Talego – infligir – cabilla

TALEGO

Talego es un sustantivo masculino conocido desde hace largo tiempo en la lengua corriente. En su significado internacional más conocido es un “saco largo y estrecho fabricado de material resistente”. Posee otras significaciones: sirve para designar en argot la prisión o cárcel y una porción de hachís.

La voz talego en el español dominicano es una bolsa, del dominicano funda, que según el Diccionario del español dominicano, es generalmente de papel.

A pesar de lo ya anotado aquí, en el español dominicano la palabra talego posee otro valor. Talego sirve para expresar “grande, de gran tamaño, alto, de gran estatura”. Por lo general se aplica a persona.

Es, o fue muy frecuente oír en español dominicano que alguien admirado del desarrollo de un adolescente, se maravillara de su talla y exclamara: “Mira que talego se ha hecho”. “Ese muchacho es un talego”.

No hay que sorprenderse de que en el idioma dominicano esta voz alcance ese significado, cuando se tiene en cuenta que en otros países de América expresa “montón, gran cantidad de cosas”.

Este uso en el español dominicano no está fuera de lógica, pues el talego más conocido es el saco largo y estrecho. No es raro oír en español dominicano que una persona al referirse a la talla de otra por su estatura física la llame de “largo, a” para destacar con ello que la persona así descrita es “alta y delgada”.

Antes de cerrar esta sección es bueno que se mencione que este talego no está debidamente asentado en las recopilaciones de voces dominicanas. La Real Academia consigna un talego que contradice al dominicano en su descripción, pues es ‘persona poco esbelta y muy ancha de cintura’.

 

INFLIGIR

“Las leyes económicas premiaron esta arrogancia INFLINGIENDO realidades económicas tras realidades económicas”.

Antes de concentrar el estudio en el centro de atención, que es el verbo infligir, se hace preciso poner el asunto en contexto haciendo mención de algunas observaciones válidas en este caso.

Infligir no es un verbo de todos los días. Es lo que a algunas personas se les ocurre llamar de “palabra dominguera”, es decir, palabra cuya utilización se deja para ocasiones especiales.

Estas palabras denominadas del modo en que se hizo antes son menos conocidas que las comunes, se sacan a relucir en ocasiones especiales para tratar de impresionar a los circundantes. El peligro que acompaña a estos vocablos es el que se presenta en el caso de la cita. Por este ser un verbo de uso restringido, con frecuencia se cae en el error de conjugarlo de modo errado. Es más, es muy posible que la persona que redactó el artículo en el periódico impreso en tinta haya incurrido en un error al utilizar este verbo. Las dos hipótesis antes mentadas se examinarán en el cuerpo de esta sección.

El verbo infligir no lleva la letra ene /n/ después de la segunda letra /i/ como escribió el redactor del artículo. La única ene /n/ que pertenece en este verbo es la primera, que se sitúa entre la primera letra /i/ y la efe /f/. Todos los modos, tiempos y personas se conjugan sin esa ene /n/ intrusa.

Precisamente por estos equívocos es que Fernando Carr y Moralinda del Valle en su Diccionario de términos de escritura dudosa (2014) han incluido los dos verbos, infringir e infligir, en esa obra, pues la similitud en la pronunciación se presta a confusiones. Estos autores insisten sobre todo en los significados de los dos verbos.

Con respecto a la propiedad del uso en el contexto, esa es otra historia. Lo que debe hacerse en casos como este es “aplicarle la prueba del agua tibia”. Con esta expresión se alude a la modalidad de reemplazar la palabra enjuiciada por una equivalente.

Infligir vale para comunicar “imponer, causar, aplicar”. Una vez sabido esto, trate de cambiar el verbo en el texto por uno de los equivalentes mencionados. ¿Qué sucede? Que no le confiere sentido a la frase.

Existe una posibilidad muy “flaca” de que el redactor haya tratado de escribir “infringir” en uno de los sentidos que este verbo posee en el español común, “quebrantar”, con el sentido de “transgredir”. Esta hipótesis es más plausible.

Ahora bien, ¿cómo queda el redactor? Queda muy mal parado. Tan mal parado que no se sostiene en pie alguno, de modo que no queda de pie, sino derrotado por su propia impericia.

Al final de esta sección, ¿a qué se atribuye el error? Más que a cualquier otro asunto al atrevimiento de lanzarse al empleo de vocablos rebuscados o de menor uso. Si él hubiese permanecido fiel a sus palabras diarias, es muy probable que no hubiera incurrido en error.

 

CABILLA

“La respuesta que recibimos del gobierno fue caernos a palo con CABILLAS durante una conferencia sobre propiedad y derechos en. . .”

El examen de este pasaje es muy interesante desde el punto de vista semántico. Primero porque hay una locución y luego una voz utilizada con un valor semántico propio de un país.

La locución es “caer(le) a palos” que equivale a golpear con un palo u otro objeto duro cualquiera. La expresión se usa también en el béisbol para dar a entender que el equipo a la ofensiva ha bateado de modo inmisericorde en una entrada los lanzamientos del pícher.

En el caso de la cita no hay palo alguno, sino cabilla, que en el español de Cuba es una ‘barra de hierro de diferente longitud y grosor’. Así la define el Diccionario del español de Cuba (2000). Esta barra se usa en las construcciones, es corrugada y sirve para armazón de obras de concreto. El cabillero es la persona que se ocupa de armar las cabillas para que luego sea vaciado sobre ellas el concreto y formar lo que se llama de “concreto armado”. Esa persona en República Dominicana se conoce con el nombre de “varillero”.

En Venezuela emplean la misma palabra -cabilla- para la ‘varilla de hierro usada en la construcción’. Así consta en el Diccionario del habla actual de Venezuela (1994).

No puede dejarse de mencionar que en Cuba de manera metafórica se utiliza la palabra “cabilla” para mencionar el pene. Según parece la mente del hombre cubano ha descubierto alguna clase de participación de las particularidades de la primera en el segundo, o, lo hace para reflejar así el deseo de que exista tal semejanza. De allí que el cubano diga “dar cabilla” para fornicar, lo que el dominicano expresa con “dar e(s)tilla”.

© 2015, Roberto E. Guzmán.

 

 

 

 

 

 

 

 

Enteriza – masacre -descender

ENTERIZA

La voz del título no ha podido ser localizada en los diccionarios del habla dominicana. Desde el principio llama la atención porque es voz femenina y nunca se ha oído a algún hablante del español dominicano emplearla en masculino. Antes de entrar en materia propia de esta voz, se repasarán los significados ordinarios de la palabra del español general.

Enterizo es que está hecho, confeccionado, constituido de una sola pieza. Significa además que está entero. Algunos diccionarios de español común recogen el enterizo americano que es el del mono o prenda de vestir de una sola pieza. Por extensión se aplica el enterizo al traje de baño femenino de una sola pieza que cubre el torso, pubis y nalgas. Algunos trajes deportivos de pantalones cortos ajustados en una sola pieza, con pechera y tirantes reciben este nombre, enterizos. Este nombre es de género masculino.

La enteriza dominicana es una mujer que no muestra curvas en los costados. Las características son los hombros estrechos, poca o ninguna cintura y, caderas del mismo ancho. No cabe duda de que es una exageración lo del nombre, pues no hay persona alguna que pueda tener las mismas medidas en todas las partes mencionadas.

Enfocado el asunto desde otra perspectiva, la denominación es un acto de discriminación contra la mujer. Destaca en la mujer lo que se tipifica de rasgos salientes, cuando en realidad son solo características físicas. Es sexista porque no contempla un nombre masculino ni se interesa en el fenómeno en el hombre.

No hay que confundir a esta mujer con la campeona de natación, que es la de “nada por delante y, nada por detrás”; esto es, que está escasamente dotada de senos y de nalgas. Ambas denominaciones tienen rasgos de festivos y jocosos. Estos términos pertenecían -o pertenecen- al registro del habla de los jóvenes.

En esta sección se ha escrito la explicación correspondiente, para que las personas que se ocupan de recopilar datos acerca del idioma dominicano tomen nota de estos y produzcan una acepción pertinente.

 

MASACRE

“El gobernante enfatizó que los responsables de esas MASACRES serán capturados. . .”

El sustantivo femenino del título tuvo su origen de una manera muy restringida. Con una definición que reunía pocos elementos constitutivos. A través del tiempo las acepciones en los diferentes diccionarios se hicieron más detalladas. El fenómeno ha cambiado de rumbo y eso se traduce en una nueva simplificación del concepto. Más abajo se expondrán los pormenores de la evolución.

El vocablo no entró en el lexicón oficial de la lengua hasta el año 1984. La acepción en ese diccionario es: ‘Matanza de personas por lo general indefensas producido por ataque armado o causa semejante’. La edición de 1992 cambió la última palabra, “semejante”, por “parecida”.

El Diccionario de uso del español de María Moliner adoptó en su edición de 2007 la siguiente redacción: ‘Matanza salvaje de personas’. Por su parte, el Diccionario de uso del español actual de Clave coloca el acento sobre la indefensión de las víctimas, ‘matanza de personas indefensas’.

