(“LA INDEPENDENCIA EN LAS LETRAS HISPANOAMERICANAS”)
Por Bruno Rosario Candelier
Al
Prof. Dr. BogdanPiotrowski,
cauce sutil de la palabra que edifica.
“A través de los fuegos divinos de las vidrieras historiadas,
me río del viento que sopla afuera, del mal que pasa.
Tocad, campanas de oro, campanas de plata;
tocad todos los días, llamándome a la fiesta
en que brillando ojos de fuego,
y las rosas de las bocas sangran delicias únicas”.
(Rubén Darío, Del símbolo a la realidad,
Madrid, ASALE, 2016, p. 8).
La creación poética, como búsqueda de la belleza con sentido, entraña una visión estética, metafísica y simbólica de la realidad y, en tal virtud, postula el lenguaje poético con el protoidioma de la creación, lo mismo si enfoca la expresión de la conciencia, que una visión espiritual del mundo, según manifiestan las genuinas creaciones poéticas de todas las lenguas y culturas. Además del sentimiento ante el esplendor del mundo, la lírica expresa un estado interior fraguado por vivencias, intuiciones y obsesiones que abren las compuertas de la sensibilidad y la inteligencia para sentir y captar, mediante el caudal de las irradiaciones telúricas y cósmicas, las figuraciones trascendentes. En ese tenor, la creación poética libera las compulsiones que atormentan la interioridad del creador y los motivos que inspiran una visión del mundo, al tiempo que entraña el cauce de una emoción estética y una fruición espiritual. No es solo la poetización de la realidad y la estetización del lenguaje, como postulara la estética del Modernismo, sino la dimensión trascendente de fenómenos y cosas, concitando una actitud de liberación y comprensión en pro de la armonía entre los hombres y las cosas, como se puede apreciar en la creación poética del gran poeta nicaragüense Rubén Darío.
Palabras claves: creación, estética, metafísica, simbólica, protoidioma.
Los factores determinantes de la creación poética
Mediante los arquetipos de la poesía se puede explorar en el inconsciente de los poetas las apelaciones de la conciencia. Desde los tiempos antiguos, el hombre ha hecho uso del lenguaje para comunicar imágenes y conceptos de sus intuiciones y vivencias, que canalizan los pensadores y poetas, y en tal virtud los creadores de poesía y ficción han acudido al lenguaje del arte poético para revelar el trasfondo del inconsciente, el Numen de la sabiduría cósmica y los efluvios de la Creación.
La lengua canaliza nuestro conocimiento del mundo y nos permite describir la realidad de las cosas, y aunque la obra literaria es diferente de la realidad que la inspira, el fuero verbal nos instala en una dimensión diferente de la realidad real, que llamamos la realidad verbal, estética o metafísica. Desde luego, la lengua evidencia que todo es parte del ordenamiento cósmico, y esa convicción explica nuestra capacidad de inserción en la realidad real y en la realidad metafísica, que la sabiduría cósmica y la visión mística del mundo nos ayudan a entender. Tanto la vivencia estética y metafísica, como la experiencia religiosa y mística, surgen de las capas profundas de la psique humana. Por eso quienes se consagran a un ideal trascendente, entre los cuales figuran religiosos (sacerdotes /frailes/ monjas), artistas (poetas/músicos/pintores) y pensadores (filósofos/teólogos/científicos) obedecen a profundas apelaciones que mueven su sensibilidad y atizan su conciencia para abrazar un ideal de creación con la entrega a una causa edificante y hermosa, como es la poesía, el sacerdocio o la filosofía.
Hay hechos que troquelan fuertemente las células cerebrales al imprimir una impronta en la conciencia, y ese troquelado mental activa las células cerebrales del tejido neuronal en cuya virtud podemos percibir irradiaciones cósmicas(destellos, voces, imágenes) de las emanaciones provenientes de la frondosidad cósmica. Desde luego, las percepciones de los fenómenos sutiles suelen acontecer en personas con condiciones psicológicas para sentir tales irradiaciones, que implican condiciones psicológicas, patológicas o normales, que troquelan la conciencia, hecho que permite sintonizar la dimensión trascendente de fenómenos y cosas.
Rubén Darío, al igual que los genuinos poetas que en el mundo han sido, recibió el troquelado de la conciencia desde su infancia, como lo consigné en otro estudio sobre el inmortal nicaragüense (1). Por eso el ilustre poeta de Nicaragua supo usar las voces del protoidioma de la creación, como mostraré más adelante.
El impacto de un hecho doloroso (nacimiento traumático, golpe en la cabeza, dolencia nerviosa, una corriente eléctrica, un rayo del cielo o un hecho aterrador en la infancia), experimentado durante el proceso en que se activan las neuronas cerebrales, es determinante en la gestación de la inteligencia sutil (2), que se desarrolla mediante los factores y recursos que hacen posible la creación poética, que son:
- El protoidioma de la creación, con los vocablos o las voces que aplican las leyes de la creación poética.
- Tradición hermética de una visión metafísica, con un vigoroso aliento cultural subyacente en la creación poética.
- Intuición y revelación de verdades profundas, procesos que identifican a los genuinos creadores con el soplo de lo viviente.
Para conocer el lenguaje que sustenta la base de la creación poética, que es el protoidioma de la creación, es necesario cumplimentar tres procesos internos en la conciencia del creador: un hecho doloroso y traumático, con la impresión de una huella en las neuronas cerebrales; una experiencia metafísica, que conecta al sujeto creador con los mundos sutiles; y una conexión con la sabiduría trascendente, que propicia la herencia espiritual del Cosmos.
Un trauma subyacente causado por un miedo en la infancia hace que el sujeto perciba señales de las irradiaciones metafísicas del Cosmos cuyos oleajes y ondas sutiles configuran las imágenes y los símbolos arquetípicos, que algunos vocablos de nuestra lengua formalizan en voces como sangre, fuego, piedra, ojo, cuchillo, puñales, flechas y otros términos afines que estremecen la sensibilidad, atizan la conciencia y motivan la creación. Mens, desperata, discurrit, decían los antiguos latinos para significar que “La mente, desesperada, discurre”. El sentido del verbo “discurrir” alude al hecho de crear o activar imágenes y conceptos de fenómenos y cosas.
¿Qué distingue a los genuinos poetas de los imitadores? El hecho de que tienen la capacidad para crear imágenes y símbolos. ¿Cuál es la ‘marca de fábrica’ que nos permite identificar a la persona con el genio de la creación? La capacidad para intuir la dimensión interior de fenómenos y cosas, con el dictado del sentido. ¿Cuál es el lenguaje de la poesía que identifica a los creadores originales, como Rubén Darío, Pablo Neruda, Jorge Luis Borges? Que usan el protoidioma de la creación poética.
El protoidioma de la poesía es justamente un caudal de voces, imágenes y símbolos que anuncian una creación con valor poético, es decir, la obra de poesía y ficción en la que fluye el lenguaje arquetípico con el protoidioma de la creación, como se puede apreciar en la poesía de Rubén Darío.
Un terrible miedo subyace en la gestación de un poeta, y ese miedo lo induce a usar imágenes y voces que reflejan lo que estremece su sensibilidad y concita su conciencia. Por eso los genuinos creadores acuden a vocablos que reflejan un trauma o un tormento interior. Y el lector común, que busca belleza y emoción, no percibe ese lenguaje ya que la onda de su percepción estética no supera la apariencia sensorial. Pero el estudioso del lenguaje poético, el intérprete y el filólogo, perciben que los poetas auténticos usan vocablos que delatan lo que agita su interior profundo, una pesadilla secreta que alude a la noche, el ojo, el fuego, la sangre, cuchillos y piedras que lo perfilan como sujeto estremecido por un miedo, un trauma o un delirio aterrador.
Hay un miedo subyacente en el trasfondo de la sensibilidad y la conciencia de los poetas. No se trata del miedo ancestral que experimentamos todos los hombres en virtud de factores genéticos comunes a la raza humana. Es un miedo subterráneo, visceral y particular que parte de una experiencia traumática en la infancia, que la memoria personal y el inconsciente individual reviven en diferentes circunstancias. Gracias a ese miedo, generador de inquietudes y angustias, tormentos y delirios, se activan las neuronas cerebrales que perciben los efluvios de la Creación y los fenómenos trascendentes de la irradiación cósmica, portadores de una secreta sabiduría cuyo sentido se manifiesta en las imágenes primordiales con mensajes de la cantera infinita.
Los temores derivados de traumas sufridos en la infancia activan las neuronas cerebrales que siente y atrapan las irradiaciones cósmicas portadoras de mensajes con muy antiguas verdades, que la mente convierte en imágenes y formaliza en poesía.
Los fluidos telúricos y las irradiaciones celestes portan mensajes que los creadores traducen en imágenes y símbolos, y que el protoidioma de la poesía cifra en su lenguaje arquetípico. Esas irradiaciones, en forma de destellos, voces, estelas, susurros y otras señales secretas, penetran en el inconsciente del contemplador a través de la pantalla del Cosmos, que es el cerebro humano. Al la intuición personal se suma el aporte de la sabiduría del Numen, que contiene el caudal de la sabiduría de la cantera del Universo, y que está a la disposición de la mente cuya sutileza permite sintonizar la dimensión metafísica del mundo. La mirada profunda depende del ojo que observa. No es lo mismo apreciar la realidad con una mirada sensorial, que procurar la dimensión trascendente de fenómenos y cosas. Quien tiene una mirada inquisitiva, propia de la metafísica, y quien tiene una mirada amorosa, propia de la mística, las cosas se le manifiestan en su dimensión profunda y trascendente.
