Ortoescritura

Por Rafael Peralta Romero

ACERCA DEL DICCIONARIO DE  REFRANES

El pasado martes fue presentado el Diccionario de refranes, cuyo subtítulo es “Paremias del español dominicano”, autoría del doctor Bruno Rosario Candelier, director de la Academia Dominicana de la Lengua, en cuya se efectuó el acto.

Me ha resultado curioso comprobar que esta palabra no tiene definición en el Diccionario, sino que allí se dicen los sinónimos refrán, adagio, sentencia y proverbio.

A este nuevo libro le ha precedido el Diccionario fraseológico, también del académico Rosario Candelier, presentado en abril de 2016, cuyo contenido se centra en frases, locuciones, giros…Pero no es este el segundo tomo del anterior, sino una obra independiente de la otra, editorial y físicamente, aunque guardan entre sí una estrecha correspondencia y relación temática.

Del Diccionario de refranes, me permito afirmar lo que en aquella ocasión consideré del otro: “La convicción más firme que sustento sobre el Diccionario fraseológico es que éste puede servir como espejo para que los dominicanos apreciemos un filón fundamental de nuestra identidad, pues ya se ha dicho que somos lo que hablamos.

De igual modo, para las personas procedentes de otras latitudes que quieran asomar a nuestra conciencia para identificar palpitaciones espirituales y conocernos como conglomerado humano, esta es una obra imprescindible”.

Cada unidad léxica tratada en éste, como en el otro diccionario, tiene un sentido particular, aunque tipificarlas sea preocupación solo del estudioso, filólogo o lexicólogo, que las compila y valora para elaborar estudios como el que hoy presentamos, es innegable que en la voz de los hablantes los referidos pensamientos adquieren su verdadera dimensión por la utilidad que ofrecen para la comunicación.

A propósito del Diccionario de refranes, se me ocurre que quizá sea este el momento oportuno para externar una reflexión que he llevado por mucho tiempo incrustada, en la conciencia tal vez.
Me refiero a la incisión que causa el recuerdo –ojalá sea un recuerdo- de cómo los padres, incluso maestros, del pasado no muy remoto corregían a niños y jóvenes por el uso de refranes, o mejor dicho de lo que ellos llamaban refranes.

Tal práctica era motivo para ofrecer pescozones, y en algunos casos la promesa llegaba a materializarse, acompañada de una advertencia como esta: “Te he dicho que no me uses refranes”. Lo bueno o malo, en esa calificación no estoy seguro, era que a lo que llamaban refrán, no era tal, sino esos dichos pasajeros, por demás vacíos de contenido, que toman vigencia por un tiempo y que suelen repetir algunos con aire de necedad.

Nuestros padres criticaban el uso de dichos soeces y algunas otras, si bien menos groseras, mucho más repetidas. Es el tipo de expresión como las siguientes: “Qué pasa, Papo”, “Ah no, yo no sé no”, o el superusado “¿Y es fácil?”.
Durante buen tiempo he creído que este tipo de juegos verbales se denomina “modismo”, pero el DLE me ha disminuido ese convencimiento,
ya que define ese sustantivo de este modo: “Expresión fija, privativa de una lengua, cuyo significado no se deduce de las palabras que la forman; p. ej., a troche y moche”.

Nuestro principal código lexicográfico agrega una segunda acepción en la que aparece el vocablo idiotismo definido como “giro o expresión que no se ajustan a las reglas gramaticales; p. ej., a ojos vista”.

He querido encontrarle nombre al ejemplo de expresión a la que el vulgo confunde con refrán. Para ese fin me quedaré con el sustantivo modismo. Ojalá no resulte exagerado hablar de la reivindicación del refrán, frente a esa tendencia del vulgo a confundirlo con frases tontas como “¿Y es fácil?”.

Periódico El Nacional, 2 junio, 2018

 

QUITASUEÑO Y MATAPALACIO, URGE RECTIFICAR

La composición es un valioso recurso morfológico mediante el cual se forman palabras a partir de la unión de dos o más vocablos, de dos o más bases compositivas cultas o de la combinación de palabra y base compositiva. La norma académica no contradice la libertad de los hablantes para formar palabras, más bien orienta esa potestad y la encauza conforme al perfil de nuestro idioma.

