Atisbar, empatar, contratación/contrastación

Por Roberto E. Guzmán

ATISBAR

“. . . echaban los viajes hacia la casa con el mulo con sacos de 320 libras ATISBADOS del producto . . .”

Los lectores siempre están expuestos a sorpresas. Unas pueden ser más agradables que otras. Entre estas algunas resultan desconcertantes. La que se experimenta con este texto pertenece a la última clase.

El verbo que se ha escrito como título de esta sección se infiere de lo que parece que es el participio de este en función de adjetivo. Infortunadamente, el verbo no aparece en las fuentes consultadas. La palabra que sí aparece es atisbo.

La oportunidad que se presenta con el encuentro de la cita se utilizará para presentar algunas posibilidades que se asumen en tanto origen del verbo; o más bien, consecuencias de este.

Antes se mencionó el sustantivo atisbo y se descartó que se encontrara en el origen de la voz usada en la cita porque su significado es, indicio o iniciación débil de una cosa.

Este atisbar que no se conoce quizás se encuentra en el origen de una voz dominicana, timbí, que cuenta con dos acepciones. Referido a persona timbí es “saciado por haber comido abundantemente”. Referido a un lugar es “repleto de gente”.

De la frase copiada puede deducirse que estaban timbo, que es otra voz del español dominicano sinónima de timbí. Se piensa que se trata de expresar que los sacos estaban llenos, repletos del producto.

Lo que se propone es una explicación por el sentido de la frase y las deducciones que pueden hacerse de las voces del español dominicano.

 

EMPATAR

“Aunque la pareja siempre se esforzó por EMPATAR con sectores activos . . .”

El uso del verbo empatar que se observa de la frase transcrita no es frecuente. Precisamente por eso se trae a estas reflexiones acerca del idioma.

Los diccionarios tradicionales reconocen los sentidos del verbo empatar que son más conocidos. A esas acepciones tradicionales los diccionarios generales añaden las más conocidas de Hispanoamérica. En República Dominicana, en el habla, empatar es unir, juntar, añadir, amarrar, pegar.

El uso que se observa en la frase citada puede considerarse una extensión de una o más de estas acepciones. Aquí en este ejemplo de uso se observa como integrarse a los sectores que se mientan. Es una forma de expresar que la pareja se incorpora a ese grupo de personas. La característica está en ese aspecto al referirse a ligarse con otros individuos.

En Nicaragua y Venezuela tienen un uso parecido al que se advierte en la cita, pero es más específico, “enrolarse en una actividad”, así lo define el Diccionario de Americanismos de la Asociación de Academias de la Lengua Española.

Este uso dominicano podría considerarse como “integrarse a un grupo de personas”.

 

CONTRATACIÓN – CONTRASTACIÓN

“Lo que debería ser un debate sobre ejecuciones y propuestas sometibles (sic) a CONTRASTACIÓN . . .”

Al principio el estudio de las dos palabras del epígrafe parece un ejercicio rutinario porque a simple vista la diferencia entre las dos palabras se proyecta notoria. Más abajo se verá que el sustantivo acreditado para el verbo contrastar es diferente del presentado aquí. Se aprovechará la oportunidad que ofrece este estudio para examinar otros rasgos relacionados con el tema principal.

En el español cotidiano la contratación se reduce a la acción y el efecto de contratar, así como a la escritura firmada por los contratantes. Esta contratación con sus efectos guarda estrecha relación con pactar, convenir, comerciar, hacer contratos o contratas de trabajo. La mayoría de las palabras que se vaciaron aquí proceden del Diccionario de la lengua española de la Real Academia.

Con respecto a la otra voz que aparece en el título, contrastación, se presume que se relaciona con el verbo contrastar que en varias de sus acepciones utiliza el verbo comprobar y el verbo determinar.

La palabra que consta en todos los diccionarios generales con las funciones de sustantivo para lo pertinente a las acciones del verbo contrastar es contraste, que apareció en la lengua en el siglo XVI y que ha permanecido en el uso americano y peninsular a través del tiempo.

El diccionario que sí reconoce el uso de contrastación es el Diccionario de uso del español, que en su origen fue obra de la señora María Moliner. Allí se define este sustantivo como “acción de contrastar”.

El Diccionario del español actual de Seco, Andrés y Ramos también consigna en sus páginas el sustantivo, a pesar de que el diccionario de las Academias no lo asienta.

Las últimas menciones que constan en esta sección inducen a pensar que es un sustantivo que está en uso, pero que todavía no ha recibido el espaldarazo de las autoridades de la lengua.

El punto final a este asunto se lo coloca el Diccionario integral del español de Argentina (2008:440) cuando define contrastación, “Procedimiento experimental para contrastar una hipótesis o teoría científica con los datos empíricos”. Con la lectura de esta definición puede comprobarse el tipo de operación a que se contrae la contrastación.

Cocal, ñango/a, montear, ramalazo

Por Roberto E. Guzmán

COCAL

“Sembrar todas las costas del país de COCALES . . .”

El vocablo del título es uno que puede provocar equivocaciones. La interpretación que se le dará a este dependerá del país en que se use. En este aparte se verán las acepciones acreditadas por el uso.

Para los hablantes de español dominicano se entiende que este vocablo del título tiene relación con otro de larga historia en el español internacional, coco. El vocablo coco figura en el tomo segundo del Diccionario de la lengua castellana, compuesto por la Real Academia de la Lengua Española del año 1729, con una descripción detallada, “Fruta de un árbol de la India semejante a la palma, la cual antes que le quiten la primera corteza (que es cabelluda y de color castaño) es tan grande como un melón muy grueso. . .” (Adaptación de RG).

De acuerdo con lo que refiere Oviedo, en el tiempo de la llegada de los europeos a América encontraron ya el coco en Centroamérica. Se acepta que el vocablo fue inventado por los portugueses desde la primera visita a la India. El origen del nombre y la historia que hay detrás del vocablo es muy rica en datos curiosos, pues el mismo vocablo, coco, sirvió para mencionar el fantasma usado para amedrentar los niños.

El vocablo coco pasó a todas las lenguas, aunque en algunas hubo de recibir otro elemento explicativo, como en inglés, coconut, porque el mismo vocablo se usaba para el cacao y el coco.

Un cocal en Bolivia y Perú es un “terreno donde se cría o cultiva coca”; así lo asienta el diccionario oficial de la lengua española. Ese diccionario consigna en América Central, Cuba, Ecuador, México, Puerto Rico y Venezuela, un cocal es un cocotal, esto es, “un sitio poblado de cocoteros”.

