En sus Diálogos Transversales, la Fundación Erwin Walter Palm, sesionó en su sala virtual sobre “¿Cómo habla la ciudad de Santo Domingo?”. Los interlocutores fueron José Enrique Delmonte, Bartolo García Molina y María José Rincón.
La introducción del conversatorio estuvo a cargo de José Enrique Delmonte, el cual en sus palabras de bienvenida dio las gracias a los invitados y expresó que “estos diálogos son dedicados a la ciudad y cómo se relacionan con los distintos elementos de la cultura, aquellos elementos intangibles que son los que definen un territorio y le ofrecen, le dan las características que pueden ser identificadas por usuarios visitantes y residentes permanentes”. Dijo que la Ciudad Colonial de Santo Domingo “todos sabemos que es Primada de América y hemos tenido 500 años de evolución de una cultura que hoy nos enorgullece”.
“Nuestro objetivo en la Fundación Erwin Walter Palm es establecer estos vínculos que existen entre estas diferentes capas de la sociedad que se desarrollan subrepticiamente en el territorio”, apuntó José Enrique Delmonte. Expuso que “más allá de lo físico, más allá de los edificios y la complejidad urbanística, entendemos que la ciudad es un ser vivo y como tal se manifiesta de mil maneras y cada zona de la ciudad tiene sus propias referencias, sus propios diálogos y sus propias inquietudes y lo importante es nosotros comenzar a identificarlos”. Indicó que “en esta ocasión la presentación estará dedicada al habla, ¿KLK ciudad? ¿Cómo habla la ciudad de Santo Domingo?”. Destacó Delmonte que “el habla es el más importante recurso para comunicarse y a través del cual se consolidan sus elementos de identidad”. Dijo que “dentro de cada lengua materna, en este caso el español, existen dialectos que son usados por grupos específicos y que se pueden detectar en un territorio determinado”. Dijo que: “existe el español dominicano, una manera de expresión dentro del español que nos caracteriza a todos los que hemos nacido y vivido aquí en República Dominicana, y a los que no han nacido aquí cuando viven ya un tiempo, nosotros decimos que se «aplatanan» y una de las maneras de «aplatanarse» es establecer unos diálogos comunes y con unos vínculos de comunicación similares a los habitantes residentes por muchos años”. Expresó que “este español local dominicano no es tan fácil de agrupar y de definir y cada zona del país va teniendo sus propias cadencias, sus propios sonidos, sus propias palabras y hay varias subdivisiones”.
Delmonte destacó que “los lingüistas se encargan de trabajar el estudio de estas subdivisiones”. Dijo que hay vocablos particulares y entonaciones propias que pueden ser reconocidas por estos grupos sociales en un territorio determinado”. Expresó que “de esto se ocupa, dentro de la Lingüística, una rama que se llama la Sociolingüística y más allá de la Sociolingüística, la Dialectología, una de las ramas fundamentales que permite entender este proceso”.
“Nos interesa determinar ¿cuántos tipos de hablas pueden existir en la ciudad de Santo Domingo? ¿Cómo se diseminan en el territorio? ¿Quiénes forman parte de un grupo determinado que utiliza giros y vocablos específicos? ¿Qué tan rica es la lengua urbana y cuál es su dinamismo? ¿Cómo se incorpora el habla de la calle a la lengua formal? ¿Tiene cada barrio su propia jerga que lo identifica? ¿Cuáles son los espacios públicos donde el habla urbana se manifiesta con fuerzas? ¿Qué influencias tiene esta manera de hablar?”, señalaba José Enrique Delmonte moderador de este diálogo virtual y puntualizó que “a través de estas preguntas se pretende hacer un mapa mental de cómo la lengua se apropia del territorio y hasta dónde influye generar fronteras o vínculos?”.
A continuación, hizo la presentación de los expositores invitados y leyó una breve semblanza de cada uno de ellos: “Bartolo García Molina es egresado de la Universidad Autónoma de Santo Domingo en Letras Puras, es un cultivador de la lengua, el discurso y el conocimiento con énfasis en la enseñanza, la cual ejerce tanto en la UASD como en otras universidades locales en programas de maestría y doctorado. Obtuvo su doctorado en Filosofía del Lenguaje por la Universidad Complutense de Madrid. Es crítico literario y goza de reconocimiento en el mundo académico dominicano”.
