Herencia léxica taína en el español dominicano

Por María José Rincón

Miembro de número de la ADL

 Presentador: Gracias por responder a esta invitación que hemos hecho a esta visita temática o diálogo en la sala sobre un tema que es sumamente importante para nosotros, por los aportes de la cultura taína al castellano actual, a ese que hablamos todos los días. A sugerencia de la facilitadora que voy a presentar a continuación, llamamos a esta actividad “Tesoros de la lengua taína”, es decir, los aportes que enriquecen el castellano que hablamos hoy en día. Para eso convocamos a María José Rincón, esta joven que está aquí a mi lado, que es una sevillana, una andaluza que se licenció de filología hispánica en la Universidad de Sevilla con especialidad en español de América. Obtuvo una maestría en elaboración de diccionarios y control de calidad del léxico español y realiza actualmente un doctorado de filología. María José Rincón reside en República Dominicana desde el año 1992. Es miembro de número de la Academia Dominicana de la Lengua y miembro correspondiente de la Real Academia Española. Coordinó el equipo lexicográfico de la segunda edición del Diccionario didáctico avanzado, de la editorial SM en Madrid; coordinó tareas lexicográficas de la Academia Dominicana de la Lengua y ha colaborado en la revisión de materiales lexicográficos del Diccionario de americanismos y en la nueva edición del Diccionario de la lengua española. María José ha dedicado buena parte de su vida productiva a desarrollar y a aportar conocimientos con relación a nuestra lengua, y ustedes saben que la lengua es un componente importante en la identidad cultural y nacional de un pueblo. Así que para hablar de los tesoros de la lengua taína, los dejo con María José Rincón.

   María José Rincón: Muchas gracias. Creo que ha quedado demostrado con las palabras de Luis Felipe, que una de mis grandes pasiones son los diccionarios. A eso he llegado a través de muchos años, más de lo que ustedes se imaginan, de intensa labor con las palabras, que han sido desde siempre una de mis grandes vocaciones. Antes de empezar quiero decir que es siempre un honor estar en el Centro León y es siempre un placer venir a Santiago. Soy miembro de la Academia Dominicana de la Lengua, con nosotros hay otro académico, cibaeño, que nos acompaña, don Fabio Guzmán Ariza, quien ha trabajado conmigo en esa labor de traer los diccionarios, sobre todo la niña de nuestros ojos que es el Diccionario del español dominicano. Y aquí estamos de nuevo para hablar de eso que yo propuse que se llamara “Tesoros de la lengua taína”.

Para empezar a acercarnos a esos tesoros me gustaría que nos propongamos una metáfora. Hemos visto piezas arqueológicas bellísimas que nos acompañan hoy aquí y quiero usar una de esas piezas como metáfora. Imaginemos una de esas piezas que llevan siglos en la cocina de nuestra casa, que se hizo hace cientos de miles de años, alguien la diseñó para usarla, para que contuviera algo y esa pieza se sigue manteniendo en la cocina y millones de personas después de esa primera que ideó esa pieza la siguen usando durante cientos de años. A veces se aburre de ella y la deja apartada, ya no le sirve y una generación posterior, a veces a miles de kilómetros de distancia de esa cocina, recupera esa vasija y la vuelve a usar para otra cosa. Todas esas manos por las que va pasando la vasija le van dejando una pátina extraordinaria que a veces hace que no la podamos reconocer. Ya no se parecía a aquella primera vasija que ideó alguien, pero cuando la lavamos y le quitamos esa pátina que le dejan el uso y los años, nos damos cuenta de que sigue siendo la misma.

Pues bien, la magia de esa vasija es la magia de las palabras. Esas palabras que hace cientos de años alguien moldeó, no sabemos quién, para nombrar una realidad, van cambiando con el uso de cientos de millones de personas a lo largo de miles de kilómetros para que luego sigan sirviéndonos a nosotros para mencionar la misma realidad si se mantiene u otras realidades nuevas. Esa es la gran magia de las palabras y por eso, las palabras taínas que conservamos en la lengua española, que es la única manera que podemos acercarnos a la lengua taína, son tesoros para nuestra lengua, porque se siguen manteniendo a través de los siglos y nos siguen siendo útiles, no solo a nosotros que vivimos cerca de donde nacieron, sino a más de quinientos millones de personas en más de 21 países a lo largo de todo un Continente y en países de otros Continentes. Todas esas palabras que nacieron aquí perviven entre nosotros, y a través de la lengua de los hablantes españoles se han extendido a la lengua española general y también a otras lenguas del mundo. Una vez que nos hemos centrado en esa metáfora aprendemos a valorar el tesoro que ha acumulado la palabra.

Les voy a hacer un recorrido breve de cómo las palabras se registraron en español y cómo conocemos que esas palabras proceden de la lengua taína; no todas, porque la riqueza lingüística del Caribe es inimaginable y muchas veces incomparable con otras realidades a lo largo del mundo. La realidad lingüística prehispánica en América es algo inimaginable y muchas veces no comparable con otros temas a lo largo del mundo. En América, los estudiosos calculan más de 170 familias de lengua. Imagínense que las lenguas romances, de las que provienen del latín, es una sola familia y se extiende a lo largo de toda Europa y parte de América. De esas 170 familias se derivaron dialectos y subdialectos, la mayoría de ellos ininteligibles entre sí, es decir, la riqueza era extraordinaria, muchas de ellas sobreviven como lenguas, incluso oficiales en su país, y muchas de ellas se han perdido o están en proceso de extinción. Las grandes familias de lenguas que influyeron en la lengua española son: arahuaco, caribe, náhuatl, maya, quechua, aimara, chicha, araucano y tupic guaraní. Estas grandes nueve familias lingüísticas fueron las que dejaron huellas en la lengua. Evidentemente la arahuaco y la caribe fueron las de primer contacto, y, por tanto, las que mayor huella han dejado. Ahí tienen las lenguas que se hablaban en el entorno de las Antillas.

¿Por qué muchas veces no sabemos decir por qué una palabra es arahuaca, taína, caribe, y a veces los lingüistas solo la denominamos como una palabra antillana? Porque las lenguas que se hablaban en las Antillas tenían un tronco en común que era el tronco arahuaco, y ese caribe y ese taíno que convivían en La Española tenían un tronco original común. La intercomunicación entre estas lenguas hace que no se sepa a través de los textos si la palabra es taína, arahuaca o caribe. Por eso, cuando vayan a buscar la palabra en su etimología se dirá que es de origen antillano porque los orígenes lingüísticos no están claros. Por tanto, esa expresión que leemos muchas veces en las crónicas de Indias, la lengua de los indios se puede poner como interrogación porque realmente la lengua de los indios como única lengua no existe, no es una realidad, ya que existían varias lenguas.

Para un extranjero que llega y se enfrenta a ellas parece una misma lengua, poco a poco con el contacto y la convivencia se van dando cuenta de que algunas de esas expresiones lingüísticas son ininteligibles entre sí, y eso fue lo que pasó en gran parte del Caribe. La primera familia que encontramos, la arahuaca, se extendía en todas las Antillas y en parte del Continente americano. Los préstamos arahuacos son de los más numerosos del español. Ha pasado al español de América, al español general e incluso a otras lenguas que no son el español, prestada a través de la lengua española.

La otra gran familia es la taina, que es de procedencia arahuaca. Es la otra lengua que se hablaba en las Antillas, sobre todo, en las Antillas Menores. Los datos precolombinos aseguran que en La Española se hablaban hasta tres lenguas, de las cuales fehacientemente solo tenemos un rastro de la lengua taína, por ser la más prestigiosa, porque era de los cacicazgos de mayor poderío. Esta a su vez tenía subdialectos que eran ininteligibles entre ellos. Lamentablemente, la lengua taína se extinguió y los únicos vestigios que tenemos de ella son esas palabras que quedan incrustadas en los textos y las que se han mantenido a lo largo de los siglos en el uso de las gentes de la República Dominicana, pero también de otras zonas.

El uso de los tainismos va a depender del nivel de cultura de sus hablantes. Eso sí es importante el nivel de conocimiento que tiene el hablante de su lengua. Vamos a ver que muchas de esas palabras son palabras para nombrar cosas del mundo natural. Como esas vasijas cuando dejan de sernos útil las dejamos arrumbadas. Ese es el gran reto de nosotros los que estudiamos el léxico: es procurar que no se pierdan esas palabras, no solo por cuestión lingüística sino por cultura, por identidad lingüística y cultural. Decía Bartolomé de Las Casas sobre la lengua taína: “Es la más ordenada y compuesta, y la más elegante y la más copiosa en el vocablo y la más dulce en sonido”.

El léxico patrimonial, es decir, las palabras de mi propia lengua para aplicarlas a mi nueva realidad, que permite enriquecer la lengua. Si no encuentro la palabra para nombrar esa nueva realidad, hago un préstamo a otra lengua, un extranjerismo. Entre las palabras de Las Casas cito de nuevo: «Imagínense que un hablante de español, que conoce el fruto de la piña, que es el fruto del pino que da los piñones y se encuentra con otro fruto que tiene cierta similitud a ese fruto del pino y que no tenemos una palabra para nombrarlo, toman la similitud, hacen una comparación poética y se le coloca el nombre”. Eso es crear una nueva acepción de un término que ya se tenía.

Gonzalo Fernández de Oviedo escribió: “El nombre de piña le dieron los cristianos porque lo parece en alguna manera puesto que estas son más hermosas y no tienen la robusticidad de las piñas de piñones de Castilla”. Esa es una manera de nombrar la realidad. Otra manera es hacer un derivado. Imagínese la vid que da uvas, eso es en Europa, llegamos aquí con la realidad que se parece y la denominamos uva de playa, que se parece en cierto modo y a lo que da las uvas le llamamos uvero y ahí creamos una palabra a partir de una que ya existe. Hasta ahí estamos usando los medios de la lengua española para nombrar esa nueva realidad. En la descripción de Fernández de Oviedo leemos: “Son unos racimos de unas uvas ralas, desviadas unas de otras, e de color rosado o morado e buenas de comer”. La locución también es una forma de crear palabras nuevas, por eso surge palo de aceite, uva de playa, puerco de monte….

Vamos a ver como son esos préstamos. Los cronistas, las fuentes de los cronistas, que son las fuentes de primera mano, son de ellos que más palabras nos llegan, palabras taínas que se registran históricamente, se convirtieron en filólogos improvisados porque ellos trataron de explicar por qué usaban esas palabras taínas en sus textos. Este vocablo es de Fernández de Oviedo y estuvo en un tratado de lingüística, y es un tratado de amor  a la lengua española, pero al mismo tiempo es un tratado de cómo usar la lengua como una herramienta para expresar mejor la realidad. Mientras va leyendo las palabras del español, va comentando lo que quiso decir para ayudar a los presentes a comprender la situación en la que se produce el escrito: “Si algunos vocablos extraños e bárbaros aquí se hallare, la causa es la novedad de que se tratan y no se pongan a cuenta de mi romance que en Madrid nací y en la Casa Real me crie, y con gente noble he conversado y algo he leído para que se sospeche que habré entendido bien el castellano, la cual de las vulgares se tiene por la mejor de todas y lo que hubiere en este volumen que con ella no consuene serán nombres por mi voluntad puestas para dar a entender las cosas que por ellas quieren los indios significar”.

 

María José Rincón

Centro Cultural E. León Jimenes

Santiago de los Caballeros, 12 de enero de 2018.

«Concurrencia de libertades y restricciones en el uso de la lengua española», discurso de ingreso de Rafael Peralta Romero

Sr. Dr. Bruno Rosario Candelier

Director de la Academia Dominicana de la Lengua

Señores académicos, queridos familiares, apreciados amigos:

 

UNO

Con gran complacencia comparezco a este augusto foro para realizar una acción que  además de satisfacer un requisito inexorable de las academias de la lengua española, constituye una razón de suficiente importancia para considerarme afortunado, no obstante estar en la plena conciencia de que la función que a partir de hoy asumo anda  muy divorciada de la fortuna material, cuya búsqueda afanosa tanto perturba a la sociedad de hoy.

Me presento ante ustedes, honorables académicos, queridos familiares, apreciados amigos y colegas, algo sobrecogido, altamente agradecido y plenamente decidido a afrontar las responsabilidades que conlleva ser miembro de número de una institución que tiene como objetivo primordial la preservación y defensa del nuestro idioma, recurso que nadie debe dudar consiste en la primera condición para la identidad de una nación. He dicho que me siento sobrecogido y quizás una situación tan personal no requiera ser ampliada, por ajena a lo que me corresponde hacer desde este podio, pero quizás resulte visible el que me recorran los temores. Conste que  no  me apremia la aprensión de quien ha traicionado a su maestro o amigo, y luego es perseguido por su conciencia, más bien me asalta el temor de que la emoción  que suscita  este excepcional momento de mi vida conspire contra la razón y  me haga conducir  estas palabras por sendas no deseadas.

La de altamente agradecido, he señalado también como otra condición que me embarga. Debo  proclamar con pleno júbilo mi gratitud al Altísimo y a los académicos que depositaron sus votos para honrarme con esta elección. Debo agradecer, en igualdad de sentimiento, a los académicos que se abstuvieron de sufragar, porque esa actitud resalta el sentido democrático de la elección y me ayuda a recordar que ningún humano lleno de defectos debe esperar acogida de  consenso, sobre todo si la lidia ocurre entre seres pensantes, como al efecto son los integrantes de esta corporación.

