Vuelco, no volque

Por Tobías Rodríguez Molina

La expresión “latín vulgar” (o popular) hace referencia al conjunto de formas de habla procedentes del latín clásico, el idioma oficial del Imperio Romano, y que eran usadas en las provincias del Imperio  por los soldados y las personas que no tenían un elevado nivel cultural.

Ese latín vulgar era un idioma hablado, vivo y en constante evolución a diferencia del latín clásico, que era el latín escrito culto, propio de la literatura, de la oratoria y de la administración pública. En su evolución, el latín vulgar  fue variando algunas de sus  formas.  Uno de esos cambios consistió en la conversión de las vocales tónicas “o” y  “e” en los diptongos  “ue”  y “ie”, respectivamente, fenómeno que se registró en el  castellano, lengua hija del latín

De ese modo,  en lo  referente a  la “o” tónica, se pasó de “portam” a “puerta”,  de “focum” a “fuego”,  de “pontem” a “puente”, etc. En el caso de la “e” tónica, se dio el cambio de “petram” a “piedra”, de “terram” a “tierra”, de “dentem” a “diente”, etc.  Eso pasó tratándose de los sustantivos, pero el cambio también afectó a una gran cantidad de verbos en cuya base  o raíz estaban presentes la “o” y la “e” tónicas. Es lo que pasó con los verbos, que pasaron,  por la influencia de ese latín vulgar,   de “aprobar” a “apruebo” de “colar” a “cuelo”, de “mover” a “muevo”,  de “contar” a “cuento, etc. ;  y de “defender” a “defiendo”,  de “sentir” a “siento”,  de “confesar” a “confieso”, de  “regar” a “riego”, etc.

Esa diptongación de “o” en “ue” y de “e” en “ie” acontece en los verbos,  en el tiempo  presente del modo indicativo y del modo subjuntivo más el imperativo, cuando esas vocales (o y e), al conjugar esos verbos, son tónicas, es decir, en ellas recaería la mayor fuerza al pronunciarlas en la conjugación. Si no son tónicas, no sucede la diptongación; eso pasa con la primera persona plural de los tiempos en los que esos verbos diptongan, como en “nosotros colamos”,  “que nosotros colemos…”, etc.

Ilustremos mejor este caso de la diptongación mediante la conjugación del verbo “pensar” en el  presente del modo indicativo: yo pienso, tú piensas, él (ella, usted) piensa, nosotros pensamos, ellos (ellas, ustedes) piensan y en  presente del modo subjuntivo: que yo piense, que tú pienses, que él (ella, usted) piense, que nosotros pensemos, que ellos (ellas, ustedes) piensen.

También observemos la diptongación en los verbos con “o” tónica convertida en “ue”. Lo haremos primero en el presente del modo indicativo y luego en el presente del modo subjuntivo: yo cuento, tú cuentas, él (ella, usted) cuenta, nosotros contamos, ellos (ellas, ustedes) cuentan.  Que yo cuente, que tú cuentes, que él (ella, usted) cuente, que nosotros contemos, que ellos (ellas, ustedes) cuenten.

Mi experiencia de docente universitario y de observador de la lengua hablada por los dominicanos de todos los niveles socioculturales,  me ha mostrado que a varios verbos existentes en nuestra lengua española  que exigen la diptongación muchos usuarios dominicanos no los ponen a diptongar.  Es el caso de los verbos renovar, soldar, volcar, volcarse, etc. Estoy casi seguro de que ustedes estarán de acuerdo conmigo en que los verbos “renovar” y “soldar” conjugados en los modos y tiempos en los que en ellos se da la diptongación, muy pocos dominicanos los conjugan, tanto en la lengua hablada como escrita, siguiendo las pautas debidas. Constaten lo que acabo de afirmar con la conjugación  que les ofrezco de esos dos verbos cuando diptongan:

  1. Presente del modo indicativo: yo renuevo, tú renuevas, él (ella, usted) renueva, nosotros renovamos, ellos (ellas, ustedes) renuevan. Presente del modo subjuntivo: que yo renueve, que tú renueves, que él (ella, usted) renueve, que nosotros renovemos, que ellos (ellas, ustedes) renueven. Modo imperativo: renueva tú, renueve él (ella, usted), renovemos nosotros, renueven ellos (ellas, ustedes).
  2. Presente del modo indicativo: yo sueldo, tú sueldas, él (ella, usted) suelda, nosotros soldamos, ellos (ellas, ustedes) sueldan. Presente del modo subjuntivo: que yo suelde, que tú sueldes, que él (ella, usted) suelde, que nosotros soldemos, que ellos (ellas, ustedes suelden. Modo imperativo: suelda tú, suelde él (ella, usted), soldemos nosotros, suelden ellos (ellas, ustedes).

Quiero comunicarles que yo me decidí a escribir este ensayo un día en que escuché a un comentarista, bien conocido en el  ámbito deportivo santiaguero, decir lo siguiente: “Un pelotero de las Aguilas Cibaeñas que venía hacia Santiago sufrió un volque en la carretera Puerto Plata-Santiago.

Yo estoy seguro de que ustedes son   personas que  quieren conducirse como auténticos usuarios del español, tanto escrito como hablado. Para ello, en el caso de esos verbos, principalmente, deberán regirse, eso es algo evidente, por los modelos que les he ofrecido en esta ocasión. De ese modo mejorarán y cuidarán su imagen, y no les pasará lo que le pasó a un competente médico de la ciudad de Santiago de los Caballeros, del cual una joven campesina que apenas sabía leer y escribir, y nativa de un campo próximo a Licey al Medio, se rio de él burlonamente al escucharlo hablar un español lleno de incorreciones. Lo cierto es que  esa joven hablaba un español muy por encima del de ese competente y afamado médico de nuestra ciudad.

Seguro que ya ustedes saben que no está de acuerdo con las reglas de la diptongación decir “sufrió un “volque” en la carretera Duarte”, ni tampoco “sufrió un “volque” en la carretera Puerto Plata-Santiago”. Y ese conocimiento teórico lo proyectarán en sus escritos y en sus expresiones orales.

© 2019, Rafael Tobías Rodríguez Molina

Asirimbar, especia/especie, turistear, crescendo

Por Roberto E. Guzmán

ASIRIMBAR

Los hablantes de español dominicano renuevan constantemente los recursos de que disponen para expresarse. Esto lo hacen de forma sobresaliente en el uso de las voces que pueden considerarse vernáculas.

Puede observarse una actualización de este tipo en lo concerniente al verbo del título. En esta sección se abundará sobre el verbo que llena un vacío en el habla de los dominicanos, pues el adjetivo y el nombre de la misma familia formaban parte ya del español dominicano.

Los diccionarios de español dominicano hace largo tiempo que asientan la voz “sirimba”. El Diccionario de americanismos de la Asociación de Academias también inventaría esa voz como perteneciente al léxico dominicano. En ese diccionario se reconoce que la voz sirimba es de uso en Cuba y República Dominicana.

La acepción que asienta ese diccionario es, “Desvanecimiento, desmayo”. En lo recién expuesto no hay nada nuevo. Lo nuevo consta en el título de esta sección, pues por fuerza tiene que existir el verbo correspondiente, asirimbar. Esto así porque el diccionario antes mencionado registra la voz “asirimabao, á”. Para esta voz, trae la acepción siguiente: “Referido a persona, distraída, alelada, lela”.

