Cuál de los dos «aun» se acentúa (2 de 2)

Por Rafael Tobías Rodríguez Molina

Prosiguiendo con  el tema referente a la acentuación o no de ”AUN”, debemos aclarar que, aunque creemos que el criterio fonético es el más lógico y básico en todo lo que se refiere a la  acentuación de nuestra lengua española, es bastante inseguro tratándose de “AUN”, ya que normalmente pronunciamos los dos “AUN” produciendo un  hiato. Por eso no debe rechazarse, al menos por razones prácticas,  el criterio de tipo semántico  o del significado.  Más bien lo creo como el de mayor utilidad por la mayor seguridad que ofrece su aplicación.

Este criterio lo siguen quienes plantean que se acentuará  “AUN”  siempre que se emplee con el significado de todavía, o lo que es lo mismo, siempre que se pueda intercambiar por todavía. Y no se le marcará la tilde cuando solamente  equivale a hasta, incluso, inclusive, y que en ese mismo  caso no  se puede intercambiar por todavía.  (Amado Alonso y Pedro Henríquez Ureña, Gramática Castellana; José Escarpanter, Ortografía Moderna.)

Aplíquese la regla anterior a los siguientes ejemplos: “Aún no ha llegado.”  “No ha llegado aún.”  “Aun sin llegar, ya creíamos que había llegado.”  “Llegaron allí los aún inexpertos.” Llegaron allí los inexpertos aún.”“Llegaron allí aun los inexpertos.”  Si se hacen acertadamente las equivalencias significativas en cada uno de los “AUN”, realizaremos, sin ninguna duda, la acentuación correspondiente en cada caso que se nos presente.

Nos parece de gran utilidad añadir que cuando “AUN” puede ser sustituido por todavía, se pronuncia como bisílabo con hiato y llevará tilde. Constatemos lo que acabamos de expresar mediante el siguiente ejemplo: “Aún está lloviendo.” Aquí se puede hacer la sustitución por todavía,  y se puede notar que se pronuncia el hiato y, por lo tanto,  se le  marca  la tilde.

En el próximo ejemplo veamos si se puede hacer lo mismo que hicimos con el ejemplo anterior: “Le gusta el español, el francés, el italiano y aun el portugués.”  Seguro que se darán cuenta de que ese “aun” no equivale a todavía, no se pronuncia como hiato, sino como diptongo y por eso no se le puede marcar el acento ortográfico o tilde.

Con lo ya expresado anteriormente, queda dicho que para que “AUN” lleve acento ortográfico no tiene que significar solamente todavía, ya que puede significar también hasta, incluso, inclusive y llevar acento ortográfico. De ese modo queda rechazado el errado criterio de quienes en sus gramáticas afirman que cuando “AUN”  equivale  o se puede sustituir por hasta, incluso,  inclusive no se acentúa.

Para que quede bien rebatido el criterio anterior, solo basta analizar el siguiente ejemplo: “Ella dijo que tú eres torpe; aún más dijo. Dijo que eres bruto. En ese ejemplo, “AUN”  se puede intercambiar por todavía pero  también por hasta, incluso, inclusive., y de ese modo nos damos cuenta  de que puede equivaler a hasta, incluso e inclusive  y llevar tilde.  Es, por tanto, errático afirmar que “si AUN equivale a hasta, incluso, inclusive no llevará tilde.”

Y con la finalidad de que se comprenda mejor lo planteado hasta ahora, les presento algunos ejemplos donde aparezca “AUN” con tilde y otros sin tilde. Veamos:

  1. Con tilde: “Aún (todavía) no ha llegado.”  “No ha llegado aún (todavía)” “Dijo que eres medio torpe, y aún (todavía, hasta, incluso, inclusive) más dijo; dijo que eres imbécil.” “Llegaron allí los aún (todavía) inexpertos.”
  2. Sin tilde: “Llegaron allí aun (hasta, incluso, inclusive) los inexpertos.” “Aun (hasta, incluso, inclusive) sin lograr el éxito total, ya creíamos que lo habíamos logrado.”

Resumiendo lo hasta aquí planteado, diremos que para evitar confusiones y tener seguridad a la hora de tildar o no  “AUN”, tenemos que fijarnos que si equivale a solo todavía y también a todavía y al mismo tiempo a hasta, incluso, inclusive, se le marcará el acento ortográfico o tilde. Y no se le marcará el acento ortográfico o tilde si “AUN” solo se puede intercambiar por  hasta, incluso e inclusive.

Espero que la abundancia de ejemplos y explicaciones que les he expuesto en el presente artículo les den mayor seguridad cuando les toque decidirse por la acentuación o no acentuación de “AUN”.

© 2019, Rafael Tobías Rodríguez Molina

Cuál de los dos «aun» se acentúa (1 de 2)

Por Rafael Tobías Rodríguez Molina

Es muy probable que usted habrá leído y, además, estudiado las más diversas reglas referentes a la acentuación de la palabra “AUN”. Y es posible que haya seguido usted las orientaciones de algún autor que afirme que “AUN” no se acentúa cuando aparece ubicado al principio de la oración y se acentúa si  aparece al final de la oración. Ejemplos: “Aun no ha llegado.”  “No ha llegado aún” (Joaquín Añorga,  Conozca su idioma).

Ese autor, para acentuar esa palabra, ha seguido un criterio sintáctico o de ubicación sintáctica, es decir, que la no acentuación o acentuación de “AUN” dependerá de si está ubicada al principio o al final de la oración.

Ahora bien, el criterio que plantea Añorga no es compartido por la Real Academia de la Lengua Española, tal como se notará en los ejemplos que aparecen en la página 1424 del Diccionario de dicha institución: “Aún está enfermo.” “Está enfermo aún.”

Sin  ninguna  duda que el punto de vista  sintáctico no nos ofrece ninguna seguridad a la hora de marcar o no tilde en el caso que nos ocupa. Lo más que podemos  sostener  es que “cuando “AUN” aparece al final de una oración o proposición, llevará acento ortográfico o tilde”, tal como puede observarse en los siguientes ejemplos: “No se ha ido aún.” “No se ha ido aún  y todos creen que ya se fue.”

Pero no podemos afirmar  que cuando “AUN” no  mantiene esa ubicación no se acentúa. ¿Acaso no es lo mismo decir: “No se ha ido aún” que “Aún no se ha ido.? Está claro que tanto desde el punto de vista fonético como del semántico, en ambas oraciones estamos frente a la misma realidad.  Y tampoco podemos decir que ha habido cambio sintáctico, ya que solo se ha operado un simple cambio de ubicación de  un elemento sintáctico, lo que es normal en la lengua española, pues en ella los componentes oracionales no tienen un lugar fijo como sucede en algunos idiomas.

En este punto del tema que nos ocupa, cabe la pregunta: ¿Qué criterio puede considerarse válido para la acertada acentuación de “AUN”? Recuerde el lector que el acento que se marca en las palabras escritas es un  reflejo del acento que ya existe en la pronunciación de  una palabra. Es por eso que, cuando se habla de palabras agudas, graves y esdrújulas, se hace referencia a sílaba tónica y sílaba átona, y el acento o tilde se marca, cuando haya que marcarlo, encima de una vocal tónica. Es decir, que lo fonético, lo referente al sonido, es lo que está a la base de la acentuación del español y, por lo tanto, debe ser el criterio más seguro y válido para acentuar o no acentuar “AUN”.

Basándonos en ese criterio, puede ofrecerse la siguiente regla: “Cuando “AUN” debe pronunciarse como monosílabo, no se acentuará. En cambio, cuando debe pronunciarse como bisílabo es porque tiene un  hiato formado por la combinación de una vocal abierta y una vocal cerrada tónica, y esa clase de hiato siempre se acentuará ortográficamente en la vocal cerrada, de acuerdo con la norma del español  en lo  concerniente  al acento ortográfico o  tilde.

Aplíquese la regla anterior a los siguientes ejemplos y a cualquier otro semejante que se le presente: “Aun sin estudiar, dominaba esa  materia de su carrera universitaria.”  “Aún no había estudiado y ya dominaba esa materia.” Como en el primer caso el “AUN” se debe pronunciar como monosílabo, no se le marcará el acento a la “u”, pero ya que en el segundo ejemplo se pronuncia como bisílabo, hay que marcarle el acento ortográfico en la “u”, por tratarse de un hiato que exige acento ortográfico obligatorio.

© 2019, Rafael Tobías Rodríguez Molina

Ortoescritura

Por Rafael Peralta Romero

 

GÉNERO Y VARIACIÓN DE SIGNIFICADO DE ALGUNAS PALABREAS

El ingeniero Alejandro Merino, en cuya cabeza el estudio de nuestra lengua  merece sitio  a parte. Él ha sugerido el tema  en torno a un grupo de palabras homónimas  que varían el significado  según que se empleen en masculino o en femenino.

Precisamente el género  indica que son palabras diferentes  dos que se escriben de la misma manera pero tienen diferente origen y significado. Veamos: el orden, la orden; el cólera, la cólera; el editorial, la editorial; el génesis, la génesis;  el guía, la guía; el cabeza, la cabeza; el moral, la moral; el levita, la levita;  la atalaya,  el atalaya; el margen, la margen; el guardia, la guardia, el esperma, la esperma, el cura, la cura, el corte, la corte.

1-Cólera.  Procede del latín  cholĕra, bilis. En femenino significa: 1. f. Ira, enojo, enfado. Y en masculino es el nombre de una  enfermedad gastrointestinal epidémica.

2-Editorial .Como adjetivo es igual para ambos géneros: política editorial,  consejo editorial.  Es masculino  cuando se refiere al artículo no firmado que expresa la opinión de un medio de comunicación sobre un determinado asunto: el editorial de hoy.  En femenino, suele nombrar  a una casa editora: Editorial Gente.

2- Génesis. Masculino, origen o principio de algo. El libro de la Biblia que cuenta el origen del mundo  es el Génesis.  Pero en forma femenina significa: serie encadenada de hechos y de causas que conducen a un resultado (Hay que buscar la génesis del problema).

3- Guía. Femenino.  De guiar, es aquello que dirige o encamina. Tratado en que se dan preceptos para encaminar o dirigir en cosas, ya espirituales o abstractas, ya puramente mecánicas. En masculino guía es sinónimo de volante (pieza del automóvil). El Diccionario presenta otras acepciones de guía en masculino, citemos una más: Persona autorizada para enseñar a los forasteros las cosas notables de una ciudad, o para acompañar a los visitantes de un museo y darles información sobre los objetos expuestos.

4- Cabeza. La cabeza es la parte superior del cuerpo, en la que está situado el cerebro. Es sustantivo  masculino para indicar persona de mayor responsabilidad en una familia que vive reunida.

5-Moral- Femenino.  Doctrina del obrar humano que pretende regular el comportamiento individual y colectivo en relación con el bien y el mal y los deberes que implican.  f. Conjunto de facultades del espíritu, por contraposición a físico. Moral es también un árbol oriundo de Asia, de la familia de las moráceas cuyo   fruto es la mora.

6-Levita. El levita es para judíos un sacerdote dedicado al servicio del templo. Mientras la levita es una prenda masculina de etiqueta, más larga y amplia que el frac.

7- Atalaya. Torre hecha comúnmente en lugar alto, para registrar desde ella el campo o el mar. Se ha llamado el atalaya  al hombre destinado a registrar desde la atalaya y avisar de lo que descubre.

8-Margen. Femenino.  Extremidad y orilla de una cosa. Margen del río, del campo.  En masculino: Espacio que queda en blanco a cada uno de los cuatro lados de una página manuscrita, impresa, grabada.

 

9- Guardia (femenino). Acción de guardar . f. Conjunto de soldados o gente armada que asegura la defensa de una persona o de un puesto. . f. Defensa, custodia, protección. Cuando se trata de un miembro de la guardia, asume el masculino: un guardia, el guardia.

