Ortoescritura

Por Rafael Peralta Romero

 

LA ORTOGRAFÍA NO PUEDE COGER LAS DE VILLADIEGO

El vocablo /villa/ es sustantivo común y por tanto se escribe con inicial minúscula, en tanto que /Diego/ es un antropónimo (nombre de persona)  y demanda la mayúscula inicial. Cuando la palabra /villa/ se antepone a otro sustantivo para denominar un lugar, generalmente entra a formar parte del nombre de ese lugar y entonces exige su mayúscula: Villa Francisca, Villa Trina, Villa Mella, Villa Altagracia.

Una villa, en la provincia de Burgos, España, lleva por nombre Villadiego (una sola palabra). Es cabecera del municipio del mismo  nombre. Esta localidad ha dado origen a la expresión “Tomar las de Villadiego” o “Coger las de Villadiego”.

El Diccionario de la lengua española la clasifica como locución verbal coloquial y la define de este modo: “Ausentarse impensadamente, de ordinario por huir de un riesgo o compromiso”.  Otros agregan el detalle de “marchar apresuradamente, huir de un lugar”.

En el habla dominicana es frecuente el uso de la  expresión “Coger las de Villadiego”, y en el uso oral ninguna complicación presenta, sin embargo, al momento de escribirse surgen las vacilaciones. Recientemente, una dama seguidora del expresidente Medina criticó a quienes habiendo sido candidatos a cargos legislativos por el PLD, una vez elegidos “cogieron la de villa Diego”. Así lo escribió y más lógico fuera que escribiera Villa Diego, aunque el lugar se denomine Villadiego.

El periodista español Javier Ramos, en su “blog” Lugares con historia, dedicado a temas   de historia y  geografía, plantea que la expresión aparece por primera vez en La Celestina, la tragicomedia de Calixto y Melibea, de Fernando de Rojas, donde aparece la frase “tomar las calzas de Villadiego”. Agrega Ramos que autores como Francisco de Quevedo y Covarrubias se han preguntado sobre quién era Villadiego. “Sin embargo, es una hipótesis histórica la que asocia la localidad burgalesa de Villadiego con las persecuciones que sufrieron los judíos en la Edad Media, época en la que se convirtió en una villa de asilo. La condición para disfrutar de refugio allí era llevar una vestimenta específica… hay quien afirma que unas calzas amarillas”. Villadiego se sitúa a unos 38 kilómetros al noroeste de la ciudad de Burgos, y fue fundada, según es tradición, por el conde Don Diego Rodríguez Porcelos, en la segunda mitad del siglo IX, algunos años antes de que el mismo emprendiera la gran obra de la fundación o repoblación de Burgos por mandato del Rey Alfonso III el Magno, hacia el año 884. Así se tituló esta villa, bien porque el Conde Diego la fundara o bien porque fuera su dueño y señor. Actualmente, Villadiego cuenta con cerca de 2,000 habitantes y su gentilicio es  villadieguense.  Pudimos comprobar en Internet que la frase que lo alude es empleada para promoción turística. La invitación es a “Tomar las de Villadiego”. Al pronunciarla, como quiera da, pero al escribirla, recuerde: una sola palabra con inicial mayúscula.

Los nombres propios de personas (Diego, Juan, Pedro…) están sujetos como los sustantivos comunes a cambios morfológicos por composición o derivación de palabras.

Ejemplo: dondiego (De don y  Diego) origina  el nombre de una planta  cuyas  flores se abren al anochecer y se cierran al salir el sol. De ahí: dondiego de día y dondiego de noche. También se le llama dompedro. El vocablo dondiego se asocia de algún modo al significado de mujeriego, por aquello de que don Diego Tenorio era el padre de don Juan Tenorio  (El burlador de Sevilla). Con mayor propiedad, el vocablo donjuán (dos palabras y acento gráfico)  se refiere a un seductor de mujeres. Los adjetivos relacionados con nombres  propios se comportan como palabras comunes: donquijotesco, conchoprimesco.  Como ya termino, le recuerdo: la ortografía no puede tomar las de Villadiego.

 

DE LAS VILLAS, LOS GENTILICIOS

A propósito del artículo “La ortografía no puede coger las de Villadiego”, publicado el pasado domingo (30-8-20), un amigo preguntaba si el gentilicio villadieguense se escribe en una sola palabra porque el nombre del municipio español (Villadiego) también es univerbal. Realmente indagaba en torno al gentilicio de un lugar cuyo nombre se escribe con la palabra Villa antepuesta a otro sustantivo (dos palabras). La respuesta es que el gentilicio se forma con una palabra derivada de la fusión de las dos que integran el  topónimo.  Veamos  estos ejemplos de lugares dominicanos cuya denominación incluye el sustantivo común “villa” más otro vocablo.

villaltagraciano, na.  Natural de Villa Altagracia, municipio de la provincia San Cristóbal. 2. Perteneciente o relativo a Villa Altagracia o a los villaltagracianos.

villaduartiano, na. 1. Natural de Villa Duarte, barrio muy antiguo de la zona metropolitana, ubicado en Santo Domingo Este, provincia Santo Domingo.. 2. Perteneciente o relativo a Villa Duarte o a los villaduartianos.

villaelisense. 1. Natural de Villa Elisa, distrito municipal correspondiente a Guayubín, en la provincia Montecristi. 2. Perteneciente o relativo a Villa Elisa  o a los  villaelisenses.

villafranciscano, na. 1. Natural de Villa Francisca, barrio de Santo Domingo, Distrito Nacional. 2. Perteneciente o relativo a Villa Francisca  o a los  villafraciscanos.  -Marcio Veloz Maggiolo es villafranciscano internacional.

villafundacionero, ra. 1. Natural de Villa Fundación, distrito municipal correspondiente al municipio de Baní. 2. Perteneciente o relativo a Villa Fundación o a los  villafundacioneros.

villagonzaleño, ña. 1. Natural de Villa González, municipio de la provincia Santiago. Perteneciente o relativo a Villa González o a los villagonzaleños. -El renglón más importante  en la economía villagonzaleña es el cultivo del tabaco.

villaisabelino, na. 1. Natural de Villa Isabela, municipio de la provincia Puerto Plata.  2. Perteneciente o relativo a Villa Isabela o a los villaisabelinos. -La historia villaisabelina  se remonta  a la ciudad  fundada el l0 de diciembre de 1493 por el almirante Cristóbal Colón en su segundo viaje, de la cual solo quedan ruinas.

villajuanense. 1. Natural de Villa Juana, barrio popular de la parte céntrica de Santo Domingo. 2. Perteneciente o relativo a Villa Juana o los villajuanenses. – El escritor Jimmy Sierra fue un ilustre villajuanense.

villamagantense.  1. Natural de Villa Magante, distrito municipal de Gaspar Hernández, provincia Espaillat. 2. Perteneciente o relativo a Villa Magante  o a los villamagantenses.

villamellero, ra. 1. Natural de Villa Mella, comunidad del municipio Santo Domingo Norte,  en la provincia Santo Domingo.  2. Perteneciente o relativo a Villa Mella o a los villamelleros. -Nada como un chicharónvillamellero.

villarivense. 1. Natural de Villa Riva, municipio de la provincia Duarte, región Nordeste.2. Perteneciente o relativo a Villa Riva o a los villarivenses. villarpandero, ra. 1. Natural de Villarpando, distrito municipal correspondiente al municipio Las Yayas de Viajama, en la provincia de Azua. 2. Perteneciente o relativo a Villarpando o a los villarpanderos. – A los villarpanderos no les agrada que su pueblo lleve el nombre del capitán español que propició la persecución y muerte del esclavo Lemba.

villasombrerense. 1. Natural de Villa Sombrero, distrito municipal adscrito  al municipio Baní, en la provincia Peravia. 2. Perteneciente o relativo a Villa Sombrero o a los villasombrerenses.

villatapiense. 1. Natural de Villa Tapia, municipio de la provincia Hermanas Mirabal.  2. Perteneciente o relativo a Villa Tapia o a los villatapienses.

villatrinense. 1.  Natural de Villa Trina o José Contreras, distrito municipal del municipio de Moca, en la provincia Espaillat. El lugar se llamó Villa Trina y desde 1954 su nombre oficial honra al héroe restaurador José Contreras. Sus habitantes se identifican como villatrinenses.

villahermosense . Natural de Villa Hermosa, municipio de la provincia  La Romana.

villavasquense. 1. Natural de Villa Vásquez, municipio de la provincia Montecristi. 2. Perteneciente o relativo a Villa Vásquez o a los villavasquenses.

 

CRITERIOS QUE RIGEN LA FORMACIÓN DE LOS GENTILICIOS

El filósofo Luis F. Cruz Paulino, quien me honra al leer esta columna, ha sugerido explicar cuál es el criterio para la terminación de los gentilicios. En artículos anteriores nos hemos referido a la autoridad facultada para imponer el gentilicio de una nación o localidad cualquiera. El gentilicio es genuina expresión de orgullo territorial, factor sentimental de unidad de los naturales de un lugar determinado. En el caso de un Estado o nación el gentilicio queda explicitado en  su acta constitutiva: “El pueblo dominicano constituye una Nación organizada en Estado libre e independiente, con el nombre República Dominicana”, reza el artículo uno de nuestra  Constitución. El pueblo dominicano es la reunión de todos los dominicanos.

En los municipios, distritos municipales y otras demarcaciones, el gentilicio procede de la población.  Por eso en algunos casos no hay acuerdo acerca de cómo llamar a los naturales, si jamaeros o jamaenses, si micheros o michenses, si hateros o hatomayorenses. ¿Qué autoridad se ocupará de esto? La principal autoridad son los naturales y habitantes de una localidad. Esto no excluye a la autoridad política.

Los sufijos que intervienen en la formación de los gentilicios se remontan a los orígenes mismos de nuestra lengua, con influencia del latín, del griego e incluso de lenguas orientales, pues los gentilicios son tan antiguos como la humanidad.

La Nueva gramática de la lengua española (Asociación Academias de la Lengua Española, Madrid, 2009) en el capítulo titulado “La derivación adjetival y adverbial” dedica un amplio apartado a los adjetivos gentilicios y cita (pág. 533)  los sufijos (terminaciones) con los que se forman normalmente los gentilicios.  Helos aquí:

-aco/aca (austriaco); -ano/ana (italiano);-ata(keniata); -eco/eca (guatemalteco);-ego/ega (manchego); eno/ena (chileno); -ense (bonaerense); eño/eña (limeño); eo/ea (europeo); -ero/era (habanero); -és/esa (cordobés); -eta (lisboeta); -í (iraní); -ín/ina (mallorquín); -ino/ina (granadino); -ita (israelita); -o/ a (ruso); -ol/ola (español);-uno/una (villavicenciuno).

Estas terminaciones se aplican para gentilicios de los más disímiles lugares del mundo, sin tomar en cuenta su lengua o cultura, lo que  importa es que esa es la forma de decirlo en español. De esas terminaciones, seis predominan en los gentilicios dominicanos, y otras nunca se emplearán. Es decir, aquí usamos el sufijo -ano/ana: seibano, higüeyano, nordestano, baorucano (distrito municipal Baoruco, Barahona),  bijano (La Bija, distrito municipal de Villa La Mata), cevicano, mocano.

Empleamos también el sufijo  -ense,  el cual tiene cierto encanto y muchos lo prefieren para sus localidades, aunque les haya tocado otro: hatomayorense, romanense, bohechiense (Bohechìo), bonaense (de Bonao),cabaretense, caletense (de Caleta, distrito municipal  La Romana), tenarense.

Con la terminación eño/eña tenemos puertoplateño, monteplateño, mateño (Villa La Mata), borojoleño  (de Borojol, barrio de la Capital), sureño, maeño. El sufijo ero/era debe ser el más empleado por los dominicanos para crear gentilicios, es de mayor sabor a pueblo. Tenemos: michero (Miches), calderero, caletero (de La  Caleta, distrito municipal de Boca Chica),carreyegüero( de Carrera de Yeguas), castañuelero (de Castañuela) , guaymatero (de Guaymate), nagüero,  sanjuanero.

