El lenguaje de la creación, de Bruno Rosario Candelier

Por Leopoldo Minaya 

   El magisterio intelectual de don Bruno Rosario Candelier sostiene su marcha edificante con la reciente publicación de la colección de ensayos titulada El lenguaje de la creación,  rótulo que cohesiona una enérgica labor desplegada en triple vertiente:  la reflexión teórica que indaga en las profundidades de la cognición, el estudio literario en que la especulación intuitiva o racional asume rol de piedra de toque que no excluye su propia valoración, y una conversación abierta al mundo en la que el mundo construye a fuerza de cotidianidad la vivencia de la lengua, experiencia vital esta última que juega a revestir en este libro ya forma dialógica —epistolar o conversacional— o francamente enunciativa.  Ese magisterio intelectual o, igualmente, este sacerdocio magisterial de luengas décadas y variadas disciplinas de don Bruno Rosario Candelier —de la crítica a la filología,  del ensayo a la narración, de la didáctica a la promoción cultural, de la orientación estilística a la creación de escuela de pensamiento y expresión— ha dejado y deja todavía trazas imborrables en el orbe iberoamericano en el que discurre su influyente personalidad con una inspiración humanística de acendradas aposturas universales. La marcha que iniciara en 1967 con la fundación de un grupo literario en la ciudad de Santiago, y continuara en 1975 con la publicación de La poesía de Emilio García Godoy como texto de evaluación, ha ido acrecentándose con la entrega de sustanciosas obras entre las que cabe destacar: Lo popular y lo culto en la poesía dominicanaEnsayos críticosLa imaginación insularLa creación mitopoéticaEnsayos lingüísticosPoética interiorEl ideal interior…, como muestrario apenas inicial de una corriente vigorosa de apariencia inagotable que con caudal expresivo empapado de hondura conceptual y belleza formal desemboca en 2019 en la publicación de El lenguaje de la creación, volumen que ahora nos ocupa.

El autor, por su condición de lingüista y cultor literario —indagador  de la certidumbre  y el arcano del idioma—, por exigencia del análisis especializado, y por escogencia  de la modalidad del ensayo sobre la del tratado; prioriza en El lenguaje…, el estudio y la ejecución de aquella creación en que interviene un discurso léxico frente a otras formas de creación no lingüísticas (danza, música, escultura, pintura, arquitectura, ciertos modos de realización teatral…) que cuentan también con lenguajes particulares de creación fuera del determinado campo de la lingüística pero dentro de las lindes de la semiología, aunque sin excluirlas plenamente, antes bien ejemplificándolas cuando en los escritos resulte necesario.

Como vemos, el leitmotiv o referente esencial en esta obra es la creación en la Palabra, el lenguaje en función de lengua, la lengua en atribuciones de lenguaje, ese tramo en que los conceptos de lenguaje y lengua se fusionan para apuntalar el ejercicio hacedor humano y… sobrehumano: las crónicas judeocristianas fincan la substanciación del mundo en unas cuantas palabras vertidas por ensalmo: «Dijo Dios: “Haya luz” y hubo luz»; «Dios llamó a la luz “Día” y a las tinieblas “Noche”». En la tradición mítica de los mayas, inscrito en el Popol vuh, se lee desenfadadamente: «Llegó aquí entonces la palabra»…  Estos fueron trabajos providenciales; los hombres — ¿más modestos?— creaban a su vez leyendas y epopeyas en las que no pocas veces erigían a las propias deidades.

Al discurrir sobre la lectura, primeramente tiéndese a ponderar las dotes de ensayista de nuestro autor; es como decir: sus dotes de pensador, de estilista y de juzgador.  Una actividad asumida con ardor entrañable y con verdadera pasión por el vocablo y el concepto nos revela una voluntad al servicio de los altos valores del espíritu, del intelecto y de la fraternidad humanos. El autor consigue transmitir en cada caso la fruición que el ideal genera en los adentros de su individualidad, amplificándolo cual si se tratase de caja de resonancia.  Ideal de belleza y perfección formal que pretende la Verdad, prístina e impoluta, como corolario sustantivo…  Para esto exhibe un bagaje cultural, intelectual y artístico decididamente sin parangón en las letras nacionales en cuanto resume un saber milenario que se organiza en los entronques de permeables presupuestos filosóficos y se abre a expectativas multívocas que rebasan los límites de la tirante racionalidad.

…Con la creación del lenguaje, en algún momento de su sinuosa evolución  (tal vez por razones de sobrevivencia, como se aduce desde finales del siglo XVIII), la humanidad ha podido, con cualificada legitimidad, reclamar rodaja de participación en el lenguaje de la creación, ese reino del logos esencial que materializa la idealidad figurada… y que vuelca en la realidad objetiva las íntimas certidumbres del ente generador. Dicho como para subrayar, el ser humano se apodera con propiedad del lenguaje de la creación en el instante en que emplea conciencia y capacidad cognitiva en la confección de un sistema de información que le permita organizar lógicamente el mundo adyacente y luego, peldaño tras peldaño, compendiar mundos nuevos de representación sígnica y simbólica al través de la reflexión, la intuición, el razonamiento, la imaginación, la inspiración, la abstracción… Si bien la substanciación de la lengua es acto cardinal de creación, la manipulación de la misma es propiciadora de una creación sobre la creación, formulación de taxonomía avanzada que podría develar otra creación aún más trascendente y a todas luces superior.  En el apuntalamiento y estímulo de esta forma última de creación en que puede el hombre enaltecer su condición natural se encuentran las razones que espolean el trabajo intelectual de don Bruno Rosario Candelier y, consecuentemente, la publicación de una obra como El lenguaje de la creación, donde se manifiesta la característica ejemplar o modélica con que deja el maestro plasmadas sus enseñanzas.

Don Bruno preconiza el conocimiento y el dominio acabado de la lengua como punto de partida para una creación revestida de singularidad, que deberá exhibir dos atributos fundamentales: belleza expositiva y sustantividad de significado, correspondientes a dos aspectos primarios de la obra de arte o de pensamiento: forma y fondo. En redonda lógica, no puede ser de otra manera.  El razonamiento enjundioso y el juicio más acertado carecerán del impacto necesario para convencernos a cabalidad —de entrada, al menos— cuando se hallen reducidos en eficacia por la circunstancia de una deficiente y cojeante exposición. De manera inversa, los más primorosos aderezos formales parecerán a nuestros oídos pomposas vaciedades cuando se haya descuidado la carga conceptual. Un equilibro de cúspide en ambas instancias garantiza una creación de orden trascendente, aquella que impacta indeleblemente  en la sensibilidad de nuestros espíritus y —superando al tiempo— en el flujo inagotable de las generaciones venideras.

Naturalmente, ese equilibrio entre aspecto formal y peso conceptual (que demanda proporcionalidad directa en la obra artística) puede sufrir alteraciones y hasta comportar proporcionalidad inversa en la obra técnica o científica, por lo cual acierta don Bruno Rosario al estatuir en El lenguaje de la creación la diferencia entre ambos discursos recurriendo a la naturaleza de la fuente: «Nuestros pensamientos se manifiestan en imágenes y conceptos, y pensar en imágenes o pensar en conceptos va a pautar la diferencia entre el pensador y el artista. El pensador reflexiona ante las cosas y, en tal virtud, hace filosofía, ciencia, tratados, estudios y ensayos. El artista se impresiona ante las cosas y, en tal virtud, escribe poesía, ficciones, compone creaciones pictóricas, arquitectónicas o musicales. Lo que indica que existe una belleza del pensamiento y una belleza de la forma, que el creador [concreta] en diferentes artes según su inclinación sensorial, afectiva y espiritual».

Muchas y variadas son las preocupaciones del autor en la obra: lingüísticas, didácticas, morales, filosóficas, ontológicas… dispuestas en conjunto interrelacionado que señala como aguja imantada, al experto como al apenas iniciado, la senda por donde habráse de ver la base vivencial transformada en acto eminente de creación  intelectual, espiritual o artística.

El tono predominante en El lenguaje de la creación es el del Maestro que maneja con habilidad la materia tratada, dispensando el conocimiento directamente al discípulo  en ocasiones; a veces a un maestro interpuesto para beneficio del acto de enseñanza…  Correspondencia entre lo predicado y lo elaborado: nuestro autor enseña, reclama y ejercita una escritura tensa (pero dúctil a la vez, válida la paradoja) en la que los conceptos escogidos por su reciedumbre  se hilvanan bellamente y armoniosamente, pero a la vez con corrección y propiedad, desenvoltura particular de quien ha consagrado toda una vida al cultivo del arte literario y al estudio de la lengua.  «Propiedad» y «Corrección» son entendidas por don Amado Alonso y don Pedro Henríquez Ureña de manera unánime: la primera como «adecuación interna de la frase al pensamiento que se ha querido expresar»; la segunda como «adecuación externa a las formas admitidas socialmente como las mejores».

He aquí la justificación de la insistencia del autor de El lenguaje de la creación  en el dominio de los que denomina «los tres códigos de la lengua» (el vocabulario, la gramática, la ortografía); la insistencia en el conocimiento de lo que designa «las tres perspectivas de la palabra»: a) la vertiente formal… «que funda el encanto de la expresión en su dimensión sonora y elocuente», b) la belleza conceptual… «que se funda en el sentido de fenómenos y cosas», y c) la dimensión trascendente… «que alude a la energía interior que los vocablos sugieren en virtud de su relación con el trasfondo de las cosas y los fenómenos de la conciencia», todo dicho en sus ajustadas palabras; y, por último, la insistencia en la observación de decálogos de fondo y de contenido para que se mantenga la debida orientación en cada singladura del lance escritural.  Estas recomendaciones las hace de manera reiterada, señal del propósito marcadamente pedagógico de sus disertaciones, porque todo aprendizaje implica y demanda, por esencia, al par de la imitación,  la gimnasia necesaria e implícita  en  la acción de repetición.

¿Imitación hemos dicho? «Imitación» parece ser palabra prohibida dentro de los criterios modernos que glorifican una originalidad a ultranza. Imitación es vocablo contrapuesto a creación: mimesis frente a poiesis, por tanto, cada estudio u opinión sobre el fenómeno de la creación tiende a suscitar en nosotros una reflexión paralela sobre el hecho de la imitación, porque de manera irracional todo lo antitético nace unido por naturaleza.  Pero, en la especie, entre creación e imitación ¿cuál es la regla y cuál resulta la excepción?  Platón y Aristóteles, con discordantes precisiones, consideraban el arte… o como imitación de una Forma esencial o como imitación de la naturaleza, enfatizando el último de ellos la primacía de conjunto de lo que se crea a partir de lo imitado. Miguel de Unamuno, en su conferencia de Málaga, el 22 de agosto de 1906, se inclina por la irreverencia: «En el orden de la literatura, los espíritus que pasan por más originales han sido los mayores plagiarios». Reflexionamos: difícilmente podamos jactarnos de puridad creativa en nuestras realizaciones, porque somos seres miméticos por naturaleza y creadores por excepción. Verbigracia, los autores que cuentan con la palabra como materia prima tienen en sus manos un recurso de todos, de la colectividad, aprendido por imitación en sus tonos, matices, significaciones, convencionalismos, arbitrariedades: los dramaturgos copian escenas y diálogos reales o verosímiles; poetas y narradores calcan pautas rítmicas y estructuras preestablecidas en la morfología de la lengua…

Piaget teorizó sobre las consabidas imitación y repetición en la adquisición de conocimientos, asociando tales prácticas a una inteligencia «sensomotora» en el individuo. Tal forma de aprendizaje, tal «saber hacer asimilado» se traslada a la producción de la obra de arte o de pensamiento como sustentáculo, de forma tal que a la postre lo que llamamos desembarazadamente «nuestra creación», sin ningún tipo de reparos, es en verdad una combinación proporcionada de imitación (que es un desprendimiento de la colectividad y de la naturaleza) e individualidad (que es un desprendimiento de la manera única en que cada ente reacciona y hunde sus raíces en la realidad y en los misterios del mundo, en sus territorios explorados e inexplorados).

Así, se nos antoja una distinción entre creación en sentido lato, es decir, la obra terminada en la que lo propio y lo colectivo se sincretizan en proporcionalidad variable; y la creación en sentido estricto, vale decir: la parte original que podría segregarse de la obra realizada tipificándose como sustrato distintivo aportado por la inventiva individual.

Dada una u otra circunstancia, al enfatizar en la «intuición del sentido», El lenguaje de la creación encarece el  ingrediente individualizador en el acto creativo, forma de enriquecer y balancear la mimesis que nos arropa de manera primigenia en tanto seres humanos. Ante la general impersonalidad, lo propio es sustancia salvadora, resultante de experiencias que imprimen sello único al objeto creado, vivencias inéditas provocadas por nuestra singular sensibilidad. Tal forma de enriquecedora originalidad se desprende, repetimos, de la manera en que  como individuos reaccionamos ante lo conocido y lo desconocido.  La prédica candelierista dispensa esta verdad dividiendo los sentidos del hombre en «exteriores» e «interiores», siendo los exteriores o corporales las facultades ordinarias, por lo general comunes a todos, que nos permiten aprehender la realidad «real» (el sonido, la imagen, la temperatura, lo duro o lo blando, la emanación de la materia y la substancia), y los interiores (entre ellos, ampliándose, marcadamente: la intuición,  la memoria, la imaginación, la inspiración, el sentido cogitativo y el afectivo), que facilitan nuestra interconexión con una ultra realidad  no mostrable a los sentidos ordinarios;  que nos nutren de experiencias situadas más allá de las fronteras meramente físicas; que conectan lo ya revelado a lo no revelado del cosmos, viabilizando percepciones inéditas que podrían remontarnos a estados de elevación espiritual o de supra consciencia. La intuición, a nuestro ver,  es el sentido que ausculta el Sentido de la conciencia cósmica, ya desde nuestra perspectiva individual, ya hacia ella (nótese que no hay redundancia alguna en el intento de definición: el primer “sentido” entendido como capacidad de captación, el segundo, destacado con mayúscula, entendido como finalidad o razón de ser de una entidad, lo que predetermina su movimiento); por eso el rol de primer orden tanto de la intuición, de la memoria y de la imaginación sensible en la aventura creativa como generadora de «originalidad», entendida esta no como ordinario cambio de praxis, o de estado regular, o boga, o modalidad, sino como reacción privativa e íntima del ser al rozar contra la Totalidad de la que forma parte en materialidad, esencialidad o irradiación. Los estudios literarios presentados en El lenguaje de la creación corresponden a autores dominicanos, con las excepciones del genio nicaragüense Rubén Darío —que recibe doble atención—  y el filósofo hondureño Segisfredo infante. Cada uno de los estudios ameritaría atención particular, pero habremos de detenernos en esta ocasión en al menos tres de ellos y en las percepciones cardinales que los apoyan…

Harto difícil resultaría encontrar otra ponderación tan valiosa y detallada de la labor  de nuestra más encumbrada poetisa, expresada además con igual gracejo y erudición; labor literaria que escolia don Bruno Rosario Candelier en las tres connaturales facetas de su personaje: como madre, como poeta, como educadora.  En la primera de ellas logra ciertamente nuestra Salomé Ureña levantar una respetada familia de intelectuales dominicanos: sus hijos Max, Camila y Pedro son referentes obligados en las letras y en la educación de estas latitudes. Educadora y poeta, puso al servicio del anhelo de realización de la patria tamañas capacidades. Y enfatiza don Bruno: «Su motivación fundamental fue el desarrollo material y espiritual de su país, y se valió del magisterio y la poesía para sembrar esa inquietud trascendente e inyectar el aliento de su acción transformadora».  El espíritu del escoliasta vibra en sintonía con las aspiraciones de realización social de la poeta estudiada, forma de manifestarle a la distancia devoción admirativa por el caudal magnificente que alcanza recibir y compartir a plenitud… hasta que el rigor y la ecuanimidad privativos de su oficio crítico, y su propia honradez personal,  le dejan ver en el poema «Mi ofrenda a la patria» de la autora… «un doliente testimonio de una actitud angustiosa que denuncia la indolencia de la clase dirigente y la discordia como trasfondo entre sus compatriotas», entre otras apreciaciones de parecido jaez.  En efecto, el magno canto a la patria que es casi toda esta poesía, hermoso y grandilocuente, fue tobogán de prominentes expectativas y hondas desesperanzas, fluctuación percibida con facilidad en el entramado de sus mejores versos: esfuerzo sobrehumano por sostener el ideal de esa suerte de utopía que parece solo alcanzar cristalización no mucho más allá de los himnos y tonadas de cantores y poetas…  Pero, a nuestro juicio, ¡tal vez valga decirlo!, es precisamente la ingenuidad el elemento salvador para la posteridad de la obra de Salomé  (la capacidad de hundirse donde los otros se alzan, y de erguirse donde los otros sucumben, cincela la excepcionalidad del alma del poeta, que nace envuelta en una cápsula cristalina); la ingenuidad, la candidez… y, en la especie, esa elaborada estilización neoclásica que evita la conversión en libelo farragoso de un discurso vehemente, doliente, inspirado y generoso.