El protoidioma de la creación
El concepto implicado en la palabra arquetipo alude al modelo primordial que una cosa, idea o imagen, puede concitar en el ámbito sutil de la realidad verbal, estética o metafísica. El fuero de la realidad verbal existe en su dimensión nominal. El fuero de la realidad estética vive en la conciencia del sujeto. Y el fuero de la realidad metafísica fluye en la esfera sutil de la trascendencia.
El protoidioma de la creación poética comprende el lenguaje originario, primordial y arquetípico proveniente de la fuente del Logos. Los vocablos del protoidioma secundan las leyes de la creatividad poética, fraguadas por las imágenes compulsivas que genera el inconsciente colectivo de la memoria cósmica, según la explicación de Fredo Arias de la Canal (3). De ahí la impronta psíquica, emocional y espiritual que ejercen ciertas palabras claves (fuego, piedra, cuchillo, sangre, ojo, puñales, etc.) en la sensibilidad de los poetas y en la conciencia exegética de los filólogos.
La creación poética se hace afín a la energía más poderosa mediante el lenguaje primordial. Toda creación refleja lo que la realidad sugiere. Y la realidad es una emanación de la fuente divina. Para quienes sustentan que el mundo es una creación de Dios, visualizan las cosas como expresión del poder de la Divinidad. No hay rincón en la tierra sin una huella del cielo, aunque algunos territorios, como la ciudad de León en Nicaragua, la ciudad de Ávila en España o Moca en la República Dominicana, que dan radiantes señales de una zona privilegiada por una singular irradiación de lo divino que impregna su tierra y su cielo y a los creadores que reciben el influjo de esos territorios. El ámbito de León es un espacio abierto hacia el más allá. De ahí la impronta que la ciudad de León imprimiera en la sensibilidad estética y espiritual de Rubén Darío.
Las imágenes del inconsciente, aunque no pueden formularse racionalmente, influyen en la conformación del lenguaje arquetípico. Por eso las voces simbólicas aluden a los procesos interiores de la conciencia alterada o expandida a causa de traumas patológicos o impulsos irracionales que la razón desconoce: “De ahí la teoría que propone que el síntoma que constituye la enfermedad proviene de un trauma psíquico cuya memoria queda impresa en el inconsciente del sujeto”, según Carl Jung (4).
En otro lugar dije que mediante el lenguaje de la intuición, el poeta intuye la trascendencia de las cosas. Las manifestaciones sensoriales de las cosas, que captan la sensibilidad y la inteligencia, la expresan los poetas que, como artistas de la palabra, experimentan una misteriosa atracción ante las señales de lo viviente. Ahora bien, el poeta no describe solo lo que dicen las señales sensoriales, sino la voz que proviene de la interioridad de las cosas, que ahonda en lo trascendente, para lo cual es necesario que el creador haya desarrollado la sensibilidad espiritual para adentrarse en el misterio de las cosas; puede incluso sentir los efluvios del Universo y captar el sentido profundo de las cosas sencillas y corrientes, de hechos y manifestaciones comunes y de cuanto acontece en la vida, dando cuenta de lo que está más atrás, más adentro. Esa intuición de lo profundo es lo que aborda la metafísica, que va más allá de lo perceptible sensorialmente para dar con la dimensión interna y trascendente” (5).
Posteriormente, con fecha 13 de junio de 2008,Fredo Arias de la Canal, psicoanalista mexicano, me escribió: “He leído sus magníficos comentarios sobre la poesía de (Pedro José) Gris y León David, y veo que estamos interpretando el fenómeno metafísico de la poesía con los mismos conceptos, pero con adjetivos y sustantivos diferentes. La concepción de la palabra a través de una voz onírica o de la inspiración, para Ud. es de origen divino. Para Jung es de carácter genético, pues proviene del paleocórtex o memoria colectiva de la humanidad, como lo he comprobado con miles de testimonios arquetípicos de los poetas (…) Las concepciones poéticas de León David, como las de todo poeta, son de origen oral-traumático: “Por sobre la estatura inmóvil del granito…/para beber contigo/con una misma sed, la misma agua./Hijo del agua,/vástago de la estrella,/engendro sideral de la nostalgia…/de la sed que te habita/del hambre que te arrastra”. Y yo le respondí que su teoría del paleocórtex tiene validez por el fecundo resultado interpretativo de su talento crítico, que interpreto como una vía instrumental, no causal, de la creatividad. Me explico: así como la radio o la televisión, mediante sus respectivas antenas, captan y transmiten las señales del exterior (las ondas hertzianas), de la misma manera el cerebro humano es la antena de sensibilidad que recibe y transmuta en formas verbales las señales de la trascendencia, que bien pueden ser de la memoria cósmica, de la que habla Jung, o de la cantera del infinito, de la que hablaba Platón. Creo que de ambas fuentes nos llegan señales que la intuición atrapa y convierte en verdades metafísicas, que pueden ser mediante la voz personal y la voz universal. La primera es observada por el poeta. La segunda le es revelada por potencias superiores. Lo que la visión científica descubre no contradice sino que afirma de otra manera lo que la sabiduría mística intuye” (6).
