Por Bruno Rosario Candelier
“…la voz que dicta la palabra en un idioma misterioso,
durante sus sueños o estados de inspiración”.
(Fredo Arias de la Canal)
Cuando Heráclito de Éfeso denominó Logos al concepto que comprende la palabra en la energía interior de la conciencia, implicaba la idea del Numen como sabiduría espiritual del Universo. Esa sabiduría espiritual, archivada en la memoria cósmica, inspiró en Carl Jung la denominación de “Inconsciente colectivo”, concepto que derivó del “Inconsciente individual”, ideado por Sigmund Freud. Ese caudal espiritual de la conciencia subyace en la teoría del Protoidioma que Fredo Arias de la Canal (1), teórico mexicano de la crítica psicológica, ha ideado para estudiar el producto estético del lenguaje a la luz de los símbolos arquetípicos de la creación poética. Su reflexión sobre el lenguaje poético ausculta los mecanismos ocultos de la creatividad poética. La poesía es el producto de una intuición metafísica y estética en cuyo proceso de gestación y creación interviene un singular fenómeno de conciencia. Comprender el mecanismo oculto de la creación del poema entraña un ejercicio teorético de honda implicación conceptual sobre un producto literario proveniente de la mente humana.
La poesía es el producto de una intuición metafísica y estética en cuyo proceso de gestación y creación interviene un singular fenómeno de conciencia. Comprender el mecanismo oculto de la creación del poema entraña un ejercicio teorético de honda implicación conceptual sobre un producto literario proveniente de la mente humana.
Fredo Arias de la Canal es un destacado intelectual mexicano que ha publicado valiosos libros en los cuales da cuenta de su capacidad de comprensión y exégesis del fenómeno poético a la luz de la filosofía, la psicología, la filología y la crítica literaria. A las decenas de libros prologados y editados por el Frente de Afirmación Hispanista, bajo su dirección, se suma su labor exegética donde despliega su concepción poética: Filosofía de la estética anterior al descubrimiento de las leyes de la creatividad (2003), De la filosofía al protoidioma (2005) y La personalidad metafísica del poeta (2008). De las tres me ocuparé en el presente estudio. La encomiable labor editorial del Frente de Afirmación Hispanista, que el prestigioso investigador mexicano creara para defender y promover los valores esenciales de la lengua y las letras hispánicas y, sobre todo, la línea estética de su intuición teorética, constituye la faceta de promoción y apoyo de Fredo Arias de la Canal a las obras de creación poética de nuestra América. Si Sigmund Freud descubrió el inconsciente personal en la mente del hombre, que Carl Jung aplicó a la memoria cósmica anidada en la conciencia y que denominó inconsciente colectivo, Fredo Arias abordó el Protoidioma en la creación poética.
En su teoría del protoidioma, en cuyos textos de interpretación crítica ausculta el trasfondo del poema, expone las bases teoréticas de su visión estética. Al explorar la fuente de la creatividad, Fredo Arias dio con el concepto del Protoidioma del poema arraigado en el paleocórtex cerebral. En su exploración conceptual, acude al lenguaje patrimonial de nuestro idioma y como estudioso de su expresión estética, privilegia el poema como índice y cauce del vínculo trascendente de la palabra poética.
En la antigüedad griega, Heráclito de Éfeso intuyó el concepto de Logos, a través del cual consignó la existencia de una sabiduría universal asociada a la memoria cósmica. El Logos de Heráclito comprendía la imbricación de pensamiento y lenguaje con los conceptos afines como idea, imagen y expresión, que la palabra formaliza en el habla y la escritura. Deudor de la Energía Espiritual del Universo, Heráclito cifró el origen del Logos en la fuente misma de la Divinidad, concepto compaginado con el sentido del Clasicismo antiguo, con el sentido de la filología y el arte de la creación. Arias de la Canal, que se ha nutrido en la teoría de los antiguos pensadores clásicos, como Platón y Aristóteles; de los aportes modernos de la psicología y la neurología de Sigmund Freud y Carl Jung; y, desde luego, de poemas de autores de diversas lenguas y estudios críticos y teóricos de la literatura universal, atribuye al paleocórtex cerebral la fuente de la creatividad. El teórico mexicano vincula el concepto de inconsciente colectivo a ese conducto cerebral depositario de los arquetipos universales que la poesía formaliza en mitos, imágenes y símbolos.
El protoidioma del lenguaje poético
Las teorías sobre la inspiración del fenómeno poético tienen su justificación a la luz de la creatividad. Y dan cuenta de lo que concebimos y creamos con el concurso de la palabra.
La primera, la TEORÍA CLÁSICA DE LA INSPIRACIÓN, sustentada en la visión de los pensadores presocráticos, Platón y los neoplatónicos, sostiene que la creación poética constituye un SOPLO (en griego pneuma, ´aliento o soplo espiritual´) o una INSPIRACIÓN (del latín in spiritu, ‘sobre el espíritu’), iluminación proveniente de las musas, deidades vinculadas al aliento sobrenatural de la memoria cósmica o sabiduría espiritual del Universo, de la que los poetas no son sino amanuenses o intermediarios del Espíritu a cuyo través habla la voz de lo arcano y fluye el dictado de lo Alto o las revelaciones de la cantera infinita del Cosmos. Sostiene Werner Jaeger en Paideia, un magnífico tratado sobre los ideales de la cultura griega, que la visión helenística de la antigua Grecia comienza con Hesíodo, para quien el influjo del espíritu era esencial. “Es el espíritu”, en su sentido original, el aliento de los dioses que él mismo pinta como una verdadera experiencia religiosa y que recibe, mediante una inspiración personal de las musas al pie del Helicón. Las musas mismas explican su fuerza inspiradora cuando Hesíodo las invoca como poeta: “En verdad sabemos decir mentiras cuando semejan verdades, pero sabemos también, si queremos, revelar la verdad”. Así se expresa en el preludio de la Teogonía” (2).
La segunda, la TEORÍA DEL PALEOCÓRTEX CEREBRAL, sustentada por Fredo Arias de la Canal, tiene su fundamento en las ciencias de la psicología, la antropología y la lingüística, enarboladas por psiquiatras, neurólogos, antropólogos y psicolingüistas, entre los cuales sobresalen Sigmund Freud y Carl Jung. El intelectual mexicano articula su teoría de la creación poética que interpreta como un producto de la intuición y la percepción de los sentidos con el peso determinante de la mente humana en cuyas células cerebrales descansan las huellas de la experiencia cotidiana y las verdades de vida que infiere al influjo de lo real en la conciencia.
La tercera, la TEORÍA DEL NUMEN COMPARTIDO, sustentada por el suscrito, integra las dos propuestas precedentes por cuanto estima que el cerebro humano, base neurológica de la intuición de la conciencia, capta las verdades que la realidad prohíja, en cuya virtud es también canal de revelaciones trascendentes provenientes de la sabiduría universal de la memoria cósmica. Tanto la intuición de verdades poéticas, como la recepción de verdades reveladas, comparten y enriquecen la gestación del fenómeno de la creación poética en virtud del primado del Logos en la conciencia.
Ese hecho estético explica el trasfondo psicológico de los fenómenos de conciencia y, desde luego, la misma creatividad poética. Este concepto entraña un sentido transmanente del fenómeno estético, que es a la vez consciente e inconsciente y, en tal virtud, se funda en la sensibilidad estética y espiritual del ser humano en cuyas células cerebrales se procesan los datos aportados por los sentidos físicos y metafísicos como fuente y canal de los efluvios naturales y sobrenaturales con su connotación sensible y suprasensible, ya que la mente capta e interpreta facetas de la dimensión de lo real con su connotación espiritual y estética que las cosas sugieren. La intuición implicada en el concepto de protoidioma la habían advertido los poetas y varios pensadores, antiguos y modernos, pero el mérito de Fredo Arias de la Canal es haber percibido y bautizado con la hermosa denominación de protoidioma al peculiar lenguaje de los poetas cuando captan la voz del arcano y canalizan las señales de la cantera cósmica. El protoidioma comprende el lenguaje secreto de los poetas que, con las palabras del lenguaje ordinario, crean otro lenguaje dentro del mismo idioma. Protoidioma es el lenguaje del inconsciente y del numen que los poetas formalizan en sus imágenes y símbolos arquetípicos. Ese lenguaje incomprensible para el común de los mortales, ese sentido profundo, misterioso, complejo y trascendente de la gran poesía de todos los tiempos, ese “significado oculto” en los versos de Dante (Infierno IX, 61-63), es al que alude el protoidioma de la creación:
Oh tú que tienes sólido conocimiento,
contempla el significado oculto
bajo el velo de los raros versos…
Efectivamente, son raros los versos de los poetas que portan el ‘significado oculto’ de las imágenes poéticas, razón por la cual el fragmento citado habla del “velo” cuya función es ocultar los sentidos que portan ya que aluden a la dimensión interna, esencial y mística de lo viviente bajo la sombra del misterio y la magia de la belleza sutil. Como dice Ubaldo Di Benedetto, “el protoidioma encaja justamente en su tendencia a buscar un significado poético más cercano y profundo” (3). Innumerables poetas afirman que cantan con una voz que no les pertenece, una extraña voz que les dicta imágenes cuyos sentidos ellos mismos desconocen aunque son sus amanuenses. En “El psicoanálisis de la poesía”, prólogo de su obra Filosofía de la estética anterior al descubrimiento de las leyes de la creatividad, Fredo Arias de la Canal presenta “Oigo la voz”, poema de Gloria Vega de Alba y que dice así: “Soy yo y estoy conmigo / y una voz que no es mía / abre un cauce de miel / en mi garganta / por el que voy a reencontrarme / con esa que fui yo / y está callada” (4).
La dimensión telúrica y celeste de las cosas emite ondas o señales secretas cuyos mensajes y sentidos solo son descifrables por una fina sensibilidad trascendente. En virtud de su poder perceptivo, los poetas tienen el don para captar y expresar esas señales secretas del Universo, que su palabra codifica en el lenguaje propio de la creación poética. Ese “código secreto”, que comprende las verdades misteriosas del decir poético, ha concitado la curiosidad intelectual y la vocación exegética de Arias de la Canal.
Se puede hablar de una ontogénesis de la poesía, vinculada a la Energía Espiritual del Universo, que proviene de la potencia numénica del Cosmos. Por la naturaleza de su espíritu, el ser humano tiene un vínculo interior con la Esencia infinita en cuya virtud percibimos señales trascendentes. Los poetas han desarrollado sus antenas interiores para percibir esas señales trascendentes, tanto metafísicas como místicas, en su condición de intermediarios de los efluvios sobrenaturales en cuya virtud captan verdades que el poema formaliza mediante imágenes y símbolos. Cuando sor Magdalena del Espíritu Santo sintió admiración por la hermosura de las palabras y la sutileza que portaban los versos de san Juan de la Cruz, para satisfacer su curiosidad ante el profundo sentido que su lírica entrañaba, se atrevió a preguntarle al fraile poeta si Dios le daba esas palabras que tanto comprendían y adornaban, a lo que el inmenso místico contestó: “Hija, unas veces me las da Dios y otras las busco yo” (5).
Muchos poetas han dado el testimonio (como lo hicieran Frederic Hölderlin, William Blake y Francisco Matos Paoli), de que han escuchado una voz interior o una voz superior, secreta y misteriosa, que les han dictado poemas, lo que evidencia el hecho de que, además de la intuición, por la que captan sus propias verdades, acontece la revelación de mensajes trascendentes. Los grandes creadores tienen lo que los antiguos griegos llamaban “impulso demoníaco”, una especie de fuerza creadora o aliento generativo en cuya virtud poseen el ‘germen generativo’ de la creación, lo mismo en el área poética, que filosófica o científica. Se trata de un poderoso impulso que concita la energía para crear algo nuevo y hermoso, como lo ha experimentado Fredo Arias en su vocación teorética y como lo han sentido los grandes creadores que en el mundo han sido. Del lenguaje común se aparta el lenguaje de la poesía y, dentro de ese lenguaje especializado existe el protoidioma señalado por Arias de la Canal como la marca de la creación poética. El protoidioma, o ‘primer lenguaje’ de la expresión poética, es la clave filológica mediante el cual se revelan los creadores de versos dotados con la rara virtud del don poético de la creación.
Mediante el concepto del protoidioma, Fredo Arias ha actualizado no solo un vocablo auspicioso para la crítica filológica, sino que ha abierto una compuerta, conceptual y estética, mediante la cual se puede auscultar, desde la palabra poética, el fluir inconsciente del sujeto creador a través del trasfondo connotativo de los arquetipos. Mediante el protoidioma, el poeta da cuenta de la dimensión original y prístina del modelo primordial, no del primer lenguaje, sino de los arquetipos de la sabiduría espiritual de la experiencia cósmica, subyacente en la dimensión espiritual de la psiquis humana. Ubaldo Di Benedetto explica el significado del protoidioma de esta manera: “Protoidioma no significa la forma más temprana del lenguaje reconstruido por la lingüística comparada. Más bien, es un lenguaje de primer orden articulado por el psicoanálisis. Para ser más preciso, es un lenguaje que demuestra, a través de arquetipos inconscientes pero constantes, las imágenes y los símbolos que están en la base de la experiencia evolutiva de la humanidad” (6).
Pues bien, Carl Jung sostuvo que el “inconsciente colectivo”, que infirió del “inconsciente individual” de Sigmund Freud, forma parte de la memoria cósmica, instancia de la sabiduría espiritual que la humanidad hereda mediante formas o modelos conceptuales a los que llamó arquetipos, que recibimos a través del Logos, como ya intuyera Heráclito en la antigüedad. Los modelos arquetípicos, que la psicología moderna ha estudiado como pautas del comportamiento ancestral, son también útiles y pertinentes al estudio del lenguaje y al crítico literario para entender y valorar la creación poética. El acierto de Fredo Arias ha sido comprender y aplicar, con visión iluminadora, el concepto de los arquetipos al fenómeno de la creación poética y, en particular, al creador de la obra poética, como lo hizo al enfocar la personalidad metafísica del poeta para significar su singular talante como canal de la memoria cósmica en los fenómenos de conciencia.
Rastrear en el lenguaje poético las imágenes del inconsciente personal o del inconsciente colectivo a través de los traumas infantiles o las tragedias de la humanidad es una vía auspiciosa y esclarecedora, para captar el sentido de voces y expresiones con el sentido críptico que comportan o como fuente deíctica de las imágenes arquetípicas de la memoria cósmica. Si las imágenes arquetípicas aluden a creaciones personales o a una herencia colectiva del género humano, son provechosas, siempre que la interpretación del crítico contribuya a esclarecer el sentido del texto que, cuando se enfoca en su expresión arquetípica, transmite mensajes y verdades desconocidos por los propios creadores de la obra poética. Así el protoidioma juega un rol clave, observación que ha sido el gran acierto del analista mexicano. Arias de la Canal tiene en su haber varios méritos, entre los cuales hay que destacar, en el ámbito de la interpretación textual, los siguientes:
- Descifrar el lenguaje del arcano profundo que las imágenes arquetípicas y simbólicas revelan como la voz primordial anidada en el paleocórtex del cerebro, según la óptica del pensador mexicano. 2. Enfocar en decenas de obras poéticas el lenguaje del protoidioma, mediante el análisis filológico con su exégesis textual. 3. Inferir, de los traumas existenciales de la infancia, señalados por psicólogos y neurólogos, la conformación de los módulos cerebrales que explican el desarrollo de la sensibilidad poética con su percepción de los fenómenos de conciencia y su incidencia creativa en el poema. 4. Congeniar las contribuciones conceptuales de la lingüística, la psicología, la antropología y la crítica literaria al estudio y la interpretación de la creación poética. 5. Consignar que las experiencias de la infancia del hombre inciden en el inconsciente humano con semejante virtualidad operativa al de las imágenes arquetípicas de la sabiduría universal de la memoria cósmica.
La tesis de Fredo Arias, inspirada en un lenguaje de las formas originarias que determinadas imágenes sintetizan, alienta la teoría del protoidioma para explicar, desde la ladera psicoanalítica de la creatividad literaria, el singular fenómeno de la creación poética. Así como las diferentes lenguas no son sino variadas expresiones fónicas que responden a un mismo ‘modelo’ conceptual, como enseñara Guillermo de Humboldt, así también hay un mismo patrón, genio o pattern literario que subyace al poema, como lo evidencia el protoidioma de la creación según la obra de los poetas de distintas lenguas, épocas y culturas mediante las voces y expresiones comunes que remiten a experiencias similares. El rol del protoidioma, de una importancia insospechable para el estudio y la valoración de la creación poética, permite colegir, no solo el rasgo distintivo de los genuinos creadores, sino la fuerza sugerente de las imágenes arquetípicas: “Si los psicolingüistas hubieran profundizado más en la mente, habrían descubierto que las estructuras conceptuales portaban imágenes y estas a su vez contenían arquetipos inconscientes o imágenes típicas y repetitivas relacionadas con, digamos, la muerte y el rechazo” (7).
