Humilde apariencia

La coma, tan simple y sencilla como parece, provoca innumerables errores ortográficos. Sí, un error en el uso de la coma es una falta de ortografía. No es la primera «Eñe» que protagoniza la coma, y no será la última. La extensión de estos artículos es incapaz de contener la diversidad de reglas que establecen el uso correcto de este humilde, solo en apariencia, signo de puntuación. Vayamos, pues, paso a paso.

Hoy nos vamos a detener en las oraciones condicionales. Las distinguimos porque expresan una condición. Lo más frecuente es que vayan introducidas por la conjunción «si» (sin tilde por tratarse de un monosílabo átono).

En este tipo de oraciones el uso de la coma depende del lugar que ocupen en la frase. Si la condicional está colocada antes del verbo principal, debemos usar la coma. Si se fijan, esta oración y la anterior les pueden servir de ejemplo. Las oraciones condicionales, introducidas por «si», se separan con una coma de las respectivas oraciones principales porque están antepuestas.

Sin embargo, cuando la construcción condicional va pospuesta al verbo principal, la coma no aparece. Comparen estos dos ejemplos: «Si nos decidimos a leer, mejoraremos nuestra ortografía»/»Mejoraremos nuestra ortografía si nos decidimos a leer». En el primer ejemplo la condicional está antepuesta; en el segundo, pospuesta. El primero lleva coma; el segundo no.

La vida está plagada de condiciones, así que las oraciones condicionales son muy frecuentes. Si aprendemos a usar la coma en este contexto, evitaremos muchos errores. Presten atención al lugar de la frase respecto al verbo principal si quieren usar la coma con maestría.

© 2015 María José Rincón González

 

Otras quinientas

Me encanta la letra q, una aliada esencial para los aficionados a los crucigramas. Tiene personalidad propia: no puede aparecer de forma aislada. En nuestra ortografía siempre forma parte del dígrafo qu que, seguido de las vocales e, i, representa el fonema /k/. ¿Quién no disfruta de un buen queso, de un dulce quesillo o de un apasionado querer?

Los extranjerismos que tienen en su grafía original una q aislada suelen acarrear problemas de adaptación gráfica. Debemos tener en cuenta que estas palabras, una vez adoptadas, deben sustituir su q etimológica para adaptarse a nuestras normas ortográficas. Así se hizo siempre y así debemos seguir haciéndolo.

Vayamos a los ejemplos, que no son muchos pero, no por eso, debemos descuidar su ortografía.

El anglicismo cuásar (del inglés quasar) designa a un pequeño astro de gran luminosidad. El sustantivo cuórum (del latín quorum) designa al ‘número de individuos necesario para que un cuerpo deliberante tome ciertos acuerdos’; el también latinismo execuátur (del latín exequatur) se refiere al ‘reconocimiento en un país de las sentencias dictadas por tribunales de otro Estado’.

Si nos decantamos por mantener las grafías originales debemos considerar estas palabras como extranjerismos y escribirlas, por tanto, sin tilde y en cursiva o, si esto no es posible, entrecomilladas.

También tenemos ejemplos entre los topónimos. Aunque los menores suelen mantener su grafía originaria, la ortografía académica recomienda que, en el caso de los topónimos mayores, se aplique también esta castellanización: escribamos, pues, Irak y Catar cuando nos refiramos a estos dos países que tantas veces protagonizan las noticias, casi siempre para mal. Pero eso son otras quinientas.

© 2015 María José Rincón González

 

Totazo – demandar (requerir)

TOTAZO

“Por una votación de 3 a 2, el oscuro grupo que regula los monopolios como FPL eliminó de un ‘TOTAZO’, y por los próximos cinco años, los programas para promover eficiencia. . .”

No hay que sorprenderse, ni tampoco hay lugar a que alguien se ofenda. Esta voz del título es internacional. Se la conoce en varios países de la Hispanoamérica. La terminación -azo evoca muy bien una parte de su significado. El estudio de este vocablo con mención de sus significados y los países donde se usa se hará más abajo.

Lo primero que hay que dejar claro en este examen es que quien estos comentarios escribe piensa que la palabra totazo tiene relación con su pariente peninsular “tortazo”. Pensándolo bien, es una pena, porque hubiese sido más interesante su estudio si hubiésemos podido llevarlo al campo de toto y tota, mas no es real.

La torta de los dominicanos puede ser dulce o amarga. La diferencia entre una y otra la pone el azúcar que se le añade a esa torta. Los cibaeños aún mantienen vigente el vocablo torta en su vocabulario contemporáneo. En “la capital” llaman arepa este producto culinario.

Un totazo en principio es un golpe fuerte. Así consta en todos los diccionarios de americanismos. Es una voz vigente en República Dominicana, Cuba, Colombia y Venezuela.

La significación se trasladó del golpe a la acción; es decir, de aquel (el golpe), a la violencia o rapidez con que se ejecuta la acción que es una característica de esta. De esa traslación da testimonio la cita que aparece en cabeza de este escrito. En algunas ocasiones el totazo pone su mayor resalte en la singularidad de la acción que así se describe. Es una acción que se hace de una sola vez, con rapidez. Este concepto está confirmado por el P. Tobón en Colombianismos (1953) cuando escribe: “Del totazo: De un solo golpe; totalmente”.

El totazo venezolano tiene larga vida. Desde los tiempos de D. Ángel Rosenblat, quien lo documenta en los Andes venezolanos, pero este autor parece sugerir que deriva de “una piedra pequeña con pólvora o materia explosiva que los muchachos tiran al suelo para producir un estallido”. Así consta en Buenas y malas palabras (4ª. edición, 1974).

El Dr. Segundo Barroeta, médico venezolano, en su Diccionario de términos iberoamericanos (1996), define el totazo como ‘golpe, choque, encontronazo’. Este investigador consigna que en Cuba es ‘coscorrón’. Más precisión acerca de las características del totazo venezolano trae el Diccionario del habla de Venezuela (1994), que en su definición lo caracteriza de este modo: ‘Golpe dado con la mano o el antebrazo’.

Enseguida se lee esta acepción causa extrañeza que se propine con el antebrazo. Esto así, porque por lo general el totazo que da una persona a otra es en la cara. Cuando el totazo es la consecuencia de un accidente, como una caída, entonces es diferente, puede ser en cualquier parte del cuerpo.

El totazo dominicano de acuerdo con lo asentado en el Diccionario del español dominicano (2013), es simplemente un ‘golpe fuerte’. Este concepto debe aceptarse porque se reduce a lo esencial, no entra en detalles, no se presta para controversias.

El totazo moderno no aparece ya en los diccionarios de cubanismos. Esto es digno de mención porque más arriba se citaron fuentes que indicaban su presencia en esa isla. Todavía en el año 1997 el Diccionario de regionalismos de la lengua española incluía el totazo cubano como coscorrón y cabezazo. Esa obra registra para la voz examinada que en Colombia es ‘reventón, estallido’. Por primera vez aparece Honduras mencionado, país en el cual es ‘garrotazo’.

El Diccionario de americanismos (2010) de la Asociación de Academias solo reconoce el totazo para Colombia y Venezuela. La redacción es: ‘Golpe fuerte que recibe una persona al caerse o chocarse con algo, o el que se da con la mano’.

Este totazo ha trascendido sus límites naturales y ha llegado a representar situaciones en las que el golpe es moral o inmaterial. Ejemplo de este es el “gacetazo”, que fue un totazo. Los dominicanos en tanto buenos hablantes del español hispanoamericano han introducido otro totazo que deriva de la voz toto/tota. Para buenos entendedores pocas palabras bastan. Esa es harina de otro costal.

El sufijo -azo que está presente en la voz examinada es un aumentativo en español que se añade a los sustantivos. En general es un aumentativo físico, pero así mismo puede usarse para despectivos, así funciona en “ladronazo”. Este sufijo tiene un femenino que es -aza. Este aumentativo puede dar lugar a ponderativos, ejemplo de ese es “cantantazo”.

 

DEMANDAR – REQUERIR

“La democracia DEMANDA un arduo trabajo, y todos nos beneficiamos de la solidaridad. . .”

Por medio del título el lector puede colegir que se tratarán las dos palabras en esta sección. En lugar del verbo “demandar” en la oración copiada, se argüirá que el vocablo adecuado en este contexto era del verbo “requerir”. Además, se explicará de dónde procede el empleo que se ha hecho de demandar en este caso.

