Luz sobre Luz: desde la teología a la iluminación poética de Luce López Baralt

Por Luis Quezada Pérez

PRESENTACIÓN: EL APERITIVO

Todavía no salgo de mi asombro. Hace tiempo que no entraba dentro de un corpus poético que me desafiara tanto. Desde mi ámbito filosófico-teológico, me ha deslumbrado este libro que me llegó a través del Dr. Bruno Rosario Candelier, con la finalidad de que hiciera un estudio a la luz de la teología a esta poesía de la conocida y laureada escritora puertorriqueña Luce López Baralt.

Tengo que señalar de entrada, que a la distinguida poeta López Baralt la he tratado personalmente una sola vez, en el marco de una conferencia de la Feria Regional del Libro, donde un servidor presentó una ponencia.

Agradezco al Dr. Bruno Rosario Candelier el brindarme la oportunidad de sentirme desafiado desde la poesía de Luce López Baralt a producir algunas reflexiones teológicas en torno a la misma. Es una feliz coincidencia que el manuscrito de esta obra que voy a comentar, me fue entregado por el Dr. Bruno Rosario Candelier en septiembre de 2020, mes dedicado a la Biblia y en un año tan especial marcado por la pandemia del COVID 19.

Tengo que confesar de entrada que he quedado absorto ante la sublimidad mística de esta obra, LUZ SOBRE LUZ, que me honro en comentar desde un registro teológico. Debo reconocer que con la lectura de esta obra de López Baralt he degustado un gran banquete. Por eso, esta breve presentación la he denominado Aperitivo, para abrir el apetito a los lectores que junto a un servidor se embarquen en sumergirse en las profundidades de la poesía mística de esta mujer, que llena de orgullo el alma puertorriqueña, caribeña, latinoamericana y a toda la geografía universal de habla hispana.

Es mi primer contacto con la obra poética de Luce López Baralt. Estoy convencido que no será la última. Este BANQUETE sobre la poesía mística de López Baralt, lo he organizado de la siguiente manera:

  1. Plato de Entrada: Cántico de las Luces
  2. Cinco Platos Fuertes:
  3. Luz sobre Luz
  4. En la cima del éxtasis
  5. Muy allá de la música-poesía

muy atrás de los cantos sin palabras

  1. Los raptores de lo inefable
  2. Heu! Recidere in mea compellor
  • El Postre: Coda final

Disfrutemos pues, de este hermoso banquete de su poesía mística.

 

INTRODUCCIÓN: Para comprender el planteamiento

Cuando el teólogo se acerca a una poeta, que además de poeta es mística, lo hace con temor y temblor. Lo primero que hace es que se descalza, porque ante la poesía mística, está pisando terreno sagrado.

La poesía trabaja siempre con “la loca de la casa”; la mística traduce la experiencia amorosa de haberse encontrado con el Misterio, dimensión profunda de sentido de la existencia y de toda la creación. El teólogo, aunque trabaja con el LOGOS, sabe muy bien que su logos se maneja mejor con el corazón que con la razón, pues busca acercarse al logos-de-Dios, que es sencillamente AMOR. De ahí que el gran teólogo peruano Gustavo Gutiérrez, padre de la teología de la liberación, defina la teología como “una carta de amor”.

Confieso que he temido al acercarme a la poesía mística de esa gran mujer latinoamericana, orgullo de las letras hispánicas, Luce López-Baralt.

Mi temor reside en que mi teología no sea un aliento que opaque la belleza de sus imágenes lírico-místicas. Por eso, ante el aliento teológico que puedan reflejar mis reflexiones, siempre estaré pasando el paño para lustrar en su luminosidad natural la belleza exquisita de este riquísimo y profundo poemario.

Pienso que LUZ SOBRE LUZ emerge como un verdadero Canto al Misterio, que solamente una persona que aúne en su ser la dimensión poética y la dimensión mística, es capaz de lograr. Y Luce López-Baralt posee en demasía ambas dimensiones.

Mi humilde trabajo consistirá en muchos casos en glosar su belleza lírica y su profundidad mística; en otros casos, hilvanar la lógica estética que ella ha diseñado para hacernos esta entrega tan exquisita; y sacarle filum teológico a una poesía cargada de mística, o a una mística magistralmente expresada en un hermoso lirismo.

LUZ SOBRE LUZ es una obra septenaria, y como toda construcción septenaria, apunta a la perfección, a la plenitud. Entreveo la siguiente lógica en su septenarismo: El CÁNTICO DE LAS LUCES nos lleva al encuentro de la LUZ SOBRE LUZ, haciéndonos vivir EN LA CIMA DEL ÉXTASIS, donde nos situamos MUY ALLÁ DE LA MÚSICA-POESÍA Y MUY ATRÁS DE LOS CANTOS SIN PALABRAS, convirtiéndonos en LOS RAPTORES DE LO INAFABLE, que desde nuestra pequeñez nos hace sentir la sensación limitada del AY! TENER QUE REPLEGARME UNA VEZ MÁS DENTRO DE MÍ MISMO, para terminar como un cometa luminoso, con una CODA FINAL, es decir, una cola terminal que sintetice el recorrido realizado.

Para que los lectores se ubiquen en lo que estoy planteando, muestro a continuación la siguiente tabla que grafica la estructura de este grandioso poemario:

Bloques Título de cada bloque Poemas que lo forman
I Cántico de las luces Un solo Canto
II LUZ SOBRE LUZ 7
III En la cima del éxtasis 34
IV Muy allá de la música-poesía

muy atrás de los cantos sin palabras

22
V Los raptores de lo inefable 20
VI Heu! Recidere in mea compellor! 10
VII Coda final 5

 

  1. PLATO DE ENTRADA 

Cántico de las luces: el caldo caliente

Una frase de Ibn´Arabi encabeza esta entrada: “Mi corazón es capaz de asumir cualquier forma”. Una actitud abierta, ecuménica, acogedora, inclusiva, inicia este “Cántico de las luces”, que constituye una verdadero canto a la creación.

Todo inicia con un ascenso: “Asciendo” para un teólogo tiene una resonancia de plenitud. Por la resurrección, Jesús ascendió de categoría y ahora no es el siervo Jesús sino el Señor Jesús.

Las religiones orientales, ven el devenir de la vida como un “asciendo”, hasta llegar a la perfección y plenitud total.

“Asciendo por escalas de plata”, dice la autora. Este verso me recuerda la “escalera de Jacob” (Génesis 28, 10-22). A este texto, los exégetas lo llaman la epifanía de la bendición”: “Por ti y por tu descendencia todos los pueblos del mundo serán benditos” (Gen.28, 14).

En ese camino de ascenso, “los horizontes se abolen, estallan las palabras”.

Todo desciende como “cascada”, como “torrente”, “me anego”, es decir, me sumerjo en un “abismo de estrellas”.

 

 “¿Quién me ha amado tan adentro?”, se pregunta Luce López Baralt en su hermoso poema iniciático “Cántico de las luces”, con que ella da inicio a su prodigiosa obra LUZ SOBRE LUZ, verdadero monumento místico, donde sobreabunda una poesía sapiencial poco común en estos tiempos. ¿Quién me ha amado tan adentro?, pregunta ella. Pues aquel que está en nosotros más adentro que nosotros mismos, le respondo. Como expresara genialmente San Agustín: “Deo intimo, intimo meo”. Dios está más dentro de mi que yo mismo. Dios es la ultimidad más última de mi intimidad e interioridad. En esa ultimidad de mi intimidad, como hermosamente expresa López Baralt, “los horizontes se abolen, estallan las palabras”. Y “estallan las palabras” porque ya “no hay orilla”. Entramos en aquello que la poeta denomina “nuestro lecho encendido”, donde solamente existe “luz sobre luz”, verso que da título a toda la obra y al primer texto de los cinco que componen lo que yo llamo “plato fuerte”.

El lenguaje balbuciente de su lirismo logra expresar con las mejores imágenes, aquello que ella percibe en su intimidad más última que la trasciende: “asciendo…cascada…torrente…me anego…latido…entro…comprendo…certeza…nupcias…cántico…no hay orilla…la palabra estalla…he llegado…donde me aguardabas…no te vayas…Simurg inacabable…trasciendo…la infinita luz del día…?quién me ha amado tan adentro?…psalle et sile…Dieu d’Abraham Dieu de Isaac Dieu de Jacob…luz sobre luz…las esferas danzan…nuestro lecho encendido…no te ausentes…estuve…lo supe…lo sé para siempre. Este cántico de singular belleza y exquisito lirismo místico, nos sumerge en una tradición de cánticos hermosos, que superan toda comparación. Iniciando por el Cantar de los Cantares, cuando la poeta dice:

 

Nupcias nupcias nupcias

Cuerpo es alma

Y todo es boda

Cántico cántico cántico

 

Del Cantar pasamos al místico San Juan de la Cruz, patrono de los poetas, cuando la poeta expresa:

entréme donde yo supe

y quedéme sabiendo

toda ciencia trascendiendo

 

De ahí la poeta nos transporta al místico mundo oriental:

Mi corazón es capaz de asumir cualquier forma (Ibn’Arabi)

 

zohar zohar zohar

me enciendo me enciendo me enciendo

me incendio me incendio me incendio

 

Subhani subhani subhani

Ana l-Haqq al-Haqq al-Haqq

‘Ayn al-qalbi al-qalbi al-qalbi

 

Y no podía faltar el hermano universal, el poverello de Asís:

fratello sole

sorella luna

Deus meus et Omnia

et Omnia et omnia

 

De ahí nos recuerda a Calderón de la Barca

Psalle et sile

Sile et psalle

 

Hasta llegar a la noche luminosa vivida por la razón y el corazón de Pascal:

Dieu d’Abraham Dieu de Isaac Dieu de Jacob

FEU

Para concluir con una luminosidad incandescente:

luz sobre luz…

las esferas danzan…

y la rosa es sin por qué…

¡Nuestro lecho encendido!…

no te ausentes…

estuve…

lo supe…

lo sé para siempre.

La luminosidad es tan intensa, que la poeta la denomina “abismo de estrellas!”

Sus versos traslucen aquel lirismo luminoso experimentado por Pascal que lo llevó a descubrir que “el corazón tiene razones que la razón no conoce”:

 

Latido latido latido

diástole

sístole

diástole

sístole

sístole

diástole

 

La poeta ha llegado al latir mismo de la ultimidad de la intimidad:

Sístole / diástole

Yin / yang

Zahir / batin

Psalle et sile

 

Y paradójicamente, al llegar al fondo abismal, asciende hacia lo infinito:

Águila sideral

Alondra de espuma

Quetzal de la nada

¡Simurg inacabable!

Comprendo…

Trasciendo…

¡la infinita luz del día!

 

Puedo resultar empalagoso si sigo glosando un cántico que parodiando una obra de Mons. Fulton Sheen, solamente podríamos decir: ¡Este poema merece vivirse!

 

  1. CINCO PLATOS FUERTES
  1. LUZ SOBRE LUZ

Un trozo de la cita del Corán (Cap.34, verso 35) conocida como “Sura de la Luz”, inicia este bloque:

 

Luz sobre luz:

Dios guía a su Luz a quien Él quiere”.

Esta sura nos indica que es una iniciativa de Dios el que podamos acceder por pura gratuidad a su Luz. Esa luz es tan sabrosa, que podemos degustarla como el mejor vino, cuya embriaguez nos hace cantar de alegría y gozo:

Quien gusta el vino que yo bebí

aunque no tenga palabras

                        se debe al canto

 

Y continúa la autora haciendo énfasis en la embriaguez: 

El vino que bebí

fue un licor imposible

que me embriagó

antes de la creación de la viña.

 

Cantar y embriagarse son en la tradición mística, dos expresiones del alma que experimentan todos aquellos que se han acercado al Misterio. Pero la poeta subraya, que aquello que más experimenta el místico es la sensación de luminosidad:

 

Acerqué a mis labios

un elixir de Luz

 

Pero esas sensaciones de canto, embriaguez y luminosidad se viven desde tierra extraña, donde nos rodea el sufrimiento, el dolor, la angustia. Eso hace a la autora referirse de alguna manera al drama que vivió el pueblo hebreo en el exilio a Babilonia, según lo recoge el hermoso salmo 137, al cual hace alusión:

 

¿Cómo entonar en tierra extraña

Los cánticos de Yahvé?

                        ¿y cómo dejar de entonarlos?

 

Ni el sufrimiento, ni el dolor, ni la angustia, ni la muerte, pueden impedir que cantemos y nos alegremos. Es que esa luminosidad que vive el místico es pura amorosidad:

entonces logré escuchar

lo que mi Amado me susurraba

            tan de cerca

 

Eso lo lleva a cantar todo, pues al encontrarse con el Todo, hasta la nada se convierte en canto:

Supe bien del Todo

y por eso canto la Nada.

 

Hay pues una lógica poética en este primer plato fuerte: La luz que recibo gratuitamente, me hace cantar y embriagarme, pues ese elixir de luz es tan fuerte, que me hace cantar hasta en tierra extraña, porque siente a su Amado susurrándole de cerca, que ese Todo me hace cantar hasta la Nada.

 

  1. En la cima del éxtasis

El éxtasis es el orgasmo de los místicos. Llegar a la cima del éxtasis es llegar al delirium de la contemplación, de la experiencia de Dios. Ante vuelos místicos tan altos de Luce López Baralt, la teología lo único que puede hacer es glosar sus versos, sin mancillar la belleza poética que los trasciende.

 

Este segundo plato fuerte nos invita a ASCENDER:

…y la caballería

a vista de las aguas

de súbito con alas

            ascendía

 

Acercarse al manantial de la vida, a la fuente del amor, es convertirse en El mismo, en su imagen y semejanza:

Bebí de la fuente

que mana agua de estrellas

         hasta que me convertí en lucero

 

La poeta reconoce nuestra fragilidad, debilidad, poquedad, pero a la vez descubre la grandeza que albergamos, que nos hace recordar aquello de San Pablo: “Cuando soy débil, entonces es que soy fuerte”, pues llevamos un tesoro en vasijas de barro:

 

Dentro de este mísero cuerpo de arcilla

giran todas las esferas del universo

Los vuelos místicos de la poeta son tan altos, profundos y abismales, que descubre a través de su lírica aquello que decía San Agustín: “La medida del amor es el amor sin medida”:

 

Me vestiste de Ti mismo

para poderme amar,

pero me quedaba grande el vestido

Entonces lo ajustaste compasivamente

a mi medida

que en un abrir y cerrar de ojos

          fue sin medida

 

El místico, una de los grandes descubrimientos que percibe en su experiencia de Dios, es que acercarnos a Dios es identificarnos a Él, no como su espejo que lo refleja, sino como su rostro que nos identifica:

 

Aspiré a ser Tu espejo

pero he aquí que me convertiste

   en tu propio rostro

 

El místico siente la cercanía, la proximidad, la intimidad. Más que trascendencia e inmanencia, lo que vive es la transparencia:

 

Más lejos que Aldebarán

y más cerca que mi propia vena yugular

 

Ante el amor tan grande que recibe el contemplativo de la Fuente, hace que ya no sea posible invocar a ninguna creatura, por grande o sublime que sea:

 

Me amaste con tal ímpetu,

que retrocedieron, avasallados,

los serafines

los querubines, enmudecieron,

inútil ya su canto

¿por qué he de invocarlos ahora?           

Todo desaparece, pues llegué a El:

Desaparece el invocante

y el invocado:

llegué a Tus brazos

 

La poeta percibe que el místico ha llegado al manantial de la existencia, al Misterio:

 

y llego a la tierra verde del Misterio

en donde me aguardas

 

Y al llegar, descubre algo maravilloso:

¡la dicha de ser infinito!

yo misma soy la alfaguara

 

Y aquí reaparece la experiencia misma del Cantar de los Cantares:

 

Tu beso se prolonga

como el choque imposible de las estrellas

Hasta culminar con una expresión feliz:

Cuando me besó el Todo

cesó todo

Hasta el asombro cesa:

Cuando estoy en Tus manos asombrosas

lo más asombroso

             es que ya no hay asombro

 

La poeta vive el éxtasis como “torbellino de luz y alegría” y no se percata de su pequeñez al estar junto a El:

 

Que no se me ocurrió considerar

que no lo merecía

La poeta mística percibe que nada de lo que existe, por sublime que parezca, se puede asemejar a Él, a quien ha visto:

La fragancia del sol

los témpanos azules

el águila sideral

los levantes del aurora

la danza de los astros

la música callada

no eres así

                  lo sé

                  porque Te he visto                  

Esa relación amorosa que establece el místico con el Misterio nos convierte en su reflejo:

Al hacerme tuya

me inscribiste en tu delicada geometría de luz

Heme aquí:

tu gozosa taracea de luz

                  Tu espejo

El contemplativo se convierte “en un mosaico encendido” al experimentar:

El misterio del Amor

cuando estalla en Luz

Es tal el arrebato de placer, que le hace decir a la poeta con elocuente hondura:

Te abracé rotundamente

sin brazos

el beso fue tan hondo

que me volví beso:

te amé con Tu propio amor

 

La experiencia arrebatadora le hace decir “quedé libre del numeral tormento”, pues se da cuenta que “el Sol era yo” y puede afirmar con certeza: “se cumplió mi esperanza”, pues ya no hay distancia que le limite su desbordante alegría:

En un instante al blanco vivo

rompiste los 70,000 velos

que me separaban de Ti

¡perdonen mi alegría!