Lo que llama la atención es que no se asienta el verbo asirimbar. Este verbo existe, pues se ha oído en las conversaciones de los nacionales dominicanos especialmente para referirse a medicamentos que ponen aleladas, distraídas, ausentes, a las personas que los usan.

Algo que se ha notado en el uso del nombre sirimba es que hasta donde se ha observado, esta se produce de manera súbita, sin aviso, sin que la víctima del desmayo o desvanecimiento haya percibido señales de que algo raro o diferente le va a ocurrir. Este rasgo se piensa que debe incorporarse en la acepción para sirimba porque en las definiciones para las dos palabras que se ofrecen como sinónimas para su definición esta característica no es intrínseca a ellas.

La sirimba según parece llegó antes a Cuba que a República Dominicana. En el Diccionario de voces cubanas de Constantino Suárez (1921:479) consta como “síncope, ligero desmayo”, Más interesante aún es la descripción que asienta el Diccionario ejemplificado del español de Cuba” (2016-II-441) “Desvanecimiento que sufre una persona debido a una emoción fuerte”. Eso se parece a esos “ataques de nervios” que sufren sobre algunas personas cuando pierden un ser querido. Ese patatús se conoce en el español dominicano como un “yeyo”.

Debe incluirse el verbo asirimbar en los diccionarios de español dominicano tomándose en cuenta lo que se ha explicado m´{as arriba como justificación para ello.

 

ESPECIA – ESPECIE

“. . .llegaban las más extraordinarias mercancías orientales como la seda, las ESPECIES. . .”

Algunas palabras que son semejantes a otras causan muchos inconvenientes a nivel del habla. A veces las confusiones entre ellas entorpecen la comunicación en el nivel de la lengua escrita también.

Antes de comenzar a enderezar el problema entre las dos palabras del título, y explicar las diferencias que existen entre ellas, se expondrá la razón por la cual se piensa que el hablante del español dominicano suele incurrir en este error.

La palabra favorita para los hablantes de español dominicano para denominar los condimentos en general es “sazón(es)”. Este vocablo es el equivalente de “especia”, pues para los dominicanos, especia queda relegada a una época en que Europa procuraba la ruta a los países productores de estas sustancias vegetales aromáticas.

En pocas palabras, especia es un vocablo que pertenece a la historia y no a la realidad diaria de los dominicanos. En otros países prefieren usar la palabra “adobo” para los mismos propósitos que el dominicano usa “sazón”; esto a pesar de que en los diccionarios el adobo aparece definido como “salsa o caldo”.

Con la exposición que se hizo ha quedado claro que especie es un concepto muy diferente y más complicado que especia. Se propone para evitar la confusión, retener en la memoria que la palabra con la A, es el (la) sazón y, con la E es la clase, grupo. De propósito se ha evitado entrar en mayores consideraciones con relación a las diferentes acepciones de las dos palabras del título.

 

TURISTEAR

“. . . a TURISTEAR a expensas de la caja chica. . .”

Este verbo es de incorporación reciente en el Diccionario de la lengua española de la Asociación de Academias. Hizo su aparición en la edición de 2014. Antes de eso ya constaba en el Diccionario de americanismos (2010) de esa asociación.

Con respecto de este verbo se ha hecho merecida justicia porque era de uso generalizado en once países de la América Hispana de acuerdo con lo que escribe el último diccionario mencionado. La acepción que asienta la mentada asociación es la que goza de mayor uso en el español hispanoamericano, “Dicho de una persona: Viajar por placer, visitando varios lugares en poco tiempo”.

El verbo turistear posee otras acepciones en el español americano. Es pasear, deambular sin rumbo o plazo fijo. Otra acepción es, recorrer lugares sin un destino o un plazo fijo. Además, vagar por distintos lugares sin hacer nada.

En República Dominicana llaman turista a la persona que no trabaja, al holgazán; aquella persona que aun cuando percibe un salario en una empresa o dependencia de la administración pública, no desempeña función alguna, es vago. En la mayoría de los casos, esas personas pasan el tiempo deambulando entre los demás, de allí es de donde se desprende el nombre.

Es fácil colegir que la palabra turista en español derivó del inglés tourist, que a su vez nació del inglés tour que se originó del viejo francés de la misma grafía. El origen remoto se remonta al latín tornare. El verbo turistear en español es una creación válida hispanoamericana.

 

CRESCENDO

“. . .regresaban siempre con noticias, que iban siempre CRESCENDO. . .”

En un momento u otro los articulistas y columnistas meten una que otra palabra en lengua extranjera. Los motivos para hacer esto son muy variados. Algunos lo hacen para demostrar sus conocimientos en lengua extraña al español. Otros lo hacen simplemente por “gadejo”.

En muchos de los casos quien escribe se olvida de revisar el significado de esas voces extranjeras y cae en error. En otros casos, sobre todo con los latinismos, los escribientes les anteponen preposiciones que no caben en esas locuciones por la naturaleza misma de estas.

Con respecto de crescendo hay que tener en cuenta que su primer campo de acción corresponde a la música, aunque el italianismo ha pasado a las lenguas internacionales y ha trascendido las fronteras de la música. No puede olvidarse que son muchas las palabras italianas del campo de la música que han pasado a lenguas extrajeras.

Algo que no puede olvidarse es que por ser una voz extraña a la lengua española esta voz, crescendo, debe presentarse en itálica o entre comillas al escribirla cuando se la acompaña de palabras españolas.

Puede escribirse que la voz crescendo está acreditada en el español internacional si se tiene en cuenta que el Diccionario de la lengua española la inventaría, pero lo hace en letra itálica en sus páginas. En el aparte en que ese diccionario reconoce la voz, informa acerca de su origen, voz italiana, derivada del latín crescendo, gerundio de crecer en la última lengua.

En el ámbito de la música consigna ese lexicón que es, “Aumento gradual de la intensidad del sonido”. Crescendo es también la anotación en la partitura que introduce el aumento gradual de la intensidad del sonido. En sentido general sirve para expresar, “Aumento progresivo de algo”. En el habla se pronuncia imitando la forma de hacerlo en italiano, creshendo.

Además de lo anterior, se registra allí la locución adverbial in crescendo que debe interpretarse en tanto, “Con aumento gradual”. Cada lengua acepta la voz italiana con variantes de matices; el inglés entiende que es “aumento gradual en poder y volumen”. El francés no añade nada nuevo a lo ya expuesto. La lengua portuguesa ofrece como sinónimos, “progresión, gradación”, que para el primero de los dos es una ampliación con respecto a las otras lenguas. Estas dos voces deben ser interpretadas con el acompañamiento de aumento, aumento progresivo, gradación progresiva.

© 2019, Roberto E. Guzmán

Desaciertos lingüísticos, reflejo de cambios en nuestro español

Por Rafael Tobías Rodríguez Molina

Continuando con la temática  de los desaciertos en que incurren muchos de los usuarios del español, tanto empleándolo en forma  oral como escrita,  veamos algunos  “despistes” o desaciertos que guardan relación con usos que están revolucionando nuestra lengua madre en República Dominicana.

En un programa de televisión transmitido por un canal local,  escuchamos lo siguiente: “A las encíclicas se le da el nombre por las primeras palabras que empiezan.” (Alguien de gran cultura, articulista y escritor de renombre).  En esta oración están presentes dos desaciertos. Uno de ellos es el empleo de “le” en lugar de “les” por la concordancia que tiene que darse con “encíclicas”, una palabra plural  que exige que cualquier palabra referida a ella tiene que mostrar concordancia en plural. El segundo desacierto, el desconlasqueísmo, pues empleó un “que” en vez de “con las que”. Debió haber expresado “…por las primeras palabras con las que empiezan.”

