Intuición mística de San Juan de la Cruz llama viva de la creación teopoética

Por Bruno Rosario Candelier

A

Juan Alberto Tejada Méndez,

cultor ejemplar de símbolos interiores.

 

La contemplación mística

 

Fue san Juan de la Cruz quien vislumbró una singular llama en la noche oscura, el aliento vaporoso de la soledad sonora, así como la intuición de la inteligencia mística, que canalizó en textos de sabiduría teológica y en reveladoras imágenes de la creación teopoética.

El corazón del místico es un ánfora divina impregnada de amor y sabiduría sagrada: experimenta una empatía hacia personas y cosas; tiene una iluminación de lo Alto; y siente un amor infinito por el Padre de la Creación. Ese sentimiento de amor se manifiesta en el júbilo de su sensibilidad, y cuando se desborda, se vuelve un canto gozoso con su expresión emocionada, ardiente y entrañable por la llama que incendia el corazón de los espirituales. Entonces nace la poesía mística, con su triple vertiente estética, simbólica y sagrada, como la más alta creación de la inteligencia humana.

San Juan de la Cruz, el poeta místico por excelencia de las letras españolas, recibió el don de la poesía, el don del sacerdocio y el don de la mística, que fragua en su lírica teopoética mediante el arte de la creación verbal en el más alto grado de la emoción estética y la fruición interior. La creación teopoética se produce en virtud del sentimiento de lo divino. Fluye el anhelo de expresar el torrente emocional, imaginativo y espiritual, que se desprende de una sensibilidad extasiada ante la Belleza sutil y el Misterio trascendente. Y vive una creación que expresa no solo lo que experimentan sus sentidos, sino la hermosa realidad que su intuición percibe. En el fondo de esa creación, hay un sentimiento de ternura sagrada mediante los fenómenos que lo apelan con su encanto. Y adviene el deseo de expresar lo que siente el corazón en un canto hermoso y dulce, ardiente y apasionado.

La creación teopoética es el resultado de una vocación sublime y de una sensibilidad con predilección por la vertiente mística. Y tiene motivos especiales que la inspiran. La sensación de sentir el mundo como creación divina genera el sentimiento de identificación emocional, intelectual y espiritual por lo viviente.

Y todo le habla al místico de Dios, y en todo ve la huella de Dios. Se trata de la participación y la concepción del vínculo divino. En esa vivencia los niños, los poetas y los místicos tienen en común que experimentan un sentimiento de participación con la cosa y de compenetración con todo en virtud del nexo divino que los une. Por eo el místico termina siendo partícipe de una sabiduría profunda que le revela el sentido de fenómenos y cosas o participa de una revelación que le permite aproximarse al misterio del mundo y a la fuente primordial de lo viviente.

En el místico nace un poderoso sentimiento de empatía universal, ternura cósmica y amor divino. La esencia de la vocación mística es el amor, y el amor es una gracia divina. O una llamarada de Dios en el corazón. En virtud de esa gracia aflora un júbilo interior ante el esplendor de la naturaleza. San Juan de la Cruz, el sacerdote y poeta de Ávila que vino al mundo con el nombre de Juan de Yépez, sentía en su sensibilidad el sentimiento que mueve a los iluminados, santos y profetas a expresar su valoración del mundo con la fuerza que despierta su vocación creadora, espiritual y estética. A los poetas místicos los mueve una singular apelación que opera a modo de llamada secreta que atizan motivaciones especiales. En el caso de san Juan apreciamos la señal de una comprensión amorosa del mundo. El poeta abulense se sentía concitado por un espíritu de amor y una inteligencia de lo divino. Movido por una apelación sagrada, su vocación contemplativa era la manera de sentir el alma inflamada en espíritu de amor. Un deseo de iluminación espiritual potenciaba en él el disfrute de la gracia divina, los valores sublimes y la belleza suprema, que culmina en el amor místico, es decir, en ese anhelo de sentir y gozar la unión con Dios.

El santo español, en su condición de sacerdote, poeta y teólogo, fue reconocido como Doctor de la Iglesia y patrono de los poetas. Por eso desde su fundación el Ateneo Insular invocó a san Juan de la Cruz como su patrono espiritual, modelo de creador. Su concepción teológica participa de los dichos de amor en inteligencia mística. Entendía que había que saltar de la vía sensible y la vía imaginativa a la vía contemplativa de la trascendencia para entrar en la vía del espíritu. La vía contemplativa supone un vínculo con lo sensorial, un contacto directo con las criaturas vivientes, para sentirse uno con todo, y en esa relación sensorial, afectiva y espiritual con la naturaleza, halla la forma de comunicarse con Dios.

 

Concepción espiritual y estética

El gran lírico español pertenecía a la Orden de los Carmelitas, que él ayudó a reformar y reorientar con su sabiduría mística y su formación teológica. Este grandioso poeta, místico y sacerdote carmelita creía en el amor como la fuerza que nos une a Dios por cuanto la dolencia divina descubre y revela el sentido de la vida, el valor interior de las cosas y la fuente de la gracia divina. El amor puro y sagrado germina en las almas desapegadas de los bienes materiales y, sobre todo, en quienes desarrollan su sensibilidad con pureza, sabiduría y bondad. La sabiduría mística, la más alta cima del desarrollo espiritual, pasa del conocimiento de las imágenes sensibles al conocimiento de las vías suprasensibles o sobrenaturales mediante la intuición del sentido y la experiencia de lo sagrado. El místico abulense asumía ese don como una gracia divina. Por supuesto, que esa gracia enriquece y potencia la sensibilidad, la visión del mundo y la conciencia espiritual.

En el caso particular de nuestro poeta su sensibilidad estaba marcada por una definida ternura divina con una capacidad de amor inmenso. Y en virtud de esa sensibilidad abierta había en Juan de Yepes una empatía universal hacia todo. Dotado de la gracia poética, la gracia mística y la gracia sacerdotal, su alma vivía inflamada en el amor divino, y esa inclinación amorosa de ver y sentir la huella de Dios en todo lo inclinaba cordialmente hacia criaturas, cosas y elementos.

El místico percibe el mundo como una emanación divina y su visión de la trascendencia pone en el más allá el más alto bien. Para buscar y sentir a Dios, el místico acude a la contemplación, el silencio y la oración, las vías para arrimarse a la realidad trascendente. El sentido de la contemplación implica entrar en el interior de sí mismo para escapar del cerco del mundo. Y es también una ocasión para vivir, en el fuero de la conciencia, la llama de la Luz divina. Los místicos se compenetran con lo viviente mediante una identificación sensorial, intelectual, afectiva, imaginativa y espiritual con lo contemplado y, en el goce de esa empatía amorosa, tienen una vivencia de amor, que es su cuota de eternidad. Desde esa experiencia espiritual se abren a la vivencia de lo sagrado y al sentido de lo Eterno.

Se cree que la experiencia mística se torna inefable por el misterio que entraña, por su condición cerrada y oculta, que es lo que significa la palabra “mística”, del griego myein, que significa ‘cerrado’, ‘secreto’, ‘oculto’, ‘misterioso’, como todo lo desconocido. Como no podemos ver a Dios, ni lo que está más allá del alcance de nuestros sentidos corporales, nos ponemos en contacto con criaturas, cosas y elementos de la naturaleza, y el místico lo hace con la convicción de que todo lo existente es creación divina. Como revelación del misterio o conocimiento revelado de verdades divinas, los místicos acuden a términos simbólicos para comunicar el fulgor extático de la experiencia mística. Algunas voces adquieren una connotación representativa por su irradiación trascendente. En tal virtud, la poesía mística participa de la gracia divina, y el poeta místico le da forma a la vivencia espiritual que lo cautiva cuando vive el estadio de contemplación, silencio y oración:

 

Y si lo queréis oír

consiste esta suma ciencia

en un subido sentir

de la divina Esencia:

es obra de su clemencia

hacer quedar no entendiendo

toda ciencia trascendiendo.

 

En su prólogo al Cántico espiritual, san Juan de la Cruz enseña que se trata de una apelación a “lo puro del espíritu” para llegar a valorar, mediante la contemplación, las verdades divinas (1). Significa que la poesía mística, en su peculiar dimensión como vivencia de la gracia divina, entraña la comunión de valores trascendentes en tanto vivencia sagrada de lo Alto. Para formalizar esa vivencia, el contemplativo necesita soledad, adobada del silencio y la gracia amorosa. El poeta lo revela en Cántico espiritual:

 

Y si lo queréis oír

consiste esta suma ciencia

en un subido sentir

de la divina Esencia:

es obra de su clemencia

hacer quedar no entendiendo

toda ciencia trascendiendo.

 

En su prólogo al Cántico espiritual, san Juan de la Cruz afirma que se trata de una apelación a “lo puro del espíritu” para llegar a valorar, mediante la contemplación, las verdades divinas (1). Significa que la poesía mística, en su peculiar dimensión como vivencia de la gracia divina, entraña la comunión de valores trascendentes en tanto vivencia sagrada de lo Alto. Para formalizar esa vivencia, el contemplativo necesita soledad, adobada del silencio y la gracia amorosa. El poeta lo revela en Cántico espiritual:

 

En soledad vivía

y en soledad ha puesto ya su nido,

y en soledad la guía

a solas su Querido,

también en soledad de amor herido.

 

La poesía mística tiene como base el sentimiento de lo divino y como tema el amor a Dios. Contemplar es ponerse en comunión con lo viviente, meditar las cosas divinas y vivir los misterios religiosos. La contemplación se asocia a la palabra “templo”, lugar de recogimiento, silencio y oración que invita a una mirada reflexiva, sosegada y sagrada sobre los misterios de la vida y el sentido de la trascendencia, y esa mirada contemplativa se hace en la soledad del cubículo, la alcoba o el templo, de manera que el resultado de esa vivencia espiritual se fundamente en la contemplación de lo divino. El poeta místico hace de su mundo interior un templo y, del mundo circundante, la fuente contemplativa de la vía sensorial para modelar, a imagen y semejanza de la Creación, la sustancia que amasa, con el gozo del amor divino, su música íntima. Transido de la gracia divina, el místico contempla jubiloso el esplendor del mundo y a su través el misterio de lo Eterno.

San Juan de la Cruz (1542-1591), sacerdote y poeta, pensador y místico, hizo de Ávila el centro espiritual de la mística y, de su poesía, la cumbre mística de la lírica española con Noche oscura, Llama de amor viva y Cántico espiritual. De hecho, esos poemas sanjuanistas constituyen la más alta expresión de la lírica mística, que es un rasgo distintivo de la poesía española. Su formalización entraña la divinización de la lírica mediante la poesía a lo divino, peculiar de los místicos españoles encabezados por el santo poeta carmelita de Ávila. La poesía mística es la base de la tradición espiritual de la literatura hispánica que se sitúa, como infiere Dámaso Alonso, “en el centro vital de las letras y del espíritu de España” (2).

Un rasgo distintivo de la poesía mística es la asunción del amor y el erotismo, transmutados con la gracia divina en su sentido sagrado. Los poetas místicos asumen el amor y la poesía amatoria para divinizarlos, y esa tendencia a la divinización obedece a sacralidad de su concepción espiritual y a la pureza de la experiencia mística, que se comunica mediante imágenes del amor profano, como enseñan los críticos españoles (3). La mística, con una vigorosa tradición en la lírica hispánica, florece en poetas creyentes dotados de dos excelsos dones: la gracia poética y la gracia mística, que se unifican en la creación teopoética para hacer del sentimiento de lo divino un tributo de amor al Padre de la Creación. Cuando al amor se aúna la gracia divina, se incendia el corazón del poeta con la más ardiente apelación de los sentidos dando lugar a la dolencia divina. Por eso el místico poeta de Ávila pudo escribir en “Llama de amor viva”:

 

¡Oh llama de amor viva,

que tiernamente hieres

de mi alma en el más profundo centro!,

pues ya no eres esquiva,

acaba ya si quieres,

rompe la tela de este dulce encuentro.

 

Como saben los entendidos de la poesía mística, entre ellos Aurora Egido, Víctor García de la Concha y Luce López-Baralt, la locución “romper la tela” de ese encuentro, remite a la época del siglo XVI cuando un telar separaba en las casas la ubicación de los enamorados. El poeta siente una necesidad de expresión, y si a esa necesidad se suma la apelación de lo divino, se enaltece su sensibilidad y exalta su conciencia, fuertemente aguijoneada: herido de amor por la dolencia divina, apelado por el esplendor del mundo y concitado por la gracia sagrada, el poeta siente enardecidos los sentidos con una fuerza irresistible. Con esa motivación, contempla las criaturas del Universo, disfruta el encanto del mundo y aprecia el esplendor de lo viviente como un signo de la presencia divina, y entonces se excita su sensibilidad, se despierta su potencia creadora, se entusiasma su corazón, y canta; y en su canto expresa lo que sacude su emoción al sentir en contacto con lo visible los destellos invisibles de las irradiaciones estelares. Su expresión participa del júbilo místico en un testimonio armonioso, enaltecedor y edificante. Para lograr ese estadio de la espiritualidad mística, que entraña una transfiguración de la conciencia, el contemplador pasa por tres vías hacia el ascenso del espíritu en pos de la gracia mística, como dice el teólogo de Ávila: a) la vía de la purgación, que es la purificación o ascesis de los sentidos; b) la vía de la iluminación, que entraña la transfiguración de la conciencia mediante la gracia divina; y c) la vía de la unión, que conlleva la compenetración del alma del místico con el aliento, soplo o Ruah de lo divino.

 

Cántico de amor sagrado y puro

El poema del místico abulense, Cántico espiritual, inspirado en la dolencia divina, comienza con el dolor de la amada, que lamenta la ausencia del Amado y, al comunicar su estado emocional, para encontrarlo pide auxilio:

 

¿A dónde te escondiste,

Amado, y me dejaste con gemido?

Como el ciervo huiste

habiéndome herido;

salí tras ti clamando, y eras ido.

Pastores, los que fuerdes

allá por las majadas al otero:

si por ventura vierdes

aquel que yo más quiero,

decidle que adolezco, peno y muero.

 

La atribulada esposa interroga a las criaturas de la naturaleza, que responden exaltando las cualidades amables del Amado, y en su búsqueda desesperada acude a elementos contrapuestos (“oh vida, no viviendo donde vives”); contrasta la realidad y el deseo (“los ojos deseados/que tengo en mis entrañas dibujados”); y conjura con intención de ascesis los datos del mundo circundante que describe simbólicamente (“las montañas, los valles solitarios nemorosos, / las ínsulas extrañas, / los ríos sonorosos,/ el silbo de los aires amorosos, / la noche sosegada,/ en par de los levantes de la aurora,/ la música callada, / la soledad sonora, / la cena que recrea y enamora”).

La búsqueda del Amado que expresa la amada del Cántico, a pesar del sentido místico que se le atribuye, apuntala el deseo, que contraviene la tendencia mística, que postula la supresión del deseo. El lenguaje de amor en san Juan de la Cruz, dice Julio Castellanos, es “el lenguaje del deseo”: “Como poema místico es poema del deseo”, y el hecho de acrecentar el deseo, distancia la mística de la ascética (4). A menos que se aplique esa idea al deseo, no ya de la carne, sino del espíritu que anhela el bien divino.