La perspectiva del Diccionario del español actual es diferente, escribe que masacre es la ‘acción de masacrar’ y este, a su vez, es ‘asesinar en masa [a gentes indefensas]’. Esta tendencia a la simplificación se observa así mismo en el Diccionario integral del español de la Argentina, ‘matanza de un grupo de personas’.

En el portugués brasileño la masacre aún reviste la crueldad que se observa en el Gran diccionario de la lengua española de Larousse. En esa lengua -portugués brasileño- el verbo tiene un sentido figurado. Así aparece documentado en el Novo dicionário Aurelio. En lengua inglesa todavía lleva la masacre los rasgos de crueldad y atrocidad.

La Real Academia reconoce la deuda del español con el francés con respecto de la palabra masacre. En francés el concepto empezó como la acción de matar una gran cantidad de animales, para luego pasar a ser también la ejecución masiva. En esa lengua se utiliza la noción en sentido figurado para la destrucción total o masiva de bosques, del paisaje.

Por medio de lo expuesto más arriba se nota que en español la idea de la masacre permanece muy cerca de la matanza y no va más allá; mientras que en otras lenguas adquiere sentidos figurados, lo que denota liberalidad, de donde hay que observar cautela en español para no usar el nombre para otros actos que no sean una carnicería humana.

 

DESCENDER

“Ah, estar entre los ricos y famosos que DESCENDERÁN esta semana sobre Art Basel Miami Beach. Allí estarán comiendo canapés, tomando champaña y echando el ojo a obras maestras…”

El verbo descender en español es muy preciso. No se presta para que algunos aviesos escritores se sustraigan a las obligaciones de redactar de modo inteligible. Hay quienes se excusan pretendiendo que utilizan los verbos en sentido figurado.

Para que un verbo o un vocablo cualquiera puedan ser utilizados de modo figurado debe existir algún vínculo entre el significado original y el pretendido uso que se le da a estos.

El verbo descender proviene del latín descendere que significa “bajar”. La palabra del latín está compuesta del prefijo de que indica dirección de arriba abajo y scendere que expresaba “escalar”.

La primera acepción del verbo permanece sin cambio alguno desde el siglo XIX, “bajar, pasando de un lugar alto a uno bajo”. En la acepción en que significa “fluir”, desde esa misma época se ha limitado su campo de acción a los líquidos.

La explicación que se aventura para dilucidar el error, es que se aceptó un significado inconveniente para la acción en español de un verbo del inglés. En la mente del “componedor” se tradujo mentalmente el verbo del inglés por “descender”.

Es cierto que el verbo descender “llama, pide” por una preposición adecuada como es “sobre” en este caso. El asunto es que en español las personas asistirán, concurrirán, visitarán, convergirán, coincidirán. Cada uno de estos verbos se hará acompañar por la preposición conveniente al sitio o a la presentación.

En el caso de la cita se trata de una de estas dos hipótesis. Primera, es una traducción del inglés; o segunda, es una redacción en palabras españolas con el espíritu de la lengua inglesa. En inglés existe el verbo intransitivo descend que en una de sus acepciones significa en esencia “presentarse de modo súbito y en desorden como si cayesen de arriba”. Esta es una traducción libérrima que capta con certeza el espíritu del verbo en inglés.

© 2015, Roberto E. Guzmán

 

 

 

Ni muchos ni pocos

Ya en la escuela nos enseñaron que algunas palabras tienen número, singular o plural. Se trata de una propiedad gramatical que presentan los sustantivos (casa/casas), los adjetivos (verde/verdes), los pronombres (quien/quienes), los determinantes (esta/estas) y los verbos (escribe/escriben). En cambio, las preposiciones, las conjunciones o los adverbios no presentan esta característica.

Cuando usamos un sustantivo o un pronombre en plural expresamos que nos estamos refiriendo a más de uno. La opción de referirse a una realidad en singular o en plural es del hablante. Tiene, por tanto, libertad de elección.

Esta libertad de elección tiene dos excepciones: los pluralia tantum y los singularia tantum. Con estos latinajos nos referimos a los nombres que casi siempre se usan en singular (singularia tantum) o a los que casi siempre se usan en plural (pluralia tantum).

¿Se han dado cuenta de que por mucha sed que sintamos siempre la mencionamos en singular? El caos, aunque sea extraordinario, siempre es singular. Los asuntos toman buen o mal cariz, pero siempre en singular. Por el contrario, parece que los víveres o los honorarios van siempre en plural, aunque sean escasos. Siempre andamos por las afueras o los alrededores. Y siempre demostramos o carecemos de entrañas o de tragaderas.