En el primer ensayo dedicado a Darío en El lenguaje de la creación, don Bruno Rosario Candelier sustenta la tesis de que los grandes creadores, los «que han hecho una obra memorable con alta significación espiritual y estética para todos los tiempos y culturas», han podido elevarse a tales ámbitos gracias a lo que denomina «el impacto del dolor en la conciencia». Don Bruno atribuye a experiencias traumáticas en la vida del ser humano —vale decir: del artista, del poeta—, especialmente en la infancia, época de formación, la capacidad de desarrollar aptitudes extraordinarias de sintonía con el cosmos como resultado del especial moldeado mental resultante de esas experiencias críticas. Apela a la autobiografía del poeta modernista, extrae los hechos y circunstancias que sirven para la sustentación de la teoría, confirma sus asertos por medio de comparaciones y paralelismos, y a esto agrega, como elemento coadyuvante o propiciatorio,  la proclividad de ciertas zonas del planeta a recibir y a permitir la circulación de efluvios estelares de espiritualidad en forma de mensajes cósmicos, entre ellos Ávila en España y la ciudad de León en Nicaragua. La tasación de estas importantes y novedosas especulaciones hallarían tal vez como escollo o contrapartida la muy arraigada creencia de que «el poeta nace, no se hace», refrendada por la expresión «poeta nace, orador se hace», y la reticencia espontánea del poeta a considerarse a sí y a la excelencia de su arte divino como meras consecuencias del albur y de la fatalidad. Nos parece más bien que las conclusiones de don Bruno relativas a este punto pueden coexistir con la vieja creencia de la excepcionalidad artística como don innato. Personalmente hallo verdad en su teoría, puesto que un acontecimiento trascendental, altamente impresionante y estremecedor en la vida del artista positivamente puede originar un estado de vigilia permanente que lo haga voltear la mirada y hacerse receptivo a las altas instancias del origen del ser, su misión, su función, su destino y sus ultimidades.  La evaluación individual bien puede hacerla el lector mediante la lectura directa del ensayo de marras, intitulado «La irradiación estelar en la poesía de Rubén Darío», porque pudiera uno estar de acuerdo o no con este u otro de los planteamientos del Maestro, pero no podría evitar el quedar prendado por la densidad  y la solidez de sus exposiciones; de lo que quiero realmente dejar constancia aquí: de la admirable manera en que el autor maneja la técnica del ensayo literario, de la destreza embriagante con que sostiene las argumentaciones, cincela la frase y amolda los conceptos; y de la utilización de presupuestos investigativos tan poco trillados en la crítica hispanoamericana, postulados enriquecidos por la agudeza incisiva de la observación y la opinión  inteligentes de quien asume con efusión de rabdomante los misterios fundacionales…

En el segundo ensayo con el genio de Darío como centro en El lenguaje de la creación, el Maestro del Interiorismo replantea la teoría del troquelado neuronal del artista de excepción por medio de hechos traumáticos que suscitan un miedo terrífico (los había enumerado: «un suceso estremecedor, un golpe en la cabeza, un contacto eléctrico, un rayo del cielo o una dolencia patológica», y los reenumera incluyendo: nacimiento traumático, dolencia nerviosa, un hecho en la infancia…, sin carácter limitativo); episodios catastróficos o miedos terríficos que habilitan o perfeccionan la capacidad del ser para conectarse a efluvios e irradiaciones cósmicas que fomentan y refuerzan el impulso creador.  Este primer presupuesto —continuando con los postulados del autor— una vez asociado a una visión o perspectiva metafísica en el creador, que deberá auxiliarse además de un conglomerado de imágenes arquetípicas y de los sentidos interiores o de la revelación, dará a luz la cabal expresión poética o la locución trascendente, que se entiende conectada con lo divino (entidad numinosa en todo caso, surtidora de la cósmica sabiduría) al través del subconsciente y del inconsciente individual y colectivo. La construcción teórica es brillante, compleja y altamente especulativa. El elemento nuevo con respecto al ensayo inmediatamente anterior también referido al autor de Prosas profanas es la afirmación de la existencia de un lenguaje privativo de la expresión poética, que la determina, la cimenta y la conforma; un lenguaje o sistema de símbolos sin el cual no es posible su concreción y materialización portentosa, que finca por sí mismo los puntales sobre los cuales asientan los poetas la arquitectura verbal. Son esos los arquetipos: ellos conforman el protoidioma de la poesía. Son los vocablos básicos conectados a las más hondas apelaciones de la raza humana. Ellos manifiestan el atavismo y suscitan la conmoción:   sangre, aleteo, cuchillo, lengua, tierra, viento, ceniza, polvo, mar, pira, ojo, frío, madera, vientre, esfera, fuerza, alguien, nadie, vacío, soplo, piedra, redondez, filo, carne, verbo, noche, grito, palabra, vocablo, abismo… etc. No creo que haya poeta auténtico que pueda negar la jerarquía de estas misteriosas palabras, de estos denodados símbolos que subyugan y atraen como fuerza centrípeta.  Y para muestra, el estremecedor fragmento del poema de Darío, que transcribe el comentarista y transcribo a continuación en igual extensión y con pareja devoción (Augurios):

 

Hoy pasó un águila
sobre mi cabeza,
lleva en sus alas
la tormenta,
lleva en sus garras
el rayo que deslumbra y aterra.
¡Oh, águila!
Dame la fortaleza
de sentirme en el lodo humano
con alas y fuerzas
para resistir los embates
de las tempestades perversas,
y de arriba las cóleras
y de abajo las roedoras miserias.

Pasó un búho
sobre mi frente.
Yo pensé en Minerva
y en la noche solemne.
¡Oh, búho!
Dame tu silencio perenne,
y tus ojos profundos en la noche
y tu tranquilidad ante la muerte.
Dame tu nocturno imperio
y tu sabiduría celeste,
y tu cabeza cual la de Jano
que, siendo una, mira a Oriente y Occidente…

 del cual podemos desgajar los vocablos-símbolos siguientes, no enumerados anteriormente: águila, cabeza, ala, tormenta, garra, rayo, deslumbramiento, terror, fortaleza, lodo, tempestad, arriba, cólera, miseria, búho, silencio, perennidad,  muerte, imperio, sabiduría, Jano, Oriente, Occidente…

No quiero terminar la ponderación de la obra sin antes remachar una apreciación que tenderá tal vez adrede a restar gravedad a mis endebles opiniones, haciéndolas consiguientemente más amenas y ordinarias. Pero no por menos grave la valoración es menos verdadera. Veo en la concomitancia entre la práctica y la prédica, y en el carácter modélico de la instrucción dispensada por el Maestro, la aplicación de un lema vocacional: «Aquí se enseña haciendo y se aprende trabajando», norma que asume consciente o inconscientemente don Bruno Rosario Candelier como teórico, como progenitor y mentor del interiorismo literario y, en su praxis magisterial, con la puesta en funcionamiento de la importante estructura de creación artística y de pensamiento que es el Ateneo Insular, uno y otro derivados de su esfuerzo y  vocación infatigables.

Damos la enhorabuena a esta publicación. Hay en ella una sabiduría elocuente abierta hacia el infinito dispuesta a ofrecerse a quienes se atrevan a atravesar sus páginas. Se suma a las obras previamente enumeradas y a otras sin enumerar, de igual consistencia y calado en la bibliografía del Interiorismo y de su progenitor.  Don Bruno Rosario Candelier persiste, con su altruismo característico, en la formación intelectual, espiritual, moral y estética de sus semejantes y, entre ellos, de los dominicanos… Bello y verdadero es su apostolado. ¡Cómo seduce la reciedumbre de su pensamiento y cómo asombra la magnificencia de sus visiones de poeta!

Conciudadanos: es con hombres de su talante y de su genio que se construye la patria verdadera…

Visita institucional del director de la RAE y presidente de la ASALE al Caribe y Centroamérica

Del 14 de febrero al 2 de marzo de 2020

El director de la Real Academia Española (RAE) y presidente de la Asociación de las Academias de la Lengua Española (ASALE), Santiago Muñoz Machado, realizará una visita institucional a siete academias de la lengua española de Centroamérica y el Caribe, en particular las de CubaPanamáNicaraguaGuatemalaEl SalvadorHonduras y la República Dominicana, que se desarrollará entre el 14 de febrero y el 2 de marzo.

El periplo se inscribe en la acción panhispánica que desarrolla la RAE desde la presidencia de la ASALE, e inaugura la ronda oficial de visitas del presidente a todas las corporaciones integradas en la ASALE, una vez cerrado el ciclo del VIII Congreso Internacional de la Lengua Española y del XVI Congreso de la ASALE, celebrados ambos el año pasado en Córdoba (Argentina) y Sevilla, respectivamente.

Desde esa perspectiva la visita del director de la RAE, en su condición de presidente de la ASALE, tiene cinco objetivos fundamentales:

  • Reforzar la unidad y el buen uso de nuestra lengua, hoy patrimonio común de 580 millones de personas, a través del trabajo conjunto de las veintitrés Academias de la Lengua Española de América, Filipinas, Guinea Ecuatorial y España que constituyen la ASALE. El trabajo que impulsa y lleva a cabo la RAE, junto con las Academias de la Lengua radicadas en cuatro continentes, en favor de la unidad diversa del español, de su cuidado y de su fortaleza, es una cuestión de Estado, porque constituye un servicio público de extraordinaria relevancia por sus implicaciones políticas, diplomáticas, sociales, culturales, educativas y jurídicas. Adicionalmente, el compromiso de los gobiernos debe ir acompañado del compromiso y la colaboración de la sociedad civil, imprescindibles para que las Academias puedan cumplir su función. Esta circunstancia convierte a la RAE y a las Academias de la Lengua en las instituciones culturales más importantes del ámbito iberoamericano, pues gestionan un bien de valor universal, al que se conectan otros políticos, jurídicos y sociales de primer orden.
  • Conocer directamente lasituación, proyectos y actividades de cada una de las academias.
  • Mantener encuentros con altos representantes de los gobiernosde cada una de las naciones a fin de asegurar el sostenimiento de sus respectivas Academias de la Lengua y el apoyo en el desarrollo de su labor. Este compromiso constituye un fundamento básico de la relación de las Academias con el Estado en su función al servicio de la unidad de la lengua española desde el respeto a su esencial diversidad.
  • Realizar actividades públicas(conferencias, encuentros…) que pongan de manifiesto el interés general del trabajo académico y refuercen la presencia social de cada Academia en su país.
  • Impulsar los proyectos panhispánicosen curso en el ámbito de la ASALE, especialmente el intenso programa de acción aprobado en el congreso de Sevilla, con incidencia en tres proyectos de particular relevancia: la 24.ª edición del Diccionario de la lengua española, de concepción totalmente digital, la versión en línea del Diccionario panhispánico del español jurídico —obra respaldada por la Cumbre Judicial Iberoamericana y la última Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno— y  el proyecto Lengua Española e Inteligencia Artificial, además de comenzar la preparación del programa del IX Congreso Internacional de la Lengua Española, que tendrá lugar en Arequipa (Perú) en 2022.

De acuerdo con ello, cada una de las siete Academias ha preparado la agenda de la visita institucional del presidente de la ASALE, con el apoyo de la Embajada de España.

 

 

 

El sentimiento de lo divino En la obra de Jalil Gibrán

Por Bruno Rosario Candelier

 

Sólo regresarán a la Eternidad

los que en la tierra la buscaron”.

(Jalil Gibrán)

“Más allá de todo, el Absoluto”(BRC)

A

Oscar de León Silverio,

buscador del Todo en su poetizar.

 

Orígenes de Alejandría, quien naciera en el año 184 de nuestra era cristiana, es el primer teólogo de la Iglesia Católica, y ese celebrado pensador cristiano murió en el año 253 en el Líbano, donde sembró su última semilla, y en esa agraciada tierra del Oriente su siembra espiritual fructificaría siglos después en uno de los místicos del Catolicismo oriental con el nacimiento en 1883de quien sería narrador, poeta y ensayista conocido en el mundo de las letras con el nombre de Jalil Gibrán.

Este valioso escritor representa en las letras árabes una singular vertiente de la mística oriental. Jalil Gibrán nació en el Líbano el 6 de enero de 1883 y murió en New York, Estados Unidos de América, el 10 de abril de 1931. En su medio siglo de de vida publicó una docena de libros donde revela una clara valoración de lo Absoluto en obras como El loco, La tempestad, El profeta, Arena y espuma, El Hijo del Hombre y El vagabundo.

Los místicos se distinguen por un hondo sentimiento de lo divino que se traduce en una valoración de lo sagrado, una empatía hacia todo y una ponderación de lo viviente como signo y cauce de lo Eterno, vocación que canalizan en la búsqueda de lo Absoluto mediante la contemplación de fenómenos y cosas. Y expresan una mirada amorosa hacia los demás con una genuina actitud afectiva y espiritual de comprensión y piedad. Ese talante emocional, intelectual y espiritual lo reflejan los escritores místicos en sus cuentos, novelas, dramas, poemas y ensayos, como lo constatamos en las narraciones, poemas y reflexiones de Jalil Gibrán, así como en sus edificantes parábolas literarias, tan típicas de la cultura oriental, y también en sus hermosas Cartas de amor.

El místico está transido de un sentimiento de amor por todos los seres y las cosas. Nuestro poeta entendía que el amor divino se formaliza en una vida consagrada al cultivo de la espiritualidad. Así lo comprendió Jalil Gibrán y así fue su vida, que la consagró a la búsqueda de lo Absoluto  mediante el cultivo de lo divino. Las personas con elevadas inclinaciones espirituales suelen tener una conciencia del “más allá”, signo, fuero y cauce de la vocación trascendente (1).

La búsqueda de lo divino, que es una tendencia natural en el místico, se expresa en cada individuo de acuerdo con su peculiar talante. La nostalgia de Dios se atiza ante el esplendor del Cosmos o ante el fulgor de la belleza, que sacude nuestra sensibilidad y el fondo oculto de nuestra interioridad. Esa singular apelación acontece de un modo especial en los narradores y poetas, que están dotados de una sensibilidad profunda y de una capacidad para expresar la belleza y el sentido de fenómenos, cosas y hechos, pues como dice Gibrán en “El poeta” este “es un árbol regado por el río de la Belleza,/ dador de los frutos que anhela el corazón hambriento./ Es un ruiseñor que alivia el espíritu/ abatido con sus bellas melodías./ Es una blanca nube que surge tras el horizonte/ asciende y crece para colmar la faz del cielo./ Entonces cae sobre las flores en el territorio de la vida,/ abriendo sus pétalos para que penetre la luz” (2).

La sensibilidad estética y espiritual de Jalil Gibrán se percibe en sus cuentos y poemas. Se trata de una sensibilidad inclinada a lo trascendente, como se aprecia en unas composiciones que tienen como objetivo transmitir un mensaje de amor, una valoración de la vida y una reflexión sobre la existencia humana:

 

En lo profundo de mi alma

hay una canción sin palabras:

una canción que reside

en la semilla de mi corazón.

Se resiste a mezclarse

con la tinta del pergamino.

Encierra mi cariño

en un hálito transparente

y vuela, pero no sobre mis labios

(“Canto del alma”).

 

En este poeta árabe la emoción estética se convierte en fuente de revelación del ser. Es decir, la poesía le sirve a este escritor libanés para filosofar, hacer una teología de lo viviente, y sentir y vivir el sentimiento de lo sagrado. Y se ve a sí mismo como la expresión de una potencia superior que la refleja en su creación. En “Canto del alma”, expresa:

 

Cuando contemplo mis ojos interiores

veo la sombra de su sombra.

Cuando toco las yemas de mis manos

percibo sus vibraciones.

Las acciones de mis manos

buscan su presencia

como un lago debe reflejar

las estrellas resplandecientes.

Mil lágrimas las revelan

como las luminosas gotas de rocío

revelan el secreto de una rosa mustia.

Es un canto compuesto por la contemplación

y publicado por el silencio

y rehuido por el clamor

y plegado por la verdad

y repetido por los sueños

y comprendido por el amor

y ocultado por el despertar

y entonado por el alma.

 

Su poema es un canto de amor a las criaturas de la Creación, como lo han sentido los iluminados, místicos y santos de todas las tendencias contemplativas, desde san Francisco de Asís a Carol Wojtyla, pasando por Jalal-Udim Rumi, san Juan de la Cruz, santa Teresa de Jesús, Thomas Merton y Clara Janés. Al sentir que es parte de la Totalidad, los místicos se compenetran con todo, lo sienten todo y lo valoran todo, pues como dijera Heráclito de Éfeso, todo viene del Todo, todo se transforma en Todo y todo vuelve al Todo.

Según una respetable tradición mística, Dios habita en las almas de los hombres, y quienes sienten la llamarada de lo divino buscan la pureza seráfica, se desapegan de los bienes materiales para vivir libres de ambiciones y tendencias que desnaturalizan la condición humana para hacer del barro humano de su cuerpo una vasija digna del soplo divino. El poeta así lo expresa en “El canto de la flor”:

 

Soy la afectuosa palabra pronunciada

y repetida por la voz de la naturaleza.

Soy una estrella caída desde la azul bóveda

del cielo a la verde alfombra

Soy la hija que los elementos

y el invierno han engendrado;

que la primavera ha dado a luz.

Fui acunada en el regazo del verano

y dormí en el lecho del otoño.

Al alba me uno a la brisa

para anunciar la llegada de la luz.

Al atardecer me uno a las aves

para despedir a la luz.

(…)

Y miro hacia arriba para ver solo la luz

y nunca hacia abajo para ver la sombra.

Esta es la sabiduría

que el hombre debe perseguir.

 

La búsqueda mística en Jalil Gibrán, como muestran en su vida y en su obra los espirituales del Oriente, procura el conocimiento del bien para sentir el Ser divino en lo viviente. Esa búsqueda se expresa, desde el punto de vista literario, en un uso lingüístico privilegiado en el empleo de determinadas expresiones simbólicas y en una vida cifrada en actitudes y acciones compartidas, como la perseverancia en un ideal y la espera contra toda esperanza, como se vislumbra en la Divina comedia, de Dante Alighieri. En esa búsqueda y en la plasmación de ese ideal, nuestro poeta siente que da continuidad a la realización humana a través de las edades y las mutaciones, como lo testimonió en “El canto del hombre”:

He estado aquí desde el principio

y aquí estoy aún.

Y aquí me quedaré hasta el fin del mundo,

pues no hay final para mi ser

transido de dolor.

He vagado por el cielo infinito

y por el mundo ideal

y floté en el firmamento.

Pero aquí estoy,

prisionero de la medición.

Escuché las enseñanzas de Confucio

y la sabiduría de Brahma.

Me senté junto al Buda bajo el Árbol de la Ciencia.

Sin embargo aquí estoy,

existiendo con ignorancia y herejía.

Estaba en el Sinaí

cuandoYaveh se aproximó a Moisés.

Contemplé los milagros del Nazareno en el Jordán.

Estaba en Medina cuando Mahoma la visitó.

Sin embargo, aquí estoy prisionero del desconcierto.

(…)

Ansío envejecer y alcanzar el momento

de mi retorno a Dios.

¡Sólo entonces mi corazón se saciará!

 

Insuflado por el fuego de la dolencia divina, Gibrán exhala un entusiasmo por la vida y se llena de amor por criaturas y elementos, comenzando por la naturaleza circundante. En sus poemas, cartas y relatos evoca los cedros del Líbano, los jardines de Bsharret, los arroyos de su tierra natal. Sus loas a la naturaleza los canta al estilo de los salmos bíblicos, que como expresión de la experiencia humana vuelta hacia Dios, constituyen un canto de oración con sus símbolos monosémicos, su tono realista y sus valores melodiosos, como se advierte en “El canto de la lluvia”:

 

Soy las húmedas hebras de plata

lanzadas del cielo por los dioses.

La naturaleza me lleva

para adornar sus campos y valles.

Soy las bellas perlas,

arrebatadas a la corona de Ishtar

por mi hija del Alba

para embellecer los jardines.

Cuando lloro las colinas ríen.

Cuando estoy abatido las flores se regocijan.

Cuando estoy agobiado,

todo sonríe con alborozo.

(…)

La voz del trueno proclama mi llegada.

El arco iris anuncia mi partida.

(…)

Golpeo suavemente las ventanas

con mis delicados dedos,

y mi anuncio es una canción de bienvenida.

Todos pueden oírme,

pero sólo los sensibles me comprenden.

 

Una iluminación interior le revela la presencia de lo trascendente en lo inmanente. Y su sentido místico amplía su comprensión del mundo a la luz de su inteligencia sutil. La mística espiritualista, a diferencia de la mística materialista o la mística naturalista, genera una actitud religiosa entre el hombre, Dios y el Cosmos, y un deseo de contemplación. Dice Jalil Gibrán:

 

Cuando llegues a lo más alto

de ti mismo,

sólo desearás por desear;

y sólo tendrás hambre

por el hambre misma;

y tendrás sed de una sed mayor (3).

 

Como forma de conocimiento y fragua de valoración de lo sagrado, la mística propicia un camino especial para la apreciación de los misterios del hombre y el Cosmos. En la dialéctica de la naturaleza, el poeta libanés advierte el concierto de las oposiciones: “No se puede llegar al alba, sino por el sendero de la noche”.

Tiene Jalil Gibrán hallazgos conceptuales sorprendentes, verdades poéticas que delatan su intuición profunda: “Lo real, en nosotros, guarda silencio. Lo adquirido es lo que habla mucho”. O este otro hallazgo de su intuición en el que desarticula nuestras vanas pretensiones temporeras:

 

Los árboles son poemas

que escribe la tierra en el cielo;

los abatimos y los transformamos en papel

para consignar en él nuestro vacío interior.

 

Sus cavilaciones interiores constituyen comprimidos de belleza y reflexión, que es una de las cualidades de la alta literatura: “Cuando das la espalda al sol,/ no ves más que tu sombra./Cuando llegues al corazón de la vida,/ descubrirás belleza en cada cosa,/incluso en los ojos ciegos a la belleza./Vivimos solo para descubrir la belleza./Todo lo demás es una forma de la espera”.

En el fondo de sus intuiciones estéticas y místicas hay, además del valor literario y conceptual de la expresión, un trasfondo espiritual en una dosis de compenetración intelectual y afectiva con los principios que encarnan un ideal de lo Absoluto. Jalil Gibrán era sensible a la belleza y al misterio, como han sido los contemplativos, los santos y los iluminados. Más aún, en el poeta del Líbano se fusionan las dos tendencias místicas fundamentales: la occidental, que concibe a Dios como trascendente al Cosmos, a quien se puede llegar mediante una ascesis y una purificación de los sentidos para el arrebato contemplativo; y la oriental, que concibe a Dios como algo inmanente al Cosmos, en cuya virtud todo participa del Todo (4).

La posición de Jalil Gibrán la habían asumido para entonces los simbolistas franceses, entre ellos Charles Baudelaire, Arthur Rimbaud y Paul Valéry, tendencia espiritual que entonces formaba parte de la corriente epocal de principios del siglo XX, cuando Jalil Gibrán comienza a estar presente en el escenario literario internacional.

En su diálogo e interacción con la naturaleza, el poeta libanés siente la presencia de lo divino en los elementos naturales, y hay en su poesía una sensualidad limpia, genuina y cálida fusionada a una intención cósmica. Contempla y admira la huella de lo sagrado, vale decir, el hálito de lo Eterno en cada criatura viviente, y esa llama mística que late en su interior lo mueve a la contemplación de lo trascendente.

En Lágrimas y sonrisas, Jalil sostiene que la belleza es “lo que cautiva el alma”, y aunque se siente apelado por la belleza sensorial, singularmente la de la mujer, también siente la honda apelación de la llama sutil del fondo espiritual de lo existente. Esa dimensión trascendente se refleja también en su narrativa, en la que conjuga los valores de la poesía y los principios de la narratología. En “La sombra” apreciamos esas cualidades literarias y el aluvión simbólico de sus alusiones:

Cierto día de junio la hierba dijo a la sombra de un olmo:

  -Te mueves tan seguido de derecha a izquierda que perturbas mi paz.

  -Yo no -respondió la sombra. Mira hacia el cielo. Verás un árbol que se mueve por el viento de Este a Oeste entre el Sol y la Tierra.

   Y la hierba elevó la mirada y por primera vez observó el árbol y dijo en su corazón:

   -¿Por qué, pues, existe una hierba más alta que yo?

   Luego calló (5).

El texto de Jalil Gibrán es revelador. La sombra es la proyección de uno mismo. Al lado tenemos nuestro propio espejo y no lo sabemos. La hierba no había visto otra realidad que no fuera la propia, y por eso su desconcierto cuando advierte que otras realidades la rodean, incluso cualitativamente superiores. “La sombra” apunta al desconocimiento de una realidad por falta de visión, por ausencia de perspectiva, producto de un egocentrismo que nos vuelve indiferentes a la convivencia. La sombra nos da la perspectiva de la luz, nos sugiere su existencia, pues como dijera Paul Valéry en “Cementerio marino”, ‘toda claridad exige una mitad de sombra’. Eso también lo intuyó Jalil Gibrán.

Lo mismo en “La sombra”, como en la mayoría de sus textos, Jalil Gibrán revela un mensaje simbólico y místico, y a su través plantea verdades interiores como un llamado a la reflexión, ponderando el valor de la vida y del mundo desde una vertiente espiritual y estética.

Escritor modelo de sencillez y profundidad, Jalil Gibrán pertenece al linaje de poetas que asumen el canto creador como un cauce de la búsqueda de lo Absoluto con intención humanizada y trascendente. En uno de sus Dichos espirituales, escribió:“Si no fuera por la vista y el oído, la luz y el sonido no serían nada más que confusión y pulsaciones en el espacio. De la misma manera, si no fuera por el corazón que ama, tú hubieras sido un leve polvo llevado y desparramado por el viento”.

Los narradores y poetas, de cualquier tendencia estética y de cualquier lengua o cultura, usan las palabras para formalizar sus intuiciones y vivencias con un fin artístico y simbólico. Los narradores y poetas místicos, como los iluminados y los santos, usan las palabras para darle sentido a la búsqueda de lo divino y, sobre todo, para plasmar la mística del Logos, cauce y destino de una profunda apelación creadora. Jalil Gibrán lo sentía y sabía, y en todo lo que escribió tuvo siempre presente que el don de la palabra y el talento creador se nos dieron para entender el valor de fenómenos y cosas a la luz del ideal del sentido que ilumina la conciencia y nos conecta irremediablemente con la Fuente primordial de la Divinidad.

 

Bruno Rosario Candelier

Encuentro del Movimiento Interiorista

Santiago, Centro Belarmino, 25 de enero de 2020.

Notas:

  1. William Ralph Inge habla de “a dim conciousness of the ‘beyond’ which is part of our nature as human beingns” (“Una clara consciencia del ‘más allá’, expression de nuestra naturaleza que se humaniza”), en Christian mysticism, London, Methuem, 1989, p. 5.
  2. Los textos de Jalil Gibrán proceden de Obras completas, Barcelona, Cosmolibro, 1982, T. I, II, III. Esta nota y las siguientes son del libro Lágrimas y sonrisas.
  3. Esta nota y las siguientes proceden del libro Arena y espuma.
  4. Loreina Santos Silva, “Mi cantar de cantares: Una vía a lo Absoluto”, en El Cuervo,no. 1, Aguadilla, Puerto Rico, enero-junio de 1989, p. 67.
  5. Del libro El vagabundo, en Obras completas.

 

 

 

 

 

Función del adverbio y su supuesta invariabilidad

Por Tobías Rodríguez Molina

 

Es sorprendente que los textos de español  no  nos ofrecen información precisa y completa acerca del   adverbio. Al acudir a  Internet creía, al ser una fuente moderna de información, que encontraría bien precisado lo referente al adverbio. Pero no fue posible quedar complacido pues las informaciones que uno encuentra allí son limitadas en extremo. En www.juntadeandalucia.es se dice sobre el adverbio que “El adverbio es la parte invariable de la oración que modifica el significado del verbo.” Ahí tenemos una pobre y limitada definición del adverbio.

