Presente y ausente

Más de una vez hemos usado las palabras acento y tilde indistintamente. Y, aunque comparten alguna acepción, no siempre son sinónimas. En las palabras formadas por más de una sílaba (y en algunas monosílabas) una de ellas se pronuncia con una cierta intensidad que hace que la distingamos de las restantes sílabas de la misma palabra. Esta intensidad en la  pronunciación es lo que conocemos como acento. El signo ortográfico que usamos para señalarlo es la tilde. Cada palabra tiene un solo acento, que recae en la que llamamos sílaba acentuada o sílaba tónica: en la palabra término la silaba tónica es tér-; en termino es –mi-; en terminó es –.

Si desconocemos una palabra, no podemos saber de antemano cuál es su sílaba tónica. En la lengua oral la distinguimos cuando oímos pronunciar la palabra correctamente; para poder leer o escribir una palabra necesitamos que entre a trabajar la tilde, un signo ortográfico imprescindible en español para distinguir la sílaba tónica de las palabras. Tiene tanta fuerza la tilde, asistida de las reglas que rigen su uso, que significa tanto cuando está presente como cuando está ausente. La misma significación tiene la tilde que vemos en las sílabas tér- (término) y -nó (terminó) que su ausencia en -mi- (termino). Lo que la hace significar es la norma que la regula. Y ahí es que necesita de nosotros: si desconocemos sus reglas de uso, la hacemos perder su significado. La tilde y su ausencia nos asisten para que podamos leer correctamente, entender lo que leemos y escribir exactamente lo que queremos que los demás lean.

© 2017, María José Rincón.

Tire/tirado, vigilante, tercerización, sobreactuar/*sobre actuar

TIRE – TIRADO

En las dos voces de este título existe un origen común, pero los significados son opuestos. Esto que se acaba de expresar se examinará en el desarrollo de esta sección. Hay que aclarar que se trata en ambos casos de acepciones que poseen los dos vocablos en el español dominicano.

Una persona a quien se califica de “tirada” puede ser aquella que no pone suficiente atención en el cuidado de su aseo y vestimenta. Un ejemplo de ese uso es este, “Ese muchacho está to´tirao”. Un vocablo que puede sugerirse en tanto equivalente de ese es “descuidado”. Específicamente se refiere al descuido de su persona. De un modo u otro ese “tirado” tiene relación con el verbo tirar. Es un grado menor de “abandono”.

Lo que llama poderosamente la atención es que “andar con un tire” no es caminar en compañía de una persona que responde a ese nombre, sino “tener un tire”. Un “tire”, se vincula también con el verbo tirar, del mismo modo que la voz antes mencionada. Pero el tire es estar ataviado con esmero, con interés en aparecer bien presentado.

El Diccionario del español dominicano (2013) define con toda propiedad el sustantivo, “Elegancia o refinamiento en la forma de vestir”. Al mismo tiempo el tire es, “El conjunto de ropa elegante”.

Andar con un tire sería equivalente de “tirarse el armario encima”; “desplegar el buque insignia”; “tirar tela”; o como le oí decir a un venezolano en una ocasión, “andar más tirado que un peo de culebra”.

La historia de estas palabras no termina ahí, “andar tirado” puede significar, así mismo, que la persona luce sus mejores galas. Que esa persona está ataviada con pulcritud. La oposición entre los dos vocablos se manifiesta cuando se dice o escribe que una persona “está tirada”, pues puede muy bien significar un comentario positivo, así como uno negativo. La ambigüedad se despeja en los casos en que se utiliza el verbo ser. Si se “es un tirado”, no cabe duda alguna de que se habla de un individuo que pone poca atención en su indumentaria y aseo personal. Las circunstancias del empelo disiparán el equívoco.

 

VIGILANTE

“. . .no el propósito de ser el VIGILANTE anónimo. . .”

Hay palabras que comparten varios idiomas. A veces se acepta la escritura y la misma pronunciación entre varios idiomas, aunque no siempre se copia el significado.

La palabra vigilante reúne los genes de una voz del español; de ello no cabe duda. Procede del latín y en las lenguas romances lleva significaciones similares, muy parecidas, a veces iguales entre ellas.

Cuando hay que tener cuidado es cuando esta palabra se utiliza en inglés. En la última lengua vigilante no tiene el mismo  significado que en español y las demás lenguas romances. Las diferencias y semejanzas se examinarán más adelante, así como el origen de la voz.

En español vigilante es el que vigila, es decir, el que cuida para evitar que alguien o algo reciba daño. La palabra procede del latín vigilans, -antis. El vocablo en español, vigilante, es el participio activo de vigilar. La voz desempeña las funciones de adjetivo y de nombre.

En inglés la palabra del título designa a un miembro voluntario de un grupo civil que se organiza para castigar de manera sumaria a los delincuentes. Es un préstamo tomado del español, pero solo con la función de nombre. En esa lengua ha dado lugar a otro sustantivo, vigilantism, que denomina las actividades o prácticas de los vigilantes.

Hay que observar cuidado cuando se traduce del español al inglés, o viceversa, para no incurrir en errores. Se debe mantener presente la diferencia que se ha señalado más arriba.

 

TERCERIZACIÓN

“. . .la TERCERIZACIÓN en la operación del lugar. . .”

Tan pronto se posa la visa sobre esta voz de poco uso se capta la base sobre la cual está formada. El adjetivo numeral, “tercer”, está en el origen de la formación de este vocablo. Como consecuencia de la terminación de esta voz, -ción, se deduce que se trata de un sustantivo que indica acción y resultado.

Ahora bien, en este caso se sospecha que esta tercerización tiene relación con la tercería que es una figura jurídica de escasa circulación en el español de todos los días.

La tercería podría definirse como la intervención de una persona jurídica en un proceso del cual no ha formado parte, pero en el cual tiene un interés legítimo que él (el tercero) considera digno de protección  jurídica.

Esta “tercerización” en la cita aparenta ser la acción de un tercero en un proceso legal, o bien, en el ámbito extrajudicial una acción de un tercero en cualquier situación en que ese tercero entiende que se le vulnera un derecho adquirido.

Si hubiere lugar a que se aceptase la extensión del sentido primero de la tercería en un caso como este, esta tercerización expresaría la intervención de cualquier extraño en una situación en la que no participa directa y activamente hasta el momento en que se involucra como intercesor o mediador.

