Entrevista a Bruno Rosario Candelier sobre la Academia Dominicana de la Lengua

(https://web.facebook.com/MiCulturaRD/videos/217093249748058)

   En el marco de la Semana del Libro y la Lengua Española, que celebra el Ministerio de Cultura de la República Dominicana, el director de la Academia Dominicana de la Lengua fue invitado para hablar de la Academia. Fernando Berroa, director de la Feria Internacional del Libro, condujo la entrevista. Tuvo lugar mediante la plataforma para videoconferencia Zoom y transmitida al instante por la red social de Facebook Live del Ministerio de Cultura. «Hoy damos continuidad a la Semana del Libro y la Lengua Española —expresó Fernando Berroa—, un conjunto de actividades programadas en torno al libro, la lectura y a los escritores. Tiene que ver con la cultura panhispánica, en el marco de la celebración, este 23 de abril, Día Internacional del Libro». Y subrayó: «En esta ocasión tenemos una entrevista con don Bruno Rosario Candelier, una eminencia, doctor de las letras dominicanas. Es el actual presidente de la Academia Dominicana de la Lengua, adscrita a la Real Academia Española. Es, también, Premio Nacional de Literatura y presidente del Movimiento Interiorista del Ateneo Insular. Don Bruno Rosario Candelier, con más de 60 libros publicados, desde estudios lingüísticos hasta novelas, crítica literaria y ensayos».

—Fernando Berroa: Buenas noches, don Bruno, ¿cómo está? 

—Bruno Rosario Candelier: Muy buenas noches, Fernando Berroa, me complace conversar esta noche contigo y, desde luego, vamos a hablar de los temas que tú planteaste, comenzando por la lengua. Ciertamente la lengua es el más alto bien, el más importante tesoro cultural, base de la cultura, porque es, justamente, mediante la lengua como se crea el saber, el conocimiento del mundo, el conocimiento de la realidad, la plasmación de las intuiciones y vivencias que conciben los escritores, y todos los saberes, en todas las áreas de las artes, las ciencias y las humanidades. De manera que es fundamental la lengua. Y por la importancia que tiene la lengua, justamente, en 1713 se fundó la Real Academia Española, justamente para enaltecer el valor de la lengua, el alcance de la palabra, la importancia de nuestro idioma. Y a partir del siglo XIX se empezaron a crear, en toda Hispanoamérica, las Academias de la Lengua afiliadas a la Real Academia Española. Y todas las Academias lo que hacen es, justamente, darle continuidad, apoyo y cooperar con los proyectos ortográficos, gramaticales y lexicográficos de la Real Academia Española, con relación a nuestra propia lengua. Porque la misión de las Academias es, justamente, fomentar el estudio de la lengua y el cultivo de las letras. Esa ha sido una tarea que hemos asumido las Academias en el mundo hispánico.

—FB: ¿De qué tiempo es la Academia Dominicana de la Lengua?  

—BRC: Se fundó el 12 de octubre de 1927 en Santo Domingo. Un grupo intelectuales de esa época conformaron los primeros académicos de la lengua. Tradicionalmente se han incorporado a la Academia de la Lengua, escritores de todos los géneros literarios (poesía, novela, cuento, ensayo, crítica literaria); y, desde luego, también estudiosos de la lengua.  «La Real Academia Española (RAE) se fundó en 1713 y la Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE), en 1951», consignó Rosario Candelier, quien también señaló que «nuestra lengua es compleja». Apuntó que «todos los idiomas tienen una complejidad que hay que estudiar». Dijo que «normalmente, los hablantes aprendemos la lengua sin estudiarla, porque la lengua se aprende de oídas». Los niños, donde crecen, en el lugar donde se educan, aprenden a hablar la lengua como la hablan sus mayores, como la hablan los padres o como la hablan los vecinos».

Para hablar la lengua no hay que estudiarla, pero para hablarla bien, hay que estudiarla, señaló don Bruno Rosario Candelier.