Los creadores se inspiran en la belleza y el sentido que las cosas reflejan y que las palabras canalizan en las imágenes de la poesía y en los conceptos del pensamiento. Hemos internalizado en la conciencia un prototipo de belleza y el sentido, de la imagen y el concepto. Por eso el Logos encierra la comprensión y la expresión de la dimensión sensorial y sutil de las cosas, razón por la cual todo remite al modelo primordial de la Creación, que llamamos arquetipo, que es la imagen originaria, el modelo ejemplar que ideamos o concebimos como la fuente primigenia que nos sirve de inspiración.
Ya sabemos por las reflexiones de Fredo Arias que las palabras que definen al genuino poeta son las voces del protoidioma de la creación, de tal manera que un conocedor de ese léxico, que perfila el lenguaje arquetípico de la poesía, es la carta de presentación de quien está dotado de la gracia poética o del ángel de la creación.
Entre las voces arquetípicas, que determinan el protoidioma de la poesía, sobresalen ojo, fuego, piedra, sangre, serpiente, estrellas, agujas, espinas, puñales (cuchillos, espadas), centellas, llama, rayos, luna, mariposas, luciérnagas y otras que proyectan el miedo ancestral de la naturaleza humana y que los poetas asumen con su instinto poético en cuyas voces fundan las leyes de la creación poética, la base de la tradición hermética y el medio de su inspiración que fluye y pervive en los genuinos creadores de poesía y ficción.
Las leyes de la creación poética avalan los arquetipos del protoidioma. El lenguaje del protoidioma, propio de la poesía, lo aplican los poetas de manera inconsciente, ya que a menudo desconocen lo que escriben cuando canalizan los impulsos de la creación. Por tratarse de una operación verbal que de manera inconsciente formalizan los autores de poesía, Platón advirtió que los poetas canalizan sabias verdades que a menudo desconocen. Pues bien, un vocablo esencial del protoidioma, aplicado en la poesía de Rubén Darío, es sangre, que el poeta usa como índice de aliento de alto vuelo(RDaríoCantos42):
¡Carne, celeste carne de la mujer! Arcilla
-dijo Hugo-, ambrosía más bien, ¡oh maravilla!
La vida se soporta,
tan doliente y tan corta,
solamente por eso:
¡roce, mordisco o beso
en ese pan divino
para el cual nuestra sangre es nuestro vino!
En ella está la lira,
en ella está la rosa,
en ella está la ciencia armoniosa,
en ella se respira
el perfume vital de toda cosa.
Puñales, flechas, espinas, piedras y otros vocablos afines desfilan en la poesía de Darío como dardos que horadan su sensibilidad y su conciencia que, subrepticiamente, aluden a las luchas por la Independencia de los pueblos hispanoamericanos y a la posterior paz y armonía compaginando a su obra la savia de la cultura de nuestra lengua, que ha sustentado la base de la cultura hispánica en América(RDaríoCantos4):
Pasó una piedra que lanzó una honda;
pasó una flecha que aguzó un violento.
La piedra de la honda fue a la onda,
y la flecha del odio fuese al viento.
El lenguaje de la poesía, que las voces del protoidioma canalizan en imágenes luminosas como sol, fuego, luz y llama, para el poeta leonés constituye una pauta de inspiración creadora que pondera la poesía, la música y la pintura, como revela en el soneto “Trébol”, dedicado a los españoles Luis de Góngora y Diego Velásquez:
Mientras el brillo de tu gloria augura
ser en la eternidad sol sin poniente,
fénix de viva luz, fénix ardiente,
diamante parangón de la pintura,
de España está sobre la veste oscura
tu nombre, como joya reluciente;
rompe la Envidia el fatigado diente,
y el Olivo lamenta su amargura.
Yo en equívoco altar, tú en sacro fuego,
miro a través de mi penumbra el día
en que el calor de tu amistad, Don Diego,
jugando de la luz con la armonía,
con la alma luz, de tu pincel el juego
el alma duplicó de la faz mía.
(RDaríoCantos34).
Tradición hermética en la creación poética de Rubén Darío
En su Autobiografía, Rubén Darío revela que poseía una sensibilidad con la capacidad para sintonizar los efluvios de la Creación pues avizoraba irradiaciones sobrenaturales: “Como dejo escrito, con Lugones y Piñeiro Sorondo hablaba mucho sobre ciencias ocultas. Me había dado desde largo tiempo a esta clase de estudios, y los abandoné a causa de mi extremada nerviosidad y por consejo de médicos amigos. Yo había tenido ocasión, desde muy joven, si bien raras veces, de observar la presencia y la acción de las fuerzas misteriosas y extrañas, que aún no han llegado al conocimiento y dominio de la ciencia oficial. En Caras y caretas ha aparecido una página mía en que narro cómo en la plaza de la Catedral de León, en Nicaragua, una madrugada vi y toqué una larva, una horrible materialización sepulcral, estando en mi sano y completo juicio” (7).