10- Esperma. Semen. Es de ambos géneros cuando se  refiere a la  sustancia de las abejas para hacer velas. Cera.

11- Cura.   Sacerdote  católico. En femenino, cura es lo mismo que  curación.

-12- Corte. Masculino.  Acción y efecto de cortar o cortarse.  Sección por donde ha sido cortada una pieza de carne, un embutido, etc. Este jamón tiene buen corte. Cambia femenino cuando se refiere a   Medio que se toma para cortar diferencias y poner de acuerdo a quienes están discordes. Tribunal de justicia: la corte.

 

EL ORDEN NO SE ESTABLECE CON UNA ORDEN

El artículo anterior se refirió  a un grupo de palabras homónimas  cuyo  significado  varía  según que se empleen en masculino o en femenino. De esa lista hemos discriminado  el vocablo /orden/para resaltar su amplio valor semántico.

El Diccionario de la lengua española  atribuye veintiuna acepciones a esta palabra, tanto en género masculino como femenino,  y registra treinta y cinco  locuciones  formadas con este vocablo, en las que también  se intercalan los usos en masculino y femenino: el orden de batalla , el orden del día, a la orden, de orden, la real orden.

El vocablo /orden/ procede  del latín  ordo. Su primera acepción  es  como voz masculina: “Colocación de las cosas en el lugar que les corresponde”. Siguen estas: 2. m. Concierto, buena disposición de las cosas entre sí. 3. m. Regla o modo que se observa para hacer las cosas.

El orden tiene que ver también con el ámbito de materias o actividades en el que se enmarca alguien o algo.” En el orden social”.  “En el orden político”.  La sexta acepción, también en masculino,  se refiere al nivel o categoría que se atribuye a alguien o algo. “Es un profesional de primer orden”.

Algunas acepciones  y  locuciones  corresponden a la arquitectura. Por ejemplo: Cierta disposición y proporción de los cuerpos principales que componen un edificio.

En  botánica  y zoología, se denomina orden (en masculino) a “cada uno de los grupos taxonómicos en que se dividen las clases y que se subdividen en familias. Orden de los artiodáctilos”.

En la  lingüística se habla del orden gramatical, mientras en  la  música se trata de una cuerda de un instrumento musical, o grupo de dos o tres cuerdas, que representan una única nota y se tocan de una sola vez.

En la religión católica conocemos  como orden uno de los siete sacramentos, que reciben los obispos, presbíteros y diáconos. El orden episcopal, el orden sacerdotal.

Femenino

El más conocido uso en femenino  del vocablo orden (la orden, una orden) se vincula al sentido de “mandato que se debe obedecer, observar y ejecutar”. Sin embargo,  antes que esa acepción (número 17), en el Diccionario académico aparece esta: 16. f. Instituto religioso aprobado por el papa y cuyos individuos viven bajo las reglas establecidas por su fundador o por sus reformadores, y emiten votos solemnes.

Esas son las llamadas órdenes religiosas (salesianos, jesuitas, mercedarios…). Pero también se mencionan en femenino  “Cada uno de los institutos civiles o militares creados para premiar por medio de condecoraciones a las personas con méritos relevantes”. La Orden de Duarte, Sánchez y Mella, la Orden de Cristóbal Colón, la Orden de Alfonso X el Sabio.

Nos referimos a la orden cuando pedimos al camarero de un restaurante algo para comer o beber. Lo  curioso es que  de acuerdo al Diccionario ese uso se limita a tres países: Cuba, México y República Dominicana.

Aunque la referencia al orden sacerdotal se emplea en masculino, en la  vigésima acepción de  la palabra se plantea lo siguiente: “20. f. Rel. Cada uno de los grados del sacramento del orden, que se van recibiendo sucesivamente y constituyen ministros de la Iglesia”. Es decir que podríamos decir de un religioso que “Ya recibió la orden de diácono y se prepara para la orden de presbítero”.

También se aplica el femenino (la orden) para nombrar cada una de las filas de granos que forman la espiga.

 

¿POR QUÉ  LOS DOMINICANOS LLAMAMOS “TAJO” A LA CARNE?

Los estudiosos de la lengua atribuyen origen rural al uso de la palabra /tajo/  con el significado de carne.  Hasta hace  pocas décadas  la mayoría de la población dominicana  vivía en el campo. Como  los campesinos hemos emigrado hacia los centros urbanos y escribimos en periódicos y  libros, firmamos decretos y cartas pastorales, aprobamos leyes y dictamos cátedras universitarias, es de presumirse que el vocablo tajo,  carne comestible,   se haya asentado en nuestro hábitat.

De verdad, la voz tajo deriva del verbo /tajar/  y el Diccionario de la lengua española  le atribuye las siguientes acepciones:

  1. m. Corte hecho con instrumento adecuado.2. m. Sitio hasta donde llega en su faena la cuadrilla de operarios que trabaja avanzando sobre el terreno; como la de mineros, segadores, taladores, etc.3. m. Escarpa alta y cortada casi a plomo. 4. m. Filo o corte. 5. m. Pedazo de madera grueso, por lo regular afirmado sobre tres pies, que sirve para partir y picar la carne sobre él. 6. m. tajuelo (‖ banco rústico). 7. m. Trozo de madera grueso y pesado sobre el cual se cortaba la cabeza a los condenados. 8. m. coloq. tarea (‖ trabajo que debe hacerse en tiempo limitado). 9. m. coloq. Lugar en el que se trabaja. Me voy al tajo.10. m. Esgr. Corte que se da con la espada u otra arma blanca, llevando el brazo de derecha a izquierda. 11. m. Zam. tabla de lavar. 12. m. C. Rica. cantera (‖ sitio de donde se saca piedra). 13. m. desus. Corte  o hechura de un vestido.

Ninguna de las acepciones hace referencia a carne, pero sí a trozo, pedazo, corte. La asociación podría ser que un trozo de carne es un tajo. Pero hay otros detalles  que ayudan a la aproximación. Por ejemplo, el verbo tajar significa “Dividir algo en dos o más partes con un instrumento cortante”.

El participio de ese verbo es tajado, que al hacer la función de adjetivo asume el femenino tajada: “1. adj. Dicho de una costa, de una roca o de una peña: Cortada verticalmente y que forma como una pared. 2. f. Porción cortada de algo, especialmente de carne cocinada”.

Ya ven,  en la segunda acepción aparece el vocablo carne. Es decir, una  tajada es una porción de carne. Bien sabido es que en  el habla dominicana predomina  para tajada el significado de  pedazo de una naranja. Se ha hecho extensivo el término, como sustantivo,  para indicar  los beneficios que recibe una persona –generalmente un funcionario público- en una negociación  que implica recursos del erario: “La obra no sirvió, pero al  ministro no le importa porque  ya cogió su tajada”.

El participio activo del verbo tajar es tajante: que taja.  El Diccionario lo registra así: 1. adj. Que taja. 2. adj. Concluyente, terminante, contundente. 3. m. carnicero (‖ persona que vende carne). ¡Eureka!  Ahí está, en la tercera acepción,  tajante es sustantivo y equivale a carnicero.

La Nueva gramática de la lengua española, página 481, cuando  trata de las voces terminadas en –nte (originadas en el participio activo)  indica lo siguiente: “Entre los muchos nombres de oficio  en –nte perdidos  o poco usados, cabe señalar aprovechante, bailante, (hoy bailarín, bailador, bailaor y bailón, de sentido distinto), musicante o trabajante. Con el sentido del actual carnicero se usaban antiguamente  tajante y cortante”.

Si tajante equivale a carnicero, no es de extrañar que lo que vende sea tajo, es decir carne. (Publicado en EL NACIONAL  el domingo 6.1.19)

 

METURA

Sin la “metura” la comida está incompleta

En la gastronomía de la pobreza no se emplea el vocablo guarnición, que eso (arroz, yuca, ñame, plátanos, batata o yautía)  sirve como elemento principal al que hay que buscarle una metura. El  sello clasístico  del comer impone también su terminología.

En la gastronomía del buen vivir la guarnición es cosa secundaria, porque  el componente  principal  es proteína de origen animal: carnes, pescado o marisco. ¿Con qué lo prefiere?, suele preguntar el camarero del restaurante, luego de que el cliente haya seleccionado pescado, carne o marisco. A seguidas podría precisar las opciones: puré de papas, papas salteadas, vegetales o arroz blanco.

En la casa del pobre, la esposa preguntará: ¿Con qué nos vamos a comer los víveres? Y remacha: Aquí no hay nada de metura. “Trozos sin metura,  está fuerte eso…”, responderá el hombre. La metura se marida con lo que en otras mesas se llama guarnición. El Diccionario académico define guarnición de este modo: “Complemento, generalmente de hortalizas, legumbres, etc., que se sirve con la carne o el pescado”. Procede del verbo guarnir.

Tengo testimonios de personas procedentes de diferentes regiones del país que emplean el vocablo metura  para nombrar a la parte de la comida que otros llaman compaña e incluso grasa. En Miches y otros puntos del Este, metura es término común.

El Diccionario del español dominicano no reconoce  el vocablo metura, aunque sí su sinónimo /compaña/. Pero su definición resulta incompleta: “Guarnición de un plato principal”.  Para el común de los hablantes, compaña es el componente proteínico y no los frutos de origen vegetal.  Aunque el aguacate, por su contenido graso, ha sido empleado –gastronomía de la pobreza-  como compaña o metura.  Se le menciona con  el apelativo “chicharrón de bosque”.

El vocablo metura no  aparece en el Diccionario de la lengua española ni  la registra don Max Uribe en su célebre diccionario de dominicanismos.  Tampoco  ha sido incorporado en el Diccionario del español dominicano. Aunque, bueno, hay que señalar que  esta obra, auspiciada por la Academia Dominicana de la Lengua,  recoge la forma /mestura/ con  las siguientes  acepciones: mezcla, rural. 2. Carne o frituras que acompañan al plato básico de arroz y habichuelas.

La  palabra metura como  su parónima /mestura/ se presumen  derivadas –o corruptela- de mixtura, voz procedente del latín que significa: 1. f. Mezcla, juntura o incorporación de varias cosas. 2. f. Pan de varias semillas. 3. f. Med. Poción compuesta de varios ingredientes.

Temas idiomáticos

Por María José Rincón

 

 UN EMBLEMA ACTUAL

08 / 01 / 2019

El lema de la Real Academia Española, «Limpia, fija y da esplendor», triunfó sobre otras propuestas, como aquella de «Aprueba y reprueba» que hoy, que todo nos hiede y nada nos huele, habría levantado ampollas. Por allá por 1713, cuando fue fundada la RAE, estaba asentada la idea de que cada lengua alcanzaba un momento de apogeo que era necesario mantener.

En su emblema, un crisol sobre el fuego simboliza el trabajo con una sustancia noble y maleable, la lengua, de la que, como si de un metal se tratara, hubiéramos de separar la escoria. No se me solivianten por el uso de la palabra escoria. En su acepción originaria se refiere a la sustancia procedente de la parte menos pura del metal que se separa cuando este metal se funde en el crisol.

Como nos aconsejaba Lázaro Carreter, quien fue director de la RAE, «bien está que el célebre emblema se recuerde tanto», pero tengamos presente sus estatutos actuales: «La Real Academia Española tiene como misión principal velar por que los cambios que experimente la lengua española en su constante adaptación a las necesidades de sus hablantes no quiebren la esencial unidad que mantiene en todo el ámbito hispánico. Debe cuidar igualmente de que tal evolución conserve el genio propio de la lengua, tal como este ha ido consolidándose con el correr de los siglos, así como de establecer y difundir los criterios de propiedad y corrección, y de contribuir a su esplendor».