Algunos de estos pluralia tantum componen locuciones que deben mantener su forma fija: andamos a gatas, vamos de compras, o dejamos las cosas a medias. Y aunque la palabra paz casi siempre la usamos en singular, siempre tendremos que hacer las paces.

© 2015, María José Rincón.

 

Macuteo – seroneo – fluente

MACUTEO – SERONEO

Las dos voces del título tienen carta de naturaleza en el español dominicano. La primera es de conocimiento general y se ha ejercido ampliamente en el país dominicano, donde se practica de manera endémica. La segunda es menos conocida en la actualidad porque ha sido reemplazada por vocablos más refinados. Se observarán detenidamente las dos voces en este estudio.

No es un secreto que la voz macuteo deriva de macuto, que a su vez es una voz indígena americana que ha resistido los embates del progreso.

Don Ángel Rosenblat expone con elocuencia el peso de las palabras heredadas del aborigen americano: “…los nombres indígenas son fantasmas evocadores de un mundo lejano y misterioso, casi desaparecido”. Rodolfo Lenz, citado por Rosenblat, describe el fenómeno con lucidez: “los indigenismos incorporados al castellano de nuestros países eran como cicatrices de la lucha gigantesca que libró el español para vencer al indio” (extractos tomados de Buenas y malas palabras, de Ángel Rosenblat).

El nombre masculino macuto es ‘una especie de saco largo y angosto tejido de guano’. Esa es la definición que consigna Esteban Pichardo en su Diccionario provincial casi razonado de vozes y frases cubanas publicado en 1836. Este Pichardo nació en Santiago de los Caballeros. Una definición bastante detallada consta en el Diccionario del español dominicano (2013), ‘cesto tejido de cabuya o palma, de forma cilíndrica y con asa en la boca’.

Fernando Ortiz en su Glosario de afronegrismos sostiene que macuto es una voz de procedencia africana, pues en congo significa “saco, bolsa o talego de fibras vejetales, envoltorio, caja”. En su obra Ortiz escribe, “saco largo y estrecho y, por extensión, envoltorio de la hamaca y ropa que lleva al hombro el jornalero”. Este macuto servía de medida de sal, con capacidad de cuatro arrobas. Él la hace descender de las lenguas bantúes. En una parte de su exposición, cita el uso de “macutero” en México en tanto “ladrón, ratero”. [Se respetó la ortografía de los autores.]

En general la palabra macuto se tiene por taína o caribe, en dependencia de quien se ocupe del asunto. El macuto se ha usado en Venezuela para recoger o pedir limosnas. Antes de la llegada de las ubicuas bolsas plásticas, los macutos se utilizaban para transportar todo tipo de mercancía. En las zonas rurales los llevaban colgados del hombro, debajo de las axilas o terciado sobre las espaldas o, simplemente en las manos agarrados por el asa.

De este macuto sale el verbo macutear y el nombre macuteo. Macutear es solicitar dádivas, solicitar soborno. El macutero es la persona que acostumbra a pedir o exigir sobornos. Al examinar estos derivados, se nota enseguida la relación entre Venezuela y República Dominicana en cuanto al destino que se le da al macuto.

Llegado a este punto puede entrarse en el seroneo. Ese nombre tiene vinculación con el serón que es una especie de árgana, pero con mucho más fondo. Se usaba para cargar mercancías sobre las caballerías. Se colocaban sobre las monturas de forma que pendían a ambos lados de la bestia. Si llevaba jinete, este se montaba con las piernas hacia delante de los serones. El serón se confeccionaba también con fibras de guano.

En Cuba, de acuerdo con Pichardo, utilizaron el serón como medida para varios géneros de víveres. El serón dominicano tiene capacidad de cuatro cajas, el doble del árgana. Esta caja fue utilizada como unidad de medida para granos. Algunos de estos datos se tomaron de la Revista Dominicana de Folklore, núm. 1, marzo 1975, de un artículo allí de J. A. Cruz Brache.

El seroneo fue un vocablo que se oyó en la Era de Trujillo, para designar las dádivas pedidas y sobornos requeridos cuando eran de mayor cuantía y procedían de altos personajes. Como se echa de ver, el tamaño del serón supera en mucho el del macuto y eso explica la adopción de esa medida para el cohecho de gran cuantía.

FLUENTE

“. . .nos lleva al mundo de los arrayanos, una población de haitianos-dominicanos, perfectamente FLUENTES en creole y español. . .”

Por la forma en que está destacada la palabra del título se entiende enseguida que ese es el sujeto de examen en esta parte. Antes de entrar en esa materia es bueno explicar algo con respecto a la voz “arrayano” que consta en la cita.