En Babelnet.sbg.ac.at se afirma sobre el adverbio: “Es la parte de la oración que modifica el significado del verbo o de otras palabras.” Aquí se encuentra otro limitadísimo concepto del tan  importante elemento de nuestra lengua.

Consultando textos no tan modernos, encontramos también sorprendentes limitaciones, aun tratándose de personalidades de renombre y autores de libros de gramática. Nos dicen algunos de esos autores, al comenzar a hablar sobre el adverbio, que este es una palabra que nunca cambia de forma, pero luego afirman que algunos adverbios admiten los sufijos del diminutivo y del superlativo,  o también la apócope. Ante esa aparente contradicción y limitadísimo alcance del adverbio que ellos nos ofrecen,  tratemos de ver cuál es la verdadera realidad del adverbio.

Consultando  algunos autores de textos de gramática, encontramos que Amado Alonso y Pedro Henríquez Ureña se refieren al adverbio con bastante precisión al aspecto formal del adverbio cuando dicen que es una forma invariable en cuanto que no tiene accidentes de género y número. (Amado Alonso y Pedro Henríquez Ureña, Gramática Castellana, Segundo curso, p. 160).

En vista de eso que ellos afirman, creo que no se les puede atribuir contradicción cuando  hacen referencia a las formas apocopadas del adverbio muy, de mucho; cuán, de cuánto, etc. (Idem, p. 168). Lo mismo puede afirmarse cuando vemos que esos autores admiten la existencia de diminutivos en el adverbio, como aparece en  tempranito, despacito, prontito, cerquita… (Idem, p. 169).

Sí creemos que hay contradicción, o al menos imprecisión, en aquellos autores que afirman, por un lado, que no sufre modificaciones  morfológicas, que nunca cambia de forma, para luego decir que existe la posibilidad de que algunos adverbios admitan sufijos del diminutivo y del superlativo: despacito, ahorita, tempranísimo, lejísimos, etc. (José Escarpanter, Moderna Gramática Española, págs. 178-181).

Los mismos indicios de contradicción encontramos en las autoras Lacau-Rosetti. Dicen ellas que el adverbio es una palabra invariable, pero también afirman que sufre apócope delante  del adjetivo o adverbio: cuán, de cuánto; muy, de mucho. Sostienen, además, que tienen  grado superlativo: tempranísimo, lejísimos, etc. (Lacau-Rosetti, Castellano II, P168)

A las anteriores consideraciones habría que añadir otro detalle muy importante referente al aspecto formal del  adverbio, el cual no aparece contemplado en los textos de gramática del español que uno maneja. Me refiero a lo que podría llamarse “variación cuasi genérica” del adverbio cuando aparece con sufijo  diminutivo. Al respecto  es de notarse que, cuando el mismo  termina en o (temprano, despacio), el sufijo diminutivo termina también en o: tempranito, despacito. En cambio, si el adverbio termina en a (cerca, ahora), el sufijo diminutivo conserva esa a en su terminación: cerquita, ahorita.

Las anteriores consideraciones dan a entender que el adverbio, en su aspecto formal, tiene un comportamiento en cierto modo parecido al del adjetivo, ya que admite el grado superlativo (tempranísimo),  apócope (cuán),  diminutivo (ahorita), y tiene terminación “cuasi genérica” (cerquita) en muchos de los adverbios. Y todo eso deja dicho  que el concepto de la invariabilidad del adverbio es muy relativo y no siempre ha sido expuesto con la debida precisión y de forma abarcadora. Eso ha quedado evidenciado con los datos que ya se les han ofrecido. Pero hay más, y eso lo podemos notar cuando leemos lo que nos dicen algunos autores de textos con respecto a la función del adverbio.

Así, si consultamos a José Escarpanter (op. cit., p. 178), encontramos que nos dice que el adverbio es una palabra  que complementa al verbo, al adjetivo y también puede complementar a otro adverbio.

Del mismo tenor son las expresiones de las Lacau- Rosetti  cuando afirman que el adverbio es modificador  de verbo,  adjetivo o de otro adverbio. (Lacau-Rosetti, op. cit., p. 178). Ambos autores  se quedan limitados con respecto a la función del adverbio.

Uno de los autores que ofrecen una información un poco más completa acerca del adverbio, en su aspecto funcional, es Roca Pons. El afirma que el adverbio es una parte de la oración que modifica al verbo, al adjetivo o a otro adverbio, y luego añade que los adverbios no afectan necesariamente a una de las tres palabras indicadas, ya que pueden modificar, además, a una oración entera.  Ejemplo: “Seguramente tu amigo no te había dicho  la verdad.” (Roca Pons, Introducción a la Gramática, págs. 313, 323).

Llama la atención que ninguno de los autores consultados ni siquiera hace  referencia a la posibilidad de que el adverbio pudiera modificar también a un sustantivo. Ante ese hecho, cabe la pregunta: ¿Acaso no puede el adverbio modificar también al sustantivo?

Una referencia  a esa posibilidad  se encuentra en el artículo “Algunas Precisiones Sobre El Adverbio”, de la autoría de Mercedes Rodríguez de  Rodríguez, aparecido en el libro El Español Al Día, p. 205.  Veamos lo que ella plantea: “¿Se limita el papel modificador del  adverbio al verbo, al adverbio y a otro adverbio? Creemos que no, sino que algunos adverbios pueden modificar también al nombre.”

A  nuestro entender, sí puede hacerlo. Y vamos a decir que esa es otra de sus funciones aunque no aparezca mencionada  en los textos de gramática del español.

Veamos, al respecto, algunos ejemplos de oraciones con adverbios de cantidad modificando sustantivos.  A. “Ellos comen más arroz que habichuelas.” B. “Ellas comen menos habichuelas que arroz.” C. “Encontraron que ella tenía más sangre de lo normal.”

Fijémonos que en ninguno de los casos puede decirse  que los  adverbios más y menos están modificando al verbo, sino al sustantivo.

¿Y qué decir de los ejemplos “El siempre hombre tuvo temor de enfrentarse a su rival.” Y “El nunca hombre se atrevió a  enfrentarse a su rival.”? En los dos casos, un adverbio de tiempo está modificando al sustantivo hombre.

Las reflexiones que hemos presentado a su consideración deben haber dejado aclarado que, tanto en el aspecto formal (la llamada invariabilidad del adverbio) como en el aspecto funcional (su alcance o poder modificador), es necesario que los textos que nos informan sobre nuestra lengua española le dediquen más tiempo, espacio y profundidad al tratamiento del adverbio. Esa palabra de tanto valor en las lenguas así lo amerita.

Culipandear(se), pote, conformación

Por Roberto E. Guzmán

CULIPANDEAR(SE)

“. . . son ambivalentes y dan muchos CULIPANDEOS al momento de. . .”

El autor de estas reflexiones acerca de la lengua puede dar fe de que conoce el adjetivo o nombre culipandeado o culipandiao desde hace muchos años. Ese culipandiao tenía relación directa con la postura que la persona adoptaba al estar de pie (del dominicano parado).

El culipandiao era la persona que sacaba hacia atrás las nalgas, que las proyectaba hacia la parte posterior del cuerpo, pose que no obedecía necesariamente a la intención de hacerlo. No debe de olvidarse que pandear es torcer en el medio (en el cuerpo humano, cintura).

Luego aprendió quien esto escribe que la postura del cuerpo humano o el verbo habían dado pie a otro tipo de aplicación. Esa nueva acepción llevó el verbo a una acción que indica torcer la conducta.

Conforme con lo que consigna el Diccionario de la lengua española (2014-I-692), el verbo culipandear en Cuba y Venezuela es, “Evadir con astucia una dificultad prevista para no enfrentarla”. En los dos países antes mencionados, más Honduras, el verbo expresa, “Dicho de una persona: Acobardarse, echarse atrás o arrepentirse de algo que iba a hacer”.

En República Dominicana y Puerto Rico el verbo indica, “No respetar alguien la palabra dada, cambiar de opinión”. Esto aparece en el Diccionario de americanismos de la Asociación de Academias. Allí mismo se atribuye a Puerto Rico que en funciones de verbo intransitivo pronominal corresponde a, “Mover una mujer rítmicamente el trasero al caminar”.

El Diccionario del español dominicano (2013:232) endereza algo del verbo, pues consigna, “Mover la cadera al caminar”, que se ajusta más a lo que se había oído en conversaciones en español dominicano. Además, ese diccionario añade otras dos de las acepciones anteriores, con excepción de la que implica que la persona se acobarda, que no tiene cabida en el español dominicano.

De esta manera el culipandear termina siendo el, “Movimiento de las caderas al caminar”. Con todo el respeto debido, se piensa que el contoneo de las caderas merece que en el culipandeo se consigne que es intencional, aunque puede resultar natural también. Algo que puede agregarse es que ese culipandeo llama la atención y a veces al hacerlo intencionalmente se exagera.

Lo que se persigue con estas acotaciones es influir en la opinión de los lexicógrafos para que modifiquen de alguna manera las definiciones que se han mantenido hasta ahora y, que se incorpore el culipandeo que se expuso al principio para la postura natural del cuerpo humano en algunas personas, tomándose en cuenta las características apuntadas.

 

POTE

“. .  y que empeñan su conciencia por un pica pollo, $300 pesos, un POTE de ron. . .”

Algunas palabras que se presume que se refieren a una cantidad de líquido determinado por el nombre que recibe el contenedor no es tan preciso como podría esperarse, pote es uno de ellos. Uno de los problemas que se presenta es que el vocablo pote es muy impreciso en sí mismo, tal y como lo reconoce el Diccionario de americanismos de la Asociación de Academias, “Recipientes de diversos tamaños y formas. . .” Ese mismo diccionario reconoce que en República Dominicana un “pote de ron” es una “botella de ron”. Cabe que uno se pregunte si decir una botella de ron es más preciso que un pote de ron. No hay que esperar por la respuesta del inocente. Es la misma imprecisa cantidad de contenido. Pero con diferente nombre.

La tarea de ser más preciso quizás es cuesta arriba, pero eso no arredra. Todo el asunto quedará entre el pote, el frasco y la botella. Esto es, quedará en familia. Es probable que el asunto se reduzca a la costumbre de utilizar una u otra palabra para designar el mismo recipiente.

De acuerdo con lo que se encuentra en la Revista dominicana de folklore, No. 1, de marzo de 1975, p. 93, en un artículo firmado por J. A. Cruz Brache, “La botella es la medida para líquidos más corriente en el país. Su contenido equivale a 700cc”.

En quince países de habla hispana un pote es un “recipiente de diversos tamaños y formas”. En República Dominicana un pote es una forma de llamar “una botella de ron”.

Se ha escrito mucho acerca del entorno y las palabras; de la forma en que los sentidos de estas cambian conforme con los otros vocablos que rodean a esa palabra en esa situación. No cabe duda, si en un bar un dominicano pide “un pote”, le servirán una botella de ron y no una de refresco o agua. El sitio, entorno físico, impone el significado de este pote. Con la palabra pote se refiere en general el dominicano a la botella de ron que contiene los 700 cc que se mencionaron más arriba, pues la más grande se conoce como “un litro”. Debe dejarse bien claro que este no es el lugar para tratar la jerga de los bebedores habituales.

 

CONFORMACIÓN

“. . .desempeñó un rol determinante para la CONFORMACIÓN de la Ley. . .”

La palabra del título posee poder de atracción; eso se escribe porque con más frecuencia de la debida los redactores se decantan por esta cuando tienen opciones más precisas para transmitir el mensaje que tratan de hacer llegar a otros.

Algunas personas piensan que conformar tiene relación con con-formar; es decir, formar con o “formar parte, ser parte”, esa idea que hoy muchos hablantes expresan con “hacer parte”, por participar.

Como puede deducirse con facilidad, el sustantivo femenino conformación tiene relación con el verbo formar que tiene larga historia en el castellano. Conformación llega al castellano procedente del latín conformatio, conformationis. En su origen se refería solo a la “colocación, distribución de las partes que forman una cosa”. “Hasta el sol de hoy” la redacción del sustantivo ha permanecido sin cambios en los diccionarios.

Este sustantivo llegó a América en el siglo XVI. Así consta en una acta del cabildo de Caracas. (Léxico hispanoamericano del siglo XVI (1971:213).

Si la persona a la que se refería el redactor de la cita participó en la redacción de la ley, ese verbo, redactar, es el que debió aparecer. En un registro menos elevado pudo escribirse que la persona mencionada participó en la redacción de la ley. La persona mentada tuvo una participación destacada en la elaboración de la ley. Con este sustantivo se imprime un rasgo de mayor importancia al trabajo realizado.

Lo recomendable con el verbo conformar y el sustantivo conformación es reservarlos solo para sus funciones específicas de la manera en que se ajustan a sus definiciones.

Rellenar, rozar / rosar, a bordo, preguntar / cuestionar, doyén / decano

Por Roberto E. Guzmán

RELLENAR

“. . . y la RELLENÓ por andar llegando tarde. . .”

Es bueno que se haga constar que el objeto de la acción, la, se refiere a una mujer. De allí deriva la importancia que tiene el estudio del verbo; esto es, estudiado en un caso como el de la cita en que este se aplica a una persona.

Antes de entrar en materia con respecto al significado del verbo en la frase reproducida más arriba, hay que aclarar que no se trata de dar de comer en exceso a una persona, que es una acepción conocida del verbo.

Rellenar mantiene una acepción en el habla de los dominicanos que no se conoce en ninguna otra habla de español. De acuerdo con lo que escribe el Diccionario del español dominicano (2013:596), rellenar es, “Reprender severamente”.

No conforme con poder contar con el verbo con ese significado, el hablante de español dominicano se ha ingeniado para hacer más descriptiva la acción y ha creado varias locuciones verbales muy bien conocidas en el ambiente dominicano.

Rellenar como a una longaniza fue la primera locución que se incorporó al habla, seguida de rellenarle el cachimbo. Más tarde, con los adelantos de la gastronomía se añadió rellenar como a un pavo.

Si bien es cierto que la acepción, copiada antes, que se reconoce para el verbo es exacta, no es menos cierto que en algunos casos las circunstancias hacen pensar que el verbo va más allá de “reprender severamente”. Sube de grado para expresar el sentimiento de alguien que insulta a una persona, con algún tipo de fundamento, como consecuencia de haber incurrido la persona insultada en una acción reprensible. Con las palabras que se expresan durante este “rellenar” se profieren expresiones ofensivas y humillantes.

Quizás merece que se pondere la posibilidad de añadir al verbo rellenar, en los repertorios de voces dominicanas, los matices que se ha introducido en esta sección.

 

ROZAR – ROSAR

“Sus pies ROSABAN el piso al caminar”.

Los dos verbos del título pertenecen al español internacional. El primero de los dos es de mayor uso; el segundo posee una sola acepción muy específica.