 

Y la poeta, con una intuición mística muy elevada, puede hacer un acto de fe y decirnos “lo que supe” cuando entré en contacto con El, pues trascendí el tiempo y el saber, al llegar a la plenitud sencilla del Amor:

 

Es más sencillo estar al margen del tiempo

                                  que estar inmerso en el tiempo

es más sencillo saberlo todo

                                  que no saber

es más sencillo ser el Amor

                                  que simplemente amar

El efecto de ceguera queda plasmado en unos versos que recogen la dialéctica opuesta entre la luz y las tinieblas:

Hay quien queda cegado

por las tinieblas

                  yo quedé cegada por la Luz

La mística te introduce en una gran verdad que nos envuelve con su simplicidad:

accedo a una extraña certeza:

la eternidad es sencilla

El místico se sabe pecador, limitado, imperfecto, a pesar de estar rozando con lo sublime, lo sagrado, lo perfecto y por eso siempre está suplicando aquel perdón que lo sana:

Una palabra tuya bastará para sanarme

           Y, en efecto, bastó

El místico se sabe que no es merecedor de tal cercanía amorosa que lo envuelve:

Nadie es capaz de merecer

tu abrazo inmarcesible

la caricia infinita de tus epifanías

Lo que si sabe el místico y lo refleja ella con su lírica es que la vida se vuelve tan alegre, que todo danza:

debajo de tus pies

el suelo baila

El místico entra en una dimensión que prácticamente trasciende el tiempo:

y pude medir lo eterno

            en un instante

 

Luce López-Baralt culmina este segundo plato fuerte con una luminosidad y alegría desbordante:

Danza incesante de epifanías:

así fue Tu amor

            quien lo probó lo sabe

 

  1. Muy allá de la música-poesía

muy atrás de los cantos sin palabras

 

La poeta ha intuido que llega un momento en el camino de la contemplación, donde todo sobra: el sonido, la palabra, el canto.

 

A Pascual bailón, el místico de la Eucaristía, lo único que se le ocurrió fue bailar, danzar.

Los novios cuando llegan al cenit de su encuentro amoroso, dejan de hablar, dejan de cantar, solamente se miran y acarician.

La Teología comienza con la Contemplación, que es un momento apofático; continúa con la comprensión-compromiso, que es un momento fáctico; y culmina con la Celebración, que también es un momento apofático.

 

Ante la contemplación, el SILENCIO.

Sobran los sonidos, sobran las palabras, sobran los cantos.

Porque el silencio es el sonido, el silencio es la palabra y el silencio es el canto.

 

La angustia de los místicos es no tener palabra, no tener sonido, no tener canto que pueda expresar lo contemplado. La poeta lo intuye desde el principio: 

Me lo diste Todo:

incluida la angustia

de no poder cantarlo

 

La Contemplación es una experiencia tan profunda y tan desbordante, que hace estallar todo, inclusive las palabras:

Nunca más habré de creer en las palabras:

cuando llegaron a Tu umbral

estallaron como vidrios rotos

 

Al contemplar, el lenguaje, aquello que sale del ser que es polvo-con-aliento, se esfuma, se hace ceniza:

Las palabras han muerto

y celebro con ellas

la feria de la ceniza

 

Inspirándose en aquel discurso métrico-ascético del gran Pedro Calderón de la Barca, se apaga el canto, se entona el silencio y sencillamente el místico canta y calla: 

Psalle et sile

canta y calla

Sille et psalle

calla y canta

entona el silencio

apaga el canto

entre el canto y el silencio

la música callada

 

La experiencia de Dios para el místico es tan fuerte, que encuentra dificultades para comunicarlo, porque se desvanecen las palabras:

Lo que me dijiste

no se lo puedo contar a nadie;

cuando me lo susurraste

las palabras colapsaron.

Incluso el escribir se convierte en un imposible para el místico traducir sus experiencias:

La pluma corría veloz sobre el papel

cuando llegó Tu amor

                         se quebró para siempre

 

También siente el místico que la palabra no logra decir lo que él experimenta: 

Me convertí

en el cálamo y la tinta

y aun así no logro cantarte

La poeta, con gran precisión teológica, califica de impostura el querer expresar con el papel, lo inefable que envuelve la experiencia mística:

Cometí una abominable herejía:

intenté anegar en tinta

el éxtasis, el vuelo y la epifanía.

Inspirada en Borges, la autora, en un arrebato de lirismo, logra plasmar aquello que dice el maestro:

Lejos de mí la tentación de nombrarlo,

porque detrás del nombre           

está lo que no se nombra                                       

 

Al casi finalizar este plato fuerte, la autora desgrana el suicidio de las palabras, pues ellas no son capaces de transmitir lo que experimenta el místico en su cercanía con el Misterio:

 

Según escribo

someto cada palabra que me diste

                  al exilio

 

Si tuviera palabras

enseñaría a cantar a los ruiseñores

 

las palabras huyen

pero desde mí

brota como agua oculta

            el canto sin palabras

 

Y concluye hermosamente:

Es cierto:

mis palabras se derritieron

al tocar Tu Luz 

pero no cambiaría esta afasia

por todos los versos del mundo 

  1. Los raptores de lo imposible

Luce López-Baralt, en este cuarto plato fuerte, nos invita a hacer un recorrido a través del tiempo. No he encontrado una mejor definición del místico que el título de este plato fuerte que ella nos sirve: “los raptores de lo imposible”. Los místicos raptan aquello que parece imposible: la insondable dimensión del Misterio, dimensión profunda de sentido de todo lo existente.

La poeta nos invita a entrar en ese mundo interior, un pozo profundo, manantial que no se seca, a través de un recorrido por aquellos grandes místicos de diferentes épocas, lugares y confesiones religiosas, que han sido “raptores de lo imposible”.

Ella nos empieza este plato fuerte con el Simurg de los persas, para que nos acompañe en un vuelo especial, donde los espacios siderales están dentro de nosotros mismos:

 

Águila sideral                        

Simurg de los persas

quetzal de la Nada

 

Volé con todas las aves de brillante pluma

el más alto de los vuelos:

el que se emprende

            hacia uno mismo

 

¿Quiénes nos acompañarán en “el más alto de los vuelos”?

Primer vuelo: Angelus Silesius

No sé lo que soy

pero sé bien

que no soy lo que sé

 

Segundo vuelo: Attar de Nishapur

Fuera de si, ´Attar de Nishapur glorificó a Dios,

Que le había otorgado el lenguaje de los pájaros:

 

fue entonces que enmudeció para siempre

 

Tercer vuelo: Ibn ´Arabi

Ibn ´Arabi decía

que las gacelas le mostraron el Sol

en la forma de estatuas de mármol

 

Cuarto vuelo: Machnún

Cuando Machnún se enduendó de Layla

adoptó un nombre anochecido: Machnún Layla.

 

Todos evocaban un misterio más alto

que los teólogos llaman el Unus Ambo

con erudición no exenta de afasia y de melancolía

 

           Como ellos, también yo he perdido mi nombre

 

Quinto vuelo: De nuevo Angelus Silesius

La rosa es sin por qué. Florece porque florece

un día florecí en la Rosa

            también sin por qué

 

Sexto vuelo: Abu al-Hasan

Alcanzó la ironía suprema del juego del Amor:

supo que él mismo era la tabla y la pluma

el amante y el Amado

 

Séptimo vuelo: Chuang Tzé

El que lo sabe, no lo dice

y el que lo dice, es porque no lo sabe

 

Y yo, que tan bien lo sé,

        ¿qué hago hablando?

Octavo vuelo: Chuang-Tzú

Para poder hablar,

                             quiso encontrar a alguien

que hubiese olvidado las palabras

 

              (lamento

                que me separen de él dos milenios)

 

Noveno vuelo: El Corán (Azora XXIV, 35)

El nicho de las luces

guarda un candil encendido

en un recipiente de cristal

 

si lo miras

te transformas en estrella

 

Décimo vuelo: Machnún, de nuevo

Entre dunas y fieras

al enamorado Machnún

accedió a la locura

 

fue, desde entonces,

la más alta cordura

 

Undécimo vuelo: Shiva y Shakti y La Sulamita

Shiva y Shakti hacen el amor

            eun jardín de jazmines

la Sulamita se acopla con su amado

            a par de los lirios

en una noche oscura

los amantes olvidan su cuidado

entre las azucenas

 

           sobre un lecho encendido de estrellas

Duodécimo vuelo: Santa Teresa

¡Cómo ardía la luz

en lo interior del sexto castillo!

Pero lo que me ocurrió en el séptimo

no es para ser contado

 

Décimo tercer vuelo: San Pablo

Si en el cuerpo

o fuera del cuerpo

no lo sé

ascendida

al tercer cielo

me atreví a increpar

el aturdimiento del apóstol

pero aquí ya no importa

 

Décimo cuarto vuelo: A Annemarie Schimmel

Los copos blancos

urdían extrañas mandalas

los témpanos azules

evocaban el tormento dantesco del frío

la aurora boreal

parpadeaba su cielo inventado

          hasta que descubrí que había ruiseñores

           cantando bajo la nieve

 

Décimo quinto vuelo: San Francisco de Asís

la Vía Láctea

el ave del Paraíso

la sangre del alma

las campanas de la iglesia escuchadas más allá de las estrellas 

              (no acertamos a decirlo)

 

Décimo sexto vuelo: Jorge Guillén

Sé bien de la geometría celeste:

 

Fui la circunferencia de un círculo

que estaba en todas partes

y su centro en ninguna

 

sé bien de la geometría celeste

 

Décimo séptimo vuelo: Machnún otra vez

noche luminosa

mediodía oscuro

 

Décimo octavo vuelo: Eggidio di Assisi

Vi a Dios tan de cerca

                        que perdí la fe

 

Décimo noveno vuelo: Dante, Ernesto Cardenal, Borges, Pascal

Los entendí a todos

Pero no explico

Ha sido un recorrido sublime, de un grupo selecto de “los raptores de lo inefable, cargados de luminosidad estelar, que enciende hasta los témpanos de hielo. Por eso, concluyo utilizando sus propios versos finales:

Pascal sólo pudo enunciar el

             FUEGO

 

  1. Heu! Recidere in mea compellor

La frase conocida de Thomas Merton, Heu! Recidere in mea compellor (Ay, tener que replegarme una vez más dentro de mí mismo), encabeza este sexto bloque de la obra de Luce López-Baralt, donde a mi humilde entender, la autora plantea 10 aspectos que conforman la experiencia mística.

 

El primer aspecto de la experiencia mística suele expresarse como una vivencia de FUNDICIÓN:

Yo, que una vez

me fundí con el Sol

 

El segundo aspecto de la experiencia mística es que está más allá del tiempo cronológico, es decir, del tiempo cuantitativo (Cronos), aunque no del tiempo cualitativo (Kairós):

yo, que viví más allá de las horas…

 

El tercer aspecto de la contemplación mística es que supera las coordenadas espaciales:

Una vez supe

del mapa exacto de las aguas

¿Cómo cartografiar ahora el Océano

envuelta a mi remota orilla?

 

El cuarto aspecto de la dimensión mística es que nos convierte en una “corriente inversa”, como dice la poeta López-Baralt:

Soy un río

y en un instante del no-tiempo

desemboqué en el mar de las luces

para volver a ser río.

 

El quinto aspecto de la experiencia mística es la dialéctica entre la luz y el brillo falaz:

Una vez reflejé el Sol

ahora sobrellevo el brillo falaz

de una estrella extinta

El sexto aspecto es consustancial a la vivencia mística: la sed.

La fuente parpadea en la distancia

sus gotas de plata danzan sobre las arenas

desafiando mi sed milenaria

¿Cómo romper el espejismo de las dunas?

El séptimo aspecto que señala López-Baralt es la dialogicidad que se da entre lo permanente y lo pasajero:

Entre azucenas olvidadas

y nubes que van de prisa

dialogo con la ceniza

 

El octavo aspecto de la búsqueda mística reside en que aquella persona que se sumergió en el Misterio, siempre escuchará su melodía sonora en su interior:

Una vez me sumergí

en el Mar de las luces:

el rumor del agua

aún me canta por dentro

 

El noveno aspecto se refiere a la irradiación que emite aquella persona que traspasó los umbrales del Misterio:

Un día infinito

logré atravesar al otro lado del Espejo

hoy lo refracto

en mil reflejos

 

El décimo aspecto es que la persona mística no puede dejar de celebrar su experiencia a través del canto, vehículo sonoro para comunicar lo vivido:

Yo tuve un ayer de ruiseñores:

los mismos que escuchaba ‘Attar

en las noches fragantes de Nishapur

 

ahora me uno al llanto de Filomena,

que inundó los campos oscuros de Roma

entristeciendo para siempre a Virgilio

 

  • EL POSTRE

Coda final

En apenas cinco versos, Luce López-Baralt pone punto final a su monumental poema místico con una coda final, término italiano que significa literalmente “cola” y que constituye una especie de epílogo corto. “De lo que no se puede hablar, hay que callar la boca” (Wittgenstein, 2016, p.278). Este célebre aforismo del gran filósofo del lenguaje traduce la actitud fundamental del místico ante el Misterio: guardar silencio. Pocas veces lo he visto escrito mejor que estos versos de Luce López-Baralt: 

Sólo el silencio

podría custodiar el Misterio

 

Estamos ante el verso de mayor densidad mística de todo el poemario. Ante el Misterio, lo mejor es callar, para contemplar y celebrar.

La palabra se enmarca en la oscuridad, al llegar a los linderos de la plena luminosidad:

Antes de la palabra

          la Noche

 

El poeta como el místico es capaz desde la oscuridad buscar la iluminación plena:

Entono canciones en la Noche

buscando al Señor del Día

 

El Día es, jugando con la palabra misma, una llamada, una invitación: Dios nos Invita a Amar.

El Misterio es Palabra que sobrepasa toda palabra. Hermosamente la poeta lo expresa, refiriéndose a El Verbo:

Eres palabra

que se está por decir

 

Finalmente, la poeta, cual conocedora de la teología, termina su recorrido místico con la Parusía, es decir el retorno, el regreso de Aquel que lo llena todo: 

Un pájaro canta lo que va a venir:

Tu regreso

 

Una acotación: Para los que nos desenvolvemos en las lides teológicas, la Parusía siempre será un “parto de la necesidad”. San Pablo nos dice que “Jesús se fue para llenarlo todo”, que Él es el pleroma, el que lo envuelve todo. Si lo llena y envuelve todo, ¿cómo entender eso de su retorno, de su regreso?

Aquí quiero echar mano de la famosa frase de Oscar Cullmann: YA…pero TODAVIA NO. YA está presente, pero TODAVIA NO en su plenitud. Pero, ¿cuándo estará plenamente presente? La única respuesta la han podido dar los místicos: “Cuando el mundo esté maduro en el amor”, expresó alguna vez Pierre Teilhard de Chardin, ante la pregunta de cuándo será el fin del mundo. El AMOR es que define el FIN. San Agustín decía que “el fin de la vida es llegar a la vida que no tiene fin”. Y esa vida que no tiene fin, porque es lo único que no muere, es el AMOR.

Termino como comencé, expresando mi asombro por la calidad estética y mística de esta mujer, cuya obra nos concierne. Al concluir mi trabajo, pienso que palidece al querer glosar tanta hermosura, tanta hondura y tanta luminosidad, al llevarnos ella de la mano desde su talante poético al hontanar mismo de la existencia, donde lo único que percibimos es LUZ SOBRE LUZ.

La lírica sagrada de Luce López-Baralt

Iluminación mística y experiencia teopática

 

Por Bruno Rosario Candelier

 

Quien gusta el vino que yo bebí

aunque no tenga palabras se debe al canto.

(Luce López-Baralt)

 

A

Leopoldo Minaya,

que sabe del néctar sagrado del Nous.