Me he propuesto hablar con ustedes acerca de la libertad que tenemos los hablantes del español de crear las palabras que nos resulten necesarias para nombrar seres y cosas, denominar acciones o expresar cualidades de los elementos de los que hablamos. También he de referirme a las limitaciones de esas libertades léxicas, tomando en cuenta el genio de nuestro idioma y la aspiración de la mayor unidad posible entre quienes usamos esta importante lengua para comunicarnos.

Con el solo enunciado del tema es fácil percibir que el discurso girará en torno a la derivación de palabras, que con sus variantes parasíntesis y composición, representan el recurso más auténtico y legítimo para generar voces nuevas a partir de otras ya existentes en nuestra lengua, y en algunos casos por la adopción y castellanización de vocablos procedentes de otra lengua y que carecen de equivalente en la nuestra.

Antes de profundizar en el tópico fundamental de este discurso, debo hacer un alto atendiendo a una pauta protocolar que rige en las 22 academias de la lengua española, en el acto de incorporación de un nuevo miembro numerario. Se trata de la honrosa referencia al académico que le precedió en el sillón que ha de ocupar el recipiendario.

En mi caso se trata del maestro de la palabra Ramón Emilio  Reyes, novelista, cuentista, poeta y lingüista, a quien durante once años correspondiera el sillón marcado con la letra C. También ocuparon este asiento, en orden cronológico descendiente: Freddy Gatón Arce, poeta, periodista y novelista;  Oscar Robles Toledano, sacerdote, hombre de vastos conocimientos, políglota y erudito, quien fuera catedrático en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Santo Domingo,  y Federico LLaverías, uno de los doce miembros de número fundadores de la Academia, quien  durante  33 años fue secretario perpetuo de esta institución.

 

DOS

El doctor Ramón Emilio Reyes, fallecido el 25 de diciembre de 2017, tomó posesión del sillón C en el año 2002 con el discurso titulado “El lenguaje de la Generación del 48″.  Le respondió, en nombre de la corporación, el poeta Lupo Hernández Rueda, también fallecido el pasado año, por cuya ausencia fue elegido quien les habla. El cambio de sillón ha sido un mero acuerdo administrativo.

Reyes nació en Santo Domingo el 29 de julio de 1935. Se recibió de doctor en Derecho en la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Luego se graduó de Lingüística, Estilística y Literatura Hispanoamericana en el instituto Caro y Cuervo y en la Universidad de los Andes,  Bogotá, Colombia.

En Indiana University, de Norteamérica, realizó estudios de postgrado en Literatura Norteamericana Moderna y Cultura Hispánica. Hizo estudios avanzados de Asistencia Legal en la Universidad de Puerto Rico y en Estados Unidos. Obtuvo el doctorado en Derecho Internacional Privado en Atlantic International University. Reyes laboró como corrector, redactor y columnista en publicaciones tan importantes como  El Caribe, Listín Diario, La Noticia y el periódico El País, de Miami (Estados Unidos). Fue profesor de Literatura y Lengua Española en las universidades Autónoma de Santo Domingo, Nacional Pedro Henríquez Ureña y New York State University.

Ramón Emilio Reyes presentó credencial como escritor al publicar, en 1961, su primera novela, El Testimonio, texto de tema bíblico que fue parte de una corriente literaria surgida en la postrimería de la tenebrosa Era de los Trujillo. Otras obras son: El Cerco (novela breve); Los amantes libres (novela breve); La estafa de seda y Después del amor (también novelas breves). Después de consolidar su nombre como novelista, en el marco de la discreción que caracterizó su accionar, dio a conocer La Tierra y otros cuentos; La muerte de Sila (monólogo dramático), La Cena (cuento incluido en la Antología del Centenario de Vicente Blasco Ibáñez).También escribió  ensayos y conferencias, entre los cuales destacan: Jorge Guillén, el Mundo y las Cosas; El Lenguaje poético de la Generación del 48; Poesía de Juan Ramón Jiménez; El nacimiento de la prosa; Teatro Español del Siglo de Oro; La imagen de José Asunción Silva; Jorge Luis Borges y el Cine; Teatro breve y novela de Estados Unidos; Grandes textos de la literatura; Poesía de Puerto Rico; La poesía cultural de Hugo Gutiérrez Vega; El lenguaje universal de Walt Whitman; La novela española contemporánea; Novela de Arturo Pérez Reverte y Novela de Carmen Martin Gaite.

En su biografía no se mencionan premios ni reconocimientos, incluso su nombre no aparece en algunos diccionarios de autores dominicanos. Acaso su galardón más preciado  haya sido la dedicación al trabajo intelectual sin espectacularidad, sin estridencias, sin guerrerismos y sin cabildeos en procura de distinciones. Nadie puede asociarlo al tipo de escritor que gestiona o  exige preseas y reconocimientos, pues se limitaba a escribir la obra, y lo hacía con pulcritud y sin prisa. Prueba de su paciencia en el quehacer literario es la publicación, en 2013, de la novela La luz se ha refugiado en el sendero, escrita en 1958. La editó el sello Círculo Rojo, de España, según se comunica en una nota que aparece en la página web de la Academia Dominicana de la Lengua. Se informa, además, que la obra formaba parte del ciclo novelístico de tema bíblico que, al inicio de la década de los 60 del siglo XX, cobró auge en las letras dominicanas con obras de esa vertiente narrativa escritas, además de Reyes, por Marcio Veloz Maggiolo y Carlos Esteban Deive. La luz se ha refugiado en el sendero aborda el tema de la dictadura de Trujillo, la figura del dictador y las adversidades sufridas por el pueblo durante ese régimen de horrores. La dimensión simbólica de los personajes se vincula a importantes referencias sociales, políticas y culturales de la época.

Las obras  publicadas  de Ramón Emilio Reyes  dan cuenta de  su talento literario, su conocimiento de la lengua y el manejo del arte literario en varios géneros. Reyes  fue,  ante todo, un hombre de bien y un académico  laborioso. Siempre con una mesura que lo aproximaba a la timidez.

 

TRES

La libertad es un atributo indispensable para los seres humanos, diríase que sin esta prerrogativa la vida resulta incompleta y engorrosa. “Somos responsables porque somos libres”,  ha escrito Jaime Balmes, filósofo y teólogo español del siglo XIX.

De lo dicho por el pensador ibérico se infiere que la responsabilidad implica la oportunidad  de escoger entre dos o más opciones antes de actuar y que probablemente la decisión adoptada conlleve alguna restricción, pues hay una correspondencia entre el albedrío y las restricciones.

La organización de la vida en sociedad demanda el establecimiento de normas, las cuales suelen ser poco gratas. Las reglas de tránsito, por ejemplo, sobre todo si contradicen nuestro interés inmediato, resultan desagradables y se tornan en tormentos para algunos espíritus que se definen  libertarios. ¿Acaso pueda alegarse que esas  regulaciones conllevan limitaciones a la libertad de circulación que corresponde a los ciudadanos?

Nada hay más parecido a las reglas de tránsito que las pautas gramaticales. ¿Quién disfruta conducir un automóvil  en una ciudad carente de señales, semáforos o agentes de tráfico?  Me parece que  en esto solo  encontrarán placer quienes gozan  andar  en el desarreglo.  Quizá no sea aventurado afirmar que quien se solaza en el desorden lleva la conciencia atropellada,  y es lícito  intuir que ha de ser  un sujeto patológico. Referiré un caso sencillo, que encierra libertad y restricción en el uso del idioma. A quienes se permiten ignorar alevemente la tilde que marca el acento de las palabras, o que dejan  esa labor a la computadora, puedo mostrarles decenas de tríadas de palabras cuya categoría gramatical depende de la sílaba en la que se haya colocado el acento ortográfico, acción que a su vez determina la forma en que habrá de pronunciarse el vocablo. De modo que podremos escribir:

 

  1. a) Médico b) Medico       c) Medicó
  2. a) Vómito b) Vomito       c) Vomitó
  3. a) Prólogo b) Prologo       c) Prologó
  4. a) Título             b)Titulo           c)  Tituló
  5. a) Diálogo b) Dialogo       c) Dialogó

 

Se aprecia con facilidad que en cada caso el  primer vocablo es un sustantivo  y  palabra esdrújula; el segundo  es forma  verbal, primera persona, presente del indicativo del verbo  cuya base representan (medicar, vomitar, prologar, titular, dialogar) y el  tercer grupo corresponde al pasado perfecto, tercera persona, singular, modo indicativo del verbo en cuestión. No hay libertad absoluta en la tildación de las palabras, el acento radica en la pronunciación y se marca para facilitar la lectura cuando se trata de la lengua escrita. La tilde, como los signos de puntuación, tiene por función  dotar a lo escrito del sabor y la naturalidad de la lengua hablada.  Otra cosa, ¿quién dijo que en la lengua española los signos de interrogación y de entonación al inicio de la oración han sido suprimidos? ¡Eso nunca! Se trata de elementos propios de nuestra lengua, parte  importante de su carácter, dignos de ser imitados por otros sistemas lingüísticos. La libertad de suprimirlos en que osan algunos es un vicio y como todo vicio favorece el desorden y el desconcierto.

A propósito del aspecto fónico procede señalar como una desvirtuación la libertad que se otorgan muchos dominicanos al cambiar el sonido de la J (jota) por el de la consonante Y (ye), lo cual se muestra como corriente en cascada en nombres de personas de unas décadas hacia acá. Digamos que la norma académica no puede arrogarse el derecho de interferir en la escogencia del nombre para una criatura, pues se trata de una indiscutible prerrogativa de los progenitores. Quien declara al recién nacido ante el oficial de estado civil podría nombrarlo conforme al patrón de su preferencia, incluida la amplia oferta de nombres iniciados con J tan usados últimamente: Joel, John, Jony, Josanny, Josiris, Janel, Josemy, Julissa, Jeremy, Jolesimy, Jazmín, Janet, Jansel, Jessica, Jeneisi, Jamiris, Jocasty, July, Jensi, Joheli, Joanna, Joahn.

La libertad de quienes escogen estos nombres o de quienes los lleven, termina cuando se pretende que quienes traten a estas personas, deben pronunciar tales  apelativos con el sonido de ye, siendo como es, la letra inicial una jota. Similar exceso es requerir que nombres que se escriben con G inicial como Geanilda, Georgina, Gisel, Gina o Gilda sean pronunciados Yanilda, Yoryina, Yisel, Yina.

El vicio llega más allá de los nombres propios y nos afecta en el uso de palabras  comunes como piyama y soya, que mientras las pronunciamos como ye las escribimos con  jota. Pijama o piyama son grafías válidas para denominar esta prenda de vestir, vocablo  que en algunos países  es masculino y que en otros, entre ellos República Dominicana, México y Centroamérica, es femenino. Cada hablante le colocará los determinantes según su preferencia. La restricción única está en el aspecto fónico: quienes la escriben con J deberían leer pijama. Pero es una incoherencia decir piyama y escribir pijama.

De verdad, los dominicanos somos concesivos y respetuosos  frente a las lenguas extranjeras de las que tomamos alguna palabra prestada. Justamente la consonante J es la víctima más propicia cuando se cuela cierto complejo de inferioridad lingüística que llevamos dentro. De Japón -algunos deberían pronunciar Yapón- nos ha llegado un sistema de defensa personal que con el proceso de transliteración vino a llamarse yudo, aunque por extrañas influencias aquí  escribimos el vocablo con J (judo, judoca, Fedojudo), pero leemos yudo, yudoca y Fedoyudo.

Para los responsables de esta tendencia verbal, el sonido de la J aparece si la palabra comienza con H. Un ejemplo bien visible se encuentra en Santiago de los Caballeros. Allí está el importante Hospital Metropolitano de Santiago, cuya sigla es HMS, al  que le han acomodado el acrónimo HOMS, mientras médicos como pacientes, periodistas como autoridades, y gente que da este centro como referencia para ubicar direcciones,  le llaman JOMS, para que parezca “de fuera”. Esa libertad es un vicio.

 

CUATRO

En los debates acerca del tema lingüístico afloran con la frecuencia y el fervor que caracterizan a las discusiones políticas, puntos de vistas tan diferenciados que permiten clasificar a los intervinientes en conservadores, revolucionarios y anarquistas. En lo relativo a la lengua, a los conservadores se les llama puristas. Estos se apegan al caudal lexicográfico del español y se oponen a dar cabida a neologismos y adaptaciones de vocablos procedentes de otras lenguas.

Alguien que reclama  ausencia de controles académicos en el uso de la lengua, que proclama necesaria la anulación de las normas ortográficas, que prescinde de los signos de puntuación o en vez de colocarlos los tira al desgaire, es un  individuo que encarna la anarquía o al menos alberga en sus genes  vocación  para actitudes viciadas.

La posición intermedia, como las acciones democráticas y progresistas en la política, propenden a aceptar la adaptación de neologismos, sobre todo si no tienen equivalentes en nuestra lengua (baipás, estrés, escáner), aceptan acepciones aplicadas en el  habla local a voces existentes en el español (cuero, prostituta; china, naranja; lechosa, papaya). Pero la máxima elevación de ese grupo – en el cual quisiera contarme- es la capacidad de ver y propiciar el enriquecimiento léxico mediante la derivación, la composición y la parasíntesis.

