Solo, este, ese y aquel… sin tilde

De niño, en los años cincuenta, mis profesoras de castellano –así, y no español,  se denominaba la materia en esa época– dedicaban por lo menos una lección todos los años a enseñarnos o a repasar los acentos diacríticos, que son aquellos en que se utiliza la tilde para  distinguir significados en pares de palabras, tales como sí-si, sé-se, mí-mi, sólo-solo, éste-este, ése-ese, aquél-aquel. Respecto de los últimos cuatro pares citados, cada año nos remachaban las reglas siguientes:

De alcalde, amén, de marras, no hay tutía, maricón, merengue y de la carabina de Ambrosio

Nuestro Idioma cumple este mes dos años de existencia y, para celebrarlo, he considerado más apropiado divertir a los lectores explorando el origen de las palabras en el título que continuar con las acostumbradas  filípicas en contra de los barbarismos que tanto abundan en nuestro medio.

La coma

La humilde coma es el signo de puntuación más frecuente y más difícil de usar en nuestro idioma. Denota la pausa más corta dentro de la expresión escrita, más breve que el punto y coma, que el punto y que los dos puntos. Sus reglas de uso, caóticas por largo tiempo, comenzaron a metodizarse  a partir de la publicación en 1742 de la Orthographía de la Real Academia. Las normas vigentes datan, en su mayor parte,  de mediados del siglo XIX.

La "apliquiosis": una plaga lingüística

Más influencia tiene en el habla de la gente cualquier comunicador o creativo iletrado que todos los académicos de la lengua juntosEn el Egipto bíblico hubo diez plagas, en la República Dominicana hay más. Las hay de muchísimas clases, órdenes, familias, géneros y especies: políticas, religiosas, sociales, económicas y hasta lingüísticas. Naturalmente en esta columna sólo nos interesan las plagas que empobrecen o amenazan a nuestro idioma, que por desgracia son tantas que los dedos de las manos –y los de los pies– no alcanzan para contarlas. Una de ellas es la “apliquiosis” o el empleo incorrecto y depredador del verbo “aplicar”y sus derivados.

Falsos amigos

En lingüística se le llama familiarmente “falso amigo” al vocablo extranjero que se asemeja a una palabra del idioma del hablante, pero que tiene un significado distinto. Así, por ejemplo, son falsos amigos el vocablo inglés “complimentary” y  la palabra española  “complementario”,  puesto que “complimentary”, traducido al español,  significa “gratuito” o “de cortesía”, mientras que “complementario” en buen castellano  nada tiene que ver con la liberalidad de un acto o conducta, sino que se refiere a la calidad de una cosa para completar o perfeccionar algo. Por eso, los recepcionistas de hoteles dominicanos que he oído utilizar en español la palabra “complementario” como sinónimo de “gratuito” o “de cortesía” cometen una incorrección léxica.

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¿Es el español un idioma machista? (3 de 3)

Para las Chicas: Vivian, Rosario, Tuchi, Frieda y Nonora.En el artículo anterior, explicamos cómo los sustantivos genéricos o colectivos pueden utilizarse  para evitar del uso el genérico masculino, sin producir el recargamiento y la redundancia del desdoblamiento o del uso de la barra, el paréntesis o el símbolo de la arroba. En este último artículo de la serie, describimos otros procedimientos que sirven también para este propósito.

¿Es el español un idioma machista? (2 de 3)

Para las Chicas: Vivian, Rosario, Tuchi, Frieda y Nonora.En nuestro artículo anterior, describimos como ciertos aspectos del idioma español –el masculino genérico, el salto semántico, los duales aparentes y muchos refranes y adagios– revelan su carácter machista o sexista.  En la presente entrega, entramos en la discusión de las diversas propuestas o técnicas de redacción presentadas a partir de los años 80 con el propósito de combatir ese mal, evitando que las mujeres, que constituyen más de la mitad de la población hispanohablante, sigan ocultas tras el genérico masculino como seres inferiores y dependientes. La lengua determina como piensa una sociedad.  Mientras la lengua cotidiana continúe despreciando o haciendo invisibles a las mujeres, jamás lograremos ni acercarnos al ideal de la igualdad de los sexos que la Asamblea Revisora de la Constitución acaba de consagrar en la reforma constitucional en curso.

¿Es el español un idioma machista? (1 de 3)

Para las Chicas: Vivian, Rosario, Tuchi, Frieda y Nonora.Cuenta la profesora española Teresa Meana Suárez1 como alrededor del año 1973,  estando en una asamblea universitaria colmada de estudiantes de ambos sexos y muy alborotada, un hombre gritó: “¿Esto es una asamblea o qué cojones es?”, a lo que otro respondió: “¡Cuidado con las palabras, que hay señoritas presentes!” Calmados los ánimos por esta amonestación y luego de un largo rato de intervenciones diversas, se levantó una joven y se dirigió a la concurrencia con estas palabras: “Yo sólo quiero decir una cosa: ¡Cojones!”

Los prefijos

Los prefijos son partículas o palabras,  generalmente de origen griego o latino1 ,  que se agregan al inicio de otras palabras para formar palabras nuevas. Así, por ejemplo, cuando le añadimos la partícula “co” a la palabra “propietario”, formamos una nueva palabra: “copropietario”; cuando juntamos “super” con “visión”,  se produce el vocablo “supervisión”; cuando unimos “a” con “moral”, armamos el nuevo término “amoral”; y de manera muy apropiada, cuando acercamos “pre” a “fijo”, componemos la palabra “prefijo”. Las palabras creadas con prefijos, llamadas “palabras prefijadas”, suelen tener, como en los cuatro casos señalados, un significado distinto al de la palabra original o “raíz”.

En contra de versus

Para el hablante culto dominicano de hoy en día, el latinismo espurio  “versus”y sus abreviaturas “vs.”,  “v.” y “Vs.” son sinónimos de  “contra”. Hace unos veinte años solíamos tropezarnos con “vs.” sólo en las páginas deportivas (“Águilas vs. Licey”, “Mano de Piedra Durán vs. Sugar Ray Leonard”); en la actualidad, la abreviatura ya ha conquistado al editorialista, a las plumas excelsas de los articulistas de los periódicos nacionales y de las revistas profesionales, y hasta a nuestra Suprema Corte de Justicia, cuyos Boletines Judiciales vienen encabezados de un sumario o índice general en donde todos los pleitos se abrevian de esta manera: “Fulano de Tal Vs. Mengano de Tal.” La preposición castiza “contra” y su sencillísima abreviatura “c.” son ya, a los ojos de nuestra “intelligentsia”, vocablos archivulgares e indignos de ser utilizados en público; “versus”, en contra, es muestra instantánea tanto de erudición como de clase.