Cuestión de matices

La vida nos pone por delante muchas oportunidades para emplear determinadas palabras. Seguro que algún que otro lector ha tenido que echar mano de los sustantivos eficiencia y eficacia, y de sus correspondientes adjetivos, eficiente y eficaz. Lamentablemente es muy probable que con frecuencia similar, o aun mayor, hayan recurrido a sus antónimos ineficiencia, ineficacia, ineficiente o ineficaz. Aunque sus significados son cercanos, ciertos matices los diferencian y es de buenos hablantes preocuparse por usarlos apropiadamente.

La eficiencia se refiere a la capacidad de encontrar los medios que permitan lograr un objetivo. Cuando nos referimos a una persona que demuestra eficiencia, que prueba tener esta capacidad, hablamos de una persona eficiente. Generalmente relacionamos la eficiencia de una persona con un desempeño satisfactorio de su trabajo. Elegimos el sustantivo eficiencia cuando queremos poner el acento en los medios tanto como en el objetivo.

En cambio, nos decantamos por el sustantivo eficacia cuando nos enfocamos en la capacidad de lograr el objetivo por encima de los medios usados para hacerlo. La eficacia puede ser cosa de personas o de cosas por eso el adjetivo eficaz se usa referido a ambas. Las cosas eficaces producen los efectos para los que están destinadas y las personas eficaces logran los objetivos que se proponen.

Dos familias de palabras muy cercanas por sus orígenes latinos, que las hacen parecerse mucho. Los sutiles matices de sus significados le ponen la sal a la lengua y nos ayudan a expresar exactamente lo que queremos y a entender exactamente lo que nos dicen, siempre que sepamos servirnos de ellos.

© 2015, Maria José Rincón.

Apariencias engañosas

En aquellos tiempos en los que yo frecuentaba las aulas había un concepto que siempre se me atragantaba: la homonimia. Cómo serán las cosas que, con mi dedicación a los diccionarios, me he tenido que enfrentar con ella día sí, día también.

Dos palabras distintas, con un origen distinto, que se escriben y se pronuncian igual pero que tienen significados diferentes. Traigo esto a colación porque una consulta muy frecuente en la Academia está relacionada con la homonimia. Hace unos años le dediqué una de estas “Eñes” al verbo empoderar, que sigue desatando pasiones. Hay quienes lo utilizan como si no existiera otro verbo en nuestra lengua; pero hay también quienes lo descalifican. Y no les falta algo de razón.

En realidad hay dos verbos empoderar, dos homónimos. El primer empoderar es un derivado de poder, con el significado de ‘apoderar’; es antiguo en español aunque ha ido perdiendo vigencia de uso y así lo registra el DRAE. El segundo empoderar es, sin embargo, un calco del inglés empower y el diccionario académico lo define como ‘hacer poderoso o fuerte a un grupo social desfavorecido’. Al contrario que su homónimo, gana cada día más presencia.

El reconocimiento de esta generalización en el favor de los hablantes lo podemos comprobar comparando las dos últimas ediciones del Diccionario de la lengua española. En la vigesimosegunda edición solo aparecía nuestro patrimonial empoderar. En la vigesimotercera ya están los dos, marcados por un superíndice que hace notar su condición de homónimos.

Parecen la misma palabra, pero no lo son. No tienen el mismo significado ni la misma etimología. En apariencia son el mismo verbo, pero su parecido se limita a la escritura y la pronunciación. Recuerden que, muchas veces, las apariencias engañan.

 © 2015, María José Rincón.

 

Pequeñas y dobles

Dice el refrán que no hay dos sin tres. En el caso de los signos ortográficos dobles no hay uno sin dos: paréntesis, corchetes, signos de interrogación y exclamación y comillas.

En la lengua hasta los signos ortográficos tienen historia. A pesar de su pequeñez las comillas se remontan a la antigua costumbre de marcar en el margen de la página una parte de un escrito que se consideraba relevante. Para esta tarea se recurría a un signo ortográfico doble denominado diple (< >).

La diple doble (« ») empezó así a enmarcar las citas de palabras o textos de otro autor cuando se reproducían con exactitud y fidelidad: «¡Cuántos debe de haber en el mundo que huyen de otros porque no se ven a sí mismos!», dijo el Lazarillo de Tormes. A estas comillas angulares las llamamos latinas o españolas. El primer par son las comillas de apertura y el segundo las comillas de cierre.

La recomendación ortográfica es que prefiramos las comillas españolas para los textos impresos. Pero en español existen además las comillas inglesas (“ ”) y las simples (‘ ’). No crean que es cuestión de capricho. Estas variantes tienen su propia función. Están reservadas para entrecomillar una parte de un texto que ya está entrecomillado: «Siempre repetían el mismo refrán: “Mientras el hacha va y vienes, descansa el palo”».

Pequeñas y todo tienen también sus exigencias ortográficas. Debemos escribirlas pegaditas de la primera y la última palabra del texto que enmarcan, y separadas de las palabras que las preceden y las siguen. Solo así señalan su camino y cumplen con su función.

Recuerden: las comillas son signos ortográficos dobles. Pongamos atención en que no se queden cojas. Cuando una comilla se abre siempre hay otra que se cierra.

© 2015, María José Rincón.

 

Apercollada – complejizar – culebrear

APERCOLLADA

“Este gravísimo problema evidencia el fracaso de la actualización del modelo económico en la agricultura APERCOLLADA”.

Para las personas que se divierten con las lecturas de artículos redactados en dialectos ajenos, encontrar voces de este género es una aventura entretenida. Claro, para los que procuran entenderlo todo de inmediato y fácilmente, este tipo de encuentro constituye un estorbo.

Se hará una exposición detallada de lo que se ha encontrado en relación con esta voz en los diccionarios de americanismos. Al final se verá si el empleo del vocablo es justo; además, se verán las acepciones en los diferentes países hispanoamericanos.

En casos de palabras como la del título hay que recurrir directamente a los diccionarios de americanismos. La primera mención que se encuentra consta en el Diccionario de regionalismos de la lengua española (1998). Las dos acepciones asentadas corresponden a Colombia y Ecuador. En el primer país es ‘besuquearse, pegarse el lote’. En el segundo es ‘exigir algo de modo insistente y violento’. Por el contexto en que se ha encontrado el adjetivo citado no tiene cabida en el texto copiado con ninguna de esas significaciones. ¿Quién adivina?

En Guatemala el verbo apercollarse en funciones transitivas es cogerse, robarse algo. De este modo aparece en el Diccionario de la expresión popular guatemalteca (1971). El Diccionario de voces usadas en Guatemala (1982) consigna “apercollados” ‘quienes están en grandes caricias y besos’. Con estas definiciones la voz apercollada del texto citado cae fuera de sitio.

En el año 2007, en Nicaragua se publicó el Diccionario del español de Nicaragua que recoge el verbo y atribuye su origen al latín per collum, por el cuello. En tanto verbo transitivo le asigna el significado de ‘abrazar fuertemente [a alguien]’. Nueva vez puede expresarse que este valor no le confiere sentido directo a la oración transcrita.