En consecuencia, la creación poética formaliza, mediante el lenguaje indirecto de las imágenes, una representación simbólica de conceptos que aluden a realidades hondas, significativas y trascendentes. En efecto, mientras el hablante ordinario expresa conceptos directos en la mostración de las cosas, el poeta traduce esos conceptos en imágenes para sugerir grandiosas verdades de su propio peculio o de la sabiduría universal. Además de ese atributo lingüístico, los poetas conocen instintivamente la clave del protoidioma, aunque desconozcan su significado o la alusión simbólica del torrente de imágenes, de las cuales son canales, interlocutores o amanuenses, en su condición de señales inconscientes de contenidos profundos. Desde luego, hay impulsos psíquicos desconocidos tanto por los poetas, como por los hablantes ordinarios, en virtud de su trasfondo conceptual que los filólogos captan e interpretan. Conocer ese trasfondo significativo es la función del protoidioma, en cuya búsqueda Fredo Arias ha dado un paso trascendental para su conocimiento y valoración.
Los poetas tienen el mérito de “ver un mundo en un grano de arena”, como dijera William Blake. Ese mundo interior, que desentraña el protoidioma de la poesía, da lugar al advenimiento de poetas trascendentes, en su doble condición de poetas metafísicos y místicos. Los poetas místicos y metafísicos canalizan en su lírica, mediante el arsenal de su bagaje lingüístico, un contenido oculto portador de un aliento trascendente. Además de los efluvios de las cosas que misteriosamente la alta poesía capta y comunica, la lírica suele ser canal, mediante los símbolos comunicantes, de impulsos del “inconsciente colectivo”, que Jung conectaba a la memoria cósmica, o del inconsciente personal, que las imágenes poéticas canalizan, que Fredo Arias empata al paleocórtex cerebral, como eco o canal que vehiculiza los impulsos reprimidos y los traumas de la infancia alojados en el inconsciente.
En virtud de las relaciones sintagmáticas y asociativas del lenguaje culto, la poesía es polisémica y multívoca, como demostré en mi libro Lo popular y lo culto en la poesía dominicana (8) y, en tal virtud, los símbolos y las imágenes formalizan la naturaleza del poema, sea cual sea la orientación estética del poeta o la intención de su temática. Lo que los grandes poetas han creado (piénsese en Jalal-udin Rumi, san Juan de la Cruz, fray Luis de León, Dante Alighieri, William Blake, Paul Valery, Emily Dickinson, William Wordsworth, Federico García Lorca, Rainer María Rilke, Alfonsina Storni, Francisco Matos Paoli, Octavio Paz, Karol Wojtyla, Manuel del Cabral, Tulio Cordero, etc.), mediante la complejidad de su lírica metafísica o mística, ha sido cifrar en el lenguaje poético un caudal de alusiones psíquicas y de contenido críptico, que un explorador del inconsciente estético, como Fredo Arias, ausculta desde la ladera soterrada de la palabra poética. El acierto del crítico mexicano ha sido subrayar el sentido del valor arquetípico que las imágenes y los términos léxicos que portan y sugieren el significado oculto bajo el manto del protoidioma.
La teoría platónica de la inspiración divina y la teoría científica del paleocórtex cerebral enfocan el mismo problema gnoseológico de las imágenes arquetípicas. Como creo en la confluencia de ambas propuestas teoréticas, valoro el resultado exegético, que en el caso del protoidioma, es singularmente revelador. La poesía combina imágenes conscientes e inconscientes, pues como dijera el santo poeta abulense, unas veces las elige él, otras veces le son reveladas por la Voz de lo Alto. En su imbricación de forma y sentido, el poema es un poliedro de la dimensión sensorial de lo existente y la vertiente metafísica de lo trascendente. El pensamiento poético de Arias de la Canal, a la luz de la psicolingüística, aporta un fecundo instrumental de análisis y valoración para la comprensión del proceso creativo que da cuenta de uno de los fenómenos singulares de la conciencia trascendente.
El fenómeno de la creación poética, desde el proceso mismo de su gestación, reclama la atención al lenguaje como el instrumento inexorable de la expresión. Con ese fin, hay tres vertientes del lenguaje destinado a la creación poética:
- EL LENGUAJE DEL YO PROFUNDO. Vinculado al creador, como compositor o sujeto lírico, en sus operaciones creativas ausculta el trasfondo de sí mismo y, en tal virtud, la voz personal de la conciencia. Genera la poesía fundada en el mito o creación mitológica.
- EL LENGUAJE DEL SER INTERIOR. Vinculado a la naturaleza como objeto o referencia que funda la visión del mundo, explora el sentido de fenómenos y cosas y, en tal virtud, genera la voz subjetiva de las cosas, con verdades intuidas. Genera la poesía metafísica.
- EL LENGUAJE DE LA ESENCIA TRASCENDENTE. Vinculado a la Divinidad y a los efluvios del más allá, orilla el sentido del misterio y, en tal virtud, ausculta la voz universal de la sabiduría cósmica, con sus verdades reveladas. Genera la poesía mística.
Las leyes de la creatividad poética
Todos los géneros literarios tienen unas leyes a las cuales se someten instintivamente sus creadores, aunque no tengan conciencia de que las aplican en su creación literaria.
Fredo Arias de la Canal ha inferido, después del examen minucioso de centenares de poemas de las letras hispánicas, las leyes de la creación poética. La primera de esas leyes comprende los arquetipos que el poeta concibe durante sus sueños o estados de inspiración. Según el teórico mexicano, esos arquetipos provienen del inconsciente del poeta o paleocórtex cerebral y se hacen conscientes al percibir, escribir o recordarlos. Las leyes de la creatividad poética y de los arquetipos del inconsciente conforman el protoidioma de la creación, que comprende los elementos léxicos distintivos del poema.
Es importante subrayar la existencia de la herencia cultural, paralela a la herencia genética, que comporta condiciones físicas, psicológicas y metafísicas. Esas condiciones marcan las inclinaciones en la vida, y de un modo especial las tendencias intelectuales, estéticas y espirituales, con la vocación por la ciencia, el arte, la religión, la filosofía o la mística.
Las tendencias de la sensibilidad vienen, en parte, determinadas por la energía numénica (de numen, ´aliento sagrado´), que comprende el influjo espiritual del Cosmos en la personalidad de los individuos y los pueblos. Hay, por tanto, un aliento espiritual de la cultura, que marca la onda metafísica de una literatura, el amor a un ideal, el cultivo de unos valores, la inclinación por la espiritualidad o el desarrollo interior de la conciencia. Ese aliento espiritual está vinculado a la energía divina por cuanto entraña el aliento sagrado vinculante con la Divinidad, que genera el influjo del entusiasmo, la inspiración y la iluminación.
Ya se sabe que el Universo tiene su propia sabiduría, como ha enseñado la física cuántica, que se revela en el “inconsciente colectivo” de la humanidad. El desarrollo de la conciencia permite acceder a algún costado de la memoria cósmica, que es la experiencia acumulada por las diferentes culturas a través del tiempo. Algunos seres privilegiados, entre los cuales figuran los iluminados, los místicos y los poetas, son amanuenses de esa sabiduría cósmica a través de su creación metafísica o su lírica mística.
Así como hay fuerzas sociales que determinan el comportamiento de los pueblos, así también hay fuerzas interiores que marcan y perfilan el destino individual o el talante de una cultura. Por ejemplo, las palabras se impregnan de sabiduría y poder cuando las dotamos de entusiasmo, de amor, de fe, de convicción y, sobre todo, de un ideal humanizado. Los psicoanalistas han demostrado el rol del inconsciente en las actitudes y los comportamientos de las personas, que Fredo Arias ha aplicado al proceso y al producto de la creación poética a través de los símbolos arquetípicos que canalizan el peculiar lenguaje de la poesía. Ese lenguaje poético, el de las imágenes y los símbolos, revela no solo determinados procesos inconscientes signados por las imágenes primordiales, sino la voz singular y sugerente de hondas reminiscencias con su contenido secreto.
Como mucho acierto intuitivo dijo Ubaldo Di Benedetto que el hombre con problemas, vale decir, imbuido de conflictos interiores, es propenso a ser poseído por arquetipos (9). Es la condición singular de los creadores de poesía, cuyos reales parecen aposentarse en los sujetos alterados por traumas y sucesos angustiantes con su impacto en el inconsciente. La creación poética no es sino una vía creativa para restaurar el equilibrio o, como dice Di Benedetto, una manera de crear armonía. La necesidad de ese equilibrio activó la búsqueda filológica de Arias de la Canal para ir en auxilio de la comprensión del producto más refinado y sugerente de la creación humana.
Si al creador de mundos ficticios lo mueve un rechazo a las manifestaciones nefastas de la realidad social, al creador de propuestas poéticas lo concita una necesidad psicológica de sofrenar los tormentos, desequilibrios o desarmonías que su sensibilidad experimenta consigo mismo o con el mundo circundante. El impacto transformante de la experiencia mística en los contemplativos, el amor embriagante en los enamorados o el sentimiento de la belleza y el misterio en los estetas, alienta el impulso de la creación que ha de propiciar una canalización alternativa y edificadora. La nostalgia, como el amor y la pasión, constituyen un aliento que atiza la potencia creadora con el ímpetu entusiasta de la energía poética, erótica, cósmica y mística subyacente en la fuerza germinante del Logos, que Heráclito asociaba al fuego como elemento generador de la capacidad creativa o como energía sagrada por su espiritualidad fecundadora. La intuición estética de Fredo Arias conlleva una contribución al estudio del poema y del proceso que lo gesta en el interior de la conciencia.
En los procesos interiores de la intuición espiritual y estética que culminan en el poema, el cuadro pictórico o la partitura musical, el autor experimenta un estadio similar al que revela el anhelo del sufí, cuando dijo: “Márcame, como el tulipán, con tus propias vetas” (10).
Los arquetipos literarios, que son las imágenes primordiales vinculadas a la fuente originaria, expresan lo que subyace en el interior del creador, que sus imágenes y símbolos formalizan. Por esa razón los poetas, como ningún otro creador, suelen ser los voceros del alma individual y del alma colectiva de un pueblo, en tanto atrapan y expresan las ondas del numen peculiar de su cultura. Con razón decía Fernando de Herrera que “en la belleza que contempla, busca lo inmenso” que la realidad contiene (11). Al decir “lo inmenso”, se refiere al caudal de sabiduría espiritual del Universo.
Cuando Plutarco decía que “las ideas de las deidades traen una luz con ellas que iluminan a quienes las perciben” (12), aludía al “aliento superior” que ilumina, edifica e inspira. Por eso los poetas, como los primitivos, los niños y los místicos, saben darles forma y sentido a la vivencia contemplativa, al aliento de las musas y a la inspiración creadora. De ahí la compenetración emocional, imaginativa y espiritual que el poeta establece con la cosa cuando, al colocarse en su interior, termina identificándose con la cosa misma, como lo revelan estos entrañables versos del místico persa Jalaludin Rumi:
Yo soy la llama
y alrededor de la llama, la mariposa.
Yo soy la rosa
y, ebrio de rosa, el ruiseñor.
Para una mejor comprensión del protoidioma, el psicoanalista literario presenta un poema de su insigne compatriota, Enrique González Martínez, en cuya cuarta estrofa se lee:
Que esquives lo que ofusca y lo que asombra
al humano redil que abajo queda,
y que afines tu alma hasta que pueda
escuchar el silencio y ver la sombra.
Eso que “ofusca y asombra” obedece a las misteriosas imágenes del espacio cósmico, que capturan los poetas y experimentan los místicos en el fulgor de su éxtasis, lo que nos permite entender la afirmación de Evelyn Underhill cuando dijo que “allí donde el filósofo argumenta y el artista contempla, el místico vive” (13). Esas singulares vivencias del espíritu preceden al proceso creativo del poema y alientan el sentido profundo de las artes y las letras.
La fuente metafísica de la inspiración, mediante el paleocórtex cerebral o el manadero cósmico, funda la misteriosa condición del arte y la creatividad estética. La operación del poeta es asumir la fragua de su experiencia y sus obsesiones, intuiciones y vivencias, convertirlas en sustancia de su realidad estética y transmutar esas obsesiones y vivencias en clave de sus intuiciones estéticas. De ahí las leyes de la creación poética, que Fredo Arias de la Canal sintetiza así: 1. Los arquetipos que concibe el poeta durante sus sueños o estados de posesión (o inspiración) provienen de su propio inconsciente o paleocórtex cerebral y se hacen conscientes al percibir, escribir o recordarlos. 2. Todo poeta es un ser que simboliza sus traumas orales con arquetipos pertenecientes al inconsciente colectivo, del cual su propio inconsciente es parte integrante. 3. Todo poeta concibe, en mayor o menor grado, arquetipos cósmicos: cuerpos celestes asociados principalmente a los símbolos: ojo, fuego y piedra y secundariamente a otros arquetipos de origen oral-traumático (14).
Esas leyes de la creatividad dan cuenta de la dimensión metafísica, subyacente al proceso creador, y un explorador de la mente -y del poema como su expresión estética- ausculta, comprende y revela, como ha hecho Arias de la Canal, ya que conforma el protoidioma de la creación poética. El lenguaje peculiar del poema, en su esencia idiomática, ha sido develado por un psicolingüista y filólogo, como lo es el psicoanalista literario Fredo Arias de la Canal.
La primera ley de la creación poética, consistente en que el poeta formaliza en imágenes los arquetipos del inconsciente, se centra en el propio creador. De ahí su vinculación con la memoria individual y su propia experiencia de vida, así como su relación con las verdades poéticas que su intuición perfila. Se entiende que hay una memoria individual y una memoria colectiva, propia de la sabiduría universal o cósmica, como la intuyeron los antiguos griegos y que Jung asoció al “inconsciente colectivo”. Tanto la memoria personal, como la colectiva, vienen registradas en el poema mediante imágenes y arquetipos del inconsciente personal y el inconsciente colectivo. Todos los poetas formalizan esas imágenes de su memoria personal y la memoria colectiva. Alfonsina Storni, la eminente poeta argentina, escribió en su poema “Una lágrima” (15): “No mía, que madrastra fue de Edipo/y Hércules la forjó sobre su pira, /porque mis ojos, cráteres antiguos, /por otros ojos conocieron lava”.
La segunda ley, que el poeta simboliza sus traumas en arquetipos del inconsciente colectivo, se centra en las imágenes del Universo. De ahí su relación con la memoria cósmica. Según esta teoría, se entiende que el paleocórtex registra una memoria de la sabiduría cósmica, que las imágenes poéticas refieren. Fredo Arias ha dicho que el poeta es el único ser viviente que recuerda en su creación las experiencias cósmicas mediante los arquetipos que su inspiración o sus sueños formalizan. En su poema “Crepúsculo”, Olga Arias, poeta mexicana, recrea arquetipos del inconsciente colectivo en estos versos (16):
Por la arboleda avanza
el índice del viento
y al final, en la cumbre cósmica,
un rostro se mira, allí, desde el cáliz
donde las estrellas hablan
y las escuchan las rosas.
Por el sendero
también camina mi voz y le responden,
con un manojo de musgo,
las piedras solemnes.
La tercera ley poética, la de los arquetipos que los poetas crean, conlleva la concepción de la imagen primordial de lo viviente que las imágenes y los símbolos comunican. Esta ley supone el poder intrínseco de los poetas en virtud del germen fecundante de su potencial interno, que la palabra poiesis, que significa ´creación´ en griego, contiene y desarrolla. Los poetas crean imágenes de las cosas, que las palabras formalizan, y también imágenes de la dimensión metafísica de lo real, que los símbolos verbalizan. Arias de la Canal descubrió tres voces claves: ojo, fuego, piedra, que los poetas emplean en su lírica, así como otros símbolos arquetípicos de su personal factura. La poeta uruguaya Marta de Arévalo, en “Abrasamiento”, crea una visión cósmica mediante los símbolos arquetípicos de la creación poética (17):
Abrasada en esta llama de brumas y realidades
pienso a veces en días suspendidos
de afanes que me invento
cómo era en el tiempo inigualado
de esperas y de ensueño.
Ya no me busco el rostro
que entonces trascendía el infinito aliento
no encuentro en mi mano
el rastro prodigioso de la caricia intensa
no espero en el aire la onda luminosa
del amoroso acento.
Hoy sé que es imposible volver a las memorias.
Recojo entre cenizas
callada y dulcemente el alma de ese entonces
y dejo una sonrisa -tristísima-
como una rosa mustia sobre tu soledad.
La imagen arquetípica de la creación poética
Cuando Francesco Petrarca, en su “Epístola en defensa de la poesía”, plantea que una “fuerza divina del espíritu” se alberga en los poetas, de alguna manera alude a las Musas o deidades inspiradoras de los antiguos griegos, el Pneuma o soplo espiritual de los hebreos o el “Inconsciente colectivo” de la psicología moderna. La imagen arquetípica es una proyección formal de la vida psíquica del sujeto creador que la obra poética plasma en la escritura. Imágenes como “fulgurando en la lumbre de tu lámpara”, “mudo cordón umbilical que nos esposa al sol”, “copos de fuego dilatados”, “y el incendio soñado me quemaba”, entre otras que presenta Fredo Arias en La divina comedia de Dante, ilustran el impacto de lo real en la conciencia del poeta. La creación poética entraña la gestación de un concepto y una imagen en forma nueva, puesto que no se trata de repetir lo que otro ha dicho o reproducir la idea de una realidad sensible, sino de crear una nueva manera de sentir el mundo o revelar una dimensión inédita de la realidad. El poema puede realizarse mediante una imagen sensorial o una imagen trascendente. Si la imagen trascendente recrea formas provenientes de la memoria cósmica, conforma la imagen arquetípica que, según los psicólogos y psicoanalistas literarios, se asocia a traumas alojados en el inconsciente. Quizás por eso dijo Plutarco que las almas no son vasos que se han de llenar, sino antorchas que se han de encender.
