Naturaleza y función de la Academia Dominicana de la Lengua

Por Bruno Rosario Candelier

Director de la Academia Dominicana

 

   Naturaleza de la Academia Dominicana de la Lengua. La Academia Dominicana de la Lengua (ADL), correspondiente de la Real Academia Española (RAE), se estableció en Santo Domingo el 12 de octubre de 1927, y desde su fundación comparte la misión que por mandato oficial le fuera asignada a la RAE y, en tal virtud, colabora en las tareas que realiza la corporación de Madrid, centradas en el estudio de la lengua y el cultivo de las letras para conservar su esencia, impulsar su desarrollo y atizar el potencial del genio idiomático con tesón y entusiasmo.

La ADL cuenta con 28 miembros de número, 40 miembros correspondientes nacionales y 15 miembros correspondientes extranjeros. Los miembros numerarios, como titulares de la institución, su elección se realiza mediante el voto de los miembros establecidos, su entrada se formaliza con un discurso de ingreso en que el recipiendario es recibido por un miembro y, según el protocolo establecido por la tradición académica, el director procede a instalarlo en el sillón signado con una letra del alfabeto y, al imponerle la medalla, queda oficializada la incorporación del nuevo académico como miembro de número de la ADL y miembro correspondiente de la RAE. Integrante de la Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE), desde su fundación la ADL promueve el conocimiento de nuestra lengua y la valoración de nuestras letras, según consignan los estatutos de las Academias de la Lengua, y todas secundan el lema de la RAE, “Limpia, fija y da esplendor”, por la propiedad, la corrección y la elegancia del buen decir. El estudio sobre la naturaleza y el desarrollo de nuestro sistema de signos y de reglas en su dimensión discursiva, expresiva y activa plasmada en los hechos de lengua, implica la observación de los actos del habla y sus variantes dialectales y estilísticas, con especial atención a la obra de los escritores, que son los usuarios privilegiados de la lengua, y ambos estamentos, la lengua viva del pueblo y la lengua culta de los literatos, entrañan la fuente del caudal léxico, semántico y gramatical en cuya veta idiomática estudiamos nuestro medio expresivo de comunicación, no con una simple actitud de aficionado, sino con esmerada disciplina filológica para que nuestros estudios propicien una fuente válida para el conocimiento de la palabra, que enaltece el vínculo de lo humano y lo divino en el arte de la creación verbal.

Presencia de la Academia en la sociedad. La conciencia de lengua constituye una poderosa motivación intelectual para asumir la palabra como herramienta de trabajo ya que el uso del lenguaje, entre cuyos usuarios sobresalen escritores, profesores, sacerdotes, políticos, periodistas, actores y comunicadores mediante la realización de un decir que sirve de transmisión de conocimientos, intuiciones, verdades, testimonios y vivencias que fundan los cimientos de nuestra cultura con el despliegue del talento creador de cuantos acuden a la palabra con sentido científico, artístico, humanístico, estético y espiritual. De ahí la necesidad de contribuir al desarrollo de una expresión correcta, precisa y elegante mediante el uso acrisolado de la lengua, que esta Academia impulsa y promueve para que nuestros hablantes forjen sus imágenes y conceptos con la belleza que conmueve la sensibilidad y la verdad que edifica la conciencia. La autoridad lingüística de la Academia Dominicana de la Lengua, en tanto institución estudiosa y orientadora de nuestro idioma, entraña la realización de una obra lexicográfica, gramatical y ortográfica para “lograr el fruto que se propone de poner la lengua castellana en su mayor propiedad y pureza”, según rezan los estatutos de la institución, misión que asumimos los académicos dominicanos en nuestra condición de cultores de la lengua con la vocación para forjar una expresión ejemplar que potencie el caudal idiomático y enriquezca la expresión literaria en la fragua del buen decir, crisol y cauce de la más alta aspiración lingüística de los hablantes conscientes del don que entraña la posesión y el dominio de la palabra.

Servicio a los usuarios de la lengua. En nuestra condición de hablantes, estudiosos y cultores del español dominicano, los académicos acoplamos el genio de nuestra lengua a nuestra idiosincrasia cultural nativa. La lengua es la mejor vía para fortalecer nuestra esencia como pueblo y nuestra idiosincrasia intelectual, mediante una definida cosmovisión abierta y un amplio horizonte espiritual que potencie, mediante una expresión correcta, comprensible y hermosa, el fuero de nuestra lengua y el valor de nuestra cultura. Para cumplimentar ese singular objetivo hemos realizado centenares de actividades lingüísticas y literarias en la sede de la Academia y, con los académicos de la lengua comprometidos con la institución, nos hemos desplazado a diferentes centros culturales y comunidades del país para incentivar el interés por la lengua y el aprecio por las letras españolas, americanas y dominicanas. Hemos organizado coloquios y talleres lingüísticos y literarios. Hemos editado opúsculos, libros y diccionarios. Hemos contestado decenas de comunicaciones y respondido a variadas consultas lingüísticas y literarias. Con Fundéu, Fabio Guzmán Ariza y Ruth Ruiz dan oportunas recomendaciones ortográficas y gramaticales. El equipo lexicográfico de la ADL realiza ingentes tareas de estudio sobre el habla dominicana. Hemos presentado los códigos de la lengua en diversos escenarios. Contestamos cartas y correos electrónicos, y aclaramos dudas sobre lengua y literatura. Llevamos nuestras inquietudes idiomáticas a diversos centros docentes del país. Hemos presentado de manera presencial y mediante plataforma telemática ponencias, charlas y libros en diferentes centros culturales nacionales e internacionales. Hemos colaborado con la RAE, de la que somos los interlocutores autorizados de nuestra habla y de nuestro país, en informes lexicográficos, gramaticales, fonéticos y ortográficos sobre nuestros códigos lingüísticos. Redactamos reportes mensuales y boletines de las actividades lingüísticas y literarias para los académicos y preparamos textos sobre nuestra labor en la Academia.

Con los integrantes de la comisión lingüística de la Academia (Bruno Rosario Candelier, María José Rincón, Ricardo Miniño Gómez, Fabio Guzmán Ariza, Ana Margarita Haché, Rafael Peralta Romero, Roberto Guzmán, Ruth Ruiz, Domingo Caba, Liliana Olloqui, Rita Díaz, Fernando Cabrera y Miguel Collado), hemos sembrado inquietudes lingüísticas mediante conferencias, talleres y publicaciones; y con la comisión literaria de la institución (Bruno Rosario Candelier, Federico Henríquez Gratereaux, José Enrique García, Manuel Núñez, Juan José Jimenes Sabater, Tony Raful, José Rafael Lantigua, Ofelia Berrido, Emilia Pereyra, Cérvido Candelaria, Camelia Michel, Carmen Pérez Valerio, Juan Freddy Armando y Luis Quezada), hemos llevado orientación literaria a diferentes escenarios. El estudio de la lengua y la literatura han sido, desde su fundación, la razón y la inspiración que justifica la existencia de la ADL a favor de nuestro idioma y de nuestro país. Desde las raíces de nuestra cultura y la energía de nuestra conciencia aflora el aliento iluminador mediante el cual fluye, con el saber que edifica y la belleza que ilumina, la voz orientadora. Con esa tarea centrada en la palabra, esta Academia cumple la misión que le fuera signada para hacer de nuestro idioma la fuente de nuestras apelaciones intelectuales, morales, estéticas y espirituales, crisol y cauce de la palabra.

 