En el amor humano, la búsqueda de la persona amada da sentido al discurso y sustancia a la pasión. En el Cántico espiritual, cifrado en el amor divino, la búsqueda del Amado da sentido al discurso místico y a la súplica de la amada. En la organización del poema, 32 estrofas corresponden a la amada, 7 al esposo y 1 a las criaturas. La amada busca con ansiedad la presencia del Amado y anhela la liberación de cuanto le impide llegar a Él. Con el corazón herido de amor, a la emisaria de los versos se le desmayan los sentidos y clama con el lenguaje de la pasión erótica:

 

¿Por qué, pues, has llagado

aqueste corazón, no le sanaste?

Y, pues me has robado,

¿por qué así le dejaste

y no tomas el robo que robaste?

 

Como todo amante insatisfecho, la amada se rebela contra lo que le impide vivir el amor con la presencia del Amado para sentir y disfrutar la dolencia divina. La acción dramática del poema, similar a lo que acontece en el bíblico Cantar de cantares por la ausencia del Amado, refleja la intensidad y el dramatismo con que el poeta sufre la dolorosa pasión al expresar lo que viven los amantes. En la imagen del poemario del místico de Ávila (“La dolencia de amor solo se cura con la presencia y la figura”), dicha en un contexto de iluminación espiritual, se puede inferir la alusión divina de la amorosa frase. Los poetas místicos usan el lenguaje del amor humano para explicar el sentido del amor divino, aliento que mueve la sensibilidad de creyentes, iluminados, santos y contemplativos:

 

¡Apaga mis enojos

pues que ninguno basta a deshacellos

y véante mis ojos,

pues eres lumbre de ellos,

y sólo para ti quiero tenellos.

¡Descubre tu presencia

y mátenme tu vista y hermosura;

mira que la dolencia

de amor, que no se cura

sino con la presencia y la figura!

 

Tras los clamores el esposo accede al reclamo de la amada y se manifiesta con sus atributos. El poeta se vale de criaturas y datos naturales para exaltar las cualidades del Amado. Sabe el poeta que comunica aliento, gracia, luz, ternura y entusiasmo, lo que estimula el encuentro de amor entre los amantes, que hace hermosa la vivencia de amor que anhela el corazón y disfrutan los sentidos. La vivencia del amor se refleja en la pasión, el ritmo, el acento, las vibraciones del alma enamorada por el goce de la unión, la más alta apelación de los sentidos bajo la emoción de la carne florecida:

 

Entrado se ha la esposa

en el ameno huerto deseado

y a su sabor reposa

el cuello reclinado

sobre los dulces brazos del Amado.

 

El fuego que desata la búsqueda del Amado, igual que en El cantar de cantares que lo inspira, atiza el anhelo del corazón, que se desvive por el aliento de quien hace posible el más hondo reclamo del cuerpo y la más densa fruición del alma. A menudo la realización del amor encuentra escollos y peligros, como sabe todo amante. La persona lírica del Cántico espiritual desafía los posibles obstáculos para vivir la llama del amor, y alude a ellos en la imagen de la fiera, que tiene un linaje bíblico, para enfatizar su disposición de luchar contra miedos, obstáculos y enemigos:

 

Buscando mis amores

iré por esos montes y riberas,

ni cogeré las flores

ni temeré las fieras

y pasaré por fuertes y fronteras.

 

Entonces el poeta describe los encantos del Amado. Se aprecia la dolencia del amor (¿quién que ama no sabe del dolor que entraña amar?). Enfatiza la dolencia del corazón llagado con la herida del amor, y exalta la vivencia de la pasión amorosa. Realmente el amor es el aliento contra la nostalgia, el desamparo y la soledad. Es la más intensa forma de sentir la vida con emoción y vivencia apasionada. Por eso al tiempo que nos alienta y vivifica, el amor evoca la muerte, porque lo más cercano al amor es la muerte. De ahí la relación entre Eros y Thánatos, es decir, entre el amor y la muerte, y a pesar de esa extraña asociación, el amor es el antídoto contra la soledad, el vacío o la nada, y por tanto es la más densa cuota de eternidad que experimentan los mortales. Leemos en el Cántico espiritual:

 

Gocémonos, Amado,

y vámonos a ver en tu hermosura

al monte y al collado

do mana el agua pura;

entremos más adentro en la espesura.

 

Y luego a las subidas

cavernas de la piedra nos iremos,

que están bien escondidas,

y allí nos entraremos

y el mosto de granadas gustaremos.

 

Y allí me mostrarás

aquello que mi alma pretendía

y luego me darías allí tú, vida mía,

aquello que me diste el otro día.

 

Usando el recurso de la táctica amorosa, el Amado se ausenta, huye y no aparece, y entonces con su ausencia despierta el más intenso de los deseos y desata la más honda de la pasión del alma en la esposa enamorada, porque ella no advierte que lo lleva en sus entrañas: “Oh cristalina fuente, / si en esos tus semblantes plateados/ formases de repente / los ojos deseados / que tengo en mis entrañas dibujados”.

La amada finalmente satisface su anhelo de amor, y lo satisface desde la mirada porque la mirada es la forma más asequible para ratificar la presencia de manera que pueda sentir que cuenta con su Amado. En la mirada se percibe lo que siente el alma cuando ama. Y una mirada canaliza lo que cuece el corazón cuando experimenta el anhelo de sentir lo que calma su sed o reclaman los sentidos. De hecho, en el poema se produce la unión a partir de la mirada, en la que se identifican los amantes mediante la cópula de amor en la imagen de la fuente cristalina a la par del deseo reflejado:

 

Escóndete, Carillo,

y mira con tu haz a las montañas

y no quieras decillo;

mas mira las compañas

de la que va por ínsulas extrañas.

(…)

Por las amenas liras

y canto de serenas os conjuro

que cesen vuestras iras

y no toquéis el muro

porque la esposa duerma más seguro.

(…)

En la interior bodega

de mi Amado bebí, y cuando salía

por toda aquesta vega

ya cosa no sabía

y el ganado perdí que antes seguía.

 

Se trata de la vivencia del amor en su punto culminante, el éxtasis de amor con el alma embriagada y los sentidos suspendidos en la llama que incendia el corazón bajo el aliento de la dolencia divina. El poema lo dice de esta forma:

 

Allí me dio su pecho,

allí me enseñó ciencia muy sabrosa,

y yo le di de hecho

a mí, sin dejar cosa;

 allí le prometí de ser su esposa.

 

Es el lenguaje del amor, que enciende la pasión, atiza los sentidos y encanta el corazón y, a su través, concita una réplica traslaticia y simbólica, amorosa y mística, para buscar la unión divina, que es el más alto sueño del místico: conseguir la compenetración con la Divinidad, meta final de la búsqueda mística.

 

La llama de la pasión mística

El Cántico espiritual es la más alta expresión de la lírica mística, que se fundamenta en una contemplación amorosa de lo divino. Mediante la contemplación de la realidad, el poeta místico procura, con el concurso de la intuición, disfrutar la vivencia de lo sagrado. La realidad natural, como se aprecia en este poema sanjuanista, es la fuente de la contemplación. El esplendor del mundo se aprecia como expresión y cauce de la Divinidad.

Para canalizar la búsqueda de lo divino y expresar lo que capta la intuición mística, los poetas acuden a imágenes, símbolos y voces antitéticas que comuniquen la particularidad de la vivencia mística, que participa de una gracia trascendente. Y su creador tiene una sensibilidad especial potenciada por una ternura cósmica, una empatía universal y el amor divino. Tras quedar liberado por la vía purgativa de las pasiones cegadoras y las ambiciones desmedidas, de los egoísmos humanos y los apegos caducos, de las inclinaciones insanas y los intereses subalternos, su espíritu se imanta a la gracia divina que lo embriaga, y comienza un camino de ascenso espiritual a partir de la valoración de lo viviente como expresión de lo divino. La búsqueda mística que se opera en el Cántico espiritual de san Juan de la Cruz se funda en la vivencia de una experiencia de amor y una experiencia mística. De hecho, el poeta se vale del lenguaje del amor para transitar su vivencia espiritual. Y acude a términos y alusiones eróticas con una sensual ternura para dar comunicar el arrebato sublimador del misterio divino: “Allí me dio su pecho, / allí me enseñó ciencia muy sabrosa”;  “cuando tú me mirabas, / su gracia en mí tus ojos imprimían”. Y tras el disfrute de la dimensión sensual pasa al goce supremo del espíritu, “do mana el agua pura”. La amada, entonces, busca la “llama que consume y no da pena”, porque la llama humana, la que enciende el fuego de los amantes, es dolorosa, y aunque alienta y alegra, también hace sufrir y penar, pero la verdadera llama, la llama de lo Eterno, “consume y no da pena”. En esa vivencia de amor el poeta asume lo contemplado como punto de referencia y medio de conexión para alcanzar la más alta vivencia del amor sagrado que anhela el místico en su alta contemplación espiritual. En ese proceso interior, asume y conjura lo real objetivo para dar el salto a lo real trascendente donde se halla su más preciado anhelo. De ahí la empatía cósmica con todo lo que le conecte con lo sobrenatural y, desde luego, la simpatía por la “soledad sonora”, la “música callada”, el “cautiverio suave”, fórmulas antitéticas para expresar la excitación de la pasión erótica que encalabrina los sentidos. Con ese fin, toma de la realidad natural los referentes físicos que usa como símbolos del ámbito trascendente en procura de la gracia divina, la llama alucinante y luminosa, el esplendor sagrado de lo eterno. Y busca vivenciar en su hondura entrañable el sentido último, que es la unión con lo divino. De ahí el hábito místico de ver la ‘luz’ en la ‘noche’, la ‘riqueza’ en la ‘desnudez’, la ‘vida’ en la ‘muerte’, el ‘todo’ en la ‘nada’, como infiere Leo Spitzer (5). Por eso el místico aprecia en lo simple, en la sombra, en la poquedad, una huella de Dios, y por lo mismo se despierta, en contacto con las cosas, la onda del destello sutil que opera el milagro de la luz, el júbilo del amor, la nostalgia del Paraíso que se aplaca en la jubilosa onda de la ternura consentida, en la presencia de una llama de amor o en el aletazo jocundo de lo eterno.

Esta singular vivencia de amor, este goce de la gracia mística, es una experiencia compatible con nuestra vida cotidiana, con cualquier oficio y condición, pues la vivencia mística no es un privilegio exclusivo de monjes, ascetas, iluminados y santos, sino de todo el que tiene desarrollada su sensibilidad espiritual y, cuando se trata de la creación poética, que imprime el aliento místico al arte de la palabra, además de la vocación creadora, es necesario sentir una singular apelación de íntima coparticipación en lo viviente, según el reclamo de una nueva conciencia mediante la contemplación trascendente.

San Juan de la Cruz es modelo de creador en la lírica mística y en Teología, razón por la cual la Iglesia Católica, además de distinguirlo entre los Doctores Místicos, lo declaró Patrono de los Poetas, como en efecto lo hizo su Santidad Juan Pablo II. La creación literaria del santo abulense encarna la excelencia mística y poética a la vez, porque alcanzó su comunicación con la Divinidad, que canaliza en una lengua mediante figuraciones simbólicas formalizados con términos y datos de la naturaleza. De la esfera de lo sobrenatural fluyen voces del Numen y de la Noosfera, que encierra la sabiduría espiritual y sagrada, de manera misteriosa  la voz del Espíritu Santo, como la experimentaron Pablo de Tarso, san Juan de la Cruz y otros místicos que sintieron el aletazo del misterio y escucharon voces claras y entendibles. Por eso el contemplativo y místico de Ávila, san Juan de la Cruz, cuando la madre Magdalena del Espíritu Santo le preguntó, admirada por el portento de sus palabras, de dónde las sacaba para crear versos tan maravillosos, el carmelita le contestó: “-Hija, unas veces me las daba Dios y otras las buscaba yo”. Y así supo transmutar su pasión amorosa en una cálida dolencia divina revestida de un ardor espiritual. Por eso pudo decir: “Mi alma se ha empleado, / y todo mi caudal en su servicio;/ ya no guardo ganado /ni ya tengo otro oficio, / que ya sólo en amar es mi ejercicio”.

Se trata de una apelación suprema que transmuta la apelación erótica en cauce de amor divino. El místico de Ávila vivió su pasión de amor en su búsqueda de lo divino, y se valió de elementos naturales y de anhelos carnales que supo sublimar para cristalizar su búsqueda mística. El poeta y místico del Siglo de Oro español conjugó maravillosamente la erótica y la mística, las dos apelaciones más poderosas que sacuden la sensibilidad humana, y esas dos fuerzas subyugantes encontraron en el poeta abulense el armonioso punto de fusión en virtud de la sensibilidad poética, la apelación espiritual y la vocación mística. En esa relación entrañable y profunda, amorosa y mística, se potenció su vocación de amor divino para enaltecer la lírica mística hispánica:

 

Pues ya si en el ejido

de hoy más no fuera vista ni hallada,

diréis que me he perdido;

que andando enamorada,

me hice perdidiza y fui ganada.

 

Esa marca de la lírica hispánica se expresa en el empleo de formas poéticas popularizantes para acomodar la mística a formas expresivas de fácil comprensión, como el romance, el estribillo o las letrillas, y lo que tipifica el rasgo más definido de la literatura española, su vocación mística, en una clara apelación de lo divino. La poética sanjuanista establece un logro estético en su vertiente mística, que en sus rasgos estilísticos presenta matices del lenguaje y expresiones de la imagen en procura de lo inefable, propio de la contemplación:

 

No quieras despreciarme,

que si color moreno en mí hallaste,

ya bien puedes mirarme

después que me miraste,

que gracia y hermosura en mí dejaste.

 

En otro pasaje del Cántico espiritual, que es un canto de amor, el sujeto lírico alude al amor que su corazón anhela, pero hay que advertir que el autor se refiere al amor divino: determinados términos y expresiones del celebrado poema, como ‘gracia’, ‘agua pura’, ‘cristalina fuente’, ‘noche sosegada’, ‘huerto deseado’ o ‘noche serena’, tienen una representación simbólica con una connotación mística por el sentido sagrado y divino que procuran y enfatizan esas singulares voces y expresiones de la lírica mística (6):

 

Gocémonos, Amado,

y vámonos a ver en tu hermosura

al monte y al collado,

do mana el agua pura:

entremos más adentro en la espesura.

   La creación poética del místico abulense representa una expresión de amor en inteligencia mística, no solo por las figuraciones y semejanzas con valor simbólico y connotación divina sino en atención a la abundancia de sentidos que colinda con la dimensión espiritual. Según san Juan de la Cruz, el alma puede alcanzar una “sabiduría espiritual” en virtud de la inteligencia mística: “(…) esta es la causa por que Dios le da las visiones y formas, imágenes y las demás noticias sensitivas e inteligibles espirituales; no porque no quisiera Dios darle luego en el primer acto la sabiduría del espíritu, si los dos extremos, cuales son humano y divino, sentido y espíritu, de vía ordinaria pudieran convenir y juntarse con un solo acto” (7). La tendencia mística con aplicación estética que en el Misticismo español adquirió una fuerza dominante, tuvo en san Juan de la Cruz una culminación consagratoria, a tal grado que esa vertiente del Realismo trascendente marcó un hito en las letras hispanas y una marca distintiva en la literatura universal. Se trata de una forma singular de hacer poesía, que en la vivencia del amor sublime hace compatible la gracia divina y la gracia poética por la prodigiosa sensibilidad de un creador que tuvo el don de vivir la pasión amorosa en una doble vocación espiritual y estética, para hacer de la búsqueda mística y de la dolencia divina, en su éxtasis de amor sagrado, el más hermoso sentido de la vida con la emoción que embriaga el corazón de los contemplativos.