Por esto de la siembra de coca se expresó al principio de este aparte que había que ser cuidadoso cuando se usa el vocablo cocal.

El Diccionario de americanismos de la Asociación de Academias añadió a la lista anterior la República Dominicana como país donde un cocal es un cocotal. Algo interesante con respecto del coco, la fruta, es que nada de esta se pierde, ninguna parte del fruto queda sin uso.

 

ÑANGO, A

“Le dan la espalda para que ella lleve a ÑANGO el fruto de la improvisación . . .”

La letra eñe es un signo distintivo de la lengua española. Solo el español tiene esa letra con esa virgulilla encima que representa un sonido que en otras lenguas representan con una combinación de letras. La rayita encima de la ene /n/ al principio fue recta, luego se representó curva, como lo es en la actualidad.

En el español dominicano existen por lo menos treinta y ocho voces que comienzan con esa letra, por lo menos eso es lo que aparece en el Diccionario del español dominicano.

La voz ñango tiene varias significaciones en el español dominicano. Aquí se verán algunas de ellas y especialmente la que se usa en la frase copiada.

En funciones de adjetivo, referido a una cosa o parte del cuerpo, ñango transmite la idea de que esa parte está “inclinada, torcida”. Una persona ñanga es la “contrahecha, deforme, desgarbada”. En los casos en que tiene relación con cosas o personas, es “abundante”.

La última significación de ñango es la menos usada en la actualidad, es el “macuto de guano que se lleva a la espalda”. En la situación que describe la cita, la voz ñango la usan como referencia para mencionar el lugar o la parte del cuerpo de la persona en que de costumbre se lleva el ñango, macuto. Esa es la deducción que se hace de la lectura de la cita. Si no es así, entonces el propósito es de mencionar el macuto en tanto modo de acarreo aludiendo al continente.

 

MONTEAR

“Su vida transcurrió entre los conucos, el MONTEO en los fondos de la sierra . . .”

La primera mención americana del verbo montear aparece en los escritos de Bartolomé de Las Casas, referido a “perseguir al indio cimarrón o alzado”, sitúa esta acción en la isla La Española; obsérvese que solo menciona al indio.

Este verbo deriva de la palabra monte del castellano antiguo, conocida también en el portugués de ese período histórico de la lengua; cuya mención aparece ya en el Cid como “arbolado o matorral de un terreno inculto”.

En español se conoce desde hace largo tiempo la acepción del verbo montear en tanto “buscar la caza en los montes”. Las personas experimentadas en esta labor eran los monteros que recorrían los montes a pie para cazar animales y más adelante en la historia con la evolución hacia la crianza de estos, para cuidarlos.

La labor de montear fue importante en La Española entre los siglos XVI y XIX. Debe recordarse que durante largo tiempo en los montes de la isla La Española existió la crianza libre de ganado que se cazaba básicamente para aprovechar el cuero que se vendía en el comercio intérlope a través de las costas alejadas de los puertos reconocidos y de las autoridades.

En la actualidad ya casi no se practica la acción de montear, es decir, buscar la caza en un monte. Muchas personas utilizan el montear con otros propósitos diferentes a los descritos, simplemente para “andar por el monte o la selva”. El monteador dominicano fue la persona que buscaba y perseguía la caza en los montes.

La versión moderna de montear es un deporte que se practica con la ayuda de motocicletas, es el motorcross, que consiste en un recorrido a través del campo.

 

RAMALAZO

“C. no escapó a sus RAMALAZOS”.

La terminación -azo sugiere acción violenta o golpe. Puede esta terminación introducir aumentativos también. En su origen el vocablo ramalazo sirvió para el golpe dado con el ramal que era un cabo de soga, cuerda. De ahí pasó a representar la señal que dejaba el golpe. En los tiempos modernos se utiliza para mentar un dolor agudo y repentino que se extiende por una parte del cuerpo; por lo general este dolor es pasajero.

Como sucede con muchos otros vocablos de la lengua, este pasó a cubrir otras áreas, esto es, extendió su alcance semántico.

En sentido figurado en el español dominicano el ramalazo llega a aludir a un ataque verbal de una persona acerca de otra. Con ese sentido aparece en el texto escogido para introducir su estudio en esta sección.

¿Un ciempiés sin cien pies? (2 de 2)

Para orientar a algunos usuarios de nuestra lengua española, me pareció útil presentarles varios pares de palabras o frases, muchas de las cuales  no todos manejan a la perfección al momento de escribirlas.

  1. Acabo de realizar, con un esmerado y esforzado empeño, el trabajo que debía llevar a cabo durante el día completo.
  2. De acuerdo con Martin y la mayoría de mis familiares y amigos, todos están en total desacuerdo
  3. Gina, una joven que próximamente cumplirá sus dieciséis años, convino con su padre que ella celebraría su cumpleaños con vino y ninguna bebida más.
  4. Ella, después de muchos tropiezos y desengaños, va a deponer su plan porque está cansada de poner fechas diferentes a cada rato.
  5. Ese bombero, por no dedicarse con empeño a apagar el fuego, va a ser condenado a pagar 100,000 pesos para indemnizar al dueño de la casa siniestrada.
  6. Después de arrobar a esa mujer con sus encantos, con toda seguridad y muy pronto le va a robar el corazón.
  7. Por no haber sido diligente e ir a pesar el saco de arroz que compró en el almacén, le va a pesar cuando vea la cantidad exagerada que le cobraron.
  8. Es bueno, conveniente y necesario que le des agua a ese obrero que con tanto empeño te desagua el patio cuando se te inunda.
  9. Mucha gente le critica a esa preciosa e inteligente mujer que desperdicie sus encantos, pues se pasa la mayor parte de los días en oraciones y en cantos.
  10. Sería bueno para ti aprovechar esa inteligencia que tienes y le des tino a tu pensamiento y tu conducta porque, si no lo haces,  será  fatal tu destino.
  11. Por más que lo pienso, todavía no atino a saber con certeza por qué a Tino, un hombre tan prudente, le pudo pasar es percance.
  12. Yo espero que delante de mí y de los tantos testigos que presenciaron tu accionar, no te atrevas a negar que fuiste tú el que dejó anegar la finca de arroz.
  13. Te aconsejo, como amigo y compañero de estudio de tu hermano menor, que le des ánimo en estos momentos en que está deshecho por el desánimo.
  14. En este momento de su vida, llena de soledad y de tristeza, el mayor consuelo y ocupación de ella es dedicarse a lavar la ropa de pordioseros y alabar al Dios de cielo y tierra.
  15. No le des arma al pacífico porque es inofensivo; mejor desarma al violento porque ese sí es peligroso con un arma en sus manos.
  16. Una tarde llegó a mi casa mi prima Mercedes con Dulce, su mejor amiga, a traerme unas habichuelas con dulce sabrosísimas.
  17. Le latió aceleradamente el corazón cuando vio que pasaba cerca de él la Tio, la muchacha que él y todos los muchachos del colegio quisieran tener como novia.
  18. Cuando voy solo al parque me siento dondequiera, pero si voy con ella me siento donde quiera ella.
  19. No le des a Tino ningún tipo de armas, ya que, al ser tan violento, en cualquier momento pude cometer un desatino.
  20. E l soldado, que ha pasado toda la candente tarde haciendo ejercicios, tiene la cara rojiza por el sol dado de frente mientras  marchaba a paso doble.
  21. ¡Qué bueno que siempre des honras y alabanzas a nuestro Dios porque, si actúas de forma diferente, deshonras a toda tu familia!
  22. De caer en la conducta y actuaciones de los amigos con los que comparte muy a menudo, va a decaer en la cadena de éxitos que hasta ahora ha logrado.
  23. Yo te garantizo que tu padre, un hombre tan gentil y servicial, no va a desaprobar que le des a probar a tus amigos el exquisito vino que compró ayer.
  24. A tu hermano pequeño se le va a demoler la espalda de moler una cantidad de café que le exige demasiado esfuerzo  para su edad.