“María José Rincón es filóloga de la Universidad de Sevilla, nacida en Sevilla, España y residente en Santo Domingo desde 1992. Es doctora en Filología y Lexicógrafa por la Universidad de Educación a Distancia de Madrid y miembro de número de la Academia Dominicana de la Lengua”.
“Manuel Betances es locutor y productor de radio. Durante 24 años ha producido y animado espacios en estaciones locales y desde hace 14 años es el encargado y animador de las emisoras locales de Radio Francia International. Está bien al día a nivel de todos los procesos que se están dando a nivel de cultura popular”.
Luego de agradecer a José Enrique Delmonte y a la Fundación Erwin Walter Palm por la invitación a este diálogo, el profesor Bartolo García Molina definió su participación como “Una visión general en la que enmarca la ciudad como universo lingüístico o como comunidad lingüística”. Y de inmediato definió “lo que se entiende por Sociolingüística para diferenciarla de otras disciplinas híbridas muy colindantes”. Expresó que “realmente se hace difícil para muchos diferenciar la Sociolingüística de la Sociología de la Lengua”. Dijo, además, que “para diferenciarla habría que establecer el enfoque, y se va a dirigir a la sociedad o a la lengua. O sea, tanto la Sociología de la Lengua como la Sociolingüística van a examinar la relación que se establece entre lengua y sociedad o entre sociedad y lengua”. Y dio como ejemplos explicativos algunos puntos:
(*) “Cuando el enfoque se hace en la lengua, cómo la ciudad influye en la lengua, entonces estamos ante un enfoque sociolingüístico; pero, si se enfoca desde cómo la lengua incide en la sociedad sería, entonces, un enfoque de la Sociología de la Lengua. Tendríamos que la mayoría de los problemas que planteó de entrada José Enrique caerían dentro de la Sociolingüística, pero otras preguntas que hizo como ¿Cómo la capacidad lingüística incide en la conducta de las personas?, ya sería Sociología de la Lengua, apuntó. (*) En una investigación que se está haciendo sobre cómo los estereotipos en el cine inciden en la conducta, tanto en la mujer como en el hombre, sería un enfoque de la sociología de la lengua, porque la estamos viendo cómo la lengua incide en la conducta de los hablantes. (*) Si se toma en cuenta la concepción de la mujer, que se le inculca a los niños desde su más tierna edad, ¿cómo eso va moldeando su psiquis?, ¿cómo eso va de algún modo a condicionar su conducta ante la mujer? Eso que a la mujer se le dice en el campo: «Las mujeres hablan cuando las gallinas mean», como las gallinas no mean, nunca van a hablar. Entonces, ¿cómo esos estereotipos van a incidir en la conducta, en la imagen que se tenga de la mujer? Estamos ante la sociología de la lengua. Pero como lo que nos interesa es la sociolingüística, entonces veremos cómo haciendo énfasis en la lengua la sociedad va a presionar para que la lengua cambie, para que la lengua se adapte, etc. (*) Problemas como el bilingüismo podrá ser visto tanto por la dialectología como por la sociolingüística, pero el bilingüismo como fenómeno que se da en la sociedad sería de la sociolingüística. (*) Los términos prestigiosos, los términos estigmatizantes que vimos al principio, fuera de cámara, cómo una palabra puede ser aceptada en la Academia y otra no. La sociedad la puede aceptar o no, estaría cerca del área de la sociolingüística”.
Expuso García Molina que “en sentido general, entonces, hay que deslindar los campos entre la sociolingüística y la sociología de la lengua —que yo lo he hecho a grandes rasgos—, la dialectología y la sociolingüística porque se encarga prácticamente del mismo objeto. Pero, a la dialectología le va a importar la parte formal, estructural del dialecto, con las variaciones fonológicas, las variaciones fonéticas, las variaciones morfosintácticas”. Puntualizó que “si vemos cómo esas variaciones suceden presionadas por la misma sociedad, ya sí le interesa a la sociolingüística. De manera, que está muy cerca”. Añadió que “casi todos los lingüistas son sociolingüistas, es difícil que se diferencien”. Explicó que “la Sociolingüística es relativamente reciente, aunque ha habido ciertas inquietudes y tal vez comienza a prestársele mucha atención a partir de un trabajo de un sociólogo, Bernstein Bazil, que se preocupa por la forma de hablar de los hijos de la clase obrera en Inglaterra y se daba cuenta de que esa forma de la sintaxis de los niños, ese vocabulario reducido incidía en su capacidad de aprendizaje y en su capacidad también de aceptación en la sociedad. Primero la llama «El habla de la clase obrera», después le llamó que era «Un código reducido o un código restringido versus el código de la clase media»”. El profesor explicó que Bernstein “llega a la conclusión de que el habla de las personas es un patrimonio que le permite el éxito en la sociedad”. Y expuso que “ciertamente este es un factor, aunque no es el único”. Puntualizó que “el éxito en la sociedad no solamente es la aceptación, es multifactorial”. Expuso que “Leonel Fernández, en principio, su principal carta de presentación es el dominio de ese «código», no la única”. En el mismo orden citó el profesor García Molina el caso de las elecciones pasadas y dijo que “en estas, el uso del «código» jugó su papel, que no le quepan dudas, no era el único, pero eso también tuvo su importancia”. Explicó que “si viéramos cómo ese factor del «código» incide en el éxito de la sociedad sería una Sociología de la Lengua; pero viendo cómo la pobreza, como la sociedad puede incidir en el «código» de los niños, entonces ya eso es Sociolingüística”.
Bartolo García Molina consignó que viendo todo esto “hay tres ejes en los cuales se va a mover la Sociolingüística, que es el diatópico, diastrático y el diafásico. La diatopía son todos esos usos regionales, los llamados geolectos, la forma característica de hablar en determinadas regiones. Por ejemplo: el español dominicano es un geolecto con respecto al español general, pero el español dominicano tiene a su vez muchos geolectos y eso se llamaría dialectología. Pero, la diastratía tiene que ver cómo las distintas capas sociales tienen distintas formas de hablar dentro de una norma estándar. Tenemos todos un legado en común, un patrimonio lingüístico en común que sería la norma común, pero la forma como en una ciudad hablan distintos sectores, entonces estamos ante los sociolectos. Por ejemplo, nosotros los académicos, desde el punto de vista sociológico, no importa que no seamos ricos, somos portadores de ese nivel sociolectal alto. Normalmente se dividen en alto, medio y bajo”. “El sociolecto nos dice la condición socioeconómica y cultural a la cual pertenecemos, pero dentro de cada sociolecto existen los registros que dicen qué está haciendo la persona”, expuso el profesor. Explicó que “el sociolecto más diverso, por ejemplo, es el popular: ahí están los mecánicos”. “Oyendo hablar a un mecánico —dijo— su registro te dice lo que es; oyendo hablar un mesero, te das cuenta, ese un su registro, el sociolecto popular”. Dijo que “eso es importante, porque de eso se trata en este diálogo. La ciudad de Santo Domingo, como una comunidad lingüística, va a ofrecer una diversidad de registros, que van a decir la condición específica de cada grupo, estándar en el mismo sociolecto”. Detalló que “en el mismo sociolecto medio están los jóvenes universitarios, por ejemplo; están algunos políticos, pero sus registros los denuncian, su estilo, que es la forma particular de cada hablante, muy ligado a lo que le llaman el idiolecto, que todavía lo especifica más”.
«A la mujere y a la puerta se le da duro»: “Cuando usted oye a una persona decir esta expresión, usted dice «es chofer o es mecánico»”, apuntó del profesor. Señaló que “es más fácil encontrar en la ciudad de Santo Domingo asociaciones de sindicalistas, grupos bien diferentes, porque es un micromundo”. Dijo que la ciudad de Santo Domingo se puede ver como una comunidad de hablantes, dentro del mismo español dominicano, que va a tener, por supuesto, en ciernes, en pequeñas dosis, todas las características del español dominicano, pero que se va poder ubicar por sectores”.