 

Bruno Rosario Candelier

Coloquio del Movimiento Interiorista

Santiago, PUCMM, 30 de junio de 2001.

 

Notas:

  1. San Juan de la Cruz, Vida y obras, Madrid, BAC, 1960, p. 737.
  2. Dámaso Alonso, Poesía española, Madrid, Gredos, 1971, p. 227.
  3. Ibídem, p. 264. Ver Emilio Orozco, Poesía y mística, Madrid, Guadarrama, 1959, 47ss.
  4. Julio Castellanos, “San Juan de la Cruz: el amor como lenguaje”, en Ciclo de poesía religiosa y mística, Córdoba, Argentina, Ediciones Sade, 2000, p. 40.
  5. Leo Spitzer, Lingüística e historia literaria, Madrid, Gredos, 1968, 2da. ed., p. 194.
  6. Gracias a la profunda interpretación mística de la destacada sanjuanista puertorriqueña Luce López-Baralt, por el Cántico espiritual de san Juan de la Cruz sabemos que la poesía extática del reformador abulense combina el fondo ortodoxo de la teología cristiana con la forma alumbrada de la literatura sufí, lo que explica el misterioso lenguaje del poeta más sublime de la literatura española. Cfr. Luce López-Baralt y Eulogio Pacho, San Juan de la Cruz: Obra completa, Madrid, Alianza Editorial, 1999, 3ª. edición, pp. 7-48. Cfr. Luce López-Baralt, Asedios a lo indecible, Madrid, Trotta, 2009.
  7. San Juan de la Cruz, Vida y obras de san Juan de la Cruz, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1960, p. 186.

Pautas para el empleo de la coma, el punto y el punto y coma (1 de 2)

Por Tobías Rodríguez Molina

 

Es bien sabido que,  por la  estructura sintáctica de la lengua española, hay aspectos de ella que nos resultan dificultosos cuando de aplicar las normas se trata.  Uno de ellos es el que tiene que ver con el empleo de la coma, el punto y el punto y coma. En lo que respecta al uso de los signos de puntuación en general, encontramos en www.divulgaciondinamica.es lo siguiente: “Los signos de puntuación permiten jerarquizar el texto e influir de forma decisiva en el ritmo narrativo además de aportar claridad al mismo eliminando ambigüedades o malentendidos cuando aparecen mal colocados.” De ahí la importancia del buen empleo de los signos de puntuación y, en concreto, de la coma, el punto y el punto y coma.

No hay  dudas de que muchos usuarios tienen serias dificultades con el uso de esos signos de la lengua, y de que  es bastante frecuente en ellos  el empleo de la coma en lugar del punto y coma y aun del punto.  Mi experiencia docente del área de  redacción y de corrector de estilo de libros y tesis,  me lleva a  afirmar que es un usuario excepcional de la lengua aquella persona que en una página de  texto no escriba, más de  una vez, una coma en lugar del punto y coma o del punto.

En esta  ocasión trataré de contribuir a que esta situación se  revierta en su caso si usted es de los que tienen  dificultad con esos signos de puntuación.

Mi opinión con respecto al mal empleo de la coma, el punto y el punto y coma, es que los textos que tratan ese tema no son precisos al presentar las normas a aplicar para el acertado empleo de esos signos, y dejan al que  lee las normas, lleno de dudas e inseguridades. Al respecto, un alumno que hizo un curso de español conmigo y que tenía serias dificultades con la puntuación, me confesó que antes no se atrevía a enviarle ni un papelito a nadie, pero que ya le podía enviar una carta a cualquiera, pues aprendió a usar los signos de puntuación y eso lo llenó de confianza y seguridad en sí mismo a la hora de redactar cualquier texto.

En esta ocasión trataré de quitarles dudas e inseguridades a quienes me lean, presentándoles el uso de cada signo en particular con la parte teórica y ejemplos de cada caso.

Usos de la Coma.  Iniciemos diciendo que la coma tiene varios  usos obligatorios y otros que son opcionales,  como aparece detallado a continuación.

Usos Obligatorios:

  1. Un uso obligatorio es aquel en que se emplea la coma para indicar la separación de cada uno de los componentes de una serie de elementos análogos (semejantes), sean palabras, frases o proposiciones. Ejemplos: a. Naranja, cajuil, piña, melón y guanábana son frutas muy nutritivas. ; b. Por la mañana, al mediodía, por la tarde y por la noche tocaba sus canciones preferidas en su guitarra. ; c. Escribía cuentos, leía novelas, escuchaba música clásica y también jugaba tenis.
  2. También se emplea la coma en forma obligatoria para separar partes oracionales que tienen carácter incidental, es decir, aclaratorio del sentido principal de la oración. Ejemplos: a. Los  jóvenes, si los orientan bien, tendrán una conducta correcta. ; b. Tus notas, eso era de esperarse, no fueron tan altas como las del cuatrimestre pasado. ; c. Estudió muy poco y, sin embargo, obtuvo una nota excelente en su examen de Matemáticas II.

Es bueno saber que los incidentales se pronuncian desligados, en cierto modo, del resto de la oración y normalmente en un tono más bajo, y si se suprimen se mantiene una oración completa. Hagamos la prueba con esta sencilla oración: Eso, según parece, tú no lo sabías. Por supuesto, si quitamos el incidental “según parece”, nos queda la oración completa, que es  “Eso tú no lo sabías”.

  1. Además de los casos anteriores, se debe marcar la coma delante de “sino” cuando esa palabra aparece en medio de ideas o contenidos contrapuestos. Ejemplos: a. No estaba concentrado en su tarea, sino distraído dibujando muñequitos. ; b. Este diseño no lo realizó Pedro, sino la arquitecta Lucía Medrano.
  2. También se usa la coma en forma obligatoria en el caso del vocativo. Veamos unos ejemplos: a. Pamela, pásame esa mascota. ; b. Pásame esa mascota, Pamela. ; c. Pásame, Pamela, esa mascota. Fíjense que hay que tener en cuenta la ubicación del  vocativo, pues de eso puede   depender  la cantidad de comas y dónde se escribe(n).
  3. Escribiremos coma, también obligatoriamente, delante de “ya que”, “puesto que”, “en vista de que”, etc., con carácter o sentido consecutivo, es decir, que expresan, en  las proposiciones de una oración compuesta, una relación de causa-consecuencia y que no permiten el empleo del  punto y coma o del punto por el nexo que las relaciona, y porque, por el  sentido que expresan, la una necesita de la otra. Ejemplos: a. Deja de estudiar tanto, ya que has estado muy débil últimamente. ; b. Seguro que obtendrás buenas notas, puesto que has estudiado muy bien el material que te asignaron.
  4. También se usará coma obligatoria delante y después de “es decir”, “o sea”, “esto es”, “por consiguiente”, “en efecto”, “por lo tanto”, “sin embargo”, etc., cuando estas expresiones relacionan partes de una oración simple. Ejemplos: a. Esa joven, es decir, Matilde, trabaja en una empresa de Bonao. ; b. Y Agustín Pérez, en efecto, renunció  como contador de esa compañía. ; c. No le aplicaron correctamente lo que estipula el contrato. Y ella, por consiguiente, reclamó sus derechos.
  5. Se usará también coma obligatoria después de “en afecto”, “es decir”, “o sea”, “esto es”, “por consiguiente”, “por lo tanto”, “sin embargo”, etc., cuando estas expresiones unen partes (o proposiciones) de una oración compuesta. Veamos ejemplos de este caso 7: a. El maquinista está muy cansado; en efecto, los duros trabajos realizados lo afectaron fuertemente. ; b. Renato es un empleado muy competente; es decir, lo que le toca resolver lo realiza a la perfección. ; c. Ella estaba muy cansada; sin embargo, media hora más tarde siguió preparando su examen.  (Continuará)

Clavo, desespere, paniqueado

Por Roberto E. Guzmán

CLAVO

“Ahora nadie en inopia y todos con un CLAVO guardado”.

¿A quién en su sano juicio se le ocurre guardar un clavo? Para que alguien guarde un objeto tan común, ha de ser muy especial o tener un valor sentimental muy elevado.

En verdad se está evitando develar el sentido de este clavo dominicano en esta parte. Más adelante llegará el lugar oportuno para hacerlo. Antes de llegar a esa parte, ha de aumentarse la expectación.

El clavo tiene larga historia en la lengua española. La acepción dominicana del clavo tiene precedentes semejantes en el español de otros países. No obstante, este clavo dominicano reviste características que lo individualizan. Se repasará esto más abajo en detalle.

En México el clavo es dinero, ya sea este en monedas, billetes o en objetos de valor guardados, escondidos. En ese país con ese nombre se designa también el escondrijo donde se guardan cosas.

La característica principal en el clavo dominicano, además de ser guardado, ahorrado, es que esto se hace con la intención de hacer frente a contingencias desagradables, para momentos o situaciones de necesidad.

Puede añadirse a lo que es puramente de la lengua que el clavo en otras regiones del país se llama “puñal”. Las personas que generalmente recurren a esta sana costumbre de ahorrar dinero para los tiempos difíciles son las mujeres. En algunas ocasiones los maridos de esas mujeres están al tanto de que ellas han distraído ese dinero, pues no hay mala intención en ello.

Llama la atención en la elección de las dos palabras dominicanas para el dinero ahorrado y escondido el hecho de que tanto puñal como clavo son objetos que pueden clavarse, hincarse, son objetos que penetran.

Aparte de lo ya consignado el clavo sirve para calificar otras cosas. Por ejemplo, se llamará clavo a la película de mala calidad, que aburre. Según parece esa calificación pasó a otros ámbitos, así lo registra el Diccionario del español dominicano (2013:191), pues incluye las actividades y los libros tediosos entre los que pueden calificarse de clavos.

 

DESESPERE

“. . . en realidad están en un DESESPERE atroz . . .”

La inventiva del hablante de español dominicano puede decirse que no conoce límites. Esto que se afirma se escribe sin desmedro del respeto que merecen las creaciones léxicas que existen en otros países.

Se está en la certeza de que los lectores de estos escritos ya saben que estas líneas tienen dos enfoques. Uno de ellos es el que concierne a la producción semántica de la actividad del habla; del modo en que se hace en esta sección. La otra vertiente de los enfoques tiene por objetivo recordar algunas nociones aceptadas por la mayoría de hablantes cultos.

El hablante dominicano no se conforma con el léxico que ha aprendido a través del tiempo, sino que crea nuevas voces que se ajustan mejor a sus necesidades expresivas.

En otro aparte se examinó la voz desespero. En esta ocasión le toca a desespere. Ambas voces son usadas en funciones de sustantivos. Esto a pesar de que en el español general existe la palabra desesperación.

El Diccionario del español dominicano (2013:253) asienta la voz desespero, “Impaciencia, intranquilidad”. Por medio del concepto que trae ese lexicón puede percibirse la diferencia entre esa voz y la desesperación. La última es la falta total de esperanza.

En el desespere hay agitación producto de la tensión e incertidumbre. Se utiliza la voz para transmitir el estado de ánimo que resulta de una determinada situación o actividad.

Puede aventurarse una explicación para establecer la diferencia entre el desespero y el desespere. Tal y como es posible hacerlo mediante la lectura de lo vaciado antes, el desespero es más suave, la situación emocional se manifiesta más en el interior de la persona. En el desespere trasciende al exterior el estado afectivo. Si lo que se ha expuesto más arriba se considera razonable, valdría la pena hacer un espacio para este desespere en los diccionarios de español dominicano del futuro.

 

PANIQUEADO

“La gente está PANIQUEADA. . .”

En el español regulado y reglado no hay un verbo derivado del nombre pánico que exprese el miedo o temor muy intenso que se siente o experimenta. En lugar de un solo verbo se hace necesario recurrir a una perífrasis con un verbo.

De modo indirecto puede decirse que una persona es “presa de pánico, que esa persona es presa del pánico, que fue paralizada por el pánico, entró en pánico”. Así mismo se dirá o escribirá que algo “causa, provoca, infunde, inspira, despierta pánico”.

No conforme con estos recursos que la lengua ha puesto a disposición del hablante; como producto de la práctica del habla y sobre todo de la escritura, algunas personas no se sienten cómodas con esas vueltas y prefieren disponer de algo más directo para expresar la impresión que sienten bajo los efectos del pánico.

Es de esa actitud de inconformidad de donde se deriva que algunos hablantes hayan sentido la necesidad de abreviar el mensaje y se hayan entregado a la tarea de crear un verbo, paniquear.

La lengua inglesa es muy posible que haya tenido influencia en esta creación del verbo paniquear y del adjetivo paniqueado. En inglés el verbo to panic puede ser transitivo e intransitivo.

Hace ya bastante tiempo que en el habla se usa el verbo y sus derivados. El Diccionario de americanismos de la Asociación de Academias de la Lengua Española registra el verbo “paniquearse” en funciones de intransitivo pronominal en uso entre los hablantes jóvenes en Estados Unidos, Guatemala, Costa Rica, República Dominicana, Puerto Rico y Ecuador. En México es de uso popular. En estos países se emplea para, “Experimentar pánico, alarmarse”.

En algunos países se utiliza solo para, “Tener pánico por efecto de las drogas”.

Ramplimazo / ramplinazo, papadió, a escondidas / a *escondida, etéreo / estéreo

Por Roberto E. Guzmán

RAMPLIMAZO – RAMPLINAZO

“A pesar del RAMPLIMAZO que yo le había propinado. . .”

En el español dominicano existe este ramplimazo documentado en la literatura. De acuerdo con lo que recuerda quien escribe estas notas acerca del idioma dominicano este había oído una voz con una pequeña diferencia en su ortografía con igualdad de acepciones, ramplinazo.

Es muy probable que la voz primera para el “golpe fuerte que se recibe” fuera la que termina en -nazo (con ene/n/) que cambió a la letra eme /m/, como resultado de la atracción que le hizo la existencia en español de la palabra mazo, con el significado de “martillo grande o, maza pequeña para machacar”. Ha de tenerse en cuenta que los vocablos martillo y mazo son herramientas para golpear; por lo tanto, tienen relación con ramplimazo.

Que algo como lo que se sugiere ocurriera no es un fenómeno raro en las lenguas, pues ha ocurrido y está ampliamente documentado en la historia del español. El más fácil de explicar y de entender es el de vagamundo por vagabundo.

El ramplinazo ha evolucionado a través del tiempo. Comenzó por ser solo el golpe fuerte. Luego pasó a ser la señal que deja el golpe. De ahí a significar la reprimenda severa. Al final llegó hasta a designar el “impulso repentino de hacer algo”, que es una metáfora sedimentada quizás en el rasgo de “inesperado o imprevisto” que consta en su definición.

