La razón por la cual no se le colocan los artículos femeninos inmediatamente delante –definido e indefinido- es porque comienza con la vocal, “a” que soporta el acento tónico en el término.
A pesar de aceptar que le precedan “el y un”, la palabra sigue tan femenina como siempre.
Con anterioridad había que observar mayor cuidado con el uso de la palabra “área” en los casos de traducciones del inglés al español o viceversa; esto así porque no siempre que se veía “area” en inglés debía trasladarse al español por el vocablo similar en sonido. Esta diferencia es patente en el caso en que se refieren en inglés con la voz “area” a la idea de espacio definido en un mapa. Para esta noción es más adecuado que se emplee en español el vocablo “zona”.
ISRAELITAS – ISRAELÍES
“. . .A. constantemente denuncia sobre esos despiadados niños, ancianos y mujeres ISRAELITAS que hacen tanto escándalo cuando los sanos. . .”
El israelita es el hebreo. El vocablo funciona como adjetivo y como sustantivo. Es relativo o perteneciente al que profesa la ley de Moisés. Se aplica también al natural de Israel.
Israelí es el natural de Israel. Actúa como adjetivo y como sustantivo. Es perteneciente o relativo al país, a Israel.
La diferencia entre los dos términos estriba en que israelita es el único término con que puede uno referirse a la persona que profesa la ley de Moisés, es decir el religioso que sigue esas enseñanzas. Al oriundo del estado, o a las cosas que atañen al país, se puede referir el hablante con uno u otro de los dos vocablos. Hay que tener pendiente esta diferencia para no caer en el error de usarlo creyendo que los dos términos tienen una sinonimia total.
*GUACHAMARÓN
“Mentalidad imperial también atacar a ese muchachote tropical y GUACHAMARÓN H. C., ése que lo llama. . .”
Con voces de este tipo no tiene sentido recurrir al diccionario oficial de la lengua, porque en él no se encontrará la definición que se busca. En América existen muchas voces semejantes a la del título que tienen diferentes significados.
En el DRAE solo hay dos palabras que se parecen a la del epígrafe, son “guachada” y “guache”. La guachada es la acción propia de un guache, y éste a su vez, en tono despectivo, en el nivel coloquial del habla, es una persona ruin y canalla. Con estos valores se le usa en Colombia y Venezuela.
La terminación que le añadieron al “guacha” es para aumentar la condición de la persona que así se califica en grado mayor. Resultó en el texto guachamarón.
Como el maestro Ángel Rosenblat no recoge ese vocablo, hay que presumir que no se le había documentado en la literatura hasta el año de la publicación de la obra de este estudioso; o bien, que surgió después que él (Rosenblat) concluyó sus trabajos acerca de las “Buenas y Malas Palabras”.
En un trabajo publicado más recientemente, en el año 1996, se encuentra la voz “guachamarón” y se asegura que es propia de Venezuela. Con ella se define a la “persona de buen carácter, campechano, sociable, sincerote”.
ORIENTACIÓN
“Su Alteza puso el grito en el cielo raso del aeropuerto ante la insistencia de los inspectores por obedecer la ORIENTACIÓN que, desde el fatídico 11 de septiembre, les han machacado. . .”
Además de los significados propios derivados del verbo orientar, en su sentido de fijar posición determinada respecto de los puntos cardinales. El término sirve también para informar a alguien de lo que ignora y desea saber; del estado de un asunto o negocio, para que sepa mantenerse en él. Por otra parte, es dirigir o encaminar a alguien o algo hacia un fin determinado.
En el caso del texto, las instrucciones que reciben los inspectores, las actualizaciones con respecto de las normas que hay que aplicar, las reglas que deben de seguir, no son orientaciones. Sobre todo, no lo son cuando no son impartidas en el momento en que se entrena a un nuevo empleado, sino que son explicadas o introducidas como un cambio en los usos.
En inglés el verbo “to orient” y el nombre “orientation” tienen unos valores más amplios que los correspondientes del español. El verbo sirve para indicar cambios para adaptarse a la situación o al entorno reinante. Las orientaciones, a su vez, son los cambios de posiciones. No hay que olvidar que lo que consta en este último párrafo corresponde al inglés solamente.
No hay que extrañarse de que muchas personas que se encuentran navegando en medio de las dos lenguas -español e inglés- no estén el tanto de estos ligeros matices.
EN CADA MOMENTO
“Las estadísticas estatales muestran que como promedio, sólo alrededor del 60 por ciento de las camas están ocupadas EN CADA MOMENTO.”
Las expresiones en la lengua no tienen fin. Es imposible inventariarlas todas. Cada una de ellas se ajusta a una situación diferente. “A cada momento” tiene el mérito de señalar lo que es frecuente y repetidamente.
Para que se pueda aceptar el uso de este “en cada momento” debe mediar un complemento que termine o haga perfecta la idea. Véase un ejemplo para ilustrar lo que se trata de explicar. “Los actores no aparecen en escena en cada momento de la obra”. A pesar de escribir el ejemplo hay que admitir que no tiene todas las de ganar en el seno de la lengua.
Si la idea que se desea comunicar es que algo sucede siempre, es continuo o permanente, entonces se cuenta con otros giros en español que desempeñan mejor la tarea. Muy simplemente se puede decir o escribir, “. . .sólo alrededor del 60 por ciento de las camas están ocupadas siempre”. Otra opción es utilizar “todo el tiempo”.