Todas las categorías gramaticales intervienen para, mediante la unión de dos palabras, formar una nueva. Me limitaré, en esta entrega, a recordar los vocablos surgidos de la unión de un verbo más un sustantivo: cubre + cama da cubrecama; saca + corcho da sacacorcho; de mata + rata obtenemos matarrata y de quita más mancha tenemos quitamanchas.

Corresponden a la misma estructura (verbo más sustantivo) quitanieves, (artefacto para limpiar de nieve las vías), lavacarros, limpiasacos, tocadiscos, pararrayos, abrelatas, guardacostas, portaaviones, comecocos, beberromo, portafolios, matapolicía, alzapiés, pisapelo, cubrefaltas, tumbapolvo, o cualquier vocablo que fuera necesario formar a partir de la unión de una forma verbal (tercera persona singular, modo indicativo) la cual expresa una acción y un sustantivo.
Una máquina habrá de llamarse quitalodo, quitapiedras o quitahojas, según que recoja alguno de estos elementos.

 

QUITASUEÑO (UNA SOLA PALABRA)

Se emplea para referir aquello que causa preocupación o desvelo. Pero también puede ser un producto farmacéutico que impide el sueño.

No sé si es no adecuado que un pueblo lleve por nombre Quitasueño, pero por de pronto hay dos localidades, en República Dominicana, que llevan este nombre. Ambas tienen la categoría de distrito municipal y las dos arrastran una erosión a la gramática, porque el nombre aparece escrito en dos palabras: Quita Sueño.

La repetición del nombre no es tema para columna, pero informo que el distrito municipal Quita Sueño o Quitasueño, correspondiente a Cotuí, fue elevado a esa condición mediante la Ley No. 218-05: “La sección Quita Sueño del municipio de Cotuí, provincia Sánchez Ramírez, queda elevada a la categoría de Distrito Municipal, con el nombre de Distrito Municipal Quita Sueño, cuya cabecera será el centro urbano Quita Sueño”. (Ortografía es del legislador).

Adscrito a Haina, provincia San Cristóbal, está el otro Quita Sueño o Quitasueño, llevado a distrito municipal mediante la ley No. 08-15 del 13 de enero de 2015: “El Distrito Municipal de Quita Sueño, estará integrado por las siguientes secciones Piedra Blanca Norte y la Cerca con sus respectivos parajes”. Diez años después del otro.
Lo que sí interesa a esta columna es que las autoridades de esos pueblos sepan que han de escribir sus nombres en una sola palabra, como limpiabotas, quitapesares, guardalodo, limpiacristales o pasamano.

Matapalacio
Un distrito municipal de Hato Mayor lleva este nombre, o mejor uno parecido: Mata Palacio. En la lógica gramatical, no se entiende para nada, pues ¿cómo es eso de matar palacios?
Es una localidad muy antigua. Se cuenta que allí tuvo lugar, durante la Guerra Restauradora, la batalla de Mata Palacio, dirigida por los generales Pedro Guillermo y Víctor de los Reyes, donde actuaron también Genaro Díaz y Santiago Silvestre, y las tropas españolas sufrieron pérdidas considerables. Hablamos de mayo de 1864.
Con el verbo matar más un sustantivo se han formado diversos vocablos: matarratas (matar + rata); matabuey (matar + buey); mataburros (matar + burro); matasellos (matar + sellos); matasanos (matar + sano); matasiete (matar + siete). Matahambre (matar + hambre); mataperro (mata + perro), matadeseo (matar + deseo).
Las autoridades de Mata Palacio, como las de los dos Quita Sueño, están a tiempo para rectificar los nombres de sus pueblos para que sean escritos como corresponde, conforme a las normas de nuestra lengua: Matapalacio y Quitasueño. Y saldrán ganando.

