitúa este encuentro entre María e Isabel. Allí tuvo lugar la Visitación, después de que ambas mujeres hubieran sido “visitadas” por Dios e invitadas a participar en su Proyecto de Salvación. Cuando María se encuentra con Isabel, las dos se saben embarazadas, llenas de Vida, y en un abrazo comparten su alegría, dan a gracias a Dios juntas y, gozosas, entonan cantos. Es este el momento en el que María proclama su Magnificat.

“…Por aquellos días María se puso en camino y se fue a la montaña, a una ciudad de Judá. Entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y cuando Isabel oyó el saludo de María el niño empezó a dar saltos en su seno. Entonces Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó a grandes voces…” (Lc1, 39 –42a).

Cuán maravilloso es leer esto. Con la marca del éxtasis, provocada por su sensibilidad y necesidad del aliento de Dios, el autor inquiere en la Verdad del Verbo, en la Encarnación del plan divino de Salvación. La devoción por la Virgen María que se confiesa sierva ante el Señor, para nuestro poeta místico esto es hermoso. Él va directo al origen, a la membrana delgada que protege el ser que se desarrolla en las entrañas. En el Diccionario de la lengua española dice que placenta es el «órgano intermediario durante la gestación entre la madre y el feto, que se adhiere a la superficie interior del útero y del que nace el cordón umbilical».  Por lo tanto, «placenta» es uno de los símbolos de la «Visitación», que utiliza el autor, al igual que «cordón umbilical» y «superficie interior». Él se está uniendo a los cantos de muchos que canta igual, desde su concepción teológica hasta el hecho místico y humano. El canto de las alegrías de las madres llenas de Gracia representa los milagros, el poder de Dios sobre lo que Él mismo ha decretado como imposible: por Obra y Gracia del Espíritu Santo concibió María, e Isabel, además de estéril, junto a su esposo, concibió por haber sido abiertos los órganos reproductores de ambos en sus años viejos.  Otro detalle es el paso natural de una lengua a otra, producto de otro tipo de transfiguración, una que añade símbolos que hay que descifrar. Aunque se pueda traducir este lenguaje, es un contenido que refiere al momento mismo de los hechos. Era un anhelo del autor y recibió el consuelo por el Amor en el espíritu. Leamos estos otros versos de «Tenuitas» (p. 33):

 

Dice ¡Ven ya sobre nosotros! 

eterna es su misericordia.  

Ahora, fiat, Sí, 

Ven, 

Vieni, 

Veni 

Veni cito, Veni, Domine Iesu 

en libro en cobre en Casta 

Veni; o, Veni, Domine 

en miel en mano en sueño… 

y a ti, mi desposada 

limpidales claros; 

lo cristalino, caudal en éxtasis; 

lo exento, lo cotidiano que se delcalzara, 

la Llena de Gracia con su nada de lino 

en Ain-Karen 

   Icono creado por el autor: «La Presencia». Aunque pudimos imaginarlo, nos sorprendió el autor cuando habló de su propio icono. En su vida postrada a los pies del Señor, y su fe en Su plan de Salvación, el autor crea su propio icono en respuesta a su vida mística, que es su única vida, la que guía su comportamiento mientras espera que se abran las puertas del rapto de su carne. Su icono personal de titula «Tu Presencia». Si vamos al rostro del autor que está plasmado en este poemario podemos pintar la presencia de Dios en él y le haríamos muchas preguntas al contemplarlo. Leamos el momento en el que él crea su icono personal (p. 32):

 

Entrar       Permanecer en la Presencia. 

Ser del Agua. 

Sencillez. 

Centro, Roca, Alcázar. 

Tierra para la postración         Tu presencia ya es Icono 

Ultimísima región a la que la Luz alcanza 

sobre ella, amanece como única  

Alégrate, nunca serás la desterrada, alégrate, 

cuando ante Él toca la tierra tu frente, 

alégrate!  

                                             Tus confines proclaman Su Palacio. 

La humilde: la elegida. 

Tierra limpia canta un retoñar de nupcias 

forma la galaxia que te acaricia milenrama invisible, 

Amor         Amans          Latens  

porque tus rodillas 

tu carne viven de la fe en el Cristo.  

Por eso eres la enjoyada de blancura. 

   «Tu Presencia» escudriña los saltos y los vacíos del autor cuándo clama al señor, y su necesidad divina de estar junto a Él para siempre. ¡Y lo hace en voz de María! ¡Como quien necesita la madre que lo arrulló inocente antes de conocer el dolor del mundo! Por eso «Tu Presencia» es también ‘tierra de postración’. ¡Cuán maravilloso es!

De la expresión «Cantos apropiados», subtítulo de este poemario. Señalo que el poemario no es de iconos, pero al estudiarlo encontramos que la expresión «Cantos apropiados» del título significa la toma que hizo el autor de los cantos de la Virgen María y de Isabel, su prima. Él bebió el canto de la misma copa en donde vertieron ellas el elixir de sus dichas de ser madres: es una emoción extática.

La voz «tierra», en una primera acepción significa ‘el aviso de la vida para los que están en el infierno’, pues Jesús «bajó a los infiernos», dice el evangelio, a predicar a esos muertos que creyeron o por los muertos no creyentes para la salvación posterior de sus almas. Luego esa voz es esperanza para lo que esperan en el Señor ahora, que está representada también por el autor en «Te Deum», uno de sus poemas de grandes generalidades de la esperanza que predica el autor.

Cuando el autor dice en sus versos: «Alégrate,/ nunca serás la desterrada, alégrate,/ cuando ante Él toca la tierra tu frente, alégrate», lo que quiere decir es —desde mi auscultación—, que ‘no será desterrada la iglesia, los creyentes, los que velan y vigilan la palabra del Mesías ahora y posteriormente, en su venida prometida’. Y la esperanza del fin del dolor está representada por las rodillas. También el aliento para este presente está representado en las rodillas, y lo enfatiza la frente en el suelo. La imagen representa también a los musulmanes en el muro y en sus distintos muros lejanos; también la fe de cada quien en su propia búsqueda divina.

Cuando añade el verso: «Tierra limpia canta un retoñar de nupcias/ forma la galaxia que te acaricia milenaria,/ invisible Amor     Amans    Latens»  —fijémonos en los tres vacíos del verso Amor, Amante, Enmascarado o vedado—, representa las bodas prometidas que anunció el Señor con su Iglesia. Quiere decir, pues, que ‘no importa cuánto padezcamos, la promesa de que seremos levantados del dolor será hecha realidad’. Ese es el «Canto apropiado» primero, en plural, a través de las dos madres, que hace el autor, por lo cual subtitula su libro. El poemario está pleno de cantos llenos de Gracia.

     Fin del poemario: Seis poemas sin saltos.  Todo lo escrito en esta obra nos condujo a una ciencia que intentamos investigar. El autor culmina su poemario con seis poemas que indican que él ha detenido la búsqueda por haber encontrado lo que anhelaba: la Presencia permanente de Dios en su vida. Y él ha descansado de la reflexión, del vacío, de los saltos a los abismos. Sus seis poemas cantan la paz del amor sublime, aquel que no hace preguntas porque las respuestas están en la ternura evidenciada de Dios. En esos poemas comprendemos sencillamente al autor, pues ya ha pasado el tiempo de estudiar. Vemos y oímos por el Amor sagrado en el que no subyace el temor. Es la gran Verdad del autor. La Presencia de Dios en él.  Y para que veamos esto solo transcribiré cuatro versos del primer poema de los seis (p. 62):

Me preguntaba el porqué de sus silencios 

y vine adonde los tenías en tu silencio. 

Mi oscuridad es la tuya, 

tu oscuridad es la espera de mis ojos encendidos. 

     Nueva puerta a la investigación. Termino con este poema (p. 33) que me dice, que nos dice, que no hemos conocido al autor plenamente, a pesar de este vasto estudio, que este es solo una muestra de la ciencia de su poesía y de su pulcro amor postrado hacia la hermosa e inescrutable soberanía de Dios:

 

Tú eres mi Creador y mi Dios. 

Tú hablas los tres lirios          sobre el desierto nacen.  

                                 No seré esclava del mundo, sino señora del desierto.  

Mira: miro los lirios; 

y Tú, a mí, que miro los lirios.  

Antes de nacer, 

ya Tú eras flor para mi yermo.  

Nada has tocado hasta la encarnación de tu virgen, 

nada luego has tocado; 

si antes aguardabas por mi cuerpo, 

ahora aguardas por mi libertad, 

la de escucharte.  

Tres lirios hablas en tu ancho Corazón desnudo. 

 

Agradezco, grandemente, al autor su poesía, y a don Bruno Rosario Candelier, infinitamente, este estudio a la obra de Juan Miguel Domínguez Prieto: Iconos del Agua Viva, Madrid, España, Nossa y Jara Editores, 1996; Trobar Leu/Cantos apropiados, Madrid, España, Huerga y Fierro Editores, 2012.

Teopoética en la lírica de Juan Miguel Domínguez Prieto: Del diarismo a la antología de un poeta místico

Por Luis Quezada

“La poesía es el silencio de quien espera contemplar el Rostro”,

Juan Miguel Domínguez Prieto, Diario, 19-10-2003.

 

INTRODUCCIÓN

Para conocer un poeta místico, no basta tener una antología de su producción poética o incluso, sus obras completas. Hace falta acercarse a la vida del poeta, pues la poesía mística nace de una profunda experiencia interior y sin conocer esta dimensión vivencial, no es posible acertar en los juicios acerca de su estética lírica.

El Dr. Bruno Rosario Candelier, con esa intuición que le caracteriza, cuando me propuso trabajar la teopoética de Juan Miguel Domínguez Prieto, puso en mis manos su DIARISMO, o más precisamente, un segmento de sus DIARIOS desde 1990 hasta el 2005, es decir, 15 años de sus anotaciones diarias.

Generalmente, los seres humanos de profunda vida interior, acostumbran ir escribiendo un diario de todo aquello que va brotando de su interior, como manantial que siempre emerge desde sus raíces más profundas, para así poder beber en su propio pozo de aquella sabiduría que va fluyendo día a día. Tal es el caso del famoso “Diario del alma” del Papa Juan XXIII, que en mi juventud pude ir saboreando y me ayudó a abrir vetas insospechadas en mi interioridad.

Juan Miguel Domínguez Prieto también incursiona en esta práctica del diarismo espiritual, matizado con una gran calidad poética que sublimiza aún más sus auscultamientos interiores.

Me limitaré en este trabajo a los diarios de Domínguez Prieto desde 1990 a 2005, y en sus escritos trataré de develar la teopoética que expresan, tanto a través de sus intuiciones y vivencias espirituales, como de su sublime estética lírica, que de entrada puedo definir como de auténtica poesía mística.

También utilizaré en este trabajo dos antologías: la Antología mayor del Movimiento Interiorista, cuyo antólogo, Fausto Leonardo Henríquez, recoge 10 hermosos poemas seleccionados de toda la producción lírica de Domínguez Prieto; y la Antología titulada “Poetas Interioristas españoles”, también del Padre Fausto A. Leonardo Henríquez, que recoge otros 10 poemas de nuestro autor en cuestión.

Aclaro, de entrada, que dedicaré en mi exposición más tiempo a su diarismo, es decir, a su experiencia mística, para poder desentrañar el verdadero sentido y alcance de su teopoética. Un trabajo posterior analizará en detalles el conjunto de su producción poética, que confieso de entrada, me ha cautivado sobremanera.

  1. Conociendo el místico a través de su diarismo.

Lo primero que me llama la atención es que su diarismo es de ráfagas, de centellazos espirituales. Son cápsulas condensadas de aquello que le hizo entrar mar adentro. A veces, en un día, solamente registra una palabra: “Lucernario” (19-5-1994).

Lo segundo que observo en su diarismo es que es más prosa poética que poesía tal cual. Una muestra:

Martes 19 de febrero 1991:

Caminando lentamente hacia San Vicente de Elviña, me quedo viendo los matices del atardecer en el camino y acogiendo, del campo llovido, los perfumes frescos.

En tercer lugar, cada día lo expresa como “flash” de vivencias que le conectan con su interioridad. Veamos un ejemplo concreto:

Sábado 17 de marzo de 1990

Me gusta pensar que mamá está en la playa, en esta misma donde deseaba hace tres veranos, solo, su presencia. Estar con la madre frente al mar es vivir de lo poco que nos pasa, quedar prendido en una Inmensidad sobre inmensidad.

El diarismo de Domínguez Prieto en los 15 años que tengo a mi disposición está organizado por grandes bloques. El primero lo llama SIEMBRAN LA ESCUCHA.

Una de las tareas más laboriosas del místico es precisamente sembrar en su interior la escucha.

Dice Domínguez Prieto:

“Amanece con pájaros que siembran la escucha” (1-1-1990).

Nuestro autor enfatiza algo que es propio del místico: buscar el silencio.

Dice: “Buscando el silencio”. (17-1-1990).

Otro reto del místico es purificar las entradas a su recorrido interior. Domínguez Prieto lo expresa así: “Asear la mente y el corazón” (20-7-1990).

El poeta místico cae en la cuenta que la poesía que brota de su experiencia viene marcada por la cotidianidad y la oscuridad.

Domínguez Prieto dice: “La poesía es como la fe: diaria, a veces oscura”, citando a Francisco Garfias. (21-6-1990).

Más adelante, nuestro autor expresa en su diario lo que es la meta del poeta místico. Dice: “Buscando el Rostro” (9-1-1991).

También expresa: “Despierto en la madrugada y escribo unos versos sobre el Rostro” (12-1-1991).

El místico no es una persona amargada sino llena de dulzura, pues está orillándose a lo hermoso del Rostro que descubre:

“Con M.O., persona que con dulzura va interiorizando lo hermoso” (14-1-1991).

El místico va experimentando poco a poco una sanación de sus heridas, de sus cicatrices y ramalazos psicológicos, que todos llevamos desde la más tierna infancia.

Dice: “Ayer me dormí con la gustosa oración de Thomas Merton, de 1947, Tú sanarás mi alma cuando te plazca” (4-2-1991).

Uno de los elementos fundamentales del camino místico es el SILENCIO. En su diario, Domínguez Prieto se refiere a él de múltiples formas: “silencio creativo” (3-3-1991), “claridad del silencio” (9-3-1991), “el transfigurante silencio” (10-3-1991), “descanso, escuchando el silencio” (9-11-1991). ¡Que nos hable el silencio! Es una consigna de todos los contemplativos.

El místico se va haciendo consciente de que va poco a poco sumergiéndose en un inmenso “mar místico” (3-8-1991), que lo va a poner “ante el misterio” (22-8-1991).

El otro tema fundamental de la experiencia mística que Domínguez Prieto recoge en su diarismo es la SOLEDAD.

El místico confirma que en la mayor soledad encuentra la total compañía. Dice nuestro autor: “No estoy solo; me acompaña, en vela, la pura eternidad de cuanto amo” (3-10-1991).

El místico siempre se percibe a sí mismo como una persona DEUDORA. Dice Domínguez Prieto: “comprender lo deudor que soy de tu Ternura” (14-12-1991).

En el segundo bloque de su diarismo, titulado LA SUERTE DE SION, ve su vida como un campo abierto en permanente florecimiento.

El contemplativo siente su interior como un “campo abierto”, donde “el pecho de Dios va gestando la ternura” (11-2-1997). Es una constante a través de los siglos, que todos los místicos lo que perciben y experimentan de Dios es la ternura (hesed, en hebreo).

Por eso, su vida vive en un permanente estado de florecimiento, como deja entrever Domínguez Prieto: Aunque por fuera sea verano, otoño o invierno, por dentro estoy en primavera (4-10-1997).

El tercer bloque de su diarismo, MARGEN, subraya la condición de vidente que comienza a experimentar el místico.

Dice Domínguez Prieto: “en el poeta, es la vista la sede de la audición (si algo hay que llegar a oir, es a ver a Dios cara a cara) (16-12-2001).

El autor vuelve a insistir en el tema recurrente de la SOLEDAD. Afirma: “Inmensamente solo e inmensamente acompañado. Me parece que el hombre no es sociable primeramente por la presencia del otro, sino, esencialmente, porque convive, por providencia, con lo que recupera de si” (23-12-2001).

Juan Miguel Domínguez Prieto acuña una serie de palabras nuevas que puedan expresar su deslumbrante camino interior. Por ejemplo, él crea la palabra EXTIMIDAD, a la cual le da varios significados concurrentes: expresar la intimidad; éxtasis de la intimidad; interioridad visible…

El místico, en su camino interior, descubre la SIMPLICIDAD de la existencia: Todo se reduce al AMOR. La simplicidad brota desde la interioridad. Por la exterioridad vemos la complejidad de la existencia; por la interioridad vemos la simplicidad de la existencia.

Dice: ¿Qué ves delante? Amor.

Incluso su expresión poética la define como un escrito de amor. Afirma: “la creación poética sigue siendo una manera pura de amar” (11-11-2002).

La interioridad supera la espacialidad y la temporalidad. Domínguez Prieto escribe:

“Me desvelo cerca de las cuatro de la mañana y escribo:

Dios está arriba y nosotros, abajo

Dios está abajo y nosotros, abajo

Nosotros estamos abajo y Dios, dentro”. (25-3-2002)

El tema de “oir la soledad” lleva a los místicos a la mayor solidaridad.

El místico también experimenta la NANIDAD, tanto de él, como de Dios.

Escribe: “Dios que lo es Todo, se anonada” (2-4-2002).

Domínguez Prieto señala en su diarismo que “los griegos eran grandes escuchadores; por eso crearon mitos” (18-4-2002).

La contemplación se hace omnipresente al místico.

Dice Domínguez Prieto: “Unos minutos, ha estado Dios contemplando a un hombre que contemplaba un pájaro en su contemplación” (29-5-2002).

Otro tema que nuestro autor resalta en su diarismo es la ALTERIDAD, un tema muy querido del filósofo judío Levinás. Domínguez Prieto le expresa así: “Para amar, es preciso entrar en la marginalidad del otro, donde el otro no me sirve para nada, adonde el Espíritu clama desde el barro por las flores del nuevo mundo” (14-6-2002).

Una gran intuición de Domínguez Prieto consiste en decir que en la interioridad es donde uno construye el poema esencial, porque se sumerge en la NADA y el TODO. El cita a Edith Sodergran: Un poema esencial. Aparece la nada. Yo añado: Un poema esencial. Aparece el todo. Sodergran dice: “detrás de las palabras, acecha la nada. Yo añado: Detrás de las palabras, acecha el todo. (20-7-2002).

Todos los místicos están de acuerdo que el silencio es anterior a la palabra. Citando a Gerardo Diego, Domínguez Prieto anota:

Callo

para que la palabra no destrone

mi más hondo silencio verdadero (20-8-2002)

Las intuiciones profundas de Bruno Rosario Candelier sobre el protoidioma y la protopoesía, encuentran asidero en la tradición mística y aparecen citadas ampliamente en su diarismo por Domínguez Prieto.

Agustín escribió una vez: “Te buscaba fuera, cuando en realidad estabas dentro de mi”. Este acierto agustiniano es de todos los contemplativos. Domínguez Prieto lo expresa así:

Tu mente buscaba

por fuera el Cordero.

Pero Él te balaba

en susurro dentro. (31-8-2002)

La interioridad es capaz de hacer permanecer en nosotros vivencias, experiencias, situaciones y circunstancias que físicamente y exteriormente ya no están presentes.

Domínguez Prieto consigna en su diario: “La gente se trajo en el corazón el campo” (11-9-2002)

Hay una discusión sin término de qué es más superior, si la poesía, la música o la pintura. Escuché en la tertulia de miercoletras a uno de los participantes decir que la música es superior a la poesía. Maurice Nedoncelle, citado por Domínguez Prieto, afirma lo contrario: “la poesía es superior en perfección a la música”. Creo que son tres caminos superiores de perfección: uno a través del sonido; otro a través de la palabra; y otro a través del lienzo.

Un gran acierto que afirma Domínguez Prieto en su diarismo es que los místicos rompen el velo a través del silencio” (24-11-2002).

En su cuarto bloque del diarismo, SUR, habla de la transfiguración que vive el místico. Para eso, crea una palabra: taborizar.

Dice Domínguez Prieto: “Oh Tú, que subiste a la Montaña, taboriza el día” (29-12-2002). Incluso, al hablar de EXTIMIDAD, la llama “tabor de la intimidad” (6-2-2003).

Pero el místico también percibe el pathos, el dolor, la agonía. Para esto, crea otra palabra nueva: “Getsemanece” (14 y 16 de enero de 2003).

Domínguez Prieto habla de “mantrizar” palabras que se escuchan desde la “soledad sonora”. En su diario afirma: “Cuando el poeta apalabra -en intento- el silencio, el fotógrafo le fija texto a la imagen. Estamos ante la expresividad desde lo contemplativo” (5-3-2003).

El silencio y la soledad sonora que experimentan los contemplativos, le lleva a decir a Domínguez Prieto:

Donde se cierra una puerta, se abre un Canto.

Donde se inscribe un Canto, se encierra el silencio.

Oh silencio hospedable, sombra del Cantor (2-3-2003)

La contemplación le permite al místico VER con nuevos ojos todas las cosas. Las ve en profundidad. El místico es el mayor crítico de la superficialidad, de la banalidad. Pero no solamente permite COMPRENDER, sino que permite TRANSFORMAR. Dice nuestro autor: “Quien solo contempla el mundo con pureza ya lo está transformando” (21-6-2003).

El contemplativo sabe que solamente en LA BÚSQUEDA DE LA FUENTE podemos superar la superficialidad. Dice Domínguez Prieto: “El problema de la falta de interioridad en la cultura: haber cambiado el punto de gravedad en la búsqueda seria por el de la falsa creatividad de la experimentación. Creo que hay que volver a la búsqueda de la fuente” (4-8-2003).

Domínguez Prieto afirma la taborización de la poesía: “La poesía no supone la aniquilación de las palabras, sino su transfiguración en una otredad” (4-8-2003).

Más adelante afirma: “La poesía exige mucho más: una transfiguración” (6-4-2004).

Un tema trabajado por Domínguez Prieto en su diarismo es el de la INSPIRACION.

Dice: “La inspiración no viene de fuera. Es la generación íntima de la que nace el estilo como manifestación de interioridad” (9-10-2003).

Más adelante expresa en su diario: “La inspiración no es un desposorio de fuerzas, sino de fragilidades. La de Dios apesebrada en la del poeta, que sólo en la humildad concibe. Si el poeta no consiente en silenciarse, no advendrá el súbito de la luz. Por eso, confunde a menudo inspiración con trabajo; y no llega a desasirse del erial del yo, sobre el que el Yo-Soy no violenta”. La inspiración nace de un desposorio de fragilidades consentidas” (11 y 13 de septiembre de 2004).

El místico según Domínguez Prieto ve a Dios como “Palabra-pesebrada-en mí” (10-6-2004).

Domíguez Prieto con mucha lucidez afirma: “El poeta no crea su lenguaje. Descubre lingüísticamente su irrepetibilidad” (10-11-2004). “El poeta no elige las palabras. Las palabras nucleares lo eligen en persona y calidez” (25-11-2004). Es lo que siempre el Dr. Bruno Rosario Candelier ha denominado PROTOLENGUAJE.

Fue la lectura detallada y pormenorizada de su diarismo que me lleva a reflexionar sobre el sentido de la TEOPOETICA, es decir, cómo se construye la poesía mística, cuya reflexión desarrollo en el próximo apartado.

 

  1. LA TEOPOÉTICA: Cómo se construye la poesía mística

Propongo 10 pasos que conforman la poiesis que hace posible una auténtica poesía mística. Estos pasos los veo todos reflejados en el diarismo de Domínguez Prieto.

Primer paso: Entra en su interior. El poeta hace un ejercicio de interioridad. Mira todo desde su interior.

Segundo paso: Hace un ejercicio de soledad. Este paso es indispensable. La soledad se va volviendo sonora, hasta llegar a ser solidaria.

Tercer paso: Se abraza del silencio, como ambiente necesario.

Cuarto paso: Se pone a la escucha, como condición esencial.

Quinto paso: Experimenta el Misterio, dimensión profunda del sentido del ser. Manantial al que llega al poeta para entonces poder beber de su propio pozo.

Sexto paso: Intuye como expresarlo. Se abre una puerta. La intuición es pre-lógica, previa a la intervención de la razón.

Séptimo paso: Se enciende una luz (insight) para lograr esa visión interna. Es la iluminación que nace de la intuición.

Octavo paso: Inspiración. Es un flujo que brota desde el manantial del Misterio y nos precede.

Noveno paso: Imaginación. El poeta se expresa a través de la “loca de la casa”, utilizando imágenes, metáforas, alegorías.

Décimo paso: Expresividad. El poeta finalmente dice lo que ha experimentado, con el recurso laborioso de la palabra, que de forma balbuceante intenta explicitar la vivencia interior. Aquí reside la “carpintería” del poeta para poder adecuar en palabras la experiencia profunda de sentido que ha vivenciado desde su interioridad. Aquí entra el trabajo laborioso de reflexión, como elemento principal.

 

  • LA POESÍA MÍSTICA DE JUAN MIGUEL DOMÍNGUEZ PRIETO.

Las dos antologías que me fueron entregadas sobre la poesía de Domínguez Prieto y ambas antologizadas por Fausto Leonardo Henríquez, harían este trabajo muy extenso, si entro en el detalle de se estética lírica a partir de cada uno de sus poemas. El tiempo no me permite en esta exposición ese lujo. Lo que hice fue leer todos sus poemas que tenía a la mano, iluminados por su diarismo, lo cual me hace afirmar sin temor a dudas, que nos encontramos ante un excelente poeta místico.

Baste un solo verso de su vasta producción poética:

Mira que te acaricio, abismo mío pequeño,

Roturo sobre ti, mi luz

(Poetas interioristas españoles, pág.91).

En su diario, escribió unos versos que pueden servir de referente a su talante poético:

Y bebe de la espesura

la miel de la nada pura,

por Amor (11-3-2005)

 

CONCLUSIÓN

Juan Miguel Domínguez Prieto, nacido en Madrid en 1963, de sólida formación literaria, especialista en filología románica, es autor de una vasta producción poética y ensayística, entre las que podemos resaltar:

  • Iconos del agua viva (1996)
  • Noite escura (1998)
  • Los poetas del silencio (2006)
  • Altizaro (2009)
  • Trobar leu (2011)
  • Kaligrafía y gracia (2015)
  • Los débiles (obra inédita en sonetos)
  • Los marzos (poesía para niños)
  • Hacdamáryam (poesía en sefardí)

Creo que las palabras introductorias de Fausto Leonardo Henríquez son el mejor colofón para valorar el poeta místico que hay en Domínguez Prieto:

“Gracia, profundidad, goce interior, fruición espiritual y deleite del alma, entre otras cosas, son parte de las vivencias de nuestro poeta quien, con un castellano culto y diáfano, nos comunica con la fuente misma de lo Divino.

Domínguez Prieto, que empalma con la mística hispánica, se distancia de la Poesía de la Experiencia de los 90 en España -antítesis de la Poética Interior- y recupera la mejor tradición de la poesía mística. Con este poeta, el Interiorismo, en su búsqueda de la trascendencia, llega definitivamente a su madurez y consolida una de las vertientes más importantes de su ideario, a saber, la mística”. (Antología mayor Movimiento Interiorista, pág. 163).

“Si queremos saber qué tipo de creación es la de Domínguez Prieto, diríamos que estamos ante una poesía de síntesis, de apretadas imágenes, cuyo brillo se asemeja al relámpago que quema la conciencia abierta al Amor, al infinito abrazo de Dios. Poesía pura, mística hasta dejar sin aliento” (Poetas interioristas españoles, pág.89).

Del verbo ordinario al verbo del Altísimo

Por Juan Miguel Domínguez Prieto

 

Al Excelentísimo Señor Doctor y bien amado fraternalmente, Don Bruno Rosario Candelier, mentor, en mí, de los misterios de la Belleza incólume en la didascalia del Ateneo Insular, dedico esta pequeña geografía rezada, de tierras más realmente interiores que veras a la vista común, desde la gratitud más honda y la admiración y el cariño de su poeta, Juan Miguel Domínguez Prieto, Guadalajara, España, Santa Rosa de Lima, MMIX, Domingo (Juan Miguel Domínguez Prieto, Altizaro, Madrid, Cuadernos del Laberinto, no. 5, 2009). Alborozo por obediencia y sumisión, la Llama de lo Alto fragua el celaje que transforma:

 

Con el gozo, tu piel parece hosanna

abriéndose en olor de luz. Parece

que no es de fuera el alba que amanece.

Que surte luz sin brote de mañana.

 

Parece albor posado y qué temprana

la diafanidad que permanece.

Parece que el albor te comparece,

con ser de piel el aire en que se afana.

 

Parece, al despuntar el que te mira,

que es de siempre el albor que te respira,

que siempre tú me esperas en olor

 

de luz, adentro, al alba en permanencia:

alba en alba, velando transparencia,

piel de hosanna, porosa de tabor.

(Juan Miguel Domínguez Prieto, Íconos el Agua Viva,

 Madrid, Nossa y Jara Editores, 1996, p. 15).

 

Con respetuosa fraternidad, al Dr. Bruno Rosario Candelier, estos Íconos del agua viva, responsorios de amor a su elocuente silencio; agua inscrita por obediencia en la sed de su quinta palabra; balbuceo del verbo al Verbo que preludia, escribiendo su dedo sobre la tierra, las Bellezas de una Misericordia que anhelamos cantar para siempre en el Sol común que nos visita y habita de lo Alto (Juan Miguel Domínguez Prieto, Guadalajara, 20 de octubre de 2004). Traspasada de la gracia que enamora, el agua tiene aquí una sutil simbología mística bajo el esponsorio de la luz inmersa en agua viva, preludio verbal de la Llama que transfigura bajo la fragua de lo divino:

 

Me enamoras, Quietud, con agua viva,

quieta la voz y la mirada estable.

¿Soy la sed que te busca o se hace amable

el salto de tu fuente rediviva?

  

Yo te miro a la luz, que siempre estriba

en tu pupila antigua y perdurable.

Tú me miras con voz, con inefable

salmo de soledad, porque conviva.

 

Vas hilando de gracia el movimiento

a tu luz, cenital, y hacia tu acento.

Y solo veo aquello que me hilas

 

-será tu lloro mi agua hacia la altura-,

pues antes de que alcance tu hermosura

eres la luz hallando mis pupilas.

(Juan Miguel Domínguez Prieto, Íconos el Agua Viva,

 Madrid, Nossa y Jara Editores, 1996, p. 17).

 

   Responsorio de amor a su elocuente Llama, divina dotación por ordenamiento de lo Alto, inherente al verbo que preludia el ícono del Verbo de la Hermosura sutil:

 

De tanta luz, tu vista es un encaje

liviano, antiguo; mas lo nuevo canta.

Es un cendal de Dios que se levanta.

La gracia da a tu vista su ropaje.

 

Anhelo ver la Luz sin tu celaje.

Tú guardas, manantial del alba santa

como una hebra de aire dice planta,

como dice el altar su maridaje.

 

Mas tanta luz, doblando a tanta gracia,

con blancura se cela en tu misterio

y contemplo presagio y no figura.

 

Pero canto en clamor: la sed me sacia

soy herido por Luz en presbiterio

y voy a Luz, sin pago de hermosura.

 

(Juan Miguel Domínguez Prieto, Íconos el Agua Viva,

Madrid, Nossa y Jara Editores, 1996, p. 19).

 

Dilectamente al Doctor Bruno Rosario Candelier, bajo el apalabrado silencio amoroso de nuestra luz común (Juan Miguel Domínguez Prieto, Guadalajara, España, 14 de marzo de 2012).

 

El gorrión, como ave de luz inmersa en la sombra invisible del Eterno:

 

Toda la danza: ¡Hela, en la mansa luz!

Salmodia total no deja pronunciarse, se ama solo.

Ven a Mí, la sierva,

boca al sonido y al temblor cantares.

Ave, hazte, plena a Mí.

Veni. A Mí, ven, la sierva, como agua,

como alba, gratia plena.

(Juan Miguel Domínguez Prieto, Trobar Leu: cantos apropiados,

Madrid, Huerga y Fierro Editores, 2012, p. 39).

 

Símbolo de pureza seráfica, emerge el lirio de la Luz que transpira la Llama del que Es:

 

Tiene oscuro ejercicio de campo, así conoce la luz.

Cuando son tus lirios, arde la mirada.

Qué fibras tañe, Tú lo sabes;

sabes la hora del cabello que te seca.

Sigue llorando tu agua para lavar el tiempo de la alondra.

Ahora puedes dejar a tu sierva callada en la lira de tu mano.

Todo es besar tu silencio y amanece.

No importará haber cenado junto a la Luz.

El lirio es Entraré y cenaré contigo.

Ahora, según tu promesa.

(Juan Miguel Domínguez Prieto, Trobar Leu: cantos apropiados,

Madrid, Huerga y Fierro Editores, 2012, p. 66).

Icono del Agua Viva

Me enamoras, Quietud, con agua viva,

quieta la voz y la mirada estable.

¿Soy la sed que te busca o se hace amable

el salto de tu fuente rediviva?

 

Yo te miro a la luz, que siempre estriba

en tu pupila antigua y perdurable.

Tú me miras con voz, con inefable

salmo de soledad, porque conviva.

 

Vas hilando de gracia el movimiento

a tu luz, cenital, y hacia tu acento.

y solo veo aquello que me hilas

 

-será tu lloro mi agua hacia la altura-,

pues antes de que alcance tu hermosura

eres la luz hallando mis pupilas.

 

(Juan Miguel Domínguez Prieto, Iconos del Agua Viva,

Madrid, Nossa y Jara Editores, 1996, p. 17).

De tanta luz, tu vista es un encaje

liviano, antiguo; mas lo nuevo canta.

Es un cendal de Dios que se levanta.

La gracia da a tu vista su ropaje.

 

Anhelo ver la Luz sin tu celaje.

Tú guardas, manantial del alba santa

como una hebra de aire dice planta,

como dice el altar su maridaje.

 

Mas tanta luz, doblando a tanta gracia,

con blancura se cela en tu misterio

y contemplo presagio y no figura.

 

Pero canto en clamor: la sed me sacia

soy herido por Luz en presbiterio

y voy a Luz, sin pago de hermosura.

 

(Juan Miguel Domínguez Prieto, Iconos del Agua Viva,

Madrid, Nossa y Jara Editores, 1996, p. 19).

Huele a pan la luz, a criatura

cercada de alba huele, a muy temprano.

Solo no es tarde en alba de tu mano:

epifanía allende la blancura.

Casa de pan, tu palma, de clausura

esponsal; pero abierta donde hilvano

corporales al ara de tu mano,

tú que vistes el sol por vestidura.

Alba es siempre en tu mano aunque maitina,

olor de luz que sacia en flor de harina.

Mano que hospeda. Laudes del descanso.

Criatura, capaz del alba, toda

hueles a Emaús, a pan de boda,

y en palma del Esposo a huésped manso.

(Juan Miguel Domínguez Prieto, Iconos del Agua Viva,

Madrid, Nossa y Jara Editores, 1996, p. 67).

Nadie aquí me ve más que El que me ve,

me ama y se mira dentro.

Tu frente inclinada me da la sombra de amor.

Pero eres Tú Quien me llamas palmerales

y creas tu reposo.

Toda la herida calla, que tu presencia es paño;

y paño, tu sierva a Ti.

Y rocío sellado, nuestras manos,

para signar la boca, la frente

-oasis nuestro mío-,

que, inclinadas, hacen sombra de amor.

(Juan Miguel Domínguez Prieto, Trobar Leu: Cantos apropiados,

Madrid, Huerga y Fierro Editores, 1996, p. 65).

