¿Es el español un idioma machista? (3 de 3)

Para las Chicas: Vivian, Rosario, Tuchi, Frieda y Nonora.En el artículo anterior, explicamos cómo los sustantivos genéricos o colectivos pueden utilizarse  para evitar del uso el genérico masculino, sin producir el recargamiento y la redundancia del desdoblamiento o del uso de la barra, el paréntesis o el símbolo de la arroba. En este último artículo de la serie, describimos otros procedimientos que sirven también para este propósito.

¿Es el español un idioma machista? (2 de 3)

Para las Chicas: Vivian, Rosario, Tuchi, Frieda y Nonora.En nuestro artículo anterior, describimos como ciertos aspectos del idioma español –el masculino genérico, el salto semántico, los duales aparentes y muchos refranes y adagios– revelan su carácter machista o sexista.  En la presente entrega, entramos en la discusión de las diversas propuestas o técnicas de redacción presentadas a partir de los años 80 con el propósito de combatir ese mal, evitando que las mujeres, que constituyen más de la mitad de la población hispanohablante, sigan ocultas tras el genérico masculino como seres inferiores y dependientes. La lengua determina como piensa una sociedad.  Mientras la lengua cotidiana continúe despreciando o haciendo invisibles a las mujeres, jamás lograremos ni acercarnos al ideal de la igualdad de los sexos que la Asamblea Revisora de la Constitución acaba de consagrar en la reforma constitucional en curso.

¿Es el español un idioma machista? (1 de 3)

Para las Chicas: Vivian, Rosario, Tuchi, Frieda y Nonora.Cuenta la profesora española Teresa Meana Suárez1 como alrededor del año 1973,  estando en una asamblea universitaria colmada de estudiantes de ambos sexos y muy alborotada, un hombre gritó: “¿Esto es una asamblea o qué cojones es?”, a lo que otro respondió: “¡Cuidado con las palabras, que hay señoritas presentes!” Calmados los ánimos por esta amonestación y luego de un largo rato de intervenciones diversas, se levantó una joven y se dirigió a la concurrencia con estas palabras: “Yo sólo quiero decir una cosa: ¡Cojones!”

Los prefijos

Los prefijos son partículas o palabras,  generalmente de origen griego o latino1 ,  que se agregan al inicio de otras palabras para formar palabras nuevas. Así, por ejemplo, cuando le añadimos la partícula “co” a la palabra “propietario”, formamos una nueva palabra: “copropietario”; cuando juntamos “super” con “visión”,  se produce el vocablo “supervisión”; cuando unimos “a” con “moral”, armamos el nuevo término “amoral”; y de manera muy apropiada, cuando acercamos “pre” a “fijo”, componemos la palabra “prefijo”. Las palabras creadas con prefijos, llamadas “palabras prefijadas”, suelen tener, como en los cuatro casos señalados, un significado distinto al de la palabra original o “raíz”.

En contra de versus

Para el hablante culto dominicano de hoy en día, el latinismo espurio  “versus”y sus abreviaturas “vs.”,  “v.” y “Vs.” son sinónimos de  “contra”. Hace unos veinte años solíamos tropezarnos con “vs.” sólo en las páginas deportivas (“Águilas vs. Licey”, “Mano de Piedra Durán vs. Sugar Ray Leonard”); en la actualidad, la abreviatura ya ha conquistado al editorialista, a las plumas excelsas de los articulistas de los periódicos nacionales y de las revistas profesionales, y hasta a nuestra Suprema Corte de Justicia, cuyos Boletines Judiciales vienen encabezados de un sumario o índice general en donde todos los pleitos se abrevian de esta manera: “Fulano de Tal Vs. Mengano de Tal.” La preposición castiza “contra” y su sencillísima abreviatura “c.” son ya, a los ojos de nuestra “intelligentsia”, vocablos archivulgares e indignos de ser utilizados en público; “versus”, en contra, es muestra instantánea tanto de erudición como de clase.

De la redacción de textos legislativos

En una sociedad democrática, las leyes, por su naturaleza, deben ser redactadas en un lenguaje conciso, preciso, gramaticalmente correcto y comprensible, no sólo para los abogados y los jueces, sino para todos.

Género no es lo mismo que sexo

«Sexo» tienen las personas, los animales y algunas plantas, mientras que «género» sólo lo tienen las palabras.
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El anteproyecto de ley de procedimiento constitucional

En una sociedad democrática, las leyes, por su naturaleza, deben ser redactadas en un lenguaje conciso, preciso, gramaticalmente correcto y comprensible, no sólo para los abogados y los jueces, sino para todos.

Las olimpíadas de ¿Pekín o Beijing?

Fui un espectador apasionado de las XXIX Olimpíadas celebradas recientemente en China. Vi con ojos humedecidos como mi compañero de bufete de más de veinticinco años, mi  «hermano» menor Rubén J. García, eterno protector del boxeo, desfilaba como delegado en la ceremonia de apertura a un metro detrás de la bandera tricolor. Celebré las medallas de Yulis Gabriel Mercedes (plata en taekwondo) y de Félix Díaz Guzmán (oro en boxeo) como mías, llorando de emoción. Lamenté nuestras derrotas con empatía, evocando mis fracasos de hace más de cuatro décadas, cuando competía como corredor de fondo (que quiere decir de larga distancia) con mucho más entusiasmo que velocidad. En fin, fueron dieciséis días de espectáculo sin igual que disfruté plenamente, salvo por un detalle -el proverbial pelo en la sopa- que ocurrió no en China, sino aquí mismo: la pésima narración de los juegos en televisión.

“Hombres trabajando" y otros gerundios

Regresaba de Santo Domingo a Santiago por la autopista Duarte muy de noche cuando alcancé a ver en la distancia dos letreros que decían “Hombres Trabajando”. Miré a mi alrededor y no vi a nadie, como era de esperar casi al filo de la medianoche. Pronto me encontré con un desvío en la carretera y reduje velocidad. Vislumbro, de repente, un objeto denso y oscuro  a  pocos metros, que resulta ser un carro de la policía que transita con las luces apagadas. Luego del frenazo y de las maldiciones, logro serenarme y empiezo a reflexionar sobre el estado de mi país donde a diario suceden cosas así. Me pregunto qué podría hacer yo para mejorar la situación, y luego de larguísimas divagaciones,  ya llegando a casa, concluyo –por enésima vez– que como no tengo ni el temperamento ni el talento ni la vocación para la vida pública, debo seguir concentrado en las pequeñas cosas, en cultivar, como Cándido, mi jardincito. Así, en vez de criticar la desorganización e irresponsabilidad seculares de nuestras instituciones –algo que muchos han hecho sin consecuencias de consideración–, dedico esta columna a denunciar un gerundio mal usado y atroz.