Temas culturales

Por Miguel Collado

  

EL PENSAMIENTO VIVO DE PEDRO HENRÍQUEZ UREÑA (1884-1946) 

Quince meses después de iniciado el tercer milenio de la Era Cristiana publicamos el Ideario de Pedro Henríquez Ureña, el cual reúne 227 frases aforísticas hijas del pensamiento luminoso del más prominente hombre de letras nacido en República Dominicana. Fue en el mes de marzo del 2002, bajo el auspicio de la Comisión Permanente de la Feria del Libro, dirigida en ese momento por el escritor y académico Carlos Esteban Deive. Esa primera edición resultó ser una curiosidad bibliográfica por su. formato diminuto: 5 x 3.5 pulgadas, de bolsillo, ilustrando la portada el clásico sombrero de fieltro que con elegancia lucía el Maestro de América. Casi tres años me tomó compilar el material (1997-2000), tiempo que dediqué a la lectura de las obras completas de Pedro.

Luego de transcurridos cuatro años, el Ideario…fue reeditado dentro de la Colección «Calímaco» del Centro Dominicano de Investigaciones Bibliográficas, Inc. (CEDIBIL). Con ocasión de esa nueva edición el crítico literario Manuel Matos Moquete dijo unas palabras en el acto de puesta en circulación del libro:

El  Ideario… condensa, en forma sintética y ordenada, el pensa­miento y la acción del escritor; todo Pedro Henríquez Ureña en un breve volumen, con las frases esenciales y con las notas bibliográficas al apoyo de cada expresión seleccionada. La obra de Miguel Collado es un trabajo de investigación, selec­ción y sistematización. Representa un esfuerzo útil y metódico de un experto en investigación bibliográfica. Ésta permite releer a Pedro Henríquez Ureña, descubriendo los núcleos temáticos de su pensamiento y relacionarlos para reconstruir sus grandes ideas y preocupaciones. 

Recuerdo que en cierta ocasión, harán unos cuatro o cinco años, Matos Moquete me comentaba que son muchos los escritores que citan las frases contenidas en ese ideario, pero que no indican la fuente. Y es precisamente por eso que me he sentido motivado a ofrecerles a los lectores pedrohenriquezureñistas algunas de esas frases, comentándolas y confrontándolas, indirectamente, con la realidad actual 75 años después de fallecido su autor. Hubo una tercera edición del ideario en septiembre del 2016 auspiciada por la Dirección General de la Feria del Libro, dentro de su colección Ediciones Ferilibro, con ocasión de celebrarse la XIX Feria Internacional del Libro Santo Domingo 2016.

El pensamiento de Pedro Henríquez Ureña, como el de Eugenio María de Hostos, se mantiene vivo, actual. Quizá más que nunca. Por ejemplo, cuando él dice que «El honor debe ser cuidadosa preocupación de hombre o de mujer» inmediatamente observo la triste realidad en que se encuentra inmersa la sociedad dominicana, azotada por una crisis ético-moral que nada bueno nos anuncia como nación. La honorabilidad y la lealtad son valores que escasean, cediendo espacio a la mentira, al engaño y a la traición. Y según Pedro, el honor «debe oponerse, como principio superior, a toda categoría social, aunque sea la realeza».

Pedro nunca fue un militante político, pero sí tenía una clara visión política sobre cuál es el rol que le corresponde jugar al Estado en el concierto de las naciones civilizadas, por lo que al plantear la problemática cultural —uno de los temas más recurrentes en sus disquisiciones teóricas— consideraba que «La actividad de cultura tiene igual derecho que la política a la atención de la historia». Y en esta misma línea de pensamiento era de opinión que «donde las instituciones de cultura, tanto elemental como superior, son víctimas de los vaivenes políticos y del desorden económico, la literatura ha comenzado a flaquear». ¡Cuánta claridad de pensamiento había en Pedro!

Intuimos que a Pedro no le merecían mucha confianza los políticos latinoamericanos en sentido general: «Si se quiere medir hasta dónde llega la cortedad de visión de nuestros hombres de Estado, piénsese en la opinión que expresaría cualquiera de nuestros supuestos estadistas, si se le dijese que la América española debe tender hacia la unidad política». Las negritas son nuestras y dejamos su interpretación a nuestros lectores por respeto a su inteligencia. Con cierta ironía Pedro se refiere a los que él llama «políticos prácticos», quienes, a su parecer, constituyen una «moderna plaga de hombres que de nada entienden y de todo se apoderan, en ansia de mando y de lucro, estorbando la función de quienes ponen saber y virtud al servicio y ejemplo de la sociedad».