El verbo demandar posee acepciones bien asentadas a través del tiempo. Esencialmente es, pedir, rogar. Preguntar. Hacer cargo de algo. Entablar demanda. En resumen esas son las principales y más usadas. La mayoría de los diccionarios de español internacional están de acuerdo con esas acepciones.

En el párrafo inmediatamente anterior a este se escribió “la mayoría de los diccionarios”, porque en el Diccionario integral del español de la Argentina (2008), la segunda acepción es así: ‘Referido a una cosa, exigir que se le dedique algo, en especial esfuerzo o tiempo’.

Una vez terminada la lectura de este significado, no queda duda acerca del uso que se ha hecho del verbo en la cita. Este valor que le es reconocido a este verbo en Argentina puede provenir de varias fuentes. Hay que tener en cuenta que los argentinos tradicionalmente han sido muy independientes en cuanto a su español. Hay que reconocerles el derecho que tienen a reivindicar este uso.

En inglés la voz demand en tanto sustantivo tiene una acepción que es “la necesidad en trabajo, tiempo o gasto que se precisa para realizar algo”. Además posee otras no mencionadas aquí. En francés, el verbo demander en tanto se trate de realizar con éxito algo es, “necesitar, reclamar, exigir, requerir”. Esto solo en cuanto compete para los fines de esta exposición. En portugués, para los fines de lo expuesto aquí es, “tener necesidad de; precisar de; necesitar”. Sin enumerar aquí las demás acepciones que no vienen al caso. Basta con expresar que en italiano ocurre otro tanto; el campo semántico es más amplio que en español.

En resumidas cuentas, si se escribe para un público argentino es legítimo que se utilice el verbo del modo en que se ha hecho en la cita. Si se desea evitar carga mayor a los lectores, en el ámbito internacional es mejor evitar este empleo y recurrir al verbo requerir u otro equivalente de los que se han citado más arriba.

Ya en el año 1997, el Diccionario de regionalismos de la lengua española asentaba que el verbo demandar en América era ‘requerir, necesitar’. Quizás esta obra se excedió en la generalización. Es posible que haya pecado por falta de precisión.

© 2015 Roberto E. Guzmán

Buena pesca

Cuando una palabra no aparece en un diccionario no significa inevitablemente que no sea correcta o que no exista. Algunas veces sencillamente no la estamos buscando bien o no la estamos buscando en el diccionario correcto.

¿La acepción ‘ensuciar’ del verbo curtir no existe porque no está registrada en el Diccionario de la Real Academia Española? ¿Es incorrecto usar el adjetivo curtido con el sentido de ‘sucio’ porque no lo encontramos en el DRAE?

El diccionario académico registra para curtir la acepción ‘tratar la piel de un animal muerto para su uso’. También el aire y el sol y la vida curten, literal y figuradamente. No aparece ninguna acepción relacionada con la suciedad.

El panorama cambia si las buscamos en el Diccionario del español dominicano; atesoran entre nosotros algunas acepciones adicionales a las del español general, entre las que está también el uso despectivo para referirse a una persona de aspecto pobre y desaseado.

Las compartimos, según leemos en el Diccionario de americanismos de las Academias de la Lengua Española, con Honduras, El Salvador, Nicaragua, Puerto Rico, Colombia y Venezuela.

Existe además el verbo percudir, que significa, según el DRAE, ‘penetrar la suciedad’ y ‘maltratar o ajar la tez o el lustre de las cosas”. De él procede el adjetivo percudido.

¡Ojo pelado! No la confundan con percutir. La economía del lenguaje logra que con una sola letra distinta nos refiramos con este verbo a la acción de ‘golpear algo, generalmente de forma repetida’.

Tres verbos y tres adjetivos que tejen sus redes para ayudarnos a decir lo que queremos decir, siempre que sepamos usarlos apropiadamente. Los diccionarios pueden evitar que quedemos atrapados en la red y ayudar a que la pesca sea fructífera.

© 2015 María José Rincón González

 

Dulce pasión

Alguna vez nos hemos preguntado por qué las cosas se llaman como se llaman. La magia de la lengua convoca las razones más dispares. Piensen en las frutas, tan a la mano y quizás no nos hemos parado a pensar en el porqué de sus denominaciones.

La piña tropical debe su nombre al parecido que los conquistadores, que tantas cosas nuevas para sus ojos tuvieron que nombrar, observaron entre su aspecto y el de la piña europea cuando aún guarda los preciados piñones en su interior.