 

La onda divina de la lírica mística 

De la estirpe de las creadoras iluminadas y de las grandes mujeres de la espiritualidad sagrada, la ilustre escritora puertorriqueña Luce López-Baralt nos ilumina con una creación poética de su inteligencia sutil y su sensibilidad estremecida bajo la fragua de una experiencia transfigurada con el aliento de la emoción estética y la fruición espiritual, como se manifiesta en Luz sobre luz, expresión de una experiencia extática, al tiempo que perfila la fuente de su vocación teopoética, canalizando en el arte de la lírica mística sus intuiciones y vivencias desde la peculiar conexión de su interioridad con la Energía Espiritual del Numen y la Llama sagrada del Nous.

Inspiradora de la Escuela Mística de Puerto Rico mediante una enseñanza intelectual, estética y espiritual con alta prosapia divina, la escritora boricua suma a su fecunda bibliografía una luminosa obra poética, como lo revela esta obra inspirada en el ágape sagrado. La vinculación del talante místico de Luce López-Baralt, índice y cauce de una alta vocación contemplativa, explica la creación de una lírica consustanciada en la llama de lo sagrado (1). Su creación poética se funda en su vínculo entrañable con la Energía sutil de lo viviente, como lo han experimentado iluminados, místicos y santos que han disfrutado la gracia de la experiencia extática y que los teopoetas han asumido como sustancia de su creación poética.

La mística entraña la vivencia amorosa de lo divino y, en tal virtud, proviene de una sensibilidad afín a la espiritualidad sagrada. Sentir la presencia divina implica vivir la dimensión interna y esencial de las cosas como emanación de Dios. La experiencia mística conlleva una unión con lo divino y concita un efecto transformante por el amor que se despierta en el contemplativo. De ahí que nuestra poeta testimonia, mediante una imagen arquetípica, la impronta del éxtasis místico en el fuero de su corazón:

 

Como la flor de loto

que surge victoriosa de la ciénaga

ascendí sobre mí misma

y todos mis pétalos de cristal

florecieron en Ti.

 

Si la experiencia extática se manifiesta con el centro de la emoción lírica y estética adviene la creación teopoética, que fragua el sentimiento de lo divino y, en virtud de su efecto transformante, suele generar la onda trascendente de la creatividad. En “Con fray Luis de León”, la poeta mística canta el júbilo de la emoción arrobadora:

 

La inmensa cítara de la noche

pulsa su música callada

con tenue hilo de estrella

Tu amor me dejó

loca de melodía.

 

Luce López-Baralt sabe lo que es la experiencia mística con el arrebato de los sentidos. Haber experimentado el singular estadio del arrobamiento propicia una alta comprensión de los fenómenos de conciencia y de la espiritualidad mística. Se trata de una peculiar vivencia fulgurante en que se siente la presencia de una fuerza superior a la propia en el interior de la conciencia y en toda la sensibilidad, con una sensación de sosiego, luz y armonía que llena el propio ser en su dimensión física, psíquica y espiritual, con el deseo de dejarse llevar para integrarse al seno de la Divinidad.  Esa experiencia arrobadora no depende de la voluntad ni de la conciencia, sino que acontece cuando el Soplo de lo Alto lo decide. La Biblia consignó que el Espíritu Santo sopla donde quiere. Ese estadio de la experiencia mística se refleja en estos versos:

 

Qué bien sé yo

de ese vuelo imposible

hacia el orbe rutilante

de la Nada:

incendio de Luz viva,

relámpago umbrío,

danza infinita de los astros,

danza infinitesimal de los átomos

implacable, impasible, imposible, indecible.

 

La connotación espiritual de los poemas de López-Baralt tiene la onda sagrada y sublime de una peculiar atmósfera vivencial, indicativa de la autenticidad de su experiencia con lo trascendente y reveladora de la hermosura de su vivencia espiritual profunda. Cuando la creación se funda en genuinas vivencias, como manifiestan los poemas de esta ilustre interiorista, inspira no solo el aliento poético de la fragua creadora, sino una cordial empatía con el halo de lo divino, signo del entusiasmo procedente del ámbito superior del Nous.

Auscultar esas peculiares vivencias espirituales en el claustro de la intimidad para sentir el susurro de lo Alto desde el abismo de la propia conciencia es ahondar en el fuero del silencio creativo que encierra la soledad sonora en compañía de la Presencia divina. El fulgor intuitivo de la sensibilidad caudalosa y empática, como la de Luce, con el arsenal de emociones y vivencias trascendentes, matizan el singular estadio de la conciencia profunda. Quien ha experimentado las altas delicias del espíritu en la onda mística de la trascendencia puede apreciar el impacto proveniente de los altos predios de la espiritualidad sagrada y tiene una extraordinaria experiencia con la luz interior para gustar, sublimar y recrear lo que concita el hondón de la sensibilidad. Excepto la experiencia extática, no hay nada que el lenguaje no pueda expresar; y, sin embargo, lo intenta (2).

Tres dones favorecen a esta exquisita creadora de las letras:

  1. El don de la intuición trascendente, con la dotación de una inteligencia sutil y una luminosa sensibilidad para sentir en el espíritu.
  2. El don del aliento poético, con la dotación lírica y simbólica para la creación de la emoción estética y la fruición espiritual.
  3. El don de la gracia mística, con la luz de la sabiduría sagrada y el hechizo de la inspiración divina.

A esos singulares dones de Luce López-Baralt hay que sumar la sólida FORMACIÓN FILOLÓGICA de la poeta, base intelectual y estética que nuestra poeta posee en alto grado para certificar, con el lenguaje de la poesía y la erudición de su cultura literaria, lo que experimenta y escribe con clara conciencia poética y mística, aunque se trate de una vivencia iluminada y trascendente: “Salí de Tu mar en calma/ y heme aquí/ convertida en un río de asombro”.

Además del valor estético, simbólico y espiritual que estos poemas expresan, sus composiciones tienen un carácter vivencial por la conexión de la poeta con la sabiduría mística del Nous y la erudición académica de su formación intelectual. Fruto de la disciplina de la autora, estos poemas acogen el eco fecundo de grandes creaciones místicas de las letras universales, desde Halal-Udin Rumi a Ernesto Cardenal, pasando por Ángelus Silesius, san Juan de la Cruz, santa Teresa de Jesús, Nikos Kazantzakis, Pedro Salinas, Jorge Luis Borges, Karol Wojtyla y Clara Janés, entre otros grandes de la lírica teopoética. Los siguientes versos retoman parte del arsenal literario que registra la historia literaria de la vivencia suprema del espíritu:

 

Aunque es de noche

qué hermoso encenderme

en la Luz negra,

en el Mediodía oscuro,

en el Rayo de tiniebla,

aunque es de noche

 

La ilustre filóloga puertorriqueña suele practicar la ascesis interior en procura de una honda vinculación con lo divino mediante el silencio, la contemplación y la oración para entrar en comunión con la Energía Luminosa del Universo. Enajenada en la recámara de su interioridad, la emisora de estos amorosos versos percibe efluvios provenientes de la cantera infinita y, aunque trate de ignorarlos, no puede evadirlos por la impronta fraguada en su sensibilidad profunda, como lo testimonia esta obra de espiritualidad sagrada y amor divino que tiene la huella de las vivencias superiores de la conciencia bajo la onda del Misterio que anonada y la Belleza que enajena. La poeta lo vive con pasión y lo expresa sin rodeos:

 

Cuando me anegué gozosa

en el abismo insondable de sus fosos de luz

celebré al fin la alquimia misericordiosa

de cuando el dos finalmente es Uno:

las extrañas nupcias

de cuando el dos ya no es más.

 

Tiene Luce López-Baralt la sensibilidad mística para experimentar la comprensión estética y espiritual de la trascendencia, la conexión con la sabiduría espiritual del Numen y la experiencia teopática del Nous mediante una profunda compenetración de sus sentidos con el sentido de lo sagrado. Para vivir esas experiencias espirituales hizo de su residencia un santuario que le sirve de fortaleza interior y de antena de recepción de los efluvios sobrenaturales.

Canal de sabiduría mística, la creadora de estos amartelados versos viene del mundo intelectual en el que ha cosechado altos honores por la densidad de su pensamiento y la hondura de sus intuiciones. A sus vivencias interiores se suma la onda espiritual de una llama mística, que su talante sensitivo y su horizonte cultural afinan, perfilan y encauzan con la dulzura del alma enamorada y la singularidad de los fenómenos de conciencia que el rapto extático y el conocimiento teológico le inspiran. En Luz sobre luz, desde la alta recámara de su vivencia sagrada, la poeta experimenta, reflexiona y tartamudea con la perplejidad de la conciencia sacudida por el aletazo del Misterio. Inspirada en la tradición poética sufí para articular su propia vivencia espiritual, retoma la imagen poética del vino para subrayar la embriaguez mística del zumo espiritual, como entendía Ibn al-Farid en “El elogio del vino”. El gran lírico de la cultura islámica alude al vino “creado antes de la creación de la viña”, que la poeta boricua escancia para ofrendar su trofeo espiritual en el banquete de los elegidos, donde ella es uno de los consagrados comensales. Por eso nuestra poeta escribe emocionada, “Con Ibn al-Farid”, al regresar de la vivencia mística de la experiencia teopática:

 

Bebí un licor imposible;

con él me embriagué

cuando aún no estaba

creada la viña.

 

Bajo la extasiada alteración de la conciencia, el alma de la persona lírica vive la singular experiencia de lo sagrado, experimenta la ‘confusión’ de las sensaciones, se desordenan sus sentidos físicos para la percepción lógica, se extrapolan sus emociones y se desarticulan sus vocablos en repeticiones, mantras, lenguas extrañas cuando se lanza a testimoniar esa vivencia del espíritu a la luz de la llama que desmaya los sentidos espirituales. En su cántico sagrado, esta singular poeta elegida de la Gracia y agraciada con la belleza inmortal, canaliza lo que ha experimentado durante la más alta experiencia extática y, al regresar de esa vivencia sublime, la evoca y la transforma en sustancia de su creación teopoética. Asciende a un no-horizonte en un no-tiempo donde todo es uno. Su ser se sumerge en un abismo de luz, estallan las emociones, se desconcierta su inteligencia y siente que se incendian los átomos de su sensibilidad profunda, al tiempo que evoca las palabras del Cántico espiritual del inmortal abulense. En esa experiencia visionaria la autora se confunde con las cosas y canta emocionada, herida de amor y del rocío divino. En un atolondramiento sensorial, la voz lírica habla en lenguas, evoca citas, y vive la fruición de lo trascendente bajo el estremecimiento de fulgores: “Los copos blancos/urdían extrañas mandalas, /la aurora boreal parpadeaba su cielo inventado, /los témpanos azules evocaban el tormento dantesco del frío: / ¡Qué consuelo descubrir / el canto de los ruiseñores bajo la nieve!”).

La persona lírica de estos reveladores versos se remonta al pre-tiempo para escuchar la voz del Amado cósmico. Tanto en el contemplativo egipcio, como en la poeta puertorriqueña, se hace mención de un cielo ideal y de la voz que canta el éxtasis arrobador, con la convicción de que somos uno en el Todo. De esas composiciones líricas algo nos llega al hondón de la sensibilidad, probablemente el tono, la intensidad de la experiencia, la densidad de las palabras que dan cuenta de tan entrañables vivencias, o quizás las imágenes que parecen provenir del lenguaje del yo profundo, del fondo del inconsciente, de la intuición de la conciencia, o del paleocórtex del cerebro, o del Numen de la memoria cósmica con los símbolos que llegan al alma, cima del éxtasis que la convida al canto: “Dentro de este mísero cuerpo de arcilla/giran todas las esferas del universo”.

 

El signo de la revelación sagrada 

Los versos de este grandioso poemario son producto de la intuición mística de la autora y de la revelación sagrada del Nous de lo Alto. El fenómeno de la revelación desconcierta a los contemplativos ya que se trata de una singular experiencia que altera y sobrepasa la condición natural de la conciencia. Dios habla a través de profetas, iluminados, místicos, santos y teopoetas. La Creación del mundo es la forma primordial de la revelación, el testimonio evidente del Logos divino, pero hay una voz de lo Alto que algunos privilegiados escuchan, especialmente santos, místicos y teopoetas, a cuyo través habla la Divinidad, mediante la voz del Nous. Lo que la revelación entraña es algo que el hombre no siempre puede entender, si no le fue revelada. Por eso el poeta contemplativo de Ávila, cuando la madre Magdalena del Espíritu Santo le preguntó, admirada por el portento de sus palabras, de dónde sacaba sus palabras tan maravillosas, el santo carmelita le contestó: “-Hija, unas veces me las da Dios y otras las buscaba yo” (3). El místico poeta de Castilla aludía, obviamente, a la revelación, don y gracia que mereció el iluminado poeta del Carmelo.

Desde luego, no hay que confundir la voz interior de la conciencia, que es intuitiva y personal, con la voz universal, que es impersonal, trascendente y revelada. La voz interior puede ser del sujeto creador o de las cosas; en cambio, la voz universal es supra-personal, ya que se funda en los efluvios de la sabiduría espiritual o en la estricta revelación, que es dación de la gracia. Como he dicho en otra parte, la revelación le es dictada a un interlocutor mediante el cordón umbilical de la conciencia que lo conecta con la trascendencia. La voz del “inconsciente colectivo”, del que hablaba Carl Jung, es diferente de la voz de la revelación. La voz del inconsciente colectivo procede de la sabiduría espiritual memoria cósmica que registra el Numen; la voz de la revelación viene de la sabiduría sagrada de la prosapia divina, que registra el Nous o la fuente misma de la Divinidad. Por supuesto, la voz universal entraña una relación con el Misterio, con la voz del Cosmos o con la sabiduría numénica, por lo cual difiere del conocimiento del Nous, de naturaleza sagrada y divina, así como de la inteligencia intuitiva, que es cosecha personal.

Concibo tres estadios de percepción del conocimiento trascendente: 1. La intuición poética que capta la dimensión interna y esencial de lo existente. 2. La irradiación trascendente, que atrapa mensajes de la sabiduría espiritual de la memoria cósmica. 3. La revelación mística, que recibe una inspiración de lo divino, generalmente inefable, a través del estado alterado de conciencia, como lo han experimentado contemplativos, iluminados, santos, místicos y profetas.

Esos tres estadios superan el conocimiento ordinario e, incluso, el conocimiento científico y el filosófico, ya que trascienden los datos de la experiencia sensible. Hay diversas vías que ayudan a adentrarse en esos estadios del conocimiento profundo, como el silencio, la oración y la contemplación, que Luce López-Baralt conoce y vive. Los místicos suelen ser amanuenses de fuerzas superiores a su condición humana y, por eso, como intermediarios no son ‘responsables’ del contenido que les ha sido dictado mediante voces, visiones, sueños o revelaciones trascendentes. En ese aspecto, la palabra tiene también su dimensión mistérica.

En el paleocórtex del cerebro hay unas antenas neurológicas que captan esos mensajes suprasensibles de índole espiritual, cósmica o mística, pero los interlocutores no son sino agentes intermediarios de esa energía cósmica o divina que la palabra atrapa y formaliza. En la esfera de lo sobrenatural intervienen, en unos casos, la sabiduría espiritual del Numen, que encierra la memoria cósmica y, en otros casos, la sabiduría sagrada del Nous, mediante la gracia divina, en la que fluye la voz del Espíritu Santo, como la escucharan Pablo de Tarso, santa Teresa de Jesús, san Juan de la Cruz y otros iluminados. Existen, por tanto, el conocimiento personal, fundado en la intuición, que descubre verdades profundas, como verdades de vida; el conocimiento espiritual, fundado en la percepciones trascendentes, que atrapa señales del inconsciente colectivo o de la memoria cósmica del Numen; y el conocimiento revelado, fundado en la revelación, que recibe verdades sagradas de la sabiduría divina, proveniente del Nous, como han evidenciado obras de poesía, teología y mística. Las imágenes de la creación poética guardan una estrecha relación con el caudal de esas vivencias trascendentes que experimentan las mentes privilegiadas con la sabiduría divina, como es el caso de nuestra agraciada poeta boricua.

A través de la lírica mística se produce una fusión de la imagen y el concepto con las vivencias interiores en el ámbito de la realidad estética, simbólica y mística. Su recóndita belleza cautiva con el fulgor de la luz y el aroma interior que enciende su aliento estremecido. La gracia mística tiene una manera lírica y simbólica de asomarse al hechizo sutil. Al auscultar la onda trascendente, los poetas comulgan con el alma del Universo en virtud de un fenómeno de conciencia que genera la vivencia del amor indecible bajo la coparticipación del ágape sagrado. De ahí la entrañable empatía con la esencia universal, fragua y cauce de la gracia que arroba, la llama que atiza y el soplo que enajena. Las conceptualizaciones precedentes se manifiestan en la lírica de Luce López-Baralt, cuya creación entraña una expresión sutil, réplica de la enajenación de fulgores celestes, como expresa con emoción la grandiosa poeta de nuestra América:

 

¡Soy la luna llena que asciende!

