Macuteo – seroneo – fluente

MACUTEO – SERONEO

Las dos voces del título tienen carta de naturaleza en el español dominicano. La primera es de conocimiento general y se ha ejercido ampliamente en el país dominicano, donde se practica de manera endémica. La segunda es menos conocida en la actualidad porque ha sido reemplazada por vocablos más refinados. Se observarán detenidamente las dos voces en este estudio.

No es un secreto que la voz macuteo deriva de macuto, que a su vez es una voz indígena americana que ha resistido los embates del progreso.

Don Ángel Rosenblat expone con elocuencia el peso de las palabras heredadas del aborigen americano: “…los nombres indígenas son fantasmas evocadores de un mundo lejano y misterioso, casi desaparecido”. Rodolfo Lenz, citado por Rosenblat, describe el fenómeno con lucidez: “los indigenismos incorporados al castellano de nuestros países eran como cicatrices de la lucha gigantesca que libró el español para vencer al indio” (extractos tomados de Buenas y malas palabras, de Ángel Rosenblat).

El nombre masculino macuto es ‘una especie de saco largo y angosto tejido de guano’. Esa es la definición que consigna Esteban Pichardo en su Diccionario provincial casi razonado de vozes y frases cubanas publicado en 1836. Este Pichardo nació en Santiago de los Caballeros. Una definición bastante detallada consta en el Diccionario del español dominicano (2013), ‘cesto tejido de cabuya o palma, de forma cilíndrica y con asa en la boca’.

Fernando Ortiz en su Glosario de afronegrismos sostiene que macuto es una voz de procedencia africana, pues en congo significa “saco, bolsa o talego de fibras vejetales, envoltorio, caja”. En su obra Ortiz escribe, “saco largo y estrecho y, por extensión, envoltorio de la hamaca y ropa que lleva al hombro el jornalero”. Este macuto servía de medida de sal, con capacidad de cuatro arrobas. Él la hace descender de las lenguas bantúes. En una parte de su exposición, cita el uso de “macutero” en México en tanto “ladrón, ratero”. [Se respetó la ortografía de los autores.]

En general la palabra macuto se tiene por taína o caribe, en dependencia de quien se ocupe del asunto. El macuto se ha usado en Venezuela para recoger o pedir limosnas. Antes de la llegada de las ubicuas bolsas plásticas, los macutos se utilizaban para transportar todo tipo de mercancía. En las zonas rurales los llevaban colgados del hombro, debajo de las axilas o terciado sobre las espaldas o, simplemente en las manos agarrados por el asa.

De este macuto sale el verbo macutear y el nombre macuteo. Macutear es solicitar dádivas, solicitar soborno. El macutero es la persona que acostumbra a pedir o exigir sobornos. Al examinar estos derivados, se nota enseguida la relación entre Venezuela y República Dominicana en cuanto al destino que se le da al macuto.

Llegado a este punto puede entrarse en el seroneo. Ese nombre tiene vinculación con el serón que es una especie de árgana, pero con mucho más fondo. Se usaba para cargar mercancías sobre las caballerías. Se colocaban sobre las monturas de forma que pendían a ambos lados de la bestia. Si llevaba jinete, este se montaba con las piernas hacia delante de los serones. El serón se confeccionaba también con fibras de guano.

En Cuba, de acuerdo con Pichardo, utilizaron el serón como medida para varios géneros de víveres. El serón dominicano tiene capacidad de cuatro cajas, el doble del árgana. Esta caja fue utilizada como unidad de medida para granos. Algunos de estos datos se tomaron de la Revista Dominicana de Folklore, núm. 1, marzo 1975, de un artículo allí de J. A. Cruz Brache.

El seroneo fue un vocablo que se oyó en la Era de Trujillo, para designar las dádivas pedidas y sobornos requeridos cuando eran de mayor cuantía y procedían de altos personajes. Como se echa de ver, el tamaño del serón supera en mucho el del macuto y eso explica la adopción de esa medida para el cohecho de gran cuantía.

FLUENTE

“. . .nos lleva al mundo de los arrayanos, una población de haitianos-dominicanos, perfectamente FLUENTES en creole y español. . .”

Por la forma en que está destacada la palabra del título se entiende enseguida que ese es el sujeto de examen en esta parte. Antes de entrar en esa materia es bueno explicar algo con respecto a la voz “arrayano” que consta en la cita.