Por una inexplicable razón o, sin ella, desde la primera vez que se oyó esta voz hace cerca de sesenta y cinco años, se ha identificado el golpe del ramplinazo, ramplimazo con el que se propina con una espada, espadín o machete. Esto así quizás por aquello de “planazo” que es el golpe que se da con la plana del machete o del sable. El propósito o en todo caso el resultado de este tipo de golpes es producir contusiones y no heridas cortantes. El ran/ram de la primera parte de esta voz “suena” como una onomatopeya que mueve a pensar en el sable, el machete y la espada cuando estos golpean.

 

PAPADIÓ

“. . . cierto que se está llevando mucha gente a visitar a PAPADIÓ. . .”

Hay que celebrar que algunos escritores y periodistas rescaten algunas voces del habla diaria que de otro modo caerían en el olvido. Este Papadió es una de ellas.

Se escribió Papadió con pe /p/ inicial mayúscula porque se usa en lugar de simplemente utilizar Dios que es un nombre propio antonomástico, por tanto, pasa a tener las mismas cualidades que el Dios es para la persona que profesa una religión monoteísta.

En la voz del título no hay secreto. Se ha formado utilizando la palabra papá en tanto nombre de alguien protector, de allí que algunas personas al mencionar a esa divinidad lo hagan más cercana a sí mismos, Papadió. Hay quienes para mencionar al dios que reconocen lo hacen llamándolo “El Padre”.

El Diccionario de americanismos de la Asociación de Academias de la Lengua Española recoge la voz Papadios en tanto reconocida en Panamá y Venezuela. Una vez más hay que destacar la gran coincidencia que existe entre las voces populares corrientes de República Dominicana y Venezuela.

Queda claro mediante lo expuesto más arriba que una cosa es la representación de la voz para consumo de los eruditos y otra la forma de pronunciarla en las conversaciones de cada día, de allí que quien la usó, la escribió de la manera en que suena en el habla descuidada. La escritura refleja una costumbre típica del habla diaria.

Con lo que se ha escrito aquí y la documentación que se mencionó antes queda preparado el terreno para que se incorpore esta voz a los diccionarios del habla de los dominicanos.

 

A ESCONDIDAS – A *ESCONDIDA

“. . . se está defendiendo, hasta A ESCONDIDA . . .”

Algunas locuciones al escribirlas resultan víctimas de la pronunciación descuidada. Eso a lo que se aludió en la oración anterior parece que ha sucedido en el caso de la locución adverbial de conocimiento general “a escondidas” que en el texto copiado más arriba figura sin la ese /s/ final.

Hay que señalar que la locución del título es muy conocida. El problema que se presenta con esta en la cita es en lo relativo a esa última letra ese /s/, que al decirla “se queda en el buche”, no se enuncia porque no se reconoce de inmediato razón alguna para que la lleve. Puede ser también porque en el habla cotidiana la ese /s/ final desaparece.

A escondidas lleva el mensaje de “escondiéndose, tratando de no ser visto”. Diccionario fraseológico documentado del español actual (2017:307). El Diccionario de uso del español (2007-I-1229) ofrece una equivalencia que se presenta mejor para aclarar el concepto en cuanto al sentido con que se usa en la cita, “ocultamente, ocultándose”.

 

ETÉREO – ESTÉREO

“. . . lo que no puede ser visto, imperceptible, ESTÉREO . . .”

El refinamiento puede llevar al error por exageración. Esa es la impresión que se percibe al leer la frase que a manera de ejemplo engalana esta sección. La refinada ese /s/ colocada fuera de sitio cambia en este caso la significación de la palabra.

De las dos palabras del epígrafe una pertenece al lenguaje culto, al tiempo que la otra comenzó por ser del lenguaje técnico para acabar en el habla común del hablante de a pie. Esto y más se detallará más abajo.

Etéreo es un término que pertenece a la Filosofía. De allí pasó a la literatura. Se ha quedado en las alturas. Comenzó por ser adjetivo relacionado con éter. En el lenguaje literario lo recogieron por la cualidad de sutil, vago, impreciso, sublime. De allí lo llevaron a designar “del cielo”. Todo lo anterior se extrajo del Gran diccionario de la lengua española de Larousse.

El vocablo estéreo tiene un currículo más pedestre. De unidad de medida en su origen se hizo famoso por haberlo adoptado la comodidad del hablante como el apócope de estereofónico. El rasgo definitorio de la estereofonía es que da sensación de relieve a los sonidos.

En el habla de los dominicanos estéreo cobró el valor de sustantivo equivalente de “equipo de sonido estereofónico”. Se popularizó el sistema hasta que dejó de llamar la atención por su omnipresencia.

Etéreo es un palabra de domingo. De día festivo y círculo escogido. Goza por nombrar las cosas que están más allá de la tierra, lo celestial, espiritual. Cuando se utiliza para una cualidad de algo se destaca con este término su falta de sustancia material. De allí es de donde los escritores han tomado el término para llevarlo a significar lo delicado o refinado.

Por lo vaciado en el párrafo retropróximo puede apreciarse la gran distancia que separa los dos vocablos del título. No hay “perdón de Dios” para quien confunde los dos vocablos.

 

Tendencia al empleo del yqueísmo y del ydesqueísmo con “Ojalá”

Por Tobías Rodríguez Molina

 

Se cuentan por miles (se dice que son 4000) las palabras del castellano que tienen origen árabe, muchas de las cuales empleamos diariamente, como son aceite, almohada, baño, limón, naranja, quintal.

Una de las palabras que proceden de esa lengua y que usamos con frecuencia  es “ojalá”. Esta tiene matiz religioso y significa, por los elementos constituyentes que la forman, “Si Dios quisiera” o “Quiera Dios”. En el uso español expresa un deseo del que habla hacia aquel con quien intercambiamos,   nos comunicamos o en quien pensamos.

Así, cuando decimos “Ojalá que te vaya bien en tu viaje”, expresamos “Queremos que te vaya bien en tu viaje”. Pero por la implicación religiosa que tiene “ojalá”, como lo acabamos de decir,  por su origen árabe, implícitamente queremos significar “Quiera Dios”  o “Nos gustaría que Dios quisiera” que te vaya bien en tu viaje.

Pasando al plano sintáctico, que es lo que quiero exponer esta vez, diremos que la oración “Ojalá que te vaya bien en tu viaje”, está constituida por una oración compuesta de dos proposiciones, una que es la principal, y la otra que  es una subordinada adjetiva con función  de objeto directo. La principal es “Ojalá”=Queremos=Quiera  Dios=Nos gustaría que Dios quisiera; y la subordinada de objeto directo “que te vaya bien en tu viaje.” Esta última, la subordinada, en buen castellano, irá iniciada por “que”. Por esa razón, en toda oración iniciada por “Ojalá” la palabra que le debe seguir es “que”, al igual que como lo hacemos con “Queremos que…”, “Deseamos que…”, “Quiera Dios que…”

Es de notar que ninguno de nosotros dice ni ha oído decir “Queremos y…”, “Queremos y que…”, “Quiera Dios y que…”, pero con el empleo de “Ojalá” sí escuchamos a muchos decir “Ojalá y que…”, “Ojalá y…”, como en los casos siguientes:

  1. Ojalá y que te vaya bien en tu viaje.
  2. Ojalá y te vaya bien en tu viaje.

Al uso que aparece en el ejemplo 1,   se le ha dado el nombre de “yqueísmo”, y al que aparece en el 2, se le ha nominado “ydesqueísmo”.  En el “yqueísmo” se usa indebidamente  “y” delante del “que” que pide la sintaxis, y en el “ydesqueísmo” se elimina  “que” y en  su lugar se emplea  “y”.

Esos dos usos sintácticos, quebrantadores de la sintaxis tradicional del castellano, están apareciendo en el habla dominicana con mucha frecuencia, o mejor dicho, con extremada frecuencia. Para constatar lo que acabo de afirmar, vea y  escuche el canal Telesistema, en su horario de 6 a 8 de la mañana, dedicado a noticias, comentarios y entrevistas. Allí escuchará el “ojalá” con el empleo del “yqueísmo” y del “ydesqueísmo” de parte de una comunicadora.  Lo mismo sucederá en Colorvisión en el programa de 8 a 10, cuando la locuaz y joven comunicadora  usa “ojalá”.  A ambas comunicadoras, con su admirable fluidez expresiva, las escucharemos decir “Ojalá y …”, y “Ojalá y que…” Es muy probable que escuche “Ojalá y que…” en boca de otros muchos comunicadores y usuarios dominicanos, al igual que “Ojalá y…”, aunque también escuchará, como yo escuché en la Z101, y en emisoras de radio y en canales de televisión, el empleo de “Ojalá” en la forma sintáctica que nos dicta la norma, es decir: “Ojalá que…”

Además del “yqueísmo” y del “ydesqueísmo” usado con “Ojalá”, se da, aunque con menor frecuencia, el “desqueísmo”, que consiste en emplear “Ojalá” sin el “que”, como sería “Ojalá llegues temprano a La Vega”.

Está tan metido en el  hábito lingüístico de las dos comunicadores ya mencionadas, el emplear “Ojalá” alejado de la norma sintáctica, que es muy improbable escucharlas decir “Ojalá que…” Aparentemente ese uso lingüístico aparece empleado, tratándose de comunicadores, con mayor frecuencia, en comunicadoras. Y  decimos aparentemente al no existir ningún estudio con valor científico sobre este tópico, por lo cual solo podemos hablar de este fenómeno por simples apreciaciones.

Ahora bien, ¿cuál pudiera ser el origen del uso de “Ojalá y que…” Es probable que ese empleo  provenga de la presencia de una “y” en una oración formada por 3 proposiciones articuladas por la principal representada por “Ojalá”, y dos subordinadas de objeto directo, que a su vez van coordinadas mediante “y”, como lo podemos visualizar en el siguiente ejemplo:

“Ojalá que tengas éxito en tu diligencia y que regreses temprano a tu casa.”

Como se puede ver en ese ejemplo, la segunda proposición tiene “y que” obligatorio por la coordinación existente entre la primera proposición “que tengas éxito en tu diligencia” y la segunda proposición “que regreses temprano a tu casa”. Quizás por algún tipo de “contagio”, provocado por el “y que” de la coordinación,   se  comenzٕó  a emplear “Ojalá” seguido de  “y que” a pesar de no haber coordinación.

De acuerdo a lo antes expuesto, debe quedar claro que la sintaxis del español no permite “y” en la primera subordinada. Por lo tanto, no debe decirse ni:

  1. Ojalá y que te vaya bien.
  2. Ojalá y te vaya bien.

Ni tampoco debe suprimirse “que” después de “Ojalá”. Es por eso que debe decirse:

-Ojalá que te vaya bien. (Pero no: “Ojalá te vaya bien”, como a veces se le escucha decir a algunos usuarios de nuestro “Ojalá” en programas de una alta audiencia).

¿Seremos capaces de rectificar el desacierto de emplear el “yqueísmo” y el “ydesqueísmo” y comenzar a usar a “ojalá” con su “que”, diciendo “Ojalá que…”?

 

 

 

Temas idiomáticos

Por María José Rincón

 

HOY NO ES VIERNES

Ando enredada con la mitología clásica; y, como siempre, con las palabras. Algunas de las nuestras –no podían ser menos como herederas del latín– tienen su origen en los nombres de ciertos personajes mitológicos y presumen de una curiosa historia que nos transporta a relatos ancestrales que forman parte de nuestra cultura.Siete días tiene la semana y cuatro de ellos les deben sus nombres a antiguos dioses. El martes (dies Martis), como hoy, segundo día de la semana, se le dedica a Marte, dios de la guerra, aquel que para los griegos era el dios olímpico Ares, hijo de Zeus y Hera. El mismo origen del adjetivo marcial, relacionado con la guerra y la milicia.

El miércoles (dies Mercuris) honraremos a Mercurio, el mensajero de los dioses; Hermes para los griegos, hijo de Zeus y Maya, ingenioso y buen orador, era venerado como dios del comercio. Calzaba unas sandalias aladas que le ayudaban a cruzar con facilidad las fronteras, incluso aquella que separa la vida de la muerte. También el elemento químico mercurio, metal y líquido, le rinde homenaje por su movilidad.

El jueves (dies Iovis), le llega el turno a Júpiter el Zeus griego, padre de los dioses olímpicos, cuyo nombre está en el origen de la palabra dios.

El viernes (dies Veneris), quinto día de la semana y el más esperado, está dedicado a la diosa romana Venus, la griega Afrodita. Diosa del amor y del erotismo, su nombre latino está en el origen del adjetivo venéreo, relacionado con el placer sexual, y con las enfermedades que se transmiten por contacto sexual; y de su nombre griego surgen el sustantivo y adjetivo afrodisíaco (o afrodisiaco), para referirse a lo que excita o estimula el apetito sexual. Hasta aquí, que hoy no es viernes y el cuerpo lo sabe.

 

EL HILO DE ARIADNA 

Guiada por el hilo de Ariadna sigo recorriendo el laberinto de las palabras con ecos mitológicos. Fue Dédalo el arquitecto más famoso por haber diseñado y construido, por orden de Minos, rey de Creta, el laberinto en cuyas encrucijadas se perdía Minotauro. A este arquitecto y a su obra alude el sustantivo dédalo con el que nos referimos a algo confuso o enredado.

Nada mal nos vendría un atlas para no perdernos en nuestro viaje por el mundo de las palabras mitológicas. Atlas, el titán castigado por el dios Zeus a cargar sobre sus hombros la bóveda celeste, le presta el nombre a este libro formado por una recopilación de mapas (los hay, incluso, de palabras). Imaginen los padecimientos del pobre titán Atlas con las cervicales; por eso la primera de estas vértebras también le rinde homenaje con su nombre. Los titanes, hijos de los dioses Gea y Urano, prestaron su nombre para designar a quien se le reconoce alguna cualidad extraordinaria; con él construimos el adjetivo titánico para describir lo que es desmesurado o excesivo; y el nombre del titanio, elemento químico metálico de gran dureza y resistencia.

Como alguna vez escribí, un recorrido por la lengua es una odisea de palabras; nos embarcamos, según la definición del DLE , en un ‘viaje largo, en el que abundan las aventuras adversas y favorables al viajero’. Las peripecias nos esperan en cada recodo del camino, como aquella de descubrir que el sustantivo odisea le debe su ser a la Odisea, el poema de Homero que narra el mítico viaje de regreso de Odiseos desde las costas de Troya a su anhelado hogar, Ítaca. Nuestra odisea con las palabras conduce casi siempre al diccionario, que, como el hilo de Ariadna, nos ayuda a regresar a casa.

 

SIRENAS Y QUIMERAS

El viaje por las palabras y la mitología es largo y está plagado de aventuras. Durante la travesía nos topamos con seres extraordinarios y con sus no menos extraordinarios nombres. Roguemos para que la voluntad de Eolo, señor de los vientos, nos sea favorable y llene nuestras velas con sus impulsos eólicos. En nuestro recorrido encontraremos a los cíclopes, gigantes de un solo ojo en la frente, de fuerza descomunal, que han prestado su nombre a los adjetivos ciclópeo y ciclópico, para describir lo gigantesco o excesivo.