Lo arquetípico es un nivel superior al sentido metafórico puesto que alude, asociativamente, a una dimensión metafísica y simbólica por la connotación primordial de sus alusiones. En su vertiente afectiva, psicológica y espiritual, los poetas se compenetran con el alma de las cosas y con los efluvios cósmicos, y en su experiencia metafísica y religiosa con la naturaleza, viven y se compenetran con la faceta interna, alada y sutil, pero real y genuina de fenómenos y cosas, que encarna el aliento primordial de lo viviente en su onda intangible. Por eso los poetas pueden sentir la música del silencio y percibir una llama en la sombra. Con imágenes y símbolos arquetípicos fraguan la dimensión inédita delo real, las irradiaciones metafísicas de los fenómenos suprasensibles y las connotaciones metafísicas y místicas de lo viviente.
Imágenes espantosas circundan las células nerviosas en la cabeza de los poetas, que las formalizan en voces y expresiones que canalizan sus compulsiones interiores. Así aparecen, vinculadas a la flora, hierbas venenosas y flores espinosas; y a la fauna, pájaros y reptiles, como arañas y serpientes. Esas imágenes afloran en sus sueños y visiones como una expresión inveterada de una antigua herencia que los humanos llevamos en los genes de la psiquis de nuestra alma, ya que en virtud de una memoria colectiva heredamos rasgos de la supervivencia de un pasado que vive en el presente con una carga afectiva, psicológica y espiritual, huella de nuestros antepasados.
Carl Jung afirmó que hay imágenes primordiales que visualizan los creadores de poesía en diversas lenguas, países, épocas y culturas, hecho que confirma la existencia de un inconsciente colectivo. No se trata solo de reminiscencias personales, propias del inconsciente individual, sino de la herencia de una sabiduría ancestral que desde antiguo se atribuye al Numen, palabra con la cual se alude a la sabiduría de la herencia cósmica, y con imágenes que articulan esa herencia espiritual aluden a un lenguaje que repiten los genuinos poetas de las diversas lenguas y culturas. Se trata de imágenes que proceden de las capas profundas del psiquismo humano, que es el inconsciente personal, y de las capas más profundas de la memoria cósmica, que es el inconsciente colectivo.
Las imágenes arquetípicas reproducen pensamientos y sentimientos del inconsciente, tanto el personal como el colectivo. Por eso dijo Jung: “Las imágenes primordiales son los pensamientos más antiguos, generales y profundos de la humanidad” (8).
Cuando Heráclito de Éfeso calificaba como un “fuego sagrado” la energía de la conciencia, con esa expresión simbólica aludía a la imagen primordial del arquetipo cósmico. Por eso escribió Fredo Arias de la Canal: “Para ser más claros, todo mamífero humano sujeto artificialmente a una carencia de alimentación en los primeros días de su existencia, representará más tarde en la vida, ya sea en sueños o en poemas, los símbolos de su trauma oral, los cuales proyectará mediante música, poesía, pintura” (9).
Las leyes de la creatividad poética, que sintetizara Fredo Arias de la Canal, son las siguientes: 1. Los arquetipos que concibe el poeta durante sus sueños o estados de posesión (o inspiración) provienen de su propio inconsciente o paleocórtex cerebral y se hacen conscientes al percibir, escribir o recordarlos. 2. Todo poeta es un ser que simboliza sus traumas orales con arquetipos pertenecientes al inconsciente colectivo, del cual su propio inconsciente es parte integrante. 3. Todo poeta concibe, en mayor o menor grado, arquetipos cósmicos: cuerpos celestes asociados principalmente a los símbolos: ojo, fuego y piedra, y secundariamente a otros arquetipos de origen oral-traumático (10).
En su estudio sobre la poesía de Rubén Darío, Pedro Henríquez Ureña cita un testimonio de José Enrique Rodó sobre el poeta nicaragüense: “Los que ante todo, buscáis en la palabra de los versos la realidad del mito del pelícano, la ingenuidad de la confesión, el abandono generoso y veraz de un alma que se os entrega toda entera, renunciad por ahora a cosechar estrofas que sangren como arrancadas a entrañas palpitantes. Nunca el áspero grito de la pasión devoradora e intensa se abre paso a través de los versos de este artista poéticamente calculador, del que se diría que tiene el cerebro macerado en aromas y el corazón vestido de piel de Suecia”. Y remata su interpretación con el siguiente párrafo: “Contempla con ojos paganos el Universo, y se inflama en ardor hierático escuchando el primitivo, eterno y misterioso palpitar de la vida: la belleza es río de oro que fluye del Olimpo, la fuerza hálito perennemente juvenil que brota de tierras y de mares, y en el infinito, sonoro con el himno de las esferas, reina la ley del amor que dicta la diva potensCypri. El culto de la naturaleza le exalta y embriaga; así canta, con la palabra desnuda y poderosa, el más franco y atrevido himno a la hembra: ¡Eva y Cipris concentran el misterio del corazón del mundo!” (11).
