Voces y ecos: «El sueño era Cipango» (2 de 2)

Por Rafael Peralta Romero

 

(2 de 2)

“El sueño era Cipango”, de Bruno Rosario Candelier, no es una novela fantástica, pero es rica en elementos fantásticos, en los que encuentra especial cabida el personaje principal de la mitología dominicana, que es la ciguapa.

No es una novela histórica, aunque se haya alimentado de  hechos de tal naturaleza, realizados por personas reales. De ninguna manera puede asociarse al documentalismo, sino que  Rosario ha sumado a los sucesos y personas reales las acciones y personajes   necesarios para cumplir su  propósito: una obra de creación, que es el fin primario de todo arte, y la literatura es arte.

La atmósfera corresponde al siglo quince en la isla Española, agitada por  la carga de vicios, ambiciones y pasiones procedentes del reino de Castilla.

Rosario ha tomado de pretexto de la fundación de La Isabela, con las  consiguientes  acciones nefastas de los conquistadores, el saqueo de las riquezas naturales,  el sojuzgamiento a los nativos, las diferencias políticas entre ellos  (roldanistas y colombistas), las protestas de los aborígenes encabezados por Caonabo y otras acciones derivadas de las  circunstancias políticas y de las condiciones materiales de existencia en la colonia, para edificar un sólido edificio literario en el que ha alojado  el corpus doctrinal interiorista.

La  siguiente reflexión   ilustra sobre el contenido político de la obra: -Qué ironía –dice fray Texada- con la cruz, el signo de redención, trajimos la espada, el signo de  opresión.

Podría decirse, a modo de conclusión,   que “El sueño era Cipango” es una novela perfectamente tramada para cuya composición el autor ha empleado una carta de navegación, a diferencia de los novelistas que suelen decir que no elaboran  guía ni mapa conceptual para trabajar sus obras, sino que las componen de acuerdo a como le vayan afluyendo los hechos.

Es bien sabido que las narraciones de largo aliento le demandan al autor un plan de trabajo, lo cual le facilitará  la creación de un mundo en el que nada falte ni nada sobre y al final todo quede como tenía que quedar.

Bruno ha creado una novela ceñida a un marco histórico,  ambientada en un diminuto espacio geográfico y comprometido con una particular filosofía estética y un ideal de la creación literaria. Este libro es producto de reflexiones profundas y todos los argumentos empleados en su elaboración  están destinados a conducir el componente activo de la obra, que es la trascendencia.

Historia, fantasía y  metafísica confluyen armoniosamente, canalizadas por la técnica de novelar, para  lograr “El sueño era Cipango”, una novela diestramente estructurada.

(A publicarse el viernes 11.1.19)

Voces y ecos: «El sueño era Cipango»

Por Rafael Peralta Romero

Hace dos años me correspondió comentar, en un coloquio, la novela “El sueño era Cipango”, de Bruno Rosario Candelier, publicada en 2002 con el sello del Ateneo Insular. Preparé entonces una exposición mayor de 2000 palabras  y hoy les presento un extracto  de unas 400 palabras.

Lo mítico, lo místico y lo metafísico, atributos fundamentales del  pensamiento interiorista, aparecen a largo de la obra, aunque mezclados  en controversias  por cuestiones de orden material,  como el desmedido apetito de los castellanos para lograr riquezas y la vileza de sus ideas con respecto al trato que merecían los indios capturados y esclavizados.

Rosario ha escogido la villa de La Isabela como escenario  de los sucesos que cuenta,  aunque la obra tiene una atmósfera de novela histórica, el autor  no se limita a las condiciones de la aldea fundada por Cristóbal Colón el  l0 de diciembre de 1493,  sino que  dota a dicha demarcación de las características requeridas para el desarrollo  de su múltiple trama.

Multitud de personas, autoridades municipales, militares y sacerdotes de diversas órdenes  aparecen en La Isabela. He aquí unos detalles, según Bruno Rosario Candelier, sobre la celebración de la primera misa en territorio americano el 6 de enero de 1494.

Esta novela se corresponde plenamente con la ortodoxia del género. En veinte capítulos, Rosario Candelier  desarrolla una  diversidad de hechos  fundamentados  en lo que cuenta la historia dominicana a partir de la incursión de los europeos en 1492.  La obra parte del segundo viaje del almirante  y el hecho real de la fundación de una ciudad en la costa norte de la isla Española.

Un personaje narrador va desenrollando la madeja constituida por hechos que pasaron realmente y por otros que aunque no ocurrieron pudieron haber acaecido, pues Bruno  hace perfecta aleación de lo real con lo imaginado para dar cumplimiento a la necesidad de dotar a los sucesos que cuenta de unidad temática y equilibrio argumental.

En esta novela  hay uso provechoso del diálogo. Aparece  la conversación coloquial, como en toda obra narrativa, pero predomina el diálogo estructurado, que obedece al propósito de emitir ideas que procuran ahondar en tópicos de trascendencia, lo cual identifica a El sueño era Cipango como una novela de ideas, más que de anécdotas.

La función de los diálogos en esta novela hace honor  al  espíritu didáctico de  los diálogos platónicos, lo cual resulta proporcional al talante de un escritor  que ha bebido con fruición en las fuentes de la filosofía griega, con especial  detenimiento en Platón para quien  el diálogo formó  parte  esencial de su método de filosofar. Falta  por decir.

(Publicado  en EL NACIONAL el viernes 4.1.19)

Ortoescritura

Por Rafael Peralta Romero

PUERTA: ¿LA ABERTURA O LA PIEZA QUE TAPA LA ABERTURA?

No se trata de un asunto tan complejo como “ser o no ser”, planteado por William Shakespeare en su drama Hamlet. Tampoco es comparable a  determinar   el destino final  de las almas que se han apartado de sus  cuerpos,  como exclama el poeta Amado Nervo: “¡Qué noche tan callada, qué limbos tan inciertos! ¡Oh! Padre de los vivos, ¿a dónde van los muertos, a dónde van los muertos, Señor, a donde van?”.

En conversación entre amigos, que casi siempre son buenas, surgió un infrecuente interrogante: ¿Cuál es la puerta, el hueco  que sirve para entrar y salir   o es la parte     que tapa el hueco?

La puerta se abre y se cierra, pero la puerta también se instala, se cae, se compra, se fabrica, se desmonta, se pinta, se cambia.

Cuando la puerta se abre queda dicho que  el armazón que la cubre ha sido movido hacia un lado para dejar libre la abertura y por tanto se puede entrar y salir. Pero  instalar una puerta es labor de carpinteros que colocan  una pieza  que cubre el hueco.

El  objeto que se coloca en la puerta – que también  llamamos  puerta-  puede ser de madera, de cartón,  de cristal o de metal, ya que su constitución y calidad dependen de la  edificación donde se vaya a colocar.

Cuando cae una  puerta o alguien derriba una puerta se habla del objeto, por lo común rectangular, soportado por bisagras que se instala en el acceso de un local o habitación. El hueco por el que entramos nunca se cae, nadie lo derriba, no se traba, no se condena.

Por igual, cuando la puerta se cierra es porque  ha sido movida por  alguna fuerza, si no es eléctrica, debió intervenir   el viento, pero como el vacío es inmóvil, el viento solo  zarandea la hoja material, tangible, que cubre el hueco cuando se cierra.

“La puerta se cerró detrás de ti / y nunca más volviste a aparecer,/ dejaste abandonada la ilusión/ que había en mi corazón por ti”. Así canta Lucho Gatica en un bolero, repetido por otros artistas. Ahí tocamos el valor simbólico de la puerta, expresado también en la apertura de la misma: “Las puertas están siempre abiertas para usted”. Y se extiende hasta  la suprema expresión que envuelve la dicotomía “puertas del cielo” y “puertas del averno”.

La puerta puede ser una vía de escape: “Burló la vigilancia y salió por la puerta trasera”. También un valladar: “La corrupción de detiene en la puerta de mi despacho”.

Si alguien  destroza una porción de una pared  para permitir  acceso a su vivienda o empresa ¿ha hecho una puerta? ¿O esperará que vengan los herreros a colocar  un armazón de hierro que correrá hacia un lado según que se quiera permitir o impedir el paso?

Les transcribo  lo que al respecto  expone el Diccionario de la lengua española. Forme usted su respuesta a las preguntas planteadas:

Puerta (Del latín porta).1. f. Vano de forma regular abierto en una pared, una cerca, una verja, etc., desde el suelo hasta una altura conveniente, para poder entrar y salir por él. 2. f. Armazón de madera, hierro u otra materia, que, engoznada o puesta en el quicio y asegurada por el otro lado con llave, cerrojo u otro instrumento, sirve para impedir la entrada y salida, para cerrar o abrir un armario o un mueble.

  1. f. Agujero o abertura que sirve para entrar y salir por él, como en las cuevas, vehículos, etc.4. f. Entrada a una población, que antiguamente era una abertura en la muralla. 5. f. Arco de triunfo, erigido en el lugar donde hubo una antigua puerta (‖ entrada a una población). 6. f. En el fútbol y otros deportes, portería.

 

VERBOS QUE SIGUEN EL MODELO DE  AVERIGUAR

 En el artículo anterior hemos planteado la división que asumen, desde el punto de vista del acento, los verbos terminaos en –uar. Y hemos señalado la división entre los que siguen el modelo de actuar, que forma hiato con las vocales úo, –úa, úe, mientras que el grupo que tiene  el verbo averiguar como paradigma forma diptongo: averiguo, averiguas, desaguo, desaguas.

Como actuar se comportan estos verbos: perpetuar (perpetúo, perpetúes),  individuar (individúo, individúes), atenuar (atenúo, atenúes).  Como ven, algunas formas de estos verbos  guardan gran parecido con sustantivos y adjetivos de la misma familia de  palabras.  Gráficamente las diferencia la tilde y lexicalmente, el contexto en que se emplee cada vocablo. Por ejemplo: perpetúo y  perpetúa  no deben confundirse con el adjetivo perpetuo y su femenino perpetua. La forma verbal individúo,   sinónimo de especificar, concretar, no ha de confundirse con su parónimo individuo, que es un sustantivo equivalente a persona.

El énfasis de este artículo ha de  estar  en  que no todos los verbos terminados en    –uar  siguen el  modelo actuar.  Actúa también en esa función el verbo /averiguar/, cuya desinencia prescinde del hiato y  prefiere  el diptongo: averiguo, averiguas, averigua…averigüe, averigüemos.     De modo que los terminados en –uar  son dos grupos, cuya acentuación depende, no de la base o raíz, sino de la desinencia o final.

Vale recordar lo apuntado por el  Diccionario panhispánico de dudas,  publicación de la Asociación de Academias de la Lengua Española.  Es  decir que  si en el verbo de que se  trate la /u/ de la sílaba final va precedida de las consonantes  /g/ (guar) o /c/ (cuar), sigue el modelo de averiguar, es decir con diptongo (averiguo).

Efectivamente, en la página 77 del  DPD se lee lo siguiente:  “En general, los verbos que terminan en -guar y en -cuar (salvo anticuar) se acentúan según este modelo de conjugación; el resto de los verbos terminados en -uar (salvo estatuar) se acentúan como actuar: actúo [aktúo], actúas [aktúas], etc. Son excepción los verbos adecuar, colicuar, evacuar, licuar y promiscuar, para los que se admiten ambos modelos de conjugación”.

En atención a esta regla es que en los verbos licuar, adecuar y evacuar, aunque se  admiten las dos formas (licúo, licuo; adecúo, adecuo; evacúo, evacuo) aconsejamos  la que forma diptongo (licuo, adecuo y evacuo).

Veamos algunos verbos  que siguen el modelo averiguar: Desaguar (desaguo, desaguas, desagüe),  amortiguar (amortiguo, amortiguas, amortigüe, amortigües), aguar (aguo, aguas, agüe, agües), atestiguar (atestiguo, atestiguas, atestigüe, atestigües).

El verbo /menguar/ también se comporta como averiguar, es decir que en presente del indicativo –lo mismo que en los casos anteriores-  se dirá menguo, menguas, mengua, menguamos, menguáis, menguan. Todos con diptongo. El modo subjuntivo  forma  diptongo y lleva una diéresis en los casos en los que aparezca la vocal –e  precedida de –u: averigüe, averigües, averigüe, averigüemos,   averigüéis,  averigüen. Lo  mismo para el verbo menguar: mengüe,  mengües,  mengüe,  mengüemos,  mengüéis,   mengüen.

Lo expresado en el precedente párrafo debe regir para la conjugación de los verbos siguientes: apaciguar (apaciguo, apaciguas,  apacigüe, apacigües); santiguar  (santiguo, santiguas, santigüe, santigües);  desambiguar (desambiguo, desambiguas, desambigüe, desambigües);  deslenguar (deslenguo, deslenguas, deslengüe, deslengües). Deslenguar es quitar a alguien  la lengua.  Fraguar (fraguo, fraguas, fragüe, fragües).

En la primera persona del pretérito perfecto de cada verbo que sigue el modelo averiguar, se precisa también la diéresis y una tilde en la vocal –é: averigüé, santigüé, mengüé,  apacigüé, fragüé…).

Ortoescritura

Por Rafael Peralta Romero

POR FALTA DE CONSEJO METIERON EL CONCEJO EN LA CONSTITUCIÓN

Esta columna ha estado a punto de incurrir en injusticia contra los periodistas por la reiteración  en los medios de comunicación de un uso inadecuado del sustantivo /concejo/. Es cierto, mis colegas repiten con frecuencia el error, pero no lo han inventado ellos, sino que  la distorsión nació con la Constitución  proclamada en 2010. Cuando se escribe “concejo de regidores” o “concejo municipal” a esa palabra se le está dando el valor semántico correspondiente a /consejo/.

Con la voz concejo (con c) se nombra al ayuntamiento o corporación municipal. El Diccionario de la lengua española  la define

así: Principio del formulario

“concejo. Del lat. concilium. 1. m. casa consistorial.2. m. ayuntamiento (‖ corporación municipal). 3. m. municipio. 4. m. Sesión celebrada por los individuos de un concejo.

El Panhispánico de dudas, otro diccionario  editado por  Asociación de  Academias de la Lengua Española, especifica que concejo “procede del latín concilium  (reunión o asamblea), y no debe confundirse con consejo (órgano para asesorar o tomar decisiones). Los miembros de un concejo son concejales; los de un consejo, consejeros”.

El vocablo /consejo/ (con s) procede del latín  consilium. Significa: “1. m. Opinión que se expresa para orientar una actuación de una determinada manera. 2. m. Órgano colegiado con la función de asesorar, de administrar o de dirigir una entidad. Consejo económico y social, escolar. 3. m. Reunión de los miembros de un consejo. La decisión se tomó en el último consejo de administración”.

