Poética cuántica, metafísica y cósmica de José Miguel Ángel Soto Jiménez

Por

Bruno Rosario Candelier

 

A

Juan Carlos Mieses,

creador de una lírica trascendente.

 

Si todo lo forma el mismo material

y el espíritu es otra expresión de la energía,

en donde toda semejanza perceptible

comprueba su igual naturaleza.

(José Miguel Ángel Soto Jiménez, Cosmogramatón,

 Santo Domingo, Impresora Soto, 2020, p. 64).

 

Conocedor de la historia dominicana, cultor de la ciencia de la milicia, estudioso de la mística de la Khábbalah, investigador de la palabra criolla y autor del arte de la creación verbal, José Miguel Ángel Soto Jiménez (Santiago de los Caballeros, R. Dom., 1956) sorprende con la publicación del poemario Cosmogramatón, creación impregnada de una alta erudición humanística a la luz de la sabiduría espiritual del Cosmos.

Al contemplar el esplendor del mundo y valorar el sentido cósmico inherente a lo viviente, José Miguel Ángel Soto Jiménez observa no solo la organización con el ordenamiento inherente en el Cosmos, sino que como pensador de nuestro tiempo, al modo de los antiguos pensadores presocráticos, ausculta el sentido de la naturaleza y, como poeta, intuye los fenómenos de la Creación, lo que entraña una indagación estética y espiritual, que es la tarea de la creación poética, y en tal virtud, nuestro escritor hace poesía, más aún, poesía metafísica, porque indagar el sentido es hacer metafísica, y canalizar ese sentido a través de la lírica, es hacer poesía metafísica, como la que hace nuestro ilustre militar, escritor y académico de la lengua al escribir este singular poemario de alta prosapia espiritual, Cosmogramatón, una radiografía poética, cuántica y metafísica de lo viviente a la luz de su formación estética, intelectual y espiritual.

En efecto, en esta obra poética de Soto Jiménez el autor plasma con el lenguaje de la poesía una visión cuántica y espiritual del mundo inspirada en una intuición metafísica de la Creación, como lo ilustra la siguiente cita:

 

No es tan solo que vivimos en el universo,

sino que el universo vive en nosotros.

(Cosmogramatón, p. 13).

 

La visión metafísica del mundo marca la entrada al conocimiento sutil y trascendente del sentido cósmico, que entraña una valoración de lo viviente, un concepto de la Creación del mundo y una vivencia inspirada en la naturaleza de las cosas. El principio inspirador de este poemario es el concepto de que todo forma parte de Todo, y todo vuelve al Todo, como dijera Heráclito de Éfeso, uno de los antiguos pensadores presocráticos.

En efecto, somos uno con el Universo, y todo fluye en lo viviente, y todo tiene una categoría óntica con la dimensión espiritual de lo divino, comenzando por la palabra, que es una dotación sagrada recibida de la Divinidad a través del Logos de la conciencia, así como el don de la creatividad en cuya virtud canalizamos nuestras intuiciones y vivencias, como hace José Miguel Ángel Soto Jiménez en Cosmogramatón, un poemario metafísico con el subtítulo de Crónica virtual del desconcierto, fruto de la reflexión cósmica que el poeta realiza al contemplar la majestad de la Creación.

Desde el pórtico de este poemario, nuestro poeta revela la intuición de que todo tiene “nexos vinculantes” con el Todo en virtud de la incardinación de todo con todo lo existente bajo la onda invisible, sutil y trascendente del Todo, del que depende todo, signo, fuero y cauce de la huella de la Divinidad en todo cuanto existe:

 

versiones distintas de una sola cosa,

con dimensiones relativas a lo visible

y lo invisible,

simetrías básicas escondidas

en el alma oculta de las cosas.

El todo regido

por la correspondencia inevitable

de los diferentes planos existentes.

(Cosmogramatón, p. 15).

 

Convencido de que todo forma parte indisoluble de “una misma unidad”, con una “extraña semejanza” invisible en virtud de su misteriosa vinculación con la Energía Espiritual del Cosmos, conforme consigna el autor de este poemario, cifra y eco de la historia cósmica del Universo de lo viviente:

 

Semblantes idénticos de un perfil que se repite,

sin guardar proporción alguna con su propia realidad.

Como si su aspecto referencial,

estando diametralmente opuesto a su entidad,

jugara a esconder la particularidad

 de esta extraña semejanza,

enumerada una y mil veces,

por la aritmética sencilla

de la tabla periódica de los elementos.

