Por Bruno Rosario Candelier
Director de la Academia Dominicana
En cada uno de los países hispanohablantes se habla conforme la variante del español en su respectiva comunidad y, en tal virtud, cada país, región o comunidad tienen una forma de pronunciar, con variantes peculiares, y aunque tienen un vocabulario compartido con el español de España, también poseen un léxico diferenciado del habla de los españoles, y por eso hay una lengua diferencial o una variante de la lengua general. Las variantes léxicas diferenciales de la América española se registran en el Diccionario de americanismos. Y cada país de América -como del resto del mundo hispánico- tiene también un vocabulario específico. Por ejemplo, los dominicanos contamos con un léxico peculiar registrado en el Diccionario del español dominicano, que justamente publicó la Academia Dominicana de la Lengua en el 2013 y, ahora, en este año 2021 lo estamos revisando para actualizarlo, completarlo y mejorarlo. Cada país de América tiene su propio diccionario, que es un glosario diferencial ya que registra las voces que se usan en ese territorio sus respectivos hablantes. Indica, entonces, que además de la lengua general, tenemos la lengua regional y la lengua local, que hablan millones de hablantes en diversas parcelas geográficas del mundo hispánico. Ocurre, por supuesto, que los hablantes son los propietarios de la lengua. Los propietarios de la lengua no son las academias, ni los escritores, ni los lingüistas, ni los gramáticos. Los estudiosos de la lengua registran lo que hacen los hablantes; las academias establecen la pauta normativa para que el hablante se rija por una norma fonética, ortográfica o gramatical. Y registran el vocabulario en sus respectivos diccionarios. Ocurre entonces que los buenos hablantes están conscientes de esa realidad y se preocupan por estudiar la lengua con la norma que proponen la Real Academia Española (RAE) y Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE). Ese hecho significa, naturalmente, que hay categorías de hablantes, como el hablante culto, el hablante común y el hablante popular. Entre los hablantes cultos figuran los escritores, los filólogos, los intelectuales y los académicos de la lengua. El hecho de ser profesional de una disciplina científica o humanística no da categoría de hablante culto porque hay miles de profesionales en nuestro país que no tienen dominio apropiado de la lengua porque no la han estudiado suficientemente para adquirir el conocimiento léxico, semántico y gramatical de la lengua que hablan.
Desde la dirección de la Academia Dominicana de la Lengua hemos concebido tareas y ejecutado actividades lingüísticas y literarias abiertas al público en la sede misma de la institución. Varias de esas tareas y actividades las hemos llevado a diferentes instituciones educativas, centros culturales y poblaciones del país. En primer lugar, a los centros educativos en la capital dominicana y en el interior del país, porque la lengua pertenece a todos los hablantes de las diversas comunidades de cualquier rincón del país. Todas las comunidades y todos los usuarios de la lengua tienen la misma categoría ante el idioma, porque son hablantes, es decir, usuarios de la lengua con sus respectivas peculiaridades léxicas, fonéticas y semánticas. Por eso hemos celebrado jornadas lingüísticas y literarias en Puerto Plata, Montecristi, Dajabón, Mao, Santiago, Moca, La Vega, San Francisco de Macorís, Nagua en la región del Cibao. En el Este celebramos jornadas literarias en La Romana, San Pedro de Macorís, Higüey, Hato Mayor y Miches. En el Sur hemos presentado diccionarios y coloquios sobre letras dominicanas en San Cristóbal, Baní, San José de Ocoa, Azua, San Juan de la Maguana y Barahona. Es decir, esos contactos con las diferentes poblaciones de la comunidad nacional es una manera de conectar a nuestros académicos con diferentes sectores de la sociedad, y es una manera de promover lo que hace la Academia Dominicana de la Lengua para incentivar el estudio del habla y el cultivo de las letras, dos aspectos del ideario operativo desde la fundación de las Academias de la Lengua. Por ejemplo, entrar en contacto con profesores de lengua española para darles a conocer los lineamientos normativos de la gramática, motivándolos a estudiarla, conocer la ortografía y consultar el diccionario. La realidad local nos enseña que hay centenares de hablantes que nunca ha consultado un diccionario. Y hay que consultar los diccionarios para conocer mejor las palabras de nuestra lengua.