Solo los dominicanos llamamos «chinola» a la chinola. Seguro que han oído llamarla la fruta de la pasión, a veces con una sonrisa pícara en los labios. No es a esa pasión a la que se refiere el nombre. La mata de chinola produce una hermosa flor que fue considerada por el papa Pablo V la representación de la pasión de Cristo: sus filamentos recuerdan la corona de espinas, los cinco estambres representan las cinco llagas, los tres estilos, los clavos de la cruz y los pétalos, los doce apóstoles.

Nada tan alegórico y poético encontramos en el origen más cotidiano y prosaico de lechosas y mamones. La pulpa blanda y suave del mamón podría ser consumida hasta por los que no tienen dientes, como los bebés que maman. La mata de lechosa produce una savia de consistencia y aspecto similares a los de la leche que da origen a su denominación. Es por eso que debemos escribirla con ese y no con zeta.

Las frutas endulzan nuestro día a día y nos regalan un puñado de curiosidades lingüísticas que recuerda la riqueza de conocimientos que una lengua va atesorando en cada una de sus palabras.

© 2015 María José Rincón González

A nuestro lado

En la lengua encontramos con frecuencia que un mismo elemento funciona en distintas construcciones para lograr expresar distintos contenidos. Con la preposición de sucede algo así. Los diferentes papeles que juega nos confunden a veces, sobre todo en la lengua coloquial.

La usamos para enlazar dos sustantivos entre los que se establece una relación de pertenencia: El libro de la profesora. Para sustituir este complemento de posesión (de la profesora) podemos acudir al posesivo y decir su libro o el libro suyo, como diríamos por el Caribe. Comparen la estructura anterior con esta: Delante de la profesora. En este caso no expresamos posesión sino lugar; no relacionamos dos sustantivos sino un adverbio (delante) y un sustantivo (profesora).

Sin embargo reconozcan que todos hemos dicho alguna vez en la lengua coloquial delante suya. Entono un mea culpa porque en la conversación ligera suelo cometer con frecuencia este error. Olvido, en el calor de la charla, que los posesivos solo pueden modificar a los sustantivos y no a los adverbios.

No crean que se libran hoy del cocorícamo. ¿Y si decimos que alguien está al lado nuestro? ¿Es correcto o no? El truco para distinguirlo es buscar la palabra que funciona como núcleo. Si el núcleo es un sustantivo (en el ejemplo se trata del sustantivo lado), el uso del posesivo es correcto: A nuestro lado. Si el núcleo es un adverbio (*Está cerca mío), el uso del posesivo es incorrecto: *Está en mi cerca.

En la lengua casi todo gira alrededor de la estructura de las palabras. Casi todo gira alrededor suyo.

© 2015 María José Rincón González

 

Atravesado (intransitable) – prefabricar

ATRAVESADO – INTRANSITABLE

Si se trae este participio pasado del verbo atravesar a estos comentarios es porque en sus funciones de adjetivo en el habla dominicana posee una connotación especial que lo convierte en un dominicanismo.

Para despejar con respecto de esta voz, se propone un ejemplo que hará recordar el sentido de la palabra: “No le hables mucho hoy que amaneció atravesa(d)o”. La persona que está atravesada está propensa a entrar en conflicto, a discutir.

Si se piensa en lo que atravesado es en su sentido derecho, no es mucha la distancia que existe entre ese concepto y la noción que se comunica con el individuo cuyo humor es o está atravesado.

En el caso del vocablo con valor dominicano, que no se ha documentado todavía en las obras correspondientes, lo que ha hecho el hablante del español dominicano es extender la significación propia del adjetivo para aplicársela a una persona.

Para entender la operación que se ha producido, basta con pensar en el significado de atravesar. En una de sus acepciones rectas atravesar es ‘pasar por una situación circunstancialmente’; así consta en el Gran diccionario de la lengua española de la Editorial Larousse. En el adjetivo correspondiente, el hablante de español dominicano impone una circunstancia adversa en el sujeto que dificulta su trato social.

Una de las características de este “atravesado” es que por lo general es un estado pasajero. No es un rasgo permanente de la personalidad del sujeto, aun cuando tenga propensión a tener esos momentos de mal humor.

Muy rara vez se oirá decir que una persona “es atravesada”; por lo general, como se destacó antes, el estado anímico del individuo es transitorio, circunstancial, por lo tanto, “está atravesado”, de donde se deduce que ese estado desaparecerá.