Los estatutos advierten de que esta tarea debe hacerse con las Academias americanas y, como bien apunta Lázaro Carreter, «en concurrencia con todos cuantos, hablando y escribiendo, contribuyen a ese esplendor». Los años de trabajo con la lengua y su saber filológico destacaban esta otra misión académica: «velar por que el español pueda seguir siendo mucho tiempo más la lengua con que una parte enorme de la humanidad ha escapado a la maldición de Babel».

  

SALAMI DOMINICANO

15 / 01 / 2019

Entre las curiosidades que nos dejó 2018 está la peculiar invitación de Induveca, empresa de productos cárnicos, a sus seguidores en las redes sociales, y se entiende que consumidores de sus productos, a firmar una solicitud para que la Real Academia Española incluyera el *Salami Dominicano, (así tan cual, con sus mayúsculas y todo) en el Diccionario de la lengua española. Para ello propusieron la etiqueta #ElSalamienlaRAE. La curiosa iniciativa empresarial denota, al menos, que sabemos poco de cómo se hacen los diccionarios en general, y el Diccionario de la lengua española de la RAE en particular.

Si buscamos en el DLE ¬¬—y recuerden que pueden hacerlo gratuitamente en la versión en línea— encontraremos esta definición de salami; ‘Embutido hecho con carne vacuna y carne y grasa de cerdo, picadas y mezcladas en determinadas proporciones, que, curado y prensado dentro de una tripa o de un tubo de material sintético, se come crudo’. El salami, como la palabra que lo designa, tiene su origen en Italia. Me imagino que, como pasa con el sancocho o con el cocido, cada maestrillo tiene su librillo y cada zona, fabricante o cocinero tiene su propia receta y su forma de comerlo. Todas no caben en una definición lexicográfica. Los rasgos generales de «nuestro» salami pueden descubrirse en la definición académica. Quizás algunos rasgos diferenciadores podrían convertirlo en un dominicanismo semántico o, tal vez, aquello a lo que nosotros llamamos salaminunca fue salami.

Me permito un consejo a las empresas para sus iniciativas relacionadas con la lengua o con el diccionario: cuiden con esmero la ortografía y la redacción; de lo contrario sus promociones serán contraproducentes. En cualquier caso sigan comiéndose su salami como más les guste.

 

PRIMERA CONSULTA DEL AÑO

22 / 01 / 2019, 12:00 AM

Una de las primeras consultas del año versa sobre la corrección del uso de *haiga como primera o tercera persona del singular del presente de subjuntivo del verbo haber. Una consulta a primera vista sencilla, pero que nos puede servir para aprender muchas cosas de cómo funcionan la lengua y sus diccionarios y la valoración que de ellos hacen los hablantes.

Algunos lectores consideran que la forma *haiga es incorrecta por tratarse de una «falta de ortografía»; otros creen que su ausencia del Diccionario de la lengua española de la RAE (y, añado yo, de la mayoría de los diccionarios) es un indicio evidente de su incorrección.

Los hablantes no van mal encaminados al considerarla una forma incorrecta, pero esta incorrección no tiene que ver ni con la ortografía ni con su ausencia del diccionario. Por supuesto, si la buscan tal cual en el diccionario no la encontrarán, como tampoco encontrarán ninguna forma verbal conjugada. Los verbos se buscan en el diccionario por su infinitivo. Si buscamos haber en el DLE podremos consultar su conjugación y confirmar que la forma verbal correcta para el presente de subjuntivo de este verbo es haya.

A los que me consultaron respondí en mi cuenta de Twitter (@Letra_zeta) que el uso de *haiga está desaconsejado porque es considerada por los hablantes cultos como una forma vulgar. Como bien respondió el servicio de consultas lingüísticas de la RAE en su cuenta de Twitter (@RAEinforma) «esta forma ha sido siempre ajena a la norma culta del español; hoy pervive como vulgarismo, fuertemente estigmatizado, en el habla popular y rural». Existir, existe; pero, parafraseando a mi admirado y añorado Mariano Lebrón Saviñón, «usted no lo diga».

Voces y ecos: «El sueño era Cipango» (2 de 2)

Por Rafael Peralta Romero

 

(2 de 2)

“El sueño era Cipango”, de Bruno Rosario Candelier, no es una novela fantástica, pero es rica en elementos fantásticos, en los que encuentra especial cabida el personaje principal de la mitología dominicana, que es la ciguapa.

No es una novela histórica, aunque se haya alimentado de  hechos de tal naturaleza, realizados por personas reales. De ninguna manera puede asociarse al documentalismo, sino que  Rosario ha sumado a los sucesos y personas reales las acciones y personajes   necesarios para cumplir su  propósito: una obra de creación, que es el fin primario de todo arte, y la literatura es arte.

La atmósfera corresponde al siglo quince en la isla Española, agitada por  la carga de vicios, ambiciones y pasiones procedentes del reino de Castilla.

Rosario ha tomado de pretexto de la fundación de La Isabela, con las  consiguientes  acciones nefastas de los conquistadores, el saqueo de las riquezas naturales,  el sojuzgamiento a los nativos, las diferencias políticas entre ellos  (roldanistas y colombistas), las protestas de los aborígenes encabezados por Caonabo y otras acciones derivadas de las  circunstancias políticas y de las condiciones materiales de existencia en la colonia, para edificar un sólido edificio literario en el que ha alojado  el corpus doctrinal interiorista.

La  siguiente reflexión   ilustra sobre el contenido político de la obra: -Qué ironía –dice fray Texada- con la cruz, el signo de redención, trajimos la espada, el signo de  opresión.

Podría decirse, a modo de conclusión,   que “El sueño era Cipango” es una novela perfectamente tramada para cuya composición el autor ha empleado una carta de navegación, a diferencia de los novelistas que suelen decir que no elaboran  guía ni mapa conceptual para trabajar sus obras, sino que las componen de acuerdo a como le vayan afluyendo los hechos.

Es bien sabido que las narraciones de largo aliento le demandan al autor un plan de trabajo, lo cual le facilitará  la creación de un mundo en el que nada falte ni nada sobre y al final todo quede como tenía que quedar.

Bruno ha creado una novela ceñida a un marco histórico,  ambientada en un diminuto espacio geográfico y comprometido con una particular filosofía estética y un ideal de la creación literaria. Este libro es producto de reflexiones profundas y todos los argumentos empleados en su elaboración  están destinados a conducir el componente activo de la obra, que es la trascendencia.

Historia, fantasía y  metafísica confluyen armoniosamente, canalizadas por la técnica de novelar, para  lograr “El sueño era Cipango”, una novela diestramente estructurada.

(A publicarse el viernes 11.1.19)

Voces y ecos: «El sueño era Cipango»

Por Rafael Peralta Romero

Hace dos años me correspondió comentar, en un coloquio, la novela “El sueño era Cipango”, de Bruno Rosario Candelier, publicada en 2002 con el sello del Ateneo Insular. Preparé entonces una exposición mayor de 2000 palabras  y hoy les presento un extracto  de unas 400 palabras.

Lo mítico, lo místico y lo metafísico, atributos fundamentales del  pensamiento interiorista, aparecen a largo de la obra, aunque mezclados  en controversias  por cuestiones de orden material,  como el desmedido apetito de los castellanos para lograr riquezas y la vileza de sus ideas con respecto al trato que merecían los indios capturados y esclavizados.

Rosario ha escogido la villa de La Isabela como escenario  de los sucesos que cuenta,  aunque la obra tiene una atmósfera de novela histórica, el autor  no se limita a las condiciones de la aldea fundada por Cristóbal Colón el  l0 de diciembre de 1493,  sino que  dota a dicha demarcación de las características requeridas para el desarrollo  de su múltiple trama.

Multitud de personas, autoridades municipales, militares y sacerdotes de diversas órdenes  aparecen en La Isabela. He aquí unos detalles, según Bruno Rosario Candelier, sobre la celebración de la primera misa en territorio americano el 6 de enero de 1494.

Esta novela se corresponde plenamente con la ortodoxia del género. En veinte capítulos, Rosario Candelier  desarrolla una  diversidad de hechos  fundamentados  en lo que cuenta la historia dominicana a partir de la incursión de los europeos en 1492.  La obra parte del segundo viaje del almirante  y el hecho real de la fundación de una ciudad en la costa norte de la isla Española.

Un personaje narrador va desenrollando la madeja constituida por hechos que pasaron realmente y por otros que aunque no ocurrieron pudieron haber acaecido, pues Bruno  hace perfecta aleación de lo real con lo imaginado para dar cumplimiento a la necesidad de dotar a los sucesos que cuenta de unidad temática y equilibrio argumental.

En esta novela  hay uso provechoso del diálogo. Aparece  la conversación coloquial, como en toda obra narrativa, pero predomina el diálogo estructurado, que obedece al propósito de emitir ideas que procuran ahondar en tópicos de trascendencia, lo cual identifica a El sueño era Cipango como una novela de ideas, más que de anécdotas.

La función de los diálogos en esta novela hace honor  al  espíritu didáctico de  los diálogos platónicos, lo cual resulta proporcional al talante de un escritor  que ha bebido con fruición en las fuentes de la filosofía griega, con especial  detenimiento en Platón para quien  el diálogo formó  parte  esencial de su método de filosofar. Falta  por decir.

(Publicado  en EL NACIONAL el viernes 4.1.19)

Tony Raful o la omnipresente simbología de la luz

(Lectura de Danza del amor y los mandalas)

Por Leopoldo Minaya

   Para palpar lo inasible y auscultar lo insondable… ha revelado su presencia el poeta sobre el cosmos. Filósofo, teólogo, sacrílego y mundano, su mirada devela enigmas al soplo de lo intuitivo, enigmas que recrea y relanza redivivos cuando planta y faena en el suelo fecundo del Arcano. Justa medida… por justa medida. Todo cuanto existe, todo cuanto “es”, todo cuanto “no es” —memoria o mansedumbre o risco llameante— se constituye o en piedra de toque o en materia de su arte.

Impulsado por la energía volitiva del espíritu que inquiere, el poeta busca las verdades últimas por senderos ignorados no siempre apegados a los principios de la lógica, independientes de la fe, recelosos de la razón; valga decir: por las  veredas de la emoción trascendente, del sentir eminente y de la arrebatadora hermosura.

En estos atributos, y en este objetivo —búsqueda y planteamiento de axiomas universales—, se fundamenta el corpus poético “Danza del amor y los mandalas”, de Tony Raful, excelso cantor de “Freya” y “Eurídice”², rapsoda del tiempo y de la luz, auriga del sueño intemporal y de los símbolos.

Ante todo, ¿qué es un mandala?, vocablo no siempre de significación obvia para nosotros, renuevos de Occidente, pobladores de la historia y el tiempo rectilíneos:“Mandala —dice la nota introductoria en que se logra distinguir el refulgente estilo del poeta— es una palabra sánscrita, de origen hindú, es un vocablo mágico que significa círculo. En su interior gravitan el inconsciente y el consciente del ser humano según Carl Jung. Significa un abastecimiento de energías para influir en el destino humano. Un centro energético de equilibrio y purificación que ayuda a transformar la mente, se le privilegia como un espacio sagrado. El mandala te ayuda a curar la fragmentación síquica y espiritual y a manifestar tu creatividad, así como a reconectarte con tu ser esencial. Es un viaje hacia tus esencias. La danza del amor es infinita y nace de los mandalas, sus prodigios y sortilegios como naves del laberinto, donde el poeta toca los tambores del renacimiento, la fosforescente imagen de sí mismo, bajo el fulgor de sus versos y el ígneo destello de su poesía”.

