Ponderación de Manuel Salvador Gautier como Premio Nacional de Literatura

Por José Alcántara Almánzar

   Es un verdadero honor para quien les habla darles la más cálida bienvenida a este acto y dirigirles unas breves palabras en nombre de la Fundación Corripio Incorporada, con ocasión de entregarse esta noche el Premio Nacional de Literatura 2018, que ha sido otorgado al escritor Manuel Salvador Gautier Castillón, “Doi” para todos, por sus contribuciones a las letras dominicanas a través de una obra narrativa de indudable trascendencia, y que él ha realizado con una entrega y una fecundidad impresionantes desde que inició su recorrido en 1993 con la publicación de la tetralogía Tiempo para héroes. En total veinticinco años de recorrido en el fascinante mundo de la creación literaria. Don José Luis Corripio Estrada, presidente de la Fundación Corripio, me ha encomendado agradecer en público a los señores miembros del jurado: el ministro de Cultura, los rectores de las seis universidades comprometidas en el veredicto y el director de la Academia Dominicana de la Lengua; a todos por su valiosísima labor de selección en bien de las letras nacionales al escoger, entre todos los nominados cada año, a quien reúna un fehaciente número de atributos literarios. Nuestro galardonado de este año, Manuel Salvador Gautier Castillón, es un hombre de una cultura vasta y exquisita, con una formación de la que pocos podrían ufanarse, ya que era un prestigioso arquitecto, urbanista y catedrático cuando dio sus primeros pasos como escritor. De manera que tenía un bagaje humanístico que le ha permitido acortar distancias para entregarse en cuerpo y alma al ejercicio de la literatura, su vocación profunda, y lo ha hecho sin detenerse ni siquiera para respirar, pero sin llevarse de encuentro a nadie ni cerrarles el paso a los demás, como suele suceder, sino más bien dotado de ese «don de gentes» que le caracteriza y le ha ganado tanta admiración y afectos en nuestro medio cultural como su propia obra, labrada con una prosa que brilla por su equilibrio y su transparencia, y por esa encomiable facultad de llevar a la ficción episodios capitales de nuestra historia para recrearlos con una mirada escrutadora y nueva que saque a relucir aspectos inéditos de gran significado para la dominicanidad.

Entre todos los géneros literarios, la narrativa tal vez sea el que requiere de mayor dedicación y tiempo. Escribir una novela pocas veces es producto de un rapto, de unos cuantos meses febriles de trabajo agotador para crear personajes y estructurar una historia verosímil y cautivante. Por lo general el narrador trabaja a fondo, creando con el lenguaje mundos imaginarios que sin embargo revelan las engañosas apariencias de la realidad, porque el cuento y la novela no intentan demostrar nada ni ganar acólitos como ocurre en el discurso político, tan dado al arte de la prestidigitación. «La literatura», como ha dicho el escritor español Javier Cercas al hablar de la responsabilidad del intelectual, «no debe proponer nada, no debe transmitir certezas ni dar respuestas ni prescribir soluciones; al revés: lo que debe hacer es formular preguntas, transmitir dudas y presentar problemas y, cuanto más complejas sean las preguntas, más angustiosas las dudas y más arduos e irresolubles los problemas, mucho mejor. La auténtica literatura no tranquiliza: inquieta; no simplifica la realidad: la complica. Las verdades de la literatura, pero sobre todo las de la novela, no son nunca claras, taxativas e inequívocas, sino ambiguas, contradictorias, poliédricas, esencialmente irónicas». Manuel Salvador Gautier conoce bien estos principios básicos del arte de novelar, muchas veces ignorados o desdeñados por quienes tienen en sus manos la responsabilidad de desentrañar las verdades de los seres y las cosas a través de las palabras. A propósito de este Premio Nacional de Literatura, el más importante que se confiere en nuestro país a un hombre o mujer de letras, me permito citar aquellas memorables declaraciones del gran poeta español y universal Vicente Aleixandre cuando recibió la noticia de que había obtenido el Premio Nobel de Literatura en 1977: «La gloria no es el premio», dijo Aleixandre, «no es el homenaje, no es el ruido. La verdadera gloria del poeta es que después de muerto todavía su voz resuene en algunos pocos corazones afines. Que después de muerto no sea un libro cerrado, sino que palpite, se oiga y se repita». Queremos, por último, expresarle al amigo Doi Gautier nuestro regocijo y nuestros más sinceros parabienes por este triunfo con el que estamos seguros no culmina su carrera de escritor, sino que marca un nuevo hito que lo estimulará a continuar su obra con renovados bríos.

  

Informe de la academia dominicana al equipo del «Diccionario fraseológico panhispánico»

 Por Bruno Rosario Candelier

   En este mensaje les remito el comentario de la Academia Dominicana de la Lengua al texto de los Lineamientos Generales, propuesto por el equipo coordinador del Diccionario fraseológico panhispánico.

Estimo que los detalles consignados para el ejemplo de ilustración, en la macro y la microestructura del diccionario, es una labor que debe realizar la comisión redactora del diccionario fraseológico. Es decir, sugiero que cada Academia remita los ejemplos como deben aparecer en el diccionario.

Cuando en la Academia Dominicana de la Lengua trabajamos en la confección del Diccionario fraseológico del español dominicano seguimos la siguiente pauta normativa, que para su conocimiento y ponderación les transcribo a continuación:

  1. La entrada o palabra clave, con letras en negritas y en minúsculas, se consigna una vez para todos los ejemplos. Usamos la tipografía de Book Antiqua, no. 12 (pero en el Diccionario de refranes la cambié a Times New Roman, no. 12).
  2. La unidad fraseológica, idiolexía o frasema se escribe en minúsculas y en negritas.
  3. La clasificación de la unidad fraseológica (loc. vb., loc. adj., loc. sust., loc. adv., fr. col., fr. pop., adg., prov., máx., sent., ref., giro), correspondiente a locución verbal, locución adjetiva, locución sustantiva, locución adverbial, frase coloquial, frase popular, adagio, proverbio, máxima, sentencia, refrán y giro, comprende de las idiolexías y se escriben en letras normales, en minúsculas, al lado de la correspondiente unidad fraseológica.
  4. Se describe o formaliza la definición de la unidad fraseológica.
  5. Se consigna la numeración de las acepciones (si hay más de una), precedidas de los números, que se escriben en negritas.
  6. Se pone entre comillas el ejemplo de ilustración. Si no aparece la fuente del ejemplo, indica que es una creación de los redactores.
  7. Se resalta la frase en versalitas dentro del ejemplo donde aparece.
  8. Se pone entre paréntesis el nombre del autor (en el siguiente orden: inicial del nombre, los apellidos, el sustantivo que identifique el título de la obra, en cursivas, la numeración de la página donde aparece; si es de un periódico, el nombre del autor (con el mismo procedimiento), la inicial del periódico, la fecha consignada en día, mes y año de la siguiente manera: 18/10/15/3 (que equivale a 18 de octubre de 2015, p. 3).
  9. Cada nueva acepción, precedida de la numeración correspondiente en negritas, se define de acuerdo con la clasificación de dicha unidad fraseológica: la loc. vb., con un verbo en infinitivo; la loc. adj., con un adjetivo; la loc. adv., con un adverbio o equivalente; la frase y el adagio con el verbo “indica” o “se usa para…”; el giro con la indicación “Dicho”, “Fórmula” o “Se usa para…”.

Con relación a las dos preguntas formuladas en los Lineamientos Generales (si se van a incluir las locuciones que se usan en el mundo hispánico con sus variantes y si se recogerán unidades locales o regionales), estimamos que sí, que se deben incluir locuciones de uso en todo el mundo hispánico, incluidos ejemplos de uso en las comunidades de hablantes del español ubicadas en Asia y África; y también deben recogerse unidades fraseológicas locales, especialmente las que tienen notable significación por su originalidad.

A continuación va un ejemplo de una locución verbal que ilustra una forma de presentación, sugerida para la confección del Diccionario fraseológico panhispánico:

Unidad fraseológica: darle para/pa’bajo.

Significado 1: Asesinar o dar muerte a alguien.

Significado 2: Copular, tener sexo un hombre con una mujer.

Categoría gramatical: loc. vb. (locución verbal)

Construcción: (alguien) le da para/pa’bajo a otro

Ejemplo: «A los delincuentes hay que darles pa´ bajo porque si no nos arropan a todos” (MISoldevila, «Secuestrados “, L. D., 1/06/14/A).

Clasificación temática: comportamiento social

País: República Dominicana

Valoración: baja

Registro: nivel sociolingüístico popular

Fuente de información: periódicos nacionales (María Isabel Soldevila, “Secuestrados”, Listín Diario, Santo Domingo, 1/06/14/A).

Manera como debe aparecer el ejemplo en el texto fraseográfico:

 dar para/pa’abajo. loc. vb. 1. Asesinar o dar muerte a alguien: “Darle pa´bajo es lo que va ahora” (D. L., 12/12). «A los delincuentes hay que darles pa´ bajo porque si no nos arropan a todos” (MISoldevila, «Secuestrados “, L. D., 1/06/14/A). 2. Copular, tener sexo un hombre con una mujer: “Lo que quieren los hombres es darme pa´bajo, advirtió ella para justificar su negativa”.

Les adjunto el prólogo del suscrito al Diccionario fraseológico del español dominicano. De todas maneras, aguardamos sus sugerencias en materia fraseológica, con una muestra o ejemplo de guía para nuestra labor de redacción del Diccionario fraseológico panhispánico.

Reciban mis saludos afectuosos mi cordial estimación.

Bruno Rosario Candelier

Director

La contemplación estética en la gestación de la sensibilidad

Por Bruno Rosario Candelier

 

A

Alexandra Borbón,

fulgor que atiza el sentido.

 

La naturaleza de la sensibilidad

La sensibilidad es la facultad para sentir. Tenemos experiencias sensoriales, que son las vivencias de los sentidos. Y sentir es el poder sensible de captar y expresar lo que capta esa dimensión del organismo que llamamos sensibilidad.

En griego “estética” significa ´expresión, marca, huella o impacto de la realidad en nuestros sentidos. A esa huella llamamos sensaciones. Nuestros sentidos físicos son las antenas de nuestro cuerpo y, en tal virtud, son sensibles ante cualquier manifestación de la realidad. Cuando los sentidos corporales entran en contacto con alguna manifestación sensorial de lo real, experimentan una sensación. Cuando esa sensación es agradable se le llama sensación estética. Como normalmente la belleza produce una grata sensación, nuestra cultura lingüística asocia la palabra belleza a estética. El vocablo “estético” viene del griego aisthêsis, que equivale a la percepción sensorial, es decir, a la sensación que experimentan nuestros sentidos corporales cuando entran en contacto con los datos sensoriales de las cosas. En ese tenor, estético es el impacto susceptible de percibirse por los sentidos. Los sentidos entran en alerta cuando perciben algo llamativo, hermoso o bello, o ante el influjo de un dato sensible que genera una percepción sensorial.

Dije percepción sensorial, pues hay también percepción espiritual, ya que los sentidos físicos captan las sensaciones objetivas, y los sentidos interiores o sentidos metafísicos captan ondas transensoriales, como es la dimensión interior o la vertiente espiritual de las cosas.

La dimensión física genera una emoción estética y la dimensión metafísica concita una emoción espiritual, a la que llamo “fruición”; por esa razón, el arte y la literatura cumplen una función estética y una función espiritual, de tal manera que cuando contemplamos lo bello o cuando apreciamos un objeto artístico su belleza genera una reacción física y espiritual en nuestra sensibilidad.

La experiencia estética está vinculada a los sentidos físicos y los sentidos metafísicos. La experiencia estética aborda el placer de los sentidos, porque los sentidos experimentan satisfacción y gusto. Cuando comemos un manjar grato al paladar produce un placer sensorial; cuando escuchamos una música serena y armoniosa sentimos una grata sensación sensorial y espiritual; cuando vemos algo agradable genera una sensación estética, ya que el fulgor de los colores llama la atención, como también el aliento del aroma, la armonía de los sonidos, la delicia del paladar, el deleite de las formas, todo esto produce una sensación estética, función sensorial que en cada sujeto opera naturalmente porque es una función que realiza la sensibilidad. No hay que darle una orden a los sentidos para que sientan ya que las antenas sensoriales de la sensibilidad siempre están abiertas, activas y alertas en su tarea de percepción para sentir y experimentar las señales que los fenómenos y las cosas generan.

La emoción estética es el sentimiento que experimenta la sensibilidad ante la contemplación de las señales sensibles o ante la contemplación de cualquier manifestación que produzca un deleite o una emoción. La fruición espiritual es el gozo que experimenta la sensibilidad ante la contemplación de la belleza o ante cualquier señal que convoca la atención de los sentidos. Lo estético se funda en la percepción de los sentidos, no solo en la sensación de la belleza, sino en toda manifestación sensible. En vista de que la belleza depende del gusto del contemplador,  la percepción de la belleza  es subjetiva.

El sentimiento estético es subjetivo; por tanto, independientemente de nuestra percepción de las cosas y de nuestra valoración de la belleza, cada uno tiene una ponderación diferente por la subjetividad inherente a la sensación o la percepción de la belleza. Entonces, podemos hablar de la dimensión subjetiva de nuestra percepción estética de lo viviente. La dimensión estética genera una reacción física y espiritual que experimentamos ante el influjo sensible de las cosas. Quiere decir que lo estético se siente, se percibe y se proyecta a través de los sentidos cuyos datos sensoriales percibe la sensibilidad cuya información sensorial procesa el procesador de nuestro cerebro. En consecuencia, la estética implica sentir, es decir, experimentar una sensación ante cualquier realidad. La reacción que genera está sujeta al talante del contemplador. El arte y la literatura se fundan en el sentir, de tal manera que Rainer Maria Rilke, el gran poeta alemán, decía que lo más importante para un escritor es sentir, indispensable para hacer arte y crear literatura.

En mi libro Lo popular y lo culto en la poesía dominicana hago un planteamiento que tiene que ver con este aspecto, ya que en esa obra sostengo que lo polisémico, centrado en una referencia abierta, tiene un carácter plurivalente, formal y conceptual. El sentido poético refleja una significación asociativa y polisémica, constituida por variadas significaciones. La significación inteligible de las palabras, con los conceptos y las imágenes, con sus significaciones formales y las más misteriosas significaciones de las relaciones musicales de las palabras entre sí. Ahora bien, no todos los sujetos están dotados del poder de la contemplación artística fundamentada en el factor objetivo de la obra de arte, que es distinta de la efectuada mediante el elemento asociado; por consiguiente hay una contemplación artística simple, la que descansa en el factor objetivo de la obra de arte; y una contemplación artística profunda, basada en el factor asociativo que realiza el contemplador. La contemplación estética radica en el primer estadio, base que no supera quien carece de formación intelectual, propia de la percepción popular, y la que se fundamenta en la percepción asociativa, propia de los individuos dotados de un mayor desarrollo intelectual, propio de la percepción culta.

