Puntilla, innominado/*ignominado, candidateable

PUNTILLA 

Son muchas las palabras que caen en el olvido. El idioma cambia cada día sin dejar de servir de instrumento de comunicación. Del mismo modo en que desaparecen vocablos, así se incorporan otros a la lengua corriente.

La voz “puntilla” casi ha desaparecido. Ha perdido vigencia como consecuencia de los avances tecnológicos, pero esto no impide que se le haga un espacio en los diccionarios diferenciales del español dominicano.

En el español dominicano puntilla posee varias significaciones. La primera que debe recordarse es aquella puntilla que usaban los zapateros. Era un clavo muy pequeño con una punta muy aguda y una cabeza desproporcionadamente grande. Tenía varios usos en la reparación de zapatos.

La otra acepción de puntilla que hay que rescatar es la concerniente a un tipo de arroz que así se denominaba, puntilla, por el tamaño de este. Según las explicaciones que se han recabado, este arroz era la “rabiza” en la selección del arroz. Era de algún modo el arroz de peor calidad por su tamaño y textura. La puntilla no era solamente el arroz pequeño, sino el arroz partido, las partes de arroz que quedaban después de la selección del arroz. Se recuerda que algunos comerciantes en las bodegas de los ingenios azucareros vendían arroz muy barato que los compradores llamaban puntilla.

Las dos puntillas antes mencionadas se han salvado del olvido total por obra de dos estudiosos de la lengua vernácula de los dominicanos. En el Diccionario de dominicanismos (2010:187) aparece la acepción del arroz en tanto sustantivo femenino, “Granos partidos del arroz que sirve para alimentar los puercos”.

La puntilla del zapatero aparece en el Real diccionario dominicano (2017:289), “Clavo diminuto que sirve para pegar la suela de los zapatos”. En ese libro se define el arroz puntilla así, “Granos partidos de arroz, que quedan en el afrecho”.

El vocablo puntilla fue adoptado en el español dominicano directamente del español peninsular, pero a este se le añadieron las acepciones nuevas que se han mentado más arriba. Se escribió que se adoptó en el español dominicano porque en tanto diminutivo de punta en el español dominicano habría resultado “puntita” o “puntica”, con mayores probabilidades de hacerlo según la segunda opción, con la terminación –ica.

En el español de otros países de Hispanoamérica utilizan la denominación puntilla para otros propósitos. La puntilla que más se asemeja a la del zapatero dominicano es la de Cuba, México y Colombia, países en los cuales puntilla corresponde a un clavo delgado de hierro o acero que se emplea en construcciones. Se diferencia esta puntilla de la dominicana por el tamaño y el destino que se le reserva.

 

INNOMINADO – *IGNOMINADO

“. . . y otros IGNOMINADOS por razones políticas y clasistas. . .”

De las dos palabras del título la primera es reconocida por su relación con “nombre”; la otra que aparece marcada con el asterisco no aparece en los diccionarios de la lengua común. En el desarrollo de esta sección se examinarán las dos voces.

Innominado es que no tiene nombre especial. Los dominicanos en el habla diaria a veces dicen, “eso no tiene nombre”. Con esa expresión destacan que ese algo a que se refiere la expresión es fuera de lo común, es extraordinario, inusual, excepcional. Es algo, cosa, acción, que causa asombro, que produce sorpresa.

En la cita que se colocó a manera de ejemplo del uso, la voz que se lee es *ignominado que a pesar de los esfuerzos que se han hecho no aparece en diccionario alguno.

Se presume que esta esa voz desconocida se ha creado con relación a ignominia. Por la formación y el contexto en que se encuentra en la cita, se supone que se ha tratado de crear un adjetivo para calificar a las personas que han incurrido en ignominia, es decir, que han recibido deshonra pública.

A veces este tipo de aventura creadora demuestra buena imaginación de parte de quien redacta, así como de la falta de un término que exprese la idea contenida en la nueva voz.

Lo más sano en casos como este es recurrir a la lengua general y hurgar allí por uno o más vocablos que puedan dar a entender lo que se desea manifestar por medio del escrito.

 

CANDIDATEABLE

“. . .unos expresidentes para volver a ser CANDIDATEABLES. . .”

La voz del epígrafe tiene amplia circulación en el ámbito político dominicano. No es posible poder medir cuán bien se la entiende en otros países.

El Diccionario de americanismos (2010) de la Asociación de Academias de la lengua española, recoge la voz del título y anota que es propia del español de la República Dominicana y Chile.

La voz aquí estudiada actúa como adjetivo tanto como sustantivo. Se refiere  a la persona que se puede candidatear, proponerse como candidato. De acuerdo con lo que escribe el mencionado diccionario pertenece al registro culto del habla, así como al popular.

El Diccionario del español dominicano (2013) apunta que es una palabra frecuente en el habla culta, formal, “Referido a persona, que se puede proponer o presentar como candidato”. Esta redacción produce mayor satisfacción que la anterior, porque deja abierta la posibilidad para que la persona se proponga, se promocione a sí misma, o, sea presentada como candidata por otros.

En principio la terminación -able  en este caso indica que el adjetivo que se forma con la ayuda de este sufijo trae una posibilidad pasiva, es decir, capacidad o aptitud para recibir la acción del verbo candidatear. A pesar de esto, ya se llamó la atención más arriba sobre la posibilidad de que la persona promueva o introduzca su propia candidatura.

No puede pasarse por alto aquí que los únicos dos países que en América utilizan este verbo sean Chile y la República Dominicana. La distancia que separa los dos países es mucha y las posibilidades de influir uno en otro son escasas, pero así son los asuntos de las lenguas.

© 2017, Roberto E. Guzmán.

Reguero, implantar, piso, acezar

REGUERO

Este sustantivo tiene en República Dominicana una acepción que hasta donde ha podido indagarse no ha recibido el reconocimiento de los especialistas de la lexicografía.

No puede negarse que reguero posee acepciones reconocidas de uso en República Dominicana que comparte con otros países de Hispanoamérica.

El reguero más conocido es el que se refiere a “conjunto de cosas”. Puede ser que quien estas reflexiones escribe esté equivocado, pero esta redacción trae a la mente de la persona que la lee que se refiere a diferentes tipos de cosas, de diferentes géneros, diversos.

En República Dominicana se ha oído el reguero usado para expresar una gran cantidad de algo del mismo género, tipo, de la misma cosa. Se expondrán algunos ejemplos de uso oídos en el habla diaria.

“Para limpiar la galería, esa mujer hizo un reguero de agua”. “Con el pleito que se armó en la fiesta, eso terminó en un reguero de sangre”. En los dos ejemplos aquí presentados se nota de inmediato que el reguero dominicano se refiere a derramar o utilizar líquido en profusión. Con este significado dominicano para reguero se pone de manifiesto que los hablantes del español dominicano asocian la idea de reguero con el verbo regar.

Con este comentario se aboga para que en las próximas ediciones de lexicones de voces dominicanas e hispanoamericanas se incluya esta acepción para el sustantivo reguero.

 

IMPLANTAR

“. . .en que supuestos agentes habían IMPLANTADO droga a. . .”

A veces las soluciones obvias escapan a la inteligencia de quien redacta. Este implantar que se encuentra en la frase transcrita es un ejemplo palpable de eso que se acaba de escribir.

En lugar de redactar con la mente centrada en el español, lo que muchos hacen es pensar en una lengua extraña y mal traducir lo que en esa lengua escriben.

No es esta la primera vez que en estos comentarios se trae la idea de personas de habla hispana que en el momento de redactar recurren a pensar en palabras que se usan en otra lengua extraña a la propia. Esto sucede con mucha frecuencia entre el español y el inglés, aún cuando algunas personas puedan pensar que se trata de una exageración.

Es válido que en esta parte de estas apostillas se pregunte el lector, ¿de dónde sale este verbo “implantar” en este contexto? La explicación es el propósito de este escrito.

