El diccionario del alma dominicana

Por José Rafael Lantigua

Miembro de número de la ADL

 

Orlando Gil, César Medina, Alfredo Freites y Pablo McKinney son los cuatro columnistas del diarismo dominicano que con mayor frecuencia hacen uso, en sus artículos, de la fraseología del habla dominicana. Lo demuestra la publicación del Diccionario fraseológico del español dominicano y lo confirma el propio director de la Academia Dominicana de la Lengua, Bruno Rosario Candelier. Las frases peculiares del español que hablamos los habitantes de esta media isla han sido utilizadas por escritores, periodistas y hablantes de cualquier estamento social, pero para poder construir el armazón extraordinariamente valioso de este novedoso diccionario sus autores han debido recurrir a los diarios y revistas, y a las producciones literarias, como fuentes directas para localizar las idiolexías del habla criolla, que como bien explica Rosario Candelier, constituyen “una rica veta idiomática de nuestra creatividad lingüística”.

Cuando Orlando Gil escribe en su imprescindible columna diaria en Listín Diario: “Si fueran honestos y soltaran el buche, como se dice, se conociera la verdadera opinión de las partes…”, está aprovechando esa locución del habla criolla para sugerir que se diga la verdad. Si César Medina, en otra columna de obligada lectura, escribe: “Afiló cuchillo para su propia garganta porque perdió de Leonel, que aprovechó la brecha para reelegirse en 2008”, lo que está diciendo con esa locución verbal es que la persona en referencia actuó contra sí misma. Alfredo Freites, por ejemplo, escribe: “…los miembros del Comité Político blanco y regidores santiaguenses dejaron al alcalde Gilberto Serulle más solo que la una”. Pues dejar a alguien “más solo que la una” significa que lo abandonaron en medio de un proceso. En su sabrosa columna, Pablo Mckinney apunta: “El PLD ha llegado a creer que el maco e’peje porque nada”, para explicar que no se puede confundir una cosa con otra por su apariencia. Y así las cosas. Hemos de encontrar muchas locuciones, frases, adagios y giros -que forman los idiolemas o frasemas- en este importante diccionario que acaba de producir la Academia Dominicana de la Lengua, que ha dejado para una segunda edición las paremias, o sea las máximas, proverbios y refranes. Este es el primer diccionario fraseológico dominicano, lo cual es un logro indiscutible de nuestra bibliografía lingüística, sobre todo como comentábamos con algunos escritores que le ha sucedido igual, sirve no solo para consulta, sino que uno lo lee como si se tratase de una obra literaria cualquiera, permitiéndonos de este modo profundizar en el conocimiento de las expresiones fraseológicas que se utilizan en todos los medios sociales y que tienen carácter popular por lo usual que resultan sus menciones en el habla cotidiana.

Hemos puesto los ejemplos de los columnistas citados por ser los que mayores entradas tienen en este diccionario, pero la obra está llena de ejemplos de escritores y periodistas reconocidos y de algunos que ni siquiera sospechan que aquí se colocan sus escritos como ejemplos de uso de la fraseología criolla. Rafael Peralta Romero, que es un escritor reconocido, escribe en una de sus obras lo siguiente: “Jugar con esa gente es ponerte de matojos para que los perros te meen”. Y esa frase que de seguro es común escucharla en su nativa Miches lo que significa es que una persona se ofrece para el escarnio o el abuso. Extraigo esta frase de José Báez Guerrero de su columna en El Día: “Platón, en su peor pifia, quiso legislar sobre poesía…y eso, cualquier monaguillo lo entiende”. Y lo que quiso decirnos el reconocido escritor y periodista es que cualquier persona puede comprender un asunto. Y como esta búsqueda entusiasma –ya lo comprobará el lector que decida asumir la adquisición de esta obra fundamental- me encuentro con esta locución sustantiva de Mario Emilio Pérez (que es habitué de la fraseología dominicana que bien conoce): “Esta mujer uno la mira, y como que se acaba de una vez. Otro más atrevido le gritó: Ave María, pero que chin de mujer”. Esta estampa de Mario Emilio nos muestra con palabras criollas que la mujer era de baja estatura. Ligia Minaya escribe en uno de sus cuentos: “…pero Lucía que ha sido siempre más terca que una mula cimarrona, no quiso escuchar mis reclamos…” Y lo que Ligia quiere decir es que Lucía tenía siempre una actitud obstinada. Claudio Acosta en su columna en Hoy, aludiendo a un conocido caso, escribe: “…vivirá donde se le informó al juez…que lo haría, pero que quiere mantenerse en bajo perfil”. Lo que el destacado columnista quiere dejar sentado es que esa persona de quien habla va a permanecer al margen del figureo y la exhibición. Y la lista de ejemplos es larga. Veo citas de escritores y periodistas de talla como por igual de las nuevas generaciones, tales Juan Bosch, Marcio Veloz Maggiolo, Andrés L. Mateo, Manuel Salvador Gautier, Alfredo Fernández Simó, Manuel Matos Moquete, Adriano Miguel Tejada, Franklin Gutiérrez, Miguel Guerrero, José Ramón López, Tulio Cestero, Joaquín Balaguer, Aristófanes Urbáez, Jacinto Gimbernard, José Miguel Soto Jiménez, Emelda Ramos, Francisco Nolasco Cordero, Xiomarita Pérez, Dinorah Coronado, Manuel Mora Serrano, Ubi Rivas, Roberto Marcallé Abréu, entre otros muchos. Pero, creo que este diccionario es de Orlando Gil que está citado en casi todas sus páginas. Es asombroso el empleo que este reputado columnista hace del habla dominicana en sus artículos diarios, de redacción impecable y de una destreza analítica sorprendente. El Diccionario fraseológico del español dominicano es el producto de largos meses de investigación de una tripleta formidable: Bruno Rosario Candelier, Irene Pérez y Roberto Guzmán, este último un lingüista francomacorisano residenciado en Miami que ha reunido en libro sus artículos publicados en medios digitales, bajo el título De palabra en palabra, que funciona como un diccionario porque como tal ha sido recopilado, y que descubro con sorpresa y agrado ya que no conocía la impronta de este profesional de la UASD con estudios en París y Burdeos. A los tres ha correspondido esta tarea sin igual que me refiere al formidable Diccionario fraseológico documentado del español actual, con locuciones y modismos españoles, de la autoría de Manuel Seco, Olimpia Andrés y Gabino Ramos, publicado en 2004.

La gestión de Bruno Rosario Candelier como director de la Academia Dominicana de la Lengua tiene tres puntos luminosos que bastan para su consagración como tal. Primero, introdujo cientos de vocablos del español dominicano y de expresiones de nuestro lenguaje en el Diccionario de la lengua española de la RAE y en el Diccionario de americanismos, una labor sin antecedentes, facilitada sobre todo por la apertura de la Real Academia que decidió, hace algunos lustros, democratizar su dinámica y coproducir sus diccionarios junto a todas las casas que se cobijan bajo el techo de la docta corporación. En la gestión de Bruno el habla dominicana ha sido incorporada, por primera vez, al español universal. Segundo, el Diccionario del español dominicano, cuya investigación y recopilación dirigió María José Rincón y que es una pieza imprescindible en nuestra bibliografía, de uso obligado de todo escritor y lector nuestro. Y en tercer lugar, este Diccionario fraseológico que no tiene parangón en nuestra historia cultural al recoger expresiones que forman parte del “alma dominicana” y que confirman, como anota Bruno, “que el lenguaje es la mejor carta de identidad de nuestra idiosincrasia cultural” y que “la lengua es la cara visible de la cultura de un pueblo”. Debemos festejar este acontecimiento.

Rastrillar, merequetén

Por Roberto E. Guzmán

RASTRILLAR

“… acción que alertó a los uniformados a RASTRILLAR sus respectivas armas de fuego”.

En el español dominicano el verbo rastrillar mantiene vigencia en tres de sus acepciones. La primera de ellas es la que se refiere a limpiar de hierba con el rastrillo. La segunda es accionar un arma de fuego para dejarla lista para disparar. La tercera es una acepción privativa del habla dominicana, “Reprender, reprochar algo a alguien”.

Si se lee con detenimiento lo que se escribió acerca del arma de fuego, esto no se corresponde en su totalidad con lo que se encuentra en los diccionarios. En el Diccionario del español dominicano (2013:587), puede leerse, “Quitar el seguro de un arma de fuego dejándola lista para disparar”. Esta acepción puede ser exacta para los demás países que se mencionan en el Diccionario de americanismos (2010), pero en República Dominicana no expresa la realidad de la acción.

En el habla de los dominicanos el verbo rastrillar se relaciona con la manipulación de un arma de fuego semiautomática o automática. Consiste en accionarla para colocar el proyectil en posición de ser disparado.

Quien escribe estas notas entiende que este verbo se usa para nombrar esa acción por el ruido que produce el arma al quedar lista para ser disparada. El hablante ha relacionado este ruido con el que produce un rastrillo al arrastrarse sobre las superficies de las cuales retira las hierbas.

La última acepción que se calificó más arriba de privativa del habla de los dominicanos es un dominicanismo semántico. Se piensa que el verbo pasó del campo de lo concreto al de las ideas, pero guardó la aspereza de las púas o dientes del rastrillo, pues es “amonestar vituperando”.

 

MEREQUETÉN

“… un libro que te ZUMBA EL MEREQUETÉN…”

Hace años se pensó que la radio había revolucionado las comunicaciones. Luego vino la televisión que incluyó imágenes. En la actualidad ya no hay palabras para describir lo que acontece en el mundo digital con las comunicaciones. Como consecuencia de esos progresos el tránsito de voces autóctonas ha crecido de modo exponencial.

La introducción anterior viene al caso porque este merequetén y su zumbido llegan al habla dominicana desde otras orillas. El contacto con las hablas se ha multiplicado y el intercambio entre dialectos y variedades de español es más notorio; sobre todo, lo que es más notorio es la transferencias de hablas nacionales entre países.

Lo expuesto más arriba no significa que haya una uniformización de las hablas hispanas, algo que afortunadamente está lejos de suceder. El merequetén del título llega al habla de los dominicanos desde otra variedad de español del Caribe.

La documentación señala hacia Venezuela en tanto país en donde se usó la voz merequetén por primera vez. D. Ángel Rosenblat en Buenas y malas palabras (1974-III-38) cita un trabajo del año 1950 de Pedro Grases sobre “expresiones venezolanas para designar el alboroto o el desorden”; entre ellas aparece el merequetén. Con esto queda establecido que en ese país se conocía esa voz ya en 1950.

En el mismo año aludido D. M. Picón-Salas también la mencionó en uno de sus escritos para la prensa. Más tarde en el año 1957 M. A. Martínez vuelve sobre ella en un trabajo sobre “la idea del alboroto”.

Merequetén se utilizó en tanto sustantivo masculino en el nivel coloquial para “bullicio, agitación o desorden”. En otras áreas de la geografía venezolana se le tomó para expresar, “Repetición fastidiosa de un asunto o tema”, Diccionario de venezolanismos (1993-II-212).

En Venezuela se conoce o conoció la locución verbal temblar el merequetén para denotar, “Comenzar la pelea”.

A Cuba llega la expresión coloquial ¡le ronca el merequetén! Para expresar asombro, sorpresa o contrariedad. ¡Le zumba el merequetén! sirve para expresar las mismas emociones o reacciones que la anterior; puede así mismo comunicar sorpresa y desaprobación. Con esa expresión se refieren a “alguien que ha planteado algo insólito o inaudito”. Diccionario ejemplificado del español de Cuba (2016-II-193-4).

Ya en el año 1982 en El habla popular cubana de hoy (1982:227) fue recogido el término merequetén para “comparación en la frase con la cual se subraya algo que es inaudito”.

En los últimos tiempos, durante varios años la República Dominicana ha recibido un influjo extraordinario de migrantes venezolanos. Como es natural ellos llegan con su bagaje de voces propias y las usan en el quehacer diario de la vida en el seno de la sociedad dominicana. Es algo sabido desde hace largo tiempo que el habla de los cubanos ha influido en gran medida en la de los dominicanos. Las últimas dos influencias señaladas sirven como indicios de que la voz y la locución verbal puede provenir de las hablas venezolana o cubana.

Aporte de la ADL al estudio del español dominicano

Por Bruno Rosario Candelier

Director de la Academia Dominicana

 

En cada uno de los países hispanohablantes se habla conforme la variante del español en su respectiva comunidad y, en tal virtud, cada país, región o comunidad tienen una forma de pronunciar, con variantes peculiares, y aunque tienen un vocabulario compartido con el español de España, también poseen un léxico diferenciado del habla de los españoles, y por eso hay una lengua diferencial o una variante de la lengua general. Las variantes léxicas diferenciales de la América española se registran en el Diccionario de americanismos. Y cada país de América -como del resto del mundo hispánico- tiene también un vocabulario específico. Por ejemplo, los dominicanos contamos con un léxico peculiar registrado en el Diccionario del español dominicano, que justamente publicó la Academia Dominicana de la Lengua en el 2013 y, ahora, en este año 2021 lo estamos revisando para actualizarlo, completarlo y mejorarlo. Cada país de América tiene su propio diccionario, que es un glosario diferencial ya que registra las voces que se usan en ese territorio sus respectivos hablantes. Indica, entonces, que además de la lengua general, tenemos la lengua regional y la lengua local, que hablan millones de hablantes en diversas parcelas geográficas del mundo hispánico.  Ocurre, por supuesto, que los hablantes son los propietarios de la lengua. Los propietarios de la lengua no son las academias, ni los escritores, ni los lingüistas, ni los gramáticos. Los estudiosos de la lengua registran lo que hacen los hablantes; las academias establecen la pauta normativa para que el hablante se rija por una norma fonética, ortográfica o gramatical. Y registran el vocabulario en sus respectivos diccionarios. Ocurre entonces que los buenos hablantes están conscientes de esa realidad y se preocupan por estudiar la lengua con la norma que proponen la Real Academia Española (RAE) y Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE). Ese hecho significa, naturalmente, que hay categorías de hablantes, como el hablante culto, el hablante común y el hablante popular. Entre los hablantes cultos figuran los escritores, los filólogos, los intelectuales y los académicos de la lengua. El hecho de ser profesional de una disciplina científica o humanística no da categoría de hablante culto porque hay miles de profesionales en nuestro país que no tienen dominio apropiado de la lengua porque no la han estudiado suficientemente para adquirir el conocimiento léxico, semántico y gramatical de la lengua que hablan.