En primer lugar, la dimensión estética tiene que ver con la percepción de los sentidos, lo que indica que la realidad de las cosas hay que tenerla presente, porque la dimensión estética no es una cosa aérea, no es un asunto abstracto, no es algo imaginario, ni es algo de la fantasía. La estética siempre está vinculada a la realidad sensorial de las cosas. Todas las cosas se manifiestan para nuestros sentidos; quiere decir, que nosotros estamos en capacidad de entrar en relación con las cosas. Entonces, el sujeto que contempla es el primer aspecto; la realidad que se contempla es el segundo aspecto; y la relación que se establece entre el sujeto que contempla y la realidad contemplada es necesaria para la vivencia del sentimiento estético y para la realización de la creación artística. Es importante tener claro este criterio, de que el concepto de lo estético (y la estética en general), siempre va vinculado a la realidad, a la percepción de la realidad, no a la subjetividad, ni a la imaginación, ni a la fantasía.

En segundo lugar, el impacto que la realidad produce en la sensibilidad y la conciencia es clave para la creación; si nosotros no experimentásemos el impacto que las cosas producen en nuestro interior, no podríamos crear; es indispensable, por tanto, que se produzca ese impacto en la sensibilidad y la conciencia. Las cosas producen una huella en nosotros en virtud de nuestros sentidos, que nos ponen en comunión con las cosas. Entonces, la obra que contemplamos o la obra que producimos, la podemos realizar por la relación que establecemos con la realidad sensorial o con la cosa misma, pues el vínculo que se produce entre el sujeto y la cosa, es lo que genera el sentimiento estético; si no hay un vínculo entre el sujeto contemplador y la realidad contemplada, no habría sentimiento estético y, por consiguiente, tampoco habría obra artística.

La clave para producir el sentimiento estético es sentir. Se siente estéticamente, es decir, se pueden experimentar las sensaciones que las cosas producen en nuestra sensibilidad, pero para eso hay que sentir lo que las cosas proyectan. Para lograrlo, debe darse una actitud abierta, espontánea, libre, fluyente, natural en la percepción de la realidad para que los efluvios de la misma realidad y los fluidos de los fenómenos y las cosas penetren en nuestros sentidos físicos y metafísicos. Las cosas emiten fluidos, señales, irradiaciones, ondas, susurros, que no se ven, pero se sienten. Todo emite ondas o señales perceptivas, y es lo que implica que podemos sentir una simpatía o un rechazo por algo o por alguien. Se trata de ondas electromagnéticas que producen las cosas y los seres humanos, y que explican nuestra reacción ante las personas y las cosas. Constantemente emitimos ondas electromagnéticas, que la realidad también las emite, y esas ondas llegan a la sensibilidad, y la sensibilidad las capta y, al captarlas, las pasa al cerebro que las procesa. Quien tiene sensibilidad trascendente o sensibilidad caudalosa y empática puede sentir los flechazos de las cosas ya que todo tiene un efluvio, una emanación, una irradiación que se expresa como una onda en el aire, el agua o la luz en diferentes fluidos sensibles. De ahí que no podemos ser indiferentes a las cosas.

En la persona humana hay una actitud fundamental que genera el sentimiento estético. Esa actitud es emocional, pues se necesita una disposición afectiva del sujeto y un estado de contemplación para entrar en sintonía con las cosas. Es una actitud de contemplación desinteresada para que la realidad penetre en nosotros, pensando en alguien que quiera ejercitar su facultad creadora. Tengan presente que la relación que establecemos con las cosas, no es intelectual, ni imaginativa, ni volitiva; es una relación emocional y espiritual, afectiva y psicológica, es decir, una relación íntima de nuestra sensibilidad con la realidad de las cosas, y esa relación nos sirve de motivación para experimentar el sentimiento estético.

El sentimiento estético es la emoción que el sujeto experimenta ante la contemplación de un objeto, sea un paisaje, una persona, un cuadro. Si contemplamos un objeto y esa contemplación sacude nuestra sensibilidad, ese sacudimiento genera una emoción o un sentimiento, y ese sentimiento es estético.

El abordaje de la sensibilidad

La estética es la huella que una cosa produce en la sensibilidad, pero es una huella agradable como la belleza, que concita no solo la emoción estética, sino un sentimiento espiritual, una belleza profunda, una conmoción interior tanto de tipo físico como espiritual.

Los antiguos iluminados creían que la belleza conduce a la elevación del espíritu, ya que no genera solamente una sensación física, sino una emoción espiritual que produce una elevación del espíritu del contemplador, es decir, el sentido estético genera el aliento espiritual de la belleza sutil, ya que no consideramos la belleza solo en su aspecto físico, sino en la dimensión espiritual que se despierta en nosotros, como siempre ha ocurrido entre los contemplativos. Por esa razón, la doctrina de la contemplación estética enseña que hemos de contemplar entrañablemente la cosa para captar su esencia y su sentido. Una manera de decir que hay que profundizar en la vertiente estética para llegar a la verdad, para llegar al bien, para llegar a la espiritualidad. La experiencia mística es probablemente el estadio más elevado a que puede llegar la sensibilidad humana, y la experiencia mística existe cuando el sujeto tiene una vivencia entrañable y profunda con la fuente de la Divinidad, que puede llegar a un momento de éxtasis, de arrobo ante lo divino mismo, y hay quienes tienen la dicha de lograr un momento de fusión con la misma deidad. Eso no se da siempre cuando se busca, porque se trata de un don divino que se recibe cuando se nos da. La música, por ejemplo suele producir una emoción, la música elevada produce esa sensación, una sensación sublime, de arrobo espiritual. La pintura también puede producir esa emoción, como la produce todo gran arte.

Ese aspecto de la contemplación es una inclinación de la sensibilidad que tienen los niños, quienes aun estando con otros poseen la capacidad de apartarse del mundo real, abstraerse y evadirse para entrar en su mundo interior o vivir determinadas vivencias con cualquier realidad; pueden lograr una compenetración especial, en virtud de un fenómeno singular que se da en los niños, los poetas, los místicos y los locos. Ellos suelen tener un tipo de convivencia con la realidad circundante, y logran establecer una compenetración afectiva, emocional y espiritual con las cosas, de tal manera que durante esos momentos intensos de su vivencia, abstraídos de la realidad externa o de la realidad circundante, pueden experimentar un estado emocional, imaginativo y espiritual tan singular que, por ejemplo, mientras se encuentran contemplando una flor, como les sucede a los poetas, llegan a sentir como la flor, se identifican con la flor y a veces sienten que son la misma flor.

Una vez me contó Nidia Caro, la reconocida cantante boricua y mujer de una alta sensibilidad mística, que en una ocasión, mientras llovía, ella se puso a contemplar el árbol que se veía desde la ventana de su dormitorio y, en momento determinado, al ver que el agua caía sobre las ramas, se extasiaba contemplando cómo las gotas de agua caían sobre las hojas de los árboles, y al rato ella sentía que el agua que caía sobre las hojas estaba chorreando sobre sus espaldas, pero ella no estaba afuera mientras llovía, sino dentro de su habitación, y desde la ventana de su alcoba contemplaba la caída de la lluvia. Ese fenómeno de compenetración sensorial lo viven los contemplativos, los niños y los poetas en determinados momentos de sus vivencias, durante el estadio de una honda contemplación estética.

El sentimiento estético es una expresión de la sensibilidad que lo experimentan todos los seres humanos, en todos los niveles y en cualquier circunstancia; pero sucede que es diferente en una persona sin formación escolar o en quien tiene disciplina intelectual, con una alta escolaridad y, sobre todo, si esa persona tiene desarrollada la sensibilidad poética. El que ha desarrollado su sensibilidad poética despliega al más alto nivel el sentimiento estético, pero conviene advertir que una ama de casa común y corriente cuando está limpiando, cuando pone un adorno en la pared de su casa, cuando cultiva el jardín en el patio de su vivienda, eso es expresión del sentimiento estético, del goce estético, pues en la limpieza, en el adorno, en la organización o distribución del moviliario casero refleja también la valoración por la belleza.

En los creadores, artistas y poetas, el sentimiento estético tiene otro nivel, porque revela un estadio de la creatividad, ya que no solamente busca la expresión de la dimensión estética en las cosas, sino que hace de su creación una forma de exaltar una función estética y espiritual.

Hay personas que tienen una potencia sensitiva tan poderosa que experimentan dolor ante una emoción estética, ante una vivencia sensorial, ante una realidad estremecedora. Hay creadores y, sobre todo poetas, que al crear experimentan un dolor similar al dolor del parto, y sufren una angustia terrible, de tal manera que si no escriben o pintan o componen, es decir, si no se desahogan con la palabra, el pincel o el instrumento musical lo que sienten, hasta se pueden enfermar en virtud de su alta sensibilidad.

Garcilaso de la Vega hablaba del “dolorido sentir” que distingue a los genuinos poetas. Ese celebrado poeta español decía que los creadores experimentan un “dolorido sentir”, ya que viven todo, sufren todo y lo gozan todo, pues no son indiferentes a nada, como generalmente les sucede a los creadores de alta sensibilidad. Todo el mundo tiene sensibilidad, pero en algunos esa sensibilidad parece muy elemental, pues son indiferentes a muchas cosas, insensibles a las grandes manifestaciones del arte, la literatura, la música, la pintura, desde luego, a la filosofía, la teología o la mística. La dimensión de la alta cultura, de la cultura humanística no cuenta para ellos, porque su sensibilidad está en su mínima expresión; pero cuando se tiene una caudalosa sensibilidad en su máxima expresión, los sujetos dotados con ese nivel profundo en su sensibilidad no son indiferentes a nada, y tienen que valerse de algún arte para canalizar lo que mana de su interior, porque tienen una sensibilidad altamente potenciada, y si no canalizan sus sentimientos se pueden enfermar. Entonces, hay que verter hacia afuera lo que la sensibilidad experimenta dentro, no solo para sentir, no solo para sentirnos bien, sino sobre todo para crear. De ahí el alcance y la función de la sensibilidad y la potencia creadora de nuestros talentos.

Cauce creativo de la sensibilidad

La palabra es el mejor mecanismo de desahogo, la mejor herramienta de expresión, el mejor instrumento para verter todo lo que experimentamos en el hondón de nuestra sensibilidad. La palabra libera, ya que mediante la voz de la creación expresamos angustias y obsesiones, liberamos tensiones y ansiedades, canalizamos miedos y traumas, y, por supuesto, plasmamos nuestro poder creador. Tanto la palabra, como el poder de reflexión, intuición y creación, constituyen el signo del Logos, el más alto atributo que hemos recibido de Dios. Con el don de la palabra, que es lo mismo que decir, el don del Logos, encauzamos los talentos de nuestra interioridad.

La sensibilidad capta las señales de la realidad material, pues la realidad emite constantemente señales, vibraciones, fluidos, efluvios o manifestaciones sensoriales que captan nuestros sentidos físicos, y manifestaciones suprasensibles que perciben nuestros sentidos metafísicos. El poder intelectivo de nuestra mente descifra la realidad de las cosas, su función y su significado. Nuestra sensibilidad capta la realidad, pero nuestra sensibilidad no la descifra; es nuestra inteligencia, el intelecto de nuestra mente o el poder intuitivo de nuestra conciencia la que procesa y descifra el significado de la realidad; por esa razón Aristóteles decía que nada llega al intelecto si antes no pasa por los sentidos, porque nuestros sentidos corporales son los canales que encauzan las señales de la realidad. Los sentidos son las antenas de percepción de nuestra sensibilidad a cuyo través captamos las señales de la realidad y que la inteligencia interpreta. Lo que hace la sensibilidad es captar las señales de la realidad. Lo que hace la inteligencia es procesar e interpretar esas señales sensibles. Desde luego, la percepción de los sentidos funda los conocimientos que tenemos de las cosas, porque nosotros tenemos un conocimiento del mundo, conocimiento que nos llega por el contacto de nuestros sentidos corporales con las señales sensoriales de las cosas; y esas señales son las que hieren nuestra sensibilidad a través de los sentidos, y son la base para nutrir la sensibilidad estética y la sensibilidad espiritual. Por esa razón la estética está vinculada con la sensibilidad, ya que la estética es la expresión artística del sentir.

Vamos a enfocar la dimensión estética de la realidad y la manera de abordarla ya que no se trata de un objeto físico, aunque proviene de la dimensión material de la realidad.

En primer lugar, tenemos la belleza sensorial de lo viviente que las cosas reflejan y que, desde la perspectiva de nuestra percepción de la realidad, descubrimos los datos sensoriales de las cosas que captan nuestros sentidos corporales o sentidos físicos. Ahora bien, a la luz de la de la obra de creación podemos enfocar los aspectos que generan una fascinación o un deleite, que comúnmente llamamos el placer de los sentidos. Es decir, se trata de dos aspectos diferentes: la dimensión estética de la realidad sensible y la dimensión estética de la obra creada por el hombre.

En segundo lugar, podemos observar la dimensión sensorial en dos aspectos diferentes: las sensaciones  y los sentimientos. Sensaciones son las reacciones de nuestros sentidos corporales ante el influjo de las cosas; sentimientos son las reacciones de nuestra interioridad ante lo que perciben nuestros sentidos corporales. El sentimiento se vincula con el alma y con nuestros sentidos metafísicos, vínculo que genera el encanto espiritual que las cosas suelen despertar en nuestro interior.

En tercer lugar, podemos hablar de la huella, el efecto de la belleza o la dimensión estética de las cosas en la creatividad porque la dimensión estética genera en nuestra sensibilidad determinadas reacciones que concitan o despiertan nuestro talento creador. Tenemos estimulaciones sensibles (visuales, gustativas, olfatorias, auditivas y táctiles), que generan las sensaciones corporales placenteras o dolorosas. Y también concitan las emociones anímicas, que pueden ser gratas o desagradables. Pues bien, el talento creador, en el ámbito de la sensibilidad, se manifiesta en la creación de obras de arte vinculadas con las sensaciones de los sentidos físicos: visuales (pintura, decoración, fotografía), auditivas (música, ópera, parábola), gustativas (gastrosofía, arte culinario, repostería), olfativas (velas aromáticas, perfumería, incensario), táctiles (escultura, artesanía, dibujo) o combinadas (cine, danza, coreografía).

Conviene establecer la diferencia entre la REALIDAD SENSORIAL, la REALIDAD ESTÉTICA y la REALIDAD METAFÍSICA, determinantes en la fragua de la sensibilidad. La realidad sensorial es la faceta material, objetiva y tangible de las cosas, que comprende las sensaciones percibidas mediante los sentidos físicos. La realidad estéticaes el caudal interior de lo vivido y lo sentido mediante intuiciones, experiencias, visiones, conocimientos y recuerdos amasados en el fuero de la conciencia. Y la realidad metafísica es el ámbito de lo intangible, dimensión a la que llega la sensibilidad trascendente mediante la percepción de estelas, susurros, irradiaciones, sueños, ondas y revelaciones sutiles.

