Esto es lo que hay

Tengo que reconocer que el verbo haber acumula dificultades. El inconveniente más evidente es el ortográfico: la h y la b nos causan a veces sus problemitas. Sin embargo, los errores más frecuentes los encontramos, sin duda, en la utilización de haber en expresiones impersonales. En ellas haber expresa la presencia de aquello que indica el nombre que lo sigue en la oración. Por ejemplo: «hay café en la taza». En este uso, muy importante y aparentemente simple, hay dos escollos que repetimos una y otra vez, pero que son muy fáciles de salvar.

Cementerio de palabras

Las circunstancias sociales y económicas repercuten directamente en el idioma, aunque sus consecuencias se observen a largo plazo. El abandono político y económico del campo es una de estas circunstancias. La migración hacia los centros urbanos impuesta a los pobladores del medio rural tiene repercusiones evidentes en el habla popular. Los rasgos locales se ven cada día más amenazados de desaparición. Esta amenaza incide gravemente en el vocabulario campesino, tan rico en palabras tradicionales que nos hablan de flora y de fauna, de labranza y de ganado, de tierra al fin. Su riqueza está en las «palabras de noble solera», como escribió el insigne filólogo Rafael Lapesa.

Renunciar a la imaginación

Oí en estos días en la radio un comentario de una pareja de jóvenes locutores que me preocupó por lo que supone de renuncia al ejercicio de la propia imaginación, rasgo que, como pocos, nos define como seres humanos. Cuando una obra literaria es adaptada como guión cinematográfico es habitual oír a la gente decir que esperará a la película para no leer el libro. El escasísimo hábito de lectura que se ha impuesto entre nosotros provoca que este tipo de afirmaciones haya dejado de sorprendernos. Sin embargo, el comentario de los jóvenes locutores iba mucho más allá. Según ellos un lector nunca podría llegar a imaginarse solo, y sólo con la lectura, lo que veía plasmado en la pantalla de cine.

Nueva ortografía para todos

El anuncio de la inminente ratificación y publicación de una nueva edición de la Ortografía de la lengua española está suscitando mucho interés entre los hablantes. A los que nos dedicamos al estudio y a la difusión de la lengua española nos encanta comprobar que se le dedica atención por parte de los medios de comunicación, una atención que no suele ser muy habitual.

Una letra antigua

La celebración del bicentenario de la independencia de México nos ha traído la presencia habitual de nuestro país hermano. La actualidad deportiva nos ha acercado al equipo de beisbol del sureño estado de Texas. México y Texas comparten, además de frontera física, una pequeña letra. La x en estos topónimos refleja un antiguo estado de la lengua. Es un arcaísmo que se mantiene en los nombres de lugares que, como escribí en alguna ocasión, son fósiles del idioma.

Con propiedad

La corrección lingüística no depende exclusivamente de una buena ortografía o de una buena redacción. A estas habilidades hay que añadirles acierto al escoger las palabras que expresen lo más certeramente posible lo que queremos decir. Se trata de una destreza léxica que conocemos como propiedad. El hablante que sabe expresarse con propiedad elige una palabra que transmite en todos sus matices significativos la idea que quiere comunicar. Las condiciones imprescindibles para la propiedad léxica son la amplitud de vocabulario, tanto activo como pasivo, y el conocimiento de los rasgos de uso y de significado de cada palabra.

A escribir tocan

Las últimas columnas dedicadas a la ortografía han despertado un gran interés y muchas consultas por parte de los lectores. Son indicios evidentes de la inseguridad que muchos sentimos y de la preocupación por nuestras carencias y lagunas a la hora de expresarnos por escrito.

Lluvia de porqués

Si hay una palabra, o combinación de palabras, que nos plantean dudas cada vez que tenemos que escribirlas esas podrían ser porque, por qué, por que y porqué. La verdad es que parecen pensadas para causar inconvenientes. Sin embargo, no hay que desesperar. El uso de cada una de ellas tiene sus propias reglas. Juntas o separadas, con tilde o sin ella, todas tienen su porqué.

Yo manejo bien, si no…

Las largas horas que nos vemos obligados pasar en los tapones, aunque ustedes no lo crean, tienen su consecuencia lingüística también. Dejemos para otro día las frases lapidarias con las que guagüeros y choferes inspirados nos premian desde sus vidrios. Ellos solos producen material para toda una serie de artículos, que les debo.

Sopa de tildes: segundo plato

La semana pasada nos dimos, en buen dominicano, una hartura de tildes. Hoy vamos a plantarles cara a las que aparecen hasta en la sopa. Nunca sobra recordar que en español los monosílabos no llevan acento ortográfico, salvo en contadísimas excepciones. Desterremos de una vez por todas la tilde de la fe, de dios, de los pies y de muchas formas verbales monosílabas que la sufren con paciencia: fui, fue, vi, di.