Herencia léxica taína en el español dominicano

Por María José Rincón

Miembro de número de la ADL

 Presentador: Gracias por responder a esta invitación que hemos hecho a esta visita temática o diálogo en la sala sobre un tema que es sumamente importante para nosotros, por los aportes de la cultura taína al castellano actual, a ese que hablamos todos los días. A sugerencia de la facilitadora que voy a presentar a continuación, llamamos a esta actividad “Tesoros de la lengua taína”, es decir, los aportes que enriquecen el castellano que hablamos hoy en día. Para eso convocamos a María José Rincón, esta joven que está aquí a mi lado, que es una sevillana, una andaluza que se licenció de filología hispánica en la Universidad de Sevilla con especialidad en español de América. Obtuvo una maestría en elaboración de diccionarios y control de calidad del léxico español y realiza actualmente un doctorado de filología. María José Rincón reside en República Dominicana desde el año 1992. Es miembro de número de la Academia Dominicana de la Lengua y miembro correspondiente de la Real Academia Española. Coordinó el equipo lexicográfico de la segunda edición del Diccionario didáctico avanzado, de la editorial SM en Madrid; coordinó tareas lexicográficas de la Academia Dominicana de la Lengua y ha colaborado en la revisión de materiales lexicográficos del Diccionario de americanismos y en la nueva edición del Diccionario de la lengua española. María José ha dedicado buena parte de su vida productiva a desarrollar y a aportar conocimientos con relación a nuestra lengua, y ustedes saben que la lengua es un componente importante en la identidad cultural y nacional de un pueblo. Así que para hablar de los tesoros de la lengua taína, los dejo con María José Rincón.

   María José Rincón: Muchas gracias. Creo que ha quedado demostrado con las palabras de Luis Felipe, que una de mis grandes pasiones son los diccionarios. A eso he llegado a través de muchos años, más de lo que ustedes se imaginan, de intensa labor con las palabras, que han sido desde siempre una de mis grandes vocaciones. Antes de empezar quiero decir que es siempre un honor estar en el Centro León y es siempre un placer venir a Santiago. Soy miembro de la Academia Dominicana de la Lengua, con nosotros hay otro académico, cibaeño, que nos acompaña, don Fabio Guzmán Ariza, quien ha trabajado conmigo en esa labor de traer los diccionarios, sobre todo la niña de nuestros ojos que es el Diccionario del español dominicano. Y aquí estamos de nuevo para hablar de eso que yo propuse que se llamara “Tesoros de la lengua taína”.

Para empezar a acercarnos a esos tesoros me gustaría que nos propongamos una metáfora. Hemos visto piezas arqueológicas bellísimas que nos acompañan hoy aquí y quiero usar una de esas piezas como metáfora. Imaginemos una de esas piezas que llevan siglos en la cocina de nuestra casa, que se hizo hace cientos de miles de años, alguien la diseñó para usarla, para que contuviera algo y esa pieza se sigue manteniendo en la cocina y millones de personas después de esa primera que ideó esa pieza la siguen usando durante cientos de años. A veces se aburre de ella y la deja apartada, ya no le sirve y una generación posterior, a veces a miles de kilómetros de distancia de esa cocina, recupera esa vasija y la vuelve a usar para otra cosa. Todas esas manos por las que va pasando la vasija le van dejando una pátina extraordinaria que a veces hace que no la podamos reconocer. Ya no se parecía a aquella primera vasija que ideó alguien, pero cuando la lavamos y le quitamos esa pátina que le dejan el uso y los años, nos damos cuenta de que sigue siendo la misma.