El impacto de la belleza, tanto de la realidad sensorial como de la realidad metafísica, tiene variadas manifestaciones y efectos diversos. La belleza concita la sensibilidad, especialmente la sensibilidad estética y espiritual, de tal manera que los místicos, entre ellos Platón y san Juan de la Cruz, sostenían que la belleza culmina en Dios. Eso confirma que además de la sensibilidad física hay una sensibilidad espiritual, es decir, que podemos apreciar el sentido sensorial y espiritual de lo estético, el efecto de la belleza en nuestra sensibilidad y en nuestra conciencia, especialmente en contemplativos y creadores.

También se puede enfocar la realidad estética como cauce y fuero de los sentidos. Eso implica que podemos valorar la fascinación que algo nos produce, es decir, las sensaciones y las emociones que una determinada realidad genera en la sensibilidad y la conciencia.

Cuando hablamos de expresión estética, no siempre tiene que la dimensión de la belleza, sino con alguna manifestación que hiera los sentidos. Normalmente, la estética implica la belleza, pero comprende también todo lo concitado por los sentidos, que no siempre es lo bello de las cosas. Por consiguiente, se puede describir la manifestación estética de cualquier faceta sensorial de la realidad. Se puede describir lo que está sucediendo, lo que nuestra sensibilidad percibe de la realidad, sea por cualquier dimensión de los sentidos corporales a través de la vista, el olfato, el oído, el gusto y el tacto. También se puede apreciar la vertiente afectiva o la faceta espiritual que la realidad produce en el interior del sujeto, lo que es otra dimensión de la consideración estética, pero el impacto afectivo, psicológico o espiritual que lo real provoca en la sensibilidad, es decir, el goce o el dolor que genera en el espectador o contemplador es también una dimensión de la vertiente estética. Igualmente se puede valorar la fruición de índole espiritual que la realidad genera en el interior del sujeto. De igual manera se puede enfocar la intuición de lo estético, porque una realidad puede ser asumida y sentida por varias personas que la contemplen, y esa realidad influye de manera diferente en la sensibilidad estética de cada contemplador. Se podría apreciar un mundo de sensaciones y emociones en los contempladores, y en otros no inspirar nada. Es decir, cualquier realidad sensorial puede ser una chispa que atice o encienda la capacidad estética del contemplador; eso indica que en un determinado contemplador hubo una sintonía con algún dato de la realidad ya que pudo sentir algo de esa realidad, porque para emocionarse hay que sentir, y para crear hay que sentir, y para vivir hay que sentir, pues nadie vive, ni se emociona ni crea si no siente. Por eso decía Rainer María Rilke que lo más importante es sentir, como lo experimentó el famoso poeta alemán. La mayoría de las personas sienten, pero no saben cómo expresarlo, porque no han desarrollado la capacidad expresiva para plasmar lo que viven y sienten. Pero los poetas, como dijera William Blake, saben “ver un mundo en un grano de arena”. El ilustre poeta inglés pensó en el tigre, y escribió uno de los poemas más hermosos sobre esa temible fiera de la selva. El poema de William Blake es el siguiente: “Tigre, tigre, que te enciendes en luz/ por los bosques de la noche./ ¿Qué mano inmortal, qué ojo / pudo idear tu terrible simetría? /¿En qué profundidades distantes, en qué cielos /ardió el fuego de tus ojos?/ ¿Con qué alas osó elevarse?/ ¿Qué mano osó tomar ese fuego?/ ¿Y qué hombro, y qué arte /pudo tejer la nervadura de tu corazón?/ Y al comenzar los latidos de tu corazón/¿qué mano terrible? ¿Qué terribles pies?/ ¿Qué martillo? ¿Qué cadena?/ ¿En qué horno se templó tu cerebro/ en qué yunque? ¿Qué tremendas garras osaron sus mortales terrores dominar?/ Cuando las estrellas arrojaron sus lanzas/y bañaron los cielos con sus lágrimas/ ¿sonrió al ver su obra?/ ¿Quien hizo al cordero fue quien te hizo?” (William Blake, Ver un mundo en un grano de arena, Madrid, Visor, 2009, p. 195).

En el proceso de creación, la memoria sirve para nutrir con base firme la sustancia de la creación. No solo registra y guarda nuestras intuiciones y vivencias, sino que alimenta todo lo que podemos crear, recordar y evocar,  todo lo que hemos sentido y vivido, porque la memoria va a ser la generadora de lo que en literatura se llama “realidad estética”. La realidad estética es el caudal de intuiciones, vivencias y experiencias, de conocimientos acumulados que se van registrando y que se guardan en un sitio de la mente, en un archivo que tenemos dentro de la conciencia. De la misma forma, en el Universo hay también un archivo de cuanto ha acontecido a lo largo del tiempo. Por ejemplo, lo que nos ofrece la computadora es una imagen de la computadora del Universo. Todo lo que se archiva se guarda en un registro cósmico. Antes de que existiera la computadora todo ha estado guardado en un lugar del Universo y no lo sabíamos; pero hay poetas que lo intuyeron, y hay iluminados y místicos que intuyeron esa realidad antes de que lo descubriera la ciencia. Por eso los antiguos místicos hablaban del Numen, que es la memoria de la sabiduría espiritual del Universo. Sabemos que el Universo tiene una sabiduría, así como cada uno de nosotros puede crear su propia sabiduría. Los primeros que intuyeron el inconsciente colectivo fueron los poetas. Luego fue certificado por psicólogos y psiquiatras. Cuando Freud habló por primera vez de la existentica del inconsciente colectivo los intelectuales lo felicitaron por ese gran acierto, pero el psiquiatra alemán advirtió que no había sido él el descubridor del inconsciente, pues según sus palabras, ya lo habían descubierto los poetas al plasmar el conocimiento de esa realidad psíquica en sus imágenes y símbolos del inconsciente. Es decir, antes que Freud, lo intuyeron los poetas, sobre todo los poetas metafísicos y místicos que abordan la realidad en su hondura metafísica y simbólica con la capacidad de penetrar en esa zona misteriosa, sagrada y secreta del Universo, porque poseen un cordón umbilical en sus neuronas cerebrales para sintonizar la sabiduría secreta del Numen, y en tal virtud tienen el poder que los conecta con esa energía sagrada, con la energía cósmica y con la Divinidad. Entonces, hay una intuición de la belleza sutil, que es la belleza espiritual, sublime y divina, como también puede lograrse una valoración de la verdad y la belleza, o ver en la belleza una expresión de la Verdad sublime y del Bien universal.

La huella de la realidad metafísica, como la elevación mística y la creación artística, conducen al ascenso espiritual. De ahí la valoración del arte y la belleza como un camino hacia lo divino. En la concepción espiritual de alta estirpe el ideal de belleza siempre ha concitado un sentido espiritual porque se percibe como algo inherente a la armonía cósmica. Y eso obedece al influjo de muy antiguas esencias que desde la sensibilidad profunda han inspirado la inclinación espiritual de pensadores, iluminados y estetas.

® Bruno Rosario Candelier

 

Cajoneca, monda y lironda/*honda y lironda, pro bono, exiliar

Por Roberto E. Guzmán

CAJONECA

El poder de inventiva de los dominicanos no conoce límites. Ese es un recurso muy bien explotado por la inteligencia dominicana. El ingenio dominicano crea palabras que se avienen  muy bien con las circunstancias. Esta del título que se expondrá en el cuerpo de esta sección es una muestra de lo dicho más arriba.

Muchas personas se preguntarán, ¿qué es eso de cajoneca? Es una voz de escasa circulación en el español dominicano; sobre todo en los últimos tiempos en que los avances científicos han dejado en el olvido muchas cosas.

La voz del título tiene relación con la palabra caja, o cajón; pero no es una colección de cajas, o puede serlo, pero eso no es lo que designa la voz.

Se hace necesario agregar a lo ya escrito que la voz cajoneca se utiliza en la mayoría de los casos en un tono jocoso, festivo, divertido.

Con la voz cajoneca se refiere el dominicano a su magra colección de libros que todavía no ha adquirido el carácter de biblioteca, y que sobre todo reposa en cajones; es decir, no están los ejemplares colocados en libreros. En otras palabras, es una colección de libros que no ha alcanzado la categoría de biblioteca y que permanece en cajas o cajones, de allí el nombre.

 

MONDA Y LIRONDA – *HONDA Y LIRONDA

“. . . porque la realidad *HONDA Y LIRONDA es que. . .”

Los sonidos juegan malas pasadas a algunas personas. El instinto del ser humano es identificar un sonido con algo que es conocido. Eso parece que fue lo que sucedió en la frase que consta a manera de ejemplo de empleo errado.

La honda que el dominicano conoce es el tirapiedras, es decir, es la horqueta con material elástico que sirve para lanzar piedras. Es el tirachinas del Diccionario del español dominicano (2013:659).

La palabra monda puede ser una conjugación del verbo mondar, que en el español dominicano corresponde al verbo pelar, sobre todo para referirse a frutas, hortalizas y tubérculos. La monda puede ser la cáscara que se retira de los antes mencionados cuando se pelan. Además, puede ser el sustantivo que corresponde al verbo mondar. La monda es también la persona que causa mucha risa. En el registro coloquial es el colmo.

Mondo, da y lirondo, da es una locución adjetiva que se usa para significar que algo es limpio, sin añadidura alguna. Cuando el sentido de mondo se refuerza con lirondo, se acentúa el grado de mondo, esto es, limpio (¿liso?). Limpio, libre de cosas añadidas, superfluas, mezcladas o adherentes.

Por su condición de locución no admite un cambio del tipo que se hizo en la cita, pues esta intromisión saca la locución fuera de su sentido original.

 

PRO BONO

“. . .envió suministros humanitarios PRO BONO. . .”

Este pro bono es un latinismo de poca circulación en español. Es más conocido en lengua inglesa. En su condición de expresión latina, es considerada como latinismo que no se ha incorporado a la lengua española y debe escribirse en cursiva o entre comillas.

Se considera latinismo la palabra o expresión latina que se utiliza en una lengua extranjera al latín, que en este caso es el español. Anteriormente los latinismos pertenecían a la lengua culta, al léxico científico. En la actualidad muchos de ellos se han incorporado a la lengua internacional española. Una vez que se incorporan pueden dejar de escribirse en cursiva y algunos adquieren tildes para marcar la sílaba de mayor énfasis.

Puede ser considerado latinismo también un giro privativo de la lengua latina. El latinismo es un préstamo procedente de la lengua latina a una lengua extranjera.

No debe confundirse el nombre latinismo con latinajo, que es una voz de índole despectiva usada en el registro coloquial. En puridad debería guardarse la palabra latinajo para el latín malo; es decir, incorrecto.

La expresión latina pro bono sirve para denominar un trabajo o labor generalmente profesional que se realiza sin percibir pago o indemnización. En la mayoría de los casos en inglés la usan para las defensas que asumen algunos juristas sin recibir emolumentos. Es un trabajo que se hace gratis.

En el caso de la cita el latinismo está mal empleado. En este caso se ha empleado para “suministros”, que no es un trabajo, sino una contribución en especie. Este tipo de error ocurre en los casos en que los escribientes trasladan conceptos de una lengua a otra.

 

EXILIAR

“Soplaron tan fuertes que lo EXILIARON de sus responsabilidades. . .”

Desde el inicio debe aclararse que el verbo soplar aquí está usado en sentido figurado, por lo tanto no hay que sorprenderse. No ha de tomarse este verbo en sentido literal, estricto.

El centro de atención en este apartado es la forma en que el redactor de la frase utiliza el verbo exiliar. Esta es la primera vez que se encuentra ese verbo usado de esta forma, por eso llama la atención.

En tanto verbo transitivo exiliar es condenar al exilio. Exiliarse es verbo que puede tomar la forma de intransitivo pronominal. En esa función es “marcharse una persona de su país por razones políticas”.

El exilio es la “separación, voluntaria o forzosa, del propio país, por razones políticas”. Diccionario del español actual (1999:2067).

En algunos casos hay personas que utilizan una palabra y lo hacen de modo metafórico. En los casos en que no son tropos usuales es un riesgo que corre quien así escribe, sobre todo si es una metáfora literaria como la llama D. Fernando Lázaro Carreter, que él define así: “que pertenece al habla, como modalidad individual de un escritor o un hablante”. Diccionario de términos filológicos (1962:275).

En poesía los tropos son muy frecuentes. En literatura hay tropos que están prácticamente fosilizados, es decir, que a fuerza de repetirlos son conocidos por lo menos por los lectores cultos. Claro, cuando esto hace un literato hay que tomar este recurso como una libertad reconocida.

© 2018, Roberto E. Guzmán

Nublazón, forzar el mingo, ejido/*egido, apretuje

Roberto E. Guzmán

NUBLAZÓN

“. . . y gastar sumas de fábula en una NUBLAZÓN propagandística. . .”

Ocurre a veces que el deseo de comunicación de quien escribe no se cumple. O si se cumple, lo hace de modo muy confuso, de suerte que el lector tiene que recurrir a un ejercicio de desciframiento. Eso que se acaba de exponer es lo que ha sucedido en la frase que se copió más arriba. A continuación se analizará el asunto para desenredar la madeja.

Para comenzar se hace necesario recordar que la voz nublazón no es reconocida por todo el universo de hablantes de español.  En Cuba, México y República Dominicana posee el significado de nubosidad. En Cuba también tiene el significado de  “opacidad en la vista”. La opacidad de esta definición ha de entenderse por falta de claridad o borrosidad. La nubosidad que se mentó antes es la abundancia de nubes; que indica que algo está cubierto de nubes.

Salta a la vista que las sumas gastadas en propaganda no cubren de nubes el mundo, por mucho dinero que en ello se invierta. Para llegar al meollo del mensaje hay que llegar a este por medio de inferencias.

Cuando en el cielo hay nublazón, se presume que eso entorpece la claridad, que oscurece el día porque el sol no puede penetrar a través de estas con la misma intensidad.

Así puede presumirse que la idea es que la dimensión de la propaganda fue tal que oscureció el entorno de modo que no permitía hacer un juicio certero acerca de lo que existía en la realidad de los hechos.

No cabe duda de que este ejercicio para entender la frase fue más largo de lo acostumbrado. Una de las cualidades que se resaltan en las redacciones de todo tipo es la claridad expositiva. Aquí se falló al no lograrse ese propósito como quedó demostrado.

 

FORZAR EL MINGO

“. . .FORZANDO EL MINGO de las primarias abiertas. . .”

La expresión que se encuentra en la cita es de uso muy frecuente en el habla de los dominicanos. A pesar de su origen no solo se la oye en el ámbito de los salones de billar.

El mingo es la bola de billar que se pone en cabeza de la mesa para abrir una partida de billar. Hasta donde la memoria alcanza esta es de color blanco.

El verbo que acompaña la locución verbal -forzar- hay que recibirlo en las funciones de ejercer presión, obligar a que se haga algo, hacer que la voluntad o la conducta de otros varíen en un sentido previamente establecido. Es una acción sobre la voluntad ajena para lograr determinados propósitos.

El Diccionario fraseológico del español dominicano (2016:318) asienta que la locución vale para expresar, “persistir en obtener o lograr algo sin el resultado esperado”. La segunda acepción es “extralimitar los recursos para conseguir algo”.

Una vez expuestas las acepciones los lectores quedan en libertad de interpretar en el caso de la cita si se refiere a la persistencia del accionar o a los recursos invertidos.

 

EJIDO – *EGIDO

“Él fue el donante del solar donde se erigió el EGIDO.”

Llama la atención en la frase transcrita que la persona que la redactó incluyera en ella palabras cultas y, sin embargo, cayera en el error de incorporar una voz que no se encuentra recogida en los diccionarios de la lengua española.

*Egido es una voz que no consta en diccionario alguno. Por el sentido de la frase se deduce que el autor de esta quiso colocar allí la palabra ejido que es la reconocida en el español internacional.

Se hace oportuna la ocasión para estudiar el vocablo que sí es de conocimiento del universo de hablantes de español, ejido, pues es interesante, sobre todo si se tiene en cuenta que en República Dominicana posee una acepción que es de uso privativo en esa comunidad de hablantes.

La acepción registrada por las Academias para la palabra ejido es, “campo común de un pueblo, lindante con él, que no se labra, y donde suelen reunirse los ganados o establecerse las eras”.

La palabra ejido es importante en la historia americana. En México tiene una larga historia porque allí es, “Forma de propiedad de la tierra que consiste en la asignación estatal de un terreno  a un grupo de campesinos para su explotación colectiva”. Así se llama también al terreno que funciona bajo este régimen de propiedad. Además, se llama ejido a la sociedad de campesinos copropietarios de un terreno que funciona bajo este tipo de normativa.

Tal y como se anunció, en República Dominicana es, “Territorio que corresponde a la jurisdicción de un municipio”. Esta acepción es compartida con Argentina, donde la palabra pertenece al registro culto.

Así queda probado que ejido es un vocablo importante en la América Hispana. La primera acepción que se consignó es la que registra el Diccionario de la lengua española. Las otras acepciones se encuentran en el Diccionario de americanismos.

 

APRETUJE

“La mujer rubia, alta y de experiencia en el rostro venció el APRETUJE. . .”

Cada día se encuentra una voz nueva que se añade a la lista de las ya conocidas. En la mayoría de los casos estas palabras nuevas salen del pueblo llano y designan de una manera más corta lo que la lengua ya ha denominado con otros vocablos más largos.

Se evaluará aquí el patrón que ha podido observarse en la formación de palabras de este tipo; es decir, de sustantivos que ya tienen antecedentes en la lengua, pero más largos y que son favoritos de los estratos cultos de la población.

En la frase copiada a manera de ejemplo se observa un acortamiento de lo que se supone que es la palabra original en el proceso. Con este tipo de cambio, acortamiento, se cumple con uno de los fenómenos que se observa en las lenguas que es la economía de tiempo y espacio.

En el ejemplo comentado en esta ocasión se observa que no se ha añadido una terminación a un verbo. Quizás lo que se ha hecho va más allá de acortar el sustantivo conocido que es apretujamiento, para acortar el verbo mismo, apretujar e imprimirle así al resultado de esta operación el valor de sustantivo.

Con este apretuje no se añade una de las terminaciones usuales en América, especialmente una de las usadas en Centroamérica, sino un acortamiento que se ha encontrado en otros casos.

De la exposición que antecede puede inferirse que apretuje en la frase transcrita reemplaza a apretujamiento y que la mujer pudo vencer el apiñamiento o amontonamiento de personas y desplazarse entre ellas.

Apretuje se encuentra en el verbo apretujar en el imperativo, que en América se usa para usted. Así mismo está en el presente del subjuntivo, para “yo, usted, él, ella”.

Antes de cerrar esta sección hay que mencionar que el verbo apretujarse, en tanto transitivo pronominal en Puerto Rico se usa para “abrazarse y besarse una pareja de manera prolongada y lasciva”. Quizás logró la rubia alta librarse de este abrazo.

© 2018, Roberto E. Guzmán

«La luz se ha refugiado en el sendero» (Ramón Emilio Reyes, España, Editorial Círculo Rojo”, 2013)

Por Fausto Leonardo Henríquez

Miembro correspondiente de la ADL

La novela La luz se ha refugiado en el sendero está considerada por Giovanni di Pietro y Bruno Rosario Candelier, dos eminentes críticos y conocedores de la literatura dominicana de todos los tiempos, como una de las novelas imprescindibles para comprender y completar la novelística de la época de la dictadura trujillista en la República Dominicana.

La luz se ha refugiado en el sendero y El Testimonio, de Ramón Emilio Reyes, se unen por época y por excelencia, a las obras Judas y El buen ladrón de Marcio Veloz Maggiolo, y Magdalena, de Carlos Esteban Deive. Quien sabe de estos escritores comprenderá que asociar el nombre de Ramón Emilio al de ellos es una clara señal de que estamos, con toda seguridad, ante un escritor de primer orden en la narrativa dominicana.

Después de leer la novela me he hecho estas preguntas: ¿Qué he podido apreciar en mi lectura de La luz se ha refugiado en el sendero? ¿Qué resortes son los más llamativos? ¿Hacia dónde apunta esta novela? Sin pretender ser exhaustivo, ni mucho menos, arriesgo algunas claves para los lectores potenciales.

Se constata en la obra un lenguaje depurado, con una prosa engarzada de imágenes poéticas que hacen atractivo el discurso y la comprensión de presentimientos, sentimientos, emociones, personajes y paisajes. El tono poético eleva el valor de la obra. Esto es, tal vez, junto a la trama y la técnica, y al trasfondo histórico que la envuelve, su mejor logro. Pero no hay que precipitarse, porque hay muchos resortes más, como se podrá ver.

El escritor recurre al mundo de los sueños, las visiones y las profecías. Hay instantes en que se puede palpar la atmósfera de Pedro Páramo de Juan Rulfo. Ese sutil hallazgo de “realismo mágico” permite al autor desvelar secretos mundos del alma humana. Especial acento hay que poner en el influjo que produce una maldición o profecía en la protagonista de la obra.

Para llegar a la visión, a la paz del alma, hay que pasar, así parece para quien nace en la desdicha, por muchas pruebas y dificultades, por muchas amarguras. La protagonista experimenta un mundo de pesadillas. Sin embargo, no se detiene, ella busca la calma, la bondad, la consecución de un ideal simbolizado en la visión, en la alta montaña. Se puede decir que realidad y deseo, onirismo y vía de perfección, cabalgan juntos en el relato.

La luz se ha refugiado en el sendero posee, como ya se ha insinuado, un cierto tono bíblico-profético que me hace recordar a los metafísicos ingleses. Al menos hay un trasfondo con reminiscencias bíblicas apocalípticas que atraviesa transversalmente la novela. Junto a este dato cabe mencionar la importancia que tienen las alegorías. El escritor emplea todos los recursos posibles para trabar bien su discurso y, entre esos recursos las alegorías bíblicas desempeñan un papel significativo. Por ejemplo, la alegoría de las ovejas hermosas y las vacas flacas que devoran a las ovejas; o la alegoría de las espigas maduras y las espigas esmirriadas que devoran a las primeras. Eso es lo que se constata, no lo que significan. Son claves, por otra parte, en la narración el campo, el huerto, el camino, Dios, la agricultura.

El narrador teje una trama con fuertes momentos de ternura y desgarramiento. Tanto, diría yo, que la protagonista queda sicológicamente agotada, hecha polvo. Ella, la protagonista, que es la que cuenta su vida, su historia y su mundo interior repleto de fantasmas y sus miedos, es una mujer con temores a la muerte, a las catástrofes, a los raros sucesos anunciados por una extraña profetisa. Ella se vuelve hacia sí misma. Trata de comprenderse y de verse ante la mirada ajena. Sin duda, es una mujer con el alma atormentada, el autor dice “paradójica”, si leemos bien, estamos ante un perfil de mujer con una alta dosis de bipolaridad sicológica. Sus miedos están relacionados con la muerte cercana de sus padres de edad avanzada, su soledad interior, el recuerdo recurrente y martilleante de anuncios de maldiciones sobre el poblado donde ella vivía. ¿Puede una mujer con ese perfil tener una esperanza? ¿Cuál sería su futuro?

A mitad de la obra, capítulos cuarto, quinto y sexto, el lector se hallará varios mosaicos narrativos de sumo interés. En ellos se verá cómo la protagonista realiza una boda sin noviazgo, una extraña relación con un personaje histórico -en la novela no dice quién- pero se puede conjeturar que se trata del dictador Rafael Trujillo, de quien aún hoy corre la fama de que muchas mujeres pasaron por su tálamo como objetos de placer desechable.

Aquí hay una finísima crítica al seductor hombre de poder y dominio. Ese extraño hombre, “lleno de odio”, “vestido de abandono” despertó los sentidos de la joven mujer del campo. Pero después de encender sus pasiones, la despidió con la misma frialdad con que había despedido a saber cuántas mujeres más.

La experiencia amorosa de la protagonista con el Jefe, fue pasajera. La desazón de sentirse objeto usado y desechado golpeó aún más el corazón atormentado de la joven mujer. Entonces un pozo de desencanto, amargura y culpa la invadió de tal suerte que solamente vino a sentirse viva otra vez al conocer a un nuevo hombre. Pero aun conociendo a este joven, ella seguía con su telaraña mental y emocional. Es decir, ella continuaba con sus visiones, sus paranoias, sus sentimientos de culpabilidad y sus desdichas. En realidad, ella misma era para sí misma su verdadero problema. Surge nuevamente la pregunta, ¿qué puedo pensar de una mujer cuyo mayor problema existencial es ella misma?

La protagonista lucha con sus pensamientos y sus sentimientos que no cesan de aparecer en el espejo de su mente. Su soledad se agiganta con la soledad y abandono de su padre, su madre y su hermana de crianza. Cada quien anda buscando su propia senda, a tientas. Su romance con el joven campesino es lo único que le devuelve a la realidad y le da sentido a su vida. Es esto lo que le da fuerzas para zafarse de las garras de su primer hombre que reaparece fugazmente. ¿Pero se sostendrá ese romance siendo ella esquizoide? Eso se verá en lectura.

Si lo comentado hasta aquí ilumina un poco aquellas preguntas que planteamos al principio, a saber: ¿qué resortes son los más llamativos? ¿Hacia dónde apunta esta novela?, entonces podemos acabar este breve comentario a La luz se ha refugiado en el sendero, señalando los rasgos que, a mi entender, sobresalientes de la obra:

  1. El uso consciente de la palabra poética. Con esto el autor consigue embellecer su prosa cuidada, prueba esta de gran maestría. Si solamente sobresaliera este rasgo en al novela, bastaría para sostenerla de pie. Pero no, hay más.
  2. El uso de recursos bíblicos, proféticos y apocalípticos. Con ellos el autor introduce rasgos de la religiosidad dominicana, pero también servirán para poner de manifiesto el mundo interior de la protagonista, cuyo sentimiento de culpabilidad se acentúa hasta el último instante de la obra. “La definitiva madrugada” es la esperanza última que posee la protagonista para la alcanzar la paz, la calma, la luz de su turbulenta vida interior.
  3. El ruralismo. La atmósfera de la novela se desarrolla en el campo, con sus colinas, sus montañas, sus ríos, sus gentes.
  4. Retrato del dictador Trujillo. El autor aborda sesgadamente las pasiones sexuales, el carácter y personalidad de Trujillo. Prefigura su trágico final.
  5. Manejo de la sicología femenina. Este es otro de los fuertes del autor en esta novela. La aflicción, el desgarramiento interior de la protagonista -que afecta a los que entran en su vida- se contagia en el lector por el magnetismo y tratamiento que el escritor le da a sus estados de ánimo. Este es, seguramente, junto a la poética, el paisajismo rural, su segundo gran aporte de Reyes, el cual demuestra que es un profundo conocedor del alma humana.

Ramón Emilio Reyes deja el buen olor de su valioso trabajo literario. Quienes participaron de la puesta en circulación de esta obra en Barcelona, pueden darse por complacidos al tener delante a uno de los maestros de la novelística dominicana del siglo XX. Leer su obra será el mejor reconocimiento que le podemos dar.

 

Herencia léxica taína en el español dominicano

Por María José Rincón

Miembro de número de la ADL

 Presentador: Gracias por responder a esta invitación que hemos hecho a esta visita temática o diálogo en la sala sobre un tema que es sumamente importante para nosotros, por los aportes de la cultura taína al castellano actual, a ese que hablamos todos los días. A sugerencia de la facilitadora que voy a presentar a continuación, llamamos a esta actividad “Tesoros de la lengua taína”, es decir, los aportes que enriquecen el castellano que hablamos hoy en día. Para eso convocamos a María José Rincón, esta joven que está aquí a mi lado, que es una sevillana, una andaluza que se licenció de filología hispánica en la Universidad de Sevilla con especialidad en español de América. Obtuvo una maestría en elaboración de diccionarios y control de calidad del léxico español y realiza actualmente un doctorado de filología. María José Rincón reside en República Dominicana desde el año 1992. Es miembro de número de la Academia Dominicana de la Lengua y miembro correspondiente de la Real Academia Española. Coordinó el equipo lexicográfico de la segunda edición del Diccionario didáctico avanzado, de la editorial SM en Madrid; coordinó tareas lexicográficas de la Academia Dominicana de la Lengua y ha colaborado en la revisión de materiales lexicográficos del Diccionario de americanismos y en la nueva edición del Diccionario de la lengua española. María José ha dedicado buena parte de su vida productiva a desarrollar y a aportar conocimientos con relación a nuestra lengua, y ustedes saben que la lengua es un componente importante en la identidad cultural y nacional de un pueblo. Así que para hablar de los tesoros de la lengua taína, los dejo con María José Rincón.

   María José Rincón: Muchas gracias. Creo que ha quedado demostrado con las palabras de Luis Felipe, que una de mis grandes pasiones son los diccionarios. A eso he llegado a través de muchos años, más de lo que ustedes se imaginan, de intensa labor con las palabras, que han sido desde siempre una de mis grandes vocaciones. Antes de empezar quiero decir que es siempre un honor estar en el Centro León y es siempre un placer venir a Santiago. Soy miembro de la Academia Dominicana de la Lengua, con nosotros hay otro académico, cibaeño, que nos acompaña, don Fabio Guzmán Ariza, quien ha trabajado conmigo en esa labor de traer los diccionarios, sobre todo la niña de nuestros ojos que es el Diccionario del español dominicano. Y aquí estamos de nuevo para hablar de eso que yo propuse que se llamara “Tesoros de la lengua taína”.