Es probable que a la hora de escribir algunas de las palabras o frases que les he ofrecido y otras más que existen en español, ustedes no tengan  o hayan tenido alguna dificultad, aunque probablemente con algunas de ellas sí.  Pero de todas maneras, es de esperar que siempre les pongan cuidado a las mismas y ustedes proyecten,  en todo momento, una positiva imagen de escritores  del español.

Véase: ¿Un ciempiés sin cien pies? (1 de 2)

Ortoescritura

Por Rafael Peralta Romero

 

NO LO OLVIDE: MONOSÍLABOS VAN SIN TILDE

10/04/2021

Lo ordinario es, en la lengua española, que las palabras monosílabas no lleven acento ortográfico, aunque excepcionalmente algunos vocablos de una sola sílaba lo requieran para diferenciarlos de otros que les son homónimos: tú (pronombre) y tu (adjetivo); de (preposición) dé (del verbo dar); se (pronombre) y sé (del verbo saber y del verbo ser).

No es buena práctica la colocación de la tilde en las palabras monosílabas que no tienen otra homónima con la cual confundirse. Hubo un tiempo, muy lejano, en el que se marcaba el acento a las monosílabas, pero eso quedó atrás. Algunas personas persisten en poner acento gráfico a palabras de una sílaba que una vez lo llevaron.

 

PIAR Y OTROS PÍOS

17/04/2021

La pasada semana publicamos el trabajo titulado “No lo olvide: monosílabos van sin tilde”, y aunque es bien conocida la norma gramatical según la cual a las palabras de una sola sílaba no se les marca el acento, salvo algunas excepciones, el artículo suscitó comentarios y preguntas. Hoy les tengo una variación sobre el tema, enfocada en el verbo /piar/ y su familia de palabras. Piar, de origen onomatopéyico, se dice de la acción propia de algunas aves, y especialmente del pollo: “Emitir cierto género de sonido o voz. 2. intr. coloq. Llamar, clamar con anhelo, deseo e insistencia por algo”. Eso indica el Diccionario de la lengua española. Este verbo se conjuga como /enviar/. Presente de indicativo: envío, envías, envía, pío, pías, pía. Pasado perfecto: envié, enviaste, envió. Así: pie, piaste, pio. Las voces pío, pías, pía se tornan, por fuerza del acento, en bisílabas y como llanas terminadas en vocal y en -s no debe colocárseles tilde, pero excepcionalmente la llevan.

En el presente del subjuntivo se da igual fenómeno: yo píe, tú píes, él o ella píe, nosotros piemos, vosotros pieis, ellos píen. Observarán que la forma verbal /pie/ (primera persona singular pasado perfecto) es palabra homónima del sustantivo pie (extremidad inferior del cuerpo humano). El vocablo pie (monosílabo y sin tilde) tiene 29 acepciones en el Diccionario académico. Con esta palabra se forman diversas locuciones: pie de amigo (ayuda), pie de atleta (infección en los pies), pie de cabra (palanqueta), pie de imprenta

(Expresión de la oficina, lugar y año de la impresión, que suele ponerse al principio o al fin de los libros y otras publicaciones), a pie (loc. adv. Andando o caminando), pie de león (planta herbácea anual, de la familia de las rosáceas, con tallos erguidos), siete pies de tierra (sepultura, hoyo para enterrar un cadáver).

En ningún caso pie lleva tilde.

Entre tanto la voz pío, que corresponde a la primera persona, presente del indicativo del verbo piar (yo pío) coincide en escritura y sonido con otros usos del término con diferentes valores semánticos. Veamos: pío (onomatopeya, grito del pollito): “pío, pío, pío gritan los pollitos/ cuando tiene hambre, cuando tienen frío” (canción infantil).
Las expresiones “no sabe ni pío” y “no dijo ni pío” es posible que se correspondan con el anterior sentido de la palabra pío. Pío es también sustantivo, nombre de persona: Doce pontífices romanos han usado el nombre Pío, entre ellos san Pío X. El adjetivo /pío/ equivale a piadoso y es lo contrario de impío (Falto de piedad y de religión).
El Diccionario recoge el adjetivo /pion/ (sin acento marcado) y con este significado:
“Que pía mucho o con exceso”. En Higüey le dirán que se trata de un apellido, cuya escritura no precisa tilde, lo mismo que Sion, palabra que abunda en la Biblia para nombrar a Jerusalén, o Ruan, ciudad de Francia.

Del grupo de reír (río, presente; rio, pasado), dar (doy, dio), ver (veo, vio), liar (lío, lio) es el verbo fiar (fío, presente; fio, pasado).

Unos ejemplos con formas del verbo fiar:

1-No me fío de nadie.

2-En mi negocio no fío.

3-Nunca se fio de mí ni yo me fie de él.

4-Quien se fíe de los chismosos fracasa.

5-Te aconsejo no fíes, si quieres ver tu negocio crecer.

Seamos píos, nunca impíos. Hasta el domingo.