Hay que esperar hasta el año 2010 para encontrar en el Diccionario de americanismos de la Asociación de Academias una acepción, entre otras, que permite inferir que se ha hecho un ensanchamiento para ajustarlo al caso de la cita. ‘Apretar una persona el cuello a alguien en una pelea’. El Diccionario de mexicanismos de la Academia Mexicana de la Lengua (2010) trae una acepción que se aviene mejor a lo que deseó expresar la redactora del escrito: ‘someter a alguien impidiéndole ser libre, independiente o próspero’.

Se escribió inferir porque debe interpretarse que la agricultura, en el caso de la cita, está apretada por el cuello, no se le permite ser libre, independiente. Definido de este modo el verbo del título se asemeja a “acogotar”, que desciende de cogote.

Pudo ser más fácil escribir que la agricultura estaba controlada, dominada, reprimida. No es menos cierto que escrito de ese modo directo quizás perdía el sabor del país de la articulista. No está mal que de vez en cuando se salpiquen algunas oraciones con una que otra voz del dialecto del país en que se escribe y publica. Mas ha de tenerse en cuenta que si se escribe para consumo internacional, es mejor llevarlo a un español que se presume conocido de las mayorías.

 

COMPLEJIZAR

“La actividad de comercio se COMPLEJIZÓ porque Acopio ya no es el único distribuidor y comercializador. . .”

Algunos hablantes dirían que si este verbo no ha obtenido su carta de naturaleza en la lengua española es porque hay lentitud en reconocer la legitimidad de su nacimiento. Este verbo es fruto de la necesidad de expresión. Obedece su incursión en el español escrito a un acortamiento o economía en el esfuerzo expresivo, que es una “ley” de la expresión oral de las lenguas.

Se ha notado que este verbo nuevo se suscita más en la lengua escrita que en la oral. De esto se deduce que es más bien un instrumento de la formulación culta de la lengua.

La tendencia que tiene el verbo a adquirir reconocimiento oficial en la lengua será estudiada en esta sección. Se examinarán las acepciones que le asignan dos diccionarios reconocidos por su seriedad investigativa y, la propensión que se observa en el español empujada por la existencia de un verbo semejante en lenguas extranjeras.

El Diccionario del español actual (1999) recoge el verbo complejizar y complejizarse. La acepción que allí consta es, ‘hacer(se) complejo o más complejo’. Con la lectura de la acepción se percata quien lo hace de la sencillez del verbo.

De manera parecida a la anterior anota el Diccionario integral del español de Argentina (2008) lo correspondiente al verbo complejizar en tanto transitivo, al enunciarlo, ‘aumentar la complejidad de una cosa’. En ambos casos la redacción es sencilla y clara.

En inglés el verbo correspondiente en esa lengua existe desde el año 1658, de acuerdo con lo que escribe el diccionario Merriam-Webster y la noción consignada es muy parecida a la ofrecida en español.

El verbo complexifier en francés hizo su aparición en fecha más reciente, aparece documentado en 1951 en el diccionario Petit Robert de 1993 con una acepción que no difiere de las anteriores, ‘hacer complejo’. En esa lengua se acepta que deriva de la palabra que en español corresponde a complejo.

Se considera probable que en la próxima edición del diccionario de la Asociación de las Academias de la Lengua Española se incluya la bendición de este verbo.

 

CULEBREAR

“. . .hay muchos intermediarios y comerciantes CULEBREANDO sin estar declarados ni pagar impuestos. . .”

Este verbo del título posee varias acepciones en el español americano. La República Dominicana y Puerto Rico comparten una significación que es muy peculiar a las dos sociedades. Existe otra acepción que puede afirmarse que comparten los dos grupos de hispanohablantes, solo que hay una tenue diferencia en las redacciones. Aquí se evaluarán los significados semejantes en esas dos sociedades.

En el año 1998, el Nuevo diccionario de americanismos e indigenismos, de M. Morínigo, consideraba que el verbo del título era intransitivo y que era conocido en Las Antillas. La significación antigua era, ‘eludir o huir la dificultad’. En lo concerniente a República Dominicana esa obra consignó, ‘hacer acciones oscuras y poco honestas’.

Ya en el año 2010 el verbo culebrear continuaba con su designación de intransitivo, pero adquirió la característica de poder ser utilizado pronominalmente. El Diccionario de americanismos de la Asociación de Academias de la Lengua incluyó tres países centroamericanos en los cuales el verbo sirve de equivalente de, ‘adular y mantener una conducta servil ante alguien’. En México se usa el verbo para ‘arrepentirse de un compromiso, después de haber dicho que sí’. En Puerto rico emplean el verbo para ‘quedarse alguien indeciso por conveniencia’. También allí es ‘engañar una persona a alguien solapadamente’.

En la República Dominicana y en Puerto Rico sirve el verbo para ‘eludir alguien una dificultad o responsabilidad con subterfugios’. Los cambios que se notan en cuanto a las acepciones no son sencillamente de redacción en lo que concierne al concepto expresado para la República Dominicana.

El Tesoro lexicográfico del español de Puerto Rico (2005) colocó una acepción para el verbo culebrear que, para quien estas notas redacta, se parece mucho al empleo que del verbo se hace en República Dominicana. Esa obra de la Academia Puertorriqueña de la Lengua Española recoge esta acepción: ‘quedarse indeciso por conveniencia’ que la tomó del Diccionario de voces coloquiales de Puerto Rico (1984), de Gabriel V. Maura.

En República Dominicana el verbo ha procreado otras voces relacionadas con la acción principal de este. El culebreo corresponde a la ‘elusión o evasión de una dificultad o responsabilidad’. Se presume que la persona que sabe oponer pretextos o recursos para evitar situaciones difíciles es una persona astuta por su habilidad e ingenio. De estas características es el culebro que es el nombre que recibe la persona astuta, o es el adjetivo que lo tipifica. Este culebro se conoce también en Colombia donde es de poco uso; es más bien una voz dominicana.

El culebreo aparece recogido en el Diccionario del español dominicano (2013), con la definición que le corresponde: ‘elusión, evasión de una dificultad o responsabilidad’. El adjetivo culebrero se aplica a la persona ‘astuta, sagaz’, así lo caracteriza este diccionario.

Todo lo anterior adquiere sentido si se piensa que el dominicano sostiene que “culebra no se agarra/amarra en lazo”. Es un animal que no cae en ese tipo de trampa, pues los movimientos que caracterizan su modo de locomoción la salvan de este ardid. La sinuosidad o serpenteo de la culebra se aviene con el cambio de actitud del culebro.

Alabada sea el habla dominicana.

© 2015, Roberto E. Guzmán.

 

 

 

 

Una hache curiosa

La letra hache tiene la peculiaridad de ser la única letra de nuestro abecedario que no representa ningún sonido. Son muchos los que critican su mantenimiento. Si la finalidad última de las letras es la de representar los sonidos, ¿qué sentido tiene una letra muda? La etimología y la tradición ortográfica mandan.

La tradición tiene que ver con unas haches curiosas. Hubo un tiempo en que las letras u y v podían usarse indistintamente para representar el sonido vocálico /u/ y el sonido consonántico /b/. Esta vacilación provocaba dudas a la hora de leer algunas palabras, como las que tienen sílabas que empiezan con los diptongos /ua/, /ue/ y /ui/. Para evitar la confusión e indicar que esa u se leía como una vocal /u/ y no como una consonante /b/ se impuso la costumbre de añadirle una hache: se escribió hueco, con hache, para señalar que se pronunciaba /uéco/ y no /béco/.