Desde la dirección de la Academia Dominicana de la Lengua hemos concebido tareas y ejecutado actividades lingüísticas y literarias abiertas al público en la sede misma de la institución. Varias de esas tareas y actividades las hemos llevado a diferentes instituciones educativas, centros culturales y poblaciones del país. En primer lugar, a los centros educativos en la capital dominicana y en el interior del país, porque la lengua pertenece a todos los hablantes de las diversas comunidades de cualquier rincón del país. Todas las comunidades y todos los usuarios de la lengua tienen la misma categoría ante el idioma, porque son hablantes, es decir, usuarios de la lengua con sus respectivas peculiaridades léxicas, fonéticas y semánticas. Por eso hemos celebrado jornadas lingüísticas y literarias en Puerto Plata, Montecristi, Dajabón, Mao, Santiago, Moca, La Vega, San Francisco de Macorís, Nagua en la región del Cibao. En el Este celebramos jornadas literarias en La Romana, San Pedro de Macorís, Higüey, Hato Mayor y Miches. En el Sur hemos presentado diccionarios y coloquios sobre letras dominicanas en San Cristóbal, Baní, San José de Ocoa, Azua, San Juan de la Maguana y Barahona. Es decir, esos contactos con las diferentes poblaciones de la comunidad nacional es una manera de conectar a nuestros académicos con diferentes sectores de la sociedad, y es una manera de promover lo que hace la Academia Dominicana de la Lengua para incentivar el estudio del habla y el cultivo de las letras, dos aspectos del ideario operativo desde la fundación de las Academias de la Lengua. Por ejemplo, entrar en contacto con profesores de lengua española para darles a conocer los lineamientos normativos de la gramática, motivándolos a estudiarla, conocer la ortografía y consultar el diccionario. La realidad local nos enseña que hay centenares de hablantes que nunca ha consultado un diccionario. Y hay que consultar los diccionarios para conocer mejor las palabras de nuestra lengua.

El estudio de la lengua y el cultivo de las letras han sido la razón y la inspiración que justifica la existencia de las Academias de la Lengua, que operan a favor del conocimiento, el desarrollo y la difusión de nuestro idioma y su creación literaria. Por eso estamos al servicio de los planes y proyectos lingüísticos de la Real Academia Española, la corporación matriz de nuestra lengua. Desde la raíz de nuestra cultura, centrada en la lengua española, y la energía de nuestra conciencia, fuero del vuelo del espíritu, aflora el aliento iluminador mediante el cual fluye, con el saber que edifica y la belleza que inspira, la voz oportuna y sugerente que nos identifica y enaltece. Con esa motivación centrada en el estudio de nuestra lengua y el cultivo de nuestras letras, la ADL cumple la misión que le fuera signada para hacer de nuestro idioma el fuero de nuestras apelaciones intelectuales, morales, estéticas y espirituales, para que la lengua sea luminoso crisol del pensamiento y cauce sonoro y elocuente de la palabra.

La lengua, en tanto patrimonio verbal de una comunidad y una cultura, es el medio de expresión de los valores culturales y los ideales del espíritu. En la vida ordinaria forjamos relaciones familiares, laborales, personales y sociales, y canalizamos nuestra identidad, nuestro talante y nuestra creatividad con nuestra singular visión del mundo, de la que la lengua da cuenta con los datos de la sensibilidad y las intuiciones de la conciencia. La memoria histórica de una comunidad y una cultura pervive por el decir de sus hablantes.

Publicaciones de la Academia Dominicana de la Lengua 

Entre las publicaciones de la Academia Dominicana, además del Diccionario del español dominicano, figuran el Diccionario fraseológico del español dominicano, Diccionario de refranes, Diccionario de símbolos y Diccionario de mística. Además. hay que destacar De la eñe a la zeta, de María José Rincón, y Perfil del español dominicano, de Bruno Rosario Candelier, que se editaron en el 2020 y desde el 2021 circulan entre nosotros.

EL Diccionario del español dominicano 

Para la Academia Dominicana de la Lengua, para los hablantes dominicanos y para los estudiosos de la variante dominicana de la lengua española en América, el Diccionario del español dominicano (DED) constituye un valioso glosario del vocabulario de los hablantes dominicanos. La confección del DED implicó una tarea lingüística con el aporte de un equipo con experiencia en lexicografía. Los redactores de este Diccionario fueron María José Rincón, coordinadora del equipo lexicográfico; Fabio Guzmán, presidente de la Fundación Guzmán Ariza Pro Academia Dominicana de la Lengua; Roberto Guzmán, lingüista dominicano residente en Miami; Domingo Caba, profesor y lingüista residente en Santiago; y el autor de este estudio, Bruno Rosario Candelier, director del proyecto.

Presentación del Diccionario del español dominicano en la Academia Dominicana

A la labor lexicográfica de los redactores de este Diccionario, que trabajaron en beneficio de la lengua española y del español dominicano mediante una integración fecunda y positiva para lograr lo que hemos hecho en virtud del trabajo en equipo, con una admirable identificación con la institución de la palabra y una conciencia lingüística que inyecta pasión por una causa. El Diccionario del español dominicano es la obra que pusimos a disposición de cuantos deseen conocer la expresión lexicográfica del habla dominicana.

Confeccionado con las pautas metodológicas de la lexicografía moderna, el equipo redactor de este Diccionario identificó voces y acepciones, definió términos y expresiones, ilustró los usos con creación de ejemplos. Tres españolas radicadas en la capital dominicana (Loli Jiménez, Teresa Melián, Yolanda Garisoain) y los dominicanos Ruth Ruiz y Domingo Caba, colaboraron con los redactores en la búsqueda de voces y la revisión de las definiciones de este código lexicográfico.

Cuando los lectores consultan este Diccionario constatan el aporte lexicográfico, el caudal de los vocablos incluidos, las definiciones pertinentes y la ilustración adecuada. Las voces dominicanas y las palabras españolas signadas por una significación especial entre los hablantes dominicanos, están registradas con objetividad y rigor metodológico, aspectos que le dan categoría científica a esta obra lexicográfica.

El inventario léxico de nuestra habla, que registra y define las voces de nuestro lenguaje, recoge las palabras del vocabulario criollo, pues para hacer este Diccionario no hemos inventado una sola palabra, y las que aparecen, responden a usos que se pueden constatar en las obras literarias de nuestros escritores, en el registro periodístico o en el lenguaje de la oralidad. Consultamos más de doscientos cincuenta libros de autores dominicanos, que leímos para detectar el uso de voces y expresiones dominicanas. Y se cotejaron artículos en ediciones de periódicos físicos y electrónicos y, cuando no aparecía el uso, inventamos los ejemplos para mejor información de nuestros lectores.

En cuanto al valor de este libro quiero subrayar la siguiente consideración. En la literatura escrita en lengua española las obras más significativas son las que emplean las voces locales del país o de la región de donde son sus autores. Pienso, por ejemplo, en un escritor como Carlos Fuentes, uno de los grandes novelistas mexicanos, o Salarrué (Salvador Salazar Arrué), una de las grandes figuras de la narrativa salvadoreña, o Juan Bosch, el más destacado cuentista dominicano, cuyas obras narrativas registran una considerable cantidad de mexicanismos, salvadoreñismos y dominicanismos, respectivamente, en los textos literarios de su escritura. ¿Y saben ustedes por qué lo hicieron así? Porque las palabras que usa un pueblo responden a su talante cultural y su sensibilidad espiritual, y nada mejor que el léxico del habla coloquial de sus hablantes para auscultar su psicología con su manera de sentir, pensar y actuar. Podría citar como autores paradigmáticos de nuestra América, narradores como el cubano Alejo Carpentier, en El reino de este mundo; o el novelista español Miguel Delibes, en La sombra del ciprés es alargada, modelos de escritores en el empleo de voces de sus respectivos países y regiones.

Lo mismo podría decirse de los autores dominicanos cuyos textos fueron citados en este Diccionario, como Marcio Veloz Maggiolo, Manuel Salvador Gautier o Emelda Ramos, eminentes narradores de cuyas obras tomamos muestras representativas del decir popular, entre otros narradores criollos, como se puede constatar en nuestra obra. Los literatos que gozan de renombre con una obra literaria fruto del hallazgo de su intuición y el aporte de sus vivencias, en parte ha sido porque han acudido al uso de voces locales, a vocablos criollos, a expresiones peculiares de los hablantes de sus respectivos pueblos y, por esa razón, pudieron no solo auscultar la sensibilidad de sus personajes, sino la esencia y la raíz misma de la lengua en su dimensión lexical.

Desde el sentido de la palabra podemos penetrar en la cultura de una lengua y en la mentalidad de sus hablantes, cuyo vocabulario resalta sus atributos idiomáticos con los rasgos dialectales y socioculturales de sus comunidades, porque a través del léxico, especialmente en las voces criollas y las frases populares, se proyectan las manifestaciones de su talante cultural, ya que la lengua, como expresión de la inteligencia y la sensibilidad, propicia a los escritores para que se conectan con su pueblo mediante el cultivo de las voces y las expresiones del lenguaje, que revelan los rasgos y las señas de identificación de una cultura y, desde luego, con una tradición y una forma de sentir y de reaccionar, y esa es la importancia de un libro como este Diccionario del español dominicano, pues quien quiera conocer el vocabulario dominicano, como lector o escritor, va a encontrar una valiosa veta léxica en esta obra que revela la fisonomía de nuestras palabras y el trasfondo semántico de las voces y expresiones dominicanas. Por esa razón, este lexicón recoge y define las voces de los hablantes dominicanos.

   Al ponderar la importancia de esta obra, quiero enfatizar el sentimiento de identificación emocional que un conjunto de palabras concita en los usuarios al sentir una compenetración intelectual, afectiva y espiritual con el alma de su pueblo, y esa conexión se logra a través de las voces peculiares del habla criolla en virtud de lo que denotan y connotan las voces con sus acepciones y significados; por esa razón, un genuino hablante de nuestro pueblo experimenta una especial identificación con sus vocablos, valoración lingüística de la herencia idiomática de la lengua española, que responde al vínculo emocional entre las palabras y sus hablantes. Los dominicanismos léxicos y semánticos de este Diccionario aportan nuevos vocablos y nuevas expresiones al diccionario académico de la lengua española, como “pariguayo”, “viejevo” y “medalaganario”, o “coger lucha”, “tirar pa´bajo” o “aguantar vaina”, entre múltiples ejemplos.

Se trata de una compenetración afectiva con una forma de hablar que enriquece el caudal léxico de la lengua española con el arsenal de términos y expresiones que conlleva la creación de nuevas palabras con nuevos aderezos semánticos a favor de nuestra lengua mediante el uso de voces antiguas y la adición de nuevos valores, como suelen hacer los hablantes que potencian el genio de su lengua con originalidad y donaire.

Este Diccionario registra las palabras usuales del español dominicano. Obra monumental por su riqueza de voces y expresiones, definidas con rigor lexicográfico y precisión conceptual, es un importante legado de la Academia Dominicana de la Lengua a la cultura de nuestra lengua y a los hablantes de nuestro país.

María José Rincón González, De la eñe a la zeta (Santo Domingo, Amigo del Hogar, 2019), de la lexicógrafa y académica de la lengua, la doctora María José Rincón González, que la dio a conocer a través de artículos semanales en el periódico Diario Libre, en cuyo texto presenta numerosos artículos sobre el uso de la lengua española inspirados en la variante dominicana del español americano. Aborda su estudio desde una perspectiva científica de la lexicografía respecto a formas léxicas que inciden en el habla dominicana. Lo mismo se puede decir sobre el estilo narrativo y didáctico que adopta la autora en su obra, pues si bien se evidencia su alta familiarización con el dominio de la tecnología y los medios de comunicación, especialmente de las redes sociales, con tendencias o temas del momento que revelan las condiciones para propiciar una dinámica a través de la escritura, es un escenario que aprovecha la autora para formular observaciones gramaticales y análisis lexicográficos planteados en su obra. Ninguna palabra del español está exenta de la regla de acentuación, ni siquiera las adaptadas mediante préstamos de otras lenguas, como escáner, estándar, pícher, currículo, o incluso las abreviadas, como pág. (página), cía. (compañía). Existen otros tipos de accidentes lexicales, como asequible y accesible. Guardan gran parecido en la pronunciación y la escritura, así como en sus significados, pues suelen emplearse arbitrariamente: asequible se aplica a las cosas que podemos conseguir, y accesible alude a las cosas o personas a las que se puede acceder: una actriz famosa puede ser accesible para sus admiradores; o un local puede ser accesible para discapacitados. Comenta las dificultades que acarrea la conjugación del verbo haber. El uso habitual consiste en hacer coincidir en número el verbo con el sustantivo. Es frecuente oír *Hubieron personas que llegaron tarde, en vez de Hubo personas que…; o *Habemos muchos que llegamos a tiempo, en vez de Hubo muchos que…. O composiciones sintácticas del tipo: Las personas mejores o peores vestidas, por decir Las personas mejor o peor vestidas, son otros de los usos que pueden apreciarse en los medios. Es muy común leer composiciones del tipo cienta treinta habitaciones, por ciento treinta habitaciones.

   Hay, ahí y ¡ay! son tres palabras distintas que, si bien se escriben de manera diferente, en el lenguaje corriente suenan igual: Hay de haber (Hay tres manzanas sobre la mesa): ahí de lugar (Las manzanas están ahí); y ¡ay! de exclamación (¡Ay!, olvidé cerrar la puerta). El uso de las letras cursivas solo se emplean cuando se escriben vocablos de una lengua extranjera: Thanksgiving, Weltanschaung, ex libris.

La obra de la doctora Rincón González presenta múltiples usos y señala la forma válida pautada por la norma culta del buen decir. Inspirada en la plataforma gramatical de la lengua española cuya franja idiomática contrasta con la variante del español dominicano, es el tema central de esta obra lingüística de María José Rincón González.

La lexicógrafa y académica de la lengua, en De la eñe a la zeta, escribió sobre los “dos idiomas”, el español y el dominicano: “Hace unos años, en una visita a España, mi hijo, un niño en ese entonces, les decía a sus amigos en el parque infantil: “Yo soy español y dominicano y hablo los dos idiomas”. Ni qué decir tiene que ese “bilingüismo” precoz lo convirtió en el héroe del barrio. Me sorprendió y me enorgulleció lo que ese comentario suponía para un niño de corta edad. Su trascendentalismo radicaba en que manifestaba, a su manera, la experiencia de descubrir las diversas formas de hablar español. El reconocimiento y la asunción de la diversidad es un paso muy importante para crecer como hablantes. Saber que nuestra forma de hablar es distinta de la de otras regiones hispanoparlantes y asumir que esta diferencia no nos hace mejores hablantes, pero tampoco peores, tiene mucho valor. Implica además el reto de conocer y valorar en su justa medida las características que nos son propias. La conciencia de la diferencia debe servir para aprender de los demás: más palabras, más significados para las mismas palabras, distintos acentos. No caigamos en el error de mirarnos solo nuestro propio ombligo. Sería una verdadera lástima limitar nuestros horizontes lingüísticos cuando el español supone todo lo contrario: amplitud, diversidad y riqueza. Como hablantes, si queremos expresar nuestro orgullo por lo que somos, podríamos empezar por decir: “Somos dominicanos (o españoles, colombianos, puertorriqueños, y así hasta veintitrés nacionalidades, puede que más) y hablamos en español” (María José Rincón González, “Los dos idiomas” en De la eñe a la zeta, S. D., Amigo del Hogar, 2019, p. 30).

María José Rincón asumió el cultivo intelectual, desde que se valió de la palabra con un propósito creador, y es lo que ha demostrado en este hermoso libro titulado De la eñe a la zeta: crear con las palabras, ponderar el valor de formas y sentidos léxicos, ilustrar con su sabiduría filológica la creación idiomática de los hablantes de España y de América, de los hablantes de su tierra de origen, Sevilla, y de esta su tierra adoptiva, la República Dominicana, que ella adoptó como parte entrañable de su vida con su lengua, su historia y su cultura, como lo manifiesta este ejemplo que revela su identificación con los dos idiomas: “Inés Aispún me preguntó en una entrevista cuál era para mí la palabra más hermosa del español dominicano. Nunca me lo había planteado, pero no lo dudé ni un instante. Tumbarrocío, le respondí. Se trata de un precioso sustantivo compuesto con el que se designa a un pequeño pajarito que vuela en nuestros campos y que, al posarse, hace caer gotas de rocío de las hojas. Es una imagen poética creada váyase usted a saber cuándo por un hablante con la suficiente sensibilidad para detenerse a contemplar la naturaleza. Esta palabra se ha creado por composición, un método tradicional en español para la formación de nuevas voces. El verbo tumbar y el sustantivo rocío se unen para crear una sola voz. Su ortografía también es interesante: el sonido /rr/, representado con r inicial en rocío pasa a ser representado por el dígrafo rr en posición intervocálica en tumbarrocío. El detalle más interesante es que el verbo tumbar, usado en una acepción característica del español americano, ha sido muy feraz a la hora de generar palabras. Sus compuestos siguen la misma estructura: verbo tumbar + sustantivo complemento directo” (María José Rincón González, De la eñe a la zeta, p. 195).

En los comentarios y opiniones de nuestra admirada filóloga se manifiesta el amor que ella siente por la palabra, la devoción con que asume la lengua para testimoniar su visión del mundo, en la pasión que revela para canalizar su comprensión de fenómenos idiomáticos a través del cultivo de las palabras; y lo hermoso de este libro, que tiene un contenido profundo, rico y revelador, es justamente la forma amena como ella lo hace. María José Rincón es una científica de la lengua, pero no usa una expresión obtusa, rebuscada o complicada para comunicar lo que sabe, sino un decir claro, preciso y apropiado para que lo entiendan no solo los especialistas de la lingüística, sino los hablantes interesados en conocer y mejorar el uso de su lengua, razón por la cual emplea un lenguaje comprensible para que lo entendamos todos, para que nos compenetremos con la idea que ella tiene de la palabra, con la concepción que ella tiene de la forma como hablamos los dominicanos y para que valoremos el legado hispánico que recibimos con la lengua española. Ella tiene la singular condición de dominar los dos sistemas de comunicación: la estructura de la lengua española y la forma peculiar del habla de los dominicanos.  Pues bien, María José Rincón González tiene “alta conciencia de la lengua”, una cabal inquietud sobre lo que implica amar, estudiar y fomentar el estudio de nuestra lengua, lo que ella hace en este libro, revelar ese amor, testimoniar esa identificación intelectual, afectiva y espiritual por nuestro lenguaje, por el significado de nuestras voces, por la forma como nos expresamos, y lo hace justamente para sembrar en nosotros esa preocupación lingüística y nos interesemos por la palabra, para que valoremos el significado de las palabras y la importancia de usarlas con propiedad y elegancia, para que sepamos usar con rigor gramatical lo que la palabra demanda en los buenos hablantes. Eso es lo que María José Rincón quiere sembrar y motivar al publicar esta obra, De la eñe a la zeta, colección de los artículos que cada martes ella publica en Diario Libre, muy edificantes por lo que implica en términos lexicográficos, gramaticales y ortográficos.

Lo primero que ustedes van a apreciar en este libro es el entusiasmo lingüístico que derrocha María José Rincón cuando escribe. Nuestra lexicógrafa despliega su conciencia de lengua con destreza expositiva, entusiasmo lingüístico, humor ingenioso y gracia con solera al hablar, lo que es producto de su entrañable vinculación empática con el alma de la lengua española y su plena identificación emocional con la onda del español dominicano, índice expresivo del sentimiento de amor hacia “los dos idiomas”, el español y el dominicano. Da gusto leer cada uno de los párrafos de este libro porque lo hace con devoción, con particular identificación con nuestra lengua, con cabal comprensión de las pautas lexicográficas, gramaticales y ortográficas, y, entonces, revela lo que es realmente amar su la lengua española, lo que implica su identificación intelectual y espiritual con nuestra lengua, por la que se desvive y por la que se ha entregado en cuerpo y alma, en espíritu y en inteligencia, para plasmar su sabiduría y su amor por la lengua de Castilla y la lengua de Quisqueya. Hoy mismo yo le decía a ella que fue un regalo que Dios nos hizo a los dominicanos al enviarnos a María José Rincón a establecerse en la República Dominicana.

Efectivamente, cuando María José Rincón escribe, revela una destreza expositiva admirable y, entre otras virtudes, un humor luminoso porque en ella no hay solo talento y amor; no hay solo conocimiento y destreza; en ella hay un algo especial que la motiva, y la enciende, y la entusiasma. En esta obra hay sabiduría y amor con iluminación y encanto. Cuando ella da una charla, de las muchas que ha dado en este augusto salón de nuestra Academia, contagia a los presentes, porque transmite desde el hondón de su sensibilidad y el fuero de su conciencia la pasión que siente por la lengua española. Describe el panorama de la realidad idiomática peninsular y dominicana, y contrasta las dos plataformas: la pauta de la lengua general, la española, y la aplicación de la variante regional, la dominicana en esta porción caribeña y antillana de la América hispana. Y lo hermoso de su labor didáctica es su orientación a la luz de su formación lexicográfica y su conocimiento de la lengua. Ella se vuelca entera cuando enseña, y canaliza y transmite con emoción sus conocimientos idiomáticos; pero lo impresionante de su participación es la amorosa pasión como lo hace, y eso es lo que distingue a María José Rincón González cuando escribe, habla o enseña.

María José Rincón ha logrado convencernos de la bondad de nuestra lengua; enseñarnos que estamos obligados a honrar el conocimiento de nuestra lengua, porque ese cultivo forma parte de un deber moral y una misión intelectual y una meta espiritual que tenemos los hablantes, porque hemos recibido un don hermosísimo a través de la palabra, y ese don nos corresponde fructificarlo y potenciarlo para que siga creciendo el amor por la palabra y la identificación con nuestra lengua, la que nos identifica intelectual, afectiva y espiritualmente. El siguiente párrafo de su libro confirma lo que estoy diciendo de nuestra lexicógrafa: “Busqué de inmediato quién había ocupado ese sillón antes que yo y resultó que yo era la primera letra zeta de la Academia Dominicana de la Lengua. Irónicamente le correspondía a una sevillana aplatanada: ni los sevillanos ni los dominicanos pronunciamos la zeta como la describen los manuales (sonido interdental fricativo sordo). Nuestro seseo (junto al del sur de la Península Ibérica, Canarias y toda Hispanoamérica) la asocia al sonido predorsal fricativo sordo. Los lazos que me unen a esta letra han ido tomando cuerpo desde entonces. Los zumbadores aparecen por doquier, mi hija prefiere las batidas de zapote, he tenido que zanquear dominicanismos por cielo y tierra y todavía dura el zaperoco del Diccionario del español dominicano. Solo espero que hoy no se le zafe un tornillo y que esta Eñe no vaya al zafacón” (M. J. Rincón González, p. 224).

En efecto, María José Rincón tiene un concepto lúcido, pertinente y preciso de la naturaleza de nuestra lengua con la aplicación normativa de la ortografía y la gramática bajo un criterio lingüístico y académico. Con su labor lexicográfica, ha hecho un gran servicio al estudio de nuestra lengua al responder consultas hechas a la página electrónica de la ADL. El aporte lingüístico de María José Rincón ha sido posible porque ella encarna en su sensibilidad y su conciencia lo que distingue a los grandes creadores de nuestra lengua, de cualquier lengua, en todos los tiempos y culturas, como es el hecho de ser coparticipe de lo que he denominado “la savia de la lengua”.

La energía de la lengua se manifiesta a través de una triple savia que, como “la sangre del espíritu”, según el decir de Miguel de Unamuno, alienta el poder de la creatividad a través de la palabra. Hay una savia de la lengua, y el primero en identificarla en la cultura occidental, a la que pertenecemos, fue el antiguo pensador presocrático Heráclito de Éfeso, cuando intuyó que los hablantes tenemos un don altamente luminoso, y a ese don le llamó Logos, el Logos de la conciencia, porque ese sabio griego entendía que ese don era una energía sagrada que identifica y enaltece a los seres humanos. Concibo ese singular aliento del espíritu como la savia primordial, que entraña la esencia de la lengua en virtud del Logos que recibimos al nacer, porque viene desde el principio, cuando se nos da ese talento enaltecedor, el Logos que permite reflexionar, intuir, hablar y crear.

María José Rincón González participa también de la segunda savia que transmite de un modo natural la virtud fecundante de la lengua, a la que llamo la savia patrimonial, que nos da la lengua castellana. Los hablantes de esta hermosa lengua mediante un conducto especial a través de nuestro cerebro recibimos esa savia ancestral que nos inyectan las voces castellanas. Le llamo savia patrimonial porque viene de la raíz de nuestra lengua, que recibimos los hablantes de la lengua española en cualquier lugar del mundo donde nos encontremos. Nuestra académica participa de un modo privilegiado de ese aliento patrimonial, no solo porque naciera y se criara en la ciudad andaluza de Sevilla, donde fue amamantada con la savia patrimonial de nuestra lengua, sino porque se compenetró entrañablemente con la savia de la lengua castellana, y eso lo manifiesta ella de una manera profunda y elocuente en este libro que hoy presentamos, y, desde luego, en todo lo que ella escribe sobre “los dos idiomas”, el español peninsular y el español dominicano.

Hay, además, una tercera, a la que llamo savia cardinal, que es la virtualidad operativa de las palabras que nos transmite una lengua determinada en un país específico. El español dominicano nos hace partícipes de esa savia cardinal desde el momento en que nuestras madres nos amamantan en nuestra infancia y nos acurrucan en nuestros balbuceos que imitamos de sus voces para transmitirnos el afecto y el habla que va conformando en nuestra mente el genio de nuestra lengua, y con el troquelado afectivo y espiritual de su lengua y su amor recibimos esa savia cardinal que nos enlaza a nuestra lengua, a nuestra historia y a nuestra cultura. El impacto de dicha savia nos permite compenetrarnos con la esencia que nos distingue, con la idiosincrasia que nos identifica y el talante que nos hace hablantes de una variante idiomática hermosa, rica y fecunda.

Esas tres savias inherentes en la energía de nuestra lengua han renacido luminosamente en María José Rincón y ella las ha canalizado creadoramente en esta obra que resalta la importancia de conocer nuestro medio de comunicación y de creación para enfatizar el estudio de nuestra lengua y el cultivo de las letras de manera que sintamos la dicha de hablar la variante dominicana de la lengua española y nos compenetremos intelectual, afectiva y espiritualmente con la savia de nuestra lengua, a la que Rubén Darío llamara “sangre de Hispania fecunda” en uno de sus poemas.

Llevamos en la sangre de nuestra lengua una triple savia idiomática (savia primordial, savia patrimonial y savia cardinal) junto a la savia espiritual que nos legara la palabra germinal de Garcilaso de la Vega, Miguel de Cervantes, san Juan de la Cruz, santa Teresa de Jesús y Pedro Salinas; la de Juan Rulfo, Miguel Ángel Asturias, Alejo Carpentier, Jorge Luis Borges y Francisco Matos Paoli; y la voz de Pedro Henríquez Ureña, Juan Bosch, Joaquín Balaguer, Flérida de Nolasco, Manuel del Cabral, Manuel Rueda, Manuel Valerio, Aída Cartagena, Máximo Avilés Blonda, Marcio Veloz Maggiolo y Leopoldo Minaya, entre otros ilustres cultores de nuestra lengua a la que se suma la savia castiza que esta obra ejemplar de María José Rincón asume, despliega y enaltece.

Bruno Rosario Candelier (Perfil del español dominicano, Santo Domingo: Academia Dominicana de la Lengua, 2020). Con la evolución de las diferentes variantes de la lengua española en los países hispanohablantes, surgieron voces y expresiones idiomáticas como seña sociocultural que dan valor y vitalidad al talento creativo de la lengua desde su fuero léxico, morfosintáctico y semántico. De esa peculiaridad idiomática participa el español dominicano, adscrito a la zona dialectal del español antillano. Este libro da cuenta del caudal de voces criollas y de los vocablos de la lengua española con el significado asignado por los hablantes dominicanos, recogidos en el Diccionario del español dominicano o expresiones publicadas en el Diccionario fraseológico del español dominicano, entre otros. También recoge estudios lingüísticos de autores dominicanos sobre distintas facetas del habla dominicana, y estudios literarios del propio autor del volumen como «La búsqueda de la expresión propia según Pedro Henríquez Ureña» o «El Diario del Almirante descubridor».  Diversos atributos léxicos y morfosintácticos fundan la fisonomía idiomática del español dominicano. Las variantes dialectales del español americano mantienen el sistema de la lengua española en sus códigos esenciales: el diccionario, la gramática y la ortografía, y, en tal virtud conservan la unidad del español con el genio de nuestro idioma sin un hiato entre los hablantes de esta hermosa lengua de Castilla. Esa unidad idiomática se funda en el respeto a la norma lingüística que los hablantes mantienen hacia los códigos de nuestra lengua.

La dirección de esta Academia ha emprendido tareas y proyectos académicos concebidos para realizar la misión que le corresponde a la institución, como son:

  1. Una labor concebida y plasmada en pro de la misión que nos compete como Academia Correspondiente de la Real Academia Española, que desde su fundación ha ejecutado una labor destinada a fomentar el estudio de la lengua y el cultivo de las letras. 2. Se han ejecutado tareas lingüísticas y literarias con la colaboración de los académicos, a lo interno y lo externo de la corporación, lo que ha permitido nuestra presencia como cuerpo literario en la comunidad y reportado un crédito a favor de nuestra institución. 3. Damos participación a todas las inquietudes y propuestas de nuestros académicos acogiendo, respaldando y compartiendo tareas, inquietudes y motivaciones intelectuales, lingüísticas y literarias. 4. Hemos concebido, organizado y ejecutado un programa de acción, resumido en la crónica mensual y la memoria anual, para hacer de nuestra corporación un organismo vivo, activo y emprendedor. 5. Hemos auspiciado una relación y colaboración con diversas instituciones académicas, educativas, culturales y literarias, tanto del país como del extranjero, en variados aspectos intelectuales, lingüísticos y literarios. 6. Hemos procurado la participación de los académicos a favor de una presencia viva y significativa de nuestra institución, no solo en la ciudad capital sino en las principales poblaciones del interior del país, con un programa cultural que ha generado entusiasmo y respeto hacia nuestra institución en las respectivas comunidades y entidades culturales. 7. Con el programa de actividades lingüísticas y literarias hemos propiciado en diferentes sectores de la comunidad nacional una ponderación de la conciencia idiomática y de la creación literaria que favorece la valoración y el desarrollo de la tradición cultural. 8. La colaboración dominicana en las obras lexicográficas, ortográficas y gramaticales de la Real Academia Española mediante la revisión, el estudio y la presentación de propuestas de asuntos concernientes a nuestra lengua ha sido la respuesta de adhesión y coparticipación con la obra académica de la corporación madrileña. 9. La presentación de ponencias y reportes lingüísticos que remitimos mensualmente a la RAE es una evidencia del trabajo intelectual que realizamos a favor de nuestra lengua, lo que confirma el aporte de la institución a la misión que nos corresponde realizar. 10. El reconocimiento y el apoyo que hemos recibido como evidencia de nuestra colaboración lingüística constituye un respaldo a nuestra Academia, no solo de la RAE sino de diversos sectores y fuerzas vivas de nuestra sociedad, labor de colaboración que es necesario mantener en atención a la misión de nuestra corporación en beneficio de nuestra lengua y de nuestra cultura, lo que se manifiesta en el respeto y la ponderación de los valores nacionales expresados en nuestra cultura, los valores hispánicos inherentes a nuestra lengua y los valores espirituales afines a nuestra sensibilidad estética, cónsonos con los ideales y las metas que enfatizamos y cultivamos. Así mantenemos nuestros principios e ideales, con los valores intelectuales, morales, estéticos y espirituales, potenciando nuestra tradición y el legado de nuestros mayores.

 

Participación de la ADL en actividades virtuales 

  1. Por el riesgo de la pandemia del Covid-19, en este año 2021 hasta la fecha no hemos realizado actividades presenciales en la sede de la Academia para evitar el contagio del temible virus, pero en su lugar hemos celebrado sesiones académicas y encuentros virtuales, con la presentación de conferencias, coloquios, entrevistas virtuales sobre temas de lengua y literatura, así como charlas a diferentes instituciones culturales.
  2. Por el mismo motivo, en lugar de preparar y enviar el Reporte de Actividades de cada mes a los académicos e intelectuales relacionados con nuestra corporación,, hemos confeccionado y enviado, mensualmente, un Boletín electrónico con ponencias, cartas, artículos, reportes, creaciones literarias, informes lexicográficos y estudios idiomáticos, así como una crónica de las actividades telemáticas para mantener el vínculo con nuestra comunidad académica.
  3. Seguimos manteniendo informada a la comunidad nacional con las recomendaciones gramaticales y ortográficas sobre el uso apropiado de voces y formas idiomáticas de la lengua española en la prensa local mediante los frecuentes mensajes de Fundéu Guzmán Ariza, un servicio a favor del uso correcto de nuestra lengua, realizado en nombre de la Academia Dominicana de la Lengua.
  4. Asimismo, a pesar de las restricciones sociales y relaciones interpersonales impuestas por la circunstancia pandémica, mantenemos el servicio de respuestas a consultas y preguntas sobre temas lingüísticos y literarios mediante comunicación electrónica o por vía telefónica, una manera de seguir orientando a los usuarios de nuestra lengua y a los diversos sectores de la comunidad nacional.
  5. Igualmente, lo mismo el director de la Academia, que varios de nuestros académicos, hemos ofrecido y seguimos ofreciendo a los sectores intelectuales y educativos, como centros universitarios, ministerios oficiales, entidades privadas, grupos culturales o academias hermanas, charlas, ponencias, conferencias, paneles y coloquios sobre temas del español dominicano, o sobre diversos aspectos de la literatura nacional o internacional o de asuntos vinculados con la cultura de la lengua. Igualmente, el equipo lexicográfico de la Academia, abocado en la actualización el Diccionario del español dominicano, realiza sesiones de trabajo mediante la plataforma virtual para mantener activa la labor de investigación y estudios sobre el habla de los dominicanos.

La Academia Dominicana de la Lengua, ara, no pedestal

Por Manuel Núñez

Miembro de número y de la Junta Directiva

 

No hay academia sin vida académica. Si durante un tiempo largo, el académico no cumple con las obligaciones, y convierte sus deseos personales en un derecho, ese derecho quedaría limitado siempre por las decisiones del pleno. En vista de ello, las decisiones de la Directiva de la Academia que cuentan con el consentimiento libre, sin coacción de la mayoría de los miembros, son rotundamente legales. No pueden ser desconocidas ni revocadas.  Las minorías y las individualidades son respetables, pero tienen que pasar por las horcas caudinas de las matemáticas. Es absolutamente imposible que en cualquier institución haya unanimidad. Estamos en un revoltijo de antipatías y de simpatías, de amistades y enemistades, y esto acaece hasta en los conventos de los carmelitas descalzos.

Algunos de los miembros correspondientes radicados en el extranjero han tenido en la institución una participación ejemplar. Obsérvese en los boletines y en los informes del director las participaciones de Roberto Guzmán en sus indagaciones lexicográficas, en los trabajos y los libros que ha presentado en la corporación  el lingüista dominicano, Orlando Alba, catedrático de la Universidad de Utah, las intervenciones de Rafael Núñez Cedeño, las variopintas intervenciones de Jorge Urrutia, poeta y escritor español, catedrático de la Universidad Carlos III de Madrid;  los trabajos sobre Henríquez Ureña de Pedro Luis  Barcia, ex director de la Academia Argentina de Letras. Inolvidable resultaron los ingresos como miembros correspondientes extranjeros de nuestra corporación de Eusebio Leal, Víctor García de la Concha, Luce López Baralt, Humberto López Morales, José Luis Vega, Francisco Orellana, José María Santos Rovira, Alfredo Matus Olivier, del especialista alemán en el español dominicano, André Klump.  Al compaginar las intervenciones de estos colaboradores, dominicanos y extranjeros, puedo decir que superan el esfuerzo de muchos académicos de número que han echado por tierra sus obligaciones.

Si examinamos los resultados de todos sus directores, desde el ilustre monseñor Alejandro Nouel (1927-1937), Cayetano Armando Rodríguez (1937-1940), Manuel de Jesús Troncoso de la Concha (1940) Juan Tomás Mejía Soliere (1940-1961), Fabio A. Mota (1961-1975), Carlos Federico Pérez y Pérez) (1975-1984), don Mariano Lebrón Saviñón (1984-2002). Con todas esas figuras ilustres la Academia no pasó de ser el ejercicio abnegado de buenos oradores y de vendedores de humo. Con algunos esfuerzos individuales notabilísimo como los del lexicógrafo Manuel Patín Maceo o los informes de Emilio Rodríguez Demorizi y la monumental Historia de la cultura dominicana, de don Mariano Lebrón Saviñón.

En los últimos diecinueve años se han alcanzado conquistas que parecían inalcanzables. He de mencionar algunas: a) El diccionario del español dominicano (2014), coordinado por María José Rincón.  b) El diccionario fraseológico del español dominicano (2016), Bruno Rosario Candelier, Irene Pérez y Roberto Guzmán.  c) El Diccionario de refranes (2016), de Bruno Rosario Candelier. d) El diccionario de símbolos (2017), de Bruno Rosario Candelier. f) El diccionario de mística (2017), de Bruno Rosario Candelier.  g) Diccionario de americanismos (2010), de la ASALE. h) El lenguaje sexista, Academia Dominicana de la Lengua, 2010. i) El lenguaje del buen decir (2012), de Bruno Rosario Candelier.  j) La Ortografía de RAE (2011), k) El libro de estilo de la lengua española, RAE (2014). l) El manual del buen uso del español (2012), RAE. m) Nueva gramática de la lengua española, equipo dirigido por Ignacio Bosque (2012). n) Manual de estilo del Poder Judicial Dominicano y El diccionario del español jurídico dominicano. Equipo dirigido por Fabio Guzmán Ariza.

Nada de esta labor gigantesca se ha logrado con la dotación de la Academia, sino con la colaboración de la Fundación Guzmán Ariza pro Academia Dominicana de la Lengua, que bajo la sombrilla de la Institución y con apoyo de la RAE y la Oficina del Español Urgente ha montado el sistema de consulta de español que divulga ya en todo el Continente y se publica en todos los periódicos dominicanos. Esto, que es un trabajo que llevan a cabo los equipos que ya se habían formado para la preparación de los diccionarios, ha contribuido al prestigio que tiene la Academia Dominicana de la Lengua en el seno de ASALE y en las naciones de la América hispánica e incluso en otros territorios. Se reciben notillas de agradecimiento de Estados Unidos, de China y de países de Europa.

Se han publicado cada uno de los boletines de la institución, donde figuran los trabajos académicos, las recensiones de las conferencias, cursos y coloquios llevados a cabo. Por espacio de setenta y cinco años (1927-2002), la Academia publicó 16 pequeños boletines, que atestiguan de sus trabajos y de sus investigaciones y actividades. En los 19 años que corren se han publicado del Boletín 17 al 35. El director ha publicado igualmente una docena de libros: tres novelas, varios libros de ensayos, tres diccionarios en la colección de la Academia, patrocinada por Fabio Guzmán Ariza. Todas las consultas solicitadas por la RAE a nuestra Academia han sido respondidas, y en los Diccionarios de Americanismos e incluso en el Diccionario de la RAE ha aparecido la mayor proporción de entradas lexicales relacionadas con el español dominicano. Nunca antes se había llevado tanta información sobre el español dominicano a estos diccionarios. En lo que toca a la literatura, cada una de las colecciones conmemorativas de la Real Academia ha sido presentada y analizada por los académicos de número, por los correspondientes y por intelectuales invitados. En tal sentido, se hizo la presentación de la edición conmemorativa de El Quijote de Miguel de Cervantes, se le dedicaron varias jornadas a las obras de Rubén Darío, Carlos Fuentes, Pablo Neruda, Julio Cortázar, Gabriela Mistral, Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez, Jorge Luis Borges. Se han llevado a cabo infaltablemente los coloquios anuales correspondientes al aniversario de la Corporación el 12 de octubre. Se han respondido, oportunamente, todas las consultas solicitadas por la RAE. Recuerdo especialmente la Nueva gramática de la lengua española publicada por la RAE, el año anterior a su publicación recibimos consultas de cada uno de los capítulos de esta obra monumental, dirigida por el más importante gramático del presente, don Ignacio Bosque. El mismo procedimiento se hizo con la publicación de la Ortografía, las consultas esta vez se hicieron extensivas al correo de los académicos que algunos respondieron. Puedo atestiguar que en los viajes que he realizado a las reuniones de académicos, la Academia Dominicana de la Lengua tiene buena imagen y figura en los primeros puestos. No ha sido obra de un solo hombre, sino de una Directiva y del equipo de académicos que ha permanecido participando en todas las actividades. Debo reconocer entre estos, muy particularmente, a don Fabio Guzmán Ariza, que ha colocado su experticia jurídica para la elaboración del Diccionario jurídico y sus recursos para solventar las publicaciones de la Academia, a través de la Fundación pro Academia Dominicana; reconocer el trabajo sin tregua de María José Rincón, lexicóloga, que dirige los equipos de las consultas de lengua española, que tan buena reputación le ha dado la institución; a los académicos de número: Rafael González Tirado, Federico Henríquez Gratereaux,  Manuel Matos Moquete, Ricardo Miniño, Tony Raful Tejada, José Rafael Lantigua, Franklin Domínguez, Juan José Jimenes Sabater, José Miguel Soto Jiménez, Rafael Peralta Romero,  José Enrique García y Ana Margarita Haché. Hemos recibido el trabajo tesonero e invaluable de miembros correspondientes nacionales. A saber, Roberto Guzmán, Rita Díaz, Luis Quezada, Liliana Montenegro, Domingo Caba, Sélvido Candelaria, Emilia Pereyra, Ofelia Berrido y Miguel Collado.

Si colocamos en el celemín estos 19 años de la directiva en la que se ha apoyado el director Rosario Candelier, en lexicología, en estudios de literatura, en intercambios y respuestas expeditas a las consultas solicitadas por la RAE, en cursos y coloquios, en publicaciones, tendríamos que llegar a la conclusión de que, en los noventa y cuatro años de existencia, estos diecinueve años han tenido el peso mayor, superan muy ampliamente los setenta y cinco años anteriores.  A esas conclusiones llegaríamos si tuviéramos respeto por la verdad. En todo caso, a la luz de los datos, no han sido años perdidos. Nunca antes hemos tenido tanta proyección nacional e internacional, se han publicado puntualmente todos los boletines, todos los discursos de ingresos de los académicos de número. Nunca antes se había trabajado en todos los campos correspondientes al quehacer académico, se habían incorporado a nuestra Corporación tantos asociados internacionales y de tanta solera, se había logrado tanta presencia en los libros que describen nuestro idioma con ejemplos dominicanos. Al fin, la República Dominicana existe. De ese pasado de estrecheces y frustraciones, hay muy pocas cosas que aprender.

