Bruno Rosario Candelier habla de su trayectoria con Guillermo Ricart

-Guillermo Ricart Calventi: La obra suya es vasta, profunda y extensa. Se habla hoy día de más de 50 libros publicados y eso me lleva necesariamente a una primera lectura que es la siguiente: ¿en qué medida esta obra de don Bruno se ha ido construyendo en función de un cierto plan premeditado, de un punto de partida hacia un destino?

-Bruno Rosario Candelier: Sin duda alguna todo escritor, desde su primera obra, perfila y anuncia la línea de su creación, porque en la obra uno da cuenta de un planteamiento que obedece a la expresión de la inteligencia y de la sensibilidad o de la visión del mundo, y yo creo que sí, que ha habido un plan, un proyecto que no ha sido nada improvisado. Cada obra es la ejecución de una etapa, de una vertiente de ese proyecto global.

-Guillermo: Visto así don Bruno, ¿cuál es el sentido que usted le da a la filología?

-BRC: La filología es clave en mi trayectoria literaria y desde joven sentí una especial estimación por la palabra. La filología es la disciplina que enseña a interpretar el sentido de los textos literarios. Para interpretar el sentido hay que sentir amor por la palabra. De hecho filología quiere decir “amor al lenguaje, amor a la palabra”, es decir, pasión por el buen decir. Recuerdo que siendo niño, una señora llega emocionada a mi casa y le dice a mi padre: “Juancito, si tú hubieras escuchado lo que yo escuché. El cura tiraba chispas de oro por su boca”. Yo, un imberbe de ocho o nueve años le dije a mi hermano: “¡Ah caramba!, qué pena que yo no estuviese ahí para recoger esas pepitas de oro”. Entonces no sabía que la expresión “chispa de oro” era una metáfora, que lo supe mucho tiempo después; pero eso refleja que ya yo tenía cierta inclinación por la palabra, por la valoración de la palabra. De hecho me dediqué al estudio de la palabra, al cultivo del lenguaje; vista la palabra como expresión natural, pero también como expresión estética del lenguaje, porque la filología es el estudio de la palabra desde el punto de vista del lenguaje y también desde el punto de vista de la creatividad, de la creación de poesía y ficción a la que yo le he puesto atención. En efecto, yo soy el primer dominicano en adquirir un doctorado en Filología hispánica, que cursé en la Universidad Complutense de Madrid.

-Guillermo: ¿Qué implica entonces que su primer libro, Lo popular y lo culto en la poesía dominicana, date de 1977?

-BRC: Esa obra fue mi tesis doctoral en la Universidad Complutense de Madrid. Esa tesis doctoral fue fruto de una circunstancia. En el año 1971 se celebró en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) un congreso de literatura que organizó el grupo de la Joven Poesía y sus organizadores me invitaron a que presentara una ponencia con ese tema y me preguntaron si yo estaba dispuesto a preparar una ponencia sobre “Lo popular y lo culto en la poesía dominicana”; desde luego, les dije que sí, y entonces desarrollé una tesis literaria. Hay tres autores dominicanos (Pedro Henríquez Ureña, Joaquín Balaguer y Bruno Rosario Candelier) que han desarrollado una tesis literaria (tesis en el sentido originario de la palabra, no en el sentido común de “hacer una tesis para la universidad”, sino en el sentido conceptual y filosófico de presentar un nuevo aporte sobre un fenómeno o un hecho con ideas intuitivas y originales. En Lo popular y lo culto en la poesía dominicana desarrollé la tesis de la multivocidad, y llamó la atención en 1971, aquí en Santo Domingo. A los dos o tres días viajo a España a cursar el doctorado en filología y yo, enamorado de esa idea (incluso me llevé mucho material poético para fundamentar ese tarea) que la concebí como mi futura tesis doctoral y efectivamente después de leer e investigar las obras sobre el tema y redactar unas 500 páginas me la aprobaron en la universidad, y a mi retorno al país la Universidad Católica Madre y Maestra (UCMM), donde reasumí la docencia literaria que había iniciado en 1969, la publicó en Barcelona en la colección de sus ediciones. La obra se publica en el 1977, pero fue escrita entre 1971 y 1973, cuando la presenté como tesis en la Universidad Complutense de Madrid.

-Guillermo: ¿Cuáles serían entonces los elementos y los ingredientes que lo conducen con ese encargo hacia otra etapa, incluso a elegir la filología?

-BRC: Mira, Guillermo, yo estudié humanidades en el seminario salesiano de Jarabacoa y filosofía en el seminario Santo Tomás de Aquino aquí en Santo Domingo. En esa etapa de mi formación recibí la instrucción básica para entender la importancia de la palabra desde la filosofía y me di cuenta de que el conocimiento del lenguaje implica el estudio de la palabra comenzando por lo básico, que es la ortografía, ya que para tener una visión del mundo hay que ahondar en la gramática, la ortografía y el vocabulario. El horizonte intelectual depende de la lengua, del caudal de vocabulario, del ordenamiento de los conceptos, de la belleza, la corrección y la propiedad de la expresión. La palabra nos proporciona el conocimiento del mundo, pero a través de las obras literarias nos proporciona todos los saberes. Todo se ha escrito, todas las disciplinas: históricas, sociológicas, antropológicas, psicológicas, teológicas, literarias, biológicas, todos los saberes están plasmados en la palabra a través de las diferentes disciplinas. Entonces, esa inquietud mía por la palabra es una vocación que se fue gestando sin uno darse cuenta.

Cuando yo tenía 15 años cayó en mis manos un libro de un autor de Santiago de los Caballeros, Enrique Deschamps, titulado La República Dominicana: Directorio y guía general. Esa obra presenta un panorama general del país en todos los aspectos: en su historia, sus costumbres, sus tradiciones, las casas y edificaciones, la realidad social y cultural, las diferentes expresiones de clases sociales, y le dedica un capítulo a la literatura titulado “Movimientos literarios”. Cuando leí ese capítulo a mí me llamó la atención la ponderación que hacía el autor de los grandes escritores de finales del siglo XIX y de principios del siglo XX, entre los cuales mencionaba a Manuel de Jesús Galván, Monseñor Fernando Arturo de Meriño, César Nicolás Penson, Federico García Godoy, Pedro Henríquez Ureña y otros. Mientras leía ese capítulo sentí una motivación especial y me dije: “Yo quiero llegar a ser como uno de estos escritores” y esas son motivaciones que uno va experimentando y la vida te va proporcionando las condiciones materiales y espirituales para canalizar esa vocación.

-Guillermo: Comprobable que en su obra posterior ha dedicado el tiempo al estudio en particular, también de los movimientos literarios dominicanos y de las distintas generaciones que van componiendo la madeja de la historia, como Ensayos críticos, publicado en el año 1982, ¿Qué recoge fundamentalmente?

   -BRC: Recoge y explica la obra de los autores que habían incursionado en la poesía y la ficción. Ahí estudio la narrativa de Juan Bosch, Emilio García-Godoy, Manuel del Cabral, Aída Cartagena, Pedro Mir, Manuel Mora Serrano, Cayo Claudio Espinal y presento también textos vinculados con la lengua y los movimientos literarios. Esa ha sido una dedicación para dar cuenta de lo que han hecho nuestros escritores, porque yo he aplicado la crítica literaria para lo que debe hacer, que es valorar y explicar el aporte de un autor a través de su palabra, lo que ha sido la línea creadora de un autor y lo enfoco desde la forma y desde el contenido, que son las dos vertientes que tiene una obra literaria.

-Guillermo: Los ensayos en sí mismos son un género. Al final de cuenta los especialistas dicen que la diferencia entre uno y otro suelen ser sutiles.

-BRC: Sí, algunos tienen esa teoría, pero realmente hay diferencias, porque no es lo mismo escribir un ensayo que una poesía; no es lo mismo escribir una crítica literaria que una novela, o sea, cada género implica un criterio, una actitud, unos procedimientos. La lengua es la misma y tal vez el objetivo puede ser el mismo de un autor al escribir en diversos géneros literarios, pero los procedimientos son diferentes, las técnicas son diferentes. El estilo podría ser el mismo, pero el resultado va a ser diferente.

-Guillermo: Pretende usted o ha aprendido en este sentido establecer de alguna manera una forma en sí misma que tenga prácticamente que ser el molde.

-BRC: Pues mira que en algunos géneros lo he hecho; por ejemplo en novela traté de presentar un canon, incluso escribí un artículo que decía “El canon de la novela dominicana” a petición de José Rafael Lantigua. Entonces, uno debería buscar un canon en todo lo que uno escribe, porque en toda obra literaria hay una normativa, hay una pauta, un planteamiento básico, una orientación fundamental, unos principios, y esos principios los plasma el creador aun cuando el propio creador no pueda formalizar ese canon, porque eso lo hace el crítico literario, eso lo hace el filólogo, que es el intérprete de la literatura. El creador produce una obra, un poeta que escribe dando cuenta de sus intuiciones y vivencias. A veces el autor desconoce el trasfondo de lo que intuye, porque en su obra canaliza imágenes y símbolos cuyo contenido no siempre tiene conciencia de lo que ha abordado; esa labor la hace el filólogo o el crítico literario.

   -Guillermo: ¿Hacia dónde nos conducen las tendencias literarias en el país asociadas o no a generaciones o movimientos? De lo que se trata es también de encontrar las tendencias, no solo el canon. Usted es un filólogo, pero no lo siento más que con su propio Interiorismo, del que vamos a hablar, no lo veo sentirse parte de una generación. No lo veo ni en la Poesía Sorprendida, ni en la poesía del Postumismo, ni del Vedrinismo, ni en la Generación del 48 ni en la generación de posguerra.

-BRC: Todo escritor pertenece a una época, se enmarca en una cosmovisión, pertenece a un grupo o a una tendencia estética; entonces ese grupo, esa época o esa tendencia le van a concitar una posición. Como escritor, yo pertenezco a la Generación del 60, en la que han descollado Marcio Veloz Maggiolo, Federico Henríquez Gratereaux, Ramón Francisco, Juan José Ayuso y otros escritores.

-Guillermo: ¿Podría hablar de un perfil de esa generación?

-BRC: Sí, esa generación tiene como perfil un sentimiento nacionalista, una vocación por la libertad, porque las promociones anteriores, que se desarrollaron bajo la coyunta del régimen dictatorial, tuvieron que someterse a un ordenamiento determinado. A partir del 60, cuando el país comienza a respirar los aires de la libertad, entonces surge esa dimensión social, un tanto patriótica en algunos casos, pero sobre todo, una apertura de la conciencia y la imaginación hacia la realidad social y cultural. En narrativa se manifiesta con el Socio-realismo y, sobre todo, con el Realismo mágico, que es el movimiento que cobra fuerza en Latinoamérica y que comienza a tener presencia en nuestro país con obras como Goeíza, La vida no tiene nombre, Lucinda Palmares y otras. La generación del 60 tiene la responsabilidad de abrir la creación literaria hacia un nuevo horizonte intelectual y espiritual, y tiene la ventaja de que ya disponía de libertad para actuar, para escribir, porque los escritores anteriores tenían que someterse a una disciplina, tenían que pensar lo que iban a decir; claro, encontraron la forma de evadir la expresión directa con el lenguaje de la imaginación a través del Surrealismo y el Simbolismo, porque los poetas de la Generación del 48 encontraron la vía del símbolo para expresar su insatisfacción ante el régimen sin que peligrara el pellejo, que fue una habilidad, una astucia literaria de ese grupo.

-Guillermo: ¿De qué fiebre juvenil adolece la generación del 60?

-BRC: El pecado de esa generación fue exagerar el cultivo social, de tal manera, que esa literatura socio-realista llegó a un extremo tan reiterativo de convertir la creación literaria en un panfleto, porque querían transmitir un mensaje con una orientación social muy específica. Esa fue la parte negativa de esa generación, que luego superó.

-Guillermo: Desde el punto de vista de sus estudios críticos y sus escritos ficcionales, ¿cuándo rompe usted con ese parámetro?

-BRC: Cuando comencé a investigar la dimensión mágica de la cultura dominicana, la idiosincrasia cultural dominicana, cuyo trabajo plasmé en dos obras, La imaginación insular y La creación mitopoética, me di cuenta que había que prestarle atención a la faceta mitopoética de la imaginación viendo la obra literaria como la expresión de la mentalidad del pueblo dominicano. Entonces comprendí que había otro sendero, otros cauces interiores y metafísicos que configuraron mi visión de la creación, que desembocó en el Interiorismo, y que había esa dimensión de la conciencia que le da cauce al pensamiento libre y trascendente, a las creencias y la imaginación. Esos dos libros son una expresión de esa tendencia mitopoética de la conciencia, pero la mayor ruptura en mi caso fue cuando visualicé una nueva orientación literaria al postular la poética del Interiorismo. Así fue como advertí que efectivamente había un cauce, una dimensión, una vertiente metafísica del pensamiento y de la sensibilidad que aquí no se le había puesto la suficiente atención, como es la dimensión espiritual del ser humano y, entonces comencé a plasmar lo que esa poética postulaba.

-Guillermo: Veo que en 1991 usted publica Valores de las letras dominicanas, y en 1992 Poética interior, que parecen convertirse en la zapata reflexiva de su orientación literaria.

-BRC: Tienes razón, Guillermo. De hecho yo sostengo en ese libro que la generación del 90, en la que nace el Interiorismo, estaba llamada a abrir un nuevo cauce a la sensibilidad estética y espiritual, lo que anuncié en el libro Valores de las letras dominicanas.

-Guillermo: Entonces, ¿cómo enlaza La creación mitopoética y La imaginación insular? ¿Qué es mitopoética?

-BRC: Es una forma de asumir el mito como fuente de creación. El mito es lo que crea nuestra imaginación a partir de nuestras creencias, y hay una forma de ver el mundo centrado en el mito; de hecho, sostengo en ese libro que la cultura del pueblo dominicano está inmersa en la etapa mágica, inclusive mucha gente que vive en Santo Domingo, que se cree moderna y avanzada, tiene una mentalidad aferrada a patrones arcaicos, a supersticiones y prejuicios, que se manifiestan en creencias y actitudes. Comencé a valorar el mito como una apertura, una visión de la imaginación, una posibilidad de abrir un nuevo cauce al espíritu de creatividad del ser humano, que es lo que planteo en esos dos libros: uno enfoca la poesía y el otro la narrativa.

-Guillermo: Obviamente estamos hablando de un proceso suyo en estudios y creaciones, que va sembrando la base para la formación del Movimiento Interiorista, ¿En qué medida esto es un manifiesto?

-BRC: El manifestó literario lo publiqué en Poética interior, que es del 1992.

-Guillermo: Hay una generación literaria que se hizo llamar como La generación de los 80. Uno de sus principales y quizás su figura más relevante, el poeta José Mármol, que tiene una formación filosófica y además una obra poética construida por sus propias creencias. ¿En qué medida esa generación del 90, que asume el Interiorismo, se enlaza con la obra, la gestión cultural de los 80?

-BRC: No tiene vinculación literaria, porque la generación interiorista del 90 es más bien deudora del grupo de poetas que precedió a la llamada generación de los 80. Ese grupo está conformado por poetas como José Enrique García, Pedro José Gris, Sally Rodríguez y Cayo Claudio Espinal. Esos cuatro poetas son los que realmente crean una poética del pensar, una poética de reflexión honda y profunda, aunque hay que reconocer la obra que ha hecho el poeta José Mármol. Entonces, nosotros somos la continuación de estos poetas citados o esos poetas son nuestros predecesores en ese ámbito del pensamiento creativo. El Interiorismo va a profundizar en la conciencia, comienza con el mito, profundiza en la metafísica y termina en la mística. Esas son las tres vertientes que postula el Interiorismo.

-Guillermo: ¿Camino único?

-BRC: No, no hay un camino único en el fuero de la creación; de hecho, no debe haber un camino único para nada, porque cada sensibilidad encuentra su manera de vincularse con el mundo y una determinada teoría o una determinada estética, no es más que una propuesta de orientación y de creación. El Interiorismo es abierto, te da una pauta y te dice: “Trata de descubrir tu propia interioridad, de profundizar en el impacto que lo real produce en tu conciencia, y entonces escribe a partir de lo que tu conciencia y tu sensibilidad pueden captar de la visión de la realidad y de la visión del mundo con una apertura plena, dándole espacio y libertad a que cada escritor desarrolle su interioridad y plasme la concepción de su sensibilidad y la intuición de su conciencia en su creación.

-Guillermo: ¿Cuál es la importancia de la conciencia en el Movimiento Interiorista?

-BRC: El Interiorismo promueve una conciencia de la creación y una atención a la conciencia como fuente de creación. Proponemos la atención a la realidad trascendente y a la dimensión metafísica de la conciencia. Postulamos el estudio del fenómeno creador y centramos la creación como expresión de la conciencia. Y abrimos un cauce expresivo al Realismo trascendente a la luz de la conciencia y sus implicaciones espirituales y estéticas. Entendemos que el ser humano está llamado a desarrollar el potencial de su conciencia mediante el poder del Logos, que es la energía interior de la conciencia, que es la mayor dotación del ser humano porque es la energía divina impregnada en la conciencia, como enseñó Heráclito de Éfeso, uno de los pensadores presocráticos de la antigua Grecia.

-Guillermo: ¿Y el Numen?

-BRC: El concepto del Numen, que también procede de la antigua cultura griega, es otro aspecto que he dado a conocer para dar a entender la sabiduría espiritual del Universo, a la que el Interiorismo postula como una vía para sintonizar las emanaciones del Cosmos o los efluvios de la Creación. Lo que buscamos es que el creador desarrolle su potencial creador, que todo autor desarrolle su talento y su creatividad, que plasme lo que entraña estar dotado del Logos mediante el cual podemos reflexionar, intuir y crear. Eso recoge el potencial que nos distingue y enaltece como criaturas de la Creación del Universo.

-Guillermo: Don Bruno, aunque alejado, digamos de cualquier emulación metodológica científica, ustedes proponen la creación interiorista. Lo que a mí me resalta es cómo hay en el Movimiento, en sus exponentes y en usted mismo y en sus obras un rechazo claro de lo que no se quiere ser, pero al mismo tiempo con su propio pecado original, que es de suponer como una especie de dogma, aunque no religiosa, de lo que podría ser la creación artística literaria.

-BRC: Yo no lo veo como dogma, sino como una base de orientación para la creación. Yo siento que la palabra dogma tal vez sea muy fuerte, aunque toda creación tiene una norma, una pauta, una disciplina y eso tiene el fundamento en el hecho de que el ser humano forma parte de la creación del Universo. El Universo, y todo lo que existe, está sometido a un ordenamiento con unas leyes que todo lo viviente tiene que cumplir, pues nada funciona si no se somete a esas leyes. Lo que el hombre crea también tiene la misma sujeción. Nadie puede hacer una creación libre de normas, ausente de reglas, leyes y principios. Ni siquiera los que se declaran independientes de movimientos literarios, pues en su creación hay la aplicación de la normativa pautada por una orientación estética. El primero que inventó la silla tuvo el acierto de crear una forma de construir este artefacto que nos sirve para sentarnos y todo el que hace una silla tiene que aplicar unos principios. Puedes variar la forma de la silla y ponerle dibujitos o cualquier otro detalle, pero no puedes hacer una silla sin las cuatro patas, sin un fondo para sentarte y un espaldar para sostenerte. Entonces, todo lo que crea el ser humano tiene que estar sometido a una normativa, a una ley, a una pauta, a unos principios, que tú le quieras llamar dogma, bueno llámale dogma, porque el dogma implica una coyunda, pero no olvides que todo tiene una normativa.

-Guillermo: Esto me conduce al Sentido de la cultura, de 1997. ¿Cuál es el sentido de la cultura, según Bruno Rosario Candelier?

-BRC: El sentido de la cultura tiene un fundamente esencial. La cultura responde al fundamento ético de una sociedad. Cada sociedad tiene su cultura y los miembros de esa comunidad se comportan de acuerdo con la pauta de esa cultura, y esa pauta tiene un fundamento que da esa visión del mundo, esa visión de la vida, esa concepción de las cosas. Desde el hogar recibimos esa orientación de nuestros padres y los que llegamos a ser padres la transmitimos a nuestros hijos: una disciplina, una forma de comportarse, de actuar y de proceder según una moral y unos valores. Vamos a la escuela y nos transmiten también esas pautas y disciplinas. Así es toda la sociedad, porque si no hay ese fundamento fuera un desorden todo.

-Guillermo: Usando un término metodológico y sociológico, cuando usted aborda un reto como el sentido de la cultura, ¿qué semilla piensa y dónde lanzarla?

-BRC: Pienso en los orientadores, los intelectuales, los escritores, los promotores del saber, la gente que hace algo por contribuir a fomentar la tradición literaria y cultural del país, los que organizan actividades culturales en diferentes comunidades desde diferentes centros culturales, que son los llamados a dar esa orientación. El guijarro lanzado al agua genera un fluir de ondas concéntricas que se expanden. Así la gestación de la cultura.

-Guillermo: Ese es el perfil suyo de gestor cultural, que está asociado también a su obra.

-BRC: Sí, eso es parte de mi personalidad literaria. Yo soy un gestor cultural, promotor de cultura, además de creador y orientador literario. El primer taller literario que hay en el país lo fundé yo en el año 1967, en la Escuela Normal de Licey al Medio, de Santiago de los Caballeros, mucho antes del taller literario “César Vallejo” que se fundó en la UASD, por donde pasaron gestores culturales como Mateo Morrison, José Mármol y Rafael García Romero, entre otros. También fundé uno en Moca con el nombre de “Octavio Guzmán Carretero”, en marzo del 1969 y que aún existe.

-Guillermo: Recuerde que uno de los atributos de Franklin Mieses Burgos era que su casa se convirtió en un taller literario.

-BRC: Sí, pero no con el nombre de taller literario. Eso se dijo muchos años después, aunque de hecho era un taller. Efectivamente, uno taller literario era los que se hacía en la casa de Franklin Mieses Burgos, pero no tenía el nombre de taller, sino de tertulia literaria, pero sin duda alguna, lo que hace un taller ya lo hizo el grupo de Franklin Mieses Burgos.

-Guillermo: Dígame una cosa, algunos creen que usted se gradúa un poco como novelista a partir de El sueño era Cipango.

-BRC: Pues sí, El sueño era Cipango es una novela. Esa obra sale como fruto de una motivación de un momento determinado. Un día, sentado en mi casa, visualizo los barcos que llegaban a nuestra isla y no sé por qué me llegó esa imagen y yo imagino a los primeros colonizadores que llegan por la vecindad de Puerto Plata, por el norte, y ahí me surge la idea ver cómo sería esa primera población, que se llamó La Isabela. El sueño era Cipango es la gestación de la primera ciudad dominicana y ahí describo lo que pasó allí. En su mayor parte es el fruto de la invención del novelista, porque la historia es muy poco lo que cuenta sobre el primer poblado de nuestro país.

-Guillermo: ¿Y qué tipo de investigación hizo?

-BRC: Entonces investigué, leí libros de historia a ver qué contaban de La Isabela. Yo fui a La Isabela a conocer el espacio físico, a hablar con sus pobladores, a empaparme de los árboles y a partir de ahí tejí una historia ambientada en esa comarca cibaeña.

-Guillermo: Hay una técnica particular de usted al ir a un texto ficcional de este tipo, porque su amigo Federico Henríquez Gratereaux planteó al momento de escribir su primera novela, una novelastra, donde desarrolla su propia teoría. Al final es un intento de escribir una novela capitulada en un periódico. Ese fue su método, él buscó muchos artículos que eran textos de su novela. ¿En qué medida cuando usted habló del género lo hace con creatividad interiorista?

-BRC: En la medida en que ahí planteo unos principios metafísicos y un sentido místico para ver la realidad, para ver como la realidad sensorial tiene otro sentido y cómo la dimensión cósmica tiene un trasfondo que trato de explorar y plasmar en esa obra. Ese trasfondo que ofrece el Universo, esa otra dimensión de lo viviente, esa vertiente metafísica y mística fundan El sueño era Cipango, que es una novela mística, la primera escrita según la pauta estética del Interiorismo.

-Guillermo: ¿Cuál es el subtexto que habría que decodificar atendiendo a los códigos del Interiorismo?

-BRC: Que ahí se plantea la búsqueda del sentido de lo viviente, que es lo Absoluto.

-Guillermo: Esa es una noción importante de ese movimiento.

-BRC: Claro, muy importante, porque nosotros estamos conscientes de que formamos parte de la totalidad de lo existente, y esa totalidad es obra de un Creador, la obra de la Divinidad, y nosotros y nuestra propia dotación intelectual y espiritual tiene un origen divino; de ahí que enfaticemos esa dimensión espiritual del ser humano.

-Guillermo: Que no tendríamos que hacer un corolario de Interiorismo y religión.

-BRC: No, son aspectos diferentes. Nada tiene que ver el Interiorismo con religión. El concepto de religiosidad lo utilizamos en el sentido filosófico, no en el sentido dogmático, ritual o doctrinal. La religiosidad en sentido filosófico es el vínculo que el ser humano puede establecer con la esencia del Cosmos, con el fluir de lo viviente. Al formar parte de todo lo existente recibimos el influjo de la naturaleza, somos parte de todo cuanto existe; entonces, el Interiorismo da pauta; por ejemplo, una dimensión importante que postula el Interiorismo es que el ser humano, a través de la dotación del Logos, tiene la capacidad para entrar en sintonía con la sabiduría espiritual del Universo, que es el Numen. Hay una sabiduría espiritual que registra la humanidad, que ya la ciencia de la física cuántica ha certificado y, entonces, desde nuestra sensibilidad y desde la dotación de nuestra mente, en virtud de ese poder de la conciencia podemos entrar en sintonía con los conocimientos del Universo, con la sabiduría espiritual.

-Guillermo: Con su maravillosa ficción Borges pretende perderse en una biblioteca. ¿No se perderían ustedes los interioristas o cualquiera en la intimidad de la palabra?

-BRC: Ese riesgo existe, como existe en cualquier otro movimiento literario, pero el creador interiorista tiene la opción de desarrollar un campo de creación que responde a la naturaleza humana. Si nosotros postulamos el cultivo de la conciencia es porque eso es una virtualidad en la condición humana; si postulamos el cultivo de la interioridad es porque es una virtualidad de la condición humana. Podemos penetrar en la interioridad de las cosas mediante la intuición, que es lo que enseña el Interiorismo. Mediante la intuición podemos penetrar en la dimensión esencial de las cosas, en la dimensión entrañable de lo viviente o en nuestra propia dimensión interior.

-Guillermo: Profesor, el hombre ha creado rituales y se ha hecho acompañar de sustancias para alcanzar ese contacto poético con la realidad.

-BRC: Inclusive hubo románticos que decían que la bebida alcohólica ayudaba a la creación, pero eso es falso, porque la dotación de la creación la tenemos los seres humanos por naturaleza, es una dotación divina. Las bebidas alcohólicas, las drogas, los enteógenos no es verdad que ayudan a fomentar la creación; incluso hasta poetas modernistas decían que había que acudir a parrandas y bebidas para crear, pero no es asó, el espíritu del hombre no necesita nada de eso, son elementos externos, peligrosos y riesgosos.

-Guillermo: Sin embargo, ustedes a través de la intuición podrían llegar a compartir con el Surrealismo de Bretón, de esos poetas que planteaban el fluir de la intuición.

-BRC: La intuición la han desarrollado todos los creadores del mundo de cualquier movimiento, porque todo el que crea, crea porque tiene intuición; de hecho, el arte y la ciencia son fruto de la intuición. Pero claro, cada movimiento tiene una orientación estética muy específica para que cada creador se entienda a sí mismo y conozca su procedimiento. Nosotros postulamos la intuición como un medio de creación y postulamos el principio de que la creación es pasible de perfeccionamiento, que nosotros tenemos que fundar nuestra creación en un saber. Ya no puede haber un creador ignorante, el creador tiene que tener una formación intelectual que abarque las ciencias, las artes, la filosofía, la teología, la literatura, la historia, la psicología, la antropología, todos los conocimientos.

-Guillermo: Con todo respeto me late que ustedes son puros masones, yo siento incluso debajo de la forma un cierto esoterismo.

-BRC: Pues yo no siento eso ni creo que es correcta tu interpretación. No lo es porque aun cuando postulamos la mitopoética, la metafísica y la mística como vías de creación, no es la metafísica como la postulan los estudiosos del esoterismo, donde hay incluso algunas aberraciones, porque nosotros concebimos la metafísica como la búsqueda del sentido, porque desde el momento en que tú asumes tu conciencia ya estás en el nivel de la metafísica; desde el momento en que asumes tu intuición, estás en el nivel de la metafísica, porque la intuición no es como tu brazo que tú lo puedes mostrar. El poder de la intuición está en tu interioridad, en el fondo de tu conciencia: entonces tienes necesariamente que meterte en la metafísica, es decir, no hay que tenerle miedo al concepto de metafísica ni hay que ver la mística como un asunto religioso sino como la búsqueda de lo divino, inclinación que forma parte de la condición humana en todas las lenguas y culturas.

8 de septiembre de 2015.