Una terminación poco frecuente entre nosotros: -és/esa, que se usa para los naturales de Samaná: samanés. Por igual, el sufijo –ino solo lo conocemos en dos gentilicios dominicanos: sabanalamarino (Sabana de la Mar) y bocaíno (de Boca de Yuma).

Un gentilicio cuya terminación no aparece en la Gramática es banilejo.

 

ENTRE “RUYIDO” Y “RUYÍO” SIN PASAR POR  ROÍDO

El doctor Julio Hazim, profesional  de la medicina y experimentado comentarista de televisión, refería recientemente algo relativo al Gobierno y al Partido Revolucionario Moderno y  dijo algo como esto: “No mencionan  a Concepción porque es un ruyío”.

A esta columna no interesa el contenido político ni el valor noticioso de la expresión, sino la arista lexicográfica, enfocada en el vocablo /ruyío/, empleado  en ese contexto  como sustantivo  para describira una persona de deficiente economía y escaso desarrollo social.

Ruyío funciona como sustantivo (Eran todos unos ruyíos y ahora son millonarios) y también como adjetivo (Se casó con un hombre ruyío). En ese uso lingüístico  incide más de una desviación idiomática.  Todo inicia con la corruptela del verbo roer que el hablante de escasa escolaridad cambió a /ruyir/. De ahí expresiones como: El ratón ruye hasta la ropa.  Guardaba  su dinero en un cajón y los ratones se lo ruyeron.

El participio de ese verbo, de factura dominicana, ha de ser “ruyido”. Tenemos entonces la segunda corruptela: es muy propio del habla dominicana la supresión de la –d  en los participios (cansao, cansado; comío, comido; vestío, vestido). Ocurre incluso en sustantivos con esa terminación (candao, candado; deo, dedo, peo, pedo, metío, metido).

Ruyío o ruyido  se emplean en sustitución de roído, un adjetivo formado a partir del participio del verbo roer. Como participio, sirve para formar el pasado compuesto: Un bicho ha roído la sábana. Los conejos han roído la siembra. Como adjetivo, roído se aproxima semánticamente a  corto, despreciable.

El Diccionario académico reserva para roer el siguiente significado: dicho de un animal, cortar con los dientes u otros órganos bucales los alimentos. / Quitar poco a poco con los dientes a un hueso la carne que le quedó pegada. De este verbo tenemos el adjetivo roedor (que roe). También significa que  conmueve, punza o agita el ánimo.  Roedor es también  el nombre de una orden de mamíferos caracterizados por la acción de roer. Recordemos la conjugación del verbo roer. Presente del indicativo: yo  roo, roigo o royo, tú roes, él roe, nosotros roemos, roéis, ellos roen.

Ejemplo

  1. Yo roo (roigo o royo) lo que sea, dijo la rata.
  2. Tú roes y jodes, le dijo el hombre.
  3. La polilla también roe, contestó la rata.
  4. Algunos hombres roen más que nosotras.

El modo subjuntivo  llama la atención. Vea usted:Yo roa, roiga o roya, tú roas, roigas o roya, él  roa, roiga o roya.

Ejemplo: Quieren que yo roa, a ti no te piden que roas;  prefiero que Herrera roa.

El gerundio de roer es royendo. Ej. Las polillas están royendo todo. El  participio  es roído. Ej: Todo ha sido roído.

Note el parecido entre el gerundio de roer (royendo) y el de ruyir (ruyendo).

Es obvio que del verbo roer  es que algunos  hablantes  han sacado el verbo “ruyir”, cuyo participio viene siendo “ruyío” o “ruyido” ,y como  adjetivo  muy empleado –lo  expresamos antes- para referirse a la condición económica   de una persona, cuando ésta es lamentable. Lo que antes era un “descricajado”,  “descacarado” o un “jodío”.

El Diccionario del español dominicano ha incorporado este término escrito con –ll  en vez –y: Rullido. Adjetivo y sustantivo. Referido a persona, en mala situación económica o de salud. Rullir. Roer. El ratón le rulló sus mejores medias de vestir.

Me parece más aproximada a su origen la escritura con –y. Pero lo más importante es que esta corrupción del verbo roer ha dado origen a una familia de palabras propias del habla dominicana. Si los hablantes cultos, caso del doctor Hazim, lo llevan a la televisión, el vocablo refuerza su carta de presentación.

Temas idiomáticos

ECOS Y NARCISOS 

Nunca hubo una serie más larga de «Eñes» dedicada a un aspecto concreto. Hoy prometo concluirla. ¡Que no cunda el pánico! Con referencias mitológicas, el nombre del pánico, ese miedo intenso, que puede volverse contagioso y hacerse colectivo, tiene relación con el miedo que infundía el semidiós Pan por su naturaleza salvaje e irascible. Dicen que no soportaba que lo despertaran de su siesta; a mi modo de ver no le faltaba razón. Morfeo, dios griego del sueño, tampoco estaría de acuerdo; no en vano a dormir le llamamos «estar en los brazos de Morfeo». El nombre de este dios está en el origen del sustantivo morfina, poderoso narcótico y analgésico.

Para la guinda final he reservado dos de mis palabras preferidas. Los amores de los protagonistas destinaron sus nombres a convertirse en bellas palabras. Los celos llevaron a Hera, la diosa esposa de Zeus, a castigar a la bella ninfa Eco, que tenía el don de la palabra, con la pérdida de su elocuencia; Eco solo podía repetir las palabras de los demás. Como nuestro eco, que repite el sonido cuando sus ondas se encuentran con un obstáculo.

El padecer de Eco aumentó cuando se enamoró de Narciso, un pastor presuntuoso, quien, al saberlo, se burló de ella. Esta burla le costó a Narciso el castigo de enamorarse del reflejo que de sí mismo contemplaba en el río y el de dar nombre al narcisismo y a los narcisos, aquellos que se complacen excesivamente en su atractivo o en sus facultades, como si estuvieran enamorados de sí mismos. No me negarán la belleza y el sabor de estas narraciones tradicionales, que forman parte de una cultura ancestral y que hemos heredado con nuestra lengua, salpicada de hermosas palabras que las recuerdan.

 

ARIAS VERBALES

01/09/2020

Hoy nos vamos a meter en harina con el régimen preposicional de algunos verbos. Y ¿en qué consiste este régimen preposicional? Algunos verbos exigen que sus complementos se les unan mediante una preposición determinada. Para construir correctamente una frase con este verbo y su complemento debemos saber cuál es el régimen del verbo; es decir, cuál es la preposición que ese verbo exige. Existen verbos volubles, qual piuma al vento. Los hay que cambian de régimen preposicional según funcionen como pronominales o no. Los hay que tienen doble régimen. Pero metamos las manos en la masa. Vayamos a los ejemplos.

Empecemos por el verbo olvidar, que puede usarse como transitivo (Yo olvidé su regalo de aniversario) o como pronominal (Yo me olvidé de su regalo de aniversario). ¿Han notado el pequeño detalle? No me refiero al «olvido imperdonable», sino a la preposición. El verbo olvidar cambia de régimen sintáctico como de camisa. Cuando es transitivo no lleva preposición (olvidar algo); cuando es pronominal, sí (olvidarse de algo). Y no es el único, no crean. Si nos fijamos en el verbo lamentar, encontramos estructuras sintácticas paralelas. Si lo construimos como transitivo (lamentar algo), no necesitamos preposición (Lamento mi error); en cambio, si lo construimos como pronominal (lamentarse de algo) nos exige la preposición de (Me lamento de mi error).

Para seguir con el símil operístico, existen verbos volubles, qual piuma al vento. Mudan de régimen e di pensier. Hay algunos que funcionan con y sin preposición. Podemos informar a alguien algo (Te informo que no volverá a pasar) o de algo (Te informo de que no volverá a pasar). No sabemos si el duque de Mantua sabía de regímenes verbales, pero bien les podía haber dedicado su famosa aria.

 

DE LA PALABRA A LA ACCIÓN

08/09/2020

Me apasionan las palabras. Su capacidad para evocar y expresar mundos me interesa y me emociona a la vez. No concibo un mundo sin palabras, sin muchas palabras, que nos ayuden a percibirlo, a reconocerlo, a investigarlo, a expresarlo, a cambiarlo. Por eso me preocupan nuestras carencias de vocabulario, especialmente las de nuestros niños. Escribió hace unas semanas en Twitter el doctor Luis Rojas Marcos, psiquiatra, investigador y especialista en sanidad pública, que «las palabras son un alimento vital para el cerebro infantil, y cuantas más, mejor. Las criaturas que crecen entre adultos parlanchines y expresivos hablan y aprenden antes. Las historias en voz alta facilitan la comprensión de conceptos y emociones y estimulan su imaginación». Rodear a los niños de palabras los ayuda a interesarse por su entorno. De la mano de las palabras amplían su mirada, o la profundizan; a más palabras, mayor amplitud, mayor profundidad en la mirada.

De ahí que la lectura sea esencial para enriquecer nuestro acervo léxico. La lectura, a cualquier edad, nos abre el campo de visión; nos pone en contacto con realidades insospechadas, con palabras insospechadas. En nosotros está reconocerlas, averiguar sobre ellas y apropiárnoslas. Cuando nuestro vocabulario crece, cuando comprendemos mejor más palabras, facilitamos también nuestra lectura, puesto que disminuyen las voces desconocidas o dudosas que siempre entorpecen la comprensión fluida de lo que leemos.

El doctor Rojas Marcos nos recuerda que nuestra relación con las palabras empieza muy temprano y que tiene mucho que ver con nuestro entorno. Hablemos con nuestros niños correctamente, hablémosles mucho y bien; y escuchémoslos mucho y bien. Construyamos con ellos un mundo de palabras; ellos se encargarán de pasar de la palabra a la acción.

 

LUGARES EN EL DICCIONARIO

15/09/2020 

Los diccionarios registran información acerca de las palabras de una lengua (o de dos, si son bilingües). Entre los sustantivos, solo registran los comunes; los propios están proscritos. Sin embargo, créanme si les digo que han encontrado un pequeño resquicio por el que colarse en el diccionario. Las locuciones, esos grupos de palabras que funcionan como si se tratara de una sola, les han abierto una pequeña puerta. Un repaso de los que se incluyen en el Diccionario del español dominicano nos servirá para conocerlos.

Entre los topónimos no importa si el lugar es lejano o cercano. Cuando alguien presenta algo muy conocido como si fuera una novedad, decimos que ha descubierto América. Si obligamos a alguien a resolver o a enfrentarse con una situación difícil, se la ponemos en China. En cambio, si es algo fácil de entender o sobradamente conocido, decimos que lo saben hasta los chinos de Bonao. Si la persona a la que nos dirigimos está distraída, decimos que está en la luna de Belén o en la luna de Valencia.

Los nombres de lugar sirven en muchas locuciones para designar productos concretos relacionándolos con su lugar de procedencia (real o ficticio). Si de lo que se trata es de darnos un masaje o de aliviar algún que otro dolor, los antiguos nos recomendarán una friega con sebo de Flandes. Si de higiene infantil se trata, nada más delicado que el jabón de Castilla. Son muy frecuentes los topónimos en las lexías que designan especies de la flora: rosa de Bánica, rosa de Bayahíbe, ébano de Santo Domingo.

Primitivo Herrera, escritor dominicano

Por Segisfredo Infante

 

Un día de tantos me llamó por teléfono móvil el periodista Mario Hernán Ramírez, para preguntarme si acaso sabía algo de Primitivo Herrera. Al comienzo creí que era una broma, de aquellas que suelen gastarse los viejos amigos. Le contesté que al único primitivo que yo conocía en este mundo (y quizás en el otro) era al “Primitivo” Maradiaga, quien fue director técnico de la Selección de Fútbol de Honduras, y una persona humilde que me ha inspirado simpatía casi siempre. Sobre todo en el ya lejano momento en que la “Selección” de Honduras le ganó a la “Selección” de Brasil, creo que en el contexto de una “Copa América”. Incluso en aquel momento, a pesar que soy un hombre demasiado distante de la enajenación futbolera (el verdadero “opio del pueblo”), le dediqué un artículo de agradecimiento al “Primitivo” Maradiaga.