El ánfora sagrada de Juan Miguel Domínguez Prieto

Por

Bruno Rosario Candelier

 

A

Giovanna Ramos,

fulgor de la Llama divina.

 

“Al entrar al pequeño templo de Santa Eufemia de Ambia, el Cristo del XI le dice en bajo perfumado:

-Estoy esperando amorosamente, mi pequeño poeta, el día en que no busques tu perennidad, sino la alabanza. ¿Estás oyendo por fuera? ¡Es un pájaro románico, desde la hora de mi talla! (Juan Miguel Domínguez Prieto, “El poeta y el pájaro”, en Oficio de Brevezas, Toledo, Ed. Acumán, 2004, p. 57).

 

Fundamentos de una trayectoria espiritual 

Juan Miguel Domínguez Prieto vive en comunión mística con lo viviente. Natural de Madrid, en cuya Universidad Complutense se doctoró en Filología Románica, ha hecho de la escritura su modo ejemplar de vida creadora mediante la cual testimonia su ardiente apelación espiritual, su luminosa vocación contemplativa y su ferviente entusiasmo divino. Toda su producción poética, desde Iconos de agua viva hasta La luz lateral, está impregnada del aliento de lo sagrado, que parece brotar en forma natural, prístina y pura, del ánfora interior de su alma privilegiada con el esplendor del Altísimo.

Este iluminado poeta madrileño reside en Guadalajara, España, donde ejerce la docencia literaria, vive una vida hogareña con su esposa y sus dos hijas y realiza el doble llamado de su vocación literaria en su dimensión simbólica y mística: “Paralelamente, en esta fragante y larga Guadalajara de Alcarria y de Campiña, me cuido el alma yendo hasta los pastores. Me traen un aroma antiguo de oficio que se pierde. Me arrodillan el interior ante la Belleza primera” (1).

La lírica de Juan Miguel Domínguez Prieto revela la pasión que lo subyuga: el sentimiento de lo divino, la Presencia inmaterial de la gracia, el aliento sutil de lo Sagrado, que vive y disfruta con profundo amor místico. En el instante en que experimenta la vivencia espiritual y estética bajo la onda de la Belleza suprema, se despierta su intuición de verdades profundas mediante el arrebato intangible de lo Eterno en cuya manifestación se revela la llama sutil de infinitud suprema.

Nuestro poeta escribe un diario personal, en el que estampa el testimonio espiritual, orante y místico, de su vocación contemplativa, y en él plasma esta gema de su convicción profunda: “Querer lo que se busca” (Diario, 14 de febrero de 1990). ¿Qué busca el poeta? Lo que motiva su canto. ¿Qué motiva su canto? Lo que lo arrebata al Misterio. Nada tan firme como la conciencia del místico para definir el sentido de su vida: lo divino en su hondura intangible, que entraña amor y dación de gracia con santidad y perfección.

Domínguez Prieto funda su vida y su creación en una perspectiva sagrada y trascendente que le aporta la fe católica y la teología mística de su formación intelectual y, en tal virtud, su lírica se imanta de la gracia divina que lo apela y del aliento vaporoso con que su pasión y su talante se impregnan de hondura y entusiasmo. Su obra es una evidencia de esta verdad: Nada como la gracia para colmar su dicha, y nada como el amor para saciar su sed.

En su gozosa búsqueda de la Belleza originaria, Domínguez Prieto vive el sentido de la Fuente ‘primordial’. Sabe que la vivencia de la verdad tiene barreras y que la belleza neutraliza tedios y desganos. En su contacto con lo viviente, siente que los elementos transpiran los efluvios imperceptibles de la Divinidad, y por eso la ferviente devoción que experimenta el poeta interiorista por el agua, el sol, la luna, el mar: “Acabo de venir del mar. Estoy en gracia” -dice complacido en un pasaje de su Diario (11 de junio de 1991).

Juan Miguel Domínguez Prieto vive místicamente el mundo. Vivir místicamente el mundo es vivirlo sintiendo lo sagrado en cada criatura viviente, en fenómenos y cosas, en hechos y vivencias. Desde la perspectiva mística se revela en una entrañable convivencia con lo existente, cantando el arrebato de la gracia, disfrutando el gozo de la contemplación, viviendo el esplendor de la Creación. Integrado a los fluidos de lo viviente y en armonía con el dictado del Altísimo, revela la amartelada fruición de su estado de iluminación que asume con vocación seráfica en expresión de una kénosis interior, es decir, como un sentimiento de anonadación espiritual que asume con obediencia supina y, en comunión de amor con lo sagrado, su lírica expresa el júbilo espiritual del vínculo divino.

El místico se distingue por la armonía de su alma, la paz de su conciencia y la pureza de su corazón. En actitud armoniosa con las cosas, experimenta un sentimiento de ternura y piedad por criaturas y elementos. En su trato con los demás, es un ente de unión y un factor de comprensión y armoniosa convivencia. En todo lo que hace, busca un fin trascendente, y vive en sintonía con la Energía Espiritual del mundo. Por esa entrañable disposición de empatía y comprensión, el místico tiene un corazón amoroso, con capacidad de sacrificio, renuncia y altruismo en generosa identificación, coparticipación solidaria y la convicción de su perspectiva puesta en el más allá. Su vida confirma que el amor disipa indiferencias y nostalgias y anula ausencias y olvidos. Nuestro poeta, que vive la gracia mística, ama la Luz cabe el misterio de lo Eterno.

La lírica mística de Juan Miguel me brinda la ocasión para enfocar la experiencia de lo trascendente en las diferentes modalidades de su irradiación poética, según se manifiesta en la creación interiorista:

  1. Expresión del fluir de la conciencia en comunión con lo divino.
  2. Creación estética y espiritual como cauce de la conciencia sutil.
  3. Valoración del sentido estético y mística del sentido.
  4. Recreación del impacto espiritual de lo real en la conciencia.
  5. Vivencia del júbilo interior con el esplendor de lo divino.
  6. Revelación de las formas arquetípicas de la Creación.
  7. Vivificación de la sabiduría espiritual y sagrada del Cosmos.

La dimensión mística es el más alto estadio en el desarrollo de la sensibilidad espiritual y la conciencia sutil. Una creación que refleje una conciencia desgarrada o angustiosa no es obra de un místico, porque el místico se siente unido a la Divinidad, y al vivir en comunión con lo sagrado, se siente integrado a la Energía Divina, y vive en armonía y sosiego interior, disfruta el encanto de lo viviente y experimenta el gozo de ser para la Luz. El místico tiene un corazón impregnado de sabiduría y amor, y por tanto refleja una actitud empática y generosa, y en tal virtud proyecta ternura y piedad hacia todos. Y su obra, por su dimensión mística, es genuina, limpia, abierta, transparente y luminosa, y como tal rebosa entusiasmo, expresa una ternura espiritual y un sentimiento de júbilo divino.

Enfocar la poesía mística supone penetrar en un dominio de la escritura y de la sensibilidad espiritual y estética que va más allá de la belleza sensorial por cuanto entraña y comporta la vivencia, en plenitud y profundidad, de la gracia divina. La más alta poesía mística es producto de un arrebato singular que disfrutan unos pocos elegidos de tan agraciado don divino ya que la pasión teopática da cuenta de una vivencia honda y misteriosa que se inspira en el fenómeno de la experiencia extática, y, cuando el místico desea testimoniar lo que sucede en la vida, proyecta la dimensión luminosas de lo viviente. Se puede escribir una poesía mística sobre los temas ordinarios de la vida, como lo hace Juan Miguel Domínguez Prieto, si se tiene la sensibilidad espiritual con el talante de lo sagrado. ¿Qué implican la ´sensibilidad espiritual´ y el ´talante de lo sagrado´? ´Sensibilidad espiritual´ significa desarrollar la dimensión trascendente de la percepción de lo real con una conciencia de la condición superior de lo divino, condición que genera el sentimiento místico con la disposición para captar el sentido superior de lo viviente; y en segundo lugar, el ´talante de lo sagrado´ supone la capacidad de la sensibilidad trascendente para sentir lo viviente en su dimensión espiritual, pura y divina, condición que permite ´sentir en el espíritu´ lo divino mismo, haciendo de la búsqueda espiritual y estética una tendencia superior del intelecto y la sensibilidad en tal grado y manera que la persona aprende a vivir y disfrutar el sentido de lo Eterno. Lo que estoy diciendo se puede rastrear en la lírica teopática de Domínguez Prieto.

La connotación mística tiene una dimensión contemplativa desde la perspectiva de los asuntos cotidianos, especialmente por quienes están inmersos en la realidad común, desacralizada y superflua, en medio de los apremios existenciales de este mundo. Pero quienes han desarrollado la sensibilidad trascendente y viven de manera natural la espiritualidad de lo sagrado pueden participar de un aliento místico con tal intensidad que le resulta espontáneo, natural y coherente testimoniar su visión contemplativa del mundo, como lo hicieron san Juan de la Cruz, santa Teresa de Jesús o Karol Wojtyla, o como lo hacen, entre los interioristas dominicanos, los eclesiásticos Freddy Bretón, Tulio Cordero, Fausto Leonardo Henríquez, Teodoro Rubio, Jit Manuel Castillo, Roberto Miguel Escaño, o, entre los interioristas españoles, Clara Janés, Juan Miguel Domínguez Prieto, José Félix Ollala, José Nicas, María del Carmen Soler y Gonzalo Melgar, y entre los americanos, Luce López-Baralt, José Luis Vega, Marco Martos, Segisfredo Infante, Conny Palacios, Ofelia Berrido y Leopoldo Minaya, entre otros.

En realidad, para quien no está compenetrado interiormente con la vivencia de lo sagrado, la mística y la lírica mística, constituyen una disciplina inalcanzable porque su cultivo no depende de la inteligencia ni de la voluntad, sino de la sensibilidad y la conciencia espiritual, y, de un modo singular, de una comunión entrañable con la Presencia divina, que a modo de coparticipación empática, llena, transforma y desborda lo viviente, inundando el alma de la inefable desmesura de lo Inmenso. Sentir, crear y vivir la poesía mística en su connotación espiritual, en su talante emocional y en su onda lírica, sagrada y simbólica supone una sintonía especial con lo divino con esa disposición entrañable y visceral, desde el hondón de la sensibilidad, en comunión con la Energía Espiritual del Cosmos. Justamente, por esa disposición de la interioridad espiritual, la lírica mística se distingue de las otras expresiones poéticas y se reconoce por estos rasgos esenciales:

  1. Ternura interior como expresión de una disposición empática y amorosa del sujeto creador con el fulgor de lo viviente.
  2. Sentimiento de lo sagrado como testimonio de la búsqueda de lo divino que anima la vida y la creación.
  3. Júbilo expresivo con fruición espiritual en tanto huella del sentimiento de gozo y entusiasmo que rebosa el alma del místico.
  4. Referentes simbólicos alusivos a la trascendencia como representación icónica de lo divino en razón del poder de transfiguración lírica, para hacer sensible, a través de la realidad natural de lo viviente, la dimensión sobrenatural de la Creación.
  5. Llama de amor divino en cuya virtud sagrada y mística de la cual la persona lírica siente y expresa la pasión de lo trascendente que envuelve y contagia la sustancia de la creación impregnada de belleza sutil y sentido de orden superior.

 

Clave mística de una vocación creadora

La creación poética de Juan Miguel Domínguez Prieto viene determinada por tres grandes instancias subyacentes en el producto creador: apelación sagrada, cosmovisión espiritual y sensibilidad trascendente, que configuran la obra artística y literaria. En la creación poética de Domínguez Prieto esas instancias tienen atributos singulares y específicos. ¿Cuál es la apelación secreta, profunda y entrañable de Juan Miguel Domínguez Prieto a la luz de su creación poética? En todo creador subyace una honda apelación que mueve su talento, determina su talante y perfila su creación para realizar algo grande y significativo. Domínguez Prieto testimonia en su lírica la llama de lo divino y la pasión de lo sagrado que hacen de su creación una genuina manifestación de la lírica teopoética. Puedo deducir, tras una ponderada lectura de la lírica de este singular poeta castellano, los rasgos de la apelación creadora de este valioso poeta interiorista:

  1. Seducción por el misterio de la Creación, con la convicción de que el universo de lo existente es obra divina.
  2. Encanto por el esplendor de lo viviente en forma ruiseñoreante desde la gema de su ensoñación estética, simbólica y mística.
  3. Vocación amorosa plasmada en la creación poética en tanto vivencia y testimonio de un alto don espiritual.
  4. Goce de la gracia divina inherente al ánfora interior de su amartelada sensibilidad que se desborda en ternura y piedad hacia criaturas y elementos.