Detengo la confluencia de los mares,

incendio todos los perfumes,

traspongo el Loto del Término,

descubro más allá de la aurora

el destello de las esmeraldas

y llego a la tierra verde el Misterio.

 

Luce López-Baralt sabe auscultar el interior de sus vivencias, con la intención que buscan los místicos: atrapar la estela de luz que ilumina el mundo y contribuye al desarrollo de la conciencia y al ascenso del espíritu. Justamente en eso radica la belleza mística, que pone de relieve el fulgor de lo viviente, signo de lo divino en el mundo. No es necesario elucubrar teorizaciones teológicas ni pergeñar extrañas metáforas para aludir a lo sagrado, sino sentir lo que la luz sugiere desde la intimidad del fenómeno místico. De ahí la clave de la comunión entrañable con la sustancia de la vivencia espiritual y el aura de la cópula del alma del contemplativo con el alma de lo viviente, como lo hace López-Baralt. Ella lo dice sin rodeos: “La fuente era un cielo nocturno”. En admirables cavilaciones líricas nuestra grandiosa poeta revela su cópula sagrada:

Acerqué a mis labios

un elixir de rubíes

encendido un fuego,

fermentado sin uvas

y vendimiado sin tiempo.

¿Cómo olvidar la copa que bebí

más allá de los labios?

 

Quien otea buscando lo que anhela, lo encuentra cuando se halla a sí mismo. “Conócete a ti mismo”, dijo una vez Sócrates en la Atenas de la antigua Grecia. Una manera de señalar que en nuestro interior profundo subyace nuestra singular esencia (In interior meo hábitat veritas, dijo el pensador de Hipona) porque estamos conectados a la fuente misma de la Divinidad desde nuestra condición humana. Por eso, quien se pierde en lo externo, se extraña de sí mismo. De ahí que el místico busca la soledad, el silencio y la contemplación para entrar en comunión con la esencia pura y prístina de lo viviente y descubrir su verdad profunda, la verdad que encierra esencia y sentido. En todos los ámbitos del mundo fluyen los efluvios divinos. Qué más da saber que en cualquier rincón del mundo hay una huella visible del Eterno.

A pesar del misterio inasible de lo divino, en todo está la clave que nos conecta al Todo subyacente en lo tangible, lo mismo el fulgor de una noche estrellada, el oro rutilante del crepúsculo celeste o el aroma sutil de nardos y azucenas en unos pechos floridos. Al respirar el silencio, la luz acampa en nuestra interior y el alma presiente lo intuido. El destino del que busca no tiene otro sendero que el sentido.

Estos poemas constituyen una hermosa expresión de la vivencia espiritual y estética de Luce López-Baralt (4). En sus composiciones fluye la esencia del Universo, el aliento numénico del Cosmos y la huella de la sabiduría sagrada del Nous. Nuestra admirada poeta se ha compenetrado, desde el hondón de su sensibilidad, con la esencia espiritual de lo viviente bajo la raíz espiritual que conecta su ser con la Energía del Universo. Su creación revela talento intuitivo, gracia estética y hondura mística, evidencia de los luminosos dones con que Dios la distinguió. Así lo siente la propia Luce cuando concibe las cautivantes imágenes indicadoras de su conciencia mística:

 

Al hacerme tuya

me inscribiste en tu delicada geometría de luz,

cincelaste estrellas con diamantes,

alternaste las perlas con la espuma,

el nácar con el rocío,

la escarcha con los jazmines

hasta que resplandecí

como el sol

refractado en los mil cristales

de un mar en calma,

o como la luna

cuando arranca luceros

a un campo nevado.

Heme aquí:

tu gozosa taracea de luz:

Tu espejo.

 

La mirada mística de una poeta 

López-Baralt ausculta el aura del silencio para sentir el aura de lo divino. Se trata de una perspectiva que procura ver, no lo que las cosas reflejan y los efluvios sugieren, sino lo que subyace en sus entrañas. Mirada profunda que requiere no solo inteligencia sutil y sensibilidad empática, sino una sabiduría sagrada con la capacidad para perfilar el valor trascendente del sentido a la luz de lo divino.

Corresponde a las criaturas y a las cosas concitar la atracción para su contemplación, y corresponde al contemplador, como visionario de lo contemplado, calibrar el sentido que las cosas entrañan y la intuición perfila. La contemplación mística, que procura sentir en el espíritu la esencia de lo divino, ahonda el perfil estético al ponderar, en la belleza de las cosas, la vertiente divina subyacente en la materia. Dimensión espiritual y estética que trasciende lo contemplado, y también perspectiva que vislumbra el Misterio con la mirada interior.

Una mirada interior es, en esencia, una mirada mística, que siempre es una mirada de amor. Entender significa, según los antiguos latinos, intus legere, es decir, ´leer dentro´ de las cosas, clave de la intuición que ausculta su interior para descubrir su esencia. De ahí la propuesta de adentrarse en el interior de fenómenos y cosas para apreciar las señales que alumbran el sentido. Se trata de percibir la luz que despliega el nosce te ipsum socrático. Descubrir el velo que oculta la apariencia sensible. Por eso los místicos saben ‘mirar’ porque saben amar. López-Baralt conoce el fulgor que deslumbra y el aliento que extasía y, en tal virtud, tiene el don para saber que todo es bueno y hermoso, como dice el texto bíblico. Parodiando a su modo místico el arrebato de Pablo de Tarso, la poeta puertorriqueña escribe:

 

Logré escuchar las estrellas sonoras

de paraísos perdidos

cuando me arrebataste al sonido de los colores.

 

La Creación del mundo es una señal de la kénosis divina, hecha forma sensible con su hermosura recóndita. En la vivencia de la contemplación se fragua el sentido de fenómenos y cosas. El mundo que vemos es una minúscula porción de lo existente que puede atrapar la mirada. Más hondo y ancho es el mundo del Contemplado, que el alma internaliza tras la vivencia sagrada del misterio divino.

La creación de esta grandiosa poeta puertorriqueña es una expresión de la vivencia del sentido, que la luz de su intuición atrapa. Crear el sentido estético y simbólico es propio de la poesía. Al encanto de la belleza sigue el sentido de lo divino. Cuando algo nos atrae y embelesa, provoca un escozor en la sensibilidad con el asombro que cautiva y el entusiasmo que eleva, como le acontece a Luce López-Baralt ante la apelación de la Belleza y el requiebro del Misterio. Los poetas místicos, como lo hace la poeta boricua, acuden a la lírica para canalizar, mediante la fragua de sus intuiciones y vivencias, la hondura de su fruición a la luz de lo que embriaga y cautiva.

Uno de los atributos estéticos de la lírica de López-Baralt es la de generar nuevos vocablos para combinar sentidos diferentes en su creación poética, lo que le ha permitido recrear lo hermoso que subyace en su interior: revivir la llama de una experiencia mística; encender el encanto de su aura luminosa; acunar el aliento del manadero infinito; atizar el sentido de lo sagrado y, desde luego, encauzar una corriente de sabiduría y amor que enlaza el alma de la poeta con el alma del mundo en un orgasmo de erotismo espiritual:

 

Te abracé rotundamente

sin brazos;

el beso fue tan hondo

que me volví beso:

te amé con Tu propio amor.

 

La poeta luce conmocionada ante el impacto apelativo de la voz universal. Acude al Protoidioma de la poesía; apela a la “sabiduría universal” de la memoria cósmica ante el aliento espiritual del Numen; enfoca los efluvios de la trascendencia, que se manifiestan en ecos, susurros, imágenes, voces, dictados o la música interior que su alma percibe; aborda la contemplación de lo profundo desde el arrebato de la conciencia y ausculta su propio estado interior mediante la coparticipación de la persona contemplativa en la sustancia de la contemplación para dar paso, desde el “cordón umbilical” de la sensibilidad profunda, a la verdad suprema de la conciencia cósmica, que plasma en la forma sugerente de la expresión establecida y la experimental. Por eso escribe, anonadada y delirante la poeta:

 

                                             volaba

                    que

creía

hasta que comprendí

que

            me

                                      abismaba

 

En esta lírica teopoética la creadora procura recuperar el sentido. Quien ha desarrollado la vida interior de la conciencia y ha escuchado la voz interior de las cosas o de los efluvios del Cosmos, vive inmensamente acompañado. Más que lo que pergeñan sus vocablos y lo que sugieren sus vivencias, que nunca se pierden, también dan cuenta de cómo la poeta se adentra en las cosas y ausculta voces, imágenes y sentidos que la realidad atesora en su dintorno. El encanto de las cosas reside en la connotación que adquieren a la luz de quien sabe interpretar lo que su costado atesora. El misterio de la Creación no radica solo en el secreto que oculta, sino en el aliento que vela. Recuperar el sentido es develar ese misterio, rol que la poesía, la religión, la teología, la espiritualidad y la mística atesoran para el que siente y entiende lo profundo. Por eso proclama nuestra poeta:

 

De súbito

quedé libre del numeral tormento,

cesó la herejía de la separación

y se extinguieron los pronombres:

ya nunca más podré enunciar el Tú.

 

Los elegidos para experimentar en los fueros de la conciencia las vivencias de las ondas sagradas del Nous, como las que ha vivido Luce López-Baralt, han tenido acceso en esos singulares momentos de iluminación trascendente a un costado del fulgor divino, signo inequívoco de una pureza seráfica. A ese singular estadio de las vivencias contemplativas la denomino “experiencia fulgurante” del misterio. Para suerte de los poetas, privilegiados que orillan la antesala del secreto para atisbar, en sede literaria, la clave del sentido y el fulgor de lo divino, los que sintonizamos el arte de la creación a la luz de la filología también podemos sentir, por mediación de la vivencia vicaria, algo de lo que fragua el hondón de la sensibilidad de la poeta boricua, que sus entrañables versos consignan en sus imágenes y símbolos. Cuando llega la onda de lo divino algo fluye en la conciencia para usufructo de la emoción estética y disfrute de la fruición espiritual, como canta nuestra poeta, arrobada ante la vivencia del amor infinito:

 

Lo que supe

es más sencillo estar al margen del tiempo

que estar inmerso en el tiempo

más sencillo no respirar

que respirar

más sencillo saberlo todo

que no saber

más sencillo ser el Amor

que simplemente amar.

 

Los místicos perciben el fluir de lo viviente en su dimensión sensible y suprasensible. Ven lo que se materializa de la emanación de lo sagrado. Por eso no añoran el pasado, ni tienen nostalgia por lo que ya no es, porque su anhelo mayor es vivir la unión con lo divino. Más adentro de sí intuyen lo que sobrecoge su sensibilidad y activa su conciencia. El anhelo de sentir un aroma de la Presencia sagrada atiza la vivencia y la contemplación de lo viviente: “Hay quien queda cegado / por las tinieblas / yo quedé cegada por la Luz”, exclama excitada la poeta. Esa experiencia de la sensibilidad trascendente hace que las cosas hablen con sus efluvios sobrenaturales.

Ilegibles para muchos, las cosas susurran y delatan lo que entrañan en su dintorno, que los dotados de una singular luz saben desentrañar con sus imágenes, símbolos y mitos. En esa sintonía coinciden poetas, místicos y santos. Cuando esa triple condición confluye en una misma persona, la emoción es múltiple y el efecto también. Por eso la poeta boricua escribe al modo reflexivo de Jorge Luis Borges y al modo místico de Ángel Darío Carrero:

 

Me sumerjo en un mar blanco sin orillas

vuelan las clepsidras y los relojes,

las horas inútiles colapsan

(eran una ficción sin sentido

que agradezco olvidar)

estoy curada del rigor de las horas:

el río de Heráclito se apaga.

Anegada en el mar blanco sin orillas

accedo a una extraña certeza:

la eternidad es sencilla.

 

Ante las vivencias que deslumbran los sentidos y desarticulan la conciencia, la persona lírica puede apreciar tres perspectivas complementarias: el despliegue sensorial de lo viviente, que propicia el goce de los sentidos; el impacto de la luz en la sombra, que provoca la iluminación en el hondón de la conciencia; el hallazgo de la intuición ante la contemplación de una realidad que concita la energía creadora, sea de la realidad o de la propia conciencia. Lo que parece un rejuego de palabras es, de hecho, un requiebro del intelecto ante el deslumbramiento de los sentidos o el estremecimiento de fulgores, como dice Luce en “Domine non sum digna” (“Señor, no soy digna”):

 

La luz de la luna penetra sigilosa en el estanque

y se cuida de no dejar su huella sobre el agua:

Tú no te cuidaste.

 

La onda de la prosapia sagrada 

Cuando se asume el mundo como es, ni pesa el aire, ni corcovea la lluvia, ni brotan suspiros consentidos de melancolía ni los sobresaltos de la añoranza o la nostalgia. En cada fluir de lo viviente late el fulgor que transfigura y el sentido que enamora. Lo que nos asombra afuera, late con su esplendor dentro. La mirada mística, que es una mirada interiorizada y tierna, encuentra sentido en todo, belleza en todo, sacralidad en todo, y todo se siente, se valora y se vive por el Todo. En cada criatura late un vestigio del Paraíso, y en cada rincón del Universo rutila la llama de Dios.  Cuando se mira místicamente el mundo, como lo mira Luce López-Baralt, la vida no es solo hermosa y cautivadora, sino que desde cualquier mirador los pedazos de las cosas se congregan, y la tajada de la luz se reintegra al haz lumínico que reverbera. Aunque algún travieso trozo de sombra se disperse por temor al impacto de la lumbre, siempre fluye el tizón que enciende y enamora. Por eso Juan de Yépez hablaba de la “soledad sonora”, y Luce López-Baralt habla de la “música que calla”:

 

Las palabras

a las orillas de aquel lago de plata

perdían su fijeza de ícono

y con ímpetu gozoso

se desplegaban en todas las direcciones:

dejaron pues de ser palabras,

por lo que ahora callo.

 

La Presencia infinita se manifiesta con claridad meridiana en el alma que atesora sabiduría, luz y ternura. Así lo sienten los místicos, que interiorizan el resplandor de lo viviente y la hermosura de las cosas. En cada amanecer fluye remozada la vida y, en los atardeceres radiantes, serpentean en matices multicolores los susurros de la luz, que salpican con sus cristales de plata el haz de ríos, mares y océanos. La poesía mística, como la de López-Baralt, entraña el cauce de la transfiguración compartida con la fragua del misterio.

La energía interior de la conciencia, que el Logos formaliza en la palabra, entra en sintonía con la energía interior de la cosa, que encarna la llama divina en lo viviente. Entre la Energía superior del Cosmos y la energía interior de la cosa hay relaciones entrañables que imantan la sensibilidad y la conciencia, que la creación poética asume, bajo el éxtasis de los sentidos para fraguar en el concierto del espíritu la llama que enciende el corazón enamorado, como lo experimenta la agraciada lírica puertorriqueña en “Con Jorge Luis Borges”:

 

El tintóreo Hákim de Merv

autor de La aniquilación de la rosa

cometió una abominable herejía:

intentó anegar en tinta

el éxtasis, el vuelo y la epifanía.

 

Para escribir lírica mística hay que sentir que vivimos en un Paraíso y que somos la encarnación de una gracia divina. Como los niños, los poetas, los iluminados, los enamorados y los místicos, Luce López-Baralt participa del “dolorido sentir” de Garcilaso de la Vega y del “gozoso sentir” de los contemplativos. De ahí su visión luminosa, entusiasta y jubilosa de lo viviente. De ahí su valoración de lo real como eco de lo sagrado. De ahí la virtualidad enajenante de su lírica, índice de la profunda vivencia espiritual que entraña su conciencia de lo trascendente como conciencia del sentido. En su Logos personal hay la revelación de una fuerza ancestral, arquetípica y simbólica, que va desde la palabra humana hasta la voz de la Divinidad:

 

¿Cómo decirlo?

Era un orbe de luz,

pero infinito

(entonces no era un orbe)

era un mar sin orillas,

pero nacía en mi interior

(entonces no era un mar)

era yo misma

pero trastocada en Tu hermosura

(Entonces no era yo)

Dime, ¿cómo decirlo?

 

La poeta boricua canta, conmovida, lo que sacude su sensibilidad  y lo que ilumina su conciencia con el gozo íntimo de vivir “un mar de dulzura” y, aunque dice que se ha quedado sin palabras, como suelen dejar al visionario sus impactantes visiones sobrenaturales, prefiere la singular afasia para seguir viendo su Luz. La ilustre poeta caribeña combina imágenes de otros iluminados del decir hermoso, lo mismo de la lírica oriental que de la lírica boricua (“Simurg de los persas /quetzal de la nada”), para sorprender diciendo que el más alto vuelo es el que “se emprende hacia uno mismo”. Se vale la poeta de retruécanos, antítesis y paradojas, recursos de la lírica mística, para ‘explicar’ el singular fluir de sus vivencias y, en una erudita evocación de los dislates de los místicos, la persona lírica de este cautivante poemario trata de ‘entender’ y ‘explicar’ la inspiración que le llega. ‘Confundida’ con el Amado, la poeta se siente una con los elementos y las cosas en una cópula de amor sagrado que la mística entraña y reserva a los iluminados, santos y elegidos. Al regresar de la vivencia del ágape sagrado, la poeta boricua canta jubilosa:

 

Yo he sido huésped de esos clarísimos alcázares:

he hollado sus pavimentos de cristal.