Para empezar a acercarnos a esos tesoros me gustaría que nos propongamos una metáfora. Hemos visto piezas arqueológicas bellísimas que nos acompañan hoy aquí y quiero usar una de esas piezas como metáfora. Imaginemos una de esas piezas que llevan siglos en la cocina de nuestra casa, que se hizo hace cientos de miles de años, alguien la diseñó para usarla, para que contuviera algo y esa pieza se sigue manteniendo en la cocina y millones de personas después de esa primera que ideó esa pieza la siguen usando durante cientos de años. A veces se aburre de ella y la deja apartada, ya no le sirve y una generación posterior, a veces a miles de kilómetros de distancia de esa cocina, recupera esa vasija y la vuelve a usar para otra cosa. Todas esas manos por las que va pasando la vasija le van dejando una pátina extraordinaria que a veces hace que no la podamos reconocer. Ya no se parecía a aquella primera vasija que ideó alguien, pero cuando la lavamos y le quitamos esa pátina que le dejan el uso y los años, nos damos cuenta de que sigue siendo la misma.

Pues bien, la magia de esa vasija es la magia de las palabras. Esas palabras que hace cientos de años alguien moldeó, no sabemos quién, para nombrar una realidad, van cambiando con el uso de cientos de millones de personas a lo largo de miles de kilómetros para que luego sigan sirviéndonos a nosotros para mencionar la misma realidad si se mantiene u otras realidades nuevas. Esa es la gran magia de las palabras y por eso, las palabras taínas que conservamos en la lengua española, que es la única manera que podemos acercarnos a la lengua taína, son tesoros para nuestra lengua, porque se siguen manteniendo a través de los siglos y nos siguen siendo útiles, no solo a nosotros que vivimos cerca de donde nacieron, sino a más de quinientos millones de personas en más de 21 países a lo largo de todo un Continente y en países de otros Continentes. Todas esas palabras que nacieron aquí perviven entre nosotros, y a través de la lengua de los hablantes españoles se han extendido a la lengua española general y también a otras lenguas del mundo. Una vez que nos hemos centrado en esa metáfora aprendemos a valorar el tesoro que ha acumulado la palabra.

Les voy a hacer un recorrido breve de cómo las palabras se registraron en español y cómo conocemos que esas palabras proceden de la lengua taína; no todas, porque la riqueza lingüística del Caribe es inimaginable y muchas veces incomparable con otras realidades a lo largo del mundo. La realidad lingüística prehispánica en América es algo inimaginable y muchas veces no comparable con otros temas a lo largo del mundo. En América, los estudiosos calculan más de 170 familias de lengua. Imagínense que las lenguas romances, de las que provienen del latín, es una sola familia y se extiende a lo largo de toda Europa y parte de América. De esas 170 familias se derivaron dialectos y subdialectos, la mayoría de ellos ininteligibles entre sí, es decir, la riqueza era extraordinaria, muchas de ellas sobreviven como lenguas, incluso oficiales en su país, y muchas de ellas se han perdido o están en proceso de extinción. Las grandes familias de lenguas que influyeron en la lengua española son: arahuaco, caribe, náhuatl, maya, quechua, aimara, chicha, araucano y tupic guaraní. Estas grandes nueve familias lingüísticas fueron las que dejaron huellas en la lengua. Evidentemente la arahuaco y la caribe fueron las de primer contacto, y, por tanto, las que mayor huella han dejado. Ahí tienen las lenguas que se hablaban en el entorno de las Antillas.

¿Por qué muchas veces no sabemos decir por qué una palabra es arahuaca, taína, caribe, y a veces los lingüistas solo la denominamos como una palabra antillana? Porque las lenguas que se hablaban en las Antillas tenían un tronco en común que era el tronco arahuaco, y ese caribe y ese taíno que convivían en La Española tenían un tronco original común. La intercomunicación entre estas lenguas hace que no se sepa a través de los textos si la palabra es taína, arahuaca o caribe. Por eso, cuando vayan a buscar la palabra en su etimología se dirá que es de origen antillano porque los orígenes lingüísticos no están claros. Por tanto, esa expresión que leemos muchas veces en las crónicas de Indias, la lengua de los indios se puede poner como interrogación porque realmente la lengua de los indios como única lengua no existe, no es una realidad, ya que existían varias lenguas.

Para un extranjero que llega y se enfrenta a ellas parece una misma lengua, poco a poco con el contacto y la convivencia se van dando cuenta de que algunas de esas expresiones lingüísticas son ininteligibles entre sí, y eso fue lo que pasó en gran parte del Caribe. La primera familia que encontramos, la arahuaca, se extendía en todas las Antillas y en parte del Continente americano. Los préstamos arahuacos son de los más numerosos del español. Ha pasado al español de América, al español general e incluso a otras lenguas que no son el español, prestada a través de la lengua española.

La otra gran familia es la taina, que es de procedencia arahuaca. Es la otra lengua que se hablaba en las Antillas, sobre todo, en las Antillas Menores. Los datos precolombinos aseguran que en La Española se hablaban hasta tres lenguas, de las cuales fehacientemente solo tenemos un rastro de la lengua taína, por ser la más prestigiosa, porque era de los cacicazgos de mayor poderío. Esta a su vez tenía subdialectos que eran ininteligibles entre ellos. Lamentablemente, la lengua taína se extinguió y los únicos vestigios que tenemos de ella son esas palabras que quedan incrustadas en los textos y las que se han mantenido a lo largo de los siglos en el uso de las gentes de la República Dominicana, pero también de otras zonas.

El uso de los tainismos va a depender del nivel de cultura de sus hablantes. Eso sí es importante el nivel de conocimiento que tiene el hablante de su lengua. Vamos a ver que muchas de esas palabras son palabras para nombrar cosas del mundo natural. Como esas vasijas cuando dejan de sernos útil las dejamos arrumbadas. Ese es el gran reto de nosotros los que estudiamos el léxico: es procurar que no se pierdan esas palabras, no solo por cuestión lingüística sino por cultura, por identidad lingüística y cultural. Decía Bartolomé de Las Casas sobre la lengua taína: “Es la más ordenada y compuesta, y la más elegante y la más copiosa en el vocablo y la más dulce en sonido”.

El léxico patrimonial, es decir, las palabras de mi propia lengua para aplicarlas a mi nueva realidad, que permite enriquecer la lengua. Si no encuentro la palabra para nombrar esa nueva realidad, hago un préstamo a otra lengua, un extranjerismo. Entre las palabras de Las Casas cito de nuevo: «Imagínense que un hablante de español, que conoce el fruto de la piña, que es el fruto del pino que da los piñones y se encuentra con otro fruto que tiene cierta similitud a ese fruto del pino y que no tenemos una palabra para nombrarlo, toman la similitud, hacen una comparación poética y se le coloca el nombre”. Eso es crear una nueva acepción de un término que ya se tenía.

Gonzalo Fernández de Oviedo escribió: “El nombre de piña le dieron los cristianos porque lo parece en alguna manera puesto que estas son más hermosas y no tienen la robusticidad de las piñas de piñones de Castilla”. Esa es una manera de nombrar la realidad. Otra manera es hacer un derivado. Imagínese la vid que da uvas, eso es en Europa, llegamos aquí con la realidad que se parece y la denominamos uva de playa, que se parece en cierto modo y a lo que da las uvas le llamamos uvero y ahí creamos una palabra a partir de una que ya existe. Hasta ahí estamos usando los medios de la lengua española para nombrar esa nueva realidad. En la descripción de Fernández de Oviedo leemos: “Son unos racimos de unas uvas ralas, desviadas unas de otras, e de color rosado o morado e buenas de comer”. La locución también es una forma de crear palabras nuevas, por eso surge palo de aceite, uva de playa, puerco de monte….

Vamos a ver como son esos préstamos. Los cronistas, las fuentes de los cronistas, que son las fuentes de primera mano, son de ellos que más palabras nos llegan, palabras taínas que se registran históricamente, se convirtieron en filólogos improvisados porque ellos trataron de explicar por qué usaban esas palabras taínas en sus textos. Este vocablo es de Fernández de Oviedo y estuvo en un tratado de lingüística, y es un tratado de amor  a la lengua española, pero al mismo tiempo es un tratado de cómo usar la lengua como una herramienta para expresar mejor la realidad. Mientras va leyendo las palabras del español, va comentando lo que quiso decir para ayudar a los presentes a comprender la situación en la que se produce el escrito: “Si algunos vocablos extraños e bárbaros aquí se hallare, la causa es la novedad de que se tratan y no se pongan a cuenta de mi romance que en Madrid nací y en la Casa Real me crie, y con gente noble he conversado y algo he leído para que se sospeche que habré entendido bien el castellano, la cual de las vulgares se tiene por la mejor de todas y lo que hubiere en este volumen que con ella no consuene serán nombres por mi voluntad puestas para dar a entender las cosas que por ellas quieren los indios significar”.

 

María José Rincón

Centro Cultural E. León Jimenes

Santiago de los Caballeros, 12 de enero de 2018.

Entrevista a Fabio J. Guzmán Ariza sobre el lenguaje

El académico Fabio J. Guzmán estuvo como invitado del programa radial “En la mira”, que conducen las periodistas Edith Febles y Amelia Deschamps, el 23 de noviembre de 2017, para hablar sobre el tema de la discriminación contra la mujer desde la perspectiva del lenguaje.

Guzmán Ariza explicó que las palabras que tienen un significado diferente en masculino y femenino se llaman duales aparentes. “La sociedad ha sido sexista y eso se refleja en el lenguaje”.

Añadió el académico que algunos idiomas tienen cierta ventaja, como el inglés que no tiene distinción entre los géneros y por eso no tiene el problema del gran debate que se ha formado con el genérico masculino en el idioma español. “El género masculino es el género no marcado. Cuando digo los niños en nuestro idioma estamos incluyendo niños y niñas”, enfatizó.

En respuesta a la pregunta de en qué punto se encuentra el debate por el uso del doble género en enunciados como los niños y niñas, bienvenidos y bienvenidas, nosotras y nosotros…, este respondió que el debate existe y las academias han tomado la postura de no fragmentar el idioma  porque si se se lleva ese criterio a sus consecuencias naturales notará que nadie habla así. “Es totalmente antinatural”. Puso como ejemplo la oración:

 Los niños no podrán salir del recinto sin el permiso del director, salvo aquellos que sean minusválidos.

Todo el mundo lo entiende. Veámoslo en la forma del llamado lenguaje inclusivo:

 Los niños y las niñas no podrán salir del recinto sin el permiso del director o la directora, salvo aquellos y aquellas que sean minusválidos o minusválidas.

“Es antinatural”, concluyó Guzmán Ariza, “la gente no habla de esa manera”.

Explicó que hay alternativas para evitar el lenguaje sexista, por ejemplo la Declaración de los Derechos del Hombre se cambió por la Declaración de los Derechos Humanos.

“Hay muchos ejemplos con la palabra hombre, el Museo del Hombre Dominicano podría ser de la persona dominicana. La Unesco decidió en el año 1991 desterrar para siempre la expresión derechos del hombre y se sustituyó por derecho de la persona, derechos del individuo, derechos de la humanidad o derecho del ser humano, y recomendó usar la palabra hombre solamente cuando se aluda directamente al sexo masculino”.

Recordó que Fundéu Guzmán Ariza hizo un recomendación hace unos días que decía que ya se debe decir jueza y juez, y médica y médico, porque antes, en los siglos XVII y XVIII cuando las mujeres no eran profesionales la abogada o la médica era la mujer del médico y del abogado, ahora cada cual tiene su adjetivo particular.

Expresó que se usaban frases que en realidad ninguneaban a la mujer, es decir menospreciaban al sexo femenino, en que se hablaba de la humanidad y de los hombres y de cierta manera dejaban sentir que la mujer estaba fuera de ese conjunto. Por ejemplo: “Los nómadas se trasladaron con sus enseres, animales y mujeres”. Así se escribía, excluyendo o poniendo en último lugar a las mujeres.

  1. ¿Por qué algunas personas corrigen que no se dice presidenta pero no objetan que se diga sirvienta?
  2. Producto precisamente del movimiento que comenzó hace treinta o cuarenta años en el mundo occidental se prefiere presidenta, cuando se trata de una mujer, a presidente.
  3. ¿Por qué es importante el lenguaje no discriminatorio?
  4. Porque tenemos que pensar en el 50 % de la población, no debemos ningunearla. La mujer no es inferior al hombre. No se debe poner a la mujer en un plano inferior; eso es inconcebible ahora mismo.
  5. ¿Influye en la gente cómo se habla en los medios?
  6. Por supuesto. Hay tantos refranes dominicanos que reflejan un machismo secular. Esa cultura viene de siglos  y siglos. Y no son solamente los dominicanos. Hice una lista de refranes y un porcentaje altísimo de estos eran hirientes para la mujer, como estos: “La mujer, como la vaca, se busca por la raza”, “La mujer tiene largo el cabello y corto el entendimiento” y “Mujer asomada a la ventana, o es puta o está enamorada”.

Pregunta de un oyente: ¿Qué opina del uso de “todo y todas”?

  1. Cuando se dice todos ya se incluye hembras y varones. La Constitución dominicana trató de seguir el desdoblamiento pero el problema es que es tan poco natural que a veces al mismo redactor se le escapa y, por ejemplo, cuando la Constitución habla del caso en que al presidente hay que sustituirlo solo habla del vicepresidente y se le olvidó poner la vicepresidenta. Si en ese caso se está usando como género no marcado se podría decir que ahora mismo Margarita no podría sustituir a Danilo Medina. Si en el resto del texto se habla en masculino y femenino en cada uno de los puntos, si ahí no se puso vicepresidenta fue porque no se quiso. Es algo que está contra toda lógica. Ese es el problema de los desdoblamientos, que no son naturales.
  2. Algunos han comenzado a utilizar la arroba para indicar el doble géneros, ¿es adecuado? ¿Cómo pronuncias una arroba? Esos son los problemas del desdoblamiento, no tienen solución. La solución que algunos le han dado es tratar de evitar los sustantivos masculinos y femeninos. Por ejemplo si se dice “los franceses no son tan hospitalarios como los dominicanos”. Cuando decimos “los franceses” no estamos hablando de hombres, sino de hombres y mujeres. Si vamos a decir los franceses y las francesas no son tan hospitalarios, podemos sustituirlo “el pueblo francés” o “las personas francesas”. Otro ejemplo tomado de un artículo que escribí hace un tiempo: “Son dominicanos todas las personas que nacen en la República Dominicana”. En vez de decir “Son dominicanos y dominicanas todas las personas que nacen en la República Dominicana”, se le puede buscar la vuelta y decir por ejemplo “Son de nacionalidad dominicana las personas que nacen en la República Dominicana”. Pero entonces tiene que hacer un esfuerzo para tratar de evitar los sustantivos, lo que también es difícil y poco natural. Cuando uno comienza desdoblando sustantivos llega un momento que ya la persona duda si es inclusivo o no, y ahí vienen los problemas.

También es posible el uso de ciertas frases colectivas para evitar doblar. Por ejemplo, en lugar de decir Los electores pueden votar desde las seis de la mañana, se podría decir El electorado.

Hay maneras de cambiar las frases usando un lenguaje menos sexista. Para mí el problema no no es de fácil solución.