El arrayán en el español general es un arbusto oloroso, el mirto. La voz tiene origen árabe como lo delata la letra /a/ al principio. El origen remonta al árabe al-raihan.

El arrayano dominicano tiene relación con “raya”, es decir, con la señal más larga que hay en la isla La Española, que es la frontera entre los dos países que comparten el territorio.

La voz “arrayano” funciona como adjetivo así como sustantivo y consta en el Diccionario del español dominicano (2013). ‘Referido a persona, que vive o es oriunda de la zona fronteriza’. Hay que mencionar que también se mencionan estas personas con la voz rayano, na, debidamente documentada en el mismo diccionario, ‘natural o habitante de la línea fronteriza entre República Dominicana y Haití’. Enseguida se nota que la “raya” es más obvia en este vocablo.

De este punto en adelante se entra en materia del fluente del texto. Se encuentra cerca del término que interesa para este examen la voz creole que es de uso bastante extendido, aunque no ha logrado su carta de naturaleza en el español académico.

Fluente es palabra que deriva del latín fluens, -entis y más cerca, es el participio activo de fluir. Al buscar este vocablo se encuentra con que el Diccionario de la lengua española  remite a fluyente. Este, a su vez en tanto adjetivo se define “que fluye”. El verbo fluir que se encuentra en la base del adjetivo del título a su vez enseña salir, correr, con respecto de líquidos y gases. Cuando se refiere a ideas o palabras significa que surgen con facilidad. Además de estas dos, se acepta que referido a cosa es que discurre con rapidez.

Alcanzado este punto, vale que uno se pregunte si es justo que se emplee fluente en la oración. Quien estas reflexiones escribe piensa que se ha ido más lejos de lo prudente. El hecho de que las palabras salgan con facilidad no significa que la persona sea versada en la lengua de esas palabras.

En ocasiones este fluente viene auspiciado por el inglés, pero hay que recordar que en esa lengua el fluent se traslada al español así, “con fluidez, con soltura, fluido, desenvuelto”. No ha de olvidarse que para incluir una de estas opciones en español no puede dejarse fuera el verbo hablar, si de ello se tratase. Fluente en español es adjetivo. Lo último es esencial porque el fluent del inglés en una de sus acepciones se define, “capaz de expresarse en una lengua fácilmente y con precisión”.

El diccionario de la Real Academia recoge una acepción que puede mover a equívocos, que se presta para llevarla más allá de su alcance. ‘Dicho de una idea o una palabra: brotar con facilidad de la mente o de la boca’. Debe repararse en el estilo de la redacción de esta y de la que se tradujo del inglés. En la última se tradujo de acuerdo con la idea que refleja en español la redacción en inglés, esto es, sin servilismo.

En inglés utilizan las palabras “expresarse, lengua y con precisión”. En español, “idea, palabra, facilidad”. De acuerdo con el criterio de quien estas líneas redacta, el ánimo del académico español no fue traducir del inglés; por lo menos, no en esta ocasión.

En fin, no faltará quien no esté conforme con el criterio expuesto en esta sección.

© 2015, Roberto E. Guzmán.

 

 

 

 

Pasado el huracán

Pasado el huracán del Viernes Negro y, aunque a las tarjetas de crédito de más de uno les durará todavía una temporadita la resaca consumista, podemos mirar atrás y al menos que nos aproveche para aprender un poco de ortografía. La avalancha de anuncios publicitarios y de comentarios en las redes sociales sobre esta «festividad» profana de nuestros tiempos trajo a cuestas un reguero de errores ortográficos.

Los días a los que distinguimos de otros con un nombre propio deben escribirse en español con mayúscula inicial en todas sus palabras significativas; sean entonces Viernes Negro, o Viernes Santo, si queremos un ejemplo más cercano a nuestra tradición. El Viernes Negro llega a la cola del Día de Acción de Gracias, un buen ejemplo que nos permite observar cómo las preposiciones no llevan mayúscula inicial; en este caso solo los sustantivos. Y los escribimos así,  tal cual, sin necesidad de recurrir a las comillas, de las que muchos publicistas, periodistas o usuarios de las redes sociales han abusado esta semana.

Las comilas, o la letra cursiva cuando la podamos utilizar, solo deben auxiliarnos si decidimos emplear la denominación en inglés; sea entonces, para los que añoran vientos anglosajones, Black Friday Thanksgiving.