Una vez recorrido este largo trayecto especulativo, debe mencionarse la tercerización argentina que se encuentra en el Diccionario integral del español de Argentina (2008:1739), “Referido a una empresa o un organismo, delegación de una tarea determinada a otra empresa, a un particular o a una entidad prestadora de servicios: la tercerización de servicios en los hospitales”.

Como resultado de la independencia tradicional de los argentinos en el manejo de su español, cuentan ellos con varias palabras más que se vinculan con la del título, ejemplo de esto son, “tercerista, tercerizado, tercerizar”.

No queda sino felicitarse de que el español general cuente con tantas avenidas de enriquecimiento que fluyen en su caudal.

 

SOBREACTUAR – *SOBRE ACTUAR

“. . .no tiene dimensiones SOBRE ACTUADAS. . .” (…) “. . .se notaba un poco tenso y SOBRE ACTUADO…”

Hace un tiempo largo ya que las Academias de la Lengua se están ocupando de propagar la noción de que los prefijos van unidos a la base que acompañan. La directiva parece que como en casos similares tarda en calar en la mente de los escribientes de español.

En algunos casos esa actitud se debe a la falta de actualización de muchos profesionales de la lengua y, en otros casos es el fruto de la falta de cuidado de los profesionales de la palabra que prestan poca atención a lo que ellos califican de “detalles”.

Sobreactuar es una sola palabra que el Diccionario de la lengua española define, “Dicho de un actor o de una actriz: Realizar una interpretación exagerada”. Esa es la primera acepción del verbo en tanto verbo intransitivo. La segunda acepción es, “Exagerar la expresión al actuar ante alguien”.

Hay que repetir que los prefijos se unen con las raíces a las que van antepuestos. Se convierten en una unidad, forman una sola palabra.

© 2017, Roberto E. Guzmán.

Tiemblan las palabras

El mar de las palabras es inabarcable. Todas las gotas que lo forman tienen su historia y van tejiendo tupidas redes entre sí. Desentrañar estas redes no deja de sorprendernos.  Hoy van a hacer que tiemble la tierra bajo nuestros pies, o casi. ¿Han pensado alguna vez en las palabras de las que disponemos en español para referinos a una sacudida de la corteza terrestre?

El sustantivo terremoto procede del latín terraemotus, literalmente ‘movimiento de la tierra’. Con el mismo procedimiento se formó maremoto, para referirse a la agitación que provoca en las aguas del mar la sacudida del fondo marino. Un maremoto está provocado por un terremoto.

El sentido de ‘movimiento’ está tras el término conmoción, que podemos usar como sinónimo de terremoto. O podemos elegir la voz temblor, más familiar, que reservamos a los movimientos de tierra de escasa intensidad. Su origen está en el verbo temblar, emparentado con nuestro hermoso adjetivo trémulo, ‘tembloroso’.

Si seguimos navegando dejaremos atrás las aguas latinas para adentrarnos en las griegas. Arribaremos a dos sustantivos de este origen que también usamos para designar a los temblores de tierra: sismo y seísmo. ¿Y cómo es que tenemos dos sustantivos emparentados para referirnos a la misma realidad? Lo cierto es que estas dos palabras partieron del mismo puerto, pero han viajado hasta nosotros por distintos caminos. Sismo nos llega directamente del griego seismós. En cambio, seísmo llega a nuestra lengua a través del francés; de donde también procede el adjetivo sísmico.

Nuestra lengua hace además gala de su vertiente creativa y aprovecha su riqueza léxica para forjar usos figurados: terremoto le llamamos a un suceso que nos conmociona o a una persona excesivamente inquieta. Como ven la lengua no duda en acudir a las metáforas para ganar en expresividad.

© 2017, María José Rincón.

Plante, no ha lugar, vodevil/*voudeville, siquiera/si quiera

PLANTE

“. . .guiños y PLANTES sutiles. . .”

Como muchos vocablos en el español moderno, el del epígrafe tiene un significado en el español general y otros -aceptados- en las variantes del español de algunos países.

En el Diccionario de americanismos (2010) se registran tres acepciones que corresponden a cuatro diferentes países. En Colombia plante es lo que ahora se llama “dinero semilla”. En Cuba es la ceremonia de iniciación de un abakuá. El abakuá es una sociedad de ayuda mutua de origen africano, cuyos miembros son todos hombres.

La tercera acepción que aparece en el mentado diccionario se parece a la dominicana que se introducirá más adelante en esta sección. Se trata de la acepción que corresponde a Guatemala y Honduras, países donde plante es “apariencia, aspecto, fachada”.

En República Dominicana un plante es la apariencia exterior de una persona bien vestida, bien aliñada, que se muestra con sus mejores galas. Es el cuidado de una persona en su vestimenta para causar una buena impresión. En el plante dominicano existe la intención de hacerse notar por lo que se refleja al mostrarse del modo especificado antes.

Para ilustrar el uso de plante, se utilizarán varias frases oídas de labios de los hablantes dominicanos. “Caramba, qué plante tienes hoy”. “Oye, ese plante es dominguero”. “Tienes un plante de conquistador”.

Hasta donde ha podido comprobarse, este plante no ha sido recogido en los diccionarios de dominicanismos o del habla del dominicano que se han consultado con el propósito de encontrarlo inventariado.

NO HA LUGAR

“. . .se premió al Senador F. B. con un NO A LUGAR. . .”

Desde el principio del estudio de esta expresión hay que convenir en que esta pertenece al ámbito de la justicia, el derecho y las leyes; por tanto, no puede esperarse que todos los mortales la conozcan, y menos, que la entiendan.

Las personas que conocen la expresión de oídas no entienden su composición y de acuerdo con el sonido la llevan a la escritura del modo en que se encontró y que se reprodujo más arriba. Es una pena que eso ocurra, pero tampoco se le puede pedir a todo articulista o periodista que sepa cómo escribir todas las expresiones del español.

La expresión “no ha lugar” está consagrada por el uso constante que de ella se hace en el campo de la justicia. Es definida por el Diccionario de la lengua española de la Asociación  de Academias así, “para declarar que no se accede a lo que se pide”.

En español existe también la expresión “ha lugar” para acceder a lo solicitado. De ahí que “no ha lugar” sea para denegar lo que se pide.

Esta expresión utilizada en el español dominicano tiene relación con una parecida del francés que es non-lieu que se emplea en Francia desde el año 1836 y es una decisión mediante la cual una jurisdicción de instrucción, fundándose sobre una justificación de derecho o sobre una insuficiencia de pruebas, expresa que no hay prueba para continuar con el procedimiento que tiende a hacer comparecer a la persona sometida a examen ante una jurisdicción de juicio. Le Petit Robert (1993:1680). (Traducción RG).

Esta figura jurídica existe en otros sistemas de leyes; por ejemplo en inglés l´ordonnace de non-lieu es de nonsuit. Esto es, “En lo civil, desestimación perentoria de la demanda. En lo criminal, absolución perentoria del acusado. En ambos casos, por no haber la parte demandante probado su caso”. Diccionario de términos jurídicos (1976:338). En lengua portuguesa es carência de açao: improcedência de açao.

De nuevo, no hay lugar a rasgarse las vestiduras si una persona no versada en lenguaje jurídico no sabe cómo escribir la expresión del título, o, no sabe exactamente lo que esta significa.

VODEVIL – *VOUDEVILLE

“. . .escenario de un montaje musical VOUDEVILLE. . .”

A cualquier hijo de vecino se le escapa una, así como a cualquier cristiano se le cuela otra. Estas paremias vienen al caso si se piensa que la voz que trató de comunicar el periodista pertenece a una lengua extranjera, en este caso al francés.

El experimentado periodista no la escribió ni en francés ni la representó de acuerdo con lo que asientan las Academias en el Diccionario de la lengua española. Lo que él escribió no representa en español el sonido de la voz francesa.

En el título, en primer lugar, está escrita en español la voz del francés conforme se la pronuncia en esa lengua. Este vodevil es muy francés; tan francés que se ha quedado con su nombre en francés y, en algunas lenguas se copia tal cual es en francés.

Este vodevil es una “comedia frívola, ligera y picante, de argumento basado en la intriga y el equívoco, que puede incluir números musicales y de variedades”. Así la define el diccionario antes mentado. Este “variedades” significa en este caso, “de diverso carácter”.

La manera de escribir este nombre en español consta en el diccionario oficial de la lengua española desde la edición de 1992. En español se conoce y se utiliza el término francés desde el año 1914. Este dato se toma del Diccionario de palabras y frases extranjeras (1995:473).

Con respecto al origen de la voz francesa, casi todos los etimólogos están contestes, excepto P. Guiraud, en que proviene de un lugar al oeste de la ciudad de Vire, en Baja Normandía. La voz completa deriva de vau (val), viejo francés para valle,  de Vire, donde las canciones tuvieron éxito en el siglo XV. Dictionnaire historique de la langue française (2012:3840). (Traducción RG).

En francés vaudeville ha generado voces derivadas vaudevilliste y otra que pasó al español, vodevilesco que es un adjetivo que significa perteneciente o relativo al vodevil o, semejante a este.

SIQUIERA – SI QUIERA

“. . .sin haber SI QUIERA agotado y garantizado. . .”

Aquí cabe que se presuma la inocencia. Ha de pensarse que el redactor en su artículo tocó la barra de espacio por error, entre la conjunción condicional si y la segunda parte, es decir, el verbo en subjuntivo. De este modo terminó como se copió más arriba. Una vez que se detecta el desliz vale la pena dejar bien claras las nociones con respecto de la conjunción concesiva.

Siquiera desempeña las funciones de conjunción concesiva y adverbio, y equivale en esas labores a, “aunque, por lo menos, tan solo”. Es adverbio de cantidad en el caso en que significa “por lo menos”. Cuando se usa en una oración negativa, se hace preceder de ni. Ejemplo, “Ni siquiera me dijo adiós”.

En la mayoría de los casos en que se utiliza la conjunción concesiva seguida de un verbo conjugado, este va en el modo subjuntivo. En algunos casos este siquiera se denomina “enlace gramatical coordinante con valor adversativo”. Así aparece en el Diccionario Clave de uso del español actual (1997:1765).

Este siquiera está formado de la conjunción si y de quiera, del verbo querer en la tercera persona de singular del presente de subjuntivo. Ya más arriba se hizo constar que se escribe en una sola palabra, vale decir, los dos elementos van unidos.

© 2017, Roberto E. Guzmán.

Sobre el vocablo «larimar»

MINISTERIO DE ENERGÍA Y MINAS

Año del Desarrollo Agroforestal”

MEM-DESP-00610-17

11 de abril de 2017

Señor Bruno Rosario Candelier

Presidente Academia Dominicana de la Lengua

Ciudad Colonial, c/ Mercedes, no. 204

Su Despacho

Distinguido Sr. Rosario Candelier:

Después de saludarle muy atentamente apelo a sus buenos oficios a fin de que interceda ante la Real Academia Española para que sea incorporada la palabra Larimar al Diccionario de la lengua española.

Larimar es una piedra semipreciosa descubierta en 1916 por el sacerdote Miguel Domingo Flores Loren, párroco de Barahona. El 22 de noviembre de ese año Flores solicitó permiso oficial para explorar y explotar una mina, pero debido al escaso conocimiento sobre la pectolita azul, le fue denegado.

No fue hasta 1974 cuando los voluntarios del Cuerpo de Paz Miguel Méndez y Norman Rilling redescubrieron la piedra, que llamaron Larimar al unir el nombre de la hija del primero, Larissa, con la palabra mar, pues los habitantes de Barahona pensaban que salía de las aguas del Mar Caribe.

La piedra solo existe en la costera provincia de Barahona, 181 kilómetros al suroeste de Santo Domingo, y en la actualidad se estima que su extracción anual es en promedio de 4,000 quintales de 42 orificios en producción.

Junto con el ámbar, una resina que se extrae en varios lugares del país para la joyería artesanal, el Larimar compone un mercado exportable de alrededor de US$8.0 millones, impulsando la pequeña minería de la que viven aproximadamente 5,000 personas.

Agradeciendo su atención y con la esperanza de que sea posible la adopción en el Diccionario de la lengua española de un término que designa a una piedra semipreciosa única, referente de las riquezas del subsuelo de la República Dominicana.

Cordialmente,

Antonio E. Isa Conde

Ministro

 

CONTESTACIÓN DE BRUNO ROSARIO CANDELIER AL MINISTRO ANTONIO ISA CONDE, 25 DE ABRIL DE 2017

 Sr. D. Antonio E. Isa Conde

Ministro de Energía y Minas

Avenida Tiradentes, no. 53, Edif. B

Ensanche Naco, Ciudad

Distinguido señor ministro:

Me complace recibir su comunicación fechada en Santo Domingo el 11 de los corrientes, en la que usted propone que esta Academia realice las gestiones correspondientes para la incorporación de la palabra larimar al Diccionario de la lengua española.