En su didáctica charla, el profesor explicó que “es importante, especialmente para quienes se mueven en la docencia, saber que, desde el punto de vista lingüístico no hay forma buena ni mala de hablar, hay formas contextuales. Es más, hablar de una manera muy circunspecta, muy rígida, muy académica, en determinado contexto, desde el punto de vista pragmático —que es distinto al punto de vista lingüístico y al punto de vista normativo—, no es recomendable porque la lengua une y separa. Pero, ¡cuidado!, tampoco debe decepcionar”. Explicó que esto es “el desafío sin decepcionar, poder adecuar el discurso: yo no tengo que decir «to’pa’na» porque esté hablando con campesinos, ellos saben que yo sé decir «todo para nada»; pero también busque una palabra para decir «el diámetro de esa puerta es muy reducido», «estrecha» es una palabra que cabe, que la entienden perfectamente y no te reduce, puede tener la dignidad contextual del discurso y hacer las conciliaciones necesarias”.
El profesor Bartolo García Molina concluyó: 1. “Toda comunicación es una transacción, pero el sujeto se construye en el mismo discurso. 2. “Todos somos multiplicadores, si no, vamos a ser pobres en la comunicación. El secreto está en saber en qué contexto voy a usar la forma lingüística adecuada. Somos multiplicadores diastráticamente, o sea, verticalmente, pero también geográficamente debemos serlo. 3. La ciudad es una multitud de sociolectos que conviven armoniosamente y que reflejan las características culturales, históricas, sociales, religiosas, políticas y educativas de esa ciudad”.
Participación de María José Rincón
Por su parte, María José Rincón, al tomar la palabra expuso a manera de esbozo de su charla lo siguiente: “En su presentación, José Enrique del Monte nos propuso «Cómo se habla en Santo Domingo»”, y yo quiero proponer «Cómo hablamos en Santo Domingo», porque a veces nos cuesta reconocernos a nosotros mismos y la lengua es un rasgo de nuestra identidad. Y luego, yo voy a aterrizar en la Dialectología, así nos complementamos un poco. Y, por supuesto, como mi especialidad es la lexicografía —que es hacer diccionario—, voy a hacer un poquito de referencia al Diccionario del español dominicano y cómo esos matices sociolingüísticos y dialectológicos se reflejan en el diccionario”.
Rincón señaló que “en principio, todo el mundo piensa que una académica tiene que ser una mujer vieja […] y debe defender que la lengua es algo estable, monolítico y rígido, y eso no es así. Eso es uno de esos grandes mitos que hay relacionados con la Academia. Por eso yo pongo ahí que la lengua, fundamentalmente —y el profesor Bartolo nos lo ha dicho muy bien—, es amplia. Yo digo que la lengua española es extensa e intensa: es extensa en historia y es extensa en territorio: es decir, tiene muchos siglos de historia y mucha amplitud geográfica y humana; eso necesariamente tiene que tener como consecuencia que es una lengua muy variable”. “Por lo que me gusta siempre empezar es por decir que mucha gente piensa que las variaciones, las diferencias, los matices, son algo negativo, y es exactamente lo contrario: la variedad, la riqueza, el cambio es lo que es fundamental para la lengua, eso es lo que le da la riqueza, esa es la gran riqueza de la lengua española. Por eso yo pongo aquí (se refiere a su presentación gráfica) «asúmelo, la lengua es cambio»”, puntualizó la académica. Explicó que “si se hizo un diccionario en el 2013, y hoy en el 2020 falta la mitad de las palabras, pues, hay que asumirlo porque esa es la realidad de la lengua, saber que eso es así y si no fuera así la lengua no funcionaría. La lengua, fundamentalmente, es cambio”.
María José citó un pensamiento de Ángel Rosenblat que dice: «Las divergencias son solo pequeñas ondas en la superficie de un inmenso océano», lo que se refiere a “las variedades entre unos territorios y otros”. Explicó que “nos encanta diferenciarnos, saber que eso es lo que nos caracteriza y ponemos siempre el acento en esa diferencia, pero generalmente esas diferencias son lo menos en el gran océano de la lengua”. Dijo que “más de un 80 por ciento de nuestro patrimonio léxico —es decir, de nuestro vocabulario— es común”. Y señaló que “por eso logramos entendernos de una punta a otra del Continente Americano, de un lado a otro del océano Atlántico”.
Sin embargo, apuntó María José, “a pesar de que, fundamentalmente, la lengua es cambio, tiene sus mecanismos para mantener la unidad: la unidad tiene mucho que ver con la actitud, esa disposición que tiene el hablante para analizar su propio sistema lingüístico, es decir, para analizar cómo habla”. Dijo que “en República Dominicana —y en muchos otros sitios— tenemos una asignatura pendiente”.