Entre todos los académicos que han laborado en estos últimos tiempos se ha asentado la idea de que el español es la lengua del pueblo dominicano, que el desarrollo del poder de expresión contribuirá al desarrollo de sus capacidades intelectuales, de su identidad y de la nación.  La lengua es la patria.  Es una muestra de lealtad irrenunciable. Hoy necesitamos el compromiso de cada uno de los veintisiete académicos para defender el patrimonio mayor de los dominicanos que es su lengua, representación de su identidad y de su pensamiento, para que se reabran las facultades de letras, y para que el pueblo pueda conocer a sus hombres de letras, en la enseñanza formal y en los medios de comunicación. Esa no es una batalla fácil. Pero si nosotros, aves de paso, logramos unirnos para llevarla a cabo podremos pasar la antorcha a las generaciones futuras, con la sensación de haber cumplido con nuestro deber.

En torno a la Academia Dominicana de la Lengua

Por José Enrique García

Miembro de número y de la Junta Directiva

 

Aquel lunes 23 de noviembre, en la sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, de la ciudad de México, el nombre de la República Dominicana se pronunció con exaltación y júbilo. En mi condición de secretario de la Academia Dominicana de la Lengua, por invitación de la Real Academia Española, tuve la oportunidad de participar en dos congresos de la ASALE (Asociación de Academias de la Lengua Española). El primero en la ciudad de México y el segundo en la ciudad de Sevilla.

En los dos, la República Dominicana, representada por su Academia, fue objeto de atención especial y me explico: En México, dentro de las actividades centrales, se destacaron la puesta en circulación de la versión del Quijote, autoría del narrador y académico Arturo Pérez Reverte. Y la segunda fue la entrega del II Premio Internacional de Ensayo Pedro Henríquez Ureña, que otorgaba la Academia Mexicana de la Lengua, correspondiente a su segunda convocatoria. El premio fue otorgado al crítico chileno Pedro Lastra. La primera versión del mismo lo obtuvo el filósofo español, don Emilio Lledó, autor de Memoria del LogosEl surco del tiempo, entre otros.

Jaime Labastida, presidente de la Academia Mexicana de ese momento, subrayó que tenía la esperanza de que los libros premiados siguieran el rastro del primer libro, es decir, correspondiente a Emilio Lledó y así honrar la memoria de don Pedro Henríquez Ureña. Pedro Lastra, autor del Cuento hispanoamericano del siglo XIX (1972), Muestra de la poesía hispanoamericana actual (1973), sumamente emocionado dijo, reproduzco de memoria: Que su carrera literaria se la debía a Pedro Henríquez Ureña, que había leído algo de él que lo marcó definitivamente, que más o menos decía de este modo: “Cuando usted enfrente una tarea, haga el esfuerzo de hacerla lo más acabada posible. Todo lo que soy se lo debo a Pedro Henríquez Ureña 

En Sevilla, el segundo Congreso al que asistimos, hubo un hecho de alta significación para la lengua, nos referimos al convenio que firmaron las distintas empresas que conforman el mundo digital y la Real Academia Española para promover el uso adecuado de la palabra en las redes sociales.

Nuestra Academia tuvo una participación significativa, tanto en el campo de la creación como en el área lingüística de la lexicografía. Cabe destacar que se presentaron los diferentes diccionarios publicados por la Academia Dominicana de la Lengua y dos nuevas obras de Bruno Rosario Candelier y María José Rincón, respectivamente.

Dentro del ámbito del mundo de las Academias, la nuestra ocupa uno de los lugares más importantes; por ese hecho don Santiago Muñoz Machado, actual director de la Real Academia Española, dentro de su recorrido por América, visita la República Dominicana y se demora en el conocimiento de la Institución.

 

Estado de la lengua española en la República Dominicana: aspectos sociales, lingüísticos y culturales 2021

Por María José Rincón González

Miembro de número y coordinadora del equipo lexicográfico de la ADL

 

El español hablado en la República Dominicana y en las comunidades de dominicanos que residen fuera de este territorio insular tiene una personalidad propia en el contexto hispánico; una personalidad que le confieren su primacía, como primera variedad de la lengua española surgida en América, y su particular desarrollo histórico paralelo al de la comunidad de sus hablantes. Para la Academia Dominicana de la Lengua representa un objetivo esencial el conocimiento y la valoración de los rasgos lingüísticos que caracterizan al español dominicano y la asunción de esta variedad como parte esencial de la identidad dominicana, que ha hecho posible la expresión de la realidad natural, social y cultural a lo largo de la historia del pueblo dominicano; al mismo tiempo, es esencial el reconocimiento del papel que desempeña el español dominicano en el enriquecimiento de la lengua común y, por tanto, de la cultura que necesariamente se transmite a través de ella, en el entorno panhispánico y en el mundo.

El desconocimiento de la historia y del valor de la forma propia de hablar español, tanto en los hechos diferenciales como en los hechos que nos unen a la gran comunidad hispanohablante, así como en su expresión literaria, provoca en ocasiones actitudes lingüísticas negativas hacia la variedad propia. Por tanto, la educación ha de empeñarse no solo en formar adecuadamente sobre los contenidos relacionados con la lengua materna, sino también en su valoración, en su estudio, su cultivo y su creación.

La realidad del uso del español en la República Dominicana exige que la formación escolar en lengua materna adquiera protagonismo, tanto en los contenidos ortográficos, gramaticales y léxicos, como en todo lo asociado a la comprensión lectora.  La escuela debe dotar al hablante del conocimiento de la norma culta panhispánica; solo así podrá revertirse la tendencia al manejo de un registro diafásico informal único, que impide que el hablante se adapte a las exigencias de diferentes situaciones comunicativas. La transformación de las actitudes de los hablantes frente a la lengua propia y, con ella, frente a sus propios valores culturales, históricos y estéticos, debe redundar en una mejora de los niveles lingüísticos de toda la comunidad.

En la prensa escrita, en las redes sociales e, incluso, en las campañas publicitarias, se observa en los últimos años una mayor presencia de los temas relacionados con el buen uso de la lengua española, con su defensa como rasgo identitario o con el valor cultural y económico que representa. Sin duda, tienen su cuota de responsabilidad la visibilidad de la labor de divulgación, entre otros, de la Academia Dominicana de la Lengua y de la Fundéu Guzmán Ariza, con publicaciones periódicas en los medios nacionales. Las constantes consultas que se reciben a diario son un claro indicio del interés creciente por el buen uso del español y de la variedad temática de las dudas lingüísticas.

El uso del español en los medios de comunicación de la República Dominicana refleja la inmediatez que —hoy más que nunca— exige la comunicación. A pesar de que el rigor periodístico no debe desligarse del rigor lingüístico, ante la necesidad de designar realidades nuevas suele recurrirse a préstamos lingüísticos de dudosa eficacia o al uso indiscriminado de extranjerismos crudos, en especial anglicismos, que desplazan el uso tradicional de palabras patrimoniales del castellano. La inseguridad lingüística y léxica incrementa notablemente el uso de muletillas, clichés o palabras comodín y provoca un empobrecimiento de la expresión oral y escrita. En los medios de comunicación dominicanos resulta evidente la ausencia de un riguroso proceso de revisión y corrección de estilo.  Y sabemos que una gran parte de los autores de libros tienen que valerse de correctores de estilo y de aspectos gramaticales para publicar sus obras.

Fundéu Guzmán Ariza impulsa el buen uso del español en los medios de comunicación dominicanos desde 2016, en virtud de un acuerdo alcanzado en mayo de ese año entre la Fundación del Español Urgente (hoy FundéuRAE) y la Fundación Guzmán Ariza Pro Academia Dominicana de la Lengua. Fundéu GA contribuye a la mejora del español en los medios de comunicación gracias a un servicio tres veces por semana que detecta las tendencias lingüísticas reales en el uso cotidiano y las analiza mediante la publicación periódica con recomendaciones y respuestas a consultas lingüísticas. También la ADL responde consultas y dudas gramaticales y léxicas, formuladas a su correo electrónico o por la vía telefónica o por wasap. Los temas tratados reflejan problemas ortográficos y gramaticales recurrentes, como el uso incorrecto de las preposiciones, las deficiencias en la puntación, la inseguridad en el empleo de cursivas o comillas o de palabras homófonas. Así como temas literarios, estéticos o de recursos compositivos.  La acogida de este servicio se refleja no solo en la cobertura del contenido, sino también en la mejora notable en aspectos como la eliminación de la mayúscula inicial para marcar la relevancia de palabras que designan títulos, cargos o profesiones, las tildes en las mayúsculas de los titulares de prensa, o el respeto a la ortografía de los prefijos o la norma respecto a la forma apropiada para referir el título de un libro.

Las recomendaciones periódicas registran el interés por la escritura correcta de los términos propios del español dominicano, como el criollo mangú o el indigenismo cemí, o la propiedad de valores semánticos que conforman los dominicanismos semánticos, como guagua, así como por la búsqueda de alternativas apropiadas en español a la gran variedad de extranjerismos que se cuelan en las noticias diarias sobre temas relacionados con la moda (look, beauty), la economía, las finanzas y los negocios (low cost, mentoring, token), los deportes (roster, wildcard), la gastronomía  (finger food, cocktail ), o el cine y los espectáculos (showroom, opening, spoiler, royal, playboy), y otras voces foráneas cuyo uso es evidentemente innecesario en la mayoría de los casos, como teteos o baby showers.

Además de la labor dirigida a los medios de comunicación, se han hecho aportes para mejorar el lenguaje que se usa desde el Estado en la redacción de los textos normativos (leyes, decretos, memorias, reglamentos…); para ello varios organismos han firmado acuerdos de colaboración con la Fundación Guzmán Ariza y la Academia Dominicana de la Lengua, con talleres de formación y orientación en servicio a instituciones o empresas que valoran la importancia de que se corrija alguna falta lingüística reiterada en documentos de acceso público.

Entre los proyectos en marcha a los que se atribuye mayor trascendencia en este aspecto se encuentra la redacción del Diccionario jurídico dominicano (DJD), fruto de un acuerdo entre la Escuela Nacional de la Judicatura de la República Dominicana, la Academia Dominicana de la Lengua y la Fundación Guzmán Ariza pro Academia Dominicana de la Lengua. La finalidad de este proyecto lexicográfico, dirigido por el académico y jurista Fabio J. Guzmán Ariza, con la asesoría del equipo lexicográfico de la Academia, es contribuir al buen uso del español en el Poder Judicial dominicano, así como ofrecer a los jueces y el personal judicial herramientas adecuadas para redactar textos jurídicos entendibles, sencillos, claros, precisos, concisos, coherentes y correctos. Este proyecto está encaminado a lograr que el sistema de administración de justicia sea más accesible para el ciudadano común, puesto que la claridad del lenguaje jurídico permitirá un mejor entendimiento de contenido. Se trata de un esfuerzo que va en sintonía con la labor que ha venido realizando la Real Academia Española en los últimos años con la publicación del Libro de estilo de la Justicia y el Diccionario panhispánico del español jurídico.

Para la variedad dominicana del español, el léxico diferencial es una seña de identidad indiscutible, formada desde los primeros pasos de la lengua española en América, y muestra, a lo largo de su desarrollo histórico, tanto la pervivencia de rasgos tradicionales como la evolución de la lengua para adaptarse a las necesidades de los hablantes con la creación de nuevos dominicanismos léxicos y semánticos, que muestran no solo la vitalidad del español, sino la identidad  y la idiosincrasia de su gente. La inmediatez en la difusión de los fenómenos sociales está detrás de la aparición y la generalización de nuevos términos y acepciones, muy fugaces en el favor de los hablantes, que también caracterizan el léxico dominicano con un sentido de propiedad.

En el último año el léxico ha sido protagonizado por las palabras de la pandemia. Así, tanto los medios de comunicación, como las redes sociales y el común de los ciudadanos han recogido —con aciertos y desaciertos— y alimentado, con el uso frecuente, términos relacionados con el coronavirus y la enfermedad covid-19, así como un número creciente de palabras derivadas de estas (covidianidad, anticovid, postcovid…) o relacionadas con esta realidad y los procesos que la circundan (como el compuesto comorbilidad o el derivado evitable sanitizar), y muchos otros términos y expresiones desde el toque de queda o el estado de emergencia hasta las vacunas y los procesos de vacunación.

La valoración y el registro de esta vitalidad léxica tienen su correlato académico en la publicación de dos destacadas obras lexicográficas académicas de nuestra corporación, como son el Diccionario del español dominicano (DED) y el Diccionario fraseológico del español dominicano (DFED). El Instituto Guzmán Ariza de Lexicografía, fundado en 2020, trabaja en la preparación de una segunda edición del DED que dé cuenta del desarrollo del léxico dominicano en la última década y que permita el acceso en línea y gratuito a su contenido. El IGALEX, institución sin fines de lucro, que aporta al conocimiento de la lengua española gracias a la investigación lexicográfica del español en sus variedades dominicana, antillana, americana y general, tiene entre sus proyectos la construcción del Tesoro lexicográfico del español dominicano para sumar esfuerzos al conocimiento de la historia léxica del español en América.

Como ejemplo del interés creciente por la investigación de las variedades antillanas del español, se celebró en noviembre de 2020 el congreso REALEC 2020. Retorno al español del Caribe: Nuevos datos empíricos, una iniciativa de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra y la Universidad de Indiana, que fue dirigida por la Lic. Ana Margarita Haché, miembro de número de la Academia Dominicana de la Lengua. Como parte de una tradición de simposios internacionales sobre la dialectología del español caribeño, que contó con las iniciativas de Humberto López Morales y Orlando Alba, entre otros, REALEC 2020 facilitó un «retorno» al Caribe para centrarse en las variedades lingüísticamente ricas e innovadoras que comprenden su habla. REALEC 2020 rindió homenaje a Pedro Henríquez Ureña y a Maximiliano Arturo Jimenes Sabater dando a conocer nuevos estudios sobre la variedad dominicana, que abordaron fenómenos lingüísticos en las áreas de la fonética, la fonología, la morfología y la sintaxis desde la perspectiva de la sociolingüística. Desde las sesiones plenarias se abordaron dos temas centrales: «El Caribe hispánico: ¿cómo nos percibimos en el Caribe insular y en el Caribe continental?», por el Dr. Luis Ortiz de la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras y «¿Existe un español antillano?», por el Dr. Orlando Alba, de la Universidad de Brigham Young en Utah. También participaron, en nombre de la ADL, la doctora María José Rincón, y el doctor Bruno Rosario Candelier, con ponencias sobre el español dominicano.