Supe bien del centelleo

de sus cúpulas de plata,

de la iridiscencia infinita

de sus almenas de fuego.

 

Para describir la vivencia de esa cópula embriagante acude a la imagen de otros poetas que sintieron la llama de la dolencia divina:

 

Águila sideral,

simurg de los persas,

quetzal de la nada.

Volé con todas las aves de brillante pluma

el más alto de los vuelos: hacia mí misma.

 

Esa locura de amor domina el hondón de la sensibilidad de la iluminada poeta puertorriqueña ya que su fruición es honda, inmensa y sublime, y, aunque dice no entender, más que balbuceo, más que un susurro emotivo, más que onda intuida, su decir es una revelación trascendente, con la magia del simbolismo que perfilan sus palabras, como se aprecia en “En torno a la Azora XXIV, 35”:

 

El nicho de las luces

guarda un candil encendido

en un recipiente de cristal

que contiene una luminaria

si lo miras

te transformas en estrella.

 

Uno de los textos más sorprendentes de este poemario místico de la escritora antillana es el titulado “Nuestro lecho florido”, en el que la pareja de amantes, en su cópula divina, vive la más alta delicia de los sentidos en un jardín de jazmines y, al evocar la “noche oscura” del inmenso lírico abulense, recuerda que experimentó su cuota de eternidad en un lecho encendido de fulgores superiores:

 

Nuestro lecho florido

Shiva y Shakti hacen el amor

en un jardín de jazmines,

la Sulamita se une a su amado

a par de los lirios,

la amada nocturna olvida su cuidado

entre las azucenas.

Tú y yo nos amamos

sobre un lecho florido de estrellas.

 

Con Annemarie Schimmel, cuya poesía la escritora puertorriqueña tradujo al español, en su calidad de arabista descubrió que “había ruiseñores cantando bajo la nieve”, experiencia sutil en la que coparticipan místicos y poetas cuando ponen en sintonía su sensibilidad con el alma del mundo. Hay que haber transitado varios caminos en los predios del Humanismo y en las antesalas de la Trascendencia para comprender lo que han vivido los iluminados y los místicos de la alta vivencia del espíritu en comunión con lo divino, como lo experimentaran Platón de Atenas, san Francisco de Asís, Halal-udin Rumi, Dante Alighieri, Teresa de Ávila, san Juan de la Cruz, Rabindranath Tagore, Jorge Luis Borges, Francisco Matos Paoli, Karol Wojtyla, Ángel Darío Carrero, Clara Janés y ahora Luce López-Baralt, con la exquisita expresión del más bello decir que hace de la palabra el cauce de fecundas vivencias espirituales y, de la mística, la más alta sabiduría, como lo expresa en sus ardientes versos:

Un océano de Misterio

se esconde en el aliento

que precede a la palabra:

sé que no debo

 revelarlo.

 

En virtud de la alteración de la conciencia, que experimentan santos, contemplativos, místicos, profetas y teopoetas, los elegidos del Espíritu tienen singulares vivencias interiores y algunos han tenido particulares extrapolaciones de su mente en conexión con el fluir de lo viviente en una intensa y luminosa experiencia arrobadora, como son la experiencia cardinal y la experiencia teopática. Luce López-Baralt ha conocido esos estadios en sus vivencias interiores, y algunos de sus poemas así lo evidencian, según lo manifiesta su creación poética:

 

Plantamos un huerto en las esferas:

de los surcos encendidos brotaron

el sol y la luna y juntos hicimos

una vendimia de estrellas.

 

Esa sensación infinita, en el caso de los poetas místicos, tanto como vivencia estética, que lo es, también tiene mucho de vivencia sagrada, en ese “mundo ideal” del que relataba Platón, o ese Tercer Paraíso del que decía Pablo de Tarso, o en ese estado extrapolado de la mente, al que alude la psicología, aunque desde la perspectiva de la mística, es la Luz la que alumbra, enajena y santifica:

 

La fuente era un cielo nocturno

de agua quemada

tiré mis ojos sobre las aguas

vi Tus ojos

y quedó una sola mirada encendida

flotando sobre las ondas.

 

Cuando nuestra poeta dice que se une al llanto de Filomena, que entristeció a Virgilio, al tiempo que alude a la literatura clásica, que conoce a fondo, expresa también la tentación que acecha al místico de rehuir la creación (“Solo el silencio podría custodiar el misterio”, escribió nuestra poeta en uno de sus textos) y rumiar lo que vive al interior de sus sentidos. Para suerte de nuestras letras y para enaltecimiento de la lírica mística, la agraciada cantora boricua ha testimoniado las grandes vivencias de su espíritu y lo ha hecho de la manera más sublime que el buen decir reserva a los elegidos mediante la más hermosa forma a la que acceden los mortales con la dotación sagrada del Logos y el aliento inspirador de la lírica, como lo ha testimoniado esta exquisita creadora al subrayar el fluir del Verbo:

 

En un instante habitado por albas y espejos

al fin supe quién era.

 

Por eso Luce López-Baralt concluye este hermoso y cautivante poemario, Luz sobre Luz, con el sentimiento que alienta el corazón de iluminados, místicos, santos, profetas y teopoetas:

Un pájaro canta lo que va a venir: Tu regreso.

   La autora de Luz sobre luz revela la ternura de su alma, la sabiduría de su espíritu y la autenticidad de sus vivencias a la luz de lo divino. Y descubre el fuero amoroso de sus vivencias y la sabiduría sagrada del Nous, con la verdad mística profunda, la que enajena y transfigura, fulgor que embelesa bajo el encanto cautivador de la Llama sutil.

 

Bruno Rosario Candelier

Academia Dominicana de la Lengua

Santo Domingo, R. Dom., 15 de octubre de 2020.

Notas:

  1. Luce López-Baralt nació en San Juan de Puerto Rico el 21 de agosto de 1944. Obtuvo una Maestría en Literatura Hispánica por la Universidad de New York y un Doctorado en Lengua y Literatura Románicas por Harvard University. Profesora de la Universidad de Puerto Rico, políglota, traductora, ensayista, crítica literaria y poeta. Ha sido profesora visitante de importantes universidades europeas, asiáticas y americanas, y es una eminente arabista y especialista en la obra de san Juan de la Cruz y la literatura mística sufí, cristiana y española. Miembro de número de la Academia Puertorriqueña de la Lengua Española, es miembro correspondiente de la Real Academia Española y de la Academia Dominicana de la Lengua. También forma parte de Asociación Internacional de Hispanistas, Ateneo Puertorriqueño, Asociación Internacional de Cervantistas, American Oriental Society, Instituto de Literatura Iberoamericana y del Movimiento Interiorista. Colabora en varias publicaciones internacionales. Suyos son los siguientes libros: Huellas del Islam en la literatura española (Madrid, Hisperión, 1985), San Juan de la Cruz y el Islam (Madrid, Hisperión, 1990), Obras completas de san Juan de la Cruz (en colaboración con Eulogio Pacho, Madrid, Alianza Editorial, 1991), Un kama utra español (Madrid, Siruela, 1992), Erotismo en las letras hispánicas (México, Colegio de México, 1995), El sol a medianoche: La experiencia mística, tradición y actualidad (Madrid, Trotta, 1996), Asedios a lo indecible: San Juan de la Cruz canta al éxtasis transformante (Madrid, Trota, 1998), Las moradas de los corazones (Madrid, Trotta, 1999), José Hierro y el lenguaje de lo imposible (Madrid, Cátedra, 2002), Poemas de la vía mística (Madrid, Mandala, 2002), El cántico místico de Ernesto Cardenal (Madrid, Trota, 2012), Repensando la experiencia mística (Madrid, Trotta, 2014) y decenas de estudios en revistas y publicaciones internacionales.
  2. Para escribir poesía mística el sujeto creador tiene que haber experimentado el éxtasis transformante. La poesía mística expresa el sentimiento de lo divino, sentido y vivido bajo la inspiración de lo sagrado. Desde luego, la mística entraña el sentimiento de lo divino, y la vivencia mística implica un vínculo sagrado, sentido y vivido con sabiduría y amor, como han testimoniado los místicos de diferentes confesiones religiosas.
  3. San Juan de la Cruz, Vida y obras de san Juan de la Cruz, Madrid, BAC, 1960, 4ta. Edición, p. 186.
  4. Correo de Bruno Rosario Candelier a Luce López-Baralt, fechado el 1º. De diciembre de 2012: “Con inmenso gozo te remito el estudio que escribí sobre tu hermoso poemario, una manera de corresponder al honor que me hiciste al darme a conocer, aún inédito, la creación estética y mística de tus vivencias luminosas. Tu lírica enriquece la poesía mística del Interiorismo y, desde luego, la creación teopoética de las letras americanas y universales. Recibe, con mi enhorabuena, mi abrazo emocionado con hondo afecto y devoción entrañable”.

Guaymama, fumarse, bovino / bobino

Por Roberto E. Guzmán

GUAYMAMA

Algunos objetos han ido desapareciendo del ambiente dominicano. Las guaymamas no las conocen los jóvenes. La vida moderna “se ha llevado de encuentro” muchas cosas y la guaymama parece que es una víctima más.

La guaymama es o era una sandalia con la suela hecha de parte de la goma (llanta, neumático). Un dominicano podría decirle que era o es una chancleta, pues en el habla descuidada (pero entendible) chancleta es cualquier tipo de calzado que no es zapato ni bota.

Era un placer ver la destreza con que los artesanos fabricaban este tipo de sandalia. Era casi un arte, aquello de cortar la goma con una filosa chaveta, sin desperdiciar corte alguno. Es posible que este tipo de “soleta” todavía pueda conseguirse como una rareza o recuerdo en alguna tienda para turistas.

La representación escrita del nombre del objeto de esta sección puede variar, guaimama, guaima, guaimimama. En este aparte se ha favorecido guaymama, porque este guay se toma en sentido onomatopéyico para representar el grito de dolor.

La explicación más socorrida para el nombre de la sandalia es que debe su nombre a la expresión de dolor que lanza el hijo o la hija cuando recibe un castigo consistente en golpes propinados con la ayuda de una de estas sandalias.

Se ha procurado sin éxito en los diccionarios de español dominicano esta voz. Como no se ha encontrado, se documenta aquí para que conste documentada para los trabajos de los lexicógrafos en el futuro.

Reconoce el autor de estos comentarios la deuda que ha contraído con Minerva de Guzmán, quien con buena intención mencionó la palabra del título.

 

FUMARSE

“. . . estaremos nefastamente condenados a FUMARNOS al . . .”

Este verbo del epígrafe no aparece en los catálogos del español común. Parece que no es tan común como lo cree el dominicano que lo usa. No solo lo usa, sino que se hace entender . . . de otros dominicanos.

La frase retropróxima terminó de modo que da la idea de que es un verbo que solo circula en el habla de los dominicanos. Puede escribirse que es un verbo bien conocido hasta cierto punto, pues ha sido documentado desde hace más de sesenta años.

El Diccionario del español dominicano (2013:325) lo define así: “Soportar a alguien o algo que no resulta agradable”. Ya Patín Maceo había recogido el verbo en 1940.

Con esta noción de aguantar una cosa que molesta o duele lleva todos estos años. Cabe aquí que uno se pregunte porqué se hace sobre el verbo fumar. Una explicación puede ser que al fumar lo que se fuma se acaba; es decir, el cigarrillo, cigarro o tabaco se consume, en consecuencia, desaparece o se transforma.

De ahí puede llegarse a la conclusión de que la situación en la que se encuentra el sujeto que se la

fuma, se hace paciente con la esperanza de verla desaparecer. Implícitamente hay en ello una aceptación de la imposibilidad de cambiar las circunstancias. Acepta la molestia, cuyo grado puede variar, como algo inevitable, contra lo cual nada puede.

Con este “fumarse” hay mucho de tolerar con sufrimiento y, en la mayoría de las ocasiones, en silencio; sin posibilidad de expresar el disgusto que ocasionan los hechos.

Hubo hace unos años una canción popular en que se recurría a alusiones, “el tabaco es fuerte, pero hay que fumárselo”. Muchos de los oyentes entendieron que se mentaba, omitiendo decirlo, a la situación política del momento. Como estas hubo muchas expresiones que veladamente expresaban los padecimientos a que se vio sometida la ciudadanía en una época de triste recordación.

 

BOVINO – BOBINO

“. . . ligado a la Encefalopatía Espongiforme BOBINA . . .”

El sentido común ordena mantener ciertas distancias, no solo con respecto a las actuaciones en sociedad, sino también en la redacción de textos. Lo menos que puede expresarse es que produce tristeza leer la confusión en el empleo de dos palabras patrimoniales del español que se dicen de la misma forma, pero que tienen significados muy distantes.

Bovino, con la uve, V de vaca, V pequeña, V corta, es un adjetivo que refiere a las vacas, con la misma ve y, los toros; es decir, a animales mamíferos, grandes, con cuernos lisos, rumiantes, de cola larga con un mechón en el extremo.

Bobino tiene relación con el verbo bobinar, que en República Dominicana casi siempre se usa en tanto embobinar. La palabra más común de esta familia es bobina que es un cilindro, canuto, carrete o rollo, que es la palabra preferida en el español dominicano. Así podría decirse que el rollo de película, de papel de imprenta o el del componente de circuito eléctrico, todos estos son bobinas de diferentes dimensiones.

Se recuerda que en todas las ciudades dominicanas de alguna importancia existían talleres de rebobinado de motores o componentes eléctricos. Esa labor se anunciaba en letreros visibles para el transeúnte y se recuerda que la ortografía era acertada.

Muchos de estos desaciertos pueden evitarse añadiendo un poco de cuidado en la redacción.

El español y su influencia en el mundo actual

Por Tobías Rodríguez Molina

El  español, al cual también se le denomina castellano por haber nacido  en la región de Castilla, es una lengua romance por derivarse del latín, que era la lengua oficial del imperio romano; es el tercer idioma más hablado en el mundo, detrás del chino mandarín y del inglés, por el número de hablantes que la tienen como lengua.

Es hablado como primera o segunda lengua por unos  500 millones de personas, y es uno de los seis idiomas oficiales de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

Es la lengua oficial de España y de los países que fueron conquistados o colonizados por los españoles; es decir, que es tenida como lengua oficial de los países  de América, exceptuando a Haití, Brasil y los Estados Unidos. Sin embargo, a pesar de que no es lengua oficial de EE.UU., hay varios estados de este último país en los que la habla un elevado porcentaje de los residentes en Colorado, San Antonio, Texas, La Florida, California, Nueva York, etc.

Es de notar que en el Capitolio ha penetrado el español, como lo indican los siguientes detalles: a. La hija del expresidente Carter tenía un profesor de español que iba a la Casa Blanca a enseñarle esa  lengua.; b. A la toma de posesión del presidente Bush fueron invitadas las merengueras dominicanas Milly Quezada y su hermana Joselín.

De esos dos hechos se puede deducir que el español ha ido ganando terreno en el mundo. Cada vez aumenta su influencia y cada vez son más los que se preocupan por manejar esa lengua, es decir, hablarla y escribirla de acuerdo con el uso y las normas que la caracterizan.

La lengua siempre ha sido el termómetro para medir la cultura de los pueblos; de ahí la importancia de emplear con “propiedad” y “corrección” tanto la lengua oral como la escrita.

Propiedad quiere decir emplear con el significado exacto  las palabras de una lengua. Por eso, cuando empleamos una palabra con un significado que no es el exacto, cometemos lo que es denominado como impropiedad léxica. Si decimos, por ejemplo, “Mi hermano es muy correlativo” caemos en la impropiedad porque correlativo significa “que guarda relación con algo”, por lo que ese término no cabe en ese contexto.

La corrección consiste en emplear la lengua sin errores  de sintaxis, como “me se olvidó” o “ella está media enferma, o “allí hubieron varios brindis de cerveza, o “esos son problemas muy difícil de erradicar. Los tres últimos casos contienen errores de concordancia y el primero, error  del orden de los componentes de una oración.

También hay que mantener  la corrección  en la escritura, evitando los  llamados errores de ortografía, como sería escribir “ilo” o “ermano”, sin la h que les correponde, o cavesa von v y s en lugar de b y  z, o yegaria sin ll y sin tilde, debiendo escribirse llegaría.