Otro caso en el que se refleja la tendencia a los cambios, lo vemos en este fragmento: “…después…, de la forma en que lo digo, importa poco.” Aquí aparece reflejado un caso extraño a nuestra sintaxis, pues ha dicho “de la forma en que lo digo…” poniendo un “de” innecesario,  ya que debió expresar “la forma en que lo digo importa poco.”

Alguien  se expresó de la siguiente manera: ”Todo eso deja dicho en la condición que estamos…”, dejando  evidenciado un cambio en la estructura sintáctica de nuestra lengua española con el llamado “traslaenqueísmo” porque, en su expresión, separa “en” de “que”,  palabras que deberían aparecer seguidas, una junto a la otra, por lo que debió haber expresado “Todo eso deja dicho la condiciٕón  en que estamos. Fijémonos bien que  la frase de relativo “en que” debe aparecer unida y después del sustantivo “condición”, que es la palabra antecedente a la cual se refiere el relativo “en que”.

El “queísmo” hace tiempo que los dominicanos lo hemos entronizado en nuestro español, como aparece en la siguiente oración: “Estoy seguro que tú serás una persona exitosa.” (Profesional del derecho). Esa oración, para que no sea dequeísta, debe redactarse “Estoy seguro de que tú serás una persona exitosa”. A propósito, el queísmo es un fenómeno ampliamente extendido en nuestro país. Ahora bien, si alguien quisiera evitar ese cambio sintáctico, yo le propongo el siguiente mecanismo: Haga la pregunta  ¿De qué estoy seguro? Y también hágala  sin el “de” ¿Qué estoy seguro?  Si nos damos cuenta de que  la pregunta iniciada con “de qué” es la que está  correcta, la afirmación, o respuesta a la pregunta,   debe aparecer  con “de qué”.

Otro reflejo de cambio lo encontramos en lo que yo le he nominado el “desenqueísmo” al eliminarse “en” en una construcción sintáctica como esta: “El día que ella se fue” (Profesional de la comunicación). La formulación de un español castizo debe ser “El día en que ella se fue.”  Pero se está haciendo cada día menos frecuente entre nosotros mantener “en”  cuando se trata de  esa construcción de relativo con expresión de tiempo.

Le oí decir a un profesional de la medicina “La persona que yo saludé…” reflejando el cambio al que un servidor lo ha calificado como “desalaqueísmo”, ya que,  a la expresión de relativo “a la que” le  elimina las palabras  “a la”.  Debió decir “La persona a la que yo saludé…”

Hace pocos días asistí a un acto de graduación  y  se reflejó  en un cien por ciento lo que una vez afirmó el profesor Juan Bosch al decir que “El dominicano no conoce  el  les”.  Lo que yo constaté ese día fue que la directora del centro donde se celebró la graduación, una  persona de elevada cultura, con una excelente dicción y de gran fluidez expositiva,   empleó 9 veces  un “le” que debió haber sido   “les”, y en ningún momento empleó un “les” en la forma debida.  Lean  uno de esos casos: “Le damos la bienvenida a las personas que han venido a escuchar las interpretaciones de estos graduandos.”

Hace un tiempo, yo elaboré un artículo centrado en el tema del “le” y del “les” al cual le di como título “Muchos dominicanos no saben emplear el les. En el mismo se evidenció ampliamente, aunque no en un ciento por ciento,  la percepción del profesor Juan  Bosch.

Existen otros muchos casos que reflejan los cambios lingüísticos que estamos introduciendo  los dominicanos en nuestra lengua española, se podría decir, de forma bastante acelerada, algunos de los cuales ya se  los he ofrecido en otros de mis artículos. Ojalá mis lectores puedan aplicar lo planteado en esta ocasión, tanto en sus escritos como también en sus exposiciones orales.

© 2019, Rafael Tobías Rodríguez Molina

Baldado (baldao), brochure, «foam», reportajista

Por Roberto E. Guzmán

BALDADO (BALDAO)

Antes de entrar en el meollo del vocablo del título debe hacerse justicia. La noticia acerca de esta voz se debe a la información ofrecida por el académico de número de la Academia Dominicana de la Lengua D. Rafael Peralta Romero quien en compañía de D. Antoliano Peralta Romero ofreció las nociones sobre esta voz.

Baldado (baldao) es el hombre que posee un pene de dimensiones desmesuradas. Es posible que esta voz tenga relación con el baldado más conocido del español que da a entender que una persona tiene un impedimento físico, tal como una lesión o, inutilizada una extremidad o, algún tipo de invalidez. Habrá quien piense que esta desproporción del pene no constituye un impedimento.

El baldado de la lesión en una extremidad se conoce también en el español dominicano, aunque no consta en todos los diccionarios de español dominicano. Por las noticias de los dos baldados tratados en esta sección, se entiende que pertenecen al español del suroeste dominicano.

Solo una obra de entre las publicadas dedicada al español dominicano trae noticias de este baldado. Esta obra no cumple con todos los requisitos para que se la considere un diccionario, pero demuestra una vez más que la labor paciente de una persona puede producir frutos que merecen considerarse.

En la misma región mentada antes, suroeste, dicen que un niñito está baldado cuando los testículos están inflamados sin que haya una explicación inmediata para ello.

Hay que tener en cuenta que en los casos anteriores de los hombres que tienen un pene prominente, de ellos se dice en el español dominicano que están o son lisiados, lo que concurre a reforzar la misma idea de baldado.

 

 BROCHURE

“. . .ni hay BROCHURE educativo”.

Este brochure hace rato que anda de boca en boca y de texto en texto. Parece que tiene el poder de encantar a los hispanohablantes. Lo anterior es cierto, a pesar de que hay que matizarlo debido a que ese galicismo ha penetrado en otras lenguas como se verá más abajo. Se aprovechará la presente ocasión para ilustrar otros aspectos acerca de la voz francesa.

En francés, el sustantivo brochure es femenino. En español puede afirmarse que es un folleto, un libro pequeño u obrita encuadernada, forrada, o sea, un volumen de poca monta. Es una obra impresa de reducido número de páginas. La palabra francesa deriva de broche que es la aguja con que se cosen las páginas de un libro.

En inglés también entró la voz brochure, pero en esa lengua consideran que es un pamphlet. La definición de la voz inglesa es la de una publicación impresa sin carátula, o con una cubierta de papel. Esta voz del inglés no corresponde en todos sus aspectos con el “panfleto” del español. La traducción de la voz brochure del inglés se hace al español con los vocablos folleto o panfleto.

La lengua italiana ofrece una descripción del brochure en tanto obra de pocas páginas, de cubierta sencilla, pegada o cosida, recubierta de papel o de un cartón flexible. En italiano han decidido representar la voz francesa así, brossura. Los brasileños dieron solución al asunto introduciendo una palabra acomodada a su lengua, brochura, que sirve para expresar la idea de folleto, u opúsculo encuadernado.

En el español americano, en Costa Rica, Estados Unidos, Panamá y Puerto Rico, se escribe brochur, que más o menos representa el sonido en español de la voz francesa. El Diccionario de americanismos (2010) registra el brochur (masculino) usado en Honduras, El Salvador, Nicaragua y Costa Rica como un “Folleto o pequeña obra impresa de carácter informativo sobre un determinado tema”. En el diccionario oficial de la lengua española no aparece el brochure escrito de ninguna forma.