El congreso le dio visibilidad entre especialistas y estudiantes de lingüística a la investigación sobre el español del Caribe y sus variantes y destacó cómo constituyen un campo fértil de estudio y un aliciente para la puesta en marcha de proyectos comunes que permitan la comparación de las diferentes variantes del Español del Caribe, así como la creación de un corpus sobre el español del Caribe insular y continental. La Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra ha asumido el compromiso de convocar un segundo REALEC en 2022, esta vez de manera presencial.

Asimismo, colaboramos en marzo de este año 2021 con la Academia Colombiana de la Lengua, mediante una reunión virtual copatrocinada por la Universidad de La Sabana, en el Congreso de Literatura Hispanoamericana y la Identidad Panhispánica, con una ponencia del director de la Academia Dominicana de la Lengua, Bruno Rosario Candelier, sobre “La identidad espiritual en la lírica hispanoamericana”, y el siguiente congreso, dirigido por el académico colombiano Dr. Bogdan Piotrowski, programado para noviembre de 2021 en la sede de la Academia Dominicana de la Lengua en Santo Domingo.

La educación en lengua española, esencial para formar buenos hablantes y ciudadanos conscientes de su herencia idiomática, se ha visto afectada de manera negativa por las restricciones sanitarias debidas a la pandemia del covid-19, que ha obligado a las autoridades educativas a reducir la carga académica tradicional. Para el año escolar 2020-2021 el Ministerio de Educación de la República Dominicana (MINERD) adaptó los contenidos curriculares para los niveles de inicial, primario y secundario del sistema educativo con la finalidad de priorizar aquellos temas que contribuyan directamente con el desarrollo de competencias. La suspensión de las clases presenciales y su sustitución por clases virtuales durante casi un año ha hecho necesario recurrir a la televisión, la radio y a la creación de plataformas educativas, entre otras estrategias públicas para dar continuidad a los aprendizajes fijados en las propuestas curriculares. La crisis sanitaria ha evidenciado el acceso desigual a las conexiones a internet, que se traduce en una distribución dispar de los recursos y las estrategias, lo que afecta principalmente a los sectores de menores ingresos o de mayor vulnerabilidad social. Además, la comprensión lectora en el país es muy baja y el analfabetismo funcional es también más alto de lo que se esperaba.

Los procesos educativos en el hogar necesitan que los alumnos dominen el léxico académico-técnico de las diferentes asignaturas y comprendan los enunciados que se desarrollarán; sin embargo, más del 50 % de los alumnos del sector público revela que no comprende las consignas de trabajo después de leerlas. Los procesos de lectura y escritura para la construcción y expresión de significados se ven afectados negativamente y estas deficiencias afectarán el proceso de aprendizaje, y ese hecho irá en menoscabo del conocimiento de las artes del lenguaje, como son hablar, escuchar, leer y comprender, lo que disminuye el desarrollo integral de los estudiantes. Este contexto lingüístico, educativo y creativo supondrá, sin duda, un reto preocupante para aprovechar la labor académica, y conseguir el desarrollo y la divulgación de las destrezas idiomáticas a corto y medio plazo.

Naturaleza y función de la Academia Dominicana de la Lengua

Por Bruno Rosario Candelier

Director de la Academia Dominicana

 

   Naturaleza de la Academia Dominicana de la Lengua. La Academia Dominicana de la Lengua (ADL), correspondiente de la Real Academia Española (RAE), se estableció en Santo Domingo el 12 de octubre de 1927, y desde su fundación comparte la misión que por mandato oficial le fuera asignada a la RAE y, en tal virtud, colabora en las tareas que realiza la corporación de Madrid, centradas en el estudio de la lengua y el cultivo de las letras para conservar su esencia, impulsar su desarrollo y atizar el potencial del genio idiomático con tesón y entusiasmo.

La ADL cuenta con 28 miembros de número, 40 miembros correspondientes nacionales y 15 miembros correspondientes extranjeros. Los miembros numerarios, como titulares de la institución, su elección se realiza mediante el voto de los miembros establecidos, su entrada se formaliza con un discurso de ingreso en que el recipiendario es recibido por un miembro y, según el protocolo establecido por la tradición académica, el director procede a instalarlo en el sillón signado con una letra del alfabeto y, al imponerle la medalla, queda oficializada la incorporación del nuevo académico como miembro de número de la ADL y miembro correspondiente de la RAE. Integrante de la Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE), desde su fundación la ADL promueve el conocimiento de nuestra lengua y la valoración de nuestras letras, según consignan los estatutos de las Academias de la Lengua, y todas secundan el lema de la RAE, “Limpia, fija y da esplendor”, por la propiedad, la corrección y la elegancia del buen decir. El estudio sobre la naturaleza y el desarrollo de nuestro sistema de signos y de reglas en su dimensión discursiva, expresiva y activa plasmada en los hechos de lengua, implica la observación de los actos del habla y sus variantes dialectales y estilísticas, con especial atención a la obra de los escritores, que son los usuarios privilegiados de la lengua, y ambos estamentos, la lengua viva del pueblo y la lengua culta de los literatos, entrañan la fuente del caudal léxico, semántico y gramatical en cuya veta idiomática estudiamos nuestro medio expresivo de comunicación, no con una simple actitud de aficionado, sino con esmerada disciplina filológica para que nuestros estudios propicien una fuente válida para el conocimiento de la palabra, que enaltece el vínculo de lo humano y lo divino en el arte de la creación verbal.

Presencia de la Academia en la sociedad. La conciencia de lengua constituye una poderosa motivación intelectual para asumir la palabra como herramienta de trabajo ya que el uso del lenguaje, entre cuyos usuarios sobresalen escritores, profesores, sacerdotes, políticos, periodistas, actores y comunicadores mediante la realización de un decir que sirve de transmisión de conocimientos, intuiciones, verdades, testimonios y vivencias que fundan los cimientos de nuestra cultura con el despliegue del talento creador de cuantos acuden a la palabra con sentido científico, artístico, humanístico, estético y espiritual. De ahí la necesidad de contribuir al desarrollo de una expresión correcta, precisa y elegante mediante el uso acrisolado de la lengua, que esta Academia impulsa y promueve para que nuestros hablantes forjen sus imágenes y conceptos con la belleza que conmueve la sensibilidad y la verdad que edifica la conciencia. La autoridad lingüística de la Academia Dominicana de la Lengua, en tanto institución estudiosa y orientadora de nuestro idioma, entraña la realización de una obra lexicográfica, gramatical y ortográfica para “lograr el fruto que se propone de poner la lengua castellana en su mayor propiedad y pureza”, según rezan los estatutos de la institución, misión que asumimos los académicos dominicanos en nuestra condición de cultores de la lengua con la vocación para forjar una expresión ejemplar que potencie el caudal idiomático y enriquezca la expresión literaria en la fragua del buen decir, crisol y cauce de la más alta aspiración lingüística de los hablantes conscientes del don que entraña la posesión y el dominio de la palabra.

Servicio a los usuarios de la lengua. En nuestra condición de hablantes, estudiosos y cultores del español dominicano, los académicos acoplamos el genio de nuestra lengua a nuestra idiosincrasia cultural nativa. La lengua es la mejor vía para fortalecer nuestra esencia como pueblo y nuestra idiosincrasia intelectual, mediante una definida cosmovisión abierta y un amplio horizonte espiritual que potencie, mediante una expresión correcta, comprensible y hermosa, el fuero de nuestra lengua y el valor de nuestra cultura. Para cumplimentar ese singular objetivo hemos realizado centenares de actividades lingüísticas y literarias en la sede de la Academia y, con los académicos de la lengua comprometidos con la institución, nos hemos desplazado a diferentes centros culturales y comunidades del país para incentivar el interés por la lengua y el aprecio por las letras españolas, americanas y dominicanas. Hemos organizado coloquios y talleres lingüísticos y literarios. Hemos editado opúsculos, libros y diccionarios. Hemos contestado decenas de comunicaciones y respondido a variadas consultas lingüísticas y literarias. Con Fundéu, Fabio Guzmán Ariza y Ruth Ruiz dan oportunas recomendaciones ortográficas y gramaticales. El equipo lexicográfico de la ADL realiza ingentes tareas de estudio sobre el habla dominicana. Hemos presentado los códigos de la lengua en diversos escenarios. Contestamos cartas y correos electrónicos, y aclaramos dudas sobre lengua y literatura. Llevamos nuestras inquietudes idiomáticas a diversos centros docentes del país. Hemos presentado de manera presencial y mediante plataforma telemática ponencias, charlas y libros en diferentes centros culturales nacionales e internacionales. Hemos colaborado con la RAE, de la que somos los interlocutores autorizados de nuestra habla y de nuestro país, en informes lexicográficos, gramaticales, fonéticos y ortográficos sobre nuestros códigos lingüísticos. Redactamos reportes mensuales y boletines de las actividades lingüísticas y literarias para los académicos y preparamos textos sobre nuestra labor en la Academia.

Con los integrantes de la comisión lingüística de la Academia (Bruno Rosario Candelier, María José Rincón, Ricardo Miniño Gómez, Fabio Guzmán Ariza, Ana Margarita Haché, Rafael Peralta Romero, Roberto Guzmán, Ruth Ruiz, Domingo Caba, Liliana Olloqui, Rita Díaz, Fernando Cabrera y Miguel Collado), hemos sembrado inquietudes lingüísticas mediante conferencias, talleres y publicaciones; y con la comisión literaria de la institución (Bruno Rosario Candelier, Federico Henríquez Gratereaux, José Enrique García, Manuel Núñez, Juan José Jimenes Sabater, Tony Raful, José Rafael Lantigua, Ofelia Berrido, Emilia Pereyra, Cérvido Candelaria, Camelia Michel, Carmen Pérez Valerio, Juan Freddy Armando y Luis Quezada), hemos llevado orientación literaria a diferentes escenarios. El estudio de la lengua y la literatura han sido, desde su fundación, la razón y la inspiración que justifica la existencia de la ADL a favor de nuestro idioma y de nuestro país. Desde las raíces de nuestra cultura y la energía de nuestra conciencia aflora el aliento iluminador mediante el cual fluye, con el saber que edifica y la belleza que ilumina, la voz orientadora. Con esa tarea centrada en la palabra, esta Academia cumple la misión que le fuera signada para hacer de nuestro idioma la fuente de nuestras apelaciones intelectuales, morales, estéticas y espirituales, crisol y cauce de la palabra.

 