El estudio de la lengua y el cultivo de las letras han sido la razón y la inspiración que justifica la existencia de las Academias de la Lengua, que operan a favor del conocimiento, el desarrollo y la difusión de nuestro idioma y su creación literaria. Por eso estamos al servicio de los planes y proyectos lingüísticos de la Real Academia Española, la corporación matriz de nuestra lengua. Desde la raíz de nuestra cultura, centrada en la lengua española, y la energía de nuestra conciencia, fuero del vuelo del espíritu, aflora el aliento iluminador mediante el cual fluye, con el saber que edifica y la belleza que inspira, la voz oportuna y sugerente que nos identifica y enaltece. Con esa motivación centrada en el estudio de nuestra lengua y el cultivo de nuestras letras, la ADL cumple la misión que le fuera signada para hacer de nuestro idioma el fuero de nuestras apelaciones intelectuales, morales, estéticas y espirituales, para que la lengua sea luminoso crisol del pensamiento y cauce sonoro y elocuente de la palabra.
La lengua, en tanto patrimonio verbal de una comunidad y una cultura, es el medio de expresión de los valores culturales y los ideales del espíritu. En la vida ordinaria forjamos relaciones familiares, laborales, personales y sociales, y canalizamos nuestra identidad, nuestro talante y nuestra creatividad con nuestra singular visión del mundo, de la que la lengua da cuenta con los datos de la sensibilidad y las intuiciones de la conciencia. La memoria histórica de una comunidad y una cultura pervive por el decir de sus hablantes.
Publicaciones de la Academia Dominicana de la Lengua
Entre las publicaciones de la Academia Dominicana, además del Diccionario del español dominicano, figuran el Diccionario fraseológico del español dominicano, Diccionario de refranes, Diccionario de símbolos y Diccionario de mística. Además. hay que destacar De la eñe a la zeta, de María José Rincón, y Perfil del español dominicano, de Bruno Rosario Candelier, que se editaron en el 2020 y desde el 2021 circulan entre nosotros.
EL Diccionario del español dominicano
Para la Academia Dominicana de la Lengua, para los hablantes dominicanos y para los estudiosos de la variante dominicana de la lengua española en América, el Diccionario del español dominicano (DED) constituye un valioso glosario del vocabulario de los hablantes dominicanos. La confección del DED implicó una tarea lingüística con el aporte de un equipo con experiencia en lexicografía. Los redactores de este Diccionario fueron María José Rincón, coordinadora del equipo lexicográfico; Fabio Guzmán, presidente de la Fundación Guzmán Ariza Pro Academia Dominicana de la Lengua; Roberto Guzmán, lingüista dominicano residente en Miami; Domingo Caba, profesor y lingüista residente en Santiago; y el autor de este estudio, Bruno Rosario Candelier, director del proyecto.
Presentación del Diccionario del español dominicano en la Academia Dominicana
A la labor lexicográfica de los redactores de este Diccionario, que trabajaron en beneficio de la lengua española y del español dominicano mediante una integración fecunda y positiva para lograr lo que hemos hecho en virtud del trabajo en equipo, con una admirable identificación con la institución de la palabra y una conciencia lingüística que inyecta pasión por una causa. El Diccionario del español dominicano es la obra que pusimos a disposición de cuantos deseen conocer la expresión lexicográfica del habla dominicana.
Confeccionado con las pautas metodológicas de la lexicografía moderna, el equipo redactor de este Diccionario identificó voces y acepciones, definió términos y expresiones, ilustró los usos con creación de ejemplos. Tres españolas radicadas en la capital dominicana (Loli Jiménez, Teresa Melián, Yolanda Garisoain) y los dominicanos Ruth Ruiz y Domingo Caba, colaboraron con los redactores en la búsqueda de voces y la revisión de las definiciones de este código lexicográfico.
Cuando los lectores consultan este Diccionario constatan el aporte lexicográfico, el caudal de los vocablos incluidos, las definiciones pertinentes y la ilustración adecuada. Las voces dominicanas y las palabras españolas signadas por una significación especial entre los hablantes dominicanos, están registradas con objetividad y rigor metodológico, aspectos que le dan categoría científica a esta obra lexicográfica.
El inventario léxico de nuestra habla, que registra y define las voces de nuestro lenguaje, recoge las palabras del vocabulario criollo, pues para hacer este Diccionario no hemos inventado una sola palabra, y las que aparecen, responden a usos que se pueden constatar en las obras literarias de nuestros escritores, en el registro periodístico o en el lenguaje de la oralidad. Consultamos más de doscientos cincuenta libros de autores dominicanos, que leímos para detectar el uso de voces y expresiones dominicanas. Y se cotejaron artículos en ediciones de periódicos físicos y electrónicos y, cuando no aparecía el uso, inventamos los ejemplos para mejor información de nuestros lectores.