El arrayán en el español general es un arbusto oloroso, el mirto. La voz tiene origen árabe como lo delata la letra /a/ al principio. El origen remonta al árabe al-raihan.

El arrayano dominicano tiene relación con “raya”, es decir, con la señal más larga que hay en la isla La Española, que es la frontera entre los dos países que comparten el territorio.

La voz “arrayano” funciona como adjetivo así como sustantivo y consta en el Diccionario del español dominicano (2013). ‘Referido a persona, que vive o es oriunda de la zona fronteriza’. Hay que mencionar que también se mencionan estas personas con la voz rayano, na, debidamente documentada en el mismo diccionario, ‘natural o habitante de la línea fronteriza entre República Dominicana y Haití’. Enseguida se nota que la “raya” es más obvia en este vocablo.

De este punto en adelante se entra en materia del fluente del texto. Se encuentra cerca del término que interesa para este examen la voz creole que es de uso bastante extendido, aunque no ha logrado su carta de naturaleza en el español académico.

Fluente es palabra que deriva del latín fluens, -entis y más cerca, es el participio activo de fluir. Al buscar este vocablo se encuentra con que el Diccionario de la lengua española  remite a fluyente. Este, a su vez en tanto adjetivo se define “que fluye”. El verbo fluir que se encuentra en la base del adjetivo del título a su vez enseña salir, correr, con respecto de líquidos y gases. Cuando se refiere a ideas o palabras significa que surgen con facilidad. Además de estas dos, se acepta que referido a cosa es que discurre con rapidez.

Alcanzado este punto, vale que uno se pregunte si es justo que se emplee fluente en la oración. Quien estas reflexiones escribe piensa que se ha ido más lejos de lo prudente. El hecho de que las palabras salgan con facilidad no significa que la persona sea versada en la lengua de esas palabras.

En ocasiones este fluente viene auspiciado por el inglés, pero hay que recordar que en esa lengua el fluent se traslada al español así, “con fluidez, con soltura, fluido, desenvuelto”. No ha de olvidarse que para incluir una de estas opciones en español no puede dejarse fuera el verbo hablar, si de ello se tratase. Fluente en español es adjetivo. Lo último es esencial porque el fluent del inglés en una de sus acepciones se define, “capaz de expresarse en una lengua fácilmente y con precisión”.

El diccionario de la Real Academia recoge una acepción que puede mover a equívocos, que se presta para llevarla más allá de su alcance. ‘Dicho de una idea o una palabra: brotar con facilidad de la mente o de la boca’. Debe repararse en el estilo de la redacción de esta y de la que se tradujo del inglés. En la última se tradujo de acuerdo con la idea que refleja en español la redacción en inglés, esto es, sin servilismo.

En inglés utilizan las palabras “expresarse, lengua y con precisión”. En español, “idea, palabra, facilidad”. De acuerdo con el criterio de quien estas líneas redacta, el ánimo del académico español no fue traducir del inglés; por lo menos, no en esta ocasión.

En fin, no faltará quien no esté conforme con el criterio expuesto en esta sección.

© 2015, Roberto E. Guzmán.

 

 

 

 

Pasado el huracán

Pasado el huracán del Viernes Negro y, aunque a las tarjetas de crédito de más de uno les durará todavía una temporadita la resaca consumista, podemos mirar atrás y al menos que nos aproveche para aprender un poco de ortografía. La avalancha de anuncios publicitarios y de comentarios en las redes sociales sobre esta «festividad» profana de nuestros tiempos trajo a cuestas un reguero de errores ortográficos.

Los días a los que distinguimos de otros con un nombre propio deben escribirse en español con mayúscula inicial en todas sus palabras significativas; sean entonces Viernes Negro, o Viernes Santo, si queremos un ejemplo más cercano a nuestra tradición. El Viernes Negro llega a la cola del Día de Acción de Gracias, un buen ejemplo que nos permite observar cómo las preposiciones no llevan mayúscula inicial; en este caso solo los sustantivos. Y los escribimos así,  tal cual, sin necesidad de recurrir a las comillas, de las que muchos publicistas, periodistas o usuarios de las redes sociales han abusado esta semana.

Las comilas, o la letra cursiva cuando la podamos utilizar, solo deben auxiliarnos si decidimos emplear la denominación en inglés; sea entonces, para los que añoran vientos anglosajones, Black Friday Thanksgiving.

Para ambos prefiramos el nombre en nuestra lengua. Si nos hemos sumado a la cena con pavo relleno, a la costumbre comercial y al rito consumista, ¿qué nos cuesta traer al menos sus nombres a nuestro terreno?