Por esa razón, desde que se entra a la escuela, hay que estudiar la lengua española, que es la lengua que hablamos, porque cada país tiene su lengua. Los países que tienen otros idiomas también la estudian, y se estudia hasta en la universidad, y más allá, porque hay muchos aspectos que hay que estudiar cuando se trata de una lengua. Hay aspectos gramaticales, como la normativa de la escritura, cuando se combina una palabra con otra; hay aspectos ortográficos, como la escritura de una palabra, que se somete a una pauta lexicográfica y ortográfica; hay aspectos fonéticos, respecto a la pronunciación; y hay estudios lexicográficos vinculados con el sentido y la forma de una palabra, porque hay una forma de pronunciarla y una forma de escribir la palabra. Pero, además, cada palabra tiene un significado y hay palabras con más de un significado. A esos múltiples significados en la lexicografía se les llama “acepciones”, es decir, que hay palabras que tienen más de una acepción, es decir, más de un significado. Y eso es parte de la riqueza de nuestra lengua. La lengua española tiene una riqueza asombrosa, en términos de cantidad y de calidad. De hecho, los hispanohablantes tenemos la suerte de que, en la etapa de nuestra historia, la lengua española se ha convertido en la segunda lengua más estudiada en el mundo. De hecho, en todos los Continentes se estudia la lengua española, pues millones de hablantes están interesados en conocer la lengua española y eso, naturalmente, nos beneficia a nosotros porque indica que están valorando la lengua que heredamos de nuestros mayores.  Heredamos una lengua hermosísima de nuestros antepasados castellanos y, naturalmente, nuestra obligación es, como hablantes de una variedad de la lengua española en América que se llama “español dominicano”, nosotros, los hablantes dominicanos, estamos en el deber de cultivar esa lengua, conocerla y estudiarla.

—FB: Excelente, don Bruno. Quiero que, en ese mismo orden, usted explique lo que es una «variante dialectal», ya que todos en la cultura hispánica hablamos español, pero que hay variantes del mismo idioma y por eso en República Dominicana se habla un español distinto a como se habla en Puerto Rico o en Chile o en México.

—BRC: Tú acabas de mencionar a Chile. Si tú hablas con un chileno y él te menciona la palabra «guagua» o «guagüita», ese vocablo no tiene el mismo significado que tiene entre nosotros. Entre nosotros «guagua» significa ‘un vehículo de servicio público para transporte’, En cambio, en Chile «guagua» o «guagüita» se aplica a un ‘bebé’, es decir, a un ‘niño pequeñito’. También mencionaste a México. En ese país azteca hay palabras que allá tienen un significado y esas mismas palabras aquí tienen otros significados, como la palabra “cuero”. Pero eso pasa en todos los países del mundo. Y en todos los países del mundo hispánico se da ese mismo fenómeno.

—FB: ¿Y se puede hablar, don Bruno —usted como presidente de una de las Academias de la Lengua—, tomando como génesis el «castellano de Castilla», luego se denomina «español», de cuál variante dialectal es la más correcta?

—BRC: No se puede hablar de que hay una variante dialectal mejor que otra. Todas tienen la misma categoría, el mismo valor. ¿Cuál categoría? La categoría de variante, como acabas de decir, es una variante de la lengua española. El español que se habla en Colombia es una variante del español americano en ese ámbito geográfico. Pero lo mismo se puede decir de la variante que se habla en Puerto Rico, en México, en Costa Rica o en Honduras. Es decir, cada país genera su propia variante. ¿Por qué ocurre eso? Porque los hablantes tienen la capacidad de creación. El poder de creación está en cada hablante. Y cada comunidad de hablantes tiene variadas creaciones. Si cada hablante puede crear, entonces, una comunidad de hablantes genera una gran variedad, porque ya no se trata de un solo hablante.

—FB: Claro, es lo que se denomina el «idiolecto»: que cada persona, cada individuo, puede crear vocablos propios, en una semántica de invención creativa, que es lo que hacen muchos. Por ejemplo, cuando hablamos de Trilce, ¿qué significa «Trilce», ese título tan extraño de ese libro y cómo las palabras están utilizadas allí, en una connotación semántica que es un invento de ese creador.