Finalmente, las conductoras del espacio radial dieron paso a la sección “Palabras domingueras”, en la que el académico presentó y definición los siguientes términos:

Nomofobia: neologismo que describe el pánico por no tener el celular a mano.

Coprófago: adj. Que en psiquiatría se refiere a la persona que ingiere excrementos

Discurso de recepción a Rafael Peralta Romero

Por Tony Raful Tejada

   Hoy recibimos  como nuevo miembro de número de la Academia Dominicana de la Lengua, al escritor, periodista y académico, Rafael Peralta Romero. Nacido en Miches, República Dominicana, el tres de diciembre de 1948. Es miembro  correspondiente de la Academia y del grupo Mester de Narradores, adscrito a esta corporación.  Ha tenido  un largo y productivo ejercicio como comunicador social, editor de secciones, ejecutivo, columnista y corrector de estilo de varios diarios nacionales. Fue Sub director  de Información y Prensa de la Presidencia de la República,  Director de Relaciones Publicas de la Universidad Autónoma de Santo Domingo y otras instituciones. Tiene 14 libros publicados.

    Rafael Peralta Romero  estudió comunicación social en la Universidad Autónoma de Santo Domingo y al mismo tiempo ha laborado como profesor de las escuelas de Letras y Comunicación Social de esa institución.

Se cuenta entre los más destacados autores de literatura para niños de la República  Dominicana, además de ocuparse del aspecto teórico de la misma, a través de conferencias y artículos. Ha ofrecido numerosas exposiciones sobre temas diversos vinculados a la cultura, al lenguaje, a la historia, a la literatura infantil, a la ortografía, a la narrativa y a la poesía.

Su discurso de ingreso para su incorporación como miembro de número de la Academia Dominicana de la Lengua, titulado, “Concurrencia de libertades y restricciones en el uso de la lengua española”, es un formidable alegato para el abordaje de la libertad de los hablantes del idioma español, en el sentido de crear cuantos términos y vocablos,  sean requeridos por una necesidad léxica comunicacional para nombrar seres y cosas, denominar cualidades de los elementos de uso de la palabra. El proceso de formación de las palabras está condicionado a las necesidades comunicativas de la sociedad, tal y como establece  Mario López Asenio, en su interesante trabajo titulado “Morfología, proceso de formación de palabras”, “Como el español es una lengua romance, las palabras más usadas provienen del latín. A estas palabras se les llama patrimoniales. Junto a ellas se han ido incorporando nuevas palabras de diferentes procedencias: germanismos, arabismos, italianismos… y hoy día, especialmente, anglicismos. Estas palabras se conocen como préstamos... hay un grupo de palabras de creación individual (un autor la inventa) o colectiva (la sociedad) que se incorporan al idioma para hacer referencia a realidades nuevas o desconocidas. A estas se las conoce como neologismos, tanto las patrimoniales como los préstamos como los neologismos son sometidas a los procesos que tiene la lengua para  crear nuevos vocablos”.

“La Morfología es la parte de la Gramática que se ocupa de la forma y la categoría gramatical de las palabras.  Las palabras se clasifican según sus propiedades morfológicas, en dos grupos: las invariables (preposiciones y conjunciones), y las palabras variables (sustantivos, adjetivos, verbos….b) según sus propiedades sintácticas. Utilizando este criterio, distinguiremos las siguientes clases de palabras: determinante, pronombre, sustantivo o nombre, adjetivo, verbo, adverbio, preposición y conjunción. En resumen, los principales procesos de formación de nuevas palabras son los siguientes: A partir de palabras primitivas: derivación, composición y parasíntesis, Los préstamos, Los neologismos, procesos transformativos: Las siglas, la acrónimia y el acortamiento y la revitalización.”

Rafael Peralta Romero propone priorizar la necesidad de comunicarnos enriqueciendo la lengua en la creación  de  palabras que nos resulten necesarias, citando las limitaciones de las libertades léxicas para nombrar seres y cosas. Es el elemento referencial de las restricciones, el enfoque de la necesidad, cuando habla de generar voces nuevas “a partir de otras ya existentes en nuestra lengua, y en algunos casos por la adopción y castellanización de vocablos procedentes de otra lengua y que carecen de equivalente en la nuestra”.

En su discurso de ingreso a la Academia, Peralta Romero, divide su exposición  en seis secciones alusivas  a la temática escogida, en la primera expone el marco introductorio, en el segundo, rinde homenaje al académico y maestro de la palabra, Ramón Emilio Reyes, fallecido, a quien reemplaza en el sillón marcado con la letra C de la Academia. Las notas sobre Ramón Emilio Reyes, resaltan  su trascendencia literaria, el reconocimiento de su obra y la valía de sus aportes lingüísticos y culturales. Por igual evoca a los antecesores, el poeta Freddy Gatón Arce, el autor de “Además, son muchos los humildes de mi tierra” un texto antológico de la poesía dominicana, el padre Oscar Robles Toledano, una de las plumas más culta que hayamos tenido,  y Federico Llavería, fundador de la Academia.  En la tercera sección, Peralta Romero hace una reflexión sobre el equilibrio de la libertad y el peso normativo de las reglas en el lenguaje. La libertad como esencia no puede ser absoluta porque transgrede el orden mínimo necesario de articulación y de convivencia. La defensa de las pautas gramaticales, las compara con las reglas de tránsito, porque nadie puede conducir un automóvil en una ciudad carente de señales. Y pone el ejemplo de quienes ignoran la tilde que marca el acento de las palabras o que dejan alegremente la labor a las computadoras, desconociendo que la categoría gramatical de muchas palabras, depende de la silaba en la cuales se haya colocado el acento ortográfico, Peralta Romero hace  hincapié  en el problema que se crea al cambiar el sonido de la J jota por el de la consonante Y ye, lo cual se muestra de manera sistemática en generaciones anteriores. Y pone ejemplos ilustrativos. Y explica  que quienes escriben con J deberían leer pijama, siendo una incoherencia decir piyama y escribir pijama, pijama y soya la escribimos con J y las pronunciamos con Ye.  Peralta habla de un posible complejo de inferioridad lingüística que llevamos dentro. Me parece interesante su criterio para una discusión más profunda, pero los ejemplos son reveladores,   Japón se escribe con J, pero  nadie lo pronuncia  Yapón, aquí no se produce la sustitución fonética, sin embargo de Japón  nos llega la palabra Yudo, que nosotros escribimos Judo, Judoca. El Hospital Metropolitano de Santiago, cuyas siglas es HMS, al cual se le añadido el acrónimo de HOMS, le llaman JOMS, para “que parezca de fuera”, dice Peralta Romero, en el sentido de que, lo de fuera tiene una supuesta valoración superior de calidad, lo cual no es necesariamente cierto, pero delata ese complejo de inferioridad, como reflejo de una inequidad sicológica de identidad.

El Lic. Peralta Romero hace una clasificación  en relación con el tema lingüístico, evocando los espectros definitorios de la política y haciendo acopio de disquisiciones de acuerdo con el enfoque diferenciado de la lengua. Estarían los “conservadores”, a quienes se les llama puristas, y quienes se apegan  al caudal lexicográfico del español y se niegan a dar cabida a neologismos y adaptaciones de vocablos procedentes de otras lenguas. Por otro lado estarían los “anárquicos”, calificados como tales, a quienes sostienen la anulación de las normas ortográficas y prescinde de los signos de puntuación, pura y simplemente.   En cierta medida es así, pero hay que advertir que el lenguaje poético tiene licencias creadoras propias, su propio universo morfológico y criptográfico, y tanto en   modelos renovadores de versificación como en textos narrativos, la anulación  o no observancia de normas ortográficas, en algunos casos, no obedece a desconocimientos de las normativas, sino  a elaboraciones semánticas y creativas, a provocaciones  y rupturas  escriturales dentro del campo artístico.

Su aseveración de que, quien encarna la anarquía, al menos alberga en sus genes, vocación para actitudes viciadas al desconocer los controles académicos, es relativa por cuanto tanto el orden como la anarquía, son moldes sociales e ideológicos de valores taxativos, remitidos al universo social como respuestas a necesidades e impugnaciones, que en el caso concreto del lenguaje, pueden disociar, transgredir, alterar, en un escenario divergente, censurable, irreverente, pero no genético.

Una posición que el académico Peralta Romero llama intermedia  y que representaría acciones democráticas y progresistas  en política, sería en la lengua  la que  aceptaría  la adaptación de neologismos, sobre todo si no tiene equivalentes en nuestra lengua, como “baipás”, “estrés”, “escáner”. Por igual  acepciones aplicadas en el habla local,  voces existentes en el español, citada por Peralta Romero, como llamarle “china” a la naranja, “cuero” a la prostituta, “lechosa” a la papaya, significando que la máxima elevación de ese grupo es la capacidad de ver o propiciar la capacidad de enriquecimiento léxico, mediante la derivación, la composición y parasíntesis.

En la quinta sección de su ponencia, el Lic. Peralta Romero, hace una provechosa definición del recurso llamado composición. Palabras como quita lodo, quita piedras o quita hojas, igual que cubrecama, quita manchas, sacacorchos,  matarrata o hiede viva, constituye un proceso  morfológico de palabras a partir de la unión de dos o  más vocablos, de dos o más bases compositivas cultas o de la combinación de palabra  y base compositiva. Señalando  que la norma académica no contradice la libertad de los hablantes para formar palabras a partir de la unión de dos o más vocablos, de dos o más base compositivas cultas o de la combinación de palabra y base compositiva.

Es interesante como Peralta Romero  define la necesidad del  lenguaje, su utilidad práctica, cuando dice, que toda realidad, acción, objeto o cualificación requiere de una palabra que la designe y si faltara ese vocablo en nuestro idioma, hay que crearlo. Ahí, dice Peralta, radica la libertad del hablante. Un ejemplo  muy revelador es la palabra “batidor”, que usamos los dominicanos para definir  un entramado de alambres para soportar el colchón en algunas camas. Dentro de las definiciones en el diccionario académico la palabra batidor, que tiene 10 acepciones, ninguna se refiere al entramado de alambres. Cita Peralta Romero la Nueva Gramática de la lengua española, el concepto de derivación se usa con dos sentidos en la lingüística contemporánea. En el primero más amplio, derivación se opone a flexión, y los fenómenos que abarca la morfología derivativa o morfología léxica se oponen  los que caracterizan a la flexiva. En ese sentido el concepto de derivación engloba también el de composición y el de parasíntesis. En el segundo sentido más restrictivo, el concepto de derivación se refiere tan solo a los procedimientos de formación de palabras, por medio de afijos, ya sean prefijos, sufijos o interfijos.

La parte seis define la morfología, el estudio de la estructura interna de las palabras, incluyendo las variantes que presenta las palabras, los segmentos que lo componen y la forma en que se combinan, explicando que se divide a la vez en morfología flexiva y morfología léxica o derivativa. Todo un sumario de ejemplos basados en la Gramática académica, explicando como a partir de un verbo se obtiene por derivación un grupo de sustantivos y uno de adjetivos.  Todo el trabajo enfocado en como las locuciones nominales dan lugar a derivados adjetivales, medio ambiental, de medio ambiente, bien hablado, mal hablado, bienvenido de bien venido, malcriado, mal criado. El ponente cita que la Gramática académica acoge el adjetivo medalaganario, formado en República Dominicana a partir de la locución  “me da la gana”. Y dice que como tenemos la libertad de crear adverbios a partir de agregar el sufijo mente, a un adjetivo, ha adquirido carta de presentación el adverbio medalaganariamente.

Dice el académico Peralta  Romero que los verbos son indispensables en el idioma. Es la única categoría gramatical capaz de expresar una idea por sí sola. Váyase, Entre. De modo que si de un concepto, de una situación, de una cualidad, se desprende una acción y carecemos de verbo para referirla, hemos de crearlo, no sólo es la libertad sino la necesidad.

La parte siete, explica y sostiene que nuestras creaciones de palabras no tienen que subordinarse al español peninsular, ni considerarse al menos. Dice Peralta Romero que la diversidad no contradice la unidad del español, sobre todo si las comunidades de hablantes parten de lo que tenemos para enriquecerlo. Hay un criterio  incisivo que apunta Peralta Romero cuando al referirse a la creación de palabras, indica que es poco lo que puede afectar la unidad de la lengua española a pesar de las diferencias que pueda  suscitar, puesto que el español en América se sostiene sobre zapatas tan firmes como el ordenamiento gramatical y la ortografía. Pienso que este criterio  delimita cualquier confusión o resistencia a la libertad necesaria de nuevas palabras y términos dentro del idioma español.

Recibimos en este  augusto recinto de la lengua, del idioma,  de la palabra reluciente de  la ilustración, en proceso magno de renovación perenne, al nuevo miembro de número de la  Academia Dominicana de la Lengua, Rafael Peralta Romero. Bienvenido al recinto sagrado del idioma, a la defensa de su esencia primigenia de comunicación  y a su evolución en el  desarrollo cultural y social de los pueblos.

«Concurrencia de libertades y restricciones en el uso de la lengua española», discurso de ingreso de Rafael Peralta Romero

Sr. Dr. Bruno Rosario Candelier

Director de la Academia Dominicana de la Lengua

Señores académicos, queridos familiares, apreciados amigos:

 

UNO

Con gran complacencia comparezco a este augusto foro para realizar una acción que  además de satisfacer un requisito inexorable de las academias de la lengua española, constituye una razón de suficiente importancia para considerarme afortunado, no obstante estar en la plena conciencia de que la función que a partir de hoy asumo anda  muy divorciada de la fortuna material, cuya búsqueda afanosa tanto perturba a la sociedad de hoy.

Me presento ante ustedes, honorables académicos, queridos familiares, apreciados amigos y colegas, algo sobrecogido, altamente agradecido y plenamente decidido a afrontar las responsabilidades que conlleva ser miembro de número de una institución que tiene como objetivo primordial la preservación y defensa del nuestro idioma, recurso que nadie debe dudar consiste en la primera condición para la identidad de una nación. He dicho que me siento sobrecogido y quizás una situación tan personal no requiera ser ampliada, por ajena a lo que me corresponde hacer desde este podio, pero quizás resulte visible el que me recorran los temores. Conste que  no  me apremia la aprensión de quien ha traicionado a su maestro o amigo, y luego es perseguido por su conciencia, más bien me asalta el temor de que la emoción  que suscita  este excepcional momento de mi vida conspire contra la razón y  me haga conducir  estas palabras por sendas no deseadas.

La de altamente agradecido, he señalado también como otra condición que me embarga. Debo  proclamar con pleno júbilo mi gratitud al Altísimo y a los académicos que depositaron sus votos para honrarme con esta elección. Debo agradecer, en igualdad de sentimiento, a los académicos que se abstuvieron de sufragar, porque esa actitud resalta el sentido democrático de la elección y me ayuda a recordar que ningún humano lleno de defectos debe esperar acogida de  consenso, sobre todo si la lidia ocurre entre seres pensantes, como al efecto son los integrantes de esta corporación.