Sabemos que una cosa es pensar en conceptos y otra deferente es pensar en imágenes. La primera es propia del hablante ordinario y la segunda, del poeta que, al convertir en metáforas su percepción intuitiva de lo real, crea una manera diferente del lenguaje común. Con razón dijo Aristóteles que la verdad poética es diferente de la verdad histórica y de la verdad filosófica, aunque sus percepciones generen verdades de juicio y verdades de hechos. Al contemplar la belleza, no todos tienen la misma sensación, la misma percepción y la misma valoración. La emoción ante la belleza convoca los poderes de la creación, que se manifiesta en la expresión de la hermosura mediante el encanto de la forma o la hondura del sentido. O mediante la belleza del pensamiento, que es una manera de crear poesía. Pero una cosa es expresar la belleza de la cosa en sí y otra, la reacción que la belleza produce en el interior de la conciencia. Una cosa es la belleza objetiva y otra la emoción estética y la fruición espiritual que la vivencia de la belleza provoca. Ese gozo espiritual que entraña la fruición funda la vivencia metafísica y simbólica en el contemplador. Al estudiar las imágenes poéticas, Fredo Arias da a conocer la naturaleza del poema, el proceso que lo genera y las condiciones metafísicas del sujeto creador.
El concepto del inconsciente colectivo, de tanta repercusión para la vida psíquica y los arquetipos de la creación, trasciende la dimensión personal de las vivencias del poeta, ya que comprende formas arcaicas y ancestrales, como advirtió Carl Jung. El valor trascendente de la poesía es su incursión en los arquetipos universales que las imágenes poéticas asumen, sintetizan y perfilan. Los impulsos secretos del inconsciente personal o colectivo generan los arquetipos que conforman el protoidioma universal, al que acuden los poetas de manera instintiva. Ese aserto, fundado en las enjundiosas reflexiones de Carl Jung y Fredo Arias, es una manera científica y psicoanalítica de valorar el impacto de la sabiduría espiritual del Universo cuyo protoidioma vincula al ser humano al numen de la sabiduría universal de la memoria cósmica. En virtud de esa convicción, el crítico mexicano ha sabido perfilar el rico filón proveniente del arcano de lo eterno que se manifiesta en forma creativa en los arquetipos del poema mediante las imágenes del inconsciente en cuyo entramado fluye la vida interior de la conciencia y concita el poder de creatividad. Los impulsos interiores, compulsivos y apelantes, abren la compuerta del inconsciente y de la dimensión trascendente mediante el proceso de interiorización que la poesía canaliza en sus diversas formas y estilos.
Tiene razón Arias de la Canal cuando afirma que la existencia del protoidioma distingue al poeta de los falsos poetas ya que los arquetipos identifican al poeta auténtico (18). Esos arquetipos, inconscientes o instintivos, fraguan los símbolos e imágenes que remiten a la sabiduría universal que el protoidioma formaliza. Mediante el concurso de los arquetipos de la sabiduría universal, que el Logos comunica y el protoidioma recrea, los hemos heredado genéticamente, como enseñara Jung, ya que son conocimientos acumulados de las generaciones históricas, que la memoria cósmica almacena en alguna instancia del Cosmos, por cuya virtud somos la continuación del pasado, razón por la cual hay una supervivencia del pasado en el presente. Por esa razón, Blas Pascal dijo que “el corazón tiene razones que la razón desconoce” y los filólogos sabemos que el poeta dice sabias verdades mediante imágenes y símbolos cuyo sentido no siempre entiende porque a su través fluyen los arquetipos del inconsciente que algún trauma prohijó.
Fue un brillante acierto de Fredo Arias plantear el Protoidioma con las leyes de la creatividad. La poesía no canta solo lo que acontece en la vida, sino que aborda el sentido de fenómenos y sucesos para dar con la motivación profunda de lo que pensamos, sentimos y hacemos. De ahí la grandeza de la poesía metafísica y la hondura de la lírica mística que, mediante el caudal de sus imágenes arquetípicas, revelan un mundo desconocido. En su condición de filólogo y psicoanalista del poema, Fredo Arias es un estudioso de la palabra y un cultor de la filología, la psicología y la crítica literaria y, en tal virtud, subrayó el “secreto poético” que se anida en el alma de los poetas como arquetipos del inconsciente.
La huella del inconsciente en la creación poética
Se sabe que los poetas conocieron el “inconsciente”, antes que lo descubriera Freud, y dieron forma a las imágenes del “inconsciente colectivo”, antes que Jung las identificara, y usaron el “lenguaje secreto” de la creación, antes que Fredo Arias lo advirtiera, como se puede apreciar en el agraciado apelativo de protoidioma de la creación. Para Arias de la Canal, el protoidioma es “el único lenguaje sin equívocos, prejuicios y falsedades” (19), como el de la imagen arquetípica que revela lo que genera el inconsciente y lo experimenta el corazón. En su libro De la filosofía al rotoidioma, el pensador mexicano consignó: “El psicoanálisis ha demostrado a través del descubrimiento de los arquetipos orales que conforman el protoidioma de la humanidad, que la conciencia inconsciente en realidad es una conciencia inconsciente colectiva, haciendo también de la observación individual una observación colectiva sin la cual no se puede comprender la influencia que ejercen las consciencias sobre la materia en la teoría de la mecánica cuántica” (20).
La imagen que forjamos de la cosa forma en la mente una idea que la palabra verbaliza en la expresión. Lo real engendra una idea de su forma, que se vuelve imagen y/o concepto en el cerebro, con la que la mente forma un prototipo que la internaliza en la conciencia. La idea de la belleza absoluta -o del bien absoluto-, como lo entendía Platón, facilita la comprensión del concepto de arquetipo primordial. Los elementos primordiales, originarios y arcaicos, conforman los arquetipos, que mediante imágenes o símbolos se pueden sugerir un lenguaje primario o protoidioma de la creación. Como dijera Fredo Arias, la memoria humana registra la existencia de arquetipos cósmicos bajo el resguardo del inconsciente colectivo (21), objetivados con imágenes y símbolos que la poesía formaliza. En su condición de psicoanalista literario, el teórico mexicano del protoidioma formuló: “Como crítico literario, soy el ojo que mira al poeta a través de su poesía, pues el poeta está determinado por su trauma oral a concebir los arquetipos del protoidioma para intercalarlos con su idioma vernáculo y darles metro o ritmo libre” (22). El caudal conceptual, imaginario y espiritual que la humanidad hereda mediante el Logos -con el concurso de la sabiduría universal de la memoria cósmica- a cuyo través fluye el lenguaje primordial y secreto del protoidioma, refleja el genio de una lengua y el espíritu de una literatura. Conocer ese rasgo original que refleja el talante singular de la condición humana, ha sido un gran aporte del filólogo mexicano por su contribución al estudio de la creación poética mediante el método psicoanalítico a la luz del lenguaje. Desde que se tiene memoria de la existencia humana, el hombre está dotado de un lenguaje cuyo protoidioma funciona de manera semejante en todas las lenguas y culturas y, desde luego, en todas las literaturas. La inserción del hombre en el concierto del ordenamiento universal explica su vinculación con la Energía cósmica y la proyección de su ser, su creación y su cultura desde la esencia fundante de lo viviente.
La poeta cubana Miladis Hernández Acosta, del grupo interiorista “Eliseo Diego” del Ateneo Insular en Guantánamo, en “Un día con los filisteos en la vigilia del arca de Dios”, consignó que se siente un eslabón del silencio cósmico como “odre de la infinitud” (23):
Todavía el polvo se disuelve hincándome la espalda
sospecho que soy el único que se arranca un esqueleto
que no me pertenece.
¿Cómo limpiar la sajadura de un arca inhóspita
y la sed por los tumores fosilizados?
Otros piden la eclosión de los caminos
y las mordidas de las plagas.
Aprendí a profanar los tumultos,
a ser un punto arrojado en las profundidades,
el eslabón del silencio que gorjea
en la mañana que no madura su luz.
Pero hay un arca que quema mis dedos
mi cielo es páramo que no tantea promesas.
He de buscar refugio y sepultar la ladina en esta vendimia
romper la estatua con garras que se come
los panales de la vida,
la que golpea mi edad y mi veladura.
Duele flechar el fantasma de la sombra
que sale a buscarme
ver del desnudo y la asechanza de mi odio lastimado
la sentencia del pájaro enlodado que muere.
Si alguien siente el escape de mi existencia
ha de lanzar la piedra permanente.