Más arriba se señaló que la distancia entre el sentido recto del adjetivo y la noción dominicana de “atravesado-a” no están distantes. El verbo atravesar que se encuentra en el origen del adjetivo en una de sus acepciones vale para comunicar que “se pasa por una situación circunstancialmente”, con la característica dominicana de que esa situación temporal es negativa o adversa, lo que ocasiona que la persona que la experimenta reaccione con animadversión, con violencia, por lo menos verbal.

De este tipo de estado de ánimo también deriva que en el español dominicano digan que una persona está “intransitable”, adjetivo que en principio, en el español corriente solo se aplica a los caminos y lugares por los que no puede transitarse.

Lo que se indica en el habla dominicana es que la persona sujeta a este cambio de carácter “no está fácil,” lo que es lo mismo que decir que el trato con ella no está exento de riesgo de terminar en una enfrentamiento por lo menos verbal. Las dos voces, atravesado-a e intransitable, significan lo mismo en estos casos.

 

PREFABRICAR

“. . . autorizando y ejecutando asesinatos, golpizas, encarcelaciones injustificadas, juicios PREFABRICADOS y acusaciones absurdas contra sus oponentes políticos. . .”

El verbo prefabricar es muy probable que haya visto la luz primero en otras lenguas que en español. En inglés y en francés se documenta como su año de aparición el 1932. Esta distancia en tiempo es relativamente corta en asuntos de la lengua.

Lo que se observa en la cita es que el verbo está migrando, de acuerdo con el uso que de este se hace en el texto reproducido. Ya no se trata de ceñirlo a las construcciones, sino que de le hace viajar hacia otras esferas. Es un tránsito que lo lleva a la esfera de lo abstracto porque en realidad en la oración transcrita termina en la creación intelectual. Este tipo de fenómeno en lingüística ocurre con relativa frecuencia en los casos en que un vocablo cobra vigor.

Más abajo se verán las acepciones del verbo en lengua española, así como en otras lenguas. Se emitirá un juicio con respecto del curso que se le impone al verbo y al adjetivo.

En su sentido más conocido prefabricado es: ‘Dicho de una construcción: Formada por partes fabricadas previamente para su montaje posterior’. Así consta en el diccionario de la Academia. El verbo prefabricar no está asentado en ese lexicón.

El Gran diccionario de la lengua española de Larousse escribe que prefabricar es: ‘Fabricar las piezas o partes de una cosa en serie, de manera que su construcción consista únicamente en el acoplamiento de dichas piezas’.

Ya en el Diccionario del español actual de Seco, Andrés y Ramos en el apartado para prefabricar, después de una acepción parecida a las anteriores, incluyen un ejemplo de uso que va más allá de las cosas, que se refiere a una creación inmaterial.

En francés hay indicios de que existe un movimiento tendiente a admitir del campo de acción del verbo, pues en un ejemplo de la literatura que trae el diccionario Le petit Robert, se aplica el adjetivo a una sonrisa.

Algo parecido al francés acontece en portugués. El Novo dicionário Aurélio da língua portuguesa en la segunda acepción para pre-fabricado coloca un ejemplo de utilización de una sonrisa semejante al del francés. La redacción de esa acepción considerado un uso figurado e irónico es más o menos esto: preparado o planeado para surtir determinado efecto.

Como puede comprobarse por medio de los ejemplos del español actual, del francés y del portugués, estos parecen señalar una tendencia a llevar el verbo y su participio adjetival más allá de su ámbito primero. Si el uso persiste es posible que lo acepten como legítimo y lo consignen en los diccionarios con una segunda acepción.

© 2015 Roberto E. Guzmán

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Gentes de buen hablar

Celebrábamos los sesenta y ocho de un buen amigo. Alrededor de la mesa, a los postres, no sé cómo ni por qué, acabamos por hablar de ortografía. Probablemente unas copas de jerez ayudaron a que, cuando llegamos a la duda sobre la forma correcta de escribir membrecía/membresía, tuviera que aplazar la aclaración ortográfica para un momento más oportuno.

Se usa este sustantivo en América para referirse tanto a la condición de miembro de un colectivo como al conjunto de miembros que lo forman. En español se utiliza el sufijo -cía para construir este tipo de derivados: de abogado, abogacía; de clero, clerecía; de prelado, prelacía; de miembro, membrecía.