Perfil y razón de la Academia Dominicana de la Lengua 

  1. ¿Cómo y cuándo se fundó la Academia Dominicana de la Lengua? A mediados del año de gracia de 1927, la Real Academia Española (RAE) contactó a su Excelencia Adolfo Alejandro Nouel, entonces arzobispo de Santo Domingo, para que este ilustre dignatario de la Iglesia Católica convocara a prestantes figuras de la intelectualidad dominicana con el objetivo de fundar una institución similar a la RAE, que sería la Academia Dominicana de la Lengua (ADL). Organizada gracias a la iniciativa del arzobispo Nouel, quien convocó para tal fin a notables intelectuales y personalidades del país en la tercera década del siglo XX, la ADL quedó fundada en el Palacio Arzobispal de la capital dominicana el 12 de octubre de 1927. Los miembros fundadores de la ADL, encabezados por el arzobispo de Santo Domingo, fueron los siguientes: Mons. Dr. Adolfo A. Nouel, Presidente; Lic. Alejandro Woss y Gil, Vicepresidente; Lic. Federico Llaverías, Secretario; Lic. Cayetano Armando Rodríguez, Lic. Manuel A. Patín Maceo, Lic. Manuel de Jesús Troncoso de la Concha, Dr. Alcides García Lluberes, Lic. Félix M. Nolasco, Dr. Bienvenido García Gautier, Lic. Arístides García Mella, Lic. Andrés Julio Montolío y Lic. Rafael Justino Castillo. Cuando la ADL fue reconocida el 31 de diciembre de 1931 como Academia Correspondiente de la Real Academia Española, su matrícula fue elevada a 18 miembros de número, que se sumaron a los ya citados: Lic. Manuel de Jesús Camarena Perdomo, presbítero Dr. Rafael Conrado Castellanos, Lic. Juan T. Mejía, Dr. Max Henríquez Ureña, Lic. Enrique Henríquez, Dr. Arturo Logroño y Lic. Ramón Emilio Jiménez. Sus miembros de número han de ser dominicanos cultos, disciplinados y honestos y, desde luego, amantes de las letras y cultores de la palabra. En virtud de su vinculación con la RAE, la ADL forma parte de la ASALE, entidad que obtuvo su autonomía mediante un tratado de los países miembros efectuado en la capital de Colombia, Santa Fe de Bogotá, el 28 de julio de 1960, según Resolución no. 274 del 19 de marzo de 1968, publicada en la Gaceta Oficial no. 9074, del 28 de marzo de 1968.
  1. ¿Cómo son elegidos los miembros de la Academia? Los miembros de la Academia son elegidos por los propios académicos numerarios. Un miembro de número propone un candidato, que se somete a la consideración de los titulares de la Academia. Si ese candidato obtiene mayoría de votos en la asamblea eleccionaria, queda elegido miembro. Sólo tienen derecho al voto los miembros de número a los cuales se les asigna un sillón, signado con una letra del alfabeto. La incorporación del nuevo miembro se realiza mediante un acto protocolar, presidido por el director, quien formaliza su entrada a la corporación como miembro de número de la ADL y miembro correspondiente de la RAE, tras la lectura de un discurso de ingreso, presentado por el nuevo miembro, y un académico lo recibe con un discurso de recepción en nombre de la corporación.
  1. ¿Cuál es el rol de la Academia de la Lengua en la sociedad? En primer lugar, y a lo interno de la institución, la Academia colabora con las tareas lingüísticas (lexicográficas, ortográficas y gramaticales) de la RAE, labor centrada fundamentalmente en la revisión de los diccionarios, la ortografía y la gramática de nuestra lengua, de acuerdo con las pautas emanadas de la RAE, labor que realizamos en forma consensuada en atención al carácter panhispánico de los códigos esenciales de nuestra lengua, que orienta la visión de las autoridades de la RAE, de la que cada una de las Academias reconocidas tiene la categoría de correspondiente de la Española, razón por la cual los miembros de número son correspondientes de la RAE. En segundo lugar, y a lo externo de la institución, esta Academia realiza una labor de investigación, organización y promoción de temas y asuntos vinculados con el estudio, la difusión y la defensa de nuestra lengua, conforme la misión esencial de las Academias, que desde su fundación ha sido el estudio de nuestra lengua y el cultivo de las letras. Cada Academia centra su atención en la variante idiomática del español de su tierra. Procuramos realizar esa misión mediante la realización de estudios de nuestra lengua y la promoción de actividades canalizadas en seminarios, coloquios, conferencias, tertulias, presentación de libros, participación en los medios de comunicación, atención a consultas lingüísticas, etc. Velamos por el desarrollo de nuestra lengua, el mantenimiento de los valores intelectuales, espirituales y estéticos inherentes a nuestra herencia lingüística y el fortalecimiento del acervo cultural y la defensa de nuestra esencia nacional de un país que habla español, concepto que recoge el lema de nuestra Academia: “La Lengua es la Patria”. Contamos con colaboradores para la realización de la misión que nos compete. Con ese fin, la presente dirección de la institución creó el Grupo de Narradores “Mester de la Academia” para impulsar la creación literaria fundada en el genio de nuestra lengua e inspirada en nuestras raíces históricas, lingüísticas y culturales. Hemos creado el Instituto de Formación Lexicográfica, para impulsar los estudios de nuestra habla y rastrear el comportamiento de nuestra lengua y el desarrollo de nuestras letras. Creamos también la Tertulia Lingüística de la Academia, para incentivar los valores de nuestra lengua; la Tertulia Literaria de la Academia, para fomentar el conocimiento de las letras y dar a conocer los valores literarios del país. Esta corporación pondera y enaltece la función social, moral y espiritual de la palabra mediante el uso ejemplar de la lengua y el cultivo de los valores que enaltecen la condición humana, por lo cual la ADL es una de las instituciones culturales más importantes.
  1. ¿Cuáles condiciones se requieren a quienes aspiren a ingresar a esta institución? La primera condición, entre varias, es la de que el aspirante a miembro de nuestra institución sea un hablante con alta conciencia lingüística. Siendo la lengua una propiedad de los hablantes, y siendo la Academia la institución llamada a regir cuanto concierne al desarrollo de nuestra lengua, ha de estar integrada por lingüistas y filólogos expertos en la explicación de nuestra lengua; por creadores literarios con la capacidad intelectual para teorizar sobre los fenómenos de la creación literaria; y por hablantes cultos cuya conciencia lingüística se manifieste en obras publicadas con evidente dominio de la lengua. Se trata, en síntesis, de personas con méritos lingüísticos y literarios exhibidos en el uso de la lengua mediante sus creaciones o sus publicaciones; en manifestaciones intelectuales, morales, estéticas y espirituales que connoten los atributos del candidato con las condiciones formativas y los méritos lingüísticos y literarios para formar parte de nuestra corporación. Tanto la RAE, como las demás Academias, están abiertas no solo a filólogos y lingüistas, sino a los escritores y los hablantes cultos con preocupación por la palabra, y actualmente la institución matriz recomienda que incorporemos individuos de las diferentes disciplinas científicas y humanísticas (Historia, Medicina, Sociología, Economía, Política, Agronomía, Religión, Filosofía, Artes, Ciencias, etc.), de manera que las Academias incorporen especialistas y conocedores en todas las ramas y vertientes del saber humano, siempre que esos intelectuales tengan conciencia de su lengua.
  1. ¿Qué aporte ha hecho la Academia Dominicana de la Lengua a nuestra cultura? La Academia Dominicana de la Lengua ha sido un baluarte en la defensa de los valores de la dominicanidad desde la base de nuestra cultura, que es la lengua. No solo hemos contribuido con los planes y proyectos de la RAE en el desarrollo de nuestro idioma, sino que cada académico tiene una brillante hoja de servicios al país desde la lengua misma, comenzando por sus creaciones literarias, el ejercicio de la palabra a través de la cátedra, el púlpito y los medios de comunicación, y cada uno de ellos ha hecho un uso ejemplar de la lengua y ha dado notaciones de creación mediante el cultivo de la literatura, o ha realizado un aporte intelectual mediante la labor interpretativa de textos, la docencia universitaria, el ejercicio crítico o la creación ensayística y el enriquecimiento de la vertiente estética de nuestra lengua con obras de poesía, narrativa y teatro. Hemos editado boletines y libros que impulsan el conocimiento y la valoración de nuestra lengua. Hemos realizado un trabajo de difusión lingüística y literaria en las principales poblaciones del país.
  1. ¿Cuáles son los criterios para introducir nuevas palabras a nuestro idioma? La Academia requiere que un vocablo haya sido sancionado por el uso durante cinco años para ser incorporado al Diccionario de la lengua española. Esa vigencia temporal es importante porque hay voces y expresiones que surgen y desaparecen, por lo cual es conveniente que las que registre la Academia sean vocablos vigentes, con ese lapso de tiempo ratificado por los usuarios de la lengua. Y, desde luego, las palabras incorporadas han de ser realmente representativas de un sector considerable de los hablantes. Cada país contribuye con el aporte de nuevos vocablos y nuevas expresiones al caudal léxico de la lengua general.
  1. ¿En qué se distingue un dominicanismo en el conjunto de voces de nuestro léxico? Un vocablo se considera dominicanismo si cumple las siguientes condiciones: a) Una palabra con una composición léxica original del español dominicano. b) Una palabra de la lengua española con una acepción o significación exclusiva del lenguaje dominicano. En el primer caso, cuando se trata de una palabra propia del léxico dominicano, es decir, con una nueva estructura léxica, y por tanto inexistente en el repertorio de la lengua, lo que se llama dominicanismo léxico. En el segundo caso, es decir, cuando se trata de una palabra de la lengua a la que le asignamos un nuevo significado, exclusivo entre nosotros, se llama dominicanismo semántico. Palabras como chin, pariguayo, tutumpote, son dominicanismos léxicos; y términos como aguaje, boche, vale, son dominicanismos semánticos, porque estos últimos existen en la lengua general, aunque en el español dominicano tienen una acepción o un sentido específico. Hay muchos términos y expresiones que entran en esa categoría. Hemos coleccionado y definido algunas voces que hemos propuesto a la consideración de la Real Academia Española para su incorporación al diccionario oficial de nuestra lengua.

 

Un poco de historia de la Academia Dominicana de la Lengua

Bruno Rosario Candelier

Director de la Academia Dominicana

 

La Academia Dominicana de la Lengua, establecida en Santo Domingo el 12 de octubre de 1927, con la categoría de correspondiente de la Real Academia Española en República Dominicana, cultiva el estudio de la lengua española como fundamento de nuestra cultura y aplica la pauta expresada en su lema “La Lengua es la Patria”.

La sede oficial de la Academia Dominicana de la Lengua, ubicada en un imponente edificio de concreto armado en la Ciudad Colonial de Santo Domingo, rotulado con el nombre de Casa de las Academias, comparte el inmueble con la Academia Dominicana de la Historia y la Academia Dominicana de Medicina.