Yo solo sé de un arca infernal en la cima de mis heridas
no cesa su máscara huidiza en el estremecido perigeo.
Estanca el serrín y sus gritos en mi cabeza gris
nada cambia en el polen de este incendio en deterioro
me sujeto de la lluvia y el áspid
como marionetas perdidas.
Nadie indica el vórtice de mi extinto gesto
y mi áspero continuar.
Soy la migaja, la derrota, odre de la infinitud
signo oculto en el vientre del arca y mis costillas flotan
como hilos tumefactos
y la advertencia de los antepasados empuja mi muerte.
Según Arias de la Canal, los arquetipos del inconsciente pasan a la conciencia bajo el influjo del trauma oral, ilustrado en “Caracola”, de la poeta peruana Rosamarina García Munive (24):
Exaltada metáfora del tacto te hace mía,
caracola de espuma, hiedra amorfa
tallada estalactita sosteniendo
la brisa enajenada que te nombra.
Desde el fondo del agua tus sábanas emergen
con un temblor de obsidiana a piel abierta,
anatema de luz tus venas rotas
lo mismo que mazorcas destiladas.
Un cuervo amarillo en danza de puñales acecha
la luz compulsiva del instante,
quemando uno a uno esféricos ramajes del silencio.
El espacio bifurca íntimos relieves siderales
contra el abismo espectral de los sonidos
quebrándose en sílabas mutantes.
Caracola, relámpago del tacto
marmórea sensación de fuego abierto
bajo la piel ardiente del zarpazo.
En cada pulsación el viento arrastra
la plenitud que al fin se desvanece,
abrupta media luna me descalza
estoy bajo tu yugo esfinge soledosa
mitad azul de la memoria
que al abrasarme se desgaja.
Huele a semen la flor exacerbada del origen,
magnitud antepuesta que desnuda
la órbita abismal de lo profundo.
Enciendes con tu lengua sangrienta
apostasía de la arcilla.
Guárdame, entre almohadas de orugas y luceros
mientras gotea copérnica ceniza por mi frente.
La faceta implicada en “seno alucinado”, generador de imágenes arquetípicas, inspira al poeta salvadoreño David Escobar Galindo el soneto alusivo a la fuente primordial del poema, con obvio influjo de la lírica del poeta español fray Luis de León (25):
Crece el color al cielo revelado,
fulgor, rumor que por el campo afina
se nube ausente, su imposible mina
de cuerpos fieles, con temblor sagrado.
Qué obstinación del aire traspasado
por un sabor de stella matutina,
délfica luz de la ventana en ruina,
ciega razón del pozo iluminado.
Oh afinación del aura femenina
que toca el pecho casi alucinado,
brasa, verdor, espejo que adivina
lo más profundo del azul estado,
donde dibuja la flagrante espina
clave y perfil del hombre enamorado.
El cerebro humano, mediante la percepción de los sentidos corporales, franquea las señales provenientes de la realidad, que convierte en torrente imaginario con el que integra el conjunto de los arquetipos universales. Nos forjamos una idea de lo que somos, lo que es el mundo y su significado, que simbolizamos en el lenguaje que codifica percepciones y valoraciones, pero como la conciencia no registra toda la experiencia psíquica, hay facetas de las percepciones entrañables que la razón no advierte sino la dimensión de la mente que llamamos inconsciente y que la intuición, que capta lo que la razón ignora, subrepticia u oblicuamente lo revela en la vertiente simbólica de los signos verbales.
En su obra El cerebro y el mito del yo, Rodolfo R. Llinás consignó: “El lenguaje hablado, al contrario de la prosodia corporal o de la gesticulación facial, amplifica enormemente el ámbito de la comunicación, así como el rango de los sentidos. ¿Cómo? Cualquier ejemplo sirve. Mi amigo está parado en mis hombros y mira por encima de una pared elevada: “¿Qué ves?”, le pregunto. Entonces me cuenta. El lenguaje hablado claramente me permite “ver”, allí donde mi vista no llega” (26). Si, efectivamente, el lenguaje hablado, distintivo de los humanos, permite “ver” lo que sensorialmente no vemos, mucho más adentro llega el “ojo” del inconsciente que la literatura vierte en sus imágenes a través de las creaciones estéticas para iluminar facetas de la realidad sensorial y vertientes de la realidad metafísica, tal como lo ha evidenciado el protoidioma de la creación, con sus ramales de la memoria cósmica cuya sabiduría destilan las imágenes arquetípicas. Mediante el lenguaje del ser profundo, el poeta español José Hierro, en su poema “Experiencia de sombra y música”, escribió (27):
De tierra y aire y agua y fuego
y carne y sangre… prodigiosa
como un presente eternamente
presente. Bebes gota a gota
las estrellas sonoras; sorbo
a sorbo, todo el dolor, toda
la vida, todo lo soñado:
el Universo. Ya no importa
morir, hacernos eco tuyo.
La dimensión singular del sujeto creador
En su estudio del fenómeno poético, este fecundo crítico y teórico de las letras ha abordado las tres facetas del acto creador: el instrumento de la creación, centrado en el protoidioma; el texto de la creación, centrado en las imágenes arquetípicas; y el sujeto de la creación, centrado en la persona lírica. Este último aspecto lo hallamos en su obra La personalidad metafísica del poeta, que vamos a comentar a continuación. El sujeto creador, como cualquier persona del conglomerado social, se encuentra instalado en una realidad histórica, social, lingüística, antropológica y cultural desde la cual asume sus valores, principios y creencias para desarrollar sus condiciones intelectuales, morales, estéticas y espirituales. Desde su talante empático y abierto, la persona del poeta experimenta el desarrollo de su sensibilidad: ante el encanto de la belleza sensorial, despliega su sentido estético; ante el asombro por la majestad del Universo, despierta su sentido cósmico; y ante la fascinación por el flechazo del misterio, se activa su sentido místico. Activadas esas tres dimensiones de su apelación sensible se desarrolla su sensibilidad trascendente y con ella el potencial creador de su intuición y su creatividad. Como ha subrayado Fredo Arias, la creación poética diferencia a su creador de los demás mortales por las condiciones psicológicas del sujeto lírico, la posesión del instrumento peculiar de la poesía y la capacidad de expresión de las vivencias y obsesiones que fundan el producto estético. Por la potencia de su energía creadora, el Logos se hace lenguaje en la palabra del hablante y, en virtud del aliento estético y espiritual que impregna la sensibilidad del sujeto lírico, la palabra se contagia de belleza y sentido que el poema formaliza en sus imágenes. La persona que ha desarrollado su conciencia superior se sabe poseedora de dones especiales, entre los cuales figuran el lenguaje y la capacidad de reflexión, intuición y creación, al tiempo que se engarza, mediante el Logos vinculante, a la Energía espiritual del Universo en cuya virtud forma parte del Todo.
Sea cual sea su formación intelectual, su desarrollo mental y su talante lírico, el poeta es un hablante excepcional por el don de su creatividad y el aporte de su visión estética. La palabra del poeta hace vívida y transparente la huella secular de nuestros ancestros. Si la conciencia puede entender el orden y el sentido de lo viviente, también puede crear un orden y un sentido en el pequeño mundo del orbe poético que su palabra formaliza. Nuestro pensamiento crea una nueva realidad que el poema o la ficción hacen sensible a través del lenguaje, que como instrumento verbal puede estar vinculado a la realidad que lo inspira, con unas connotaciones que hacen de su contenido un caudal de referencias espirituales y estéticas.
Además de la personalidad física, los humanos tenemos una personalidad metafísica en atención a nuestra dimensión espiritual. Y dentro de la personalidad metafísica hay una vertiente consciente, controlada por la razón, junto a otra vertiente inconsciente, del que la imaginación y el torrente irracional dan cuenta en actitudes, palabras, conductas y creaciones. Profundizar en la dimensión interna de sí mismo, de la realidad circundante y la cantera cósmica es una fecunda señal del desarrollo interior de la conciencia y la espiritualidad, así como una evidencia significativa de la dimensión metafísica de la persona y su obra creadora. Muchos recuerdan, como advierte Fredo Arias, sus experiencias oníricas provenientes de su yo inconsciente y otros reconocen, como el caso de los poetas metafísicos y místicos, que sus imágenes poéticas proceden de una inspiración que sobrepasa su comprensión. En La personalidad metafísica del poeta, leemos: “En la primera parte de este estudio, observaremos los testimonios poéticos de quienes han recordado sus experiencias oníricas de desprendimiento de su yo inconsciente y los viajes del mismo al Universo. En la segunda parte, veremos los testimonios poéticos de quienes han concebido las imágenes provenientes de su paleocórtex, de que son seres astrales. En cuanto a los poetas que narran sus experiencias de desprendimiento de su cuerpo -como si hubiesen muerto en su sueño- y sus viajes a las profundidades del Universo, de donde regresan para incorporarse, ¿serán estas experiencias oníricas, una defensa contra el gozo inconsciente de pasividad mortal, adaptación masoquista relativa a su primera infancia traumática?” (28).