 

CINCO

A propósito de las intensas nevadas registradas  en los Estados Unidos de América a principios de  enero pasado,  leí  una nota de la agencia de noticias  Efe que informaba acerca del trabajo realizado por las  maquinarias dedicadas a recoger nieve: “Las   unidades quitanieves estarán en estado de alerta para desplegarse por Nueva York  cuando sea necesario” (Hoy, 4-1-18, Pág. 9B). Quitanieves, escrito en una sola palabra, nombra un artefacto para limpiar de nieve las vías.

Aquí no necesitamos  tal aparato, pero el vocablo  nos enseña a nombrar, si la inventáramos, una máquina  quitalodo, quitapiedras o quitahojas, voces  que por el momento nadie verá en el Diccionario las cuales, como quitanieves, corresponden a la estructura verbo más sustantivo, igual que   cubrecama, quitamanchas, sacacorchos, matarrata o  hiedevivo. Ese  es el recurso llamado composición. Con este proceso morfológico se forman palabras a partir de la unión de dos o más vocablos, de dos o más bases compositivas cultas o de la combinación de palabra y base compositiva. La norma académica no contradice la libertad de los hablantes para formar palabras, más bien  orienta esa potestad y  la encauza conforme al perfil de nuestro idioma. El léxico está sujeto a influencias extralingüísticas, como el origen mismo de la lengua española, que fue producto de acciones políticas del imperio romano en su afán de dominio. En tal sentido, el léxico recibe influencia del devenir político, económico, tecnológico, pero siempre aguijoneado por la necesidad comunicativa de los hablantes.

El origen de las palabras obedece en gran medida a circunstancias y realidades concretas. Por eso unas palabras aparecen y otras desaparecen. Por ejemplo, hace dos o tres décadas los dominicanos conocimos el vocablo bíper (del inglés beeper). La evolución tecnológica ha traído otros recursos para la localización de personas y el aparatito así denominado desapareció, pero ha dejado  como herencia el verbo bipear  (toque telefónico breve que significa llámame). Por igual se llama bíper a la acción de bipear.

No siempre los hablantes del español estarán pendientes de que los vocablos que emplean en su vida de relación hayan sido incorporados al Diccionario de la lengua española, de hecho el predominio de concepciones puristas ha retardado la inclusión de muchos términos de uso habitual, por lo que es de esperarse  que los académicos estén – o estemos- al tanto de cómo habla la gente para dar cabida a sus palabras en el repertorio oficial. Es la orientación que rige las academias de la lengua española.

Hay quienes se quejan  de la normativa, y por lo común el  lamento suele ser injustificado,  puesto que  la normativa guía, entre otros aspectos,  acerca de la escritura de las palabras creadas por los hablantes tomando en cuenta el origen de estas. El español dominicano, para citar un ejemplo, se ha enriquecido a partir de una marca de vehículo utilitario, aparecido en los años cuarenta del siglo XX, presumo que el primer todoterreno conocido aquí. Me refiero a Jeep, que se pronuncia yip, y por un acomodo fonético los dominicanos lo hemos llevado a yipe, voz de la cual han derivado yipecito, yipeta, yipetón, yipetudo, yipetocracia.

Es que toda realidad, acción, objeto o cualificación requiere de una palabra que la designe y si faltara ese vocablo en  nuestro idioma, hay que crearlo. Ahí radica la libertad del hablante. El condicionamiento viene dado en que primero ha de recurrirse al patrimonio  léxico del español para emplear la palabra correspondiente.

¿Quién les diría a los dominicanos que esa pieza metálica, mayormente de alambre, que han llevado las camas como soporte del colchón  había de llamarse batidor?  En el diccionario académico esta palabra aparece con diez acepciones y ninguna se refiere  a un entramado de alambres para soportar el colchón en algunas camas. La palabra batidor, como muchas otras de uso regional, convive con los vocablos del español general.

Estamos bordeando el tema de la derivación, pero falta precisar algunas nociones, a la luz de la doctrina lingüística. Cito al respecto la Nueva gramática de la lengua española: “El concepto de derivación se usa con dos sentidos en la lingüística  contemporánea. En el primero, más amplio, derivación se oponea flexión,  y   los fenómenos que abarca la morfología derivativa o morfología léxica se oponen a los que caracterizan a la flexiva, como se explica en el 1.5. En este sentido, el concepto de derivación engloba también el de composición y el de parasíntesis. En el segundo sentido, más  restrictivo, el concepto de derivación se refiere tan solo a los procedimientos de formación de palabras por medio de afijos (ya sean prefijos, sufijos o interfijos) simples”. (NGLE, pág. 337).

 

SEIS

El estudio de la estructura interna de las palabras corresponde a la rama de la gramática que se denomina morfología, la cual incluye las variantes que presentan las palabras, los segmentos que las componen y la forma en que se combinan. Este apunte es importante para  comprender que esta rama de estudios se divide en morfología flexiva y morfología léxica o derivativa.

La morfología flexiva se refiere a variaciones de la palabra que implican cambios de contenido de tipo gramatical (género, número, caso)  cuando  se  refiere a sustantivos y adjetivos;  modo, persona, tiempo, número, cuando se trata de verbos.  Con la morfología flexiva se obtienen variantes gramaticales de una palabra  que no tienen entradas en el diccionario. Del verbo dormir, por ejemplo, tendremos  entre otras variantes flexivas: duermo, dormimos, durmieron, durmiera, dormiré, durmiendo…mientras que  con la morfología léxica obtenemos realmente nuevas palabras: dormitorio, dormida, dormidera, dormidero, dormitiva, dormilón, dormido, durmiente.

Este ejemplo  ilustra de como a partir del verbo dormir hemos obtenido por derivación un grupo de  sustantivos (los primeros  cinco)  y uno de  adjetivos (los tres últimos).   A propósito de la derivación de sustantivos,  vale referir que la  palabra base para formar un nuevo sustantivo puede ser un verbo, un adjetivo u otro sustantivo. Entre los patrones más productivos, la Gramática académica cita  los siguientes:

Ejemplos con verbos: Comprar + a > compra, caminar + ata > caminata,  asesinar + ato > asesinato, hartar (se) + azgo> hartazgo, rendir + ción> rendición, llamar + da > llamada, matar + dero> matadero.

Un amplio grupo de verbos prestan sus bases para formar sustantivos con la terminación  – miento, la cual resulta tan productiva como – ción. La terminación  miento varía en -mento.  Ejemplo: Alumbramiento (de alumbrar), alzamiento (de alzar), casamiento (de casar), bastimento (de bastir, abastecer).

Ejemplos con nombres: Estoque + ada> estocada, profesor +ado> profesorado, andamio +aje > andamiaje, califa +ato > califato, pera +al > peral, pelo + ambre> pelambre,  vela + amen > velamen.

Ejemplos con adjetivos: Bobo + ada> bobada,  bueno + dad > bondad, manso + edumbre> mansedumbre, tonto + ería > tontería, viejo + ez> vejez.

La que antecede es solo una breve porción de  las terminaciones o sufijos que permiten formar sustantivos  deverbales, deadjetivales o   denominales que aparecen en la página 338 de la Gramática.  Hay terminaciones para indicar ocupaciones (panadero, soldador, modista, oculista)  tendencias y doctrinas (marxismo, platonismo, cristianismo),   actitudes y cualidades personales (atrevimiento, mecenazgo, finura, imbecilidad), lugares para determinadas cosas (caserío, basurero, comisaría, gasolinera).

El sufijo –ero/era comparte  con –dor/dora el privilegio de ser los más productivos en nombres de ocupaciones y oficios.  De acuerdo a estos patrones aplicamos a algunos extranjerismos adaptados las terminaciones que nos permiten crear nuevas palabras. Así tenemos:

  1. a) Blog (del inglés, sitio web personal) ofrece bloguero y bloguera (persona que crea o gestiona un blog).
  2. b) Tuit (también del inglés, mensaje digital enviado a través de la red Twiter) ofrece el adjetivo tuitero (que envía tuits)   y  el verbo tuitear (comunicarse por medio de tuits).
  3. c) De rap (estilo musical de origen africano), rapero (quien realiza este tipo de música). Pueden apreciar en bloguero, tuitero y rapero la terminación correspondiente a quien realiza determinada labor, igual que panadero, peluquero, jornalero, tabaquero.

Las derivaciones siguen a veces caminos caprichosos, aunque marcados por las pautas gramaticales. Es el caso del sustantivo pan, del cual deriva panadería (lugar donde se fabrica o se vende pan), panadero (quien lo hace y quien lo vende), panera (recipiente para poner pan), pero nunca llamamos panería -parece lógico que así fuera- al  sitio donde se procesa el pan ni  panero o panera a quien lo vende. Esta tendencia es propia del universo de los hablantes del español.

Pero una combinación de lo estándar con lo propio dominicano ocurre  con los derivados de la palabra cuero, a partir de la variación semántica que  adquiere esa palabra en el español dominicano, que es también una forma de crear palabras aunque gráficamente sea el mismo vocablo. Veamos:

cuero (piel de los animales)

cuerero (fabricante de objetos de cuero).

cuerazo (golpe con el cuero, igual a latigazo).

cuerear (preparar los cueros, procesarlos)

cuerería (no aparece en el Diccionario de la lengua española). Pero  deriva de cuero, en el habla dominicana. Es una libertad que nos hemos tomado los dominicanos para denominar un lugar donde se ejerce la prostitución. Los otros  usos –excepción de cuerería- los consigna el DEL, la libertad que nos hemos permitido los dominicanos es semántica, desde el punto morfológico todos los usos se ajustan al genio de la lengua.

La intención despectiva se vale de la terminación –ero para emplear palabras con esa intención: cuquero  en vez de obstetra,  loquero, en lugar de psiquiatra o guitarrero  por no decir guitarrista. Pero es diferente la  actitud sicológica de quien habla cuando emplea el vocablo ronero para referirse a un fabricante de ron. Una compañía dominicana que procesa esa bebida insiste en promover su tradición en el ramo. En la televisión, como en la prensa,  destaca : “Cinco generaciones de maestros roneros…”.

De una publicación periódica extraigo esta muestra:

-“Los maestros roneros de Brugal: Herencia familiar…”

-“Así lo expresan los cuatro maestros roneros o máster blender, que actualmente laboran en Brugal& Compañía. Ellos son…”

-Gustavo Eduardo Ortega Zeller, “El más joven de los maestros roneros de Brugal y el único de la quinta generación…”. (Listín Diario  21 de junio de 2009).

Con el vocablo ronero, se denomina al fabricante de ron, es decir se trata de un sustantivo, y  en los ejemplos citados este vocablo  viene antecedido del adjetivo maestro, palabra que empleamos más como sustantivo: maestros roneros.  Pero ronero es también adjetivo (relativo o propio del ron). Así deberá  ser incorporada, en algún momento, en el Diccionario académico.

Entonces pasamos a hablar directamente de los adjetivos formados por derivación. Son muchos los adjetivos con que cuenta nuestro acervo  lexicográfico que han derivado de sustantivos, de verbos o de otras categorías gramaticales, incluyendo los propios adjetivos, cuyo grado superlativo aporta nuevos vocablos terminados en –ísimo, ísima (grandísimo, bellísima, santísima…).

Los adjetivos procedentes  de nombres suelen  adoptar las siguientes terminaciones: -al  (de término , terminal; centro, central), -ano (de huerto, hortelano; de Higüey, higüeyano), -ar ( montículo, monticular; espectáculo, espectacular),  -ario (banco, bancario), -ico (de metal, metálico; vandalismo, vandálico), -ista (socialismo, socialista),  -ístico (museo, museístico), -ivo (de deporte, deportivo), -izo (paja, pajizo), -oso ( aceite, aceitoso; leche, lechoso).

También tenemos la oportunidad de formar adjetivos a partir de verbos y para ello el uso sugiere las  siguientes terminaciones: -ble (vender, vendible; masticar, masticable), -dero (casar, casadero; pasar, pasadero), -dizo (huir, huidizo;  enfermar, enfermizo), -dor (ensordecer, ensordecedor; atesar, atesador), nte (sorprender, sorprendente; cantar, cantante), -orio (definir, definitorio; consultar, consultorio).   (NGLE,pág. 506).

Los adjetivos denotan nociones como semejanza (lechoso, de ahí el nombre que hemos creado para la fruta llamada papaya), nociones de tendencia o propensión (asustadizo), intensificación del concepto, actitud muy  propia del habla dominicana (grandísimo, feísimo, inteligentísimo), pero también indican estos adjetivos nociones para llevar a cabo una acción (estimulante, agravante). La calificación implica en otros casos la capacidad de un objeto o persona para recibir una acción (lavable, temible, objetable) y por igual  incluye la noción de  posesión o existencia (fiebroso, afanoso, baboso).

Las locuciones nominales también dan lugar a derivados adjetivales: medioambiental  (de medio ambiente), bienhablado (bien hablado), malhablado (mal hablado), bienvenido (bien venido), malcriado (mal criado), malhechor (mal hechor) y      malhumorado (mal humor), malpechoso (de mal pecho).

La libertad de crear palabras surte sus efectos en los registros académicos. Quiero citar con satisfacción que la Gramática académica  acoge el adjetivo medalaganario, formado en República Dominicana a partir de la locución “me da la gana”.  Y como tenemos la libertad de crear  adverbios a partir de agregar el sufijo /mente/ a un adjetivo, ha adquirido carta de presentación el  adverbio  medalaganariamente.