La fachada y el material con que está construido el edificio de la Casa de las Academias, ubicado en la calle Mercedes, no. 204, con dependencias correspondientes a los dos niveles de que consta, obedecen a una estructura cuyo diseño es de inspiración colonial al modo hispánico, con admirable valor histórico, ambiental, documental y técnico. Su actual función como alojamiento de la Casa de las Academias es esencialmente cultural y educativa. El estilo y la categoría del edificio, incluidos ciertos detalles singulares -aljibe de ladrillo en su patio interior, hueco para Santa Bárbara, vertedero, habitaciones contiguas- es una construcción de los primeros tiempos coloniales restaurada hacia el año de 1880 y su apariencia revela, entre otros elementos arquitectónicos, unas arquerías y su materia en piedra que sugieren datos de comparación con otros importantes monumentos ubicados en la Ciudad Colonial de Santo Domingo. Una visión en perspectiva de la fachada frontal del edificio revela el valor monumental que expone el período histórico de la época en que la edificación fue construida, así como el estilo republicano colonial que la caracteriza. La finalidad académica asignada a la edificación donde tuvo su morada el presidente de la República, general Ulises Heureaux (Lilís), es ahora su actual destino. Unas fotos desde diferentes perspectivas, como una ilustración fotográfica con vistas de las fachadas delantera y trasera (calles Mercedes y Luperón), reflejarían sus interiores con sus arcadas y detalles como tímpano, puerta principal y pozo del patinillo, ya que muestra un panorama atractivo desde el punto de vista arquitectónico. Su espaciosa contextura y su variedad de elementos arquitectónicos causa especial deleite al contemplador por la sensación de amplitud en los gruesos muros encalados, de singular resistencia al paso del tiempo. Primero fue un fortín militar al servicio del gobernador de la Colonia en el siglo XVIII y continuó siéndolo durante la siguiente centuria, de acuerdo con las huellas de objetos encontrados en esas etapas del calendario. Aunque se combinan en el edificio los trabajos de construcción correspondientes a porciones históricas continuas y diferentes, la remodelación efectuada en los finales del siglo XIX por Manuel María Gautier integra y unifica sus características. Cuando este local se usó como residencia del presidente Lilís, se modernizó según los gustos y modas al estilo francés y victoriano. Entonces aparecen en ella el balcón corredizo de su fachada y sus puertas y tragaluces labrados según la versión antillana de inspiración victoriana. Tras la muerte del presidente Heureaux, la casa fue vendida y albergó en lo sucesivo la Receptoría de Aduanas, en el período del gobierno durante la Ocupación Americana (1916-1924), y luego la Contraloría de la República, el Banco Central y el Monte de Piedad. Hubo también una galería artística.

El misterio no queda fuera del acontecer ligado a este inmueble como a muchos edificios de la Ciudad Colonial. Consideramos dicho factor como uno de los atractivos turísticos en esta zona de la ciudad capital, donde la historia se mezcla con lo arcano en personajes, leyendas, historietas y hechos. Todo, dentro de la simetría física y el equilibrio que caracterizan el aspecto material de estos impresionantes edificios coloniales. Así, el macabro hallazgo de un cuerpo de mujer aparecido en el caserón con motivo de los trabajos de confección de un horno para uso de la oficina del Banco Central,  que allí se estableció, puso el toque siniestro, que rara vez ha faltado en la vida de dichos personajes silenciosos que suelen compartir el espacio físico en templos, ruinas y palacios antiguos.

Como acontece con las personas, sucede con esta casa, que en su origen era distinta: su distribución diferente, así como su finalidad. Distinta era su posición, diversa la ubicación de su portal y de su patio. Tenía huecos simétricos que evidencian la anterior existencia de utensilios armamentísticos, escalera, pasarela, huellas de letrinas cuyos tamaños sugieren gran concentración humana, un pozo de forma singular, huecos, desagües, la arcada y arcos de piedra difieren su estructura material entre el primer y segundo niveles donde ladrillos sustituyen piedras y cambian hacia una particularidad poco usual en arquitectura colonial.

El cambio de vida en los siglos XIX y XX influye sobre los espacios ahora dedicados a nuevos usos, más comodidad y mayor funcionalidad. Cisterna y modernos sanitarios ocupan el patio central. Los estudios arqueológicos refieren la aparición en capas profundas de restos y cerámicas indígenas, además de surcos para el almacenaje de las armas. El gobierno dominicano que presidiera el presidente Joaquín Balaguer, quien fuera miembro numerario de la ADL, ordenó la restauración de esta casa que en principio autorizó a la  Academia Dominicana de la Lengua instalar su sede en ella, y que hoy alberga las sedes solemnes de tres citadas Academias de la Lengua, de Historia y de Medicina.

Por razones históricas, arquitectónicas y ambientales el edificio de la Casa de las Academias se acerca al cumplimiento de las reglas que buscan mantener la imagen de la Ciudad Colonial. A saber: equilibrio de lo antiguo y lo actual, lucidez y homogeneidad de elementos urbanos e históricos y armonía estructural en sus elementos componentes.

La Ciudad Colonial se rige por un plan regulador que abarca los circuitos monumentales, con faroles para el alumbrado, calles adoquinadas y hermosos balcones. En cuanto al primer punto, se toman en cuenta los criterios de definición del límite aledaño; aspectos por reglamentar en un entorno de monumento o de conjunto; incluidas la homogeneidad y la coherencia contextual de los inmuebles; selección de ambientes republicanos y sus aspectos por reglamentar; crecimiento del inmueble, tratamiento histórico-arquitectónico y categoría de los mismos. Además, estilos y sus relaciones contiguas, siluetas, techo, textura; color de los muros; aderezos de carpinterías; rejas, puertas y ventanas; materiales, jambas, dinteles; relieves, balcones y balconcetes. El monumento colonial aquí descrito pertenece al estilo colonial afrancesado republicano. Es decir, en principio vivienda abierta al clima, balcones corridos, simetría en la edificación, elevadas puertas. Luego, incorporación de materiales como concreto armado, balcones corridos de hierro, tragaluces, grandes rejas que mitigan el calor tropical y facilitan la circulación de los vientos. El diseño de la Casa de las Academias se basa en el concepto actual que usa la funcionalidad sin excesos de fantasía, a menos que así lo permita la capacidad de los materiales usados. Forma y materia van entrelazadas para darle funcionalidad y esplendor a la edificación. Para la estructuración física de la construcción que aloja a la Academia se toma en cuenta su finalidad cimentada en el origen solemne que animaba ese concepto desde su nacimiento en la antigua Atenas, dedicada al cultivo de la filosofía y orientada primeramente por Platón, en la que se reunían sabios y pensadores, hasta llegar después a su amplia función, que es la de servir de albergue a la cultura general, a través de las actividades de escritores, historiadores, científicos, filólogos y literatos. Ejemplo sobresaliente de esta clase de institución es la Academia Dominicana de la Lengua, correspondiente de la Real Academia Española, con su lema “La Lengua es la Patria”. Creada gracias a la iniciativa del arzobispo Adolfo A. Nouel, quien convocó para tal fin a notables intelectuales y personalidades de Santo Domingo en la tercera década del siglo XX, quedó fundada en el Palacio Arzobispal de la capital dominicana, el 12 de octubre de 1927. Esta entidad lingüística fue incorporada a la Real Academia Española el 31 de diciembre de 1931 y sus miembros fundadores fueron reconocidos como miembros de número de la Academia Dominicana de la Lengua y miembros correspondientes de la Real Academia Española. Actualmente cuenta con miembros de número y miembros correspondientes, que son individuos escogidos por su talento, su aporte y su colaboración al servicio del desarrollo cultural. La institución forma parte de la Asociación de Academias de la Lengua Española, que obtuvo su autonomía legal mediante un tratado de los países miembros efectuado en Santa Fe de Bogotá, Colombia, en 1960. Un ilustre miembro de esta Academia, el doctor Joaquín Balaguer, a la sazón presidente de la República, concedió a la Academia Dominicana de la Lengua, con motivo de la celebración del Quinto Centenario del Descubrimiento y Conquista de América en 1992, la autorización para ocupar el edificio de la calle Mercedes, marcado con el número 204, de la Ciudad Colonial de la capital dominicana.

Esta Academia, que tiene la categoría de entidad paraestatal, consigna el ideal de “mantener en la República Dominicana el idioma castellano en todo su esplendor y pureza”. El grupo originario de 12 miembros fundadores se ha elevado hoy a 28 miembros de número y 40 correspondientes nacionales y 15 miembros correspondientes extranjeros. Los asientos de los miembros de número, que son vitalicios, están identificados con las letras del alfabeto desde la A hasta la Z en sus respectivos sillones académicos. Merece primordial atención y especial recuerdo, entre sus documentos constitutivos, el primer discurso de su ilustre fundador en el cual figuran, como faro de iluminación patriótica y cultural, estas significativas palabras: “Limad con el acero de la inteligencia las duras asperezas de la realidad y habréis levantado a la República un monumento más duradero que el mármol y el bronce, más resistente que el granito de nuestras montañas, más enhiesto que los picachos de nuestras cordilleras y tan sublime como la libertad conquistada a golpe de sacrificios y heroísmos de nuestros ilustres antepasados”.

Estas ideas emanadas de la privilegiada mente del primer presidente de esta corporación han dado impulso y esplendor a la Academia Dominicana de la Lengua, presidida desde su fundación por ilustres intelectuales, capaces y consagrados, como han sido los doctores monseñor Adolfo Alejando Nouel (1927-1937), Cayetano Armando Rodríguez (1937-1940), Juan Tomás Mejía Soliere (1940-1961), Fabio A. Mota (1961-1975), Carlos Federico Pérez y Pérez (1975-1984), Mariano Lebrón Saviñón (1984-2002) y Bruno Rosario Candelier, actual director, quien rige los destinos de esta institución desde el 2002.

 

Bruno Rosario Candelier

Academia Dominicana de la Lengua

Santo Domingo, R. D.,  9 de junio de 2021

Cuquear, quitar

Por Roberto E. Guzmán

CUQUEAR

“Porque en estos momentos que me CUQUEAN…”

Hace largo tiempo que este verbo circula en el habla de los dominicanos. Es una pena que voces como estas, por el hecho de no pertenecer al español internacional no consten con documentación en la literatura; solo en años recientes se ha podido avanzar en este punto.

En casos como este hay que conformarse con los levantamientos de voces que se hicieron en el pasado que constan en los diccionarios y vocabularios, aunque infortunadamente fueron redactados sin citas documentales.

D. Augusto Malaret fue el primer estudioso que recogió el uso de un verbo con la significación que tiene cuquear en el actualidad. Es el verbo cucar que ya a principios del siglo XX se consideraba anticuado en España. Ese tratadista escribe que cucar es, “Molestar, provocar. – // Incitar a uno porfiadamente para que ejecute una cosa”. Cuarenta años más tarde, 1955, este autor asienta la misma acepción con una cita del año 1849.