«¿Cómo hablamos los dominicanos?»
Explicó María José Rincón que ante la pregunta frecuente que ella recibe de «¿Por qué hablamos tan mal los dominicanos?», ella responde: «¿Quién ha dicho que los dominicanos hablan mal? No lo entiendo, eso lo dice usted, no lo diga de mí porque no es mi opinión». Agregó que “hay dominicanos que hablan mal, pero como hay de cualquiera otra nacionalidad que habla mal. El hablar bien o mal no tiene que ver con la variedad lingüística que uno utiliza, tiene que ver con las oportunidades de formación, con el dominio que se te da de tu instrumento lingüístico, fundamentalmente en la escuela. Evidentemente si tu entorno social favorece ese aprendizaje te va a ir mejor, con más facilidad, pero no es imprescindible”, añadió. Dijo que “generalmente la escuela te tiene que dar esas herramientas y si la escuela es mejor, si tu formación es mejor, esas herramientas te van a ayudar a mejorar tu instrumento lingüístico por ti mismo, a tener autoestima lingüística”. Y puntualizó: “por eso yo insisto mucho en algo que yo digo que es la autoestima lingüística: tenemos que enseñarle a nuestra gente que nosotros no hablamos mal, como se habla en República Dominicana no tiene nada que ver con que sea mal o bien, tiene que ver con unas características determinadas”.
Enseñó la académica que “esos mecanismos propios que tiene la lengua para mantener la unidad, no es la uniformidad, no se trata de que todos hablemos igual ni de que desechemos las diferencias por arriba —por el registro culto— o por abajo —por el registro coloquial— o por el registro popular o por el registro jergal; se trata de mantener la unidad de la lengua”. Explicó que “esos mecanismos de unidad son 1. La ortografía, tan fundamental, que veces olvidamos. 2. El sistema fonético, tan potente de la lengua española. 3. El sistema morfológico y sintáctico, que tiene muy pocos cambios, prácticamente imperceptibles. 4. El sistema léxico, que es el océano de la lengua, ahí cabe todo, y precisamente cabe todo porque la lengua crea palabras porque tiene que expresar la vida. La vida cambia, el tiempo cambia, si la lengua no es capaz de expresar a los nuevos hablantes, pues, la lengua muere y no es ese el espíritu de la lengua”.
La académica explicó algunas características del habla de los dominicanos: 1. El seseo: seseamos, que no es que confundimos la s con la c, no es que nos equivocamos […], eso viene de un proceso fonético de la Edad Media y no es que nos confundimos, siempre hemos hablado así, se trata de que es nuestro sistema fonético”. Mencionó que “como lengua materna hablan 580 millones de hablantes, aproximadamente —de hablante arriba y hablante abajo—, sesean 540 millones. Es decir, los raros son los que no sesean. Es decir, dejen de sentirse «¡ah, que nosotros seseamos!», el español es seseante. 2. La aspiración de la –s, eso es lo que nosotros popularmente decimos ‘nos comemos las s’, las aspiramos. Eso también viene de muy antiguo”. 3. La eliminación de las –s. Esos rasgos no los hemos inventado en la República Dominicana, ni como dice la gente «de lo jóvene de ahora». Esos rasgos vienen de la historia del español desde antes de llegar a territorio americano; aquí fue donde por primera vez se habló, pero ya todos estos rasgos venían ahí, nosotros hemos seguido históricamente desarrollando esos rasgos, y la suma de todos esos rasgos hace que se nos caracterice. 4. El yeísmo: distinguidores de la y y de la ll —elle—. Hace años que no oigo a nadie distinguir la y y la ll. 5. La caída de la d intervocálica: eso de «cansao», «encontrao». 5. La aspiración de –h, eso de decir que estoy «jarto», procede de la Edad Media, de los orígenes de la historia de la lengua castellana. 6. La neutralización de la l y la r, algunos tiran hacia la l y otros tiran hacia la r en posición implosiva, muy dominicana. 7. Vocalización de l / h, esa i cibaeña, la vocalización de esa l y de esa r. 8. La ultracorrección que tiene que ver mucho con la sociolingüística. La ultracorrección es el hablante que tiene consciencia de que ese rasgo quizás no es el aceptado, entonces fuerza su forma de hablar de tal manera que corrige donde no hay que corregir. Por eso se llama ultracorrección. Eso es cuando ponemos la s donde no va”.