Cuando en español se usa “cada” como adjetivo para referirse al nombre de las cosas de un grupo, se hace para destacarlas todas, consideradas de una en una. “Cada estudiante recibió su premio”.
En el lenguaje de la hotelería se hace más sencillo el asunto para aludir al porcentaje de la ocupación de las habitaciones en los hoteles y negocios afines. “La ocupación promedio es de un 60 por ciento de su capacidad”. Se sobreentiende que se refiere a las habitaciones sin necesidad de mencionarlas. Además se entiende que cubre el período de un año, a menos que no se consigne lo contrario.
Es probable que lo sucedido en el caso de la cita es que la redactora escuchó o leyó la información en inglés, lengua en la cual “every” da la idea de colectividad individualizada, pero no deja de referirse al todo.
*CABOCHONES
“No menos importante fue el papel del vidrio, el cual adquirió matices y vetas, que permitían emular aguas, cielos, vegetación. Igualmente cobró textura e insistió en las llamadas joyas, una especie de CABOCHONES de gran vistosidad.”
Para sentar las bases del asunto se hace necesario mencionar que la palabra del título es el plural de *cabochón que tampoco aparece en los diccionarios de español.
Quien primero recogió la voz “cabuchón” fue Santamaría en el Diccionario General de Americanismos, obra que fue publicada en el año 1942. Alrededor de esos años también la asentó Morínigo en el Diccionario del Español de América. Los dos autores utilizan definiciones semejantes para definir el vocablo, Del francés cabochón, piedra preciosa ilustrada. Es término masculino usado en México y Argentina para “piedra de adorno del sombrero de las mujeres”. Santamaría sostiene que es “azabache u otra piedra que adorna los sombreros de las mujeres”.
La voz “cabochon” hace su aparición en francés documentado en 1380, para llamar así a la piedra preciosa convexa, y deriva de “caboche” que era el clavo de cabeza grande.
Lo que consta en el diccionario de la Academia es “cabujón”, que desciende del francés “cabochon”: Es palabra de género masculino. Con ella se designa la “piedra preciosa pulimentada y no tallada de forma convexa”.
Según parece el americanismo no tuvo buena fortuna porque no logró su admisión en el léxico español reconocido por la Real Academia. En lugar del americanismo, el vocablo registrado es otro del mismo origen, pero escrito de modo diferente.
En portugués se conoce el objeto definido anteriormente, es el “cabuchâo”, que en esa lengua es el objeto de forma cónica y convexo con la cabeza tallada que se usa para adorno. El origen de la palabra es el mismo de la española y la americana.
MÁS POCO
“Quizá el rasgo MÁS POCO común de Vero Beach sea simplemente un camino de tierra. . .”
Sucede de vez en cuando, pero sucede. Si no se presta atención a lo que se redacta se cae en ligeros errores que pueden confundir al lector. Una distracción cualquiera puede producir algo como lo que se comenta en esta sección.
Decir o escribir “más poco” es equivalente de escribir o decir “menos mucho”. Cualquier lector al enfrentar una combinación de este género de inmediato recibe la impresión de que ha escuchado o leído algo que contiene elementos que se rechazan entre sí.
“Más poco” debe ser interpretado por menos. En lugar de usar las dos palabras criticadas, lo más natural en el español hablado, así como en el escrito, es que se diga y escriba, menos. De esa forma el texto citado al principio terminaría de este modo: “Quizá el rasgo menos común de. . .” Lo que hace este “menos” es expresar disminución de lo representado por la palabra que resulta modificada.
Conceptualmente el “menos” propuesto equivale a “más poco”, ya sea que se trate de cantidad o de cosas. Lo cierto del caso es que “más poco” no se emplea en el lenguaje en lugar de “menos”. En las conversaciones informales se usan muchas expresiones, giros y combinaciones que se desaprueban en la lengua escrita. Hay que tener esto último en cuenta para que deslices de este tipo no se cuelen en la prensa.
*VEINTE DOS
“La votación sobre Cuba refleja esa situación. VEINTE DOS países votaron por la resolución presentada por Honduras, entre ellos siete latinoamericanos.”
Lo que pasa en esta cita es lo que en lenguaje de cazadores se expresa de la manera siguiente: “apuntaron dos cazadores al mismo pájaro a un tiempo y erraron”. Más abajo se explica.
En español, antes se acostumbraba a pregonar en las escuelas que la forma correcta de escribir los números a partir de veinte era intercalando la i griega (y). Así se decía y escribía, veinte y uno, veinte y dos, y así seguía hasta veinte y nueve.
Luego vino lo que sucede con frecuencia en las lenguas vivas, que se introdujo un cambio que fue el resultado del uso. Se autorizó el empleo de la grafía veintiuno, veintidós, veintitrés, y así sucesivamente.
El uso, la manera de pronunciar o enunciar esos números impuso de modo preeminente la forma de recoger en una sola palabra el número o cifra.
Aparte del problema que se cita aquí, también en el pasado se enfrentó el inconveniente con la forma de escribir el número veinte, que algunas personas pronunciaban y escribían *vente. Ese fenómeno se producía por lo poco común que es el encuentro de las vocales E, I en esa sucesión delante de un sonido de consonante nasal.