Mario Hernán, con su voz estentórea, me aclaró que estaba hablando en serio, y que Primitivo Herrera había sido un escritor dominicano que se había establecido en Honduras “tal vez por la década del veinte”, y que además le había dedicado algún texto a nuestro gran poeta lírico Juan Ramón Molina. Como Mario Hernán Ramírez es el presidente vitalicio del “Grupo Moliniano” (que ahora se llama “Consejo Hondureño de la Cultura Juan Ramón Molina”), me encomendó la tarea de preguntarle al filósofo (y filólogo) dominicano, don Bruno Rosario Candelier, algunos datos importantes relacionados con Primitivo Herrera. La tarea la he asumido porque el año pasado me nombraron con el título de “embajador cultural” del Grupo Moliniano. Nombramiento y juramentación que acepté sin bosticar palabra, en profundo silencio y con mucha  humildad, habida cuenta de la consideración tardía que, durante casi toda mi vida, le he dedicado artículos, menciones, ensayos y homenajes al poeta Molina, desde 1980-1981, en que comencé a publicar unos artículos juveniles –a veces flojos e inmaduros–, en el periódico “El Cronista” de Tegucigalpa. Del mismo modo en que lo he venido haciendo con otros escritores nacionales y regionales, tales como José Cecilio del Valle, Froylán Turcios, Rubén Darío, Paulino Valladares, Heliodoro Valle, Medardo Mejía, “Rafaelita” Contreras, Alfonso Guillén Zelaya, Edilberto Cardona Bulnes, Ramón Oquelí, Litza Quintana y Oscar Acosta, a quienes les he entregado la mayor parte de mi vida de escritor, en lo relacionado con cuestiones nacionales. Especialmente a José Cecilio Díaz del Valle, cuya obra he estudiado casi completamente, publicando, además, dos ediciones de la Antología de José del Valle preparada, durante diez años, por Ramón Oquelí Garay. Y otros textos vallistas adicionales: uno de Pérez Cadalso. Otro de Oscar Soriano. Etc. Etc.

Pues bien. El Dr. Bruno Rosario Candelier, un hombre desprendido como el que más, me envió un “audio” por teléfono de cinco minutos con cuarenta segundos, relatándome detalles claves de la vida del escritor y diplomático Primitivo Herrera, quien nació en Santo Domingo en 1888 y falleció en San Salvador en 1953. Por sus fechas cronológicas podría clasificarse dentro del grupo de poetas “romántico-modernistas” de finales del siglo diecinueve y primeras tres décadas del veinte. Como diplomático hizo carrera desde Puerto Rico, sin especificar el año. En Honduras en 1932. En Guatemala, también, en 1932. En Nicaragua en 1933. Y en El Salvador en 1934.

A cada uno de los países anteriores les dedicó sendos poemarios, todos con el mismo adjetivo: “Puerto Rico Lírico”; “Honduras Lírica”; “Guatemala Lírica”; “Nicaragua Lírica” y “El Salvador Lírico”. Es posible que en el poemario dedicado a Honduras se encuentre algún texto para Juan Ramón Molina, libro difícil de conseguir en estos tiempos, motivo por el cual mi tarea es comparativamente complicada. A menos que el poeta José González lo tenga en su biblioteca privada en la ciudad de La Paz, en consideración que él redactó una reseña sucinta sobre el poeta dominicano, con fotografía incluida, y una dedicatoria manuscrita para el poeta hondureño Luis Andrés Zúñiga, fechada el 16 de mayo de 1932, dato que coincide con el ofrecido por don Bruno Rosario Candelier, quien es actual director de la Academia Dominicana de la Lengua, presidente del Ateneo Insular, líder del Movimiento de Escritores Interioristas, autor de varios libros de filosofía, crítica literaria, novela y ensayo. Don Bruno, en realidad, es un auténtico pensador y amigo personal mío.

Volviendo al tema originario. Primitivo Herrera pertenece al subgrupo de diplomáticos que al pasar por nuestro país dejaron algo de su obra intelectual. Sin perder de vista que su primer libro se tituló “Barca de ensueño” (edición de 1916), al instalarse en Tegucigalpa publicó el texto ya mencionado “Honduras Lírica”. Lo mismo hizo el diplomático e investigador español Luis Mariñas Otero, quien escribió dos libros dedicados a Honduras. También el ensayista, poeta y embajador español Miguel Albero, le dedicó un libro de versos personalísimos al terruño catracho.

(Tegucigalpa, MDC, 20 de septiembre del año 2020. Publicado en el diario “La Tribuna” de Tegucigalpa, el domingo 27 de septiembre del 2020, p. 7).

Nota de BRC: Consigno aquí que nuestro valioso académico de la lengua, el escritor dominicano Miguel Collado, bibliógrafo, crítico literario y consultor bibliográfico de la Academia Dominicana de la Lengua, registra el aporte bibliográfico de Primitivo Herrera, a quien consulté antes de enviarle el video del que alude el distinguido autor hondureño, el erudito, pensador, poeta y académico correspondiente de la ADL, don Segisfredo Infante.

 

Socialista de Dios

Por Jorge Juan Fernández Sangrador

 

“Socialista di Dio” es el título de un libro publicado, en 1981, por el periodista Sergio Zavoli, figura notabilísima de la comunicación en Italia. Fue presidente de la RAI, director de diversos y muy populares programas radiofónicos y televisivos, y realizador de entrevistas extraordinariamente interesantes, que fueron retransmitidas en distintos medios y después agrupadas y editadas bajo diferentes títulos. Falleció a principios de agosto en Roma. Tenía 96 años. Lo han enterrado en Rímini, a tan sólo unos pasos de donde descansa su gran amigo Federico Fellini, director de cine.

“Socialista di Dio” fue su primer libro, vencedor del Premio Bancarella, con el que anteriormente habían sido galardonados Hemingway, Guareschi, Pasternak o Fallaci. Al ganador se le entrega una figura de cerámica que representa a san Juan de Dios, español y celestial protector de los libreros.

En el ejemplar que poseo, adquirido en un negocio de venta de libros usados, aparece la firma del autor y la dedicatoria a un amigo suyo. Se ve que ha ido de mano en mano. «Habent sua fata libelli». Y lo de “socialista” y “Dios”, dos vocablos que son presentados por lo general como inconciliables entre sí, con los que un crítico definió a Zavoli, han sido asumidos por éste como «una clave de lectura del libro y de quien lo ha escrito».

En sus 335 páginas, el autor fue vertiendo, párrafo a párrafo, las reflexiones y emociones que los episodios de su propia vida o la de los demás iban suscitando en su abierta personalidad, sensible y altruista, cultivada con sugestivas lecturas de todo tipo, que lo han surtido del bagaje intelectual y literario que se precisa para saber identificar, enjuiciar y expresar lo que está pasando en el interior y en el entorno de los protagonistas del acontecer diario.

Memoria, pasado, futuro, neurociencia, tecnología, ríos, niebla, norte, sur, campo, ciudad, pobreza, espacio sideral, ecología, juventud, violencia, sexo, amor, historia, política, reformismo, evangelio, infinito, Dios, … son realidades pensadas, contrastadas y bella y precisamente dichas por Zavoli. Al pasear por los proporcionados, en cuanto a la extensión, capítulos del libro, el lector siente que se está satisfaciendo dentro de sí un deseo: el de que alguien, que sepa, le muestre cómo ha de mirar, para ver, en su altura, anchura y profundidad, lo que tiene delante. Y es que el discurso de un buen narrador funge siempre de colirio clarificador en la legañosa conjuntivitis que nos aqueja e impide vislumbrar en su diafanidad la verdad de los corazones y de las cosas.

Del periodista, al igual que del maestro y del sacerdote, se espera que sea un zahorí, que rastree y desvele las ocultas corrientes vitales que fluyen bajo la superficialidad y la opacidad de las apariencias. En un famoso micro relato de Eduardo Galeano, un niño, Diego Kovadloff, al que su padre llevó un día al sur, para que viera el mar, extasiado el chiquillo ante la azur hermosura del océano, exclamó, dirigiéndose al padre: «¡Ayúdame a mirar!». Así también al periodista.

Sergio Zavoli publicó, además, varios libros de temática religiosa. Citaré sólo cuatro. Son entrevistas: al cardenal Giacomo Biffi (“Le vere dimensioni dell’universo”), al teólogo Piero Coda (“Se Dio c´è”) y a varias personalidades a las que invitó a participar en un programa que él conducía en la televisión con el título “Credere, non credere”. De ahí el genitivo «di Dio». Al español ha sido traducido solamente, que yo sepa, el libro “Viaggio intorno all’uomo” (Viaje en torno al hombre). Es de entrevistas también. Fabulosos los cuatro.

María Zambrano decía que «el alumno comienza a serlo cuando se le revela la pregunta agazapada dentro, la pregunta que, al ser formulada, es el inicio del despertar de la madurez, la expresión misma de la libertad. No tener maestro es no tener a quién preguntar y, más hondamente todavía, no tener ante quién preguntarse».

Del periodista, al igual que del profesor y del sacerdote, se espera que domine el arte de la geomancia existencial humana y que sepa cómo hacer que el flujo de vida que discurre soterrado, incontenible potencial de energía, desarrollo y fecundidad, emerja pujante, valiéndose de esa suerte de cangilones que son, en la noria de las entrevistas, las preguntas, que Sergio Zavoli realizó con tal maestría que podría decirse que resultan, en ocasiones, más interesantes incluso que las respuestas. Y, si de un periodista esperamos que nos ayude a mirar, esperamos igualmente, y con enormes ansias, pues deseamos poner, en la medida en la que se pueda, cierto orden en nuestro anaquel de cuestiones metafísicas, que nos enseñe a preguntar.

La Nueva España, 6 de septiembre de 2020, p. 24.

 

La obra lexicográfica de Roberto Guzmán

La obra lexicográfica de Roberto Guzmán

EN SUS PUBLICACIONES DE PALABRA EN PALABRA

 

Por Miguelina Medina 

 

Inicio esta reseña con una transcripción de uno de los temas tratados por el autor en esta obra, y que funja como ilustración de lo que será la presentación de la misma, realizada por Fabio Guzmán Ariza:

«DESORDEN – TRASTORNO»  

  1. C., un médico de origen cubano libanés en el Centro de Investigación de Desórdenes del sueño, en Miami.    

   Hace ya un tiempo que los hablantes y escribientes del español están causando un desorden en el seno del español. El desorden lo provoca el mal uso que hacen de esa palabra, en lugar de la otra que aparece en el título. Todo nace de que en inglés la voz disorder se utiliza en asunto de la salud. La voz guarda o tiene algún parecido en su pronunciación con el vocablo desorden del español. En inglés un disorder de la salud es una condición anormal física o mental.  Lo que en inglés es un disorder, en español es un “desarreglo, un trastorno”. Es una anormalidad funcional. Es un estado patológico físico o psíquico. El Diccionario de términos médicos inglés-español, español-inglés de Ruiz Torres, 1986, tiene ese concepto. Tiene ese diccionario ejemplos para ilustrar el uso, tales como “desarreglo afectivo, trastorno del carácter, desarreglo de la conducta, trastorno de la personalidad”. 

   El Diccionario médico español-inglés, inglés-español de Herrera y Grabb (1996) no está tan claro en cuanto a este concepto. Menciona a desarreglo y trastorno como equivalentes, pero el primero que ofrece es desorden. En este punto no fue acertado.  En español el desorden es la confusión y alteración del orden. Se dice y escribe acerca de alguien que tiene “las facultades mentales alteradas”, no desordenadas. En materia de orden y disciplina, el desorden es una perturbación en un grupo, en una reunión o en una comunidad de personas. Es un disturbio que altera la tranquilidad pública. Por último, es un exceso o abuso. En cuanto a trastorno, es una “alteración leve de la salud”. Se habla de trastorno mental. Un trastorno de salud es un síntoma de enfermedades. Cuando una persona sufre un trastorno se le altera la normalidad de la vida. En el aspecto de la salud, si sufre un trastorno se le altera el estado físico o mental. En la lengua común, el desorden es una confusión, un desconcierto, una falta de orden. Hay desarreglo, que fue una de las equivalencias sugeridas por Ruiz Torres, citado antes, cuando se produce una irregularidad en el género de vida.  

 

Historia de la conformación de esta obra

Al hacer la reseña de esta obra es necesario advertir algunos detalles de su historia, pues tiene una historia que contar previo a su conformación como tal. Fabio Guzmán Ariza, en su presentación, cuenta que Roberto Guzmán «está casado con Carol Guzmán, doctora en Antropología» y que «fue precisamente su esposa Carol quien lo persuadió a escribir […], razonándole que le serviría de terapia para la irritación que le causaba el spanglish de los periódicos miamenses. Así comenzó a escribir unos “Comentarios sabatinos” para distribuir entre amigos y conocidos, que al poco tiempo se convirtieron en la columna “De palabra en palabra” publicada semanalmente, primero en los periódicos digitales Los Nuevos Tiempos Digital y Clave Digital, y, hoy día, en el diario digital Acento.com.do». Fabio Guzmán expone que «a esta fecha, Roberto Guzmán lleva nueve años entregando al mundo hispanohablante perlas lingüísticas como las que adornan esta antología, sábado tras sábado, con una regularidad pasmosa y envidiable». Y añade, don Fabio Guzmán, que «es inimaginable una mayor prueba de amor a nuestro idioma» (p. x).

 

De palabra en palabra, antología

    Guzmán Ariza ha expresado que «De palabra en palabra no es una simple recopilación de escritos publicados a lo largo de años que se quiere hacer pasar por una obra». Explica que «hay varios hilos conductores que le dan unidad y coherencia a los artículos que la componen, atándolos en tres temas centrales y recurrentes» (p. x). Leamos la explicación de Fabio Guzmán respecto a estos “hilos conductores” a los que se refiere:

  1. «De palabra en palabraadopta para sí este aforismo¹ del estadounidense Mark Twain en 1888: “La diferencia entre la palabra adecuada y la casi correcta es verdaderamente enorme; como el que separa el rayo de la luciérnaga”». Asumido como «tema central» Fabio Guzmán explica que «el autor lo adopta “señalando en artículo tras artículo la necesidad de que el escritor escoja las palabras con milimétrica precisión”».
  2. «El autor desarrolla en su libro el tema: el idioma español tiene un léxico riquísimo que la mayoría de los escritores no aprovechapor sufrir […] de haraganería mental o escasez de conocimientos. El escritor promedio recurre poco a los diccionarios, actuando como si se los hubiesen escondido».
  3. «La penetración del inglés en el español, la que se extiende, a su decir, “como la mala hierba”».

 

_____________

¹ Aforismo: “Máxima o sentencia que se propone como pauta en alguna ciencia o arte”, DLE.

 

Carácter de la obra

Al inicio de la reseña coloqué un artículo que representa el carácter de esta obra, surgida, como ya hemos visto, de la necesidad de orientar y corregir el mal uso del idioma español. Por consiguiente, cuando leemos los temas que desarrolla el autor — explicados por Fabio Guzmán Ariza—, vemos que destacan expresiones disciplinarias y enérgicas. El autor como estudioso de nuestro idioma, en sus investigaciones permanentes, ha encontrado que muchos hablantes usan mal el idioma y propagan este mal uso. El autor llama la atención con amor pero también con fuertes dictámenes. En el primer artículo citado en esta reseña, “DESORDEN – TRASTORNO” (pp. 116, 117), pudimos notar la confrontación de términos mediante las consultas minuciosas a diferentes diccionarios, por parte del autor, y expuestos con sus argumentos correctivos.

Sobre los anglicismos y extranjerismos

Fabio Guzmán puntualiza que «en la obra se adopta la posición de no rechazar de plano todos los anglicismos o extranjerismos, que como sabemos han nutrido al español desde sus comienzos, pero sí la de rechazar los préstamos innecesarios y las contaminaciones sintácticas que fácilmente podrían evitarse con solo buscar la palabra, frase o giro idóneo en español» (p. xi).

«Para entender bien el porqué De palabra en palabra»

Guzmán Ariza expone, además, que «para entender bien el porqué de De palabra en palabra hay que conocer quién es su autor». Y destaca que «Roberto Guzmán es políglota: habla español, inglés, francés, portugués y criollo haitiano; y lee el italiano». Dice que «desde muy joven sintió pasión por las lenguas, especialmente por la suya». Expone que «el autor estudió Lenguas Extranjeras en la Universidad Autónoma de Santo Domingo y en las universidades de París y Burdeos». «Desde 1988 vive en Miami Beach, Estados Unidos, donde trabaja de intérprete y traductor para cinco idiomas», puntualizó (pp. ix, x).

Método de estudio utilizado por el autor en esta obra

Fabio Guzmán explica que «el método que utiliza Roberto Guzmán en De palabra en palabra consiste en colocar como tema al comienzo de cada artículo una palabra o frase, cuyo uso luego escribe y examina –con la ayuda de un impresionante repertorio de obras lexicográficas–, y finalmente valora con singular agudeza, humor y sentido común». Dice que «por lo general, cada palabra o frase viene seguida de una cita tomada de la prensa escrita en español de los Estados Unidos […]. La cita ilustra el uso o abuso de la palabra o frase que es objeto de análisis» (p. ix).

 Recomendaciones del autor a los traductores

Fabio Guzmán expone que «el autor recomienda a los traductores no ceder al primer impulso de colocar la palabra que primero le viene a la memoria, sino encontrar la que exprese mejor la idea de acuerdo con el genio de la lengua española, la cual, como se ha dicho, es muy rica».

Testimonio del autor

Durante los últimos doce años mis lecturas han sido solo acerca de las lenguas. Me encanta la lingüística. Me apasiona la lexicología. La lexicografía me llama. La semántica me entretiene. El dominio de las lenguas extranjeras me ha ayudado. Es cierto, leo diccionarios de la A a la Z. A veces leo el mismo más de una vez. Poseo más de 500 diccionarios. No me interesan los reconocimientos. Me basta con el deber cumplido².

Fabio Guzmán Ariza comparte en su presentación una nota especial sobre el autor que quizás está ahí porque, como ya sabemos, toda obra “cumple una función social” y “cada quien encuentra en ella” aunque no busque. “El escritor cuando escribe intuye, recibe ideas que fluyen en el aire buscando un pensamiento en donde posarse” (BRC)³. Cuando Fabio Guzmán escribe que el autor «por compromiso familiar estudió Derecho; por amor, Lenguas Extrajeras» (p. ix), está ayudando a muchos a comprender su propia historia. Quizás esas disciplinas fueron fruto de esos pasos que les estaban destinados para alcanzar esa “espiritualidad fecunda” de la que habla don Bruno Rosario Candelier, maestro del Interiorismo, que “forja la conciencia para asumir la propia vida y entender el sentido” que de otra forma no llegaría a comprender. Es para nutrir ese “pequeño universo” del que nos toca dar testimonio. Ilustro esta reflexión con un ejemplo: Tchaikovsky, el gran músico nacido en 1840, fue inducido a estudiar una carrera por compromiso familiar y luego estudió música su pasión: A los años de su plácida infancia se remontan los primeros estudios teóricos y las primeras experiencias musicales, entre ellas la ópera Don Giovanni de Mozart, que dejó una huella imborrable en el ánimo del muchacho. Desde entonces se dedicó siempre al estudio del arte, aunque, por deseo de su padre, se matriculó en la facultad de derecho de San Petersburgo y, conseguido el título de leyes, aceptó un puesto en el Ministerio de Justicia, en el que, sin embargo, no permaneció mucho tiempo: en 1863 renunció al empleo para poder asistir al curso de composición que Anton Rubinstein impartía en el Conservatorio de San Petersburgo. (https://www.biografiasyvidas.com/biografia/c/chaikovski.htm).

«Sencillo, erudito y genial»

Transcribo de igual forma el texto ilustrativo que cita Fabio Guzmán Ariza en su presentación. Expresa que «no todo en De palabra en palabra es censura y reprobación». Destaca que «hay también buen uso del idioma, admiración por lo ingenioso y lo nuestro». Dice: «Como muestra reproduzco parte del artículo sobre serpentinero, sinónimo de lanzador en la jerga beisbolera latinoamericana» (pp. xi, xii). Y puntualiza que este artículo «es a la vez sencillo, erudito y genial como son los demás artículos de la antología». Consigna que “la Fundación Guzmán Ariza, Pro Academia Dominicana de la Lengua se regocija de haber auspiciado su publicación»: Lo que se trata…es de desentrañar el origen de la palabra, es decir, dar con el motivo que impulsó a alguien  a utilizar el nombre. Las serpentinas son las “tiras de papel arrollada que en días de carnaval u otras fiestas y diversiones se arrojan unas personas a otras, teniéndolas sujetas por un extremo”. Hay que convenir por fuerza que la venerada asociación madrileña de la lengua con esta definición deshizo una serpentina de palabras para poder explicar el concepto. La idea que se encuentra en el origen del término en estudio es que el lanzador lo que lanza son envíos indescifrables, que serpentean, por aquello de que son curvas. La alegoría se comprenderá mejor si el vocablo aludiese a serpiente y no a serpentina o serpentín. Lo que es relativo a la serpiente es lo serpentino(a). Lo que se hace a modo de serpiente, se expresa mediante el adverbio serpentinamente. En poesía lo que serpentea es también serpentino.  El lanzador del béisbol muy probablemente lo que tira son envíos que serpentean, que se mueven formando vueltas y tornos como la serpiente. Hay que alegrarse de que el irrespeto a la lengua le añada más sabor al deporte mencionado. 

En el tema: «HACIA-CON», el autor expresa que «si una persona permanece hermética, es decir, cerrada, no lo hace hacía como escribió el redactor (…que se mantuvo hermético HACIA la prensa durante el proceso judicial…), sino con, porque lo que se destaca es que la persona así mencionada no se abre, no se comunica con los periodistas». Puntualiza que «cuando a una persona se le aplica este calificativo, se le señala por ser muy reservado; si en cambio se usa para objetos o sistemas, entonces es “impenetrable”, que no permite ni la entrada de gas». Explica que «una persona puede ser reservada en su trato con otras o en la comunicación con ellas. Si se escoge demostrar reservas frente a algún grupo de personas, como en el caso de los periodistas, en el caso del texto de la prensa, entonces se muestra reservado frente a la prensa». Y añade: “Todo el inconveniente se resolvía usando con” (p. 183).

Vamos a recordar lo que señaló Fabio Guzmán Ariza como tema central de esta obra: «De palabra en palabra adopta para sí este aforismo: “La diferencia entre la palabra adecuada y la casi correcta es verdaderamente enorme; como el que separa el rayo de la luciérnaga”» (ver pág. 2 de esta reseña).

Para terminar, transcribo otro “blanco” (p. xi), como también llamara Fabio Guzmán a estos temas motivadores de estos estudios de nuestro autor. Y es, precisamente, lo que él no desea que el lector haga al leer esta obra: caso omiso (p. 182). Él desea que el hablante y el escritor de la lengua española alcance el refinamiento en sus expresiones verbales, en la elaboración de sus conceptos y en el uso espontáneo de sus vocablos. Bueno, esta reseña, igualmente, podría ser evaluada por el autor, pero estamos en la mejor disposición de corregir nuestras faltas, correcciones que, habiendo entendido las tonalidades del disciplinado autor, y sus contextos, serán como escuchar una melodía de grandes maestros:

 

«HACER CASO OMISO * A – HACER CASO OMISO DE» 

Haciendo caso omiso a las presiones y protestas de los sindicatos de maestros y empleados… Lo que se copió en la oración anterior se tomó de la primera página, del principal artículo del día. Era la primera línea de la página. Se imagina uno que la idea que se hacen los lectores de un periódico así debe ser muy pobre, por lo menos en lo que concierne a la corrección de la lengua. Es una pena que haya aún quien no sepa que la forma correcta de usar la expresión “hacer caso omiso” es con la preposición “de”. No debe confundirse con el simple hacer caso, que puede ir en compañía de las dos preposiciones del título. Para que no se olvide el contenido de la expresión, esta significa “no hacer caso”. Con el verbo hacer y con caso existen otros giros que son muy expresivos de la lengua diaria. Hacer caso (a, de) es prestar atención o mostrar consideración. “Hacer al caso”, menos frecuente que la anterior, es tener la cosa de que se trata relación con lo que se está tratando o interés para ello.

Muchas gracias, señor Roberto Guzmán, por su hermosa labor a favor de la lengua española, de las demás lenguas que conoce y de sus hablantes.

Roberto Guzmán, De palabra en palabra, Santo Domingo,  Fundación Guzmán Ariza pro Academia de la Lengua, 2011. Roberto Guzmán es miembro correspondiente de la ADL.

_______________

² Bruno Rosario Candelier, El genio de la lengua, Santo Domingo, ADL, 2016, p. 402.

³ (BRC): Bruno Rosario Candelier.

Nota: En la actualidad el autor continúa con sus publicaciones semanales. Puede leerse “CORSO FLORIDO”, artículo de Roberto Guzmán, de fecha 4 de agosto de 2020, en Acento.com (https://acento.com.do/opinion/corso-florido-8845376.html).

Rhina P. Espaillat: El olor de la memoria

Por Odalís Pérez

Un aspecto que sobresale como valor en El olor de la memoria de Rhina P. Espaillat es también la cuidadosa selección por parte de la autora, de los temas y modos de ficcionalizar la sustancia narrativa. La puesta en marcha de acciones concurrentes en el arte de contar, nos induce a entender el movimiento progresivo de los personajes y de la fábula misma, tal como se puede estimar en el desarrollo narrativo de La cena de despedida (pp. 87-97) y en Una fábula herbal (pp. 109-113).

La muerte por accidente de Víctor y Francisca remite a la comprensión de una psicología de la pareja y a una visión de la alteridad en la amistad; el registro equilibrado y dialógico entre (2+2) personajes, esto es, Mónica-David, Víctor-Francisca, produce el elemento armónico desde el punto de vista de la distribución actancial en el cuento, pero a la vez la paridad, la contradicción y la des-armonía que como justificación y motivación adquieren su valor desde el punto de vista de la estructura profunda. El accidente donde Víctor y Francisca pierden la vida y que se particulariza en la secuencia final del cuento, conecta con la secuencia inicial final del mismo, creándose de esta suerte un eje sintáctico-semántico de continuidad.

El tipo de redacción y de interlocución utilizado en casi todos los cuentos, de este libro conserva la variedad como pronunciamiento narrativo del mismo, siendo así que el nivel estilístico y formal se sostiene en las líneas de un modelo asimilado a una visión realista y poética motivada como campo de búsqueda y expresión psicológica del personaje y la autora. Pero la variedad de la dicción que es necesariamente la “decibilidad” propia de estos textos narrativos, progresa en los diversos niveles de articulación expresivo-verbal, unificados en los ejes de superficie y profundidad de los siete núcleos conformadores del libro. El dinamismo articulador de la estructura narrativa permite que la concentración de significado progrese como principio organizador del contenido, la trama y los motivos particularizados de cada cuento.

El arte de narrar de Rhina P. Espaillat acentúa de manera específica los siguientes puntos de construcción que definen el conjunto narrativo del libro:

  • Relación entre personaje y mundo narrativo
  • Oposición entre espacio y tiempo de desarrollo
  • Ritmo lento y dinámico establecido por la unidad o la ruptura en el nivel de la superficie narrativa
  • Concentración definida de la línea argumental de relato
  • Enlace entre el modelo poético y el modelo narrativo en el contexto de lo real-imaginario
  • Unidad significante entre personaje, trama y determinación narrativa
  • Diálogo entre miradas e intencionalidades en la relación de los personajes
  • Puesta en crisis del personaje en el universo de elección o selección
  • Particularidad de la escritura narrativa

Estos puntos de constitución reafirman el nivel dialógico, accional y relacional del plano composicional, apoyado por los núcleos temáticos, expresivos y específicos de cada cuento.

Cuando hablamos del elemento dialógico y predicativo de estos textos, debemos tener en cuenta la fábula, la fluencia y la memoria como centros que producen el modo de contar y el modo de significar en este libro. Lo que es la fábula entendida como generante narrativo, aspira a constituirse en fuerza poética, mensaje y universo, tal como se puede leer, interpretar y comprender en el último cuento de este libro, titulado Una fábula herbal (pp. 109-113).

La humanización de la naturaleza y el diálogo sustentado por el lirio y la margarita, pero además, por los elementos del espacio vegetal, activan la contradicción que se sitúa como una crítica a la naturaleza, al medio ambiente y sus entidades conformantes. La autora proyecta en este cuento alegórico y metafórico, las formas de un espíritu que busca lo humano en la línea de una reserva socioética y socioimaginaria del mundo natural.

Los niveles manifestantes de la fábula registran, sin embargo, una tensión caracterizadora de lo que podría ser el equilibrio natural y constitutivo de una estética de los elementos:

“Esa es precisamente la actitud que deseaba descubrir en usted –dijo el lirio- y francamente, la esperaba: es evidente que usted tiene mucho potencial y sólo le falta un poco de orientación para realizarlo. ¿No se le ha ocurrido nunca alterar su forma obsesiva?”

“Pero es que me gusta la simetría radial-contestó la Margarita. Es atractiva a la vista, y me recuerda las cosas que más me placen: el sol, por ejemplo, y la luna.” (op. cit., p. 110).

Importante sería reconocer, de manera específica, todo el orden secuencial en el entendido de una red asimilada a una crítica del orden natural y a una perspectiva neonaturalista asociada a la lectura de un orden holístico y estético del mundo natural. (Véase, pp. 110-112; 112-113). Lo dialógico allí es la mirada constituida por niveles de reconocimiento y actitud. Expresiones como “me gusta la simetría radial”, “se permitió (el lirio) una sonrisa tolerante”, “algún color dramático”, “ese follaje entra y sale, entra y sale”, “había crecido (la margarita) humilde, pero decentemente”, “la música visual”, “diseños que nos prometen armonía”, “había comenzado a concentrar su voluntad”, “producir pétalos sexualmente agresivos”, “cierto aire de violencia y una pizca de pasión religiosa”, “centro amarillo”, “le llegó un gemido desde un montón de abono”, “nada, todo, la vida”, “la metafísica más allá de la angustia individual…” “¿transformarme?…”, ayudan a construir un registro poético-ecológico y estético-ambiental entendido en su extensión e intencionalidad concurrentes e incurrentes.

Rhina P. Espaillat es una educadora, poeta, narradora y traductora dominicana con una larga trayectoria en los Estados Unidos de América, donde vive y reside desde 1939. Conocida por sus actividades literarias y obras poéticas publicadas, la escritora ha sido merecedora también de varios premios y reconocimientos en el ámbito norteamericano. Nuestra autora se ha mantenido ligada también a cierta línea de creación literaria representativa de una búsqueda marcada por la memoria ontológica, tanto en la prosa como a través del verso.

Su obra poética y narrativa merece nuestra atención, por cuanto la misma se ha constituido como espacio lírico y crítico, pero además, como campo y prueba de una literariedad femenina concurrente en una poética de la necesidad y la alteridad. Rhina P. Espaillat entra con El olor de la memoria no solo a la familia de Cedibil, sino también a una familia más larga: a la literatura dominicana de nuestros días y a su comunidad de lectura y de lectores.

La nueva novela dominicana

Por José Rafael Lantigua

 

La novela dominicana siempre ha estado dando saltos. No ha ocurrido nunca una explosión en un género que ha sido, tal vez, el más tortuoso de nuestra literatura, donde la poesía y el cuento se llevan las banderas. Tan empeñado hemos estado en la tarea de crear la “novela dominicana” que, no pocas veces, hemos ingresado en esa categoría a textos que no son tales.

Hemos tenido buenos momentos en la novelística nacional. Y ejercitantes del oficio con nombre y obra suficientes para figurar en cualquier catálogo editorial de renombre. Textos y autores no hay necesidad de mencionarlos ahora pues todos los conocemos. Pero, una novelística continuada, consistente, enlazada con una trayectoria digamos tradicional, histórica, no la hemos tenido nunca. Resulta insólito, pero a veces tenemos que hablar de novelas más que de autores, pues son frecuentes los escritores, de uno y otro sexo, que sólo han escrito una novela y continúan su proyección con el género literario que han elegido como principal en su carrera. Siempre pongo un ejemplo notable: el de Martha Rivera, quien en 1997 ganara el premio internacional de novela de Casa de Teatro con He olvidado tu nombre, cuyo jurado estaba formado por la muy destacada novelista cubanopuertorriqueña Mayra Montero, el narrador cubano Francisco López Sacha y Marcio Veloz Maggiolo. Recuerdo a los tres comentarme esa novela como una de las que debían dar el salto internacional, mientras elogiaban las condiciones de la autora para continuar en la tarea. Hace veintitrés años y Martha no volvió al género, por lo menos a nivel de publicación. Y hay otros ejemplos.

No hay continuidad, coherencia, en la labor novelística y en la consolidación de su tránsito. Es una de nuestras debilidades. Peor aún: todos tenemos una novela pendiente por escribir (exagero) pero nunca terminamos por escribirla. Lo de la novela dominicana es un discurso de deseo. Repito: estoy exceptuando a los consagrados, a los que han publicado varias novelas, siendo a la vez poetas, cuentistas o ensayistas, lo que no es nada extraño pues sucede en cualquier geografía literaria. A veces creo –y puedo estar equivocado- que el problema de la novela como género que se asume con firmeza y sentido de pertenencia, radica en tres aspectos esenciales: desconocimiento de las técnicas, aprendizaje sin escuela, sobre la marcha, y ausencia de lecturas. De esto casi no se habla, sobre todo del último elemento, pero tengo la seguridad de que por ahí anda el hecho desde hace decenios. Puede que muchas veces no coincida con las valoraciones de Giovanni Di Pietro sobre la novela dominicana, pero elogio su preocupación, empeño y seguimiento en evaluar de modo constante las novelas que se presentan al público. Aunque tengamos piezas que merecerían mejor destino, y me refiero a su proyección internacional que, como todos sabemos, obedece a otro tipo de situación como es el desdén editorial extranjero, la novela dominicana, luego de Marcio Veloz Maggiolo, Andrés L. Mateo y otros casos, ha sido salvada por Julia Álvarez, Junot Díaz y Rita Indiana. A veces, decir esto no cae bien en el ámbito cultural criollo, pero es la pura verdad. Se les enrostraba, no sé si todavía se insista en el yerro, el que –en el caso de los dos primeros- escriben en inglés, olvidando que sus temas siempre han tenido el fondo y trasfondo de lo dominicano, que es lo que importa. Pero, sobre todo, ignorando que no han sido dos o tres los escritores de fama que han escrito sus obras en otra lengua que no era la materna, como son los casos –para sólo mencionar algunos- de Milan Kundera, Vladimir Nabokov, Joseph Conrad, Samuel Beckett y el gran líder del movimiento beat Jack Kerouac, uno de los escritores más reverenciados de Estados Unidos, pero que era de origen franco-canadiense y sus primeros libros se publicaron en francés. Podemos mencionar más de veinte casos de este tipo.