Perfil y razón de la Academia Dominicana de la Lengua 

  1. ¿Cómo y cuándo se fundó la Academia Dominicana de la Lengua? A mediados del año de gracia de 1927, la Real Academia Española (RAE) contactó a su Excelencia Adolfo Alejandro Nouel, entonces arzobispo de Santo Domingo, para que este ilustre dignatario de la Iglesia Católica convocara a prestantes figuras de la intelectualidad dominicana con el objetivo de fundar una institución similar a la RAE, que sería la Academia Dominicana de la Lengua (ADL). Organizada gracias a la iniciativa del arzobispo Nouel, quien convocó para tal fin a notables intelectuales y personalidades del país en la tercera década del siglo XX, la ADL quedó fundada en el Palacio Arzobispal de la capital dominicana el 12 de octubre de 1927. Los miembros fundadores de la ADL, encabezados por el arzobispo de Santo Domingo, fueron los siguientes: Mons. Dr. Adolfo A. Nouel, Presidente; Lic. Alejandro Woss y Gil, Vicepresidente; Lic. Federico Llaverías, Secretario; Lic. Cayetano Armando Rodríguez, Lic. Manuel A. Patín Maceo, Lic. Manuel de Jesús Troncoso de la Concha, Dr. Alcides García Lluberes, Lic. Félix M. Nolasco, Dr. Bienvenido García Gautier, Lic. Arístides García Mella, Lic. Andrés Julio Montolío y Lic. Rafael Justino Castillo. Cuando la ADL fue reconocida el 31 de diciembre de 1931 como Academia Correspondiente de la Real Academia Española, su matrícula fue elevada a 18 miembros de número, que se sumaron a los ya citados: Lic. Manuel de Jesús Camarena Perdomo, presbítero Dr. Rafael Conrado Castellanos, Lic. Juan T. Mejía, Dr. Max Henríquez Ureña, Lic. Enrique Henríquez, Dr. Arturo Logroño y Lic. Ramón Emilio Jiménez. Sus miembros de número han de ser dominicanos cultos, disciplinados y honestos y, desde luego, amantes de las letras y cultores de la palabra. En virtud de su vinculación con la RAE, la ADL forma parte de la ASALE, entidad que obtuvo su autonomía mediante un tratado de los países miembros efectuado en la capital de Colombia, Santa Fe de Bogotá, el 28 de julio de 1960, según Resolución no. 274 del 19 de marzo de 1968, publicada en la Gaceta Oficial no. 9074, del 28 de marzo de 1968.
  1. ¿Cómo son elegidos los miembros de la Academia? Los miembros de la Academia son elegidos por los propios académicos numerarios. Un miembro de número propone un candidato, que se somete a la consideración de los titulares de la Academia. Si ese candidato obtiene mayoría de votos en la asamblea eleccionaria, queda elegido miembro. Sólo tienen derecho al voto los miembros de número a los cuales se les asigna un sillón, signado con una letra del alfabeto. La incorporación del nuevo miembro se realiza mediante un acto protocolar, presidido por el director, quien formaliza su entrada a la corporación como miembro de número de la ADL y miembro correspondiente de la RAE, tras la lectura de un discurso de ingreso, presentado por el nuevo miembro, y un académico lo recibe con un discurso de recepción en nombre de la corporación.
  1. ¿Cuál es el rol de la Academia de la Lengua en la sociedad? En primer lugar, y a lo interno de la institución, la Academia colabora con las tareas lingüísticas (lexicográficas, ortográficas y gramaticales) de la RAE, labor centrada fundamentalmente en la revisión de los diccionarios, la ortografía y la gramática de nuestra lengua, de acuerdo con las pautas emanadas de la RAE, labor que realizamos en forma consensuada en atención al carácter panhispánico de los códigos esenciales de nuestra lengua, que orienta la visión de las autoridades de la RAE, de la que cada una de las Academias reconocidas tiene la categoría de correspondiente de la Española, razón por la cual los miembros de número son correspondientes de la RAE. En segundo lugar, y a lo externo de la institución, esta Academia realiza una labor de investigación, organización y promoción de temas y asuntos vinculados con el estudio, la difusión y la defensa de nuestra lengua, conforme la misión esencial de las Academias, que desde su fundación ha sido el estudio de nuestra lengua y el cultivo de las letras. Cada Academia centra su atención en la variante idiomática del español de su tierra. Procuramos realizar esa misión mediante la realización de estudios de nuestra lengua y la promoción de actividades canalizadas en seminarios, coloquios, conferencias, tertulias, presentación de libros, participación en los medios de comunicación, atención a consultas lingüísticas, etc. Velamos por el desarrollo de nuestra lengua, el mantenimiento de los valores intelectuales, espirituales y estéticos inherentes a nuestra herencia lingüística y el fortalecimiento del acervo cultural y la defensa de nuestra esencia nacional de un país que habla español, concepto que recoge el lema de nuestra Academia: “La Lengua es la Patria”. Contamos con colaboradores para la realización de la misión que nos compete. Con ese fin, la presente dirección de la institución creó el Grupo de Narradores “Mester de la Academia” para impulsar la creación literaria fundada en el genio de nuestra lengua e inspirada en nuestras raíces históricas, lingüísticas y culturales. Hemos creado el Instituto de Formación Lexicográfica, para impulsar los estudios de nuestra habla y rastrear el comportamiento de nuestra lengua y el desarrollo de nuestras letras. Creamos también la Tertulia Lingüística de la Academia, para incentivar los valores de nuestra lengua; la Tertulia Literaria de la Academia, para fomentar el conocimiento de las letras y dar a conocer los valores literarios del país. Esta corporación pondera y enaltece la función social, moral y espiritual de la palabra mediante el uso ejemplar de la lengua y el cultivo de los valores que enaltecen la condición humana, por lo cual la ADL es una de las instituciones culturales más importantes.
  1. ¿Cuáles condiciones se requieren a quienes aspiren a ingresar a esta institución? La primera condición, entre varias, es la de que el aspirante a miembro de nuestra institución sea un hablante con alta conciencia lingüística. Siendo la lengua una propiedad de los hablantes, y siendo la Academia la institución llamada a regir cuanto concierne al desarrollo de nuestra lengua, ha de estar integrada por lingüistas y filólogos expertos en la explicación de nuestra lengua; por creadores literarios con la capacidad intelectual para teorizar sobre los fenómenos de la creación literaria; y por hablantes cultos cuya conciencia lingüística se manifieste en obras publicadas con evidente dominio de la lengua. Se trata, en síntesis, de personas con méritos lingüísticos y literarios exhibidos en el uso de la lengua mediante sus creaciones o sus publicaciones; en manifestaciones intelectuales, morales, estéticas y espirituales que connoten los atributos del candidato con las condiciones formativas y los méritos lingüísticos y literarios para formar parte de nuestra corporación. Tanto la RAE, como las demás Academias, están abiertas no solo a filólogos y lingüistas, sino a los escritores y los hablantes cultos con preocupación por la palabra, y actualmente la institución matriz recomienda que incorporemos individuos de las diferentes disciplinas científicas y humanísticas (Historia, Medicina, Sociología, Economía, Política, Agronomía, Religión, Filosofía, Artes, Ciencias, etc.), de manera que las Academias incorporen especialistas y conocedores en todas las ramas y vertientes del saber humano, siempre que esos intelectuales tengan conciencia de su lengua.
  1. ¿Qué aporte ha hecho la Academia Dominicana de la Lengua a nuestra cultura? La Academia Dominicana de la Lengua ha sido un baluarte en la defensa de los valores de la dominicanidad desde la base de nuestra cultura, que es la lengua. No solo hemos contribuido con los planes y proyectos de la RAE en el desarrollo de nuestro idioma, sino que cada académico tiene una brillante hoja de servicios al país desde la lengua misma, comenzando por sus creaciones literarias, el ejercicio de la palabra a través de la cátedra, el púlpito y los medios de comunicación, y cada uno de ellos ha hecho un uso ejemplar de la lengua y ha dado notaciones de creación mediante el cultivo de la literatura, o ha realizado un aporte intelectual mediante la labor interpretativa de textos, la docencia universitaria, el ejercicio crítico o la creación ensayística y el enriquecimiento de la vertiente estética de nuestra lengua con obras de poesía, narrativa y teatro. Hemos editado boletines y libros que impulsan el conocimiento y la valoración de nuestra lengua. Hemos realizado un trabajo de difusión lingüística y literaria en las principales poblaciones del país.
  1. ¿Cuáles son los criterios para introducir nuevas palabras a nuestro idioma? La Academia requiere que un vocablo haya sido sancionado por el uso durante cinco años para ser incorporado al Diccionario de la lengua española. Esa vigencia temporal es importante porque hay voces y expresiones que surgen y desaparecen, por lo cual es conveniente que las que registre la Academia sean vocablos vigentes, con ese lapso de tiempo ratificado por los usuarios de la lengua. Y, desde luego, las palabras incorporadas han de ser realmente representativas de un sector considerable de los hablantes. Cada país contribuye con el aporte de nuevos vocablos y nuevas expresiones al caudal léxico de la lengua general.
  1. ¿En qué se distingue un dominicanismo en el conjunto de voces de nuestro léxico? Un vocablo se considera dominicanismo si cumple las siguientes condiciones: a) Una palabra con una composición léxica original del español dominicano. b) Una palabra de la lengua española con una acepción o significación exclusiva del lenguaje dominicano. En el primer caso, cuando se trata de una palabra propia del léxico dominicano, es decir, con una nueva estructura léxica, y por tanto inexistente en el repertorio de la lengua, lo que se llama dominicanismo léxico. En el segundo caso, es decir, cuando se trata de una palabra de la lengua a la que le asignamos un nuevo significado, exclusivo entre nosotros, se llama dominicanismo semántico. Palabras como chin, pariguayo, tutumpote, son dominicanismos léxicos; y términos como aguaje, boche, vale, son dominicanismos semánticos, porque estos últimos existen en la lengua general, aunque en el español dominicano tienen una acepción o un sentido específico. Hay muchos términos y expresiones que entran en esa categoría. Hemos coleccionado y definido algunas voces que hemos propuesto a la consideración de la Real Academia Española para su incorporación al diccionario oficial de nuestra lengua.

 

Un poco de historia de la Academia Dominicana de la Lengua

Bruno Rosario Candelier

Director de la Academia Dominicana

 

La Academia Dominicana de la Lengua, establecida en Santo Domingo el 12 de octubre de 1927, con la categoría de correspondiente de la Real Academia Española en República Dominicana, cultiva el estudio de la lengua española como fundamento de nuestra cultura y aplica la pauta expresada en su lema “La Lengua es la Patria”.

La sede oficial de la Academia Dominicana de la Lengua, ubicada en un imponente edificio de concreto armado en la Ciudad Colonial de Santo Domingo, rotulado con el nombre de Casa de las Academias, comparte el inmueble con la Academia Dominicana de la Historia y la Academia Dominicana de Medicina.

La fachada y el material con que está construido el edificio de la Casa de las Academias, ubicado en la calle Mercedes, no. 204, con dependencias correspondientes a los dos niveles de que consta, obedecen a una estructura cuyo diseño es de inspiración colonial al modo hispánico, con admirable valor histórico, ambiental, documental y técnico. Su actual función como alojamiento de la Casa de las Academias es esencialmente cultural y educativa. El estilo y la categoría del edificio, incluidos ciertos detalles singulares -aljibe de ladrillo en su patio interior, hueco para Santa Bárbara, vertedero, habitaciones contiguas- es una construcción de los primeros tiempos coloniales restaurada hacia el año de 1880 y su apariencia revela, entre otros elementos arquitectónicos, unas arquerías y su materia en piedra que sugieren datos de comparación con otros importantes monumentos ubicados en la Ciudad Colonial de Santo Domingo. Una visión en perspectiva de la fachada frontal del edificio revela el valor monumental que expone el período histórico de la época en que la edificación fue construida, así como el estilo republicano colonial que la caracteriza. La finalidad académica asignada a la edificación donde tuvo su morada el presidente de la República, general Ulises Heureaux (Lilís), es ahora su actual destino. Unas fotos desde diferentes perspectivas, como una ilustración fotográfica con vistas de las fachadas delantera y trasera (calles Mercedes y Luperón), reflejarían sus interiores con sus arcadas y detalles como tímpano, puerta principal y pozo del patinillo, ya que muestra un panorama atractivo desde el punto de vista arquitectónico. Su espaciosa contextura y su variedad de elementos arquitectónicos causa especial deleite al contemplador por la sensación de amplitud en los gruesos muros encalados, de singular resistencia al paso del tiempo. Primero fue un fortín militar al servicio del gobernador de la Colonia en el siglo XVIII y continuó siéndolo durante la siguiente centuria, de acuerdo con las huellas de objetos encontrados en esas etapas del calendario. Aunque se combinan en el edificio los trabajos de construcción correspondientes a porciones históricas continuas y diferentes, la remodelación efectuada en los finales del siglo XIX por Manuel María Gautier integra y unifica sus características. Cuando este local se usó como residencia del presidente Lilís, se modernizó según los gustos y modas al estilo francés y victoriano. Entonces aparecen en ella el balcón corredizo de su fachada y sus puertas y tragaluces labrados según la versión antillana de inspiración victoriana. Tras la muerte del presidente Heureaux, la casa fue vendida y albergó en lo sucesivo la Receptoría de Aduanas, en el período del gobierno durante la Ocupación Americana (1916-1924), y luego la Contraloría de la República, el Banco Central y el Monte de Piedad. Hubo también una galería artística.

El misterio no queda fuera del acontecer ligado a este inmueble como a muchos edificios de la Ciudad Colonial. Consideramos dicho factor como uno de los atractivos turísticos en esta zona de la ciudad capital, donde la historia se mezcla con lo arcano en personajes, leyendas, historietas y hechos. Todo, dentro de la simetría física y el equilibrio que caracterizan el aspecto material de estos impresionantes edificios coloniales. Así, el macabro hallazgo de un cuerpo de mujer aparecido en el caserón con motivo de los trabajos de confección de un horno para uso de la oficina del Banco Central,  que allí se estableció, puso el toque siniestro, que rara vez ha faltado en la vida de dichos personajes silenciosos que suelen compartir el espacio físico en templos, ruinas y palacios antiguos.

Como acontece con las personas, sucede con esta casa, que en su origen era distinta: su distribución diferente, así como su finalidad. Distinta era su posición, diversa la ubicación de su portal y de su patio. Tenía huecos simétricos que evidencian la anterior existencia de utensilios armamentísticos, escalera, pasarela, huellas de letrinas cuyos tamaños sugieren gran concentración humana, un pozo de forma singular, huecos, desagües, la arcada y arcos de piedra difieren su estructura material entre el primer y segundo niveles donde ladrillos sustituyen piedras y cambian hacia una particularidad poco usual en arquitectura colonial.

El cambio de vida en los siglos XIX y XX influye sobre los espacios ahora dedicados a nuevos usos, más comodidad y mayor funcionalidad. Cisterna y modernos sanitarios ocupan el patio central. Los estudios arqueológicos refieren la aparición en capas profundas de restos y cerámicas indígenas, además de surcos para el almacenaje de las armas. El gobierno dominicano que presidiera el presidente Joaquín Balaguer, quien fuera miembro numerario de la ADL, ordenó la restauración de esta casa que en principio autorizó a la  Academia Dominicana de la Lengua instalar su sede en ella, y que hoy alberga las sedes solemnes de tres citadas Academias de la Lengua, de Historia y de Medicina.

Por razones históricas, arquitectónicas y ambientales el edificio de la Casa de las Academias se acerca al cumplimiento de las reglas que buscan mantener la imagen de la Ciudad Colonial. A saber: equilibrio de lo antiguo y lo actual, lucidez y homogeneidad de elementos urbanos e históricos y armonía estructural en sus elementos componentes.

La Ciudad Colonial se rige por un plan regulador que abarca los circuitos monumentales, con faroles para el alumbrado, calles adoquinadas y hermosos balcones. En cuanto al primer punto, se toman en cuenta los criterios de definición del límite aledaño; aspectos por reglamentar en un entorno de monumento o de conjunto; incluidas la homogeneidad y la coherencia contextual de los inmuebles; selección de ambientes republicanos y sus aspectos por reglamentar; crecimiento del inmueble, tratamiento histórico-arquitectónico y categoría de los mismos. Además, estilos y sus relaciones contiguas, siluetas, techo, textura; color de los muros; aderezos de carpinterías; rejas, puertas y ventanas; materiales, jambas, dinteles; relieves, balcones y balconcetes. El monumento colonial aquí descrito pertenece al estilo colonial afrancesado republicano. Es decir, en principio vivienda abierta al clima, balcones corridos, simetría en la edificación, elevadas puertas. Luego, incorporación de materiales como concreto armado, balcones corridos de hierro, tragaluces, grandes rejas que mitigan el calor tropical y facilitan la circulación de los vientos. El diseño de la Casa de las Academias se basa en el concepto actual que usa la funcionalidad sin excesos de fantasía, a menos que así lo permita la capacidad de los materiales usados. Forma y materia van entrelazadas para darle funcionalidad y esplendor a la edificación. Para la estructuración física de la construcción que aloja a la Academia se toma en cuenta su finalidad cimentada en el origen solemne que animaba ese concepto desde su nacimiento en la antigua Atenas, dedicada al cultivo de la filosofía y orientada primeramente por Platón, en la que se reunían sabios y pensadores, hasta llegar después a su amplia función, que es la de servir de albergue a la cultura general, a través de las actividades de escritores, historiadores, científicos, filólogos y literatos. Ejemplo sobresaliente de esta clase de institución es la Academia Dominicana de la Lengua, correspondiente de la Real Academia Española, con su lema “La Lengua es la Patria”. Creada gracias a la iniciativa del arzobispo Adolfo A. Nouel, quien convocó para tal fin a notables intelectuales y personalidades de Santo Domingo en la tercera década del siglo XX, quedó fundada en el Palacio Arzobispal de la capital dominicana, el 12 de octubre de 1927. Esta entidad lingüística fue incorporada a la Real Academia Española el 31 de diciembre de 1931 y sus miembros fundadores fueron reconocidos como miembros de número de la Academia Dominicana de la Lengua y miembros correspondientes de la Real Academia Española. Actualmente cuenta con miembros de número y miembros correspondientes, que son individuos escogidos por su talento, su aporte y su colaboración al servicio del desarrollo cultural. La institución forma parte de la Asociación de Academias de la Lengua Española, que obtuvo su autonomía legal mediante un tratado de los países miembros efectuado en Santa Fe de Bogotá, Colombia, en 1960. Un ilustre miembro de esta Academia, el doctor Joaquín Balaguer, a la sazón presidente de la República, concedió a la Academia Dominicana de la Lengua, con motivo de la celebración del Quinto Centenario del Descubrimiento y Conquista de América en 1992, la autorización para ocupar el edificio de la calle Mercedes, marcado con el número 204, de la Ciudad Colonial de la capital dominicana.