Pues bien, la magia de esa vasija es la magia de las palabras. Esas palabras que hace cientos de años alguien moldeó, no sabemos quién, para nombrar una realidad, van cambiando con el uso de cientos de millones de personas a lo largo de miles de kilómetros para que luego sigan sirviéndonos a nosotros para mencionar la misma realidad si se mantiene u otras realidades nuevas. Esa es la gran magia de las palabras y por eso, las palabras taínas que conservamos en la lengua española, que es la única manera que podemos acercarnos a la lengua taína, son tesoros para nuestra lengua, porque se siguen manteniendo a través de los siglos y nos siguen siendo útiles, no solo a nosotros que vivimos cerca de donde nacieron, sino a más de quinientos millones de personas en más de 21 países a lo largo de todo un Continente y en países de otros Continentes. Todas esas palabras que nacieron aquí perviven entre nosotros, y a través de la lengua de los hablantes españoles se han extendido a la lengua española general y también a otras lenguas del mundo. Una vez que nos hemos centrado en esa metáfora aprendemos a valorar el tesoro que ha acumulado la palabra.

Les voy a hacer un recorrido breve de cómo las palabras se registraron en español y cómo conocemos que esas palabras proceden de la lengua taína; no todas, porque la riqueza lingüística del Caribe es inimaginable y muchas veces incomparable con otras realidades a lo largo del mundo. La realidad lingüística prehispánica en América es algo inimaginable y muchas veces no comparable con otros temas a lo largo del mundo. En América, los estudiosos calculan más de 170 familias de lengua. Imagínense que las lenguas romances, de las que provienen del latín, es una sola familia y se extiende a lo largo de toda Europa y parte de América. De esas 170 familias se derivaron dialectos y subdialectos, la mayoría de ellos ininteligibles entre sí, es decir, la riqueza era extraordinaria, muchas de ellas sobreviven como lenguas, incluso oficiales en su país, y muchas de ellas se han perdido o están en proceso de extinción. Las grandes familias de lenguas que influyeron en la lengua española son: arahuaco, caribe, náhuatl, maya, quechua, aimara, chicha, araucano y tupic guaraní. Estas grandes nueve familias lingüísticas fueron las que dejaron huellas en la lengua. Evidentemente la arahuaco y la caribe fueron las de primer contacto, y, por tanto, las que mayor huella han dejado. Ahí tienen las lenguas que se hablaban en el entorno de las Antillas.

¿Por qué muchas veces no sabemos decir por qué una palabra es arahuaca, taína, caribe, y a veces los lingüistas solo la denominamos como una palabra antillana? Porque las lenguas que se hablaban en las Antillas tenían un tronco en común que era el tronco arahuaco, y ese caribe y ese taíno que convivían en La Española tenían un tronco original común. La intercomunicación entre estas lenguas hace que no se sepa a través de los textos si la palabra es taína, arahuaca o caribe. Por eso, cuando vayan a buscar la palabra en su etimología se dirá que es de origen antillano porque los orígenes lingüísticos no están claros. Por tanto, esa expresión que leemos muchas veces en las crónicas de Indias, la lengua de los indios se puede poner como interrogación porque realmente la lengua de los indios como única lengua no existe, no es una realidad, ya que existían varias lenguas.

Para un extranjero que llega y se enfrenta a ellas parece una misma lengua, poco a poco con el contacto y la convivencia se van dando cuenta de que algunas de esas expresiones lingüísticas son ininteligibles entre sí, y eso fue lo que pasó en gran parte del Caribe. La primera familia que encontramos, la arahuaca, se extendía en todas las Antillas y en parte del Continente americano. Los préstamos arahuacos son de los más numerosos del español. Ha pasado al español de América, al español general e incluso a otras lenguas que no son el español, prestada a través de la lengua española.

La otra gran familia es la taina, que es de procedencia arahuaca. Es la otra lengua que se hablaba en las Antillas, sobre todo, en las Antillas Menores. Los datos precolombinos aseguran que en La Española se hablaban hasta tres lenguas, de las cuales fehacientemente solo tenemos un rastro de la lengua taína, por ser la más prestigiosa, porque era de los cacicazgos de mayor poderío. Esta a su vez tenía subdialectos que eran ininteligibles entre ellos. Lamentablemente, la lengua taína se extinguió y los únicos vestigios que tenemos de ella son esas palabras que quedan incrustadas en los textos y las que se han mantenido a lo largo de los siglos en el uso de las gentes de la República Dominicana, pero también de otras zonas.