 

FOAM

“. . .tal cual botella plástica o como vaso FOAM”.

No es un secreto que la sustancia con que está fabricado el vaso mencionado en la frase citada está escrita en una lengua extraña al español; es una voz del inglés.

Cuando se usa la palabra foam para designar esa sustancia se elige la solución más fácil; es decir, se selecciona la palabra más corta. Esta solución contradice la teoría de que los escribientes prefieren las palabras más largas.

En este caso como en muchos otros de la vida moderna, lo que sucede es que se desconoce la palabra en español para designar el material que corresponde a la voz del inglés. Como en otras ocasiones, el material o sustancia con que está fabricado el recipiente entró al mercado internacional desde costas ajenas a las de habla española, desde allí se propaga esa voz

El vaso que se obtiene con este procedimiento de fabricación es muy ligero y, además, es aislante, cualidad la última que lo hace adecuado para expender bebidas que se conservan durante más largo tiempo a la temperatura deseada.

El inconveniente con el material mencionado con la voz foam es que no es biodegradable, y en consecuencia, contamina el ambiente.

La traducción que se considera más afortunada para el material, foam, es “espuma de poliuretano” y, para la palabra foam, en general es espuma. En el español de los Estados Unidos y Puerto Rico se conoce otro foam, que es la espuma de afeitar.

El poliuretano es una, “Resina obtenida por condensación de poliésteres, caracterizada por su poca densidad”. Diccionario del español actual (2005-II-3607).

Se preconiza la traducción “espuma” por la comodidad y porque se piensa que prenderá mejor en el español que una más exacta, pero más larga. En la cita pudo escribirse “vaso de espuma”.

 

REPORTAJISTA

“. . .en el rol de REPORTAJISTA . . .”

Para una lengua como la española, el vocablo del título es nuevo. Solo tiene unos años en la lengua. Todavía no ha entrado en los diccionarios de español internacional. Se ha hecho la búsqueda en otros diccionarios, pero no se ha encontrado noticia del vocablo.

La palabra que más se asemeja a la del título es reportaje. En sentido lato el reportaje es un género de periodismo informativo. Este reportaje no es solo texto, pues puede ser acompañado de fotografías. En prensa suele llevar una cabeza compleja y va firmado por su autor. Existen varios tipos de reportajes en periódicos impresos. Uno de ellos es el reportaje moderno que es una “narración objetiva, escrita en tercera persona o de manera impersonal”. Diccionario del periodismo (1981:170-1).

El reportaje es una narración que tiene alguna relación con la actualidad. Es esencialmente informativo, como se escribió antes, objetivo en cuanto al modo y redactado en estilo directo. “Se diferencia de la información pura y simple por la libertad expositiva de que goza el reportero”. Géneros periodísticos (1986:65-6).

Con respecto de la terminación -ista este componente de palabra se une a nombres de profesión o doctrina base para indicar que la persona así designada trabaja, se ocupa o tiene esa profesión, y en el caso de la doctrina, que es partidario de ella. De este modo en el caso de las profesiones forma sustantivos

Hay que pensar con respecto de la voz del epígrafe, que se ha tomado como base la palabra reportero que en sí designa al periodista que se dedica a recoger y redactar reportajes.

La única explicación que puede ofrecerse para justificar la creación de la nueva voz es establecer una diferencia entre el reportero y el reportajista. Esta diferencia redundará en beneficio del reportajista por considerar a este/a de mayor categoría que a quien se llama solamente reportero. Quizás más bien se tomó como base la palabra reportaje; pues reportero en sí mismo vale para expresar por su terminación el oficio, profesión, ocupación o puesto.

© 2019, Roberto E. Guzmán

 

Cuál de los dos «aun» se acentúa (2 de 2)

Por Rafael Tobías Rodríguez Molina

Prosiguiendo con  el tema referente a la acentuación o no de ”AUN”, debemos aclarar que, aunque creemos que el criterio fonético es el más lógico y básico en todo lo que se refiere a la  acentuación de nuestra lengua española, es bastante inseguro tratándose de “AUN”, ya que normalmente pronunciamos los dos “AUN” produciendo un  hiato. Por eso no debe rechazarse, al menos por razones prácticas,  el criterio de tipo semántico  o del significado.  Más bien lo creo como el de mayor utilidad por la mayor seguridad que ofrece su aplicación.

Este criterio lo siguen quienes plantean que se acentuará  “AUN”  siempre que se emplee con el significado de todavía, o lo que es lo mismo, siempre que se pueda intercambiar por todavía. Y no se le marcará la tilde cuando solamente  equivale a hasta, incluso, inclusive, y que en ese mismo  caso no  se puede intercambiar por todavía.  (Amado Alonso y Pedro Henríquez Ureña, Gramática Castellana; José Escarpanter, Ortografía Moderna.)

Aplíquese la regla anterior a los siguientes ejemplos: “Aún no ha llegado.”  “No ha llegado aún.”  “Aun sin llegar, ya creíamos que había llegado.”  “Llegaron allí los aún inexpertos.” Llegaron allí los inexpertos aún.”“Llegaron allí aun los inexpertos.”  Si se hacen acertadamente las equivalencias significativas en cada uno de los “AUN”, realizaremos, sin ninguna duda, la acentuación correspondiente en cada caso que se nos presente.

Nos parece de gran utilidad añadir que cuando “AUN” puede ser sustituido por todavía, se pronuncia como bisílabo con hiato y llevará tilde. Constatemos lo que acabamos de expresar mediante el siguiente ejemplo: “Aún está lloviendo.” Aquí se puede hacer la sustitución por todavía,  y se puede notar que se pronuncia el hiato y, por lo tanto,  se le  marca  la tilde.

En el próximo ejemplo veamos si se puede hacer lo mismo que hicimos con el ejemplo anterior: “Le gusta el español, el francés, el italiano y aun el portugués.”  Seguro que se darán cuenta de que ese “aun” no equivale a todavía, no se pronuncia como hiato, sino como diptongo y por eso no se le puede marcar el acento ortográfico o tilde.

Con lo ya expresado anteriormente, queda dicho que para que “AUN” lleve acento ortográfico no tiene que significar solamente todavía, ya que puede significar también hasta, incluso, inclusive y llevar acento ortográfico. De ese modo queda rechazado el errado criterio de quienes en sus gramáticas afirman que cuando “AUN”  equivale  o se puede sustituir por hasta, incluso,  inclusive no se acentúa.

Para que quede bien rebatido el criterio anterior, solo basta analizar el siguiente ejemplo: “Ella dijo que tú eres torpe; aún más dijo. Dijo que eres bruto. En ese ejemplo, “AUN”  se puede intercambiar por todavía pero  también por hasta, incluso, inclusive., y de ese modo nos damos cuenta  de que puede equivaler a hasta, incluso e inclusive  y llevar tilde.  Es, por tanto, errático afirmar que “si AUN equivale a hasta, incluso, inclusive no llevará tilde.”