Francisco Matos Paoli creía en la iluminación mística del poeta. Él mismo fue una cabal demostración, como se manifiesta en Canto de la locura, del influjo emocional y espiritual de las fuerzas trascendentes que eligen a los poetas como intermediarios de mensajes superiores. En su Diario de un poeta, el inmenso lírico puertorriqueño escribió: “Hay dos tipos de creadores: el poeta inconsciente y el poeta consciente. Y aún podríamos hablar de otra categoría existente: el poeta semiconsciente. Todos estos liridas reciben impacto inspiracional del más allá de la memoria, pero no en el mismo grado y calidad de retribución estilística. El poeta inconsciente se halla más cerca de la fuente primigenia del ser. Actúa a base de la teoría de la reminiscencia, de Platón. Es un poder mediumnímico de primer orden. Predomina en él la intuición. Escribe casi instintivamente, siguiendo el automatismo psíquico de la palabra, como gustaba de decir el Surrealismo. Toda la producción de este poeta se proyecta en la inserción de un olvido imantado por la invocación. Acude a una materia poética que proviene de la preexistencia del alma” (29).
La poeta colombiana Gloria Cepeda Vargas alude al secreto que imanta su creación poética:
Sobre la espalda llevo un secreto.
Es todo lo que queda de mis transmigraciones.
Sangre de otras arterias
sangre verde suelta y desmesurada
me disolvió en su cauce.
He mirado caer soles y vientos
y sé que esta nostalgia
es el aroma de violetas antiguas.
De pronto me soltaron así sin advertirme
que un relámpago es todo. En otro leño ardí.
Noche de ahora enséñame a esperar (30).
El protoidioma, como lengua arcaica del poeta según Fredo Arias, funda el arquetipo, concepto del que el estudioso mexicano exalta cuando escribe: “Como toda palabra es un prejuicio, según Nietzsche, debemos precisar la del arquetipo, como copia del modelo, que es la Idea de Platón. Cuando el poeta, en sus sueños o estados de inspiración, concibe los arquetipos cósmicos: cuerpos celestes asociados al ojo, la piedra y el fuego, y también a otros arquetipos oral-traumáticos, todos ellos son réplicas (no sombras) de los modelos metafísicos: las Ideas, que son conocimientos que trascienden los límites de la experiencia personal, mas no la del inconsciente colectivo, cuya memoria está en la zona antigua del cerebro (el paleocórtex)” (31). En otro planteamiento clave de su enfoque poético, para fundamentar el rol estético del protoidioma y los arquetipos del poema, Arias consigna: “Carl Jung en su teoría del inconsciente colectivo está influido por la teoría de la Idea de Platón, puesto que los arquetipos son las réplicas de las Ideas, que desde luego tienen un carácter apriorístico como lo observó Kant. Mas el concepto de Saussure de que el lenguaje es una construcción a priori en la mente colectiva de la comunidad parlante, es anterior del lenguaje arquetípico del inconsciente colectivo de Jung, que hoy se ha traducido al castellano y que he denominado protoidioma, por lo que los arquetipos han perdido para siempre su misterio simbólico” (32).
La poesía proyecta la impronta del “inconsciente colectivo”, que Jung definió como “el registro de la experiencia ancestral”, acumulada durante millones de años y que, como memoria cósmica, contribuye a conformar nuestra cosmovisión. Fredo Arias, que halló la clave para la interpretación de las imágenes del inconsciente colectivo en la memoria humana, enseña a entender la dimensión estética canalizada en el poema cuyo trasfondo transmite la herencia de la memoria cósmica a través de la inspiración poética. Esa voz profunda, “la voz que habla dentro de su conciencia”, como decía José Vasconcelos, la voz de la memoria cósmica, conforma la genuina personalidad metafísica del poeta, según Arias de la Canal. Al respecto, el analista mexicano subrayó: “Cuando descubrí que los arquetipos oral-traumáticos del inconsciente colectivo surgían necesariamente de la memoria del paleocórtex humano, la teoría de la supervivencia eterna del intelecto de Espinoza y la teoría de la renovación eterna del espíritu vivo de Jung se convirtieron en conceptos absurdos. El protoidioma arquetípico, parte esencial del inconsciente colectivo, es de carácter hereditario y no eterno. Es biológico y no divino” (33). Lo que Fredo Arias de la Canal no advierte, quizás por el enfoque científico de su cosmovisión, es el hecho de que, a pesar de su condición hereditaria, en el protoidioma está la mano divina que todo lo sostiene y fecunda. Estoy en desacuerdo con este planteamiento, ya que fundar el concepto del protoidioma en mera herencia biológica es, a mi juicio, reducir a su mera materialidad el influjo de tan crucial encuentro en el espíritu humano. Porque en ese fenómeno de la conciencia hay una huella de aliento superior de la conciencia cósmica, que la sola biología no puede explicar cabalmente.
Es también limitada su adscripción de la personalidad metafísica del poeta a su canalización de los arquetipos de la memoria cósmica, ya que, además, ostenta la faceta espiritual de su interior profundo con la capacidad creadora que entraña. De acuerdo a mi comprensión del fenómeno poético y del sujeto que lo procrea, la personalidad metafísica del poeta tiene también una dimensión proveniente de su condición espiritual en cuya virtud tiene cuerpo, alma y espíritu, y en tal virtud una capacidad de reflexionar, intuir y crear, que lo distingue de las bestias y las plantas. Desde luego, que la vertiente de la sabiduría espiritual que el hombre canaliza, forma parte también de su personalidad metafísica.
Pues bien, la personalidad metafísica, que el protoidioma instrumenta mediante la imagen arquetípica, también da cuenta de lo que enaltece la condición humana. En “Cementerio de la tarde” (34), el dominicano Guillermo Pérez Castillo escribe un poema con huellas de la memoria universal. En su expresión “Pretendo la soledad, pero todo me asiste”, en ese “todo me asiste” alude el poeta interiorista a la huella ancestral de la sabiduría cósmica, cuyo vínculo entrañable con el Todo y su relación empática con lo viviente es incuestionable:
Un vaho blanquecino entre árboles dormidos
y un leve sol desparramado.
El mito de la tarde aún existe…
Algo hay de mí en sus verdores apagados
en esas manchas solitarias en ese gris transido en rostros.
Pretendo la soledad pero todo me asiste:
solo entre ramas y azahares hay una multitud insólita.
Ahora todo mi universo es fronda, silabario ancestral,
brumas desdibujadas y pausas…
¿Es vivir ser parte de las cosas?
Busco las moradas donde asirme
como quien se niega a sucumbir
y sigo con la tarde descrita en luz de luciérnagas
que transitan horadando la oscuridad.
Mis corceles asidos de dioses cabalgan
y todavía la tarde es luz podrida
cementerio azul, ráfagas de alas.
Y retengo entre mis manos
la tarde abrevada pero cierta
llena de mariposas, cocuyos fugaces
y un tropel de alas en el sueño
en las lindes de mis ángeles…
Tarde que es un espejo
un pasadizo por donde huyo
a encontrarme con mis dioses.
La tarde que urdo y despojo
en arcoiris extintos es ésta de luz fallida
de soles oscuros que obnubilan los espejos.
Tiempo detenido que mitiga la luz
la célibe tristeza de los ojos que estrenan sus soles
sus cirios apagados.
Ojos de una instancia donde todo es el chasquido
de hojas magulladas
desde antes que el tiempo creara su tortuga
su horóscopo de sangre.
¿Qué tiempo no ha existido aniquilándose?
¿Qué tarde no fue esta tarde sólo porque mis ojos la negaron?
Cuando Fredo Arias publicó la antología poética de Alfonsina Storni al indagar el origen del sentimiento cósmico que exhiben los arquetipos del protoidioma, enfatizó: “Es evidente que ciertos arquetipos oral-traumáticos como serpiente (veneno), lobo (devoración), flecha (punción), piedra (petrificación), hoz (mutilación), provienen de la memoria del paleocórtex cerebral porque pertenecen a la experiencia traumática de la especie humana. Mas por los arquetipos fuego (hambre y sed) y cuerpos celestes (pecho materno alucinado), se infiere que el paleocórtex guarda una memoria cósmica vinculada a una inteligencia universal la cual también se manifiesta a través del sentimiento conceptual de los poetas” (35).