Con el tiempo la vacilación desapareció pero la tradición mantuvo esta hache que les da un aspecto peculiar a algunas familias de palabras. Ya sabemos de dónde viene la hache de hueco, que no estaba en su étimo latino occare; en oquedad, un miembro de esta familia, la hache brilla por su ausencia porque no hay diptongo. Así sucede con el sustantivo huérfano, del latín orphanus; el diptongo exige la presencia de la hache que, sin embargo, no aparece en su derivado orfandad. La misma hache aparece en huevo, del latín ovum, y desaparece en oval.

Comparen los casos anteriores con el de huésped. Su origen es el latino hospes; su hache es etimológica y la comparte con hospitalidad, hospedar, hospedería, hospedaje. Los casos de hache tradicional son la excepción que confirma la regla de que las familias de palabras pueden ayudarnos con la ortografía.

© 2015, María José Rincón.

 

 

Un académico más

La Academia Dominicana de la Lengua se fundó en Santo Domingo, República Dominicana, el 12 de octubre de 1927. Ayer cumplimos ochenta y ocho años. Conmemoramos nuestro octogésimo octavo aniversario (por reivindicar nuestros ordinales, tan poco y tan mal usados). Y este año lo vamos a celebrar leyendo, y leyendo nada más y nada menos que La vida de Lazarillo de Tormes, y de su fortuna y adversidades.

Digna celebración para una corporación académica que tiene como misión fomentar el estudio y el buen uso de la lengua española. Y nada fomenta más el buen uso de la lengua que la lectura, especialmente si es la de nuestros clásicos. El autor del Lazarillo, quien prefirió mantener el anonimato, hizo gala de su genio y lo puso al servicio de la crítica social. Con él nos legó una obra extraordinaria que se convirtió en la semilla del género picaresco.

En la Academia Dominicana de la Lengua estamos releyendo a los clásicos de nuestra literatura desde enero. Nos estamos acercando a sus páginas con avidez y respeto. Los azares de la cronología han querido que el pícaro más malaventurado de nuestra literatura sea el anfitrión de nuestro aniversario. Quizás, allá por 1927, no habríamos contado con el beneplácito de nuestro primer director, Monseñor Nouel, puesto que los clérigos no salen muy bien parados en la novela, que llegó a estar prohibida por la Inquisición. Sin ninguna duda lo habrían disfrutado otro académico fundador, Manuel Patín Maceo, quien ocupó el sillón E, y su sucesor en este sillón, el insigne Mariano Lebrón Saviñón, nuestro director durante dieciocho años.

Me atrevo a asegurar que un crítico literario como nuestro actual director, Bruno Rosario Candelier, saluda a Lazarillo como anfitrión. Un tiguerito curtido en mil y una andanzas, las más de ellas desventuradas, que escribe una relación de su vida y adversidades para ser recompensado “no con dineros, mas con que vean y lean sus obras y, si hay de qué, se las alaben”. Lazarillo, desde luego, en esto, podría haber sido un académico más.

© 2015, María José Rincón.

 

 

De vuelta al lápiz

Busque un lápiz de carbón. Revise si está bien afilado. Como lleva demasiado tiempo arrumbado en una gaveta, lo encontrará con la punta roma. Busque y rebusque a ver si encuentra por algún lado un sacapuntas. A mí me gustan los metálicos, pero vale cualquiera que aparezca. Pruebe a ver si recuerda aquella sensación de introducir el lápiz, girarlo y ver salir una viruta reluciente que, si lo hace bien, será continua y festoneada del color del vestido del lápiz.

Listo. Ahora pruebe a escribir una frase en letra cursiva sobre una hoja de papel en blanco. Si todavía recuerda cómo se hace, verá surgir, como por arte de magia, un trazo continuo en el que, a poco que nos acerquemos, podemos apreciar el brillo y la textura del grafito. La lentitud del trazo a mano lo obligará a pensar lo que va a escribir; le recordará que, si no presta atención y se equivoca, se verá obligado a buscar una goma de borrar y a rehacer lo escrito. Estará obligando a su cerebro a trabajar con intensidad, a concentrarse; pondrá en marcha tres capacidades cerebrales: la motora, la visual y la cognitiva.

Cuando deje el lápiz sobre la mesa, el teclado le seguirá siendo imprescindible, pero no olvide, sobre todo si es responsable de educar a un niño, que el lápiz (o el bolígrafo, o la pluma) y la escritura a mano desarrollan nuestra capacidad de análisis, de redacción, de memoria y de comprensión lectora. Y tal y como están las cosas estas capacidades nos son más necesarias cada día.

© 2015, María José Rincón.

 

 

El perejil de todas las salsas

Hablábamos la semana pasada de signos ortográficos humildes; los hay humildes sí, pero que nos aparecen hasta en la sopa. Ese es el caso del apóstrofo, que no apóstrofe, que es otra cosa muy distinta.

Un apóstrofe es algo así como una pela de lengua breve, si me lo permiten (según el DRAE, ‘dicho denigrativo que insulta y provoca’). El apóstrofo, en cambio, es un signo ortográfico que a veces, demasiadas, empleamos para reproducir por escrito las elisiones que se producen en la lengua coloquial: pa’l trabajo o el mucho más frecuente pa’l cara…

Siempre les escribo sobre lo que debe hacerse; hoy déjenme que les insista en lo que no se debe hacerse.

No debemos usarlo para indicar la supresión del final de una palabra cuando la palabra que le sigue no se ve afectada: nada de *pa’ mañana. Si lo que queremos es reflejar la pronunciación vulgar, y puesto que mañana no se altera, lo correcto es escribir pa mañana.

Olvídense del apóstrofo para abreviar los años. Nada de generación del ’60; basta con generación del 60. Y, ya que hablamos de años, no lo utilicen para expresar las décadas: *los convulsos 90’s (copiada del inglés, por cierto) se escribe los convulsos 90.

Y, sobre todo, evítenlo para pluralizar las siglas: *CD’s. Si queremos expresar el plural de una sigla marquémoslo con su artículo y dejemos la sigla invariable: los CD.

El apóstrofo es humilde; respetemos su condición y no queramos que sea como el arroz blanco o que se convierta en el perejil de todas las salsas.

© 2015, María José Rincón.

Cafeses – decursar – indocumentado

CAFESES

“. . .se encuentran tiendas, bancos y también pastelerías, CAFESES, hoteles y restaurantes”.

Todo hablante de buen español sabe a ciencia cierta que el plural de café es cafés. En esta sección se va a aprovechar la ocasión que ofrece el error del redactor itinerante para introducir la palabra cafese(s) con un significado propio del español dominicano. Todo parece indicar que ha perdido vigencia la voz cafese(s) en el habla de los dominicanos, pero se documentará el uso que tuvo con ese significado y un poco de historia de la voz.

Sesenta años atrás en República Dominicana, un café no era solo un establecimiento para expendio del “néctar negro de los dioses blancos”, sino también, un lugar de diversión con la venta y consumo allí de bebidas alcohólicas.

