Temas idiomáticos

Por María José Rincón

NORMA VARIABLE

29 / 01 / 2019

Cuando de corrección lingüística se trata, siempre solemos centrarnos en la ortografía. Sin embargo, la corrección y el buen uso de la lengua no se restringen a la escritura. Como buenos hablantes es importante que prestemos atención a la lengua oral. La pronunciación, aunque a primera vista no lo parezca, suele crear más dudas y malentendidos que la ortografía. Las normas ortográficas son por definición uniformadoras y todos debemos atenernos a un código único. Sin embargo, en el español encontramos variantes válidas de pronunciación que nos hablan de su extensión y de su diversidad.

Si nos centramos en las consonantes, los principales escollos los encontramos en la supresión de una consonante en la pronunciación de una palabra, lo que coloquialmente llamamos «comernos» una consonante». En algunos casos el fenómeno está bien o mal visto dependiendo del área del español de la que se trate. Por ejemplo, los hablantes cultos de español de España suelen «comerse» la -d- intervocálica, incluso en situaciones de cierta formalidad sin que esta omisión sea censurada socialmente. Sin embargo, los hablantes cultos en el español de América siguen sintiendo esta omisión de la -d- intervocálica como un fenómeno vulgar que debe restringirse a ambientes coloquiales o informales.

Para muestra valga una anécdota. Hace años, en una entrevista sobre el Diccionario del español dominicano, dije que los trabajos para su diseño y redacción habían «durao» cinco años. Sin duda, di muestras, a pesar de los años que hace que resido en el Caribe, de mi variedad dialectal personal. Algunos oyentes de la entrevista lo percibieron como un error y afearon mi «mala» pronunciación. Un ejemplo de que la norma culta, en ciertos casos, es variable. Cuidado, solo en ciertos casos. Saber distinguir estos casos es tarea para los buenos hablantes.

 

TRASPIÉS GRAMATICAL

05 / 02 / 2019

Un lapsus linguae del presidente está dando, injustificadamente, mucho que hablar, y es que con frecuencia nos escandalizamos por errores intrascendentes mientras pasamos por alto otros que deberían preocuparnos. Decir ocasionalmente *morido por muerto solo puede considerarse un traspiés gramatical involuntario motivado por el descuido, la prisa o la presión del entorno. A todos nos ha pasado.

Estos lapsus gramaticales, cuando suceden en la lengua infantil, prueban que la adquisición de las reglas va bien encaminada. Cuando un niño dice *yo sabo en lugar de yo sé, o *yo cabo en lugar de yo quepo, está aplicando una regla gramatical correcta que existe en la lengua, aunque la aplica a una palabra que no sigue la regla, precisamente porque es irregular. Es lo que se conoce como un error de sobre rregularización.

También encontramos estos errores en el lenguaje adulto. Por ejemplo, el pretérito perfecto simple del verbo andar, conjugado erróneamente por la mayoría de los hablantes, y me incluyo, como *yo andé, tú andaste, él/ella andó, nosotros/as andamos, ustedes, ellos/as andaron: *Andé por ahí toda la tarde y no logré encontrarla. Sin embargo, la conjugación correcta de este verbo es yo anduve, tú anduviste, él/ella anduvo, nosotros/as anduvimos, ustedes/ellos/as anduvieron: Anduve por ahí toda la tarde y no logré encontrarla. Los hablantes asimilan erróneamente la conjugación irregular del verbo andar a la conjugación regular de otros verbos terminados en -ar, como cantar (canté, cantaste, cantó, cantamos, cantaron).

Y, ojo, esto ya no es un lapsus, porque no se trata de un error ocasional. Un lapsus no es más que un resbalón, que, como tal, suele hacernos reír, sobre todo si es otro el que tropieza. Si nos aplicamos aquello de la paja y la viga y ponemos atención a los errores, que no lapsus, que todos cometemos, nuestra lengua nos lo agradecerá.

 

DESLICES PARA TODOS

12 / 02 / 2019

La Eñe de la semana pasada la protagonizó un lapsus gramatical. Ya saben que el protagonismo es fugaz y hoy los lectores se han interesado por el propio sustantivo lapsus.

De la palabra latina lapsus, ‘resbalón’, ‘desliz’, se han derivado en nuestra lengua dos palabras: lapso y lapsus. La primera es fruto de la evolución fonética que experimentó el latín vulgar. Distintas evoluciones de la misma lengua dieron lugar a las distintas lenguas romances: español, gallego, catalán, francés, italiano, rumano, etc. En la evolución del latín al español, por ejemplo, la terminación -us se convirtió en -oamicus > amigohortus > huertolapsus > lapso, con tres acepciones en nuestra lengua.