Con imágenes y símbolos arquetípicos, Rubén Darío logró, como los grandes poetas que en el mundo han sido, una recuperación de las cosas que han sido y de lo que Es.
Rubén Darío supo contemplar la vertiente inédita y profunda, estética y simbólica de una flor, un paisaje, un cisne… mediante el proceso de interiorización, con el que los poetas activan sus sentidos interiores, auscultan la esencia de fenómenos y cosas, y captan verdades poéticas, que revelan su belleza y su sentido, como postula la poética del Interiorismo (12). Lo que esconden las cosas, reclaman la activación de la intuición para entrar a la secreta esfera de lo viviente, que es lo trascendente. Eso es lo que ha hecho la tradición hermética en procura de la clave del sentido. La mirada metafísica es una inclinación de la conciencia a favor de la búsqueda del sentido, que indaga en la realidad sensorial de lo viviente y en la conciencia humana para captar su dimensión esencial y trascendente.
Los creadores y estetas de la talla de Rubén Darío están abiertos a fluir de lo viviente para canalizar en su creación lo que concita su sensibilidad y su conciencia. En la lírica metafísica de Rubén Darío, su intuición da cuenta de las señales intangibles de las cosas y las irradiaciones sutiles del Cosmos. Esas irradiaciones sutiles inciden en la mente de iluminados, contemplativos y poetas. Se trata de emanaciones cósmicas y efluvios de la trascendencia, que vienen transmitidas en el idioma universal de los arquetipos poéticos, que canalizan las lenguas de las diversas culturas, de tal manera que pueden ser asimiladas por creadores metafísicos, mitopoéticos y teopoéticos, como se puede comprobar en cualquier lengua europea, americana, africana, asiática y aborigen, mediante el Protoidioma de la creación.
Mediante nuestra mente estamos conectados al inconsciente colectivo y, a su vez, el inconsciente colectivo está conectado al Numen de la memoria cósmica. De ahí la conexión de contemplativos, místicos, iluminados y poetas a la sabiduría universal, por lo cual es posible la percepción de mensajes, imágenes y verdades que los poetas canalizan en su creación metafísica, mitopoética y teopoética.
Rubén Darío ponderaba la iluminación de la conciencia y, aunque sabía que la poesía era una fragua del dolor, como expresión de una grave angustia que delata el protoidioma, se valía de dichas imágenes según canta en “Melancolía”: “La poesía/es la camisa de mil puntas cruentas/que llevo sobre el alma./Las espinas sangrientas/dejan caer las gotas de mi melancolía” (13).
El poeta de León sentía en su mente el oleaje de las ondas misteriosas de las irradiaciones sutiles de la cantera infinita, como lo manifiesta en “Caracol” (14):
Así la sal me llega de los vientos amargos
que en sus hinchadas velas sintió la nave Argos
cuando amaron los astros el sueño de Jasón;
y oigo un rumor de olas y un incógnito acento
y un profundo oleaje y un misterioso viento…
(el caracol la forma tiene de un corazón).
En su poema “Nocturno” llegó a cantar que “Un eco del corazón del mundo/penetra y conmueve mi propio corazón” (RDaríoCantos54). Y en “Divina psiquis”, el inmortal nicaragüense explora, en estrofas de cuatro sílabas con finales apareados el primero con el tercero y el segundo con el cuarto, y a la luz de su visión metafísica, la dimensión de lo invisible (RDaríoCantos39):
Divina Psiquis, dulce mariposa invisible
que desde los abismos has venido a ser todo
lo que en mi ser nervioso y en mi cuerpo sensible
forma la chispa sacra de la estatua de lodo.
Te asomas por mis ojos a la luz de la tierra
y prisionera vives en mí de extraño dueño:
te reducen a esclava mis sentidos en guerra
y apenas vagas libre por el jardín del sueño.
Sabia de la lujuria que sabes antiguas ciencias,
te sacudes a veces entre imposibles muros,
y más allá de todas las vulgares conciencias
exploras los recodos más terribles y oscuros.