Para ambos prefiramos el nombre en nuestra lengua. Si nos hemos sumado a la cena con pavo relleno, a la costumbre comercial y al rito consumista, ¿qué nos cuesta traer al menos sus nombres a nuestro terreno?

© 2015,  María José Rincón.

 

Amigas mágicas

Las academias de la lengua española son instituciones cargadas de tradición pero, como la lengua misma a la que defienden, están destinadas a adaptarse a los tiempos para seguir cumpliendo su misión.

Como colofón a la celebración de los trescientos años de la fundación de la RAE ya tenemos disponible el acceso completo a la 23.a edición del Diccionario de la lengua española, la que conocemos como la edición del tricentenario.

La página de consulta gratuita (www.dle.rae.es) presenta una nueva cara, más moderna e interactiva. En ella podemos consultar el texto íntegro de la nueva edición y además nos permite consultarlo de muchas formas. Olviden esa idea vetusta de que en el diccionario solo podemos encontrar el significado de las palabras que conocemos. Los diccionarios son herramientas poderosas que, potenciadas por las nuevas tecnologías, se han cargado de posibilidades.

La consulta tradicional se mantiene, pero el nuevo Diccionario en línea nos facilita la consulta por comienzos o finales de palabras. Y preguntarán ustedes, y esto ¿para qué sirve? Nos ayuda, por ejemplo, a descubrir prefijos y sufijos o a localizar familias de palabras; pruébenlo como herramienta para ayudar con las tareas o con la ortografía y me lo agradecerán.

Si quieren jugar un poco, prueben a realizar la búsqueda por anagrama. Cuando, al cambiar el orden en las letras de una palabra, obtenemos otra, tenemos un anagrama: si cambiamos el orden de las letras de la palabra amiga descubrimos que pueden formar la palabra magia.

La magia de las palabras a veces nos puede ayudar a que nuestros hijos comiencen a amar nuestra lengua jugando con ella. A los pequeños les apasionan las nuevas tecnologías. Con esta nueva consulta del Diccionario podemos animarles a que se acerquen a las palabras como lo que son, sus amigas mágicas. Y de paso, le echamos un vistazo nosotros, que falta nos hace.

© 2015, María José Rincón.

 

Abigeato – abigeo – encuesta – sondeo – oxígeno

ABIGEATO ABIGEO

Las dos palabras del título son conocidas en el español dominicano. Esta afirmación la hace el autor de estas observaciones acerca de la lengua. En el Diccionario de americanismos (2010) de la Asociación de Academias de la Lengua Española no figuraba ninguna de estos vocablos como de uso o conocidos en el habla de los dominicanos.

Ya en el año 2013, el Diccionario del español dominicano incluyó la palabra abigeo con el significado de ‘ladrón de ganado’. El uso aparece documentado con una cita del uso en una obra de autor dominicano. No obstante la señalada incorporación, por alguna razón no publicada se dejó fuera de ese lexicón el vocablo abigeato que es el ‘robo de ganado’.

Tanto en el Diccionario de americanismos, como en el Diccionario de la lengua española consta una lista de países americanos en los cuales se reconoce la significación de los dos términos del título. En esas listas no figura la República Dominicana.

En la edición del Diccionario de la lengua española de 1992 no se hacía mención alguna de países hispanohablantes en cuya habla se usara una o las dos palabras del título. Esa línea continuó en la edición del 2001 de ese diccionario. Se hace necesario hacer constar que las dos voces no son nuevas en el acervo hispano, pues ya en el año 1970 estaban asentadas en la edición del diccionario de la Real Academia.

Lo relativo a la palabra abigeato se recoge en este escrito para que en el futuro se haga constar la República Dominicana entre los países en los cuales se utilizan las dos palabras sometidas a estudio en esta sección.

 

ENCUESTA – SONDEO

“. . .según un SONDEO difundido el miércoles”. (. . .) “El P. R. C. concluyó en una ENCUESTA que los demócratas llegarán a las elecciones. . .”

De tiempo en tiempo se ponen de moda los dos vocablos del título. Entran en su apogeo antes de las elecciones porque son acciones encaminadas a averiguar informaciones mediante métodos estadísticos.

En muchos casos las dos palabras se emplean de modo indistinto sin parar mientes en que no son sinónimas en todas las situaciones. Se resaltarán algunos rasgos distintivos de cada uno de estos métodos de medición para dejar en claro las diferencias.