En cuanto al valor de este libro quiero subrayar la siguiente consideración. En la literatura escrita en lengua española las obras más significativas son las que emplean las voces locales del país o de la región de donde son sus autores. Pienso, por ejemplo, en un escritor como Carlos Fuentes, uno de los grandes novelistas mexicanos, o Salarrué (Salvador Salazar Arrué), una de las grandes figuras de la narrativa salvadoreña, o Juan Bosch, el más destacado cuentista dominicano, cuyas obras narrativas registran una considerable cantidad de mexicanismos, salvadoreñismos y dominicanismos, respectivamente, en los textos literarios de su escritura. ¿Y saben ustedes por qué lo hicieron así? Porque las palabras que usa un pueblo responden a su talante cultural y su sensibilidad espiritual, y nada mejor que el léxico del habla coloquial de sus hablantes para auscultar su psicología con su manera de sentir, pensar y actuar. Podría citar como autores paradigmáticos de nuestra América, narradores como el cubano Alejo Carpentier, en El reino de este mundo; o el novelista español Miguel Delibes, en La sombra del ciprés es alargada, modelos de escritores en el empleo de voces de sus respectivos países y regiones.
Lo mismo podría decirse de los autores dominicanos cuyos textos fueron citados en este Diccionario, como Marcio Veloz Maggiolo, Manuel Salvador Gautier o Emelda Ramos, eminentes narradores de cuyas obras tomamos muestras representativas del decir popular, entre otros narradores criollos, como se puede constatar en nuestra obra. Los literatos que gozan de renombre con una obra literaria fruto del hallazgo de su intuición y el aporte de sus vivencias, en parte ha sido porque han acudido al uso de voces locales, a vocablos criollos, a expresiones peculiares de los hablantes de sus respectivos pueblos y, por esa razón, pudieron no solo auscultar la sensibilidad de sus personajes, sino la esencia y la raíz misma de la lengua en su dimensión lexical.
Desde el sentido de la palabra podemos penetrar en la cultura de una lengua y en la mentalidad de sus hablantes, cuyo vocabulario resalta sus atributos idiomáticos con los rasgos dialectales y socioculturales de sus comunidades, porque a través del léxico, especialmente en las voces criollas y las frases populares, se proyectan las manifestaciones de su talante cultural, ya que la lengua, como expresión de la inteligencia y la sensibilidad, propicia a los escritores para que se conectan con su pueblo mediante el cultivo de las voces y las expresiones del lenguaje, que revelan los rasgos y las señas de identificación de una cultura y, desde luego, con una tradición y una forma de sentir y de reaccionar, y esa es la importancia de un libro como este Diccionario del español dominicano, pues quien quiera conocer el vocabulario dominicano, como lector o escritor, va a encontrar una valiosa veta léxica en esta obra que revela la fisonomía de nuestras palabras y el trasfondo semántico de las voces y expresiones dominicanas. Por esa razón, este lexicón recoge y define las voces de los hablantes dominicanos.
Al ponderar la importancia de esta obra, quiero enfatizar el sentimiento de identificación emocional que un conjunto de palabras concita en los usuarios al sentir una compenetración intelectual, afectiva y espiritual con el alma de su pueblo, y esa conexión se logra a través de las voces peculiares del habla criolla en virtud de lo que denotan y connotan las voces con sus acepciones y significados; por esa razón, un genuino hablante de nuestro pueblo experimenta una especial identificación con sus vocablos, valoración lingüística de la herencia idiomática de la lengua española, que responde al vínculo emocional entre las palabras y sus hablantes. Los dominicanismos léxicos y semánticos de este Diccionario aportan nuevos vocablos y nuevas expresiones al diccionario académico de la lengua española, como “pariguayo”, “viejevo” y “medalaganario”, o “coger lucha”, “tirar pa´bajo” o “aguantar vaina”, entre múltiples ejemplos.
Se trata de una compenetración afectiva con una forma de hablar que enriquece el caudal léxico de la lengua española con el arsenal de términos y expresiones que conlleva la creación de nuevas palabras con nuevos aderezos semánticos a favor de nuestra lengua mediante el uso de voces antiguas y la adición de nuevos valores, como suelen hacer los hablantes que potencian el genio de su lengua con originalidad y donaire.
Este Diccionario registra las palabras usuales del español dominicano. Obra monumental por su riqueza de voces y expresiones, definidas con rigor lexicográfico y precisión conceptual, es un importante legado de la Academia Dominicana de la Lengua a la cultura de nuestra lengua y a los hablantes de nuestro país.