Las empresas organizadas son regidas por un consejo de administración, las universidades tienen su consejo académico o consejo universitario (caso de la UASD), el Poder Judicial  cuenta con un órgano superior que es el Consejo del Poder Judicial y la contraparte, el Ministerio Público, es orientada por  el Consejo Superior del Ministerio Público.

El Poder Ejecutivo, con todo y lo unipersonal que se muestra, somete propuestas y  escucha planteamientos del Consejo de Ministros, instituido por el artículo 137 de la Constitución. Antes se llamó Consejo de Gobierno.

Vista la segunda acepción de la palabra consejo (órgano colegiado con la función de asesorar, de administrar o de dirigir una entidad) resulta fácil  inferir que  el ente colegiado con función  normativa, reglamentaria y de fiscalización integrado por los regidores sea un consejo, que lo es. Los  regidores constituyen el Consejo Municipal.

El Consejo Municipal y la Alcaldía,  el  órgano el ejecutivo,   son las dos columnas del Concejo (gobierno municipal). Esta última palabra  no requiere ni soporta  el adjetivo  “municipal” ni el sintagma adjetival “de regidores”. Basta con la voz Concejo. De ahí que  se aconseje (de consejo) no emplear expresiones como las siguientes:

1-Concejo de regidores del ayuntamiento de Santiago estará presidido por  Héctor Martínez.

2- Escogen bufete directivo Concejo Municipal de….

3–Fulano  Tal  es el nuevo presidente del Concejo de Regidores de…

Menos aconsejable es que tal uso se inscriba en un documento oficial como lo es el acta  de sesiones de un ayuntamiento: “El secretario del Concejo Municipal del honorable Ayuntamiento Municipal de Santiago certifica elección del bufete….”

¿Quién ha sido el responsable de introducir  en el léxico edilicio  la locución redundante “concejo de regidores”? Nada menos que la Ley Suprema, hecha por hombres y mujeres pasibles de equivocarse, sobre todo si no piden consejo. El artículo 201 reza de este modo:

“El gobierno del Distrito Nacional y el de los municipios estarán cada uno a cargo del ayuntamiento, constituido por dos órganos complementarios entre sí, el Concejo de Regidores y la Alcaldía. El Concejo de Regidores es un órgano exclusivamente normativo, reglamentario…”.

Ahí está el maco. El Concejo es el gobierno municipal. En el Concejo caben el Consejo de Regidores y la Alcaldía.

 

¿QUÉ HACER EN ESPAÑOL CON LAS PALABRAS EXTRAÑAS?

La primera recomendación frente a los vocablos extranjeros  es evitarlos. Pero cuando éstos resultan  indispensables, o al menos necesarios,  procede recibirlos y  buscar la forma de adaptarlos  al perfil de nuestro idioma. Un vocablo se hace necesario porque  representa un objeto, una circunstancia o  una acción  que no ha sido nombrada en español.

El extranjerismo podría expresar también  una cualidad para la cual no se tiene palabra en  lengua de castellana. Es decir palabras que encierran una valoración sobre personas, cosas, animales o situaciones.

Si nos vamos a quedar con un vocablo procedente de otra  lengua, la actitud más prudente es sustituir grafías ajenas al sistema ortográfico del español, de manera que el vocablo se aproxime a las características del español.

Pongamos por ejemplo que como  en español la letra –q  (cu) solo tiene uso con el dígrafo –qu, o lo que es igual: seguida de las vocales –ue (queso, querer, quemado) y –ui (quiero, quizá, quimera), el nombre del país  árabe   debe escribirse Catar y no Qatar, como prefieren algunos.

Incluso, voces  procedentes del latín pero que no forman parte  del patrimonio léxico del español han presentado dificultades por su grafía ajena al sistema ortográfico castellano, específicamente con la letra -cu, sin formar el dígrafo qu,  y la pretensión  de unos hablantes de emplearla con el sonido  de –k (ca).

La Ortografía de la lengua española, publicación oficial 2010, apunta al respecto que: “Este uso autónomo del grafema q en representación del fonema /k/, como ya se ha señalado, contradice los intentos por regularizar y simplificar la escritura del español promovidos por la ortografía académica, que ya en 1815 determinó que se escribieran con cu+vocal todas las palabras en las que la secuencia gráfica  qu se correspondiese con la secuencia fónica /ku/, con independencia de la etimología”. (OLE, pág. 615).

Por lo antes expresado es que las voces latinas exequatur, quadrivium y quorum es preferible escribirlas con –cu: execuátur, cuadrívium y cuórum.

La voz inglesa “whisky” entró al español y no parece que vaya a desaparecer, pues el elemento que representa  ha calado muy hondamente  fuera de la cultura escocesa. Esta palabra presentó un problema de adaptación, dado que la –w (uve doble) no  existía en el alfabeto latino y por tanto  no hay palabras, propias del español, que lleven este signo. Del inglés y del alemán, sobre todo, llegaron vocablos iniciados con –w que fueron adaptados  con los sonidos –gu  o –v . Ejemplos: welf (alemán) devino en güelfo y wagon (del inglés) se acuñó como vagón.

Güelfo   es un adjetivo  y se define así: “1. adj. En la Edad Media italiana, partidario de los papas y enfrentado a los gibelinos, defensores de los emperadores de Alemania”.

Siguiendo ese patrón, los académicos  recomendaron adaptar la voz whisky con la grafía güisqui, y así aparece en el Diccionario. Pero más adelante a la uve doble (doble ve y mal llamada doble u) se le dio carta de ciudadanía en nuestro idioma  y se  está reconsiderando   la escritura del nombre que identifica al licor británico. Wiski es la forma considerada más acorde con su etimología, pero aún no la recoge el Diccionario académico.

La voz “kangourou”, procedente del francés  se adaptó al español como canguro, mientras zink  (del alemán) quedó en zinc o cinc.

Hemos de repetir  que el uso de  extranjerismos   es necedad cuando se trata de voces que tienen equivalente en español, pero cuando no ocurre esto, procede acuñar la palabra extraña y someterla al orden  de nuestra lengua.

Del Japón nos  llegó un juego llamado /yudo/, pues escribamos yudo, yudoca y Asoyudo. ¿Por qué escribir “judo” si leemos yudo?

 

CIENTO DIEZ PALABRAS EXTRAÑAS ADAPTADAS AL ESPAÑOL

En las entregas correspondientes a los domingos 16 y 23 de septiembre nos hemos referido al tratamiento que ha de darse en nuestra a los extranjerismos. La adaptación es   la forma recomendada cuando es inevitable que la voz extraña de que se trate sea empleada al hablar español. Hemos compilado algunas muy importantes, las cuales presentamos a continuación:

1-Abu Dabi (de Abu Dhabi), capital de los Emiratos Árabes. La versión entre paréntesis corresponde al uso en inglés. 2- a capela (a cappella). Voz italiana, cantar sin acompañamiento. 3-accésit (accesit). Latinismo que se significa “se acercó”.

4-adenda (addenda). Voz latina. Documento que se agrega. Uso en femenino.

5-álbum (album). Latinismo. Plural: álbumes. 6-alegro (allegro). Voz italiana. Indica viveza en el pasaje musical.7-alzhéimer (Alzheimer). Alemán. Aunque procede de nombre propio, pasa a común y va en  minúscula.

8-antidopaje (antidoping). Dopaje, de doping. 9-acuario (acuarium). Latinismo adaptado. 10-auditorio (auditorium). Latinismo11-bádminton (badminton). Inglés. Deporte con raquetas. 12-beicon (bacon). Inglés. Panceta ahumada. Lo que aquí llamamos tocineta.

13- bacón. Es otra forma  de adaptación, más fiel a la grafía mientras la anterior lo es a la pronunciación. 14-Baviera (Bayern). Alemán. Ciudad alemana. Bávaro es su gentilicio, pero se descarta la grafía Bavaria.15-bazuca (bazooka). Voz inglesa. Lanzagranadas.

16-bistec (beefsteak). Voz inglesa. Perfecto ejemplo de adaptación. Filete de res. Plural bistecs. 7-beis (beige). Del francés. Color castaño claro. 18-beisbol o béisbol (base ball). 19-Belice (Belize) Inglés. País centroamericano. Es palabra llana.

20-besamel o bechamel (del francés béchamel). Salsa hecha con harina, leche y mantequilla. 21-superventas (best seller) .Inglés. Es traducción. 22- bléiser (blazer). Voz inglesa. Chaqueta deportiva de tela.

23-blíster (blister). Inglés. Paquete con una lámina transparente. Usemos este modelo para el anglicismo clúster, adaptado por la tilde. 24-bloc (block). Voz inglesa. Conjunto de hojas de papel pegadas pero que se pueden desprender. 25-bloque (block)  Voz, inglesa., cuando se refiere a la pieza de cemento para construir casas.

26-bitácora (voz en español para el anglicismo blog). 27-blúmer  (bloomer).Voz inglesa. Prenda de vestir femenina. 28-bluyín (blue jean). Voz inglesa. Pantalón vaquero. 29-búmeran o bumerán (boomerang). Anglicismo. Arma que retorna.

30- bulevar (boulevard).Voz francesa. Calle ancha con árboles y paseos. 31-buqué (bouquet). Voz francesa, aroma del vino. 32-baipás (by-pass). Expresión inglesa. Conexión artificial  para salvar obstrucción de una vena. 33-búngalo o bungaló (bungalow). Voz inglesa.  Casa pequeña.

34- buró (bureau). Francés. Mueble para escribir. En política, órgano colegiado de dirección. 35-cácher (catcher). Voz inglesa. Por igual, pícher (de pitcher). Plural: cácheres, pícheres. 36-capuchino (cappuccino). Italiano. Tipo de café. 37- carné (carnet). Voz francesa.

38-cáterin (catering). Voz inglesa. Servicio de comida. 39-champán (champagne). Francés. Vino espumoso procedente de la región francesa de Champagne. 40-champaña, champán. Grafía más aproximada al original francés. 41- chifonier (chiffonnier). Voz francesa. Cómoda alta con cajones.

42-chofer (chauffeur) .Francés. Persona que conduce vehículos como oficio. 43-cloche (clutch) Voz inglesa. En español  hay equivalente: embrague. RD y otros países prefieren el anglicismo adaptado.  44-coctel o cóctel (cocktail). Voz inglesa. Bebida hecha de licores mezclados.

45-coñac (cognac). Francesa. Bebida de ese país. 46-colaje (collage). Voz francesa. Técnica pictórica que consiste en pegar materiales diversos. 47-cuplé (couplet). Francesa. Canción corta y ligera. 48-cruasán (croissant). Voz francesa.  Pan en forma de media luna.

49-crupier (croupier). Voz francesa. Empleado de casino que reparte cartas. 50-disyóquey (disc jockey). Voz inglesa. Persona que pone discos en fiestas, discotecas o la radio. 51-dólar (dollar). Voz inglesa. Moneda de Estados Unidos y otros países.

52-dosier (dossier). Voz francesa. Conjunto de documentos sobre un asunto. 53-escúter (scooter). Voz inglesa. Ciclomotor, vehículo de motor, de  dos ruedas, parecido a motocicleta pero diferente. 54-eslogan (slogan). Voz inglesa. Lema publicitario. Plural: eslóganes.

55-esmog (smog). Voz inglesa, compuesta de humo y nube.56-esnob, esnobismo (snob). Voz inglesa. Que imita las maneras de otros. 57-esmoquin (smoking). Voz inglesa. Traje formal. Plural: esmóquines. 58-espagueti (spaghetti). Voz italiana. Pasta alimenticia larga.

59-estrés (stress) Voz inglesa. Tensión. De esta palabra derivan estresar, estresado, estresante. 60-estriptis (striptease). Voz inglesa, espectáculo erótico. 61- filin (feeling). Voz inglesa. Sentimiento.

Ortoescritura

Por Rafael Peralta Romero

 

¿QUÉ HACER EN ESPAÑOL CON LAS PALABRAS EXTRAÑAS?

 La primera recomendación frente a los vocablos extranjeros  es evitarlos. Pero cuando éstos resultan  indispensables, o al menos necesarios,  procede recibirlos y  buscar la forma de adaptarlos  al perfil de nuestro idioma. Un vocablo se hace necesario porque  representa un objeto, una circunstancia o  una acción  que no ha sido nombrada en español.

El extranjerismo podría expresar también  una cualidad para la cual no se tiene palabra en  lengua de castellana. Es decir palabras que encierran una valoración sobre personas, cosas, animales o situaciones.

Si nos vamos a quedar con un vocablo procedente de otra  lengua, la actitud más prudente es sustituir grafías ajenas al sistema ortográfico del español, de manera que el vocablo se aproxime a las características del español.

Pongamos por ejemplo que como  en español la letra –q  (cu) solo tiene uso con el dígrafo –qu, o lo que es igual: seguida de las vocales –ue (queso, querer, quemado) y –ui (quiero, quizá, quimera), el nombre del país  árabe   debe escribirse Catar y no Qatar, como prefieren algunos.

Incluso, voces  procedentes del latín pero que no forman parte  del patrimonio léxico del español han presentado dificultades por su grafía ajena al sistema ortográfico castellano, específicamente con la letra -cu, sin formar el dígrafo qu,  y la pretensión  de unos hablantes de emplearla con el sonido  de –k (ca).

La Ortografía de la lengua española, publicación oficial 2010, apunta al respecto que: “Este uso autónomo del grafema q en representación del fonema /k/, como ya se ha señalado, contradice los intentos por regularizar y simplificar la escritura del español promovidos por la ortografía académica, que ya en 1815 determinó que se escribieran con cu+vocal todas las palabras en las que la secuencia gráfica  qu se correspondiese con la secuencia fónica /ku/, con independencia de la etimología”. (OLE, pág. 615).

Por lo antes expresado es que las voces latinas exequatur, quadrivium y quorum es preferible escribirlas con –cu: execuátur, cuadrívium y cuórum.

La voz inglesa “whisky” entró al español y no parece que vaya a desaparecer, pues el elemento que representa  ha calado muy hondamente  fuera de la cultura escocesa. Esta palabra presentó un problema de adaptación, dado que la –w (uve doble) no  existía en el alfabeto latino y por tanto  no hay palabras, propias del español, que lleven este signo. Del inglés y del alemán, sobre todo, llegaron vocablos iniciados con –w que fueron adaptados  con los sonidos –gu  o –v . Ejemplos: welf (alemán) devino en güelfo y wagon (del inglés) se acuñó como vagón.

Güelfo   es un adjetivo  y se define así: “1. adj. En la Edad Media italiana, partidario de los papas y enfrentado a los gibelinos, defensores de los emperadores de Alemania”.