La encuesta es un procedimiento metódico de investigación que sirve para recabar datos por medio de un cuestionario o entrevistas que se realizan en cualquier lugar, no en un ambiente controlado. Es una consulta que se basa en un programa de preguntas que normalmente se hace a numerosas personas o a círculos limitados representativos.

Las preguntas formuladas a los encuestados seleccionados tienden a constituir una muestra representativa en términos estadísticos de grupos sociales. El fin que se persigue con este procedimiento es obtener información sobre estados de opinión, ideas y hechos específicos que reflejen la opinión general.

El sondeo generalmente es una investigación de opinión y constituye una medición estadística que se realiza mediante encuestas. El propósito de estos es medir sentimientos de las personas por medio de muestreos que representen la composición de la población total o del segmento de esta que interesa para los propósitos del sondeo. Estas muestras permitirán inferir las preferencias, opiniones, inclinaciones e intenciones de la población.

De los conceptos vertidos más arriba puede sacarse como conclusión que los dos términos del título pueden en algunos casos utilizarse sin distinción, mientras que en otros hay que exhibir mayor cautela para usar uno u otro vocablo para mayor precisión.

 

OXÍGENO

“. . .pero cuando hay múltiples crisis consecutivas no queda OXÍGENO en los medios para esas cuestiones. . .”

Los diferentes idiomas y lenguas ejercen influencias unos sobre otros y se hacen y toman préstamos, llegan hasta a hacer adaptaciones y se llega en algunas ocasiones a la adopción en algunas lenguas de las voces extranjeras completamente crudas. Este fenómeno no es motivo de sorpresa y es muy viejo en los intercambios entre lenguas y culturas.

Con esto del oxígeno que se observa en la frase transcrita hay un traslado de costumbre de empleo de este vocablo de las ciencias químicas al español corriente. En algunas ocasiones la utilización sufre modificaciones y eso hace más interesante el acontecimiento. Lo ocurrido con respecto de esta voz se estudiará más abajo para demostrar lo que se enunció más arriba.

El significado de oxígeno en este caso quedó consignado por primera vez en español oficial en el llamado Diccionario de la Real Academia en el 2001. En realidad no es oxígeno en sí, sino el verbo “oxigenar” que entró en ese diccionario. El asiento es: ‘Vigorizar una situación deteriorada mediante la introducción de algún aporte innovador’. La Academia añade que es de uso en Argentina y Venezuela. La redacción no ha cambiado en este diccionario en las ediciones posteriores a ese año.

En la entrada correspondiente a oxígeno en ese año se encuentra una frase, “dar oxígeno” que en Argentina equivale a, ‘vigorizar una situación’.

La frase utilizada en la cita es “quedar oxígeno”, que naturalmente se refiere a la falta de oxígeno para mantener el asunto con vida. El oxígeno se aprecia porque se entiende que es el elemento químico esencial para la vida. La diferencia que media entre lo que está asentado en los diccionarios mencionados y el empleo en el texto del ejemplo no es un fenómeno raro en las lenguas. Este cambio en el uso, o extensión, forma parte de las transformaciones que se constatan a diario en la vida de las lenguas. Es una manera de enriquecerlas, es algo que le agrega condimento a la lengua tersa.

Una vez alcanzado este punto hay que volver atrás para explicar lo de la aparición del verbo oxigenar, en su primitiva acepción, en español. De acuerdo con Joan Corominas en su Breve diccionario etimológico de la lengua castellana, la introducción del verbo oxigenar data de 1843. En francés había hecho su aparición en 1787, según lo explica el Dictionnaire étymologique de la langue française de Bloch y Wartburg. Al inglés llegó en el 1788, conforme lo menciona el Merrian-Webster´s dictionary.

El Diccionario de americanismos (2010) menciona doce países en los cuales se usa el verbo oxigenar con la acepción ya comentada. Llama la atención que el DILE de la Academia del 2014 todavía solo mencione los mismos dos países, Argentina y Venezuela.

Merece la pena que se lea la redacción que trae el Diccionario integral del español de la Argentina (2008), pues allí se originó esta acción para el verbo. ‘Revertir o mejorar una situación difícil o comprometida, o ayudar a alguien a que lo haga’.