Este tipo de café descrito hasta este punto existió en otros países. En Francia tuvieron (y quizás tienen todavía) un café donde se baila: el «café danzante». Otro café en el que se hacían representaciones teatrales y se escuchaba música interpretada por personas presentes: café-concert. Algunos de estos sitios, sobre todo el último, se le conoció además con el nombre de cabaret.

Los cafese(s) dominicanos eran hermanos gemelos de los cabareses. Una de las características de estos sitios era que en ellos se traficaba con sexo, es decir, se podían contratar las prostitutas que frecuentaban el sitio. Los hombres en esa época después de una noche de bebentina podían decir “vamo pa´lo cafese” y eso equivalía a lo que más tarde se convirtió en “ir pa´villa”.

La invitación para ir a los cafeses podía en algunos casos cambiarse por su semejante, “coger pa´lo cabarese”, que indicaba hacia la misma dirección.

En los dos casos, del café y del cabaré, el plural anómalo lo formó el vulgo o simplemente lo adoptó el hablante porque estaba consciente de que mencionaba con esas voces lugares de baja reputación moral.

Dos observaciones finales. Una. Los dominicanos no creen necesario en casos como estos tener que pronunciar la ese /s/ final en el plural los porque se sobreentiende que es plural en esta posición. Además el artículo definido está seguido de cafese que es plural vulgar. La otra. Café y cabaré terminan en letra /e/ acentuada é, por lo tanto el plural de esas palabras se hace añadiendo la letra ese /s/, para formar cafés y cabarés. Esa es la tradición en el español predominante.

 

DECURSAR

“Una de las arterias más comerciales de la ciudad. . . En su DECURSAR se encuentran tiendas, bancos y también algunas pastelerías. . .”

El decurso más conocido es el que se refiere a tiempo. Es el transcurso del tiempo, la fase de declive de una enfermedad y un período de la luna. Resulta extraño que se encuentre en este entorno el verbo decursar.

Es muy probable que el periodista haya querido utilizar una palabra parecida a decurso, pero más corta, curso. Curso cabría aquí si se le da un estirón al significado que esta tiene en lo que se refiere a “recorrido, movimiento, circulación”.

Se ha expresado muy claramente que se aceptaría en último recurso la inclusión de este vocablo -curso-, haciendo gala de gran tolerancia, teniendo en cuenta que en casos específicos este término equivale a las tres palabras que se mencionaron y que podrían tener cabida con respecto de una arteria en tanto sinónima de calle, avenida, paseo.

A pesar de la extrañeza que se consignó antes con relación al encuentro de este vocablo en esta compañía, ha de hacerse notar aquí que no es la primera vez que este uso se detecta, o la utilización, como aquí, de decursar. Es muy probable que exista una razón que explique este desliz. Tal vez en algún dialecto se acepta este uso u otro parecido.

Lo que se ha propugnado en muchas ocasiones anteriores se repite de nuevo. La mejor forma de alcanzar la transmisión de un mensaje es utilizando un lenguaje recto, por medio de un español que se encuentre al alcance de todos los lectores. El recurso a palabras rebuscadas expone a quien eso hace a incurrir en errores y a complicar más la comprensión del escrito.

 

INDOCUMENTADO

“. . .se han promulgado leyes que permiten la expedición de licencias de conducir para INDOCUMENTADOS”.

Antes de entrar en la materia de estas observaciones, no puede dejarse pasar la ocasión para mencionar que la palabra que rige la preposición en la segunda proposición es “expedición” y que antes de ella está el verbo permitir. Todo esto empuja a adoptar una preposición acorde con ese sustantivo y el verbo mencionado. Conforme con lo que las costumbres de la lengua han impuesto en este caso no es indicado utilizar “para”, sino A. De acuerdo con lo expuesto, la frase sería así: “. . .que permiten la expedición de licencias de conducir a indocumentados”. “Para indocumentados” haría pensar que se trata de permisos de conducir especialmente diseñados para indocumentados.

Con mucha frecuencia en el español de los Estados Unidos de Norteamérica se emplea este adjetivo del título en funciones de sustantivo para aplicárselo a las personas que viven en ese país sin los permisos para ello. El vocablo sometido a estudio se ha traducido directamente del inglés undocumented sin cuestionar su validez.

La dificultad para usar esa voz en español con el propósito de llamar así a las personas que se mentaron antes estriba en que de acuerdo con lo que la corporación madrileña de la lengua entiende, indocumentado es quien no lleva consigo documentos que lo identifiquen. En los casos en que se refiere a una persona esta no tiene arraigo ni respetabilidad. En los dos casos puede desempeñar las funciones de sustantivo.

Con el adjetivo se califica a la persona ‘que no tiene prueba fehaciente o testimonio válido’. Por último, y más grave, este adjetivo se aplica a la persona ‘ignorante, inculta’.

Los únicos diccionarios que se ocupan de documentar el término “indocumentado” son dos diccionarios mexicanos, que actúan de ese modo afectados por la condición de muchos de sus nacionales del otro lado del Río Grande. El Diccionario de mexicanismos de la Academia Mexicana de la Lengua asienta la palabra con la índole de sustantivo exclusivamente, ‘persona que emigra ilegalmente a Estados Unidos para trabajar y lograr mejores condiciones económicas’. Si se examina de cerca la definición se verá que limita su manto a los que emigran para trabajar y mejorar sus condiciones económicas. Es una definición acorde con el propósito de la emigración ilegal.

El Diccionario del español usual en México, del Colegio de México, recoge una acepción parecida a la anterior, ‘persona que emigra ilegalmente a Estados Unidos con el fin de trabajar y ganar dólares’.

En la actualidad en la República Dominicana se está produciendo un fenómeno parecido al mencionado antes con los inmigrantes haitianos que no poseen documentos y los descendientes de estos nacidos en territorio dominicano. A los últimos no se les ha proveído de documentos legales. Existe una distancia que separa los dos casos y que no viene al caso tratar en este escrito, pero en algunos casos los dos tipos de haitianos pueden considerarse indocumentados.

© 2015, Roberto E. Guzmán

 

 

 

 

Bruno Rosario Candelier habla de su trayectoria con Guillermo Ricart

-Guillermo Ricart Calventi: La obra suya es vasta, profunda y extensa. Se habla hoy día de más de 50 libros publicados y eso me lleva necesariamente a una primera lectura que es la siguiente: ¿en qué medida esta obra de don Bruno se ha ido construyendo en función de un cierto plan premeditado, de un punto de partida hacia un destino?

-Bruno Rosario Candelier: Sin duda alguna todo escritor, desde su primera obra, perfila y anuncia la línea de su creación, porque en la obra uno da cuenta de un planteamiento que obedece a la expresión de la inteligencia y de la sensibilidad o de la visión del mundo, y yo creo que sí, que ha habido un plan, un proyecto que no ha sido nada improvisado. Cada obra es la ejecución de una etapa, de una vertiente de ese proyecto global.

-Guillermo: Visto así don Bruno, ¿cuál es el sentido que usted le da a la filología?