Temas idiomáticos

Por María José Rincón

 

EL SECRETO

30/03/2021 

Escribir con concisión tiene mucho que ver con la selección de las palabras que usamos para decir lo que queremos decir sin recargar el mensaje rodeos que no aportan al contenido ni a la expresividad del texto. Como en las preposiciones y los adverbios, que tratamos la semana pasada, también encontramos sustantivos que empiezan a verse desplazados por derivados más largos y altisonantes. Es lo que la Guía práctica del español correcto del Instituto Cervantes llama «la moda del archisílabo», que se basa en la idea errónea de que si la palabra es más larga nos hace ver más preparados o más cultos.

Las palabras son las que son; una sílaba de más no las mejora. Nuestro objetivo a la hora de elegirlas es que digan con exactitud lo que queremos decir y que su estilo se adapte a nuestra necesidad concreta. Son muchos los ejemplos de palabras que pierden uso frente a susderivados: tema y temáticarecibir y recepcionariniciar e inicializarclima y climatologíaproblema y problemática. Con los verbos sucede algo parecido. En lugar de usar el verbo simple de toda la vida nos decantamos por expresar lo mismo dando un rodeo. Basta compararlos: viajar y realizar un viajenotificar y dar cuenta de algollamar y hacer un llamamientousar y hacer usoopinar y ser de la opinión desaber y tener conocimiento de algo. Son creaciones innecesarias, con el mismo contenido significativo, no aportan ningún matiz que nos ayude a expresarnos con más propiedad, no designan objetos o conceptos nuevos. Son expresiones superfluas que nos suenan engañosamente más importantes. No se dejen confundir; en la claridad y la concisión está el secreto de una buena expresión.

 

SUJETOS Y VERBOS ENLAZADOS

6/4/2021 

En una expresión correcta, tanto al hablar como al escribir, intervienen, por supuesto, la ortografía o el dominio de la cantidad y la calidad del vocabulario. A estos elementos esenciales se le suma uno tan importante como ellos: una estructura gramatical correcta. Para lograrla debemos, entre otras cosas, fijarnos bien en la concordancia. Gracias a ella los elementos que forman la frase se vinculan entre sí. Por ejemplo, gracias a la concordancia verbal se relacionan sujeto y verbo; la concordancia exige que sujeto y verbo coincidan en persona y número. Cuando de concordancia verbal se trata hay dos estructuras que generan muchas dudas y por las que me preguntan muy a menudo. Analicemos una de ellas: Yo soy de los que creen que hay que cuidar la ortografía; Tú eres de los que piensan que hay que leer más.

 

GRAMÁTICA Y CORRECCIÓN

13/04/2021

Desde la semana pasada los casos de concordancia verbal nos traen de cabeza. La regla de que el sujeto y el verbo deben concordar en género y número nos obliga a prestar atención a la estructura de nuestras frases para que los elementos que las forman se vinculen adecuadamente entre sí. Si el sujeto está formado por varios elementos coordinados (el precio alto y la mala ubicación) el verbo debe ir en plural: Lo desanimaron el precio alto y la mala ubicación. En cambio, hay otras estructuras del sujeto que concuerdan con el verbo en singular. Por ejemplo, encontramos uno de estos casos cuando el sujeto está formado por elementos coordinados que se refieren a la misma persona, el verbo concuerda con ellos en singular: La investigadora y académica recibió merecidamente el galardón. Así mismo, usamos el verbo en singular si los elementos coordinados que forman el sujeto se refieren a etapas de un mismo proceso continuo: La subida y bajada de precios influye en la inestabilidad del mercado; El análisis del problema y la propuesta de soluciones está a cargo de una comisión. Un tercer tipo de sujeto que exige el verbo en singular es aquel que está formado por verbos en infinitivo coordinados. Podemos verlo funcionando por partida doble en el siguiente ejemplo: Aunque cantar y bailar no es su fuerte, le encanta reunirse con amigos y organizar fiestas.

Cuando allá por los tiempos escolares estudiábamos gramática olvidábamos a menudo –o no nos lo recordaban lo suficiente– que no era un simple ejercicio de memorización; la gramática es esencial para construir mensajes correctos y para entender cómo hacerlo.

En ambas oraciones los pronombres (yo y tú) son los sujetos del verbo ser y concuerdan con él en número (singular) y en persona (primera o segunda, respectivamente). En cambio, el sujeto de las oraciones de relativo los que piensan y los que creen es plural y tercera persona y exige que el verbo sea conjugado en tercera persona del plural: creen y piensan.

Una estructura similar es la que encontramos en estas frases: Yo soy la que organiza la agenda o Tú eres el que plantea problemas. De nuevo en estos ejemplos yo y  son los sujetos del verbo ser y deben concordar con él. En cambio, en las oraciones de relativo la que organiza y el que plantea problemas el sujeto es una tercera persona del singular y así concuerda con los verbos organiza y plantea

 

EL PAPEL DE LOS AFIJOS

20/04/2021 

La lengua tiene sus propios mecanismos para formar nuevas palabras. La derivación es uno de ellos. A una palabra le añadimos un afijo y conseguimos una nueva palabra con diferentes funciones gramaticales o con distintos matices de significado. Los afijos, como pequeñas piezas de un maravilloso rompecabezas, pueden ser de tres tipos dependiendo del lugar en el que se colocan en la nueva palabra.

Cuando el afijo precede a la raíz de la palabra a la que modifica lo llamamos prefijo; lo llamamos sufijo, en cambio, si se pospone a esa raíz; y lo llamamos interfijo si se intercala entre la base léxica de la palabra y un sufijo. Si los analizan verán que todos estos términos que usamos para referirnos a los afijos se crean gracias a ellos: a-fijo, pre-fijo, su-fijo, inter-fijo. Aprovechemos para recordar que, cuando nos referimos a un prefijo en la escritura, le colocamos un guion al final para indicar que es un elemento que no funciona de forma independiente, sino cuya misión es sumarse a las palabras para formar nuevas voces. Los afijos, aunque no disfrutan de la independencia de otros elementos de la lengua, también tienen su lugar en los diccionarios. Si los buscamos, podemos consultar qué matices de significación les aportan a las palabras que forman. Prueben a consultar, por ejemplo, en el Diccionario de la lengua española los cuatros afijos que hemos visto hoy; o algunos de los sufijos que registra el Diccionario del español dominicano.

Saber reconocerlos como parte de las palabras que utilizamos nos puede resultar útil. Los afijos nos aproximan al significado de las voces en las que intervienen, nos proporcionan pistas útiles sobre la ortografía y nos dan una idea de cómo se van formando nuevas palabras a partir de las que ya tenemos.