En un cuestionario que le sometí al admirado poeta castellano, respecto a su propia apelación intelectual, me respondió: “La conciencia más extensa posible de la Creación de Dios la tuve temprano. Me refiero a las márgenes de la Creación, a la contigüidad interior” (2).

Su concepción literaria, razón de ser de su lírica mística, comparte la doble apelación espiritual y estética, fundada en el asombro de una inmensidad que se pierde en la contigüidad, por lo cual nuestro poeta interiorista cree que ha sido llamado para la creación mística: “(…) vocacionado, en infinito amor sutil de Esposo, al balbuceo. La poesía es el balbuceo que acentúa una tentativa de amor ante Quien nos crea contemplativos por la pronunciación del Sí” (3).

Para Domínguez Prieto, la creación poética es “una manera pura de amar” (4) ya que para él la creación, es decir, el sentido de la poïesis, entraña un testimonio de una amorosa visión del mundo y de la vida. Justamente, para aquilatar su producción creadora y valorarla adecuadamente hemos de enfocar la cosmovisión de Domínguez Prieto cuyo fundamento le viene dado de la mística católica, esencial para captar la clave lírica, estética y simbólica de su creación, que manifiesta las siguientes coordenadas:

  1. Conciencia poética de la crucifixión por la cual renuncia a sí mismo al modo evangélico para ser asiento del Verbo en su expresión creadora: “Mientras se escribe, se está en un exilio; se sabe que las altas son las palabras silenciosas, y a ellas tiende en parte por lo que es, en forma, coincidente a la delicia de Babel, de Babilonia; allí te dicen: canta para nosotros, mientras lloro la Tierra junto a sus canales” (5).
  2. Vivencia del sentido del silencio, renunciando a la palabra superficial y vacua para hallarla, rediviva y luminosa, en la plenitud de su sentido. “Un endecasílabo se crucifica en el Gólgota cuando no suena”, escribió el poeta de Guadalajara (6).
  3. Convicción de que con la palabra y el poder de la creación ha de potenciar la sabiduría y el amor a favor del desarrollo interior de la conciencia en su ruta hacia el ascenso del espíritu. Tiene la concepción de que “el trabajo del poeta está llamado a ser un testimonio de profecía limpia, inmaculado, una manera de iluminación de las sendas” (7).
  4. Creencia de que el don de la escritura canaliza el seguimiento de su vocación creadora y mística. Siente nuestro poeta que los creadores han sido iluminados y convocados “no para experimentar con la palabra, sino para someterla, en el justo criterio de las realizaciones, y que dé testimonio de la Luz” (8).

La sensibilidad es fundamental para la comprensión de una obra poética de la cual emana la onda espiritual que finca la conciencia estética y mística. La sensibilidad no es solo el punto de contacto con el Universo, sino el centro de nuestras percepciones y la base fontanal de nuestras operaciones. En Juan Miguel Domínguez Prieto la sensibilidad tiene los siguientes rasgos:

  1. Empatía porosa al esplendor de lo viviente en virtud de lo cual nuestro poeta se siente partícipe de la gracia estética, la gracia cósmica y la gracia mística.
  2. Posesión del aliento orante, numénico y sagrado en virtud del cual mana de su sensibilidad un reclamo religioso con el Ser divino a partir de sus criaturas vivientes.
  3. Canal de la Belleza sutil y la Verdad divina en virtud de las cuales se siente empatado al misterio de lo Eterno en su hermosura abismante que lo embriaga y arrebata.
  4. Talante abierto y sensible a los efluvios estelares mediante los cuales siente el destello sublime de la Llama infinita.

En tal virtud, Domínguez Prieto sabe por qué y para qué escribe. “Escribo porque es una puerta estrecha de obediencia a Su Belleza. Trato de encauzar mi sensibilidad hacia la alabanza al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo; y a la negación de mí, en sentido evangélico. Ser sensible ante el quehacer poético y vivir en gracia no es separable. Sin gracia sacramental, no escribo. Antes de hacerlo, intento no olvidarme de orar y de invocar al Espíritu Santo. Después, hay que latir parejo y sensibilizado al Pneuma, cuidando de no consentir, desde la escritura, ninguna idolatría de los logros” (9).

Consciente el poeta de que “vive, comparte y celebra en la catacumba de su interioridad” (10), asume su creación en obediencia de amor y entrega consentida al proyecto divino que lo obsede y a favor del crecimiento de lo que permanece y trasciende. En tal sentido, su creación poética refleja los siguientes atributos espirituales y estéticos:

  1. Expresión poética impregnada de ternura y empatía universal en dación de amor divino por el cual está consciente de la intención de su escritura.
  2. Compenetración con lo viviente como expresión tangible del Amor intangible.
  3. Renuncia de sí con entrega sacrificial al Ordenamiento divino en oblación de amor.
  4. Júbilo entrañable como epifanía de la fruición espiritual que le salva del vacío, la nostalgia y el desaliento.

Cree el poeta castellano que cuando se escribe se está en el exilio, como en una ausencia de la verdadera vivencia del espíritu. El mundo que conocemos o la realidad sensible que perciben nuestros sentidos corporales no es sino el “Cuerpo de la Piedad”, es decir, la obra visible del Creador, y aunque el poeta confiesa que ha sentido la tentación de abandonar la escritura para optar por el silencio, la convicción de que “el aliento creador lo da el Espíritu” (11) le impulsa a testimoniar la vivencia del amor en su creación.

 

Virtudes espirituales de una creación poética

Nuestro poeta experimenta una honda motivación estética y espiritual que plasma en su poesía. La apelación sensorial y suprasensible, que potencia su sensibilidad mística, lo pone en comunión con la naturaleza y a su través siente la Presencia que lo arroba en revelaciones y vivencias a oscuras y sin velo como un sortilegio de la luz desde la onda de la Llama prístina expresada en el Misterio. Para el creyente, y Juan Miguel lo es en sumo grado, Dios da la gracia para sentir por Él, que se hace sensible a través de una presencia singular, y esa gracia se hace dicha y encanto, aliento y ternura. Con la potencia sensorial de su capacidad de escucha, experimenta lo que su corazón ausculta a partir de los efluvios sutiles que su intuición atrapa, como lo revelan los siguientes versos (12:

 

Oído echado en los campos,

es escucharte,

y a ella, Tú,

 a su arcilla como antecántaro;

noche aún, Tú.

Arcilla y Luz, ¡os escucháis!

Os veo.

Qué no alcanza el limo

arrodillando

frescor de Virgen afgana.

 

Os veo,

arcilla y Luz,

horizonte y pájaro.

Sobre doce bosques,

una sola ave

cómo “pone el pico al aire”.

 

Azul de la tierra,

azul es rama.

Y a ella, Tú;

a escuchar

cómo calla a tu oído descalzo,

cómo calla a tu oído.

 

En su amartelada visión lírica la luz y el agua consustancian la Presencia en una transfiguración sutil y simbólica de la gracia divina que se hace aliento telúrico y manjar celeste en la palabra del poeta, como se aprecia en su poema “Icono en el jardín de Arimatea” (13), sortilegio de la dolencia divina que estremece su pecho y desmaya sus sentidos haciéndose visible en la magia verbal de su vivencia teopática con la que enlaza referencias bíblicas y el sentido místico de lo viviente y las irradiaciones estelares:

 

De pronto, todo es agua y es temprano

y es sol el agua y eres tú la fuente.

Todo es temprano y agua, de repente,

y te fluye el Tabor entre la mano.

 

Es todo transparente y todo humano,

todo piel de la Luz, tempranamente,

para llevar tu nombre entre la frente,

para manar…debajo del manzano

 

te desperté, entre la piel manada.

Es de agua tu nombre, desposada,

del árbol recental de la inocencia. 

 

Y es agua todo y boda y es mañana

y la novia se viste donde mana

la fuente antes del sol, tu transparencia.

 

En “Poemas sefardíes” el poeta acude a la añeja forma del decir antiguo entre los judíos españoles y canta el sentimiento de acatamiento de la Virgen Esposa. En lenguaje afín a la anonadación de la conciencia, efecto de la kénosis de su talante franciscano, la persona lírica recrea, con hondura y belleza, el simbolismo espiritual ante la gestación del Hijo del Hombre: “Melacrísmame / con noche de Ispahán/ de oler tu Alba”, dice en uno de sus textos en el antiguo ladino (14); y en otro que apuntala el criterio de que lo que somos interiormente comporta una connotación que transforma la conciencia, apuntalando estética y espiritualmente su proyecto poético: “La Yovena i anasba, la di la boz vaziya/ ke en boka kalya dulse/su abaxada/ lyebando la kreatura/Pexe escribe kon sol/en la su escurra almendra i aze la manyana. /Serrada huerta, ayre/ke da, ke da bimbrio sin demandar el arvole,/ y avierta esposika/ buxkando lo ke save/avla en su blanka kaza dualo envenranolyera/en su kaza de anasba”. Traducido al español actual, el propio autor translitera su creación lírica con los siguientes términos: “De abril –y núbil-, la de la voz vacía que dulce silencia su descendimiento llevando la Criatura, escribe en su mandorla Ixtís con sol y hace la mañana. Cerrado Huerto, Aire que da, que da su fruto, amarilla sin preguntarse por el árbol, Abierta y Pequeña Esposa buscando lo que sabe: ella es la que, en su hogar blanco, habla del verano íntimo en su casa de Párthenos” (15).

La llama sagrada de la mística, lo mismo que la del amor y la pasión, transfigura los objetos. Cuando la sensibilidad está dominada por el sentido místico, la voluntad y el entendimiento se ponen al servicio de una apelación humanizante y trascendente. A raíz de su convicción mística, el joven Francisco de Asís se hizo trovador de Dios, en un tiempo en que los enardecidos trovadores enaltecían las cosas de mundo mediante canciones, bebidas y juergas. Así nos lo presenta Gilbert Chesterton, cuando el joven trovador veía a Dios iluminando las cosas, puesto que el Poverello se hallaba, en cierto modo místico, “como al otro lado de las cosas, que contempla éstas saliendo de la Divinidad” (16). Juan Miguel Domínguez Prieto es devoto del santo de Asís, como suelen serlo los místicos cristianos, que experimentan ese mismo fenómeno de transfiguración. Como místico y poeta, a nuestro admirado creador castellano le sucede ese fenómeno de empatía y transferencia iluminante. El poeta no refiere los objetos que captan sus sentidos, sino la imagen que su intuición formula de las cosas a la luz de su llama mística y su pasión sagrada revelando en su escritura una connotación espiritual y estética que su sensibilidad transmuta con el aura sutil que su talante imprime a lo viviente al asumir el mundo como expresión sagrada. Pasión, fe y erudición se suman a su talante místico, y tras la emoción que engarza jubiloso a su creación, escribe imbuido de la magia alcarreña y, estimulado por la pasión que lo empata a lo divino, se exulta su corazón, y canta (17):

 

Aunque sólo pusiera tus manteles,

ya estaría el alba limpia.

Recuerdo, sí, comía al aire, era pastor.

Cuando comía el pan,

besaba todo el campo: la semilla,

el surco y el origen.

Lejanas estaciones

se abrían en la mano

partiendo el pan que parte.

No está allí mi boca.

Aunque sólo el decir te contemplase,

conocería el Nombre de la Luz.

Hablaba amaneciendo.

Cada bosque

retomaba las horas de sus labios

-el Nombre me decía-,

como ahora las retoma

amaneciendo lejos.

Caminaré hasta su casa: digo.

Sólo por ver tu pan,

Te pediré tejer

cada día el mantel al invitado.