El uso de los tainismos va a depender del nivel de cultura de sus hablantes. Eso sí es importante el nivel de conocimiento que tiene el hablante de su lengua. Vamos a ver que muchas de esas palabras son palabras para nombrar cosas del mundo natural. Como esas vasijas cuando dejan de sernos útil las dejamos arrumbadas. Ese es el gran reto de nosotros los que estudiamos el léxico: es procurar que no se pierdan esas palabras, no solo por cuestión lingüística sino por cultura, por identidad lingüística y cultural. Decía Bartolomé de Las Casas sobre la lengua taína: “Es la más ordenada y compuesta, y la más elegante y la más copiosa en el vocablo y la más dulce en sonido”.

El léxico patrimonial, es decir, las palabras de mi propia lengua para aplicarlas a mi nueva realidad, que permite enriquecer la lengua. Si no encuentro la palabra para nombrar esa nueva realidad, hago un préstamo a otra lengua, un extranjerismo. Entre las palabras de Las Casas cito de nuevo: «Imagínense que un hablante de español, que conoce el fruto de la piña, que es el fruto del pino que da los piñones y se encuentra con otro fruto que tiene cierta similitud a ese fruto del pino y que no tenemos una palabra para nombrarlo, toman la similitud, hacen una comparación poética y se le coloca el nombre”. Eso es crear una nueva acepción de un término que ya se tenía.

Gonzalo Fernández de Oviedo escribió: “El nombre de piña le dieron los cristianos porque lo parece en alguna manera puesto que estas son más hermosas y no tienen la robusticidad de las piñas de piñones de Castilla”. Esa es una manera de nombrar la realidad. Otra manera es hacer un derivado. Imagínese la vid que da uvas, eso es en Europa, llegamos aquí con la realidad que se parece y la denominamos uva de playa, que se parece en cierto modo y a lo que da las uvas le llamamos uvero y ahí creamos una palabra a partir de una que ya existe. Hasta ahí estamos usando los medios de la lengua española para nombrar esa nueva realidad. En la descripción de Fernández de Oviedo leemos: “Son unos racimos de unas uvas ralas, desviadas unas de otras, e de color rosado o morado e buenas de comer”. La locución también es una forma de crear palabras nuevas, por eso surge palo de aceite, uva de playa, puerco de monte….

Vamos a ver como son esos préstamos. Los cronistas, las fuentes de los cronistas, que son las fuentes de primera mano, son de ellos que más palabras nos llegan, palabras taínas que se registran históricamente, se convirtieron en filólogos improvisados porque ellos trataron de explicar por qué usaban esas palabras taínas en sus textos. Este vocablo es de Fernández de Oviedo y estuvo en un tratado de lingüística, y es un tratado de amor  a la lengua española, pero al mismo tiempo es un tratado de cómo usar la lengua como una herramienta para expresar mejor la realidad. Mientras va leyendo las palabras del español, va comentando lo que quiso decir para ayudar a los presentes a comprender la situación en la que se produce el escrito: “Si algunos vocablos extraños e bárbaros aquí se hallare, la causa es la novedad de que se tratan y no se pongan a cuenta de mi romance que en Madrid nací y en la Casa Real me crie, y con gente noble he conversado y algo he leído para que se sospeche que habré entendido bien el castellano, la cual de las vulgares se tiene por la mejor de todas y lo que hubiere en este volumen que con ella no consuene serán nombres por mi voluntad puestas para dar a entender las cosas que por ellas quieren los indios significar”.

 

María José Rincón

Centro Cultural E. León Jimenes

Santiago de los Caballeros, 12 de enero de 2018.

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