Me he propuesto hablar con ustedes acerca de la libertad que tenemos los hablantes del español de crear las palabras que nos resulten necesarias para nombrar seres y cosas, denominar acciones o expresar cualidades de los elementos de los que hablamos. También he de referirme a las limitaciones de esas libertades léxicas, tomando en cuenta el genio de nuestro idioma y la aspiración de la mayor unidad posible entre quienes usamos esta importante lengua para comunicarnos.

Con el solo enunciado del tema es fácil percibir que el discurso girará en torno a la derivación de palabras, que con sus variantes parasíntesis y composición, representan el recurso más auténtico y legítimo para generar voces nuevas a partir de otras ya existentes en nuestra lengua, y en algunos casos por la adopción y castellanización de vocablos procedentes de otra lengua y que carecen de equivalente en la nuestra.

Antes de profundizar en el tópico fundamental de este discurso, debo hacer un alto atendiendo a una pauta protocolar que rige en las 22 academias de la lengua española, en el acto de incorporación de un nuevo miembro numerario. Se trata de la honrosa referencia al académico que le precedió en el sillón que ha de ocupar el recipiendario.

En mi caso se trata del maestro de la palabra Ramón Emilio  Reyes, novelista, cuentista, poeta y lingüista, a quien durante once años correspondiera el sillón marcado con la letra C. También ocuparon este asiento, en orden cronológico descendiente: Freddy Gatón Arce, poeta, periodista y novelista;  Oscar Robles Toledano, sacerdote, hombre de vastos conocimientos, políglota y erudito, quien fuera catedrático en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Santo Domingo,  y Federico LLaverías, uno de los doce miembros de número fundadores de la Academia, quien  durante  33 años fue secretario perpetuo de esta institución.

 

DOS

El doctor Ramón Emilio Reyes, fallecido el 25 de diciembre de 2017, tomó posesión del sillón C en el año 2002 con el discurso titulado “El lenguaje de la Generación del 48″.  Le respondió, en nombre de la corporación, el poeta Lupo Hernández Rueda, también fallecido el pasado año, por cuya ausencia fue elegido quien les habla. El cambio de sillón ha sido un mero acuerdo administrativo.

Reyes nació en Santo Domingo el 29 de julio de 1935. Se recibió de doctor en Derecho en la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Luego se graduó de Lingüística, Estilística y Literatura Hispanoamericana en el instituto Caro y Cuervo y en la Universidad de los Andes,  Bogotá, Colombia.

En Indiana University, de Norteamérica, realizó estudios de postgrado en Literatura Norteamericana Moderna y Cultura Hispánica. Hizo estudios avanzados de Asistencia Legal en la Universidad de Puerto Rico y en Estados Unidos. Obtuvo el doctorado en Derecho Internacional Privado en Atlantic International University. Reyes laboró como corrector, redactor y columnista en publicaciones tan importantes como  El Caribe, Listín Diario, La Noticia y el periódico El País, de Miami (Estados Unidos). Fue profesor de Literatura y Lengua Española en las universidades Autónoma de Santo Domingo, Nacional Pedro Henríquez Ureña y New York State University.

Ramón Emilio Reyes presentó credencial como escritor al publicar, en 1961, su primera novela, El Testimonio, texto de tema bíblico que fue parte de una corriente literaria surgida en la postrimería de la tenebrosa Era de los Trujillo. Otras obras son: El Cerco (novela breve); Los amantes libres (novela breve); La estafa de seda y Después del amor (también novelas breves). Después de consolidar su nombre como novelista, en el marco de la discreción que caracterizó su accionar, dio a conocer La Tierra y otros cuentos; La muerte de Sila (monólogo dramático), La Cena (cuento incluido en la Antología del Centenario de Vicente Blasco Ibáñez).También escribió  ensayos y conferencias, entre los cuales destacan: Jorge Guillén, el Mundo y las Cosas; El Lenguaje poético de la Generación del 48; Poesía de Juan Ramón Jiménez; El nacimiento de la prosa; Teatro Español del Siglo de Oro; La imagen de José Asunción Silva; Jorge Luis Borges y el Cine; Teatro breve y novela de Estados Unidos; Grandes textos de la literatura; Poesía de Puerto Rico; La poesía cultural de Hugo Gutiérrez Vega; El lenguaje universal de Walt Whitman; La novela española contemporánea; Novela de Arturo Pérez Reverte y Novela de Carmen Martin Gaite.

En su biografía no se mencionan premios ni reconocimientos, incluso su nombre no aparece en algunos diccionarios de autores dominicanos. Acaso su galardón más preciado  haya sido la dedicación al trabajo intelectual sin espectacularidad, sin estridencias, sin guerrerismos y sin cabildeos en procura de distinciones. Nadie puede asociarlo al tipo de escritor que gestiona o  exige preseas y reconocimientos, pues se limitaba a escribir la obra, y lo hacía con pulcritud y sin prisa. Prueba de su paciencia en el quehacer literario es la publicación, en 2013, de la novela La luz se ha refugiado en el sendero, escrita en 1958. La editó el sello Círculo Rojo, de España, según se comunica en una nota que aparece en la página web de la Academia Dominicana de la Lengua. Se informa, además, que la obra formaba parte del ciclo novelístico de tema bíblico que, al inicio de la década de los 60 del siglo XX, cobró auge en las letras dominicanas con obras de esa vertiente narrativa escritas, además de Reyes, por Marcio Veloz Maggiolo y Carlos Esteban Deive. La luz se ha refugiado en el sendero aborda el tema de la dictadura de Trujillo, la figura del dictador y las adversidades sufridas por el pueblo durante ese régimen de horrores. La dimensión simbólica de los personajes se vincula a importantes referencias sociales, políticas y culturales de la época.

Las obras  publicadas  de Ramón Emilio Reyes  dan cuenta de  su talento literario, su conocimiento de la lengua y el manejo del arte literario en varios géneros. Reyes  fue,  ante todo, un hombre de bien y un académico  laborioso. Siempre con una mesura que lo aproximaba a la timidez.

 

TRES

La libertad es un atributo indispensable para los seres humanos, diríase que sin esta prerrogativa la vida resulta incompleta y engorrosa. “Somos responsables porque somos libres”,  ha escrito Jaime Balmes, filósofo y teólogo español del siglo XIX.

De lo dicho por el pensador ibérico se infiere que la responsabilidad implica la oportunidad  de escoger entre dos o más opciones antes de actuar y que probablemente la decisión adoptada conlleve alguna restricción, pues hay una correspondencia entre el albedrío y las restricciones.

La organización de la vida en sociedad demanda el establecimiento de normas, las cuales suelen ser poco gratas. Las reglas de tránsito, por ejemplo, sobre todo si contradicen nuestro interés inmediato, resultan desagradables y se tornan en tormentos para algunos espíritus que se definen  libertarios. ¿Acaso pueda alegarse que esas  regulaciones conllevan limitaciones a la libertad de circulación que corresponde a los ciudadanos?

Nada hay más parecido a las reglas de tránsito que las pautas gramaticales. ¿Quién disfruta conducir un automóvil  en una ciudad carente de señales, semáforos o agentes de tráfico?  Me parece que  en esto solo  encontrarán placer quienes gozan  andar  en el desarreglo.  Quizá no sea aventurado afirmar que quien se solaza en el desorden lleva la conciencia atropellada,  y es lícito  intuir que ha de ser  un sujeto patológico. Referiré un caso sencillo, que encierra libertad y restricción en el uso del idioma. A quienes se permiten ignorar alevemente la tilde que marca el acento de las palabras, o que dejan  esa labor a la computadora, puedo mostrarles decenas de tríadas de palabras cuya categoría gramatical depende de la sílaba en la que se haya colocado el acento ortográfico, acción que a su vez determina la forma en que habrá de pronunciarse el vocablo. De modo que podremos escribir:

 

  1. a) Médico b) Medico       c) Medicó
  2. a) Vómito b) Vomito       c) Vomitó
  3. a) Prólogo b) Prologo       c) Prologó
  4. a) Título             b)Titulo           c)  Tituló
  5. a) Diálogo b) Dialogo       c) Dialogó

 

Se aprecia con facilidad que en cada caso el  primer vocablo es un sustantivo  y  palabra esdrújula; el segundo  es forma  verbal, primera persona, presente del indicativo del verbo  cuya base representan (medicar, vomitar, prologar, titular, dialogar) y el  tercer grupo corresponde al pasado perfecto, tercera persona, singular, modo indicativo del verbo en cuestión. No hay libertad absoluta en la tildación de las palabras, el acento radica en la pronunciación y se marca para facilitar la lectura cuando se trata de la lengua escrita. La tilde, como los signos de puntuación, tiene por función  dotar a lo escrito del sabor y la naturalidad de la lengua hablada.  Otra cosa, ¿quién dijo que en la lengua española los signos de interrogación y de entonación al inicio de la oración han sido suprimidos? ¡Eso nunca! Se trata de elementos propios de nuestra lengua, parte  importante de su carácter, dignos de ser imitados por otros sistemas lingüísticos. La libertad de suprimirlos en que osan algunos es un vicio y como todo vicio favorece el desorden y el desconcierto.

A propósito del aspecto fónico procede señalar como una desvirtuación la libertad que se otorgan muchos dominicanos al cambiar el sonido de la J (jota) por el de la consonante Y (ye), lo cual se muestra como corriente en cascada en nombres de personas de unas décadas hacia acá. Digamos que la norma académica no puede arrogarse el derecho de interferir en la escogencia del nombre para una criatura, pues se trata de una indiscutible prerrogativa de los progenitores. Quien declara al recién nacido ante el oficial de estado civil podría nombrarlo conforme al patrón de su preferencia, incluida la amplia oferta de nombres iniciados con J tan usados últimamente: Joel, John, Jony, Josanny, Josiris, Janel, Josemy, Julissa, Jeremy, Jolesimy, Jazmín, Janet, Jansel, Jessica, Jeneisi, Jamiris, Jocasty, July, Jensi, Joheli, Joanna, Joahn.

La libertad de quienes escogen estos nombres o de quienes los lleven, termina cuando se pretende que quienes traten a estas personas, deben pronunciar tales  apelativos con el sonido de ye, siendo como es, la letra inicial una jota. Similar exceso es requerir que nombres que se escriben con G inicial como Geanilda, Georgina, Gisel, Gina o Gilda sean pronunciados Yanilda, Yoryina, Yisel, Yina.

El vicio llega más allá de los nombres propios y nos afecta en el uso de palabras  comunes como piyama y soya, que mientras las pronunciamos como ye las escribimos con  jota. Pijama o piyama son grafías válidas para denominar esta prenda de vestir, vocablo  que en algunos países  es masculino y que en otros, entre ellos República Dominicana, México y Centroamérica, es femenino. Cada hablante le colocará los determinantes según su preferencia. La restricción única está en el aspecto fónico: quienes la escriben con J deberían leer pijama. Pero es una incoherencia decir piyama y escribir pijama.

De verdad, los dominicanos somos concesivos y respetuosos  frente a las lenguas extranjeras de las que tomamos alguna palabra prestada. Justamente la consonante J es la víctima más propicia cuando se cuela cierto complejo de inferioridad lingüística que llevamos dentro. De Japón -algunos deberían pronunciar Yapón- nos ha llegado un sistema de defensa personal que con el proceso de transliteración vino a llamarse yudo, aunque por extrañas influencias aquí  escribimos el vocablo con J (judo, judoca, Fedojudo), pero leemos yudo, yudoca y Fedoyudo.

Para los responsables de esta tendencia verbal, el sonido de la J aparece si la palabra comienza con H. Un ejemplo bien visible se encuentra en Santiago de los Caballeros. Allí está el importante Hospital Metropolitano de Santiago, cuya sigla es HMS, al  que le han acomodado el acrónimo HOMS, mientras médicos como pacientes, periodistas como autoridades, y gente que da este centro como referencia para ubicar direcciones,  le llaman JOMS, para que parezca “de fuera”. Esa libertad es un vicio.

 

CUATRO

En los debates acerca del tema lingüístico afloran con la frecuencia y el fervor que caracterizan a las discusiones políticas, puntos de vistas tan diferenciados que permiten clasificar a los intervinientes en conservadores, revolucionarios y anarquistas. En lo relativo a la lengua, a los conservadores se les llama puristas. Estos se apegan al caudal lexicográfico del español y se oponen a dar cabida a neologismos y adaptaciones de vocablos procedentes de otras lenguas.

Alguien que reclama  ausencia de controles académicos en el uso de la lengua, que proclama necesaria la anulación de las normas ortográficas, que prescinde de los signos de puntuación o en vez de colocarlos los tira al desgaire, es un  individuo que encarna la anarquía o al menos alberga en sus genes  vocación  para actitudes viciadas.

La posición intermedia, como las acciones democráticas y progresistas en la política, propenden a aceptar la adaptación de neologismos, sobre todo si no tienen equivalentes en nuestra lengua (baipás, estrés, escáner), aceptan acepciones aplicadas en el  habla local a voces existentes en el español (cuero, prostituta; china, naranja; lechosa, papaya). Pero la máxima elevación de ese grupo – en el cual quisiera contarme- es la capacidad de ver y propiciar el enriquecimiento léxico mediante la derivación, la composición y la parasíntesis.

 

CINCO

A propósito de las intensas nevadas registradas  en los Estados Unidos de América a principios de  enero pasado,  leí  una nota de la agencia de noticias  Efe que informaba acerca del trabajo realizado por las  maquinarias dedicadas a recoger nieve: “Las   unidades quitanieves estarán en estado de alerta para desplegarse por Nueva York  cuando sea necesario” (Hoy, 4-1-18, Pág. 9B). Quitanieves, escrito en una sola palabra, nombra un artefacto para limpiar de nieve las vías.

Aquí no necesitamos  tal aparato, pero el vocablo  nos enseña a nombrar, si la inventáramos, una máquina  quitalodo, quitapiedras o quitahojas, voces  que por el momento nadie verá en el Diccionario las cuales, como quitanieves, corresponden a la estructura verbo más sustantivo, igual que   cubrecama, quitamanchas, sacacorchos, matarrata o  hiedevivo. Ese  es el recurso llamado composición. Con este proceso morfológico se forman palabras a partir de la unión de dos o más vocablos, de dos o más bases compositivas cultas o de la combinación de palabra y base compositiva. La norma académica no contradice la libertad de los hablantes para formar palabras, más bien  orienta esa potestad y  la encauza conforme al perfil de nuestro idioma. El léxico está sujeto a influencias extralingüísticas, como el origen mismo de la lengua española, que fue producto de acciones políticas del imperio romano en su afán de dominio. En tal sentido, el léxico recibe influencia del devenir político, económico, tecnológico, pero siempre aguijoneado por la necesidad comunicativa de los hablantes.

El origen de las palabras obedece en gran medida a circunstancias y realidades concretas. Por eso unas palabras aparecen y otras desaparecen. Por ejemplo, hace dos o tres décadas los dominicanos conocimos el vocablo bíper (del inglés beeper). La evolución tecnológica ha traído otros recursos para la localización de personas y el aparatito así denominado desapareció, pero ha dejado  como herencia el verbo bipear  (toque telefónico breve que significa llámame). Por igual se llama bíper a la acción de bipear.

