Puntilla, innominado/*ignominado, candidateable

PUNTILLA 

Son muchas las palabras que caen en el olvido. El idioma cambia cada día sin dejar de servir de instrumento de comunicación. Del mismo modo en que desaparecen vocablos, así se incorporan otros a la lengua corriente.

La voz “puntilla” casi ha desaparecido. Ha perdido vigencia como consecuencia de los avances tecnológicos, pero esto no impide que se le haga un espacio en los diccionarios diferenciales del español dominicano.

En el español dominicano puntilla posee varias significaciones. La primera que debe recordarse es aquella puntilla que usaban los zapateros. Era un clavo muy pequeño con una punta muy aguda y una cabeza desproporcionadamente grande. Tenía varios usos en la reparación de zapatos.

La otra acepción de puntilla que hay que rescatar es la concerniente a un tipo de arroz que así se denominaba, puntilla, por el tamaño de este. Según las explicaciones que se han recabado, este arroz era la “rabiza” en la selección del arroz. Era de algún modo el arroz de peor calidad por su tamaño y textura. La puntilla no era solamente el arroz pequeño, sino el arroz partido, las partes de arroz que quedaban después de la selección del arroz. Se recuerda que algunos comerciantes en las bodegas de los ingenios azucareros vendían arroz muy barato que los compradores llamaban puntilla.

Las dos puntillas antes mencionadas se han salvado del olvido total por obra de dos estudiosos de la lengua vernácula de los dominicanos. En el Diccionario de dominicanismos (2010:187) aparece la acepción del arroz en tanto sustantivo femenino, “Granos partidos del arroz que sirve para alimentar los puercos”.

La puntilla del zapatero aparece en el Real diccionario dominicano (2017:289), “Clavo diminuto que sirve para pegar la suela de los zapatos”. En ese libro se define el arroz puntilla así, “Granos partidos de arroz, que quedan en el afrecho”.

El vocablo puntilla fue adoptado en el español dominicano directamente del español peninsular, pero a este se le añadieron las acepciones nuevas que se han mentado más arriba. Se escribió que se adoptó en el español dominicano porque en tanto diminutivo de punta en el español dominicano habría resultado “puntita” o “puntica”, con mayores probabilidades de hacerlo según la segunda opción, con la terminación –ica.

En el español de otros países de Hispanoamérica utilizan la denominación puntilla para otros propósitos. La puntilla que más se asemeja a la del zapatero dominicano es la de Cuba, México y Colombia, países en los cuales puntilla corresponde a un clavo delgado de hierro o acero que se emplea en construcciones. Se diferencia esta puntilla de la dominicana por el tamaño y el destino que se le reserva.

 

INNOMINADO – *IGNOMINADO

“. . . y otros IGNOMINADOS por razones políticas y clasistas. . .”

De las dos palabras del título la primera es reconocida por su relación con “nombre”; la otra que aparece marcada con el asterisco no aparece en los diccionarios de la lengua común. En el desarrollo de esta sección se examinarán las dos voces.

Innominado es que no tiene nombre especial. Los dominicanos en el habla diaria a veces dicen, “eso no tiene nombre”. Con esa expresión destacan que ese algo a que se refiere la expresión es fuera de lo común, es extraordinario, inusual, excepcional. Es algo, cosa, acción, que causa asombro, que produce sorpresa.

En la cita que se colocó a manera de ejemplo del uso, la voz que se lee es *ignominado que a pesar de los esfuerzos que se han hecho no aparece en diccionario alguno.

Se presume que esta esa voz desconocida se ha creado con relación a ignominia. Por la formación y el contexto en que se encuentra en la cita, se supone que se ha tratado de crear un adjetivo para calificar a las personas que han incurrido en ignominia, es decir, que han recibido deshonra pública.

A veces este tipo de aventura creadora demuestra buena imaginación de parte de quien redacta, así como de la falta de un término que exprese la idea contenida en la nueva voz.

Lo más sano en casos como este es recurrir a la lengua general y hurgar allí por uno o más vocablos que puedan dar a entender lo que se desea manifestar por medio del escrito.

 

CANDIDATEABLE

“. . .unos expresidentes para volver a ser CANDIDATEABLES. . .”

La voz del epígrafe tiene amplia circulación en el ámbito político dominicano. No es posible poder medir cuán bien se la entiende en otros países.

El Diccionario de americanismos (2010) de la Asociación de Academias de la lengua española, recoge la voz del título y anota que es propia del español de la República Dominicana y Chile.

La voz aquí estudiada actúa como adjetivo tanto como sustantivo. Se refiere  a la persona que se puede candidatear, proponerse como candidato. De acuerdo con lo que escribe el mencionado diccionario pertenece al registro culto del habla, así como al popular.

El Diccionario del español dominicano (2013) apunta que es una palabra frecuente en el habla culta, formal, “Referido a persona, que se puede proponer o presentar como candidato”. Esta redacción produce mayor satisfacción que la anterior, porque deja abierta la posibilidad para que la persona se proponga, se promocione a sí misma, o, sea presentada como candidata por otros.

En principio la terminación -able  en este caso indica que el adjetivo que se forma con la ayuda de este sufijo trae una posibilidad pasiva, es decir, capacidad o aptitud para recibir la acción del verbo candidatear. A pesar de esto, ya se llamó la atención más arriba sobre la posibilidad de que la persona promueva o introduzca su propia candidatura.

No puede pasarse por alto aquí que los únicos dos países que en América utilizan este verbo sean Chile y la República Dominicana. La distancia que separa los dos países es mucha y las posibilidades de influir uno en otro son escasas, pero así son los asuntos de las lenguas.

© 2017, Roberto E. Guzmán.