El verbo rozar posee más de diez acepciones acreditadas en el español internacional, al tiempo que rosar solo tiene una.

El significado más conocido del verbo rozar es el que mal escribió el redactor, es el que en el diccionario de la corporación madrileña de la lengua reza así, “Dicho de una cosa: tocar pasando y oprimiendo ligeramente la superficie de otra o acercándose mucho a ella”.

Con respecto del verbo rosar, sirve únicamente para “caer rocío” y como tal es impersonal e intransitivo. Estas dos cualidades hacen que este verbo tenga menos uso que el otro.

 

A BORDO

“. . .cuando un joven A BORDO DE una motocicleta. . .”

En algunas ocasiones las personas que escriben para consumo de muchos lectores tratan de refinar demasiado su español y llegan a incurrir en exageraciones. Una de estas es la que se observa en la frase de la cita.

La locución adverbial “a bordo” tuvo su origen en las embarcaciones navales. Las naves, barcos, fueron los primeros en aceptar la locución para dar a entender que eso de que se trata está dentro de la embarcación. Esto así porque las naves son las que tienen bordo, que son los costados o bordes exteriores de estas.

Con el desarrollo y frecuencia de los viajes por otros medios de transporte la locución extendió su alcance a personas o cosas “dentro de una embarcación”. El adverbio “dentro” indica “en el interior”, “en la parte interna”.

Este “dentro” con su significado apuntado antes deja fuera de uso la locución “a bordo” para una motocicleta, pues los ocupantes de la motocicleta van “en” motocicleta. El asunto que se plantea con respecto de las locuciones o adverbios para describir cómo viajan los ocupantes de los medios de transporte varía de una lengua a otra. Con esto se advierte que no hay una correspondencia estricta al llevar la idea de una lengua a otra.

 

PREGUNTAR – CUESTIONAR

“. . .afirmó C. al ser CUESTIONADO sobre las críticas. . . “

Hace mucho tiempo que el uso de estos dos verbos ha hecho de estos verbos sinónimos en todas las ocasiones. Cuestionar tiene una significación específica que no puede sustituirse con la ayuda del verbo preguntar.

El verbo preguntar corresponde a la acción de interrogar; esto es, hacer preguntas a alguien para que ese alguien responda lo que sabe sobre un asunto. En forma de interrogación puede exponerse un asunto. De esa forma puede indicarse duda sobre ese asunto. Es pedir que le contesten.

Cuestionar es controvertir un punto dudoso, proponiendo las razones, pruebas y fundamentos de una y otra parte. Además, es poner en duda lo afirmado por alguien. Es discutir.

Existe la posibilidad de que el uso del verbo cuestionar en español en lugar del verbo preguntar provenga de una influencia del inglés, lengua en la que el verbo to question corresponde al verbo preguntar en español.

 

DOYÉN – DECANO

“El rabí M., DOYÉN de todos nosotros. . .”

La voz del título no cuenta con el asentimiento de los hablantes de español para que se la considere una palabra auténtica del léxico hispano. Ni siquiera el acento que le colocaron a esa voz logra hacerla entrar en el redil del español legítimo.

La voz doyen pertenece al francés y al inglés. Al inglés llegó desde el francés medio, que en antiguo francés era deien. Este doyen francés tiene un doblete que se asemeja muchísimo a una palabra del español, dean; que en español es deán. Aunque no sea obvio desde el principio el deán fue en su origen el jefe de un grupo de diez. El deán español viene del latín decanus que era el jefe de diez monjes en un monasterio.

En español debe usarse la palabra decano para expresarse de modo correcto. En el español actual el decano es el miembro más antiguo de una comunidad, cuerpo o junta, etc. En las universidades el decano preside una facultad, aunque no sea el miembro más antiguo.

Derivada de la palabra decano es decanato que son las dependencias destinadas oficialmente al decano para el desempeño de sus funciones; así como el período de tiempo en que desempeña sus funciones el decano.

Tarantín, atacado, malsano, na / mal sano, extorsión / *extorción

Por Roberto E. Guzmán

 

 TARANTÍN

¿Cómo olvidar que detrás de cada caseta, TARANTÍN, mostrador o . . .”

La voz tarantín es producto de la imaginación de los dominicanos. Es una creación de los hablantes de español dominicano. No se la conoce en ningún otro país de habla española.

La terminación -tín de esta voz puede interpretarse de dos maneras. Puede ser un diminutivo como sucede en otros casos en que se presenta en el español de todos los días. Hay que tener en cuenta que en el español dominicano el diminutivo -tín no es corriente, común, de uso frecuente.

Esta terminación podría ser tomada también con carácter despectivo. Algo pequeño, de mala calidad, endeble, frágil y rudimentario puede recibir esta terminación para denotar el poco aprecio o consideración que de eso se tiene. Con este dejo despectivo se conoce o conocía en el país dominicano el cafetín, que era un sitio de expendio y consumo de bebidas alcohólicas de mala reputación.

El inconveniente con la voz tarantín es que no hay otra que se asemeje a esta que pueda catalogarse de originaria sin el diminutivo o terminación. El escritor de la cita sugiere de modo implícito el vocablo “mostrador” que es un tablero, mesa alta para servir en cafetería y locales semejantes en tanto sinónimo de tarantín.

El español dominicano tiene otras palabras del género o las características que se le atribuyen a tarantín. Una de ellas es friquitín que es un “puesto callejero donde se preparan y sirven frituras”. Con respecto de esta definición no se está totalmente de acuerdo porque las frituras no se sirven, se venden. En estos puestos no hay mesas ni sillas. Las frituras se entregan en las manos en papel o en fundas. No hay platos ni cubiertos. Es probable, si estos puestos se han modernizado como consecuencia de la competencia de precios con los picapollos, que en la actualidad “sirvan” sus productos.

Los recuerdos de los friquitines que se conservan en la memoria son de un fogón con leña o carbón, una paila con aceite, una mesa sobre la que se colocaban los productos sin terminar y una bandeja en la que se colocaban las frituras una vez cocidas.

El tarantín es un “puesto de venta callejero”. Es una “construcción rústica realizada con materiales muy pobres”. Es tan endeble el tarantín que uno no sabe si debe llamarlo “construcción”. La fragilidad o provisionalidad del tarantín es una de sus características. Se arguye acerca de la palabra “construcción” porque los elementos utilizados para “parar” el tarantín no son los adecuados para una construcción, sino que se hace con lo que “aparece”. Parar aquí significa poner algo en posición vertical. El tarantín en la mayoría de los casos se hace de materiales recuperados (ya usados anteriormente).

 

ATACADO

Esta voz parece que ha pasado inadvertida en las investigaciones acerca del español dominicano. El verbo atacar(se) se ha consignado en el Diccionario del español dominicano (2013:55) como corresponde, con tres acepciones y una locución verbal.

No obstante, ninguna de las acepciones allí recogidas sirve para explicar el uso que en el habla dominicana se hace del participio en función de adjetivo que figura en el título. Más abajo se abundará sobre esto.

En varias situaciones el hablante de español dominicano entiende que se encuentra en una situación que puede caracterizar diciendo que está atacado. Ha de tenerse en cuenta que este atacado no tiene relación alguna con sentirse embestido.

Este atacado tiene que ver con la situación en que se encuentra una persona que está bajo presión. Sobre todo, que actúa contra el tiempo. Que está nervioso y apresurado. Cuando las circunstancias ponen en tensión a la persona y la empujan a acelerar sus acciones de cualquier tipo que estas sean, esta persona está atacada. Ni por un momento ha de pensarse que el sujeto está ata(s)cado.

Este atacado merece un espacio en los repertorios de voces dominicanas con las explicaciones o sinónimos pertinentes.

 

MALSANO, NA – MAL SANO

“Posteriormente, surge la MAL SANA campaña de desinformación. . .”

Una cosa es con guitarra y otra es con violín. Este adagio, sentencia moral breve, generalmente “indica que hay varias maneras de hacer o decir algo dependiendo de las circunstancias”.

Malsano es un adjetivo que modifica al sustantivo que “acompaña” en la oración transcrita a modo de ejemplo del mal uso. Esto es, escribió mal sano en dos palabras; entonces, no se corresponde con las circunstancias del sentido de la frase. En el caso específico debió aparecer en una sola palabra.

Malsano en una sola palabra es un adjetivo que transmite la idea de que eso de que se habla o escribe es “moralmente dañoso”. Produce o puede producir perjuicio, lesión o detrimento.

Malsano en una sola palabra realiza las funciones de adjetivo y de preferencia se aplica a ambiente, países, climas y por extensión a situaciones o circunstancias; como el conjunto de actos, medidas y esfuerzos de una campaña de llevar al conocimiento del público ideas y sucesos por medio de la información.

En los casos específicos en que alude a ambientes que dañan la salud, malsano es sinónimo de insalubre, porque atenta o perjudica el bienestar físico y mental de las personas.

Cuando mal sano se escribe en dos palabras se refiere al estado de salud de alguien. En realidad, en los casos en que se desea comunicar una noticia acerca de la salud de alguien, casi siempre se hace utilizando la palabra buena o mala. “Está en salud”. “Disfruta de buena salud”.

Una persona puede estar sano o enfermo. Eso de expresarse diciendo o escribiendo que alguien está “mal sano” casi no se estila en el español moderno, porque solo cabe en casos muy contados. “Él está mal sano; estaba mejor cuando estaba enfermo”.

En la actualidad el adjetivo malsano no solo se usa para la salud física o psíquica. Ha extendido su empleo a “lo que no se considera adecuado o correcto”. Diccionario integral del español de Argentina (2008:1107).

 

EXTORSIÓN – *EXTORCIÓN

“La nueva EXTORCIÓN. . .”

No hay lugar a rasgarse las vestiduras por el error en la ortografía de la palabra resaltada en la cita. En la emisión de los sonidos en el habla de muchísimos países, para articular las dos voces del título no se hace distinción alguna.

A pesar de lo escrito más arriba, no puede dejar de censurarse el desliz porque la voz escrita con la letra ce /c/, *extorción, no se conoce en el español corriente. Aquí se expondrá un poco de la historia de la palabra extorsión en español y se verá cómo se escribe esa palabra en otras lenguas que tienen lazos con el español.

Torsión, con ese /s/, es la acción y el efecto de torcer o torcerse, con ce /c/. La oración inmediatamente anterior a esta tiene el propósito de señalar la posible confusión que generan estas palabras de la misma familia en las que unas se escriben con eses y otras con ces. En algunos casos de este tipo la forma de representar por escrito la palabra que expresa la idea es un cultismo y eso influyó en su representación gráfica.

La palabra extorsión apareció en el siglo XVII, derivado de extorquere, “sacar algo por la fuerza”, de donde el significado de extorsionar termina así, “causar o cometer extorsión”.

El portugués ha permanecido más cerca del latín, pues conserva el verbo extorquir, pero el sustantivo femenino es extorsao. Lo importante aquí es reparar en la letra ese /s/ en el sustantivo.

El francés tiene también un verbo cercano al latín, extorquer y, el nombre femenino extorsion, con ese /s/. En esa lengua reconocen que el nombre lo tomaron del bajo latín extorsio.

Con estas informaciones puede entenderse mejor el o los orígenes de la confusión en la forma de escribir algunas de las palabras de esta familia.

Ortoescritura

Por Rafael Peralta Romero

 

DON QUIJOTE, CELESTINA Y DON JUAN TENORIO

 La obra literaria tiene vocación de  perpetuidad, o a eso se aspira, al menos. Las que cuentan hechos y enfocan conflictos sociales se valen de personajes, los cuales son como las personas, pero con los rasgos más acentuados. Tarea  importante para autores de obras narrativas (novela, cuento…) y obras dramáticas (drama, comedia, tragedia…) es la caracterización de los personajes.

Tres obras de la literatura española han creado personajes  que conviven en el mundo como si fuesen personas. De sus nombres se han derivado  verbos, adjetivos y otros sustantivos que han engrosado el acervo de nuestra lengua.

Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes;  La Celestina o la Tragicomedia de Calisto y Melibea, de  Fernando de Rojas, y El burlador de Sevilla, de Tirso de Molina, son las obras a las que me refiero.

El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, novela, se publicó en los inicios del siglo XVII (1605 y 1615). Tiene decenas de personajes, los principales de los cuales son Don Quijote y Sancho Panza. Veamos las palabras derivadas del nombre del protagonista, de acuerdo al Diccionario académico:

El sustantivo /quijote/: 1. m. Hombre que, como el héroe cervantino, antepone sus ideales a su conveniencia y obra de forma desinteresada y comprometida en defensa de causas que considera justas.  2. m. Hombre alto, flaco y grave, cuyo aspecto y carácter hacen recordar al héroe cervantino.

Otros sustantivos /quijotada/ f. Acción propia de un  quijote. /Quijotería/: 1. f. Modo de proceder de un quijote.

El adjetivo /quijotesco/ y su forma femenina tiene estas acepciones: 1. adj. Perteneciente o relativo a don Quijote de la Mancha.2. adj. Propia de don Quijote de la Mancha o de un quijote.3. adj. Semejante a don Quijote de la Mancha, por sus acciones o por su aspecto

La mujer que posee las cualidades morales de un quijote  es denominada       /quijotesa/.

Los adjetivos aceptan convertirse en adverbios si se les agrega la terminación –mente, así nace el adverbio de modo /quijotescamente/: adv. Con quijotismo. Otro adjetivo es /quijotil/: Perteneciente o relativo al quijote.

¿Pero qué es quijotismo? (De quijote +-ismo): 1. m. Exageración en los sentimientos caballerosos. 2. m. Engreimiento, orgullo.

El escudero de don Quijote también ha generado palabras. El Diccionario registra /sanchopancesco, ca/: 1. adj. Propio de Sancho Panza, escudero de don Quijote. 2. adj. Falto de idealidad, acomodaticio y socarrón.

 

Celestina

Esta obra dramática, compuesta,  en el XV, apareció inicialmente como La comedia  de Calisto y Melibea. En ediciones sucesivas, predominó el personaje Celestina, una alcahueta cuyo rol en la trama es notorio. Veamos las palabras que ha incorporado el Diccionario a partir de esta obra.

El sustantivo común  /celestina/: Por alusión  a Celestina, personaje de la Tragicomedia de Calisto y Melibea. 1. f. alcahueta (‖ mujer que concierta una relación amorosa).2. f. irón. Persona que facilita o promueve de manera encubierta contactos con fines políticos, comerciales o de otro tipo.

Y claro, el sustantivo /celestinaje/  nombra la acción de celestinear. Por igual /celestinazgo/ se refiere a la acción de celestinear.

Celestinear. Significa ejercer o practicar la función propia de una celestina.

También se tiene el adjetivo /celestinesco/ y su forma femenina con la significación de perteneciente o relativo al personaje de la Celestina o a una celestina. 2. adj. Propio de una celestina.

 

El burlador de Sevilla

El burlador de Sevilla  recoge  la historia de don Juan Tenorio,  el personaje más universal del teatro español. Data de 1630. Esta obra de Triso de Molina tiene como personaje principal a un sujeto mujeriego y  burlador de las mujeres.