Rosario Candelier consintió con Berroa. Explicó que «eso es lo que enriquece a la lengua». Dijo que «en los pueblos hay peculiaridades idiomáticas que conviene estudiar y ponderar, como los rasgos léxicos y semánticos del español dominicano, que nuestra Academia estudia, promueve y valora». Hizo referencia de su libro Perfil del español dominicano, que publicó en el 2020, y dijo que «en ese libro se encuentran manifestaciones de la variante del español dominicano, que es hermoso, rico y peculiar». Berroa mostró el libro en pantalla y le expresó al Maestro: «Aquí lo tenemos, don Bruno, como hemos leído otras obras suyas, queríamos leer lo último». Y orgulloso, el Maestro a su alumno agradeció el gesto: «Gracias».

—BRC: Lo que estoy diciendo de nuestra variante idiomática, lo puedo decir de todas las variantes del español en América.

—FB: Me gustaría que les explicara, a quienes nos sintonizan, esos temas que usted aborda en su libro —analizando las palabras dominicanas—y usted dice que hay dominicanismos léxicos y semánticos y de combinaciones léxico-semánticas. Por ejemplo, un dominicanismo léxico como «bachata», «chivirica»; semántico: «palomo», «demagogia»; léxico-semántico: «chapeadora», que usted lo resalta en su libro. Entonces, me gustaría que usted profundizara un poquito y conceptualizara esa parte que para mí es muy importante.

—BRC: Con mucho gusto, Berroa. Una palabra tiene una forma y un sentido. Cuando un hablante o una comunidad de hablantes inventa un vocablo, eso se llama una «creación léxica»; y entonces podríamos hablar, si es creado en nuestro país, de un «dominicanismo léxico», como por ejemplo la palabra “mangú” o “chiripero”. Ahora bien, si se trata de una palabra que existe en la lengua española, conocida en el mundo hispánico —qen España, en México o en Argentina—, y a esa palabra los dominicanos le inventamos otro significado, eso se llama «variante semántica», entonces es un «dominicanismo semántico». Ejemplificó con las palabras «palomo», «lámina» y «pariguayo».  Dijo que «palomo» alude a un ‘jovenzuelo’. O, por ejemplo, una «lámina», como una foto que se pone en la pared. Normalmente una lámina presenta una ‘figura que llama la atención’ —como un paisaje—. Pero si tú le dices a una mujer «esa es una lámina», ya no se trata de la figura que representa un cuadro, sino que significa ‘mujer hermosa’.

—FB: Exacto. Y también cuando los jóvenes dicen que «esa mujer es una máquina», ese también es un «dominicanismo léxico».

—BRC: Sí, hay muchos dominicanismos léxicos. La verdad es que somos creadores. Hay centenares de dominicanismos léxicos y dominicanismos semánticos. Repito, el «dominicanismo léxico» se refiere a la creación de una nueva palabra, que no existe en la lengua española. Y el «dominicanismo semántico» alude a un nuevo sentido endosado a una palabra ya existente. Y hemos creado muchos. A raíz de la intervención militar norteamericana creamos voces inspiradas en el inglés. «Fiesta», en inglés, se dice «party». De la expresión «partywatch» se formó «pariguayo», un dominicanismo. Pero «pariguayo» tiene el significado de ‘tonto’, ‘zamuro’, ‘estúpido’, de ‘una persona que le falta talento’; y el origen se debe a que, un dominicano le dice al guardián americano que entre a bailar, y él le dice: «I am a partywatch», ‘Yo soy un observador de la fiesta, alguien que la está cuidando’. Fíjate cómo se forman las palabras. Significa que el genio dominicano es creativo.  La creación de palabras entraña un poder generativo en los hablantes, porque cuando hablamos creamos, indicó Rosario Candelier: «Cada vez que hablamos estamos creando. Los hablantes cuando hablan son creadores: creadores de nuevas formas, creadores de giros idiomáticos, de formas diferentes y peculiares, y eso le da riqueza a nuestra lengua. Y eso hay que estudiarlo. Por eso en la Academia Dominicana de la Lengua, tenemos un equipo lexicográfico que se encarga de estudiar la lengua española. En el año 2013 publicamos el Diccionario del español dominicano. En ese Diccionario están las principales voces de nuestra habla. De hecho, en este momento, el equipo lexicográfico de la ADL, está trabajando en la actualización del Diccionario. ¿Por qué? Bueno, porque hay palabras que no se incorporaron y, tú puedes imaginar que tenemos cientos de vocablos dominicanos, creados por el hablante dominicano. Hay cientos de dominicanismos léxicos y semánticos. Y la aspiración es tratar de incluir todas las palabras posibles, es decir, las voces de nuestro vocabulario, que es muy amplio. Ese Diccionario tiene unas 11,000 palabras dominicanas; pero hay más todavía, que aparecerán en la segunda edición».

