Sopa de tildes: primer plato

Cuántos quebraderos de cabeza nos dan todos los días nuestras queridas tildes. A los que nos gus-ta verlas usadas correctamente y no entendemos un texto sin ellas; pero también a los que les da trabajo colocarlas en su sitio o a los que las olvidan por completo.

Hay tres casos en los que solemos tener dudas acerca del uso o no de las tildes y acostumbramos a resolverlas por el camino más corto: nos las comemos y asunto resuelto. No olvidemos que la ortografía no es al gusto del comensal. Las mayúsculas llevan tilde o no según las mismas reglas que las minúsculas. Las he visto usadas muchas veces como excusa para encubrir dificultades con la acentuación. Recuerdo un examen en el que las respuestas estaban escritas por completo en mayúsculas, sin tilde claro. ¡Tremendo error! Pueden imaginarse el resultado.

Ninguna de nuestras palabras se libra de seguir la regla; ni siquiera los préstamos adaptados de otras lenguas, que deben también, hasta ahí podíamos llegar, ajustarse a las reglas del español: el escáner, el pícher, el currículo y el máster llevan su tilde, como la ortografía manda. Incluso las abreviaturas, que por pequeñitas suelen pasar inadvertidas, la mantienen: cía. (compañía), pág. (página).

Pero en el mundo de las tildes tan grave es pecar por defecto como por exceso. A veces encontramos tildes en los sitios más inesperados. Pero tendrán que aguardar, como en las antiguas novelas por entregas, al próximo capítulo.

Envíe sus comentarios y/o preguntas a la Academia Dominicana de la Lengua en esta dirección: consultas@academia.org.do

© 2010 María José Rincón
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