10 de junio, 2018

 

QUITACORAZA Y LA CARTA DEL PROFESOR REGINO

El pasado domingo, esta columna se refirió a la conveniencia de que a los distritos municipales Mata Palacio (Hato Mayor), Quita Sueño (Sánchez Ramírez) y Quita Sueño (San Cristóbal) les sean rectificados sus nombres para ajustarlos a la norma gramatical.

Gramaticalmente correcto sería: Matapalacio y Quitasueño. Una palabra, en cada caso.

El profesor universitario Francisco Bernardo Regino, con la gentileza y el buen juicio que lo caracterizan, ha enviado una carta que reproduzco a continuación:
Apreciado don Rafael:

¡Qué bueno que los “matadiarios” dejaron escapar a El Nacional para que apareciera los domingos y con él sus enjundiosos artículos! Su “Orto-escritura” de hoy es un “mataignorantes” y un “creasabios” de manera divertida, sencilla e inteligente, propio de un buen educador.

Hoy me recreo haciendo uso de “la libertad de los hablantes para formar palabras”, y también “me limitaré a … vocablos surgidos de la unión de un verbo más un sustantivo”. Ahí voy con el ejercicio, todo figurado, sin conexión con nuestra realidad.

  1. Una pena que no aparezcan “tumbagobiernos” como en décadas pasadas, que nos sacudan de los que nos desgobiernan.
  2. Los “robaerarios” tienen fortunas injustificables con los ingresos oficiales recibidos.
  3. Los “comecheques” de antes pasaron a ser plutócratas saltando la etapa capitalista.
  4. Ahora nos gobiernan los “matasueños” que nos encantaron con discursos solidarios.
  5. Los “quitapaces” (¿acaso quitapaz, profesor?) que ordenan el desorden nacional, duermen el sueño de la impunidad.
  6. El nuevo “mataburros” dominicano es el Diccionario de refranes de Bruno Rosario Candelier.
  7. Hacen falta algunos “quitacorazas” para revelar los cuerpos del delito.

Gracias por sus lecciones que quitan el sueño sin matar los sueños, quitan las corazas de la ignorancia y crean conciencia del buen uso del lenguaje.
Su lector,

Quitacoraza

La carta del profesor Regino trae a la mente a Quitacoraza. Resulta que desde 2003 hay otro distrito municipal cuyo nombre está constituido por una forma verbal más un sustantivo, pero que no se ha procedido con la unión de ambos elementos para componer una nueva palabra. Me refiero a Quita Coraza, perteneciente al municipio Vicente Noble, en la provincia Barahona.

Veamos en el Diccionario de la lengua española el significado de la voz coraza:

  1. f. Armadura de hierro o acero, compuesta de peto y espaldar. 2. f. Protección, defensa. 3. f. Mar. blindaje (? plancha para blindar). 4. f. Zool. Cubierta dura que protege el cuerpo de los reptiles quelonios, con aberturas para la cabeza, las patas y la cola. 5. f. desus. Parte de la montura que cubría el fuste o armazón de la silla. 6. f. desus. caballo coraza.

La persona o cosa que haga la función de quitar la coraza a otro ser (persona, animal…) se torna en un o una quitacoraza. Los vicentenobleros cuentan que esa localidad, que data de 1895, inicialmente se llamó Palo Copao y tienen varias versiones con respecto al nombre actual de este pueblo agrícola, a la orilla del Yaque del Sur.

La explicación más difundida es aquella según la cual iba un sacerdote a oficiar misa por estos lugares y para hacerlo tenía que cruzar un arroyo, entonces abundante de agua, y al momento de pasar, el afluente creció inesperadamente y la corriente se llevó todas las pertenencias que el religioso llevaba a lomo de su caballo, incluida una coraza. Cuando el sacerdote pronunció la homilía comentó el hecho y dijo: “Este lugar en vez de Palo Copao, debería llamarse Quitacoraza”.

Creo –así terminé el artículo anterior- que las autoridades de Quita Coraza, están a tiempo para rectificar el nombre de su pueblo para que sea escrito como corresponde, conforme a las normas de nuestra lengua: Quitacoraza. Eso pudiera ser urgente.

16 junio, 2018

0 comentarios

Dejar un comentario

¿Quieres unirte a la conversación?
Siéntete libre de contribuir

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *