Por Melania Emeterio Rondón
En el habla dominicana es de uso común acogerse al significado de ciertas afirmaciones que se han hecho muy familiares. Algunas de ellas fungen de carta preventiva para evitar que hechos pasados, personales o colectivos, se repitan. Un ejemplo que viene al caso es el siguiente: “Quien no conoce su historia, está obligado a repetirla”. Traigo aquí este pensar sentencioso, a propósito de la publicación de la novela “El Degüello de Moca”, autoría del Dr. Bruno Rosario Candelier, quien la hizo pública al final del año 2018. Quizá con el propósito de que no se olvide el hecho, como en efecto parece, el autor quiso recrearlo y así salvarlo del olvido, usando para ello un género literario que, como la Novela, goza de gran acogida.
El degüello de Moca, que no sabemos si está en los libros de textos de historia dominicana para estudiantes y el profesorado, fue un hecho de desangre y de crueldad que tuvo lugar en la Villa de Moca un miércoles 3 de abril del 1805 a manos de lo tropas haitianas bajo fervor de su triunfo contra los franceses. El degüello marcó a los habitantes de esta parte de la isla, especialmente a Moca. Este acontecimiento del que hace apenas 214 años, debería ser recordado en la República Dominicana del mismo modo en que Haití celebra los 213 años de su independencia el 1 de enero del 1804.
A pesar de la dimensión de lo ocurrido en Moca, y que fue el producto principalmente de proceder cizañozo del vandalismo de la tropas haitianas, en el imaginario colectivo se da la impresión de que lo sucedido fue una especie de una fábula, o un pretexto para “acuñar odio contra Haití”. Es así como se contribuye a sepultar la historia para salvar al victimario. Es así como se ha olvidado de cuajo que a solo un año de su independencia los haitianos llevaron a cabo uno de los crímenes de odio más atroces y masivos en la historia de pueblos cercanos. El nuestro es un comportamiento de víctima que guarda silencio porque tiene miedo. De este hecho no se quiere hablar, ni siquiera como desagravio que es un derecho y una responsabilidad social e histórica, sobre todo al rememorar la fecha del 3 de abril 1805.
Intuyo que el autor del a Novela “El Degüello de Moca” destaca y reitera en cada página y hasta el cansancio, el hecho histórico del degüello, y la forma en que este se produjo. Aquí el autor está empleando el recurso de “Memoria contra el olvido”. No por casualidad introduce gran cantidad de citas de libros, revistas y periódicos que son fuentes documentales sobre el degüello de Moca. También hace referencia de nombres de personas que son descendientes de los que en esa masacre pudieron sobrevivir.
La narrativa se inicia con una referencia histórica sobre la fundación de la Villa de Moca en octubre del año 1751 cuando un conjunto de pobladores y pobladoras se establecieron en esa llanura despoblada, y luego la hicieron próspera. A ese asentamiento le llamaron Villa Nuestra señora de Moca. Allí construyeron cabañas, viviendas, chozas. También edificaron un templo católico que luego pasó a ser el símbolo patético del degüello de Moca. En la novela se describen las bondades del lugar: la gente, la flora, la fauna, los recursos acuíferos, la tierra, las usanzas, hábitos y costumbres, la cultura, y como parte del folklore y del entretenimiento popular, la echadera de cuentos, y otras formas de matar el tiempo. Ese conjunto ambiental, ajeno a la proximidad de la desgracia, proyectaba, en placidez bucólica, la armonía de las cosas sencillas.
Convergen en esta novela, antes y después del degüello de Moca, profundas reflexiones sobre el lenguaje, la metafísica, la mística, la religión, lo trascendente, y la búsqueda del sentido de las cosas, todo ello a través de los personajes, según sus disímiles experiencias y sensibilidades en la comprensión de lo reflexionado, pues como bien se reseña “La realidad sutil está velada para el común de la gente, oculta con misterioso velo”. Aquí vienen a escena cuentos y visiones que alientan las fábulas y creencias arraigadas que atizan y justifican el misterio.
Luego de un extenso preámbulo, la narrativa aborda lo que es la esencia de la novela “El Degüello de Moca”, acontecimiento histórico y fatídico que enlutó, un 3 de abril de 1805, la parte oriental de la isla, principalmente a la Villa de Moca. Este asesinato en masa no parece ser un hecho tan común en la historia de convivencia de los pueblos de América, pues hay que destacar el agravante de que se eligiera como escenario el interior del templo católico “Nuestra Señora del Rosario de Moca”.
La síntesis del hecho histórico, ahora novelado, la hace el personaje Juan Francisco, el Sacristán, quien en su condición de Cronista de la Villa de Moca, luego de recabar testimonios, deja saber que “los mocanos habían sido invitados a celebrar, en el templo, un Tedeum en acción de gracias a Dios por la paz que habían logrado los haitianos con respecto a Francia. Iniciado el oficio religioso los haitianos de las tropas de Dessalines comandado por Henri Cristophe cerraron las puertas de la iglesia donde habían concentradas aproximadamente unas 400 personas entre niños, mujeres, y hombres, incluido el párroco que estaba realizando el Te Deum.
“A seguida que fuera iniciado el acto religioso, vino una sangrienta escena donde fueron degolladas todas las personas allí reunidas, a excepción de tres de ellas, incluido un monaguillo que vio el inicio de la acción, y huyó a un lugar muy oculto de la sacristía, y dos mujeres, una que se desmayó y la creyeron muerta, y otra que había quedado debajo de los cadáveres, y también fingió estar muerta. La acción de degüello haitiano se llevó a cabo con sables, puñales, fusiles, bayonetas”.
A la sangrienta orgia se sumó un gran incendio con la quema del templo, donde estaban los cuerpos degollados. También quemaron viviendas cercanas a la iglesia. Tras su salida, las tropas saquearon viviendas de pueblos cercanos, y cometieron violaciones. De forma dramática en la novela se describe, de esta manera, el instante vivido:
“Crujían los sables traspasando costados y costillas. Chirriaban los fusiles atravesando cuerpos y barrigas. Gritaban los niños cuando las bayonetas doblegan sus piernas. Ruedan degolladas las cabezas, y se ven cuerpos tumbados en el suelo. Manos ensangrentadas y rostros mutilados ardiendo con el crepitar del fuego del templo en una macabra escena de cadáveres, sangre y cenizas revueltas” Los feligreses murieron bajo el espanto de una espantosa orgia, y sus despavoridos gritos hicieron del templo un macabro escenario de un horror increíble”
“Los cuerpos acribillados eran un escenario para enloquecer. Todos los sobrevivientes dijeron haber visto cómo los haitianos tiraban los niños hacia arriba y lo ensartaban en bayonetas. Todas las muertes violentas son dolorosas, pero lo que más se lamenta es el hecho de tantos niños degollados en el templo durante la trágica mañana de abril. Tres niños huyen despavoridos hacia la puerta, pero son acribillados por las puntas de las bayonetas. La esencia misma de la mocanidad se estremeció ante la furia de haitianos en su delirio de sangre”
Además de las descripciones, se introducen en la novela varios adjetivos calificativos, y otras expresiones que tienen por finalidad grabar y rememorar solo el instante, sino también a los autores del degüello, y así como los describe: bestias inmundas, y salvajes, endemoniados, furibundos, despiadados, haitianos inmundos, la fiereza de unos salvajes negros, una furia demoniaca, furiosas sed de sangre de los haitianos.
“Lo ocurrido en el tiempo de la Villa Nuestra Señora del Rosario no tiene parangón en la historia de la atrocidad humana. Es como dice el narrador “se aliaron sangre y fuego”. En caso como el narrador, las secuelas derivadas vinieron a ser la tristeza, el miedo colectivo, la paranoia. “No había forma de mitigar el crimen de los haitianos. Allí se habían quemado altares, libros y archivos de la parroquia. Todo esto marcó la vida anteriormente bucólica de esos habitantes” Uno de los personajes dijo: “Aun hay mujeres que permanecen encerradas en sus cabañas”.
En un esfuerzo por explicar el comportamiento de los haitianos, un personaje intervino para decir: “Tenga presente padre Ramón, que los haitianos provienen de tribus caníbales de Africa, matan y degüellan y sacrifican animales y niños para sus rituales de vudú” Reflexionando lo leído, se puede concluir que el degüello de Moca fue el tributo a la confianza del pueblo a la promesa de los haitianos, pues en la narración se hace constar que Cristophe prometió al sacerdote que respetaría la vida de los feligreses. En cambio fue un vil engaño comparable solo con lo ocurrido en la Odisea (la obra de Homero): EL GRAN CABALLO DE TROYA.
Con buena razón, y para el alerta de HOY, uno de los personajes cuenta, de esta manera, su experiencia: cuando escuché de la invitación de los haitianos a un Tedeum, puso en duda la buena fe de los haitianos, y no participó del Tedeum. “También le dije a mi novia que no fuera. Me dio mala espina la invitación de los haitianos. ¿De cuándo a dónde los haitianos creen en nuestra doctrina católica?. Mi párroco me dijo que fuera, y le dije que si, pero mejor me fui al conuco. Culebra no se amarra en lazo. Los haitianos son desleales y traidores, por eso le dije a un antiguo patrón que no aceptara en su finca a los haitianos”
El punto de vista de este personaje hace recordar de modo muy reflexivo el documento “Motivos de Independencia” el cual fue elaborado por los Trinitarios como forma de justificar e impulsar las acciones independentistas. Este documento, al referirse a realidades que no se conocían en esta parte de la isla, destaca con mucha vehemencia que “con los haitianos entró aquí el robo, el engaño, la perfidia, la maldad, el desorden, la destrucción”.