Con esta acotación (que alcanza sin duda los linderos sublimes del poema), Raful emprende la concretización de su arquitectura verbal. Emplea en ella conceptos comunes al budismo y al hinduismo, como el mandala,  sumándolos a elementos del cristianismo, del catolicismo y  del pensamiento laico que subyacen en su amplia formación humanística. Aborda la interpretación del misterio de lo bello… como justificante para descifrar la belleza del misterio en caudales pinceladas inquisitorias en la “Danza del amor”, poema central que da título a la entera publicación. El lector, en esta pieza de incalculables proporciones, no puede sino imaginar al aeda sentado al borde del cosmos, formulando interrogantes perentorias en nombre de la raza humana: un acto de conversación superior o con todos los hombres o con ese Ente generador, ese algo, ese alguien, ese círculo, esa complejidad dimensional, esa fuerza, esa cognición suma, ese instinto, ese mandala… que le sirve de silente interlocutor:

 

¿Quién es el ser?

¿No es la conciencia sobreactuando?

En doble nivel de preceptos y de fuerzas infinitas,

¿puede el ser crear el sentido?

¿Erigir dioses y que éstos, creados, sigan creando?

¿Cuánto dura el ser?

El ser existe si existe la conciencia,

la conciencia existe si existe el diálogo crítico interior.

¿La conciencia es la fe?

No hay fe sin conciencia pero hay conciencia sin la fe.

¿Se desdobla la conciencia?

 

Intento divalente, a mi parecer, pues demanda análogamente el absoluto delineamiento del ser al través de la conciencia como modo de alcanzar autoconocimiento —del “yo” individual y el colectivo al saberse o al determinarse lo que realmente podrían ser—, y la anhelada substanciación de lo divino en el acto probable de responder.

Técnicamente, “Danza de amor y los mandalas” es un poema compuesto, resultante de la superposición de enunciados, aseveraciones e interrogaciones que encuentran en el Amor —fuerza suprema que vivifica y aniquila— su hilo conector en cuanto al fondo…  En cuanto a la forma, lo será el ritmo: verdad oculta  del sentido. En lo tocante a lo primero, el texto puede subdividirse en un número determinado de apelaciones esenciales, entre las cuales en una rápida asomada se pueden distinguir:

(Apelación de la calidad y el atributo):

 

Yo suelo ser el elegido

del mandala que sostiene círculos y diagramas.

(Apelación de la duda formal):

¿No es envoltorio lúdico el verbo?

¿Y la palabra, no es articulación confusa

del ser indefinido que apenas percibe

del todo, minúscula esencia,

tropel fugaz de imágenes?

(Apelación del uno múltiple):

¿Quién soy yo?

Yo soy el otro aludido

su entorno del albur sorprendido,

el lenguaje, el signo, la cultura,

rudimentos confusos adheridos.

(Apelación de la redención animal):

¿Son los animales todos, seres ofendidos?

Digo, sin objetivos, expresión bruta

de vivir sin alcanzar asiento,

formas superiores de embelesamiento.

¿Quién dijo que ellos serían adorno, utilidad, alimento?

(Apelación de la identidad, o reflexiva):

¿Dónde el ser se define distinto

si la conciencia no detiene el asalto del primate

esencial,

de la bestia libre que serpentea laderas?

(Apelación del samsara):

El mandala refulge en líneas concéntricas

oficio de Buda y capuchinos del Tíbet

manipulan el sol y lo fragmentan en espigas doradas,

gobiernan la luz y la miel del reposo.

¿Pero escapan de la rueda de vidas y muertes?

En cuanto a los compases, nótese la musicalidad cautivante con que el poema rompe: “Numinoso el canon del verbo y el escriba, / tiempo flamígero de volada palabra / donde el ser reverdece la vida / y la muerte es enigma disuelto…”.     Un ritmo apoyado en un pie trisílabo —en esta magistral entrada, predominantemente anapéstico— que unido al sentido emblemático y de identificación colectiva, la voz de todos, convierte el poema en una suerte de himno:

 

Numinó / so-el cá / non del vér / bo…y el escriba, (Verso 1)

tiempo flamígero / de volá / da palá / bra   (Verso 2)

donde el sér / reverdé / ce la ví / da  (Verso 3)

y la muér / te es eníg / ma disuél / to… (Verso 4)

 

De hecho, los dos últimos versos de esta primera muestra son decasílabos hímnicos perfectos, el metro preferido en las versificaciones tradicionales de las lenguas derivadas del latín para componer este género de cantos, como su nombre lo indica, algo que puede comprobarse en la composición tomada como Himno Nacional dominicano:

Quisqueyá/ nos valién/ tes, alcé/ mos…

Y que encontraremos con frecuencia, fragmentado, empotrado o in extenso, en todo el recorrido de la “Danza”, que se aboca sin embargo a un  ritmo más moderno y variado:

Dónde el sér / se defí / ne distín / to (Verso 34)

¿Quién otór / ga sentí / do a los ás / tros? (Verso 72)

¿Qué-extrá / ña versión / de otros mún / dos? (Verso 132)

no meré / ce perdér / la memó / ria  (Verso 155)

Complementado por las modalidades dactílicas y anfibráquicas, es decir, el mismo pie trisílabo con el acento rítmico movido a la primera o a la segunda sílaba:

Juégo de / trópos que in / súfla va / cíos   (Verso 11)

del tódo,/ minúscu / la esén / cia (Verso 15)

O combinándose con otras reproducciones fónicas de entre dos y cuatros emisiones tonales… Locución y elocución confabulándose para revestir el discurso poético de altos niveles líricos; de la excepcional musicalidad tan solo reservada al entusiasmo y la exaltación de los himnos.  Porque eso es “Danza del amor y los mandalas”: un himno lleno de vibrante energía que despliega en su grafía y eufonía los trazos inmanentes a la altura de su numen y la profundidad de sus conceptos.

En Tony Raful hay una exuberancia de recursos lingüísticos y conceptuales que seducen las interioridades de la sensorialidad humana, usados a un tiempo con soltura y naturalidad, y exentos de superficialidades y afectaciones como soñara Pushkin. En el decir, el enunciar y el inquirir se revelan la pulcritud expresiva, el estilo delicado, la incomparable belleza de las locuciones. ¿Qué es la belleza, sino el comprobante irrefutable de cuanto nos resulta trascendente, verdadero en sí o valedero?:

 

¿Quién irisa la oscura flor del mar?

¿Quién fabula la brizna del terciopelo y la sepultura?

Un amor que destella y se enreda en la luna,

¿en qué instante se llena de vírgenes dormidas

violines de hueso, humo errante, clámide de polvo?

¿En qué lago azul se asila la belleza,

el otoño y sus corceles de vencido marfil o aceituna?

¿Se sostiene un pensamiento más de un ciclo lunar?

¿Somos frailes y asesinos

santos y malvados, torturadores y torturados?

¿Abdica la gnosis frente a la armadura de la noche absoluta?

 

El artista fija siempre el objeto de su canto (de todos los cantos que conforman su volumen lírico) en la trascendencia espacio-temporal, ente transformador más allá de formas y sonidos. Se vale del amor, la sensualidad, la metamorfosis de lo cotidiano, la contemplación de lo bello, el asombro, el éxtasis, la catarsis… “El Genio Poético es el hombre verdadero”, como enunciara Blake, “y las formas de todas las cosas están derivadas de ese Genio”.¹  En la expresión: “Si tú sonríes el mundo cambia” se advierte al instante el deseo de subversión traducido en halago sugestivo o conminatorio; deseo que se hace transformación efectiva, “realidad irreal” porque la capacidad de mutación reside además en la mirada y el alma y la aspiración del observante… vale decir: del poeta.

La energía del espíritu transfigura todo lo que toca: eslabona las imágenes como piezas de un rompecabezas. ¿Qué sucede si tú sonríes y el mundo cambia? La respuesta la da el verso subsiguiente: “El oro y la tierra no los necesito”,  y continúa ese fluir de posibilidades elaborando el tejido del discurso en que una transformación promueve otra transformación hasta que el poeta o agota el contenido conceptual o retoma el condicionante inicial, en un rebote retórico que originará a su vez nueva sucesión de sobrecogimientos e imágenes:

 

(Imaginando si tú sonríes)

Si tú sonríes el mundo cambia,

el oro y la tierra no los necesito.

Sirenas y luces para tu esbeltez tersa

silbando bajo la rama en tu costado.

Vegeto el ocio de contemplarte.

Si tú sonríes, el cegador desmayo

suspende la palabra y boca floridas.

Todo el universo cabe en una esquina,

atento al ojo que aguarda y besa

el lábaro alado de tu belleza.

 

En verdad, el goce en la contemplación de lo excepcionalmente bello concretiza y encuadra toda forma de aprehensión de las esencias universales, puridades que el ser toca sin tocar al asalto de la mirada (física o espiritual) y al martirio de la temporalidad y la expectación, que aguijonean dulcemente como pequeñas muertes.

Pero si todo deriva del Genio Poético, y si entiendo que “salvo en el amor el ser no existe, es engañifa” (verso 152)³, ¿quién soy yo? Después de todo, “Yo suelo ser el elegido / del mandala que sostiene círculos y diagramas”, nos dice el bardo en los versos 8 y 9 de la oración primordial. “Yo suelo ser el elegido” –repite en el verso 161-, “…de la poesía náufrago y del naufragio punto de partida” (verso 162). El poeta se busca. En un poema anterior, intitulado “Si no fuera quien soy”, empieza a perfilarse: es él… todos los poetas en un acto de cosmogónica representación; él, que habla al Universo, a los dioses y a los hombres; es el oficio mismo de la Poesía. Pero no afirma lo que es: niega lo que no es, y así, por el recurso recatado de la doble negación llega a la afirmación ulterior, en una suerte de rodeo, y separa la paja del cereal. “Si no fuera quien soy” –dice convencido- “no enlazaría alas en las gotas del rocío”. Y continúa:

…no tendría el ritmo breve del torbellino

que refulge y esplende el cristal de las aguas.

No agitaría el pañuelo

como una garza de luz rosada

que baila sobre las espumas rotas del cielo,

arrebol que finge su pulpa de nirvana.

Si no fuera quien soy

no buscaría el recinto violeta de la llama

el plenilunio donde detúvose la fresa pálida

              de tu ternura,

las lecturas de Octavio Paz y su Piedra de Sol,

los versos centinelas y su telar romancesco,

el amor vivido a sorbos de lumbre y esmeralda.

Si yo no fuera quien soy

no tocaría el pretil ni su floración de orquídeas,

ese talle esbelto de flor en el jardín,

no tentaría tu esfera de cañada clara,

no besaría la rosa trémula del ardor lascivo…..

 

En tal virtud (parafraseando los postulados por vía de la antítesis): Por ser quien soy…. enlazo alas, tengo el ritmo breve del torbellino, agito esta garza de luz que es mi pañuelo, busco el recinto violeta de la llama, el plenilunio, la fresa de tu ternura, el poema, el amor…  Pero por el mismo motivo, es decir, por ser quien soy, el Poeta y todos los poetas: toco pretiles floreados, el talle (tu talle), tu esfera de cañada y, sobre todo,  la rosa trémula del ardor lascivo, un símbolo tan hermoso y tan preciso este último, una metáfora tan cristalina… que no necesita explicación alguna, salvo que el mismo poeta, en la prolongación del arrebato gozoso del acto creativo, del toque o la contemplación, pueda agregar otras tres metáforas que amplíen la duración e intensidad de la sacudida…

…ese lazo furioso de alondras y sombras,

golpe de olas,

escarchas de limbo y alba

en el abismo de la herida que me nombra.

…con el objetivo de entroncar la imagen sensual a la imagen ideal de ansia de autodescubrimiento y avidez de iluminación, como símbolos que se intersecan en la imagen tercera de un abismo e, irremisiblemente, en la dicotomía sensoria del placer y el dolor. ¡Visión! El poeta, la herida y las cuatro últimas metáforas: Visnú con sus cuatro brazos que sostienen la flor de loto, la rosa del placer, del mandala, de la resurrección.

 

Y quedan explicadas de paso la condición sagrada, la condición sacrílega y la condición mundana del poeta.