Pero, en los últimos años, dudas aparte, observo un movimiento inusual en la construcción novelística, con sus más y sus menos. Pareciera como si existiese un propósito planificado, aunque no lo sea de este modo, en darle un nuevo giro, un impulso más dinámico, a la novela como estructura literaria a ser asumida. En mi biblioteca, y no exagero esta vez, he tenido que “abrir” un espacio exclusivamente para eso que me voy a permitir llamar la nueva novela dominicana. Es impresionante la cantidad de nuevos novelistas, la mayoría en agraz, pero otros con perspectivas que deslumbran y con una carrera que ya va dejando estelas sobre el camino. Anoto algunos nombres: Laureano Guerrero, Cornelia Margarita Torres, Carlos Vicioso, Oquendo Medina, Víctor Escarramán, Osiris Madera, Roberto Paulino, Nan Chevalier, Ana María González, Edwin Disla, Néstor Medrano, Frank Rosario, Frank Muñoz, René Peguero, Marina de la Cruz, Hilda Ulerio, Zoila Abreu Vargas, Félix Farías, Juan Lladó. Entre los que ya han integrado sus nombres a nuestra historia literaria desde otros haberes, debemos mencionar a Bruno Rosario Candelier que tiene tres novelas; a Margarita Cordero, que dio a conocer una muy buena novela el año pasado; y a Guillermo Piña-Contreras, también autor de dos novelas y que con La reina de Santomé obtuvo el premio Eduardo León Jimenes que se otorga al libro del año en 2019. En el ámbito político, donde la intelectualidad escasea, ha sorprendido José Tomás Pérez estrenándose como novelista con La gente detrás del muro. Estoy dejando fuera a los Luis R. Santos, Pedro Antonio Valdez, Máximo Vega, que al igual que otros más integran un grupo anterior y diferente. Que no crean que olvido, sólo anoto ejemplos. Pero sí deseo resaltar cinco casos: Jesús Paniagua, autor de varias novelas y que ha conseguido dar el “salto cualitativo” que todo escritor anhela: ser publicado fuera del país, en su caso por la editorial Planeta; Frank Rosario, que por residir desde hace más de treinta y cinco años en distintas partes del mundo, actualmente en New Jersey, y no tener presencia personal en nuestro escenario literario, es poco conocido entre nosotros. Es un poeta de varios libros y autor de una novela, Coronar el viento, que a mi juicio es una de las mejores de reciente publicación, con el tema de fondo de la Era de Trujillo; Edwin Disla, que es ya un novelista establecido y laureado, que se ha centrado en la novela histórica a partir de su premiada Manolo, sobre la vida del gran líder del 14 de junio; Néstor Medrano, que tiene más de una década de presencia continua en nuestras letras; y dejo adrede de último a Franklin Gutiérrez, con su segunda obra de este género El rostro sombrío del sueño americano.

La de Gutiérrez es una novela casi esperada, porque su tema central es el trasunto de la vida diaspórica, el dominicano que migra a Estados Unidos específicamente y su cuadro de angustias y penurias para establecerse en ese territorio. He concluido su lectura con una satisfacción enorme. La novela está construida sobre soportes temáticos variados, una coralidad de agresivos contrastes, aguda, depurada. Escrita bajo subtítulos de atractiva configuración, cuenta muchas historias a la vez, desmenuza las vidas de varios personajes que ocupan la principalía en el derrotero de Armando Guerra, el protagonista, situándolos en el marco de la realidad del migrante, de sus luchas, sus calamidades, sus insatisfacciones, su morriña incluso. Independientemente de que es una novela que se lee a gusto, varios elementos confluyen en la realidad que expone: buen ritmo, escritura ágil, lenguaje bien hilvanado, humor irónico, uso del vocabulario y anecdotario criollo, brillante manejo de los diálogos, precisa construcción de los personajes, destreza de conocimientos culturales, los libros como referencias constantes, técnicas variadas, tips muy bien ensamblados dentro de la trama, guiños, presencia de otros nichos geográficos que no son usuales en nuestra novelística (Puerto Rico, México, Colombia), en ocasiones alcanza el nivel de un thriller perfecto, agudeza analítica a un nivel de que la creo una novela-ensayo, donde la crítica al sistema norteamericano es demoledora. El autor ensambla su propia experiencia personal con las historias que enhebran el argumento central, con sus vivencias como conocedor de la geografía nacional que ha recorrido con frecuencia, la misma presencia boricua (Armando Guerra de hecho es dominico-puertorriqueño) y esa extraña fascinación por la historia de muertos y los cementerios de la que ha dejado constancia en libros señeros el autor.

La novela de Franklin Gutiérrez –35 años residiendo en Nueva York- es la novela de la migración dominicana al Norte revuelto y brutal. Es la narración de un sueño que se torna umbroso, la búsqueda de una estabilidad económica y familiar que cuesta, que duele, que se convierte en piedra de sacrificio para muchos. Con esta novela, Gutiérrez se une a un grupo de notables y premiados novelistas de la emigración como Rey Andújar, José Acosta, Rubén Sánchez Félix y José Moya, entre otros. Debiera ser el libro de la hora, la lectura obligada de estos días grises.

 

 

 

Cántico espiritual

SAN JUAN DE LA CRUZ

 

CÁNTICO ESPIRITUAL

Canciones entre el alma y el esposo

ESPOSA

1

¿Adónde te escondiste,

Amado, y me dejaste con gemido?

Como el ciervo huiste

habiéndome herido;

salí tras ti clamando, y eras ido.

2

Pastores, los que fueres

allá por las majadas, al otero

si por ventura vieres

aquel que yo más quiero

decidle que adolezco, peno y muero.

3

Buscando mis amores

iré por esos montes y riberas

ni cogeré las flores,

ni temeré las fieras,

y pasaré los fuertes y fronteras.

 

PREGUNTA A LAS CRIATURAS

4

¡Oh bosques y espesuras

plantadas por la mano del Amado !

¡Oh prado de verduras

de flores esmaltado!

decid si por vosotros ha pasado.

RESPUESTA DE LAS CRIATURAS

5

Mil gracias derramando

pasó por estos sotos con presura,

y, yéndolos mirando,

con sola su figura

vestidos los dejó de hermosura.

ESPOSA

6

¡Ay!, ¿quién podrá sanarme?

Acaba de entregarte ya de vero;

no quieras enviarme

de hoy más ya mensajero,

que no saben decirme lo que quiero.

 

7

Y todos cuantos vagan

de ti me van mil gracias refiriendo,

y todos más me llagan,

y déjame muriendo

un no sé qué que quedan balbuciendo.

 

8

Mas, ¿cómo perseveras,

¡oh vida !, no viviendo donde vives,

y haciendo porque mueras

las flechas que recibes

de lo que del Amado en ti concibes?

 

9

¿Por qué, pues has llagado

aqueste corazón, no le sanaste ?

Y, pues me le has robado,

¿por qué así le dejaste,

y no tomas el robo que robaste?

 

10

Apaga mis enojos,

pues que ninguno basta a deshacellos,

y véante mis ojos,

pues eres lumbre dellos,

y sólo para ti quiero tenellos.

 

(11 B)

Descubre tu presencia,

y máteme tu vista y hermosura ;

mira que la dolencia

de amor, que no se cura

sino con la presencia y la figura.

 

11

¡Oh cristalina fuente,

si en esos tus semblantes plateados

formases de repente

los ojos deseados

que tengo en mis entrañas dibujados!

 

 

 

12

Apártalos, Amado,

que voy de vuelo.

 

ESPOSO

Vuélvete, paloma,

que el ciervo vulnerado

por el otero asoma

al aire de tu vuelo, y fresco toma.

 

ESPOSA

 

13

Mi Amado: las montañas,

los valles solitarios nemorosos,

las ínsulas extrañas,

los ríos sonorosos,

el silbo de los aires amorosos,

 

14

la noche sosegada

en par de los levantes del aurora,

la música callada,

la soledad sonora,

la cena que recrea y enamora.

 

15

Nuestro lecho florido,

de cuevas de leones enlazado,

en purpura tendido,

de paz edificado,

de mil escudos de oro coronado.

 

16

A zaga de tu huella

las jóvenes discurren al camino

al toque de centella,

al adobado vino;

emisiones de bálsamo divino.

 

17

En la interior bodega

de mi Amado bebí, y , cuando salía,

por toda aquesta vega,

ya cosa no sabía,

y el ganado perdí que antes seguía.

 

18

Allí me dio su pecho,

allí me enseñó ciencia muy sabrosa,

y yo le di de hecho

a mí, sin dejar cosa ;

allí le prometí de ser su esposa.

 

19

Mi alma se ha empleado

y todo mi caudal en su servicio ;

ya no guardo ganado,

ni ya tengo otro oficio,

que ya sólo en amar es mi ejercicio.

 

20

Pues ya si en el ejido

de hoy más no fuere vista ni hallada,

diréis que me he perdido,

que, andando enamorada,

me hice perdidiza y fui ganada.

 

21

De flores y esmeraldas,

en las frescas mañanas escogidas,

haremos las guirnaldas

en tu amor florecidas,

y en un cabello mío entretejidas.

 

22

En sólo aquel cabello

que en mi cuello volar consideraste,

mirástele en mi cuello

y en él preso quedaste,

y en uno de mis ojos te llagaste.

 

23

Cuando tú me mirabas,

tu gracia en mí tus ojos imprimían ;

por eso me adamabas,

y en eso merecían

los míos adorar lo que en ti vían.

 

24

No quieras despreciarme,

que, si color moreno en mí hallaste,

ya bien puedes mirarme

después que me miraste,

que gracia y hermosura en mí dejaste.

 

25

Cazadnos las raposas,

que está ya florecida nuestra viña,

en tanto que de rosas

hacemos una piña,

y no parezca nadie en la montiña.

 

26

Detente, cierzo muerto;

ven, austro, que recuerdas los amores,

aspira por mi huerto

y corran sus olores,

y pacerá el Amado entre las flores.

 

ESPOSO

 

27

Entrado se ha la esposa

en el ameno huerto deseado,

y a su sabor reposa,

el cuello reclinado

sobre los dulces brazos del Amado.

 

28

Debajo del manzano,

allí conmigo fuiste desposada ;

allí te di la mano,

y fuiste reparada

donde tu madre fuera violada.

 

29

A las aves ligeras,

leones, ciervos, gamos saltadores,

montes, valles, riberas,

aguas, aires, ardores,

y miedos de las noches veladores :

 

30

Por las amenas liras

y canto de sirenas, os conjuro

que cesen vuestras iras,

y no toquéis al muro,

porque la esposa duerma más seguro.

 

ESPOSA

 

31

¡Oh ninfas de Judea!

en tanto que en las flores y rosales

el ámbar perfumea,

morá en los arrabales,

y no queráis tocar nuestros umbrales.

 

32

Escóndete, Carillo,

y mira con tu haz a las montañas,

y no quieras decillo;

mas mira las compañas

de la que va por ínsulas extrañas.

 

ESPOSO

 

33

La blanca palomica

al arco con el ramo se ha tornado,

y ya la tortolica

al socio deseado

en las riberas verdes ha hallado.

 

34

En soledad vivía,

y en soledad ha puesto ya su nido,

y en soledad la guía

a solas su querido,

también en soledad de amor herido.

 

ESPOSA

 

35

Gocémonos, Amado,

y vámonos a ver en tu hermosura

al monte y al collado,

do mana el agua pura;

entremos más adentro en la espesura.

 

36

Y luego, a las subidas

cavernas de la piedra nos iremos,

que están bien escondidas,

y allí nos entraremos,

y el mosto de granadas gustaremos.