Y con la finalidad de que se comprenda mejor lo planteado hasta ahora, les presento algunos ejemplos donde aparezca “AUN” con tilde y otros sin tilde. Veamos:

  1. Con tilde: “Aún (todavía) no ha llegado.”  “No ha llegado aún (todavía)” “Dijo que eres medio torpe, y aún (todavía, hasta, incluso, inclusive) más dijo; dijo que eres imbécil.” “Llegaron allí los aún (todavía) inexpertos.”
  2. Sin tilde: “Llegaron allí aun (hasta, incluso, inclusive) los inexpertos.” “Aun (hasta, incluso, inclusive) sin lograr el éxito total, ya creíamos que lo habíamos logrado.”

Resumiendo lo hasta aquí planteado, diremos que para evitar confusiones y tener seguridad a la hora de tildar o no  “AUN”, tenemos que fijarnos que si equivale a solo todavía y también a todavía y al mismo tiempo a hasta, incluso, inclusive, se le marcará el acento ortográfico o tilde. Y no se le marcará el acento ortográfico o tilde si “AUN” solo se puede intercambiar por  hasta, incluso e inclusive.

Espero que la abundancia de ejemplos y explicaciones que les he expuesto en el presente artículo les den mayor seguridad cuando les toque decidirse por la acentuación o no acentuación de “AUN”.

© 2019, Rafael Tobías Rodríguez Molina

Cuál de los dos «aun» se acentúa (1 de 2)

Por Rafael Tobías Rodríguez Molina

Es muy probable que usted habrá leído y, además, estudiado las más diversas reglas referentes a la acentuación de la palabra “AUN”. Y es posible que haya seguido usted las orientaciones de algún autor que afirme que “AUN” no se acentúa cuando aparece ubicado al principio de la oración y se acentúa si  aparece al final de la oración. Ejemplos: “Aun no ha llegado.”  “No ha llegado aún” (Joaquín Añorga,  Conozca su idioma).

Ese autor, para acentuar esa palabra, ha seguido un criterio sintáctico o de ubicación sintáctica, es decir, que la no acentuación o acentuación de “AUN” dependerá de si está ubicada al principio o al final de la oración.

Ahora bien, el criterio que plantea Añorga no es compartido por la Real Academia de la Lengua Española, tal como se notará en los ejemplos que aparecen en la página 1424 del Diccionario de dicha institución: “Aún está enfermo.” “Está enfermo aún.”

Sin  ninguna  duda que el punto de vista  sintáctico no nos ofrece ninguna seguridad a la hora de marcar o no tilde en el caso que nos ocupa. Lo más que podemos  sostener  es que “cuando “AUN” aparece al final de una oración o proposición, llevará acento ortográfico o tilde”, tal como puede observarse en los siguientes ejemplos: “No se ha ido aún.” “No se ha ido aún  y todos creen que ya se fue.”

Pero no podemos afirmar  que cuando “AUN” no  mantiene esa ubicación no se acentúa. ¿Acaso no es lo mismo decir: “No se ha ido aún” que “Aún no se ha ido.? Está claro que tanto desde el punto de vista fonético como del semántico, en ambas oraciones estamos frente a la misma realidad.  Y tampoco podemos decir que ha habido cambio sintáctico, ya que solo se ha operado un simple cambio de ubicación de  un elemento sintáctico, lo que es normal en la lengua española, pues en ella los componentes oracionales no tienen un lugar fijo como sucede en algunos idiomas.

En este punto del tema que nos ocupa, cabe la pregunta: ¿Qué criterio puede considerarse válido para la acertada acentuación de “AUN”? Recuerde el lector que el acento que se marca en las palabras escritas es un  reflejo del acento que ya existe en la pronunciación de  una palabra. Es por eso que, cuando se habla de palabras agudas, graves y esdrújulas, se hace referencia a sílaba tónica y sílaba átona, y el acento o tilde se marca, cuando haya que marcarlo, encima de una vocal tónica. Es decir, que lo fonético, lo referente al sonido, es lo que está a la base de la acentuación del español y, por lo tanto, debe ser el criterio más seguro y válido para acentuar o no acentuar “AUN”.

Basándonos en ese criterio, puede ofrecerse la siguiente regla: “Cuando “AUN” debe pronunciarse como monosílabo, no se acentuará. En cambio, cuando debe pronunciarse como bisílabo es porque tiene un  hiato formado por la combinación de una vocal abierta y una vocal cerrada tónica, y esa clase de hiato siempre se acentuará ortográficamente en la vocal cerrada, de acuerdo con la norma del español  en lo  concerniente  al acento ortográfico o  tilde.

Aplíquese la regla anterior a los siguientes ejemplos y a cualquier otro semejante que se le presente: “Aun sin estudiar, dominaba esa  materia de su carrera universitaria.”  “Aún no había estudiado y ya dominaba esa materia.” Como en el primer caso el “AUN” se debe pronunciar como monosílabo, no se le marcará el acento a la “u”, pero ya que en el segundo ejemplo se pronuncia como bisílabo, hay que marcarle el acento ortográfico en la “u”, por tratarse de un hiato que exige acento ortográfico obligatorio.

© 2019, Rafael Tobías Rodríguez Molina

Ortoescritura

Por Rafael Peralta Romero

 

GÉNERO Y VARIACIÓN DE SIGNIFICADO DE ALGUNAS PALABREAS

El ingeniero Alejandro Merino, en cuya cabeza el estudio de nuestra lengua  merece sitio  a parte. Él ha sugerido el tema  en torno a un grupo de palabras homónimas  que varían el significado  según que se empleen en masculino o en femenino.

Precisamente el género  indica que son palabras diferentes  dos que se escriben de la misma manera pero tienen diferente origen y significado. Veamos: el orden, la orden; el cólera, la cólera; el editorial, la editorial; el génesis, la génesis;  el guía, la guía; el cabeza, la cabeza; el moral, la moral; el levita, la levita;  la atalaya,  el atalaya; el margen, la margen; el guardia, la guardia, el esperma, la esperma, el cura, la cura, el corte, la corte.

1-Cólera.  Procede del latín  cholĕra, bilis. En femenino significa: 1. f. Ira, enojo, enfado. Y en masculino es el nombre de una  enfermedad gastrointestinal epidémica.

2-Editorial .Como adjetivo es igual para ambos géneros: política editorial,  consejo editorial.  Es masculino  cuando se refiere al artículo no firmado que expresa la opinión de un medio de comunicación sobre un determinado asunto: el editorial de hoy.  En femenino, suele nombrar  a una casa editora: Editorial Gente.

2- Génesis. Masculino, origen o principio de algo. El libro de la Biblia que cuenta el origen del mundo  es el Génesis.  Pero en forma femenina significa: serie encadenada de hechos y de causas que conducen a un resultado (Hay que buscar la génesis del problema).

3- Guía. Femenino.  De guiar, es aquello que dirige o encamina. Tratado en que se dan preceptos para encaminar o dirigir en cosas, ya espirituales o abstractas, ya puramente mecánicas. En masculino guía es sinónimo de volante (pieza del automóvil). El Diccionario presenta otras acepciones de guía en masculino, citemos una más: Persona autorizada para enseñar a los forasteros las cosas notables de una ciudad, o para acompañar a los visitantes de un museo y darles información sobre los objetos expuestos.

4- Cabeza. La cabeza es la parte superior del cuerpo, en la que está situado el cerebro. Es sustantivo  masculino para indicar persona de mayor responsabilidad en una familia que vive reunida.