Me complace comunicarle que este Director sometió su atinada propuesta a la consideración de la Comisión Lexicográfica de la ADL y, tras su aprobación, el suscrito remitirá a la correspondiente comisión de la Real Academia Española la definición que adoptemos.

Aprovecho esta misiva para expresarle que el susodicho vocablo fue incorporado al Diccionario del español dominicano (Santo Domingo, Academia Dominicana de la Lengua, 2013, p. 407) con la siguiente definición:

larimar m. Piedra semipreciosa de color azul que se encuentra en una mina de la provincia de Barahona”.

La definición que vamos a proponer a la RAE es la siguiente:

larimar. f. (acrón de Larissa y mar, R. Dom). Piedra semipreciosa, de aspecto vítreo, generalmente azul y moteada de blanco, muy útil en joyería, que aparece en la costa sur de la República Dominicana.

Al expresarle mi complacencia por canalizar favorablemente su inquietud idiomática, reciba el testimonio de mi distinción con mis saludos cordiales.

Dr. Bruno Rosario Candelier

Director

 

La creación de Eva

Por Ricardo Miniño Gómez

  Adán la contemplaba extasiado. Un rayo de luna barnizaba de plata el rostro oscuro de la estatua que Adán había construido con barro. Era medianoche y el ruiseñor cantaba.

Adán, arrodillado ante ella, le acariciaba  las manos de tierra todavía húmeda y las besaba.

Entonces bajó Dios, como un soplo invisible, y habló desde follaje de un árbol:

“Adán” –dijo– “veo que te sientes solo y has plasmado una estatua para pasar las noches venerándola y olvidarte del temor a la oscuridad y las fiebres. ¿Quieres que le dé vida?

Adán oyó la voz, la única voz que conocía, y respondió: “¿Quieres decir que le darás movimiento a sus dedos, y luz a su mirada y sonido a su boca?”

“Si, Adán” repuso Dios.

El corazón saltó en el pecho del hombre con bríos de corcel furioso. Le palpitó la sangre. Y volvió a preguntar: “¿Pero será bella, Señor?”

“Sí, Adán. Te olvidarás de la espuma del río, del verdor de la grama en la pradera, del brillo de los astros nocturnos. Ella será más bella que la luz y las aguas”.

“¡Ah, Señor, que feliz sería! Olvidaré la noche y el día contemplando sus ojos”.

Adán se apretaba las sienes con las manos, temeroso de que fueran a reventar de alegría.

“¿Pero me querrá, Señor? ¿Estará siempre conmigo?”.

Será tuya, Adán. Pero ignoro si querrá sujetársete pues le pondré agilidad en los pies, para que pueda huir como las gacelas, le daré corazón y mente, para que decida si te quiere”.

“¿Por qué, Señor?”

“Así es mejor, Adán. Lo dejó a tu albedrío: Si quieres, soplaré sobre ella y el barro de que la hiciste se convertirá en carne, suave como la carne de las frutas. Dame tu palabra”.

Adán miró hacia el firmamento y le pareció oscuro y triste, a pesar de que las estrellas brillaban. Buscó ayuda posando la mirada en la copa de los árboles, pero le pareció poca cosa el claror de la luna sobre el ramaje verde.  Hasta olvidó que el ruiseñor cantaba. Y volvió a acariciar las manos de la estatua y palpitó de emoción pensando en el momento en que cobraban vida y ella abriera los ojos con una sonrisa.

“Sí, Señor, dale vida. Yo sabré sujetarla y la convenceré de que me quiera como yo la quiero ya antes de que viva”.

Adán estaba sentado junto a ella. Dios calló y no se volvió a oír su voz. Una brisa agradable sopló sobre la frente de la estatua. Y Adán la sintió respirar y le acercó el oído al pecho, para comprobar si vivía.

Adán le dio un beso, muy leve, para no disturbarla. Y se quedó extasiado junto con a ella, mientras la claridad de la mañana inundaba triunfante el rostro de Eva, que dormía.

Santo Domingo, mayo de 1963.

Ricardo Miniño Gómez, La hermana Matilde, Santo Domingo, Librería Dominicana, 1964, pp. 5-6.

El Diccionario del español dominicano de la ADL

Por Camelia Michel

    Estoy conmocionada por la capacidad para el denuesto y los insultos ruines y zafios que mucha gente ha esgrimido en contra de Bruno Rosario Candelier y Manuel Núñez Asencio, a través de las redes y medios de comunicación. Y aún estoy más sorprendida porque algunos de los peores epítetos que recibieron ambos, provinieron de personas con suficiente nivel, tanto intelectual como académico, para expresar su inconformidad de forma decente.

¡Cuánta grosería, vulgaridad y bajeza! Y lo extraordinario es que gente llena de tanta mezquindad se sienta con calidad moral para decidir lo que es bueno o malo, y peor aún, para juzgar y descalificar la labor de toda una vida de quienes tienen una trayectoria sólida y beneficiosa para la sociedad como son dichos académicos.

Bruno Rosario Candelier no necesita cobijarse bajo las alas de la Academia Dominicana de la Lengua para ser quien es. Muy por el contrario, llegó a esa institución por sus méritos. Luces le sobran y elementos de juicio para tomar las iniciativas en su fructífera labor al frente de la Academia. De Manuel Núñez no necesito decir mucho, pues el respeto que le profeso no es de estos tiempos. Nuestra amistad data desde que ambos pasamos por los medios de comunicación, él, en calidad de articulista, y yo, en mi condición de reportera, y aunque muchos deseen restarle méritos, su labor enjundiosa y su versátil talento hablan por sí solos. ¿O acaso esto no es patente en su extensa labor bibliográfica?

Debo decir que estoy segura de que mucha gente está de acuerdo conmigo y no lo dice, porque entre los grandes tabúes de la sociedad actual está todo lo referente a la familia Castillo Semán. Por extensión, todo el que se acerque, le dé la mano u ose reconocer alguna clase de mérito a cualquiera de los miembros de esa familia, será brutalmente crucificado. Esto ha pasado con los doctores Rosario Candelier y Núñez Asensio, quienes no son los únicos académicos que estuvieron de acuerdo con el reconocimiento al polémico y connotado jurista, porque en verdad, don Bruno y Manuel son también dos objetivos para algunas personas y miembros de esta sociedad que se venden como muy “de avanzada” para resarcir sus propios demonios. Para citar uno solo de los aportes de Rosario Candelier al frente de la ADL basta citar el Diccionario del español dominicano.