Porque, en primer término, ¿qué simboliza un abismo? Una herida atávica y ancestral (y hay placer y dolor en el hormigueo de las heridas). Y, en segundo término, ¿qué representa un abismo? Vértigo: esa mezcla insólita de perdición de profundidad y de salvación de altura en el disfrute de la sensación de desfallecimiento (y hay placer y dolor en el desfallecimiento). ¿Y el sentir de la carne, ese otro abismo, ese séptimo sentido, a la vez placer y dolor de nuestro espíritu, y que se repite continuamente en la danza del amor…, qué simboliza?

Arribando al forzoso desenlace, el poeta se define en un tono más desenfadado, pero no menos misterioso:

Yo soy estas palabras, esta dicha, esta sortija,

el tiempo amarillo del olvido,

espacio sacro o laberinto encantado,

el inconsciente colectivo de Jung,

esta danza circular del amor y el mandala

que el pájaro tinto del vino revolotea sobre

                      mi cabeza

al pie de sonajeros, sátiros y basiliscos.

La poesía de Tony Raful se desenvuelve indistintamente entre el sueño y la realidad; el poeta se pasea de uno a otro lado sin necesidad de dormir o despertar. Su poesía es fulgor y plenitud. Conceptos y categorías como “espejismo”, “desmayo”, “cristal”, “deslumbramiento”, “agua”, “plenilunio”, le son connaturales. Tony Raful es el poeta de los encantos oníricos, los misterios del tiempo y la simbología de la luz, siempre presente, siempre pudiente. El poeta puede “escapar por la pendiente azul que la noche ondula y el altozano planta con estambres”, y hacerlo en un caballo de luz que galopa hacia el pasado. No todos pueden seguirlo o alcanzarlo por semejantes parajes de vuelo y ensoñación. Por tanto, esta lectura de “Danza del amor y los mandalas” es sólo una aproximación admirativa, un segundo acercamiento rendido a la producción de este poeta dominicano universal; un punto de partida para nuevas y mejores discusiones; un motivo para que posibles lectores se adentren en la espesura de su himno. Con una sola aclaración: hacedlo por vuestra propia cuenta y riesgo: ante el fulgor ontológico y el peso de las palabras, he tenido que apartar el libro varias veces de mi rostro, por temor a que el centelleo me dejase ciego:

“Oh, poesía

                        que rielas de jaguares la barca del alba

                        y de mi corazón.”4

 

Notas:

¹ William Blake, “All religions are one”, Principio Uno.

² Tony Raful, Visiones del Escriba, 1983.

³ Siempre que aparezcan versos numerados, corresponden al poema central que da nombre al libro.

4.Tony Raful, Danza del amor y los mandalas,  Madrigal, p. 77.

Apuntes sobre «El degüello de Moca», novela de Bruno Rosario Candelier

Por Nikolay Polozháev

El libro de Bruno Rosario Candelier, El degüello de Moca, es un libro que se presenta en la misma portada como una novela histórica, anunciándose de esta manera las dos vertientes principales de esta obra: una ficción literaria y a la vez un libro verídico que trata sobre un período de la historia de la nación dominicana. Digo la nación dominicana porque no se trata sólo de los asuntos domésticos de un pueblo particular, sino de una tragedia histórica que vivió todo un pueblo que pocos años después se convertiría en una nación independiente. Lo que pasó en Moca en el 1805 no fue simplemente un accidente local, sino parte de lo que estaba pasando a toda la población de lo que hoy en día conocemos como la República Dominicana. Lo particular de Moca fue quizás el exagerado grado de crueldad, aunque en otros pueblos la tragedia también fue no menos dramática. Por esto se puede decir que la historia de Moca es una ventana a través de la cual se ve la historia de la nación entera de esa época, lo que agranda y destaca la importancia de esta obra para todo dominicano y para aquel que quiera conocer la historia de este país.

Aparte de estas dos vertientes anunciadas, que caracterizan el género de la obra, al leerla uno no puede dejar de percibir desde las primeras páginas, otras dimensiones potentes del análisis intelectual de este libro. Una de esas dimensiones es la filosofía que empieza a tratarse desde el primer capítulo de la novela.

Esta filosofía, a su vez, tiene diferentes líneas. La línea principal del análisis filosófico es, sin duda, lo espiritual. Desde las primeras páginas donde se describe la llegada de un grupo de futuros mocanos a la villa que recibe un nombre simbólico de la Villa de Nuestra Señora del Rosario de Moca, empieza a marcarse esa dimensión. Fue como una analogía de la llegada del pueblo de Moisés a su destino después de una larga travesía. Y no es la única analogía con los hechos de la historia universal que se deja ver a través de la novela.

La fe estuvo explicita allí desde el primer momento. E igual que el pueblo de Moisés, el primer pueblo mocano creía que los problemas se habían acabado por el hecho de terminar la travesía y encontrar tu tierra prometida, mientras que las verdaderas pruebas lo estaban esperando en un futuro incierto.

Esa vertiente espiritual está presente prácticamente en todas las páginas del libro. Pero no fue la única. Una de las demás líneas filosóficas fue destacar la inocencia. No sólo la inocencia de la pareja que conocemos desde el comienzo de la narración: José Francisco y Margarita. Aunque esto es lo que vemos, apenas empezando la lectura, en la escena donde José ve a Margarita bañarse. Las palabras exactas: “Era una noche de luna llena cuando disfruté la espléndida escena con el relumbrante cuerpo de esa hermosa mozuela mientras se bañaba”. A partir de ahí esta pareja va descubriendo la dimensión erótica de su relación, pero lo hacen de una manera totalmente sana, lo que acusa en ellos dos la auténtica inocencia de adolescentes.

Más adelante el autor nos descubre la inocencia de otro tipo -la del pueblo mocano naciente-, contando por la boca de los mismos personajes las relaciones a veces cómicas, a veces tiernas, a veces hasta conflictivas, pero el lector percibe la imagen de un pueblo virgen, en su gran mayoría exento de maldades.

En el tercer capítulo se descubre una dimensión que poco se discute en los libros históricos -una especie de nostalgia por lo desconocido. Esto sucedió cuando los jóvenes protagonistas de la novela visitaron una cueva en las lomas: “Me sentí inmerso en una especie de portal secreto desde donde podía ver y revivir el pasado estando en el presente, y fue entonces cuando pensé que había sido bendecido y privilegiado por haber conocido un lugar prodigioso como aquella furnia aborigen…”.

Estas palabras de José Francisco son testimonio de una vivencia que muchas personas han tenido en algún momento de su vida. Es una nostalgia por algo de lo que estamos separados por el espacio o por el tiempo, algo que quizás nunca conocimos, pero lo sentimos misteriosamente en algunos momentos o lugares. En caso de José Francisco esto fue algo místico, porque él sintió la presencia de un espíritu que algunos autores llaman egregor del pueblo, que era de un pueblo al que no pertenecía. O sea, la memoria genética estaba excluida. Era algo realmente místico. Y no es menos real por esto, porque mucha gente da testimonios de algo parecido.

En la primera parte del libro el autor nos da un master class de la poesía. Los personajes hablan de la poesía con mucha frecuencia, descubriendo poco a poco los conceptos básicos del arte, demostrándolos con ejemplos fabulosos de versos clásicos.

La segunda parte que consta de cuatro capítulos, cuenta los detalles de la masacre. Probablemente la peor masacre en comparación con otros pueblos de la parte hispana de la isla en esa orgía sangrienta del año 1805. El número de víctimas del degüello de Moca se acerca a un 10% del total de las masacres de aquel año, mientras que la población de Moca era mucho menor en relación con la población total de los pueblos masacrados. Cabe una analogía con los crímenes de lo nazi en la Segunda Guerra Mundial. Una crueldad inconcebible para una persona mínimamente normal. Una analogía con la excepción de que el pueblo alemán fue desnazificado después de la Guerra, y la mayoría de aquel pueblo tenía ideas confusas de lo que pasaba en la realidad. En tanto que la población haitiana todavía está esperando su “desnazificación”. Las escenas explicitas del libro ponen los cabellos de punta. Hacen pensar en el asomo de las fuerzas malignas de las Tinieblas, y no exactamente como metáfora, sino algo realmente diabólico. Esta percepción de la complicidad de las fuerzas malignas se fortalece por el hecho de que la gran parte de las víctimas fue masacrada en la iglesia, que a su vez fue incinerada al final de la masacre. Es como una marca satánica que fue impresa a ese crimen contra la humanidad.

La tercera parte es la que da la esperanza de que las fuerzas malignas ni ahora, ni en el futuro, podrán destruir un pueblo cuya fuerza se nutre de la fe cristiana y del conocimiento de su propia historia.

El libro cuenta tantas historias particulares, está tan rico en cuanto al lenguaje que usa, está tan cargado de filosofía, psicología, historia, poesía e incita al lector a pensar en tantas cosas y a conocer más sobre la historia, que obviamente tiene un valor muy especial para todo lector y, muy específicamente, para los jóvenes.

De mi parte puedo sugerir que se haga una edición con muchos más ejemplares para poder incluir este libro en las bibliotecas de las escuelas y universidades del país, y recomendarlo como un libro de lectura en los cursos de la historia dominicana y la literatura. Para este fin la Academia Dominicana de la Lengua puede establecer unas conversaciones con la dirección de los Ministerios de la Educación y de la Cultura. En caso de realizarse esta sugerencia, yo recomendaría incluir en la próxima edición una parte que haga el recuento de las demás masacres del año 1805, aunque no tan detalladamente como el degüello de Moca.

Encuentro del Movimiento Interiorista, Centro de Espiritualidad San Juan de la Cruz

La Torre de El Caimito, 28 de diciembre de 2018.

El degüello de Moca

Padre Jesús María Tejada

Bohío (Casa), Haití (Tierra Alta), Quisqueya (…?), La Española, son los nombres de la isla incomparablemente más bella, variada, completa y rica de las Antillas (y del mundo para un servidor), pero  atropellada  sin piedad durante 527 años. En ella se cometió una de las tantas barbaries que recuerda la historia: El Degüello de Moca. Recordar ese hecho leyendo la novela del Dr. Bruno Rosario Candelier, hace pensar.

Según la obra literaria los haitianos fueron sicópatas sanguinarios, crueles, despiadados, dominados por un odio racial diabólico. En Haití actuaron  durante  23 meses de guerra a sangre y fuego.  En Moca ¿por qué? Aquí nadie los esclavizó. ¿Por qué son blancos? ¿Porque están en la misma isla? Estas últimas dos condiciones no justifican ningún tipo de ataque.

A pesar de su actuación tan horripilante permitámonos  pensar que ellos no escogieron ser violentos y genocidas. Tal vez son el producto de la crueldad esclavista a que estuvieron sometidos, aparte de herencias ancestrales, muy  diferentes de las costumbres de un pueblo religioso y sencillo como el de Moca. Ellos  nacieron indignados. Su origen no los invitaba a ser pacíficos. Empezaron su guerra de liberación de la esclavitud quemando todos los cañaverales, ciudades  y pueblos, en 1802, al enfrentar a Leclerc  que llegó con el poderoso ejército (58,545 soldados) enviado por Napoleón. Estaban rabiosos contra los blancos, residentes y llegados. Ven a los blancos como los monstruos de la crueldad. Los blancos son la imagen del mismo diablo, que se lo figuran blanco. “Plus blanc que le diable”, más blanco que el diablo, es su expresión espontánea. Su decisión fue arrasar con todos ellos.

