El lenguaje de la novela en la obra de Manuel Matos Moquete

Por Bruno Rosario Candelier

 

A Marjorie Félix,

Voz que enaltece la palabra.

   Vamos a abordar la más reciente novela de Manuel Matos Moquete, cuya presencia disfrutamos en este acto académico y, desde luego, el testimonio que él da con la escritura de esta obra.

Conocemos  y valoramos la trayectoria intelectual de Manuel Matos Moquete. En su labor creadora se destaca el rol que ha desempeñado como usuario de la lengua, como estudioso de la palabra y como experto en asuntos lingüísticos vinculados a la enseñanza de la lengua y, naturalmente él tiene en su haber un valioso aporte y un fecundo ejercicio a favor del conocimiento de la lengua. Fue eso justamente lo que le mereció un sillón en esta Academia Dominicana de la Lengua, pero además del usuario ejemplar que hace uso de la palabra en textos discursivos y literarios con singular valoración del lenguaje, pues Matos Moquete ha hecho uso de la palabra con un propósito literario. Justamente incursiona en el ensayo, con valiosos estudios literarios, y en la novela, como también lo hace en poesía para testimoniar su valoración de la expresión estética del lenguaje.

La novela tiene la particularidad de que aborda una dimensión histórica y social como fuente de iluminación para el autor que asume un tema específico, porque se inspira en la realidad de nuestra cultura. Todo novelista, cuando hace una novela, se inspira en la realidad histórica, ambiental, antropológica y social, fenómeno que acontece con la peculiaridad que esa dedicación literaria implica para alguien que se nutre de la realidad y se instala en otra realidad, la realidad verbal; y el resultado es un texto de ficción, y como texto de ficción, el autor cuenta con una libertad y coordenadas y presupuestos estéticos y literarios que dan cierta autonomía y cierta distinción para enfocar una vertiente del lenguaje donde se combinan el conocimiento de la realidad con el conocimiento de la lengua y el testimonio que él quiere dar a partir de sus intuiciones y vivencias. En esta obra se conjugan esos planos del arte del lenguaje.

El tema que Matos Moquete escoge para conformar esta novela es un asunto que reclama la atención a diferentes enfoques conceptuales según la posición ideológica y según la actitud que asuma el autor.

No es la primera vez que Manuel Matos Moquete asume la palabra con un propósito novelístico; es decir, esta no es su primera novela, pero probablemente esta sea la novela en que él logra el más alto desarrollo como novelista en virtud de la conciencia que se manifiesta en esta obra y, cuando digo “la conciencia”, me refiero a la conciencia lingüística y la conciencia literaria que una buena novela reclama. Lo digo por el hecho de que lo que el autor plasma en esta obra y, sobre todo, la forma como lo plasma, es lo que hay que enfocar y valorar, porque se trata de una obra literaria, que refleja a un autor que con conocimiento de lo que es la técnica de la escritura, conocimiento de lo que son los recursos narrativos y, sobre todo, conocimiento de lo que entraña la esencia y el sentido de la palabra.

En varios pasajes de esta novela se nota la actitud del autor cuando aborda la palabra. Él está consciente de lo que asume, de lo que hace y de lo que plasma cuando escribe lo que plantea en esta novela.    Como escritor de ficción, Matos Moquete disfruta lo que está haciendo y no lo disfruta solo porque la sustancia de su temática es un asunto vivencial en su historia personal, sino porque se trata de un autor con conciencia de su lengua, con conciencia de la técnica literaria y con conciencia de lo que quiere expresar. Entonces disfruta enormemente lo que implica para un narrador situarse en la realidad estética y asumir la historia que le sirve de fundamento como un texto para canalizar determinados pensamientos y valoraciones.

En este caso hay un aspecto que quiero subrayar de esta novela de Manuel Matos Moquete. Él titula la obra con una singular combinación, que califica deanti-memoria.

En literatura la forma “anti”, cuando se aplica a “memoria”, no es más que una variante de la memoria, porque hace acopio de todo lo que la memoria entraña para la creación literaria, y justamente lo que escribe nuestro narrador, lo escribe en función de la memoria, en función de esa reserva intelectual, psicológica y espiritual con la que nutre su narrativa y con la que le da fundamento a su creación.

Hay que tener presente que no podemos abordar una novela solo por el contenido, sino que hay que ponderar muy especialmente la forma, y el autor es consciente de lo que estaba haciendo justamente por la consciencia literaria que tiene en su condición de académico de la lengua y escritor de temas discursivos y temas de ficción.

Cuando nuestro distinguido autor da testimonio de lo que él evoca, aquí la palabra “evocación” es clave, porque en varios pasajes de esta novela él acude al procedimiento de la evocación, que no es más que el recuerdo de algo que ya aconteció. Un procedimiento que han usado todos los novelistas que en el mundo han sido, y han seguido hasta cierto punto como referente literario de inspiración en su caso particular. Pongamos como ejemplo la novela de Juan Rulfo, Pedro Paramo, que es un modelo respecto al creador que aborda su propio pasado, hace uso de la evocación y penetra en la intimidad de los personajes para desarrollar el tema de su ficción.