El horizonte que señalan las catedrales: pensamiento catedral

Por Jorge J. Fernández Sangrador

 

En agosto de 1904, Marcel Proust publicó, en “Le Figaro”, un artículo titulado “La mort des cathédrales” (La muerte de las catedrales), en el que describía, haciendo referencia a los edificios históricos eclesiásticos, las consecuencias que acarrearía la aplicación de la Ley Briand para la separación del Estado y la Iglesia.

El novelista partía, en esa tribuna, de la supuesta situación de que el catolicismo hubiera desaparecido de sobre la faz de la tierra sin dejar otro rastro que las catedrales: vacías, mudas, enucleadas, secularizadas, ininteligibles, descontextualizadas. Sin embargo, un grupo de estudiosos habría logrado reconstruir, a partir de documentos antiguos, cómo eran las ceremonias en ellas celebradas.

Y si unos artistas, con deseos de representar el drama sacro que allí oficiaron los sacerdotes del pasado, se atrevieran a llevarlo a escena, el gobierno lo subvencionaría encantado, al igual que el teatro. Más aun, lo financiaría exultante, puesto que se trataría de realizar algo genuino, oportuno y de extraordinario alcance histórico, en aquellos edificios «que son la expresión más alta y más original del genio de Francia», es decir, las catedrales.

Los snobs, escribía Proust, al igual que viajan al santuario operístico wagneriano de Bayreuth, irían entusiasmados a Amiens, Chartres, Bourges, Laon, Reims, Beauvais, Rouen y Paris, para disfrutar de los sagrados ritos, ejecutados por actores, en los lugares para los que aquellos fueron creados.

Lo que sucedería, sin embargo, es que lo que practicasen los actores no sería otra cosa que diletantismo. Estarían imbuidos de los textos, sí, pero carentes del alma de antaño, mientras que el clero y el pueblo, los arquitectos, los vidrieros, los emplomadores, los escultores, los pintores, los capataces, los albañiles, los canteros, los herreros, los carpinteros, los carreteros, los campaneros y cuantos participaron en la construcción, el sostenimiento y el engrandecimiento de las catedrales, todos ellos “creían”.

Marcel Proust pronosticaba en aquel artículo que cuando las catedrales pasasen a manos del Estado, quedarían secularizadas y destinadas a los más variados usos laicos. Lo que no llegó a imaginar es que, en Francia, se incendiaría una cada diez años a causa de la incuria estatal, según ha declarado Édouard de Lamaze, presidente del Observatorio del Patrimonio Religioso de Francia. Las últimas, Notre-Dame de París y la de Nantes.

«Cuando ya no se celebre en las iglesias el sacrificio de la carne y de la sangre de Cristo, ya no habrá en ellas vida. La liturgia católica forma una unidad con la arquitectura y la escultura de nuestras catedrales, pues aquélla y éstas se derivan de un mismo simbolismo», escribió, lamentándose, el autor de “En busca del tiempo perdido”.

No hacía falta que lo dijera Proust. Los cantos, el órgano, los cirios, el incienso, las estatuas, los vitrales, las columnas, las molduras, las nervaturas, las cenefas, las rejerías, los retablos, los relieves, las inscripciones, las sillerías, los remates, los dorados, los plateados, las puertas, los reflejos de la luz solar, las baldosas ajedrezadas, las vestiduras, las plegarias, los salmos, las procesiones, las gradas, la oratoria, el silencio, el arcano … ¡Qué belleza!

Y es que las catedrales son de gran significación para las sociedades que se desarrollaron en torno a ellas. En las ciudades en las que hay una, ésta señala a toda la ciudadanía que deambula y se arrebuja bajo su maravillosa mole en qué consiste la excelencia de la obra bien hecha, empujada hacia arriba por la fe de quienes la proyectaron, diseñaron y alzaron; manufacturada en unidades de tiempo que duran, en la que menos, cien años; erigida en emblema del tesón, la perseverancia y la confianza en el futuro de las generaciones, una detrás de otra, hasta cinco o seis, que la casi concluyeron, porque una catedral no puede darse nunca por finalizada del todo.

No es extraño, pues, que el concepto “pensamiento catedral” (cathedral thinking) se haya originado a la vista de tan fenomenales construcciones. Ellas representan lo contrario del cortoplacismo, fueron creadas para el disfrute de las generaciones que no conocieron su comienzo, se desarrollaron armonizando en sí, a instancias de la religión, todos los saberes y no cesan de proclamar ante los siglos que, para ser bien, ha de ser el espíritu el que tire de la materia y no al revés.

En ellas resplandecen la fe, la inteligencia, la clarividencia, el buen gusto, la imaginación, la técnica, la economía y el deseo de hacer algo que perdure en el futuro. Y después de leer el libro “The Good Ancestor” (el buen antepasado), del australiano Roman Krznaric, uno se pregunta: ¿seré yo un buen antepasado para quienes me sucedan en el tiempo y en las tareas?

El teólogo Dietrich Bonhoeffer decía que la cuestión última que una persona responsable ha de plantearse no es la de cómo se las va a arreglar para resolver, de la mejor forma posible, el asunto que trae entre manos, sino la de cómo será la vida de la generación que viene a continuación de la suya.

Y en este tiempo nuestro, que discurre entre incertidumbres, emprender acciones audaces que se espera que den frutos en un futuro, ya próximo, ya remoto, es algo que reclaman las personas del mañana, que han de seguir haciendo crecer la magna catedral, incoada anteayer, de la fe religiosa, de la confianza inteligente y del amor que todo lo dignifica, embellece y humaniza.

 

Notas sobre la narrativa de Marcio Veloz Maggiolo

Por Andrés L. Mateo

 

(Marcio fue mi maestro y mi jefe. Trabajé con él en distintos escenarios y la brillantez de su pensamiento siempre nos sorprendía. Un intelectual de dimensiones universales, un trabajador infatigable. ¡Perra, la muerte!)

Estas son unas brevísimas notas sobre la narrativa de Marcio Veloz Maggiolo, que quiere comenzar por situar los grandes temas de casi todas sus propuestas formales. A mi modo de ver los textos narrativos de Marcio se compaginan armonizando o desarmonizando la historia y la memoria. Y como ambas, la memoria y la historia, son hechuras del tiempo, el tiempo es la hipermetáfora de la narrativa de Marcio Veloz Maggiolo. Yo he presentado por lo menos tres de sus novelas, y cualquier presentador de sus textos sabe que la narrativa de Marcio es siempre una conciencia imaginante que hace surgir múltiples historias que brotan, se desarrollan y desaparecen de manera infinita.