María José Rincón expresó que “esos rasgos fonéticos a la hora de hacer un diccionario —aunque sea un diccionario de uso— tiene que establecer una determinada norma ortográfica”. Puso como ejemplo la palabra «Balsié», que al investigar en el español dominicano muchas novelas y páginas de internet encontró “cinco variantes: «Balsié», «Balcié», «Barsié», «Barcié», «Baisié»”. “¿Cuál de todas esas va al diccionario?”, dijo. “Son cinco que reflejan todas las posibles variantes y hay que elegir una. Evidentemente se trata de elegir, pues, la variante etimológica —si es que hay etimología— o la variante más usada o la variante más frecuente o la variante que usan los autores cultos. Solo como muestra de lo que se puede uno encontrar con esos rasgos”, destacó María José.
Rincón expuso que también están los rasgos morfosintácticos, como son: «Ello hay», eso es muy dominicano. Nuevamente enfatiza: “Eso no lo inventamos aquí, eso es un rasgo que se daba allá en la Edad Media, nosotros lo seguimos diciendo, en otros sitios se perdió, aquí se mantiene, muy estigmatizado, se considera del registro no culto, pero ahí está”. Otro ejemplo fue la “etimología popular de decir «estábanos demasiado lejos»”. “Esa me encanta —dijo— porque esa es la desinencia verbal llevada a una explicación que tenga razón: y es que, si somos «nosotros», por qué vamos a decir «estábamos», podemos decir «estábanos». Eso es una etimología popular llevada a la gramática, perfecta”. Otro ejemplo que agregó fue “«Yo no sé, no», esa doble negación dominicana, también es muy antigua. Bueno, pues aquí tiene esa característica”. “La colocación del pronombre personal sujeto después del «ya»”, es otro ejemplo que puso Rincón: “«Ya tú sabe», tiene mucho que ver ese «ya», no es siempre”. Igualmente trajo “eso de ponerle sujeto a los infinitivos, que son formas no personales del verbo: aquí decimos «Antes de nosotros salir», y le ponemos un sujeto a la forma no personal del verbo”. Explicó otro rasgo que es “la reorganización de un paradigma verbal: si yo digo «ustedes son mis panas», estoy en un nivel coloquial y sin embargo les estoy hablando en “usted”. Expresó que “el que no conoce otro paradigma verbal lo ve perfecto, segunda persona; pero el que ha aprendido a hablar en un paradigma verbal diferente oye el «ustedes son» como un tratamiento de cortesía, y sin embargo aquí ha perdido ese matiz porque nosotros no decimos «vosotros sois», nunca lo dijimos, sino decimos «ustedes son», tanto para la expresión de cortesía como para la expresión coloquial”.
Para explicar “lo que es el léxico”, María José Rincón habló de lo que es un diccionario diferencial, que registra ese uso diferente del español dominicano diferente al español general, diccionario de uso”. Dijo que “también los hay de normas. Lo que hay que saber es cuál es el que uno está usando para no pedirle peras al olmo, es decir, para no pedir la norma al que es de uso o viceversa”. Explicó que “un diccionario de uso registra qué decimos, registra cómo lo decimos, generalmente no registra cómo deberíamos decirlo, casi siempre solo se responsabiliza del uso ortográfico”. Ejemplificó con la palabra «casimente» y dijo que “en República Dominicana todos decimos «casimente» y «casimente», analizándolo en la lengua es una expresión incorrecta porque los adverbios que se construyen con ‘mente’ se construyen con la forma femenina del adjetivo a la que se le añade ‘mente’; pero resulta que ‘casi’ no es un adjetivo femenino, sino un adverbio: entonces morfológicamente es una incorrección gramatical, pero léxicamente se usa. ¿Está en el Diccionario del español dominicano? Sí, porque es un diccionario de uso”, apuntó.