La educación y la lectura en la etapa de la infancia fueron temas que merecieron una atención especial en la agenda de preocupaciones humanas de Pedro. «El hábito y el amor de la lectura literaria forman la mejor llave que podemos entregar al niño para abrirle el mundo de la cultura universal», opina el brillante educador dominicano. Y a la educación elemental de la América hispánica —especialmente a los padres y a los maestros— le legó un hermoso consejo: «el hábito de leer difícilmente se adquiere en libros que no sean de literatura: el niño comienza pidiendo canciones y cuentos orales; de ellos pasa a los libros de cuentos: las obras narrativas constituyen su lectura principal durante muchos años».

¿Y qué nos dice el célebre autor de Seis ensayos en busca de nuestra expresión (1928) en torno a la figura del maestro y su rol en las escuelas? Esto: «¡Cuánta importancia tiene que el maestro sepa distinguir entre la genuina y la falsa literatura; entre la que representa un esfuerzo noble para interpretar la vida, acendrando los jugos mejores de la personalidad humana, y la que sólo representa una habilidad para simular sentimientos o ideas, repitiendo fórmulas degeneradas a fuerza de uso y apelando, para hacerse aplaudir, a todas las perezas que se apoyan en la costumbre!». Todavía más: «Sin los maestros dueños de alta cultura no tendría un país buenos hombres de profesión ni de enseñanza; vegetarán sus empresas, sus construcciones, sus leyes, sus escuelas. Las escuelas elementales son imperiosa necesidad social; pero no pueden prosperar si no son la base de una pirámide cuya cima es la Universidad».

Su visión futurista, del porvenir y del desarrollo de una sociedad basada en el ideal de justicia, eran parte del pensamiento humanístico de Pedro Henríquez Ureña: «El ideal de justicia está antes que el ideal de cultura: es superior el hombre apasionado de justicia al que sólo aspira a su propia perfección intelectual». Había en ello una evidente influencia del pensamiento hostosiano, que influyó de manera directa en sus insignes padres Salomé Ureña de Henríquez y Francisco Henríquez y Carvajal. También en sus hermanos Max y Camila Henríquez Ureña. Pedro plantea que «El problema del porvenir inmediato es poner la riqueza al alcance de todos» y que «La fe en el porvenir, credo de toda juventud sana y noble, debe ser nuestra bandera de victoria».

Definitivamente, leer la obra del máximo exponente de las letras dominicanas es un deber de cada dominicano, dentro y fuera de los espacios de enseñanza formales (escuelas y universidades), y comenzar con la lectura de su ideario sería un buen inicio para entrar en ese mundo de sabiduría que es el de Pedro Henríquez Ureña, un auténtico Maestro de América. Luego, el lector interesado en profundizar en el estudio de la producción intelectual del eminente humanista, podría acercarse a sus obras completas en cualquiera de las tres versiones editadas: 1) la publicada en 10 tomos (1976-1980) por la Universidad Nacional «Pedro Henríquez Ureña» (UNPHU), compiladas por Juan Jacobo de Lara; 2) la publicada por la Secretaría de Estado de Cultura en 5 tomos (2003-2005);* y 3) la publicada por el Ministerio de Cultura en 14 tomos (2013-2015), bajo la supervisión editorial del investigador Miguel D. Mena.

Pedro Henríquez Ureña, siguiendo el ejemplo de sus ilustres padres, fue un trabajador infatigable, cultivándose siempre, en crecimiento espiritual constante, consciente, como todo gran maestro, de que ser un sembrador de saberes —como lo fue Eugenio María de Hostos— era su misión en la América hispánica que siempre soñó unida, hermanada, convertida en una Magna Patria, lo cual, para Pedro, no era una utopía, ya que para él, «no es ilusión la utopía, sino el creer que los ideales se realizan sobre la tierra sin esfuerzo y sin sacrificio. ¡Hay que trabajar!»

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*Para esta edición crítica de las obras completas de Pedro Henríquez Ureña el gobierno dominicano creó en el 2003 una comisión especial presidida por el Secretario de Estado de Cultura Tony Raful e integrada por los siguientes escritores: Celsa Albert Batista, Soledad Álvarez, Diógenes Céspedes, Miguel Ángel Fornerín, Federico Henríquez Gratereaux, Bruno Rosario Candelier, Manuel Matos Moquete, Manuel Núñez, Irene Pérez Guerra, Guillermo Piña Contreras y Víctor Villegas. Mateo era el Coordinador Técnico. Su publicación fue patrocinada por el Banco de Reservas de la Rep. Dom.

 

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