Los médicos y los sacerdotes fueron los únicos blancos a quienes  Toussaint Louverture ordenó perdonarles la vida. Antes habían matado incluso a  mulatos. Necesitaban médicos, y eran respetuosos de lo sagrado. Pero ya Toussaint había muerto en Francia cuando Dessalines y sus huestes  encontraron una feligresía blanca de gente inocente en Moca el 3 de abril de 1805. Por eso tanto aquí como en Santiago   asesinaron también al sacerdote.  La gente de Moca estaba libre de todo racismo hasta la ingenuidad. Fueron sorprendidos.  Es que el odio que afectó a los haitianos durante la esclavitud y la guerra,  seguía, y con una fuerte connotación racial. Es verdad que entre ellos también eran crueles.  Al mismo Dessalines lo hicieron pedazos en las calles de Puerto Príncipe cuando lo asesinaron por su tiranía al ejercer el poder. Desde pequeños sufrieron los espantos de las atrocidades. El hombre es él y sus circunstancias, según Ortega y Gasset.

Busquemos algo más en favor de una respuesta al porqué de su comportamiento sanguinario y genocida en Moca. A lo mejor quisieron decir de ese modo atroz que este país les pertenecía porque habían vencido a los franceses que en la isla esclavizaban. Pero resulta que en estas dos terceras partes de la isla la población no es de haitianos y franceses. Es una población muy diferente. Es fruto de una realidad histórica que no se puede borrar. Tal vez les resulte duro aceptar que al momento de ellos empezar a formar un pueblo en la isla  a la que fueron traídos  en sus ancestros,  ya existía un pueblo que empezó a formarse el 6 de diciembre de 1492, con una mezcla de taínos, europeos, mestizos (blanco-indio) y luego, africanos,  mulatos (blanco-negro) y alcatraces (indio-negro). ¡Qué riqueza de genes! Un modelo para el mundo entero de integración sin racismo.

Aquí empezó el germen del primer pueblo de integración de razas de todos los que existen en el continente. Y en la fecha de la independencia de Haití,  el pueblo dominicano tenía 302 años hablando español. Un papel mojado en Basilea, que declaraba también la parte oriental propiedad de Francia, no puso a hablar en francés o en dialecto  a los dominicanos. Aquí estaban unidos por  una religión diferente del vudú y del calvinismo; tenían una serie de costumbres y valores que no se prestaban a confusión. Este pueblo no era de burbujas. Fue colonia como todas las naciones de América, y después independiente, y antes que Cuba. Tanto en Riswick, 1697,  como en Basilea, 1795,  se le quiso tratar sin ningún respeto como un pedazo de tierra que Francia negociaba a su conveniencia. Los haitianos no habían podido estudiar la realidad histórica de esta isla porque todo el tiempo se lo pasaban en el trabajo forzado hasta la muerte. Los habitantes de esta isla eran y se llamaron oficialmente  “Dominicanos” desde 1621, con Cédula Real otorgada por Felipe III, rey de España. Pero así no se remediaba el error de ordenar al gobernador Osorio en 1605 desalojar los pueblos del norte, Monte Cristi, Puerto Plata, etc., con las denominadas “devastaciones de Osorio”. Los corsarios y piratas, franceses, se adueñaron entonces, sin la objeción de los  pobladores, que se concentraron especialmente en Santo Domingo, de la parte occidental incluida la isla Tortuga, base de operaciones del saqueo. Aunque no les faltó la rivalidad de corsarios y piratas ingleses y holandeses. Antes y después de esa fecha muchos dominicanos emigraban especialmente hacia Cuba buscando respiro ante las adversidades provocadas por los advenedizos bandoleros. Las  devastaciones no  fueron  para evitar que los cibaeños leyesen de los piratas  Biblias  protestantes. A los cibaeños les iba mejor el negocio con los bandoleros que con las autoridades de Santo Domingo. Por eso tuvieron que ser obligados a dejar  Montecristi, Puerta Plata y demás pueblos para irse a Monte Plata. Ahí el desarrollo no iba a ser igual. Sólo pudieron trasladar cien mil cabezas de ganado. Y de eso hace más de cuatrocientos años. Si a este pueblo lo hubiesen dejado en paz, ¿qué sería hoy? Siguieron defendiendo, a pesar de  tantas vicisitudes en su historia,  su identidad, que no es fanatismo nacionalista. No se debe hacer coro, pues,  a ningún chantaje populista que quiera desconocer la dignidad de los dominicanos. Los dominicanos, a diferencia de Cuba, Puerto Rico y cualquier nación de América, sufrieron siempre un  descomunal atropello.

Pero este pueblo, aun en el período de la España Boba, en que experimentó un total abandono, supo defender su identidad.  Así lo demostró en Palo Hincado con un habitante de Cotuí a la cabeza, Juan Sánchez Ramírez. Venció a Ferrand, general francés, en 1808. Aunque el hecho se preste a diversas interpretaciones. Era un pueblo de valores humanos extraordinarios a pesar de la indefensión y precariedades.  En ese período los dominicanos tuvieron que enderezar con su sangre los entuertos cometidos por un gobierno colonial. Ser de una nación y poseer un techo son derechos incuestionables. Desde sus orígenes los dominicanos defendieron su existencia, sus derechos.

Lamentablemente también tuvieron que empuñar las armas, no para invadir a nadie, sino para defender la dignidad de la propia identidad. Tuvieron que rechazar, peleando, las invasiones, la ocupación (1822-44), e incluso el intento descabellado de Santana de volver a ser colonia, tal vez por la obsesión del peligro haitiano que tenía.  Moca dio ejemplo a toda la nación  el 2 de mayo de 1861. Duarte había sentenciado para  la independencia  que esto era de los dominicanos o se hundía la isla; es decir, de los dominicanos o de nadie. Al desaparecer la raza pura de los taínos, no se llamaron haitianos, y obviamente tampoco se inventaron un gentilicio de  Bohío, ni de La Española, sino de la Capital, dominicanos. Los que habitaban la isla, que llamaban “Haití”,  por las elevaciones de sus terrenos, eran taínos, denominados así de acuerdo a su raza, no al terreno.  Durante unos 350 años a este pueblo nunca lo dejaron en paz.

Al independizarse los haitianos quisieron para ellos  la isla entera. Para alcanzar ese objetivo  tenían que hacer desaparecer a los dominicanos. Decidieron darse  a la tarea. Ya en 1801 andaba Toussaint por aquí confeccionando una constitución insular. Aquí los habitantes no eran franceses ni haitianos, aunque el color de su piel era variado, pero dominicanos siempre. Al año siguiente de su independencia los haitianos empezaron a poner en macha sus propósitos. Necesitaban más territorio porque estaban divididos con tres  presidentes: Pétion, Dessalines y Christophe. Estos dos  invadieron en 1805.

Los cubanos, los puertorriqueños, etc., podían  existir. A los dominicanos, que fueron los primeros en América,  se les quiso negar el derecho a la existencia. ¿Y por qué incluso en pleno siglo XXI los problemas de Haití se quieren resolver con menoscabo de los dominicanos? Hay que resolverlos con la ayuda de todos  y  sin menoscabo de nadie. Si los dominicanos deciden que hasta las áreas verdes desaparezcan como en Haití, que autoricen a los haitianos a invadir, para que toda la isla se convierta en una perfecta imagen de un desierto africano a pesar de ser el centro de la vegetación exuberante de Las Antillas. Pero que eso lo decidan los dominicanos, aunque  la forma justa de ayudar a Haití, siempre tan sufrido,  no tiene que ser apoyando un círculo vicioso de miseria, de odio y violencia, y menos causando daño a otra nación.

Según el libro del Éxodo, escapar de la esclavitud hacia la libertad implica cruzar un largo desierto de carencias y conflictos. Haití sigue sintiendo esa verdad en carne propia. ¡Qué daño les hizo la esclavitud! No han podido superar sus consecuencias negativas. Todo intento de ayuda debe ser dirigido a la aceptación por parte de ellos de un proceso de liberación del rencor y la violencia. Que abandonen la actitud de querer  resolver sus problemas acabando con otros, con otros seres humanos, dominicanos o haitianos. Ellos, como pueblo,  empezaron su existencia donde sus ancestros fueron llevados, y como nadie nace ilegal, nacieron con el derecho a su cuna. Esa es la historia que nadie puede quitar. Que no se produzcan fuerzas incontrolables ni engendros como los que en el degüello de Moca perpetraron barbaridades primitivas que espantan tan sólo recordarlas. Que logren otra forma de ir adelante  para superar un estado fallido después de tantos años.

Hay personas que hacen de esa situación de los haitianos  un negocio. ¡Qué manera de ayudarlos y de complicarles la existencia a los vecinos! Hoy día suenan  voces extrañas, extravagantes, que exigen a los dominicanos que paguen los platos que no han roto. A los que pervirtieron el destino maravilloso de esta isla no se les puede reclamar nada porque ya no existen. Ellos articularon la esclavitud, la depredación y destrucción de la naturaleza, masacraron  las perspectivas que invitaban a una historia diferente y dejaron la secuela que hoy sufrimos en ambos lados. Todos debemos rechazar la forma con la que se dio origen a una porción de los  habitantes de esta isla después de la llegada de los europeos. Ojalá los tiranos de hoy puedan ser controlados en sus arrebatos paranoicos, para que se frenen las nuevas injusticias  con las que se pisotea la dignidad del  ser humano.

Desde el odio no se puede construir nada bueno.  Las personas y los pueblos tienen necesidad de una apertura recíproca. Mirar en seguida a los que piensan distinto como enemigos potenciales que hay que  destruir es una anormalidad que perjudica a los mismos que la experimentan y consienten. Parece que los haitianos querían barrer con este pueblo, cuyas raíces estaban debajo de los árboles del bosque que pretendían destruir.

Sin embargo, si los dominicanos se permitiesen hoy la ley del talión y actuasen como Trujillo en 1937, también serían como Trujillo y como Dessalines y demás forajidos que lo acompañaron en el degüello de Moca. El mundo, a pesar de las cosas que aún causan indignación, ha avanzado. Ya nadie puede darse el lujo de actuar salvajemente. Que la historia sea maestra de la vida, pero con muchos discípulos, para que nos ayudemos mutuamente en orden a unas relaciones dignas que nos hagan más humanos y felices a todos.

Individual y colectivamente no podemos ser cualquier cosa. No podemos jugar con nuestra personalidad ni con nuestra identidad. Despreciar y perder la herencia que ha costado tanto sacrificio a los que nos han precedido, ¡jamás! Que si hay “RUINAS” sean sólo “memorias venerandas de otros días \ SOBERBIOS MONUMENTOS \ del pasado esplendor reliquias frías”,  pero no ruinas de los valores dominicanos. Muchos dominicanos y dominicanas incluso tienen que irse al extranjero, pero aquí está su país. Aquí no son extranjeros. Aquí nadie es llamado “latino”, “beaner” o “extracomunitario” en sentido peyorativo y discriminatorio. Por los  sudores vertidos en el extranjero, llegan anualmente a esta nación millones de dólares en remesas. En este país quieren que reposen hasta sus cenizas. ¡Qué fidelidad!  A ellos-as el reconocimiento. Son de un país donde nunca faltarán hombres como el general Gregorio Luperón y mujeres  como María Trinidad Sánchez, Ercilia Pepín…, ejemplos de dignidad.  Siempre serán bendecidos por el que en esta isla los llamó a una existencia digna. Hay que unir todas las energías positivas, para recuperar en esta isla la maravilla que en la historia fue estropeada.  jmtejdasdb@hotmail.com

«El degüello de Moca»: novela histórica de la Villa Heroica de Bruno Rosario Candelier

Por Luis Quezada

Hurgando en los orígenes de la Mocanidad y el Interiorismo.
Reflexión epistemológica de una novela singular.
Un ensayo crítico de carácter filosófico

Una tragedia histórica construye una Villa Heroica

Quiero tener a través de este ensayo crítico un acercamiento epistemológico, es decir, desde la óptica propiamente filosófica, a una novela que quiero catalogar de singular, porque partiendo de una retrospectiva que nos hace ir a los orígenes, nos catapulta a una prospectiva preñada de una gran riqueza en su ethos cultural, la cual se fraguó a partir de una perspectiva, que en su momento fue una verdadera tragedia, que pudo convertirse en retranca y, sin embargo, se convirtió en palanca, en acicate para el crecimiento cultural y espiritual de un pueblo que labró a partir de ese momento su marca de heroicidad, laboriosidad e interioridad, que se expresa en su religiosidad, espiritualidad, pero también en su fecunda creación literaria, a través de generaciones de poetas, cuentistas, novelistas, ensayistas y escritores literarios de fecunda trayectoria.