María José Rincón González, De la eñe a la zeta (Santo Domingo, Amigo del Hogar, 2019), de la lexicógrafa y académica de la lengua, la doctora María José Rincón González, que la dio a conocer a través de artículos semanales en el periódico Diario Libre, en cuyo texto presenta numerosos artículos sobre el uso de la lengua española inspirados en la variante dominicana del español americano. Aborda su estudio desde una perspectiva científica de la lexicografía respecto a formas léxicas que inciden en el habla dominicana. Lo mismo se puede decir sobre el estilo narrativo y didáctico que adopta la autora en su obra, pues si bien se evidencia su alta familiarización con el dominio de la tecnología y los medios de comunicación, especialmente de las redes sociales, con tendencias o temas del momento que revelan las condiciones para propiciar una dinámica a través de la escritura, es un escenario que aprovecha la autora para formular observaciones gramaticales y análisis lexicográficos planteados en su obra. Ninguna palabra del español está exenta de la regla de acentuación, ni siquiera las adaptadas mediante préstamos de otras lenguas, como escáner, estándar, pícher, currículo, o incluso las abreviadas, como pág. (página), cía. (compañía). Existen otros tipos de accidentes lexicales, como asequible y accesible. Guardan gran parecido en la pronunciación y la escritura, así como en sus significados, pues suelen emplearse arbitrariamente: asequible se aplica a las cosas que podemos conseguir, y accesible alude a las cosas o personas a las que se puede acceder: una actriz famosa puede ser accesible para sus admiradores; o un local puede ser accesible para discapacitados. Comenta las dificultades que acarrea la conjugación del verbo haber. El uso habitual consiste en hacer coincidir en número el verbo con el sustantivo. Es frecuente oír *Hubieron personas que llegaron tarde, en vez de Hubo personas que…; o *Habemos muchos que llegamos a tiempo, en vez de Hubo muchos que…. O composiciones sintácticas del tipo: Las personas mejores o peores vestidas, por decir Las personas mejor o peor vestidas, son otros de los usos que pueden apreciarse en los medios. Es muy común leer composiciones del tipo cienta treinta habitaciones, por ciento treinta habitaciones.
Hay, ahí y ¡ay! son tres palabras distintas que, si bien se escriben de manera diferente, en el lenguaje corriente suenan igual: Hay de haber (Hay tres manzanas sobre la mesa): ahí de lugar (Las manzanas están ahí); y ¡ay! de exclamación (¡Ay!, olvidé cerrar la puerta). El uso de las letras cursivas solo se emplean cuando se escriben vocablos de una lengua extranjera: Thanksgiving, Weltanschaung, ex libris.
La obra de la doctora Rincón González presenta múltiples usos y señala la forma válida pautada por la norma culta del buen decir. Inspirada en la plataforma gramatical de la lengua española cuya franja idiomática contrasta con la variante del español dominicano, es el tema central de esta obra lingüística de María José Rincón González.
La lexicógrafa y académica de la lengua, en De la eñe a la zeta, escribió sobre los “dos idiomas”, el español y el dominicano: “Hace unos años, en una visita a España, mi hijo, un niño en ese entonces, les decía a sus amigos en el parque infantil: “Yo soy español y dominicano y hablo los dos idiomas”. Ni qué decir tiene que ese “bilingüismo” precoz lo convirtió en el héroe del barrio. Me sorprendió y me enorgulleció lo que ese comentario suponía para un niño de corta edad. Su trascendentalismo radicaba en que manifestaba, a su manera, la experiencia de descubrir las diversas formas de hablar español. El reconocimiento y la asunción de la diversidad es un paso muy importante para crecer como hablantes. Saber que nuestra forma de hablar es distinta de la de otras regiones hispanoparlantes y asumir que esta diferencia no nos hace mejores hablantes, pero tampoco peores, tiene mucho valor. Implica además el reto de conocer y valorar en su justa medida las características que nos son propias. La conciencia de la diferencia debe servir para aprender de los demás: más palabras, más significados para las mismas palabras, distintos acentos. No caigamos en el error de mirarnos solo nuestro propio ombligo. Sería una verdadera lástima limitar nuestros horizontes lingüísticos cuando el español supone todo lo contrario: amplitud, diversidad y riqueza. Como hablantes, si queremos expresar nuestro orgullo por lo que somos, podríamos empezar por decir: “Somos dominicanos (o españoles, colombianos, puertorriqueños, y así hasta veintitrés nacionalidades, puede que más) y hablamos en español” (María José Rincón González, “Los dos idiomas” en De la eñe a la zeta, S. D., Amigo del Hogar, 2019, p. 30).