Generalmente sus novelas se comienzan a situar a partir de dos textos pioneros: “El buen Ladrón” y “La vida no tiene nombre”. Estas dos novelas iniciales tienen, también, fundamento histórico, y en apariencia dejan fluir la narración en sentido lineal. Pero “El buen ladrón” no es un texto exegético y va más allá de esa materia precaria con que se fundan para la razón las verdades bíblicas. Fue, al menos para entonces, un texto sospechoso. “La vida no tiene nombre”, en cambio, recuperaba un costado doloroso de la historia inmediata de los dominicanos, y situaba en medio de la historia objetiva, a personajes de la “vida real” junto a personajes del discurso de la ficción.

Yo siempre he creído que esta novela no ha sido bien leída, porque ella abre en la novelística dominicana, y en la de Marcio Veloz Maggiolo en particular, un discurso filosófico universal en el que se comienzan a superponer los tiempos, y en el cual el marco de la novela histórica queda superado. Ese final dramático de “El cuerno”, el personaje central de la novela que encarna el gavillerismo histórico, y que reflexiona como un existencialista lo haría ante la muerte, abre por primera vez en la novela dominicana la manifestación de una distancia entre el personaje y su universo, que puede colmarse con ironía, desconsuelo o desencanto. Y en la que la memoria es ese cemento invisible que une todas las aristas.

Esa clave de la memoria fundacional se comenzó a desplegar ahí, y se convertirá en técnica predominante. Y si quienes leímos, a finales de los años sesenta del siglo pasado, la novela “Los ángeles de hueso”, hubiéramos tenido en cuenta esa apertura filosófica del final de “La vida no tiene nombre”, quizás hubiéramos entendido el carácter abarcador, la pretensión de totalidad, que esta novela trajo a la literatura dominicana. Lo percibiríamos después, muy claramente. En la narrativa de Marcio Veloz Maggiolo, “Los ángeles de hueso” es para mí como un rollo chino, que al irse desenvolviendo prefigura todas las líneas posteriores que su narrativa asumirá. Ese hilo conductor va de “Los ángeles de hueso” a “De abril en adelante”, y “De Abril en adelante” a Los relatos de “La fértil agonía del amor” y a la “Biografía difusa de Sombra Castañeda” y a “Flor bella”. De ahí a “Materia prima”. Y de “Materia prima” a “Ritos de Cabaret”. De “Ritos de Cabaret” a “Uña y Carne. Memorias de la virilidad”, hasta sus últimos textos “El hombre del acordeón y “La mosca soldado”, pasando por sus “cuentos, recuentos y casicuentos”. En toda esta narrativa la técnica que se despliega reúne las mismas características, y hasta Marcio Veloz Maggiolo, y a partir de “Los ángeles de hueso”, no existe en la literatura dominicana un escritor que pretendiera abarcar tanto de la historia y la vida cotidiana, con un sentido semejante de totalidad.

El universo de la narrativa de Marcio se instala siempre en las grietas de la realidad, es casi un mundo por añadiduras que integra esa sustancia de ausencias, pérdidas, olvidos, memorias y desmemorias. Todo brota de esa conciencia imaginante que se desplaza angustiosa cifrando y nombrando las cosas y los hechos para que no se vayan a perder. La historia más aparentemente insignificante queda esculpida en un espacio inventado allí donde la realidad objetiva hizo desaparecer una casa, una calle, un barrio. Quienes lean, por ejemplo, “Materia prima”, recuperarán espacios físicos de “Villa Francisca” que ya no existen en la realidad. Incluso el propio barrio de “Villa Francisca” pasa de barrio real en el que se vivieron años imperecederos de la existencia, a barrio mítico labrado en el texto contra el olvido.

Es por eso que muchas de las novelas de Marcio no tienen un personaje, sino cientos de personajes que cruzan sus páginas, dicen sus parlamentos para inventar mundos paralelos donde la realidad está representada, se desbordan en el sexo o en la ambición, y luego se construyen a sí mismos, se desdicen, descubren que los valores aceptados por su mundo eran una corteza vacía, y se despiden, o no se despiden sino que se transforman en su contrario. Incluso muchos de los personajes recurrentes en esta narrativa aparecen sólo como una imagen, como una relación.

Alguien creerá reconocer un jirón de historia concreta: Trujillo, por ejemplo, y se le deshilará la madeja porque ese Trujillo concreto, el que recuperamos de las miles de interpretaciones aportadas cotidianamente por historiadores, y por quienes lo vivieron y contemplaron en el cielo del sueño, no es en el relato de Marcio Veloz Maggiolo más que la visión interior de su hipérbole.

El Trujillo de carne y hueso no permitiría rendir todo su significado, el que adquiere por ejemplo en “Los ángeles de hueso” o en “Uña y carne. Memorias de la virilidad”, como un espíritu absoluto hegeliano que abre y cierra el relato constantemente, no sólo desde su yo apabullante o su sexo insaciable, sino desde una realidad más profunda, que infecta las conciencias y ha penetrado inexorablemente la historia verdadera.

Porque sucede que el texto de la ficción tiene más riqueza que la realidad, se nutre de los vacíos que la realidad no puede llenar, y nos aclara algo acerca de esa realidad que antes no había sido dicho.

Como la narrativa de Marcio Veloz Maggiolo se sustenta en la historia, e incluso en la investigación antropológica y arqueológica (“Flor bella” o “ La mosca soldado”,por ejemplo), es necesario deslindar ambos campos. Lo que Marcio atrapa siempre no es lo que ha sido, sino lo que podría haber sido o lo que podría llegar a ser.

Y a veces ni siquiera lo acontecido por la vía de la construcción de lo narrado se mantiene en pie. Ya hemos dicho que esta narrativa se construye y se deconstruye a sí misma, y que renuncia a aquella objetividad aparente del relato del siglo XIX que pretendía transcribir, sin interferencias visibles, la continuidad de la vida misma. Marcio trabaja con la afluencia del recuerdo, con los diversos tipos de la memoria operante, que él mismo ha clasificado en numerosas variables.

Por lo tanto, en sus novelas cada personaje formula y reformula su propio pasado, lo reinventa, lo deja fluir en el tiempo de la composición, durante el cual se despliega como un infinito de posibilidades.