No nos desviarán los cantos de las sirenas, esas ninfas marinas con busto de mujer y cuerpo de ave que pierden a tantos marineros. Cómo sería esa forma de cantar que ha dado el nombre de cantos de sirena a las palabras hermosas y convincentes que encierran una gran capacidad de seducción. Un poco más prosaicas, pero igualmente audibles, son las sirenas de las ambulancias, de los carros de policía o de los camiones de bomberos, o aquellas que anuncian alguna situación de alarma o el final de la jornada laboral. En el mar encontraremos infinidad de medusas –aguamalas o aguavivas también se las llama–, cuyos tentáculos recuerdan a las serpientes venenosas que formaban la cabellera de Medusa, una de las tres gorgonas, que petrificaba a todo aquel que la miraba a los ojos.

Cuando atraquemos y nuestros pies bajen a tierra quizás tengamos la desdicha de encontrarnos con Quimera, un ser mitológico con cabeza de león, cuerpo de cabra y cola de dragón. Nunca sabremos cuántas quimeras más nos esperan en el camino; las quimeras, imaginaciones y espejismos que aparentan ser verdaderos y que no lo son, no logran desviarnos de este camino de las palabras mitológicas que recorreremos nuevamente la próxima semana.

 

DIOSES Y HÉROES

La mitología clásica está detrás de algunos sustantivos y adjetivos que atribuyen cualidades o comportamientos relacionados con los dioses o los héroes griegos y romanos. Como en tantos aspectos de nuestra cultura, la mitología funciona como punto de referencia, aunque las más de las veces nos pase desapercibida.

El nombre del dios olímpico Dioniso es la raíz de nuestro adjetivo dionisíaco (o dionisiaco), que atribuye a quien se le aplica la naturaleza impulsiva, vitalista y gozadora de Dioniso, dios del vino y la fertilidad. Dioniso tenía a Baco como su correlato latino y, a partir de su nombre, surge el adjetivo báquico, aplicado a aquello relacionado con la ebriedad. Por el contrario, el nombre de Apolo, uno de los dioses olímpicos más poderosos, considerado el dios de la belleza, de la armonía y del equilibrio, está en el origen del adjetivo apolíneo, que se aplica a todo aquello que posee estas cualidades. Si en un hombre queremos destacar la perfección de sus rasgos o de su cuerpo diremos de él que es apolíneo, o lo consideraremos directamente un apolo; incluso, un adonis, comparándolo a la eterna belleza y juventud del dios Adonis.

En cambio, si la cosa no va de belleza sino de fuerza, lo consideraremos un hércules, acordándonos de Hércules, héroe mitológico de extraordinaria fuerza y corpulencia que presta su nombre para construir el adjetivo hercúleo, referido a una persona musculosa y muy fuerte. Cuando, en cambio, lo que destaca es el carácter enamoradizo, lo consideramos un cupido, en referencia a Cupido, dios romano del amor, hijo de la diosa Venus.

 

VIDA Y MUERTE

El hilo conductor de la mitología, como el hilo de Ariadna, nos está sirviendo para repasar un nutrido grupo de hermosas palabras de nuestra lengua que remontan su origen a personajes clásicos. Hablábamos la semana pasada de Cupido, dios romano del amor. Hoy hablaremos de su correspondiente griego, el dios Eros, que está en el origen de nuestros términos erotismo y erótico. En griego la palabra eros se refería al amor sexual, de ahí que funcione como raíz de erotismo ‘amor o placer sexuales’ y de erótico ‘relativo al amor o placer sexuales’ o ‘que excita el deseo sexual’.

Cupido era hijo de la diosa Venus, diosa del amor y la belleza, cuyo nombre usamos como sustantivo común, siempre con minúscula inicial, para referirnos a una mujer muy hermosa considerándola una venus. Su nombre también está en la raíz del adjetivo venéreo, ‘relacionado con el placer o el acto sexual’, y que usamos además para referirnos a las enfermedades de transmisión sexual.

El correlato griego de Venus era Afrodita, diosa nacida de la espuma del mar (les debo los detalles de la historia, que no pueden ser más escabrosos). Su nombre ha dado lugar al adjetivo afrodisíaco (afrodisiaco), aplicado a aquello que estimula el deseo sexual. Como sustantivo se refiere a las sustancias que tienen este efecto (o que dicen tenerlo, vaya usted a saber).

Entre los personajes mitológicos femeninos estaban las Parcas (las Moiras en Grecia), tres hermanas hilanderas que tenían en sus manos el destino de los mortales; una hermana hilaba, la otra devanaba y la última cortaba el hilo de la vida; por eso usamos la palabra parca para referirnos poéticamente a la muerte. Seguro que más de una vez han oído decir que nuestra vida pende de un hilo.

 

Ortoescritura

Por Rafael Peralta Romero

 

 LA COMIDA EXTRANJERA SE DISFRUTA EN ESPAÑOL

Este artículo es una variación en torno al tema de los vocablos extranjeros  empleados  al hablar nuestra lengua. Reiteramos que la primera actitud debe ser evitar su uso, pero si la palabra exótica resultara  indispensable, lo que   procede  es   buscar la forma de adaptarla  al castellano. Un  extranjerismo  se hace necesario porque  representa un objeto, una cualidad, una circunstancia o  una acción  que no ha sido nombrada en español.

 

En la entrega anterior   (23-3-2020)  tratamos sobre voces extranjeras relacionadas con el vestir y que ha sido preciso aceptarlas en español (bluyín, de blue jean; esmoquin,  de smoking). Hoy abordaremos   palabras extranjeras relacionadas con el comer  y las circunstancias que rodean  a este placer. Estas  recomendaciones están avaladas por el Diccionario panhispánico de dudas, publicación de la Asociación de academias de la Lengua Española. Veamos:

/Beicon/  (bacon). Del Inglés. Panceta ahumada. Lo que aquí llamamos tocineta. Otra forma  de adaptación es /bacón/, más fiel a la grafía original,  mientras la anterior lo es a la pronunciación.

/Bistec/  (beefsteak). Voz inglesa. Bistec es un perfecto ejemplo de adaptación. Filete de res. Plural: bistecs. Esta adaptación no niega su origen y se ajusta al perfil del español.

No dude usted en llamar /besamel/  o /bechamel/  (del francés béchamel) a la salsa hecha con harina, leche y mantequilla con la que se aderezan algunos platos.  En español es palabra aguda, sin tilde.

En el /apartotel/ (hotel de apartamentos), el  bulevar (del francés boulevard) o  en un  /búngalo/ o /bungaló/  (bungalow)  puede usted  apreciar  el /buqué/ (bouquet) o  aroma de su  vino y más tarde disfrutar de un /capuchino/  (cappuccino). Italiano. Tipo de café.

Si tuviera invitados, no coja estrés, ordene por /cáterin/ (catering). Esta voz inglesa significa servicio de comida. En español adquiere acento de esdrújula. Su plural  no varía: los cáterin.

Sean o no franceses los invitados,  usted puede brindar con /champán/ (champagne). Vino espumoso procedente de la región francesa de Champagne. También se adapta  como /champaña/, grafía más aproximada al francés. La otra gran bebida de Francia es el /coñac/ (cognac). El grupo –gn  en francés suena  eñe, pero esa lengua no tiene el signo –ñ, muy propio del español. De Francia nos llega también la voz /cruasán/  (croissant).  Pan en forma de media luna.

Para comer /espagueti/ no es preciso ir a Roma. (spaghetti). Voz italiana. Pasta alimenticia larga. Lo mismo el  /fuagrás/  (foi-gras). Voz francesa que denomina un plato hecho a base de hígado. Recuerde, no  se pierde /glamur/ (glamour) ni  se deja de ser /gurmé/ (gourmet), porque escriba así estos vocablos.

Viene bien tomarse un /jaibol/ (high ball). Inglés. Bebida alcohólica mezclada con otra, mientras se espera una /lasaña/  (lasagna)  o un platillo de /mozarela/ (mozzarella), queso fresco hecho con leche de  búfala. Si tiene dudas,  consulte al  /sumiller/ (sommelier, en francés). Persona encargada de vinos y licores en un restaurante. Podría recomendarle un /vermú/  (vermout o vermouth). Voz francesa tomada del alemán (wermut).Es licor aperitivo hecho con ajenjo. Para otro momento procede / yogur/ (yoghourt, yogourt). Voz de origen turco.

¿Qué decir de la voz inglesa “whisky”? Los académicos  recomendaron adaptar esta voz  con la grafía /güisqui/, y así aparece en el Diccionario. Pero más adelante a la uve doble (doble ve y mal llamada doble u) se le dio carta de ciudadanía en nuestro idioma  y se  ha reconsiderado   la escritura del nombre que identifica al licor británico: wiski es la forma  recomendada.

Ya lo ha visto usted: comidas y bebidas extranjeras se disfrutan en  nuestra lengua.

 

VACILACIONES Y ACIERTOS PARA NOMBRAR A LA COVID-19

La palabra /covid/ irá desapareciendo de nuestro uso cotidiano  según como la horrible peste  nos vaya dejando en paz. Pero ese acrónimo formado por cinco letras quedará para siempre en la historia de la humanidad, testimoniando la crueldad de una época. Este hecho marcará la historia de la medicina, de la economía,  de la música y los espectáculos artísticos como  de los deportes, sobre todo de aquellos que representan negocios lucrativos, por ejemplo beisbol y fútbol. En consecuencia, la palabra que lo nombra será asunto de interés para los académicos de la lengua española.

En el artículo anterior (19-7-20) hemos planteado el problema del género para  esta voz, formada como un producto de laboratorio   (acrónimo del inglés coronavirus disease, al que se añade el 19 por el año en el que se conoció el primer caso), que trajo al nacer la recomendación  de género femenino.

Sin embargo, en parte del mundo hispano, y más en República Dominicana, se ha preferido  nombrar esta enfermedad con el artículo en masculino. Gran responsabilidad de ello tienen los medios de comunicación. Justo es destacar que EL NACIONAL ha sido la excepción. Este diario se distingue por su persistencia y coherencia en el empleo de la forma femenina: la covid.

Les presento  ejemplos tomados de El Nacional:

– La covid-19 ha causado miles millones de dólares en pérdidas

-La covid debe ser una prioridad y un compromiso

-De acuerdo a Salud Pública, esta mañana la ocupación era el 92 % de las disponibilidades, mientras la covid-19 cobraba seis nuevos fallecidos…

Veamos muestras tomadas de otros diarios, unos con vacilaciones y otros sin preguntarse nada:

-El Covid vino a amargarle el café a la familia

-El tema político y la pandemia del  COVID-19 sacan de la agenda nacional otros asuntos… (Un articulista).

-La abrupta desaceleración de la economía mundial producto  de las medidas adoptadas para  combatir el COVID-19… (Articulista).

-Aunque el coronavirus que causa el covid-19  podría nunca desaparecer y volverse económico, … (Articulista).

-Los desafíos de Luis Abinader se han  multiplicado por  covid-19 (titular)

-Aunque comenzó en China, en estos momentos el  COVID-19 es un asunto global. (Articulista)

-La OMS cree que la vacuna contra el COVID-19 podría estar disponible a mediados de 2021 (Titular).

-Fracasó la estrategia contra el covid y se requiere más toque de queda (Articulista)

-Asonahores pide revelar cifras del COVID-19 por municipios (Titular)

El Gobierno (Presidencia, Ministerio de Salud…) ha preferido la forma masculina:

-Convivir con el COVID-19 de forma segura…

-El Covid-19 y la economía dominicana: Una visión internacional más favorable (Publicación del Banco Central).

Los reportes de Efe, la agencia española de noticias,  han mantenido uniformidad al llamar en  femenino a la terrible enfermedad:

-La ciudad de Nueva York no registró ninguna víctima mortal por la COVID-19 en 24 horas (Efe).

-América Latina y el Caribe llegaron este lunes al segundo lugar mundial en cuanto a fallecimientos por la COVID-19, al superar a EE UU y Canadá…(Efe).

COVID, Covid y covid, con artículos –la o –el, son las formas usadas. El proceso de lexicalización y adopción como una palabra de nuestra lengua dictaminará: covid.  Quizá con su género ocurra lo mismo del sustantivo /sartén/, voz femenina (la sartén) a la que en el habla dominicana se le menciona en masculino. O como el vocablo /pus/, registrado como masculino en el Diccionario y que aquí llamamos en femenino: la pus.

Nombrar a la covid en femenino y con minúscula es un acierto. Recordemos: “La función esencial de la ortografía es garantizar y facilitar la comunicación escrita entre los usuarios de una lengua mediante  el establecimiento de un código común para su representación gráfica”. (Ortografía de la lengua española, RAE-ASALE,  2010, pág. 12)

 

ENTRE EL COVID Y LA COVID: HE AHÍ  EL INTRÍNGULIS

 En algún momento, los académicos de la lengua española intentarán ponerse de acuerdo para  incorporar  formalmente  al léxico del español el nuevo vocablo  /covid/, surgido a propósito de la pandemia coronavirus, causante de la enfermedad covid-19.

El nombre COVID-19  fue  creado por  la Organización Mundial de la Salud en febrero de este año para  llamar a la enfermedad originada por el coronavirus  (acrónimo del inglés coronavirus disease, al que se añade el 19 por el año en el que se conoció el primer caso).

También en febrero, la Fundéu (Fundación del Español Urgente) recomendó  la grafía COVID-19  para el nombre abreviado de la enfermedad por coronavirus. Con mayúsculas, ya que se trata de la sigla inglesa de coronavirus disease, ‘enfermedad del coronavirus’. Dado que contiene el sustantivo enfermedad en su forma inglesa, su género es femenino (la COVID-19, mejor que el COVID-19).

La dificultad para los académicos, pese a la  aseveración de que el vocablo es femenino, es cuánto se ha divulgado  el uso  en masculino, desde todos los ámbitos y tribunas: desde el poder político, desde los púlpitos, desde los medios de comunicación.

El presidente Danilo  como el presidente electo  Luis Abinader han empleado el masculino para nombrar la enfermedad. El ministro de Salud Pública lo ha hecho cada día desde marzo hasta hoy.  La más reciente expresión desde la Presidencia de la República en referencia a la covid es la siguiente:

“Luego de consultar a las autoridades electas, presidente Danilo Medina solicita autorización al Congreso Nacional para declarar nuevamente en estado de emergencia el territorio nacional por 45 días debido a la reciente evolución epidemiológica del COVID-19”.  Es un tuit de  Roberto Rodríguez Marchena.

El presidente Abinader ha dicho: “Desde el inicio de la pandemia del  covid-19, recorro el país en ruta solidaria…”. Ese día  anunció que había sido contagiado de  la covid, pero dicho en masculino.

En los nombres de las enfermedades predomina el femenino porque  la palabra enfermedad  corresponde a ese género: la gripe, la fiebre, la parálisis. Esto varía cuando la situación se denomina  con más de un vocablo, pues predominará el género  del más importante: estado febril,  trastorno mental, el alzhéimer, el párkinson.   Los dos últimos nombres  son masculinos porque la voz que los ha acompañado  es masculina: síndrome.

El  nombre /covid/  ha surgido de un acrónimo y su escritura original ha sido COVID,  pero  su proceso de lexicalización   (conversión en una palabra) ha sido  muy rápido y se asimila como una palabra común del español (como sida, radar, ovni, oenegé…). De ahí que cuando  no se escriba todo en mayúscula  (COVID)  se escribirá  todo en minúscula: covid, nunca Covid.