María José Rincón asumió el cultivo intelectual, desde que se valió de la palabra con un propósito creador, y es lo que ha demostrado en este hermoso libro titulado De la eñe a la zeta: crear con las palabras, ponderar el valor de formas y sentidos léxicos, ilustrar con su sabiduría filológica la creación idiomática de los hablantes de España y de América, de los hablantes de su tierra de origen, Sevilla, y de esta su tierra adoptiva, la República Dominicana, que ella adoptó como parte entrañable de su vida con su lengua, su historia y su cultura, como lo manifiesta este ejemplo que revela su identificación con los dos idiomas: “Inés Aispún me preguntó en una entrevista cuál era para mí la palabra más hermosa del español dominicano. Nunca me lo había planteado, pero no lo dudé ni un instante. Tumbarrocío, le respondí. Se trata de un precioso sustantivo compuesto con el que se designa a un pequeño pajarito que vuela en nuestros campos y que, al posarse, hace caer gotas de rocío de las hojas. Es una imagen poética creada váyase usted a saber cuándo por un hablante con la suficiente sensibilidad para detenerse a contemplar la naturaleza. Esta palabra se ha creado por composición, un método tradicional en español para la formación de nuevas voces. El verbo tumbar y el sustantivo rocío se unen para crear una sola voz. Su ortografía también es interesante: el sonido /rr/, representado con r inicial en rocío pasa a ser representado por el dígrafo rr en posición intervocálica en tumbarrocío. El detalle más interesante es que el verbo tumbar, usado en una acepción característica del español americano, ha sido muy feraz a la hora de generar palabras. Sus compuestos siguen la misma estructura: verbo tumbar + sustantivo complemento directo” (María José Rincón González, De la eñe a la zeta, p. 195).
En los comentarios y opiniones de nuestra admirada filóloga se manifiesta el amor que ella siente por la palabra, la devoción con que asume la lengua para testimoniar su visión del mundo, en la pasión que revela para canalizar su comprensión de fenómenos idiomáticos a través del cultivo de las palabras; y lo hermoso de este libro, que tiene un contenido profundo, rico y revelador, es justamente la forma amena como ella lo hace. María José Rincón es una científica de la lengua, pero no usa una expresión obtusa, rebuscada o complicada para comunicar lo que sabe, sino un decir claro, preciso y apropiado para que lo entiendan no solo los especialistas de la lingüística, sino los hablantes interesados en conocer y mejorar el uso de su lengua, razón por la cual emplea un lenguaje comprensible para que lo entendamos todos, para que nos compenetremos con la idea que ella tiene de la palabra, con la concepción que ella tiene de la forma como hablamos los dominicanos y para que valoremos el legado hispánico que recibimos con la lengua española. Ella tiene la singular condición de dominar los dos sistemas de comunicación: la estructura de la lengua española y la forma peculiar del habla de los dominicanos. Pues bien, María José Rincón González tiene “alta conciencia de la lengua”, una cabal inquietud sobre lo que implica amar, estudiar y fomentar el estudio de nuestra lengua, lo que ella hace en este libro, revelar ese amor, testimoniar esa identificación intelectual, afectiva y espiritual por nuestro lenguaje, por el significado de nuestras voces, por la forma como nos expresamos, y lo hace justamente para sembrar en nosotros esa preocupación lingüística y nos interesemos por la palabra, para que valoremos el significado de las palabras y la importancia de usarlas con propiedad y elegancia, para que sepamos usar con rigor gramatical lo que la palabra demanda en los buenos hablantes. Eso es lo que María José Rincón quiere sembrar y motivar al publicar esta obra, De la eñe a la zeta, colección de los artículos que cada martes ella publica en Diario Libre, muy edificantes por lo que implica en términos lexicográficos, gramaticales y ortográficos.
Lo primero que ustedes van a apreciar en este libro es el entusiasmo lingüístico que derrocha María José Rincón cuando escribe. Nuestra lexicógrafa despliega su conciencia de lengua con destreza expositiva, entusiasmo lingüístico, humor ingenioso y gracia con solera al hablar, lo que es producto de su entrañable vinculación empática con el alma de la lengua española y su plena identificación emocional con la onda del español dominicano, índice expresivo del sentimiento de amor hacia “los dos idiomas”, el español y el dominicano. Da gusto leer cada uno de los párrafos de este libro porque lo hace con devoción, con particular identificación con nuestra lengua, con cabal comprensión de las pautas lexicográficas, gramaticales y ortográficas, y, entonces, revela lo que es realmente amar su la lengua española, lo que implica su identificación intelectual y espiritual con nuestra lengua, por la que se desvive y por la que se ha entregado en cuerpo y alma, en espíritu y en inteligencia, para plasmar su sabiduría y su amor por la lengua de Castilla y la lengua de Quisqueya. Hoy mismo yo le decía a ella que fue un regalo que Dios nos hizo a los dominicanos al enviarnos a María José Rincón a establecerse en la República Dominicana.