 

Nutrido en las vivencias de la gracia divina e imantado por los efluvios telúricos y celestes de su amada Alcarria, nuestro poeta hace de la oración un canto de amor a la fuerza sublime que lo apela: “Si el poeta orante -ha dicho este interiorista- ha sido convocado a cantar, no ha sido llamado a tallar a cualquier precio su Nombre entre los hombres” (18).

Dios tiene un designio para cada hombre, y Juan Miguel sabe cuál es el suyo. Por eso no ha dudado en empuñar la lira mística para su canto poético y profético. Alto es el Tabor de la gracia, y sagrada la misión del místico de Castilla. En carta al suscrito, afirma el poeta: “Marginar la mística sería enajenar la necesaria obediencia” (19), que el contemplativo acata, reverente y gozoso, en sumisión a su designio divino.

La lírica mística es el mejor ejemplo de la interiorización de la imagen en la onda estética del contemplador. La realidad estética es el producto de la transmutación que realiza el sujeto creador de lo real objetivo que captan sus sentidos. No canta el poeta lo que perciben sus sentidos, sino lo que hiere su sensibilidad, lo que impacta su conciencia con su creación ante el hechizo de lo viviente, y en esa operación intelectual de convertir en imagen la percepción de las cosas, transmuta el dato sensorial en sustancia estética, y si tiene una intención creadora, la hace poesía, y si tiene una intención mística, la manifiesta como expresión de lo divino: “El peregrino advierte/ que lleva en sí el peso de la tierra. /Han abierto narcisos/ en el terrado a donde nunca sale, / a donde sale a oler. / Fuera, mira a los lejos: / sube un ´ocaso´ verde, ante trigal, / por el monte –mayor frente a los ojos-, / delicado por alma de espliegares. / Y el fuera es un adentro: / interior de vasija / y aromados terrones que se guardan.  / O el corazón al fondo es una alcarria / ¿intimada o intacta? / con su luz regresada de las flores” (20).

Este grandioso místico español abre sus sentidos a los datos sensoriales que lo miman y ve en ellos, porque así es su corazón empático y sensible, el destello de lo Increado expresado en fenómenos naturales, criaturas y elementos. Consciente de que la ternura revierte ausencias y olvidos, se pregunta: “¿Para qué la inmediatez si la intimidad del ser, de natural, se nos demora en ser amores?” (21). Sensible al esplendor de lo creado, los colores, los sonidos, los olores, los sabores, las texturas y las formas reclaman la atención de sus sentidos y en sus ojos de místico poeta se transmutan en sustancia fontanal para sentir y valorar el mundo con la emoción de un júbilo entrañable: “¿No es el agua lo que encanta? / No; sí, que tú, pura, / sacas el abrevado silencio. / Con la izquierda, / suavidad; / aire, de lo oscuro. / ¿Para qué? ¿Para quién? / Si una pequeña agua alaba en su nada, / ¿no alcanzará, por más con tu palma, corona de perfume?” (22).

Como Rainer María Rilke, Juan Miguel Domínguez Prieto ve en Toledo la imagen del Tabor durante su estancia en esa histórica ciudad española cuya argamasa espiritual le amansa el alma para recibir, en estado de serenidad seráfica, la gracia de lo Alto. Su visión estética y simbólica fragua su lira al conjuro de lo sagrado y se adentra en su ánfora interior el aliento fecundo del Espíritu. Alumbrado en su íntimo costado, vibra en él la pasión que no resiste ausencia. Expresa su canto con la fruición de lo divino (23):

 

Toledo es el Tabor. Allá, agrecada,

la mano posa a otra luz: modelo

de los blancos que no separa el velo,

ave de voz que no es de voz formada.

 

Domínguez Prieto contempla el mundo con la pureza del místico, al modo de fray Luis de León o Rabindranath Tagore. El propio poeta sabe apreciar y disfrutar esa delicada manera de contemplación, y por eso escribe: “Quien contempla el mundo con pureza ya lo está transformando” (24). Esa singular pureza en la mirada, encendida y potenciada por la conciencia mística, es sensorial y estética, lírica y simbólica, y en tal virtud le permite vivir a plenitud su vocación contemplativa y sentir gozosamente el esplendor de lo viviente al vivir místicamente el mundo, a modo de réplica formal de lo que describe el Génesis: “Y vio Dios que todo era bueno”. De igual manera nuestro querido y admirado poeta siente el mundo reír y parece que su alma danza el canto de la Creación, como lo han experimentado iluminados al sentir en su pecho la llama inmortal de lo sagrado.

 

La llama de la vocación sublime 

Ver el mundo con la pureza del místico es propio de los grandes iluminados del Espíritu. Al hablar de san Francisco de Asís, dice Nikos Kazantzakis en su memorable obra autobiográfica Carta al Greco: “Su corazón era simple, regocijado, virgen; sus ojos, como los del gran poeta y del niño, veían el mundo por primera vez. San Francisco debió a menudo contemplar una flor sencilla, un manantial, un insecto y sentir sus ojos arrasados en lágrimas. ¡Qué gran milagro, pensaba él, qué dicha, qué divino misterio, son la flor, el agua, el insecto! Por primera vez después de tantos siglos, san Francisco vio el mundo con ojos vírgenes” (25). Esa mirada virginal y prístina, originaria y pura que sabe dar el místico, está al alcance de nuestra sensibilidad si nos despojamos de fajas culturalistas, de mamparas conceptuales, de viseras limitantes, y si abrimos nuestros sentidos a los fluidos naturales de las cosas con apertura genuina, podremos decir como exclamó un día Juan Miguel Domínguez Prieto: “Al despertar, no era Domingo fuera, sino en mí” (26). Nuestro poeta canta la dicha de sentir la huella viva de lo divino que atisban sus sentidos en las cosas tangibles del mundo, y lo hace con amorosa comprensión de lo viviente, con la disposición emocional de su sensibilidad empática, con la cordial afinidad por lo sagrado y la entrega queriente al designio superior de cuanto existe. “Si el canto y la poesía brotan -dice Emilio Orozco- como expresión de la vida espiritual del místico, no nos extrañará que constituya a veces la voz que se levanta no sólo para cantar la alabanza y la gratitud al Creador, sino también para interrogar y pedir en el momento de angustia y aflicción” (27). En “La luz lateral” (28) es clara esa triple actitud lírica, estética y simbólica de sentir, proclamar y exaltar lo divino en lo humano que el siguiente soneto formaliza desde el verbo amartelado del poeta castellano:

 

Quiero decir: te basta en su migaja

la Luz. Hubiera la nada bastado

para hallarLe: mas, pone albor al lado

tuyo como un resquicio que desgaja

 

tu aire, que te ilumina cuando saja

el aire, sin que veas el Sol que ha dado

a luz tu gozo visto. En privado,

la Luz se te limita porque baja

 

a ti, pues es en canon como te ama.

Y otro, la Madre, ve por ti. En indicio

oyes la Luz que en ella es ver la Llama.

 

Y en ella es Luz tu alba de resquicio,

Y Luz total, que amar es tu ejercicio,

Aun siendo lateral la que te inflama.

 

La vocación contemplativa es una manifestación natural en la sensibilidad de Juan Miguel Domínguez Prieto, y en su testimonio de afiliación al Movimiento Interiorista reveló la “gran seducción fraterna” por el ideario estético que privilegia “la contemplación de lo trascendente” (29), vocación que confirman sus poemas escritos “en un lenguaje pulcro y diáfano con el que asume y recrea los efluvios divinos que su sensibilidad atrapa bajo el sentido luminoso fraguado en la pureza seráfica con los valores sublimes” (30). Esa amorosa vocación contemplativa, afín al más genuino sentimiento místico, concita la sensibilidad de Juan Miguel cuya aura entrañable se hace hinojo en su lira y también temblor en su pecho. En “Temblor en la blancura” el poeta siente el mundo desde la mirada tierna y paciente del pastor que hace de la soledad y el silencio mirra para su alma como una forma de significar la callada introspección que la realidad le inspira y una manera de sugerir, desde la onda sutil de su pasión, el omega fecundo de su oblación secreta y honda:

 

Antes de entrar, de antiguo,

un aire de majada,

para guardar rebaños

y la vista infinita.

Junto al silencio, estuvo la mirada

perdida de pastores – ¿y encontrada

mirando para lirios? – . No está escrita

en su limpia quietud,

en la oblación inmóvil de sus años,

en su ensimismamiento sin contiguo

mundo: la infinitud está ahí, total y recogida

-olvido de lo hermoso-.

A un omega con lirio

está mirando siempre el que apacienta (31).

 

Con la pureza mística propia de un Karol Wojtyla y el aliento visionario de un san Juan de la Cruz, Juan Miguel Domínguez Prieto engarza a su talante lírico una visión del mundo como Templo del Espíritu, y con esa actitud hierática contempla lo creado, y en su proceso escritural su alma parece gestar, en tanto canal de gracia viva, los efluvios que manan de su corazón ardiente al sentir la Luz que lo alucina en júbilo, amor y entrega rebosante de hermosura plena. En su comunión con lo sagrado el poeta interiorista disfruta la plenitud del Verbo, y en esa vivencia de amor, que es su pasión sagrada, vive poética y místicamente el mundo, inmerso en el ámbito ideal de su arrebato divino, que es su morada predilecta, secreta y entrañable. Y al experimentar la apelación de la palabra siente que regresa del exilio al que lo arrastra el mundo circundante, viviendo a plenitud la gracia de la Energía Espiritual de lo viviente. No está ausente del mundo que otros consideran irreal y abscóndito, sino arrebatado en sede fulgurante de la gracia con la revelación del Nous que lo imanta a la llama sacrosanta del que Es. En su poema “Del pájaro solitario” (32) retoma el canto imbuido del arrebato sutil del santo carmelita, haciendo del carmen sagrado y puro una gozosa lira con la música de su ánfora interior:

 

Toma el hosanna, los salmos de agua.

Padre y gran ternura, alégrate; y Espíritu,

que la primavera está; que, alondra,

he regresado del exilio.

O ser nada ahora: cegueral que con amor

de mayo ama tü alba de ojos claros,

alondra en gozo tuya, Señor, en el nido sola.

Cantarás en el lirio que casa tu Nombre

a la contemplación, Elí; en la noche que me

quiso cordera transparente y descalza.

Serviam. Ayay, ya se oyen tus pasos, vírgenes;

listo está el pan del desposorio y todo suena:

sólo Tú eres santo, canto, a Quien

los lirios corresponden.

 

Dios es, en la lírica mística de Juan Miguel Domínguez Prieto, una presencia inmanente con una aureola imantada en elementos sutiles y fenómenos naturales, pájaros y lluvia, aire y fuego. Es hermosa la manera dulce, suave y tierna con que la voz lírica, personal y universal del poeta castellano asume el lenguaje de la lírica para testimoniar tantos efluvios trascendentes que la Gracia acrece en su verbo redimido. En su expresión poética redimida quedan la pureza de su visión lírica, la belleza de su concepción estética y el encanto de su simbolismo místico en el que los pájaros son su símbolo predilecto (33):

 

Has crecido hasta esperar abril oscuramente

y no llamar a la muerte prematura.

Habrá fuera, o no, día, cosecha nueva.

Te inventas, por amor, que sale,

ahora que no sabes

preoír a los pájaros que anuncian.

Hace ya quebraron tu vasija donde antiguas aves.

Y aún no ha roto el cielo en luz definitiva.

Ahora es la hora de alcanzar el canto.