Siguiendo ese patrón, los académicos  recomendaron adaptar la voz whisky con la grafía güisqui, y así aparece en el Diccionario. Pero más adelante a la uve doble (doble ve y mal llamada doble u) se le dio carta de ciudadanía en nuestro idioma  y se  está reconsiderando   la escritura del nombre que identifica al licor británico. Wiski es la forma considerada más acorde con su etimología, pero aún no la recoge el Diccionario académico.

La voz “kangourou”, procedente del francés  se adaptó al español como canguro, mientras zink  (del alemán) quedó en zinc o cinc.

Hemos de repetir  que el uso de  extranjerismos   es necedad cuando se trata de voces que tienen equivalente en español, pero cuando no ocurre esto, procede acuñar la palabra extraña y someterla al orden  de nuestra lengua.

Del Japón nos  llegó un juego llamado /yudo/, pues escribamos yudo, yudoca y Asoyudo. ¿Por qué escribir “judo” si leemos yudo?

 

 

 

ADAPTACIÓN DE EXTRANJERISMOS AL ESPAÑOL

Ninguna lengua se ha formado de un día para otro. Más bien es resultado de una serie de interacciones entre sujetos que practican  el comercio, la guerra, las migraciones, la dominación de unos sobre otros o un  tipo de relación que implique comunicación e intercambio.

El español se ha formado a partir del latín. Este se extendió por la península ibérica a partir del siglo III antes de Cristo  y  se impuso a las lenguas prerromanas. De ese latín con influencia de las lenguas de la región procede la base léxica del español. Es lo que se denomina léxico heredado o patrimonial.

El latín siguió predominando en Europa  y fue la lengua de cultura por excelencia. Las lenguas romances recurren a ella para cubrir necesidades expresivas. A través del griego llegaron, sobre todo, los términos cultos, propios de la ciencia: biología, filosofía, ortografía, pedagogía.

Hoy el español es una lengua adulta, hablada por más de quinientos millones de personas, solo superada por el mandarín, idioma de los chinos. El contacto del español con otras lenguas (árabe, italiano, inglés, francés, indígenas americanas)   atrajo términos de las mismas  para originar el léxico adquirido.

El comercio, la tecnología, la persistencia de las migraciones, los intercambios artísticos y   deportivos, los nuevos hábitos de consumo e incluso las relaciones  políticas, facilitan el ingreso de términos de otras lenguas que se tornan necesarios en la nuestra.

Se ha llamado préstamo lingüístico a la adquisición de una palabra procedente de otra lengua. Es recomendable recurrir previamente al acervo  lexicográfico del español y localizar  el vocablo indicado, por su valor semántico, para sustituir la voz extraña.

De modo que es preferible decir computadora personal en lugar de “personal computer”; disco compacto y no “compact disc”, cedé  y no cidí (CD), gestor o manejador de redes, en vez de “comunity manager”, restaurante y no “restaurant” o “restorán”..

Algunas palabras y expresiones extranjeras carecen de equivalentes para la traducción o el que aparece dificulta  apreciar el sentido de lo que se quiere expresar.  Es entonces cuando se procede a la acuñación del neologismo. Ese neologismo adaptado asumirá  un comportamiento propio de un vocablo del español, tanto para formar el plural, como el diminutivo  o someterse al accidente de género (femenino, masculino).

Algunos de estos vocablos procedentes del inglés  pudieron ser traducidos, pero los hablantes del español prefirieron aceptarlos por el sonido de su lengua de origen,  y los académicos recomiendan escribirlos de este modo: beisbol, fútbol, líder, mitin, blíster, eslogan, estrés, escáner, estándar…).

Del francés hemos adaptado coñac (en francés cognac), champán (champagne), chofer (chauffeur), garaje (garaje).

Estos ejemplos del italiano:   espagueti (spaghetti, plural de spaghetto), yacusi (yacuzzi), lasaña (lasagna).

Lo que dice la Ortografía de la lengua española: “Las voces extranjeras deben escribirse siempre en los textos españoles con una marca  gráfica que destaque su condición de palabras pertenecientes a otra lengua: preferentemente   en cursiva en la escritura tipográfica (siempre que el texto base esté escrito en redonda; pero en redonda, si el texto base está escrito en cursiva) y entre comillas en los textos manuscritos, donde no es posible establecer la oposición entre la letra redonda y la cursiva. Esta marca gráfica estará indicando que el término  en cuestión  es ajeno a nuestra lengua y que, debido a ello, no tiene por qué atenerse a las convenciones ortográficas españolas ni pronunciarse como correspondería en español a esa grafía”. (pag. 601).

El préstamo o adaptación de términos extraños es una vía de enriquecimiento del español. Eso sí, esto requiere respeto para el perfil de nuestra lengua

Ortoescritura

Por Rafael Peralta Romero

Acentuación de palabras con hiato

Hiato es lo que ocurre cuando  en una palabra hay dos vocales seguidas que pertenecen a sílabas distintas. Para explicar este asunto conviene  recordar el concepto, aparentemente inútil,  de clasificar las vocales en abiertas y cerradas.  Las cerradas son /i/ /u/ y las abiertas /a/ /e/ /o/.

Los hiatos son secuencias de dos vocales que se pronuncian en silabas distintas. Debido al hiato son polisílabas (más de una sílaba) palabras tan breves como oír (o-ír, dos sílabas). Y más aún la forma verbal oía (o-í-a, tres sílabas).

La palabra héroe (hé-ro-e, trisílaba) lleva tilde porque es esdrújula, pero a heroína (he-ro-í-na) se le coloca  en función del hiato. Por la  misma razón que se le marca el acento a heroína se le marca a peledeísta y a cocaína.

De acuerdo a la Ortografía de la lengua española, se consideran hiato,  a efectos de la acentuación gráfica, las combinaciones vocálicas siguientes:

  1. Una vocal cerrada tónica (í, ú) seguida o precedida de una vocal abierta (a, e, o). Ejemplos: María, desvíe, crío, púa, hindúes, búho, caída, reído, prohíbo, aúna, transeúnte.  También, flúor, egoísta, aúllo,  manía, perremeísta.
  2. Dos vocales abiertas distintas (a, e, o). Sucede en las palabras caer, aorta, reactor, herbáceo, loado, roedor. También en los vocablos: poeta, héroe, baitoero, oeste, Bonao, Rafael, Baoruco, teatro.
  3. Dos vocales iguales: azahar, dehesa, chiita, cooperar. También reenviar, loor, reelegir, reembolso…

1-Las palabras con hiato se  acentúan ortográficamente de acuerdo a la siguiente regla:  Las palabras que contienen un hiato formado por una vocal cerrada tónica (ía, íe, ío, úa, úe,  úo, aí, aú, eí, oí). Por eso se le marca el acento a palabras como: serías sabías, desvíen, mío, cacatúa, actúe búho, caídas, raído, oído, transeúnte, a pesar de ser  todas llanas terminadas en vocal o consonante –s, que  ordinariamente no llevan tilde.

Por esa misma razón, llevan tilde las palabras, maíz, baúl,  Raúl, raíz, ataúd, Mijaíl, laúd, tahúr, que son agudas terminadas en consonantes diferentes de –n y –s,  grupo que regularmente no suele llevar acento ortográfico. Por igual, palabras como María, Mejía, río, tío llevan tilde en atención  a la citada regla.

2-Las palabras que incluyen otro tipo de hiato se someten a las reglas generales de acentuación. Así, Jaén, traerás, acordeón, bandoneón,  peleó, Noé, rehén, o chií llevan tilde por ser voces agudas terminadas en –n, -s o vocal. No la llevan por ser agudas terminadas en consonantes diferentes a -n y –s las palabras: Uriel, Rafael, caer, raer, roer, soez, alcohol.

Otras palabras con hiato como Báez, Sáez, Páez, Díaz, Díez, Peláez se acentúan ortográficamente en cumplimiento de la regla general: palabras llanas terminadas en consonante diferente  a –n y –s .

Otras palabras llanas   que llevan hiato no precisan tilde: paella, vean, beato, anchoa, museo, poetas o chiita, Alfau, Abreu, puesto que terminan en vocal, en -n o en –s.

La Ortografía académica hace la siguiente advertencia: “La ausencia de tilde en palabras como  chiita o  en diminutivos como  diita, tiitos  o Rociito responde a la aplicación de las reglas generales de acentuación, pues se trata de voces llanas terminadas en vocal o en –s; por tanto no deben contagiarse con la tilde  que les corresponde a  las palabras de las que derivan: chií se escribe con tilde por ser bisílaba aguda terminada en vocal,  mientras día,  tíos o Rocío llevan acento gráfico por contener un hiato de vocal cerrada tónica y abierta átona”. (Ortografía, página 239).

El Nacional, 29/7/18

CHANCE Y CHANCEAR, NINGUNA RELACIÓN

Pocas palabras extranjeras han mostrado  una capacidad de adaptación al español similar a la del vocablo /chance/, de origen francés, empleado  en nuestro idioma  como equivalente de oportunidad o posibilidad.  Dar chance o pedir chance  encuentran aplicación en múltiples circunstancias, incluyendo actividades tan disímiles como  la relación amorosa, el trabajo o la política.

El Diccionario panhispánico de dudas, publicación de la Asociación de Academias de la Lengua Española,  explica sobre esta palabra lo siguiente:

“chance. Voz tomada del francés o del inglés chance, que significa ‘oportunidad’. Su uso, esporádico en España, está muy extendido en América, donde se emplea en ambos géneros: «No le dan la chance de hacerse a un lado» (O’Donnell Escarabajos [Arg. 1975]); «Siempre había querido estudiar en la Nacional, […] pero la vida nunca le dio el chance» (Gamboa Páginas [Col. 1998]). En Colombia se usa también para designar un tipo de lotería: «Las loterías […] tienen 15 días para fijar el valor máximo que se puede apostar en el chance» (Tiempo [Col.] 18.4.97). Es extranjerismo adaptado, que debe pronunciarse a la española: [chánse, chánze]. Aunque admisible, dada su amplia extensión en América, se recomienda usar con preferencia las voces españolas oportunidad, ocasión o posibilidad, perfectamente equivalentes”.

La adaptación ha resultado tan cómoda que escribimos y pronunciamos este vocablo tal y como  se escribe en francés: chance.

La voz se ha entendido por América y aunque en algunos lugares asume variaciones semánticas, como también alternabilidad de género, entre los dominicanos  se  emplea sólo en masculino (el chance) y limita su valor semántico  al sinónimo de oportunidad, como lo consigna el Diccionario académico: “Oportunidad o posibilidad de conseguir algo. No tiene chance para ese cargo”. Ej.: Si me dan un chance, le demuestro mi capacidad.

Como el inglés también ha tomado el vocablo “chance” con el significado de oportunidad, algunos hablantes de origen hispano, sobre todo mexicanos, han introducido la variante “chanza”, como una corruptela de “chance”, para expresar oportunidad, posibilidad. Tanto que el Diccionario de americanismos  indica que en México, El Salvador y Puerto Rico, chanza es sinónimo de  chance. Así define el vocablo:”Mx, ES, PR. chance, oportunidad”.

Chancear es otra cosa. Tenemos en español el verbo /chancear/, palabra derivada del sustantivo  /chanza/ y la terminación –ear. Es sinónimo de bromear (echar bromas).

Como la palabra primitiva es chanza,  detengámonos en ella. Procede del italiano  “ciancia”  (pronunciado chiancia). El italiano la tomó del germánico “zänzeln” (hablar familiarmente).

Veamos  el  significado de chanza para el español general: 1. f. Dicho festivo y gracioso.2. f. Hecho burlesco para recrear el ánimo o ejercitar el ingenio. Hablar alguien de chanza1. loc. verb. Hablar aparentando sinceridad cuando realmente no habla de veras.

Chanza ha generado el adjetivo /chancero, ra/, aplicado a persona que  acostumbra a bromear, a usar chanzas. Es un chancero, siempre está haciendo chanzas.

Pese a lo que ocurra en otros países, chance  solo guarda relación de paronimia (parecido gráfico o fonético) con las  palabras  chanza y chancear, que sí pertenecen a la misma familia semántica y cuyo valor semántico va por el mismo  orden  en que las empleos los dominicanos.  En sentido estricto, chanche no tiene que ver con chancear.

De ñapa

Para aclarar duda a una lectora,  le informo que el sustantivo /adolescente/ no deriva del verbo adolecer. Difieren tanto gráficamente como semánticamente.

Adolecer  tiene estos significados: 1. tr. desus. Causar dolencia o enfermedad.2. intr. Caer enfermo o padecer alguna enfermedad habitual.3. intr. Tener o padecer algún defecto. Adolecer de claustrofobia. 4. prnl. compadecerse (‖ sentir lástima).

Adolescente. Es persona que  está en la adolescencia, que  es el período de la vida humana que sigue a la niñez y precede a la juventud.

EL GÉNERO EN OTRAS VOCES TERMINADAS EN –ANTE, -ENTE

Al final de la pasada entrega, titulada “Sí, presidenta, como sirvienta y parturienta”,  hemos prometido ahondar en este asunto de las voces  terminadas en –nte que son comunes en cuanto al género,  pero que suscitan controversia porque algunas  aceptan variación  para formar el femenino (cliente/clienta;  comediante/comedianta; dependiente/dependienta; infante/ infanta; intendente/intendenta).

Nuestro principal soporte será la Nueva gramática de la lengua española, publicada  en 2009 por la Asociación de Academias de la Lengua Española.

Es muy común que los sustantivos y adjetivos terminados en –e  permanezcan con esa terminación  cuando se trata del género femenino, como son los casos de amanuense, artífice, cofrade, compinche, consorte, conserje, cónyuge. Por igual los adjetivos verde, triste, alegre, honorable  y todos los formados con el prefijo –ble (risible, bebible, amable…).

Sin embargo,  algunos sustantivos  terminados en –e admiten  la alternancia de género (jefe/ jefa; nene/nena; cacique/ cacica). Pero nuestro énfasis está en las palabras  procedentes de participios activos, como indica el título del artículo.

Parecerá una reiteración indicar que  son sustantivos y adjetivos de una  sola terminación muchos  terminados en –nte que proceden de participios presentes latinos (abundante, distante, emergente,  decadente, yacente, complaciente, combatiente, durmiente, convaleciente, sonriente, sobreviviente).

Cuando los sustantivos son  iguales para el masculino y el femenino, se usan  modificadores masculinos, los más funcionales de los cuales son los artículos (un estudiante, una estudiante; el paciente, la paciente). Si son adjetivos seguirán  los pasos del sustantivo al que modifican, de acuerdo a los patrones de la lengua española: una ley decadente, un concepto decadente; mostró un rostro sonriente, puso una carita sonriente.