5-Moral- Femenino.  Doctrina del obrar humano que pretende regular el comportamiento individual y colectivo en relación con el bien y el mal y los deberes que implican.  f. Conjunto de facultades del espíritu, por contraposición a físico. Moral es también un árbol oriundo de Asia, de la familia de las moráceas cuyo   fruto es la mora.

6-Levita. El levita es para judíos un sacerdote dedicado al servicio del templo. Mientras la levita es una prenda masculina de etiqueta, más larga y amplia que el frac.

7- Atalaya. Torre hecha comúnmente en lugar alto, para registrar desde ella el campo o el mar. Se ha llamado el atalaya  al hombre destinado a registrar desde la atalaya y avisar de lo que descubre.

8-Margen. Femenino.  Extremidad y orilla de una cosa. Margen del río, del campo.  En masculino: Espacio que queda en blanco a cada uno de los cuatro lados de una página manuscrita, impresa, grabada.

 

9- Guardia (femenino). Acción de guardar . f. Conjunto de soldados o gente armada que asegura la defensa de una persona o de un puesto. . f. Defensa, custodia, protección. Cuando se trata de un miembro de la guardia, asume el masculino: un guardia, el guardia.

10- Esperma. Semen. Es de ambos géneros cuando se  refiere a la  sustancia de las abejas para hacer velas. Cera.

11- Cura.   Sacerdote  católico. En femenino, cura es lo mismo que  curación.

-12- Corte. Masculino.  Acción y efecto de cortar o cortarse.  Sección por donde ha sido cortada una pieza de carne, un embutido, etc. Este jamón tiene buen corte. Cambia femenino cuando se refiere a   Medio que se toma para cortar diferencias y poner de acuerdo a quienes están discordes. Tribunal de justicia: la corte.

 

EL ORDEN NO SE ESTABLECE CON UNA ORDEN

El artículo anterior se refirió  a un grupo de palabras homónimas  cuyo  significado  varía  según que se empleen en masculino o en femenino. De esa lista hemos discriminado  el vocablo /orden/para resaltar su amplio valor semántico.

El Diccionario de la lengua española  atribuye veintiuna acepciones a esta palabra, tanto en género masculino como femenino,  y registra treinta y cinco  locuciones  formadas con este vocablo, en las que también  se intercalan los usos en masculino y femenino: el orden de batalla , el orden del día, a la orden, de orden, la real orden.

El vocablo /orden/ procede  del latín  ordo. Su primera acepción  es  como voz masculina: “Colocación de las cosas en el lugar que les corresponde”. Siguen estas: 2. m. Concierto, buena disposición de las cosas entre sí. 3. m. Regla o modo que se observa para hacer las cosas.

El orden tiene que ver también con el ámbito de materias o actividades en el que se enmarca alguien o algo.” En el orden social”.  “En el orden político”.  La sexta acepción, también en masculino,  se refiere al nivel o categoría que se atribuye a alguien o algo. “Es un profesional de primer orden”.

Algunas acepciones  y  locuciones  corresponden a la arquitectura. Por ejemplo: Cierta disposición y proporción de los cuerpos principales que componen un edificio.

En  botánica  y zoología, se denomina orden (en masculino) a “cada uno de los grupos taxonómicos en que se dividen las clases y que se subdividen en familias. Orden de los artiodáctilos”.

En la  lingüística se habla del orden gramatical, mientras en  la  música se trata de una cuerda de un instrumento musical, o grupo de dos o tres cuerdas, que representan una única nota y se tocan de una sola vez.

En la religión católica conocemos  como orden uno de los siete sacramentos, que reciben los obispos, presbíteros y diáconos. El orden episcopal, el orden sacerdotal.

Femenino

El más conocido uso en femenino  del vocablo orden (la orden, una orden) se vincula al sentido de “mandato que se debe obedecer, observar y ejecutar”. Sin embargo,  antes que esa acepción (número 17), en el Diccionario académico aparece esta: 16. f. Instituto religioso aprobado por el papa y cuyos individuos viven bajo las reglas establecidas por su fundador o por sus reformadores, y emiten votos solemnes.

Esas son las llamadas órdenes religiosas (salesianos, jesuitas, mercedarios…). Pero también se mencionan en femenino  “Cada uno de los institutos civiles o militares creados para premiar por medio de condecoraciones a las personas con méritos relevantes”. La Orden de Duarte, Sánchez y Mella, la Orden de Cristóbal Colón, la Orden de Alfonso X el Sabio.

Nos referimos a la orden cuando pedimos al camarero de un restaurante algo para comer o beber. Lo  curioso es que  de acuerdo al Diccionario ese uso se limita a tres países: Cuba, México y República Dominicana.

Aunque la referencia al orden sacerdotal se emplea en masculino, en la  vigésima acepción de  la palabra se plantea lo siguiente: “20. f. Rel. Cada uno de los grados del sacramento del orden, que se van recibiendo sucesivamente y constituyen ministros de la Iglesia”. Es decir que podríamos decir de un religioso que “Ya recibió la orden de diácono y se prepara para la orden de presbítero”.

También se aplica el femenino (la orden) para nombrar cada una de las filas de granos que forman la espiga.

 

¿POR QUÉ  LOS DOMINICANOS LLAMAMOS “TAJO” A LA CARNE?

Los estudiosos de la lengua atribuyen origen rural al uso de la palabra /tajo/  con el significado de carne.  Hasta hace  pocas décadas  la mayoría de la población dominicana  vivía en el campo. Como  los campesinos hemos emigrado hacia los centros urbanos y escribimos en periódicos y  libros, firmamos decretos y cartas pastorales, aprobamos leyes y dictamos cátedras universitarias, es de presumirse que el vocablo tajo,  carne comestible,   se haya asentado en nuestro hábitat.

De verdad, la voz tajo deriva del verbo /tajar/  y el Diccionario de la lengua española  le atribuye las siguientes acepciones:

  1. m. Corte hecho con instrumento adecuado.2. m. Sitio hasta donde llega en su faena la cuadrilla de operarios que trabaja avanzando sobre el terreno; como la de mineros, segadores, taladores, etc.3. m. Escarpa alta y cortada casi a plomo. 4. m. Filo o corte. 5. m. Pedazo de madera grueso, por lo regular afirmado sobre tres pies, que sirve para partir y picar la carne sobre él. 6. m. tajuelo (‖ banco rústico). 7. m. Trozo de madera grueso y pesado sobre el cual se cortaba la cabeza a los condenados. 8. m. coloq. tarea (‖ trabajo que debe hacerse en tiempo limitado). 9. m. coloq. Lugar en el que se trabaja. Me voy al tajo.10. m. Esgr. Corte que se da con la espada u otra arma blanca, llevando el brazo de derecha a izquierda. 11. m. Zam. tabla de lavar. 12. m. C. Rica. cantera (‖ sitio de donde se saca piedra). 13. m. desus. Corte  o hechura de un vestido.

Ninguna de las acepciones hace referencia a carne, pero sí a trozo, pedazo, corte. La asociación podría ser que un trozo de carne es un tajo. Pero hay otros detalles  que ayudan a la aproximación. Por ejemplo, el verbo tajar significa “Dividir algo en dos o más partes con un instrumento cortante”.

El participio de ese verbo es tajado, que al hacer la función de adjetivo asume el femenino tajada: “1. adj. Dicho de una costa, de una roca o de una peña: Cortada verticalmente y que forma como una pared. 2. f. Porción cortada de algo, especialmente de carne cocinada”.