A propósito de autores dominicanos, cuando el poeta Ramón Francisco  compuso los versos que rezan: “Atesador, atesador, ateso los batidores” no indagó si el vocablo “atesador” aparecía o no en el Diccionario,  pero sí estaban seguros, él y el arquetipo descrito en el poema, que  la terminación –dor sirve para denominar oficios. Ya nos hemos referido al vocablo batidor en la acepción que lo emplea el poema La patria montonera.

Los verbos son elementos indispensables en el idioma. Es la única categoría gramatical capaz de expresar una idea por sí sola: ¡Váyase!; ¡Entre! De modo que si de un concepto, de una situación, de una cualidad… se desprende una acción y carecemos de verbo para referirla, hemos de crearlo, no es solo la libertad, sino la necesidad.

Hay en nuestra lengua dos procedimientos morfológicos  para derivar verbos a partir de adjetivos, de adverbios, de sustantivos o de otros verbos. El primer procedimiento es la sufijación.  Veamos los siguientes ejemplos:

Con adjetivos: limpio + ar: limpiar; ancho + ar: anchar; escaso + ear: escasear, amarillo + ear: amarillear y también amarillar; cristiano + izar: cristianizar.

Con sustantivos: favor + ecer: favorecer; cristal + izar: cristalizar; momia + ificar: momificar; droga + ar: drogar; perro + ear: perrear.

Los  adverbios se prestan, en menor medida, para formar verbos: de  atrás + ar  deriva atrasar.

Algunos verbos se han formado por sufijación  de otros verbos: correr + etear ha dado corretear. El español dominicano ha generado el verbo brincolear, derivado de brinco que a su vez ha generado el verbo brincar.

Hay un segundo procedimiento para la formación de verbos, muy empleado en la lengua coloquial. Me refiero a la parasíntesis, que consiste en agregar un prefijo y un sufijo a la palabra base, es decir una partícula al inicio y otra al final del verbo de que se trate.

Con  la adición de afijos discontinuos,  del sustantivo perro podemos formar el verbo emperrar o emperrarse, el sustantivo emperramiento y el adjetivo emperrado. Estos vocablos en el  español dominicano  muestran  gran diferencia semántica  con el español estándar. De emperrarse  se lee en el Diccionario lo siguiente: 1. prnl. coloq. Obstinarse, empeñarse en algo.

Del adjetivo  tonto  adicionando  el prefijo /a/ y el sufijo /ar/  obtenemos atontar. Del adverbio lejos, con similar procedimiento ganamos el verbo  alejar. Del adjetivo sucio + en +ar: ensuciar.  De Jaula, con el prefijo /en/  y el sufijo /ar/  obtenemos enjaular.  Por igual del adjetivo raro  tenemos  enrarecer;  de  peor  empeorar.

Con este procedimiento los dominicanos hemos creado el verbo endrogar o endrogarse, empleado en lugar de drogar o drogarse, que son los de uso general.

Hablando de verbos  formados por sufijos y prefijos, es imposible no referirse a los formados por el más poderoso de los prefijos: re.  Este prefijo, en boca de líderes y gerentes,  es capaz de refundar, reestructurar, redefinir, reorientar, reencauzar o  rediseñar según que se trate de  negocios, gremios, universidades o el Estado mismo. La partícula se presta también para formar sustantivos y adjetivos vinculados semánticamente a estos y muchos otros verbos: refundación, reestructuración, reencauzamiento o reencauce,…rediseño. Lo mismo para adjetivos: refundado, reestructurado, reencauzado,…rediseñado.

Quiero enfatizar en el uso del prefijo –re delante de dos verbos en particular: postular y elegir. Los sustantivos reelección y repostulación guardan una íntima correspondencia en lo político, pues la primera depende en primer término de la segunda. En lo gramatical, los une la condición de dependientes del prefijo “re”, con el que se forman palabras que implican la repetición del sentido del vocablo original.

Del grupo formado a partir del verbo “postular”  (presentar candidato para un cargo) más la partícula “re”, de lo cual derivan  “respostular” (verbo), “repostulación (sustantivo) y “repostulado” (adjetivo).

La 23ª edición del Diccionario de la lengua española no incluye este grupo de palabras, pero la necesidad comunicacional, impuesta por la práctica política, ha llevado a un uso cotidiano de estos términos.  La realidad política indica que quien no es postulado no puede alcanzar la posición electiva. Al final del mandato, el  funcionario que aspira a seguir en un cargo electivo, deberá ser postulado de nuevo. En cada ocasión  en que   presente candidatura será postulado. Quizá por eso los académicos no le dan importancia a “repostular” y “repostulación”. Quien se postula de nuevo puede ser rechazado o reelegido. El grupo formado con “elegir” más  el prefijo “re”, sí ha  contado con la bendición académica. Veamos: Reelegir. 1.tr. Volver a elegir. (Se  conjuga como pedir. Tiene un  participio irregular: reelecto y  su participio regular es  reelegido).

Reelección, una palabra que tanta repercusión ha tenido en la vida  de muchos pueblos del mundo, que ha sido responsable de sangre, lágrimas y otros pesares, lingüísticamente queda reducida a una definición de cinco palabras: f. Acción y efecto de reelegir.

Dicen que la política se nutre de realidades. La lengua, por igual,  se desarrolla  a partir de realidades. Es una realidad que los dominicanos, gracias al prefijo “re” empleamos  el  verbo “repostular”, así  como “repostularse” (forma pronominal).

Es una realidad, en política, que quien  quiera ser electo (elegido) deberá ser postulado. Quien  aspire a repetir en el cargo  será también postulado, pero si fuera electo de nuevo sería “reelecto” o “reelegido”.  Parece que para llegar a  estos participios, “repostulado” constituye un puente.

No puede haber “reelección” sin  repetir la postulación. Un principio lingüístico importante se basa en la economía verbal. Repostular evita  la forma “postular de nuevo” o “repetir la postulación”. Mientras tanto, en la norma lingüística de los dominicanos seguirá apareciendo el grupo formado por el verbo “postular” más el prefijo “re”.

El esfuerzo por derivar verbo de otro verbo  no siempre proporciona buenos resultados. Por ejemplo, del verbo /ver/ ha derivado el sustantivo visión, no es necesario,  por tanto,  el verbo *visionar.  Por igual, de explotar obtuvimos explosión ¿para qué entonces el verbo *explosionar? El sustantivo apertura ha derivado etimológicamente de abrir,  pero no se aconseja el uso del verbo *aperturar, inventado en el ambiente bancario.  En igual situación andan *resolutar, frente a resolver, del cual deriva resolución.

A partir del verbo abollar, que con la partícula compositiva   /dura/ se forma   abolladura, se ha derivado  el verbo desabollar (des+ abollar) para quitar  las abolladuras, sobre todo a los automóviles. El técnico en esta materia es un desabollador, palabra  con la que el Diccionario académico denomina un “instrumento que emplean los hojalateros para quitar las abolladuras de las placas metálicas”. El sufijo –dor  es muy importante para denominar  ocupaciones y oficios (limpiador,  soldador…) Los vocablos  enyesador (derivado de yeso +en +dor;  empajillador, derivado de pajilla + em + dor no aparece tampoco en el Diccionario. Son producto de la parasíntesis.

Tampoco reconoce nuestra  principal publicación lexicográfica el vocablo /desabolladura/ ¿Cómo vivir entre tantos vehículos sin los talleres de desabolladura?

Un buen ejemplo de verbo obtenido por el método parasintético  es ensortijar, resultado de colocar al sustantivo sortija  la terminación  /ar/  y el prefijo /en/ = ensortijar.  De ahí el sustantivo ensortijamiento (formación de sortijas en el cabello) y el adjetivo ensortijado.

 

SIETE

Con lo dicho en torno a la derivación estamos llegando al final, pero no se termina de golpe y porrazo, pues no es grato eso. Porrazo es golpe con una porra, algo muy parecido a la macana, por lo que es fácil intuir que porrazo y macanazo son muy afines. Los dominicanos conocemos mucho de macanazos y de otras palabras terminadas en –azo.

Tenemos terminaciones en -azo, derivadas de coyunturas políticas y sociales: gacetazo, paquetazo, granadazo, madrugonazo, cacerolazo.  Otros vocablos se refieren a golpes, aunque no precisamente dados con el objeto que ha servido de base para formar la nueva palabra: cajetazo, coñazo, totazo, trancazo, tablazo, guantazo. Sin dudas que la derivación, con sus variantes,  es el procedimiento más idóneo para enriquecer nuestro idioma a partir de sus propias células, pero esto no niega la eficacia de vocablos que llegan por diferentes vías.

Las voces procedentes de otras lenguas en unos casos serán traducidas al español: computer, computador; mouse, ratón, desktop, escritorio.  En otros casos procede la adaptación morfológica (incluido el plural) y así adaptamos  voces procedentes de otras lenguas como:   clúster, clústeres; espray, espráis.  Por igual hemos acuñado los  neologismos (stress, estrés; bypass, baipás; scanner,  escáner; leader,  líder). De algunas de estas palabras se han derivado otras de  puro corte castellano: estrés, estresar, estresado; escáner, escanear, escaneado, escaneo; líder, lideresa, liderar, liderazgo, liderato.

Cuando se da  nueva acepción a vocablos ya existentes del español, estamos contribuyendo, al menos semánticamente, si no lexicográficamente,  al ensanchamiento de nuestra lengua. Es lo que ocurre en el habla dominicana con las voces cuero (prostituta), china (naranja), (bachata, nombre de un género musical) o mona (gallo de traquear). Nuestras creaciones de palabras no tienen que subordinarse al español peninsular ni considerarse  al menos. La diversidad no contradice la unidad del español, sobre todo si las comunidades de hablantes parten de lo que tenemos para enriquecerlo. Parece paradójico que la riqueza léxica del español, dada la cantidad de países donde es hablado y las variantes regionales en esas naciones, se torne en problema, mínimo quizá, que dificulta la comunicación en algunos casos. La libertad  léxica  -alegarán algunos-  podría afectar la unidad de nuestra lengua, ya que existen diferencias entre el español hablado en América y el de España,  e incluso hay matices muy resaltantes de uno a otro país hispanoparlante, tanto en  el aspecto fónico como en el léxico. De  todos modos el idioma español crece sin que la diversidad constituya obstáculo significativo. La unidad del idioma es uno de los compromisos de  las academias. “Este ideal de unidad ha inspirado la vocación panhispánica que preside las obras que se vienen publicando en los últimos años: la Ortografía de la lengua española (1999), el Diccionario panhispánico de dudas (2005), la Nueva gramática de la lengua española (2009), el Manual de la Nueva gramática y el Diccionario de americanismos, obras  todas ellas del trabajo mancomunado de la Real Academia Española y de la Asociación de Academias” (Ortografía de la lengua española, Presentación, pág. xxxvii).

A este respecto quiero recordar unas palabras de  Günter Haensch,    de su ponencia “La lexicografía del español de América en el umbral del siglo XXI”,  presentada  en el Encuentro Internacional sobre el Español de América, efectuado en Bogotá, Colombia, en 1991. Dice el  lingüista alemán: “En esta ponencia he querido demostrar que la lexicografía  del español de América necesita una doble renovación que consiste, por una parte, en reconocer la existencia de grandes diferencias del léxico  entre el español peninsular y el americano, y dentro del español de América, diferencias que no se pueden eliminar ni callándolas ni minimizándolas, ni tampoco ensalzando con actitudes triunfalistas un grado o  tipo de unidad que no existe. No se deben marginar los elementos léxicos propios del español de América, sino que hay que integrarlos en el inmenso caudal léxico del castellano; sin embargo, para poder integrarlos hay que conocerlos mediante una descripción exacta y completa”. (El español de América hacia el siglo XX, Tomo I, 1991,  Instituto Caro y Cuervo, Santafé de Bogotá,  p. 76).

La iniciativa de crear  palabras  es poco lo que  puede afectar la unidad de la lengua española, a pesar de las diferencias léxicas que  pueda suscitar, puesto que nuestra  lengua se sostiene sobre zapatas tan firmes como el ordenamiento gramatical y por la ortografía.

El  ideal del crecimiento de la lengua española sin menoscabo de su genio queda perfectamente expresado en este párrafo de los Estatutos de la Academia Dominicana de la Lengua,  referente  a sus fines: “Tiene por primordial objetivo la defensa y el cultivo del idioma español, común de los dominicanos.  Debe velar, por ello, porque su natural crecimiento no menoscabe su unidad y que sea conforme a su propia índole y su desarrollo histórico”.

En el uso de la lengua castellana las libertades son complementadas por las restricciones. Hay una sana correspondencia entre ellas, que  permite considerar que el hablante del español disfruta de libertad para crear y adaptar  términos, erosionar el orden gramatical, rebautizar los seres y las cosas o  dotar de un valor semántico particular a los vocablos existentes, siempre para satisfacer necesidades de comunicación, pero esa libertad es condicional.

Rafael Peralta Romero

Academia Dominicana de la Lengua

Santo Domingo, 13 de febrero de 2018

 

BIBLIOGRAFÍA

1- Nueva gramática de la lengua española, Real Academia Española y Asociación de Academias de la Lengua Española, Tomo I, Espasa Libros, Madrid, 2009.

2-Ortografía de la lengua española, Real Academia Española y Asociación de Academias de la Lengua Española, Espasa, Madrid, 2010

3-Diccionario de términos filológicos, Fernando Lázaro Carreter, Gredos, Madrid, 2008.