—FB: Sí, porque también hay un fenómeno de los jóvenes hablantes. Por ejemplo, los jóvenes tienen una jerga juvenil, de dialecto entre ellos, que aportan el español y cada año se van creando más palabras.

—BRC: Sí, cada nueva promoción de hablantes, cada pueblo del país, cada comunidad tiene novedades idiomáticas que ellos aportan. Pero no siempre esas novedades idiomáticas creadas por los jóvenes, entra con permanencia en el caudal de la lengua, porque muchas voces que crean esos sectores juveniles, desaparecen. Cuando una palabra deja de usarse, desaparece; a menos que, algún escritor la haya consignado en algún relato, o en un reporte periodístico, y, entonces, ahí podría ya registrarse. Por esa razón la Real Academia Española, para admitir una nueva palabra no la admite por el hecho de que esté de moda. No, espera un tiempo. Porque hay decenas de palabras que inventan los jóvenes y luego desaparecen porque los usuarios la abandonan.

—FB: Don Bruno, me gustaría que usted hablara de esa labor que realizan en la Academia Dominicana de la Lengua, en torno a la confección de diccionario.  

—BRC: Cuando estudiamos una palabra, la sometemos a discusión para que los académicos hagan su aporte. Y, desde luego, hay un equipo lexicográfico que se encarga de definirla e ilustrarla. La lexicografía es la ciencia del lenguaje que se encarga de estudiar la palabra, para hacer un diccionario. Esa es la función del lexicógrafo: incorporar en el diccionario una nueva palabra, definir esa palabra, darle forma de acuerdo al sentido que los hablantes le asignan a esa palabra. Por esa razón, cuando la Real Academia recibe la propuesta de una palabra, de un país determinado, para aceptarla exige, además del criterio del tiempo, y que se use, por lo menos, en tres países esa palabra. Por ejemplo, la palabra «mangú». La palabra «mangú» es una creación del español dominicano. Ahora, esa palabra se usa en Puerto Rico y en Norteamérica.  Lo importante para centrarnos en el sentido lexicográfico de una palabra es, en primer lugar, lograr una definición con propiedad, con rigor y con claridad y, desde luego, con corrección, porque hay que definirla gramaticalmente y hay que definirla de acuerdo con el sentido que le dan los hablantes, puntualizó Rosario Candelier. Y no siempre conocemos la etimología de una palabra. En este momento, uno de los grandes aportes que va a hacer la Real Academia Española, al mundo hispánico, es la confección del Diccionario histórico de la lengua española y en ese Diccionario, cada palabra tiene su relación con la cultura, la sociedad, la historia, la etimología, el uso que le han dado diferentes hablantes y escritores a lo largo del tiempo. Y hay palabras, por ejemplo, que en la etapa primordial de nuestra lengua, cuando surgió el castellano, tenían un significado que ahora ya no lo tiene, porque han variado. El español que nosotros usamos tiene una cantidad de vocablos que forman parte de lo que se llama el léxico patrimonial de la lengua española, que es un detalle muy importante. Hay palabras que usaron nuestros antepasados y aún se siguen usando, como «curcutear». ¿Tú has escuchado esa palabra, «curcutear»?