Efectivamente, cuando María José Rincón escribe, revela una destreza expositiva admirable y, entre otras virtudes, un humor luminoso porque en ella no hay solo talento y amor; no hay solo conocimiento y destreza; en ella hay un algo especial que la motiva, y la enciende, y la entusiasma. En esta obra hay sabiduría y amor con iluminación y encanto. Cuando ella da una charla, de las muchas que ha dado en este augusto salón de nuestra Academia, contagia a los presentes, porque transmite desde el hondón de su sensibilidad y el fuero de su conciencia la pasión que siente por la lengua española. Describe el panorama de la realidad idiomática peninsular y dominicana, y contrasta las dos plataformas: la pauta de la lengua general, la española, y la aplicación de la variante regional, la dominicana en esta porción caribeña y antillana de la América hispana. Y lo hermoso de su labor didáctica es su orientación a la luz de su formación lexicográfica y su conocimiento de la lengua. Ella se vuelca entera cuando enseña, y canaliza y transmite con emoción sus conocimientos idiomáticos; pero lo impresionante de su participación es la amorosa pasión como lo hace, y eso es lo que distingue a María José Rincón González cuando escribe, habla o enseña.
María José Rincón ha logrado convencernos de la bondad de nuestra lengua; enseñarnos que estamos obligados a honrar el conocimiento de nuestra lengua, porque ese cultivo forma parte de un deber moral y una misión intelectual y una meta espiritual que tenemos los hablantes, porque hemos recibido un don hermosísimo a través de la palabra, y ese don nos corresponde fructificarlo y potenciarlo para que siga creciendo el amor por la palabra y la identificación con nuestra lengua, la que nos identifica intelectual, afectiva y espiritualmente. El siguiente párrafo de su libro confirma lo que estoy diciendo de nuestra lexicógrafa: “Busqué de inmediato quién había ocupado ese sillón antes que yo y resultó que yo era la primera letra zeta de la Academia Dominicana de la Lengua. Irónicamente le correspondía a una sevillana aplatanada: ni los sevillanos ni los dominicanos pronunciamos la zeta como la describen los manuales (sonido interdental fricativo sordo). Nuestro seseo (junto al del sur de la Península Ibérica, Canarias y toda Hispanoamérica) la asocia al sonido predorsal fricativo sordo. Los lazos que me unen a esta letra han ido tomando cuerpo desde entonces. Los zumbadores aparecen por doquier, mi hija prefiere las batidas de zapote, he tenido que zanquear dominicanismos por cielo y tierra y todavía dura el zaperoco del Diccionario del español dominicano. Solo espero que hoy no se le zafe un tornillo y que esta Eñe no vaya al zafacón” (M. J. Rincón González, p. 224).
En efecto, María José Rincón tiene un concepto lúcido, pertinente y preciso de la naturaleza de nuestra lengua con la aplicación normativa de la ortografía y la gramática bajo un criterio lingüístico y académico. Con su labor lexicográfica, ha hecho un gran servicio al estudio de nuestra lengua al responder consultas hechas a la página electrónica de la ADL. El aporte lingüístico de María José Rincón ha sido posible porque ella encarna en su sensibilidad y su conciencia lo que distingue a los grandes creadores de nuestra lengua, de cualquier lengua, en todos los tiempos y culturas, como es el hecho de ser coparticipe de lo que he denominado “la savia de la lengua”.
La energía de la lengua se manifiesta a través de una triple savia que, como “la sangre del espíritu”, según el decir de Miguel de Unamuno, alienta el poder de la creatividad a través de la palabra. Hay una savia de la lengua, y el primero en identificarla en la cultura occidental, a la que pertenecemos, fue el antiguo pensador presocrático Heráclito de Éfeso, cuando intuyó que los hablantes tenemos un don altamente luminoso, y a ese don le llamó Logos, el Logos de la conciencia, porque ese sabio griego entendía que ese don era una energía sagrada que identifica y enaltece a los seres humanos. Concibo ese singular aliento del espíritu como la savia primordial, que entraña la esencia de la lengua en virtud del Logos que recibimos al nacer, porque viene desde el principio, cuando se nos da ese talento enaltecedor, el Logos que permite reflexionar, intuir, hablar y crear.
María José Rincón González participa también de la segunda savia que transmite de un modo natural la virtud fecundante de la lengua, a la que llamo la savia patrimonial, que nos da la lengua castellana. Los hablantes de esta hermosa lengua mediante un conducto especial a través de nuestro cerebro recibimos esa savia ancestral que nos inyectan las voces castellanas. Le llamo savia patrimonial porque viene de la raíz de nuestra lengua, que recibimos los hablantes de la lengua española en cualquier lugar del mundo donde nos encontremos. Nuestra académica participa de un modo privilegiado de ese aliento patrimonial, no solo porque naciera y se criara en la ciudad andaluza de Sevilla, donde fue amamantada con la savia patrimonial de nuestra lengua, sino porque se compenetró entrañablemente con la savia de la lengua castellana, y eso lo manifiesta ella de una manera profunda y elocuente en este libro que hoy presentamos, y, desde luego, en todo lo que ella escribe sobre “los dos idiomas”, el español peninsular y el español dominicano.