En el prólogo a Alfonsina Storni, el escritor mexicano afirma que el poeta es el único ser viviente que se acuerda de las experiencias cósmicas de los seres orgánicos en el planeta, como lo hace al plasmar los arquetipos cósmicos de sus sueños o estados de inspiración. Esa memoria cósmica, que el protoidioma reverdece, canaliza y actualiza en las imágenes primordiales con “una voz más fuerte que la propia”, como dijera Carl Jung (36), permitió al filólogo mexicano descubrir, a través de ese idioma universal, el sentido metafísico y simbólico de la creación poética en cuyas imágenes arquetípicas supo descifrar “el lenguaje inconsciente del protoidioma de la humanidad” (37).
Las imágenes arquetípicas, concebidas como tributarias del rito y el mito por Northrop Frye (38) y como índice de la personalidad metafísica del poeta por Fredo Arias, juegan un rol determinante en la naturaleza de la literatura. Por esa razón, el descubridor de las leyes de la creatividad poética afirmó: “El conocimiento del mundo metafísico, gracias al descubrimiento de las leyes de la creatividad poética, me parece que es de utilidad vital para la humanidad. Si el hombre no conoce su personalidad metafísica situada en su inconsciente, jamás podrá explicar sus compulsiones a la “pasión, error y engaño” que lo han traído en peligro de naufragio, como lo han demostrado sus guerras y genocidios de mujeres y niños” (39).
En fin, el aporte de Fredo Arias de la Canal a la psicolingüística, la filología y la crítica literaria lo sintetizo en los siguientes rasgos: 1. La propuesta del protoidioma cuyo fundamento conceptual permite distinguir, con la pauta léxica de las voces deícticas de las imágenes arquetípicas, al poeta genuino de los falsos versificadores que recrean hallazgos estéticos ajenos mediante una elaboración de la inspiración vicaria. El genuino poeta crea imágenes primordiales con arquetipos del inconsciente. 2. Mediante la articulación de las imágenes del inconsciente, a través de la formulación de los arquetipos cósmicos, Fredo Arias de la Canal ha revaluado el protoidioma de la poesía, logro de su intuición crítica que aporta un método científico desde el ámbito de la filología, para el análisis y la valoración de la creación estética del lenguaje. 3. La intuición estética de Fredo Arias de la Canal, de que mediante el protoidioma de la poesía fluyen los impulsos de la creatividad que las imágenes del inconsciente formalizan en los arquetipos universales o en los arquetipos personales de la inspiración o posesión poética del sujeto creador, dan cuenta de pulsiones y traumas de la infancia. 4. En su condición de psicolingüista, filólogo, teórico de la literatura y crítico literario, Fredo Arias de la Canal ha explorado, con rigor y brillantez, el fenómeno de la creación poética y se ha remontado a la fuente misma de la creatividad, la memoria cósmica, cuya herencia le ha permitido auscultar al sujeto creador y a la huella patrimonial de la memoria cósmica, para explicar el producto más refinado y sutil de la creatividad y la conciencia humana. 5. Con su aporte intelectual y estético, el pensador mexicano, prevalido de las teorías de Platón, Freud y Jung, así como de su intuición crítica y su formación literaria, después de leer y estudiar la creación poética, ha ido al trasfondo del poema, del poeta y del acervo cultural que lo impulsa con una lúcida visión de quien sabe curcutear, en el ánfora de las palabras, la huella fecunda y auspiciosa de la sabiduría universal.
La concepción del protoidioma, las leyes de la creatividad poética y la personalidad metafísica del poeta otorgan al destacado intelectual mexicano un sitial de relevancia entre los teóricos del pensamiento filológico. El análisis de la imagen arquetípica de la poesía convierte a Fredo Arias de la Canal en filósofo del lenguaje por su valiosa teoría del fenómeno poético. Los estudios reflexivos del destacado pensador mexicano y psicoanalista del lenguaje poético, aborda los arquetipos que distingue a los creadores del pasado, el presente y el porvenir.
Bruno Rosario Candelier
Tertulia lingüística de la Academia
Santo Domingo, 2 de junio de 2010.
Notas:
1. El escritor mexicano Fredo Arias de la Canal tiene una larga ejecutoria de investigación, edición y promoción de las letras hispanoamericanas, encomiable labor que le acredita el mérito de un ejemplar mecenazgo en América. Presidente del Frente de Afirmación Hispanista con sede en la ciudad de México, dirige la revista literaria Norte y, mediante su fecundo mecenazgo literario, ha estudiado y publicado decenas de obras poéticas con un examen crítico sobre su dimensión cósmica.
2. En Werner Jaeger, Paideia: Los ideales de la cultura griega, México, FCE, 1971, p. 83.
3. Cfr. Ubaldo Di Benedetto, “Introducción” a El protoidioma en La Divina Comedia de Dante, de Fredo Arias de la Canal. México, Frente de Afirmación Hispanista, 1995, p. 12.
4. De Caballo en la arboleda (1993), en Fredo Arias de la Canal, Filosofía de la estética anterior al descubrimiento de las leyes de la creatividad, México, FAH, 2003, p. XV.
5. San Juan de la Cruz, Vida y obras de san Juan de la Cruz, Madrid, BAC, 1960, p. 186.
6. Cfr. Ubaldo Di Benedetto, artículo citado, pp. 14-15.
7. Cfr. Ubaldo Di Benedetto, artículo citado, p. 25.
8. Cfr. Bruno Rosario Candelier, Lo popular y lo culto en la poesía dominicana, Barcelona, UCMM, 1977, pp. 21ss.
9. Cfr. Ubaldo Di Benedetto, “Prólogo” a El protoidioma en la poesía de Fernando de Herrera, de Fredo Arias de la Canal. México, FAH, 1997, p. XVIII.
10. En Al-Jâmî, Joseph and Zulaikha. Citado por Evelyn Underhill, en La mística, Madrid, Trotta, 2006, p. 149.
11. “Que yo en essa belleza que contemplo, /aunq’a mi flaca vista ofende y cubre, / lo inmenso busco, i voi siguiendo al cielo”. Citado por Ubaldo Di Benedetto. Ob. cit., p. XXXII.
12. En Plutarco, La deidad personal de Sócrates, 50-125. Citado por Fredo Arias de la Canal, en El protoidioma en la poesía de Fernando de Herrera, México, Frente de Afirmación Hispanista, 1997, p. 9.
13. Cfr. Evelyn Underhill, La mística, citado, p. 38.
14. Fredo Arias de la Canal, Filosofía de la estética anterior al descubrimiento de las leyes de la creatividad, p. XXV.
15. En Fredo Arias de la Canal, El protoidioma en la poesía de Alfonsina Storni, México, FAH, 2001, p. 277.
16. En Fredo Arias de la Canal, Antología de la poesía cósmica de Olga Arias, México, FAH, 2004, p. X.
17. En Fredo Arias de la Canal, Antología de la poesía cósmica de Marta de Arévalo, México, FAH, 2003, p. 67.
18. Cfr. Isabel Diez Serrano, “Diálogo intemporal con Fredo Arias”, en Norte Nº 471-472, México, sept-dic. de 2009, p. 88.
19. Fredo Arias de la Canal, De la filosofía al protoidioma, México, Frente de Afirmación Hispanista, 2005, p. XI.
20. Ibídem, p. XIII.
21. Ibídem, p. 43.
22. Ibídem, p. 65.
23. Ibídem, pp. 85-86. La poeta se reconoce como “Odre de la infinitud” o cántaro del agua viva de la sabiduría cósmica.
24. Ibídem, pp. 103-4.
25. Ibídem, p. 174.
26. Cfr. Rodolfo R. Llinás, El cerebro y el mito del yo, Bogotá, Norma, 2002, p. 288.
27. En Fredo Arias de la Canal, De la filosofía al protoidioma, p. 131.
28. Cfr. Fredo Arias de la Canal, La personalidad metafísica del poeta, México, FAH, 2003, p. 22.
29. Cfr. Francisco Matos Paoli, Diario de un poeta, Santurce, Puerto Rico, Ediciones Puerto, 1973, p. 20.
30. Citado por Fredo Arias, en La personalidad metafísica del poeta, citado, pp. 52-3.
31. Ibídem, p. 89.
32. Ibídem, p. 94.
33. Ibídem, p. 129.
34. Guillermo Pérez Castillo, Insondable acecho, Santo Domingo, Ateneo Insular, 2009, pp. 37-38.
35. Fredo Arias de la Canal, El protoidioma en la poesía de Alfonsina Storni, México, FAH, 2001, p. XXIII.
36. En Fredo Arias de la Canal, Antología de la poesía cósmica chilena, México, FAH, 2004, p. IX.
37. Cfr. Fredo Arias de la Canal, Antología de la poesía cósmica chilena, p. XII.
38. Cfr. Northrop Frye, Anatomía de la crítica literaria, Caracas, Monte Ávila Editores, 1977, pp. 69ss.
39. “Diálogo intemporal entre Nietzsche y Fredo Arias”, en Norte Nº 429-430, México, FAH, 2002, p. 78.