En inglés la policía plant drogas, armas de fuego y otras lindezas para inculpar de ese modo a los presuntos transgresores de la ley.

La solución obvia que se mencionó en el primer párrafo de esta intervención no es utilizar el verbo plantar o implantar, sino poner, colocar. Sí, eso último es lo que se hace. Esto así porque el verbo implantar en español tiene significados muy alejados de ese que se le ha querido atribuir.

No hay  necesidad de torturar el cerebro para llegar a la solución que se propuso en este caso. Lo que se hizo fue pensar en español y utilizar un par de soluciones sencillas de las muchas que ofrece la lengua corriente.

 

PISO

“. . .su PISO popular luce cada vez más disminuido. . .”

Los hispanohablantes de América ya se han acostumbrado a que un apartamento, también conocido por el nombre de departamento, en España recibe el nombre de piso.

Ahora bien, en el ejemplo de la cita traída en esta sección la palabra del título no está empleada con ese valor. Aquí se usa en un sentido traslaticio. Esto es, se usa en sentido o significado que es distinto del propio o habitual.

Por la forma en que está redactada la frase se entiende que no se trata del sentido material del vocablo piso, sino de alguna manera se refiere al apoyo, base, soporte, sostén, sustentación.

De un modo más refinado que el ya enunciado se conoce en Chile, país en el que piso se acepta en tanto “base teórica o ideológica en la que se sustenta alguien o algo”. Esta acepción aparece registrada en el Diccionario de americanismos de la Asociación de Academias de la Lengua Española.

Es probable que en el caso de la frase transcrita no haya necesidad de ir tan lejos y que puede entenderse la idea de lo expresado con la ayuda de uno de los sinónimos propuestos para piso en la frase copiada.

Tal y como sucede en muchos casos en las lenguas, la envoltura distrae el contenido. La forma externa de la presentación no es directa porque se considera muy pedestre y se recurre a meandros que disfrazan el mensaje. Olvidan que la vía directa es la más segura.

 

ACEZAR

“. . .se puede ACEZAR a los periódicos. . .”

En ocasiones anteriores se ha criticado que personas que se presumen cultas incurran en errores como el que se destaca en la frase reproducida. Se ha explicado ya que es posible que sea una mala pasada del corrector automático del computador, o bien, que sea eso sumado a una ligereza del redactor por no revisar lo que escribe. En los dos casos eso no exime de responsabilidad a quien así redacta.

Acezar fue un verbo que en tiempos ya idos se empleaba de manera incorrecta diciendo “cesar” para la acción que hacía en los juegos deportivos un jugador al respirar trabajosamente a causa del esfuerzo o de la fatiga. Eso sucedió hace muchos años ya. Muchos años más tarde se aprendió que el verbo en buen español era acezar.

En el caso de la cita lo que ha habido es una mala transcripción de un verbo de gran empleo en la actualidad. El verbo que parece que quiso usar el redactor fue accesar, para dar a entender que se tenía así acceso a los periódicos.

El verbo accesar no ha sido bendecido aún por las autoridades que custodian la unidad de la lengua internacional. En República Dominicana y en otros catorce países de la América hispana se utiliza este verbo para expresar que alguien tiene “acceso a información o a datos contenidos en un sistema informático”. Así aparece en el Diccionario de americanismos de la Asociación de Academias de la Lengua Española. De un modo más dilatado en República Dominicana ese verbo se usa también para “acceder una persona a algo”.

No cabe duda de que ese verbo procede de las orillas de la lengua inglesa, pero eso no lo invalida si el uso lo acredita. Según parece este verbo es innecesario porque existe en español el verbo acceder.

Si el verbo accesar no logra reconocimiento en un futuro próximo en mucho se deberá a que se utiliza en América y no en Europa. Si más arriba se escribió que ese verbo se emplea en catorce países, con los diferentes significados se conoce en 17 países. Lo que queda por hacer es el cómputo de hablantes de español que usan el verbo y la frecuencia.

Con lo escrito en el párrafo inmediatamente anterior a este no se justifica el uso, sino que se pide que se consideren los cálculos de la presión de las cantidades de hablantes involucrados. pues existe la posibilidad de que este verbo forme parte del léxico pasivo, con poca incidencia en el léxico activo.

En los casos en que se tienda a usar el verbo sacado del inglés, es mejor utilizar el verbo acceder que tiene larga historia en el español común.

© 2017, Roberto E. Guzmán.

Entrevista a Bruno Rosario Candelier

Por Evelyn Irizarri

 “Llevo más de 50 años consagrado al trabajo intelectual”

Desde temprana edad se sintió atraído por la lectura, a través de la cual entró en contacto con el mundo intelectual, al que ha dedicado toda su vida

“En el seminario experimenté una fuerte inclinación por la vida intelectual y por la creación literaria”. (Edward Roustand)

Bruno Rosario Candelier, director de la Academia Dominicana de la Lengua, es un intelectual que siempre se ha preocupado porque sus semejantes hagan un buen uso de la lengua de Cervantes. A lo largo de su vida ha estado involucrado en el mundo de la intelectualidad, en principio como aprendiz, estudioso, y más adelante como docente.

Hoy, desde su posición como director de la Academia Dominicana de la Lengua, trabaja en favor de fortalecer el buen uso del idioma.

Para Rosario Candelier una de sus prioridades es la creación literaria y el apoyo a los aspirantes a escritores, a quienes aconseja profundizar en las bases sobre las cuales se pueden lograr textos con elevada calidad literaria.

1. Mocano de Moca
Soy mocano, de Moca. Esa es una expresión que quiere decir el mocano que vive en Moca. Nací en un campo de Moca. Soy hijo de Juan Rosario y Carmela Candelier. Soy el tercero de una familia numerosa. Los primeros años de mi vida los pasé en Guaucí, donde hice la escuela primaria. De ahí pasé a la ciudad, donde realicé parte de la primaria porque la escuela secundaria no existía. La secundaria la realicé entre Jarabacoa y Santo Domingo. Solo he estado fuera de Moca, los cuatro años que estudié en Jarabacoa, la etapa que estudié en el Seminario Diocesano, aquí en Santo Domingo, donde viví siete años y el tiempo que estudié en Madrid que fue de cuatro años.

2. Ejemplos más que consejos
Mi padre jugó un papel preponderante en mi formación, y fíjate un detalle, mi papá nunca me dijo que leyera. Aprendí a leer porque deduje que era importante leer, porque veía que mi padre leía. De ahí se desprende lo siguiente: Los padres no tienen que darles consejos a sus hijos, los padres lo que tienen que hacer es darles ejemplos a sus hijos. Los hijos imitan las acciones que ven en sus padres, porque habría una contradicción si tú le predicas una cosa a tu hijo y con el ejemplo le das muestras de lo contrario. El ejemplo es el que educa. Nuestro país está ahora mismo en un descenso espiritual, moral e intelectualmente, fruto de la familia, pues es la familia la que ha descendido.

3. Aventurero
De niño fui muy travieso. Era un aventurero. Tú sabes, yo nací en un campo, pero a los 10 años, quise conocer la capital y vine por mi cuenta en un camión, sin pedir permiso a mis padres, y regresé en un camión de carga. Me dieron mi pela, pero yo seguía. A mí me dieron muchas pelas. Yo salía mucho. Por ejemplo, tú sabes que la comunidad de Monción queda en la Línea Noroeste, pues en esa época me fui a conocer la comunidad de Monción con un grupo de Boy Scouts.

4. Cultivo intelectual
Desde muy niño aprendí a valorar los libros y el cultivo intelectual porque mi padre era un gran lector, leía libros, revistas y periódicos, aunque éramos muy pobres. Hubo un tiempo en el cual solo había un periódico, y ese era elCaribe, y un tiempo en que nos llegaba elCaribe desde Santo Domingo y La Información, que llegaba de Santiago. Mi padre compraba una revista que se llamaba “Carteles” y otra que se llamaba “Bohemia”, que venía de Cuba, y la revista Selecciones de Reader’s Digest, una revista muy buena con artículos de todos los temas. Esa colección entera la tenía mi padre y yo me formé leyendo esa revista. Luego vino la época de comenzar a leer libros. La vida intelectual fue nutriéndose, porque el intelecto se nutre de la observación de la realidad, de la lectura que uno realiza y de la gente con la que uno se vincula.

5. Seminarista
Entré al seminario porque sentía una inclinación religiosa, que quizás influyó más el deseo de encontrar una formación intelectual. Digo esto porque no continué. Entré al seminario a los 17 años y ahí estuve hasta los 24. Es decir, que estuve ahí siete años. Salí porque me di cuenta de que mi vocación no era dedicarme a la vida religiosa, sino a la vida intelectual. En el seminario experimenté una fuerte inclinación por la vida intelectual y por la creación literaria. Desde entonces me he dedicado a la vida intelectual. Llevo más de 50 años consagrado al trabajo intelectual y al trabajo creador a través de la palabra.

6. Fuera del seminario
Cuando salí del seminario busqué la forma más adecuada para ganarme la vida, y esa manera fue el magisterio. Ya yo era bachiller, había estudiado filosofía. Tenía cierta preparación en la rama de la lengua y la literatura y la filosofía, y conseguí trabajar en una escuela de maestros que hay en Licey, una comunidad que queda entre Moca y Santiago, pero pertenece a la provincia de Santiago. Allá hay una escuela de maestros. Ahí entré como profesor. Ahora ha pasado a ser administrada por el Instituto Salomé Ureña de Formación Universitaria. Ahora es una universidad que se dedica a la formación de maestros. En mi época era a nivel de bachillerato. Al tiempo que trabaja como maestro en esa escuela, me matriculé en la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra de Santiago. Por la mañana daba clases en Licey y por la tarde asistía a la universidad como estudiante. Impartí docencia en esa escuela durante cuatro años. Esa escuela, para la literatura tiene una gran importancia, porque allí formé el primer taller literario que se creó en el país, en el año 1967. Lo formé con estudiantes que yo veía que daban señales de que tenían vocación literaria. De hecho, de ahí salió un poeta muy importante que es el poeta José Enrique García, novelista y académico de la lengua. Incluso, la mayoría de los escritores ha pasado por un taller literario.

7. Formación académica
Cuando me gradué en la universidad participé en un concurso de oposición, porque entonces, para ingresar como profesor a la universidad había que pasar por un concurso de oposición, y yo gané, y así es como ingresé como profesor de Lengua Española en la Universidad Católica Madre y Maestra de Santiago, y a los dos años conseguí una beca del Instituto de Cultura Hispánica de Madrid y fui a Madrid a estudiar Filología, una carrera que todavía no es muy conocida en el país. Realicé un doctorado en Filología, en la Universidad Complutense de Madrid, y cuando terminé esa carrera me reintegré como docente en la Universidad Católica Madre y Maestra. Allí estuve por 35 años, como profesor de Lengua Española y de Literatura y de Lingüística.

8. Docente
Lo más importante de estos 35 años como docente, para mí, fue haber desarrollado la conciencia de lengua y de literatura, que yo la tengo. La adquirí y traté de transmitirla a los estudiantes. Traté de fomentarles la importancia de tener una conciencia de lengua y una conciencia literaria, tener la oportunidad de transmitir mis inquietudes intelectuales, estéticas y espirituales, y para desarrollar la capacidad de creación, que la he estado ejerciendo desde muy joven.

9. Medio siglo de matrimonio
Me he casado una sola vez. Llevo casi 50 años de casado con mi esposa. Mi esposa se llama Inés Méndez. Tenemos tres hijos. Yo estuve interno en un hospital y allí ella fue a visitar a una persona que estaba interna, y ahí la conocí. A partir de ese día se estableció un vínculo que terminó en noviazgo y después en matrimonio. Vivimos en Moca. Los escritores no somos padres ejemplares porque les dedicamos mucho tiempo a nuestros libros, a la lectura y a la creación, pero no soy tan mal padre.

10. En riesgo
No guardo muchos recuerdos tristes, pero sí recuerdo situaciones preocupantes y difíciles. Una vez en España padecí cólera. Me dio cólera en el año 1972 y me vi al borde de la muerte. En otra ocasión, en Licey, en la escuela normal, para curarme de una gripe me inyectaron penicilina, no sabía que era alérgico, hice una reacción alérgica que casi me cuesta la vida. Ese día supe que era alérgico a la penicilina.

Transmitir los conocimientos

“De mi carrera lo que más me ha satisfecho es haber podido testimoniar mis convicciones y mi percepción del mundo. Ahora estoy al frente del Ateneo Insular, cuya sede principal se encuentra en Moca. Esta entidad está conformada por escritores y aspirantes a escritores de todo el país. Esa institución surge apoyada en la idea de San Juan de la Cruz de que el concepto insular de Ínsula, alude al alma”.

Profesor
“Cuando salí del seminario busqué la forma más adecuada para ganarme la vida, y esa manera fue el magisterio. Había estudiado filosofía”.

Concurso
“Cuando me gradué en la universidad, participé en un concurso de oposición, para ingresar como profesor a la universidad, y gané”.

Formación
“Hice un doctorado en Filología, en la Universidad Complutense de Madrid, y cuando terminé me reintegré como docente en la Madre y Maestra”.

Periódico El Caribe, Santo Domingo, 20 de julio de 2017.

A don Manuel de Jesús Campos Navarro, que acaba de cumplir cien años de fecunda existencia

Por León David

 

Transcurre raudo el tiempo con porfía

y la vida te estruja y arrebata

y lo que antes ató hoy lo desata

y aquel fulgor de ayer ya es noche fría.

 

La ancianidad llegó de pronto un día,

un día cualquiera con su faz ingrata;

el instante fugaz como una rata

roe la carne que sueña todavía…

 

Porque si el cuerpo cede y se marchita

-suerte fatal de la mortal criatura-

el pensamiento altivo canta y grita:

 

lo que creaste eres, viva rosa

que siempre esplenderá fragante y pura,

que cien años, Manuel, no es poca cosa.

Oración

Por María Aybar

 

Señor…

desde mi más tierna infancia

te busqué,

y no pude hallarte.

Me dijeron que habitabas

en los templos,

en el pan

y en el vino.

Todo fue inútil.

Hoy, se hizo el milagro.

Te sentí

en el tibio sol de la mañana

en el aroma de la pequeña flor

y en la sonrisa tierna de un niño.

En el árbol,

y en la cantarina fuente

del río.

En los que sufren,

en los que lloran.

¡Gracias te doy por

Tu gracia!

Buenos Aires, Dic. 1998

 

El banquete, Platón, introito

Por Sélvido Candelaria

Siempre habré de recordar cuando, en los albores de mi vida, bajo las noches enracimadas de estrellas, mi padre nos convocaba a la tertulia familiar. Era el momento lúdico del día y jugó  un papel importante en mi formación como ser humano. En ese momento, aquel narrador innato, cubría el espacio que hoy avasalla la televisión o el internet. Las historias narradas siempre eran escogidas para cautivar nuestras mentes infantiles pero, también, para dejarnos alguna enseñanza. Y  si hubiera sido solo por las ficciones, quizás  yo hubiera borrado de mi memoria, o mantuviera en un estado muy difuminado esos momentos, pues estoy consciente de las narraciones pero no puedo decir que se haya grabado en mi ninguna en especial.  Lo que si conservo vívido en mi mente, son las exposiciones con que se epilogaban esas noches. Éramos cuatro los hermanos y después de los primeros treinta minutos los pequeñines comenzaban a dormirse. A la hora, ya solamente quedábamos dos personas: él y yo. Y entonces venía lo gordo. Lo que ha perdurado. De una forma que aún no puedo explicarme, mi progenitor, quien solo hizo el tercer grado de la escuela básica, relacionaba algo de una historia recién contada, con la vida de un personaje histórico. Y sus personajes preferidos para eso, eran los filósofos. Y entre los filósofos, Platón. No creo que llegara a leer mucho de su obra, pero hablaba con una seguridad sobre él, que parecía un estudioso de su vida. Y yo, una cantera virgen, ávido de conocimientos, me embelesaba escuchándolo, mientras proyectaba en el horizonte algún momento en que, quien pudiera hablar de Platón en aquella forma fuera yo mismo.

Deseo cumplido.  Esta honrosa asignación que se me ha hecho para la ocasión, me brinda en bandeja de plata la oportunidad de cumplir ese proyectado sueño y he de aprovechar la ocasión para, con este modesto trabajo sobre El Banquete, honrar póstumamente la memoria de mi padre quien seguramente ha de sentirse satisfecho al haber sembrado en mí el placer por lo trascendente.

Cuerpo.

En pleno siglo XXI, después de las transformaciones lingüísticas que han hecho evolucionar el arte literario hasta el estadio en que hoy se encuentra, comenzar a leer esta obra, causa impacto. La forma tan desenfadada que utiliza Platón para introducirnos el tema abordado en ella, sigue teniendo una vigencia artística envidiable. No puede ser menos que plausible, la idea genial de inventarse una historia como la narrada, en el formato en que se presenta, muchos siglos antes de que a los críticos se les ocurriera dividir las producciones literarias en géneros, pues ya, en esta, el autor deja establecido el fundamento de lo que vendría a ser una novela. Cito el primer párrafo de El Banquete.

(Habla Apolodoro dirigiéndose a Glaucón) –Me parece que sobre lo que preguntas estoy preparado. Pues precisamente anteayer subía a la ciudad desde mi casa de Falero cuando uno de mis conocidos, divisándome por detrás, me llamó desde lejos y, bromeando  a la vez que me llamaba, dijo: –¡Eh!, Tú, falerense, Apolodoro, espérame. Yo me detuve y le esperé. Entonces él me dijo: –Apolodoro, justamente hace poco te andaba buscando, porque quiero informarme con detalle de la reunión mantenida por Agatón, Sócrates, Alcibíades y los otros que entonces estuvieron presentes en el banquete, y oír cuáles fueron sus discursos sobre el amor. De hecho, otro que los había oído de Fénix, el hijo de Filipo, me los contó y afirmó que también tú los conocías, pero en realidad, no supo decirme nada con claridad. Así pues, cuéntamelos tú, ya que eres el más adecuado para informarme de los discursos de tu amigo. (1)

Este párrafo puede ser la envidia de cualquier destacado novelista, aun en nuestros días, para comenzar una novela. No habrá  lector que ante tal provocación no se interese por esa historia que se anuncia, tanto por los personajes que involucra como por el velo de misterio que se percibe en la abrupta forma de iniciarla. Ese recurso de iniciar una obra con el recuento de algo ya pasado, ha sido explotado por todos los grandes novelistas de la historia. Veamos un solo ejemplo. Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde    remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. (2)

Pero aparte de este engarzador recurso, el genio creativo de Platón se manifiesta en otra forma elocutiva que ha sido aprovechada también, con las variantes que los tiempos y lugares demandan, por maestros de la narración. Se trata de exponer acciones extemporáneas donde participan personas fallecidas pero que, de pronto, el autor los hace cobrar vida. Pero antes dime, ¿estuviste tú mismo en esa reunión o no? Y yo le respondí: –Evidentemente parece que tu informador no te ha contado nada con claridad, si piensas que esa reunión por la que preguntas ha tenido lugar tan recientemente como para que yo también haya podido estar presente. –En efecto, así lo había pensado–dijo. –¿Pero cómo pudiste pensar eso, Glaucón?, Le dije. ¿No sabes que, desde hace muchos años, Agatón no ha estado aquí,  en la ciudad, y que aún no han transcurrido tres años desde que estoy con Sócrates y me propongo cada día saber lo que dice o hace? (3)

Es interesante hacer notar que esta obra aparece por el año 380 a. c. y Sócrates había muerto en el 399, es decir 19 años antes. Pero no solo Sócrates; prácticamente todos los personajes mencionados en El Banquete, habían desaparecido para la fecha en que se escribe o no habían existido nunca. Algo parecido se explota, 23 siglos después, en otra maravillosa obra narrativa cuando un personaje creado por Juan Rulfo se encuentra con una señora a quien su madre, fallecida años antes, le ha dado la noticia de que le tuviera un cuarto preparado porque vendría ese día.

Pero el cuarto que le he reservado está al fondo. Lo tengo siempre descombrado por si alguien viene. ¿De modo que usted es hijo de ella? —¿De quién? —respondí. —De Doloritas. —Sí, pero ¿cómo lo sabe?  —Ella me avisó que usted vendría. Y hoy precisamente. Que llegaría hoy. —¿Quién? ¿Mi madre? —Sí. Ella. Yo no supe qué pensar. (4)

Imagino que esa misma sería la actitud (el no saber que pensar) de alguien que leyera este libro cuando apareció. Y todavía hoy ha de crear cierta confusión en quien lo lea por primera vez sin enterarse antes de la cronología que envuelve acción y personajes. Es este, a mi entender, el primer gran aporte que hace Platón a la literatura universal con esta obra, el dejar sentadas las bases para una forma elocutiva amenamente perturbadora.

El segundo, y todavía más importante, es la forma magistral que utiliza para adentrarnos en la esencia del ser humano a través de su cualidad más excelsa: la de amar. Y lo hace, estableciendo parámetros inéditos de lo que es el amor, definiéndolo con una precisión tal que deja establecido un marco de referencia obligado  para todos quienes, en la posteridad, se les ocurriera tratar el tema, ya que lo hace desde diferentes ópticas, sostenido por diferentes conceptos. Bajo el argumento de un banquete celebrado para agasajar al poeta Agatón, (hago notar aquí que, El Satiricón, reconocida como la primera novela occidental, de acuerdo a los criterios modernos de clasificación genérica, tiene como argumento un banquete, y se le concede su creación a Petronio, que vivió unos cuatro siglos después de haber aparecido El Banquete) el autor convoca a diferentes personajes para que se expresen  sobre el amor.  No vale la pena, Apolodoro, discutir ahora sobre esto. Pero lo que te hemos pedido, no lo hagas de otra manera y cuéntanos cuáles fueron los discursos. –Pues bien, fueron más o menos los siguientes… Pero mejor intentaré contárselos desde el principio, como Aristodemo me los contó. Apolodoro: Me dijo, en efecto, Aristodemo, que se había tropezado con Sócrates, lavado y con las sandalias puestas, lo cual éste hacía pocas veces, y que al preguntarle adónde iba tan elegante le respondió: –A la comida en casa de Agatón. Pues ayer logré esquivarlo en la celebración de su victoria, horrorizado por la aglomeración. Pero convine en que hoy haría acto de presencia y ésa es la razón por la que me he arreglado así, para ir elegante junto a un hombre elegante. Pero tú, dijo, ¿querrías ir al banquete sin ser invitado? Y yo, dijo Aristodemo, le contesté: –Como tú ordenes. (5)

En ese agasajo se conviene sustituir la tradicional bebedera en que los griegos convertían estas ocasiones, por la participación de escogidos invitados para elogiar al dios Eros. Y desde aquí comienza la genialidad. Porque Platón no escoge al azar. Ubica y pone a hablar en un orden ascendente, a personajes cónsonos con las variantes que quiere dejar manifiestas sobre la forma en que los humanos conciben el amor. Y así pone a hablar a Fedro, Pausanias, Aristófanes, Agatón, y Sócrates(quien a su vez utiliza el personaje de Diotima para expresar sus juicios), en la parte preestablecida, pero hace cerrar con Alcibíades,  un inusitado y tardío allegado que viene a poner en entredicho, todo lo establecido anteriormente, como una forma excelsa de exponer que los conceptos elaborados en base a nuestros conocimientos y percepciones, siempre son pasibles de ser cuestionados por las acciones en que nos vemos envueltos.

Según nos dice Lorena Rojas Parma, de la Universidad Católica Andrés Bello, de Venezuela, El amor de Sócrates y Alcibíades es una de las historias más controvertidas e intensas para disertar sobre el amor y para aproximarnos a Sócrates1. El Banquete de Platón es la fuente más importante sobre la relación de su maestro con el bello político de Atenas… Salvo honradas excepciones, por lo general este tema del diálogo se aborda de una forma «sublimada» o graciosa y, de una u otra manera, Sócrates mantiene a toda costa lo que presuntamente deberíamos entender como su «integridad moral», suponiendo que cualquier relación no intelectualizada –incluso en lo amoroso– sería para él inaceptable. Sin embargo, si leemos los textos sin preconcepciones fijas e inamovibles, esto es, con intención de dialogar con ellos, y si dejamos de «salvar» a Sócrates de cualquier rasgo de pura humanidad, nos encontraremos con un perfil y un actuar amoroso mucho más fecundo humana y filosóficamente hablando. La eterna pregunta sobre el comportamiento de Sócrates en las escenas que narra Alcibíades de forma desvergonzada en el Banquete se ha respondido tradicionalmente viendo a un Sócrates sumido en la contemplación de la «Belleza en sí» –como el iniciado que ha descrito Diotima–, a un Sócrates que no puede, en su calidad de filósofo, someterse a los deseos del cuerpo, o a un Sócrates cuyo comportamiento constituye la prueba de que no tuvo nada que ver con el homoerotismo, la pederastia o la bisexualidad de la Antigüedad griega. (6)

Entiendo que Platón alcanza, en las conclusiones a que llegan sus personajes, desde los ardientes y sensuales pronunciamientos del joven Fedro hasta la madura y sopesada sabiduría de Sócrates, pasando por el enfoque científico de Arixímaco, la exuberante elocuencia de Aristófanes, y el idealismo poético de Agatón, eleva el concepto del amor a los más altos linderos de la metafísica y, él mismo, en el esfuerzo de abstracción que hace para llegar a esas conclusiones puestas en boca de otros, penetra sin dudas al dominio de lo místico y deja establecidas las bases conceptuales de cómo llegar a ello.

Entonces Sócrates, concentrando de alguna manera el pensamiento en sí mismo, se quedó rezagado durante el camino y como aquél le esperara, le mandó seguir adelante… La meditación extática de Sócrates, en la que se supone se concentra en la idea de Belleza, cuando se dirigía a la casa de Agatón suele considerarse histórica. Esto es una expresión irónica, humorística: La gracia está en que Aristodemo, que no había sido invitado, se ve solo en la puerta sin Sócrates, el invitado.  Del interior de la casa salió a su encuentro de inmediato uno de los esclavos que lo llevó a donde estaban reclinados los demás, sorprendiéndoles cuando estaban ya a punto de comer. Y apenas lo vio Agatón, le dijo: –Aristodemo, llegas a tiempo para comer con nosotros. Pero si has venido por alguna otra razón, déjalo para otro momento, pues también ayer te anduve buscando para invitarte y no me fue posible verte. Pero, ¿cómo no nos traes a Sócrates? Y yo –dijo Aristodemo–me vuelvo y veo que Sócrates no me sigue por ninguna parte. Entonces le dije que yo realmente había venido con Sócrates, invitado por él a comer allí. –Pues haces bien, dijo Agatón. Pero, ¿dónde está Sócrates? –Hasta hace un momento venía detrás de mí y también yo me pregunto dónde puede estar(7).

Y si este ejemplo no es lo suficientemente convincente para inducirnos a pensar en el misticismo de Platón, podríamos mencionar el efecto que sus enseñanzas ejercieron en los místicos que le sucedieron, directamente o a través de sus discípulos inmediatos y posteriores, según se puede deducir por el giro que dio la vida de San Agustín, quien llega a ser ejemplo de misticismo después de haberse puesto en contacto con las doctrinas de Plotino, el más reconocido promotor del neoplatonismo.

Miches, 18 de junio de 2017.

1.-Platón,  El Banquete, edición digital, p 15

http://www.filosofia.org/cla/pla/img/azf05285.pdf

2.-García Márquez,  Cien años de soledad, Madrid, edición conmemorativa, Real Academia Española, Asociación de Academias de la Lengua Española, Alfaguara, pág. 9

3.- 1.-Platón,  El Banquete, edición digital, p 18

http://www.filosofia.org/cla/pla/img/azf05285.pdf

4.- Juan Rulfo, Pedro Páramo, edición digital, pags. 8 y 9

http://vivelatinoamerica.files.wordpress.com/2014/05/pedro-pc3a1rramo-de-juan-rulfo.pdf

5.Platón,  El Banquete, edición digital, p 20

http://www.filosofia.org/cla/pla/img/azf05285.pdf6.- Lorena Rojas Parma, De amore: Sócrates y Alcibíades en el Banquete de Platón, De amore: Socrates and Alcibiades in Plato’s Symposium, edicion digital, ensayo.

http://www.scielo.org.pe/scielo.php?pid=S1016-913X2011000100007&script=sci_arttext)

7.- 3.- 1.-Platón,  El Banquete, edición digital, p. 24, http://www.filosofia.org/cla/pla/img/azf05285.pdf

Cratilo, de Platón: el libro de los nombres

Por Rafael Peralta Romero

  En esta jornada dedicada al pensamiento de Platón en la que el doctor Bruno Rosario Candelier pone a uno a competir fuera de su liga, como se diría en el beisbol, me corresponde comentar el libro Cratilo, original del sabio de Atenas que vivió entre 428 y 347 antes de la Era Cristiana.

Hay libros de los que previo a su lectura, conocemos parte de su argumento, hemos escuchado a otras personas hablar de ellos e incluso podemos haber aprendido alguna frase para citar, pero otros textos nos llegan como la visita que no tocó el timbre, sin referencia alguna. Una experiencia similar, queridos amigos,  me acaba de ocurrir con Cratilo,  una magnífica compilación  de ideas que para mí, hasta hace unos días, permanecía inédita, por no decir desconocida.

Esta obra ha sido desarrollada  a partir de la técnica del diálogo, recurso  mediante el cual la literatura platoniana ha recorrido el mundo y ha marcado su impronta en todas las filosofías, desde la antigüedad griega hasta nuestros días.

He examinado la primera edición, correspondiente a la colección Griegos y latinos de la Editorial Losada, Buenos Aires, 2006. La traducción es obra de Claudia Mársico, quien  además  ha escrito una aguda introducción y las valiosas notas al pie de página.

Las personas o personajes que intervienen en estos coloquios son Sócrates (Atenas, 470 a.C. – id., 399 a.C), Hermógenes  (siglo V a. C., discípulo de Sócrates. Uno de los maestros de Platón),  y Cratilo (un filósofo griego de finales del siglo V a. C).

La cuestión fundamental  se centra en el nombre de las cosas, pero con dos vertientes: naturalismo y convencionalismo. Las conversaciones giran en torno a si la forma de nombrar las cosas y a las personas parte de la naturaleza de esos entes y una presunta relación entre la palabra que los nombra y la esencia de los mismos o si la denominación se produce por una acción racional que es producto de una convención.

Platón empieza por un diálogo  aparentemente trunco entre Crátilo y Hermógenes en el que este último pregunta: “¿Quieres, entonces, que consultemos también a Sócrates, que está aquí, acerca de este argumento?”

Se le plantea el asunto a Sócrates, incluyendo el detalle de que Hermógenes cree que Crátilo se burla de él por la analogía que hace de su nombre. En su respuesta, Sócrates incluye la idea de que  “…el de los nombres no  resulta ser un pequeño tema de aprendizaje”.

Cratilo había  dicho a Hermógenes que ese no podía ser su nombre, dado su fracaso  para la obtención de bienes materiales, ya que Hermógenes  significa “de la estirpe de Hermes”, y esa deidad estaba asociada a la suerte y actuaba  como protectora de la obtención de riquezas. (Mársico, nota 9, p. 85).

Al respecto, Sócrates apunta lo siguiente: “Sin embargo, como antes decía, es difícil saber respecto de este tipo de asunto, así que tras ponerlos en común, es preciso investigar si es como dices o como dice Cratilo”. (p. 85). La preocupación de Hermógenes por el significado de su nombre y lo que al respecto piensa Cratilo, aparecerá de nuevo casi al final del libro. Sócrates le responde: “En rigor, parece que Hermes es algo relacionado con el lenguaje, al menos en un punto, pues al ser hermeneuta (hermeneús), mensajero, artificioso y engañoso en sus argumentos y también comerciante, toda esta actividad es una capacidad basada en el lenguaje. Entonces, como decíamos  también anteriormente, ‘hablar’ (eírein) es utilizar el lenguaje…Por ambas cosas el nominador nos colocó a este dios como si fuera el que piensa el decir, esto es el lenguaje: ‘Hombres, quien pensó el hablar (eírein emésato) podría ser llamado con toda justicia por ustedes Eiremés’. Pero ahora nosotros, embelleciendo el nombre, según creemos, lo llamamos ‘Hermes’” (p.141).

En el fondo está la idea de la “adecuación de los nombres”, de acuerdo con la cual conocer  los nombres permite conocer las cosas. El Cratilo  contradice esa posición y Claudia Mársico, la traductora, asegura que de este modo despeja “…el terreno para el desarrollo de la Teoría de las Formas, señalando que el lenguaje puede servir para mostrar lo real, pero también es habitualmente vehículo para el error”. (p. 11).

Conviene acotar que la Teoría de las Formas  es una cuestión propia  de la filosofía de Platón. Parte  de la existencia de  un mundo de cosas sensibles, (mundo sensible) y otro que no se puede percibir por medio de los sentidos (mundo inteligible) donde habitan las ideas.

En el mundo de las ideas, considera Platón en su obra Fedón,   no existen la dualidad ni el cambio; es el mundo de lo que realmente es. En oposición a éste nos encontramos el mundo sensible, o realidad aparente, la cual es reflejo del primero y en el cual nos hallamos.

Los estudiosos de la filosofía han  estimado que el Cratilo corresponde a la etapa de la transición hacia madurez de su autor, previo a  la escritura de su célebre obra “Política”. Algunos asocian la época de composición de estos diálogos con el juicio que llevó a Sócrates  a la muerte (399 a C.), esto a propósito de la cita de Eutifrón  en el parlamento 396d (pág. 115)  y una segunda alusión en el 399ª (pág. 120).

En la primera de estas intervenciones, Hermógenes advierte que Sócrates  profetiza como los posesos. Sócrates responde: “Realmente, Hermógenes, hago responsable a Eutifrón Prospaltio de que esta sabiduría  me sobreviniera, porque desde el amanecer he estado mucho con él y le presto oídos. Me temo, entonces,  que  estando él poseído, no sólo me haya llenado los oídos de sabiduría demónica, sino que también haya cautivado mi alma. Me parece, entonces, que debemos actuar así: hoy la usamos e investigamos  el resto acerca de los nombres, y mañana, si están ustedes también de acuerdo, la conjuraremos tras encontrar a alguien hábil para purificar estos asuntos, ya sea alguno de los sacerdotes o de los sofistas”.     (pág. 115).

Sin embargo, las conjeturas en torno a este asunto son muchas. Válido es el criterio de que a través de Cratilo Platón critica a otros filósofos y que esta obra guarda conexión con sus libros “Protágoras” y “Fedón”. En resumidas cuentas, el tema de los nombres y en consecuencia, la función del lenguaje para la comunicación, es el asunto predominante en estos diálogos, reforzado mediante la  controversia naturalismo/ convencionalismo.

Hermógenes, no obstante aceptar los razonamientos de Sócrates, no puede convencerse –dice- de que la “…la adecuación del nombre sea otra cosa que convención y consenso, porque me parece que si alguien le coloca el nombre a algo, ese es el adecuado”. (pág. 85).

En el naturalismo cada cosa tiene un nombre,  mientras en el convencionalismo los nombres se consideran parte de procesos más complejos y amplios.

“El nombre es parte del decir, porque los hombres dicen sus argumentos nombrando”, explica Sócrates, quien se vale del método dialéctico para que sus  interlocutores descubran la razón de su argumentación. (pág.93). Veamos este ejemplo:

SÓCRATES: Y al que sabe preguntar y responder ¿lo llamas de algún otro modo que dialéctico?

HERMÓGENES: No, sino que así lo hago.

SÓCRATES: Por lo tanto, la labor del carpintero es hacer un timón supervisado por el piloto, si es que el timón va a ser de buena calidad.

HERMÓGENES: Evidentemente.

SÓCRATES: Y, según parece, la del nominador es hacer el nombre con la supervisión del hombre dialéctico, si es que  va  a imponer bien los nombres.

HERMÓGENES: Eso es.

SÓCRATES: En consecuencia, es posible que no sea algo vulgar, como tú crees, la imposición del nombre, ni propio de varones vulgares ni improvisados”. (pág. 101).

A propósito de estos parlamentos, Claudia Mársico apunta lo siguiente: “Acercándose al corolario del argumento, se plantea que no cualquiera puede poner nombres y se adelanta un punto que  será útil contra el naturalismo: la nominación depende del conocimiento de lo real, de modo que de haber adecuación entre lenguaje y realidad, de todos modos hace falta el dialéctico». (Nota 35, pág. 101).

Cratilo es un libro clave para conocer el pensamiento de Platón, como para apreciar su particular forma de escribir, con la que atribuye a otros pensadores las ideas que desea expresar sobre el asunto de que se trate: “Es posible, en todo caso, querido Hermógenes, que los primeros que instauraron los nombres no fueran mediocres, sino meteorólogos y hombres sagaces” (pág. 127).

Como lo que he preparado es más un informe de lectura que cualquier otra cosa, en vez de conclusión tiene un final. He invitado a Jorge Luis Borges para que me preste su voz. De su  poema  El Golem, inspirado en el Crátilo, de Platón,  leo tres estrofas. Helas aquí: 

 

EL GOLEM

Jorge Luis Borges

Si (como el griego afirma en el Cratilo)
El nombre es arquetipo de la cosa,
En las letras de rosa está la rosa
Y todo el Nilo en la palabra Nilo.

Y, hecho de consonantes y vocales,
Habrá un terrible Nombre, que la esencia
Cifre de Dios y que la Omnipotencia
Guarde en letras y sílabas cabales.

Adán y las estrellas lo supieron
En el Jardín. La herrumbre del pecado
(Dicen los cabalistas) lo ha borrado
Y las generaciones lo perdieron.

Los artificios y el candor del hombre
No tienen fin. Sabemos que hubo un día
En que el pueblo de Dios buscaba el Nombre
En las vigilias de la judería.

No a la manera de otras que una vaga
Sombra insinúan en la vaga historia,
Aún está verde y viva la memoria
De Judá León, que era rabino en Praga.

*Un golem es, en el folclore medieval y la mitología judía, un ser animado fabricado a partir de materia inanimada (normalmente barro, arcilla o un material similar). Normalmente es un coloso de piedra. En hebreo moderno, el nombre proviene de la palabra «guélem» (גלם, … Es más, la primera existencia del golem se remontaría a los orígenes ..WIKIPEDIA

(Palabras de Rafael Peralta Romero sobre el libro Cratilo, de Platón, leídas en el encuentro del Movimiento Interiorista, efectuado el 17 de junio de 2017, en Santo Cerro, La Vega, Rep. Dominicana).

Clave de sol: estridencias en el “Parque Valle”

Por Segisfredo Infante

    La primera vez que leí la expresión “contaminación sónica”, salió de la pluma de doña Gloria Leticia de Lázarus (QEPD). Hace pocos meses la leí, nuevamente, en una de las columnas de este mismo periódico. Y entonces recordé de inmediato a “Doña Lety”, con quien tuve la oportunidad de conversar varias veces. Ella era una mujer de facciones y modales muy finos, que a veces se disparaba con frases cargadas de humor y luego con cierta incomodidad, sobre todo cuando unos estudiantes de secundaria, que pernoctaban frente a su edificio, evitaban que conciliara el sueño por los ruidos excesivos que producían los tambores de la banda estudiantil. Por cierto que doña Leticia de Lázarus me informó, en cierta ocasión, que nosotros dos éramos parientes. Pero nunca me explicó por qué lado de la génesis humana derivaba nuestro parentesco. Aunque ahora mismo sí lo comprendo.

El caso es que en nuestro tiempo la contaminación sónica es como el pan amargo de cada día, “obsequiado” por personas que no respetan, ni remotamente, el derecho a la tranquilidad relativa de los demás. Los ruidos ensordecedores comenzaron con el “rock-and-roll” pesado de finales de los años sesentas y comienzos de la década del setenta del siglo veinte. En nuestros días el asunto se conecta con el traído y llevado “reguetón”, el cual se escucha, a todo volumen, en los autobuses urbanos e interurbanos; en los taxis; en los almacenes; en los parques; en los mercados; en los vecindarios; e incluso en algunos restaurantes de hoteles de “alta categoría”, en donde se imponen los gustos supuestamente musicales de algunos empleados de tales establecimientos, en perjuicio de los clientes educados que pagan por los servicios a cambio de ser irrespetados al verse en la tremenda circunstancia de escuchar los monótonos y espantosos ritmos. Es evidente que existe y persiste un grave problema de desvalorización transitoria en los valores más íntimos de la humanidad entera; especialmente en los países atrasados como el nuestro.

Un ejemplo específico de lo afirmado, lo hemos venido observando desde hace un par de años en el “Parque Valle” de Tegucigalpa, un pequeño recodo de paz custodiado por una bella estatua, bien cincelada, del pensador y estadista centroamericano don José Cecilio Díaz del Valle. Lo del recodo de paz es una especie de metáfora contradictoria en tanto que unos estudiantes de secundaria se instalan casi todas las tardes (desde el mediodía) par sonar sus tambores y otros instrumentos mal sintonizados. No sabemos a qué colegio de segunda enseñanza pertenecen. Ni tampoco interesa averiguarlo. El problema es que tales estudiantes pareciera que nunca asisten a sus clases, ya que desde los meses de febrero y marzo de cada año pasan ahuyentando a los transeúntes con las estridencias de sus instrumentos hipotéticamente musicales. Inclusive terminan las fiestas patrias y ellos y ellas continúan durante el mes de noviembre y parte de diciembre con sus típicos escándalos tamborileros, produciendo toda clase de contaminación sónica.

Pero es que ocurre que las estridencias afectan a todo el vecindario. En primer lugar porque se instalan frente a la iglesia de “San Francisco” y frente al Museo de Historia Militar (en el viejo “Convento de San Diego”), haciendo imposible cualquier servicio religioso diurno y cualquier conversación histórica o académica. Seguidamente obstruyen la posibilidad de preguntar por el precio de un libro; o por la encuadernación del mismo; porque el ruido ensordecedor de tales “estudiantes” lo impide, ahuyentando a los clientes de varios establecimientos que pagan impuestos. No se puede visitar, además, la estatua del sabio Valle, en tanto que el guía y los posibles turistas estarían imposibilitados para intercambiar preguntas y respuestas. Las autoridades pertinentes debieran encontrarle una solución a este problema que afecta severamente la parte más antigua del casco histórico de Tegucigalpa, en donde los visitantes pasan huyendo de las estridencias ensordecedoras de estos muchachos, sin oficios ni beneficios estudiantiles. Una posibilidad es trasladarlos hacia algún rincón del “Estadio Nacional”. O hacia las laderas del “Birichiche”, donde los verdaderos estudiantes del Instituto Central hacíamos ejercicios físicos a comienzos de los años setentas. No estamos en contra de entrenar, profesionalmente, a las bandas marciales para las celebraciones de las fiestas patrias. De lo que estamos en contra (por quejas de todo el vecindario de la zona) es del uso y del abuso de tales bandas que atentan contra la tranquilidad de la persona humana. Y que van en perjuicio de los verdaderos valores musicales de todos los tiempos. Así que debiéramos neutralizar la tiranía del ruido!!

Tegucigalpa, MDC, 02 de julio del año 2017. (Publicado en el diario “La Tribuna” de Tegucigalpa, el domingo 09 de julio del 2017, Pág. Seis).

Barlovento: búsqueda de “armonía”

Por Segisfredo Infante

      Es uno de los conceptos más interesantes en la música, en la poesía, en la prosa y en las relaciones amistosas. El vocablo “armonía” proviene del latín y del griego, y se relaciona con situaciones simples como el ensamblaje de dos o más cosas diferentes. O con la juntura de piezas de madera o de cualquier otro elemento. Presumo que este concepto podría aplicarse a la política y a la economía, en el contexto de sociedades sobrias, con capacidad de negociar aquello que a veces pareciera innegociable. A propósito de esto hace pocas semanas publiqué un artículo titulado “Sinfonía del despegue económico”, en donde, sin mencionarlo, introduzco por alusión metafórica el concepto de armonía, al señalar que los diversos subconjuntos de una orquesta sinfónica, bajo la batuta de un buen director, se interceptan y se relacionan entre sí, produciendo melodías y armonías hermosas que podrían gustar a todo mundo. Claro está, hablo aquí de sociedades maduras. Y uno de mis sueños es que Honduras logre madurar algún día, cercano o lejano.

Un término conceptual contrario al de armonía es el de “discordia”, con el cual trabajaron varios de los primeros filósofos griegos, presocráticos o preplatónicos; e incluso el mismo Aristóteles, para señalar una cierta duplicidad de las cosas en los procesos de configuración del ser y de los seres. Sin embargo, los pitagóricos estaban obsesionados con el concepto de “armonía”, a pesar que uno de ellos descubrió la “irracionalidad” de la raíz cuadrada del número dos. No se aceptaban, por aquellos remotos siglos, los números “irracionales”. Tampoco los números “imaginarios”.

Sea como fuere a los pensadores maduros de cualquier sociedad, les interesa el bienestar de la mayor parte de ciudadanos. Incluso la posible felicidad. En la búsqueda de este bien supremo del hombre (y de Dios) coincidieron los más importantes profetas del desierto y los más destacados filósofos griegos, entre ellos Sócrates y sus seguidores directos e indirectos. Sin embargo, en los siglos modernos e hipermodernos que corren, a pesar de los avances científicos y de las coincidencias filosóficas y políticas de los grandes pensadores, ha ocurrido que el fanatismo de cualquier índole, la irracionalidad extrema, la xenofobia, el cazabrujismo, las obsesiones ideológicas y el racismo, se han impuesto en las almas de algunos ideólogos y dirigentes, generando deshumanización y desolación en los países, en las naciones y en el planeta entero. El siglo veinte estuvo cuajado de estas desoladoras evidencias, con las resacas consiguientes para el brumoso siglo veintiuno. Hay individuos que a pesar de los profundos desastres de las décadas recientes, originados por sus propias ideologías, siguen empeñados en sus confusiones y “exterminios” ideológicos, infiriéndoles daños a todos los individuos que pretenden mantener una cierta autonomía en sus formas y contenidos de pensamiento, en que a veces los daños son masivos, al grado que terminan despedazando a sus propios seguidores, tal como lo hicieron, sin ningún escrúpulo y rubor, los totalitarismos de extrema derecha y de extrema izquierda, que han sido estudiados por escritores de altos vuelos como Hannah Arendt.

Los obsesivos anti-históricos (que pretenden unilateralizar el pasado histórico) perciben la búsqueda de armonía como un error o un defecto. Cuando se les sugiere la gran posibilidad de una negociación o de una conciliación extrajudicial, por decir algo, la toman, perversamente, como una debilidad de parte del adversario, que debe ser aprovechada para destruirlo innecesariamente. Nunca se les ocurre que al empujar las cosas hasta las últimas consecuencias, se meten en un pantano o en un callejón sin salida. Las sociedades inmaduras producen hombres y mujeres inmaduros, incapaces de negociar; o enemigos jurados de la armonía encaminada a la búsqueda del bien, de griegos y troyanos.

Nosotros somos de la opinión que si en un conflicto existen las más mínimas posibilidades de negociar, hay que aprovecharlas al máximo, honrando los acuerdos escritos o hablados, porque “la palabra” debe ser respetada. No hay que pasarse de listos creyendo, con falsas lógicas, que los demás son meros ignorantes. Por ejemplo, cuando un dirigente político (léase impolítico) dice que nunca va a respetar los papeles públicos que él mismo ha firmado, se deduce de inmediato que tal individuo es incapaz de respetarse a sí mismo, y que en consecuencia lógica se encuentra dispuesto a irrespetar a todo mundo, incluyendo a sus más cercanos seguidores. Un individuo de tal naturaleza es altamente peligroso para la sociedad hondureña y para cualquier sociedad. Incluso es peligroso para el otro dirigente político titiritero (que también se las pasa de listo), que presume que tiene amarrado a su muñeco transitorio, por siempre. Los dos se están engañando el uno al otro, en una extraña mezcla de “anticomunismo” y de “izquierdismo” fingidos. En este punto vuelvo a subrayar que lo correcto es la línea virtuosa y valiente del “justo medio” entre dos extremos, que hace más de dos mil trescientos años sugirió el filósofo Aristóteles, a fin de evitar los excesos y los defectos que provienen de la irracionalidad “animal” y “vegetal”. Es la misma línea moderada que buscaba el gran estadista don José del Valle.

Tegucigalpa, MDC, 02 de julio del año 2017.  (Publicado en el diario “La Tribuna” de Tegucigalpa, el jueves 06 de julio del 2017, Pág. Cinco).

 

Diálogo con Goethe

Por Segisfredo Infante

Al fin he decidido, después de tantos años, comenzar a hojear una especie de voluminosa biografía de Johann Wolfgan von Goethe (1749-1832), escrita por Peter Eckermann. Quizás lo hago por tres razones: La primera es que se trata de uno de mis escritores más respetados y queridos desde que era un muchacho. No recuerdo si de mi primera o de mi segunda juventudes. (La segunda juventud es la de los años veintes, de cada individuo más o menos racional). Otra razón entra en ligamen con mi actual estatuto otoñal, cargado de problemas de salud y de otras falencias concomitantes, que me conllevan a observar la vida y el mundo desde una perspectiva amplia, rica pero trunca, bastante análoga a la del señor Goethe, en una extraña mezcla de optimismos y profundos desencantos. La tercera razón consiste en que desde mi punto de vista personal,Goethe era un filósofo diríamos que genuino, que nunca desarrolló ninguna teoría filosófica, ni mucho menos un sistema cerrado, por haber “caído” atrapado en los brazos encantadores de las musas literarias, especialmente de la poesía, la novela y el teatro, con el mayor de los éxitos posibles. Un clásico moderno en el pleno sentido del término.

Decía el controversial don Miguel de Unamuno que hay cosas que “de puro sabido se olvidan”. Tal pareciera ser mi casocon el gran escritor alemán. Digo “pareciera” en tanto en cuanto he citado su nombre en veintenas de artículos y ensayos a lo largo de mi azarosa y a veces precaria existencia. Incluso lo mencioné, de la mejor manera posible, en un artículo bastante dubitativo relacionado con un libro del filósofo español-estadounidense contemporáneo, ya fallecido, don George Santayana, que en inglés lleva por título: “Three Philosophical Poets: Lucretius, Dante, and Goethe”. De los tres grandes poetas trabajados por Santayana, sólo el señor Goethe me parece un filósofo desperdiciado, en tanto que nunca pudo liberarse del canto de las musas y sirenas, y de cierta tendencia cientificista, que es más propia, que quede constancia, de los epistemólogos que de los literatos. En cuanto a Santayana deseo subrayar que me unen algunas cosas esenciales con este filósofo norteamericano-español, que supo imprimir realce a una especie de edad de oro en la filosofía de la Universidad de Harvard, en una sociedad por demás admirable, que hoy por hoy pareciera como lejana de todo pensamiento trascendente de alcance universal. Pero este es un tema que he conversado conmis amigos Josué Danilo Molina y Wilder Guerrero.

A propósito de diálogos recuerdo haber conversado muchas veces sobre la obra principal de Wolfgan von Goethe,con mi gran amigo (casi mi maestro natural y padre adoptivo) el poeta y ensayista ya fallecido don Roque Ochoa Hidalgo. De lo primero que conversamos, en repetidas tardes de vino, café y música clásica, fue de la bellísima novela “Los trabajos del joven Werther” (1774), una novela de juventud goetheana. Después nos detuvimos a analizar los momentos más profundos de la obra dramática “Fausto”, publicada por el autor en dos partes. Al “Fausto” conflictivo siempre retornaré, en tanto que el padre YAVÉ y la salud  me lo permitan. Frente a Roque Ochoa Hidalgo, que era un hombre maduro y entrado en años, mientras yo era un simple muchacho, asumí, por respeto y por prudencia, la actitud socrática de casi no saber nada de nada, especialmente en lo que concierne a los filósofos existencialistas y de la “existencia”. La misma actitud que asumí, recientemente, en una humilde charla sobre la vida enigmática y la posible obra de Sócrates, frente a un grupo de invitados de varias logias masónicas respetables, y de amigos y parientes católicos cristianos (y de algunos agnósticos) de Tegucigalpa.

Mis diálogos indirectos con el autor del “Fausto” y de cierta teoría de la luz, casi nada tienen que ver con el libro “Conversaciones con Goethe” del erudito Eckermann, pues apenas he comenzado, lo repito, a hojear su voluminoso texto, aunque siempre lo he tenido cerca de mis manos. Supongo que de haberlo conocido en forma personal me hubiese ocurrido la experiencia del poeta, judío-alemán, Heinrich Heine (1797-1856), que se puso nervioso por nunca encontrar la mejor manera de iniciar una conversación con el genial Von Goethe, quien era respetado por el mismo filósofo Guillermo Hegel. Imagino que tal nerviosismo y timidez domesticada podría ocurrirme de presentarse la ocasión de conversar con el filósofo y filólogo actual don Bruno Rosario Candelier, y su grupo de amigos interioristas. He aquí mi primera grada en dirección al pensamiento poético y dramático de Johann Wolfgan vonGoethe, como también la coloqué sobre el tema del “Barroco”.

Tegucigalpa, MDC, 21 de mayo del año 2017. (Publicado en el diario “La Tribuna” de Tegucigalpa, el domingo 28 de mayo del 2017, Pág. Seis).