La novela El degüello de Moca, de Bruno Rosario Candelier, nos brinda a través de la creación literaria una tesis antropológica que podemos resumir así: “El degüello fue el crisol donde se forjó el blasón de la Mocanidad”.

Su impacto con el tiempo será tan grande que desde ahora esta obra se presenta como la gran novela histórica de la Mocanidad.

  1. Contenido: Buscando los orígenes

Tres partes, con 13 capítulos, repartidos en el orden 5-4-4, constituyen el contenido de esta novela, que va a los orígenes de la Mocanidad, que el autor los presenta en doble faceta: los orígenes históricos, de aquella localidad que desde el principio se le llamó con el nombre de Villa Nuestra Señora del Rosario de Moca, y que el autor fecha un 7 de octubre de 1751 “cuando escogimos el predio donde decidimos establecernos”. La otra cara son los orígenes espirituales, que surge a partir de una tragedia, ocurrida el miércoles 3 de abril de 1805, es decir, 54 años después de la fundación de aquella nobel villa.

  1. Estructura narrativa: Descubriendo dos rutas ideológicas

Nacimiento…Sangre…Reto

Villa…Templo…Mocanidad

Dos coordenadas atraviesan toda la novela, articulándose entre sí armoniosamente, en un trenzado ideológico muy bien tramado.

De una vida frugal, bucólica, que disfrutaba de estar enclavada en un verdadero jardín, “hermoso rincón del paraíso, aunque no lo sepamos” (p.155), pasó por una prueba horripilante de sangre, que despertó como SOS todas las fibras de su ser interior, fortaleciendo sus músculos espirituales y desarrollando un ethos cultural muy especial, marcado por la valentía, la heroicidad, el patriotismo, la laboriosidad y la espiritualidad de sus paisanos, que lo convierte en un reto permanente, en un despertar que no nos volverá a agazapar ingenuamente, pues desarrolló en nosotros una agudeza histórica crítica, que nos hace ser los primeros en el llamado clamoroso de la Patria.

Paralelamente se fragua una ecuación que cristaliza nuestro ethos cultural. La Villa junto al Templo son el anverso y el reverso de la Mocanidad. Una no existe sin la otra. Toda la estructura narrativa de la novela resalta estas dos conjunciones ideológicas, que sirven de ruta para forjar la identidad mocana.

Como muy acertadamente lo expresó en sus palabras de presentación de la obra el Dr. José Rafael Vargas, Bruno Rosario Candelier se ha convertido en un novelista de “los orígenes”. Primero con su novela El sueño era Cipango (1998), que plantea los orígenes de la dominicanidad, y 20 años después con El degüello de Moca (2018), donde plantea los orígenes de la Mocanidad.

Estamos, por tanto, ante un novelista “genesíaco”, que hurga en los orígenes, buscando las raíces de nuestra identidad.

La trama narrativa tiene dos líneas ideológicas que se entrecruzan armónicamente:

  • Nacimiento… Sangre… Reto
  • Villa… Templo… Mocanidad

Estas dos líneas ideológicas dan lugar a las tres partes de la novela.

La PRIMERA PARTE constituye una radiografía geográfica y cultural de Moca, pues geográficamente presenta La Villa (cap. 1), La Loma (cap. 3) y El Campo (cap. 4); y culturalmente perfila su ethos a través de las hermosas “reflexiones trascendentes” del cap.2. El último capítulo es un eslabón para unir la primera con la segunda parte de la novela; me refiero al capítulo titulado “Antecedentes de la ignominia”.

La SEGUNDA PARTE tiene básicamente dos caras interrelacionadas: EL HECHO (el degüello de Moca, cap. 6) y LOS TESTIMONIOS (de los tres sobrevivientes, caps.7, 8 y 9).

La TERCERA PARTE se basa en la conjunción armoniosa entre EL TEMPLO y LA VILLA, en su etapa de construcción y reconstrucción, que cristalizan el ethos de la Mocanidad.

 

  1. LOS PERSONAJES DE LA NOVELA

Es una novela autobiográfica, pues el personaje central de la misma es el autor que la escribe, que se presenta como sacristán del TEMPLO y cronista de la VILLA, dos oficios ligados a la mutual indisociable de la Mocanidad y que adopta el nombre de Juan Francisco del Valle, escribano de esta historia.

En el primer capítulo, un párrafo lo expresa elocuentemente: “Alguna vez nuestros descendientes querrán conocer los orígenes de nuestro pueblo y los primeros pobladores de esta Villa cuya crónica inicio desde esta fecha en mi condición de cronista de Moca, redacción que inicio a los 50 años de su fundación” (p.13). Y el último capítulo afirma con mayor insistencia su doble función, “en mi condición de sacristán del susodicho templo. Y, desde luego, en mi enaltecedora condición de cronista de la Villa de Moca, honrosa tarea que la historia me habrá de reconocer” (p.223).

Al escribir esta novela histórica, Bruno Rosario Candelier ha pasado a formar parte de ese selecto club de cronistas de Moca, entre los cuales hay que citar a Elías Jiménez, Julio Jaime Julia, Artagnan Pérez Méndez, Adriano Miguel Tejada, José Abigail Cruz Infante, Rubén Lulo Gitte, José Rafael Lantigua, José Rafael Vargas, Eduardo García Michel, Ayanes Pérez Méndez, Pablo Michel, Radhamés Rodríguez y Mariano García, entre otros.

Sus dos obras recientes, Lumbre de la Mocanidad, que aborda el arte literario en la Villa Heroica, y El degüello de Moca”, novela histórica de la Villa Heroica, lo catapultan como uno de los consagrados cronistas de Moca.

El segundo personaje es Margarita Jiménez, que será su gran interlocutora emocional y espiritual, pues lo absorbe su belleza exterior y su vocación interior espiritual.

En tercer lugar, aparecen los nombres ancestrales de las familias originales de Moca: Miguel Ángel GOMEZ, Pedro Antonio GARCIA, Manuel ROJAS, Manuel CAMACHO, José BRETÓN, Pedro ALIX, Quintino GUZMÁN, Marino TEJADA, Ramón COMPRÉS, Ángel MORILLO, Nicolás RODRÍGUEZ y José LÓPEZ (p.12).

En cuarto lugar, aparece el nombre del padre Antonio Henríquez, “recién llegado a nuestro pueblo” cuando “arribamos al primer año de la fundación de la Villa Nuestra Señora del Rosario de Moca” (p.23).

En quinto lugar, aparece Josefina Rosario, a quien en la poza de Guaucí vieron completamente desnuda. Más adelante aparece una joven mulata, esclava ayudante de las criadas, a la que vieron desnuda salir del río.

En sexto lugar, aparece Cristina Mendoza, una mujer que dice “creer en todo” y que anuncia que “cosas increíbles están sucediendo en nuestra Villa”. Más adelante aparece citado su esposo Ramón.

En séptimo lugar, aparece el padre Pedro Geraldino, párroco de la Iglesia del Rosario cuando se realiza el degüello.

En octavo lugar aparece una pareja, Rosaura y su marido Pascual Rosario. También menciona una comadre Ana.

En noveno lugar, aparece un tal Pancho, “el hombre más valiente que hay en esta Villa”; Antonio Candelier, un terciario de la orden franciscana. Aparecen también Manuela, hija de Alfonso y Miguelina, humildes labriegos de esta Villa. Más adelante menciona los casos de una tal Lucía, la comadre Alfonsina, Juana la adivina, llamada en otro lugar Juana la Curiosa, Domitila la curandera, Carlita, la hija mayor del terrateniente de este pueblo, Alicia, don Rodrigo, Margarita y Aurora, un hombre feo que se llevó una muchacha, Rosa la cuentera, esposa de Benito, y un gran potentado que mató a uno de sus esclavos por enamorarle a su mujer. Sin duda alguna, “antecedentes de la ignominia” no solamente es el capítulo más largo de la novela (13 páginas), sino el que menciona la mayor cantidad de nombres de compueblanos que vivían en la Villa.

En décimo lugar aparece Henri Christophe, responsable de la masacre de Moca, María del Carmen Bueno Quezada, Ruth Figueroa, el monaguillo Fernando López, las tres Marías (María del Valle, María del Orbe y María del Villar), Ramona Dolores y Remigia Ciriaco.

En undécimo lugar, aparece el nuevo párroco de la Villa después del degüello, padre Ramón de los Santos. Cita de paso a don Bernardo Bueno, padre de María del Carmen, la Taberna Marta, un tal Andrés Texada y su prometida Margarita de Salas; más adelante aparece mencionada María Isabel, madre del monaguillo Fernando López.

En duodécimo lugar, aparece el padre Jesús del Monte; más adelante fray Pablo María, sacerdote auxiliar; los sacerdotes Casimiro Tavares y Andrés Ramírez, don Pedro Gutiérrez y su esposa Justina de Gutiérrez; José Antonio Bretón, prometido de María del Carmen Bueno; y una tal Mariana, a la que un dibujante le hizo un retrato sobre un rústico cartón.

En décimo tercer lugar, aparecen los nombres de los poetas Alberto Tejada, Mercedes Castillo y María Santos; los narradores Benjamín Collado y Mariela Rosario; por último, el teólogo Pablo Quezada.

Hay nombres de la literatura universal que aparecen citados en la novela: san Juan de la Cruz, santa Teresa de Jesús, fray Luis de León, san Agustín, Platón, los Padres de la Iglesia, Heráclito de Éfeso, fray Miguel de Guevara, Antonio de Nebrija, Cervantes a través de Don Quijote, Angelus Silesius, fray Ramón Pané, Leucipo de Abdera, Hipócrates, el padre Juan Vásquez, Leonardo de Vinci, Goethe, Rumi, Pablo de Tarso, san Francisco de Asís, Garcilaso de la Vega, William Blake, el Tao de la mística china, así como algunas citas bíblicas (Jeremías, Macabeos, Marcos, Apocalipsis, etc.).

Si hiciéramos un cuadro sinóptico de las tres partes de la novela y los personajes que más trascienden en cada uno, tendríamos la siguiente relación:

 

PARTES DE LA NOVELA PERSONAJES DE LA NOVELA
Primera Parte Juan Francisco del Valle y Margarita Jiménez
Segunda Parte Juan Francisco del Valle (ausente del degüello) y fray Pedro Geraldino (víctima del degüello) y sobre todo María del Carmen Bueno Quezada, Ruth Figueroa y el monaguillo Fernando López (sobrevivientes del degüello).
Tercera Parte El Padre Jesús del Monte (nuevo párroco después del degüello) y Juan Francisco del Valle

 

  1. TEXTOS HISTÓRICOS Y LITERARIOS INSPIRADORES

Diez citas de mocanos cronistas, historiadores y conocedores del ethos cultural de la Villa Heroica, enmarcan cada una de las tres partes de la novela. Hay una cita preambular, de Freddy Bretón Martínez, tomada de su libro El apellido Bretón en la República Dominicana, donde atestigua de una ascendiente suya, María del Carmen Bueno, que “se salvó debajo de los cadáveres, en el degüello de Moca”.

En la PRIMERA PARTE de la novela, la primera cita es del mayor tradicionalista mocano, Elías Jiménez, que nos cuenta del primer templo que existió en la Villa de Moca: “La primera iglesia construida de tablas de palma y techada de cana subsistió hasta mediados del año 1805, año en que fue destruida para borrar de ella los sangrientos vestigios del degüello”.