El  contenido  del párrafo 2.5j de la  Gramática ha sido mencionado en cita del artículo anterior: “Se exceptúan  unos pocos pares, como cliente/clienta;  comediante/comedianta; dependiente/dependienta; figurante/figuranta; infante/ infanta; intendente/intendenta; presidente/presidenta; sirviente/sirvienta  y otros recogidos en  los párrafos 2.5 j y siguientes…”. Entonces aquí les presento  el texto referido:

“Se dan algunas oposiciones –ante/ -anta y –(i)ente/-(i)enta, sin connotaciones particulares o significados añadidos, aunque no todas las voces se usan en todos los países hispanohablantes. Se trata de casos  como los siguientes:

Cliente/ clienta; comediante/ comedianta; congregante/ congreganta; dependiente/ dependienta; figurante/ figuranta; intendente/ intendenta; presidente/ presidenta; sirviente/sirvienta”.

Algunos usos varían de un país a otro. En la República Dominicana habrá pocos  hablantes que empleen  clienta, comedianta y otros  sustantivos de este tipo. Pero nadie duda de los niveles de aceptación con los que cuentan  los vocablos sirvienta, parturienta y en menor grado presidenta. En cuanto a  dependienta, en lugar de la dependiente,  en nuestro país da sus primeros pasos, aunque en otros ya camina.

El término farsanta funcionó en algún momento como femenino de farsante (comediante), sin embargo no prosperó lo suficiente y  el femenino se forma agregando  los artículos –la o –una, según sea el contexto (la farsante hizo buena actuación; es una magnífica farsante).

Esta palabra conlleva una precisión. Farsante o farsanta, en su sentido de  actor de teatro, especialmente de comedias, ha caído en desuso. Sin embargo, como adjetivo, con el significado “Que finge lo que no es o no siente”, debe usarse  solo la forma farsante.  Es un farsante; es una farsante.

Los  sustantivos ayudante y asistente (derivados de ayudar  y asistir) se prestan para variaciones de género que implican cambios semánticos. En España se usa “asistenta” como empleada de hogar. El Diccionario académico así lo indica: 10. f. Esp. “Mujer que trabaja haciendo tareas domésticas en una casa sin residir en ella y que cobra generalmente por horas”. Pero el término generalizado es asistente (la asistente, el asistente).

Se considera anticuado el vocablo “ayudanta”, empleado en referencia a “Mujer que realiza trabajos subalternos, por lo general en oficios manuales”, por lo que se recomienda ayudante, común para ambos géneros (la ayudante, el ayudante.)

Hasta el próximo domingo.

El Nacional, 18-8-18

Ortoescritura

Por Rafael Peralta Romero

DUARTE DÍEZ, SIN LA CONJUNCIÓN INNECESARIA

Un buen amigo, lector habitual de esta columna, ha enviado la siguiente comunicación: En el busto del Padre de la Patria, aún no develado, que se encuentra en la Plaza de la Bandera, se escribió el nombre Juan Pablo Duarte y Diez. ¿La conjunción “y” entre los apellidos del Padre de la Patria es gramaticalmente correcta?.

Le hemos respondido, mediante correo electrónico, que no es incorrecta pero sí innecesaria. Se recurre a la conjunción /y/ entre los apellidos cuando hay lugar a confusión, cuando se trata de apellidos, sobre todo el primero, que funcionan además como nombres, tales los casos de: Mauricio, José, Antonio, Alberto, Ramón, Marcial, Altagracia, Jorge… y otros.

En esos casos podría justificarse la y. Ejemplos: Leonardo Mauricio y Amparo, Luis José y Martínez, Rafael Antonio y Peña, Marcial Ramón y Sánchez, Rafael Marcial y Silva, José Altagracia y Ramírez, Orlando Jorge y Mera. En cada ejemplo el primer apellido es también un nombre, por lo cual se presta a confusión, si la persona es de sexo masculino.

En cuanto a los apellidos María, Altagracia, Rosa, Paula, Lucía, Julia, Jazmín, Alba, Concha, Oliva, Alma, Rosario, Mercedes, Concepción, Encarnación…cuando son usados por una mujer conviene antes del segundo apellido colocar la conjunción. Una dama podría llevar por nombre, por ejemplo: María Altagracia Rosa. La duda se originará en cuanto a si Altagracia es parte de su nombre o si es su primer apellido. Lo mismo ocurrirá si cualquiera de estos apellidos apareciera a continuación del primer nombre de una mujer. Son los casos en los que se justifica la conjunción.

El apellido Duarte no se presta a confusión, aunque algunos pocos lo hayan usado como nombre.
La Ortografía de la lengua española, publicación oficial de las academias, indica al respecto: “La práctica más frecuente hoy en español es yuxtaponer el apellido paterno al materno, sin ningún tipo de conector (Carlota Sánchez Martos o José Pérez García), frente a la antigua costumbre de utilizar la conjunción y para distinguir cada apellido, especialmente en el caso de que uno de ellos fuera compuesto o pudiera confundirse con un nombre de pila: Francisco de Goya y Lucientes, Mariano José de Larra y Sánchez de Castro. Ramón Pérez de Ayala y Fernández del Portal, Santiago Ramón y Cajal” (Ortografía 2010, pág. 630)

 

DÍEZ, CON TILDE

El apellido materno del fundador de la República Dominicana es Díez. Escrito sin tilde esta palabra nombra el número 10. Díez es un apellido patronímico (Pérez, Sánchez, Fernández…) y tiene parentesco –también parecido- con Díaz, otro patronímico de similar origen.

Como los apellidos patronímicos derivan de nombre personal, Díez procede de Día o Dia, que son formas abreviadas de Diago o Diego, a su vez contracción de Santiago. Significa “hijo o descendiente de Diago o Diego”.

Se expandieron por varias regiones de España y sus descendientes se apellidaron Díaz o Díez, indistintamente. En una página sobre heráldica, en la Web, se anota que familias emanadas de un mismo origen usaron el apellido Díaz, mientras otras, llevaron Díez, sin dejar de emplear el mismo escudo de armas.

El tiempo los definió como dos apellidos. De modo que doña Manuela Díez, cuyo padre era Antonio Díez, natural de la Villa de Osomo, en la provincia de Palencia, España, vino al mundo con ese apellido. Y así ha de apellidarse su grandioso hijo: Juan Pablo Duarte Díez.

El Nacional, 24/06/ 2018.

 

FUERO Y AFORAR, DESAFUERO Y DESAFORAR

El sustantivo /afuero/ ha caído en desuso y los académicos recomiendan emplear /aforo/.  Este último aparece en el Diccionario de la lengua española con dos acepciones: 1. m. Acción y efecto de aforar. 2. m. Número máximo autorizado de personas que puede admitir un recinto destinado a espectáculos u otros actos públicos.

Para los fines de este artículo solo interesa la primera acepción, lo relativo a /aforar/. Este verbo  tiene dos entradas en el DLE, pero solo interesa una,  que es la siguiente: De a- y fuero. tr. Otorgar fuero. (Conjugación  como  contar).

Fuero procede del latín forum ‘foro’.  Y mire todo lo que significa: 1. m. Jurisdicción, poder. Fuero eclesiástico, secular.2. m. En España, norma o código históricos dados a un territorio determinado. Los fueros de Navarra y del País Vasco.3. m. Compilación de leyes. Fuero Juzgo. Fuero Real.4. m. Cada uno de los privilegios y exenciones que se conceden a una comunidad, a una provincia, a una ciudad o a una persona. U. m. en pl.5. m. Privilegio, prerrogativa o derecho moral que se reconoce a ciertas actividades, principios, virtudes, etc., por su propia naturaleza. U. m. en pl. Defender los fueros de la poesía, del arte, de la justicia, de la razón.6. m. coloq. Arrogancia, presunción. U. m. en pl.7. m. Der. Competencia a la que legalmente están sometidas las partes y que por derecho les corresponde.8. m. Der. Competencia jurisdiccional especial que corresponde a ciertas personas por razón de su cargo. Fuero parlamentario. 9. m. desus. Lugar o sitio en que se hacía justicia.

El Diccionario incluye estas  locuciones con la palabra fuero:

Fuero de la conciencia. 1. m. Libertad de la conciencia para aprobar las buenas obras y reprobar las malas. U. m. en pl. Fuero interior, o fuero interno.   A fuero, o al fuero. 1. locs. advs. Según ley, estilo o costumbre. De fuero. 1. loc. adv. De ley, o según la obligación que induce la ley. Privilegio del fuero.

Lo contrario de aforar (dotar de fuero) es desaforar, que se forma anteponiendo el prefijo des-  al verbo aforar. También éste se conjuga como    contar. Es decir, es verbo de irregularidad vocálica que en algunos tiempos y modos cambia la vocal –o en su raíz, por el diptongo –ue (cuento, desafuero; cuentas, desafueras, cuenta, desafuera…).

Desaforar es quebrantar los fueros y privilegios que corresponden a una persona o institución. Pero también se priva a una autoridad  del fuero o exención que goza, por haber cometido algún delito de los señalados para este caso, como soborno, por ejemplo.

El verbo ha generado el sustantivo /desafuero/. El Diccionario académico define este vocablo así: De desaforar. 1. m. Acto violento contra la ley. 2. m. Acción contraria a las buenas costumbres o a los consejos de la sana razón.3. m. Der. Hecho que priva de fuero a quien lo tenía.

Aunque se tiene el sustantivo /aforo/ (acción y efecto de aforar) no es viable  agregarle  el prefijo /des-/, pues la palabra “desaforo” no aparece en ningún lado, ni tampoco es necesario que aparezca.

Pese al sustantivo /aforo/, además  es preciso cuidarse cuando se conjuga el verbo aforar, en el sentido de otorgar fuero, pues se impone la irregularidad vocálica: afuero, afueras,  afuera, aforamos, aforáis, afueran.

Hay otro verbo aforar, relacionado con foro y no con fuero, cuya conjugación es regular (aforo, aforas, afora…), pero ese es otro tema.

 

PALABRAS, TAN SOLO PALABRAS

Nada tiene que ver lo expresado en el título con la  vieja balada así titulada. Se trata de que el tema de hoy consiste en comentar un grupo de palabras de las que conviene reforzar su escritura, su fonética o su valor semántico, para evitar dudas y errores. Veamos:

1-karma. Procedente del sánscrito, significa  ‘hecho, acción’. El Diccionario de la lengua española la define de este modo: “En algunas religiones de la India, energía derivada de los actos de un individuo durante su vida, que condiciona cada una de sus sucesivas reencarnaciones, hasta que alcanza la perfección”. Algunos hablantes la emplean en referencia a algo o alguien como causa de su sufrimiento. Mejor será usarla en el sentido de  fuerza espiritual.

2-Terna.  El sentido de esta palabra sigue vinculado al número tres. Se propone un conjunto de tres personas para que se designe de entre ellas la que haya de desempeñar un cargo o empleo. El trío puede ser también de animales o cosas. De ningún modo puede haber terna de cuatro o de cinco.

3-Lívido. Con la fuerza de entonación en la antepenúltima sílaba,  es decir palabra esdrújula. Escrita con /v/. Significa amoratado o pálido. Es un adjetivo, y por tanto soporta el accidente de género: lívida.  Se quedó lívido cuando se lo dijeron.   Al ver la situación, la cara se le puso lívida.

4- Libido. Con acento no marcado en la penúltima sílaba /bi/.  Significa deseo sexual. Es sustantivo masculino, pese a terminar en o, por lo que suele ir precedida del artículo /la/. Cuando sube la libido a veces se pierde la razón.  “Catedral de la libido” es una novela de Avelino Stanley.

5-Frustración. Acción y efecto de frustrar.  Con este verbo se indica “Privar a alguien de lo que esperaba”.  Y agrega el Diccionario académico: Dejar sin efecto, malograr un intento. No sé si mi oído me engaña, pero  parece que algunas personas, entre ellas graduados universitarios,  pronuncian “fustración”.  Debe evitarse para no caer en frustraciones.

6- Manisero, manisera, que significa perteneciente o relativo al maní  y también se designa con esta palabra al vendedor ambulante de maní tostado. Hay variación de un país a otro, pero manisero es la forma mayoritaria frente a manicero, que  también es válida. Esta última grafía sigue el patrón de la palabra carnicero.

7-Extravertido, da.  Dado a la extraversión, dice lacónicamente el Diccionario. En la Psicología se denomina así a la “condición de la persona que se distingue por su inclinación hacia el mundo exterior, por la facilidad para las relaciones sociales y por su carácter abierto”. Fíjese en la raíz “extra”.

8-Introvertido, da. Dado a la introversión. Lo contrario de la anterior: “Condición de la persona que se distingue por su inclinación hacia el mundo interior, por la dificultad para las relaciones sociales y por su carácter reservado”. Fíjese en la raíz “intro”.

9-Ron. Palabra muy dominicana, pero deriva del  inglés  “rum”. Quizá sobre decirlo, pero es la bebida alcohólica obtenida por fermentación de la caña de azúcar. Palabra asociada, al menos fonéticamente es  berrón (de bay rum), que es un líquido alcoholado que se usa para fricciones. El sustantivo /berrón/ no ha sido incorporado al Diccionario académico, pero sí al Diccionario del español dominicano.

10- sustantivo, va. Para terminar con una nota curiosa les recuerdo que la palabra /susantivo/ es un adjetivo. Mire esto: 1. adj. Que tiene existencia real, independiente, individual. 2. adj. Importante, fundamental, esencial.

11- Adjetivo, va. Para que haya equilibrio el vocablo /adjetivo/ también es un adjetivo: 1. adj. Que expresa cualidad o accidente. 2. adj. Accidental, secundario, no esencial. Cuestión adjetiva.

Por hoy, tan solo palabras.

El Nacional, 22/07/ 2018.

Ortoescritura

Por Rafael Peralta Romero

ACERCA DEL DICCIONARIO DE  REFRANES

El pasado martes fue presentado el Diccionario de refranes, cuyo subtítulo es “Paremias del español dominicano”, autoría del doctor Bruno Rosario Candelier, director de la Academia Dominicana de la Lengua, en cuya se efectuó el acto.

Me ha resultado curioso comprobar que esta palabra no tiene definición en el Diccionario, sino que allí se dicen los sinónimos refrán, adagio, sentencia y proverbio.

A este nuevo libro le ha precedido el Diccionario fraseológico, también del académico Rosario Candelier, presentado en abril de 2016, cuyo contenido se centra en frases, locuciones, giros…Pero no es este el segundo tomo del anterior, sino una obra independiente de la otra, editorial y físicamente, aunque guardan entre sí una estrecha correspondencia y relación temática.