Ya ven,  en la segunda acepción aparece el vocablo carne. Es decir, una  tajada es una porción de carne. Bien sabido es que en  el habla dominicana predomina  para tajada el significado de  pedazo de una naranja. Se ha hecho extensivo el término, como sustantivo,  para indicar  los beneficios que recibe una persona –generalmente un funcionario público- en una negociación  que implica recursos del erario: “La obra no sirvió, pero al  ministro no le importa porque  ya cogió su tajada”.

El participio activo del verbo tajar es tajante: que taja.  El Diccionario lo registra así: 1. adj. Que taja. 2. adj. Concluyente, terminante, contundente. 3. m. carnicero (‖ persona que vende carne). ¡Eureka!  Ahí está, en la tercera acepción,  tajante es sustantivo y equivale a carnicero.

La Nueva gramática de la lengua española, página 481, cuando  trata de las voces terminadas en –nte (originadas en el participio activo)  indica lo siguiente: “Entre los muchos nombres de oficio  en –nte perdidos  o poco usados, cabe señalar aprovechante, bailante, (hoy bailarín, bailador, bailaor y bailón, de sentido distinto), musicante o trabajante. Con el sentido del actual carnicero se usaban antiguamente  tajante y cortante”.

Si tajante equivale a carnicero, no es de extrañar que lo que vende sea tajo, es decir carne. (Publicado en EL NACIONAL  el domingo 6.1.19)

 

METURA

Sin la “metura” la comida está incompleta

En la gastronomía de la pobreza no se emplea el vocablo guarnición, que eso (arroz, yuca, ñame, plátanos, batata o yautía)  sirve como elemento principal al que hay que buscarle una metura. El  sello clasístico  del comer impone también su terminología.

En la gastronomía del buen vivir la guarnición es cosa secundaria, porque  el componente  principal  es proteína de origen animal: carnes, pescado o marisco. ¿Con qué lo prefiere?, suele preguntar el camarero del restaurante, luego de que el cliente haya seleccionado pescado, carne o marisco. A seguidas podría precisar las opciones: puré de papas, papas salteadas, vegetales o arroz blanco.

En la casa del pobre, la esposa preguntará: ¿Con qué nos vamos a comer los víveres? Y remacha: Aquí no hay nada de metura. “Trozos sin metura,  está fuerte eso…”, responderá el hombre. La metura se marida con lo que en otras mesas se llama guarnición. El Diccionario académico define guarnición de este modo: “Complemento, generalmente de hortalizas, legumbres, etc., que se sirve con la carne o el pescado”. Procede del verbo guarnir.

Tengo testimonios de personas procedentes de diferentes regiones del país que emplean el vocablo metura  para nombrar a la parte de la comida que otros llaman compaña e incluso grasa. En Miches y otros puntos del Este, metura es término común.

El Diccionario del español dominicano no reconoce  el vocablo metura, aunque sí su sinónimo /compaña/. Pero su definición resulta incompleta: “Guarnición de un plato principal”.  Para el común de los hablantes, compaña es el componente proteínico y no los frutos de origen vegetal.  Aunque el aguacate, por su contenido graso, ha sido empleado –gastronomía de la pobreza-  como compaña o metura.  Se le menciona con  el apelativo “chicharrón de bosque”.

El vocablo metura no  aparece en el Diccionario de la lengua española ni  la registra don Max Uribe en su célebre diccionario de dominicanismos.  Tampoco  ha sido incorporado en el Diccionario del español dominicano. Aunque, bueno, hay que señalar que  esta obra, auspiciada por la Academia Dominicana de la Lengua,  recoge la forma /mestura/ con  las siguientes  acepciones: mezcla, rural. 2. Carne o frituras que acompañan al plato básico de arroz y habichuelas.

La  palabra metura como  su parónima /mestura/ se presumen  derivadas –o corruptela- de mixtura, voz procedente del latín que significa: 1. f. Mezcla, juntura o incorporación de varias cosas. 2. f. Pan de varias semillas. 3. f. Med. Poción compuesta de varios ingredientes.

Temas idiomáticos

Por María José Rincón

 

 UN EMBLEMA ACTUAL

08 / 01 / 2019

El lema de la Real Academia Española, «Limpia, fija y da esplendor», triunfó sobre otras propuestas, como aquella de «Aprueba y reprueba» que hoy, que todo nos hiede y nada nos huele, habría levantado ampollas. Por allá por 1713, cuando fue fundada la RAE, estaba asentada la idea de que cada lengua alcanzaba un momento de apogeo que era necesario mantener.

En su emblema, un crisol sobre el fuego simboliza el trabajo con una sustancia noble y maleable, la lengua, de la que, como si de un metal se tratara, hubiéramos de separar la escoria. No se me solivianten por el uso de la palabra escoria. En su acepción originaria se refiere a la sustancia procedente de la parte menos pura del metal que se separa cuando este metal se funde en el crisol.

Como nos aconsejaba Lázaro Carreter, quien fue director de la RAE, «bien está que el célebre emblema se recuerde tanto», pero tengamos presente sus estatutos actuales: «La Real Academia Española tiene como misión principal velar por que los cambios que experimente la lengua española en su constante adaptación a las necesidades de sus hablantes no quiebren la esencial unidad que mantiene en todo el ámbito hispánico. Debe cuidar igualmente de que tal evolución conserve el genio propio de la lengua, tal como este ha ido consolidándose con el correr de los siglos, así como de establecer y difundir los criterios de propiedad y corrección, y de contribuir a su esplendor».

Los estatutos advierten de que esta tarea debe hacerse con las Academias americanas y, como bien apunta Lázaro Carreter, «en concurrencia con todos cuantos, hablando y escribiendo, contribuyen a ese esplendor». Los años de trabajo con la lengua y su saber filológico destacaban esta otra misión académica: «velar por que el español pueda seguir siendo mucho tiempo más la lengua con que una parte enorme de la humanidad ha escapado a la maldición de Babel».

  

SALAMI DOMINICANO

15 / 01 / 2019

Entre las curiosidades que nos dejó 2018 está la peculiar invitación de Induveca, empresa de productos cárnicos, a sus seguidores en las redes sociales, y se entiende que consumidores de sus productos, a firmar una solicitud para que la Real Academia Española incluyera el *Salami Dominicano, (así tan cual, con sus mayúsculas y todo) en el Diccionario de la lengua española. Para ello propusieron la etiqueta #ElSalamienlaRAE. La curiosa iniciativa empresarial denota, al menos, que sabemos poco de cómo se hacen los diccionarios en general, y el Diccionario de la lengua española de la RAE en particular.

Si buscamos en el DLE ¬¬—y recuerden que pueden hacerlo gratuitamente en la versión en línea— encontraremos esta definición de salami; ‘Embutido hecho con carne vacuna y carne y grasa de cerdo, picadas y mezcladas en determinadas proporciones, que, curado y prensado dentro de una tripa o de un tubo de material sintético, se come crudo’. El salami, como la palabra que lo designa, tiene su origen en Italia. Me imagino que, como pasa con el sancocho o con el cocido, cada maestrillo tiene su librillo y cada zona, fabricante o cocinero tiene su propia receta y su forma de comerlo. Todas no caben en una definición lexicográfica. Los rasgos generales de «nuestro» salami pueden descubrirse en la definición académica. Quizás algunos rasgos diferenciadores podrían convertirlo en un dominicanismo semántico o, tal vez, aquello a lo que nosotros llamamos salaminunca fue salami.