© 2015,  María José Rincón.

 

Amigas mágicas

Las academias de la lengua española son instituciones cargadas de tradición pero, como la lengua misma a la que defienden, están destinadas a adaptarse a los tiempos para seguir cumpliendo su misión.

Como colofón a la celebración de los trescientos años de la fundación de la RAE ya tenemos disponible el acceso completo a la 23.a edición del Diccionario de la lengua española, la que conocemos como la edición del tricentenario.

La página de consulta gratuita (www.dle.rae.es) presenta una nueva cara, más moderna e interactiva. En ella podemos consultar el texto íntegro de la nueva edición y además nos permite consultarlo de muchas formas. Olviden esa idea vetusta de que en el diccionario solo podemos encontrar el significado de las palabras que conocemos. Los diccionarios son herramientas poderosas que, potenciadas por las nuevas tecnologías, se han cargado de posibilidades.

La consulta tradicional se mantiene, pero el nuevo Diccionario en línea nos facilita la consulta por comienzos o finales de palabras. Y preguntarán ustedes, y esto ¿para qué sirve? Nos ayuda, por ejemplo, a descubrir prefijos y sufijos o a localizar familias de palabras; pruébenlo como herramienta para ayudar con las tareas o con la ortografía y me lo agradecerán.

Si quieren jugar un poco, prueben a realizar la búsqueda por anagrama. Cuando, al cambiar el orden en las letras de una palabra, obtenemos otra, tenemos un anagrama: si cambiamos el orden de las letras de la palabra amiga descubrimos que pueden formar la palabra magia.

La magia de las palabras a veces nos puede ayudar a que nuestros hijos comiencen a amar nuestra lengua jugando con ella. A los pequeños les apasionan las nuevas tecnologías. Con esta nueva consulta del Diccionario podemos animarles a que se acerquen a las palabras como lo que son, sus amigas mágicas. Y de paso, le echamos un vistazo nosotros, que falta nos hace.

© 2015, María José Rincón.

 

Abigeato – abigeo – encuesta – sondeo – oxígeno

ABIGEATO ABIGEO

Las dos palabras del título son conocidas en el español dominicano. Esta afirmación la hace el autor de estas observaciones acerca de la lengua. En el Diccionario de americanismos (2010) de la Asociación de Academias de la Lengua Española no figuraba ninguna de estos vocablos como de uso o conocidos en el habla de los dominicanos.

Ya en el año 2013, el Diccionario del español dominicano incluyó la palabra abigeo con el significado de ‘ladrón de ganado’. El uso aparece documentado con una cita del uso en una obra de autor dominicano. No obstante la señalada incorporación, por alguna razón no publicada se dejó fuera de ese lexicón el vocablo abigeato que es el ‘robo de ganado’.

Tanto en el Diccionario de americanismos, como en el Diccionario de la lengua española consta una lista de países americanos en los cuales se reconoce la significación de los dos términos del título. En esas listas no figura la República Dominicana.

En la edición del Diccionario de la lengua española de 1992 no se hacía mención alguna de países hispanohablantes en cuya habla se usara una o las dos palabras del título. Esa línea continuó en la edición del 2001 de ese diccionario. Se hace necesario hacer constar que las dos voces no son nuevas en el acervo hispano, pues ya en el año 1970 estaban asentadas en la edición del diccionario de la Real Academia.

Lo relativo a la palabra abigeato se recoge en este escrito para que en el futuro se haga constar la República Dominicana entre los países en los cuales se utilizan las dos palabras sometidas a estudio en esta sección.

 

ENCUESTA – SONDEO

“. . .según un SONDEO difundido el miércoles”. (. . .) “El P. R. C. concluyó en una ENCUESTA que los demócratas llegarán a las elecciones. . .”

De tiempo en tiempo se ponen de moda los dos vocablos del título. Entran en su apogeo antes de las elecciones porque son acciones encaminadas a averiguar informaciones mediante métodos estadísticos.

En muchos casos las dos palabras se emplean de modo indistinto sin parar mientes en que no son sinónimas en todas las situaciones. Se resaltarán algunos rasgos distintivos de cada uno de estos métodos de medición para dejar en claro las diferencias.

La encuesta es un procedimiento metódico de investigación que sirve para recabar datos por medio de un cuestionario o entrevistas que se realizan en cualquier lugar, no en un ambiente controlado. Es una consulta que se basa en un programa de preguntas que normalmente se hace a numerosas personas o a círculos limitados representativos.

Las preguntas formuladas a los encuestados seleccionados tienden a constituir una muestra representativa en términos estadísticos de grupos sociales. El fin que se persigue con este procedimiento es obtener información sobre estados de opinión, ideas y hechos específicos que reflejen la opinión general.

El sondeo generalmente es una investigación de opinión y constituye una medición estadística que se realiza mediante encuestas. El propósito de estos es medir sentimientos de las personas por medio de muestreos que representen la composición de la población total o del segmento de esta que interesa para los propósitos del sondeo. Estas muestras permitirán inferir las preferencias, opiniones, inclinaciones e intenciones de la población.

De los conceptos vertidos más arriba puede sacarse como conclusión que los dos términos del título pueden en algunos casos utilizarse sin distinción, mientras que en otros hay que exhibir mayor cautela para usar uno u otro vocablo para mayor precisión.

 

OXÍGENO

“. . .pero cuando hay múltiples crisis consecutivas no queda OXÍGENO en los medios para esas cuestiones. . .”

Los diferentes idiomas y lenguas ejercen influencias unos sobre otros y se hacen y toman préstamos, llegan hasta a hacer adaptaciones y se llega en algunas ocasiones a la adopción en algunas lenguas de las voces extranjeras completamente crudas. Este fenómeno no es motivo de sorpresa y es muy viejo en los intercambios entre lenguas y culturas.

Con esto del oxígeno que se observa en la frase transcrita hay un traslado de costumbre de empleo de este vocablo de las ciencias químicas al español corriente. En algunas ocasiones la utilización sufre modificaciones y eso hace más interesante el acontecimiento. Lo ocurrido con respecto de esta voz se estudiará más abajo para demostrar lo que se enunció más arriba.

El significado de oxígeno en este caso quedó consignado por primera vez en español oficial en el llamado Diccionario de la Real Academia en el 2001. En realidad no es oxígeno en sí, sino el verbo “oxigenar” que entró en ese diccionario. El asiento es: ‘Vigorizar una situación deteriorada mediante la introducción de algún aporte innovador’. La Academia añade que es de uso en Argentina y Venezuela. La redacción no ha cambiado en este diccionario en las ediciones posteriores a ese año.

En la entrada correspondiente a oxígeno en ese año se encuentra una frase, “dar oxígeno” que en Argentina equivale a, ‘vigorizar una situación’.

La frase utilizada en la cita es “quedar oxígeno”, que naturalmente se refiere a la falta de oxígeno para mantener el asunto con vida. El oxígeno se aprecia porque se entiende que es el elemento químico esencial para la vida. La diferencia que media entre lo que está asentado en los diccionarios mencionados y el empleo en el texto del ejemplo no es un fenómeno raro en las lenguas. Este cambio en el uso, o extensión, forma parte de las transformaciones que se constatan a diario en la vida de las lenguas. Es una manera de enriquecerlas, es algo que le agrega condimento a la lengua tersa.

Una vez alcanzado este punto hay que volver atrás para explicar lo de la aparición del verbo oxigenar, en su primitiva acepción, en español. De acuerdo con Joan Corominas en su Breve diccionario etimológico de la lengua castellana, la introducción del verbo oxigenar data de 1843. En francés había hecho su aparición en 1787, según lo explica el Dictionnaire étymologique de la langue française de Bloch y Wartburg. Al inglés llegó en el 1788, conforme lo menciona el Merrian-Webster´s dictionary.

El Diccionario de americanismos (2010) menciona doce países en los cuales se usa el verbo oxigenar con la acepción ya comentada. Llama la atención que el DILE de la Academia del 2014 todavía solo mencione los mismos dos países, Argentina y Venezuela.

Merece la pena que se lea la redacción que trae el Diccionario integral del español de la Argentina (2008), pues allí se originó esta acción para el verbo. ‘Revertir o mejorar una situación difícil o comprometida, o ayudar a alguien a que lo haga’.

Antes de cerrar esta sección es pertinente que se mencionen otros significados del verbo oxigenar. El primero es en química que es “combinar un cuerpo con oxígeno”. Luego está el sentido americano que puede resumirse, “renovar algo”. Además está el muy conocido “respirar aire limpio”. Al final está el famoso “teñir de rubio” que no necesita de mayor explicación, pues de allí salen las “rubias oxigenadas”.

© 2015, Roberto E. Guzmán.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El mejor refugio

El pasado viernes, 13 de noviembre, conmemoramos el Día de las Librerías. Por azares de la vida lo celebré en una Lima nublada y fría. Nada más atrayente que una librería para refugiarnos del frío desapacible o del inmenso calor. La librería El virrey se esconde en las traseras de la elegante Plaza de Armas limeña: dos pisos, un piano, y paredes cubiertas de libros esperándonos.