Esta Academia, que tiene la categoría de entidad paraestatal, consigna el ideal de “mantener en la República Dominicana el idioma castellano en todo su esplendor y pureza”. El grupo originario de 12 miembros fundadores se ha elevado hoy a 28 miembros de número y 40 correspondientes nacionales y 15 miembros correspondientes extranjeros. Los asientos de los miembros de número, que son vitalicios, están identificados con las letras del alfabeto desde la A hasta la Z en sus respectivos sillones académicos. Merece primordial atención y especial recuerdo, entre sus documentos constitutivos, el primer discurso de su ilustre fundador en el cual figuran, como faro de iluminación patriótica y cultural, estas significativas palabras: “Limad con el acero de la inteligencia las duras asperezas de la realidad y habréis levantado a la República un monumento más duradero que el mármol y el bronce, más resistente que el granito de nuestras montañas, más enhiesto que los picachos de nuestras cordilleras y tan sublime como la libertad conquistada a golpe de sacrificios y heroísmos de nuestros ilustres antepasados”.

Estas ideas emanadas de la privilegiada mente del primer presidente de esta corporación han dado impulso y esplendor a la Academia Dominicana de la Lengua, presidida desde su fundación por ilustres intelectuales, capaces y consagrados, como han sido los doctores monseñor Adolfo Alejando Nouel (1927-1937), Cayetano Armando Rodríguez (1937-1940), Juan Tomás Mejía Soliere (1940-1961), Fabio A. Mota (1961-1975), Carlos Federico Pérez y Pérez (1975-1984), Mariano Lebrón Saviñón (1984-2002) y Bruno Rosario Candelier, actual director, quien rige los destinos de esta institución desde el 2002.

 

Bruno Rosario Candelier

Academia Dominicana de la Lengua

Santo Domingo, R. D.,  9 de junio de 2021

Cuquear, quitar

Por Roberto E. Guzmán

CUQUEAR

“Porque en estos momentos que me CUQUEAN…”

Hace largo tiempo que este verbo circula en el habla de los dominicanos. Es una pena que voces como estas, por el hecho de no pertenecer al español internacional no consten con documentación en la literatura; solo en años recientes se ha podido avanzar en este punto.

En casos como este hay que conformarse con los levantamientos de voces que se hicieron en el pasado que constan en los diccionarios y vocabularios, aunque infortunadamente fueron redactados sin citas documentales.

D. Augusto Malaret fue el primer estudioso que recogió el uso de un verbo con la significación que tiene cuquear en el actualidad. Es el verbo cucar que ya a principios del siglo XX se consideraba anticuado en España. Ese tratadista escribe que cucar es, “Molestar, provocar. – // Incitar a uno porfiadamente para que ejecute una cosa”. Cuarenta años más tarde, 1955, este autor asienta la misma acepción con una cita del año 1849.

La primera mención del verbo con la grafía cuquear viene en el Vocabulario cubano (1921:169), allí aparece así, “Empleado por ´azuzar´, ´provocar´”. En esa obra vienen también varias palabras de la misma familia, “cuqueador, cuqueadura, cuqueo”. Como es posible inducirlo, el cuqueador es la persona aficionada a cuquear; la cuqueadura y el cuqueo son sinónimos para, “Acción y efecto de cuquear”. Este autor entiende que el verbo cuquear debe su etimología al castellano antiguo cucar.

En El español en Santo Domingo, D. Pedro Henríquez Ureña asienta la voz del título con la acepción de “provocar”; a la vez reconoce que es voz conocida en Cuba, Puerto Rico y Venezuela. D. Pedro reconoce, usando paréntesis, que esa voz se conoce en España.

Lo que sucedió con el verbo original, cucar, es algo que ha sucedido en la lengua a través del tiempo sobre todo en América. Algunos verbos de vieja estirpe reciben modificaciones por medio del habla. Sobre todo, en un caso como el que se comprueba aquí cuando el uso del verbo iba de capa caída en el español de la península. La terminación que se atribuyó a este verbo es una que ha producido muchos verbos en el español de las Antillas, -ear.

En el habla descuidada (¿cotidiana?) se enuncia el verbo cuquiar que es como D. Emilio Rodríguez Demorizi escribe el verbo en su obra Del vocabulario dominicano (1983:73) y lo define, “Despertar los instintos de alguien, incitar. . .” Él introduce una explicación al añadir, “No me cuquees. No me busques”. Con estas palabras reconoce que significa provocar.

El verbo ha conservado vigencia en el español cubano, ejemplo de esto es la forma en como el Diccionario ejemplificado del español de Cuba (2016-I-367) se ocupa de este, “Incitar a alguien con palabras o hechos a que reaccione de manera airada”. Es una definición completa. Ese diccionario reconoce el valor del verbo en tanto “azuzar” un animal.

En Venezuela parece que el origen del verbo procede del juego con un trompo de los que se enrollan para hacerlo bailar, reguilar. De allí pasó a, “Provocar, molestar a una persona o animal”.

En Puerto Rico el verbo ha conservado el valor original, a la vez que pasó a significar “Preparar la droga químicamente, cocinarla”. Allí se ha conservado el verbo cucar.

El Tesoro del español de Puerto Rico trae noticias del uso de cuquear en Tabasco, México y Bolivia, además de los antes consignados.

 

QUITAR

“… me QUITAN un millón 250 mil pesos para darme una terapia…”

El verbo quitar posee muchas acepciones. Algunas de ellas han estado en la lengua desde hace siglos; otras han ido incorporándose con la evolución de la lengua. Con el uso que las ha impuesto. Esas acepciones han sido reconocidas por las Academias como correspondía.

En la cita que ilustra el uso al principio de esta sección, no hay modo de que pueda hacerse entrar este uso entre las acepciones reconocidas por el diccionario oficial de la lengua común.

En ninguno de los diccionarios de consulta internacional aparece una definición que satisfaga el uso que de este se hace en la cita en cabeza de este escrito. Hubo que esperar hasta la aparición del Diccionario del español dominicano en el año 2013 para que se hiciera constar este uso dominicano que constituye un dominicanismo semántico. En la página 581 de ese lexicón aparece así, “Cobrar una cantidad de dinero por algo”.

Leído con la ayuda de esta acepción se entiende que en la cita no se trataba de despojar o privar a una persona de la cantidad de dinero que se menciona.

Llama la atención que solo en el habla de los dominicanos se encuentra este uso. En el Diccionario de la lengua española de la Asociación de Academias de la Lengua Española el verbo quitar aparece con catorce acepciones y solo una de ellas alude a asunto pecuniario, “Desempeñar lo que estaba en prenda o garantía”.

Con la acepción dominicana del verbo quitar hay que tratar de entender cómo llegó el hablante dominicano a este uso. La explicación posible, o una de ellas, es que con este verbo empleado de esta manera lo que destaca el hablante es la poca o ninguna disposición que experimenta una persona para pagar por el servicio que se le presta. Indirectamente quien paga se siente desposeído mediante el cobro de que se hace objeto; de ahí que se exprese de este modo.

Este uso del español dominicano no anda descaminado del español antiguo, pues el Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico (1982-IV-736) trae la noticia de que “quitar valga ´pagar´. De donde “me quitan” equivale a “me hacen pagar”. Quitar fue también “solventar una obligación”.

Quillarse, enllavado

Por Roberto E. Guzmán

QUILLARSE

“… el solo hecho de mencionarla hace que me QUILLE…”

El verbo quillarse es de reciente aparición en el léxico dominicano. Como ha sucedido con muchas otras voces nuevas esta tiene características que hacen pensar que proviene de los estratos jóvenes de hablantes de español dominicano.

El español dominicano conocía con anterioridad a este, el verbo transitivo quillar con el valor de, “Golpear y arrancar un fragmento a un objeto de vidrio”.

En el habla moderna quillado se utiliza en mayores ocasiones para transmitir la idea de que alguien está enfadado, molesto. Es un sentido del verbo que ha alcanzado más notoriedad, al punto de dar origen a “quille” que es la molestia o enfado mismo producido por la acción.

En el primer verbo transitivo quillar, la cosa que había sido golpeada y perdido un fragmento, se decía que estaba quillada. Hay que resaltar en este punto cómo el habla rápidamente acude a establecer diferencias al elegir dos palabras diferentes para distinguir los resultados del mismo verbo cuando este tiene sentidos distintos; cuando se trata de la persona, en el verbo intransitivo pronominal quillarse, la persona “tiene un quille”.

Es posible que cada persona reaccione de manera diferente al oír una palabra. Una parte de esta reacción proviene de conocimientos o experiencias anteriores en la vida propia. Esto es para destacar que el verbo quillar usado para golpear y arrancar un fragmento de un vidrio, se utilizaba también para los objetos con esmalte que perdían parte de este.

La reacción personal de quien escribe al oír el verbo quillar en su primera acepción era acerca de la imperfección de lo que se hablaba. El quillado afeaba la superficie al producir imperfección en el acabado de la superficie.

El verbo quillar(se) puede considerarse de aparición relativamente reciente en el español dominicano. Esto así si se toma como referencia que la primera mención en un lexicón dominicano es en el Diccionario del español dominicano (2013:580). Puede afirmarse que es una creación léxica del español dominicano, tanto por su formación como por su significado.

 

ENLLAVADO

“… oficiales de las FF.AA.  y de la Policía Nacional, ´bien ENLLAVADOS´ figuraban en varias nóminas…”

La búsqueda en las obras acerca del español dominicano relativas a la familia de voces “enllavado, enllavamiento, enllavadura, enllavar, enllave”, hace pensar que son de reciente aparición en el español dominicano. Hay más aún, se piensa que esas voces tuvieron su origen en el ámbito urbano, por oposición al rural.

Esta descendencia procreada por el verbo enllavar tiene su explicación. El enllavado es la relación establecida entre las personas. El enllavamiento es el resultado de la relación. La enllavadura es el trato o conexión. Enllavar es la acción de trabar el nexo. El enllave es cada una (agente) de las personas envueltas en este tipo de amistad.

Entre las obras que se han ocupado del vocabulario dominicano la primera que registra una voz emparentada con estas es Dominicanismos de Patín Maceo. La voz que trae esta obra es enllavar. Este verbo lo consigna de este modo, “Conseguir un empleo”.

Mediante la lectura de la acepción puede comprobarse la estrechez primera del significado. En las obras sucesivas el verbo y sus derivados ensancharon su campo de acción.

Enllave aparece en Del vocabulario dominicano (1983:104) con el valor de, “Compañero, cómplice. Camarada”. Para el verbo este autor repite lo que Patín Maceo había escrito antes.

Puede observarse que en los cuarenta años transcurridos entre una obra y otra apareció el nombre para la persona que ejerce o recibe la acción. Así mismo las personas involucradas en la relación de enllavadura pasan a ser compañeros, camaradas; y hasta cómplices como sugiere la cita en cabeza de este escrito.

Con este deslizamiento del uso la voz alcanza un cariz de envilecimiento del que carecía al principio. A la voz enllave Deive en su Diccionario de dominicanismos (2002:86) añade “persona influyente”. Es probable que este autor haya llegado a esta conclusión porque el sujeto de la acción es capaz de “conseguir un empleo”.

Más arriba se dejó entrever la posibilidad de que la voz hubiese nacido en los pueblos. Esta teoría se presenta porque la mayoría los “empleos” se generan en la estructura gubernamental de las instituciones públicas. El verbo conseguir en la primera definición de enllavar permite traslucir que la posición obtenida para otro se hace por la relación de amistad que implica el compañerismo, la camaradería.

La definición reciente del enllave la consigna el Diccionario de americanismos (2010), “Socio o persona de confianza que presta su ayuda para algún fin”. Echa de verse en la redacción de esta acepción que el enllave no solo se limita a conseguir empleo, sino “algún fin”. Por tanto, es más amplio el alcance de la influencia que un simple empleo.

En la misma dirección anterior se orienta el Diccionario del español dominicano (2013:288) cuando a la acepción anterior reconoce la confianza que existe entre las personas involucradas en la relación de enllaves, “persona de confianza”.

La evolución más reciente del concepto enllavadura la incluye el último diccionario citado cuando en la segunda acepción escribe, “Amigo, compañero inseparable”, con lo cual se colocó el acento sobre el sentimiento de afecto y confianza.

Alcanzado este punto puede repetirse la teoría que se avanzó en un artículo anterior a este que versó sobre el origen de estas voces. Se piensa que esta familia de voces deriva de la palabra llave. Es un vínculo creado, es un medio que asegura quitar estorbos o dificultades que se oponen a la consecución de un fin.

En la sociedad dominicana cada persona que vive en el seno de una comunidad, por fuerza de las circunstancias tiene sus enllaves de diferentes clases para fines distintos.

Estas voces estudiadas aquí se parecen mucho a una tendencia y práctica que existe en los países menos desarrollados políticamente, es la práctica del amiguismo que es la propensión a favorecer a los amigos a toda costa para cargos, privilegios y puestos.

Las voces examinadas en esta sección son creaciones léxicas del habla de los dominicanos. Solo los dominicanos cuentan con una voz, o varias, para denotar la trabazón de afecto y confianza que se han definido más arriba.