Incluso, hay que reconocerlos como dualidad, y coexistir con ellos como entes contradictorios, porque la propia memoria de cada cual puede ser modificada y cualquier historia real se puede trastocar en otra. Por ejemplo, en “Uña y carne. Memorias de la virilidad” Carmina es también María Testado, envuelta en muchas otras historias que se niegan una a la otra. Tico Sinatra es en verdad Augusto Pérez. Eulalia Rosadiz fue también muchas otras, y su espejo es una concavidad infinita. Lo mismo se puede decir de la relación entre los personajes que pueden ser inmediatamente reconocidos en la historia objetiva y los personajes inventados. Hay una serie de vasos comunicantes que impiden establecer la certeza de quién inventó a quién, porque la historia real de los dominicanos hace saltar en mil pedazos el instrumental de la razón como procedimiento analítico de nuestra realidad. Hay otra pista en la narrativa de Marcio Veloz Maggiolo que es necesario destacar, antes de finalizar estas notas.

Los novelistas se desvanecen siempre en la tortura mortificante de una necesidad de integración, justamente porque el relato de la novela integra lo que en el relato de la vida ha quedado disperso. Todo cuanto Marcio escribe lo toma de un material propicio al olvido. El escritor ata los cabos sueltos, pega retazos de memorias y desmemorias, y cifra allí las intuiciones, los sueños. Lo que Marcio esculpe es una realidad enteramente recorrida por su imaginación desbordante, una de las mayores capacidades imaginativas dominicanas de todos los tiempos, y ese fluido visionario produce un apóstrofe lírico que anula la relación espacio-temporal en sus textos.

En sus novelas la cultura universal es embutida en la cultura nacional, y la historia particular de esta media isla se trasvasa legitimándose en la historia universal. Mundo dentro del mundo, es tan laberíntico el universo interior del escritor, que tiene que atravesar la cultura universal para que nuestra historia ilusoria se pueda inscribir en una totalidad articulada. Creo que toda esa sucesión discursiva de la producción narrativa de Marcio Veloz Maggiolo está signada por ese esfuerzo de volver inteligible algo que se presenta como una multitud incongruente de hechos; secuencia de acontecimientos que conocemos como nuestra historia particular, y que en sus narraciones se entrecruzan con infinita complejidad con la historia universal.

La muerte de un gigante

Por José Rafael Lantigua

 

Hace alrededor de tres semanas me envió sus dos libros más recientes, que serían los últimos suyos en vida. Días después me hizo llegar unos libros de su biblioteca, con dedicatorias que me avergüenza reproducir y que, viniendo de él, constituyen el mejor regalo que he recibido en mucho tiempo. Me había prometido esos libros poco antes de la pandemia, con el compromiso de que fuera a su casa. Le prometí que acompañaría mi visita con un buen vino para compartir un rato. Faltaban días para que se desatara el virus y nunca pudo realizarse el encuentro. En esos días previos a que se conociese su contagio y su internamiento médico, volvió a insistir en que debía pasar a recoger el obsequio. Le prometí hacerlo en cuanto ambos nos vacunáramos. No perdió tiempo –no le quedaba mucho tiempo-: dos días después llegaban a mi casa unas joyas literarias perfectamente conservadas que, ahora, han adquirido un valor incalculable para mí. Fue su despedida. El pasado sábado, 10 de abril, con la llegada de la mañana, Marcio Veloz Maggiolo dejó de existir. Yo escribí hace poco más de cuatro años el siguiente texto con motivo de su 80º aniversario de vida. Lo titulé “Los 80 años de un gigante”. Con algunas actualizaciones lo reproduzco, porque creo que este fue, entonces, como lo es hoy, un homenaje a su trayectoria y a su nombre. Marcio celebró mucho este artículo, como en estos días sus amigos recordamos al Maestro, con mayúsculas, con lágrimas y con una celebración de su vida y de su gloria que, esperamos, mantener por siempre. Hasta volver a vernos. Marcio Veloz Maggiolo es un hombre de muchos nacimientos y aniversarios. El suyo es un linaje de palabras distribuidas entre vocaciones varias y luces de sabiduría que iluminan múltiples caminos. Su trayectoria: una de las más dilatadas y plenas que conoce nuestra historia cultural. Nació poeta. A los veintiún años da a conocer su primer libro, el poemario El sol y las cosas (1957). En 1986, después de que sus versos hicieran su recorrido inspirador, dejó su mochila poética sobre la mesa de sus mudanzas literarias para que las musas dejaran abiertas las sendas de sus ya encaminadas preocupaciones hacia nuevos estadios de creación. De ese primer libro suyo, con el que comenzó a construirse su marcha incesante en las letras nacionales, se cumplen ya sesenta y cuatro años. No había suspendido su oficio de poeta cuando, en 1960, se estrenó como novelista. Con El buen ladrón nacía, así, entrando firme en la enredadera de la ficción desde el primer estallido, una de las mejores novelas de la literatura dominicana. Hace sesenta y un años de ese suceso que marcó la consagración de Marcio antes de que llegase el amplio registro de toda su gran obra.

Nació para el cuento en ese mismo decenio de los sesenta (El prófugo, 1962), se estrena como ensayista iniciando los setentas (Cultura, teatro y relatos en Santo Domingo, 1972), y de inmediato tiene un nuevo natalicio, esta vez como arqueólogo y antropólogo –una de sus grandes pasiones- con la Arqueología prehistórica de Santo Domingo, 1972).

Al poeta, al novelista, al cuentista, al ensayista, al antropólogo, le nacieron luego otras compañías: el dramaturgo, el narrador infantil, el historiador, el columnista, el memorioso que desnuda fantasmas y que fermenta remembranzas. En todas estas categorías literarias la suma de sus producciones debe ser una de la más extensa y sólida de nuestra cultura literaria. Sus dos primeras novelas –en total, publicó dieciséis- y los relatos bíblicos inauguran una especie que le distingue no solo en nuestras letras sino que pudiera correr suertes en cualquier otra latitud. Sus cuentos y casicuentos entran sin apuros en cualquier antología continental. Sus estudios arqueológicos son puntales de esa materia de especialistas que lo mismo bucea en nuestros ancestros aborígenes, como planea sobre nuestras sociedades arcaicas y sobre nuestra cotidianidad. Sus ensayos son pruebas no solo de erudición sino de una fortalecida conciencia que rodea momentos fundamentales de nuestra historia cultural o sondea los trances alucinados de un barrio y su paisaje humano.