Antes de cerrar esta sección es pertinente que se mencionen otros significados del verbo oxigenar. El primero es en química que es “combinar un cuerpo con oxígeno”. Luego está el sentido americano que puede resumirse, “renovar algo”. Además está el muy conocido “respirar aire limpio”. Al final está el famoso “teñir de rubio” que no necesita de mayor explicación, pues de allí salen las “rubias oxigenadas”.

© 2015, Roberto E. Guzmán.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El mejor refugio

El pasado viernes, 13 de noviembre, conmemoramos el Día de las Librerías. Por azares de la vida lo celebré en una Lima nublada y fría. Nada más atrayente que una librería para refugiarnos del frío desapacible o del inmenso calor. La librería El virrey se esconde en las traseras de la elegante Plaza de Armas limeña: dos pisos, un piano, y paredes cubiertas de libros esperándonos.

Sin duda, cuando estamos de viaje, las librerías están cargadas de riesgos. Al precio de los libros se suma que, fuera del espacio familiar de nuestra librería habitual, siempre nos topamos con propuestas nuevas; a esto tenemos que añadir algo tan prosaico como el peso, no el tan llevado y traído peso del saber, sino ese otro peso de las leyes de la física. El problema es que, a los lectores, los libros no nos pesan.

Felizmente cargada con los «Comentarios reales» del Inca Garcilaso de la Vega y con un antiguo diccionario quechua/español (los diccionarios me persiguen) llegué a mi hotel. Se me heló el corazón con las noticias de lo que estaba sucediendo en París, de donde hemos recibido tantos libros. En la librería parisina Shakespeare and Co. se refugiaron algunos clientes durante la fatídica noche.

A mí, que soy buena conversadora por naturaleza y que me apasionan las palabras, me afectan especialmente los acontecimientos que me dejan sin ellas. El estupor inicial me impidió hojear la crónica del Inca, pero tengo el convencimiento de que de esta sinrazón solo nos pueden salvar los libros y las palabras.

© 2015, María José Rincón.

Cuestión de matices

La vida nos pone por delante muchas oportunidades para emplear determinadas palabras. Seguro que algún que otro lector ha tenido que echar mano de los sustantivos eficiencia y eficacia, y de sus correspondientes adjetivos, eficiente y eficaz. Lamentablemente es muy probable que con frecuencia similar, o aun mayor, hayan recurrido a sus antónimos ineficiencia, ineficacia, ineficiente o ineficaz. Aunque sus significados son cercanos, ciertos matices los diferencian y es de buenos hablantes preocuparse por usarlos apropiadamente.

La eficiencia se refiere a la capacidad de encontrar los medios que permitan lograr un objetivo. Cuando nos referimos a una persona que demuestra eficiencia, que prueba tener esta capacidad, hablamos de una persona eficiente. Generalmente relacionamos la eficiencia de una persona con un desempeño satisfactorio de su trabajo. Elegimos el sustantivo eficiencia cuando queremos poner el acento en los medios tanto como en el objetivo.

En cambio, nos decantamos por el sustantivo eficacia cuando nos enfocamos en la capacidad de lograr el objetivo por encima de los medios usados para hacerlo. La eficacia puede ser cosa de personas o de cosas por eso el adjetivo eficaz se usa referido a ambas. Las cosas eficaces producen los efectos para los que están destinadas y las personas eficaces logran los objetivos que se proponen.

Dos familias de palabras muy cercanas por sus orígenes latinos, que las hacen parecerse mucho. Los sutiles matices de sus significados le ponen la sal a la lengua y nos ayudan a expresar exactamente lo que queremos y a entender exactamente lo que nos dicen, siempre que sepamos servirnos de ellos.

© 2015, Maria José Rincón.

Apariencias engañosas

En aquellos tiempos en los que yo frecuentaba las aulas había un concepto que siempre se me atragantaba: la homonimia. Cómo serán las cosas que, con mi dedicación a los diccionarios, me he tenido que enfrentar con ella día sí, día también.

Dos palabras distintas, con un origen distinto, que se escriben y se pronuncian igual pero que tienen significados diferentes. Traigo esto a colación porque una consulta muy frecuente en la Academia está relacionada con la homonimia. Hace unos años le dediqué una de estas “Eñes” al verbo empoderar, que sigue desatando pasiones. Hay quienes lo utilizan como si no existiera otro verbo en nuestra lengua; pero hay también quienes lo descalifican. Y no les falta algo de razón.