La primera mención del verbo con la grafía cuquear viene en el Vocabulario cubano (1921:169), allí aparece así, “Empleado por ´azuzar´, ´provocar´”. En esa obra vienen también varias palabras de la misma familia, “cuqueador, cuqueadura, cuqueo”. Como es posible inducirlo, el cuqueador es la persona aficionada a cuquear; la cuqueadura y el cuqueo son sinónimos para, “Acción y efecto de cuquear”. Este autor entiende que el verbo cuquear debe su etimología al castellano antiguo cucar.

En El español en Santo Domingo, D. Pedro Henríquez Ureña asienta la voz del título con la acepción de “provocar”; a la vez reconoce que es voz conocida en Cuba, Puerto Rico y Venezuela. D. Pedro reconoce, usando paréntesis, que esa voz se conoce en España.

Lo que sucedió con el verbo original, cucar, es algo que ha sucedido en la lengua a través del tiempo sobre todo en América. Algunos verbos de vieja estirpe reciben modificaciones por medio del habla. Sobre todo, en un caso como el que se comprueba aquí cuando el uso del verbo iba de capa caída en el español de la península. La terminación que se atribuyó a este verbo es una que ha producido muchos verbos en el español de las Antillas, -ear.

En el habla descuidada (¿cotidiana?) se enuncia el verbo cuquiar que es como D. Emilio Rodríguez Demorizi escribe el verbo en su obra Del vocabulario dominicano (1983:73) y lo define, “Despertar los instintos de alguien, incitar. . .” Él introduce una explicación al añadir, “No me cuquees. No me busques”. Con estas palabras reconoce que significa provocar.

El verbo ha conservado vigencia en el español cubano, ejemplo de esto es la forma en como el Diccionario ejemplificado del español de Cuba (2016-I-367) se ocupa de este, “Incitar a alguien con palabras o hechos a que reaccione de manera airada”. Es una definición completa. Ese diccionario reconoce el valor del verbo en tanto “azuzar” un animal.

En Venezuela parece que el origen del verbo procede del juego con un trompo de los que se enrollan para hacerlo bailar, reguilar. De allí pasó a, “Provocar, molestar a una persona o animal”.

En Puerto Rico el verbo ha conservado el valor original, a la vez que pasó a significar “Preparar la droga químicamente, cocinarla”. Allí se ha conservado el verbo cucar.

El Tesoro del español de Puerto Rico trae noticias del uso de cuquear en Tabasco, México y Bolivia, además de los antes consignados.

 

QUITAR

“… me QUITAN un millón 250 mil pesos para darme una terapia…”

El verbo quitar posee muchas acepciones. Algunas de ellas han estado en la lengua desde hace siglos; otras han ido incorporándose con la evolución de la lengua. Con el uso que las ha impuesto. Esas acepciones han sido reconocidas por las Academias como correspondía.

En la cita que ilustra el uso al principio de esta sección, no hay modo de que pueda hacerse entrar este uso entre las acepciones reconocidas por el diccionario oficial de la lengua común.

En ninguno de los diccionarios de consulta internacional aparece una definición que satisfaga el uso que de este se hace en la cita en cabeza de este escrito. Hubo que esperar hasta la aparición del Diccionario del español dominicano en el año 2013 para que se hiciera constar este uso dominicano que constituye un dominicanismo semántico. En la página 581 de ese lexicón aparece así, “Cobrar una cantidad de dinero por algo”.

Leído con la ayuda de esta acepción se entiende que en la cita no se trataba de despojar o privar a una persona de la cantidad de dinero que se menciona.

Llama la atención que solo en el habla de los dominicanos se encuentra este uso. En el Diccionario de la lengua española de la Asociación de Academias de la Lengua Española el verbo quitar aparece con catorce acepciones y solo una de ellas alude a asunto pecuniario, “Desempeñar lo que estaba en prenda o garantía”.

Con la acepción dominicana del verbo quitar hay que tratar de entender cómo llegó el hablante dominicano a este uso. La explicación posible, o una de ellas, es que con este verbo empleado de esta manera lo que destaca el hablante es la poca o ninguna disposición que experimenta una persona para pagar por el servicio que se le presta. Indirectamente quien paga se siente desposeído mediante el cobro de que se hace objeto; de ahí que se exprese de este modo.

Este uso del español dominicano no anda descaminado del español antiguo, pues el Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico (1982-IV-736) trae la noticia de que “quitar valga ´pagar´. De donde “me quitan” equivale a “me hacen pagar”. Quitar fue también “solventar una obligación”.

Quillarse, enllavado

Por Roberto E. Guzmán

QUILLARSE

“… el solo hecho de mencionarla hace que me QUILLE…”

El verbo quillarse es de reciente aparición en el léxico dominicano. Como ha sucedido con muchas otras voces nuevas esta tiene características que hacen pensar que proviene de los estratos jóvenes de hablantes de español dominicano.

El español dominicano conocía con anterioridad a este, el verbo transitivo quillar con el valor de, “Golpear y arrancar un fragmento a un objeto de vidrio”.

En el habla moderna quillado se utiliza en mayores ocasiones para transmitir la idea de que alguien está enfadado, molesto. Es un sentido del verbo que ha alcanzado más notoriedad, al punto de dar origen a “quille” que es la molestia o enfado mismo producido por la acción.

En el primer verbo transitivo quillar, la cosa que había sido golpeada y perdido un fragmento, se decía que estaba quillada. Hay que resaltar en este punto cómo el habla rápidamente acude a establecer diferencias al elegir dos palabras diferentes para distinguir los resultados del mismo verbo cuando este tiene sentidos distintos; cuando se trata de la persona, en el verbo intransitivo pronominal quillarse, la persona “tiene un quille”.

Es posible que cada persona reaccione de manera diferente al oír una palabra. Una parte de esta reacción proviene de conocimientos o experiencias anteriores en la vida propia. Esto es para destacar que el verbo quillar usado para golpear y arrancar un fragmento de un vidrio, se utilizaba también para los objetos con esmalte que perdían parte de este.

La reacción personal de quien escribe al oír el verbo quillar en su primera acepción era acerca de la imperfección de lo que se hablaba. El quillado afeaba la superficie al producir imperfección en el acabado de la superficie.

El verbo quillar(se) puede considerarse de aparición relativamente reciente en el español dominicano. Esto así si se toma como referencia que la primera mención en un lexicón dominicano es en el Diccionario del español dominicano (2013:580). Puede afirmarse que es una creación léxica del español dominicano, tanto por su formación como por su significado.

 

ENLLAVADO

“… oficiales de las FF.AA.  y de la Policía Nacional, ´bien ENLLAVADOS´ figuraban en varias nóminas…”

La búsqueda en las obras acerca del español dominicano relativas a la familia de voces “enllavado, enllavamiento, enllavadura, enllavar, enllave”, hace pensar que son de reciente aparición en el español dominicano. Hay más aún, se piensa que esas voces tuvieron su origen en el ámbito urbano, por oposición al rural.

Esta descendencia procreada por el verbo enllavar tiene su explicación. El enllavado es la relación establecida entre las personas. El enllavamiento es el resultado de la relación. La enllavadura es el trato o conexión. Enllavar es la acción de trabar el nexo. El enllave es cada una (agente) de las personas envueltas en este tipo de amistad.

Entre las obras que se han ocupado del vocabulario dominicano la primera que registra una voz emparentada con estas es Dominicanismos de Patín Maceo. La voz que trae esta obra es enllavar. Este verbo lo consigna de este modo, “Conseguir un empleo”.

Mediante la lectura de la acepción puede comprobarse la estrechez primera del significado. En las obras sucesivas el verbo y sus derivados ensancharon su campo de acción.

Enllave aparece en Del vocabulario dominicano (1983:104) con el valor de, “Compañero, cómplice. Camarada”. Para el verbo este autor repite lo que Patín Maceo había escrito antes.

Puede observarse que en los cuarenta años transcurridos entre una obra y otra apareció el nombre para la persona que ejerce o recibe la acción. Así mismo las personas involucradas en la relación de enllavadura pasan a ser compañeros, camaradas; y hasta cómplices como sugiere la cita en cabeza de este escrito.

Con este deslizamiento del uso la voz alcanza un cariz de envilecimiento del que carecía al principio. A la voz enllave Deive en su Diccionario de dominicanismos (2002:86) añade “persona influyente”. Es probable que este autor haya llegado a esta conclusión porque el sujeto de la acción es capaz de “conseguir un empleo”.

Más arriba se dejó entrever la posibilidad de que la voz hubiese nacido en los pueblos. Esta teoría se presenta porque la mayoría los “empleos” se generan en la estructura gubernamental de las instituciones públicas. El verbo conseguir en la primera definición de enllavar permite traslucir que la posición obtenida para otro se hace por la relación de amistad que implica el compañerismo, la camaradería.

La definición reciente del enllave la consigna el Diccionario de americanismos (2010), “Socio o persona de confianza que presta su ayuda para algún fin”. Echa de verse en la redacción de esta acepción que el enllave no solo se limita a conseguir empleo, sino “algún fin”. Por tanto, es más amplio el alcance de la influencia que un simple empleo.

En la misma dirección anterior se orienta el Diccionario del español dominicano (2013:288) cuando a la acepción anterior reconoce la confianza que existe entre las personas involucradas en la relación de enllaves, “persona de confianza”.

La evolución más reciente del concepto enllavadura la incluye el último diccionario citado cuando en la segunda acepción escribe, “Amigo, compañero inseparable”, con lo cual se colocó el acento sobre el sentimiento de afecto y confianza.