“Los sustantivos que designan enfermedades son nombres comunes, por lo que deben escribirse con minúscula inicial: acromegalia, cáncer, diabetes, espina bífida,…Solo se escribirán con mayúscula si forman parte de una expresión denominativa que así lo exija (el nombre de una institución u organización, de un congreso, etc). Federación Española de Asociaciones de Espina Bífida e Hidrocefalia”. (Ortografía de la lengua española, 2010, pág. 501).

Esa misma obra, publicación de la Asociación de Academias de la Lengua Española y la Real Academia Española) apunta que en los nombres de enfermedades y síndromes que presentan un complemento preposicional que incluyen el nombre de su investigador o descubridor, se mantiene  la mayúscula característica del nombre propio, pero el sustantivo genérico debe escribirse con minúscula: enfermedad de Alzheimer, enfermedad de Parkinson, síndrome de Down, síndrome de Chagas.

La covid, en femenino y minúscula, era el tema, pero faltó algo decir. Seguimos el domingo.

 

PARTIDOS  PIDEN “RECONTEO” DE VOTOS, LA JCE DEBE HACER EL “RECUENTO”

A propósito  de la crisis suscitada tras las elecciones del 15 de mayo,  muchos candidatos  a cargos electivos  han repetido a  través de los medios de comunicación   la necesidad de contar detenidamente los votos   para salvar lo que consideran irregularidades. Con estos reclamos, políticos y periodistas han puesto en boga el vocablo “reconteo”, guardando para después el legítimo, que es recuento.

“PRM  pide reconteo en los tres niveles votación”, titula un diario como noticia principal.  Casi lo mismo, en la misma fecha, trajo otro diario: “PRM pide JCE reconteo manual tres niveles  votos”. Un tercer título, también de primera página: “Junta del Distrito realiza reconteo en 674 colegios”.

La derivación es un procedimiento genuino para crear palabras.  Quienes inventaron el término “reconteo”, han partido de agregar el prefijo “re” al sustantivo  “conteo”, y todo queda –al parecer-  conforme al perfil de la lengua española. Pero el vocablo “reconteo” es una creación innecesaria, pues ya se tiene la palabra que conlleva el caso. Por eso no aparece en el Diccionario académico.

Conteo viene de  contar y significa: cálculo, valoración.  2. m. cuenta (acción de contar). Contar. Del latín  computāre. El Diccionario le guarda estas acepciones: Numerar o computar las cosas considerándolas como unidades homogéneas. Contar los días, las ovejas.

Nuestro idioma  dispone del verbo /recontar/  que significa contar o volver a contar el número de cosas. Contar de nuevo.

El sustantivo derivado de la acción de recontar es  recuento.  A continuación cito las acepciones  con las que aparece en el Diccionario: 1. m. Acción y efecto de volver a contar algo. 2. m. inventario (‖ asiento de las cosas pertenecientes a una persona o comunidad).  3. m. Comprobación del número de personas, cosas, etc., que forman un conjunto.

Es  recomendable que los partidos  y candidatos, si no están de acuerdo con algunos resultados, exijan el “recuento” de votos y  que la prensa  se refiera a esa petición como “recuento”.

 

CONTAR Y RECONTAR LOS VOTOS

 Las opiniones divulgadas  en torno al modo de escrutinio de los votos en las elecciones del domingo  15  evidencian muy claramente la posición política  de quienes sustentan tales opiniones, sean juristas,  tecnólogos o periodistas. El gobierno  de Danilo Medina y su partido, el PLD, han llevado la voz cantante en la defensa del conteo electrónico.

Los  políticos polivalentes –forma elegante de llamar a los oportunistas-  se han dado gusto  en eso de ponerse donde los vean los patronos,  rechazando  el pedido de los partidos de oposición. Para un oportunista lo importante  es ampararse bajo la gracia de quienes reparten bienes públicos en pro de seguir  en el voraz disfrute del poder.

Entendidos en sociología  han considerado  “atípico”  el proceso electoral que se vive en República Dominicana. El Diccionario   académico define ese adjetivo de este modo: “Que por sus caracteres se aparta de los modelos representativos o de los tipos conocidos”.  Significa que estamos ante unas elecciones anormales.

Por eso la comunidad  dominicana está  bajo tensiones. Además de  las crispaciones  que genera un gobierno lanzado a las calles con todos los recursos del Estado al servicio de sus candidatos, se ha agregado la introducción de un sistema de conteo de los sufragios que produce desconfianza en los opositores.

Es ley y tradición en nuestro país que los votos se cuenten en la mesa electoral.  La Ley Electoral  275-97, en sus artículos  126 y 127, así lo establece: “ Terminada la votación, se procederá al escrutinio de los votos, que estará a cargo de cada colegio electoral, sin que éste pueda, en ningún caso, delegar o encomendar sus operaciones a personas extrañas a éste, ni suspenderlas”.

El artículo 127 indica: “Se abrirá la urna y se sacarán de ella las boletas que hubieren sido depositadas, contándolas, para confrontar su número con el de electores que hubieren votado según los inscritos en el formulario especial de concurrentes”.  A partir de que se cuente – manos y ojos- en cada colegio, que se recuente electrónicamente.

Ha sido medianamente sensato el pleno de la Junta Central Electoral  al escuchar el clamor de los partidos y aprobar  el  escrutinio manual de los votos en el cien por ciento de los colegios electorales en el nivel presidencial. De inmediato la medida fue apoyada por el Consejo de la Empresa Privada, aunque no ha satisfecho a los partidos.

Roberto Rosario, presidente de la JCE, dijo  que esta acción procura   “mayor transparencia, tranquilidad y satisfacción al universo de partidos y la sociedad”.  Transparencia es palabra vital para restablecer la  requerida tranquilidad. En República Dominicana está en juego la paz social. El nerviosismo, es obvio,  lo provocan  unas elecciones atípicas.

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AHORRARSE CIERTAS MAYÚSCULAS, A VECES VIENE BIEN

 El uso de la mayúscula inicial  constituye en ocasiones  un problema para quienes a menudo tenemos que escribir, sobre todo por razones de trabajo: periodistas, secretarias, escribientes, abogados, maestros. Al menos en español, lo normal es la minúscula y cuando se recurre a marcar una letra con la mayúscula, obedece a una necesidad. La tendencia actual en nuestra lengua es a disminuir su uso.

La función primordial de la mayúscula en español es  la de distinguir el nombre propio del nombre común. La Ortografía de la lengua española reconoce dos elementos:

  1. a) Los nombres propios genuinos, entre los que se encuentran los nombres de persona  o antropónimos (Andrés, Raúl, Alejandro, Pedro, María) y los nombres propios de lugar  o topónimos (Andalucía, Miches,  Barahona, Higüey).
  2. b) Las expresiones o etiquetas denominativas que, formadas por palabras del léxico común, o por una combinación de léxico común y nombres propios, se refieren a entidades únicas (instituciones, organismos, acontecimientos…) con una función claramente identificativa y singularizadora.

Ejemplos: Asociación de Estudiantes Universitarios de Jaquimeyes, Asociación Pro Bienestar de la Familia, Alcaldía de Santiago, Ministerio de Agricultura, Partido Revolucionario Moderno, Universidad Autónoma de Santo Domingo, Universidad Católica Madre y Maestra, Segunda Guerra Mundial.

En la mayoría de estas  expresiones  predominan los sustantivos comunes, que fuera  de este uso se escriben con minúscula (asociación, desarrollo, estudiantes, partido, alcaldía, ministerio, agricultura, madre, maestra, guerra). Por igual los adjetivos contenidos (revolucionario, moderno, autónoma, católica, segunda, mundial) son de uso común y se escribirán en minúscula cuando no formen parte de una expresión denominativa.

Ahora, los nombres de las instituciones –admito que es una repetición-  se escriben con mayúscula inicial, contrario a como se hace frecuentemente en el periodismo. Se dirá: El Ministerio de Hacienda  pagó la deuda  al Colegio Dominicano de Ingenieros,  Arquitectos y Agrimensores.

La diferencia está en cuando citamos al titular de la dependencia: Entregó el cheque el ministro de Hacienda, Simón Lizardo.

Como en las expresiones que denominan a los partidos políticos y las universidades, por citar las entidades más mencionadas en la prensa,  la palabra común de los órganos de gobierno suele ser parte de su nombre: Congreso Nacional, Cámara de Diputados, Poder Ejecutivo, Suprema Corte de Justicia, Senado de la República, Ejército Nacional, Marina de Guerra, Obispado de La Altagracia. Todas estas expresiones están formadas con palabras del léxico común, pero en estos casos, obviamente, se escribirán con mayúscula inicial.

Sin embargo, las palabras que designan a las personas involucradas en estas funciones siguen siendo nombres comunes, igual que plátano, cuaderno o mesa. Por tanto no necesitan mayúsculas estos términos: senador, diputado, legislador, presidente, juez,  procurador, magistrado, general, coronel, teniente, cabo, almirante, vicealmirante,  capitán de navío, marinero…obispo, monseñor, presbítero, catedral, diácono, monaguillo.

En fin, ahorrarse ciertas  mayúsculas conduce a evitar algunas  faltas de ortografía. Seguiremos con el tema.

 

MAYÚSCULA DE RELEVANCIA O CAPRICHOSA

La publicidad estatal marca con mayúscula  el vocablo “bicentenario”, a propósito de las festividades por los doscientos años   del nacimiento de Juan Pablo Duarte, el fundador de la República Dominicana.  Este uso no se corresponde con ninguna de las funciones lingüísticas de la mayúscula previstas en nuestra lengua.

Esta columna ha venido llamando mayúscula caprichosa al uso  arbitrario de la letra inicial en alta, pero los lingüistas la denominan  bellamente  mayúscula de relevancia, ya que  “…responden únicamente al deseo de poner de manifiesto la especial relevancia que quien escribe otorga al referente designado por la palabra así escrita”.

Las instituciones oficiales  disfrutan el uso de la mayúscula. Y se la colocan a  palabras  y expresiones como ley, decreto, sesión ordinaria, sesión extraordinaria, sesión solemne, señores diputados y  señores senadores.  El Tribunal  Constitucional, por ejemplo, publica un aviso en el que invita a los  actos conmemorativos de su primer aniversario, en los que incluye: Misa de Acción de Gracias, Catedral Primada, Audiencia Solemne y Sala Augusta.

La publicidad comercial abunda en mayúsculas caprichosas, pero no  por razones ideológicas ni de sentimientos, sino muchas veces por descuido o desconocimiento, pero obedeciendo a la tendencia a “mayusculizar” palabras aunque con ello se “minusculice” el idioma.

Instituciones académicas  gustan también del juego de la mayúscula de relevancia. Ejemplo, la Academia de Ciencias publica una convocatoria  a la Asamblea General Ordinaria, a la que son convocados  todos los  Miembros de Número. Fundamenta su  llamado en el Artículo 5 y el Articulo 6 de los Estatutos.

¿Hace falta mayúscula para las palabras artículo, estatutos, miembros, número, ordinaria…?

Todas las palabras destacadas con mayúscula son términos  comunes y  han sido  marcadas  en interés  de revestirlas de un valor  que las diferencia de las  demás. La “Ortografía de la lengua española” señala al respecto lo siguiente:

“La mayúscula está revestida de un cierto valor sacralizador y dignificante, probablemente derivado del uso monumental, solemne y suntuario de sus orígenes. Su prestigio gráfico se evidencia en el significado de la locución con mayúscula (s), que, pospuesta a un adjetivo o a un sustantivo, denota su más alto grado o su más elevada manifestación: tonto con mayúscula (s), amor con mayúscula (s)”.  (Página 514).

La gente común también quiere destacar sentimientos y apreciaciones    valiéndose  de las  mayúsculas. Las esquelas mortuorias constituyen buen ejemplo de ello.  Frecuentemente se ven invitaciones a misa por el Primer Aniversario de la muerte de alguien.  Pero también se dice: Querida Madre, tus Hijos nunca te olvidaremos. O se destaca que: Siempre tuviste Amor para los Tuyos.

Son las mayúsculas de relevancia, que van desde las pompas oficiales hasta las manifestaciones de la gente sencilla.

 

GRINGO,  YANQUI, AMERICANO, ESTADOUNIDENSE

 ¿Qué gentilicio corresponde a los habitantes del gran territorio ubicado en  Norteamérica  y que limita al norte con Canadá y al sur con México? El país  se llama Estados Unidos de América, el cual  declaró su independencia el 4 de julio de 1776, cuando las antiguas colonias enfrentaron al imperio británico con las armas y con la palabra.

¿Por qué les tenemos tan variadas  denominaciones a los  integrantes de esa nación? Echemos un vistazo lexicográfico  bajo la luz del Diccionario  de la lengua española, órgano de la Asociación de Academias de la Lengua Española.

 

GRINGO, GA 

Este vocablo  (adjetivo) es de etimología discutible. Solemos usarlo con intención despectiva para nombrar a los  naturales de los EUA (Estados Unidos de América). Veamos lo que apunta el Diccionario académico:

  1. 1 coloq. Extranjero, especialmente de habla inglesa, y en general hablante de una lengua que no sea laespañola. U. t. c. s. 2. adj. coloq. Dicho de una lengua: extranjera. U. t. c. s. m. 3. adj. Bol., Chile, Col., Cuba, Ec., El Salv., Hond., Nic., Par., Perú, Ur. y Venestadounidense. U. t. c. s. 4. adj. Ur. inglés (‖ natural de Inglaterra). U. t. c. s. 5. adj. Ur. ruso (‖ natural de Rusia). U. t. c. s. 6. m. y f. Bol., Hond., Nic. y Perú. Persona rubia y de tez blanca. 7. m. coloq. Lenguaje ininteligible.

El origen de gringo ha sido asociado a la palabra “griego” para referir  un lenguaje que no se puede entender y por extensión a personas que hablan cualquier otro idioma que no sea el español. Hay menciones del término «gringo» en textos españoles de  hace siglos, siempre  aplicado a personas  que no hablan  nuestra lengua.

 

YANQUI

Esta voz  es la adaptación del  inglés  “yankee”.  Es como se llama a los naturales  de Nueva Inglaterra, zona de los Estados Unidos de América. U. t. c. s. 2. adj. Perteneciente o relativo a Nueva Inglaterra o a los yanquis.  3. adj. coloq. estadounidense. Apl. a pers., u. t. c. s.

Es decir, que todos los nacidos en EUA no son yanquis, sino los procedentes de una región del noreste de ese país, la cual  comprende los estados de Maine, Vermont, Nuevo Hampshire, Massachusetts, Connecticut y Rhode Island.

 

AMERICANO, NA

Este  adjetivo se define con tres palabras: Natural de América. U. t. c. s. 2. adj. Perteneciente o relativo a América o a los americanos.

En la cuarta acepción, el Diccionario lo presenta como sinónimo de  estadounidense. Todos sabemos lo difundido  que está el concepto de identificar con esta palabra a personas y cosas  procedentes de EUA: 5. m. café americano, desayuno americano, fútbol americano…Los  naturales de los demás países de América, incluidos sus líderes, intelectuales y comunicadores, hemos sido bastante concesivos respecto del gentilicio americano, prácticamente se lo cedemos a un solo país, como si nos abrazáramos  a la consigna: “América para los americanos”.