En realidad hay dos verbos empoderar, dos homónimos. El primer empoderar es un derivado de poder, con el significado de ‘apoderar’; es antiguo en español aunque ha ido perdiendo vigencia de uso y así lo registra el DRAE. El segundo empoderar es, sin embargo, un calco del inglés empower y el diccionario académico lo define como ‘hacer poderoso o fuerte a un grupo social desfavorecido’. Al contrario que su homónimo, gana cada día más presencia.

El reconocimiento de esta generalización en el favor de los hablantes lo podemos comprobar comparando las dos últimas ediciones del Diccionario de la lengua española. En la vigesimosegunda edición solo aparecía nuestro patrimonial empoderar. En la vigesimotercera ya están los dos, marcados por un superíndice que hace notar su condición de homónimos.

Parecen la misma palabra, pero no lo son. No tienen el mismo significado ni la misma etimología. En apariencia son el mismo verbo, pero su parecido se limita a la escritura y la pronunciación. Recuerden que, muchas veces, las apariencias engañan.

 © 2015, María José Rincón.

 

Pequeñas y dobles

Dice el refrán que no hay dos sin tres. En el caso de los signos ortográficos dobles no hay uno sin dos: paréntesis, corchetes, signos de interrogación y exclamación y comillas.

En la lengua hasta los signos ortográficos tienen historia. A pesar de su pequeñez las comillas se remontan a la antigua costumbre de marcar en el margen de la página una parte de un escrito que se consideraba relevante. Para esta tarea se recurría a un signo ortográfico doble denominado diple (< >).

La diple doble (« ») empezó así a enmarcar las citas de palabras o textos de otro autor cuando se reproducían con exactitud y fidelidad: «¡Cuántos debe de haber en el mundo que huyen de otros porque no se ven a sí mismos!», dijo el Lazarillo de Tormes. A estas comillas angulares las llamamos latinas o españolas. El primer par son las comillas de apertura y el segundo las comillas de cierre.

La recomendación ortográfica es que prefiramos las comillas españolas para los textos impresos. Pero en español existen además las comillas inglesas (“ ”) y las simples (‘ ’). No crean que es cuestión de capricho. Estas variantes tienen su propia función. Están reservadas para entrecomillar una parte de un texto que ya está entrecomillado: «Siempre repetían el mismo refrán: “Mientras el hacha va y vienes, descansa el palo”».

Pequeñas y todo tienen también sus exigencias ortográficas. Debemos escribirlas pegaditas de la primera y la última palabra del texto que enmarcan, y separadas de las palabras que las preceden y las siguen. Solo así señalan su camino y cumplen con su función.

Recuerden: las comillas son signos ortográficos dobles. Pongamos atención en que no se queden cojas. Cuando una comilla se abre siempre hay otra que se cierra.

© 2015, María José Rincón.

 

Apercollada – complejizar – culebrear

APERCOLLADA

“Este gravísimo problema evidencia el fracaso de la actualización del modelo económico en la agricultura APERCOLLADA”.

Para las personas que se divierten con las lecturas de artículos redactados en dialectos ajenos, encontrar voces de este género es una aventura entretenida. Claro, para los que procuran entenderlo todo de inmediato y fácilmente, este tipo de encuentro constituye un estorbo.

Se hará una exposición detallada de lo que se ha encontrado en relación con esta voz en los diccionarios de americanismos. Al final se verá si el empleo del vocablo es justo; además, se verán las acepciones en los diferentes países hispanoamericanos.

En casos de palabras como la del título hay que recurrir directamente a los diccionarios de americanismos. La primera mención que se encuentra consta en el Diccionario de regionalismos de la lengua española (1998). Las dos acepciones asentadas corresponden a Colombia y Ecuador. En el primer país es ‘besuquearse, pegarse el lote’. En el segundo es ‘exigir algo de modo insistente y violento’. Por el contexto en que se ha encontrado el adjetivo citado no tiene cabida en el texto copiado con ninguna de esas significaciones. ¿Quién adivina?

En Guatemala el verbo apercollarse en funciones transitivas es cogerse, robarse algo. De este modo aparece en el Diccionario de la expresión popular guatemalteca (1971). El Diccionario de voces usadas en Guatemala (1982) consigna “apercollados” ‘quienes están en grandes caricias y besos’. Con estas definiciones la voz apercollada del texto citado cae fuera de sitio.

En el año 2007, en Nicaragua se publicó el Diccionario del español de Nicaragua que recoge el verbo y atribuye su origen al latín per collum, por el cuello. En tanto verbo transitivo le asigna el significado de ‘abrazar fuertemente [a alguien]’. Nueva vez puede expresarse que este valor no le confiere sentido directo a la oración transcrita.

Hay que esperar hasta el año 2010 para encontrar en el Diccionario de americanismos de la Asociación de Academias una acepción, entre otras, que permite inferir que se ha hecho un ensanchamiento para ajustarlo al caso de la cita. ‘Apretar una persona el cuello a alguien en una pelea’. El Diccionario de mexicanismos de la Academia Mexicana de la Lengua (2010) trae una acepción que se aviene mejor a lo que deseó expresar la redactora del escrito: ‘someter a alguien impidiéndole ser libre, independiente o próspero’.

Se escribió inferir porque debe interpretarse que la agricultura, en el caso de la cita, está apretada por el cuello, no se le permite ser libre, independiente. Definido de este modo el verbo del título se asemeja a “acogotar”, que desciende de cogote.

Pudo ser más fácil escribir que la agricultura estaba controlada, dominada, reprimida. No es menos cierto que escrito de ese modo directo quizás perdía el sabor del país de la articulista. No está mal que de vez en cuando se salpiquen algunas oraciones con una que otra voz del dialecto del país en que se escribe y publica. Mas ha de tenerse en cuenta que si se escribe para consumo internacional, es mejor llevarlo a un español que se presume conocido de las mayorías.

 

COMPLEJIZAR

“La actividad de comercio se COMPLEJIZÓ porque Acopio ya no es el único distribuidor y comercializador. . .”

Algunos hablantes dirían que si este verbo no ha obtenido su carta de naturaleza en la lengua española es porque hay lentitud en reconocer la legitimidad de su nacimiento. Este verbo es fruto de la necesidad de expresión. Obedece su incursión en el español escrito a un acortamiento o economía en el esfuerzo expresivo, que es una “ley” de la expresión oral de las lenguas.

Se ha notado que este verbo nuevo se suscita más en la lengua escrita que en la oral. De esto se deduce que es más bien un instrumento de la formulación culta de la lengua.

La tendencia que tiene el verbo a adquirir reconocimiento oficial en la lengua será estudiada en esta sección. Se examinarán las acepciones que le asignan dos diccionarios reconocidos por su seriedad investigativa y, la propensión que se observa en el español empujada por la existencia de un verbo semejante en lenguas extranjeras.

El Diccionario del español actual (1999) recoge el verbo complejizar y complejizarse. La acepción que allí consta es, ‘hacer(se) complejo o más complejo’. Con la lectura de la acepción se percata quien lo hace de la sencillez del verbo.

De manera parecida a la anterior anota el Diccionario integral del español de Argentina (2008) lo correspondiente al verbo complejizar en tanto transitivo, al enunciarlo, ‘aumentar la complejidad de una cosa’. En ambos casos la redacción es sencilla y clara.

En inglés el verbo correspondiente en esa lengua existe desde el año 1658, de acuerdo con lo que escribe el diccionario Merriam-Webster y la noción consignada es muy parecida a la ofrecida en español.

El verbo complexifier en francés hizo su aparición en fecha más reciente, aparece documentado en 1951 en el diccionario Petit Robert de 1993 con una acepción que no difiere de las anteriores, ‘hacer complejo’. En esa lengua se acepta que deriva de la palabra que en español corresponde a complejo.

Se considera probable que en la próxima edición del diccionario de la Asociación de las Academias de la Lengua Española se incluya la bendición de este verbo.

 

CULEBREAR

“. . .hay muchos intermediarios y comerciantes CULEBREANDO sin estar declarados ni pagar impuestos. . .”

Este verbo del título posee varias acepciones en el español americano. La República Dominicana y Puerto Rico comparten una significación que es muy peculiar a las dos sociedades. Existe otra acepción que puede afirmarse que comparten los dos grupos de hispanohablantes, solo que hay una tenue diferencia en las redacciones. Aquí se evaluarán los significados semejantes en esas dos sociedades.

En el año 1998, el Nuevo diccionario de americanismos e indigenismos, de M. Morínigo, consideraba que el verbo del título era intransitivo y que era conocido en Las Antillas. La significación antigua era, ‘eludir o huir la dificultad’. En lo concerniente a República Dominicana esa obra consignó, ‘hacer acciones oscuras y poco honestas’.