 

Juan Miguel Domínguez Prieto refleja una voz personal, inserta en la voz universal que su lira atrapa con la pureza del ánfora sagrada de su alma de poeta místico. Y esa forma genuina de sintonizar la propia voz en la esfera de su motivación personal es su manera interiorista de asumir la creación poética con el tono de su talante místico y el timbre de su acento lírico, aunando verdades intuidas y verdades reveladas. Nuestro poeta construye sus poemas con selectos términos afines a la espiritualidad bíblica –Tabor, Abba, Omega-; con el aire añejo de antiguos vocablos castellanos –majada, ventalle, fonte-; y el tono jubiloso del aliento sagrado que sus versos rielan y refrendan. Se siente, en efecto, en la lírica de este grandioso poeta interiorista la frescura de lo originario en su dolencia divina, la gracia de lo sobrenatural en su estética mística y la llama de lo sagrado en su talante espiritual. La poesía de Juan Miguel Domínguez Prieto es una réplica del impacto de lo que sucede en su ámbito interior, y su lírica mística entraña, con su connotación sagrada, una creación impregnada de amor divino que el poeta amasa con la onda espiritual de su dintorno. La misión del poeta místico, como creador de formas sublimes, es darle sustancia y esplendor a la belleza sutil a través del lenguaje simbólico, como lo ilustra ejemplarmente la poesía de este admirable poeta castellano, que le da aliento y brillantez a la luminosa pasión que lo trasciende. Poética de lo sagrado, también lo es de las entrañables vivencias que rutilan sus creaciones impregnadas del sentido profundo de lo Eterno que lo cautiva y arrebata.

 

Bruno Rosario Candelier

Movimiento Interiorista del Ateneo Insular

Moca, Rep. Dominicana, 25 de noviembre de 2021.

Notas:

  1. Juan Miguel Domínguez Prieto, “Pastores, los que fuerdes”, en El decano de Guadalajara, Guadalajara, España, 14 de julio de 1998, p. 4.
  2. Juan Miguel Domínguez Prieto, “Contestación al Dr. Bruno Rosario Candelier”. Guadalajara, España, enero de 2006, I, p. 6.
  3. Ibídem, 6.
  4. Juan Miguel Domínguez Prieto, Diarios,II.02.
  5. Juan Miguel Domínguez Prieto, “Contestación…”, citado, I, p. 9.
  6. “Contestación…”, citado, 2, p. 9.
  7. Ibídem, 4, p. 12.
  8. Juan Miguel Domínguez Prieto, “Silencio, inspiración y creatividad”. Ponencia al Encuentro del Movimiento Interiorista. Santo Cerro, La Vega Real, 28 de julio de 2006. P. 10.
  9. Juan Miguel Domínguez Prieto., “Contestación…”, citado. 3, 9.
  10. Ibídem, 4, 12.
  11. Ibídem, 4, 13.
  12. Juan Miguel Domínguez Prieto, “Oído echado en los campos”, en la revista Orar, 158. Edición preparada por Teodoro Rubio. Burgos, España, 2003, p. 19.
  13. Juan Miguel Domínguez Prieto, Iconos de agua viva, Salamanca, Nossa y Jara, 1996, p. 65.
  14. En “Fragmentos de Glosolalia”, inédito. Guadalajara, España, 22 de dic. de 1999, p. 7.
  15. Juan Miguel Domínguez, “Voz de Anasba”, poemas sefardíes. Inédito, Guadalajara, España, en 2004.
  16. Gilbert K. Chesterton, San Francisco de Asís, Barcelona, Ed. Juventud, 1985, 2a. ed., p. 96.
  17. Juan Miguel Domínguez Prieto, “Aunque sólo pusiera tus manteles”, de El nombre hasta el almendro. Publicado en Orar, 158, Burgos, España, 2003, p. 19.
  18. Juan Miguel Domínguez Prieto, “Los poetas también oran”, en Orar, 158, p. 18.
  19. Juan Miguel Domínguez, “Carta a Bruno Rosario Candelier”, Guadalajara, 7 de enero de 2005.
  20. Juan Miguel Domínguez Prieto, “El peregrino advierte”, en La víspera, el paso y la memoria, publicado en la revista Piedra de Milano, 5, Guadalajara, España, diciembre de 1997, p. 4.
  21. Juan Miguel Domínguez Prieto, “Líneas y versos lentos para Pura”, en La Región, diario de Orense, España, 16 de enero de 2003, p. 67.
  22. Juan Miguel Domínguez Prieto, Voz de Anasba, poemas sefardíes, no. VIII, p. 8.
  23. Juan Miguel Domínguez P., “Toledo MDLXXVII”. Guadalajara, España. Enero de 2005.
  24. Juan Miguel Domínguez Prieto, Diarios, 24 de junio de 2003.
  25. Nikos Kazantzakis, Carta al Greco, Buenos Aires, Ed. Carlos Lohlé, 1963, p. 308.
  26. Juan Miguel Domínguez Prieto, Diarios, 07.03.
  27. Emilio Orozco, Poesía y mística, Madrid, Guadarrama, 1959, p. 80.
  28. Juan Miguel Domínguez Prieto, “La luz lateral”, inédito. Guadalajara, 1998.
  29. Juan Miguel Domínguez, “La voz interior que nos trasciende”, en Bruno Rosario Candelier, El ideal interior, Moca, Ateneo Insular, 2005, p. 135.
  30. Bruno Rosario Candelier, “Juan Miguel Domínguez Prieto”, en El Ideal Interior, 321.
  31. Juan M. Domínguez P., “Recogimiento y temblor en la blancura”, en La luz lateral, 1998.
  32. Juan Miguel Domínguez P., Del pájaro solitario, Guadalajara, 2ª. Edición Manual, 2001, V.
  33. Juan Miguel Domínguez P., “Core”, en Barro continuo, inédito. Guadalajara, España, abril de 2003, p. 48.

Cachafú, criollización

Por Roberto E. Guzmán

CACHAFÚ

“… nos lanza la primera parte de su particular, desenfundan sus CACHAFUSES…”

La palabra cachafú solo se conoce en el habla de los dominicanos. Esto es, tanto la palabra como el significado solo son de conocimiento de los hablantes de español dominicano.

Es desafortunado que los hablantes más jóvenes no sepan qué cosa es un cachafú. La aseveración anterior destaca que en el español dominicano más reciente esa palabra es de escaso uso.

Como sucede a menudo con voces de español diferencial, con el paso del tiempo y del uso el concepto o idea que los hablantes se hacen de la voz del habla esta varía, o se hace difuso. Esto último ha sucedido con esta voz.

Las noticias que se tienen de la voz cachafú indican que ha existido en el español dominicano desde hace más de cien años. No obstante, el primer estudio que recoge la palabra es Del vocabulario dominicano (1983:45), donde puede leerse, “Revólver viejo”. En el Diccionario de dominicanismos (2002:46), aparece únicamente como, “Revólver”.

En el Diccionario de dominicanismos (2010:51) califican el arma de, “Revólver viejo de pistón”. No puede descartarse que en principio el cachafú fuese un arma de fuego de pistón, vale decir, que se ceba con pólvora fulminante contenida en una cápsula.

El autor de estos comentarios recuerda que la voz cachafú se usaba hace más de sesenta años para resaltar el tamaño del arma. En la generalidad de los casos se refería a un revólver no muy moderno, nunca a un arma semiautomática, pistola.

Durante el período de la historia dominicana que se conoce con el nombre de Era de Trujillo, la posesión de armas de cualquier tipo era tan restringido que hasta para disponer de un rifle de perdigones se necesitaba de un permiso expedido por la Secretaría de Interior y Policía. De aquí puede deducirse que el porte y tenencia de arma de fuego sin permiso fuese castigado severamente. El comercio de armas de fuego era muy restringido y controlado.

Una vez terminó ese período antes mencionado se liberalizó la posesión y el comercio de armas de fuego. Lo que puso de moda la palabra fue que en el año 1964 se puso esa voz como título a una revista de humor y sátira política, Cachafú.   Esa revista alcanzó amplísima difusión en el país dominicano y se vendía al pregón por su popularidad. Las caricaturas eran de alta calidad y los escritos se debían en su mayoría a la inventiva de Francisco Álvarez Castellanos.

Esa publicación traía en su portada el dibujo de un arma de fuego de gran tamaño, aunque no parecía que fuera para ser disparada desde el hombro, a lo que se añadía la característica de tener un cañón corto de boca ancha. Es probable que esta gráfica haya influido en la idea que el hablante moderno se forjó del arma.

Mediante la lectura del recuento que aquí consta y las explicaciones añadidas, queda claro que todas las acepciones reproducidas más arriba para cachafú son acertadas.

 

CRIOLLIZACIÓN

“En la CRIOLLIZACIÓN del carnaval dominicano…”

La búsqueda en los diccionarios tradicionales para dar con el vocablo del título ha resultado infructuosa. A pesar de que no se halla registrado el vocablo, puede asegurarse que debería hacérsele un lugar. Es oportuno el uso, y, la formación obedece a las normas de la lengua española. En el desarrollo de esta sección se comprobará lo interesante que resulta en América analizar este vocablo.

Los genes presentes en este vocablo tienen estrecha relación con la palabra criollo. En el Diccionario del español dominicano (2013:223) se encuentran las palabras más cercanas a la del título y estas proveen las pistas para entender lo que criollización significa. En ese diccionario aparece el adjetivo criollizado que es, “Referido a persona, que ha adoptado las costumbres de la República Dominicana”.

En ese diccionario, en la misma página, consta el verbo criollizar(se), “Hacer que un extranjero adquiera las costumbres propias de la República Dominicana”. “Hacer que algo adquiera características propias de la cultura dominicana”. Esta segunda acepción sirve de base para que se argumente que el sustantivo criollización es pertinente.

Todos los vocablos de esta familia tuvieron su origen en “criollo” que en español es una adaptación del portugués crioulo, derivado de criar. En un principio con la voz del portugués se designaba al esclavo nacido en casa de su señor, así como al negro nacido en la colonia, por oposición al procedente de la trata.

El vocablo criollo adquirió mayor importancia y relieve social y político cuando pasó a designar al blanco nacido en las colonias. Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico (1980- II- 243-5). En Canarias utilizan el vocablo en cuestión para, “Originario, propio de las islas o de cualquier lugar de ellas, autóctono”. Diccionario diferencial del español de Canarias (1996:424). Esto hace pensar al autor de estas líneas que el vocablo pasó de América a Canarias. Esto así, a pesar de que en la acepción del español de Canarias la palabra criollo lleva huella del concepto portugués acerca de la palabra.

La voz portuguesa crioulo deriva de criadouro que produjo una secuencia hasta llegar a crioilo, crioulo. Antenor Nascentes sostiene que la evolución que se produjo para terminar en la voz conocida en el presente se desarrolló como una consecuencia de la deformación en la elocución del término en boca de los africanos. Dicionário Etimológico da Lingua Portuguesa (1932:223).

La voz pasó a otras lenguas, al francés, créole (kreyol), que entró con una forma hispanizante, crollo en 1598. En Luisiana en el pasado se refería con esa voz a los blancos de origen francés o español. La voz del francés ha producido derivados parecidos por su significación a los españoles mencionados más arriba. Dictionnaire historique de la langue française (2012-I-902). En italiano la voz es créolo, luego de pasar por crioglio, con la misma significación antes citada para Luisiana. Dizionario etimologico della lingua ialiana (1979-I-295).

En inglés ingresó en 1697 Cirole, para transformarse en 1737 en creole tomado del francés, con el valor reconocido antes en Luisiana. Chambers Dictionary of Etymology (2015:233).

La importancia de la palabra criollo en América tiene fuertes matices históricos, pues las independencias de los territorios americanos fueron impulsadas por los criollos. Como es sabido las acepciones de criollo se han ampliado a través de la historia. Un ejemplo de esto es llamar criollo (creole) a la lengua fruto de fusión de una lengua europea y otra indígena negra.

Las voces derivadas de criollo son pertinentes cuando introducen matices adjetivos a nociones existentes; o cuando ensanchan el concepto de lo criollo a nuevos campos, como es el caso de criollización.

Puyar, favela, manoplazo

Por Roberto E. Guzmán

PUYAR

“Si no tienen uno en sus manos PUYANDO 24 horas, inmediatamente se declaran. . .”

“. . . también PUYANDO sus aparatos. . .”

Este uso de puyar es punzante. Hay diversas maneras de puyar, tal y como se comprobará más abajo. La acción de puyar puede herir el cuerpo y en otras ocasiones hiere el espíritu. El verbo deriva del sustantivo puya que apareció temprano en las lenguas romances.

El verbo adquirió temprano en la lengua acepciones asentadas más tarde en los diccionarios para reconocer los usos. Como es de suponer, en América el verbo se hizo de significaciones propias que luego devolvieron al español peninsular.