La palabra española lapsus, con la que designamos la equivocación que se comete por descuido, es un cultismo. Según el Diccionario académico, un cultismo es el ‘vocablo procedente de una lengua clásica que se toma en préstamo en una lengua moderna y no pasa por las transformaciones fonéticas propias de las voces populares o patrimoniales’.

En nuestra lengua culta existen además dos locuciones latinas para referirnos a dos tipos de deslices lingüísticos. Como extranjerismos que son, pues están tomados tal cual de la lengua de origen, debemos escribirlos en cursiva o entrecomillados. Una vez mas el DLE nos guía en el camino. Un lapsus linguae (cuya traducción literal del latín sería algo así como «error de la lengua») es un error involuntario que cometemos al hablar. Si el error, por el contrario, tiene que ver con la mecánica de la escritura estaremos cometiendo un lapsus calami (un «error de la pluma»). En el uso diario de la lengua estos lapsus son inevitables, los sufrimos todos, así que va siendo hora de que sepamos llamarlos por su nombre.

 

TESTIGOS

19 / 02 / 2019

En la ceremonia de mi investidura como doctora se recordó a seis científicos españoles, miembros de la Real Academia de Ciencias, que tuvieron que huir de España a causa de la Guerra Civil. Algunos de ellos se afincaron en México, como tantos otros intelectuales perseguidos por el fantasma atroz de la represión. Algunos, comprometidos con su vocación científica, siguieron ejerciéndola como forma de superar la ausencia gracias a la universalidad del saber.

La universidad, la academia, la ciencia, tienen su pilar fundamental en la transferencia del conocimiento. Si este pilar se resquebraja, la ciencia, que no se lleva bien con el aislamiento, se tambalea. Todos hemos aprendido de y nos hemos inspirado en nuestros maestros, en los que estudiaron nuestra disciplina antes que nosotros, en los que llevaron el testigo hasta donde nosotros lo recogemos. Si uno de ellos nos falta, el testigo cae al suelo y la carrera del conocimiento se interrumpe quién sabe por cuánto tiempo.

El exilio político puede robarnos a nuestros maestros, como le sucedió a la ciencia y a la cultura española; pero también nos los puede arrebatar el exilio económico: la escasez de medios, las precariedades y la ausencia de perspectivas para el futuro. La investigación, en todos los campos, necesita dedicación, apoyo y tiempo.

En el tren de vuelta a casa, con esa melancolía inimitable que produce el paisaje que dejamos atrás, me pregunto a cuántos intelectuales y científicos dominicanos formados o en formación hemos renunciado y seguiremos renunciando porque no somos capaces como sociedad de garantizarles el futuro a cambio de que ellos nos garanticen uno mejor para nosotros y para nuestros hijos.

 

UN PASEO LITERARIO

26 / 02 / 2019, 12:00 AM

Cuando paseamos nuestra mirada está puesta en lo que nos rodea; cuando paseamos por Nueva York nuestra mirada se escapa, inevitablemente, hacia las alturas, pero, a veces, lo más interesante está a ras del suelo.

Soy una enamorada de las bibliotecas y la Biblioteca Pública de Nueva York está entre mis preferidas. Si se acercan a ella caminando por la calle 41, al este de la Quinta Avenida, descubrirán una serie de placas sobre sus aceras en las que se leen citas relacionadas con la lectura y la creación literaria. Es lo que se conoce como el Library Walk, el Paseo de la Biblioteca, creado por el escultor Gregg LeFevre en 1998 para conmemorar la literatura del mundo.

Yo lo descubrí un día lluvioso en el que debía cuidar dónde ponía mis pies. En la primera placa que llamó mi atención, azares del caminar, se leía un verso de Julia Álvarez, una autora de origen dominicano: «Quien toca este poema toca a una mujer». Paso a paso recorrí arriba y abajo la cuadra buscando autores de lengua española.

Del argentino y universal Borges, su poema Una brújula: «Todas las cosas son palabras del/idioma en que Alguien o Algo, noche y día,/escribe esa infinita algarabía/que es la historia del mundo. […]».

José Martí nos trae de nuevo al Caribe y nos recuerda que la cultura, la lectura, el saber amplían nuestros horizontes y nos hacen libres: «El conocimiento de literaturas diferentes nos libera de la tiranía de unos pocos».

Las palabras construyen el mundo y la lectura es el aliado imprescindible para orientarnos en él. El Paseo de la Biblioteca de Nueva York me lleva a las palabras del Quijote: «Ahora digo que el que lee mucho y anda mucho ve mucho y sabe mucho».

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