4– Diccionario de la lengua española, Real Academia Española y Asociación de Academias de la Lengua Española, 23ª  edición, Espasa, Madrid, 2014

5-Diccionario del español dominicano, Academia Dominicana de la Lengua  y Fundación Guzmán Ariza, Santo Domingo, 2013

6- Günter Haensch y otros,  El español de América hacia el siglo XX, Tomo I, 1991,  Instituto Caro y Cuervo, Santafé de Bogotá, ).

 

Bibliópata, elefantiasis, brégete/bréjete apagón, informativo

Roberto E. Guzmán

BIBLIÓPATA

“Todo BIBLIÓPATA la conoce. . .”

La voz del epígrafe no aparece recogida en ninguna de las obras consultadas. No puede esconderse que se simpatiza con la palabra, a pesar de que puede resultar difícil de interpretar para muchos hablantes de español.

Además, hay una parte de la voz compuesta que hace difícil que esta se admita sin reparos. Se considera que la voz del epígrafe está compuesta del prefijo biblio- y lo que puede considerarse una terminación, parte del sufijo –patía, que es un componente de palabra que procede del griego pathos, que significa que sufre de una enfermedad o, enfermedad.

En español existe ya el vocablo bibliómano que se utiliza para denominar a la persona que siente pasión por los libros. Hay también en español la bibliomanía que es la afición desmedida a tener muchos libros.  El bibliófilo es un amante de los libros o que se aficiona a los que son raros o agotados.

Entre una y otra de las palabras enumeradas más arriba lo que se encuentra es que se diferencian por una gradación en cuanto a la intensidad del sentimiento que experimenta la persona aficionada a los libros.

Una persona no tiene que ser calificada de padecer una enfermedad por el solo hecho de mostrar inclinación a atesorar libros. No es justo que se califique de enfermo por los libros a aquel que muestra preferencia por poseerlos. No se puede negar que hay personas que muestran tendencia a reunir colección de libros, y, puede considerarse sano a condición de que no se apegue con demasía a esta actividad.

La búsqueda de la voz bibliópata en Google da como resultado que en el glosario de bibliografía aparece definida en tanto, “un bibliófilo para el que el amor de los libros se ha convertido en una obsesión (incluye libreros y coleccionistas)”.

No pude negarse que quien estos comentarios escribe es propenso a reunir libros que lee y consulta con regularidad, de allí la simpatía que experimenta por el vocablo.

 

ELEFANTIASIS

“. . . responsables de la ELEFANTIASIS estatal. . .”

La elefantiasis es una enfermedad, síndrome, que consiste en un “aumento desproporcionado, enorme”, así comienza la definición de la enfermedad.

La palabra está formada con una obvia alusión al paquidermo, que denomina a un grupo de mamíferos caracterizados por una piel muy gruesa y dura. El endurecimiento y engrosamiento de la piel, a su vez, es una particularidad de la mencionada enfermedad.

La palabra elefantiasis fue tomada del latín elephantiasis, que en su momento  la tomó de una voz griega muy parecida a la del latín y el español. La terminación –sis en español, sobre todo en medicina, significa “estado irregular” o “enfermedad”. Generalmente se la hace preceder de otra vocal, en este caso, de /a/.

Todo lo que antecede se menciona para destacar que el aumento desproporcionado y engrosamiento que caracterizan esta enfermedad se presta muy bien para que se la use en sentido figurado para aplicársela a una burocracia gubernamental como se hace en la cita, que crece más allá de sus verdaderas necesidades.

 

BRÉGETE– BRÉJETE

“. . . la razón principal del BREJETE. . .”

Sucede en más ocasiones de las que uno desearía aceptar que un acento (tilde) que no se marca puede traer confusión en la interpretación del mensaje.

Las voces bréjete y brégete son dominicanismos totales, tanto por la formación de la palabra, como por su significado. Los demás hablantes de español quizás no tienen idea de lo que un hablante de español dominicano expresa cuando utiliza la voz bréjete, así con la tilde sobre la primera letra /e/. Ese bréjete significa “escándalo, barullo”. De estas dos formas en que aparece en el título es como se consigna en el Diccionario de americanismos de la Asociación de Academias.

El Diccionario del español dominicano (2013:105) inventaría la voz dominicana, tanto con una letra /g/, brégete, como con la jota /j/ bréjete. Para esta voz el DED trae cuatro acepciones. En las dos grafías la tilde aparece sobre la primera letra /e/.

La primera es “trajín, afán”. La segunda es “discusión, riña, pendencia”. La tercera es “barullo, alboroto”. La cuarta, “chisme, enredo”.

Además del sustantivo, el DED consigna el verbo bregetear que en opinión personal de quien esto escribe deriva del mencionado sustantivo, con los equivalentes verbos, “trajinar, trabajar afanosamente”. Recoge, así mismo otro nombre de la misma familia, bregeteo, con el significado de “trajín, afán”.

No puede desestimarse la importancia de las tildes. Existen ejemplos famosos de malentendidos que han surgido desencadenados por la falta de un acento marcado.

El académico Rafael Peralta Romero en su discurso de ingreso a la Academia Dominicana de la Lengua ponderó la importancia de las tildes. Debajo se reproduce lo resaltado:

  1. a) Médico b) Medico       c) Medicó
  2. a) Vómito b) Vomito       c) Vomitó
  3. a) Prólogo b) Prologo       c) Prologó
  4. a) Título             b)Titulo           c)  Tituló
  5. a) Diálogo b) Dialogo       c) Dialogó

No hace falta añadir comentario alguno porque estas palabras leídas expresan las diferencias. Ellas cambian el sentido de lo expresado, así como las categorías gramaticales a las que pertenecen.

 

APAGÓN INFORMATIVO

“. . . que fue revertida después de un APAGÓN INFORMATIVO de tres días”.

Muchos de los vocablos del habla cotidiana cobran vigencia debido a circunstancias que llevan a que estos se utilicen de forma continuada. En el título hay un vocablo, apagón, que forma parte de la vida diaria de los dominicanos.

La expresión del título se estudiará en el cuerpo de esta sección. Se analizará si después de utilizar el sustantivo apagón, hace falta que se explique a qué se refiere la palabra.

El sustantivo masculino apagón no debe la terminación –ón solamente a que la acción a que se refiere sea grande, como sugiere de primera impresión. Se debe más bien a que es repentino.

Además, este apagón se debe a causas extrañas, que escapan al control de quien utiliza los servicios. Como se intuye por la terminación, la suspensión del servicio también es de grandes proporciones.

En el caso del apagón informativo que duró tres días, es muy probable que la salida de operaciones del sitio o página informativa haya sido sin aviso previo, es decir, de manera repentina y que conllevó el cese de las actividades normales.

En muchas ocasiones los dominicanos piensan que los apagones eléctricos solo se producen en el sistema de distribución de esa energía en República Dominicana. El fenómeno ocurre en otros países también.

No sería motivo de sorpresa si la palabra apagón extiende su manto léxico a otras áreas, como por ejemplo, si una persona dice que sufrió un “apagón mental”, para aludir a la suspensión de la memoria, de manera súbita y temporal, que la persona percibe por perder el hilo de la conversación, o por no ser capaz de recordar una palabra en el momento preciso. Hay que prepararse para otros apagones.

© 2018, Roberto E. Guzmán

Madrevieja, bulto, comprar, segmento

Roberto E. Guzmán

MADREVIEJA

Hace largo tiempo que en la República Dominicana existe una comunidad que se llama Madrevieja o Madre Vieja. Las dos formas de escribir el nombre aparecen hasta en los letreros que la identifican.

Esta comunidad se encuentra en la provincia de San Cristóbal, en el suroeste del país. Está en la margen oriental del río Nigua que baña al municipio cabecera de la provincia que lleva el mismo nombre de la provincia.

El autor de estos comentarios acerca del idioma entiende que debe escribirse ese nombre, Madrevieja, en una sola palabra, pues eso, madrevieja,  significa “cauce del río”. No ha de olvidarse que la mentada comunidad está junto al cauce del río. Se sostiene así que ese es el origen del nombre.

El dato que se menciona acerca del significado del sustantivo madrevieja se obtuvo en el Vocabulario popular andaluz, de Francisco Álvarez Curiel, en la página 143. En el caso del nombre del sitio, por su condición de nombre propio, se escribirá con una letra mayúscula como se hizo más arriba.

Un hallazgo de este género resulta divertido si se piensa que el origen de ese nombre quizá lo tiene la comunidad desde los tiempos de la colonia cuando algún andaluz anduvo por esos lugares. Alguien pudo pensar que escrito en una sola palabra era un sinsentido y comenzó a representarlo en dos palabras separadas.

No hay que olvidar que en el español general existe en el nivel coloquial la locución verbal,  “salir o salirse de madre un arroyo o un río” que es desbordarse, salir de los bordes y causar las aguas una inundación.

 

BULTO

“. . . con honrosas excepciones, han sido un BULTO, una falsa estrategia. . .”

El uso de la voz bulto que puede observarse en la frase transcrita es un dominicanismo por su sentido, es decir, que solo se conoce con ese significado en la República Dominicana.

Con ese valor del habla dominicana aparece recogido en el Diccionario de americanismos (2010:306), “cuento, mentira, alarde”.

Cuando se leyó por primera vez la frase reproducida más arriba, se pensó que se trataba de un uso diferente, tendente a “distraer” la atención, para que desempeñase las funciones de entretenimiento, para que la atención fuese dirigida a lo que se menciona como bulto.

El Diccionario del español dominicano (2013:113) asienta otra significación que no se conoce en los demás lexicones, con el sentido de “escándalo”. Para ilustrar esta utilización trae una cita de la obra Antología narrativa (2007:274) de Iván García Guerra.

Es bueno tomar nota de que a las interpretaciones “cuento, mentira, alarde” que aparecen en el DAA del 2010 mencionado antes, el DED del 2013 deja fuera la palabra “cuento” en tanto equivalente y añade “allante” que debe interpretarse aquí como “persuasión con mentiras”, que es la manera en que lo define en su primera acepción el DED (2013:30).

 

COMPRAR

“. . . prácticas que ya no COMPRA el mundo presente. . .”

¿Qué es eso de comprar prácticas? ¿De dónde sale esa nueva costumbre? ¿Qué desean expresar las personas que usan el verbo comprar en casos como este? Todas estas preguntas serán respondidas en el desarrollo de este tema en esta sección.

Las únicas prácticas que se compran son las de las oficinas de los profesionales que venden el ejercicio de sus profesiones con las listas de clientes y los contactos, cuando estos deciden retirarse o cesar en ese trabajo.

La forma de la redacción de la cita de esta sección está escrita en español, pero con una interferencia del inglés. Las prácticas a las que alude el texto de la cita son las acciones de algunas personas.

El verbo comprar en este lugar no tiene cabida. Comprar en español ha guardado sus acepciones principales desde hace siglos y ellas son, adquirir una cosa con dinero; o dar dinero o regalos a una o varias personas para conseguir un fin, esto indebidamente.

Más arriba se escribió que había en la cita interferencia del inglés. Esto así porque en esa lengua han incluido una acepción que no ha alcanzado al español. Esa acepción del verbo comprar en inglés –to buy– es la que se refiere a “aceptar, admitir, aprobar, creer”.

En algunas ocasiones este tipo de desliz se cuela por medio de las traducciones o adaptaciones que aparecen en las informaciones periodísticas. En otros casos se debe a aquellos articulistas y columnistas que acostumbran a leer en inglés algunas informaciones y luego pasan al español de modo crudo lo que leyeron en lengua inglesa.

Es más, se piensa que en inglés cuando una persona se deja convencer, permite que lo engañen o es muy crédulo, puede decirse que “compró” eso de que se trata. En español hay que evitar este uso.

 

SEGMENTO

“. . .afecta en su vida diaria grandes SEGMENTOS de la población. . .”

La palabra segmento hace tiempo que logró vigencia. Es una palabra favorita de los “conductores” de programas televisivos. Se la considera un término culto en los casos en que reemplaza a otros vocablos como se leerá más abajo.

Desde su origen se ha tenido esta palabra como un ejemplo del registro culto del habla española. Cuando ingresó en el español a principios del siglo XVIII entró con ese calificativo.

El vocablo estudiado aquí posee tres acepciones generales en tres diferentes áreas del saber humano, lingüística, mecánica y zoología. Además, se han reconocido dos acepciones muy específicas, una en geometría y la otra en economía. Con la mención de las áreas del saber en las que se reconoce, con sus acepciones, el uso de segmento, no hace falta entrar en detalles.

La acepción que merece consideración es a la que la Real Academia dio su sanción aprobatoria en economía, “Cada uno de los grupos homogéneos diferenciados a los que se dirige la política comercial de una empresa”. Esta lexía compleja “segmento de mercado”, que consta en el diccionario de las academias apareció en la edición de 2001.

La primera acepción que se encuentra en el Diccionario de la lengua española es general, “porción o parte cortada o separada de una cosa, de un elemento geométrico o de un todo”. Con respecto de esta acepción hay mucho espacio para argüir. Esto así porque si se trata de objetos materiales, no hay inconveniente en denominar segmento esa parte “cortada o separada”. No es  tan fácil admitir esa denominación en los casos en que se hace una abstracción (para separar) una porción o parte de un concepto, de algo intangible.