En la esta novela está claramente planteada una suerte de juego provocativo entre la realidad y la ficción. El fino hilo entre estas dos realidades es apenas perceptible pues los crímenes con característica de degüello, así como otras formas de degüello que los haitianos siguen cometiendo en el país, son numerosos e inocultables: mutilaciones de niños, niñas y mujeres por doquier, suplantación, depredación y la quema de lo propio y de lo ajeno. Todas estas son realidades más que documentadas, y su reiteración es un asunto que parece estar en los genes de los haitianos. Y es con estos degolladores históricos que los traidores planean hacer la fusión con nuestro país.
En EL DEGUELLO DE MOCA se advierte que su autor al recrear un hecho tan abominable como este, deja implícita la intención de que el hecho ni se repita, ni se olvide. Es lo que se deprende cuando en el texto se lee: “La matanza diezmó la población mocana. Vamos a contar a nuestros hijos, para que a su vez ellos lo cuenten a los suyos, y estos a sus descendientes, de manera que se conozca el impacto de la sangrienta acción del macabro degüello“. María del Carmen, otro personaje, dijo: “Estoy segura de que nuestros descendientes nunca olvidaran el brutal Degüello de Moca”
Sin embargo vale la pena el alerta, pues para el año 1805 no se habían dado motivos de odio para una acción como el degüello en Moca, pero posteriormente los haitianos con el grito de independencia ideado e impulsado por Juan Pablo Duarte y el movimiento Trinitario no se han sentido a gusto y siguen pendiente, como algo suyo, del territorio dominicano, y de lo que hay en él.
Sepultando este hecho horrendo, como si no hubiera ocurrido, se quiere (como es la tendencia en la actualidad) sacrificar la historia dominicana en aras de buscar forzosamente la asimilación de los haitianos por parte de los dominicanos. Se ha obviado, inclusive, uno de los episodios más sensibles y con carácter de genocidio, que es la cantidad de niños que corrieron igual suerte que los hombres y las mujeres degollados en el templo. A los niños, según se ha dicho repetidamente, los tiraban hacia arriba, y aparaban en las puntas de las bayonetas.
En la novela se resalta que toda la población de Moca para ese entonces era de tez blanca, y que el degüello de Moca fue la bestial masacre concebida por Dessaline para eliminar a la población blanca de la isla. En el degüello murieron los blancos; no pereció ni un negro” Esto era pues el odio racial como lema. A los haitianos, dice otro de los personajes, le mueve el odio racial, con una cultura fundada en la sevicia y la destrucción: odio a los blancos y a los mulatos, con cuya hazaña eliminaron a la población blanca de su territorio y pretendieron hacer lo mismo en el nuestro como lo hicieron en Moca, dijo uno de los personajes.
A su tiempo, el templo y las villas incendiadas fueron edificados nuevamente para hacer cierta la determinación de que “Moca revivirá de sus cenizas”. Estableciendo una relación entre la ficción y la realidad de hoy, cabe preguntarse: ¿Se podrá siempre reconstruir el templo y la vivienda, y revivir así de las cenizas? Es mejor evitar la quema del templo y no tener que llegar al dolor y al desagravio. Hay templos, como la Patria, que cuestan muchos esfuerzos edificar. Los mocanos, en la referencia novelada, pudieron hacerlo, pues el dolor, el luto eterno, la rabia, y la unidad de voluntades frente al enemigo común, los unificó.
Ahora, fuera de del contexto novelístico, los haitianos tienen sobre el país la embestida mayor que algún país haya padecido, pero campea la desunión, el individualismo, indiferencia, la dispersión, y sobre todo la traición para favorecer a los degolladores de Moca que hoy lo siguen haciendo en una diversidad de maneras. Con estas actitudes, incomprensibles a la luz de los hechos de ayer y los de hoy, no solo no nos levantaríamos de nuestras cenizas, sino que podemos sucumbir asfixiados y revolcados en ella.
La decisión de Bruno Rosario Candelier, escritor y académico dominicano, de recrear en una novela un hecho histórico como el degüello de Moca, es un aporte extraordinario a la cultura y a la conciencia histórica del pueblo dominicano. Ojalá que su iniciativa atraiga a otras voluntades a los fines de ver el degüello de Moca llevado al teatro, al cine, al cuento y a la poesía. En la situación que vive el país con una migración haitiana que apabulla y amenaza, esto sería un punto luminoso para el avivamiento.
Porque la fe y la esperanza no deben perderse, concluyo este trabajo asumiendo, desde la novela, la siguiente determinación: “Un nuevo aliento ha de avivar a esta población; una nueva generación de jóvenes audaces va a florecer en esta Villa. Y un inusitado impulso ha de fraguar el derrotero del nuevo destino”.
Melania Emeterio R, abril 2019.