Alentado por los prodigios que abruman, la mente del poeta modernista es eco y fragua de visiones, irradiaciones y señales trascendentes que el lenguaje del protoidioma y la tradición hermética de la cultura metafísica atizan en su conciencia, según expresa nuestro poeta (RDaríoProsas55):
Y el hombre,
a quien duras visiones asaltan,
el que encuentra en los astros del cielo
prodigios que abruman y signos que espantan,
mira al dromedario de la caravana
como el mensajero que la luz conduce,
¡en el vago desierto que forma la página blanca!
La poesía de Rubén Darío es una confirmación de que el fuero neuronal dela mente del poeta es una caja de resonancias del impacto de fenómenos trascendentes cuyas ondas electromagnéticas confluyen en los circuitos interiores de la conciencia, que el lenguaje de la poesía canaliza en sus imágenes y mitos, como se aprecia en la lírica del poeta nicaragüense, que las visualiza como “el abismo misterioso de lo Eterno” (RDaríoProsas56):
A la orilla del abismo misterioso de lo Eterno
el inmenso sagitario no se cansa de flechar;
le sustenta el frío Polo, lo corona el blanco Invierno
y le cubre los riñones el vellón azul del mar.
Cada flecha que dispara, cada flecha es una hora;
doce aljabas, cada año, para él trae el rey Enero;
en la sombra se destaca la figura vencedora
del Arquero.
Intuición, inspiración y revelación de verdades profundas
La independencia de las naciones hispanoamericanas propició en la América hispana la floración del Romanticismo, como dice el escritor argentino Emilio Carilla (15), y nosotros inferimos que la gestación del Modernismo fue una expresión literaria de liberación y apertura que la independencia política prohijó en la América española.
En Azul (16), el poeta que enalteció la lírica hispanoamericana, percibe los misteriosos arrullos del viento que atizan la conciencia sutil con el protoidioma de la creación:
En las pálidas tardes
yerran nubes tranquilas en el azul;
en las ardientes manos
se posan las cabezas pensativas.
¡Ah los suspiros! ¡Ah los dulces sueños!
¡Ah las tristezas íntimas!
¡Ah, el polvo de oro que en el aire flota,
tras cuyas ondas trémulas se miran
los ojos tiernos y húmedos,
las bocas inundadas de sonrisas,
las crespas cabelleras
y los dedos de rosa que acarician!
En las pálidas tardes
me cuenta una hada amiga
las historias secretas llenas de poesía;
lo que cantan los pájaros,
lo que llevan las brisas,
lo que vaga en las tinieblas,
lo que sueñan las niñas.
Sócrates había señalado en su Apología que los poetas comunican sabias verdades cuyo significado suelen desconocer ya que generalmente no escriben por sabiduría sino por inspiración. Los poetas escriben inducidos por una de estas tres vías: intuición, inspiración y revelación. Esas modalidades se acomodan a la sensibilidad de la persona, el influjo de las cosas y los efluvios del Cosmos, que concitan la creación.
Quien tiene conciencia literaria sabe que la creación poética postula un lenguaje diferente al lenguaje ordinario; quien tiene conciencia estética sabe que la poesía entraña la creación de imágenes y símbolos; y quien tiene conciencia del lenguaje sabe que los genuinos poetas se valen del protoidioma de la creación.
El lenguaje de la poesía es una expresión de las ondas físicas y metafísicas, telúricas y celestes, que los poetas canalizan en imágenes arquetípicas. Cuando el poeta se siente fecundado por el aliento de la creación, experimenta una elevación de la sensibilidad que puede ser intuición, inspiración o revelación. Esa rutilación del espíritu, que embriaga la conciencia, genera no solo la gestación de la emoción estética, sino la fruición espiritual. Para que esa magia de la palabra se haga realidad, ha de producirse en el creador una entrañable empatía entre su propio ser y el ser del mundo, única vía que hace fluir, con belleza y sentido, el arte de la creación. Dotado de una misteriosa conexión de su inconsciente personal con el inconsciente colectivo, y prevalido del idioma de la creación, el creador de poesía plasma la percepción de su sensibilidad y la intuición de su conciencia con los arquetipos del yo profundo mediante imágenes de la sabiduría espiritual de la memoria cósmica.
En esa operación creadora coparticipan tres instancias interiores: 1. El yo del sujeto creador, que se estremece ante las irradiaciones de fenómenos y cosas. 2. La naturaleza de las irradiaciones estelares, que impregnan la sensibilidad del contemplador con sus destellos metafísicos. 3. La relación entre las imágenes de esas irradiaciones y el fuero de la conciencia, que activan la capacidad creadora del contemplador.
Al igual que a los niños, los iluminados y los místicos, los poetas perciben irradiaciones metafísicas del Universo mediante las antenas de su sensibilidad, que las imágenes y símbolos formalizan con el protoidioma de la creación (RDaríoCantos47):
Hoy pasó un águila
sobre mi cabeza;
lleva en sus alasla tormenta,
lleva en sus garras
el rayo que deslumbra y aterra.
¡Oh águila!