 

NORTEAMERICANO, NA

Lo que dice el Diccionario: 1. adj. Natural de América del Norte. U. t. c. s. 2. adj. Perteneciente o relativo a América del Norte o a los norteamericanos.

Son norteamericanos los  naturales de México y Canadá, así como los  de Centroamérica, cinco países, son centroamericanos, los de  Suraméricana, suramericanos y los de las Antillas, antillanos. Por tanto, norteamericano no es el gentilicio de los nacidos en EUA. No obstante, por la persistencia de muchos hablantes en  el uso de la palabra con tal sentido, los académicos la  han incorporado  con esa significación: 3. adj. estadounidense.

 

ESTADOUNIDENSE

  1. adj. Natural de los Estados Unidos de América. U. t. c. s. 2. adj. Perteneciente o relativo a los Estados Unidos de América o a los estadounidenses.

He ahí  el gentilicio de los naturales de EUA.

 

SIN Ñ NO HAY ESPAÑOL, NO SEÑOR

Las veintisiete letras que integran el alfabeto español son importantes porque todas cumplen una función  para articular las palabras con las  que nombramos seres y cosas (sustantivos), expresamos cualidades de esos seres y cosas (adjetivos) o le atribuimos  acciones (verbos).

Sin embargo, vamos a destacar la decimoquinta  letra, acogiendo una sugerencia del doctor Oscar M. Herasme, apreciado amigo y lector de esta columna, quien ha propuesto referir el origen de la eñe.

En toda lengua funciona un aspecto fónico (se percibe por el oído) y a las unidades que lo componen se les llama fonemas, y también  un aspecto gráfico (nos llega por los ojos), son las letras o grafemas.

En la lengua latina, de cuyo alfabeto deriva el del español y de otras lenguas, no figuraba el signo o grafema Ñ, pero sí tenían los  romanos un sonido equivalente. Es muy propio del latín  el uso de la grafía /nn/ para formar palabras como /anno/ que en español derivó en año. Así ha ocurrido con otras palabras.

Conviene citar lo que  indica al respecto la Ortografía de la lengua española, publicación oficial de las academias: “La ñ tiene su origen en la abreviatura del dígrafo nn, que el español medieval escogió  para representar  el nuevo fonema palatal /ñ/, inexistente en latín. Este dígrafo solía escribirse de forma abreviada mediante una sola  n con una virgulilla encima, signo del que surge esta letra, genuinamente española, que también adoptaron el gallego y el vasco”. (Ortografía…2010, Madrid, pág.67).

Este hecho se remonta a períodos anteriores a la invención de la imprenta, cuando  los libros eran manuscritos y los monjes, en los monasterios, se dedicaban a copiar las obras. Para ganar tiempo, si se trataba de la grafía /nn/  los  copistas abreviaban anotando  una n pequeñita sobre la otra.

De  este modo,  la pequeña –n sobre la otra  evolucionó hacia la tilde que le conocemos a la eñe, un signo muy propio de la lengua  española y que ha sido implantado, por la colonización, en algunas   lenguas indígenas de América (quechua, aimara, guaraní…).

Otras combinaciones gráficas del latín también han conducido hacia la letra eñe.  Por ejemplo: mn, gn. Muchas palabras  que en lengua latina llevan la combinación /mn/ evolucionaron  hacia la escritura con eñe, tal el caso de /somnus/, que devino en sueño y  por igual el verbo /somniāre/ del que procede soñar.

El grupo /gn/ suena en latín como la eñe de nuestro idioma, sobre todo cuando aparece en medio de palabra. Buen ejemplo es el vocablo /cognoscĕre/, madre de nuestro verbo conocer y de otros sustantivos y adjetivos: cognición, cognitivo, palabras de pronunciación incómoda, pero que si se articularan conforme a su etimología (con ñ) entonces  resultarían malsonantes.

En algunas lenguas neolatinas  el grupo /gn/ representa lo que para nosotros  el sonido Ñ. Palabra francesa  muy conocida es /champagne/: vino espumoso procedente de la región francesa de Champagne. El nombre de la bebida, como sustantivo común,  se adapta  al español  como /champaña/, grafía más aproximada al francés, pero también  /champán/.

De Francia  también conocemos otra gran bebida  el: /coñac/, originalmente  (cognac, nombre de una región). El grupo –gn  en francés suena  eñe, pero esa lengua no tiene el signo –ñ, como el español.

Del italiano saboreamos  la voz /lasagna/, en la que gn suena eñe, por eso la hemos adaptado al español  como se pronuncia: lasaña. Esto indica que el italiano no tiene el signo Ñ, pero sí el sonido.

De acuerdo a los historiadores de nuestra lengua, la  Ñ apareció entre los siglos XIII y XIV. Vale anotar que junto a los signos de interrogación y entonación en el inicio de la oración, la Ñ es un rasgo distintivo de la lengua de Cervantes y Pedro Henríquez Ureña.

 

PANASIÁTICO, PANEUROPEO, PANAFRICANO Y PANAMERICANO: PANDEMIA

Entre los muchos aportes que del griego ha recibido la  lengua española hay que citar el elemento compositivo /pan-/. Los “elementos compositivos”,  de origen generalmente griego o latino, son segmentos morfológicos que intervienen en la formación de palabras compuestas anteponiéndose o posponiéndose a otro.

Con /pan-/, que significa “totalidad”,  tenemos en español la posibilidad de formar palabras que aplican al vocablo un valor relacionado a multiplicidad, conjunto, amplitud. Veamos algunas de las que registra el Diccionario de la lengua española:

Panamericanismo. Es la junta del elemento compositivo pan- con americanismo.  De este modo se denomina un movimiento que promueve la unidad y las relaciones entre los países americanos. De ahí surgen los adjetivos panamericanos y panamericanista.

El vocablo panteísmo (pan+theos+ismo) denomina un sistema  filosófico de quienes creen que la totalidad del universo es el único Dios. Adjetivos relacionados: panteísta y panteístico.

Pandemia. Oh qué palabra, cuánto dolor encierra. En griego, con este vocablo se ha llamado a una  ‘reunión del pueblo’, y ese uso no está desligado del sentido actual. En medicina: “Enfermedad epidémica que se extiende a muchos países o que ataca a casi todos los individuos de una localidad o región”. La OMS ha señalado entre las condiciones para que una infección sea pandemia que  “tenga la capacidad de transmitirse de persona a persona de forma eficaz”. El adjetivo /pandémico, ca/  indica que algo es perteneciente o relativo a la pandemia.

Panafricanismo. (De pan- y africanismo). Movimiento que promueve la unidad y las relaciones entre los países africanos. Panafricano y panafricanista son los adjetivos relacionados.

Y como hay panafricano y panamericano, hay  /panasiático, ca/, el adjetivo que  debería derivar  de “panasiatismo” o “panasianismo”, pero estos vocablos no aparecen en el Diccionario.  Al parecer  no hay un sustantivo para nombrar el movimiento que promueve la unidad y las relaciones entre los países asiáticos. Panasiático: Perteneciente o relativo al conjunto de los países asiáticos. Ejemplo,  Congreso panasiático

Pancromático. Es un adjetivo (De pan- y cromático). En fotografía. Dicho de una placa o de una película: Que tiene una sensibilidad aproximadamente igual para los diversos colores.

Panenteísmo. (De pan+ ‘en’+ theós ‘dios’ e –ismo). Teoría de Karl Krause, filósofo alemán de principios del siglo XIX, según la cual Dios contiene al mundo y este trasciende de Dios.

Panislamismo. (De pan- e islamismo).  Movimiento que promueve la unidad y las relaciones entre los países islámicos.

Panhelenismo. (De pan- y helenismo). En la antigua Grecia, movimiento que propugnaba la unión de los pueblos griegos.

Paneslavismo. (De pan-, eslavo e –ismo).

Movimiento que promueve la unidad y las relaciones entre los pueblos  eslavos.

Adjetivo: paneslavista.

Paneuropeísmo. (De paneuropeo e –ismo). Movimiento que promueve la unidad y las relaciones entre los países europeos. Adjetivos relacionados: paneuropeo y paneuropeísta.

Pangermanismo. (De pan-, Germania e –ismo). Movimiento que promueve la unión y la cooperación entre los países de origen germánico. Este vocablo ha sido  asociado a la doctrina imperialista que proclama la superioridad de los pueblos de origen germánico y procura su unión en una sola nación de tendencia expansionista. Adjetivos: pangermánico y pangermanista.

Panhelenismo. (De pan- y helenismo).  En la antigua Grecia, movimiento que propugnaba la unión de los pueblos griegos.

Panlogismo. (De pan-, el grigo lógos ‘razón’ e –ismo). En la filosofía: Teoría según la cual todo lo real es racional.

Panóptico, ca. (De pan- y el griego optikós ‘óptico’). Es adjetivo. Se dice  de un edificio: Construido de modo que toda su parte interior se pueda ver desde un solo punto. U. t. c. s. m. El Diccionario no registra, como en los otros casos, un sustantivo vinculado.

Panhispanismo.   Movimiento que promueve la unidad y la cooperación entre los países que hablan la lengua española. Adjetivos: panhispánico y  panhispanista.

 

BREVEDADES LEXICOGRÁFICAS

En un día doblemente festivo, les presento un tema  liviano. Para ello les presento un grupo de palabras  con las que se suele incurrir en dudas al momento de escribirlas o pronunciarlas. Son estas: henequén,  bejuco, vejiga, apartotel.

1-Henequén. Quienes hemos vivido la vida rural sabemos lo  que pica un saco de henequén llevado al hombro. Se hace de las pencas de una planta  “amarilidácea”. Es conocido también como saco de pita. El vulgo suele pronunciar “jenequén”,  “jeniquén”, pero es recomendable  henequén.

2- Bejuco. Planta sarmentosa y trepadora, propia de regiones tropicales. También se le llama así a la enredadera o planta trepadora.  Pero este vocablo ha sufrido muchas agresiones: “bujuco” ,” beuco”, “bouco”. Sin embargo,  se recomienda /bejuco/: bejuco indio, bejuco de musú, flaco como un bejuco. Por igual las palabras derivadas: bejucal, bejuquera, bejuquito.

3- Vejiga.  Es el nombre de un órgano muscular y membranoso, a manera de bolsa, que tienen el humano y otros vertebrados y en el cual va depositándose la orina producida en los riñones.  El nombre se ha extendido a otros  objetos, como los globos inflables usados en festividades. Con este vocablo ocurre el fenómeno que los lingüistas llaman ultracorrección, el cual consiste en cambiar formas correctas por otras que el hablante considera son las que proceden. Así  es como algunos  emplean “vehiga” o “veiga”, en lugar de la forma correcta que es /vejiga/. Derivadas: vejigazo, vejiguilla.

4- Pasa lo mismo con el término /jeringuilla/. Instrumento médico usado para inyectar líquidos en el cuerpo. Se ha tornado en un elemento de uso común, por lo cual la palabra ha  sufrido algunas distorsiones: “jiringuilla”, “eringuilla”, “iringuilla”, pero  lo cierto es que la forma  recomendada es /jeringuilla/ o /jeringa/, ya que jeringuilla es diminutivo de  jeringa.

5-Tusar. Según el Diccionario de la lengua  española/tusar/ procede de “tuso”, participio antiguo del verbo tundir. Agrega  el Diccionario que en el español de América es lo mismo que trasquilar. En varios países significa cortar el pelo a alguien, pero en  Argentina, Bolivia,  México, Panamá y Uruguay  se refiere acortar las crines del caballo según un modelo determinado. El Diccionario académico no lo indica, pero en República Dominicana /tusar/ es  recortar las plumas al gallo de pelea. El Diccionario del español dominicano lo confirma.

El verbo /tundir/ es de poco uso, procede del latín “tondēre” que se  traduce  ‘trasquilar’, ‘rapar’, ‘cortar’. “Tondere” era el verbo usado por los latinos para referir el corte del pelo a personas.  Una segunda acepción  incluye esta extraña explicación:  “Cortar o igualar con tijera el pelo de los paños”.

Cortar el pelo a alguien puede referirse con el verbo /tonsurar/ el cual procede del latín  tardío “tonsurāre”, pero esa voz  se la hemos dejado a la Iglesia católica. Durante siglos, se usó  la /tonsura/ para incorporar a un hombre como miembro del clero. Para ello se le cortaba, en forma de círculo,  el pelo de la parte trasera de la cabeza.  Otro verbo vinculado gráfica y semánticamente es /atusar/ que significa recortar e igualar el pelo con tijeras.

6– Apartotel. Este vocablo es un acrónimo, se ha formado por la unión de apartamento y hotel (apart + otel). Se emplea para denominar un hotel de apartamentos.     Pierde la –h de hotel y la fracción –amento, última parte del vocablo apartamento,  por tanto no debe escribirse     “apartahotel”, sino apartotel.

Hasta aquí por hoy, feliz domingo de Restauración.

Poetas de la Academia. José Luis Vega: «Sínsoras»

LAS AGUAS DE LA PARGUERA

En las aguas oscuras de la Parguera

viven miríadas de organismos luminiscentes.

Como a los ángeles, de ordinario, nadie los ve.

Pero todo, todo está lleno de lo que ocultan

desde los bordes de la bahía, y más allá,

hasta el ojo creciente del universo

que pestañea sobre cubierta.

Los canales torcidos de los manglares

fluyen cuajados de tanto hervor,

bajo sus ondas sobrecogidas

nadan legiones efervescentes.

Los pescadores acostumbrados nada comentan

de estos milagros microscópicos

ni se preguntan cuántos cabrían

en la cabeza de un alfiler.

Pero cuando las luces de las casas y las tabernas

laten sin luna al descampado,

si una mano revuelve las negras aguas,

si un cuerpo, grácil o torpe, cae en ellas,

o una lancha las corta con su proa,

ocurre que lo oscuro se ilumina, y el vacío

revela su materia incandescente.

Así es el cielo, un sol aquí, un sol allá,

iluminando a grandes trechos el firmamento

como las luces de las casas y las tabernas

asteriscan la noche de la Parguera.

Así es el cielo, cardumen de galaxias,

ebulliciones, y entre medio,

una inmensa agua negra que en su misterio

nadie sabe qué oculta.

Pero todo, todo está lleno de lo que oculta

hasta los bordes del más allá.

Unos dicen que alas, otros que ánimas,

en verdad algo cuántico,

miríadas de fotones fosforescentes

que cuando fulgen nadie los ve.

Hasta mi corazón tan descreído

está poblado de esta sustancia.

Es una ausencia abrumadora, como la fe.

Si una mano de cálculo la revuelve

o un cuerpo, vivo o muerto, cae en ella;

si un caronte la surca con su barca,

ocurre que lo oscuro se ilumina, y el vacío

revela su materia incandescente.

 

SAN JUAN, LISBOA, 1935

1

Un vapor, de humo quieto,

se aproxima a San Juan;

alguien, asomado a la borda,

ve a Lisboa surgir de turbia espuma.

A esta hora, este día,

una fuerza remota acerca las ciudades.

No es tristeza o nostalgia,

es algo desnombrado

que desencaja el tiempo del espacio.

Certeza de que un canto, un adoquín,

una piedra cualquiera,

vale todas las piedras.

O que todos los ríos son el Tajo

y todas las bahías, la Bahía.

Da lo mismo haber sido un gran puerto imperial

que el puerto de un imperio.