—FB: Sí, «Curcutear» es como ‘manosear’.

—BRC: Sí, pero también es ‘investigar’, ‘averiguar’, ‘escarbar’. Esa es una palabra del léxico patrimonial del castellano antiguo. Y así hay muchas palabras del léxico patrimonial que usamos. Por ejemplo «aldaba». La juventud de ahora no sabe lo que es una aldaba. Tú eres bastante joven, pero yo supongo que tú la conoces, por tus inquietudes idiomáticas. ¿La has escuchado esa palabra?

—FB: Sí, una aldaba es un tipo de cerradura.

—BRC: Exactamente, pero un joven no tiene ni idea.

—FB: No, no, ni un joven de mi edad siquiera. Yo tengo 37 años y es un arcaísmo, prácticamente, «aldaba».

—BRC: Exactamente. ¿Por qué? Porque ya la aldaba no existe. La aldaba se usaba en la puerta de madera; pero ya, normalmente, se usa otro tipo de cerradura, no la aldaba. Entonces, como esa palabra, hay muchas que van desapareciendo. Entonces, el lenguaje es riquísimo. Si tú abres el Diccionario publicado por la Real Academia Española, tiene unas 95,000 palabras. El hablante culto dominicano tal vez llega a dominar 20,000 palabras; el hablante culto (escritores, intelectuales, estudiosos). Pero el hablante común, el hablante del pueblo llano (del pueblo que habla pero que no ha estudiado), apenas se maneja con 1,500 palabras, tal vez 2,000 palabras. Y el estudiante promedio, de bachillerato, tal vez llega a 2,500 palabras. Y, de hecho, la mayoría de los profesionales jóvenes, que son licenciados, tienen una pobreza léxica, conocen muy pocas palabras. en general, los hablantes dominicanos tenemos una pobreza léxica, es decir, un conocimiento reducido del vocabulario. Y parte de nuestro nivel precario se debe a que tenemos un léxico pobre.

—FB: Claro, y esas son lagunas de nuestro sistema educativo.

—BRC: Exactamente, y esa es una deficiencia que tiene nuestro sistema educativo. Cuando yo estudiaba en la primaria, el profesor asignaba cada semana varias palabras que debíamos aprender. Si no se le asigna lectura al estudiante, no se enriquece su vocabulario. Si no se le asignan tarea para investigar a la lengua española, para aumentar el vocabulario, no va a enriquecer su léxico. Los escritores de los años 40, 50 y 60 del siglo XX, tenían un desarrollo intelectual fruto de una escuela que enseñaba. Hay graduados universitarios con una maestría y un doctorado, pero eso es en el papel, no en la formación. Y entonces eso nos preocupa en la Academia, eso es lo que nosotros tratamos de motivar, de incentivar el amor a nuestra lengua, de incentivar el interés por nuestra cultura, de incentivar el desarrollo de las inclinaciones intelectuales, morales, estéticas y espirituales. La mejor forma del desarrollo intelectual es mediante la lectura. El libro se inventó para eso. Porque el libro es un testimonio del hallazgo intelectual de un escritor, donde canaliza lo que ha investigado y lo que conoce. El conocimiento del mundo se plasma en los libros.