Dame la fortaleza
de sentirme en el lodo humano
con alas y fuerzas
para resistir los embates
de las tempestades perversas,
y de arriba las cóleras
y de abajo las roedoras miserias.
Pasó un búho
sobre mi frente.
Yo pensé en Minerva
y en la noche solemne.
¡Oh búho!
Dame tu silencio perenne,
y tus ojos profundos en la noche
y tu tranquilidad ante la muerte.
dame tu nocturno imperio
y tu sabiduría celeste,
y tu cabeza cual la de Jano,
que, siendo una, mira a Oriente y Occidente.
Esas visiones tormentosas fecundan el “dolorido sentir” de los poetas, que el propio Darío testimoniara en su autobiografía, confirmando no solo la condición traumática en la gestación de los poetas, sino la tendencia a formalizar, con el lenguaje del protoidioma y la vocación metafísica, las voces que perfilan el fenómeno creador, como hachas, puñales, pájaros, toros, ojos (RubénDaríoCantos60).
Buey que vi en mi niñez echando vaho un día
bajo el nicaragüense sol de encendidos oros,
en la hacienda fecunda, plena de la armonía
del trópico; paloma de los bosques sonoros
del viento, de las hachas, de pájaros y toros
salvajes, yo os saludo, pues sois la vida mía.
Con el protoidioma de la creación y el cauce conceptual de la tradición hermética (17), el poeta hispanoamericano construye lo que sacude su sensibilidad, herida por el impacto de una dolorosa huella impresa en sus sentidos, como puñales, sangre, ojos, voces que delatan la angustia creadora del poeta nicaragüense (RubénDaríoProsas72):
Sus labios sensuales y encendidos,
de efebos criminales, son cual rosas sangrientas;
sus puñales, de piedras preciosas revestidos
-ojos de víboras de luces fascinantes-,
al cinto penden; arden las púrpuras violentas
en los jubones; ciñen las cabezas triunfantes
oro y rosas; sus ojos, ya lánguidos, ya ardientes,
son dos carbunclos mágicos de fulgor sibilino,
y en sus manos de ambiguos príncipes decadentes
relucen como gemas las uñas de oro fino.
En “Sonatina” (RDaríoProsas13), nuestro poeta enaltece la vocación poética, que atribuye a una princesa imaginaria, símbolo de la condición poética del autor y, con el lenguaje del protoidioma, como rayo, sol, trueno, crea la imagen del “trueno del mar”:
¡Ay! La pobre princesa de la boca de rosa,
quiere ser golondrina, quiere ser mariposa,
tener alas ligeras, bajo el cielo volar,
ir al sol por la escala luminosa de un rayo,
saludar a los lirios con los versos de mayo,
o perderse en el viento sobre el trueno del mar.
Bruno Rosario Candelier
XIV Coloquio Literatura Hispanoamericana
Bogotá, Colombia, 27 de septiembre de 2018.
Notas:
- Bruno Rosario Candelier, “La irradiación metafísica en Rubén Darío”, ponencia al XV Simposio sobre Rubén Darío, León, Nicaragua, 18 de enero de 2017.
- Bruno Rosario Candelier, “Experiencia mística y fenómenos de conciencia”, en La dolencia divina, Santo Domingo, Ateneo Insular, 2016, pp. 7-22.
- Fredo Arias de la Canal, Génesis del psicoanálisis literario, México, Frente de Afirmación Hispanista, 2010, p. XIII.
- Carl Jung, Psicología del inconsciente, Barcelona, Seix Barral, 1973, p. 69.
- Fredo Arias de la Canal, Génesis del psicoanálisis literario, p. XXIV.
- Fredo Arias de la Canal, Génesis del psicoanálisis literario, pp. LVI-LXI.
- Rubén Darío, Autobiografía, Nicaragua, Distribuidora Cultural, 2015, p. 53.
- Fredo Arias de la Canal, Génesis del psicoanálisis literario, p. 94.
- Fredo Arias de la Canal, Génesis del psicoanálisis literario, p. 97.
- Fredo Arias de la Canal, De la filosofía al protoidioma, México, FAH, 2005, p. 78.
- En Pedro Henríquez Ureña, Obras completas, S. Dgo, Edit. Nacional, 2013, pp. 131 y 133.
- Bruno Rosario Candelier, Poética del Interiorismo, Moca, Ateneo Insular, 2015, p. 187.
- Rubén Darío, Cantos de vida y esperanza, Nicaragua,Dist. Cultural, 2015, p. 49.
- Rubén Darío, Cantos de vida y esperanza, p. 53.
- Emilio Carilla, El Romanticismo en la América hispánica, Madrid, Gredos, 1975, p.51.
- Rubén Darío, Azul, Managua, Nicaragua, Distribuidora Cultural, 2015, p. 62.
- Rubén Darío, Prosas profanas, Nicaragua, Distribuidora Cultural, 2015, p. 72.