Me permito un consejo a las empresas para sus iniciativas relacionadas con la lengua o con el diccionario: cuiden con esmero la ortografía y la redacción; de lo contrario sus promociones serán contraproducentes. En cualquier caso sigan comiéndose su salami como más les guste.

 

PRIMERA CONSULTA DEL AÑO

22 / 01 / 2019, 12:00 AM

Una de las primeras consultas del año versa sobre la corrección del uso de *haiga como primera o tercera persona del singular del presente de subjuntivo del verbo haber. Una consulta a primera vista sencilla, pero que nos puede servir para aprender muchas cosas de cómo funcionan la lengua y sus diccionarios y la valoración que de ellos hacen los hablantes.

Algunos lectores consideran que la forma *haiga es incorrecta por tratarse de una «falta de ortografía»; otros creen que su ausencia del Diccionario de la lengua española de la RAE (y, añado yo, de la mayoría de los diccionarios) es un indicio evidente de su incorrección.

Los hablantes no van mal encaminados al considerarla una forma incorrecta, pero esta incorrección no tiene que ver ni con la ortografía ni con su ausencia del diccionario. Por supuesto, si la buscan tal cual en el diccionario no la encontrarán, como tampoco encontrarán ninguna forma verbal conjugada. Los verbos se buscan en el diccionario por su infinitivo. Si buscamos haber en el DLE podremos consultar su conjugación y confirmar que la forma verbal correcta para el presente de subjuntivo de este verbo es haya.

A los que me consultaron respondí en mi cuenta de Twitter (@Letra_zeta) que el uso de *haiga está desaconsejado porque es considerada por los hablantes cultos como una forma vulgar. Como bien respondió el servicio de consultas lingüísticas de la RAE en su cuenta de Twitter (@RAEinforma) «esta forma ha sido siempre ajena a la norma culta del español; hoy pervive como vulgarismo, fuertemente estigmatizado, en el habla popular y rural». Existir, existe; pero, parafraseando a mi admirado y añorado Mariano Lebrón Saviñón, «usted no lo diga».

Voces y ecos: «El sueño era Cipango» (2 de 2)

Por Rafael Peralta Romero

 

(2 de 2)

“El sueño era Cipango”, de Bruno Rosario Candelier, no es una novela fantástica, pero es rica en elementos fantásticos, en los que encuentra especial cabida el personaje principal de la mitología dominicana, que es la ciguapa.

No es una novela histórica, aunque se haya alimentado de  hechos de tal naturaleza, realizados por personas reales. De ninguna manera puede asociarse al documentalismo, sino que  Rosario ha sumado a los sucesos y personas reales las acciones y personajes   necesarios para cumplir su  propósito: una obra de creación, que es el fin primario de todo arte, y la literatura es arte.

La atmósfera corresponde al siglo quince en la isla Española, agitada por  la carga de vicios, ambiciones y pasiones procedentes del reino de Castilla.

Rosario ha tomado de pretexto de la fundación de La Isabela, con las  consiguientes  acciones nefastas de los conquistadores, el saqueo de las riquezas naturales,  el sojuzgamiento a los nativos, las diferencias políticas entre ellos  (roldanistas y colombistas), las protestas de los aborígenes encabezados por Caonabo y otras acciones derivadas de las  circunstancias políticas y de las condiciones materiales de existencia en la colonia, para edificar un sólido edificio literario en el que ha alojado  el corpus doctrinal interiorista.

La  siguiente reflexión   ilustra sobre el contenido político de la obra: -Qué ironía –dice fray Texada- con la cruz, el signo de redención, trajimos la espada, el signo de  opresión.

Podría decirse, a modo de conclusión,   que “El sueño era Cipango” es una novela perfectamente tramada para cuya composición el autor ha empleado una carta de navegación, a diferencia de los novelistas que suelen decir que no elaboran  guía ni mapa conceptual para trabajar sus obras, sino que las componen de acuerdo a como le vayan afluyendo los hechos.

Es bien sabido que las narraciones de largo aliento le demandan al autor un plan de trabajo, lo cual le facilitará  la creación de un mundo en el que nada falte ni nada sobre y al final todo quede como tenía que quedar.

Bruno ha creado una novela ceñida a un marco histórico,  ambientada en un diminuto espacio geográfico y comprometido con una particular filosofía estética y un ideal de la creación literaria. Este libro es producto de reflexiones profundas y todos los argumentos empleados en su elaboración  están destinados a conducir el componente activo de la obra, que es la trascendencia.

Historia, fantasía y  metafísica confluyen armoniosamente, canalizadas por la técnica de novelar, para  lograr “El sueño era Cipango”, una novela diestramente estructurada.

(A publicarse el viernes 11.1.19)

Voces y ecos: «El sueño era Cipango»

Por Rafael Peralta Romero

Hace dos años me correspondió comentar, en un coloquio, la novela “El sueño era Cipango”, de Bruno Rosario Candelier, publicada en 2002 con el sello del Ateneo Insular. Preparé entonces una exposición mayor de 2000 palabras  y hoy les presento un extracto  de unas 400 palabras.

Lo mítico, lo místico y lo metafísico, atributos fundamentales del  pensamiento interiorista, aparecen a largo de la obra, aunque mezclados  en controversias  por cuestiones de orden material,  como el desmedido apetito de los castellanos para lograr riquezas y la vileza de sus ideas con respecto al trato que merecían los indios capturados y esclavizados.

Rosario ha escogido la villa de La Isabela como escenario  de los sucesos que cuenta,  aunque la obra tiene una atmósfera de novela histórica, el autor  no se limita a las condiciones de la aldea fundada por Cristóbal Colón el  l0 de diciembre de 1493,  sino que  dota a dicha demarcación de las características requeridas para el desarrollo  de su múltiple trama.

Multitud de personas, autoridades municipales, militares y sacerdotes de diversas órdenes  aparecen en La Isabela. He aquí unos detalles, según Bruno Rosario Candelier, sobre la celebración de la primera misa en territorio americano el 6 de enero de 1494.

Esta novela se corresponde plenamente con la ortodoxia del género. En veinte capítulos, Rosario Candelier  desarrolla una  diversidad de hechos  fundamentados  en lo que cuenta la historia dominicana a partir de la incursión de los europeos en 1492.  La obra parte del segundo viaje del almirante  y el hecho real de la fundación de una ciudad en la costa norte de la isla Española.

Un personaje narrador va desenrollando la madeja constituida por hechos que pasaron realmente y por otros que aunque no ocurrieron pudieron haber acaecido, pues Bruno  hace perfecta aleación de lo real con lo imaginado para dar cumplimiento a la necesidad de dotar a los sucesos que cuenta de unidad temática y equilibrio argumental.

En esta novela  hay uso provechoso del diálogo. Aparece  la conversación coloquial, como en toda obra narrativa, pero predomina el diálogo estructurado, que obedece al propósito de emitir ideas que procuran ahondar en tópicos de trascendencia, lo cual identifica a El sueño era Cipango como una novela de ideas, más que de anécdotas.

La función de los diálogos en esta novela hace honor  al  espíritu didáctico de  los diálogos platónicos, lo cual resulta proporcional al talante de un escritor  que ha bebido con fruición en las fuentes de la filosofía griega, con especial  detenimiento en Platón para quien  el diálogo formó  parte  esencial de su método de filosofar. Falta  por decir.

(Publicado  en EL NACIONAL el viernes 4.1.19)