Una vez expuesto el inconveniente, se hace necesario aceptar que la tendencia en el habla es a ampliar el campo de acción del sustantivo. Algunos autores niegan rotundamente la posibilidad de utilizar segmento en tanto equivalente de sector y consideran este uso como impropio. No falta quien entienda que usar segmento para personas sea una forma despectiva de llamarlas, porque implica una visión lineal de estas.

El Diccionario de uso del  español (2012:2677) introduce una subacepción a la primera acepción de la voz segmento, esta reza así: “Cada una de las partes en que se divide algo no material”. La mayoría de los ejemplos de uso de segmento de este modo, se refieren a “segmento de la población”. Llama la atención que un ejemplo con “segmento de población” sea el que emplea el diccionario Merriam-Webster´s del inglés americano.

El Novo Diciónario Aurélio da língua portuguesa (1986:1561) en la redacción de la primera acepción usa la palabra “sección” para referirse a la “porción”. La segunda acepción en ese diccionario es, “porción bien delimitada, destacada de un conjunto”.

El movimiento que se observa es a tolerar el uso con respecto de la población, pensando que es una ampliación de la acepción en economía que tiene el vocablo en relación con el mercado.

© 2018, Roberto E. Guzmán

Moché/moché, éxtasis/éctasis, papabocó

Roberto E. Guzmán

 

MOCHÉ-MOCHÉ

Todos los dominicanos han escuchado esta locución adverbial. Es de alguna forma una locución reiterativa, pues moché por sí sola equivale en el habla dominicana a “a medias”. La locución adverbial “a la moché” expresa en el habla dominicana, “a la mitad, a medias o partes iguales”, Diccionario fraseológico del español dominicano (2016:319).

La razón principal por la que se trae a estos comentarios este adverbio y la locución del título es para abundar sobre el posible origen de estos. Este tema se ha tomado siguiendo una sugerencia de un estudioso del español dominicano y gran conocedor de lenguas extranjeras.

La persona que sugirió el tema entiende que la locución tiene relación con la lengua francesa. Él opina que ese moché es una deformación (desgaste) en español del francés moitié, que se pronuncia mwatyé.

La otra posibilidad que existe es que moché provenga del verbo mochar que es una forma menos elegante de cortar. Es preciso evaluar las dos posibilidades.

En abono a la posibilidad de que la locución adverbial derive del francés, se debe recordar que moitié implica que se divide en dos partes iguales. Cuando los dominicanos convienen en dividir los gastos de algo, acuerdan hacerlo en partes iguales y en ese caso utilizan la locución moché-moché.

Si se piensa que el verbo mochar en el uso dominicano corresponde a cortar o recortar, esa acción no conlleva la idea de que lo que se mocha o corta resulte o termine en partes iguales. Ahora bien, la idea de mochar con el sentido de contribuir  existe en la variedad del español de otros países, como por ejemplo en México, donde es “contribuir con algo a una causa”. Aunque no se especifique en la definición, se piensa que la contribución a que alude la acepción se hace en dinero, aunque esta pueda ser en especie.

En beneficio de la tesis de que procede del francés se puede aducir que en esa lengua se muestra conformidad para que la noción de mitad no sea en partes iguales o exactamente iguales y se da por satisfecho si las porciones son muy semejantes. En español se hace otro tanto cuando no se trata de valores o cosas contables.

En lengua francesa existe la locución adverbial moitié-moitié que expresa la idea de compartir. Al principio en francés se decía moitié à moitié que entrañaba la idea de dividir en partes iguales.

Se piensa que cuando el hablante de español dominicano utiliza la locución moché-moché lo que manifiesta es el deseo de que se divida el objeto a que se contrae la acción. Es probable que el propósito del hablante al emplear el moché-moché esté influenciado en el habla moderna por la idea del inglés fifty-fifty que sí es dividir en partes iguales. En inglés existe también la expresión chip in que significa contribuir. A su vez, el verbo to chip significa cortar con un instrumento de cortar pesado (¿mochar?).

No debe descartarse la posibilidad de que este moché-moché provenga del francés, si se piensa que la voz francesa antes mencionada y su expresión comienzan con la sílaba “mua” que en español no es principio de palabra alguna. Hay que considerar que en español corriente solo existe una voz traída del italiano que comienza así. La otra palabra es una onomatopeya del sonido del beso.

La posibilidad de que la locución tenga su origen en la lengua francesa se hace pensando en los veintidós largos años del gobierno haitiano en la parte este de La Española, que entre otras medidas de carácter obligatorio impuso el uso del francés en la administración pública. Ojalá hubiese otros indicios que pudieran avalar esta teoría; de todos modos no es descabellada la hipótesis  y no puede descartarse sin argumentos de peso en contra.

 

ÉXTASIS – ÉCTASIS

“. . . en el consumo de cocaína, anfetamina y *ÉCTASIS. . .”

Las dos palabras del título tienen carta de naturaleza en español. Sin embargo, los significados de ambas son muy diferentes. Antes de continuar hay que reconocer que en el teclado las letras equis /x/ y ce /c/ son vecinas, por lo que el error al escribir una por otra puede provenir de una distracción al pulsar las teclas.

Éctasis es el “alargamiento de una sílaba breve para la cabal medida de un verso”, así lo define D. Fernando Lázaro Carreter en su Diccionario de términos filológicos (1962:153).

El vocablo éxtasis posee varias acepciones. Entre esas acepciones la más usada es en poesía; en la que corresponde en religión a un estado del alma en la unión mística con dios. Es también en un grado menor el sentimiento de una persona dominada por un sentimiento de alegría.

La última acepción que se integró al lexicón oficial del español  para éxtasis es la de droga sintética que produce efectos alucinógenos y afrodisíacos. Aparece por primera vez en la edición del Diccionario de la lengua española de 2014.

Esta droga se la conoce también con el nombre de “droga del amor”. De acuerdo con la información que trae el Nuevo diccionario de voces de uso actual (2003:461) esta fue inventada en Alemania en 1987. Las estadísticas de uso indican que esta droga es preferida por los jóvenes.

El tipo de error que se encontró en la cita refuerza lo que se ha escrito por medio de estos escritos muchas veces antes, que después de terminar hay que releer lo que se escribe para corregir pequeñas distracciones y erratas.

 

PAPABOCÓ

“. . .el papabocó. . .”

La voz que encabeza esta sección es una combinación de dos vocablos; uno del español,  papá, y el otro del criollo haitiano bokò o bòkò. El significado se explicará más abajo, así como el origen atribuido a la voz del criollo haitiano.

En el Diccionario del español dominicano (2013:516), aparece la voz del título definida así, “Brujo, hombre con poderes mágicos”. La segunda acepción trata la voz en tanto locución sustantiva, “Persona con influencia y autoridad”.

Un bocó es, En el vudú dominicano, brujo, sacerdote, hougán”, de acuerdo con el Diccionario del español dominicano (2013:94).

Como puede deducirse por la redacción de las entradas en el mencionado diccionario, el origen de la voz procede del criollo haitiano. C. Esteban Deive en el Diccionario de dominicanismos, (2002:154), lo expresa en estos términos, “Es término procedente del creole haitiano relacionado con el vudú”.

  1. Emilio Rodríguez Demorizi en su libro Lengua y folklore en Sato Domingo (1975:232) escribe que el bocó es “un curandero de guangá”. El guangá (wanga) es una enfermedad que no puede ser curada por medios tradicionales. Para lograr su propósito el bocó utiliza “bebedizos y botellas”. Esta “botella” es un medicamento hecho artesanalmente de productos naturales.

El bòkò es un sacerdote del voodo que se ocupa de los dos aspectos, el del hechizo malo y del bueno. Es un brujo y la voz del haitiano se usa también en términos peyorativos; es un curandero del vodoo. Haitian English dictionary (2000:84). Traducción y adaptación RG.

En lengua haitiana la voz bòkò cuenta con muchos sinónimos dependiendo del aspecto que se desee destacar, ya sea el bueno o el malo.

La voz procede de la lengua de los ewé del sudeste de Gana. La voz aparece también escrita bokò en haitiano. En lengua ewè es bokono, que designa al brujo, adivino; en lengua hausa es boka que sirve para nombrar al médico (curandero), esa lengua se habla en Níger y Nigeria.  En lengua fon, que se habla en Benín, se relaciona con gbokonu, que es medicina. Lexicréole (2001:39)

No cabe duda de que la voz bocó viene de las lenguas africanas y al habla dominicana se integró por medio del haitiano, es pues, un haitianismo en el habla de los dominicanos. De lo anterior puede deducirse que papábocó es un dominicanismo.

© 2018, Roberto E. Guzmán

Vientre, olla/hoya, encomiar, gredar/greda

Roberto E. Guzmán

VIENTRE

Los lectores que han vivido toda su vida en las ciudades es probable que se pregunten, ¿qué puede haber en vientre?, que ellos no sepan.

El vocablo vientre en esta ocasión se trae con una acepción conocida en los predios rurales del territorio dominicano. Para acercarse más al campo de la palabra del título puede ofrecerse la pista que es de uso en ganadería.

Los animales hembras que se usan para reproducción, que no se sacrifican hasta que no agotan su vida reproductiva útil en ganadería se les conoce con el nombre de “vientre”. Al referirse a esas cabezas de ganado, los ganaderos, campesinos y personas entendidas en esos menesteres les llaman vientres.

El español general utiliza una locución adjetiva para referirse a este tipo de animal que se ha mencionado más arriba, dice, “de vientre”, con lo que definen el animal como destinado a la reproducción.

En Ecuador y Uruguay llaman vientre al animal preñado. En República Dominicana el uso ha establecido algunas locuciones con el sustantivo vientre. Entre otras puede citarse la locución verbal que se ha oído “gritar en el vientre”, que es “tener la capacidad de vaticinar”. Otra es la locución “tener mal vientre”, que corresponde a, “transmitir la madre las consideradas peores características físicas de los progenitores a su hijo”. Se ha oído otra, tener o ser de “vientre seco”, que se aplica a la mujer que no concibe.

Con respecto a vientre en tanto animal destinado a la reproducción, es una acepción utilizada en República Dominicana que no ha trascendido a los diccionarios diferenciales del español dominicano.

 

OLLA – HOYA

“. . .destapó la HOYA de grillos. . .

Algunos sonidos del español han evolucionado tal y como es de esperarse en una lengua de larga data. Otro factor que contribuye a los cambios de sonidos es la vasta extensión territorial en la que se conoce y habla la lengua española. A lo anterior hay que añadir que cuando la lengua española llegó a América se impuso sobre lenguas nativas que dejaron rastros de su pronunciación vernácula en la lengua impuesta.

El párrafo anterior puede ser una explicación para que al autor de la frase transcrita haya colocado el dígrafo doble ele /ll/ (elle) en lugar de una ye, i griega, cuando escribió “hoya” en lugar de olla.

Lo que resulta difícil admitir es que alguien poseedor de una cultura aceptable no conozca que la frase coloquial asentada por el uso en el español es “olla de grillos”. Con esta frase se menciona un “lugar en que hay desorden y confusión y nadie se entiende”. Ya en latín la palabra olla se escribía de la forma en que se conoce hoy.

Algunas lecturas pueden confundir a ciertas personas, si se toma en cuenta que en California, Estados Unidos, en la ciudad de San Diego hay un sector que se conoce con el nombre de La Jolla. Los nativos de allí llamaban en su lengua a esta parte de la costa “terreno de hoyos”, que fue escrito más delante de la forma en que se conoce en la actualidad.

Es probable que el redactor no se haya dado cuenta de que el corrector automático del computador no le haya señalado error alguno con respecto a esta “hoya”, porque existe el verbo hoyar que conjugado en el presente del indicativo en las personas, él, ella, usted, es “hoya”.

La olla es el recipiente de cocina redondo, de boca ancha y provista de asas. A veces se confunde con la paila que es menos profunda. El caldero tiene la boca redonda, pero el fondo no tiene necesariamente el mismo diámetro que la boca, generalmente es más pequeño. En el habla de los dominicanos, en ocasiones, las tres palabras se usan indistintamente.

Los pescadores de algunas regiones, en lagos, saben lo que es una “olla de grillos”, pues han visto los grillos que compran como cebo cuando estos se trepan unos encima de los otros en un desorden interminable.

 

ENCOMIAR

“. . . nos ENCOMIÓ a rechazar la acepción. . .”

A cualquier hijo de vecino se le escapa una. El teclado, los dedos y la automaticidad al pulsar las teclas del computador pueden jugarle una mala pasada al más diestro. Precisamente por esto que se escribió en las oraciones anteriores es que se aconseja leer de nuevo lo ya redactado.

Los articulistas disponen de más tiempo que los periodistas para “darse este lujo” de releer lo ya escrito y, hacerlo con sentido crítico. Lo que se bosquejó más arriba es lo que se piensa que sucedió en el caso que se trae en esta sección con respecto al uso del verbo encomiar.

No puede negarse que cada escritor posee un estilo diferente o distintivo para expresar sus pensamientos, sentimientos y criterios. Lo que no debe faltar en ese estilo es la claridad que en parte se logra con el uso de los términos propios de la lengua que contribuyen a hacer inteligible lo que se comunica.

Encomiar es lo contrario de censurar; significa alabar encarecidamente. Es elogiar de modo encendido. El verbo deriva del nombre encomio, cuya etimología remonta hasta el griego enkómion, que significaba elogio, discurso panegírico. Generalmente este verbo -encomiar- se toma en tanto sinónimo de celebrar, encarecer, ensalzar. La palabra entró de manera oficial en la lengua en el año 1884; encomiador hizo su entrada un año antes, en 1883.