La segunda cita es del mayor historiador mocano, don Julio Jaime Julia, cuyo libro Notas para la historia de Moca, se ha constituido hasta ahora, en la “biblia histórico-literaria de nuestro pueblo”. La cita recuerda los orígenes de Moca y la indignación que causó la abominación y desolación del degüello.

La tercera cita está tomada del libro Ese Moca desconocido, escrito por Artagnan Pérez Méndez. Se centra en la cifra del historiador García de 500 personas asesinadas en el degüello, cifra que considera un poco exagerada. Y la cuarta cita, tomada del libro Asombrado por los valores, escrito por el sacerdote Jesús María Tejada, subraya que el macabro degüello no fue un aruñazo, pues la gente acudía masivamente a la iglesia y más tratándose de una convocatoria para una celebración-acontecimiento: la victoria sobre los franceses”.

En la SEGUNDA PARTE, aparecen tres citas en el pórtico de la misma. La primera es del reconocido académico, historiador y jurista mocano Adriano Miguel Tejada, en su obra Diario de la Independencia, quien subraya que los mocanos fuimos llevados como ovejas inocentes al matadero: “Todos obedecieron creyendo que se iba a proclamar algún indulto o gracia a favor de ellos, y el indulto fue degollarlos a todos luego que se verificó la reunión prevenida, como a ovejas encorraladas” (p. 93).

La segunda cita es de Eduardo García Michel, tomada de su obra Al amanecer, la niebla”, donde subraya que aquel “canto fúnebre de la muerte”, que fue el degüello, nos convirtió “en un abrir y cerrar de ojos” en “un total y enorme cementerio…con cuerpos mutilados y salpicados, esparcidos, doblados, retorcidos, destruidos y cercenaos en medio de un danza macabra alucinante”. Y concluye diciendo que “era gente de Moca que caía, alevosamente sorprendida” (p. 94).

La tercera cita, de Iván Carvajal, en Tribuna Mocana, que “el macabro 3 de abril de 1805 es algo que siempre estará latente en la sensibilidad del hijo de esta fértil Villa y jamás perdonará a los emisarios del vudú que irrumpieron en la sagrada interioridad de un templo para cometer tan espantosa masacre” (p. 94).

El hecho de que la tragedia de una Villa se materializara en la interioridad de un templo, denota desde el punto de vista epistemológico, la construcción mental del autor, que une:

Tragedia…Villa…Interioridad…Templo

Las dos primeras expresan una fuerte materialidad histórica y social; las dos últimas una fuerte espiritualidad mítica, metafísica y mística, como gusta señalar el autor.

La TERCERA PARTE de la novela presenta de introito dos citas.

La primera, de Ramón Amado Guzmán, hace hincapié en que “los pacíficos pobladores de Moca, alentados por el alma de la raza, se recluían en la casa de Dios, y no obstante lo sagrado del recinto, recibieron los ultrajes más crueles de las hordas desenfrenadas…la paz de la aldea sufrió entonces una de las conmociones más hondas…la población de Moca que en aquella época dejaba discurrir su vida consagrada a las faenas del campo, favorecido por el privilegio de las mejores tierras del solar quisqueyano”, recibe “la acometida brutal de una legión negra” (p. 153). La segunda cita es de Pablo Michel, en Perfiles mocanos de ayer, donde compara la tragedia con un poderoso ciclón que arrasó y sembró de destrucción y muerte lo que encontró a su paso. Y afirma que “a casi 200 años de ocurrido el degüello de Moca, su evocación todavía provoca en nosotros sensaciones de angustia y náuseas” (p. 154).

Angustia y náuseas nos recuerdan las dos expresiones típicas del existencialismo ateo, cuyo mayor exponente literario ha sido Jean Paul Sartre. La vida, al no tener sentido, crea una angustia ontológica que desemboca en la náusea existencial. El ethos cultural de la Mocanidad, lejos de la angustia y la náusea, están cimentadas en aquello que Ernst Bloch llamó “el principio esperanza”, cimentado en aquello que Gabriel Marcel denominó “el misterio del ser”.

El párrafo de mayor densidad filosófica de la novela lo constituye la respuesta que Juan Francisco, el cronista y sacristán, pero también iniciador de un grupo que él lo llama “núcleo de irradiación estética, filosófica y espiritual para el desarrollo cultural de esta Villa” (p.191), le da al poeta Alberto Tejada, que previamente lo venía cuestionando sobre “la diferencia entre mito, metafísica y mística” (p. 204), ante la pregunta ¿qué es la nada? Juan Francisco responde: “La nada no existe…todo viene del Todo y todo vuelve al Todo…No existen el vacío ni la nada…El vacío y la nada son dos horrores de una visión existencial…El vacío no existe ya que todo está lleno de lo que oculta, como han intuido los poetas místicos”.

Ante la “insoportable levedad del ser” de Milán Kundera, el autor propone la insondable profundidad del ser, pues la Vida es un misterio, entendiendo esta expresión como dimensión profunda de sentido. Juan Francisco tirará la línea de Pizarro para enmarcar el ámbito de la metafísica y de lo místico: “La metafísica es la búsqueda del sentido; y la mística es la búsqueda de lo divino” (p. 207).

El erotismo de la novela, que aparece disperso en el transcurrir de las tres partes, tiene mucho que ver con la dimensión mística, último horizonte del ethos cultural de la novela.

Ante la pregunta de Mercedes Castillo, “¿por qué los poetas místicos son eróticos?” (p.207), Juan Francisco responde genialmente: “El sentimiento erótico es parte de nuestra naturaleza y de nuestra sensibilidad, que la puso Dios. Los poetas místicos fundan la expresión de su visión mística en imágenes eróticas, que es la forma de aproximarse al amor sagrado, al ágape divino, que usan como cauce de su amor” (pp. 207-208). Y añade: “Todos los poetas místicos usan el lenguaje del amor, comenzando por el gran teopoeta del Oriente, el persa Hallal-udin-Rumi, el equivalente a nuestro san Juan de la Cruz en la literatura española. Si lees un poeta místico, tú sientes que le está cantando al amor de una mujer, pero es a Dios a quien le está cantando” (p. 208).

Al pasar de la metafísica a la mística, el autor cruza de la filosofía a la teología, ámbito que no quiero sobrepasar en este breve ensayo.

Finalmente, hay un refrán que dice que “no hay mal que por bien no venga”. Cristina Mendoza, uno de los personajes de la novela, lo expresa con singular claridad: “la mancha negra”…se convirtió en la mecha que “reencenderá la lumbre de la Mocanidad y el cauce de la Dominicanidad” (p.214). Creo que esta frase sintetiza toda la búsqueda del ethos cultural cifrada en la novela histórica de la Villa Heroica.

 

  1. SIETE PALABRAS PARA UN NOMBRE: Villa Nuestra Señora del Rosario de Moca

    El autor resalta a lo largo de la novela, desde el principio hasta el final, un gran acierto histórico: el verdadero y completo nombre de esta Villa Heroica. Comienza y culmina llamando a este conglomerado con el nombre de Villa Nuestra Señora del Rosario de Moca (pp. 13 y 223).

Es por tanto un pueblo que nace bajo la catolicidad, amparado en la vocación mariana, unido a la espiritualidad del Santo Rosario y donde el pueblo nace y crece alrededor del Templo dedicado a su patrona, que ha visto a lo largo del tiempo 4 construcciones diferentes:

  • La ermita, creada en el paraje que lleva su nombre, cerca de Estancia Nueva
  • La iglesia de tablitas, donde se escenificó el degüello
  • La iglesia de madera, posterior al degüello
  • La iglesia de mampostería, inaugurada en 1929.

La novela de Bruno Rosario Candelier solamente hace alusión a la segunda y tercera citadas, es decir, la anterior y posterior al degüello.

 

  1. Una novela autobiográfica: El Interiorismo está en los orígenes de la Villa

Con el genio y la creación literaria, la novela sitúa el Interiorismo en los orígenes mismos de la Mocanidad.

En dos capítulos, uno de la primera parte (cap.2, Reflexiones trascendentes) y otro de la tercera parte (cap.12, Inquietudes estéticas y espirituales), el ethos de la Mocanidad aparece finamente trabajado en los caps. 10 y 11, dedicados a la construcción del Templo y la reconstrucción de la Villa. Pero para el autor, el Jnteriorismo es presentado como parte intrínseca del ethos de la Mocanidad.

El autor le hace decir al cronista y sacristán Juan Francisco del Valle: “Siempre he deseado en mis adentros pulir el cauce de la interioridad de un pueblo tan noble y rico en espiritualidad” (p.191).

Al iniciar el capítulo “Inquietudes estéticas y espirituales”, donde presenta un conversatorio con los miembros del grupo místico que había formado, Juan Francisco del Valle dice: “Vamos a hacer de nuestro grupo un núcleo de irradiación estética, filosófica y espiritual para el desarrollo cultural de esta Villa” (p. 191).

Más adelante, Juan Francisco del Valle prosigue diciendo: “Me preocupa el destino de mi pueblo y, con inquietudes intelectuales, estéticas y espirituales decidí formar un grupo con interesados en los temas del Trascendente para nuestro mejor derrotero” (p. 191).

  1. Lumbre de la Mocanidad: lo positivo de un hecho horrendo

Bruno Rosario Candelier plantea a lo largo de su novela una clara tesis sobre el ethos cultural de la Mocanidad: “El degüello fraguó el orgullo de la Mocanidad” (p. 209).

La última frase que da vueltas a la tesis nuclear de la novela aparece al final del penúltimo párrafo de la misma: “El degüello de Moca, tanto como adversidad, con el tiempo se convirtió en un desafío para seguir forjando, con entusiasmo ferviente y animoso empeño, el blasón de la Mocanidad”.

En teología, simplemente decimos: “Dios escribe derecho en renglones torcidos…Dios sabe sacar de los males, bienes”: Laboriosidad y creatividad, trabajo y fiesta definen al mocano. Por eso, la novela termina diciendo: “El resto de la historia, según el protocolo establecido, fue cuestión de coser y cantar”. Verdaderamente estamos, ante una novela singular.

 

CONCLUSIÓN: Los orígenes… La Oscuridad… La luminosidad

El degüello, en lugar de convertirse en la retranca o retraso de la Mocanidad, se convirtió en el reto de la Mocanidad.

Partir de los orígenes, marcados por el templo, ya que la Villa lleva el nombre de su templo; pasar por la mayor oscuridad que fue la masacre provocada por el degüello, escenificada en el templo; y culminar con la luminosidad que encendió las energías y fibras íntimas del ethos cultural de los mocanos, se fragua con la construcción del templo y reconstrucción de la Villa. Una frase feliz de la novela cristaliza la fecunda sinergia entre la Villa y el Templo: “El meridiano de la Mocanidad pasa por la iglesia Nuestra Señora del Rosario de Moca” (p. 220).

Lo que intentó sepultar y ensombrecer la vida de una villa, se convirtió en lo que “ha dado sustancia y sentido a la Mocanidad” (p.176).

La tragedia no se convirtió en abatimiento, sino en aliento. Quiero concluir mi reflexión, no con una consideración filosófica más, sino con una reflexión teológica final, pues se trata de un ethos cultural cimentado en la religiosidad, la espiritualidad y la mística.

El degüello fue el aldabonazo histórico que forjó a la Villa Heroica, hasta el punto que podemos concluir con una frase atrevida pero certera: ¡GRACIAS, SEÑOR, POR EL DEGÜELLO!, como lo expresa el siguiente salmo que nace de las entrañas mismas de la novela que estamos comentando, como un verdadero mosaico de frases entresacadas del texto mismo. De ahí que para facilitar la búsqueda, ponemos al lado de dónde tomamos cada frase del salmo. Lo que hago es convertir en prosa poética la narrativa hermosa de esta novela histórica.