Hace sesenta años que Lisboa o San Juan

eran ciudades tristes.

Más que ciudades eran como un vasto almacén,

(ya saben del olor, la sellada marisma,

del eco y lo sombríos que son los almacenes).

Era como si una contuviese a la otra:

Lisboa, el almacén, San Juan, el eco,

conforme a los tamaños de la historia.

Mas conforme al amor de las ciudades

San Juan guarda a Lisboa.

2.

Reparemos ahora en los viandantes,

el diario bajo el brazo, lazos de pajarita,

los descalzos tirando de sí mismos

o en aquella de pulcra redecilla

que encamina sus pasos al deseo.

¿Quién es tal que vestido de negro,

gafas rotas, sombrero hasta las cejas,

asciende, rodeado de tantos invisibles,

por la calle San Justo, y dice rua,

impasible ante el sol?

¿Quién esotro, corbata de mal gusto,

a cuadros la camisa y tufo a ron,

que por la Rua do Alecrim desciende, y dice calle,

mal guardado a pesar del invernazo?

Dos poetas diversos y distantes.

Uno anhela un Imperio sin imperio,

tan solo los ropajes de la gloria;

otro anhela tan solo el sin imperio,

un peñón sobre el mar de la existencia.

Los poetas, igual que las ciudades,

se contienen los unos a los otros,

son palabra, son lengua,

son vastos almacenes invadidos

de una misma y sutil mercadería.

A nadie, pues, extrañe

que este oscuro viandante de Lisboa,

recién desembarcado, al evocar

su paso por Madeira, sus años africanos

haya inventado al otro y sus tambores;

y aquel, prendido a sus nostalgias,

en Guayama, en San Juan, en la Quimbamba,

al figurar su Ofelia en las Antillas,

se haya sentido luso y habitado.

No es Palés, es Pessoa,

dirán los entendidos cargadores del muelle

al verlos, tambaleantes, calle abajo,

izados por un aire de marina,

de brazo rumbo al río.

 

SÍNSORAS

Cuando muera, iré a la calle de la Cruz.

Bastará este deseo de viandante

y la eficacia del atardecer.

Iré a esa calle que de cielo a cielo

parte en dos la ciudad.

Sabré la cifra de sus adoquines

y por qué su inclinada geografía

me devuelve a Lisboa, a Éfeso,

a cierta esquina de Valparaíso

o a otros puertos translúcidos, sin nombre.

Bajo un paraguas, que nadie me verá,

descenderé silbando hasta la Dársena

donde fondea una barcaza oscura.

En las aguas pesadas y oleosas

habrá restos flotando a duras penas

y unos ojos exactos de aguaviva.

Será a la hora de soltar amarras.

A dónde iré cuando la noche caiga

eso ya no lo sé.

Jorge Juan Fernández Sangrador: León, el pianista

Aunque nació en el seno de una familia de judíos emigrantes del Este de Europa, no era ésta de aquellas que habían sido distinguidas con antepasados notoriamente dotados para la música y con instrumentistas afamados por su virtuosismo. Fue su madre, Bertha, la que tuvo la idea de comprar un piano. Le parecía a ella que, al igual que les había sucedido a muchos inmigrantes en los Estados Unidos, esa podía ser la puerta de acceso a una vida mejor para sus hijos.

En realidad, el piano se adquirió para el mayor, Raymond, que tenía por entonces 9 años de edad, el cual, en cuanto acababa la clase de música, que un profesor le daba en el domicilio de los Fleisher, salía inmediatamente de casa a jugar y se olvidaba del instrumento. Mientras que el pequeño, León, quien, desde el sofá, seguía atentamente las explicaciones, se sentaba al piano cuando éste quedaba libre y trataba de poner en práctica lo que de la lección recién impartida había logrado retener. Tenía solo 4 años. Y así comenzó su carrera como pianista León Fleisher, quien falleció, a causa de un cáncer, el domingo pasado, en Baltimore.

Del currículum académico de León hay que destacar el hecho de que Artur Schnabel lo admitiera como discípulo siendo aún un niño, pues el maestro no recibía a alumnos principiantes, pero el chiquillo daba muestras de poseer un talento extraordinario. León Fleisher entró así a formar parte de un linaje de músicos que se remontaba, a través de Schnabel, Theodor Leschetizky y Carl Czerny, al mismísimo Ludwig van Beethoven.

Es preciso decir que León había tenido en San Francisco, y cuando contaba solo 6 o 7 años de edad, un magnífico profesor de piano, Lev Shorr, junto al que adquirió la técnica, al estilo de los rusos, que lo habilitaría para ser «la trouvaille pianistique du XXe siècle» (el hallazgo pianístico del siglo XX), que fue lo que el director de orquesta Pierre Monteux dijo acerca de él.

Y llegó a ser el gran músico que todos auguraban, hasta que, después de cumplir los 36, León comenzó a sentir que los dedos meñique y anular de la mano derecha giraban hacia abajo y hacia adentro, haciéndosele imposible tocar el piano. Le diagnosticaron distonía focal. Y aunque esta es una disfunción cerebral, él atribuyó su mal al desgaste producido por las muchas horas que diariamente dedicaba a practicar sobre el teclado.

Todo lo que había logrado levantar durante casi cuatro décadas de exitosa actividad musical se derrumbó en un santiamén. Leon quedó sumido en un estado de postración anímica del que no fueron capaces de alzarlo ninguno de los traumatólogos, neurólogos y psiquiatras que visitó. Sin embargo, nadie es desgraciado él solo. Tampoco en esto. Y no era el único en el mundo que se veía súbitamente imposibilitado para la ejecución pianística por la parálisis de una mano. Le había sucedido también a Paul Wittgenstein.

Este, que era un gran pianista y hermano de Ludwig, el pensador y autor del “Tractactus logico-philosophicus”, había perdido una mano en la Primera Guerra Mundial. En vez de desanimarse, se empleó en hacer arreglos en piezas musicales o en encargarlas a compositores famosos, como Richard Strauss, Erich Wolfgang Korngold, Paul Hindemith, Serguei Prokofiev, Maurice Ravel o Benjamin Britten, con el fin de poder seguir tocando, aunque fuese con una mano sola, el instrumento en torno al cual giraba su vida entera. De éstas, la más famosa fue la que escribió para piano y orquesta Maurice Ravel: “Concierto para mano izquierda en re mayor”.

Y así, León, siguiendo el ejemplo de Wittgenstein y de otros músicos con hándicaps en las extremidades superiores, se atuvo al repertorio que podía interpretar con una mano y continuó dando conciertos. Comenzó, además, a impartir clases de piano. Era lo que había hecho con él su profesor Lev Shorr, que también padeció una larga y severa noche oscura, pues tenía un problema serio en la vista. León se sometió, años más tarde, a un tratamiento experimental con bótox y recuperó la movilidad de los dedos atrofiados, tornando a los conciertos en los que tocaba el piano con las dos manos.

El caso era no rendirse, ser útil a los demás y perseverar en esa suerte de sacerdocio de la belleza que es la consagración al cultivo de las artes en la forma en la que a uno le sea dado realizarlo, sin sucumbir jamás ante las adversidades. De ahí el que, en el tuit en el que Julian Fleisher, hijo de León, comunicó la noticia del fallecimiento de su padre, lo definiese en estos términos: «He was a monk who toiled away in the Church of Music» (Fue un monje que trabajó duramente en la Iglesia de la Música).

Y si es vistosa la estela de conciertos y de grabaciones que León deja tras su paso por este mundo, lo es mucho más el ejemplo de fortaleza, resiliencia y afán de superación que les lega, para que no se desalienten ante las contrariedades, a las generaciones venideras.

 

El origen de la creación eminente

UN AUTOR, UN LIBRO, DOS TEORÍAS Y UNA PONDERACIÓN

Por Leopoldo Minaya

   En el primer ensayo dedicado a Rubén Darío en su libro El lenguaje de la creación, don Bruno Rosario Candelier sustenta la tesis de que los grandes creadores, los «que han hecho una obra memorable con alta significación espiritual y estética para todos los tiempos y culturas», han podido elevarse a tales ámbitos gracias a lo que denomina «el impacto del dolor en la conciencia».

Don Bruno atribuye a experiencias traumáticas en la vida del ser humano —vale decir: del artista, del poeta—, especialmente en la infancia, época de formación, la capacidad de desarrollar aptitudes extraordinarias de sintonía con el cosmos como resultado del especial moldeado mental resultante de esas experiencias críticas. Apela a la autobiografía del poeta modernista, extrae hechos y circunstancias que sirven para la sustentación de la teoría, confirma sus asertos por medio de comparaciones y paralelismos, y a esto agrega, como elemento coadyuvante o propiciatorio, la proclividad de ciertas zonas del planeta a recibir y a permitir la circulación de efluvios estelares de espiritualidad en forma de mensajes cósmicos, entre ellos Ávila en España y la ciudad de León en Nicaragua.

La tasación de estas importantes y novedosas especulaciones hallarían tal vez como escollo o contrapartida la muy arraigada creencia de que «el poeta nace, no se hace», refrendada por la expresión «poeta nace, orador se hace», y la reticencia espontánea del poeta a considerarse a sí y a la excelencia de su arte divino como meras consecuencias del albur y de la fatalidad.

Nos parece que las conclusiones de don Bruno relativas a este punto pueden coexistir con la vieja creencia de la excepcionalidad artística como don innato. Personalmente, hallo verdad en su teoría, puesto que un acontecimiento trascendental, altamente impresionante y estremecedor en la vida del artista positivamente puede originar un estado de vigilia permanente que lo haga voltear la mirada y hacerse receptivo a las altas instancias del origen del ser, su misión, su función, su destino y sus ultimidades.

La evaluación individual bien puede hacerla el lector mediante la lectura directa del ensayo de marras, intitulado «La irradiación estelar en la poesía de Rubén Darío», porque pudiera uno estar de acuerdo o no con este u otro de los planteamientos del Maestro interiorista, pero no podría evitar el quedar prendado por la densidad y la solidez de sus exposiciones; de esto quiero dejar constancia aquí: de la admirable manera en que el autor maneja la técnica del ensayo literario, de la destreza embriagante con que sostiene las argumentaciones, cincela la frase y amolda los conceptos; y de la utilización de presupuestos investigativos poco trillados en la crítica hispanoamericana, postulados enriquecidos por la agudeza incisiva de la observación y la opinión inteligente de quien asume con efusión de rabdomante los misterios fundacionales…

En el segundo ensayo con el genio de Darío como figura central en la obra El lenguaje de la creación, don Bruno replantea la teoría del troquelado neuronal del artista de excepción por medio de hechos traumáticos que suscitan un miedo terrífico (los había enumerado en el primero: «suceso estremecedor, golpe en la cabeza, contacto eléctrico, rayo del cielo o dolencia patológica», y los reenumera ahora incluyendo: nacimiento traumático, dolencia nerviosa, un hecho en la infancia…, sin carácter limitativo); episodios catastróficos o miedos terríficos que habilitan o perfeccionan la capacidad del ser para conectarse a efluvios e irradiaciones cósmicas que fomentan y refuerzan el impulso creador.

Este primer presupuesto —continuando con los postulados del autor—  una vez asociado a una visión o perspectiva metafísica en el creador, que deberá auxiliarse además de un conglomerado de imágenes arquetípicas y de los sentidos interiores o de la revelación, dará a luz la cabal expresión poética o la locución trascendente, que se entiende conectada con lo divino (entidad numinosa en todo caso, surtidora de la cósmica sabiduría) a través del subconsciente y del inconsciente individual y colectivo.

La construcción teórica es brillante, compleja, altamente especulativa. El elemento nuevo con respecto al ensayo inmediatamente anterior también referido al autor de Prosas profanas es la afirmación de la existencia de un lenguaje privativo de la expresión poética, que la determina, la cimenta y la conforma; un lenguaje o sistema de símbolos sin el cual no es posible su concreción y materialización portentosa, que finca por sí mismo los puntales sobre los cuales asientan los poetas la arquitectura verbal.

Son los arquetipos: ellos conforman el protoidioma de la poesía, vocablos básicos conectados a las más hondas apelaciones de la raza humana. Ellos manifiestan el atavismo y suscitan la conmoción: sangre, aleteo, cuchillo, lengua, tierra, viento, ceniza, polvo, mar, pira, ojo, frío, madera, vientre, esfera, fuerza, alguien, nadie, vacío, soplo, piedra, redondez, filo, carne, verbo, noche, grito, palabra, abismo…, etc. No creo que haya poeta auténtico que pueda negar la jerarquía de estas misteriosas palabras, de estos denodados símbolos que subyugan y atraen como fuerza centrípeta. Y para muestra, el estremecedor fragmento del poema de Darío, que transcribe el comentarista y transcribo a continuación en aproximada extensión y con pareja devoción (Augurios):

Hoy pasó un águila
sobre mi cabeza,
lleva en sus alas
la tormenta,
lleva en sus garras
el rayo que deslumbra y aterra.
¡Oh, águila!
Dame la fortaleza
de sentirme en el lodo humano
con alas y fuerzas
para resistir los embates
de las tempestades perversas,
y de arriba las cóleras
y de abajo las roedoras miserias.
Pasó un búho
sobre mi frente.
Yo pensé en Minerva
y en la noche solemne.
¡Oh, búho!
Dame tu silencio perenne…

del cual podemos desgajar los vocablos-símbolos siguientes, no enumerados anteriormente: águila, cabeza, ala, tormenta, garra, rayo, deslumbramiento, terror, fortaleza, lodo, tempestad, arriba, cólera, miseria, búho, silencio, perennidad, muerte

No quiero terminar la ponderación de la obra y los esfuerzos del autor, sin antes remachar una apreciación que tenderá tal vez adrede a restar gravedad a mis endebles opiniones, haciéndolas consiguientemente más amenas y ordinarias. Pero no por menos grave la valoración es menos verdadera. Veo en la concomitancia entre la práctica y la prédica, y en el carácter modélico de la instrucción dispensada por el Maestro, la aplicación de un lema vocacional: «Aquí se enseña haciendo y se aprende trabajando», norma que asume consciente o inconscientemente don Bruno Rosario Candelier como teórico, como progenitor y mentor del Interiorismo literario y, en su praxis magisterial, con la puesta en funcionamiento de la importante estructura de creación artística y de pensamiento que es el Ateneo Insular, uno y otro derivados de su esfuerzo y vocación infatigables.

Damos la enhorabuena a esta nueva publicación. Hay en ella una sabiduría elocuente abierta hacia el infinito dispuesta a ofrecerse a quienes se atrevan a atravesar sus páginas. Se suma a las obras previamente enumeradas y a otras sin enumerar, de igual consistencia y calado en la bibliografía del Interiorismo y de su progenitor.

Don Bruno Rosario Candelier persiste, con su altruismo característico, en la formación intelectual, espiritual, moral y estética de sus semejantes y, entre ellos, de los dominicanos… Bello y verdadero es su apostolado. ¡Cómo seduce la reciedumbre de su pensamiento y cómo asombra la magnificencia de sus visiones de poeta!

Con hombres de su talante y de su genio se construye la patria verdadera… Don Bruno Rosario Candelier persiste, con su altruismo característico, en la formación intelectual, espiritual, moral y estética de sus semejantes y, entre ellos, de los dominicanos… Bello y verdadero es su apostolado.