Algo que se ha observado en el habla de los dominicanos. El verbo puyar y puya son más frecuentes en el habla del pueblo llano; hay más, se empleaba con mayor frecuencia en las conversaciones en las provincias del Cibao que en otras partes del país.

En el origen de puya y del verbo puyar se encuentra una palabra que ha ido de capa caída en el uso, púa. La única púa que se oye y se escribe con frecuencia es la del alambre, alambre de púa.

Puyar(se) en el habla de los dominicanos es usado mayormente para mencionar el “pinchar a alguien con un objeto punzante”. De esta acción más bien suave el puyarse pasó a usarse para un acto intencional, “herir a alguien con un objeto punzante”. Ensanchó su campo de acción y pasó a usarse para dar a entender, “herir a alguien con una arma blanca”.

En tiempos más recientes pasó el verbo a adquirir connotaciones menos concretas, “estimular, incitar a alguien para que realice una acción”. Al incorporar esta acepción, el hablante dominicano lo que hizo fue integrar el uso de otros diez países americanos.

Durante largo tiempo el verbo puyar se usó de manera exclusiva en los predios rurales para “poner una inyección a alguien”.

En el habla contemporánea el verbo puyar ha adquirido acepciones que no poseía en el pasado, “apretar algo, especialmente un botón o una tecla”. La otra acepción que se ha sumado en tiempos recientes es, “manipular un mecanismo, especialmente el motor de un vehículo”.

En la cita puede el lector adivinar que se trata de personas que aprietan teclas o botones de aparatos modernos, especialmente teléfonos celulares u otro tipo de artefactos muy modernos que pueden llevarse consigo a todas partes.

Por medio del recuento de las significaciones del verbo puyar(se) puede observarse como un verbo que existe desde hace siglos en el español internacional ha incorporado en el habla nuevas acepciones menos violentas o sin dolor.

 

FAVELA

“. . . ha sido el de llevar atisbos de paz y progreso a las populosas y marginales comunidades o FAVELAS enquistadas. . .”

Esta palabra se ha integrado con tal ímpetu en el español de todos los días que muchos hispanohablantes no se percatan de que están usando una voz extranjera cuando la usan. Favela es una voz directamente aceptada en los diccionarios del español sin modificación alguna. La voz portuguesa entró en el Diccionario de la lengua española en la edición de 1992. Se escribió “portuguesa” porque así lo escribe ese diccionario, aunque quien esto escribe prefiere llamarla brasileña.

En esa edición de ese diccionario aparece calificada de americanismo con la acepción, “Barraca, chabola”. En la edición del 2014 los redactores del diccionario antes mencionado se pusieron al día. Cambiaron, “Del port. Brasileño favela. 1. En Brasil, barraca, chabola. // 2. En las ciudades brasileñas, barrio marginal de chabolas”.

En la lengua española moderna el portugués o el brasileño no han podido imponer muchas voces. Aparte de saudade es probable que pocos hispanohablantes puedan mencionar otras voces que procedan directamente del brasileño y que se hayan aceptado sin cambio alguno.

La favela tiene una historia curiosa. En brasileño es, “Conjunto de viviendas rústicas, con poca o ninguna infraestructura urbana y carente de servicios públicos, como la recogida regular de basura”. (Versión española RG).

La palabra entró en Brasil al final del siglo XIX después de la Guerra de Canudos, en Bahía. Los soldados en 1897 cansados de esperar por el alojamiento prometido ocuparon los morros más próximos al Ministerio de Guerra. Ese fenómeno inauguró un nuevo modelo de ocupación urbana. Los soldados bautizaron este lugar con el nombre de “morro da favela”, que era el nombre de la elevación donde estuvieron acantonados en Canudos que debía el nombre a la vegetación existente en el lugar.

Favela, en sí, es una leguminosa, un tipo de haba (fava) pequeña, pues favela es el diminutivo de fava, (haba). A origem curiosa das palabras (2003:105-6). (Versión española RG).

Las diferentes lenguas han bautizado estos asentamientos con términos que cobran importancia y definición propias. En francés es bidonville, en inglés tienen slum y shanty town. En español existen varias denominaciones para estos asentamientos urbanos o suburbanos, uno de ellas es “villa miseria”.  

La inventiva del hablante de español dominicano es muy productiva para bautizar este tipo de asentamientos, en República Dominicana los clasifican como barrios, “Monomojao, Salsipuedes, Raboechivo, Nibaje” y otros más, todos muy graciosos y descriptivos.

 

MANOPLAZO

“. . . como si las walkirias tuvieran que ser. . . de un MANOPLAZO”.

Este vocablo forma parte de aquellos cuya formación no es correcta; vale decir, no obedece las reglas que el uso ha impuesto y las normas han establecido. Puede interpretarse formado sobre mano- o sobre manopla. En el examen del vocablo se verá que tiene relación con la mano y no con la manopla.

Es recomendable observar los cambios en las acepciones reconocidas para manoplazo. En ese proceso podrá comprobarse los ajustes que se hicieron en esas acepciones, algunas de acuerdo con los cánones de la lingüística dictados por el paso del tiempo.

Cuando el manoplazo apareció en los repertorios de palabras dominicanas en el año 1930, de la mano de Rafael Brito, fue así, “Golpe dado a mano abierta”. Diez años más tarde cuando D. Pedro Henríquez Ureña se ocupó del asunto solo varió mínimamente la redacción de la acepción, “Golpe dado con la mano abierta”.

Mayor cuidado observaron los redactores del Diccionario del español dominicano en el momento de escribir la acepción, pues tuvieron en cuenta la terminación de la voz manoplazo en el momento de la redacción de la acepción, “Golpe fuerte dado con la mano abierta”.

El rasgo distintivo en esta acepción es la incorporación del adjetivo fuerte que se aviene con lo que las normas aconsejan en el caso de la terminación -azo, especialmente si se tiene en cuenta que esta terminación tiene valor aumentativo. Esta consideración se refuerza cuando se lee para esa terminación, “A veces significa golpe dado con lo designado por la base derivativa”.

Ahí está el manoplazo dominicano cuyo significado se comparte con Puerto Rico. Las características a retener para este golpe son, la mano abierta y la fuerza del golpe.

Desaciertos relacionados con «que»

Por Tobías   Rodríguez Molina

El empleo de nuestra lengua alejado de sus normas se reitera una y otra vez en muchos de los hablantes y escribientes de la misma. Ese alejamiento acontece principalmente al eliminarles palabras a las frases o grupos sintácticos, o al añadirles términos innecesarios, así como también por la separación de elementos que deben aparecer uno detrás del otro. Eso lo verán  expuesto y analizado a continuación.

-1. “Los virus de esa enfermedad no se transmiten con la facilidad que lo hacen los de otras enfermedades.” (Programa  La Receta Médica,  Z 101). El desacierto que aparece en esta oración consiste en la eliminación de “con” del relativo “con que” en la expresión “la facilidad con que (=con la que) lo hacen los de otras enfermedades.” A este apartarse  del buen empleo de los relativos se le puede llamar “desconqueísmo” por quitarle “con” al relativo “con que”.

-2. “El día que te fuiste no te pude decir adiós.” (Una amiga a otra amiga por Facebook). En esta ocasión estamos frente al “desenqueísmo”, ya que al relativo “en que” se le eliminó la preposición “en”, en  la frase “El día en que te fuiste…”

-3. “Durante mucho tiempo los jóvenes han pensado de una manera en la que no concuerda con su edad.” (Estudiante universitaria; trabajo final de Español 2). Mientras en los dos  casos anteriores lo que hay es eliminación de elementos sintácticos, en este tenemos empleo excesivo, pues  se emplearon las palabras “en” y “la” sin ser necesarias. Al redactar dentro de la norma, la expresión se dirá: “…los jóvenes han pensado de una manera que no concuerda con su edad”.

-4. “En el único juego que él falló fue el de ayer.”(Comentarista y narrador deportivo; Serie del Caribe). Este cuarto desacierto es el llamado “traslaenqueísmo, por el traslado o separación del relativo “en que”, que debe aparecer con las dos palabras seguida una de la otra después de “juego”, que es la  palabra relacionada y que debe anteceder al relativo. Por lo tanto, el ordenamiento de esa oración debe ser “El único juego en que él falló fue el de ayer.”

-5. “Por lo regular, se habla de denuncia en los casos que no se sabe quién cometió la infracción.” (Libro de derecho en etapa de corrección). En este caso encontramos de nuevo el “desenqueísmo” porque se separó “en” de “en que”.

-6. “Procuren alcanzar aquella Patria justa para todos, que nos testó Balaguer en la última competencia electoral que participara.” (Artículo en Hoy Digital). El articulista emplea  la muy común entre los dominicanos expresión desenqueísta, tal como la vemos en la frase  “que nos testó Balaguer en la última competencia electoral que participara.” El relativo debe ser: “en que” participara.

-7. “Entonces deberá ser allí que se notifique el acta de alguacil contentiva de  la demanda.” (Tomado de un texto jurídico). El desacierto aparecido en esta ocasión está ubicado después de “allí” y consiste en emplear “que” en vez de “donde”. La frase acorde con la sintaxis del español debe expresarse como sigue: “Entonces deberá ser allí donde se notifique el acta de alguacil…”

-8. “El plazo comienza a correr desde el día que fue notificada la sentencia.” (Libro de derecho en etapa de corrección). Como ya es casi común en los usuarios dominicanos, aquí vuelve a aparecer el “desenqueísmo” en la frase “desde el día que”, que debe expresarse “desde el día en que”.

-9. “Ya me di cuenta que en nuestro país no tenemos democracia.” (Comentarista de un canal capitalino). El “queísmo”, que aparece en la expresión “…me di cuenta que” ya se ha vuelto viral en los dominicanos y demás usuarios de nuestra lengua no importa el  país donde residan, pues expresan “…me di cuenta que” en vez de “…me di cuenta de que”.

-10. “Es conveniente de que conozcamos el tipo de sociedad que tenemos los dominicanos.” (Idem).  El mismo comentarista de la capital esta vez emplea el “dequeísmo”, pues añade “de” a la expresión “es conveniente que”. El mismo comentarista en el caso 9 elimina el “de” necesario y en este 10 le añade un “de” innecesario.

-11. “Hay que tener en cuenta la acción de que se trata el presente caso.” (Tesis de estudiante de Derecho). Este estudiante de término   pone “se” que no lo demanda la sintaxis en un caso como ese. Debió escribir “Hay que tener en cuenta la acción de que trata el presente caso.” O también pudo haber expresado “Hay que tener en cuenta la acción que se trata en el presente caso.”

-12. “Dicho artículo exige que todo documento dirigido a un tribunal que conste el nombre de un abogado, debe indicar su carnet.” (Idem). Al igual  que en el caso 7, aquí aparece usado “que” en lugar de “donde” (=en que). Debe decirse “…todo documento dirigido a un tribunal, donde (en que o en el que) conste el nombre de un abogado, debe indicar su carnet.” La idea  o contenido que se quiere expresar está muy oscura; no se ve claro que el nombre debe aparecer en el documento y no en el tribunal.

-13. “A pesar de tanta pesadumbre, de quejas constantes, no  nos olvidamos que hay una generación que se supera cada día…” (Articulista de La Información, Santiago, R. D.). En  este ejemplo aparece, al igual que en el 9, el “queísmo” en la frase “no nos olvidamos que”, a la cual le falta “de” para que se exprese “no nos olvidamos de que”.

-14. “Es interesante un movimiento como la que está habiendo en la Plaza de la Bandera.” (Médico especialista, Receta Médica).  Este médico, que es especialista en un área de la medicina y alguien con mucha cultura, no tuvo la capacidad de emplear la concordancia entre el  antecedente “movimiento”, palabra de género masculino y que, por lo tanto, exige que el relativo sea “el que”, indicando así  el  género masculino.

Con estos casos, muchos de los cuales ya han aparecido en otros de mis artículos, quiero contribuir a que su español, tanto en el habla como  en la escritura, se acerque lo más posible al uso que  nos ofrecen las normas.