El nombre del personaje de Tirso de Molina ha generado cinco palabras a nuestro idioma. Veamos: /donjuán/ (sustantivo) incorporada al Diccionario con el significado de   “1. Seductor de mujeres. 2. m. dondiego”. Por igual el verbo /donjuanear/: “intr. Hacer de donjuán”. El adjetivo  /donjuanesco, ca/  que significa “Propio de un donjuán o tenorio”.

Igualmente, el  sustantivo /donjuanismo/  ha servido para nombrar el “Conjunto de caracteres y cualidades propias de don Juan Tenorio, personaje de varias obras de ficción”.

El quinto vocablo  es /tenorio/, sustantivo masculino, con el que se denomina al “Hombre mujeriego, galanteador, frívolo e inconstante”.

 

¿POR QUÉ ES DE USO RESTRINGIDO EL VERBO RESUCITAR?

 Resucitar es un verbo de uso limitado.  A diferencia, por ejemplo,  de  comer, defecar, dormir,  despertar y otros muchos que son “conjugados” por todos los humanos y demás seres del reino animal,  el verbo resucitar, por su significación de “Devolver la vida a un muerto”, incluye una acción no aplicable en la realidad material.

Gramaticalmente corresponde al modelo de la primera conjugación: yo resucito, tú resucitas, él resucita, nosotros resucitamos, vosotros resucitáis, ustedes y ellos resucitan…Pero hay una observación  de carácter teológico-religioso para con este verbo que restringe su aplicación.

El Diccionario de la lengua española explica en la etimología de este verbo que procede del  latín  tardío “resuscitāre”, y este del latín re- ‘re-‘ y suscitāre: ‘levantar’, ‘avivar’.  Resucitar aparece con tres acepciones: 1. tr. Devolver la vida a un muerto. 2. tr. coloq. Restablecer, renovar, dar nuevo ser a algo. 3. intr. Dicho de una persona: Volver a la vida.

El origen del vocablo  está  ligado a /suscitar/ (Del latín suscitāre) y que en español equivale a levantar, promover. Con esa palabra más el prefijo re-  se formó en latín resuscitare, la cual en su evolución hacia el castellano perdió  la consonante –s al final de la sílaba /sus/.

Nuestra lengua cuenta con otros verbos que guardan afinidad con resucitar. Veamos: reaparecer, renacer, revivir, resurgir, reanimar, vivificar, estimular, animar, tonificar, reconfortar. Solo afinidad, pero no sinonimia.

La excepción podría   ser /revivir/  (Del latín revivĕre) que tiene las siguientes acepciones: 1. intr. Resucitar (‖ volver a la vida). 2. intr. Dicho de quien parecía muerto: Volver en sí.3. intr. Dicho de una cosa: Renovarse o reproducirse. Revivió la discordia.4. tr. Evocar, recordar. Revivió los días de su infancia

 Resurrección

Del verbo resucitar ha devenido el sustantivo resurrección, con el que se afinca  el criterio teológico que toca al verbo resucitar. Estas son las acepciones que ha recogido el Diccionario académico para este vocablo: 1. f. Acción de resucitar. 2. f. por antonomasia, resurrección de Jesucristo. 3. f. Pascua de Resurrección.

Como se aprecia, en la tercera acepción  la palabra  se escribe  con mayúscula  inicial, como es norma para los vocablos relacionados con lo divino. Por igual, Domingo de Resurrección.

Devolver la vida a una persona  fallecida resulta contrario a las leyes de la naturaleza. Sin embargo, la fe cristiana se fundamenta en la Resurrección de Jesucristo. Vale recordar estas palabras del apóstol san Pablo: “Pero si se predica de Cristo que resucitó de los muertos, ¿cómo dicen algunos entre ustedes  que no hay resurrección de muertos?  Porque si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo resucitó.  Y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe… Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó;  y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados”. (1 Corintios 15:12-17).

La  alusión de Pablo a la resurrección de todos los muertos, en el día del juicio final es parte del credo cristiano.

Un sustantivo relacionado con  resurrección es /resucitación/  el cual se emplea en la medicina. Se define: “Acción de volver a la vida, con maniobras y medios adecuados, a los seres vivos en estado de muerte aparente”. Despertar al paciente que ha sido sometido a anestesia general es un acto de resucitación.

Otras palabras relacionadas son /revivificación/  que es “Acción y efecto de revivificar”. Y revivificar: tr. Vivificar, reavivar.

En definitiva, los vocablos resucitar (verbo), resurrección (sustantivo) y resucitado (adjetivo) son casi exclusivos de Jesucristo y quizá de las  personas (tres, al menos) a las que Él sacó de entre los muertos.

 FREDDY GATÓN ARCE: ANTE TODO,  ESCRITOR

 Cuando  hablan o  escriben  acerca de la personalidad literaria de Freddy Gatón Arce, muchos se empeñan, hasta la  ofuscación,  en llamarlo poeta, periodista, novelista,  ensayista y abogado. Es cierto que obtuvo título de doctor en derecho,  pero yo nunca lo llamaría abogado. Que haya  sido poeta –y de los buenos-, novelista y periodista dificultan, y resulta injusto, por demás, citarlo  por alguno de estos roles.

No solo poeta, no solo novelista, no solo ensayista, no solo periodista, Freddy Gatón Arce ha sido un maestro de la palabra. Maestro de la palabra hay que llamarlo para diferenciarlo del montón de quienes  han escrito o escribimos en cualquiera de los cuatro géneros mencionados. Prócer de la palabra hay que denominarlo  para marcar su firmeza en la defensa de las ideas democráticas y la crítica ante  los abusos de los poderosos.

De ahí que Enrique A. Cabrera Vásquez, poeta y periodista, por demás petromacorisano como FGA, haya emprendido la valiosa tarea  de escribir el ensayo “Freddy Gatón Arce vuela en arcoíris de palabras”, con el que se ha propuesto contribuir al conocimiento   de la calidad de este  gran escritor, de cuya obra, sobre todo la periodística,  considera no ha sido justamente  valorada.

“Freddy Gatón Arce fue multifacético en su activismo social y cultural y la entrega a causa noble y altruista.  No desmayó en ese ejercicio, lo asumió como un sacerdocio sin sopesar las consecuencias. Fue un ciudadano transparente y un periodista limpio y ejemplar. Es más, considero que su obra periodística no ha sido bien valorada y estimada, pues su afán en esa dirección fue altamente significativo”. (pág. 78).

Un buen periodista  no puede ser indiferente a  la literatura ni a  la historia. Al fin y al cabo,  periodismo es historia,  historia inmediata, claro. Ambos entroncan con la literatura en cuanto al uso de la lengua para informar o convencer.

Me resulta difícil hablar de Gatón Arce sin inmiscuirme con deliberada parsimonia en los artículos y ensayos que publicara como opinión editorial de El Nacional. Por fortuna,  Cabrera Vásquez, en el presente libro, traza una visión total de la personalidad literaria del autor de Vlía. Para internarse en el cosmos poético de FGA, Cabrera hurga en el amplio espectro de las múltiples  corrientes y filosofías  de la creación, expresadas a través de movimientos y tendencias y se permite ubicar el gran poema gatoniano como surrealista, aunque apunta que luego nuestro autor emigró hacia otras corrientes poéticas.

La tercera dimensión en torno a Gatón Arce (además de periodismo y poesía) que aborda Cabrera es la novelística, fundamentado en las obras “La guerrillera Sila Cuásar” y “La canción de la Hetera”: ”Una muestra de su capacidad para incursionar en diferentes géneros”, sentencia Cabrera. A seguidas ofrece la sinopsis de cada una.

El libro de Cabrera Vásquez constituye un justo homenaje a un preclaro escritor, quien amó  la democracia y  las libertades públicas  con similar intensidad de su dedicación al buen decir.

Constante en sus editoriales: fue la  persistente  denuncia a la violación a la ley por parte de funcionarios, exigencia para respeto a los derechos individuales, fue  firme en la crítica, sereno en los conflictos.

Cabrera ha demostrado con este interesante ensayo que  Freddy Gatón Arce profesó fidelidad a las palabras y por igual  a los buenos sentimientos. “Freddy Gatón Arce vuela en arcoíris de palabras” es  una obra bien concebida y bien desarrollada y contribuirá  a posicionar  en su justa dimensión a un escritor cabal que ejerció el arte de escribir con los más elevados fines. Saludemos con razonable alborozo este magnífico aporte de Enrique Cabrera Vásquez. ¡Enhorabuena!

(Extraído del prólogo)

La segunda década del siglo XXI no ha terminado

El primer domingo de junio de 2014, esta columna publicó un artículo titulado “¿Es lo mismo década que decenio? En el que se incluye la explicación en torno a cuándo comienza la década y  cuándo termina. A propósito del inicio de 2020, la prestigiosa publicación BB News divulgó una un texto para exponer el mismo asunto.  Dado que persisten  las dudas,  abordamos nuevamente el asunto. A continuación  un extracto de lo publicado en 2014:

Decenio y década no son exactamente sinónimos, como no deberían serlo  siglo y centuria. Pero el Diccionario de la lengua española no es explícito y creo que peca de parquedad.

Decenio  es definido como “Período de diez años”. Pero con el vocablo década la imprecisión  es mayor. Veamos:  1. f. Serie de diez. 2. f. En el Ejército, conjunto de diez hombres. 3. f. Período de diez días. 4. Período de diez años referido a las decenas del siglo.

Es decir que en la cuarta acepción es que se refiere al elemento más conocido con ese nombre.

Es el Diccionario panhispánico de dudas, que introduce unas puntualidades  para diferenciar estos vocablos,   dice al respecto:   “Los términos década y decenio significan, ambos, ‘período de diez años consecutivos’; pero mientras que decenio se usa para designar el período de diez años comprendido entre dos años cualesquiera, década designa en especial el período de diez años referido a cada una de las decenas del siglo (años diez, veinte, treinta, etc.)”.

Década y siglo

En cuanto a las diez décadas de cada siglo, cada una de ellas comienza en un año acabado en 1 y termina en un año acabado en 0; así, la primera década del siglo xx es la que va de 1901 a 1910; la segunda, de 1911 a 1920; la tercera, de 1921 a 1930. Ese es el concepto estricto de década.

Es habitual utilizar expresiones como los años veinte, la década de los treinta, los cuarenta, etc., referidas a los decenios que comprenden los años de cada siglo que tienen la misma cifra en su decena; así, la expresión “los años veinte” alude conjuntamente a los años comprendidos entre 1920 y 1929, ambos inclusive.

Pero esta diferenciación no ocurre con los términos siglo y centuria. El diccionario los presenta  como sinónimos, aunque a mí me deje pensando que centuria  es un período de cien años  comprendido entre dos años cualesquiera, como 1914-2014; 1863-1963.

Así mismo he creído que  siglo, no es solo un  período de 100 años, sino  que  es una de las diez partes del milenio y cubre del año que termina en 01 hasta el que termina en 00, es decir: siglo I (01- 100); siglo II (101-200); siglo XIX (1801-1900); siglo XX (1901-2000); siglo XXI (2001-2100). La  misma orientación  aplicada para diferenciar década y decenio, puede emplearse para siglo y centuria.

 

BBC NEWS

Una parte de lo publicado por BBC News:

Se acerca el fin del año y tal vez ya estés preparando los festejos para despedirlo y darle la bienvenida a uno nuevo. Pero si estás pensando que con el final de 2019 también se termina una década, puede que tengas que hacer las cuentas de nuevo, al menos lingüística y matemáticamente hablando.

Esta es una confusión que inundó las redes sociales este mes y que incluso llevó a la Real Academia Española a salir a aclararlo. ¿Se termina una década con 2019 y empieza una nueva en 2020?

La RAE respondió que la nueva década empezará en 2021 porque «cada década comienza en un año acabado en 1 y termina en un año acabado en 0». «Así, la primera década del siglo XXI es la que va de 2001 a 2010; la segunda, de 2011 a 2020, etc.», añade la RAE citando al Diccionario Panhispánico de dudas.

«La RAE lo deja bastante claro y es una cuestión matemática. La década no empieza con el año 0. Se empieza a contar desde el año 1», le dice a BBC Mundo Eugenio Manuel Fernández Aguilar, físico y divulgador científico español.

(Publicado 5-1-20, EL NACIONAL)

MASCULINO, FEMENINO Y OTROS DETALLES

Lo habitual  en español es que los  sustantivos sean masculinos o femeninos.  Si   se trata  de seres animados, lo común  es que el sustantivo adopte una  forma específica para cada uno de los dos géneros gramaticales, en correspondencia con la distinción biológica de sexos.

Esta diferenciación  puede hacerse  por el uso de  terminaciones añadidas a una misma raíz, como ocurre, por ejemplo,  en gato/gata, profesor/profesora, niño/niña, conde/condesa, zar/zarina. También  puede ser por el uso de palabras de distinta raíz según el sexo del sujeto  de que se trate  como ocurre en hombre/mujer, caballo/yegua, yerno/nuera.

Si el referente del sustantivo es un objeto  inanimado, lo normal es que sea solo masculino (cuadro, año, árbol) o solo femenino (casa, calle, democracia).

Veamos unos casos que se salen de los patrones antes mencionados. Me refiero a sustantivos terminados en –z (zeta) o en –l (ele). La norma académica ha establecido que  si el vocablo masculino termina en una de estas consonantes “son normales y correctas” las formas invariables.

Así,  será correcto anteponer  el artículo /la/  a las palabras  juez, concejal, apóstol, fiscal, alférez, oficial, coronel, general, albañil, aprendiz, edil, mariscal… para formar el femenino, vale decir  cuando se trata de una mujer quien ejerce alguna de estas funciones.

Cobra cierto auge la  tendencia a formar el femenino  agregando la  vocal –a al  final de la palabra, sobre todo en  voces como  juez/ jueza, concejal/concejala,   coronel/coronela, general/generala, albañil/albañila, aprendiz/ aprendiza. Los hablantes son los dueños del idioma, por eso el uso generalizado puede determinar  la variación de las reglas.

ES importante, sin embargo, observar cierta mesura frente a la ola de innovaciones que determinados  grupos – ¿y determinadas grupas?-  quieren imponer en nuestra lengua. Las variaciones, en primer lugar, deben ajustarse al perfil del español, sin que su aplicación provoque incisiones.

La palabra coronel, por ejemplo, resulta fácil convertirla en femenino agregando –a, pero es preferible emplearla para el masculino y para el femenino y que los elementos variantes que la acompañen indiquen el género de la persona de quien se habla: La coronel Matos; el coronel Peralta.

Respecto de la voz mariscal, el Diccionario de la lengua española especifica que es masculina. Transcribo la primera acepción de esta palabra:

  1. En la milicia antigua, oficial muy importante, inferior al condestable, que era juez del Ejército y tenía a su cargo el castigo de los delitos y el gobierno económico, y cuyo título conservaron luego los sucesores de los que lo habían sido en los reinos de Castilla, Andalucía, etc

En algunos países  se emplea /fiscala/ para referirse a la mujer  que representa y ejerce el ministerio público en los tribunales. En nuestro país seguimos apegados a la mejor tradición: La  nueva fiscal Rosalba Ramos…También tenemos una procuradora fiscal en Santiago.