Causa mala impresión escuchar a una persona que se expresa en un español repleto de errores en la pronunciación, ya que automáticamente la encasillamos entre las personas de baja categoría cultural y social, siendo muchas veces personas con estudios de posgrado y tenidas como profesionales de renombre.

Por eso debemos preocuparnos todos los hablantes de una lengua por tener dominio de la misma tanto en la oralidad, en lo atinente a la pronunciación y al léxico, que debe ser variado y abundante, para así evitar la repetición de palabras o el empleo de palabras genéricas, como cosa, asunto, cuestión, pendejá, vaina, etc., así como también hay que preocuparse por  la escritura correcta de las palabras,   incluyendo  el adecuado empleo de los signos de puntuación, de los cuales depende, si están bien empleados, una adecuada comprensión de los contenidos del texto.

Es  sabido por muchos que poner bien o mal una coma puede causar lo contrario de lo que se quiere expresar. Ejemplo:  ”No iré el domingo al campo”; en ese ejemplo se indica que la persona que habla o escribe se quedará en la ciudad el domingo; pero si se escribe o se dice: “No, iré el domingo al campo”, se afirma que no se quedará en la ciudad  el domingo, con lo cual se dice lo contrario del caso anterior sin coma.

Ahora bien, ¿cómo lograr dominio de la lengua tanto oral como escrita? El instrumento o ayuda más eficaz y de rendidos beneficios lo constituye la lectura frecuente de libros y textos de escritores que empleen la lengua con riqueza léxica y con total corrección en todos los aspectos de la normativa.

Una persona que lee y lee bien adquiere un mayor grado de cultura y, a la vez, perfecciona su lengua en los aspectos ya indicados de la propiedad y la corrección, y en los siguientes:

  1. Si lee en voz alta, mejora su dicción y adquiere mayor fluidez.
  2. Aumenta su capacidad de comprensión de las ideas, adquiriendo destrezas para discernir entre lo principal o más importante y lo secundario o menos importante.

Todo lector debe tener junto a él un diccionario general de la lengua, que puede decirse que es  el aliado principal de toda  persona, sea estudiante o profesional, inquieta por manejar  cada vez mejor  su lengua y para adquirir  la ampliación de su vocabulario, que lo dotará de la  importantísima riqueza léxica.

Lo anteriormente expresado deja dicho  por qué los profesores se preocupan tanto de que sus alumnos adquieran conciencia de la importancia de la lengua para su vida como estudiantes y de futuros profesionales. Deja entendido, además, cómo una persona  que domina bien la lengua es considerada más capacitada y más culta que otra que no la domina y, en consecuencia, la primera tendrá mayores posibilidades de un buen trabajo por el mayor prestigio en la sociedad y en la empresa en que trabaje y, por eso, podrá tener mayores  posibilidades de ascenso  y de aumentos salariales.

Chichigua, desgaritarse

Por Roberto E. Guzmán

CHICHIGUA

“Las cometas, conocidas en el país como CHICHIGUAS. . .”

Este aparte puede comenzarse por destacar lo sencillo que parece en la actualidad pensar que se llame de cometa a una armazón que alcanza altura modesta, que en República Dominicana era hecha con métodos rudimentarios para diversión de chicos. Esto se escribe como introducción porque la semejanza entre la chichigua dominicana y el cometa, astro, es muy poca.

La palabra chichigua se trae a estas reflexiones acerca del idioma porque esa voz posee otras significaciones en otros países; además, porque su etimología es interesante como se apreciará más adelante.

La chichigua dominicana es muy bien conocida del hablante. No hay lugar a equívoco. El asunto se complica cuando el hablante de español dominicano descubre que hay otras chichiguas. Más sorpresa ocasiona al leer que esa otra chichigua tiene su origen en una lengua azteca. Primero hay que despejar lo concerniente a la chichigua dominicana.

No existe relación alguna entre la chichigua dominicana y la mexicana. La primera mención de chichigua consta en el Diccionario provincial casi razonado de vozes y frases cubanas (1836:214), voz indígena, donde puede leerse que en un lugar en Cuba se conoce con este nombre femenino “a una de las clases más pequeñas de cometas”.

Constantino Suárez (españolito), en su Diccionario de voces cubanas (1921:179) trae la pregunta que se hizo quien escribe estas reflexiones acerca de la lengua. Si la voz es de origen indígena “no se usaría como hoy, puesto que no se sabe conociesen estos juguetes los niños indios”.

Cabe aquí otra pregunta. Si los conquistadores (invasores) llevaron tantas voces indígenas de Santo Domingo a tierra firme, ¿Cómo es que no llevaron la voz chichigua con ellos para aparejarla con la voz conocida en México, papalote?, voz del azteca papalotl que en su acepción directa significa mariposa, y por extensión, denomina al juguete cometa.

Tal parece que ese inconveniente no escapó a la agudeza de D. Emilio Tejera, pues en su obra Indigenismos (1977-I-508) transcribe lo que escribe Pichardo en el Diccionario provincial, así como hace mención de las acepciones conocidas para la voz en otros países, con las referencias bibliográficas correspondientes. En Puerto Rico se conoce esta cometa con el nombre de chiringa, Vocabulario de Puerto Rico (1967:147).

Todos los autores mencionados aseguran que se usaba para “cometa pequeña”. Como puede certificarlo cualquier dominicano, hace muchos años que la chichigua dejó de ser el nombre para la cometa pequeña. La chichigua puede muy bien ser un “pájaro” grande. Se usó aquí el vocablo pájaro en tanto sinónimo de chichigua porque así se ha hecho (o se hacía) en el español dominicano.

Mediante la lectura de lo expuesto más arriba puede inferirse que chichigua es voz común para los hispanohablantes de las Antillas, es decir, Cuba, Puerto Rico y República Dominicana.

Chichigua es cosa o cantidad pequeña, insignificante en Colombia y Ecuador. En Guatemala y México es la hembra de un animal que está criando. En El Salvador, Nicaragua, Guatemala y México es ama, nodriza, mujer que amamanta una criatura ajena. Es nombre azteca alterado de chichihualli, teta, mamila. Diccionario de mejicanismos (1895:165). Esto así porque chichi es mamar. Diccionario de aztequismos (1978:67).

Aquí no acaba la historia de la chichigua centroamericana, pues el acortamiento de la voz chichigua con el significado mexicano produjo chichi para teta, en el español y el inglés del Sur de los Estados Unidos. Chichi o chiche es glándula mamaria, seno, teta en New Mexico y el Sur de Colorado. A Dictionary of New Mexico and Southern Colorado (1983:45).

Al final lo que queda es que no hay una sola chichigua. La significación depende del país en que se use la voz. En cuanto al origen indígena de la voz usada en las Antillas, puede decirse que es más bien incierto.

En República Dominicana la chichigua produjo una chichigüita. Se usa esta voz en tanto nombre o adjetivo para aplicárselo a una mujer pequeña de tamaño, que se mueve con rapidez. Con ese nombre aplicado a una mujer de escaso tamaño se pagan las deudas con las chichiguas de otros países. Por el tamaño, mujer pequeña, del modo en que se conoce chichigua en Colombia y Ecuador. Y con respecto al movimiento rápido, se asemeja al desplazamiento (flotación) de la mariposa del azteca. Esto que acaba de destacarse puede ser producto del azar, pero es una realidad.

 

DESGARITARSE

“. . . y así evitarles a mis hijos el engorro de salir DESGARITADOS . . .”

Se resaltará en esta sección una acepción que mantiene el verbo del título que no ha sido debidamente reconocida en los diccionarios diferenciales de español dominicano. Después de la exposición de la acción peculiar con sus características únicas, se citarán varios ejemplos con la esperanza de que los hablantes de español dominicano reconozcan en ellos su práctica habitual.

Antes de continuar hay que apuntar algo en la frase reproducida a guisa de ejemplo del uso de la palabra del título, allí se deslizó un error que se ha observado en otros textos. “Evitarles a mis hijos”. No hace falta el pronombre les incorporado al verbo, si a continuación aparecen los hijos. Bastaba con, “Evitar a mis hijos”.

Desgaritar parece una composición de des- y garete; así podría pensarse al leer con ojos inocentes el verbo. Etimología irreflexiva atribuida ingenuamente motivada por las muchas voces de marinería que han pervivido en América. Esto así si se piensa que en el argot marinero la locución adverbial “al garete” transmite la idea de estar a la deriva, esto es, “sin dirección o propósito fijo” acepción actual, pero que en su origen fue “navegar a la merced de la corriente o del viento”. En resumidas cuentas, desgaritarse se incorporó muy temprano al español.

Corominas y Pascual documentan en su Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico (1980-III-94) una larga explicación acerca de la idea que se formó Esteban Pichardo, que coincide con la expuesta más arriba, a pesar de estos etimólogos introducen la posibilidad de que se formara con el prefijo des- y el sustantivo femenino garita, influenciado esto por la significación del portugués del Brasil, de desguaritado.

  1. Esteban Pichardo en su Diccionario provincial casi razonado de vozes y frases cubanas (1835:227) al ocuparse de los verbos desgaritar y desgaritarse, reenvía a la palabra garete que se halla en la página 275. Allí sostiene que, “Irse o estar al garete es frase tomada de la marítima en la significación metafórica de perderse, trastornarse, desordenarse o extraviarse alguna cosa, a la cual faltó el rumbo gobierno o cuidado. De aquí el verbo Desgaritar o Desgaritarse, al cual se da en esta isla el mismo significado”.

En el español general el verbo desgaritarse referido a una res es “separarse de la madrina o del sitio”. Es muy probable que de esta acepción más bien rural haya pasado al español dominicano general en tanto “huir o separarse de un grupo”.

Lo que se persigue con estas explicaciones es llegar hasta afirmar que en el español dominicano actual el verbo desgaritarse no solo es “huir o separarse de un grupo”, sino de cualquier sitio o en cualquier circunstancia. Es más, puede aventurarse que desgaritarse mantiene en el habla de los dominicanos un rasgo de precipitación; es decir, huir (aceleradamente, deprisa, velozmente). El dominicano para expresar la idea de la última frase diría, “más rápido que de carrera”.

Se piensa que la persona que se desgarita no dice hacia dónde va. No se toma el tiempo de advertir a los demás hacia dónde se dirige porque su propósito principal es alejarse del lugar o el grupo en que estaba. Quizás ni el mismo sujeto de la acción sabe hacia dónde se dirige.

Todo lo anterior es para dejar en claro que la acepción que se consigna en los diccionarios de español dominicano no está completa con la redacción que incluye separación de un grupo; debe incluirse en la definición, “de un lugar”, y, acomodar la redacción para incluir las características anotadas más arriba.

Pautas para el empleo de la coma, el punto y el punto y coma (2 de 2)

Por Tobías Rodríguez Molina

Usos opcionales de la coma

  1. Un uso opcional es el del caso de la anteposición de elementos sintácticos subordinados, es decir, que son dependientes de la parte principal de la oración y cuya colocación lógica o normal suele aparecer al final de la oración. Ejemplos: a. Al llegar a la casa Pedro lucía completamente fatigado. ; b. Cuando Juan regresó del paseo su madre se puso muy feliz. Fíjense que en la oración a. se puede poner una coma después de “casa”, y en la b. se tiene la opción, no la obligación, de ponerla después de “paseo”.
  2. En las oraciones con elipsis o supresión del verbo, no es obligatorio poner la coma en vez del verbo elidido. Ejemplos: a. Uno de sus primos estudió la carrera de Electrónica y el otro la de Administración. ; b. Javier se radicó en Mao y su tío, en Puerto Plata. Se tiene la opción de poner, en la oración a, una coma después de “otro”  y  en la b., después de “tío”.
  3. También es opcional el uso de la coma delante de “pero”, “mas”, “aunque”. Debemos aclarar, sin embargo, que en las oraciones que tienen esas expresiones, existen cuatro posibilidades u opciones, dependiendo, muchas veces, de la complejidad de la estructura oracional de que se trate y, por supuesto, de gustos estilísticos y de otros factores de difícil precisión. Las opciones son: no poner ningún signo, la coma, el punto y coma o el punto.  Veamos algunos ejemplos: a. Es una persona muy inteligente pero completamente desorganizada. ; b. Le ofrecieron ese trabajo, pero  lo rechazó al instante. ; c. Alberto está  hoy complaciente con todo el mundo; aunque no vayan a  creer que él es siempre así. ; d. Sus notas todo el tiempo habían  sido las peores del curso. Pero, para sorpresa de todos,  su nota final estuvo entre las mejores.

Usos del punto y coma

Este signo de puntuación tiene un solo uso obligatorio y varios que son opcionales.

Uso obligatorio

Aparece este uso obligatorio en estructuras oracionales que tienen coma empleada en el interior de cada estructura enumerada. Ejemplos: a. De su tienda quiero que me  envíe los siguientes artículos: camisas, dos docenas; pantalones, dos docenas; medias, tres docenas; corbatas, dos docenas, y toallas, dos docenas. ; b. En nuestro paseo visitamos las siguientes ciudades: Santo Domingo, la capital dominicana; La Vega, la ciudad olímpica;  Moca, la ciudad del viaducto; Santiago, la ciudad corazón, y Puerto Plata, la novia del Atlántico.  Como pueden ver, en el ejemplo a.   se pone una coma entre el artículo comprado (camisas)  y la cantidad, y punto y coma entre cada artículo y su cantidad y el otro artículo y su cantidad.  En el ejemplo b. , se escribe coma entre la ciudad y el calificativo, y punto y coma entre la ciudad y su calificativo y la otra ciudad y su calificativo.

Usos opcionales

  1. Se emplea punto y coma opcional delante de “pero”, “mas”, “aunque”. (Ver el caso 3 del uso opcional de la coma).
  2. También se usará en forma opcional en las proposiciones yuxtapuestas. Estas son partes de una oración compuesta a la que se le ha eliminado el nexo que indica la relación existente entre ambas partes. Aclaremos lo anterior mediante un ejemplo: “No asistió a la clase de hoy porque estaba aquejado de una fuerte gripe”. Si a esta oración causal le eliminamos el nexo “porque”, la convertimos en dos proposiciones Obsérvenlas: “No asistió a la clase de hoy;  estaba aquejado de una fuerte gripe”. La otra opción en este caso es usar el punto en vez del punto y coma.
  3. Otro empleo del punto y coma  opcional   aparece  delante de “es decir”, “o sea”, “esto es”, “por consiguiente”, “no obstante”, “sin embargo”, cuando estas expresiones unen las dos  partes (o proposiciones) de una oración compuesta.

Las opciones son dos: o punto y coma  o punto. Vean los siguientes ejemplos. a. Amaneció con una fuerte fiebre; sin embargo, eso no le impidió asistir al trabajo. ; b. Está obligado a sacar mejores notas en el próximo examen para liberar la Biología. Por consiguiente, tendrá que concentrarse más en el estudio de esa materia.

Usos del punto

Este signo de puntuación tiene un uso obligatorio y varios opcionales.

Uso obligatorio

Se emplea en forma obligatoria, pudiéramos decir que en teoría, al final de cada oración, sin importar que aparezca en medio de un párrafo, al final del mismo o al final de un escrito. He dicho que “en teoría”, ya que en medio del párrafo, pudiera darse la opción con el punto y coma, y otras veces pudiera haber punto suspensivo al final de la oración. Aclaremos, además, que la oración puede ser gramaticalmente completa o contextualmente completa. Veamos ejemplos de ambos tipos: a. Gramaticalmente completa: Celeste se graduó de bachiller hace un mes. ; b. Contextualmente completa: ¿Ya comenzaste a trabajar, Alberto? –Sí, Daniel. La pregunta es una oración gramaticalmente completa y la respuesta, que es “Sí, Daniel”, es contextualmente completa. (Nota: Recuerden que se marca el punto en las palabras que se abrevian, como en Lic., Ing., Dr.).

Usos opcionales

Se emplea el punto en forma opcional en los mismos casos del uso opcional  del punto y coma. (Ver el punto y coma opcional en los casos 1, 2 y 3).

Ya vieron todos los variados casos que se dan con respecto al uso de esos tres signos de puntuación y el cuidado y la atención que hay que tener para usarlos como es debido.  Yo confío en  que la manera en que les presenté  los aspectos teóricos y los ejemplos para cada caso, y el deseo y el empeño por mejorar de  ustedes, los convertirán en  mejores redactores de textos.

Ortoescritura

Por Rafael Peralta Romero

 

LA ORTOGRAFÍA NO PUEDE COGER LAS DE VILLADIEGO

El vocablo /villa/ es sustantivo común y por tanto se escribe con inicial minúscula, en tanto que /Diego/ es un antropónimo (nombre de persona)  y demanda la mayúscula inicial. Cuando la palabra /villa/ se antepone a otro sustantivo para denominar un lugar, generalmente entra a formar parte del nombre de ese lugar y entonces exige su mayúscula: Villa Francisca, Villa Trina, Villa Mella, Villa Altagracia.