Hay, además, una tercera, a la que llamo savia cardinal, que es la virtualidad operativa de las palabras que nos transmite una lengua determinada en un país específico. El español dominicano nos hace partícipes de esa savia cardinal desde el momento en que nuestras madres nos amamantan en nuestra infancia y nos acurrucan en nuestros balbuceos que imitamos de sus voces para transmitirnos el afecto y el habla que va conformando en nuestra mente el genio de nuestra lengua, y con el troquelado afectivo y espiritual de su lengua y su amor recibimos esa savia cardinal que nos enlaza a nuestra lengua, a nuestra historia y a nuestra cultura. El impacto de dicha savia nos permite compenetrarnos con la esencia que nos distingue, con la idiosincrasia que nos identifica y el talante que nos hace hablantes de una variante idiomática hermosa, rica y fecunda.
Esas tres savias inherentes en la energía de nuestra lengua han renacido luminosamente en María José Rincón y ella las ha canalizado creadoramente en esta obra que resalta la importancia de conocer nuestro medio de comunicación y de creación para enfatizar el estudio de nuestra lengua y el cultivo de las letras de manera que sintamos la dicha de hablar la variante dominicana de la lengua española y nos compenetremos intelectual, afectiva y espiritualmente con la savia de nuestra lengua, a la que Rubén Darío llamara “sangre de Hispania fecunda” en uno de sus poemas.
Llevamos en la sangre de nuestra lengua una triple savia idiomática (savia primordial, savia patrimonial y savia cardinal) junto a la savia espiritual que nos legara la palabra germinal de Garcilaso de la Vega, Miguel de Cervantes, san Juan de la Cruz, santa Teresa de Jesús y Pedro Salinas; la de Juan Rulfo, Miguel Ángel Asturias, Alejo Carpentier, Jorge Luis Borges y Francisco Matos Paoli; y la voz de Pedro Henríquez Ureña, Juan Bosch, Joaquín Balaguer, Flérida de Nolasco, Manuel del Cabral, Manuel Rueda, Manuel Valerio, Aída Cartagena, Máximo Avilés Blonda, Marcio Veloz Maggiolo y Leopoldo Minaya, entre otros ilustres cultores de nuestra lengua a la que se suma la savia castiza que esta obra ejemplar de María José Rincón asume, despliega y enaltece.
Bruno Rosario Candelier (Perfil del español dominicano, Santo Domingo: Academia Dominicana de la Lengua, 2020). Con la evolución de las diferentes variantes de la lengua española en los países hispanohablantes, surgieron voces y expresiones idiomáticas como seña sociocultural que dan valor y vitalidad al talento creativo de la lengua desde su fuero léxico, morfosintáctico y semántico. De esa peculiaridad idiomática participa el español dominicano, adscrito a la zona dialectal del español antillano. Este libro da cuenta del caudal de voces criollas y de los vocablos de la lengua española con el significado asignado por los hablantes dominicanos, recogidos en el Diccionario del español dominicano o expresiones publicadas en el Diccionario fraseológico del español dominicano, entre otros. También recoge estudios lingüísticos de autores dominicanos sobre distintas facetas del habla dominicana, y estudios literarios del propio autor del volumen como «La búsqueda de la expresión propia según Pedro Henríquez Ureña» o «El Diario del Almirante descubridor». Diversos atributos léxicos y morfosintácticos fundan la fisonomía idiomática del español dominicano. Las variantes dialectales del español americano mantienen el sistema de la lengua española en sus códigos esenciales: el diccionario, la gramática y la ortografía, y, en tal virtud conservan la unidad del español con el genio de nuestro idioma sin un hiato entre los hablantes de esta hermosa lengua de Castilla. Esa unidad idiomática se funda en el respeto a la norma lingüística que los hablantes mantienen hacia los códigos de nuestra lengua.