Para quien estas notas redacta le resulta cuesta arriba aceptar que “encomiaba a rechazar”. Quizás pueda admitirse que una persona “encomiaba el rechazo”. Si se desea mantener el mismo orden en la frase, debió utilizarse el verbo animar, alentar, estimular o, incitar. Todos estos verbos aceptan la preposición a para introducir un complemento.

Cada uno de estos verbos posee un grado diferente de intensidad por lo que el asunto se contrae a saber lo que en realidad quiso expresar el articulista.

 

GREDAR  –  GREDA

“. . .Obras Públicas de un GREDAR. . .”

Esta voz del español dominicano es una adaptación del inglés grader que es una maquinaria que se usa en la construcción de caminos, calles, carreteras y avenidas; así como para vías de acceso a minas o cualquier otro lugar.

En el español más conocido se la llama de motoniveladora, pues su principal función es nivelar terrenos, refinar taludes.

Para desempeñar su trabajo esta máquina está provista de una o dos hojas metálicas largas y cóncavas. Lo más común es que lleve esa “cuchilla” entre los ejes traseros y el eje delantero. Algunas llevan dos hojas de empuje o arrastre de material y, en ese caso la segunda se coloca en el frente, delante del eje delantero.

Hay que llamar la atención sobre la forma en que los dominicanos han hecho la adaptación de la voz inglesa; lo han hecho sobre la pronunciación inglesa y no sobre la representación gráfica. Eso significa que se hizo a través del oído, por vía oral, de donde se desprende la forma de enunciarla y escribirla.

En el título se escribieron las dos formas en que los dominicanos enuncian el nombre inglés, con la erre /r/ al final “gredar” o, sin ella, “greda”.

© 2018, Roberto E. Guzmán

Abrir/abrirse, búmeran/bumerán, patologizar, cosido/cocido

Roberto E. Guzmán

ABRIR – ABRIRSE

En esta parte se estudiará la voz del título en una acepción dominicana que todavía no ha encontrado su entrada en los diccionarios de palabras usadas en el español dominicano.

La oración anterior se expresa sin olvidar lo que escribe Gerd Wotjak en el prólogo a Estudios de lexicología y metalexicografía del español actual (1992:VII) “Resulta más fácil criticar las pretendidas o verdaderas insuficiencias de los diccionarios, que practicar la difícil y extenuante labor lexicográfica”.

Se deja constancia de que en República Dominicana finalmente se hicieron todos los esfuerzos para reunir en un volumen las voces del español dominicano. Ahí está el Diccionario del español dominicano (2013). Hechas estas consideraciones se pasará a revisar lo concerniente a “abrirse” en el habla de los dominicanos.

Una articulación se abre cuando se produce distensión en los músculos, tendones y tejidos en ella. La articulación que se abre con mayor frecuencia es la de la muñeca, lo que dificulta el uso de la mano en las flexiones propias de esa articulación.

Otra parte del cuerpo humano que padece a veces de estar abierta es la cintura, por lesiones en la espalda baja, el lumbago. En estos casos la persona sufrirá de molestias o dolores. La acción que se culpa de la cintura abierta es la de cargar o manipular objetos pesados mientras se adopta o mantiene una postura inadecuada.

 

BÚMERAN – BUMERÁN

“. . .se convierten en BÚMERAN. . .”

Las dos formas de representar la voz que llegó al español procedente del inglés son admitidas por la norma culta. La Real Academia asienta bumerán y agrega que también se escribe y pronuncia búmeran en algunos países y, menciona específicamente esta Academia entre esos países a Argentina, Ecuador y México.

Esta voz tuvo su origen en una lengua australiana que luego pasó al inglés, boomerang, y que en principio fue un arma arrojadiza de madera ligera en forma de ángulo obtuso, que lanzada con movimiento giratorio puede regresar al punto de partida. La voz australiana se documentó por primera vez en el año 1798 en un glosario de voces aborígenes del sur de Australia.

Para la lengua, más importante que el arma, es el sentido que se ha imprimido al utilizar en sentido figurado la vuelta del arma, entendiendo que esta se vuelve contra quien la lanza, es lo que se conoce con el nombre de “efecto bumerán”, que las Academias en el lexicón mayor definen como “acción que se vuelve contra su autor”.

En la frase de la cita ya no hace falta que se recurra a escribir la locución completa, pues con el uso de palabras del español que indiquen a qué se refiere se entenderá el mensaje sin dificultad. La palabra bumerán se admite que reemplace a la expresión completa.

 

PATOLOGIZAR

“. . .se hace buscar razones para PATOLOGIZAR. . .”

Este vocablo del título circula muy poco, para no decir que no circula. Es una creación culta para designar algo que guarda relación con la palabra patología que pertenece al registro culto de la lengua española.

Otro rasgo que revela la procedencia del verbo estudiado es la terminación –izar que es una de las favoritas de los creadores de nuevos términos, cuando ellos son capaces de leer lenguas extranjeras.

En tiempos recientes se ha hallado la nueva costumbre de llamar patologías a las enfermedades. Esa nueva costumbre llega a las orillas del español desde el inglés, lengua en la que pathology es algo anormal; las desviaciones estructurales y funcionales de lo normal, que constituyen enfermedades o caracterizan una determinada enfermedad. Además de esta acepción posee otras que no se conocen todavía en español, pero que no viene al caso traer aquí.

Este patologizar tiene que ver con las otras desviaciones, que se refieren a las acciones que producen trastornos en el comportamiento social. (Informaciones extraídas del Merriam-Webster Dictionary. (Adaptadas y traducidas por RG).

Al buscar en el Corpus del Español del Siglo XXI, solo se encontró un ejemplo de este uso de patologizar en español, en Argentina, con todas las características del patologizar del trastorno del comportamiento social, y es un ejemplo del año 2008.

Se propone aquí evitar este uso del verbo examinado aquí, por la comprobada poca frecuencia de su uso y, por no corresponder a lo que en la lengua española se entiende por patología; así mismo,  porque el verbo patologizar ni siquiera figura en las nóminas de propuestos neologismos de los que se tiene conocimiento.

 

COSIDO – COCIDO

“. . .aquel personaje que parecía invencible terminó *COCIDO a tiros. . .”

Con la lectura de la frase que se copió más arriba queda demostrada la razón que tienen los hablantes de español dominicano para “cocinar” sus alimentos y no “cocerlos”. Esto es, con el empleo de cocinar no hay equívoco posible con respecto a lo que se refiere la acción.

Salta a la vista la diferencia de significados que existe entre los dos verbos del título. El primero, coser, es el que tiene relación con las agujas, el hilo y las telas, pieles, etc. El segundo, cocer, tiene que ver con los alimentos, el fuego, el calor que los hace comestibles.

Una fórmula para no olvidar quién es quién entre estas dos palabras, es recordando que el cocido, con ce /c/ es el de garbanzos y el otro, cosido, con ese /s/,  es el de la costura.

Un empleo que se ha oído en el español dominicano es el que consigna el Diccionario de uso del español actual (2012:573) en el que se lee que cosido es, “calidad en el acabado de coser”, esto es, bien confeccionado, bien terminado.

En el Diccionario de términos de escritura dudosa, (2014:106), se incluye una acepción que se refiere directamente con el uso del cosido que debió aparecer en la frase, “causar a alguien varias heridas con un objeto punzante”. En otra obra se leyó que las heridas pueden ser causadas por un arma de fuego. Se debe manifestar aquí que no pudo localizarse la referencia para incluirla.

En República Dominicana para expresar que a una persona se han infligido muchas heridas utilizan una expresión, “dejar o poner [a alguien] como un colador”.

© 2018, Roberto E. Guzmán

Línea, cerrado en agua, distar/dictar

Roberto E. Guzmán

LÍNEA

El vocablo del título tuvo o tiene una significación en el español dominicano que ha pasado inadvertida de los lexicógrafos.

Esta significación tiene relación con otra del español general que se refiere al recorrido regular de vehículos sobre un itinerario establecido.

La línea que se desea sacar del olvido es la que se relaciona con la empresa que se dedica a explotar una o varias rutas determinadas. Esas empresas en República Dominicana se hacían llamar “líneas”.

En un principio fueron solo automóviles que recorrían las distancias interurbanas y que se agrupaban para administrar el flujo de pasajeros. Esa era la época en que los automóviles que viajaban entre las diferentes ciudades del país buscaban los pasajeros en las direcciones que les eran suministradas.

Con el aumento de los viajeros, la capacidad de los automóviles resultó exigua y entonces esas “líneas” pasaron a administrar el flujo de pasajeros aun cuando los vehículos fueran propiedad de los conductores.

Entre las líneas que se recuerdan pueden nombrarse la Línea Estrella Blanca y la Línea Studebaker. Si mal no se recuerda, el local que servía de descanso y donde se tomaban los mensajes para la Línea Estrella Blanca fue la estación (bomba) de gasolina de Calamidad, en la Av. Mella entre las calles 16 de agosto y José Dolores Alfonseca (30 de marzo).

La Línea Studebaker funcionaba en la calle Arzobispo Nouel, próximo a la Catedral Primada de América. Allí se vendían los periódicos nacionales, así como las revistas extranjeras que el régimen de Trujillo permitía entrar. Además, vendían “tablas de dulce”, es decir, dulces en pastas que se producían en los pueblos servidos por los vehículos que allí recibían sus llamadas de servicio.

Los sistemas modernos de transporte colectivo sacaron del negocio a estas líneas que fueron sustituidas por compañías administradas de acuerdo con procedimientos modernos de gestión y con servicio regular de autobuses.

 

CERRADO EN AGUA

“Todo el trayecto. . .fue CERRADO EN AGUA. . .”

El verbo cerrar tiene muchas acepciones que se han acumulado en la lengua española a través del tiempo. Algunas tienen relación unas con otras; en otros casos se trata de extensiones o de usos figurados.

El verbo cerrar en el español cotidiano posee una acepción que de alguna forma se asemeja a otra del español hispanoamericano. En la acepción marcada con el número 34 en el Diccionario de la lengua española, en su vigesimotercera edición puede leerse esto, “Dicho del cielo: encapotarse”.

De la lectura de la frase se deduce que no se trata de que durante el trayecto el cielo estuviese “encapotado en agua”. Se refiere a una acepción americana del verbo cerrar.

La acepción a la que se alude en la oración anterior y más próxima a esta es la del verbo cerrar en la locución verbal “cerrarse a llover” que en Cuba, Costa Rica y República Dominicana significa, “Empezar a caer la lluvia”.

“Cerrado en agua” se ha oído en el español dominicano más de una vez, por no escribir, muchas veces. Cuando se usa se toma la locución verbal cerrarse en agua, en el sentido de “llover a cántaros”, quien eso hace recurre a la locución verbal “cerrarse a llover”, solo que la palabra lluvia se reemplaza por agua, que el contexto se encarga de aclarar. Puede añadirse que el verbo cerrar aquí se emplea para significar, rodear, que en la cita es de agua.

 

DISTAR – DICTAR

“. . .que antes DICTABAN mucho de ser modernas y grandes. . .”

En algunas ocasiones no sabe el lector si el error se debe a descuido en la pronunciación del español o a falta de cultura. O, como decía el chusco, a “ambas cosas a la vez”. En esta sección se  examinarán las acepciones de los dos verbos del título. Sucintamente se tocará el asunto de la pronunciación concerniente a ambos verbos.

En cuanto al verbo dictar, las Academias son muy precisas en la primera acepción del verbo dictar, estas incluyen “las pausas necesarias” para que la persona escriba lo que la otra dice. En la segunda acepción del lexicón mayor de la lengua española es minuciosa de nuevo, “dar, expedir, pronunciar, leyes, fallos, preceptos”. Luego de esas acepciones se adentra ese diccionario en definiciones más apartadas de lo concreto, tal como “inspirar, sugerir”. La cuarta y última acepción en ese diccionario añade el verbo dictar a las clases y conferencias, para que este se emplee así como los verbos dar, pronunciar, impartir.

En lo concerniente al verbo distar, de nuevo el Diccionario de la lengua española no economiza palabras para definir ese verbo. “Dicho de una persona o cosa: Estar situada a una cierta distancia espacial o temporal de otra”. Aquí ha de notarse que se detalla “persona o cosa” y especifica “distancia espacial o temporal”. Con la misma introducción, personas o cosas, en la segunda acepción escribe, “Diferenciarse notablemente de otra”. Repárese en el adverbio notablemente que refuerza la intensidad del verbo.

El verbo dictar fue tomado del latín dictare, que era el frecuentativo de dicere, esto es, “decir”. Ya Nebrija entendía que este verbo era “dezir lo que otro escrive”. (Se respetó la ortografía de la época). Este precursor de los diccionarios del español escribía ditar. Fue ya en el Diccionario de autoridades donde se asentó la letra ce /c/ en medio de la palabra.

El verbo distar fue tomado de distare que valía para expresar “estar apartado”. Se recuerda que en español existe el adjetivo “distante” desde la primera mitad del siglo XV, que como puede deducirse se relaciona con el verbo distar, tratado aquí. Este adjetivo -distante- es equivalente de alejado, apartado, remoto.