(Cosmogramatón, p. 16).

 

Nuestro poeta evoca la “armonía sideral” de la que hablaba el pensador y místico presocrático Pitágoras de Samos, que enlaza con la idea de Leucipo de Abdera, otro pensador presocrático que afirmaba que “nada sucede por azar, sino por razón o necesidad”, conceptos orillados en este poemario de Soto Jiménez, quien se inspira en una concepción cosmológica, cuántica, filosófica y espiritual a la luz de la mística de la Khábalah, según la cual hay un equilibrio en la cosmografía universal, que nuestro poeta asume y recrea en la hondura metafísica de su creación poética:

 

Conjunto astral retraído,

entrañablemente implícito,

lejano y cercano al mismo tiempo

recreado en una insoslayable intimidad,

destacado en una ilimitada concordancia,

impactada por las ondulaciones

del tiempo imperecedero,

primando en un ambiente astral

 donde la analogía parece ser

la regla general más socorrida.

(Cosmogramatón, p. 18).

 

Los principios que articulan la plataforma estética, cuántica y metafísica de este poemario de Soto Jiménez son los siguientes:

  1. El concepto de la incardinación de todo con el Todo, en atención al hecho de que todo viene del Todo, todo lo contiene todo, y todo vuelve al Todo.
  2. El concepto de una onda misteriosa y sutil que enlaza a todo lo viviente, en atención al hecho de que todo está interconectado entre sí en función de principios articuladores de orden, armonía y cohesión.
  3. El concepto de que todo tiene el fundamento del Todo, para enfatizar el destino común que todo comparte con la totalidad de lo existente.
  4. El concepto inspirado en la Khábalah hebrea de que todo contiene el germen espiritual de lo divino, en virtud del vínculo sagrado con el Padre de la Creación.
  5. El concepto estético de una línea de creación trascendente, inspirada en la metafísica presocrática, la espiritualidad divina y la ciencia de la física cuántica para hacer del arte de la creación verbal un medio de conocimiento y fruición.

La relación de todo cuanto existe, incluidos los opuestos, como parte inherente de la naturaleza óntica de las cosas, explica la idea de una correlatio opositorum, es decir, una armonía de los contrarios, como se aprecia en algunas frases (“lo que sabemos es lo que ignoramos”, p. 19; “la nada para nada imperecedera”, p. 20), entre otras.

Otro aspecto que se infiere de la reflexión poética predominante en esta obra es la conclusión de que en toda cosa o ente viviente su naturaleza de microcosmos tiene la misma organización y el mismo funcionamiento del macrocosmos, una manera de decir que todo es igual en el universo de lo viviente, como lo subraya el autor en estos versos:

Y si el macrocosmos

es análogo a su equivalencia más pequeña,

como si fuera exactamente similar al microcosmos,

semejante a lo más grande en sus supuestas reglas,

presente en la plantilla orbital de sus entrañas cósmicas.

(Cosmogramatón, p. 20).

 

En la formalización estética, conceptual y espiritual de este poemario hay una confluencia de realidades sensibles, ideales y sutiles, y en tal virtud confluyen tres realidades compartidas: la realidad estética, articulada con la sustancia sensorial de lo viviente que percibe y recrea la sensibilidad del sujeto creador; la realidad verbal, formalizada en el ámbito conceptual de las palabras que dan cuenta del fuero sonoro y semántico del lenguaje; y la realidad metafísica, centrada en el ámbito vaporoso de la trascendencia donde conviven las manifestaciones sutiles de los fenómenos intangibles, misteriosos y enigmáticos, que percibe la inteligencia superior de la conciencia:

 

Todo esto involucrado y compensado

con lo infinitamente cinético y potencial,

en un orden general

donde todo parece fluir encasillado

con la misma orientación de las fuerzas

que interactúan por donde quiera sin remedio.

La vibración, el movimiento,

la inquietud como norma.

La dirección del campo vectorial,

la desconcertante sinergia del vacío,

el fluir permanente de lo desconocido,

la belleza de los cataclismos

más diversos y continuos.

La corriente ininterrumpida

del gran río energético existencial

que, con la relativa insustancialidad del presente,

parece que se pierde

 en los rumbos extraviados de los tiempos sin historia.

(Cosmogramatón, p. 22).

 

José Miguel Ángel Soto Jiménez enfoca el valor de los elementos cosmogónicos de lo viviente, que los pensadores presocráticos consignaron en la tierra, el agua, el fuego y el aire. Tales de Mileto estableció en el agua el elemento fundante de cuanto existe; para Heráclito de Éfeso el fuego es el origen de las cosas; Anaxímedes vio en el aire la fuente de lo existente; y Empédocles fundó en la tierra la base de lo viviente. Nuestro poeta estima que el agua es la “base sustancial de cada cosa”, “componente exultante de todo lo que existe”.  En efecto, el agua está en todo, y nada material existe sin su concurso, y la vida misma le debe su existencia, y todas las cosas precisan de su líquida sustancia para ser y seguir siendo, molécula vital de personas, plantas y animales, y aliento energético de lo material, que el autor de este poemario engarza a la temática de su creación poética:

 

Componente originario, al parecer, de nuestra tierra,

pero que con sus abismos interiores

y su alma tramada de destinos inciertos,

vino también de las inmensas regiones del espacio,

millones de años atrás,

en alguno de sus múltiples estados

como parte integral de toda cosa.

La molécula misteriosa del agua

presente y abundante en todo el cosmos.

(Cosmogramatón, p. 25).

 

La realidad que le sirve de inspiración a Soto Jiménez no es la realidad real, material y concreta, que perciben los sentidos corporales; ni la realidad imaginaria, subjetiva y ficciosa, que concibe la imaginación; sino la realidad trascendente, sutil y vaporosa, que funda la sustancia de Cosmogramatón, con su dimensión inasible y misteriosa que perciben los sentidos interiores de la conciencia, pues se trata de las emanaciones intangibles, pero reales y auténticas, de los mundos sutiles que no vemos con los ojos ni tocamos con las manos, pero sentimos con los sentidos espirituales de la conciencia que captan las irradiaciones de la realidad intangible del mundo ideal al que llega la sensibilidad profunda de los poetas, místicos, iluminados, santos y profetas cuando sintonizan las irradiaciones sutiles encarnadas en imágenes y símbolos del más allá:

 

Náufragos estelares de apocalípticas tormentas,

abandonados a nuestra propia suerte,

entre el oleaje embravecido del azar,

el maremágnum fatal de lo improbable

y la extraña posibilidad de lo oculto.

(Cosmogramatón, p. 27).

 

El enigmático título de este singular poemario, único en su género escrito en nuestro país, comienza con el título en una palabra compuesta y aguda de origen griego, Cosmogramatón, que debió ser una palabra esdrújula, Cosmográmaton, que significa ‘gramática del Cosmos’, es decir, la norma protocolar que sustenta y organiza el orden del Universo o el ordenamiento de lo viviente, pues el vocablo Cosmos, que en la lengua de los helenos significa ‘orden’, concebido en atención al principio normativo de lo viviente que rige todo lo existente, ya que todo tiene un protocolo estelar, una pauta reglamentaria que articula la estructura y el funcionamiento de cuanto existe, porque todo tiene un orden, una ley interna, subyacente y profunda, que regula su existir, su esencia y su función bajo el ordenamiento universal de todo con el Todo:

Qué premeditación de realidades venideras

compuso la anarquía organizada,

la ola expansiva que aun late espectral

como un fantasma de la destemplanza venidera.

¿Qué circunstancia secreta de la metafísica,

de la física o de la química lo hizo explosionar de repente?

¿Cómo nació la coincidencia de la intemperancia?

¿Qué abstracción consciente en su indiferencia

fue la culpable del evento que dio paso

al gran suceso de la creación inesperada?

Y si todo lo que vendría después de la explosión,

estaba previsto y calculado

como si fuera un plan preconcebido,

una conjura pletórica de curiosidades y detalles,

una extraordinaria contingencia calculada,

atestada de leyes, principios, potencias,

axiomas, razones y misterios.

(Cosmogramatón, p. 33).

 

Las instancias superiores del fuero cósmico de la Creación comprenden:

  1. Esencia primordial o Energía Superior de la que mana cuanto existe.
  2. Emanaciones divinas o irradiaciones sutiles canalizadas en estelas, voces, aromas, imágenes y señales de lo Alto que la inteligencia sutil percibe y recrea.
  3. Imágenes trascendentes. Que formalizan las irradiaciones cósmicas que los poetas verbalizan en sus metáforas y símbolos con las que revelan el sentido de las emanaciones de la cantera infinita.
  4. Creación de imágenes arquetípicas de las emanaciones sutiles de lo Alto.

 

   Las emanaciones de lo Alto son infinitas porque infinitas son las formas de su manifestación que la sensibilidad profunda capta y traduce en imágenes poéticas. El conocimiento poético de urdimbre metafísica y mística entraña un saber intuitivo, inspirado y revelado de una sabiduría espiritual con verdades de muy antiguas esencias, procedente del Numen de la memoria cósmica; y una sabiduría sagrada, cifrada en el Nous de la esfera celeste con revelaciones profundas que captan los teopoetas, santos, profetas, iluminados y místicos. La relación entre la imagen y la revelación, en virtud de la semejanza de la imagen con las emanaciones divinas, da categoría de amanuense del Espíritu al autor de la creación poética que revele una imagen trascendente con verdades de muy antiguas esencias. Por eso escribe nuestro poeta una intuición de sagrado linaje:

 

La simbiosis de la masa y la energía.

Los misterios secretos de la vida y sus formas infinitas.

La integración oculta de lo material.

La parte más densa del espíritu y del alma.

La energía de la fuerza que forma lo absoluto.

(Cosmogramatón, p. 35).

 

Se trata del aliento cósmico de la cantera infinita, soplo alado y sagrado del ámbito de la trascendencia que lo explica y lo contiene todo, como lo sugiere el siguiente pasaje:

 

El principio y el final en una sola pieza del rompecabezas,

en la perseverancia y la perennidad de lo increado.

La obvia posibilidad de que exista un Creador,

con la diestra del asombro original.

Su aliento como soplo de vida

y su energía en constante movimiento.

(Cosmogramatón, p. 36).

 

Según el trasfondo conceptual de esta obra, puedo inferir cinco conceptualizaciones de índole cósmica, filosófica, cuántica, estética y metafísica:

 

  1. QUIEN INTUYE EL SENTIDO CÓSMICO, PERCIBE EL SENTIDO METAFÍSICO. Quien siente y vive el sentido cósmico de lo viviente puede conocer el sentido metafísico del mundo, aunque para sentir y vivir el sentido místico del mundo -el más alto estadio de la sabiduría sagrada- hay que sentir y vivir el sentido de lo divino, el más alto peldaño de la espiritualidad humana. El agraciado autor de esta reveladora obra poética, paradigma del arte de la creación verbal a la luz del sentido cósmico, revela una conciencia metafísica, paso previo para alcanzar la conciencia mística. Desde luego, no es la verdad de la ciencia ni la verdad poética del arte, sino la revelación de la fe y la sabiduría de la mística, la mejor forma de explicar la existencia de Dios, y la mejor manera de vivir el sentimiento de lo divino. Sin embargo, nuestro poeta entiende que la ciencia es la única forma de encontrarnos con Dios, según escribe en estos versos:

 

Porque a pesar del argumento,

sin los paradigmas de la fe y las creencias

la ciencia es la única forma de explicarnos

 y encontrarnos a Dios

y mientras más se avanza y se descubre,

más cerca parecemos estar de tropezarnos con Él.

(Cosmogramatón, p. 37).

  1. TODO PASA EN EL FLUIR DE LO VIVIENTE, MENOS EL TODO QUE LO CREA. El emisor de estos singulares versos, con un conocimiento impregnado de la sapiencia de la ciencia de la física cuántica, la filosofía y la cosmología, dotado del saber que edifica. La intuición que esclarece y la revelación que certifica, escribe bajo la convicción del sentido cósmico que lo inspira:

 

Mareas influidas y determinadas por la dinámica del sistema.

Oleajes inauditos de estrellas y otros mundos,

fuerzas lejanas de constelaciones,

que influyen continuamente en nuestro devenir.

(Cosmogramatón, p. 40).

 

  1. EL ORDENAMIENTO CÓSMICO FUNDA EL GRAN CONCIERTO UNIVERSAL. El “concierto universal” que intuyera Pitágoras de Samos, fruto del orden y la armonía de lo viviente, fluye en la plataforma de esta obra, idea que inspiró en su tiempo la “iluminación mística” de fray Luis de León, el “sentido cósmico” de Pierre Teilhard de Chardin y la “revelación cuántica” de Ernesto Cardenal, que el inspirado autor de esta obra asume, recrea y perfila en su concepción cuántica, cosmológica y filosófica para hacer de esta obra y del autor de este poemario un singular cultor de una visión física, metafísica, estética y cuántica de lo viviente:

 

Porque si en el todo está manifiesto el concierto universal,

también está expresado el vacío sin fondo de la nadidad

y su propia negación tan debatida existe en demasía.

Y si lo demás de lo demás,

resulta en la muestra de un hecho consumado,

continuamente recreado en su propi potestad,

en un fluir inmutable que desencadena

a cada instante

 la causa original nunca expresada.

(Cosmogramatón, p. 43).

 

  1. LA CAPTACIÓN DEL SENTIDO CÓSMICO ENTRAÑA UNA ALTA DOTACIÓN.

El sentido cósmico se percibe ante el asombro que concita la majestad de la Creación, vale decir, ante el encanto que genera el esplendor de la naturaleza, que inspira un sentimiento de anonadación y de admiración al mismo tiempo, que los creyentes y los místicos traducen en un sentimiento de exaltación al Creador del mundo. Poetas como Ángelus Silesius, William Blake y William Wordsworth concibieron un elevado sentido cósmico en virtud de su valoración mística del mundo. Entre los poetas españoles contemporáneos pueden citarse a Antonio Machado, Dámaso Alonso y Clara Janés. Y entre los americanos a Jorge Luis Borges, Ernesto Cardenal y Luce López-Baralt. Ruborizado ante el esplendor de lo viviente, José Miguel Soto Jiménez escribió:

 

Y si lo inmensamente grande

es solo un menudo reflejo de otra totalidad

que no cabe en realidad en pensamiento alguno.

(Cosmogramatón, p. 63).

 

  1. LA REALIDAD MATERIIAL CONTIENE UNA VERTIENTE ESPIRITUAL La sustancia material tiene una onda intangible, o dimensión espiritual inmarcesible. El mundo espiritual no tiene un dónde material localizable por su condición inconmensurable y vaporosa, aunque es auténtico y real, como real es la faceta interna, esencial y mística de lo viviente. Los mundos sutiles tienen un archivo con imágenes arquetípicas de las que dan cuenta los poetas y los místicos, los santos y los profetas. La imagen es el reflejo de esa dimensión invisible de las cosas, que pensadores como Jacob Boheme, poetas como san Juan de la Cruz y ensayistas como Evelyn Underhill, han formalizado en sus reflexiones teoréticas o mediante la creación poética. El poeta Juan Ramón Jiménez anhelaba que su palabra fuese la cosa misma, cifrada en el concepto de que el yo, y las cosas, y todo, es una misma cosa. Y Jacob Boheme sostenía que la Creación del mundo es un aliento o emanación de la Palabra primordial, proveniente del Logos originario del Altísimo. La intuición de la Totalidad o la Revelación del Misterio mediante la creación poética es el sueño de todo poeta trascendente, como se infiere de estos singulares versos:

 

Porque ciertamente hay una sola mente singular,

que se hizo plural en sí misma

en sus múltiples manifestaciones y sus fuerzas,

presente en el conjunto de sus potestades perennes

“como un solo Dios verdadero”.

(Cosmogramatón, p. 46).

 

Quizás el condicional “si” de esta “Crónica virtual del desconcierto” sea la debilidad del autor de este poemario dubitativo y recurrente, y digo “debilidad” porque los poetas, cuando hablan ex catedra, no dudan, sino que afirman, aunque la duda subyacente en esta reveladora obra de Soto Jiménez, y eso lo salva, fue la que concitó su inspiración, la que prohijó esta grandiosa creación llamada a perdurar en la historia de las letras dominicanas por la hondura de su reflexiones metafísicas, la sapiencia de sus disquisiciones cósmicas y la belleza de su pensamiento reflexivo.

En efecto, Cosmogramatón, poemario inspirado en una triple perspectiva cuántica, cosmológica y metafísica, aborda la Creación del mundo mediante una especulación filosófica, una mirada científica y una sensibilidad estética con la dimensión trascendente del sentido cósmico y la hondura sutil de la lírica interiorista. Fuero de una concepción cuántica de la creación, y cauce de un aliento sutil con alto vuelo estético y espiritual.

 

Bruno Rosario Candelier

Academia Dominicana de la Lengua

Moca, R. Dominicana, 2 de enero de 2022.

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