Alcanzado este punto puede repetirse la teoría que se avanzó en un artículo anterior a este que versó sobre el origen de estas voces. Se piensa que esta familia de voces deriva de la palabra llave. Es un vínculo creado, es un medio que asegura quitar estorbos o dificultades que se oponen a la consecución de un fin.

En la sociedad dominicana cada persona que vive en el seno de una comunidad, por fuerza de las circunstancias tiene sus enllaves de diferentes clases para fines distintos.

Estas voces estudiadas aquí se parecen mucho a una tendencia y práctica que existe en los países menos desarrollados políticamente, es la práctica del amiguismo que es la propensión a favorecer a los amigos a toda costa para cargos, privilegios y puestos.

Las voces examinadas en esta sección son creaciones léxicas del habla de los dominicanos. Solo los dominicanos cuentan con una voz, o varias, para denotar la trabazón de afecto y confianza que se han definido más arriba.

El cambio lingüístico

Por Tobías Rodríguez Molina

 

A Heráclito,  uno de los grandes pensadores griegos que vivió en el siglo VI a. C., se le atribuye el principio de “todo fluye, todo cambia, nada permanece”.  Y, además, “nadie puede bañarse dos veces en el mismo río.” En Google, parafrasean esto último diciendo: “Porque aunque aparentemente el río es el mismo, sus elementos, su cauce, el agua que corre por él ha cambiado. El cambio es la constante de la vida ya que esta representa una constante transformación.”

Aclarando un poco más lo dicho por Heráclito, leemos en El Telégrafo lo siguiente: “En realidad, el mundo que nos rodea, con infinidad de cosas, objetos y fenómenos diferentes, está en movimiento, cambio y desarrollo continuos.”

De ese constante cambio no escapan las lenguas o idiomas. A ese cambio se le llama el cambio lingüístico, que en ecuared.cu es definido como “una característica inherente a la lengua.” Y continúan diciéndonos que “El cambio lingüístico se refiere al proceso de modificación y transformación que experimentan las lenguas a través del tiempo, es decir, diacrónicamente, en el que intervienen causas internas y externas,”

En el presente artículo nos centraremos en el cambio que afecta a los sonidos. Esos cambios fonéticos son producidos por la ley del menor esfuerzo o ley de la economía  fisiológica que relaja y desgasta el sistema. Esos cambios pueden ser llamados fonético-articulatorios. Así sucedió con cambios sufridos por el latín vulgar en su paso hacia el castellano. Lo podemos ver con la m latina final de sílaba, que desapareció en palabras como caballum, que se convirtió en caballo; también lo podemos constatar en portam, que cambió a puerta.

Como puede observarse,  en caballum y portam, no solo se pierde la m, sino que cambian algunas vocales de esas palabras, como puede visualizarse en portam, que pierde la m, y se convierte la vocal o  en el diptongo ue.

La certeza de que las lenguas cambian, es decir, que no permanecen iguales en el tiempo, lo podemos constatar en el caso de la lengua castellana hablada en España y en Latinoamérica. Si consultamos un texto escrito en el español del siglo XVI, nos daremos cuenta de que  ese español se parece muy  poco al español actual por los enormes cambios que ha experimentado a través del tiempo.

Además, cada nación donde se habla español tiene “su propio español”, pues ese país tiene un español que no es igual a cada uno  de los otros, y aun en cada uno de ellos no existe un único español, sino una forma propia del nivel que podemos llamar “culto”, y  unas formas regionales o dialectos con variantes que los hacen diferentes entre ellos. Como ejemplo podemos tomar el caso de República Dominicana. Allí tenemos el español hablado por los integrantes del nivel sociocultural elevado o culto; el hablado en la región del Cibao (zona norte del país), empleado por integrantes del nivel sociocultural bajo, que se caracteriza por la vocalización de la r y la l final de sílaba (altar=aitai); el hablado por una parte abundante de los habitantes de la Capital dominicana, San Cristóbal y algunas provincias de la región  este, los cuales  convierten la r final de sílaba en l (altar=altal; martirizar=maltirizal); por último tenemos el habla de una parte de los que habitan en  la región sur, cuyos usuarios cambian la l por r (alma=arma; calma=carma).

Continuando con el tema, nos ocuparemos de comparar dos países antillanos-Cuba y República Dominicana-. Así veremos con claridad meridiana lo que acabamos de afirmar en el párrafo anterior cuando afirmamos que cada nación donde se habla español tiene “su propio español”.

Hace unos días, escuchando y viendo,  en un canal televisivo de Cuba, a un joven con un elevado nivel cultural, me llamó la atención la forma en que pronunciaba la c y qu (=k), que él convertía o articulaba como g=gue (gu,ga,go). Citaremos algunas de las palabras que el joven  empleó en su exposición:

Cuba (=guba)

Acá (=agá)

Cosa (=gosa)

Calle (=galle)

Como puede notarse, ese cambio del sonido k (=que a g (=gue), como en aquella (=aguella) se  debe a la economía fisiológica o ley del menor esfuerzo, porque pronunciando, por ejemplo, guba o agá, se hace un menor esfuerzo articulatorio que pronunciando cuba o acá.

Otro cambio lingüístico (fonético-articulatorio), que  se da, en general, en el habla cubana es el llamado asimilación. El mismo consiste en pronunciar una consonante que aparece en final de sílaba y delante de otra, pronunciándola igual que esa otra, como sucede con las palabras “carta” y “arbolito”, que son pronunciadas catta y abbolito; igual sucede al pronunciar “el mundo” como emmundo.

Al ver y escuchar a una joven comunicadora cubana en un video titulado Navidad en Cuba, escuché en ella una pronunciación semejante a la del joven  citado anteriormente. En el lapso de unos dos minutos, ella pronunció las palabras casa (=gasa), aquí (=aguí), conocer (=gonocer), acá (=agá), sacar (sagar), y aconteció (=agonteció).

Esa pronunciación, evidentemente, obedece a la ley del menor esfuerzo, que contribuye a que el español de Cuba tenga sus propias características.

El habla de los cubanos tiene una característica semejante al habla del nivel culto de los dominicanos: tiene que ver con la realización de la  s final de sílaba o de palabra, la cual tiene 3 posibilidades de realizacón; son ellas la aspiración (h), la pronunciación como s (/s/ y la elisión /=ni aspiración ni pronunciación/.

Pasando al español de República Dominicana, diremos que en la parte este del país se da, al igual que en Cuba, la asimilación. Es así que escuchamos  a hablantes de todos los niveles socioculturales pronunciando  el dulce (=edducce), colmillo (=commillo), alma (=amma), golpe (=goppe), alcalde (=accadde), armonía (=ammonía).

En la región del Cibao no encontramos la asimilación, sino la vocalización. Por esa razón, los que hablan el cabaeño, en vez de la asimilación, la r y la l final de sílaba las convierten  en la vocal i. Ejemplos: el dulce (=ei duice), colmillo (=coimillo), arma y alma (=aima), golpe (=goipe), alcalde (=aicaide). Lo mismo pasa con otras palabras propensas a la  asimilación, que también  convierten esa consonante en i,  como en actuación  (=aituación), actual y actuar (=aituai),  alto (aito), etc.

Otro cambio lingüísitico presente en el habla de los cibaños se encuentra en palabras que terminan en eo, como espontáneo (=espontánio), pedáneo (=pedanio), y en verbos terminados en ear, como pedalear (=pedaliai), menear (=meniai), golpear (=goipiai), golpeando (=goipiando).

En conclusión, en el presente artículo solo se ha tocado el cambio fonético que, como se ha  dicho, afecta los sonidos. No nos hemos referido a otros cambios que se dan en nuestra lengua, como los siguientes:

  1. A) cambio fonológico, el cual se da cuando se transforma el contenido diferencial de los fonemas y la distinción de estos. Ejemplo: cambio del fonema de la letra v por el fonema/b/.
  2. B) cambio morfológico-sintáctico, que se refiere a la gramática, forma, estructura y sintaxis de la lengua. Sobre este cambio, veamos algunas realizaciones: 1. En el día que te llamé no me devolviste la llamada. Este es el llamado traslaenqueísmo, consistente en el cambio del orden de los componentes  sintácticos. El orden debería ser: “El día en que te llamé no me devolviste la llamada.” 2. Me di cuenta que no te agradó lo que te envié. En este caso se elimina “de” después de “cuenta”, produciéndose así el queísmo, cambio sintáctico muy usual en República Dominicana. 3. Es conveniente de que te vayas cuanto antes. Esta vez se introduce un “de” que no lo  exige la sintaxis; a este cambio se le denomina dequeísmo, el cual es muy usual  en Venezuela y otros países.
  3. C) cambio lexical-semántico, el cual se refiere tanto al significado de las palabras como a las formas léxicas y representaciones escritas de la lengua. Un ejemplo de este cambio de significado es el de la palabra guapo, que en España significa bello, bonito, atractivo, mientras que en República Dominicana significa valiente, bravo, y también rabioso. Ejemplos: a) Él es muy guapo (=valiente, aguerrido, bravo, fiero); b) Él se puso guapo (=rabioso, bravo) por lo que le dijiste.

Algunos de esos cambios, y otros más,  pueden registrarse en los diferentes países cuya lengua es el español, con lo cual cada país va teniendo “su propio español”. Por eso no deben asustarnos los cambios lingüísticos, pues ya vimos que los cambios son propios de la esencia de las lenguas.

Temas idiomáticos

Por María José Rincón

 

21/12/2021

CIENCIAS Y PALABRAS

La ciencia y las palabras han conseguido que la vida triunfe como solo ella sabe hacerlo.

Va quedando atrás un año cargado de estupor y desconcierto, de dolor y de esperanza; un año en el que hemos aprendido, o, al menos, lo hemos intentado, a prescindir de lo que creíamos imprescindible, a necesitar aquello que habíamos considerado innecesario, a valorar lo que ya sabíamos que era invaluable. Va quedando atrás un año que nos ha demostrado que, visto lo visto en tantas partes de este mundo nuestro, algo falla en nuestra forma de enseñar y de aprender y, especialmente, en nuestra elección de lo que debe ser enseñado y aprendido.