La pronunciación de los dos verbos estudiados difiere bastante, pues uno lleva una ese /s/ en el sitio en que el otro pronuncia un sonido equivalente a una letra ca /k/. La única forma para equivocarse con respecto a los dos verbos en cuanto a su enunciación es haciéndolo por partida doble, es decir, pronunciando mal uno y otro. Otra posibilidad es la que se ha criticado muchas veces antes por medio de estos comentarios es cuando el articulista no se toma el tiempo para revisar lo que escribe.

© 2018, Roberto E. Guzmán

 

Deja ver si, farsa/falsa, propositivo, recuperar

Roberto E. Guzmán

DEJA VER SI

Esta expresión se ha oído en muchísimas ocasiones en el español dominicano. La usan los hablantes de esa variante del español cuando solicitan que se les permita abrir una posibilidad. La conjunción condicional “si” que aparece al final de la expresión desempeña la función de introducir una condición. Esta expresión permite que entre en ella una viabilidad de que la persona que la emplea pueda satisfacer un deseo en beneficio de otra persona o de sí mismo.

Algo interesante en esta expresión es que no se ha encontrado rastro de ella en tanto unidad en las obras dedicadas a esta labor. Otro rasgo interesante es que en realidad tiene relación sesgada con el verbo dejar, pues lo que la persona hace es que pide que se le permita hacer una cosa, que no es necesariamente material, esto es, que se acceda autorice o consienta en evaluar una posibilidad.

Con relación al verbo “ver”, hay que aceptarlo en este caso con el valor de intentar una cosa. De la explicación anterior puede entenderse que la expresión en sí no puede tomársela en el sentido de cada una de sus partes, sino como un todo unitario que expresa lo que se ha explicado más arriba.

 

FARSA – FALSA

“. . .siendo una FALSA para cubrir su verdadero ser criminal”

Aunque las dos palabras del título se parezcan en su escritura y pronunciación, los orígenes de una y otra son distantes.

Falso/a procede del latín falsus que era propiamente el participio pasivo de fallere, que significaba engañar. El hecho de que haya conservado la letra efe /f/ del latín indica que prevaleció en el vocablo la pronunciación de las clases cultas. Esta pronunciación fue estimulada por el clero cuando se ocupaba de asuntos morales.

Farsa fue tomado del francés farse, que hoy se escribe farce y es una pieza de teatro cómica y breve que se usaba de relleno en las presentaciones de misterios o auto sacramentales. Todavía con el significado de “rellenar” se conoce en francés el verbo farcir. Para estas etimologías se recurrió al Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico (1980-I-841, 872).

El adjetivo falsa/o vale para expresar que algo se hace o se dice con engaño; que no corresponde a la realidad o a la verdad. Se dice o escribe de las cosas que son falsificadas  o postizas. Cuando se refiere a una persona este destaca la deslealtad, la hipocresía.

El sustantivo femenino farsa heredó del origen francés el significado de pieza teatral breve, cómica y de baja calidad. Fuera del ámbito del teatro es un enredo con el que se pretende engañar. En inglés posee las acepciones del teatro, así como de espectáculo sin fundamento que se usa para engañar.

Si se observa la redacción de la cita, se verá de inmediato que se utiliza la palabra falsa en tanto sustantivo, después de “una”, lo que descalifica la pertinencia de esta en esa función y, en su lugar debió escribir el redactor farsa para imprimir sentido cierto a la oración.

En casos como el que se estudia en esta sección no se trata de error de ortografía, sino de un error de cultura, es decir, lo que falló fue el grado de cultura del articulista que no supo distinguir entre los dos vocablos del título.

 

PROPOSITIVO

“. . . ausencia de pensamiento PROPOSITIVO y ético. . .”

Este vocablo que se somete a estudio reviste caracteres de interesante; por su formación, su procedencia y su significado es digno de atención. Luego de todos estos calificativos elogiosos, hay que introducir la nota de equilibrio, no es una voz que aparece en los lexicones del español de uso. Quizás esto es así porque es de reciente introducción en español.

Las informaciones que se encuentran con respecto a la voz “propositivo” indican que es una persona con una actitud que analiza y evalúa de manera crítica los problemas y sus posibles opciones; recomienda acciones y las impulsa, actúa de acuerdo con su criterio.

Fundéu en respuesta a una consulta al respecto de este vocablo da a entender que propositivo es un adjetivo para caracterizar a una “persona emprendedora, con actitud crítica y que obra con eficacia”. En la respuesta a la consulta Fundéu agrega que el adjetivo está correctamente formado por el vocablo proposición (acción de proponer) más el sufijo –ivo (indica “que tiene capacidad o inclinación para lo que sugiere la palabra base” [proposición]).

En la mencionada opinión, Fundéu añade que puede considerarse formado por el prefijo pro- (tomar impulso hacia adelante) más positivo (afirmativo, efectivo, eficaz). Los dos análisis convergen para dar el mismo sentido y definición ofrecidos más arriba.

La voz propositivo se encuentra en un puesto de consideración de la Real Academia, lo que augura que podría integrarse al diccionario oficial de la lengua en un futuro cercano. Los datos  recabados con respecto a la voz estudiada dan testimonio de que tiene ya uso extendido en el ámbito de la lengua y que se ha registrado su presencia documentada en el español escrito desde hace más de cuarenta años.

La conclusión de la consulta mencionada más arriba es que “no conviene censurar el empleo de la palabra”, aunque “es mejor usar voces o frases equivalentes”.

 

RECUPERAR

Al mismo tiempo, G. RECUPERA el concepto de tradición. . .”

No es algo excepcional que al escribir algunas personas tomen una palabra por el significado más débil. Esto es, que vayan a un extremo del significado de la palabra en cuestión y aprovechen una cualidad poco relevante de esta para extenderla.

Eso que se ha esbozado en términos abstractos y generales es lo que se piensa que ha sucedido en la frase reproducida más arriba.

Resulta muy laborioso pensar que alguien pueda “tomar o adquirir” la tradición, que son dos de los significados de recuperar. O, que se ponga la tradición de nuevo en servicio, otro significado. Además, resulta cuesta arriba poder admitir que la tradición vuelva a su estado de normalidad después de haber pasado por una situación difícil.

Las tres hipótesis que se han avanzado en el párrafo inmediatamente anterior a este sirven para descartar el uso del verbo recuperar, pues se basan en las definiciones más próximas a lo que podrían interpretarse como los rasgos propios del verbo y su posible relación con la palabra tradición.

En el caso de esta frase puede avanzarse la teoría de que el autor se refiere a “actualizar” este concepto; es decir, “conferirle o atribuirle importancia”. En otras palabras, equivale a “traer de vuelta” el concepto mencionado. Podría decirse también, “sacar a la luz del día”, “exponer ante todos” y otras formas más largas y complicadas, pero exactas.

© 2018, Roberto E. Guzmán

 

Filosofía, orondo/*horondo, ora, autonomizado/autonomizar

FILOSOFÍA

En algunas ocasiones hay palabras comunes de conocimiento general que adquieren un sentido diferente al internacional en algunos países. Ese fenómeno se ha visto suceder con regularidad en casi todas las lenguas internacionales.

La distancia entre la metrópolis y las colonias que luego adquirieron la independencia le imprimieron nuevos sentidos a palabras tradicionales. Otros factores que contribuyeron a estos cambios fueron las circunstancias, el ambiente y las tradiciones anteriores a la llegada de la lengua metropolitana.

El estilo de vida y la evolución histórica de los diferentes países de la América Hispana han determinado que vocablos de larga tradición en la lengua hayan adquirido otro sentido en los países americanos.

La palabra filosofía es de larga tradición en el seno de la lengua española; sin embargo, los dominicanos de los estratos educados de la población le han imprimido algunos caracteres a esta palabra que la diferencia de la noción aceptada generalmente.

No se entrará aquí en el detalle de las acepciones conocidas y aceptadas por la generalidad de los hablantes, sino que se caracterizará el significado y el uso en el español dominicano.

Casi siempre se utiliza el término “filosofía” como representación del concepto dominicano que se tiene de la palabra en los casos en que se adoptan medidas o se toman decisiones para referirse al, o los motivo(s), que subyacen esas disposiciones, así como al objetivo que se persigue con ellos.

Ese empleo del vocablo sometido a examen ocurre mayormente en las discusiones en los niveles administrativos del gobierno, cuando se inquiere sobre los motivos que justifican una toma de decisión, o, acerca del propósito de algunas medidas gubernamentales.

Se piensa que este uso está acreditado en el lenguaje administrativo dominicano, sobre todo en lo concerniente a los asuntos de índole gubernamental. Debería considerarse esta utilización para incluirla en el futuro en los repertorios de acepciones particulares de palabras del español dominicano.

ORONDO – *HORONDO

“Ya de regreso el chofer se mostraba *HORONDO por su hazaña. . .”

En algunas ocasiones cuando se encuentra lo que se considera una falta de ortografía al escribir una palabra los lectores se sienten defraudados. Los guardianes de la lengua a veces se precipitan y con disgusto disimulado atacan el descuido de quien incurre en el error.

Hay que tener mucho tacto y prudencia para no precipitarse y pronunciar censura ligera contra quienes algunas veces pueden -sin saberlo- encontrar amparo en la historia de la lengua. Eso que se enuncia en la oración inmediatamente anterior a esta se ampliará en esta sección con relación a una de las dos voces del título.

Entre 1899 y 1914 la forma primitiva del vocablo era horondo, hasta con hache aspirada. Así apareció en los diccionarios de la Academia.

Desde esa fecha hasta ahora, la forma de escribir la palabra que se estudia ha sido sin la hache, es decir, orondo. En las acepciones que la Academia consigna la primera es la que se presume más antigua; aunque en la actualidad la que se emplea con mayor frecuencia sea, “lleno de presunción y muy contento de sí mismo”.

Para resumir el asunto. Hace más de cien años que la ortografía de orondo ha permanecido la misma, vale decir, sin hache; a pesar de la mala voluntad que esta letra ha cosechado entre los hablantes de español. Esta opinión de algunos hablantes de español le viene a la hache porque se la consideraba “un signo ortográfico ocioso”. Así se expresaba la Ortografía de la Academia misma. En la actualidad, y desde hace largo tiempo, no hay lugar a discusión, debe escribirse orondo.

ORA

“. . . ORA por la gerontocracia u ORA por los intereses. . .”

La palabra ora es un aféresis de ahora, es decir, es la abreviación de la palabra “ahora” mediante la supresión del fonema inicial. En el lenguaje moderno tenemos ejemplos que se han colado en el español hasta proveniente de otras lenguas, por ejemplo del inglés, así se dice bus por autobús.

Ora es una conjunción de uso esporádico que solo personas cultas utilizan en sus escritos. Este rasgo hace que los articulistas que no son muy versados en los asuntos de la lengua puedan incurrir en errores en el uso de esta conjunción.

La Academia en su Diccionario de la lengua española tipifica esta palabra en tanto conjunción distributiva. Esto es, un “elemento o locución coordinante que se emplea en forma repetida o en combinación para expresar distribución”. Diccionario de lingüística ANAYA (1986:94).

El irremplazable Diccionario de dudas y dificultades de la lengua española de M. Seco (1998:323), con respecto a ora escribe que “se usa de repetido ante dos o más frases, equivaliendo a ´unas veces´… ´otras veces´.” Asegura este diccionario que es de uso literario.

Con este tipo de recurso y palabra hay que observar mucha cautela porque fácilmente se cae en error. María Moliner en su Diccionario de uso del español (2007-II-2117) afirma que es usada solamente “en frases literarias de sabor anticuado”.

Al final algo que hay que tener pendiente cuando se usa este “ora” es que en sí es una conjunción y por lo tanto no debe hacerse preceder de otra conjunción. Lo que cabía que hiciese el articulista en este caso era escribir, “…ora por la gerontocracia, ora por los intereses…”

AUTONOMIZADO – AUTONOMIZAR

“. . .que la han AUTONOMIZADO en la encarnación de su rol. . .”

“. . .estos actores AUTONOMIZADOS. . .”

Los hablantes de las lenguas a veces se encuentran en situaciones en las que desearían que algunas palabras existieran. Eso ocurre en los casos en que el hablante o escribiente se queda insatisfecho con las voces conocidas de la lengua. Desea expresar algo tomando como base un concepto conocido, pero la voz que crea no cuenta con suficiente arraigo en la lengua para que se la reconozca.

Lo que acaba de bosquejarse es un  ejemplo de lo que se presume que aconteció en el caso de los usos del verbo y del adjetivo destacados en las frases usadas a manera de ejemplos.

Para evitar tener que recurrir a los extremos de inventar nuevas voces, lo que procede que se haga es realizar una búsqueda en el seno de la lengua por un sinónimo capaz de expresar la idea que se persigue. El método es sencillo. Se usará más abajo para que sirva de modelo para el futuro.

Se busca una palabra equivalente a autonomía. Los diccionarios someten una lista que hay que evaluar. Para autonomía se encuentran, “independencia, libertad, emancipación, franquicia”. De entre estas, la independencia y la libertad son las que ofrecen mejores perspectivas.

La nueva redacción resultaría, “…que la han liberado en la encarnación de su rol…” “…estos actores independizados…” Tanto el verbo liberar como independizar son bien conocidos en la lengua común.

También pudieron cambiarse algunos otros elementos de la redacción y acomodarla a otras palabras. Esta clase de ajustes no requieren de gran esfuerzo; basta con pensar más de una vez.

© 2017, Roberto E. Guzmán.