Yo entré a la literatura de Marcio en los finales de los sesenta, en pleno bachillerato, cuando la profesora de literatura Rafaela Joaquín trajo una mañana la novela Los ángeles de hueso como una auténtica novedad que nos obligó a todos en el aula a leerla. Incluso, convocó un concurso para premiar al que escribiese el mejor examen de la obra que correspondió a mi trabajo. Así me encaminé yo en los senderos nunca abandonados de las letras de nuestro gran escritor. Nunca imaginé que treinta y cinco años después, en una tarde inolvidable, Marcio –sin conocer esta historia- me pediría presentar la tercera edición de Los ángeles de hueso. Entonces, dije lo siguiente, que ahora reafirmo. “Con la irrupción de la narrativa de Marcio Veloz Maggiolo en la dinámica literaria dominicana entre el final de la Era de Trujillo y los inicios del período de transición a la democracia, que es cuando comienza formalmente su trayectoria, el entramado de la literatura nacional sufre un cambio radical que establece nuevas coordenadas de enfoque, técnica, tema y ensamblaje del hecho narrativo en ese escenario. Todos veníamos de leer y estudiar el Enriquillo, Over, Cosas añejas, Baní o Engracia y Antoñita que eran los referentes obligados de la literatura dominicana. Cuando llega Los ángeles de hueso, en 1967, se produce una revolución en la concepción de la literatura como materia insurreccional, levantisca, rebelde, donde la palabra puede jugar a ser emblema y visión de una realidad interior, como experiencia individual ajena a normativas tradicionales”.  A partir de entonces, comenzamos a perseguir al Marcio anterior y posterior a esa novela, hasta que toda su obra se convirtió en un momento sensible de nuestras personales querencias literarias. Tempranito en la mañana de un domingo imborrable en nuestra memoria, Marcio llegó a mi casa para dejarme el manuscrito de Uña y carne, una de sus novelas más sacudidoras que, como escribí en otro lugar, produce un estrujón cerebral cuando se intenta aprehender la galería de significantes de obra tan convulsa. Sin ritmo lógico, Marcio seguía innovando más de cuarenta años después de su salida hacia la gloria literaria, con ese memorial de virilidades insospechadas y de memorias truncas. Cuando propuse crear un gran premio como parte del programa de la Feria del Libro, el primer ganador fue Marcio con uno de mis libros favoritos cuyos capítulos nunca he dejado de releer: Trujillo, Villa Francisca y otros fantasmas, publicado hace justamente veinte y cinco años. Y dos años más tarde, cuando creamos la Colección Cultural Codetel, Marcio fue uno de los tres autores que seleccioné para el primer volumen, Santo Domingo, elogio y memoria de la ciudad. Y volvió a serlo cuando a tres manos se escribió el volumen ocho de esa desaparecida colección, con uno de los temas de su preferencia que maneja con conocimiento inigualable, El bolero, visiones y perfiles de una pasión dominicana. Y cuando esa colección cerró en su noveno año de existencia, ahí estaba Marcio para escribir junto a Hugo Tolentino Dipp, Gastronomía dominicana, historia del sabor criollo. A la admiración sin pausas, se unió pues la complicidad literaria en la producción de textos únicos en nuestra literatura. Con toda seguridad afirmo que Marcio Veloz Maggiolo fue, hasta hace una semana, el escritor dominicano viviente más completo y de mayor trascendencia. Nació a la vida el 13 de agosto de 1936, por los predios de Villa Francisca. Nació a la eternidad el pasado sábado 10 de abril. Poco más de ochenta y cuatro años en un profesional de la palabra y la escritura que supo nacer muchas veces, como si en cada nacencia suya la génesis de la gloria lo esperase para alcanzar nuevos vuelos desde las alturas gigantarias que ocupa en nuestras letras. ¡Buen viaje, Maestro!

La obra de Marcio Veloz Maggiolo

Por Jeannette Miller

 

Ha fallecido Marcio Veloz Maggiolo, una de las figuras más importantes de la cultura dominicana. Novelista, cuentista, poeta, ensayista, antropólogo, pintor… Su talento abarcaba distintas disciplinas y en todas alcanzó niveles de maestría sorprendentes.

Catedrático, diplomático, periodista cultural, su capacidad de trabajo ayudó a construir una gran obra que ha quedado en sus numerosos libros y en la conciencia de quienes lo conocieron. Afable, caballeroso, con una curiosidad permanente que le permitió manejar temas disímiles, se puede decir que don Marcio era una enciclopedia viviente.

Participó y apoyó a importantes grupos y generaciones literarias (La Generación del 48, La Generación del 60, El Puño…) y estimuló a los jóvenes escritores a seguir su vocación. Para nosotros queda el hueco de su persona y de su obra, una obra que lo mantendrá vivo a través del tiempo en la memoria cultural de nuestro país. 

En honor a Marcio Veloz Maggiolo

Por José Alcántara Almánzar

HA SIDO UN ESCRITOR TUTELAR, NO SOLO POR EL ALCANCE DE SU OBRA, SINO TAMBIÉN POR SU ESTIMULANTE PRESENCIA, ORIENTADORA Y SABIA.

Durante una conferencia en la Feria del Libro de Madrid 2019, dedicada a la República Dominicana, dije que Marcio Veloz Maggiolo (1936) es el escritor dominicano vivo más importante de nuestro país. Él ha sido un escritor tutelar, no solo por el alcance de su obra, sino también por su estimulante presencia, orientadora y sabia, su generosa actitud hacia los jóvenes creadores, y su ejemplo de escritor consagrado e innovador.

Mucho antes de que el tema se pusiera de moda, Marcio fue el escritor que más profundizó en los laberintos de la dictadura de Trujillo, y lo hizo desde distintas perspectivas y géneros, hurgando en los entresijos de la historia para construir perdurables criaturas de la imaginación, o dejar un testimonio único, como lo demostró en Trujillo, Villa Francisca y otros fantasmas (1997), que es también una excelente biografía colectiva de su barrio, y de personajes emblemáticos de una era infame.

Veloz Maggiolo es un escritor ecuménico cuya obra abarca la poesía, el relato, la novela, la crítica, la antropología cultural y la prehistoria de nuestra isla, entre otros. Su infatigable labor de más de seis décadas se mantiene vigorosa, con la publicación de nuevas obras que son prueba fehaciente de su tenacidad y su lucidez.

Algunas de sus novelas mayores han trascendido los límites insulares para proyectarse a otros países, siendo traducidas a numerosos idiomas y estudiadas por críticos literarios de prestigio. Conocí personalmente a Marcio Veloz Maggiolo en aquellos tiempos promisorios de los Premios Siboney (1978-1985), en los que él era secretario y mediador respetado por jurados de primera, y donde jugó un papel clave. Y le estaré siempre agradecido por su trato afable con Ida y conmigo, y sus palabras la noche de la puesta en circulación de La carne estremecida (1989), y sobre todo por la distinción de su amistad.