Fernando Berroa: Eso le iba a decir, don Bruno, nosotros que somos docentes de diversos niveles, debemos fomentar esa pasión por la palabra escrita. Porque ahora el facilismo de los medios digitales ha matado eso de que un estudiante, un profesional, consulte en el diccionario porque todo lo tienen en esa plataforma que es Internet […] Recuerdo la odisea que pasé para entender la palabra «metafísica» pues tuve que desempolvar un diccionario En ese proceso de investigación yo tuve que leer varios teóricos.  Entonces, eso me hizo crecer una pasión por la lectura. Y hasta el sol de hoy yo soy un buscador en el diccionario, en sus diferentes vertientes: el Panhispánico de dudas, el de la RAE. Ahora, mire, en ese sentido, don Bruno, le quiero hacer una pregunta: y es que, yo buscando, como escritor, resolviendo problemas idiomáticos a la hora de redactar, buscando la perfección estética en lo que escribo, me he dado cuenta del gran aporte que ustedes han hecho en la versión electrónica del Diccionario de la Real Academia Española, yo encuentro muchas palabras dominicanas de entrada, como «pariguayo», eso me hace sentir orgulloso, que una palabra inventada en República Dominicana está en el Diccionario de la lengua española.  

—BRC: Cada Academia propone a la Real Academia Española la incorporación de un nuevo vocablo. En la RAE la reciben, pero ¿la aceptan automáticamente? No. En primer lugar, en la Real Academia hay un equipo lexicográfico que estudia esa palabra y pondera, no solamente la existencia del vocablo como tal, sino la definición. Cuando ese equipo aprueba esa palabra, entonces, la pasa a los académicos. De manera que se trata de un estamento que primero pasa por un equipo especializado. Si ese equipo rechaza esa palabra, ni se toma en cuenta. Cuando el equipo especializado la propone al pleno de los académicos, el pleno toma la decisión de incorporarla o de rechazarla. Y eso, naturalmente, es un proceso largo. Yo he estado en sesiones académicas de la Real Academia Española, en representación de la Academia Dominicana, y me he dado cuenta de lo complicado que es. ¿Por qué? Porque una palabra, por ejemplo, en la definición, puede aparecer un académico que diga «Este adjetivo con que está definida esta palabra no es apropiada». Entonces comienza una discusión de nuevo para ver cómo definir esa palabra, o con qué verbo definirla, si se trata de un verbo. Porque normalmente los verbos se definen con otros verbos, los sustantivos se definen con sustantivos, los adjetivos con adjetivos. Entonces, como se trata de un proceso técnico, especializado en lexicografía, por eso se consulta, primero, al estamento lexicográfico; que hay especialistas, en ese estamento, es decir, doctores en lexicografía, que tienen un dominio cabal de la lengua, que conocen la historia de la lengua, que conocen la etimología de las palabras, que conocen la semántica de las palabras. Por ejemplo, la semántica es una dimensión de la lingüística que se encarga de estudiar el significado de los vocablos. Y así cada rama tiene su peculiaridad, y cuentan con especialistas en la materia. Tener una especialidad en lingüística, y dentro de las ramas de lingüística, supone haber estudiado muchos años.

—FB: La RAE creó una Maestría de Lexicografía.

—BRC: Sí, tienen una Maestría en Lexicografía, justamente para fomentar el estudio de la palabra, el conocimiento de la palabra, por la importancia que tiene la palabra. La palabra es clave, es la base de la lexicografía. Y una palabra tiene su historia, tiene su significado, tiene su pronunciación y, sobre todo variantes, tiene variantes semánticas.

Con su anhelo de enseñar a las personas sobre la historia de la ADL, el comunicador también preguntó al Director sobre los anteriores presidentes que ha tenido la Academia, y del Boletín anual este leyó los nombres de todos los que le han precedido desde su fundación.  Cada cierto tiempo hemos contado con grandes humanistas. Por ejemplo, al principio del siglo XX contamos con Pedro Henríquez Ureña. A mediados del siglo XX contamos con eminencias como Juan Bosch, Joaquín Balaguer, Pedro Troncoso Sánchez, Héctor Incháustegui Cabral, Emilio Rodríguez Demorizi o Manuel Rueda, que fueron miembros de la Academia. Hemos contado con lumbreras del pensamiento y de la sensibilidad en el plano de la literatura, en el uso de la palabra y el cultivo del lenguaje. 

—BRC: Cada generación de escritores ha dado eminentes poetas: Máximo Avilés Blonda, por ejemplo, un poeta de la generación de 1948, ¡una eminencia!