Va quedando atrás un año en el que la ciencia y los científicos se han dejado la piel, como tantas veces en la historia, para salvarnos la vida y han acabado descubriendo que muchos no han aprendido a confiar en la ciencia. Va acabando un año en el que las palabras han demostrado que son más necesarias que nunca, necesarias para investigar, para divulgar, para transmitir, para hacer comprender, para explicar, para ayudar a razonar, para debatir, para convencer, para sobrevivir. Palabras como pequeñas y salvadoras Ariadnas, que, como sabiamente nos escribió Ida Vitale, nos sirven de hilo para escapar del laberinto. De un laberinto que este año nos ha desorientado con enfermedad, soledad, distancia y desasosiego, pero del que, gracias al conocimiento, el sacrificio y el trabajo de tantos y tantos, acertamos a atisbar la salida con prudencia y sentido común.

Este año que se ha llevado al lector más fiel de esta Eñe, la ciencia y las palabras han conseguido que la vida triunfe como solo ella sabe hacerlo, que renazca llevando siempre en la memoria a los que la hicieron posible.

 

28/12/2021

DEFENDER LA TRINCHERA

Les propongo una sencilla receta para construir un pequeño remanso de sosiego.

Nos esperan días de ajetreo, de algarabía y de reencuentros. Si somos afortunados, disfrutaremos de un poco de tiempo libre. Pero, si no, les aseguro que podemos arañárselo a tantas cosas inútiles. Les propongo una sencilla receta para construir un pequeño remanso de sosiego en medio del atropello y del correcorre. Hagan a un lado los charamicos, bajen la intensidad de las luces del arbolito y, solo si pueden, templen el volumen de la música y del ruido de fondo. Aléjense del teléfono; no duden ni por un instante que, si algo urgente se presentara, van a ser los primeros en enterarse, aunque hayan silenciado los mensajes. Busquen un rinconcito bien iluminado y defiéndanlo a capa y espada. Arrastren hasta ese rincón un asiento. Si puede ser cómodo, miel sobre hojuelas. Una hamaca o una mecedora pueden ser ideales para los que no se marean.  Tampoco se pasen de comodidad, porque los asaltará el sueño. Dependiendo de la hora del día o de la noche, tengan a mano un café humeante, un aromático té o una copa de fragante vino; incluso una espumosa cervecita bien fría o un vaso de agua helada servirían. Resuelvan lo de los mosquitos. Un buen abanico, si hay luz, ayuda; si no, abran la ventana y que corra el aire. No olviden los lentes, si ya les van haciendo falta. Por un instante dejen su mente en blanco y respiren. Abran un libro. ¿Cuál? Aquí es donde empieza el territorio inexplorado, la libertad de elección, la magia de la lectura. Cuando lo hayan conseguido, defiéndanlo como una trinchera, como nos enseñó el gran Benedetti a hacer con la alegría. No puedo desearles nada mejor para el año que se acerca.

4/01/2022

DELANTE DEL PAPEL

Tal vez sea esta la única carta que seguimos escribiendo. Su condición de ejemplar único y en riesgo de extinción la ha colmado de magia y de misterio.

Delante del papel, lapicero en mano, nos disponemos a escribirles una carta a los Reyes Magos. Tal vez sea esta la única carta que seguimos escribiendo. Su condición de ejemplar único y en riesgo de extinción la ha colmado de magia y de misterio. Tomamos el lápiz, inspiramos, y nos disponemos a dibujar sobre el papel unos trazos que llevan prendidos nuestros pensamientos, nuestros deseos, nuestras esperanzas y, ¿cómo no?, muchos de nuestros miedos. Escribía el gran Antonio de Nebrija, hace más de quinientos años, que «Entre todas las cosas que por experiencia los hombres hallaron para pulir y adornar la vida humana, ninguna otra fue tan necesaria ni que mayores provechos nos acarrease que la invención de las letras».

Escribir a mano marca un ritmo distinto al pensamiento, lo reposa, lo remansa y, a veces, parece que lo alumbra (caben aquí algunas de las acepciones del verbo alumbrar). La falta de práctica –¿quién nos lo iba a decir?– hace que los dedos se tensen, que la tinta no corra, que emborronemos el papel. ¡Cuidado! Lo que escribimos nos lleva a nosotros a la zaga, y no está bien que vayamos emborronados por la vida. Despacito y buena letra, nos decían; buena letra, buena ortografía, buena redacción. Y por si no tuviéramos bastante, hay que tener claro qué es lo que les vamos a pedir a sus majestades de Oriente. Pidan libroslibros cargados de palabras; pidan ensayos sesudos o ligeros para poner los pies en la tierra; pidan novelas clásicas, transguesoras, románticas y empalagosas, terroríficas por la invención o por la realidad; antiguas o modernas; pidan poemas alados, narrativos, incendiarios o íntimos, o todo a la vez, como pueden serlo los poemas. Yo pido libros para mí y para los que quiero, y los que me quieren piden libros para mí. Pidan libros: demuestren que quieren.

11/01/2022

CUESTIÓN DE FORMATO

Del papel al formato digital

Si los Reyes Magos o la Vieja Belén les han puesto libros considérense afortunados. No solo tienen materia para los sueños y las realidades de los próximos meses, sino que pueden presumir de hay gente que los quiere bien y que tiene un buen concepto de ustedes. En mi casa podemos considerarnos afortunados. Las árganas reales llegaron cargadas de lectura, en papel y en formato digital.

En las casas en las que se lee mucho suele hablarse mucho sobre libros. Así sucede en la mía. Hablamos de lo que nos hemos leído, de lo que nos vamos a leer; nos recomendamos lecturas y autores que hemos descubierto como tesoros insospechados. También discutimos sobre lo que nos gusta y lo que nos disgusta. La sobremesa del Día de los Reyes mi hijo, de casi treinta 30, y mi sobrina, de 11, sostuvieron una interesante charla sobre las bondades, o la ausencia de ellas, de un libro dependiendo de su formato. Curiosamente la pipiola de 11 abogaba por el formato tradicional y el ya no tan pipiolo defendía el formato digital. Para ella el tacto y el olor del papel, el tamaño y la forma del libro formaban parte de la lectura. Para él, la lectura era una conexión personal entre autor y lector.

La lectura de él es interior, intelectual y sentimental. La lectura de ella se carga, además, de sensorialidad; olfato, tacto y vista se suman a la experiencia de leer. Ambas lecturas son posibles y válidas. Pueden, además, ser complementarias. Cada formato es compatible con un momento, una necesidad, una obra o una finalidad. No nos dejemos marear con los formatos. Lo importante de leer es desentrañar lo escrito, hacerlo nuestro, gozarlo o sufrirlo. La lectura, como la vida, no siempre es cuestión de formato.

18/02/2022

MÁS QUE UN SÍMBOLO

La palabra mangú es más que un símbolo para los dominicanos

En febrero del año pasado una campaña publicitaria de los supermercados Jumbo nos sorprendió preguntando «¿Sabías que la palabra mangú no aparece en el diccionario?». Curiosamente a lo largo del año 2021 el sustantivo mangú fue la palabra más consultada por los dominicanos entre las que no estaban registradas en este diccionario, solo superada por teteo. Esta iniciativa publicitaria puso en marcha una acción conjunta de CCN y Jumbo, el Instituto Guzmán Ariza de Lexicografía y la Academia Dominicana de la Lengua para proponer la inclusión de mangú en el Diccionario de la lengua española.

En diciembre de 2021 vimos aparecer mangú entre las entradas incorporadas al Diccionario de la lengua española en su actualización anual. Y los dominicanos hemos seguido buscándola en el diccionario; de hecho, es la palabra más buscada por los dominicanos en el último mes. Casi tanto como otras, hermosísimas y relacionadas con la época navideña, que desplazaron a teteo, como soñarcabalgatainfancia o prosperidad.

Una palabra más o menos se pierde en el mar desbordante de palabras que es un diccionario del español. Sin embargo, cuando la palabra habla de nosotros, de quiénes somos, de nuestro pasado y de nuestro presente, se convierte en un símbolo del aprecio por nuestras expresiones, por lo que aportamos de distintivo, pero también por lo que compartimos con tantos que hablan nuestra misma lengua. Esa es la trascendencia real de que mangú esté en el DLE. Esta iniciativa nos ha mostrado que el compromiso social de las empresas puede ser un buen aliado para promocionar el buen uso del español, para animar a valorar nuestra lengua, para promover la lectura. No dejemos que se quede solo en un símbolo.

 

Año de Nebrija

Por Jorge Juan Fernández Sangrador

Este hermoso, edificante y luminoso artículo, “Año de Nebrija”, es un faro de la sabiduría espiritual del presbítero español Jorge Juan Fernández Sangrador, índice de su honda sensibilidad lingüística y cauce de su ejemplar dotación sagrada (BRC).

Elio Antonio de Nebrija (1444-1522) será la figura principal de 2022, pues en él se recordará, no solo su fallecimiento, hace quinientos años, sino también sus inigualables e impagables servicios a la Lengua española. El evento ha sido declarado “Acontecimiento de excepcional interés público”, con los correspondientes beneficios fiscales para quienes deseen colaborar en la cofinanciación de los actos conmemorativos.

De modo que las localidades vinculadas a la vida del maestro se han puesto ya, desde hace tiempo, manos a la obra para sumarse, en la medida de sus posibilidades, al general homenaje que se le tribute durante los próximos doce meses: Lebrija, Salamanca, Bolonia, Coca, Zalamea de la Serena, Villanueva de la Serena, Brozas, Sevilla, Medina del Campo, Logroño y Alcalá de Henares. Creo que son, en total, dieciocho. A ver cómo se las imagina Asturias para subirse al carro al que ya han sabido engancharse varios países hispanoamericanos.

Me atrevería a sugerir el que, a lo largo de 2022, se recordase lo que egregias personalidades literarias asturianas han hecho, continuando la labor de Nebrija, en favor de la Lengua desde la Real Academia Española. Sin embargo, después de haber visto el que a la madrileña plaza de Vázquez de Mella, académico, natural de Cangas de Onís, se le retirase el nombre, en el fatigoso quita y pon actual de placas denominativas, sin que nadie, en el Ayuntamiento cangués, ni en el Gobierno ni en las instituciones culturales del Principado de Asturias, ni en la Docta Casa de la calle Felipe IV de Madrid, mostrase en público un adarme de disconformidad con la medida, sólo cabe ser escéptico ante la posibilidad de que nadie secunde la idea.

Me parece que los académicos oriundos de nuestra región han sido veinte: Juan de Villademoros Rico y Castrillón, Pedro Rodríguez Campomanes y Pérez de Sorriba, Gaspar Melchor de Jovellanos y Ramírez, Francisco Javier Martínez Marina, Juan Pérez Villamil y de Paredes, Jerónimo de la Escosura y López de Porto, Pedro José Pidal y Carniado, José Caveda y Nava, Ramón de Campoamor y Campoosorio, Zeferino González y Díaz-Tuñón, Emilio Cotarelo y Mori, Juan Vázquez de Mella y Fanjul, Armando Palacio Valdés, Ramón Pérez de Ayala y Fernández, Carlos Bousoño Prieto, José García Nieto, Víctor García de la Concha, Ángel González Muñiz, Margarita Salas Falgueras y Salvador Gutiérrez Ordóñez.

A ver si la diócesis ovetense, en cambio, se anima y hace algo. Para empezar, rebuscando en el fondo de “Libros viejos y raros” de la biblioteca del Seminario Metropolitano. Y luego dando valor a las aportaciones lingüísticas de los académicos eclesiásticos asturianos: el cura Juan de Villademoros Rico y Castrillón, que fue uno de los fundadores de la Real Academia Española; el canónigo, e historiador del Derecho, Francisco Javier Martínez Marina; y el cardenal dominico fray Zeferino González y Díaz-Tuñón.

Si se toma como referencia el dato de que el académico hubiese recibido en sus años jóvenes la tonsura eclesiástica, la lista de nombres asociados formalmente a la Iglesia se amplía. Pero es que, además, volviendo a Nebrija, éste estudió en Salamanca, cursó Teología en el Real Colegio de España en Bolonia, y, bajo el protectorado del cardenal Cisneros, en Alcalá de Henares, colaboró en la magna obra de la “Biblia políglota complutense”, dejando patente, una vez más, que la Lengua, la Cultura, la Biblia y la Teología son, juntas, además de necesarias colaboradoras, hermosa epifanía de la Palabra única, de la que toda realidad existente proviene y  en la que halla su plenitud.

La Nueva España, domingo 16 de enero de 2022, p. 39.

La novela de Manuel Núñez

Andrés L. Mateo

   “Un hombre, camina en la Niebla de Rapallo”. Así comienza la novela de Manuel Núñez titulada El último Sordello, desenrollando una vida angustiada llena de realizaciones, abismos y contradicciones. Un Sordello es un trovador, a semejanza de su epónimo del siglo XIII, se trata de un poeta trovadoresco de la escuela provenzal italiana que despliega en sus cánticos el amor cortés. Y el hombre que “camina en la niebla de Rapallo”, ese “Último Sordello”, es Ezra Pound, otro poeta.   De él, de su vida intelectual esplendorosa, y de sus desgracias se habla en esta novela.

Anciano indefenso que vuelve a Rapallo llevando sobre sus hombros la vulnerabilidad de la existencia, rasgo sustancial de los humanos, y un costado del vivir ineludible, así sea usted presidente, emperador o poeta. Un hombre que ha olvidado quién es. Sin memoria, apenas jirones de sombras que lo envuelven. El personaje narrador lo encorseta, una y otra vez, en el designio más cerrado del ser: “Yo soy nadie”- se repite a sí mismo. Solo que no hay más regla para el hoy que conocer el ayer.

El último Sordello, la magnífica novela de Manuel Núñez, es, por lo tanto, un viaje. Hacia atrás. Hacia las reconditeces de los motivos que llevaron a un hombre tan lúcido, tan inteligente, tan sobresaliente en el mundo intelectual de la época, a convertirse en la despreciable voz del fascismo en toda Europa, en medio de los estragos de la Segunda Guerra Mundial.  Ha purgado doce años en un manicomio, es “un esqueleto que parece desarmarse al caminar”, y todo su pasado fascista se revuelve en el rostro silencioso que avanza bajo la niebla, y a la soledad.

También la muerte lo cerca. No la muerte que inexorablemente le espera, como a todos los humanos; sino la que lo convirtió en un renacido, de la que lo salvaron los grandes intelectuales de la época, sus amigos Willian Carlos Wilians, T. S. Eliot, Robert Frost, Archibald Macleish, Allen Ginsberg, Ernest Hemingway y otros notables de la postguerra; porque en razón de sus actividades a favor del Eje Alemania, Roma, y Japón, fue llevado a juicio  en los Estados Unidos, y sin el peso del testimonio de estas figuras del arte y el pensamiento, su condena a muerte era segura. Para rescatarlo, alegaron locura, desplegaron una copiosa argumentación llena de ternura y reconocimiento espiritual al aborrecible acusado que rememoraba en el telón de fondo de su escuálido ser las barbaries de la guerra y el absurdo, escenificados en el centro mismo de la orgullosa cultura occidental que con la guerra había extraviado el racionalismo cartesiano. Pero en el discurso de la ficción, el que camina en la niebla de Rapallo es “un anciano indefenso cogido en la horca de la razón política”. El autor no tiene otro camino que no sea escarbar en una voluminosa rememoración de la culpa, situando a cada quién en el escenario de la historia. Son muchos los diálogos con personajes de la cultura y la política italiana, y el teatro del juicio al reo Ezra Pound, en los Estados Unidos, que sirven para desmadejar por completo la convicción de la condena previa. Marinetti, Gentile, Passolini, y muchos otros, están confrontados ante “el hombre que camina en la niebla de Rapallo”. El diálogo con Passolini es demoledor. Marinetti, Gentile, Pirandello, Marconi, son piezas del mismo triángulo de opresión del fascismo, pero Pasolini es un retoño del tiempo, un joven con todos sus bríos e impetuosidad que llega a acusarlo. Lo pone ante las cámaras, lo increpa, hace una disección de su pasado, y termina rendido. En un giro magnífico, le propone: “Haré un pacto contigo, Ezra Pound, te he detestado ya bastante”.

Después de las numerosas deliberaciones que desfilan en el juicio, Pound es declarado mentalmente incapaz, y enviado al Sanatorio de Saint Elizabeth. En la novela se ve claramente que escapa de la muerte física, material, y el mallete sonando lo devuelve a un mundo en el cual ya no cabía. Narcisista, engreído, con complejo de superioridad, el mundo que apoyaba con vehemencia en las nueve cartas que escribe a Benito Mussolini, y en la voz exaltada que sonaba estentórea en los cielos de Europa en medio de la guerra, está hecho añicos a sus pies.

   “El último Sordello” coincide en el tiempo con un auge de la figura de Benito Mussolini como personaje de la novela europea, particularmente por las dos novelas de Antonio Scurati, “M. El hijo del siglo” y “M. El hombre de la providencia”, y ese hecho le da mayor relevancia a la novela de Manuel Núñez.  En cierto modo, Scurati emplea procedimientos imaginistas recurriendo al documento fehaciente del hecho histórico, y escasamente modificando el dato histórico con el discurso de la ficción.

Manuel Núñez también recurre al dato histórico, a la investigación, al testimonio. Pero adultera los tiempos y los confunde (El doctor Antonio Zaglul aparece como personaje, él mismo entra al discurso de la ficción, emplea dominicanismos para ilustrar determinadas circunstancias, moldea los rasgos de sus personajes desmenuzándolos como un narrador omnisciente, etc.), aunque su texto, como el de Antonio Scurati, no deja de ser más que un relato. Me imagino el impacto que tendría “El último Sordello” si se publicara en italiano.

Muchas veces en mi vida de lector sentí el pálpito de que Ezra Pound era un personaje de novela. Una vida tumultuosa, los episodios de una crápula existencia desperdigados en la ruta; y el legado de una obra poética robusta que perdura con fuerza. Hasta una cierta e indescifrable bondad. Ahí están sus esfuerzos por difundir las obras literarias de otros autores, y sus cánticos contra la usura y la mezquindad. Estoy más que satisfecho con El último Sordello, la novela de Manuel Núñez.  Una verdadera lección de buena escritura, una exhaustiva investigación documental, y una novela que escala la estantería de la excelencia de la literatura dominicana.

Orfelo, boronear, cubear

Por Roberto E. Guzmán

ORFELO

“… participante de las fiestas patronales, que ORFELO y masón…”

Muchos hablantes de español dominicano desconocen lo que es un orfelo. Otros piensan que debe descartarse la voz del título de los repertorios de voces de español dominicano porque esta es una voz espuria.

El autor de estas apostillas acerca del español dominicano no desestima el valor de la voz, aunque sea una deformación de una palabra del inglés.

Para los propósitos de esta sección lo importante es el origen de la voz y el porqué de la deformación de esta del modo en que los hablantes de español dominicano lo han hecho.