En  una época en la que parece disolverse el perfil identitario nacional con una confusión de paradigmas, dicha obra nos recuerda que éste es un pueblo con una voz muy antigua, singular y, al mismo tiempo, actualizada. Entre los aportes fundamentales de la ADL al acervo cultural del país, el citado Diccionario asume un rol de primer orden.

Para el director de la ADL, Dr. Bruno Rosario Candelier, acercarse al estudio o a la simple observación del español dominicano es una forma ideal de celebrar la fundación de la República Dominicana. El intelectual dominicano exhorta de manera muy particular a los maestros y estudiantes a tener este diccionario como fuente de consulta permanente.

Este diccionario tiene la particularidad de estar íntimamente vinculado al origen del país. Consultarlo equivale, pues, a una travesía por más de 500 años de historia, en la que se conjugan palabras con raíces heredadas de los aborígenes, del castellano arcaico y de los pueblos llegados de África, en una primera etapa. Posteriormente el español dominicano va incorporando voces y locuciones procedentes de lenguas diversas y contemporáneas, correspondientes a los pueblos con los que el país ha tenido mayor interacción a lo largo de su historia. Los estudios de nuestros académicos arrojan que una riquísima mezcla de lenguas y hechos históricos hicieron del idioma dominicano lo que es hoy en día, pero igual apuntan a que la impronta sonora de ese nuevo mundo que abre sus puertas en Santo Domingo, queda marcada en el lenguaje peninsular. Como ejemplo, la palabra “canoa”, que designaba las embarcaciones indígenas y que es recogida por Cristóbal Colón en una de sus primeras comunicaciones, figura en el Vocabulario español latino de 1495; también en el Tesoro de la lengua española, de Sebastián de Covarrubias, en 1611. El académico Manuel Núñez señala que posteriormente esta voz se impone en todos los textos de los cronistas de Indias, e igualmente sucede con las palabras “bohío” y “caney”, que designaban distintos tipos de viviendas de los pueblos precolombinos, para sólo citar algunas. Núñez Asencio advierte que indigenismos de La Española se impusieron en otros territorios americanos: “Designaciones de utensilios, nombres de personas, de lugares, de animales y de plantas llenarán las páginas de los primeros historiógrafos de América” y también de los expedicionarios que acometieron la empresa de conquistar el continente, tomando como punto de partida esta isla.

Por otro lado, el presidente de la ADL resalta el carácter histórico del español que se habla en República Dominicana. Señala que “es el más antiguo de América, por lo cual conserva voces arcaicas, como ‘dizque’ (dicen que), ‘trasuntarse’ (parecerse a alguien)”, entre otros. En adición a los arcaísmos pueden citarse numerosas “creaciones léxicas”. Rosario Candelier reporta los términos “pariguayo”, “medalaganario”, “compinche” y muchas otras palabras que son usuales en la actualidad, tanto en las áreas rurales como urbanas. Igualmente fueron tomados en cuenta términos que figuran en el lenguaje escrito y  muy especialmente en la literatura dominicana. Aclara que los términos incluidos tienen como requisito común, el de tener uso y permanencia en el habla local, de suerte tal que las locuciones arcaicas o recientes que fueron olvidadas o sustituidas por los hablantes, o los términos de muy novedosa o inestable aparición, no figuran. Explica que en la formación de una modalidad lingüística regional o local surgen fundamentalmente dos tipos de expresiones nativas que son tomadas en cuenta por los estudiosos: “Las creaciones léxicas, que entrañan nuevos vocablos en su escritura, como la palabra “chin”; y las “creaciones semánticas”. Esta última modalidad consiste en asignar “un nuevo significado a una palabra de la lengua, como, “esperanza” (‘insecto de color verde’) o “china” (‘naranja dulce’)”.

Sin lugar a dudas, este diccionario publicado en 2014 es el primero en su especie realizado de manera colegiada por la ADL, con la participación de Bruno Rosario Candelier, María José Rincón, Fabio Guzmán Ariza y Roberto Guzmán, obra que llena una necesidad fundamental, en el que cada dominicano se encontrará reflejado en voces y frases comunes del país. El carácter didáctico de esta obra referencial de nuestro español se complementa con un estilo ameno, que lo hace de fácil consulta y lectura.

Rosario Candelier advierte que no es un diccionario normativo, puesto que “toma en cuenta la realidad dialectal dominicana sin emitir juicio sobre su ‘corrección’. Ofrece un total de 10, 903 lemas o palabras, con 14, 054 acepciones, y 4, 250 frases. La preparación de este Diccionario  supuso varios años de trabajo, en que participaron varias comisiones de lexicógrafos de la ADL, bajo la coordinación del Dr. Rosario Candelier, con una amplia fuente bibliográfica. Contó con el patrocinio de la Fundación Guzmán Ariza Pro Academia Dominicana de la Lengua.

En su fructífera trayectoria al frente de la ADL, Rosario Candelier ha coordinado las comisiones de apoyo a los proyectos de la RAE, como el Diccionario de americanismos, el panhispánico de dudas, el Diccionario de la lengua española. Actualmente la Academia trabaja en nuevos proyectos de ambas corporaciones.

Trayectoria de servicios de la Academia Dominicana de la Lengua

Por Sérvido Candelaria

  En toda organización colegiada, para evitar el atascamiento en las actividades diarias, funciona una “Comisión Ejecutiva” o Junta Directiva designada por el pleno de sus componentes, que tiene a su cargo tomar decisiones mientras no se reúne la membresía total. Así también se elige un Director para seguir simplificando la toma de decisiones. Basado en esta estructura, puede producirse, en algún momento, una decisión que no sea compartida por la mayoría del conglomerado institucional. Pero no por ello deja de ser  legal y vinculante, dicha decisión. A las personas que lo conforman, les ha sido asignada esa función y, sea que votemos, no votemos o que votemos en contra de su elección, lo que ellos aprueben, nos somete a todos mientras aceptamos vivir bajo los reglamentos que nos conforman como país.