La voz fiscal es también adjetivo y como tal  no varía nunca su terminación por el género: procuradora fiscal, paquete fiscal, política fiscal. Lo mismo ocurre  con las voces oficial y general.  Como sustantivos hacen el femenino con la anteposición de los artículos –la o -una: Es una oficial correcta y disciplinada.  Es una general del Ejército.

En algún caso, se ha introducido  el vocablo /oficiala/, incorporado por el Diccionario académico, con el siguiente significado: “m y f. Persona que se ocupa o trabaja en un oficio”.

En  cuanto a /generala/ resulta curioso lo que  apunta el código oficial de nuestra lengua. Lo cito a continuación: “1. f. Mil. Toque de tambor, corneta o clarín para que las fuerzas de una guarnición o campo se pongan sobre las armas. 2. f. Arg. y Bol. Advocación de la Virgen reconocida con el grado militar de general. 3. f. coloq. p. us. Mujer del general”.

Gracias por su lectura. Hasta el próximo domingo.

(Publicado 12-1-20)

PALABRAS LLANAS CON TILDE: SÉNIOR Y JÚNIOR

Sénior y júnior son palabras de nuestro idioma y sus orígenes se remontan al latín, la lengua madre del castellano. El complejo de inferioridad lingüística  del que adolecen muchos dominicanos los ha llevado a pronunciar estos vocablos como si procedieran del inglés. La primera manifestación de la manía ha sido prescindir de la tilde, una marca muy propia del español. La segunda, es pronunciar “sínior”, en lugar de sénior, y la tercera manía se manifiesta en sustituir fonéticamente la jota de júnior por la consonante –y (ye) para decir “yúnior”. La cuarta  señal de la anglomanía se nota en la formación del plural, ya que en vez de agregar –es como rige  en español para las palabras terminadas en consonante (séniores y júniores) los anglófilos escriben “seniors”  y “juniors”.

Recientemente (10-1-2020) la FundéuBBVA, institución española que vela por el buen uso de nuestra lengua, divulgó una recomendación en torno al empleo de la palabra /sénior/, precisando que es llana y por su terminación se escribe con tilde.

“La palabra sénior alude principalmente a los profesionales que tienen más experiencia que otros o a los deportistas de edad o categoría superior. De acuerdo con el Diccionario panhispánico de dudas, su uso se ha revitalizado por influencia del inglés, aunque no por ello deja de ser una voz española, de modo que se le aplican las normas generales de acentuación y se escribe sin resalte tipográfico, es decir, sin comillas ni cursiva”, escribió Fundéu BBVA.

Citó  la Nueva gramática de la lengua española, para precisar que el plural se  forma   con la adición de -es, esto es, séniores, no séniors. Agrega que  en las construcciones en aposición, lo habitual es que este segundo elemento permanezca invariable: miembros sénior, directivos sénior, deportistas sénior…

La  voz sénior procede del latín /senior/ que es un término  comparativo  del adjetivo  /senex/ que en la lengua de los romanos  significa “viejo, anciano”.

El Diccionario de la lengua española define ese vocablo de este modo: 1. adj. U. pospuesto a un nombre propio de persona para indicar que esta es mayor que otra emparentada con ella, generalmente su hijo, y del mismo nombre.2. adj. Dicho de un deportista: De la categoría y edad superiores. U. t. c. s.3. adj. Perteneciente o relativo al deportista sénior. Categoría sénior.4. adj. Superior en categoría y experiencia a quienes desempeñan la misma profesión o cargo. Analista sénior.

El apellido Senior es palabra aguda y por eso no se le marca el acento, pronunciado en la última sílaba: niór.

Júnior y no yúnior

Del latín viene también /iunior/, vale decir “más joven”. El Diccionario académico la define así: 1. adj. U. pospuesto a un nombre propio de persona para indicar que esta es más joven que otra emparentada con ella, generalmente su padre, y del mismo nombre. 2. adj. Dicho de un deportista: De categoría y edad inmediatamente inferiores a las del sénior. U. t. c. s.3. adj. Perteneciente o relativo al deportista júnior. Campeonato júnior.4. adj. Inferior en categoría y experiencia a quienes desempeñan la misma profesión o cargo.

El Diccionario Panhispánico de dudas, publicación académica, ha incorporado la voz  júnior con estas precisiones:

“júnior. 1. Voz procedente del comparativo latino iunior (‘más joven’), cuyo uso actual en español se ha revitalizado por influjo del inglés junior. En español debe escribirse con tilde por ser voz llana terminada en consonante distinta de -n o -s (→ tilde2, 1.1.2). Aunque está notablemente extendida la pronunciación inglesa [yúnior], en español debe decirse [júnior], tal como se escribe, con sonido /j/ inicial, de forma análoga al término eclesiástico junior (pron. [juniór]), que procede del mismo étimo latino (→ junior)”.

 

Variaciones sobre  Júnior y junior

El pasado domingo, en artículo titulado  “Palabras llanas con tilde: sénior y júnior”, explicamos el origen latino de estos vocablos, los cuales son parte, de pleno derecho, de la lengua castellana. La publicación causó algunas sorpresas, pues muchos hablantes entienden que estas  palabras proceden  del inglés, lengua en la que también se emplean, sin la tilde, obviamente.

Con  la palabra sénior el caso es simple, basta con colocarle la tilde y pronunciar como se escribe: gerente sénior, redactor sénior…

En  cuanto /júnior/ hay que decir que el empleo de este vocablo resalta peculiaridades del habla dominicana.

En el habla inglesa se estila  agregar la palabra  /junior/ al nombre propio de una persona cuyo padre  es llamado de igual forma: Sammy Davis junior. En República Dominicana el adjetivo júnior  ha sido convertido en nombre de persona,  escrito con J, pero  pronunciado con Y (yúnior).

Cientos de dominicanos llevan este nombre, independientemente de cómo sean llamados sus progenitores y sin observar la advertencia  de que para que suene  Yúnior debe escribirse con la letra ye y llevar la marca del acento en la vocal /ú/.

Tan arraigado está ese hábito lingüístico que un niño de doce años (Ángel Vladimir, un nieto) cuando mataron al abogado Yúniol Ramírez, por investigar las mafias en la OMSA, me preguntó: “¿Por qué al que mataron le escriben el nombre con  -y de payaso, si Júnior se escribe con J? Uno de sus amigos y compañero de clase lleva por nombre Júnior, pero lo llaman Yúnior.

Tengo la presunción de que en España, si alguien tuviera el nombre Júnior, además de que le colocarán la tilde en la ú, lo pronunciarán con J, la misma jota de junio, Julio, Javier, Jaragua, Jacinto, Jacobo, jabón y joder.

La forma habitual de escribir Junior, nombre de persona, sugiere en español que la palabra es aguda y que por tanto la fuerza de entonación estará en la última sílaba: “juniór”.

Una palabra poco conocida en nuestra lengua es precisamente /junior/ (aguda), cuyo origen  se remonta también al latín: iunior ‘más joven’. El Diccionario académico define junior de este modo: m. y f. En la vida religiosa cristiana, persona que, después de haber hecho el noviciado, realiza un período de formación espiritual.

Recuerdo de los tiempos de infancia el Catecismo junior, pronunciado con j y  como voz aguda.  Nada extraño sería que los estudiantes de hoy les trasladasen el acento a la penúltima sílaba (ju), aunque no lo marcaran.

En la Internet he encontrado otro ejemplo adecuado del uso del término junior como voz aguda. Helo aquí:  El Club Deportivo Popular Junior F.C. S.A., conocido como Junior de Barranquilla o simplemente Junior e igualmente por su antiguo nombre Atlético Junior, es un club de fútbol con sede en la ciudad de Barranquilla, Colombia. Fue fundado el 7 de agosto de 1924, convirtiéndose en el tercer club más antiguo del país.​

Una carta

A continuación transcribo la misiva remitida por el profesor Francisco Bernardo Regino, a propósito de la columna correspondiente al domingo pasado (19-1-20).

Estimado don Rafael:

  1. NEÓFITO. Definitivamente, reconozco que soy un lector júnior frente a un maestro sénior que escribe para bien enseñar. Me doy cuenta que soy un padre sénior con respecto a mi hijo que es un júnior, por tener igual nombre. Antes me creía “sinior” y a él “yunior”, ignorando la riqueza de nuestra lengua.
  2. ANGLOFILO. ¡Qué anglófilo he sido por ignorancia! Eso es lo bueno de ser un ignorante sénior, que puedo transformarme en un sabio júnior, con tan buen maestro sénior.

Reciba mi primer saludo para este nuevo año con el afecto y respeto de siempre.  Bernardo Regino.

(Publicados domingos 19 y 26 de enero 2020)

 

Temas idiomáticos

Por María José Rincón

 

POBLADORES DE SIEMPRE

17/12/2019

Las palabras indígenas americanas adoptadas por la lengua española representan un gran patrimonio léxico. Nos hablan de historia y de tiempo y nos ayudan a nombrar la realidad americana. La naturaleza antillana, su descripción y su aprovechamiento hicieron necesaria la adopción de las palabras que la designaban. El español adoptó el término caribe sabana para referirse a las amplias llanuras poco arboladas; se sirvió del tainismo manigua para designar el terreno poblado de espesos arbustos tropicales; necesitó del arahuaco cayo para nombrar las islas arenosas del mar de las Antillas; y del taíno conuco para describir las plantaciones agrícolas. Y con los nombres de los entornos naturales llegaron también los nombres de los protagonistas de la fauna.

Ni la manigua, ni la sabana ni los cayos serían lo mismo sin sus pobladores naturales. Los sobrevuelan el totí (caribe) y el guaraguao (caribe). En el atardecer los ilumina la suave luz azulada de los cocuyos (caribe). Las aguas del Caribe guardan el extraordinario tesoro del manatí (caribe o arahuaca) y del carey (taíno) y los ríos esconden el comestible dajao (taíno). En las montañas corren las hutías (arahuaco), grandes roedores antillanos.

La naturaleza antillana también guarda pequeñas sorpresas no tan agradables. Que se lo digan si no a los que han sufrido la picadura de un guabá (taíno) o el azote insistente de los jejenes (arahuaco) o de las niguas (taíno). El que levanta el más humilde bohío o la edificación urbana más sofisticada sigue teniendo presente al comején (arahuaco antillano). Los indigenismos antillanos, para suerte, placer y orgullo de todos los que hablamos español, siguen vivos y sueltos.

 

PALABRAS DEL ALMA

24/12/2019

 Una gran amiga me recuerda en su felicitación navideña que la vida cambia en un instante y sin aviso. Hacemos bien cuando prestamos atención a las palabras de los amigos. Para esta que les escribe el año ha pasado de aquí para allá, empeñándome en lo que más me gusta: estudiar y hablar de las palabras.

El amor por las palabras me llevó en junio a la Feria del libro de Madrid, dedicada a la República Dominicana, donde brilló nuestra forma de hablar y de crear en español. Volví a enamorarme de las palabras del Cantar de mío Cid al contemplarlo por primera vez en su forma originaria. Mi amor por las palabras dio sus frutos en la publicación de mi nuevo libro De la eñe a la zeta. Mi amor por las palabras y por los diccionarios me llevó a Sevilla al XVI Congreso de la Asociación de Academias de la Lengua Española, de donde regresé cargada de proyectos para el nuevo año que se acerca.

Este año las palabras me llevan y me traen. En un instante de paz, mientras el tiempo pasa entre pucheros navideños, echo la vista atrás a este año que se nos acaba y recuerdo que me ha traído momentos en los que las palabras me han dado la espalda. He perdido a una gran amiga, que solía llamarme «su académica». Aunque hay pérdidas para las que no tenemos palabras propias, hoy me las presta el poeta de Orihuela:

A las aladas almas de las rosas

Del almendro de nata te requiero

Que tenemos que hablar de muchas cosas

Compañero del alma, compañero

 

SIN FECHA EN EL CALENDARIO

31/12/2019

 Último día del año, un día que nos inclina a pasar las hojas del calendario que termina y las del que se avecina. ¿Se han parado alguna vez a pensar en el propio calendario, ese objeto que registra nuestro sistema de representación del correr de los días?

La palabra calendario procede del latino calendarium, y esta, a su vez, deriva del latín kalendae, palabra con la que los romanos designaban al primer día de cada mes. De la palabra calenda deriva el verbo calendar, para referirnos, según lo define el Diccionario de la lengua española, a la acción de ‘poner en las escrituras, cartas u otros documentos la fecha o data del día, mes y año’; un sinónimo curioso de fechar. En el español de América hemos creado calendarizar, derivado de calendario: ‘programar las fechas de determinadas actividades durante un periodo de tiempo’.

En nuestra lengua el calendario también se llama almanaque. En el DLE rastreamos su origen hasta el árabe hispano almanáh, y descubrimos que procede del árabe clásico munáh ‘alto de caravana’. Nuestro diccionario académico explica la metáfora aludiendo a la costumbre de los pueblos semíticos de comparar los astros y sus rutas con las rutas de los camellos en las caravanas.

Que el calendario o el almanaque que comenzaremos mañana esté repleto de encuentros con nuestros seres queridos, de libros pendientes de leer o releer, de experiencias de las que aprender o que compartir, de nuevas palabras; en definitiva, que el año próximo esté lleno de vida y amor, que, recuerden, no tiene horario ni fecha en el calendario.

 

FANTASMA CON PEDIGRÍ

7/01/2020

 El hecho de que una palabra no esté registrada en el diccionario no implica necesariamente que no exista. A esto tendríamos que añadir, con cierta ironía, «y viceversa». Y es que algunos casos demuestran que la inclusión de una palabra en un diccionario no significa necesariamente que esa palabra exista. Las palabras fantasma se cuelan en las páginas de los diccionarios casi siempre como consecuencia de un error o de una serie de errores, y traen a maltraer a los lexicógrafos; los textos en los que nos basamos para documentar las palabras pueden jugarnos una mala pasada.

Pedro Álvarez de Miranda, en su artículo «Palabras y acepciones fantasma en los diccionarios de la Academia», detalla lo difícil que es detectarlas y rastrear cómo llegaron a infiltrarse en el diccionario. Un ejemplo que documenta Álvarez de Miranda es el supuesto sustantivo amarrazón, ‘conjunto de amarras’, registrado en 1726 por el Diccionario de autoridades como término náutico. Este primer diccionario académico avalaba amarrazón con su aparición en la aventura del barco encantado del Quijote, donde el caballero manchego afirmaba: «…debemos embarcarnos y cortar la amarra con que este barco está atado». Álvarez de Miranda rastrea la errata hasta una edición de 1655 en la que se leía «y cortar la amarraçon que este barco está atado». La ortografía académica suprimió muy pronto la ç, que pasó a ser z, pero el fantasma, con pedigrí nada menos que cervantino, ya se había colado en el diccionario.