La voz procede del inglés Odd fellow que es el miembro de una orden fraternal o benevolente. Este orfelo entró en el español dominicano traído por los inmigrantes de habla inglesa que pertenecían a logias. Algunos vivían en medio humilde pero rodeados de dignidad y respeto.

Durante largo tiempo los masones en el siglo XIX se llamaban entre sí frère y hasta cariñosamente frercito. En francés la palabra frère signigfiva, hermano. Las misivas entre los próceres restauradores dan testimonio de este uso. Adoptaron este apelativo porque la masonería llegó a la República Dominicana desde Francia.

Hay que tratar de lanzar una hipótesis con respecto a porqué orfelo y no otra deformación. En esa época se conocían los orfanatos que ya se llamaban orfelinatos. Algunas mujeres recibieron el nombre de Orfelina. Ese tipo de palabras era el más próximo a lo que el hablante de español dominicano llano estaba familiarizado.

 

BORONEAR

“… mientras la economía despega y BORONEA…”

El verbo que figura en el título en el español dominicano goza de dos acepciones. Esas dos acepciones son desconocidas en otras variedades de español.

Como puede deducirse con facilidad, el verbo tiene estrecha relación con al sustantivo femenino borona. Las dos acepciones del verbo obedecen a dos de las acepciones que los dominicanos reconocen al vocablo borona.

Una borona dominicana es “Dádiva”, generalmente fraudulenta. También es, “Dinero extra generalmente poco”. Ese dinero extra puede provenir de un trabajo (actividad) extraordinario o temporal.

Una característica de la dádiva que se denomina borona es su cuantía, es pequeña. El tamaño de la borona está más reconocido en el ámbito del español, pues se admite en tanto migaja. En los hechos, casi siempre esta dádiva obedece a motivos políticos y no proviene de recursos personales, sino desviados de los fondos públicos. El propósito que se persigue con este boroneo es asegurarse la adscripción o lealtad política de quien lo recibe.

El concepto del verbo, así como la acción representan realidades existentes en el quehacer político dominicano. En calidad de tales se aceptan o toleran porque contribuyen a subsanar o encubrir otras carencias.

 

CUBEAR

“Exjuez TSE refirma Abinader ´lo CUBIÓ´”.

Cubear es un ejemplo de un verbo cuyo nacimiento fue auspiciado por una locución verbal, “echar un cubo”. Primero se usó la locución y luego vino el verbo. En el desenvolvimiento de este tema se verá además como el verbo aumentó su campo de acción hasta llegar a cubrir acciones alejadas de los objetos originales de la acción.

La locución citada en un principio se usó para, “No pagar un hombre los servicios de una prostituta”. Esta acción la escribe D. Max Uribe de este modo, “no pagar a una vendedora de caricias el precio de su pecado”. Notas y apuntes lexicográficos (1966:123).

Puede decirse que la evolución de allí a significar, “Timar, engañar a alguien” era un paso predecible. Pasó de un caso específico, el engaño a una prostituta a la práctica del engaño a cualquier clase de persona.

“Echar un cubo” era una acción que conllevaba riegos, porque las mujeres dedicadas a este oficio tenían hombres que las protegían y estos acostumbraban a salir en defensa de las mujeres. Además, la creencia popular atribuía a las prostitutas la posesión de navajas que podían esconder hasta debajo de la lengua.

El uso de la locución se circunscribió durante muchos años al lenguaje del medio en que se suscitaba, así como a la jerga de la juventud. Al ampliar su ámbito de acción para llegar a engaño en general, el uso pasó a otras esferas sociales y circunstancias.

En el ejemplo que se copió para esta sección, el verbo se usó escrito de la forma en que emite, cubiar, en el habla cotidiana (¿descuidada?) y a manera de título en un periódico.

Ante la posibilidad de que le echaran un cubo, las prostitutas tenían que encontrar una manera de evitar tener que recurrir a la fuerza; de allí que instituyeran la costumbre de “cuarto en mano, culo en tierra”, locución que indica que primero se paga.

Por lo expuesto más arriba se notará que el cubear perdió la connotación de descrédito a la que debió su origen.

Marotero / maroteador, bucán, boronear

Por Roberto E. Guzmán

MAROTERO – MAROTEADOR

“… utilizó la noción de marodeador (sic) o marotero haitiano…”

En el español internacional hay un verbo muy conocido, merodear, que en alguna forma se parece a una palabra del español dominicano, marotear.

El verbo merodear en una de sus acepciones es vagar por el campo viviendo de lo que coge o roba. Ese verbo es el que se parece al verbo dominicano, marotear. Este verbo dominicano se acepta para la acción de, “Recoger o comer frutas de una plantación ajena”.

En los predios rurales marotear era tomar frutos de cosechas ajenas. En las ciudades cuando la costumbre llegó consistió en tomar las frutas de los árboles ajenos. El maroteo de las ciudades no se hacía para subsistir o por necesidad; casi siempre eran los jóvenes quienes se entregaban a estas prácticas.

En los años cincuenta en Santo Domingo, la capital, los estudiantes sabían dónde se encontraban los solares yermos con árboles frutales apetecibles. Los terrenos de la Universidad de Santo Domingo durante largo tiempo fueron objeto de esta práctica.

A la persona que se entregaba a esta tarea se le llamaba maroteador. Era muy raro que el propietario del terreno objeto de la acción llamara a la policía para reprimir esta práctica. Bastaba con que el propietario del predio apareciera en las cercanías para ahuyentar a los jóvenes intrusos.

El nombre de la acción, el verbo, así como la voz para denominar a la persona que se enfrascaba en la actividad son creaciones de la inventiva del hablante dominicano. Estas voces son desconocidas en los dialectos conocidos del español actual o pasado. Es un dominicanismo léxico.

 

BUCÁN

“No solo café, tabaco, ron y carnes para ser cocinadas en un BUCÁN. . .”

Hace unos años se acostumbraba a decir, más que escribir, que una palabra no existía cuando no se la encontraba asentada en el Diccionario de la Real Academia. Había quien era más cauto y consultaba diccionarios de grandes empresas editoriales para saber si existían. La realidad actual es, hay vocablos, palabras, términos y voces que sí existen aunque no aparezcan en los diccionarios usuales. La voz del título es una de estas. Como se verá más abajo es una voz que tiene larga historia.

Lo que puede haber sucedido con la voz bucán es que durante largo tiempo estuvo fuera de circulación. También pudo haber sido víctima de métodos eurocentristas de evaluación para otorgar reconocimiento a algunas voces.

La voz bucán es de origen arahuaco o taíno, aunque Emilio Tejera escribe, “Se ha fantaseado acerca del origen de las palabras bucán y bucanero”. Hay quienes opinan que es de origen francés de buccus, macho cabrío. Indigenismos (1977-I-226). Es cierto que en Normandía conocen la voz boucan para humareda. Se presume que procede de la voz de la misma ortografía, con el sentido de “carne ahumada”. Littré Vocabulaire du français des provinces (2010:86).

Es interesante reproducir aquí lo que escribe A. Zayas y Alfonso en Lexicografía antillana, “Bucán.- La hoguera de ramas y hojas verdes para ahumar carne en barbacoa; . . . donde se emplean con preferencia ramas y hojas de guayabo” (1914:104).

El Dictionnaire historique de la langue française (2012-I-430) afirma que boucan es una voz tomada en 1578 prestada del tupí mokáem, “parrilla de madera”.

El, bucán es el modo de ahumar la carne que según muchas versiones de cronistas aprendieron los europeos de los aborígenes americanos, especialmente de las Antillas. Según parece el método de cocción y conservación de la carne pasó a denominar la parrilla rústica que en principio fue de madera.

Durante largo tiempo, y sobre todo a principios del siglo XIX, se dejó olvidada la voz bucán; hasta la palabra bucanero tuvo que esperar muchos años para su incorporación en el Diccionario de la Real Academia.

En la actualidad se conoce como barbacoa la parrilla más moderna, así como el alimento que así se cuece. Algo que ha llamado la atención de quien escribe estos comentarios es parte de lo que menciona Zayas en el libro citado más arriba, donde asienta que se emplean de preferencia “ramas y hojas de guayabo”. La razón porqué se reparó en esa parte es porque fue escrito en el 1917 y quien escribe estas reflexiones acerca del idioma usó ese tipo de vegetal para sus asados cuando tuvo acceso a ello. Lo que había oído decir era que el palo de guayabo le daba un sabor especial a la carne a la parrilla. Parece que la costumbre se transmitió oralmente entre los antillanos.

 

BORONEAR

“. . . mientras la economía despega y ´boronea´”.

El verbo boronear deriva del sustantivo borona. En siete países de Hispanoamérica la borona es una migaja, parte más pequeña y menuda del pan.

El Diccionario de americanismos de la Asociación de Academias de la Lengua Española acepta varias acepciones más para borona. En cuanto a los dominicanos los concierne porque también es “dinero extra”, así como “desperdicios”.

Ahora bien, lo que interesa en esta sección es lo concerniente al verbo del título, boronear que solo se conoce en el habla de los dominicanos con el sentido, “Realizar alguien un trabajo o una actividad extra en la que se gana algo de dinero”.

La historia del verbo no termina ahí porque las acepciones fueron puesta al día en el Diccionario del español dominicano (2013:101), “Repartir dádivas”. El último boroneo casi siempre corresponde a la actividad que un agente político ejerce cuando llega a ocupar una posición de cierta relevancia en la cual puede manejar dineros públicos, toma para sí y también boronea.

El verbo implica que el sujeto de la acción se guarda la mejor parte y lo que reparte es la borona. Los dominicanos dicen, “la cotorra come y boronea para que no se le suban al palo”. Boronear como la cotorra.

La terminación que el hablante de español ha utilizado para formar el verbo es la más productiva en el español dominicano, añadiendo la terminación -ear al sustantivo de la base.