No sé cuándo vamos a aprender a vivir en comunidad, bajo la diversidad de criterios. Nos jactamos de ser abiertos, pluralistas y democráticos, pero cuando nos toca dejar que los demás se expresen y actúen basados en sus principios o criterios, nos volvemos censores de actos y de juicios, con la misma o mayor vehemencia que a quienes criticamos por indolentes y dictadores. Eso va muy de acuerdo con el peor mal que nos aqueja, denunciado por mí en otras ocasiones: el de la relativización de nuestros males; la desgraciada doble moral que nos acompaña en nuestros juicios y valores, con las excepcionales excepciones de rigor. Vivimos diariamente desgañitándonos por la corrupción que nos acogota, pero no perdemos oportunidad para, cuando llegamos a un lugar donde hay que hacer fila, agenciarnos con algún amigo, compadre, tío, sobrino o con el soborno de rigor, el pase inmediato a la ventanilla o cubículo. Vivimos criticando el dispendio de los recursos del Estado, pero cuando nos toca imprimir un trabajo para provecho personal, utilizamos sin miramientos el papel, la tinta y el impresor de la institución donde laboramos, sin la autorización correspondiente. Vivimos criticando la irresponsabilidad e indolencia de los funcionarios, pero cuando tenemos que asistir a un acto donde somos la figura principal, nos regodeamos al decir “no importa, que me esperen, no se puede empezar el acto sin mí”. Vivimos señalándoles a los demás sus falencias pasadas y presentes, pero no nos damos cuenta de que en nuestra vida nos hemos revolcado en estercoleros (de acuerdo a la opinión de quienes no comparten nuestro criterio) y vivimos rodeados de personas que por contestatarios y rebeldes no dejan de hacer cosas al margen de la ley. Y, a propósito, vivimos criticando “esas malditas leyes” cuando difieren de nuestros valores, pero no perdemos la oportunidad de invocarlas y hacer lo inhumano para que se cumplan estrictamente, cuando de beneficiarnos se trata.

Entiendo que todo el mundo tiene derecho a expresar su desacuerdo con cualquier acto, si no se identifica con su esencia y resultado. Ahora, eso no debe facultar a nadie para la descalificación automática de la persona que lo ejecuta. Sobre todo, para la descalificación personal por medio de epítetos denigrantes. Por eso veo muy mal los ataques a nivel personal que se han hecho al Dr. Bruno Rosario Candelier por diferentes personas que, sin conocer cómo funciona la Academia Dominicana de la Lengua, se pronuncian contra él en forma abyecta, sin tener en cuenta la extraordinaria labor que desarrolla en la promoción de la lengua y las letras dominicanas y de la literatura en sentido general como formadora de un mejor ser humano.

Yo estoy en desacuerdo con el juicio que valora a don Marino Vinicio Castillo como figura procera; pero soy el primero en reconocer que no existe ninguna labor de proyección y formación humanística, en el ámbito de este país, que se pueda acercar siquiera, a lo que ha estado haciendo el Dr. Bruno Rosario Candelier en los últimos 25 años. Y atestiguo también que su labor no es para formar acólitos incondicionales, como muchos se empeñan en mal-decir, al señalar su magisterio como “la escuelita”. No, eso es una burda calumnia elaborada quizás por la incapacidad de seres frustrados al no poder presentar a la sociedad ninguna obra de provecho que se le asemeje. Pero más aún. La labor realizada por el académico mocano puede que supere (pasiones aparte) a la del maestro pues, bajo su tutela, la Academia Dominicana de la Lengua, además de haber cobrado vida institucional, ha servido de canal para que el pueblo liso y llano se ponga en contacto con las personas que sirven de intermediarios entre la normativa y la práctica de la lengua, amén de haber procurado un sutil equilibrio entre los nuevos miembros que ingresan a la institución. Ahí están los boletines de la Academia que, en los últimos trece años, superan varias veces la capacidad informativa de todo lo que se había publicado en los 75 años que le antecedieron. Agréguese a esto las actividades permanentes realizadas por miembros de número y miembros correspondientes de la institución en los que se les da participación abierta y sin censura a quienes tienen algo que aportar dentro de la promoción lingüística y literaria, acorde con sus objetivos.

Por eso duele que personas sin elementos suficientes para hacerse un juicio objetivo sobre la Academia actual, se pronuncien en forma tan virulenta contra uno de sus actos y, sobre todo, contra su director. Pero duele más todavía que a esas personas se agregue el distinguido Dr. Odalís Pérez, quien está supuesto a conocer sus interioridades y debe, en gran medida, su aceptación como miembro de número de esa corporación, precisamente, a la apertura demostrada por Bruno Rosario Candelier, quien tuvo que emplearse a fondo para conseguir la aprobación de dicho miembro, ante la objeción de otros connotados e influyentes académicos, por motivos personales. ¡Qué forma de reciprocar ese noble gesto!

 

La Academia y el estudio de la lengua

Por Rafael Peralta Romero

   La Academia Dominicana de la Lengua no es un centro de enseñanza donde acuden unos alumnos provistos de cuadernos y lápices a tomar clases, en este caso, digamos, de gramática. Como la Real Academia Española y las demás corporaciones que funcionan en cada país de Hispanoamérica, Filipinas y Estados Unidos de América, la nuestra ejerce  más bien un apostolado de  la palabra.

La enseñanza en el aula conduce al educando -niño o adolescente- al descubrimiento de esa herramienta tan esencial para los seres humanos que es la lengua. La Academia, en cambio, ejerce un influjo que abarca al alumno, al maestro, a los padres y a los que ya dieron por terminado su ciclo de estudios formales. Ese magisterio se coloca muy encima de los parámetros del sistema educativo, porque pone a los individuos a descubrir en la lengua un manantial de recursos que proporcionan deleite espiritual y a la vez los encauza por la vía de ampliar su capacidad de entendimiento, además de descubrir la grandeza, y también privilegio, que representa un manejo adecuado de la lengua.

Para la ADL, respaldar el conocimiento de nuestra lengua constituye una responsabilidad. Responsabilidad asumida en libertad, como lo plantea el filósofo Fernando Savater: “Responsabilidad es saber que cada uno de mis actos me va construyendo, me va definiendo, me va inventando” (Ética para Amador, p. 82). La Academia cumple esta función por medio de coloquios, talleres, tertulias, conferencias y análisis de obras literarias o de contenido formativo en torno a la lengua y la literatura.

Todo apostolado implica hacer campaña en pro de una causa o doctrina. En sus salones, como fuera de ellos, y al  mismo tiempo por su página de consulta en la web, nuestra Academia esparce la normativa que le da consistencia al idioma español y las recomendaciones prácticas para su buen uso. El punto clave es sembrar entre los dominicanos la provechosa simiente de la  conciencia de la lengua, partiendo de la premisa de que la persona se posee a sí misma en la medida que posee su lengua. Así lo entiende la ADL cuando promueve  -y lo hace con buena frecuencia- actos destinados  a insertar en los dominicanos el interés por un mejor empleo del español. La intención predominante en  estos encuentros es la valoración y el aprecio por la lengua española y el compromiso que frente a la misma han de asumir los hablantes y los profesionales que se valen de ella como principal herramienta de trabajo. Es cuestión de ética mayormente para escritores, periodistas y educadores el conocer, e incluso enseñar,  las normas gramaticales.

Hay algo más trascendente. Nadie dude que el cultivo de la lengua y la literatura faciliten desarrollar la energía interior de la conciencia. La idea de conciencia implica conocimiento, saber, reflexión. En su libro La conciencia del lenguaje, Bruno Rosario Candelier, lo explica de esta manera: “Darse cuenta de lo que las cosas significan, de lo que hace el pensamiento y del proceso que realiza quien piensa y crea, es el rol de la  conciencia cuyo ejercicio conlleva el concurso de la intuición, la memoria, la imaginación, la tradición y el  lenguaje” (La conciencia del lenguaje, p. 118).

La Academia quiere, con sus actos, que los ciudadanos, particularmente quienes  buscan el conocimiento, entiendan que el  lenguaje es, y tiene que ser, un asunto substancial, de primera importancia, para todo estudio, dado que es el vehículo indispensable para la expresión del pensamiento y un ente determinante para que los seres humanos aprehendan el mundo exterior y expresen su mundo interior. La conciencia de la lengua implica el desarrollo de una actitud reflexiva en torno de esta facultad humana que nos diferencia de los otros seres vivos. La adquisición de la lengua es un proceso social, que se torna tan  natural que antes de los seis años un ser humano ha logrado un cúmulo de palabras que le permite expresar sus necesidades, sobre todo las biológicas. Pero el ser humano tiene necesidades de carácter espiritual,  cuya satisfacción  es clave para su vida de relación: vivir con los demás, enunciar pensamientos, divulgar sentimientos, manifestar sus preocupaciones  y expresarse artísticamente. Es aquí donde hemos de caer en la cuenta de la importancia de cobrar conciencia de lo que es el idioma, porque más allá de la utilidad  en la expresión de necesidades (pedir agua o comida, por ejemplo), tenemos que la lengua es el instrumento básico para revelar nuestro mundo interior y nuestras aptitudes.

La Academia no solo estudia la lengua en forma abstracta, sino que también se ocupa de los textos literarios, los cuales emplea para ilustrar, sobre todo en el área lexicográfica, los contenidos de las publicaciones académicas. La dominicana y las academias de los otros países forman con la de España, la Asociación de Academias de la Lengua Española, que es la autoridad que vela por el perfeccionamiento del español y que se expresa a través de las  publicaciones  institucionales: Diccionario de la lengua española, Gramática, Ortografía, Diccionario panhispánico de dudas.

La conciencia de la lengua nos sitúa en un compromiso con ésta, lo cual conlleva una demostración de amor hacia nuestro sistema de comunicación, y un justo respeto que nos hace reflexionar sobre la normativa ortográfica o nos despierta preocupación sobre otros aspectos, digamos aspectos léxicos, como la propiedad, o aspectos sintácticos, como la concordancia. Para el logro de esos objetivos trabaja la Academia Dominicana de la Lengua. En eso radica su apostolado.

©2017, Rafael Peralta Romero.

 

La Academia Dominicana de la Lengua: centro de estudios del español dominicano

Por María José Rincón

Miembro de número de la ADL

   En la Academia Dominicana de la Lengua, fundada en Santo Domingo, República Dominicana,  el 12 de octubre de 1927, conmemoramos durante este año cervantino su octogésimo noveno aniversario, y continuaremos haciendo lo que sabemos hacer: fomentar el estudio y el buen uso de la lengua española.

Manuel Patín Maceo, miembro fundador de nuestra Academia, en la que ocupó hasta su muerte el sillón E, publicó uno de los primeros diccionarios dedicados al registro de nuestro vocabulario. Su hijo recuerda que «su más grata satisfacción como gramático era ver usar con pureza y propiedad el idioma». Mariano Lebrón Saviñón, director de la corporación académica durante dieciocho años y sucesor de Patín en el sillón E, dice de él que «dedicó toda su vida al cultivo del habla castellana».

No es otro el empeño de los académicos. Acercarnos a la vida de las palabras, nuestras palabras, con avidez y respeto. Las palabras en las que se expresa la República Dominicana, situada en una isla que, siguiendo al insigne Lebrón Saviñón, jugó el papel de ser «el campo de aclimatación donde el idioma se acomodó a sus nuevas necesidades».  Comienza en este proceso de criollización la aportación de los hablantes dominicanos al caudal inagotable y compartido del español general. El informe académico que avala la publicación de los Dominicanismos de Patín Maceo asegura que el estudio del léxico dominicano «dará a nuestra nación la parte que merece en el enriquecimiento del idioma, que ya ha dejado de ser primeramente castellano y después español, para ser, ahora y más tarde, hispanoamericano».

La conciencia de la internacionalidad de nuestra lengua se forjó desde que, en la cubierta de embarcaciones que hoy nos parecerían cáscaras de nuez, atravesó el Atlántico para alejarse de los valles castellanos que la vieron nacer y extenderse humana y territorialmente por la ancha y larga América, hasta convertirse en la lengua que hoy consideramos materna más de cuatrocientos setenta millones de hablantes y que estudian, como segunda lengua, más de veintiún millones.

La Academia Dominicana de la Lengua fomenta el cultivo del buen hablar que asegura, como ninguna otra cosa, la cohesión y la vitalidad del español. Un objetivo que ya reconoció el poeta y académico Dámaso Alonso en su «Unidad y defensa del idioma»: «… nuestra lucha tiene que ser para impedir la fragmentación de la lengua común». Nada más y nada menos. La investigación filológica y la divulgación lingüística y literaria son los aperos que nos asisten en la labor, en la que se hace imprescindible el esfuerzo y la colaboración de muchos.

Nuestra corporación no está sola. Desde 1951 se gestó lo que es hoy la Asociación de Academias de la Lengua Española, veintidós academias empeñadas en una política lingüística panhispánica construida a fuerza de colaboración, en un trabajo que, como expresó Víctor García de la Concha, está «al servicio de la unidad del español sin menoscabo de su rica y fecunda variedad».

Esta labor académica panhispánica ha rendido sus frutos, y qué frutos. Sus obras se han convertido en libros de cabecera de los buenos hablantes y aspiramos a que sirvan de inspiración y ayuda a los que quieren llegar a serlo. Si repasamos solo la producción de estos últimos años no dejaremos de enorgullecernos. Busquen en ellas las comisiones académicas que han participado activamente en su redacción: en todas encontrarán a los académicos dominicanos. Hemos logrado revertir aquella afirmación de nuestros académicos, por allá por 1940, reconociendo que el español dominicano estaba «poco o mal representado» en las obras dedicadas a la lengua española. Acompáñenme, si no, en este repaso por las tres obras fundamentales en el estudio de una lengua: ortografía, gramática y diccionario.

La Ortografía de la lengua española de 2010 nos recuerda que nuestra lengua es un producto cultural e histórico que va tomando forma a lo largo de siglos y con el uso continuado de cientos de millones de personas. Los hablantes somos los responsables de irle aportando su carácter, sin olvidar que no hemos sido nosotros los primeros que hablamos en español y que no vamos a ser los últimos. Todas las variantes fonéticas, incluidas las dominicanas, quedan recogidas por un conjunto de sistemas convencionales de representación gráfica, que es lo que en la actualidad entedemos por  disciplina ortográfica. Las pequeñas variantes ortográficas presentes en los hablantes dominicanos cultos se registran en esta obra académica gracias a los aportes de los académicos especializados en esta área del conocimiento lingüístico.

En 2010, resultado y culminación de un trabajo intenso y extenso por parte de muchos estudiosos y de muchas instituciones resumidas en las veintidós academias de la lengua española en el mundo, ve la luz la Nueva gramática de la lengua española. Su texto fue aprobado por todas y cada una de las academias, entre ellas la dominicana, en 2007. Sus páginas nos acercan al «maravilloso artificio de la lengua»  en su verdadera diversidad y en boca de hablantes de todas las zonas donde se habla español.  Busquen entre sus páginas; aprenderán mucho y, además, encontrarán citadas las palabras de muchos dominicanos que se destacan por su buen uso de nuestro idioma común.

El enfoque panhispánico ha logrado lo que muchos anhelábamos: el Diccionario de americanismos. Su punto de referencia lo constituye el léxico compartido por todos los que hablamos en español, y que representa más del ochenta por ciento de nuestro vocabulario. Lo que identifica y le da personalidad a este diccionario es que recoge el léxico propio del español de América, que supone la población y la extensión territorial mayoritaria de los hablantes de español como lengua materna, desde Tierra del Fuego en el sur del continente, pasando por nuestra isla caribeña, al gigante estadounidense, hoy por hoy el segundo país hispanohablante del mundo.

Las aportaciones lexicográficas de primera mano de la comisión académica dominicana sobre el uso y la difusión de cada vocablo entre los hablantes dominicanos acortó la brecha de conocimiento del caudal léxico de la variedad del español que hablamos en esta isla.

Un solo ejemplo más de colaboración interacadémica: el Diccionario de la lengua española, nuestro diccionario por antonomasia. Entre las faenas que se les encomiendan a las Academias está la de proponer la incorporación al DLE de una selección de palabras vigentes en los países hispanohablantes. Nuestra tarea consiste, por tanto, en certificar los usos dominicanos para que, en concurrencia con los de otros países hispanohablantes, puedan ser considerados como candidatos para su inclusión en el lemario del DLE. Cada Academia recibe como material de trabajo las listas de los americanismos (todos los lemas y sus acepciones) correspondientes a su país. Para avalar cada uso deben aportarse textos en los que se utilice la voz, textos claros, breves y sin errores ortográficos o gramaticales. A estas alturas ya habrán notado que uno de los rasgos fundamentales de los académicos, sobre todo de los lexicógrafos, es la de ser extremadamente quisquillosos; en dominicano diríamos periquitosos. Toda la documentación recopilada por nuestra Academia se envía al Instituto de Lexicografía Hispánica, encargado de analizar los resultados, cotejarlos con los obtenidos por otras academias sobre sus respectivas variedades dialectales y de incorporar al DLE los lemas y acepciones resultantes de este proceso de selección.

Esta tarea, junto con otras tantas, tan delicadas y tan trascendentes como esta, resultan en una nueva edición del diccionario, que debe adaptarse a la lengua que registra, una lengua que nunca para de cambiar. La labor que ha venido desarrollando la Academia Dominicana de la Lengua se aprecia si comparamos las cifras de dominicanismos registrados en las últimas ediciones del diccionario académico.

Nuestra labor de estudio del español dominicano no se limita a hacerlo presente en las obras panhispánicas. Fruto de nuestro interés por la investigación y la valoración de la variedad dominicana del español nos hemos dedicado al registro de nuestro léxico, desde aquel diccionario de Patín Maceo, avalado por nuestra Academia, hasta la apasionante tarea de publicar en 2013 el Diccionario del español dominicano, una obra que refleja en toda su vigencia y su riqueza nuestra realidad léxica.

El trabajo académico exige formación, dedicación y entusiasmo, además de una conciencia activa y un conocimiento profundo de la lengua propia. El contacto diario con el español de la calle, de los medios de comunicación, de las aulas, provoca a menudo la sensación de que nada de lo que podamos aportar logrará que las cosas mejoren. El Diccionario del español dominicano ha supuesto para los que hemos participado en él el antídoto perfecto. Su publicación ha despertado un interés y una expectación que nos siguen sirviendo de acicate.

Muchos son los defensores y muchos, y más ruidosos a veces, los críticos. Los académicos, inevitablemente, siempre vamos a la zaga de la vitalidad de la lengua. Cuando una obra de estudio se publica, cuando un diccionario se cierra, ya otro está dando sus primeros pasos. Solo nos queda invitar a los hablantes dominicanos a que usen la Academia de la Lengua Dominicana, la Academia de su lengua, su Academia. Si tienen alguna duda sobre el uso correcto del español, acudan a nuestro servicio de consultas a través de la página electrónica www.academia.org.do; si quieren asistir a nuestros talleres gratuitos, suscríbanse a nuestra lista de participantes; si no encuentran una palabra o una acepción entre las páginas del Diccionario del español dominicano, o si quieren proponer la inclusión de algún uso dominicano en el Diccionario de la lengua española o en el Diccionario de americanismos, remítannos sus propuestas para las próximas ediciones. Será la demostración más palpable de que los hablantes dominicanos se saben dueños de una manera peculiar y personal de hablar español, y el apoyo más productivo a la labor que día a día realizamos en la Academia Dominicana de la Lengua.