María José especificó que “si usted va a escribir o a hablar un discurso académico, pero tratando de mantener un registro culto, evidentemente tengo que proscribir de mi forma de hablar «casimente» porque tengo que usar otro registro, necesariamente”. “Ese es el uso”, señaló. “Todo eso se combina, pero a mí me gusta que no sea María José que lo diga, entonces me he buscado una autoridad que nadie me va a objetar, que es Cervantes, en El Quijote hablando de cómo habla Sancho y de cómo habla el Quijote: «Cuando algunos no entiendan estos términos importa poco, porque el uso los irá introduciendo con el tiempo para que con facilidad se entienda y eso es enriquecer la lengua sobre quien tiene el poder, el vulgo y el uso»”. Mostró Rincón otros “ejemplos de las cosas que léxicamente se diferencian en el español dominicano”, como son la siguientes: “«prigilio», busque que no lo van a encontrar en otro sitio”. Explicó que “no solo tenemos palabras diferentes tenemos acepciones diferentes. Por ejemplo: el adjetivo «cenizo», «esperanza». «Esperanza» es una palabra clásica del español patrimonial, antiquísima, pero para nosotros tiene un significado añadido que es el del insectito verte, el saltamonte”.
La académica puntualizó que “en el diccionario hay unas abreviaturas que todos nos saltamos y que la mayoría de nosotros no sabemos lo que significan, que ahí es donde entran la dialectología y la sociolingüística en el diccionario, que son esas pequeñas abreviaturas que nos dicen cuál es el registro en el que se usan las palabras”. Dijo que “el español dominicano tiene algunas, tiene un sistema básico, pero tiene algunas”. En este ejemplo, de la palabra que María José presentó en pantalla: “yo no la voy a decir porque como ustedes están viendo ahí, esa palabra tiene una connotación, esa connotación social, ese registro social, esa palabra que no nos atrevemos a decir —como la niña que demostró que era inteligente— en determinados contextos, en determinadas situaciones de comunicación, tiene una marca, y esa marca en el Diccionario —generalmente, si ustedes se leen las instrucciones del diccionario y el diccionario es bueno— te marca que esa palabra tú tienes que saber en qué situación social la vas a decir”. Así explicó, y mostró gráficamente, que “se puede hablar de variación estilística —que es esa diferencia diafásica— o esa variación sociocultural que es ese nivel diastrático o la connotación o la valoración social que esa palabra tiene”.
María José Rincón mencionó “algunas cifras en las que se puede ver el universo que significa esa riqueza léxica: el Diccionario del español dominicano tiene 10900 entradas de uso propio, aunque lo compartimos con otros dialectos, con otras variedades; acepciones casi 14000; locuciones 4250 —que es aquello de «guindar lo teni», o sea, dos palabras que no significan las dos palabras, sino otra cosa diferente: «guindar lo teni» no es ni «guindar» ni es «tenis» es otra cosa diferente, eso es una locución que significa ‘morirse’—, el español dominicano es muy rico en locuciones; registramos 400 extranjerismos establecidos — quizás no tanto como creemos, hay muchos flotantes que van y vienen por moda—; de flora y fauna por ejemplo tenemos 1300, esas son esas palabras añejas de la lengua, ahí hay mucho indigenismo, por eso es tan importante la potenciación de esa cultura ecológica para que todas esas palabras, ese patrimonio léxico no se pierda. Por ejemplo, la pelota: hay 400 términos relacionados con la pelota”. Añadió que ella siempre dice que el diccionario es un edificio de apartamento y a cada palabra se le dedica un apartamento pequeño, unos viven en un estudio, en una habitación, otros viven en un penthouse. Dijo: “«vaina», «tirar» o «palo» yo les puse ahí que tiene un penthouse, porque ahí en esa casa hay acepciones de 30, 40, 50 acepciones diferentes, algunas palabras diferentes generadas por la propia variedad y riqueza del idioma”.
“¿Cómo todo eso se estudia a lo largo de la geografía en un determinado contexto físico? Ahí es donde ustedes se dan cuenta de la complejidad de la sociolingüística y la complejidad de la dialectología”, puntualizó.
Para concluir, y como un motivo de reflexión, María José Rincón expresó lo siguiente: “¿Cómo las hablas jergales o las hablas populares tienen como misión fundamental distinguirse del grupo, marcar territorio y generalmente son muy difíciles de seguirles la pista? Porque están diseñadas para que no le sigan la pista, están diseñadas para distinguir al grupo, para que el que viene de fuera no entienda, para marcar el territorio y por eso es tan complejo y hay tan pocos estudios de hablas jergales, en general, a lo largo de la historia de la lengua”.
Reporte de Miguelina Medina para la ADL