 

37

Allí me mostrarías

aquello que mi alma pretendía,

y luego me darías

allí tú, ¡vida mía!,

aquello que me diste el otro día:

 

38

el aspirar del aire,

el canto de la dulce filomena,

el soto y su donaire

en la noche serena,

con llama que consume y no da pena

 

39

Que nadie lo miraba;

Aminadab tampoco parecía,

y el cerco sosegaba,

y la caballería

a vista de las aguas descendía.

San Juan de la Cruz y la literatura mística

Por María José Rincón

 

Cuando surge una personalidad creadora del talante de san Juan de la Cruz, la crítica y la historia de la literatura se tambalean en su afán por dar razón de la genialidad de su obra. La misma etapa histórica, las mismas fuentes literarias, incluso parecidas circunstancias vitales y personales, forjan autores de muy diferente nivel de calidad. La calidad poética, la profundidad lírica y la originalidad creadora no están determinadas por estas coordenadas. Esos parámetros de estudio pueden servir como simples herramientas para tratar de aproximarnos a su figura y a su obra.

La España renacentista fue inspirada por el Humanismo y la influencia italiana, por Erasmo y por el ideal del cortesano de Castiglione, por el hombre heroico y por la aspiración a una cultura europea; más aún, universal. Esta España cambia de signo con la llegada al trono de Felipe II, momento histórico que marca el comienzo del peso de las directrices de la Contrarreforma en el ambiente social, político y cultural de la España del XVI.

El retiro del emperador Carlos V al monasterio de Yuste trasluce, como un símbolo casi literario, el triunfo de una concepción ascética del mundo, frente a la concepción heroica, imperante a lo largo de su reinado.

Estas líneas, dibujadas en la creación artística de la segunda mitad del XVI, se muestran en la lírica, campo que más se nos acerca en relación con Juan de la Cruz, en el incremento de tratamiento del tema religioso, apenas tocado por los autores del primer lustro del siglo con la intensidad con que ahora lo encontramos.

Todas las producciones literarias que tratan este tema religioso, muy numerosas, más de tres mil en menos de dos siglos, según el índice bibliográfico de Nicolás Antonio, bosquejan lo que se ha llamado la literatura ascético-mística española. En este notable volumen de producción se ha querido ver un indicio de cómo la tendencia al Misticismo le es propia al genio español, tendencia que no podrá ser corroborada científicamente si no es con un estudio global de la creación, ya no literaria, sino artística, española.

Porque, y esto sí es un hecho fehaciente, y que ha sido objeto de la atención de la historia literaria, lo característico de la literatura española es la concentración de las creaciones ascético-místicas en un corto y muy delimitado lapso temporal, entre los siglos XVI y XVII. Es además una eclosión con pocos antecedentes durante la etapa medieval. Raimundo Lulio quizás sea el más destacado, si atendemos a la religiosidad cristiana, y, con menor importancia algunas manifestaciones de la mística musulmana, que nos llegan básicamente a través de este autor; esta producción ascético-mística contó, además, con escasa sucesión desde entonces hasta nuestros días.

¿Qué circunstancias históricas, sociales o culturales pueden explicarnos este surgimiento aislado, del contexto cultural europeo?

Pedro Sáinz Rodríguez, en su Introducción a la historia de la literatura mística en España, aporta un precioso estudio de los factores que impulsaron a la eclosión de la literatura ascético-mística. Ninguno de ellos aisladamente podría haberla provocado; es la coincidencia y la imbricación de todos la que nos acerca a un conocimiento más profundo del fenómeno.

En España la lucha religiosa se había transformado en un proceso político y de Estado que tiñó la vida del país hasta en sus manifestaciones más insospechadas. La conclusión de la Reconquista, después de ocho siglos de intensa actividad guerrera, dejó una acumulación de energía religiosa, si es que podemos llamarla así, en busca de cauce de manifestaciones. Lo que sí podemos asegurar es el hecho de que no se trata de un fenómeno aislado, sino, como afirma Sáinz Rodríguez, de “la expresión cimera de un estado colectivo”.

Uno de los factores que más contribuyó a la creación de este “estado colectivo” propicio fue la extraordinaria difusión de las ideas neoplatónicas. En España tuvieron una gran parte de responsabilidad en esta divulgación los Diálogos de Amor de León Hebreo, que crearon una sensibilidad general que llegó a tener gran importancia social y cultural.

Aparte de estos elementos externos, si prestamos atención a la lengua, un factor interno y fundamental para la creación literaria, nos damos cuenta de que los creadores de esta etapa encontraron el castellano en un proceso ascendente de consolidación y fijación como vehículo de expresión literaria, cuya calidad ya estaba respaldada por la obra de grandes figuras literarias. Sin embargo, el latín seguía siendo la lengua científica, destinada al tratamiento de temas considerados elevados, como el religioso o teológico.

La labor de estos autores no fue, por tanto, la consolidación del castellano, sino la reivindicación de éste como lengua válida también para la expresión de materias doctrinales, materias “elevadas”, como ellos las llamaban. La trascendencia posterior de esta parcela de la creación literaria española puede explicarse quizás porque tuvo grandes impulsores en sus figuras más destacadas, que no sólo fueron creadores, en el más estricto sentido, sino que contribuyeron a la conservación y difusión de las obras de autores de menor calidad que no hubieran tenido resonancia de no haber sido porque nuestros grandes místicos los recogieron, como muy bien expresa Otis H. Green, “en busca de ayuda con que analizar y expresar su propia experiencia mística”.

Hasta ahora hemos tomado la literatura religiosa como un conjunto global para tratar de acercarnos a la comprensión de su nacimiento y ubicación histórica. Sin embargo, en la historia de la literatura ha existido tradicionalmente una clasificación que la divide en producciones místicas o ascéticas. Como todas las parcelaciones sirve para poner un poco de concierto en la gran variedad de tratamientos literarios de la experiencia religiosa. Pero no podemos llevarla hasta el punto de querer que todos los autores y todas las obras encajen a la perfección, como si de piezas de un rompecabezas se tratara, en uno u otro de los grupos. Debemos acudir a estos conceptos cuando sean necesarios para acercarnos a una mayor comprensión de la creación poética, pero nunca en sentido inverso: nunca manipular la obra poética, con lo que esta manipulación lleva en sí misma de mutilación, para que esté totalmente codificada, para que se amolde a una teoría de la historia literaria.

La poesía calificada como mística tiene la misma estructura formal y emplea idénticos recursos estilísticos que las demás creaciones poéticas. Se considera diferente fundamentalmente por su contenido, aunque éste no deja de ser, en casos como el de San Juan de la Cruz, una variante del tema amoroso, tradicional en la literatura de todos los tiempos. Es esencialmente, y en pocas palabras, la expresión del proceso de acercamiento del alma hacia Dios, teniendo como clímax su unión espiritual. De acuerdo con los estudios sobre este tipo de poesía, se trata de un proceso gradual que se manifiesta a través de tres momentos, denominados tradicionalmente vía purgativa, vía iluminativa, y vía unitiva.

Las obras que reflejan únicamente los dos primeros momentos son consideradas ascéticas; mientras que las que alcanzan el tercer y último grado son calificadas como obras místicas. La literatura mística está fuertemente marcada por una lucha esencial con la lengua; es la lucha por hacer decir a las palabras lo que se considera inefable por definición; es la lucha por conocer y expresar lingüísticamente estados espirituales que trascienden la experiencia sensible acercándose al misterio de lo desconocido. No es más que la lucha eterna del poeta. Por eso la experiencia mística y la experiencia poética están tan íntimamente ligadas. Fray Luis de León, por ejemplo, defendía el temperamento religioso de la inspiración lírica. Cualquier aplicación de esta energía poética a temas vulgares o profanos era considerada por fray Luis como una degradación, una especie de profanación, para usar el término religioso.

Nuestros dos grandes poetas místicos, Teresa de Jesús y Juan de la Cruz, se insertan plenamente en la tradición literaria española, por su formación y por las influencias recibidas. Por esto podemos tomarlos como ejemplo para profundizar en el análisis del entorno literario de este tipo de creaciones. Sus obras están dentro de una costumbre de canto religioso, a la que se atribuye origen franciscano, y que surgió en el ámbito carmelitano para momentos de recreación durante las festividades. Santa Teresa compone sus versos, y los acompaña generalmente de música, para el solaz de sus monjas. De esta característica derivan algunos recursos de ritmo y estilo. Y también, como no podía ser de otra forma, la imbricación de esta poesía con la de origen popular: no sólo por su molde formal, metros cortos como el octosílabo de cancionero, el romance, el villancico y la glosa, sino por muchas de sus imágenes y símbolos.

San Juan recoge estas influencias métricas populares en sus romances de inspiración bíblica, en sus coplas y glosas. Creaciones de inspiración tan tradicional como la jarcha o la canción de amigo gallego-portuguesa surgen en la poesía mística de san Juan de la Cruz, formando el fundamento estructural del Cántico espiritual, una de sus obras maestras.

Una práctica literaria que en nuestros días casi no concebimos, y que, sin embargo, era muy habitual y reconocida en nuestro siglo de oro, es la de crear versiones religiosas de poemas profanos que habían alcanzado cierto éxito, son las llamadas versiones a lo divino. Son los autores religiosos los que más emplearon esta técnica, basándose ya en poesía profana culta o en estrofas y villancicos populares como es el caso de la famosa Vivo sin vivir en mí teresiana, de la que sólo pertenece a la autora el comentario.

La influencia de la nueva poesía de inspiración italiana, introducida por Boscán y Garcilaso, les llega a nuestros místicos, y en general a los poetas de temática religiosa, a través de la versión a lo divino que Sebastián de Córdoba hace de la obra de Garcilaso de la Vega.

En San Juan este influjo italianizante se observa en la utilización de combinaciones estróficas como la lira o de metros de base endecasilábica. Es en estas composiciones, como dice muy bien Cristóbal Cuevas, “donde se acendra el misticismo lírico, llegándose a los grandes poemas de la insondable profundidad y el vértigo amoroso: la Noche oscura del alma, el Cántico espiritual y la Llama de amor viva.

No sólo aprovechan las corrientes tradicionales e innovadoras en lo que respecta a la métrica y a la composición estrófica. Los tópicos simbólicos de estas dos vertientes de la literatura española, a su vez recogidos en su gran mayoría de la literatura clásica de la Antigüedad greco-latina, se acrisolan en sus creaciones: el ciervo herido, la soledad sonora, la llama de amor viva, son lugares habituales en los poemas de Juan de la Cruz.

Es esta una de las cualidades de la poesía sanjuanista: el efecto de extrañeza, conseguido, según expresión acertada de Luce López-Baralt refiriéndose al Cántico, por “la yuxtaposición sorprendente de elementos poéticos de las más diversas culturas: recordemos el clásico canto de serenas frente al bíblico y miedos de las noches veladores. Se nos obliga, en efecto, a rápidos e improvisados ajustes estéticos entre lo más diversos ambientes literarios: el grecolatino, el bíblico, el italianizante, el cancioneril, el popular”.

Es esta evocación de múltiples connotaciones y resonancias lo que eleva la creación de Juan de la Cruz a una de las cimas de la poesía lírica universal. Cada evocación crea un sentido propio en la estructura textual. De esta forma se ha reconocido a San Juan como un gran poeta simbolista. Dice Francisco Ynduráin: “La verdad es que desde la escuela simbolista es cuando se ha venido prestando más atención a una poesía abierta hasta las más remotas resonancias, y (…) se ha leído con otra actitud la poesía anterior. La magia verbal y el puro simbolismo inagotable, he aquí los valores, las calidades específicas y privativas de la lírica de san Juan”.

Y enlazamos así con lo que me gustaría que fuera la conclusión de esta ponencia: uno de los aspectos más controvertidos en la poesía de Juan de Cruz, condenado a ser controvertido como la mayoría de los creadores geniales. Es una faceta que enlaza al lector, al crítico y al historiador de la literatura. Es la polémica en torno a la recepción de su obra. La contienda se fundamenta en dos acercamientos radicalmente distintos: uno, el de los que consideran como una irreverencia la lectura religiosa, más aún, que no esté dentro de la ortodoxia católica; otro, el de los que utilizan la obra para apoyar una ideología que se aparte de la tradicional.

Estos enfoques encontrados manipulan la obra poética para hacerla encajar en doctrinas convencionales y ortodoxas, o en posiciones dudosamente revolucionarias. Como afirma Domingo Ynduráin, cuyo enfoque crítico recomiendo, “de lo que se trata es de averiguar, dentro de lo posible, cómo funciona la poesía sanjuanista para producir un efecto literario tanto entre lectores de ideología coincidente como ajena. Los intérpretes doctrinarios deberían hacerse también esta pregunta, y tratar de contestarla, pues es precisamente ahí, en ese ámbito de coincidencia entre lectores de uno y otro signo, donde residen los valores literarios de estas poesía”.

Debemos reivindicar la lectura del poema. La lectura sin anteojos, de cualquier clase o color que sean, que empeñen u oscurezcan la resplandeciente diafanidad del misterio de amor de la poesía de San Juan de la Cruz.

 

María José Rincón

1er. Congreso de Poesía Mística

Encuentro del Movimiento Interiorista

Puerto Plata, Fushimaña, 25 de noviembre de 2007.

Luz de oscura llama

 CLARA JANÉS

LUZ DE OSCURA LLAMA

(Interior de un convento.

Juan tiene la visión de su final)

 

1ª VOZ MASCULINA

(En off)

(Severa, odiosa)

¡Qué muera en soledad,

que goce de este último tormento!

LEGO

¡Tanta dureza hacia un alma

que todo lo soporta en mansedumbre!

1ª VOZ MASCULINA

(En off)

¡Y véase privado

de toda compañía!

 

(Entra corriendo una Doncella con unas

vendas en las manos. Se dirige a Lego a

quien se las entrega)

DONCELLA

Hermano, aquí os traigo

las vendas para el santo.

¿Cómo está? ¿duerme?

 

LEGO

¿Quién lo adivina?

Tiene siempre los ojos en lo alto,

y no emite una queja.

El prior lo obligaba

a asistir a los actos

solo por reprenderlo duramente…

 

DONCELLA

mas él resplandecía en luces

y emitía dulcísimos aromas.

LEGO

Ahora ya está inmóvil.

En la celda más pobre lo han metido,

en silencio resiste los cuchillos

que penetran su carne hasta los huesos.

Con fuego cauterizan sus heridas,

sus cinco llagas como las de Cristo,

 en tanto que le niegan medicinas.

 

DONCELLA

Mas él sana al enfermo,

ataja las tormentas,

vence las casas que se derrumban.

LEGO

¿Y vencerá también ese proceso,

esas difamaciones que hasta del hábito

pretenden despojarle?

DONCELLA

Nada podrán.

Y cuando el alma liberada

a la tierra ese cuerpo ya abandone,

el pueblo todo irrumpirá en su celda,

y celebrará gozoso sus milagros.

LEGO

Y hasta los cuatro vientos

proclamarán sus enseñanzas,

pues es maestro místico, pájaro solitario

de cinco propiedades adornado:

La primera, que se pone en lo más alto;

la segunda que siempre tiene vuelto el pico

hacia donde viene el aire;

la tercera que está solo y no consiente

ave alguna junto a sí;

la cuarta que canta muy suavemente;

la quinta que no es de color determinado.

DONCELLA

Porque es abismo

de noticia de Dios la que posee.

JUAN

¡Oh llama de mor viva!

 

PRIMER ACTO

(En el locutorio del convento de la

Encarnación. Monjas con hábito de calzadas

alborotando, enjoyadas, hablando con caballeros

 –cuchicheos, risas, ruidos de trajes-.

Se oye un toque de campana.

Las monjas no hacen caso. Entra Teresa).

TERESA

¡Hermanas! ¿Qué es todo este alboroto?

Ya sonó la campana llamando a la oración.

(Las monjas siguen sin hacer caso)

TERESA

¡Señoras! ¿No me han oído?

¡Pasen al oratorio!

Fray Juan vendrá después a confesarlas.

(Las monjas se van marchando.

Queda Teresa sola)

Muerte dicen es mudar de costumbre,

y estas hijas, que en tal desorden viven,

bravías son, de difícil doma.

Pero yo misma, más de veinte años

con las sayas naranjas

estuve en esta casa

y en tan hermosa celda

que solo abandonarla me dolía.

¡Cuánto tardé en reformar la orden!

(Entra Juan)

JUAN

Loado sea el Señor, Madre.

¿Cómo se halla hoy el huerto

que sus manos cuidan?

TERESA

Todavía agreste y con escasos frutos.

La tierra no labrada

lleva abrojos y espinas.

 

JUAN

Para mayor triunfo del Divino Hacedor

que en floración trocará la maleza.

TERESA

Mas huyen como soplos nuestros días…

JUAN

¿Y aquella monja víctima del maligno?

 

TERESA

Confío en vuestro don.

JUAN

Desvaneced temores.

TERESA

Dichosa el alma

que las cabezas de la bestia fulmina

con lanzada de amor.

JUAN

Es difícil

sujetar a ciento treinta hermanas

a las que el hambre empuja

fuera de estos muros.

Con tanto ir y venir

al halago del mundo se acostumbran.

TERESA

Muy dura es la falta de alimentos.

 

JUAN

Requiere el cuerpo poco auxilio

cuando el alma está próxima al Señor.

TERESA

Mas precisa remedio.

Penitencia en exceso no conviene,

no se halle deleite.

JUAN

Vos, madre,

de manera muy bella dais excusas,

pero harto os complacéis

con el cuerpo de Jesús sacramentado.

Mortificaros he yo en este punto

por vuestra perfección.

TERESA

No apartemos los consuelos de la gracia.

El mismo Cristo necesitó

que un ángel lo confortara.

 

JUAN

Este es el punto nuestro cotidiano:

la noche de la fe.

En la oración debemos insistir.

Y las hermanas de este monasterio…

 

TERESA

Mucho les falta para alcanzar la quietud

que en el sueño recoge las potencias

y ya el agua del río

es quien riega el cercado por sí sola,

es la unión, ese glorioso desatino…

 

JUAN

de todo gusto hay que privarse para ello.

Son oración mental y estudio sus apoyos,

aunque se niegue el entendimiento luego.

TERESA

¡Aguardad! Aquí tengo aquellos libros.

(Teresa coge unos libros y se los entrega)

El abecedario, de Francisco de Osuna,

y otros de Laredo y García de Cisneros.

Harto trabajo nos queda por hacer.

 

JUAN

¡Mientras no nos los estorben

los hermanos calzados!

Parece que Fray Jerónimo Tostado

va camino de Roma

a negociar allí otros nombramientos…

 

TERESA

¡De él nos libre el Señor!

(Irrumpe en escena una monja no

reformada, endemoniada, graznando como

un cuervo. Otras monjas, reformadas, la

siguen hasta que consiguen sujetarla por los

brazos. La Endemoniada se dirige

directamente a Juan)

 

ENDEMONIADA

Cuervos y buitres

ávidos de tu sangre

buscan ya tus entrañas!

 

 

TERESA

¡Calle, hermana!

ENDEMONIADA

Hurgan ya entre las telas de tu carne,

sorben el fuego de tus pechos de hembra,

en número de siete.

TERESA

¡Hermana, sosiéguese!

JUAN

¡Déjela, madre,

Dios nos envía también pruebas terribles!

ENDEMONIADA

Culebra de tu cuerpo

en el cuervo se adentra,

entra en volcán de nieves, penetra la paloma,

rayos arranca a su pulpa encendida.

TERESA

¡Padre, haga algo, que este alma se pierde!

ENDEMONIADA

Dragón de lava estéril,

Elías y Moisés entrelazándose,

fundidos en su semen,

Lucifer que las brasas

por tu goce devoras.

TERESA

¡Acállela, Fray Juan!

ENDEMONIADA

Tu espada vierte aceite en llamas

en mi boca.

Con heridas inmundas

el corazón arrancas

y clavas en la cruz

entre los féretros.

JUAN

¡Suéltenla, nada teman!

(Las monjas dejan libre a la Endemoniada)

 

ENDEMONIADA

Íncubo que me preña

de sapos hediondos,

aenanthol, betel, cáñamo índico, belladona,

cicuta y raíz de heléboro son tus jugos.

Tres de tus pechos

con hiel me amamantan,

los otros tres

con leche de alacrán,

y el uno con Príamo de loco que embriaga.

(Se tira por los suelos y chilla, se da golpes

en la cabeza con el suelo)

TERESA

¡Traigan el agua bendita, hermanas,

que de ella huyen los diablos

para no tornar!

ENDEMONIADA

¡A mí, puto de Dios,

cabrón que con dos cuernos

taladra el pan de sangre y lo maldice!

¡A mí, a mi!

(Una monja trae el agua y un hisopo y otra

una cruz. Juan permanece inmóvil)

 

TERESA

Fray Juan, aquí está el agua.

JUAN

(Inmutable)

Denme la cruz.

(La coge con una mano y en la otra el hisopo)

Adjutorium nostrum in nomine Domini

 

ENDEMONIADA

¡Eres la rosa roja que devora

las palmas más erectas!

JUAN

(Echándole agua bendita)

En nombre de Dios,

yo te lo mando,

deja en paz a esta hermana.

 

ENDEMONIADA

¡Y eres palma de espinas,

que se clavan en mi seno!

JUAN

(Echándole de nuevo agua bendita)

¡Te lo ordeno, vete,

y di tu nombre!

(La endemoniada se retuerce violentamente)

ENDEMONIADA

¡Puto, cabrón, carroña!

Legión, ese es mi nombre.

JUAN

¡Vete, digo, por la Cruz!

ENDEMONIADA

¡Me ahogo ya, en el fuego

y la sangre que desprendes!

¡Ya me invaden!

¡Ya se me va el sentido!

(Queda desmayada)

TERESA

(Dirigiéndose a Juan)

¡Quedó por fin en paz!

¡Bendito sea el Señor

que tal poder os ha otorgado!

 

JUAN

¡Sea bendito y alabado,

y a todos el sosiego nos conceda!

(la Endemoniada se recobra y empieza a

levantarse. Teresa y otras monjas cogen

suavemente a la Endemoniada y se la llevan.

Las demás las siguen. Juan queda solo en escena,

visiblemente agotado)

 

JUAN

¡Oh que extraña fatiga!

Se desvanecen las fuerzas en mi cuerpo,

una niebla me envuelve,

se borran las imágenes

y se funde la voz en mi garganta.

¡Palabra y luz me huyen!

Acaso sea solo la congoja,

pues también esta noche

aquellos caballeros vigilaron mi casa,

sé que mis temores, son fundados:

nos quieren destruir,

exigen que abandone este convento…

en mis ojos se asienta la ceguera,

me acecha la oscuridad…

 

(Juan se dirige a una silla alta que es donde

confiesa, y se sienta en ella. Van entrando las

monjas y se van confesando. Cuando acaban

algunas entregan el hábito de calzadas.

Aparece la Doncella)

 

DONCELLA

Juan es la voz de la llama

que en la noche oscura

abre un camino al alma.

Juan es la roca firme,

inamovible, por la entrega,

pájaro solitario desasido de color.

(La Doncella desaparece. Juan se levanta de

la silla. Entra Teresa y lo acompaña a la puerta.

Él sale. Entra un caballero)

CABALLERO

Fray Juan se niega a abandonar

su cargo junto a ustedes

en favor de un calzado…

hallado es culpable, de rebeldía

y condenado a prisión,

¡por cuánto tiempo guste

el padre general!

TERESA

¡Ah, un viento helado se cierne en los sembrados!

(Las monjas quedan consternadas. Se apagan las luces.

Cae el telón).

(Clara Janés, Luz de oscura llama, Ávila, Talleres de Miján, 2002, pp. 25-41)