En esta obra narrativa, Manuel Matos Moquete da ejemplo y muestra aquí con cabal dominio lo que implica y significa penetrar en la intimidad de un personaje, auscultar el alma de una criatura imaginaria, y con ese propósito usar los recursos pertinentes, emplear las técnicas literarias apropiadas y valerse de los recursos narrativos adecuados, y entonces la obra tiene una dimensión social y una vertiente literaria con una faceta simbólica.

La novela de Matos Moquete tiene también una dimensión afectiva y una dimensión espiritual. En varios pasajes el autor aprovecha la ocasión para reflexionar, evocar y contrastar la historia que le dio fundamento a su entramado narrativo.  Para lograr esa conexión, desde la sensibilidad del narrador con la realidad de la historia narrada, por un lado el autor acude a su experiencia de vida y, por otro lado, el conocimiento de la lengua del locutor que habla; y en tercer lugar, la ubicación de la realidad y la contextualización de los personajes que él asume como protagonistas de la historia que aquí cuenta. Eso es una magnífica ocasión que Matos Moquete sabe aprovechar muy bien como escritor para auscultar el alma del personaje que se mueve en ese mundo de ficción. No duden ustedes de que se trata de un procedimiento narrativo complicado y exigente. Cuando el narrador cuenta una historia quiere al mismo tiempo ser fiel a los datos con la realidad que ha sucedido y, sobre todo, con la circunstancia particular y personal de los protagonistas; por eso el narrador hace uso de la introspección, y por eso hace uso de la situación afectiva cuando se emociona ya que acude al lenguaje romántico para canalizar algo de intimidad que experimenta el personaje en momentos de soledad, sobre todo, recuerda al amor con la emoción que lo concita. Otra parte importante y significativa en esta narrativa es la reflexión que hace el narrador combinando hechos diversos y teniendo al mismo tiempo presente el respeto a un acontecer, a una historia y a una forma de narración. El narrador aprovecha con mucho acierto y, a veces en pasajes que el lector tendría que ser un lector atento, consciente de lo que capta, y me refiero a un lector con la capacidad de perforar el trasfondo de la palabra en el marco de las emociones entrañables, porque el narrador coteja su propia vida con la vida de los personajes y con la evolución o la transformación que se ha ido operando en él.

En toda novela hay una ley que aplican los buenos narradores. Me refiero a la ley de la transformación. Si no hay una transformación en los personajes, aunque sea en un solo, es una novela fallida. Una de las leyes novelísticas es justamente la plasmación de esa dimensión, de ese efecto que desarrolla la vida en función del proceso y de la evolución que experimentan los seres humanos en el transcurso de su existencia, porque los hombres estamos incardinados a una realidad social, histórica, antropológica, lingüística y cultural. En todos los humanos en algún momento de su vida acontece un hecho que impacta, una circunstancia que lo lleva a vivir lo que Carl Jung llamaba “experiencia cardinal”.

Una experiencia cardinal acontece cuando un suceso terrible, dramático e impactante subyuga la personalidad e influye en nuestro modo de entender y proseguir la vida, así como en la cosmovisión. Por efecto se produce esa transformación que experimentamos en algún momento de la vida, y eso es lo que da lugar al desarrollo de conciencia y a la expansión del espíritu.

Muy oportunamente el narrador de esta novela sabe aprovechar la coyuntura que se le presenta para reflexionar y ponderar cómo ha sido su vida y comprender que algunos proyectos revolucionarios que perturban la mente de muchos jóvenes favorece el proceso de la vida, y en la medida en que se va observando, reflexionando y ponderando el verdadero sentido de la vida, entonces el narrador comprende algo esencial y nos hace ver qué valores, actitudes y principios son irrenunciables, inconmutables e intransferibles.

Hay una dimensión espiritual, que es importante tomarla en cuenta, para el derrotero mismo de la vida, para el desarrollo esencial de nuestra conciencia. La palabra ha de llevarnos siempre al desarrollo de la conciencia porque la palabra, como la propia vida y como la propia lengua, es energía. La palabra entraña una energía proveniente de la energía espiritual del Cosmos.

Nosotros, como todo lo que existe en el Universo, somos energía. La dimensión energética de la palabra, que tiene nuestra creación y todo lo que hacemos, es lo que nos va  a permitir transformar nuestra conciencia y asumir el rol que cada uno debe realizar en la circunstancia en que se mueve para hacer lo que le corresponde en la vida, que siempre está inserta en una realidad social y cultural.

El autor hace esa reflexión en el decurso de los acontecimientos que lo llevan a narrar esta singular historia. Uno de los méritos de Manuel Matos Moquete, con la madurez que ha alcanzado, con la experiencia que le dan los años (porque en su caso particular esas canas reflejos son no solo del paso del tiempo, sino del tesoro de su ascenso en la vida), el resultado de lo que significa pasar por la vida y entender el auténtico sentido de la existencia.

 

Bruno Rosario Candelier

Academia Dominicana de la Lengua

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