Ya en el año 2010 el verbo culebrear continuaba con su designación de intransitivo, pero adquirió la característica de poder ser utilizado pronominalmente. El Diccionario de americanismos de la Asociación de Academias de la Lengua incluyó tres países centroamericanos en los cuales el verbo sirve de equivalente de, ‘adular y mantener una conducta servil ante alguien’. En México se usa el verbo para ‘arrepentirse de un compromiso, después de haber dicho que sí’. En Puerto rico emplean el verbo para ‘quedarse alguien indeciso por conveniencia’. También allí es ‘engañar una persona a alguien solapadamente’.

En la República Dominicana y en Puerto Rico sirve el verbo para ‘eludir alguien una dificultad o responsabilidad con subterfugios’. Los cambios que se notan en cuanto a las acepciones no son sencillamente de redacción en lo que concierne al concepto expresado para la República Dominicana.

El Tesoro lexicográfico del español de Puerto Rico (2005) colocó una acepción para el verbo culebrear que, para quien estas notas redacta, se parece mucho al empleo que del verbo se hace en República Dominicana. Esa obra de la Academia Puertorriqueña de la Lengua Española recoge esta acepción: ‘quedarse indeciso por conveniencia’ que la tomó del Diccionario de voces coloquiales de Puerto Rico (1984), de Gabriel V. Maura.

En República Dominicana el verbo ha procreado otras voces relacionadas con la acción principal de este. El culebreo corresponde a la ‘elusión o evasión de una dificultad o responsabilidad’. Se presume que la persona que sabe oponer pretextos o recursos para evitar situaciones difíciles es una persona astuta por su habilidad e ingenio. De estas características es el culebro que es el nombre que recibe la persona astuta, o es el adjetivo que lo tipifica. Este culebro se conoce también en Colombia donde es de poco uso; es más bien una voz dominicana.

El culebreo aparece recogido en el Diccionario del español dominicano (2013), con la definición que le corresponde: ‘elusión, evasión de una dificultad o responsabilidad’. El adjetivo culebrero se aplica a la persona ‘astuta, sagaz’, así lo caracteriza este diccionario.

Todo lo anterior adquiere sentido si se piensa que el dominicano sostiene que “culebra no se agarra/amarra en lazo”. Es un animal que no cae en ese tipo de trampa, pues los movimientos que caracterizan su modo de locomoción la salvan de este ardid. La sinuosidad o serpenteo de la culebra se aviene con el cambio de actitud del culebro.

Alabada sea el habla dominicana.

© 2015, Roberto E. Guzmán.

 

 

 

 

Una hache curiosa

La letra hache tiene la peculiaridad de ser la única letra de nuestro abecedario que no representa ningún sonido. Son muchos los que critican su mantenimiento. Si la finalidad última de las letras es la de representar los sonidos, ¿qué sentido tiene una letra muda? La etimología y la tradición ortográfica mandan.

La tradición tiene que ver con unas haches curiosas. Hubo un tiempo en que las letras u y v podían usarse indistintamente para representar el sonido vocálico /u/ y el sonido consonántico /b/. Esta vacilación provocaba dudas a la hora de leer algunas palabras, como las que tienen sílabas que empiezan con los diptongos /ua/, /ue/ y /ui/. Para evitar la confusión e indicar que esa u se leía como una vocal /u/ y no como una consonante /b/ se impuso la costumbre de añadirle una hache: se escribió hueco, con hache, para señalar que se pronunciaba /uéco/ y no /béco/.

Con el tiempo la vacilación desapareció pero la tradición mantuvo esta hache que les da un aspecto peculiar a algunas familias de palabras. Ya sabemos de dónde viene la hache de hueco, que no estaba en su étimo latino occare; en oquedad, un miembro de esta familia, la hache brilla por su ausencia porque no hay diptongo. Así sucede con el sustantivo huérfano, del latín orphanus; el diptongo exige la presencia de la hache que, sin embargo, no aparece en su derivado orfandad. La misma hache aparece en huevo, del latín ovum, y desaparece en oval.

Comparen los casos anteriores con el de huésped. Su origen es el latino hospes; su hache es etimológica y la comparte con hospitalidad, hospedar, hospedería, hospedaje. Los casos de hache tradicional son la excepción que confirma la regla de que las familias de palabras pueden ayudarnos con la ortografía.

© 2015, María José Rincón.