-BRC: La filología es clave en mi trayectoria literaria y desde joven sentí una especial estimación por la palabra. La filología es la disciplina que enseña a interpretar el sentido de los textos literarios. Para interpretar el sentido hay que sentir amor por la palabra. De hecho filología quiere decir “amor al lenguaje, amor a la palabra”, es decir, pasión por el buen decir. Recuerdo que siendo niño, una señora llega emocionada a mi casa y le dice a mi padre: “Juancito, si tú hubieras escuchado lo que yo escuché. El cura tiraba chispas de oro por su boca”. Yo, un imberbe de ocho o nueve años le dije a mi hermano: “¡Ah caramba!, qué pena que yo no estuviese ahí para recoger esas pepitas de oro”. Entonces no sabía que la expresión “chispa de oro” era una metáfora, que lo supe mucho tiempo después; pero eso refleja que ya yo tenía cierta inclinación por la palabra, por la valoración de la palabra. De hecho me dediqué al estudio de la palabra, al cultivo del lenguaje; vista la palabra como expresión natural, pero también como expresión estética del lenguaje, porque la filología es el estudio de la palabra desde el punto de vista del lenguaje y también desde el punto de vista de la creatividad, de la creación de poesía y ficción a la que yo le he puesto atención. En efecto, yo soy el primer dominicano en adquirir un doctorado en Filología hispánica, que cursé en la Universidad Complutense de Madrid.

-Guillermo: ¿Qué implica entonces que su primer libro, Lo popular y lo culto en la poesía dominicana, date de 1977?

-BRC: Esa obra fue mi tesis doctoral en la Universidad Complutense de Madrid. Esa tesis doctoral fue fruto de una circunstancia. En el año 1971 se celebró en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) un congreso de literatura que organizó el grupo de la Joven Poesía y sus organizadores me invitaron a que presentara una ponencia con ese tema y me preguntaron si yo estaba dispuesto a preparar una ponencia sobre “Lo popular y lo culto en la poesía dominicana”; desde luego, les dije que sí, y entonces desarrollé una tesis literaria. Hay tres autores dominicanos (Pedro Henríquez Ureña, Joaquín Balaguer y Bruno Rosario Candelier) que han desarrollado una tesis literaria (tesis en el sentido originario de la palabra, no en el sentido común de “hacer una tesis para la universidad”, sino en el sentido conceptual y filosófico de presentar un nuevo aporte sobre un fenómeno o un hecho con ideas intuitivas y originales. En Lo popular y lo culto en la poesía dominicana desarrollé la tesis de la multivocidad, y llamó la atención en 1971, aquí en Santo Domingo. A los dos o tres días viajo a España a cursar el doctorado en filología y yo, enamorado de esa idea (incluso me llevé mucho material poético para fundamentar ese tarea) que la concebí como mi futura tesis doctoral y efectivamente después de leer e investigar las obras sobre el tema y redactar unas 500 páginas me la aprobaron en la universidad, y a mi retorno al país la Universidad Católica Madre y Maestra (UCMM), donde reasumí la docencia literaria que había iniciado en 1969, la publicó en Barcelona en la colección de sus ediciones. La obra se publica en el 1977, pero fue escrita entre 1971 y 1973, cuando la presenté como tesis en la Universidad Complutense de Madrid.

-Guillermo: ¿Cuáles serían entonces los elementos y los ingredientes que lo conducen con ese encargo hacia otra etapa, incluso a elegir la filología?

-BRC: Mira, Guillermo, yo estudié humanidades en el seminario salesiano de Jarabacoa y filosofía en el seminario Santo Tomás de Aquino aquí en Santo Domingo. En esa etapa de mi formación recibí la instrucción básica para entender la importancia de la palabra desde la filosofía y me di cuenta de que el conocimiento del lenguaje implica el estudio de la palabra comenzando por lo básico, que es la ortografía, ya que para tener una visión del mundo hay que ahondar en la gramática, la ortografía y el vocabulario. El horizonte intelectual depende de la lengua, del caudal de vocabulario, del ordenamiento de los conceptos, de la belleza, la corrección y la propiedad de la expresión. La palabra nos proporciona el conocimiento del mundo, pero a través de las obras literarias nos proporciona todos los saberes. Todo se ha escrito, todas las disciplinas: históricas, sociológicas, antropológicas, psicológicas, teológicas, literarias, biológicas, todos los saberes están plasmados en la palabra a través de las diferentes disciplinas. Entonces, esa inquietud mía por la palabra es una vocación que se fue gestando sin uno darse cuenta.

Cuando yo tenía 15 años cayó en mis manos un libro de un autor de Santiago de los Caballeros, Enrique Deschamps, titulado La República Dominicana: Directorio y guía general. Esa obra presenta un panorama general del país en todos los aspectos: en su historia, sus costumbres, sus tradiciones, las casas y edificaciones, la realidad social y cultural, las diferentes expresiones de clases sociales, y le dedica un capítulo a la literatura titulado “Movimientos literarios”. Cuando leí ese capítulo a mí me llamó la atención la ponderación que hacía el autor de los grandes escritores de finales del siglo XIX y de principios del siglo XX, entre los cuales mencionaba a Manuel de Jesús Galván, Monseñor Fernando Arturo de Meriño, César Nicolás Penson, Federico García Godoy, Pedro Henríquez Ureña y otros. Mientras leía ese capítulo sentí una motivación especial y me dije: “Yo quiero llegar a ser como uno de estos escritores” y esas son motivaciones que uno va experimentando y la vida te va proporcionando las condiciones materiales y espirituales para canalizar esa vocación.

-Guillermo: Comprobable que en su obra posterior ha dedicado el tiempo al estudio en particular, también de los movimientos literarios dominicanos y de las distintas generaciones que van componiendo la madeja de la historia, como Ensayos críticos, publicado en el año 1982, ¿Qué recoge fundamentalmente?

   -BRC: Recoge y explica la obra de los autores que habían incursionado en la poesía y la ficción. Ahí estudio la narrativa de Juan Bosch, Emilio García-Godoy, Manuel del Cabral, Aída Cartagena, Pedro Mir, Manuel Mora Serrano, Cayo Claudio Espinal y presento también textos vinculados con la lengua y los movimientos literarios. Esa ha sido una dedicación para dar cuenta de lo que han hecho nuestros escritores, porque yo he aplicado la crítica literaria para lo que debe hacer, que es valorar y explicar el aporte de un autor a través de su palabra, lo que ha sido la línea creadora de un autor y lo enfoco desde la forma y desde el contenido, que son las dos vertientes que tiene una obra literaria.

-Guillermo: Los ensayos en sí mismos son un género. Al final de cuenta los especialistas dicen que la diferencia entre uno y otro suelen ser sutiles.

-BRC: Sí, algunos tienen esa teoría, pero realmente hay diferencias, porque no es lo mismo escribir un ensayo que una poesía; no es lo mismo escribir una crítica literaria que una novela, o sea, cada género implica un criterio, una actitud, unos procedimientos. La lengua es la misma y tal vez el objetivo puede ser el mismo de un autor al escribir en diversos géneros literarios, pero los procedimientos son diferentes, las técnicas son diferentes. El estilo podría ser el mismo, pero el resultado va a ser diferente.

-Guillermo: Pretende usted o ha aprendido en este sentido establecer de alguna manera una forma en sí misma que tenga prácticamente que ser el molde.

-BRC: Pues mira que en algunos géneros lo he hecho; por ejemplo en novela traté de presentar un canon, incluso escribí un artículo que decía “El canon de la novela dominicana” a petición de José Rafael Lantigua. Entonces, uno debería buscar un canon en todo lo que uno escribe, porque en toda obra literaria hay una normativa, hay una pauta, un planteamiento básico, una orientación fundamental, unos principios, y esos principios los plasma el creador aun cuando el propio creador no pueda formalizar ese canon, porque eso lo hace el crítico literario, eso lo hace el filólogo, que es el intérprete de la literatura. El creador produce una obra, un poeta que escribe dando cuenta de sus intuiciones y vivencias. A veces el autor desconoce el trasfondo de lo que intuye, porque en su obra canaliza imágenes y símbolos cuyo contenido no siempre tiene conciencia de lo que ha abordado; esa labor la hace el filólogo o el crítico literario.

   -Guillermo: ¿Hacia dónde nos conducen las tendencias literarias en el país asociadas o no a generaciones o movimientos? De lo que se trata es también de encontrar las tendencias, no solo el canon. Usted es un filólogo, pero no lo siento más que con su propio Interiorismo, del que vamos a hablar, no lo veo sentirse parte de una generación. No lo veo ni en la Poesía Sorprendida, ni en la poesía del Postumismo, ni del Vedrinismo, ni en la Generación del 48 ni en la generación de posguerra.

-BRC: Todo escritor pertenece a una época, se enmarca en una cosmovisión, pertenece a un grupo o a una tendencia estética; entonces ese grupo, esa época o esa tendencia le van a concitar una posición. Como escritor, yo pertenezco a la Generación del 60, en la que han descollado Marcio Veloz Maggiolo, Federico Henríquez Gratereaux, Ramón Francisco, Juan José Ayuso y otros escritores.

-Guillermo: ¿Podría hablar de un perfil de esa generación?

-BRC: Sí, esa generación tiene como perfil un sentimiento nacionalista, una vocación por la libertad, porque las promociones anteriores, que se desarrollaron bajo la coyunta del régimen dictatorial, tuvieron que someterse a un ordenamiento determinado. A partir del 60, cuando el país comienza a respirar los aires de la libertad, entonces surge esa dimensión social, un tanto patriótica en algunos casos, pero sobre todo, una apertura de la conciencia y la imaginación hacia la realidad social y cultural. En narrativa se manifiesta con el Socio-realismo y, sobre todo, con el Realismo mágico, que es el movimiento que cobra fuerza en Latinoamérica y que comienza a tener presencia en nuestro país con obras como Goeíza, La vida no tiene nombre, Lucinda Palmares y otras. La generación del 60 tiene la responsabilidad de abrir la creación literaria hacia un nuevo horizonte intelectual y espiritual, y tiene la ventaja de que ya disponía de libertad para actuar, para escribir, porque los escritores anteriores tenían que someterse a una disciplina, tenían que pensar lo que iban a decir; claro, encontraron la forma de evadir la expresión directa con el lenguaje de la imaginación a través del Surrealismo y el Simbolismo, porque los poetas de la Generación del 48 encontraron la vía del símbolo para expresar su insatisfacción ante el régimen sin que peligrara el pellejo, que fue una habilidad, una astucia literaria de ese grupo.

-Guillermo: ¿De qué fiebre juvenil adolece la generación del 60?

-BRC: El pecado de esa generación fue exagerar el cultivo social, de tal manera, que esa literatura socio-realista llegó a un extremo tan reiterativo de convertir la creación literaria en un panfleto, porque querían transmitir un mensaje con una orientación social muy específica. Esa fue la parte negativa de esa generación, que luego superó.

-Guillermo: Desde el punto de vista de sus estudios críticos y sus escritos ficcionales, ¿cuándo rompe usted con ese parámetro?

-BRC: Cuando comencé a investigar la dimensión mágica de la cultura dominicana, la idiosincrasia cultural dominicana, cuyo trabajo plasmé en dos obras, La imaginación insular y La creación mitopoética, me di cuenta que había que prestarle atención a la faceta mitopoética de la imaginación viendo la obra literaria como la expresión de la mentalidad del pueblo dominicano. Entonces comprendí que había otro sendero, otros cauces interiores y metafísicos que configuraron mi visión de la creación, que desembocó en el Interiorismo, y que había esa dimensión de la conciencia que le da cauce al pensamiento libre y trascendente, a las creencias y la imaginación. Esos dos libros son una expresión de esa tendencia mitopoética de la conciencia, pero la mayor ruptura en mi caso fue cuando visualicé una nueva orientación literaria al postular la poética del Interiorismo. Así fue como advertí que efectivamente había un cauce, una dimensión, una vertiente metafísica del pensamiento y de la sensibilidad que aquí no se le había puesto la suficiente atención, como es la dimensión espiritual del ser humano y, entonces comencé a plasmar lo que esa poética postulaba.

-Guillermo: Veo que en 1991 usted publica Valores de las letras dominicanas, y en 1992 Poética interior, que parecen convertirse en la zapata reflexiva de su orientación literaria.

-BRC: Tienes razón, Guillermo. De hecho yo sostengo en ese libro que la generación del 90, en la que nace el Interiorismo, estaba llamada a abrir un nuevo cauce a la sensibilidad estética y espiritual, lo que anuncié en el libro Valores de las letras dominicanas.

-Guillermo: Entonces, ¿cómo enlaza La creación mitopoética y La imaginación insular? ¿Qué es mitopoética?

-BRC: Es una forma de asumir el mito como fuente de creación. El mito es lo que crea nuestra imaginación a partir de nuestras creencias, y hay una forma de ver el mundo centrado en el mito; de hecho, sostengo en ese libro que la cultura del pueblo dominicano está inmersa en la etapa mágica, inclusive mucha gente que vive en Santo Domingo, que se cree moderna y avanzada, tiene una mentalidad aferrada a patrones arcaicos, a supersticiones y prejuicios, que se manifiestan en creencias y actitudes. Comencé a valorar el mito como una apertura, una visión de la imaginación, una posibilidad de abrir un nuevo cauce al espíritu de creatividad del ser humano, que es lo que planteo en esos dos libros: uno enfoca la poesía y el otro la narrativa.

-Guillermo: Obviamente estamos hablando de un proceso suyo en estudios y creaciones, que va sembrando la base para la formación del Movimiento Interiorista, ¿En qué medida esto es un manifiesto?

-BRC: El manifestó literario lo publiqué en Poética interior, que es del 1992.

-Guillermo: Hay una generación literaria que se hizo llamar como La generación de los 80. Uno de sus principales y quizás su figura más relevante, el poeta José Mármol, que tiene una formación filosófica y además una obra poética construida por sus propias creencias. ¿En qué medida esa generación del 90, que asume el Interiorismo, se enlaza con la obra, la gestión cultural de los 80?

-BRC: No tiene vinculación literaria, porque la generación interiorista del 90 es más bien deudora del grupo de poetas que precedió a la llamada generación de los 80. Ese grupo está conformado por poetas como José Enrique García, Pedro José Gris, Sally Rodríguez y Cayo Claudio Espinal. Esos cuatro poetas son los que realmente crean una poética del pensar, una poética de reflexión honda y profunda, aunque hay que reconocer la obra que ha hecho el poeta José Mármol. Entonces, nosotros somos la continuación de estos poetas citados o esos poetas son nuestros predecesores en ese ámbito del pensamiento creativo. El Interiorismo va a profundizar en la conciencia, comienza con el mito, profundiza en la metafísica y termina en la mística. Esas son las tres vertientes que postula el Interiorismo.

-Guillermo: ¿Camino único?

-BRC: No, no hay un camino único en el fuero de la creación; de hecho, no debe haber un camino único para nada, porque cada sensibilidad encuentra su manera de vincularse con el mundo y una determinada teoría o una determinada estética, no es más que una propuesta de orientación y de creación. El Interiorismo es abierto, te da una pauta y te dice: “Trata de descubrir tu propia interioridad, de profundizar en el impacto que lo real produce en tu conciencia, y entonces escribe a partir de lo que tu conciencia y tu sensibilidad pueden captar de la visión de la realidad y de la visión del mundo con una apertura plena, dándole espacio y libertad a que cada escritor desarrolle su interioridad y plasme la concepción de su sensibilidad y la intuición de su conciencia en su creación.

-Guillermo: ¿Cuál es la importancia de la conciencia en el Movimiento Interiorista?

-BRC: El Interiorismo promueve una conciencia de la creación y una atención a la conciencia como fuente de creación. Proponemos la atención a la realidad trascendente y a la dimensión metafísica de la conciencia. Postulamos el estudio del fenómeno creador y centramos la creación como expresión de la conciencia. Y abrimos un cauce expresivo al Realismo trascendente a la luz de la conciencia y sus implicaciones espirituales y estéticas. Entendemos que el ser humano está llamado a desarrollar el potencial de su conciencia mediante el poder del Logos, que es la energía interior de la conciencia, que es la mayor dotación del ser humano porque es la energía divina impregnada en la conciencia, como enseñó Heráclito de Éfeso, uno de los pensadores presocráticos de la antigua Grecia.

-Guillermo: ¿Y el Numen?

-BRC: El concepto del Numen, que también procede de la antigua cultura griega, es otro aspecto que he dado a conocer para dar a entender la sabiduría espiritual del Universo, a la que el Interiorismo postula como una vía para sintonizar las emanaciones del Cosmos o los efluvios de la Creación. Lo que buscamos es que el creador desarrolle su potencial creador, que todo autor desarrolle su talento y su creatividad, que plasme lo que entraña estar dotado del Logos mediante el cual podemos reflexionar, intuir y crear. Eso recoge el potencial que nos distingue y enaltece como criaturas de la Creación del Universo.

-Guillermo: Don Bruno, aunque alejado, digamos de cualquier emulación metodológica científica, ustedes proponen la creación interiorista. Lo que a mí me resalta es cómo hay en el Movimiento, en sus exponentes y en usted mismo y en sus obras un rechazo claro de lo que no se quiere ser, pero al mismo tiempo con su propio pecado original, que es de suponer como una especie de dogma, aunque no religiosa, de lo que podría ser la creación artística literaria.

-BRC: Yo no lo veo como dogma, sino como una base de orientación para la creación. Yo siento que la palabra dogma tal vez sea muy fuerte, aunque toda creación tiene una norma, una pauta, una disciplina y eso tiene el fundamento en el hecho de que el ser humano forma parte de la creación del Universo. El Universo, y todo lo que existe, está sometido a un ordenamiento con unas leyes que todo lo viviente tiene que cumplir, pues nada funciona si no se somete a esas leyes. Lo que el hombre crea también tiene la misma sujeción. Nadie puede hacer una creación libre de normas, ausente de reglas, leyes y principios. Ni siquiera los que se declaran independientes de movimientos literarios, pues en su creación hay la aplicación de la normativa pautada por una orientación estética. El primero que inventó la silla tuvo el acierto de crear una forma de construir este artefacto que nos sirve para sentarnos y todo el que hace una silla tiene que aplicar unos principios. Puedes variar la forma de la silla y ponerle dibujitos o cualquier otro detalle, pero no puedes hacer una silla sin las cuatro patas, sin un fondo para sentarte y un espaldar para sostenerte. Entonces, todo lo que crea el ser humano tiene que estar sometido a una normativa, a una ley, a una pauta, a unos principios, que tú le quieras llamar dogma, bueno llámale dogma, porque el dogma implica una coyunda, pero no olvides que todo tiene una normativa.

-Guillermo: Esto me conduce al Sentido de la cultura, de 1997. ¿Cuál es el sentido de la cultura, según Bruno Rosario Candelier?

-BRC: El sentido de la cultura tiene un fundamente esencial. La cultura responde al fundamento ético de una sociedad. Cada sociedad tiene su cultura y los miembros de esa comunidad se comportan de acuerdo con la pauta de esa cultura, y esa pauta tiene un fundamento que da esa visión del mundo, esa visión de la vida, esa concepción de las cosas. Desde el hogar recibimos esa orientación de nuestros padres y los que llegamos a ser padres la transmitimos a nuestros hijos: una disciplina, una forma de comportarse, de actuar y de proceder según una moral y unos valores. Vamos a la escuela y nos transmiten también esas pautas y disciplinas. Así es toda la sociedad, porque si no hay ese fundamento fuera un desorden todo.

-Guillermo: Usando un término metodológico y sociológico, cuando usted aborda un reto como el sentido de la cultura, ¿qué semilla piensa y dónde lanzarla?

-BRC: Pienso en los orientadores, los intelectuales, los escritores, los promotores del saber, la gente que hace algo por contribuir a fomentar la tradición literaria y cultural del país, los que organizan actividades culturales en diferentes comunidades desde diferentes centros culturales, que son los llamados a dar esa orientación. El guijarro lanzado al agua genera un fluir de ondas concéntricas que se expanden. Así la gestación de la cultura.

-Guillermo: Ese es el perfil suyo de gestor cultural, que está asociado también a su obra.

-BRC: Sí, eso es parte de mi personalidad literaria. Yo soy un gestor cultural, promotor de cultura, además de creador y orientador literario. El primer taller literario que hay en el país lo fundé yo en el año 1967, en la Escuela Normal de Licey al Medio, de Santiago de los Caballeros, mucho antes del taller literario “César Vallejo” que se fundó en la UASD, por donde pasaron gestores culturales como Mateo Morrison, José Mármol y Rafael García Romero, entre otros. También fundé uno en Moca con el nombre de “Octavio Guzmán Carretero”, en marzo del 1969 y que aún existe.

-Guillermo: Recuerde que uno de los atributos de Franklin Mieses Burgos era que su casa se convirtió en un taller literario.

-BRC: Sí, pero no con el nombre de taller literario. Eso se dijo muchos años después, aunque de hecho era un taller. Efectivamente, uno taller literario era los que se hacía en la casa de Franklin Mieses Burgos, pero no tenía el nombre de taller, sino de tertulia literaria, pero sin duda alguna, lo que hace un taller ya lo hizo el grupo de Franklin Mieses Burgos.

-Guillermo: Dígame una cosa, algunos creen que usted se gradúa un poco como novelista a partir de El sueño era Cipango.

-BRC: Pues sí, El sueño era Cipango es una novela. Esa obra sale como fruto de una motivación de un momento determinado. Un día, sentado en mi casa, visualizo los barcos que llegaban a nuestra isla y no sé por qué me llegó esa imagen y yo imagino a los primeros colonizadores que llegan por la vecindad de Puerto Plata, por el norte, y ahí me surge la idea ver cómo sería esa primera población, que se llamó La Isabela. El sueño era Cipango es la gestación de la primera ciudad dominicana y ahí describo lo que pasó allí. En su mayor parte es el fruto de la invención del novelista, porque la historia es muy poco lo que cuenta sobre el primer poblado de nuestro país.

-Guillermo: ¿Y qué tipo de investigación hizo?

-BRC: Entonces investigué, leí libros de historia a ver qué contaban de La Isabela. Yo fui a La Isabela a conocer el espacio físico, a hablar con sus pobladores, a empaparme de los árboles y a partir de ahí tejí una historia ambientada en esa comarca cibaeña.

-Guillermo: Hay una técnica particular de usted al ir a un texto ficcional de este tipo, porque su amigo Federico Henríquez Gratereaux planteó al momento de escribir su primera novela, una novelastra, donde desarrolla su propia teoría. Al final es un intento de escribir una novela capitulada en un periódico. Ese fue su método, él buscó muchos artículos que eran textos de su novela. ¿En qué medida cuando usted habló del género lo hace con creatividad interiorista?

-BRC: En la medida en que ahí planteo unos principios metafísicos y un sentido místico para ver la realidad, para ver como la realidad sensorial tiene otro sentido y cómo la dimensión cósmica tiene un trasfondo que trato de explorar y plasmar en esa obra. Ese trasfondo que ofrece el Universo, esa otra dimensión de lo viviente, esa vertiente metafísica y mística fundan El sueño era Cipango, que es una novela mística, la primera escrita según la pauta estética del Interiorismo.

-Guillermo: ¿Cuál es el subtexto que habría que decodificar atendiendo a los códigos del Interiorismo?

-BRC: Que ahí se plantea la búsqueda del sentido de lo viviente, que es lo Absoluto.

-Guillermo: Esa es una noción importante de ese movimiento.

-BRC: Claro, muy importante, porque nosotros estamos conscientes de que formamos parte de la totalidad de lo existente, y esa totalidad es obra de un Creador, la obra de la Divinidad, y nosotros y nuestra propia dotación intelectual y espiritual tiene un origen divino; de ahí que enfaticemos esa dimensión espiritual del ser humano.

-Guillermo: Que no tendríamos que hacer un corolario de Interiorismo y religión.

-BRC: No, son aspectos diferentes. Nada tiene que ver el Interiorismo con religión. El concepto de religiosidad lo utilizamos en el sentido filosófico, no en el sentido dogmático, ritual o doctrinal. La religiosidad en sentido filosófico es el vínculo que el ser humano puede establecer con la esencia del Cosmos, con el fluir de lo viviente. Al formar parte de todo lo existente recibimos el influjo de la naturaleza, somos parte de todo cuanto existe; entonces, el Interiorismo da pauta; por ejemplo, una dimensión importante que postula el Interiorismo es que el ser humano, a través de la dotación del Logos, tiene la capacidad para entrar en sintonía con la sabiduría espiritual del Universo, que es el Numen. Hay una sabiduría espiritual que registra la humanidad, que ya la ciencia de la física cuántica ha certificado y, entonces, desde nuestra sensibilidad y desde la dotación de nuestra mente, en virtud de ese poder de la conciencia podemos entrar en sintonía con los conocimientos del Universo, con la sabiduría espiritual.

-Guillermo: Con su maravillosa ficción Borges pretende perderse en una biblioteca. ¿No se perderían ustedes los interioristas o cualquiera en la intimidad de la palabra?

-BRC: Ese riesgo existe, como existe en cualquier otro movimiento literario, pero el creador interiorista tiene la opción de desarrollar un campo de creación que responde a la naturaleza humana. Si nosotros postulamos el cultivo de la conciencia es porque eso es una virtualidad en la condición humana; si postulamos el cultivo de la interioridad es porque es una virtualidad de la condición humana. Podemos penetrar en la interioridad de las cosas mediante la intuición, que es lo que enseña el Interiorismo. Mediante la intuición podemos penetrar en la dimensión esencial de las cosas, en la dimensión entrañable de lo viviente o en nuestra propia dimensión interior.

-Guillermo: Profesor, el hombre ha creado rituales y se ha hecho acompañar de sustancias para alcanzar ese contacto poético con la realidad.

-BRC: Inclusive hubo románticos que decían que la bebida alcohólica ayudaba a la creación, pero eso es falso, porque la dotación de la creación la tenemos los seres humanos por naturaleza, es una dotación divina. Las bebidas alcohólicas, las drogas, los enteógenos no es verdad que ayudan a fomentar la creación; incluso hasta poetas modernistas decían que había que acudir a parrandas y bebidas para crear, pero no es asó, el espíritu del hombre no necesita nada de eso, son elementos externos, peligrosos y riesgosos.

-Guillermo: Sin embargo, ustedes a través de la intuición podrían llegar a compartir con el Surrealismo de Bretón, de esos poetas que planteaban el fluir de la intuición.

-BRC: La intuición la han desarrollado todos los creadores del mundo de cualquier movimiento, porque todo el que crea, crea porque tiene intuición; de hecho, el arte y la ciencia son fruto de la intuición. Pero claro, cada movimiento tiene una orientación estética muy específica para que cada creador se entienda a sí mismo y conozca su procedimiento. Nosotros postulamos la intuición como un medio de creación y postulamos el principio de que la creación es pasible de perfeccionamiento, que nosotros tenemos que fundar nuestra creación en un saber. Ya no puede haber un creador ignorante, el creador tiene que tener una formación intelectual que abarque las ciencias, las artes, la filosofía, la teología, la literatura, la historia, la psicología, la antropología, todos los conocimientos.

-Guillermo: Con todo respeto me late que ustedes son puros masones, yo siento incluso debajo de la forma un cierto esoterismo.

-BRC: Pues yo no siento eso ni creo que es correcta tu interpretación. No lo es porque aun cuando postulamos la mitopoética, la metafísica y la mística como vías de creación, no es la metafísica como la postulan los estudiosos del esoterismo, donde hay incluso algunas aberraciones, porque nosotros concebimos la metafísica como la búsqueda del sentido, porque desde el momento en que tú asumes tu conciencia ya estás en el nivel de la metafísica; desde el momento en que asumes tu intuición, estás en el nivel de la metafísica, porque la intuición no es como tu brazo que tú lo puedes mostrar. El poder de la intuición está en tu interioridad, en el fondo de tu conciencia: entonces tienes necesariamente que meterte en la metafísica, es decir, no hay que tenerle miedo al concepto de metafísica ni hay que ver la mística como un asunto religioso sino como la búsqueda de lo divino, inclinación que forma parte de la condición humana en todas las lenguas y culturas.

8 de septiembre de 2015.