La dirección de esta Academia ha emprendido tareas y proyectos académicos concebidos para realizar la misión que le corresponde a la institución, como son:
- Una labor concebida y plasmada en pro de la misión que nos compete como Academia Correspondiente de la Real Academia Española, que desde su fundación ha ejecutado una labor destinada a fomentar el estudio de la lengua y el cultivo de las letras. 2. Se han ejecutado tareas lingüísticas y literarias con la colaboración de los académicos, a lo interno y lo externo de la corporación, lo que ha permitido nuestra presencia como cuerpo literario en la comunidad y reportado un crédito a favor de nuestra institución. 3. Damos participación a todas las inquietudes y propuestas de nuestros académicos acogiendo, respaldando y compartiendo tareas, inquietudes y motivaciones intelectuales, lingüísticas y literarias. 4. Hemos concebido, organizado y ejecutado un programa de acción, resumido en la crónica mensual y la memoria anual, para hacer de nuestra corporación un organismo vivo, activo y emprendedor. 5. Hemos auspiciado una relación y colaboración con diversas instituciones académicas, educativas, culturales y literarias, tanto del país como del extranjero, en variados aspectos intelectuales, lingüísticos y literarios. 6. Hemos procurado la participación de los académicos a favor de una presencia viva y significativa de nuestra institución, no solo en la ciudad capital sino en las principales poblaciones del interior del país, con un programa cultural que ha generado entusiasmo y respeto hacia nuestra institución en las respectivas comunidades y entidades culturales. 7. Con el programa de actividades lingüísticas y literarias hemos propiciado en diferentes sectores de la comunidad nacional una ponderación de la conciencia idiomática y de la creación literaria que favorece la valoración y el desarrollo de la tradición cultural. 8. La colaboración dominicana en las obras lexicográficas, ortográficas y gramaticales de la Real Academia Española mediante la revisión, el estudio y la presentación de propuestas de asuntos concernientes a nuestra lengua ha sido la respuesta de adhesión y coparticipación con la obra académica de la corporación madrileña. 9. La presentación de ponencias y reportes lingüísticos que remitimos mensualmente a la RAE es una evidencia del trabajo intelectual que realizamos a favor de nuestra lengua, lo que confirma el aporte de la institución a la misión que nos corresponde realizar. 10. El reconocimiento y el apoyo que hemos recibido como evidencia de nuestra colaboración lingüística constituye un respaldo a nuestra Academia, no solo de la RAE sino de diversos sectores y fuerzas vivas de nuestra sociedad, labor de colaboración que es necesario mantener en atención a la misión de nuestra corporación en beneficio de nuestra lengua y de nuestra cultura, lo que se manifiesta en el respeto y la ponderación de los valores nacionales expresados en nuestra cultura, los valores hispánicos inherentes a nuestra lengua y los valores espirituales afines a nuestra sensibilidad estética, cónsonos con los ideales y las metas que enfatizamos y cultivamos. Así mantenemos nuestros principios e ideales, con los valores intelectuales, morales, estéticos y espirituales, potenciando nuestra tradición y el legado de nuestros mayores.
Participación de la ADL en actividades virtuales
- Por el riesgo de la pandemia del Covid-19, en este año 2021 hasta la fecha no hemos realizado actividades presenciales en la sede de la Academia para evitar el contagio del temible virus, pero en su lugar hemos celebrado sesiones académicas y encuentros virtuales, con la presentación de conferencias, coloquios, entrevistas virtuales sobre temas de lengua y literatura, así como charlas a diferentes instituciones culturales.
- Por el mismo motivo, en lugar de preparar y enviar el Reporte de Actividades de cada mes a los académicos e intelectuales relacionados con nuestra corporación,, hemos confeccionado y enviado, mensualmente, un Boletín electrónico con ponencias, cartas, artículos, reportes, creaciones literarias, informes lexicográficos y estudios idiomáticos, así como una crónica de las actividades telemáticas para mantener el vínculo con nuestra comunidad académica.
- Seguimos manteniendo informada a la comunidad nacional con las recomendaciones gramaticales y ortográficas sobre el uso apropiado de voces y formas idiomáticas de la lengua española en la prensa local mediante los frecuentes mensajes de Fundéu Guzmán Ariza, un servicio a favor del uso correcto de nuestra lengua, realizado en nombre de la Academia Dominicana de la Lengua.
- Asimismo, a pesar de las restricciones sociales y relaciones interpersonales impuestas por la circunstancia pandémica, mantenemos el servicio de respuestas a consultas y preguntas sobre temas lingüísticos y literarios mediante comunicación electrónica o por vía telefónica, una manera de seguir orientando a los usuarios de nuestra lengua y a los diversos sectores de la comunidad nacional.
- Igualmente, lo mismo el director de la Academia, que varios de nuestros académicos, hemos ofrecido y seguimos ofreciendo a los sectores intelectuales y educativos, como centros universitarios, ministerios oficiales, entidades privadas, grupos culturales o academias hermanas, charlas, ponencias, conferencias, paneles y coloquios sobre temas del español dominicano, o sobre diversos aspectos de la literatura nacional o internacional o de asuntos vinculados con la cultura de la lengua. Igualmente, el equipo lexicográfico de la Academia, abocado en la actualización el Diccionario del español dominicano, realiza sesiones de trabajo mediante la plataforma virtual para mantener activa la labor de investigación y estudios sobre el habla de los dominicanos.