Una villa, en la provincia de Burgos, España, lleva por nombre Villadiego (una sola palabra). Es cabecera del municipio del mismo  nombre. Esta localidad ha dado origen a la expresión “Tomar las de Villadiego” o “Coger las de Villadiego”.

El Diccionario de la lengua española la clasifica como locución verbal coloquial y la define de este modo: “Ausentarse impensadamente, de ordinario por huir de un riesgo o compromiso”.  Otros agregan el detalle de “marchar apresuradamente, huir de un lugar”.

En el habla dominicana es frecuente el uso de la  expresión “Coger las de Villadiego”, y en el uso oral ninguna complicación presenta, sin embargo, al momento de escribirse surgen las vacilaciones. Recientemente, una dama seguidora del expresidente Medina criticó a quienes habiendo sido candidatos a cargos legislativos por el PLD, una vez elegidos “cogieron la de villa Diego”. Así lo escribió y más lógico fuera que escribiera Villa Diego, aunque el lugar se denomine Villadiego.

El periodista español Javier Ramos, en su “blog” Lugares con historia, dedicado a temas   de historia y  geografía, plantea que la expresión aparece por primera vez en La Celestina, la tragicomedia de Calixto y Melibea, de Fernando de Rojas, donde aparece la frase “tomar las calzas de Villadiego”. Agrega Ramos que autores como Francisco de Quevedo y Covarrubias se han preguntado sobre quién era Villadiego. “Sin embargo, es una hipótesis histórica la que asocia la localidad burgalesa de Villadiego con las persecuciones que sufrieron los judíos en la Edad Media, época en la que se convirtió en una villa de asilo. La condición para disfrutar de refugio allí era llevar una vestimenta específica… hay quien afirma que unas calzas amarillas”. Villadiego se sitúa a unos 38 kilómetros al noroeste de la ciudad de Burgos, y fue fundada, según es tradición, por el conde Don Diego Rodríguez Porcelos, en la segunda mitad del siglo IX, algunos años antes de que el mismo emprendiera la gran obra de la fundación o repoblación de Burgos por mandato del Rey Alfonso III el Magno, hacia el año 884. Así se tituló esta villa, bien porque el Conde Diego la fundara o bien porque fuera su dueño y señor. Actualmente, Villadiego cuenta con cerca de 2,000 habitantes y su gentilicio es  villadieguense.  Pudimos comprobar en Internet que la frase que lo alude es empleada para promoción turística. La invitación es a “Tomar las de Villadiego”. Al pronunciarla, como quiera da, pero al escribirla, recuerde: una sola palabra con inicial mayúscula.

Los nombres propios de personas (Diego, Juan, Pedro…) están sujetos como los sustantivos comunes a cambios morfológicos por composición o derivación de palabras.

Ejemplo: dondiego (De don y  Diego) origina  el nombre de una planta  cuyas  flores se abren al anochecer y se cierran al salir el sol. De ahí: dondiego de día y dondiego de noche. También se le llama dompedro. El vocablo dondiego se asocia de algún modo al significado de mujeriego, por aquello de que don Diego Tenorio era el padre de don Juan Tenorio  (El burlador de Sevilla). Con mayor propiedad, el vocablo donjuán (dos palabras y acento gráfico)  se refiere a un seductor de mujeres. Los adjetivos relacionados con nombres  propios se comportan como palabras comunes: donquijotesco, conchoprimesco.  Como ya termino, le recuerdo: la ortografía no puede tomar las de Villadiego.

 

DE LAS VILLAS, LOS GENTILICIOS

A propósito del artículo “La ortografía no puede coger las de Villadiego”, publicado el pasado domingo (30-8-20), un amigo preguntaba si el gentilicio villadieguense se escribe en una sola palabra porque el nombre del municipio español (Villadiego) también es univerbal. Realmente indagaba en torno al gentilicio de un lugar cuyo nombre se escribe con la palabra Villa antepuesta a otro sustantivo (dos palabras). La respuesta es que el gentilicio se forma con una palabra derivada de la fusión de las dos que integran el  topónimo.  Veamos  estos ejemplos de lugares dominicanos cuya denominación incluye el sustantivo común “villa” más otro vocablo.

villaltagraciano, na.  Natural de Villa Altagracia, municipio de la provincia San Cristóbal. 2. Perteneciente o relativo a Villa Altagracia o a los villaltagracianos.

villaduartiano, na. 1. Natural de Villa Duarte, barrio muy antiguo de la zona metropolitana, ubicado en Santo Domingo Este, provincia Santo Domingo.. 2. Perteneciente o relativo a Villa Duarte o a los villaduartianos.

villaelisense. 1. Natural de Villa Elisa, distrito municipal correspondiente a Guayubín, en la provincia Montecristi. 2. Perteneciente o relativo a Villa Elisa  o a los  villaelisenses.

villafranciscano, na. 1. Natural de Villa Francisca, barrio de Santo Domingo, Distrito Nacional. 2. Perteneciente o relativo a Villa Francisca  o a los  villafraciscanos.  -Marcio Veloz Maggiolo es villafranciscano internacional.

villafundacionero, ra. 1. Natural de Villa Fundación, distrito municipal correspondiente al municipio de Baní. 2. Perteneciente o relativo a Villa Fundación o a los  villafundacioneros.

villagonzaleño, ña. 1. Natural de Villa González, municipio de la provincia Santiago. Perteneciente o relativo a Villa González o a los villagonzaleños. -El renglón más importante  en la economía villagonzaleña es el cultivo del tabaco.

villaisabelino, na. 1. Natural de Villa Isabela, municipio de la provincia Puerto Plata.  2. Perteneciente o relativo a Villa Isabela o a los villaisabelinos. -La historia villaisabelina  se remonta  a la ciudad  fundada el l0 de diciembre de 1493 por el almirante Cristóbal Colón en su segundo viaje, de la cual solo quedan ruinas.

villajuanense. 1. Natural de Villa Juana, barrio popular de la parte céntrica de Santo Domingo. 2. Perteneciente o relativo a Villa Juana o los villajuanenses. – El escritor Jimmy Sierra fue un ilustre villajuanense.

villamagantense.  1. Natural de Villa Magante, distrito municipal de Gaspar Hernández, provincia Espaillat. 2. Perteneciente o relativo a Villa Magante  o a los villamagantenses.

villamellero, ra. 1. Natural de Villa Mella, comunidad del municipio Santo Domingo Norte,  en la provincia Santo Domingo.  2. Perteneciente o relativo a Villa Mella o a los villamelleros. -Nada como un chicharónvillamellero.

villarivense. 1. Natural de Villa Riva, municipio de la provincia Duarte, región Nordeste.2. Perteneciente o relativo a Villa Riva o a los villarivenses. villarpandero, ra. 1. Natural de Villarpando, distrito municipal correspondiente al municipio Las Yayas de Viajama, en la provincia de Azua. 2. Perteneciente o relativo a Villarpando o a los villarpanderos. – A los villarpanderos no les agrada que su pueblo lleve el nombre del capitán español que propició la persecución y muerte del esclavo Lemba.

villasombrerense. 1. Natural de Villa Sombrero, distrito municipal adscrito  al municipio Baní, en la provincia Peravia. 2. Perteneciente o relativo a Villa Sombrero o a los villasombrerenses.

villatapiense. 1. Natural de Villa Tapia, municipio de la provincia Hermanas Mirabal.  2. Perteneciente o relativo a Villa Tapia o a los villatapienses.

villatrinense. 1.  Natural de Villa Trina o José Contreras, distrito municipal del municipio de Moca, en la provincia Espaillat. El lugar se llamó Villa Trina y desde 1954 su nombre oficial honra al héroe restaurador José Contreras. Sus habitantes se identifican como villatrinenses.

villahermosense . Natural de Villa Hermosa, municipio de la provincia  La Romana.

villavasquense. 1. Natural de Villa Vásquez, municipio de la provincia Montecristi. 2. Perteneciente o relativo a Villa Vásquez o a los villavasquenses.

 

CRITERIOS QUE RIGEN LA FORMACIÓN DE LOS GENTILICIOS

El filósofo Luis F. Cruz Paulino, quien me honra al leer esta columna, ha sugerido explicar cuál es el criterio para la terminación de los gentilicios. En artículos anteriores nos hemos referido a la autoridad facultada para imponer el gentilicio de una nación o localidad cualquiera. El gentilicio es genuina expresión de orgullo territorial, factor sentimental de unidad de los naturales de un lugar determinado. En el caso de un Estado o nación el gentilicio queda explicitado en  su acta constitutiva: “El pueblo dominicano constituye una Nación organizada en Estado libre e independiente, con el nombre República Dominicana”, reza el artículo uno de nuestra  Constitución. El pueblo dominicano es la reunión de todos los dominicanos.

En los municipios, distritos municipales y otras demarcaciones, el gentilicio procede de la población.  Por eso en algunos casos no hay acuerdo acerca de cómo llamar a los naturales, si jamaeros o jamaenses, si micheros o michenses, si hateros o hatomayorenses. ¿Qué autoridad se ocupará de esto? La principal autoridad son los naturales y habitantes de una localidad. Esto no excluye a la autoridad política.

Los sufijos que intervienen en la formación de los gentilicios se remontan a los orígenes mismos de nuestra lengua, con influencia del latín, del griego e incluso de lenguas orientales, pues los gentilicios son tan antiguos como la humanidad.

La Nueva gramática de la lengua española (Asociación Academias de la Lengua Española, Madrid, 2009) en el capítulo titulado “La derivación adjetival y adverbial” dedica un amplio apartado a los adjetivos gentilicios y cita (pág. 533)  los sufijos (terminaciones) con los que se forman normalmente los gentilicios.  Helos aquí:

-aco/aca (austriaco); -ano/ana (italiano);-ata(keniata); -eco/eca (guatemalteco);-ego/ega (manchego); eno/ena (chileno); -ense (bonaerense); eño/eña (limeño); eo/ea (europeo); -ero/era (habanero); -és/esa (cordobés); -eta (lisboeta); -í (iraní); -ín/ina (mallorquín); -ino/ina (granadino); -ita (israelita); -o/ a (ruso); -ol/ola (español);-uno/una (villavicenciuno).

Estas terminaciones se aplican para gentilicios de los más disímiles lugares del mundo, sin tomar en cuenta su lengua o cultura, lo que  importa es que esa es la forma de decirlo en español. De esas terminaciones, seis predominan en los gentilicios dominicanos, y otras nunca se emplearán. Es decir, aquí usamos el sufijo -ano/ana: seibano, higüeyano, nordestano, baorucano (distrito municipal Baoruco, Barahona),  bijano (La Bija, distrito municipal de Villa La Mata), cevicano, mocano.

Empleamos también el sufijo  -ense,  el cual tiene cierto encanto y muchos lo prefieren para sus localidades, aunque les haya tocado otro: hatomayorense, romanense, bohechiense (Bohechìo), bonaense (de Bonao),cabaretense, caletense (de Caleta, distrito municipal  La Romana), tenarense.

Con la terminación eño/eña tenemos puertoplateño, monteplateño, mateño (Villa La Mata), borojoleño  (de Borojol, barrio de la Capital), sureño, maeño. El sufijo ero/era debe ser el más empleado por los dominicanos para crear gentilicios, es de mayor sabor a pueblo. Tenemos: michero (Miches), calderero, caletero (de La  Caleta, distrito municipal de Boca Chica),carreyegüero( de Carrera de Yeguas), castañuelero (de Castañuela) , guaymatero (de Guaymate), nagüero,  sanjuanero.

Una terminación poco frecuente entre nosotros: -és/esa, que se usa para los naturales de Samaná: samanés. Por igual, el sufijo –ino solo lo conocemos en dos gentilicios dominicanos: sabanalamarino (Sabana de la Mar) y bocaíno (de Boca de Yuma).

Un gentilicio cuya terminación no aparece en la Gramática es banilejo.

 

ENTRE “RUYIDO” Y “RUYÍO” SIN PASAR POR  ROÍDO

El doctor Julio Hazim, profesional  de la medicina y experimentado comentarista de televisión, refería recientemente algo relativo al Gobierno y al Partido Revolucionario Moderno y  dijo algo como esto: “No mencionan  a Concepción porque es un ruyío”.

A esta columna no interesa el contenido político ni el valor noticioso de la expresión, sino la arista lexicográfica, enfocada en el vocablo /ruyío/, empleado  en ese contexto  como sustantivo  para describira una persona de deficiente economía y escaso desarrollo social.

Ruyío funciona como sustantivo (Eran todos unos ruyíos y ahora son millonarios) y también como adjetivo (Se casó con un hombre ruyío). En ese uso lingüístico  incide más de una desviación idiomática.  Todo inicia con la corruptela del verbo roer que el hablante de escasa escolaridad cambió a /ruyir/. De ahí expresiones como: El ratón ruye hasta la ropa.  Guardaba  su dinero en un cajón y los ratones se lo ruyeron.

El participio de ese verbo, de factura dominicana, ha de ser “ruyido”. Tenemos entonces la segunda corruptela: es muy propio del habla dominicana la supresión de la –d  en los participios (cansao, cansado; comío, comido; vestío, vestido). Ocurre incluso en sustantivos con esa terminación (candao, candado; deo, dedo, peo, pedo, metío, metido).

Ruyío o ruyido  se emplean en sustitución de roído, un adjetivo formado a partir del participio del verbo roer. Como participio, sirve para formar el pasado compuesto: Un bicho ha roído la sábana. Los conejos han roído la siembra. Como adjetivo, roído se aproxima semánticamente a  corto, despreciable.

El Diccionario académico reserva para roer el siguiente significado: dicho de un animal, cortar con los dientes u otros órganos bucales los alimentos. / Quitar poco a poco con los dientes a un hueso la carne que le quedó pegada. De este verbo tenemos el adjetivo roedor (que roe). También significa que  conmueve, punza o agita el ánimo.  Roedor es también  el nombre de una orden de mamíferos caracterizados por la acción de roer. Recordemos la conjugación del verbo roer. Presente del indicativo: yo  roo, roigo o royo, tú roes, él roe, nosotros roemos, roéis, ellos roen.

Ejemplo

  1. Yo roo (roigo o royo) lo que sea, dijo la rata.
  2. Tú roes y jodes, le dijo el hombre.
  3. La polilla también roe, contestó la rata.
  4. Algunos hombres roen más que nosotras.

El modo subjuntivo  llama la atención. Vea usted:Yo roa, roiga o roya, tú roas, roigas o roya, él  roa, roiga o roya.

Ejemplo: Quieren que yo roa, a ti no te piden que roas;  prefiero que Herrera roa.

El gerundio de roer es royendo. Ej. Las polillas están royendo todo. El  participio  es roído. Ej: Todo ha sido roído.

Note el parecido entre el gerundio de roer (royendo) y el de ruyir (ruyendo).

Es obvio que del verbo roer  es que algunos  hablantes  han sacado el verbo “ruyir”, cuyo participio viene siendo “ruyío” o “ruyido” ,y como  adjetivo  muy empleado –lo  expresamos antes- para referirse a la condición económica   de una persona, cuando ésta es lamentable. Lo que antes era un “descricajado”,  “descacarado” o un “jodío”.

El Diccionario del español dominicano ha incorporado este término escrito con –ll  en vez –y: Rullido. Adjetivo y sustantivo. Referido a persona, en mala situación económica o de salud. Rullir. Roer. El ratón le rulló sus mejores medias de vestir.

Me parece más aproximada a su origen la escritura con –y. Pero lo más importante es que esta corrupción del verbo roer ha dado origen a una familia de palabras propias del habla dominicana. Si los hablantes cultos, caso del doctor Hazim, lo llevan a la televisión, el vocablo refuerza su carta de presentación.

Temas idiomáticos

ECOS Y NARCISOS 

Nunca hubo una serie más larga de «Eñes» dedicada a un aspecto concreto. Hoy prometo concluirla. ¡Que no cunda el pánico! Con referencias mitológicas, el nombre del pánico, ese miedo intenso, que puede volverse contagioso y hacerse colectivo, tiene relación con el miedo que infundía el semidiós Pan por su naturaleza salvaje e irascible. Dicen que no soportaba que lo despertaran de su siesta; a mi modo de ver no le faltaba razón. Morfeo, dios griego del sueño, tampoco estaría de acuerdo; no en vano a dormir le llamamos «estar en los brazos de Morfeo». El nombre de este dios está en el origen del sustantivo morfina, poderoso narcótico y analgésico.