—FB: ¡De la poesía y de teatro también!

—BRC: Y del teatro también, ¡de la poesía y del teatro, efectivamente. Y así como ese, ha habido varios escritores sumamente importantes.   «Tenemos grandes escritores en nuestra literatura que han honrado el legado lingüístico, el legado literario, que hemos recibido de nuestros antepasados; que han honrado el cultivo de la palabra mediante lecturas, mediante el conocimiento de la realidad, mediante el dominio de la palabra, dando testimonio de sus intuiciones y de sus vivencias, que es lo que hacen todos los escritores: canalizar lo que piensan, canalizar lo que sienten, canalizar lo que intuye, a partir de la observación de la realidad. Claro, como tienen un conocimiento de la palabra, pues, pueden plasmarla creadoramente».  «Cuando un hablante tiene conciencia de que lo que él observa de la realidad, de lo que él conoce del mundo solo lo conoce él… Porque, óyeme, Berroa: tenemos un punto de contacto con el Universo, y ese punto de contacto es exclusivo, único, singular. Lo que tú percibes del mundo, nadie más lo percibe. Porque el mundo es infinito. Y si tú tienes consciencia de lo que tú percibes del mundo solo lo percibes tú y que tú puedes testimoniarlo, eso te da capacidad para convertirte en creador, si tú tienes fe en tu propio talento, en la perspectiva del universo que la vida te ofrece. A cada uno el universo nos ofrece un mundo infinito, múltiples posibilidades para testimoniar nuestra visión del mundo, nuestra percepción de la realidad. Y eso es lo que testimoniamos los escritores, eso que percibimos, eso que nos seduce del universo. Porque el mundo está lleno de sensaciones que nos seducen, que seducen nuestra sensibilidad, que seducen nuestro intelecto, que seducen nuestras intuiciones, y entonces podemos testimoniar el sentido que percibimos de las cosas. Y esa es la grandeza de la palabra y del poder idiomático que encarnamos los hablantes».

—Fernando Berroa: Don Bruno, usted fundó uno de los más potentes movimientos literarios dominicanos, el Interiorismo. Me gustaría que nos hablara de ese movimiento.

—Bruno Rosario Candelier: Fundé el Ateneo Insular en 1990, que es el brazo orgánico del Movimiento Interiorista. Y desde el principio doté a esa agrupación de escritores de un ideario estético que sirviera de fuente de creación, que le llamé Interiorismo. ¿Por qué? Porque postulamos que cada uno ausculte su propia interioridad para testimoniar el impacto que lo real imprime en su conciencia. Pero, además, observar la realidad para intuir su sentido, pues el escritor ha de observar la dimensión interna y mística de lo viviente para dar con el sentido profundo y trascendente. Y, en tercer lugar,  desde nuestra sensibilidad profunda podemos entrar en conexión con las irradiaciones del Universo para recibir, mediante el inconsciente colectivo, imágenes, estelas, verdades, mensajes y sentidos con verdades de muy antiguas esencias que vienen de la sabiduría espiritual del Universo, que llamo Numen, y de la sabiduría sagrada del más allá, que llamo Nous. Todo eso es posible que los individuos dotados de alta conciencia espiritual puedan tener acceso a ese nivel profundo, entonces podrían testimoniar verdades que iluminan, como lo ha hecho Leopoldo Minaya, uno de nuestros grandes poetas que ha aportado el Movimiento Interiorista. De manera que, a través del Interiorismo estamos implantando una nueva sensibilidad, eminentemente espiritual, que contribuye a la iluminación de la conciencia y al desarrollo de los altos valores de la conciencia humana. Por ese aporte el Diccionario de la lengua española incorporó a su caudal de voces el sentido de interiorismo en su vertiente literaria.

-Fernando Berroa: «Muchísimas gracias, don Bruno, por deleitarnos con su sapiencia. Para nosotros es un placer tenerlo en la programación de la Lengua Española, en homenaje a Cervantes y de todos los literatos de nuestro idioma.

 

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