Sin duda, cuando estamos de viaje, las librerías están cargadas de riesgos. Al precio de los libros se suma que, fuera del espacio familiar de nuestra librería habitual, siempre nos topamos con propuestas nuevas; a esto tenemos que añadir algo tan prosaico como el peso, no el tan llevado y traído peso del saber, sino ese otro peso de las leyes de la física. El problema es que, a los lectores, los libros no nos pesan.

Felizmente cargada con los «Comentarios reales» del Inca Garcilaso de la Vega y con un antiguo diccionario quechua/español (los diccionarios me persiguen) llegué a mi hotel. Se me heló el corazón con las noticias de lo que estaba sucediendo en París, de donde hemos recibido tantos libros. En la librería parisina Shakespeare and Co. se refugiaron algunos clientes durante la fatídica noche.

A mí, que soy buena conversadora por naturaleza y que me apasionan las palabras, me afectan especialmente los acontecimientos que me dejan sin ellas. El estupor inicial me impidió hojear la crónica del Inca, pero tengo el convencimiento de que de esta sinrazón solo nos pueden salvar los libros y las palabras.

© 2015, María José Rincón.

Cuestión de matices

La vida nos pone por delante muchas oportunidades para emplear determinadas palabras. Seguro que algún que otro lector ha tenido que echar mano de los sustantivos eficiencia y eficacia, y de sus correspondientes adjetivos, eficiente y eficaz. Lamentablemente es muy probable que con frecuencia similar, o aun mayor, hayan recurrido a sus antónimos ineficiencia, ineficacia, ineficiente o ineficaz. Aunque sus significados son cercanos, ciertos matices los diferencian y es de buenos hablantes preocuparse por usarlos apropiadamente.

La eficiencia se refiere a la capacidad de encontrar los medios que permitan lograr un objetivo. Cuando nos referimos a una persona que demuestra eficiencia, que prueba tener esta capacidad, hablamos de una persona eficiente. Generalmente relacionamos la eficiencia de una persona con un desempeño satisfactorio de su trabajo. Elegimos el sustantivo eficiencia cuando queremos poner el acento en los medios tanto como en el objetivo.

En cambio, nos decantamos por el sustantivo eficacia cuando nos enfocamos en la capacidad de lograr el objetivo por encima de los medios usados para hacerlo. La eficacia puede ser cosa de personas o de cosas por eso el adjetivo eficaz se usa referido a ambas. Las cosas eficaces producen los efectos para los que están destinadas y las personas eficaces logran los objetivos que se proponen.

Dos familias de palabras muy cercanas por sus orígenes latinos, que las hacen parecerse mucho. Los sutiles matices de sus significados le ponen la sal a la lengua y nos ayudan a expresar exactamente lo que queremos y a entender exactamente lo que nos dicen, siempre que sepamos servirnos de ellos.

© 2015, Maria José Rincón.

Apariencias engañosas

En aquellos tiempos en los que yo frecuentaba las aulas había un concepto que siempre se me atragantaba: la homonimia. Cómo serán las cosas que, con mi dedicación a los diccionarios, me he tenido que enfrentar con ella día sí, día también.

Dos palabras distintas, con un origen distinto, que se escriben y se pronuncian igual pero que tienen significados diferentes. Traigo esto a colación porque una consulta muy frecuente en la Academia está relacionada con la homonimia. Hace unos años le dediqué una de estas “Eñes” al verbo empoderar, que sigue desatando pasiones. Hay quienes lo utilizan como si no existiera otro verbo en nuestra lengua; pero hay también quienes lo descalifican. Y no les falta algo de razón.

En realidad hay dos verbos empoderar, dos homónimos. El primer empoderar es un derivado de poder, con el significado de ‘apoderar’; es antiguo en español aunque ha ido perdiendo vigencia de uso y así lo registra el DRAE. El segundo empoderar es, sin embargo, un calco del inglés empower y el diccionario académico lo define como ‘hacer poderoso o fuerte a un grupo social desfavorecido’. Al contrario que su homónimo, gana cada día más presencia.

El reconocimiento de esta generalización en el favor de los hablantes lo podemos comprobar comparando las dos últimas ediciones del Diccionario de la lengua española. En la vigesimosegunda edición solo aparecía nuestro patrimonial empoderar. En la vigesimotercera ya están los dos, marcados por un superíndice que hace notar su condición de homónimos.

Parecen la misma palabra, pero no lo son. No tienen el mismo significado ni la misma etimología. En apariencia son el mismo verbo, pero su parecido se limita a la escritura y la pronunciación. Recuerden que, muchas veces, las apariencias engañan.

 © 2015, María José Rincón.