Para la guinda final he reservado dos de mis palabras preferidas. Los amores de los protagonistas destinaron sus nombres a convertirse en bellas palabras. Los celos llevaron a Hera, la diosa esposa de Zeus, a castigar a la bella ninfa Eco, que tenía el don de la palabra, con la pérdida de su elocuencia; Eco solo podía repetir las palabras de los demás. Como nuestro eco, que repite el sonido cuando sus ondas se encuentran con un obstáculo.

El padecer de Eco aumentó cuando se enamoró de Narciso, un pastor presuntuoso, quien, al saberlo, se burló de ella. Esta burla le costó a Narciso el castigo de enamorarse del reflejo que de sí mismo contemplaba en el río y el de dar nombre al narcisismo y a los narcisos, aquellos que se complacen excesivamente en su atractivo o en sus facultades, como si estuvieran enamorados de sí mismos. No me negarán la belleza y el sabor de estas narraciones tradicionales, que forman parte de una cultura ancestral y que hemos heredado con nuestra lengua, salpicada de hermosas palabras que las recuerdan.

 

ARIAS VERBALES

01/09/2020

Hoy nos vamos a meter en harina con el régimen preposicional de algunos verbos. Y ¿en qué consiste este régimen preposicional? Algunos verbos exigen que sus complementos se les unan mediante una preposición determinada. Para construir correctamente una frase con este verbo y su complemento debemos saber cuál es el régimen del verbo; es decir, cuál es la preposición que ese verbo exige. Existen verbos volubles, qual piuma al vento. Los hay que cambian de régimen preposicional según funcionen como pronominales o no. Los hay que tienen doble régimen. Pero metamos las manos en la masa. Vayamos a los ejemplos.

Empecemos por el verbo olvidar, que puede usarse como transitivo (Yo olvidé su regalo de aniversario) o como pronominal (Yo me olvidé de su regalo de aniversario). ¿Han notado el pequeño detalle? No me refiero al «olvido imperdonable», sino a la preposición. El verbo olvidar cambia de régimen sintáctico como de camisa. Cuando es transitivo no lleva preposición (olvidar algo); cuando es pronominal, sí (olvidarse de algo). Y no es el único, no crean. Si nos fijamos en el verbo lamentar, encontramos estructuras sintácticas paralelas. Si lo construimos como transitivo (lamentar algo), no necesitamos preposición (Lamento mi error); en cambio, si lo construimos como pronominal (lamentarse de algo) nos exige la preposición de (Me lamento de mi error).

Para seguir con el símil operístico, existen verbos volubles, qual piuma al vento. Mudan de régimen e di pensier. Hay algunos que funcionan con y sin preposición. Podemos informar a alguien algo (Te informo que no volverá a pasar) o de algo (Te informo de que no volverá a pasar). No sabemos si el duque de Mantua sabía de regímenes verbales, pero bien les podía haber dedicado su famosa aria.

 

DE LA PALABRA A LA ACCIÓN

08/09/2020

Me apasionan las palabras. Su capacidad para evocar y expresar mundos me interesa y me emociona a la vez. No concibo un mundo sin palabras, sin muchas palabras, que nos ayuden a percibirlo, a reconocerlo, a investigarlo, a expresarlo, a cambiarlo. Por eso me preocupan nuestras carencias de vocabulario, especialmente las de nuestros niños. Escribió hace unas semanas en Twitter el doctor Luis Rojas Marcos, psiquiatra, investigador y especialista en sanidad pública, que «las palabras son un alimento vital para el cerebro infantil, y cuantas más, mejor. Las criaturas que crecen entre adultos parlanchines y expresivos hablan y aprenden antes. Las historias en voz alta facilitan la comprensión de conceptos y emociones y estimulan su imaginación». Rodear a los niños de palabras los ayuda a interesarse por su entorno. De la mano de las palabras amplían su mirada, o la profundizan; a más palabras, mayor amplitud, mayor profundidad en la mirada.

De ahí que la lectura sea esencial para enriquecer nuestro acervo léxico. La lectura, a cualquier edad, nos abre el campo de visión; nos pone en contacto con realidades insospechadas, con palabras insospechadas. En nosotros está reconocerlas, averiguar sobre ellas y apropiárnoslas. Cuando nuestro vocabulario crece, cuando comprendemos mejor más palabras, facilitamos también nuestra lectura, puesto que disminuyen las voces desconocidas o dudosas que siempre entorpecen la comprensión fluida de lo que leemos.

El doctor Rojas Marcos nos recuerda que nuestra relación con las palabras empieza muy temprano y que tiene mucho que ver con nuestro entorno. Hablemos con nuestros niños correctamente, hablémosles mucho y bien; y escuchémoslos mucho y bien. Construyamos con ellos un mundo de palabras; ellos se encargarán de pasar de la palabra a la acción.

 

LUGARES EN EL DICCIONARIO

15/09/2020 

Los diccionarios registran información acerca de las palabras de una lengua (o de dos, si son bilingües). Entre los sustantivos, solo registran los comunes; los propios están proscritos. Sin embargo, créanme si les digo que han encontrado un pequeño resquicio por el que colarse en el diccionario. Las locuciones, esos grupos de palabras que funcionan como si se tratara de una sola, les han abierto una pequeña puerta. Un repaso de los que se incluyen en el Diccionario del español dominicano nos servirá para conocerlos.

Entre los topónimos no importa si el lugar es lejano o cercano. Cuando alguien presenta algo muy conocido como si fuera una novedad, decimos que ha descubierto América. Si obligamos a alguien a resolver o a enfrentarse con una situación difícil, se la ponemos en China. En cambio, si es algo fácil de entender o sobradamente conocido, decimos que lo saben hasta los chinos de Bonao. Si la persona a la que nos dirigimos está distraída, decimos que está en la luna de Belén o en la luna de Valencia.

Los nombres de lugar sirven en muchas locuciones para designar productos concretos relacionándolos con su lugar de procedencia (real o ficticio). Si de lo que se trata es de darnos un masaje o de aliviar algún que otro dolor, los antiguos nos recomendarán una friega con sebo de Flandes. Si de higiene infantil se trata, nada más delicado que el jabón de Castilla. Son muy frecuentes los topónimos en las lexías que designan especies de la flora: rosa de Bánica, rosa de Bayahíbe, ébano de Santo Domingo.

Primitivo Herrera, escritor dominicano

Por Segisfredo Infante

 

Un día de tantos me llamó por teléfono móvil el periodista Mario Hernán Ramírez, para preguntarme si acaso sabía algo de Primitivo Herrera. Al comienzo creí que era una broma, de aquellas que suelen gastarse los viejos amigos. Le contesté que al único primitivo que yo conocía en este mundo (y quizás en el otro) era al “Primitivo” Maradiaga, quien fue director técnico de la Selección de Fútbol de Honduras, y una persona humilde que me ha inspirado simpatía casi siempre. Sobre todo en el ya lejano momento en que la “Selección” de Honduras le ganó a la “Selección” de Brasil, creo que en el contexto de una “Copa América”. Incluso en aquel momento, a pesar que soy un hombre demasiado distante de la enajenación futbolera (el verdadero “opio del pueblo”), le dediqué un artículo de agradecimiento al “Primitivo” Maradiaga.

Mario Hernán, con su voz estentórea, me aclaró que estaba hablando en serio, y que Primitivo Herrera había sido un escritor dominicano que se había establecido en Honduras “tal vez por la década del veinte”, y que además le había dedicado algún texto a nuestro gran poeta lírico Juan Ramón Molina. Como Mario Hernán Ramírez es el presidente vitalicio del “Grupo Moliniano” (que ahora se llama “Consejo Hondureño de la Cultura Juan Ramón Molina”), me encomendó la tarea de preguntarle al filósofo (y filólogo) dominicano, don Bruno Rosario Candelier, algunos datos importantes relacionados con Primitivo Herrera. La tarea la he asumido porque el año pasado me nombraron con el título de “embajador cultural” del Grupo Moliniano. Nombramiento y juramentación que acepté sin bosticar palabra, en profundo silencio y con mucha  humildad, habida cuenta de la consideración tardía que, durante casi toda mi vida, le he dedicado artículos, menciones, ensayos y homenajes al poeta Molina, desde 1980-1981, en que comencé a publicar unos artículos juveniles –a veces flojos e inmaduros–, en el periódico “El Cronista” de Tegucigalpa. Del mismo modo en que lo he venido haciendo con otros escritores nacionales y regionales, tales como José Cecilio del Valle, Froylán Turcios, Rubén Darío, Paulino Valladares, Heliodoro Valle, Medardo Mejía, “Rafaelita” Contreras, Alfonso Guillén Zelaya, Edilberto Cardona Bulnes, Ramón Oquelí, Litza Quintana y Oscar Acosta, a quienes les he entregado la mayor parte de mi vida de escritor, en lo relacionado con cuestiones nacionales. Especialmente a José Cecilio Díaz del Valle, cuya obra he estudiado casi completamente, publicando, además, dos ediciones de la Antología de José del Valle preparada, durante diez años, por Ramón Oquelí Garay. Y otros textos vallistas adicionales: uno de Pérez Cadalso. Otro de Oscar Soriano. Etc. Etc.

Pues bien. El Dr. Bruno Rosario Candelier, un hombre desprendido como el que más, me envió un “audio” por teléfono de cinco minutos con cuarenta segundos, relatándome detalles claves de la vida del escritor y diplomático Primitivo Herrera, quien nació en Santo Domingo en 1888 y falleció en San Salvador en 1953. Por sus fechas cronológicas podría clasificarse dentro del grupo de poetas “romántico-modernistas” de finales del siglo diecinueve y primeras tres décadas del veinte. Como diplomático hizo carrera desde Puerto Rico, sin especificar el año. En Honduras en 1932. En Guatemala, también, en 1932. En Nicaragua en 1933. Y en El Salvador en 1934.

A cada uno de los países anteriores les dedicó sendos poemarios, todos con el mismo adjetivo: “Puerto Rico Lírico”; “Honduras Lírica”; “Guatemala Lírica”; “Nicaragua Lírica” y “El Salvador Lírico”. Es posible que en el poemario dedicado a Honduras se encuentre algún texto para Juan Ramón Molina, libro difícil de conseguir en estos tiempos, motivo por el cual mi tarea es comparativamente complicada. A menos que el poeta José González lo tenga en su biblioteca privada en la ciudad de La Paz, en consideración que él redactó una reseña sucinta sobre el poeta dominicano, con fotografía incluida, y una dedicatoria manuscrita para el poeta hondureño Luis Andrés Zúñiga, fechada el 16 de mayo de 1932, dato que coincide con el ofrecido por don Bruno Rosario Candelier, quien es actual director de la Academia Dominicana de la Lengua, presidente del Ateneo Insular, líder del Movimiento de Escritores Interioristas, autor de varios libros de filosofía, crítica literaria, novela y ensayo. Don Bruno, en realidad, es un auténtico pensador y amigo personal mío.

Volviendo al tema originario. Primitivo Herrera pertenece al subgrupo de diplomáticos que al pasar por nuestro país dejaron algo de su obra intelectual. Sin perder de vista que su primer libro se tituló “Barca de ensueño” (edición de 1916), al instalarse en Tegucigalpa publicó el texto ya mencionado “Honduras Lírica”. Lo mismo hizo el diplomático e investigador español Luis Mariñas Otero, quien escribió dos libros dedicados a Honduras. También el ensayista, poeta y embajador español Miguel Albero, le dedicó un libro de versos personalísimos al terruño catracho.

(Tegucigalpa, MDC, 20 de septiembre del año 2020. Publicado en el diario “La Tribuna” de Tegucigalpa, el domingo 27 de septiembre del 2020, p. 7).

Nota de BRC: Consigno aquí que nuestro valioso académico de la lengua, el escritor dominicano Miguel Collado, bibliógrafo, crítico literario y consultor bibliográfico de la Academia Dominicana de la Lengua, registra el aporte bibliográfico de Primitivo Herrera, a quien consulté antes de enviarle el video del que alude el distinguido autor hondureño, el erudito, pensador, poeta y académico correspondiente de la ADL, don Segisfredo Infante.

 

Socialista de Dios

Por Jorge Juan Fernández Sangrador

 

“Socialista di Dio” es el título de un libro publicado, en 1981, por el periodista Sergio Zavoli, figura notabilísima de la comunicación en Italia. Fue presidente de la RAI, director de diversos y muy populares programas radiofónicos y televisivos, y realizador de entrevistas extraordinariamente interesantes, que fueron retransmitidas en distintos medios y después agrupadas y editadas bajo diferentes títulos. Falleció a principios de agosto en Roma. Tenía 96 años. Lo han enterrado en Rímini, a tan sólo unos pasos de donde descansa su gran amigo Federico Fellini, director de cine.

“Socialista di Dio” fue su primer libro, vencedor del Premio Bancarella, con el que anteriormente habían sido galardonados Hemingway, Guareschi, Pasternak o Fallaci. Al ganador se le entrega una figura de cerámica que representa a san Juan de Dios, español y celestial protector de los libreros.

En el ejemplar que poseo, adquirido en un negocio de venta de libros usados, aparece la firma del autor y la dedicatoria a un amigo suyo. Se ve que ha ido de mano en mano. «Habent sua fata libelli». Y lo de “socialista” y “Dios”, dos vocablos que son presentados por lo general como inconciliables entre sí, con los que un crítico definió a Zavoli, han sido asumidos por éste como «una clave de lectura del libro y de quien lo ha escrito».

En sus 335 páginas, el autor fue vertiendo, párrafo a párrafo, las reflexiones y emociones que los episodios de su propia vida o la de los demás iban suscitando en su abierta personalidad, sensible y altruista, cultivada con sugestivas lecturas de todo tipo, que lo han surtido del bagaje intelectual y literario que se precisa para saber identificar, enjuiciar y expresar lo que está pasando en el interior y en el entorno de los protagonistas del acontecer diario.

Memoria, pasado, futuro, neurociencia, tecnología, ríos, niebla, norte, sur, campo, ciudad, pobreza, espacio sideral, ecología, juventud, violencia, sexo, amor, historia, política, reformismo, evangelio, infinito, Dios, … son realidades pensadas, contrastadas y bella y precisamente dichas por Zavoli. Al pasear por los proporcionados, en cuanto a la extensión, capítulos del libro, el lector siente que se está satisfaciendo dentro de sí un deseo: el de que alguien, que sepa, le muestre cómo ha de mirar, para ver, en su altura, anchura y profundidad, lo que tiene delante. Y es que el discurso de un buen narrador funge siempre de colirio clarificador en la legañosa conjuntivitis que nos aqueja e impide vislumbrar en su diafanidad la verdad de los corazones y de las cosas.

Del periodista, al igual que del maestro y del sacerdote, se espera que sea un zahorí, que rastree y desvele las ocultas corrientes vitales que fluyen bajo la superficialidad y la opacidad de las apariencias. En un famoso micro relato de Eduardo Galeano, un niño, Diego Kovadloff, al que su padre llevó un día al sur, para que viera el mar, extasiado el chiquillo ante la azur hermosura del océano, exclamó, dirigiéndose al padre: «¡Ayúdame a mirar!». Así también al periodista.

Sergio Zavoli publicó, además, varios libros de temática religiosa. Citaré sólo cuatro. Son entrevistas: al cardenal Giacomo Biffi (“Le vere dimensioni dell’universo”), al teólogo Piero Coda (“Se Dio c´è”) y a varias personalidades a las que invitó a participar en un programa que él conducía en la televisión con el título “Credere, non credere”. De ahí el genitivo «di Dio». Al español ha sido traducido solamente, que yo sepa, el libro “Viaggio intorno all’uomo” (Viaje en torno al hombre). Es de entrevistas también. Fabulosos los cuatro.

María Zambrano decía que «el alumno comienza a serlo cuando se le revela la pregunta agazapada dentro, la pregunta que, al ser formulada, es el inicio del despertar de la madurez, la expresión misma de la libertad. No tener maestro es no tener a quién preguntar y, más hondamente todavía, no tener ante quién preguntarse».

Del periodista, al igual que del profesor y del sacerdote, se espera que domine el arte de la geomancia existencial humana y que sepa cómo hacer que el flujo de vida que discurre soterrado, incontenible potencial de energía, desarrollo y fecundidad, emerja pujante, valiéndose de esa suerte de cangilones que son, en la noria de las entrevistas, las preguntas, que Sergio Zavoli realizó con tal maestría que podría decirse que resultan, en ocasiones, más interesantes incluso que las respuestas. Y, si de un periodista esperamos que nos ayude a mirar, esperamos igualmente, y con enormes ansias, pues deseamos poner, en la medida en la que se pueda, cierto orden en nuestro anaquel de cuestiones metafísicas, que nos enseñe a preguntar.

La Nueva España, 6 de septiembre de 2020, p. 24.