Del Diccionario de refranes, me permito afirmar lo que en aquella ocasión consideré del otro: “La convicción más firme que sustento sobre el Diccionario fraseológico es que éste puede servir como espejo para que los dominicanos apreciemos un filón fundamental de nuestra identidad, pues ya se ha dicho que somos lo que hablamos.

De igual modo, para las personas procedentes de otras latitudes que quieran asomar a nuestra conciencia para identificar palpitaciones espirituales y conocernos como conglomerado humano, esta es una obra imprescindible”.

Cada unidad léxica tratada en éste, como en el otro diccionario, tiene un sentido particular, aunque tipificarlas sea preocupación solo del estudioso, filólogo o lexicólogo, que las compila y valora para elaborar estudios como el que hoy presentamos, es innegable que en la voz de los hablantes los referidos pensamientos adquieren su verdadera dimensión por la utilidad que ofrecen para la comunicación.

A propósito del Diccionario de refranes, se me ocurre que quizá sea este el momento oportuno para externar una reflexión que he llevado por mucho tiempo incrustada, en la conciencia tal vez.
Me refiero a la incisión que causa el recuerdo –ojalá sea un recuerdo- de cómo los padres, incluso maestros, del pasado no muy remoto corregían a niños y jóvenes por el uso de refranes, o mejor dicho de lo que ellos llamaban refranes.

Tal práctica era motivo para ofrecer pescozones, y en algunos casos la promesa llegaba a materializarse, acompañada de una advertencia como esta: “Te he dicho que no me uses refranes”. Lo bueno o malo, en esa calificación no estoy seguro, era que a lo que llamaban refrán, no era tal, sino esos dichos pasajeros, por demás vacíos de contenido, que toman vigencia por un tiempo y que suelen repetir algunos con aire de necedad.

Nuestros padres criticaban el uso de dichos soeces y algunas otras, si bien menos groseras, mucho más repetidas. Es el tipo de expresión como las siguientes: “Qué pasa, Papo”, “Ah no, yo no sé no”, o el superusado “¿Y es fácil?”.
Durante buen tiempo he creído que este tipo de juegos verbales se denomina “modismo”, pero el DLE me ha disminuido ese convencimiento,
ya que define ese sustantivo de este modo: “Expresión fija, privativa de una lengua, cuyo significado no se deduce de las palabras que la forman; p. ej., a troche y moche”.

Nuestro principal código lexicográfico agrega una segunda acepción en la que aparece el vocablo idiotismo definido como “giro o expresión que no se ajustan a las reglas gramaticales; p. ej., a ojos vista”.

He querido encontrarle nombre al ejemplo de expresión a la que el vulgo confunde con refrán. Para ese fin me quedaré con el sustantivo modismo. Ojalá no resulte exagerado hablar de la reivindicación del refrán, frente a esa tendencia del vulgo a confundirlo con frases tontas como “¿Y es fácil?”.

Periódico El Nacional, 2 junio, 2018

 

QUITASUEÑO Y MATAPALACIO, URGE RECTIFICAR

La composición es un valioso recurso morfológico mediante el cual se forman palabras a partir de la unión de dos o más vocablos, de dos o más bases compositivas cultas o de la combinación de palabra y base compositiva. La norma académica no contradice la libertad de los hablantes para formar palabras, más bien orienta esa potestad y la encauza conforme al perfil de nuestro idioma.

Todas las categorías gramaticales intervienen para, mediante la unión de dos palabras, formar una nueva. Me limitaré, en esta entrega, a recordar los vocablos surgidos de la unión de un verbo más un sustantivo: cubre + cama da cubrecama; saca + corcho da sacacorcho; de mata + rata obtenemos matarrata y de quita más mancha tenemos quitamanchas.

Corresponden a la misma estructura (verbo más sustantivo) quitanieves, (artefacto para limpiar de nieve las vías), lavacarros, limpiasacos, tocadiscos, pararrayos, abrelatas, guardacostas, portaaviones, comecocos, beberromo, portafolios, matapolicía, alzapiés, pisapelo, cubrefaltas, tumbapolvo, o cualquier vocablo que fuera necesario formar a partir de la unión de una forma verbal (tercera persona singular, modo indicativo) la cual expresa una acción y un sustantivo.
Una máquina habrá de llamarse quitalodo, quitapiedras o quitahojas, según que recoja alguno de estos elementos.

 

QUITASUEÑO (UNA SOLA PALABRA)

Se emplea para referir aquello que causa preocupación o desvelo. Pero también puede ser un producto farmacéutico que impide el sueño.

No sé si es no adecuado que un pueblo lleve por nombre Quitasueño, pero por de pronto hay dos localidades, en República Dominicana, que llevan este nombre. Ambas tienen la categoría de distrito municipal y las dos arrastran una erosión a la gramática, porque el nombre aparece escrito en dos palabras: Quita Sueño.

La repetición del nombre no es tema para columna, pero informo que el distrito municipal Quita Sueño o Quitasueño, correspondiente a Cotuí, fue elevado a esa condición mediante la Ley No. 218-05: “La sección Quita Sueño del municipio de Cotuí, provincia Sánchez Ramírez, queda elevada a la categoría de Distrito Municipal, con el nombre de Distrito Municipal Quita Sueño, cuya cabecera será el centro urbano Quita Sueño”. (Ortografía es del legislador).

Adscrito a Haina, provincia San Cristóbal, está el otro Quita Sueño o Quitasueño, llevado a distrito municipal mediante la ley No. 08-15 del 13 de enero de 2015: “El Distrito Municipal de Quita Sueño, estará integrado por las siguientes secciones Piedra Blanca Norte y la Cerca con sus respectivos parajes”. Diez años después del otro.
Lo que sí interesa a esta columna es que las autoridades de esos pueblos sepan que han de escribir sus nombres en una sola palabra, como limpiabotas, quitapesares, guardalodo, limpiacristales o pasamano.

Matapalacio
Un distrito municipal de Hato Mayor lleva este nombre, o mejor uno parecido: Mata Palacio. En la lógica gramatical, no se entiende para nada, pues ¿cómo es eso de matar palacios?
Es una localidad muy antigua. Se cuenta que allí tuvo lugar, durante la Guerra Restauradora, la batalla de Mata Palacio, dirigida por los generales Pedro Guillermo y Víctor de los Reyes, donde actuaron también Genaro Díaz y Santiago Silvestre, y las tropas españolas sufrieron pérdidas considerables. Hablamos de mayo de 1864.
Con el verbo matar más un sustantivo se han formado diversos vocablos: matarratas (matar + rata); matabuey (matar + buey); mataburros (matar + burro); matasellos (matar + sellos); matasanos (matar + sano); matasiete (matar + siete). Matahambre (matar + hambre); mataperro (mata + perro), matadeseo (matar + deseo).
Las autoridades de Mata Palacio, como las de los dos Quita Sueño, están a tiempo para rectificar los nombres de sus pueblos para que sean escritos como corresponde, conforme a las normas de nuestra lengua: Matapalacio y Quitasueño. Y saldrán ganando.

10 de junio, 2018

 

QUITACORAZA Y LA CARTA DEL PROFESOR REGINO

El pasado domingo, esta columna se refirió a la conveniencia de que a los distritos municipales Mata Palacio (Hato Mayor), Quita Sueño (Sánchez Ramírez) y Quita Sueño (San Cristóbal) les sean rectificados sus nombres para ajustarlos a la norma gramatical.

Gramaticalmente correcto sería: Matapalacio y Quitasueño. Una palabra, en cada caso.

El profesor universitario Francisco Bernardo Regino, con la gentileza y el buen juicio que lo caracterizan, ha enviado una carta que reproduzco a continuación:
Apreciado don Rafael:

¡Qué bueno que los “matadiarios” dejaron escapar a El Nacional para que apareciera los domingos y con él sus enjundiosos artículos! Su “Orto-escritura” de hoy es un “mataignorantes” y un “creasabios” de manera divertida, sencilla e inteligente, propio de un buen educador.

Hoy me recreo haciendo uso de “la libertad de los hablantes para formar palabras”, y también “me limitaré a … vocablos surgidos de la unión de un verbo más un sustantivo”. Ahí voy con el ejercicio, todo figurado, sin conexión con nuestra realidad.

  1. Una pena que no aparezcan “tumbagobiernos” como en décadas pasadas, que nos sacudan de los que nos desgobiernan.
  2. Los “robaerarios” tienen fortunas injustificables con los ingresos oficiales recibidos.
  3. Los “comecheques” de antes pasaron a ser plutócratas saltando la etapa capitalista.
  4. Ahora nos gobiernan los “matasueños” que nos encantaron con discursos solidarios.
  5. Los “quitapaces” (¿acaso quitapaz, profesor?) que ordenan el desorden nacional, duermen el sueño de la impunidad.
  6. El nuevo “mataburros” dominicano es el Diccionario de refranes de Bruno Rosario Candelier.
  7. Hacen falta algunos “quitacorazas” para revelar los cuerpos del delito.

Gracias por sus lecciones que quitan el sueño sin matar los sueños, quitan las corazas de la ignorancia y crean conciencia del buen uso del lenguaje.
Su lector,

Quitacoraza

La carta del profesor Regino trae a la mente a Quitacoraza. Resulta que desde 2003 hay otro distrito municipal cuyo nombre está constituido por una forma verbal más un sustantivo, pero que no se ha procedido con la unión de ambos elementos para componer una nueva palabra. Me refiero a Quita Coraza, perteneciente al municipio Vicente Noble, en la provincia Barahona.

Veamos en el Diccionario de la lengua española el significado de la voz coraza:

  1. f. Armadura de hierro o acero, compuesta de peto y espaldar. 2. f. Protección, defensa. 3. f. Mar. blindaje (? plancha para blindar). 4. f. Zool. Cubierta dura que protege el cuerpo de los reptiles quelonios, con aberturas para la cabeza, las patas y la cola. 5. f. desus. Parte de la montura que cubría el fuste o armazón de la silla. 6. f. desus. caballo coraza.

La persona o cosa que haga la función de quitar la coraza a otro ser (persona, animal…) se torna en un o una quitacoraza. Los vicentenobleros cuentan que esa localidad, que data de 1895, inicialmente se llamó Palo Copao y tienen varias versiones con respecto al nombre actual de este pueblo agrícola, a la orilla del Yaque del Sur.

La explicación más difundida es aquella según la cual iba un sacerdote a oficiar misa por estos lugares y para hacerlo tenía que cruzar un arroyo, entonces abundante de agua, y al momento de pasar, el afluente creció inesperadamente y la corriente se llevó todas las pertenencias que el religioso llevaba a lomo de su caballo, incluida una coraza. Cuando el sacerdote pronunció la homilía comentó el hecho y dijo: “Este lugar en vez de Palo Copao, debería llamarse Quitacoraza”.

Creo –así terminé el artículo anterior- que las autoridades de Quita Coraza, están a tiempo para rectificar el nombre de su pueblo para que sea escrito como corresponde, conforme a las normas de nuestra lengua: Quitacoraza. Eso pudiera ser urgente.

16 junio, 2018

«Concurrencia de libertades y restricciones en el uso de la lengua española», discurso de ingreso de Rafael Peralta Romero

Sr. Dr. Bruno Rosario Candelier

Director de la Academia Dominicana de la Lengua

Señores académicos, queridos familiares, apreciados amigos:

 

UNO

Con gran complacencia comparezco a este augusto foro para realizar una acción que  además de satisfacer un requisito inexorable de las academias de la lengua española, constituye una razón de suficiente importancia para considerarme afortunado, no obstante estar en la plena conciencia de que la función que a partir de hoy asumo anda  muy divorciada de la fortuna material, cuya búsqueda afanosa tanto perturba a la sociedad de hoy.

Me presento ante ustedes, honorables académicos, queridos familiares, apreciados amigos y colegas, algo sobrecogido, altamente agradecido y plenamente decidido a afrontar las responsabilidades que conlleva ser miembro de número de una institución que tiene como objetivo primordial la preservación y defensa del nuestro idioma, recurso que nadie debe dudar consiste en la primera condición para la identidad de una nación. He dicho que me siento sobrecogido y quizás una situación tan personal no requiera ser ampliada, por ajena a lo que me corresponde hacer desde este podio, pero quizás resulte visible el que me recorran los temores. Conste que  no  me apremia la aprensión de quien ha traicionado a su maestro o amigo, y luego es perseguido por su conciencia, más bien me asalta el temor de que la emoción  que suscita  este excepcional momento de mi vida conspire contra la razón y  me haga conducir  estas palabras por sendas no deseadas.

La de altamente agradecido, he señalado también como otra condición que me embarga. Debo  proclamar con pleno júbilo mi gratitud al Altísimo y a los académicos que depositaron sus votos para honrarme con esta elección. Debo agradecer, en igualdad de sentimiento, a los académicos que se abstuvieron de sufragar, porque esa actitud resalta el sentido democrático de la elección y me ayuda a recordar que ningún humano lleno de defectos debe esperar acogida de  consenso, sobre todo si la lidia ocurre entre seres pensantes, como al efecto son los integrantes de esta corporación.

Me he propuesto hablar con ustedes acerca de la libertad que tenemos los hablantes del español de crear las palabras que nos resulten necesarias para nombrar seres y cosas, denominar acciones o expresar cualidades de los elementos de los que hablamos. También he de referirme a las limitaciones de esas libertades léxicas, tomando en cuenta el genio de nuestro idioma y la aspiración de la mayor unidad posible entre quienes usamos esta importante lengua para comunicarnos.

Con el solo enunciado del tema es fácil percibir que el discurso girará en torno a la derivación de palabras, que con sus variantes parasíntesis y composición, representan el recurso más auténtico y legítimo para generar voces nuevas a partir de otras ya existentes en nuestra lengua, y en algunos casos por la adopción y castellanización de vocablos procedentes de otra lengua y que carecen de equivalente en la nuestra.

Antes de profundizar en el tópico fundamental de este discurso, debo hacer un alto atendiendo a una pauta protocolar que rige en las 22 academias de la lengua española, en el acto de incorporación de un nuevo miembro numerario. Se trata de la honrosa referencia al académico que le precedió en el sillón que ha de ocupar el recipiendario.

En mi caso se trata del maestro de la palabra Ramón Emilio  Reyes, novelista, cuentista, poeta y lingüista, a quien durante once años correspondiera el sillón marcado con la letra C. También ocuparon este asiento, en orden cronológico descendiente: Freddy Gatón Arce, poeta, periodista y novelista;  Oscar Robles Toledano, sacerdote, hombre de vastos conocimientos, políglota y erudito, quien fuera catedrático en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Santo Domingo,  y Federico LLaverías, uno de los doce miembros de número fundadores de la Academia, quien  durante  33 años fue secretario perpetuo de esta institución.

 

DOS

El doctor Ramón Emilio Reyes, fallecido el 25 de diciembre de 2017, tomó posesión del sillón C en el año 2002 con el discurso titulado “El lenguaje de la Generación del 48″.  Le respondió, en nombre de la corporación, el poeta Lupo Hernández Rueda, también fallecido el pasado año, por cuya ausencia fue elegido quien les habla. El cambio de sillón ha sido un mero acuerdo administrativo.

Reyes nació en Santo Domingo el 29 de julio de 1935. Se recibió de doctor en Derecho en la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Luego se graduó de Lingüística, Estilística y Literatura Hispanoamericana en el instituto Caro y Cuervo y en la Universidad de los Andes,  Bogotá, Colombia.

En Indiana University, de Norteamérica, realizó estudios de postgrado en Literatura Norteamericana Moderna y Cultura Hispánica. Hizo estudios avanzados de Asistencia Legal en la Universidad de Puerto Rico y en Estados Unidos. Obtuvo el doctorado en Derecho Internacional Privado en Atlantic International University. Reyes laboró como corrector, redactor y columnista en publicaciones tan importantes como  El Caribe, Listín Diario, La Noticia y el periódico El País, de Miami (Estados Unidos). Fue profesor de Literatura y Lengua Española en las universidades Autónoma de Santo Domingo, Nacional Pedro Henríquez Ureña y New York State University.

Ramón Emilio Reyes presentó credencial como escritor al publicar, en 1961, su primera novela, El Testimonio, texto de tema bíblico que fue parte de una corriente literaria surgida en la postrimería de la tenebrosa Era de los Trujillo. Otras obras son: El Cerco (novela breve); Los amantes libres (novela breve); La estafa de seda y Después del amor (también novelas breves). Después de consolidar su nombre como novelista, en el marco de la discreción que caracterizó su accionar, dio a conocer La Tierra y otros cuentos; La muerte de Sila (monólogo dramático), La Cena (cuento incluido en la Antología del Centenario de Vicente Blasco Ibáñez).También escribió  ensayos y conferencias, entre los cuales destacan: Jorge Guillén, el Mundo y las Cosas; El Lenguaje poético de la Generación del 48; Poesía de Juan Ramón Jiménez; El nacimiento de la prosa; Teatro Español del Siglo de Oro; La imagen de José Asunción Silva; Jorge Luis Borges y el Cine; Teatro breve y novela de Estados Unidos; Grandes textos de la literatura; Poesía de Puerto Rico; La poesía cultural de Hugo Gutiérrez Vega; El lenguaje universal de Walt Whitman; La novela española contemporánea; Novela de Arturo Pérez Reverte y Novela de Carmen Martin Gaite.

En su biografía no se mencionan premios ni reconocimientos, incluso su nombre no aparece en algunos diccionarios de autores dominicanos. Acaso su galardón más preciado  haya sido la dedicación al trabajo intelectual sin espectacularidad, sin estridencias, sin guerrerismos y sin cabildeos en procura de distinciones. Nadie puede asociarlo al tipo de escritor que gestiona o  exige preseas y reconocimientos, pues se limitaba a escribir la obra, y lo hacía con pulcritud y sin prisa. Prueba de su paciencia en el quehacer literario es la publicación, en 2013, de la novela La luz se ha refugiado en el sendero, escrita en 1958. La editó el sello Círculo Rojo, de España, según se comunica en una nota que aparece en la página web de la Academia Dominicana de la Lengua. Se informa, además, que la obra formaba parte del ciclo novelístico de tema bíblico que, al inicio de la década de los 60 del siglo XX, cobró auge en las letras dominicanas con obras de esa vertiente narrativa escritas, además de Reyes, por Marcio Veloz Maggiolo y Carlos Esteban Deive. La luz se ha refugiado en el sendero aborda el tema de la dictadura de Trujillo, la figura del dictador y las adversidades sufridas por el pueblo durante ese régimen de horrores. La dimensión simbólica de los personajes se vincula a importantes referencias sociales, políticas y culturales de la época.

Las obras  publicadas  de Ramón Emilio Reyes  dan cuenta de  su talento literario, su conocimiento de la lengua y el manejo del arte literario en varios géneros. Reyes  fue,  ante todo, un hombre de bien y un académico  laborioso. Siempre con una mesura que lo aproximaba a la timidez.

 

TRES

La libertad es un atributo indispensable para los seres humanos, diríase que sin esta prerrogativa la vida resulta incompleta y engorrosa. “Somos responsables porque somos libres”,  ha escrito Jaime Balmes, filósofo y teólogo español del siglo XIX.

De lo dicho por el pensador ibérico se infiere que la responsabilidad implica la oportunidad  de escoger entre dos o más opciones antes de actuar y que probablemente la decisión adoptada conlleve alguna restricción, pues hay una correspondencia entre el albedrío y las restricciones.

La organización de la vida en sociedad demanda el establecimiento de normas, las cuales suelen ser poco gratas. Las reglas de tránsito, por ejemplo, sobre todo si contradicen nuestro interés inmediato, resultan desagradables y se tornan en tormentos para algunos espíritus que se definen  libertarios. ¿Acaso pueda alegarse que esas  regulaciones conllevan limitaciones a la libertad de circulación que corresponde a los ciudadanos?

Nada hay más parecido a las reglas de tránsito que las pautas gramaticales. ¿Quién disfruta conducir un automóvil  en una ciudad carente de señales, semáforos o agentes de tráfico?  Me parece que  en esto solo  encontrarán placer quienes gozan  andar  en el desarreglo.  Quizá no sea aventurado afirmar que quien se solaza en el desorden lleva la conciencia atropellada,  y es lícito  intuir que ha de ser  un sujeto patológico. Referiré un caso sencillo, que encierra libertad y restricción en el uso del idioma. A quienes se permiten ignorar alevemente la tilde que marca el acento de las palabras, o que dejan  esa labor a la computadora, puedo mostrarles decenas de tríadas de palabras cuya categoría gramatical depende de la sílaba en la que se haya colocado el acento ortográfico, acción que a su vez determina la forma en que habrá de pronunciarse el vocablo. De modo que podremos escribir:

 

  1. a) Médico b) Medico       c) Medicó
  2. a) Vómito b) Vomito       c) Vomitó
  3. a) Prólogo b) Prologo       c) Prologó
  4. a) Título             b)Titulo           c)  Tituló
  5. a) Diálogo b) Dialogo       c) Dialogó

 

Se aprecia con facilidad que en cada caso el  primer vocablo es un sustantivo  y  palabra esdrújula; el segundo  es forma  verbal, primera persona, presente del indicativo del verbo  cuya base representan (medicar, vomitar, prologar, titular, dialogar) y el  tercer grupo corresponde al pasado perfecto, tercera persona, singular, modo indicativo del verbo en cuestión. No hay libertad absoluta en la tildación de las palabras, el acento radica en la pronunciación y se marca para facilitar la lectura cuando se trata de la lengua escrita. La tilde, como los signos de puntuación, tiene por función  dotar a lo escrito del sabor y la naturalidad de la lengua hablada.  Otra cosa, ¿quién dijo que en la lengua española los signos de interrogación y de entonación al inicio de la oración han sido suprimidos? ¡Eso nunca! Se trata de elementos propios de nuestra lengua, parte  importante de su carácter, dignos de ser imitados por otros sistemas lingüísticos. La libertad de suprimirlos en que osan algunos es un vicio y como todo vicio favorece el desorden y el desconcierto.

A propósito del aspecto fónico procede señalar como una desvirtuación la libertad que se otorgan muchos dominicanos al cambiar el sonido de la J (jota) por el de la consonante Y (ye), lo cual se muestra como corriente en cascada en nombres de personas de unas décadas hacia acá. Digamos que la norma académica no puede arrogarse el derecho de interferir en la escogencia del nombre para una criatura, pues se trata de una indiscutible prerrogativa de los progenitores. Quien declara al recién nacido ante el oficial de estado civil podría nombrarlo conforme al patrón de su preferencia, incluida la amplia oferta de nombres iniciados con J tan usados últimamente: Joel, John, Jony, Josanny, Josiris, Janel, Josemy, Julissa, Jeremy, Jolesimy, Jazmín, Janet, Jansel, Jessica, Jeneisi, Jamiris, Jocasty, July, Jensi, Joheli, Joanna, Joahn.

La libertad de quienes escogen estos nombres o de quienes los lleven, termina cuando se pretende que quienes traten a estas personas, deben pronunciar tales  apelativos con el sonido de ye, siendo como es, la letra inicial una jota. Similar exceso es requerir que nombres que se escriben con G inicial como Geanilda, Georgina, Gisel, Gina o Gilda sean pronunciados Yanilda, Yoryina, Yisel, Yina.

El vicio llega más allá de los nombres propios y nos afecta en el uso de palabras  comunes como piyama y soya, que mientras las pronunciamos como ye las escribimos con  jota. Pijama o piyama son grafías válidas para denominar esta prenda de vestir, vocablo  que en algunos países  es masculino y que en otros, entre ellos República Dominicana, México y Centroamérica, es femenino. Cada hablante le colocará los determinantes según su preferencia. La restricción única está en el aspecto fónico: quienes la escriben con J deberían leer pijama. Pero es una incoherencia decir piyama y escribir pijama.

De verdad, los dominicanos somos concesivos y respetuosos  frente a las lenguas extranjeras de las que tomamos alguna palabra prestada. Justamente la consonante J es la víctima más propicia cuando se cuela cierto complejo de inferioridad lingüística que llevamos dentro. De Japón -algunos deberían pronunciar Yapón- nos ha llegado un sistema de defensa personal que con el proceso de transliteración vino a llamarse yudo, aunque por extrañas influencias aquí  escribimos el vocablo con J (judo, judoca, Fedojudo), pero leemos yudo, yudoca y Fedoyudo.

Para los responsables de esta tendencia verbal, el sonido de la J aparece si la palabra comienza con H. Un ejemplo bien visible se encuentra en Santiago de los Caballeros. Allí está el importante Hospital Metropolitano de Santiago, cuya sigla es HMS, al  que le han acomodado el acrónimo HOMS, mientras médicos como pacientes, periodistas como autoridades, y gente que da este centro como referencia para ubicar direcciones,  le llaman JOMS, para que parezca “de fuera”. Esa libertad es un vicio.

 

CUATRO

En los debates acerca del tema lingüístico afloran con la frecuencia y el fervor que caracterizan a las discusiones políticas, puntos de vistas tan diferenciados que permiten clasificar a los intervinientes en conservadores, revolucionarios y anarquistas. En lo relativo a la lengua, a los conservadores se les llama puristas. Estos se apegan al caudal lexicográfico del español y se oponen a dar cabida a neologismos y adaptaciones de vocablos procedentes de otras lenguas.

Alguien que reclama  ausencia de controles académicos en el uso de la lengua, que proclama necesaria la anulación de las normas ortográficas, que prescinde de los signos de puntuación o en vez de colocarlos los tira al desgaire, es un  individuo que encarna la anarquía o al menos alberga en sus genes  vocación  para actitudes viciadas.

La posición intermedia, como las acciones democráticas y progresistas en la política, propenden a aceptar la adaptación de neologismos, sobre todo si no tienen equivalentes en nuestra lengua (baipás, estrés, escáner), aceptan acepciones aplicadas en el  habla local a voces existentes en el español (cuero, prostituta; china, naranja; lechosa, papaya). Pero la máxima elevación de ese grupo – en el cual quisiera contarme- es la capacidad de ver y propiciar el enriquecimiento léxico mediante la derivación, la composición y la parasíntesis.

 

CINCO

A propósito de las intensas nevadas registradas  en los Estados Unidos de América a principios de  enero pasado,  leí  una nota de la agencia de noticias  Efe que informaba acerca del trabajo realizado por las  maquinarias dedicadas a recoger nieve: “Las   unidades quitanieves estarán en estado de alerta para desplegarse por Nueva York  cuando sea necesario” (Hoy, 4-1-18, Pág. 9B). Quitanieves, escrito en una sola palabra, nombra un artefacto para limpiar de nieve las vías.

Aquí no necesitamos  tal aparato, pero el vocablo  nos enseña a nombrar, si la inventáramos, una máquina  quitalodo, quitapiedras o quitahojas, voces  que por el momento nadie verá en el Diccionario las cuales, como quitanieves, corresponden a la estructura verbo más sustantivo, igual que   cubrecama, quitamanchas, sacacorchos, matarrata o  hiedevivo. Ese  es el recurso llamado composición. Con este proceso morfológico se forman palabras a partir de la unión de dos o más vocablos, de dos o más bases compositivas cultas o de la combinación de palabra y base compositiva. La norma académica no contradice la libertad de los hablantes para formar palabras, más bien  orienta esa potestad y  la encauza conforme al perfil de nuestro idioma. El léxico está sujeto a influencias extralingüísticas, como el origen mismo de la lengua española, que fue producto de acciones políticas del imperio romano en su afán de dominio. En tal sentido, el léxico recibe influencia del devenir político, económico, tecnológico, pero siempre aguijoneado por la necesidad comunicativa de los hablantes.

El origen de las palabras obedece en gran medida a circunstancias y realidades concretas. Por eso unas palabras aparecen y otras desaparecen. Por ejemplo, hace dos o tres décadas los dominicanos conocimos el vocablo bíper (del inglés beeper). La evolución tecnológica ha traído otros recursos para la localización de personas y el aparatito así denominado desapareció, pero ha dejado  como herencia el verbo bipear  (toque telefónico breve que significa llámame). Por igual se llama bíper a la acción de bipear.

No siempre los hablantes del español estarán pendientes de que los vocablos que emplean en su vida de relación hayan sido incorporados al Diccionario de la lengua española, de hecho el predominio de concepciones puristas ha retardado la inclusión de muchos términos de uso habitual, por lo que es de esperarse  que los académicos estén – o estemos- al tanto de cómo habla la gente para dar cabida a sus palabras en el repertorio oficial. Es la orientación que rige las academias de la lengua española.

Hay quienes se quejan  de la normativa, y por lo común el  lamento suele ser injustificado,  puesto que  la normativa guía, entre otros aspectos,  acerca de la escritura de las palabras creadas por los hablantes tomando en cuenta el origen de estas. El español dominicano, para citar un ejemplo, se ha enriquecido a partir de una marca de vehículo utilitario, aparecido en los años cuarenta del siglo XX, presumo que el primer todoterreno conocido aquí. Me refiero a Jeep, que se pronuncia yip, y por un acomodo fonético los dominicanos lo hemos llevado a yipe, voz de la cual han derivado yipecito, yipeta, yipetón, yipetudo, yipetocracia.

Es que toda realidad, acción, objeto o cualificación requiere de una palabra que la designe y si faltara ese vocablo en  nuestro idioma, hay que crearlo. Ahí radica la libertad del hablante. El condicionamiento viene dado en que primero ha de recurrirse al patrimonio  léxico del español para emplear la palabra correspondiente.

¿Quién les diría a los dominicanos que esa pieza metálica, mayormente de alambre, que han llevado las camas como soporte del colchón  había de llamarse batidor?  En el diccionario académico esta palabra aparece con diez acepciones y ninguna se refiere  a un entramado de alambres para soportar el colchón en algunas camas. La palabra batidor, como muchas otras de uso regional, convive con los vocablos del español general.

Estamos bordeando el tema de la derivación, pero falta precisar algunas nociones, a la luz de la doctrina lingüística. Cito al respecto la Nueva gramática de la lengua española: “El concepto de derivación se usa con dos sentidos en la lingüística  contemporánea. En el primero, más amplio, derivación se oponea flexión,  y   los fenómenos que abarca la morfología derivativa o morfología léxica se oponen a los que caracterizan a la flexiva, como se explica en el 1.5. En este sentido, el concepto de derivación engloba también el de composición y el de parasíntesis. En el segundo sentido, más  restrictivo, el concepto de derivación se refiere tan solo a los procedimientos de formación de palabras por medio de afijos (ya sean prefijos, sufijos o interfijos) simples”. (NGLE, pág. 337).

 

SEIS

El estudio de la estructura interna de las palabras corresponde a la rama de la gramática que se denomina morfología, la cual incluye las variantes que presentan las palabras, los segmentos que las componen y la forma en que se combinan. Este apunte es importante para  comprender que esta rama de estudios se divide en morfología flexiva y morfología léxica o derivativa.

La morfología flexiva se refiere a variaciones de la palabra que implican cambios de contenido de tipo gramatical (género, número, caso)  cuando  se  refiere a sustantivos y adjetivos;  modo, persona, tiempo, número, cuando se trata de verbos.  Con la morfología flexiva se obtienen variantes gramaticales de una palabra  que no tienen entradas en el diccionario. Del verbo dormir, por ejemplo, tendremos  entre otras variantes flexivas: duermo, dormimos, durmieron, durmiera, dormiré, durmiendo…mientras que  con la morfología léxica obtenemos realmente nuevas palabras: dormitorio, dormida, dormidera, dormidero, dormitiva, dormilón, dormido, durmiente.

Este ejemplo  ilustra de como a partir del verbo dormir hemos obtenido por derivación un grupo de  sustantivos (los primeros  cinco)  y uno de  adjetivos (los tres últimos).   A propósito de la derivación de sustantivos,  vale referir que la  palabra base para formar un nuevo sustantivo puede ser un verbo, un adjetivo u otro sustantivo. Entre los patrones más productivos, la Gramática académica cita  los siguientes:

Ejemplos con verbos: Comprar + a > compra, caminar + ata > caminata,  asesinar + ato > asesinato, hartar (se) + azgo> hartazgo, rendir + ción> rendición, llamar + da > llamada, matar + dero> matadero.

Un amplio grupo de verbos prestan sus bases para formar sustantivos con la terminación  – miento, la cual resulta tan productiva como – ción. La terminación  miento varía en -mento.  Ejemplo: Alumbramiento (de alumbrar), alzamiento (de alzar), casamiento (de casar), bastimento (de bastir, abastecer).

Ejemplos con nombres: Estoque + ada> estocada, profesor +ado> profesorado, andamio +aje > andamiaje, califa +ato > califato, pera +al > peral, pelo + ambre> pelambre,  vela + amen > velamen.

Ejemplos con adjetivos: Bobo + ada> bobada,  bueno + dad > bondad, manso + edumbre> mansedumbre, tonto + ería > tontería, viejo + ez> vejez.

La que antecede es solo una breve porción de  las terminaciones o sufijos que permiten formar sustantivos  deverbales, deadjetivales o   denominales que aparecen en la página 338 de la Gramática.  Hay terminaciones para indicar ocupaciones (panadero, soldador, modista, oculista)  tendencias y doctrinas (marxismo, platonismo, cristianismo),   actitudes y cualidades personales (atrevimiento, mecenazgo, finura, imbecilidad), lugares para determinadas cosas (caserío, basurero, comisaría, gasolinera).

El sufijo –ero/era comparte  con –dor/dora el privilegio de ser los más productivos en nombres de ocupaciones y oficios.  De acuerdo a estos patrones aplicamos a algunos extranjerismos adaptados las terminaciones que nos permiten crear nuevas palabras. Así tenemos:

  1. a) Blog (del inglés, sitio web personal) ofrece bloguero y bloguera (persona que crea o gestiona un blog).
  2. b) Tuit (también del inglés, mensaje digital enviado a través de la red Twiter) ofrece el adjetivo tuitero (que envía tuits)   y  el verbo tuitear (comunicarse por medio de tuits).
  3. c) De rap (estilo musical de origen africano), rapero (quien realiza este tipo de música). Pueden apreciar en bloguero, tuitero y rapero la terminación correspondiente a quien realiza determinada labor, igual que panadero, peluquero, jornalero, tabaquero.

Las derivaciones siguen a veces caminos caprichosos, aunque marcados por las pautas gramaticales. Es el caso del sustantivo pan, del cual deriva panadería (lugar donde se fabrica o se vende pan), panadero (quien lo hace y quien lo vende), panera (recipiente para poner pan), pero nunca llamamos panería -parece lógico que así fuera- al  sitio donde se procesa el pan ni  panero o panera a quien lo vende. Esta tendencia es propia del universo de los hablantes del español.

Pero una combinación de lo estándar con lo propio dominicano ocurre  con los derivados de la palabra cuero, a partir de la variación semántica que  adquiere esa palabra en el español dominicano, que es también una forma de crear palabras aunque gráficamente sea el mismo vocablo. Veamos:

cuero (piel de los animales)

cuerero (fabricante de objetos de cuero).

cuerazo (golpe con el cuero, igual a latigazo).

cuerear (preparar los cueros, procesarlos)

cuerería (no aparece en el Diccionario de la lengua española). Pero  deriva de cuero, en el habla dominicana. Es una libertad que nos hemos tomado los dominicanos para denominar un lugar donde se ejerce la prostitución. Los otros  usos –excepción de cuerería- los consigna el DEL, la libertad que nos hemos permitido los dominicanos es semántica, desde el punto morfológico todos los usos se ajustan al genio de la lengua.

La intención despectiva se vale de la terminación –ero para emplear palabras con esa intención: cuquero  en vez de obstetra,  loquero, en lugar de psiquiatra o guitarrero  por no decir guitarrista. Pero es diferente la  actitud sicológica de quien habla cuando emplea el vocablo ronero para referirse a un fabricante de ron. Una compañía dominicana que procesa esa bebida insiste en promover su tradición en el ramo. En la televisión, como en la prensa,  destaca : “Cinco generaciones de maestros roneros…”.

De una publicación periódica extraigo esta muestra:

-“Los maestros roneros de Brugal: Herencia familiar…”

-“Así lo expresan los cuatro maestros roneros o máster blender, que actualmente laboran en Brugal& Compañía. Ellos son…”

-Gustavo Eduardo Ortega Zeller, “El más joven de los maestros roneros de Brugal y el único de la quinta generación…”. (Listín Diario  21 de junio de 2009).

Con el vocablo ronero, se denomina al fabricante de ron, es decir se trata de un sustantivo, y  en los ejemplos citados este vocablo  viene antecedido del adjetivo maestro, palabra que empleamos más como sustantivo: maestros roneros.  Pero ronero es también adjetivo (relativo o propio del ron). Así deberá  ser incorporada, en algún momento, en el Diccionario académico.

Entonces pasamos a hablar directamente de los adjetivos formados por derivación. Son muchos los adjetivos con que cuenta nuestro acervo  lexicográfico que han derivado de sustantivos, de verbos o de otras categorías gramaticales, incluyendo los propios adjetivos, cuyo grado superlativo aporta nuevos vocablos terminados en –ísimo, ísima (grandísimo, bellísima, santísima…).

Los adjetivos procedentes  de nombres suelen  adoptar las siguientes terminaciones: -al  (de término , terminal; centro, central), -ano (de huerto, hortelano; de Higüey, higüeyano), -ar ( montículo, monticular; espectáculo, espectacular),  -ario (banco, bancario), -ico (de metal, metálico; vandalismo, vandálico), -ista (socialismo, socialista),  -ístico (museo, museístico), -ivo (de deporte, deportivo), -izo (paja, pajizo), -oso ( aceite, aceitoso; leche, lechoso).

También tenemos la oportunidad de formar adjetivos a partir de verbos y para ello el uso sugiere las  siguientes terminaciones: -ble (vender, vendible; masticar, masticable), -dero (casar, casadero; pasar, pasadero), -dizo (huir, huidizo;  enfermar, enfermizo), -dor (ensordecer, ensordecedor; atesar, atesador), nte (sorprender, sorprendente; cantar, cantante), -orio (definir, definitorio; consultar, consultorio).   (NGLE,pág. 506).

Los adjetivos denotan nociones como semejanza (lechoso, de ahí el nombre que hemos creado para la fruta llamada papaya), nociones de tendencia o propensión (asustadizo), intensificación del concepto, actitud muy  propia del habla dominicana (grandísimo, feísimo, inteligentísimo), pero también indican estos adjetivos nociones para llevar a cabo una acción (estimulante, agravante). La calificación implica en otros casos la capacidad de un objeto o persona para recibir una acción (lavable, temible, objetable) y por igual  incluye la noción de  posesión o existencia (fiebroso, afanoso, baboso).

Las locuciones nominales también dan lugar a derivados adjetivales: medioambiental  (de medio ambiente), bienhablado (bien hablado), malhablado (mal hablado), bienvenido (bien venido), malcriado (mal criado), malhechor (mal hechor) y      malhumorado (mal humor), malpechoso (de mal pecho).

La libertad de crear palabras surte sus efectos en los registros académicos. Quiero citar con satisfacción que la Gramática académica  acoge el adjetivo medalaganario, formado en República Dominicana a partir de la locución “me da la gana”.  Y como tenemos la libertad de crear  adverbios a partir de agregar el sufijo /mente/ a un adjetivo, ha adquirido carta de presentación el  adverbio  medalaganariamente.

A propósito de autores dominicanos, cuando el poeta Ramón Francisco  compuso los versos que rezan: “Atesador, atesador, ateso los batidores” no indagó si el vocablo “atesador” aparecía o no en el Diccionario,  pero sí estaban seguros, él y el arquetipo descrito en el poema, que  la terminación –dor sirve para denominar oficios. Ya nos hemos referido al vocablo batidor en la acepción que lo emplea el poema La patria montonera.

Los verbos son elementos indispensables en el idioma. Es la única categoría gramatical capaz de expresar una idea por sí sola: ¡Váyase!; ¡Entre! De modo que si de un concepto, de una situación, de una cualidad… se desprende una acción y carecemos de verbo para referirla, hemos de crearlo, no es solo la libertad, sino la necesidad.

Hay en nuestra lengua dos procedimientos morfológicos  para derivar verbos a partir de adjetivos, de adverbios, de sustantivos o de otros verbos. El primer procedimiento es la sufijación.  Veamos los siguientes ejemplos:

Con adjetivos: limpio + ar: limpiar; ancho + ar: anchar; escaso + ear: escasear, amarillo + ear: amarillear y también amarillar; cristiano + izar: cristianizar.

Con sustantivos: favor + ecer: favorecer; cristal + izar: cristalizar; momia + ificar: momificar; droga + ar: drogar; perro + ear: perrear.

Los  adverbios se prestan, en menor medida, para formar verbos: de  atrás + ar  deriva atrasar.

Algunos verbos se han formado por sufijación  de otros verbos: correr + etear ha dado corretear. El español dominicano ha generado el verbo brincolear, derivado de brinco que a su vez ha generado el verbo brincar.

Hay un segundo procedimiento para la formación de verbos, muy empleado en la lengua coloquial. Me refiero a la parasíntesis, que consiste en agregar un prefijo y un sufijo a la palabra base, es decir una partícula al inicio y otra al final del verbo de que se trate.

Con  la adición de afijos discontinuos,  del sustantivo perro podemos formar el verbo emperrar o emperrarse, el sustantivo emperramiento y el adjetivo emperrado. Estos vocablos en el  español dominicano  muestran  gran diferencia semántica  con el español estándar. De emperrarse  se lee en el Diccionario lo siguiente: 1. prnl. coloq. Obstinarse, empeñarse en algo.

Del adjetivo  tonto  adicionando  el prefijo /a/ y el sufijo /ar/  obtenemos atontar. Del adverbio lejos, con similar procedimiento ganamos el verbo  alejar. Del adjetivo sucio + en +ar: ensuciar.  De Jaula, con el prefijo /en/  y el sufijo /ar/  obtenemos enjaular.  Por igual del adjetivo raro  tenemos  enrarecer;  de  peor  empeorar.

Con este procedimiento los dominicanos hemos creado el verbo endrogar o endrogarse, empleado en lugar de drogar o drogarse, que son los de uso general.

Hablando de verbos  formados por sufijos y prefijos, es imposible no referirse a los formados por el más poderoso de los prefijos: re.  Este prefijo, en boca de líderes y gerentes,  es capaz de refundar, reestructurar, redefinir, reorientar, reencauzar o  rediseñar según que se trate de  negocios, gremios, universidades o el Estado mismo. La partícula se presta también para formar sustantivos y adjetivos vinculados semánticamente a estos y muchos otros verbos: refundación, reestructuración, reencauzamiento o reencauce,…rediseño. Lo mismo para adjetivos: refundado, reestructurado, reencauzado,…rediseñado.

Quiero enfatizar en el uso del prefijo –re delante de dos verbos en particular: postular y elegir. Los sustantivos reelección y repostulación guardan una íntima correspondencia en lo político, pues la primera depende en primer término de la segunda. En lo gramatical, los une la condición de dependientes del prefijo “re”, con el que se forman palabras que implican la repetición del sentido del vocablo original.

Del grupo formado a partir del verbo “postular”  (presentar candidato para un cargo) más la partícula “re”, de lo cual derivan  “respostular” (verbo), “repostulación (sustantivo) y “repostulado” (adjetivo).

La 23ª edición del Diccionario de la lengua española no incluye este grupo de palabras, pero la necesidad comunicacional, impuesta por la práctica política, ha llevado a un uso cotidiano de estos términos.  La realidad política indica que quien no es postulado no puede alcanzar la posición electiva. Al final del mandato, el  funcionario que aspira a seguir en un cargo electivo, deberá ser postulado de nuevo. En cada ocasión  en que   presente candidatura será postulado. Quizá por eso los académicos no le dan importancia a “repostular” y “repostulación”. Quien se postula de nuevo puede ser rechazado o reelegido. El grupo formado con “elegir” más  el prefijo “re”, sí ha  contado con la bendición académica. Veamos: Reelegir. 1.tr. Volver a elegir. (Se  conjuga como pedir. Tiene un  participio irregular: reelecto y  su participio regular es  reelegido).

Reelección, una palabra que tanta repercusión ha tenido en la vida  de muchos pueblos del mundo, que ha sido responsable de sangre, lágrimas y otros pesares, lingüísticamente queda reducida a una definición de cinco palabras: f. Acción y efecto de reelegir.

Dicen que la política se nutre de realidades. La lengua, por igual,  se desarrolla  a partir de realidades. Es una realidad que los dominicanos, gracias al prefijo “re” empleamos  el  verbo “repostular”, así  como “repostularse” (forma pronominal).

Es una realidad, en política, que quien  quiera ser electo (elegido) deberá ser postulado. Quien  aspire a repetir en el cargo  será también postulado, pero si fuera electo de nuevo sería “reelecto” o “reelegido”.  Parece que para llegar a  estos participios, “repostulado” constituye un puente.

No puede haber “reelección” sin  repetir la postulación. Un principio lingüístico importante se basa en la economía verbal. Repostular evita  la forma “postular de nuevo” o “repetir la postulación”. Mientras tanto, en la norma lingüística de los dominicanos seguirá apareciendo el grupo formado por el verbo “postular” más el prefijo “re”.

El esfuerzo por derivar verbo de otro verbo  no siempre proporciona buenos resultados. Por ejemplo, del verbo /ver/ ha derivado el sustantivo visión, no es necesario,  por tanto,  el verbo *visionar.  Por igual, de explotar obtuvimos explosión ¿para qué entonces el verbo *explosionar? El sustantivo apertura ha derivado etimológicamente de abrir,  pero no se aconseja el uso del verbo *aperturar, inventado en el ambiente bancario.  En igual situación andan *resolutar, frente a resolver, del cual deriva resolución.

A partir del verbo abollar, que con la partícula compositiva   /dura/ se forma   abolladura, se ha derivado  el verbo desabollar (des+ abollar) para quitar  las abolladuras, sobre todo a los automóviles. El técnico en esta materia es un desabollador, palabra  con la que el Diccionario académico denomina un “instrumento que emplean los hojalateros para quitar las abolladuras de las placas metálicas”. El sufijo –dor  es muy importante para denominar  ocupaciones y oficios (limpiador,  soldador…) Los vocablos  enyesador (derivado de yeso +en +dor;  empajillador, derivado de pajilla + em + dor no aparece tampoco en el Diccionario. Son producto de la parasíntesis.

Tampoco reconoce nuestra  principal publicación lexicográfica el vocablo /desabolladura/ ¿Cómo vivir entre tantos vehículos sin los talleres de desabolladura?

Un buen ejemplo de verbo obtenido por el método parasintético  es ensortijar, resultado de colocar al sustantivo sortija  la terminación  /ar/  y el prefijo /en/ = ensortijar.  De ahí el sustantivo ensortijamiento (formación de sortijas en el cabello) y el adjetivo ensortijado.

 

SIETE

Con lo dicho en torno a la derivación estamos llegando al final, pero no se termina de golpe y porrazo, pues no es grato eso. Porrazo es golpe con una porra, algo muy parecido a la macana, por lo que es fácil intuir que porrazo y macanazo son muy afines. Los dominicanos conocemos mucho de macanazos y de otras palabras terminadas en –azo.

Tenemos terminaciones en -azo, derivadas de coyunturas políticas y sociales: gacetazo, paquetazo, granadazo, madrugonazo, cacerolazo.  Otros vocablos se refieren a golpes, aunque no precisamente dados con el objeto que ha servido de base para formar la nueva palabra: cajetazo, coñazo, totazo, trancazo, tablazo, guantazo. Sin dudas que la derivación, con sus variantes,  es el procedimiento más idóneo para enriquecer nuestro idioma a partir de sus propias células, pero esto no niega la eficacia de vocablos que llegan por diferentes vías.

Las voces procedentes de otras lenguas en unos casos serán traducidas al español: computer, computador; mouse, ratón, desktop, escritorio.  En otros casos procede la adaptación morfológica (incluido el plural) y así adaptamos  voces procedentes de otras lenguas como:   clúster, clústeres; espray, espráis.  Por igual hemos acuñado los  neologismos (stress, estrés; bypass, baipás; scanner,  escáner; leader,  líder). De algunas de estas palabras se han derivado otras de  puro corte castellano: estrés, estresar, estresado; escáner, escanear, escaneado, escaneo; líder, lideresa, liderar, liderazgo, liderato.

Cuando se da  nueva acepción a vocablos ya existentes del español, estamos contribuyendo, al menos semánticamente, si no lexicográficamente,  al ensanchamiento de nuestra lengua. Es lo que ocurre en el habla dominicana con las voces cuero (prostituta), china (naranja), (bachata, nombre de un género musical) o mona (gallo de traquear). Nuestras creaciones de palabras no tienen que subordinarse al español peninsular ni considerarse  al menos. La diversidad no contradice la unidad del español, sobre todo si las comunidades de hablantes parten de lo que tenemos para enriquecerlo. Parece paradójico que la riqueza léxica del español, dada la cantidad de países donde es hablado y las variantes regionales en esas naciones, se torne en problema, mínimo quizá, que dificulta la comunicación en algunos casos. La libertad  léxica  -alegarán algunos-  podría afectar la unidad de nuestra lengua, ya que existen diferencias entre el español hablado en América y el de España,  e incluso hay matices muy resaltantes de uno a otro país hispanoparlante, tanto en  el aspecto fónico como en el léxico. De  todos modos el idioma español crece sin que la diversidad constituya obstáculo significativo. La unidad del idioma es uno de los compromisos de  las academias. “Este ideal de unidad ha inspirado la vocación panhispánica que preside las obras que se vienen publicando en los últimos años: la Ortografía de la lengua española (1999), el Diccionario panhispánico de dudas (2005), la Nueva gramática de la lengua española (2009), el Manual de la Nueva gramática y el Diccionario de americanismos, obras  todas ellas del trabajo mancomunado de la Real Academia Española y de la Asociación de Academias” (Ortografía de la lengua española, Presentación, pág. xxxvii).

A este respecto quiero recordar unas palabras de  Günter Haensch,    de su ponencia “La lexicografía del español de América en el umbral del siglo XXI”,  presentada  en el Encuentro Internacional sobre el Español de América, efectuado en Bogotá, Colombia, en 1991. Dice el  lingüista alemán: “En esta ponencia he querido demostrar que la lexicografía  del español de América necesita una doble renovación que consiste, por una parte, en reconocer la existencia de grandes diferencias del léxico  entre el español peninsular y el americano, y dentro del español de América, diferencias que no se pueden eliminar ni callándolas ni minimizándolas, ni tampoco ensalzando con actitudes triunfalistas un grado o  tipo de unidad que no existe. No se deben marginar los elementos léxicos propios del español de América, sino que hay que integrarlos en el inmenso caudal léxico del castellano; sin embargo, para poder integrarlos hay que conocerlos mediante una descripción exacta y completa”. (El español de América hacia el siglo XX, Tomo I, 1991,  Instituto Caro y Cuervo, Santafé de Bogotá,  p. 76).

La iniciativa de crear  palabras  es poco lo que  puede afectar la unidad de la lengua española, a pesar de las diferencias léxicas que  pueda suscitar, puesto que nuestra  lengua se sostiene sobre zapatas tan firmes como el ordenamiento gramatical y por la ortografía.

El  ideal del crecimiento de la lengua española sin menoscabo de su genio queda perfectamente expresado en este párrafo de los Estatutos de la Academia Dominicana de la Lengua,  referente  a sus fines: “Tiene por primordial objetivo la defensa y el cultivo del idioma español, común de los dominicanos.  Debe velar, por ello, porque su natural crecimiento no menoscabe su unidad y que sea conforme a su propia índole y su desarrollo histórico”.

En el uso de la lengua castellana las libertades son complementadas por las restricciones. Hay una sana correspondencia entre ellas, que  permite considerar que el hablante del español disfruta de libertad para crear y adaptar  términos, erosionar el orden gramatical, rebautizar los seres y las cosas o  dotar de un valor semántico particular a los vocablos existentes, siempre para satisfacer necesidades de comunicación, pero esa libertad es condicional.

Rafael Peralta Romero

Academia Dominicana de la Lengua

Santo Domingo, 13 de febrero de 2018

 

BIBLIOGRAFÍA

1- Nueva gramática de la lengua española, Real Academia Española y Asociación de Academias de la Lengua Española, Tomo I, Espasa Libros, Madrid, 2009.

2-Ortografía de la lengua española, Real Academia Española y Asociación de Academias de la Lengua Española, Espasa, Madrid, 2010

3-Diccionario de términos filológicos, Fernando Lázaro Carreter, Gredos, Madrid, 2008.

4– Diccionario de la lengua española, Real Academia Española y Asociación de Academias de la Lengua Española, 23ª  edición, Espasa, Madrid, 2014

5-Diccionario del español dominicano, Academia Dominicana de la Lengua  y Fundación Guzmán Ariza, Santo Domingo, 2013

6- Günter Haensch y otros,  El español de América hacia el siglo XX, Tomo I, 1991,  Instituto Caro y Cuervo, Santafé de Bogotá, ).

 

La Academia y el estudio de la lengua

Por Rafael Peralta Romero

   La Academia Dominicana de la Lengua no es un centro de enseñanza donde acuden unos alumnos provistos de cuadernos y lápices a tomar clases, en este caso, digamos, de gramática. Como la Real Academia Española y las demás corporaciones que funcionan en cada país de Hispanoamérica, Filipinas y Estados Unidos de América, la nuestra ejerce  más bien un apostolado de  la palabra.

La enseñanza en el aula conduce al educando -niño o adolescente- al descubrimiento de esa herramienta tan esencial para los seres humanos que es la lengua. La Academia, en cambio, ejerce un influjo que abarca al alumno, al maestro, a los padres y a los que ya dieron por terminado su ciclo de estudios formales. Ese magisterio se coloca muy encima de los parámetros del sistema educativo, porque pone a los individuos a descubrir en la lengua un manantial de recursos que proporcionan deleite espiritual y a la vez los encauza por la vía de ampliar su capacidad de entendimiento, además de descubrir la grandeza, y también privilegio, que representa un manejo adecuado de la lengua.

Para la ADL, respaldar el conocimiento de nuestra lengua constituye una responsabilidad. Responsabilidad asumida en libertad, como lo plantea el filósofo Fernando Savater: “Responsabilidad es saber que cada uno de mis actos me va construyendo, me va definiendo, me va inventando” (Ética para Amador, p. 82). La Academia cumple esta función por medio de coloquios, talleres, tertulias, conferencias y análisis de obras literarias o de contenido formativo en torno a la lengua y la literatura.

Todo apostolado implica hacer campaña en pro de una causa o doctrina. En sus salones, como fuera de ellos, y al  mismo tiempo por su página de consulta en la web, nuestra Academia esparce la normativa que le da consistencia al idioma español y las recomendaciones prácticas para su buen uso. El punto clave es sembrar entre los dominicanos la provechosa simiente de la  conciencia de la lengua, partiendo de la premisa de que la persona se posee a sí misma en la medida que posee su lengua. Así lo entiende la ADL cuando promueve  -y lo hace con buena frecuencia- actos destinados  a insertar en los dominicanos el interés por un mejor empleo del español. La intención predominante en  estos encuentros es la valoración y el aprecio por la lengua española y el compromiso que frente a la misma han de asumir los hablantes y los profesionales que se valen de ella como principal herramienta de trabajo. Es cuestión de ética mayormente para escritores, periodistas y educadores el conocer, e incluso enseñar,  las normas gramaticales.

Hay algo más trascendente. Nadie dude que el cultivo de la lengua y la literatura faciliten desarrollar la energía interior de la conciencia. La idea de conciencia implica conocimiento, saber, reflexión. En su libro La conciencia del lenguaje, Bruno Rosario Candelier, lo explica de esta manera: “Darse cuenta de lo que las cosas significan, de lo que hace el pensamiento y del proceso que realiza quien piensa y crea, es el rol de la  conciencia cuyo ejercicio conlleva el concurso de la intuición, la memoria, la imaginación, la tradición y el  lenguaje” (La conciencia del lenguaje, p. 118).

La Academia quiere, con sus actos, que los ciudadanos, particularmente quienes  buscan el conocimiento, entiendan que el  lenguaje es, y tiene que ser, un asunto substancial, de primera importancia, para todo estudio, dado que es el vehículo indispensable para la expresión del pensamiento y un ente determinante para que los seres humanos aprehendan el mundo exterior y expresen su mundo interior. La conciencia de la lengua implica el desarrollo de una actitud reflexiva en torno de esta facultad humana que nos diferencia de los otros seres vivos. La adquisición de la lengua es un proceso social, que se torna tan  natural que antes de los seis años un ser humano ha logrado un cúmulo de palabras que le permite expresar sus necesidades, sobre todo las biológicas. Pero el ser humano tiene necesidades de carácter espiritual,  cuya satisfacción  es clave para su vida de relación: vivir con los demás, enunciar pensamientos, divulgar sentimientos, manifestar sus preocupaciones  y expresarse artísticamente. Es aquí donde hemos de caer en la cuenta de la importancia de cobrar conciencia de lo que es el idioma, porque más allá de la utilidad  en la expresión de necesidades (pedir agua o comida, por ejemplo), tenemos que la lengua es el instrumento básico para revelar nuestro mundo interior y nuestras aptitudes.

La Academia no solo estudia la lengua en forma abstracta, sino que también se ocupa de los textos literarios, los cuales emplea para ilustrar, sobre todo en el área lexicográfica, los contenidos de las publicaciones académicas. La dominicana y las academias de los otros países forman con la de España, la Asociación de Academias de la Lengua Española, que es la autoridad que vela por el perfeccionamiento del español y que se expresa a través de las  publicaciones  institucionales: Diccionario de la lengua española, Gramática, Ortografía, Diccionario panhispánico de dudas.

La conciencia de la lengua nos sitúa en un compromiso con ésta, lo cual conlleva una demostración de amor hacia nuestro sistema de comunicación, y un justo respeto que nos hace reflexionar sobre la normativa ortográfica o nos despierta preocupación sobre otros aspectos, digamos aspectos léxicos, como la propiedad, o aspectos sintácticos, como la concordancia. Para el logro de esos objetivos trabaja la Academia Dominicana de la Lengua. En eso radica su apostolado.

©2017, Rafael Peralta Romero.