Un 88% de los artículos de la Constitución dominicana contiene errores y gazapos

Lo que demuestra que en nuestro país lo cerebral, lo espiritual y lo gramatical están en un plano muy lejano a lo muscular y a lo farandulero se ha comprobado con la edición hecha por el académico y abogado Fabio J. Guzmán Ariza de un libro que en otro país hubiera concitado debates públicos, primeras planas y comentarios a granel, porque el tema tratado es de suma trascendencia política y social, ya que se refiere nada más y nada menos que a la actual Carta Magna proclamada el 26 de enero de 2010.

 En efecto, El lenguaje de la Constitución dominicana, fue presentado en la entidad editora, la Academia Dominicana de la Lengua, y en la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra de Santiago, y en las palabras del autor se hacen denuncias que si no fuesen comprobables leyendo el texto mismo, parecen fruto de la imaginación de un fabulador. Si eso se hubiera referido a  boxeadores o a peloteros o algún cantante popular, un actor de cine, etc., hace rato que no se hablaría de otra cosa en los medios nacionales. Desgraciadamente, en estos tiempos y en este país, el hablar o escribir bien no produce millonarios.

 Este simple dato consignado en el discurso de presentación nos deja con la boca abierta: “la Constitución exhibe al mundo, al igual que muchas otras normas dominicanas de reciente elaboración, un rosario interminable de errores y gazapos: 245 de sus 271 artículos –un asombroso 88%– contienen errores. Aun restando los menos importantes –por ejemplo, el uso abusivo de mayúsculas– quedan muchos errores ortográficos,  sintácticos y de comprensibilidad que causan espanto”.

 El licenciado Guzmán Ariza va presentando no solo lo que considera errores o gazapos, sino que ofrece la forma correcta acorde con la normativa gramatical, ofreciendo así un servicio invaluable para todos, ya que la lengua es un patrimonio común y la Constitución la madre de todas nuestras leyes.

 Nosotros laboramos en la Cámara Penal de la Suprema Corte de Justicia como corrector de estilo y fuimos jueces y ministerio público y ejercimos durante muchos años la ingrata profesión de abogado y podemos dar fe de que estos o peores resultados pueden encontrarse por montones en simples decisiones y sentencias de pocas páginas a todo lo largo y ancho del país.

¿Qué hacer? En la obra citada se someten a la consideración de los poderes del Estado, a las universidades dominicanas de manera muy especial, cuatro medidas concretas que trataremos de sintetizar aún más, de la síntesis que hace el autor en su ponencia:

 1. Se refiere a la necesidad, que frente a los hechos consignados en su obra, es perentoria: La elaboración de una guía de redacción normativa para el uso de los encargados de hacer los anteproyectos de leyes y demás textos jurídicos antes de ser sometidos para su aprobación, que serviría para unificar criterios en la redacción de esas normas.

2. Pide la impartición de cursos de técnica de redacción a los encargados de redactar normas jurídicas. Según Guzmán Ariza no basta tener conocimientos de derecho o mucha cultura en general para redactarlas bien claras y correctas.

3. La revisión de las normas durante el proceso de formación. Cita que en Suecia desde 1976 hay una comisión de cinco juristas y cinco lingüistas para asegurar que toda norma sea redactada en un lenguaje correcto y fácil de entender y que aquí deberían incorporar a personas con profundos conocimientos del idioma y de la técnica legislativa.

4. La inclusión de la redacción jurídica como materia universitaria en la carrera de derecho. Hace la comparación de que siendo la palabra el instrumento de trabajo del futuro abogado, el estudio del lenguaje debería ser una materia básica como lo son las matemáticas para un ingeniero, porque es absurdo que ambas carreras tengan igual tiempo de estudio de la gramática.

Es más, nos atreveríamos a indicar al margen de sus propuestas, que los secretariados deberían especializarse y que un secretariado legal sería el único utilizable para quienes vayan a trabajar a los diversos tribunales y a las diferentes cámaras legislativas, y que, para obtener el grado deberían incluir en su pensum los mismos requisitos gramaticales de la carrera de leyes.

 Solo así en un futuro podríamos tener excelentes leyes que todos comprendiéramos y, sobre todo instrumentos jurídicos: actos y sentencias de los tribunales bien redactados.

 De modo que respaldamos como abogados y como escritores los planteamientos de Fabio José Guzmán Ariza: desde ahora pedimos a quienes corresponda modificar el pensum de estas carreras, tanto la de derecho como la del secretariado con especializaciones en lo comercial, en lo general y en lo jurídico.

 Como están las cosas, a nadie debería darle vergüenza volver a estudiar gramática, sobre todo a quienes vivimos de la palabra escrita o hablada. Nunca es tarde para aprender lo básico y para enriquecer nuestro léxico y nuestra capacidad de redactar bien. Vergüenza real nos da cuando nos corrigen, aunque de ese mal, el sistema educativo nacional sea el gran culpable. Profesores, directores y rectores de los liceos secundarios y universidades, encargados de redactar las leyes, ha llegado el momento de evolucionar.

Escrito por Manuel Mora Serrano

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