Como concluye Álvarez de Miranda, «los fantasmas, los de las sábanas blancas, se aparecen y desaparecen. Lo malo de estos otros, de los fantasmas de diccionario es que […] en vez de desaparecer, hay que hacerlos desaparecer. Me pregunto si lo lograremos algún día».

DE LA MANO

14/01/2020

En mis talleres ortográficos los participantes suelen reconocer que la coma es el signo de puntuación cuyo uso les provoca más problemas. Y no son los únicos. La misma Ortografía de la RAE afirma, en el apartado dedicado a la coma, que «dada la diversidad de contextos en los que aparece y la variedad de usos que presenta, no es extraño que sea también el signo de puntuación que más dudas plantea». A los buenos hablantes no les sirve de consuelo el que la dificultad de la coma sea mal de muchos y aspiran a usarla correctamente.

A mi entender, la dificultad de la coma estriba en la relación esencial entre puntuación y sintaxis. Es decir, para puntuar correctamente debemos dominar las relaciones sintácticas. Lamentablemente a la sintaxis se le dedica cada vez menos y peor atención en la formación escolar y esto se traduce en serias dificultades a la hora de comprender cómo funciona nuestra lengua. La función de la coma es fijar los límites de las unidades lingüísticas inferiores al enunciado en la jerarquía lingüística, como la oración o el sintagma. Si no sabemos cuáles son esas unidades, difícilmente podremos emplear la coma adecuadamente.

Si a esto le añadimos que la coma en algunos contextos es opcional y que, en otros, es obligatoria, la dificultad aumenta. Que sea difícil no quiere decir que sea imposible. Como para tantos otros aspectos de la lengua, la buena lectura ayuda. Un repaso por lo que aprendimos de sintaxis en la etapa escolar tampoco sienta mal. Y si no lo aprendimos, manos a la obra. Sintaxis y coma siempre van de la mano; aprender de una redundará en beneficio de la otra.

 

ELOGIO DE LA PÁMPARA

21/01/2020

No nos cansaremos nunca de repetir que la lengua está viva, aunque algunos preconicen cada día su desintegración. Su esencia es el cambio, precisamente lo que le permite adaptarse a la velocidad del rayo a las necesidades de sus hablantes. Que este cambio nos guste o nos disguste es lo de menos.

Las palabras aparecen, desaparecen, e incluso reaparecen, al ritmo de la vida. No solo se trata de la muerte de antiguas palabras o de términos que nunca llegaron a fraguar en el gusto de los hablantes; o del surgimiento de nuevas palabras de la nada o procedentes de otras lenguas; a veces el cambio está en la aparición de nuevos significados, usos o valoraciones de las palabras que ya teníamos.

Algún día, si alguien no lo está haciendo ya, tendremos que analizar la huella léxica de la música urbana y cuál será la pervivencia de esa huella, empezando por esta nueva acepción del adjetivo urbanona. La difusión de algunas voces o expresiones de uso restringido en determinados sectores socioculturales aumenta precisamente por aparecer en las letras de la música urbana. Esta reflexión surge de la palabra pámpara, tan traída y llevada por los intérpretes de este género, bien como palabra comodín para referirse a aquello que no queremos o no podemos nombrar (algo así como sucede con vaina, nuestro comodín por excelencia); bien como parte de la locución estar en la pámpara o con la pámpara prendida, para referirse a ‘estar en una situación envidiable’.

 

SIGUIENDO LA PISTA

28/01/2020

 

En el español dominicano coloquial y en entornos juveniles parece haber aumentado el uso del sustantivo pámpara. Y digo parece porque, para que tenga efectos en el diccionario, el incremento en el uso debe mantenerse en el tiempo y documentarse. Tomemos el Diccionario de la lengua española de la RAE o, mejor aún, entremos en la página electrónica que lo aloja. Busquemos pámpara. No lo encontramos. Vayamos ahora al Diccionario de americanismos de la ASALE o accedamos a él en línea. Repetimos la búsqueda. Encontramos que pámpara (variante de pámpana) se usa en el español rural de Puerto Rico para referirse a la flor del guineo.

El Diccionario del español dominicano (en papel, todavía no lo tenemos disponible en línea) no incluye esta palabra. Sin embargo, si seguimos buscando, el Tesoro lexicográfico del español de Puerto Rico nos confirma la acepción de ‘flor del guineo’. Si seguimos indagando encontramos su relación con el sustantivo pámpana, que sí está registrada en el DLE con el sentido de ‘hoja de la vid’. Puede ser un hilo del que tirar.

¿Será posible que el término pámpara o su variante pámpana se usen también en el español dominicano rural con el sentido que hemos encontrado para Puerto Rico? La suposición de nada nos sirve si no podemos documentar este uso. Aunque así fuera, habría que rastrear el hilo desde la supuesta pámpara rural ‘flor del guineo’ hasta la pámpara urbana usada como palabra comodín.

Ahora le toca a la lengua española

Por Arturo Pérez-Reverte

    No me había dado cuenta hasta que hace unos días, mientras lamentaba las incorrecciones ortográficas de una cuenta oficial en Twitter de un ministerio, leí un mensaje que acababan de enviarme y que me causó el efecto de un rayo. De pronto, con un fogonazo de lucidez aterradora, fui consciente de algo en lo que no había reparado hasta ese momento. El mensaje decía, literalmente: «Las reglas ortográficas son un recurso elitista para mantener al pueblo a distancia, llamarlo inculto y situarse por encima de él».

No fue la estupidez del concepto lo que me asombró  –todos somos estúpidos de vez en cuando, o con cierta frecuencia–, sino la perfecta formulación, por escrito, de algo que hasta entonces me había pasado inadvertido: un fenómeno inquietante y muy peligroso que se produce en España en los últimos tiempos. En determinados medios, sobre todo redes sociales, empieza a identificarse el correcto uso de la lengua española con un pensamiento reaccionario; con una ideología próxima a lo que aquí llamamos derecha. A cambio, cada vez más, se alaba la incorrección ortográfica y gramatical como actividad libre, progresista, supuestamente propia de la izquierda. Según esta perversa idea, escribir mal, incluso expresarse mal, ya no es algo de lo que haya que avergonzarse. Al contrario: se disfraza de acto insumiso frente a unas reglas ortográficas o gramaticales que, al ser reglas, sólo pueden ser defendidas por el inmovilismo reaccionario para salvaguardar sus privilegios, sean éstos los que sean. Ello es, figúrense, muy conveniente para determinados sectores; pues cualquier desharrapado de la lengua puede así justificar sus carencias, su desidia, su rechazo a aprender; de forma que no es extraño que tantos –y de forma preocupante, muchos jóvenes– se apunten a esa coartada o pretexto. No escribo mal porque no sepa, es el argumento. Lo hago porque es más rompedor y práctico. Más moderno.

Todo eso, que ya por sí es inquietante, se agrava con la utilización interesada que de ello hacen algunos sectores políticos, en esta España tan propensa secularmente a demolerse a sí misma. Jugando con la incultura, la falta de ganas de aprender y la demagogia de fácil calado, no pocos trileros del cuento chino se apuntan a esa moda, denigrando por activa o pasiva cualquier referencia de autoridad lingüística; a la que, si no se ajusta a sus objetivos políticos inmediatos, no dudan, como digo, en calificar de reaccionaria, derechista e incluso fascista, términos que en España hemos convertido en sinónimos. Con el añadido de que a menudo son esos mismos actores políticos los que también son incultos, y de este modo pretenden enmascarar sus propias deficiencias, mediocridad y falta de conocimientos. Otras veces, aunque los interesados saben perfectamente cuáles son las reglas, las vulneran con toda deliberación para ajustar el habla a sus intereses específicos, sin importarles el daño causado.

Tampoco el sector más irresponsable o demagógico del feminismo militante es ajeno al problema. Resulta de lo más comprensible que el feminismo necesario, inteligente, admirable –el disparatado, analfabeto y folklórico es otra cosa–, se sienta a menudo encorsetado por las limitaciones de una lengua que, como todas las del mundo, ha mantenido a la mujer relegada a segundo plano durante siglos. Aunque es conveniente recordar que el habla es un mecanismo social vivo y cambiante, pero también forjado a lo largo de esos siglos; y que las academias lo que hacen es registrar el uso que en cada época hacen los hablantes y orientar sobre las reglas necesarias para comunicarse con exactitud y limpieza, así como para entender lo que se lee y se dice, tanto si ha sido dicho o escrito ahora como hace trescientos o quinientos años. Por eso los diccionarios son una especie de registros notariales de los idiomas y sus usos. Forzar esos delicados mecanismos, pretender cambiar de golpe lo que a veces lleva centurias sedimentándose en la lengua, no es posible de un día para otro, haciéndolo por simple decreto como algunos pretenden. Y a veces, incluso con la mejor voluntad, hasta resulta imposible. Si Cervantes escribió una novela ejemplar llamada La ilustre fregona, ninguna feminista del mundo, culta o inculta, ministra o simple ciudadana, conseguirá que esa palabra cervantina, fregona, pierda su sentido original en los diccionarios. Se puede aspirar, de acuerdo con las academias, a que quede claro que es un término despectivo y poco usado –cosa que la RAE, en este caso, hace años detalla–, pero jamás podrá conseguir nadie que se modifique el sentido de lo que en su momento, con profunda ironía y de acuerdo con el habla de su tiempo, escribió Cervantes. Del mismo modo que, yéndonos a Lope de Vega, cualquier hablante debe poder encontrar en un diccionario el sentido de títulos como La dama boba o La villana de Getafe.

   Se está llegando así a una situación extremadamente crítica. Del mismo modo que se ha logrado que partidarios o defensores sinceros del feminismo sean tachados de machistas cuando no se pliegan a los disparates extremos del feminismo folklórico, a los defensores de la lengua española, de sus reglas ortográficas y gramaticales, de sus diccionarios y de su correcto uso, se les está colgando también la etiqueta de reaccionarios y derechistas –lo sean o no– por oposición a cierta presunta o discutible izquierda que, ajena a complejos lingüísticos, convierte la mala redacción y la mala expresión en argumentos de lucha contra el encorsetamiento reaccionario de una casta intelectual que –aquí está el principal y más dañino argumento– mantiene reglas elitistas para distanciarse del pueblo que no ha tenido, como ella, el privilegio de acceder a una educación (como si ésta no fuera gratuita y obligatoria en España hasta los dieciséis años). Del mismo modo que, según marca esta tendencia, quien no se pliega al chantaje del feminismo folklórico es machista y todo machista es inevitablemente de derechas, quien respeta las reglas del idioma es reaccionario, está contra la libertad del pueblo, y por consecuencia es también de derechas. Pues, como todo el mundo sabe, no existen machistas de izquierdas, ni maltratadores de izquierdas, ni taurinos de izquierdas, ni acosadores de izquierdas, ni tampoco cumplidores de las reglas del idioma que lo sean. Resumiendo: como toda norma es imposición reaccionaria y todo acto de libertad es propio de la izquierda, quien defiende las normas básicas de la lengua es un fascista. En conclusión, todo buen y honrado antifascista debe escribir y hablar como le salga de los cojones. O de los ovarios.

No sé si los españoles somos conscientes –y me temo que no– de la gravedad de lo que está ocurriendo con nuestro idioma común. Del desprestigio social de la norma y el jalear del disparate, alentados por dos factores básicos: la dejadez e incompetencia de numerosos maestros (algunos ejercicios escolares que me remiten, con preguntas llenas de faltas ortográficas y gramaticales, de atroz sintaxis, son para expulsar de la docencia a sus perpetradores), que tienen a los jóvenes sumidos en el mayor de los desconciertos, y el infame oportunismo de la clase política, que siempre encuentra en la demagogia barata oportunidad de afianzar posiciones. Pero no pueden tampoco eludir su responsabilidad los medios informativos; sobre todo las televisiones, donde hace tiempo desapareció la indispensable figura del corrector de estilo –un sueldo menos–, y que con tan contumaz descaro difunden y asientan aberraciones lingüísticas que desorientan a los espectadores y destrozan el habla razonablemente culta. Y más, teniendo en cuenta que el Diccionario de la Lengua Española no lo hace sólo la RAE, sino también las academias de 22 países de habla hispana (de ahí tantas palabras que llaman la atención o indignan a quienes ignoran ese hecho), abarcando el habla no sólo de 50 millones de españoles que nos creemos dueños y árbitros de la lengua, sino de 550 millones de hispanohablantes, muchos de los cuales ven con estupor nuestro disparate suicida y perpetuo.

Tampoco la Real Academia Española, todo hay que decirlo, es ajena a los daños causados y por causar. En vez de afirmar públicamente su magisterio, explicando con detalle el porqué de la norma y su necesidad, exponiendo cómo se hacen los diccionarios, las gramáticas y las ortografías, dando referencias útiles y denunciando los malos usos como hace la Academia Francesa, en los últimos tiempos la Española vacila, duda y a menudo se contradice a sí misma, desdiciéndose según los titulares de prensa y las coacciones de la opinión pública y las redes sociales, intentando congraciarse y no meterse en problemas.    Esa pusilanimidad académica que algunos miembros de la institución llevamos denunciando casi una década ante la timorata pasividad de otros compañeros, ese abandono de responsabilidades y competencias, esa renuncia a defender el uso correcto –y a veces hasta el simple uso a secas– de la lengua española, ese no atreverse a ejercer la autoridad indiscutible que la Academia posee, envalentonan a los aventureros de la lengua. Y crecidas ante esa pasividad y esos complejos, cada día surgen nuevas iniciativas absurdas, a cuál más disparatada, para que la RAE elimine tal acepción de una palabra, modifique otra y se pliegue, en suma, a los intereses particulares y, lo que es peor, a la ignorancia y estupidez de quienes en creciente número, con la osadía de la ignorancia o la mala fe del interés político, se atreven a enmendarle la plana. Por eso, en el contexto actual, pese a que de las nueve mujeres académicas admitidas en tres siglos seis han ingresado en los últimos ocho años, pese a su formidable e indispensable labor para quienes hablan la lengua española, la Academia es considerada por muchos despistados –basta asomarse a Twitter– una institución reaccionaria, machista, apolillada y autoritaria. Cuando en realidad, gracias a algunos de sus académicos, sólo es una institución acomplejada, indecisa y cobarde.

Y ojo. Aquí no se trata de banderitas y pasiones más o menos nacionales. Aquí estamos hablando de un patrimonio lingüístico de extraordinaria importancia; un tesoro inmenso de siglos de perfección y cultura. De algo que además nos da prestigio internacional, negocio, trabajo y dinero. Hablamos de una lengua, la española, que es utilizada por cientos de millones de hispanohablantes que hasta hoy, gracias precisamente a la Real Academia Española y a sus academias hermanas, manejan la misma Ortografía, la misma Gramática y el mismo Diccionario; cosa que no ocurre con ninguna otra lengua del mundo. Constituyendo así entre todos, a una y otra orilla del Atlántico, un asombroso milagro panhispánico. Un espléndido territorio sin fronteras. Una verdadera patria común, cuya auténtica y noble bandera es El Quijote.

Publicado el 24 de junio de 2018, en XL Semanal.