El seseo generalizado en el español americano ha extendido la forma membresía, a pesar de que el sufijo -sía se emplea para los derivados de nombres y adjetivos terminados en -s: de burgués, burguesía; de feligrés, feligresía.

Una vez más el uso entre las personas cultas se impone sobre la norma. Si buscan esta palabra en el DRAE encontrarán membresía, no membrecía, a pesar de que en el Diccionario panhispánico de dudas se abogue por el uso de esta última. Una cosa es la recomendación y otra muy distinta el uso de los hablantes.

Como en estas lides ortográficas conviene disponer de sinónimos para momentos de apuro, si ven que no se deciden, opten por membría, aunque solo los sacará del apuro si tienen que referirse a la condición de miembro de una entidad, única acepción de este sustantivo.

Con estas líneas doy por saldada la deuda que contraje en esa sobremesa con gentes de buen yantar y mejor hablar.

© 2015 María José Rincón González

Cómo y para qué

No hace tanto aprendíamos en la escuela a conjugar verbos. Eso lo sabe muy bien una maestra de las buenas como mi amiga Paquita. Este aprendizaje nos permitía saber, a la vista de cualquier forma verbal, en qué tiempo o en qué modo estaba conjugado, si era singular o plural, primera, segunda o tercera persona. Sé que muchos consideran una liberación el abandono de esta práctica porque siempre la entendieron como un ejercicio memorístico carente de sentido.

El problema no radica en el ejercicio de memoria, que nunca viene mal, sino en que dejaron de explicarnos por qué era necesario conocer los verbos. No se hacen una idea de lo difícil que resulta corregir algunos errores gramaticales a quien carece de estos conocimientos. Probemos a hablar del imperativo.

Usamos el imperativo para expresar las órdenes. En el español que se habla en España se produce con frecuencia el error de usar el infinitivo (*Sentaros y escuchar) en lugar del imperativo (Sentaos y escuchad). Si no sabemos distinguir el infinitivo del imperativo, ¿cómo vamos a entender cómo usarlo?

En el Caribe no vamos a tener problemas en este caso porque el vosotros ha perdido su terreno frente al ustedes como pronombre de segunda persona del plural. Sin embargo, no nos escapamos. También para entender nuestra forma de expresión tenemos que acercarnos a la estructura de los verbos, porque en nuestra variedad de español la segunda persona del plural cede su puesto a la tercera del plural (Siéntense y escuchen).

El reto está en que nuestros profesores sepan enseñarnos cómo conjugar y para qué, que es casi tan importante.

© 2015 María José Rincón

 

 

Nunca digas nunca jamás

Los idiomas tienen su propio carácter. Y el nuestro no iba a ser menos. Por influencia de construcciones gramaticales de otras lenguas oímos decir a menudo que una doble negación equivale a una afirmación.

Nada más lejos de la realidad. En nuestra lengua existe una estructura particular para expresar la negación que conjuga el adverbio no con otras palabras que tienen también sentido negativo. Su presencia en la misma frase no les quita ni un ápice de su significado.

Comparen estas dos oraciones: Nunca escribas con faltas ortográficas/ No escribas nunca con faltas ortográficas. Las dos frases expresan una negación; también el segundo ejemplo, aunque contenga dos adverbios de matiz negativo (no y nunca).

¿Dónde está la diferencia? En algo tan sencillo, y tan complejo, como el orden de las palabras en la oración. En la primera el adverbio nunca está antepuesto al verbo; en la segunda su posposición al verbo exige que aparezca el adverbio no antes del verbo.

Ocurre esto también con palabras como nada, jamás o tampoco. Nada de lo que lee le aprovecha/No le aprovecha nada de lo que lee.

En nuestra lengua oral usamos estas estructuras sin plantearnos su corrección. Pero nuestro aprendizaje de otros idiomas nos hace dudar a veces de nuestros conocimientos, no siempre tan firmes, sobre nuestra lengua materna.

La lengua jamás deja de enseñarnos cosas nuevas. No paramos de aprender jamás. Que concurran en la misma frase estas dos negaciones no neutraliza su sentido negativo. Como para muchas cosas en la vida, también para la corrección gramatical hay que aprender a decir que no.

© 2015 María José Rincón