No siempre los hablantes del español estarán pendientes de que los vocablos que emplean en su vida de relación hayan sido incorporados al Diccionario de la lengua española, de hecho el predominio de concepciones puristas ha retardado la inclusión de muchos términos de uso habitual, por lo que es de esperarse  que los académicos estén – o estemos- al tanto de cómo habla la gente para dar cabida a sus palabras en el repertorio oficial. Es la orientación que rige las academias de la lengua española.

Hay quienes se quejan  de la normativa, y por lo común el  lamento suele ser injustificado,  puesto que  la normativa guía, entre otros aspectos,  acerca de la escritura de las palabras creadas por los hablantes tomando en cuenta el origen de estas. El español dominicano, para citar un ejemplo, se ha enriquecido a partir de una marca de vehículo utilitario, aparecido en los años cuarenta del siglo XX, presumo que el primer todoterreno conocido aquí. Me refiero a Jeep, que se pronuncia yip, y por un acomodo fonético los dominicanos lo hemos llevado a yipe, voz de la cual han derivado yipecito, yipeta, yipetón, yipetudo, yipetocracia.

Es que toda realidad, acción, objeto o cualificación requiere de una palabra que la designe y si faltara ese vocablo en  nuestro idioma, hay que crearlo. Ahí radica la libertad del hablante. El condicionamiento viene dado en que primero ha de recurrirse al patrimonio  léxico del español para emplear la palabra correspondiente.

¿Quién les diría a los dominicanos que esa pieza metálica, mayormente de alambre, que han llevado las camas como soporte del colchón  había de llamarse batidor?  En el diccionario académico esta palabra aparece con diez acepciones y ninguna se refiere  a un entramado de alambres para soportar el colchón en algunas camas. La palabra batidor, como muchas otras de uso regional, convive con los vocablos del español general.

Estamos bordeando el tema de la derivación, pero falta precisar algunas nociones, a la luz de la doctrina lingüística. Cito al respecto la Nueva gramática de la lengua española: “El concepto de derivación se usa con dos sentidos en la lingüística  contemporánea. En el primero, más amplio, derivación se oponea flexión,  y   los fenómenos que abarca la morfología derivativa o morfología léxica se oponen a los que caracterizan a la flexiva, como se explica en el 1.5. En este sentido, el concepto de derivación engloba también el de composición y el de parasíntesis. En el segundo sentido, más  restrictivo, el concepto de derivación se refiere tan solo a los procedimientos de formación de palabras por medio de afijos (ya sean prefijos, sufijos o interfijos) simples”. (NGLE, pág. 337).

 

SEIS

El estudio de la estructura interna de las palabras corresponde a la rama de la gramática que se denomina morfología, la cual incluye las variantes que presentan las palabras, los segmentos que las componen y la forma en que se combinan. Este apunte es importante para  comprender que esta rama de estudios se divide en morfología flexiva y morfología léxica o derivativa.

La morfología flexiva se refiere a variaciones de la palabra que implican cambios de contenido de tipo gramatical (género, número, caso)  cuando  se  refiere a sustantivos y adjetivos;  modo, persona, tiempo, número, cuando se trata de verbos.  Con la morfología flexiva se obtienen variantes gramaticales de una palabra  que no tienen entradas en el diccionario. Del verbo dormir, por ejemplo, tendremos  entre otras variantes flexivas: duermo, dormimos, durmieron, durmiera, dormiré, durmiendo…mientras que  con la morfología léxica obtenemos realmente nuevas palabras: dormitorio, dormida, dormidera, dormidero, dormitiva, dormilón, dormido, durmiente.

Este ejemplo  ilustra de como a partir del verbo dormir hemos obtenido por derivación un grupo de  sustantivos (los primeros  cinco)  y uno de  adjetivos (los tres últimos).   A propósito de la derivación de sustantivos,  vale referir que la  palabra base para formar un nuevo sustantivo puede ser un verbo, un adjetivo u otro sustantivo. Entre los patrones más productivos, la Gramática académica cita  los siguientes:

Ejemplos con verbos: Comprar + a > compra, caminar + ata > caminata,  asesinar + ato > asesinato, hartar (se) + azgo> hartazgo, rendir + ción> rendición, llamar + da > llamada, matar + dero> matadero.

Un amplio grupo de verbos prestan sus bases para formar sustantivos con la terminación  – miento, la cual resulta tan productiva como – ción. La terminación  miento varía en -mento.  Ejemplo: Alumbramiento (de alumbrar), alzamiento (de alzar), casamiento (de casar), bastimento (de bastir, abastecer).

Ejemplos con nombres: Estoque + ada> estocada, profesor +ado> profesorado, andamio +aje > andamiaje, califa +ato > califato, pera +al > peral, pelo + ambre> pelambre,  vela + amen > velamen.

Ejemplos con adjetivos: Bobo + ada> bobada,  bueno + dad > bondad, manso + edumbre> mansedumbre, tonto + ería > tontería, viejo + ez> vejez.

La que antecede es solo una breve porción de  las terminaciones o sufijos que permiten formar sustantivos  deverbales, deadjetivales o   denominales que aparecen en la página 338 de la Gramática.  Hay terminaciones para indicar ocupaciones (panadero, soldador, modista, oculista)  tendencias y doctrinas (marxismo, platonismo, cristianismo),   actitudes y cualidades personales (atrevimiento, mecenazgo, finura, imbecilidad), lugares para determinadas cosas (caserío, basurero, comisaría, gasolinera).

El sufijo –ero/era comparte  con –dor/dora el privilegio de ser los más productivos en nombres de ocupaciones y oficios.  De acuerdo a estos patrones aplicamos a algunos extranjerismos adaptados las terminaciones que nos permiten crear nuevas palabras. Así tenemos:

  1. a) Blog (del inglés, sitio web personal) ofrece bloguero y bloguera (persona que crea o gestiona un blog).
  2. b) Tuit (también del inglés, mensaje digital enviado a través de la red Twiter) ofrece el adjetivo tuitero (que envía tuits)   y  el verbo tuitear (comunicarse por medio de tuits).
  3. c) De rap (estilo musical de origen africano), rapero (quien realiza este tipo de música). Pueden apreciar en bloguero, tuitero y rapero la terminación correspondiente a quien realiza determinada labor, igual que panadero, peluquero, jornalero, tabaquero.

Las derivaciones siguen a veces caminos caprichosos, aunque marcados por las pautas gramaticales. Es el caso del sustantivo pan, del cual deriva panadería (lugar donde se fabrica o se vende pan), panadero (quien lo hace y quien lo vende), panera (recipiente para poner pan), pero nunca llamamos panería -parece lógico que así fuera- al  sitio donde se procesa el pan ni  panero o panera a quien lo vende. Esta tendencia es propia del universo de los hablantes del español.

Pero una combinación de lo estándar con lo propio dominicano ocurre  con los derivados de la palabra cuero, a partir de la variación semántica que  adquiere esa palabra en el español dominicano, que es también una forma de crear palabras aunque gráficamente sea el mismo vocablo. Veamos:

cuero (piel de los animales)

cuerero (fabricante de objetos de cuero).

cuerazo (golpe con el cuero, igual a latigazo).

cuerear (preparar los cueros, procesarlos)

cuerería (no aparece en el Diccionario de la lengua española). Pero  deriva de cuero, en el habla dominicana. Es una libertad que nos hemos tomado los dominicanos para denominar un lugar donde se ejerce la prostitución. Los otros  usos –excepción de cuerería- los consigna el DEL, la libertad que nos hemos permitido los dominicanos es semántica, desde el punto morfológico todos los usos se ajustan al genio de la lengua.

La intención despectiva se vale de la terminación –ero para emplear palabras con esa intención: cuquero  en vez de obstetra,  loquero, en lugar de psiquiatra o guitarrero  por no decir guitarrista. Pero es diferente la  actitud sicológica de quien habla cuando emplea el vocablo ronero para referirse a un fabricante de ron. Una compañía dominicana que procesa esa bebida insiste en promover su tradición en el ramo. En la televisión, como en la prensa,  destaca : “Cinco generaciones de maestros roneros…”.

De una publicación periódica extraigo esta muestra:

-“Los maestros roneros de Brugal: Herencia familiar…”

-“Así lo expresan los cuatro maestros roneros o máster blender, que actualmente laboran en Brugal& Compañía. Ellos son…”

-Gustavo Eduardo Ortega Zeller, “El más joven de los maestros roneros de Brugal y el único de la quinta generación…”. (Listín Diario  21 de junio de 2009).

Con el vocablo ronero, se denomina al fabricante de ron, es decir se trata de un sustantivo, y  en los ejemplos citados este vocablo  viene antecedido del adjetivo maestro, palabra que empleamos más como sustantivo: maestros roneros.  Pero ronero es también adjetivo (relativo o propio del ron). Así deberá  ser incorporada, en algún momento, en el Diccionario académico.

Entonces pasamos a hablar directamente de los adjetivos formados por derivación. Son muchos los adjetivos con que cuenta nuestro acervo  lexicográfico que han derivado de sustantivos, de verbos o de otras categorías gramaticales, incluyendo los propios adjetivos, cuyo grado superlativo aporta nuevos vocablos terminados en –ísimo, ísima (grandísimo, bellísima, santísima…).

Los adjetivos procedentes  de nombres suelen  adoptar las siguientes terminaciones: -al  (de término , terminal; centro, central), -ano (de huerto, hortelano; de Higüey, higüeyano), -ar ( montículo, monticular; espectáculo, espectacular),  -ario (banco, bancario), -ico (de metal, metálico; vandalismo, vandálico), -ista (socialismo, socialista),  -ístico (museo, museístico), -ivo (de deporte, deportivo), -izo (paja, pajizo), -oso ( aceite, aceitoso; leche, lechoso).

También tenemos la oportunidad de formar adjetivos a partir de verbos y para ello el uso sugiere las  siguientes terminaciones: -ble (vender, vendible; masticar, masticable), -dero (casar, casadero; pasar, pasadero), -dizo (huir, huidizo;  enfermar, enfermizo), -dor (ensordecer, ensordecedor; atesar, atesador), nte (sorprender, sorprendente; cantar, cantante), -orio (definir, definitorio; consultar, consultorio).   (NGLE,pág. 506).

Los adjetivos denotan nociones como semejanza (lechoso, de ahí el nombre que hemos creado para la fruta llamada papaya), nociones de tendencia o propensión (asustadizo), intensificación del concepto, actitud muy  propia del habla dominicana (grandísimo, feísimo, inteligentísimo), pero también indican estos adjetivos nociones para llevar a cabo una acción (estimulante, agravante). La calificación implica en otros casos la capacidad de un objeto o persona para recibir una acción (lavable, temible, objetable) y por igual  incluye la noción de  posesión o existencia (fiebroso, afanoso, baboso).

Las locuciones nominales también dan lugar a derivados adjetivales: medioambiental  (de medio ambiente), bienhablado (bien hablado), malhablado (mal hablado), bienvenido (bien venido), malcriado (mal criado), malhechor (mal hechor) y      malhumorado (mal humor), malpechoso (de mal pecho).

La libertad de crear palabras surte sus efectos en los registros académicos. Quiero citar con satisfacción que la Gramática académica  acoge el adjetivo medalaganario, formado en República Dominicana a partir de la locución “me da la gana”.  Y como tenemos la libertad de crear  adverbios a partir de agregar el sufijo /mente/ a un adjetivo, ha adquirido carta de presentación el  adverbio  medalaganariamente.

A propósito de autores dominicanos, cuando el poeta Ramón Francisco  compuso los versos que rezan: “Atesador, atesador, ateso los batidores” no indagó si el vocablo “atesador” aparecía o no en el Diccionario,  pero sí estaban seguros, él y el arquetipo descrito en el poema, que  la terminación –dor sirve para denominar oficios. Ya nos hemos referido al vocablo batidor en la acepción que lo emplea el poema La patria montonera.

Los verbos son elementos indispensables en el idioma. Es la única categoría gramatical capaz de expresar una idea por sí sola: ¡Váyase!; ¡Entre! De modo que si de un concepto, de una situación, de una cualidad… se desprende una acción y carecemos de verbo para referirla, hemos de crearlo, no es solo la libertad, sino la necesidad.

Hay en nuestra lengua dos procedimientos morfológicos  para derivar verbos a partir de adjetivos, de adverbios, de sustantivos o de otros verbos. El primer procedimiento es la sufijación.  Veamos los siguientes ejemplos:

Con adjetivos: limpio + ar: limpiar; ancho + ar: anchar; escaso + ear: escasear, amarillo + ear: amarillear y también amarillar; cristiano + izar: cristianizar.

Con sustantivos: favor + ecer: favorecer; cristal + izar: cristalizar; momia + ificar: momificar; droga + ar: drogar; perro + ear: perrear.

Los  adverbios se prestan, en menor medida, para formar verbos: de  atrás + ar  deriva atrasar.

Algunos verbos se han formado por sufijación  de otros verbos: correr + etear ha dado corretear. El español dominicano ha generado el verbo brincolear, derivado de brinco que a su vez ha generado el verbo brincar.

Hay un segundo procedimiento para la formación de verbos, muy empleado en la lengua coloquial. Me refiero a la parasíntesis, que consiste en agregar un prefijo y un sufijo a la palabra base, es decir una partícula al inicio y otra al final del verbo de que se trate.

Con  la adición de afijos discontinuos,  del sustantivo perro podemos formar el verbo emperrar o emperrarse, el sustantivo emperramiento y el adjetivo emperrado. Estos vocablos en el  español dominicano  muestran  gran diferencia semántica  con el español estándar. De emperrarse  se lee en el Diccionario lo siguiente: 1. prnl. coloq. Obstinarse, empeñarse en algo.

Del adjetivo  tonto  adicionando  el prefijo /a/ y el sufijo /ar/  obtenemos atontar. Del adverbio lejos, con similar procedimiento ganamos el verbo  alejar. Del adjetivo sucio + en +ar: ensuciar.  De Jaula, con el prefijo /en/  y el sufijo /ar/  obtenemos enjaular.  Por igual del adjetivo raro  tenemos  enrarecer;  de  peor  empeorar.

Con este procedimiento los dominicanos hemos creado el verbo endrogar o endrogarse, empleado en lugar de drogar o drogarse, que son los de uso general.

Hablando de verbos  formados por sufijos y prefijos, es imposible no referirse a los formados por el más poderoso de los prefijos: re.  Este prefijo, en boca de líderes y gerentes,  es capaz de refundar, reestructurar, redefinir, reorientar, reencauzar o  rediseñar según que se trate de  negocios, gremios, universidades o el Estado mismo. La partícula se presta también para formar sustantivos y adjetivos vinculados semánticamente a estos y muchos otros verbos: refundación, reestructuración, reencauzamiento o reencauce,…rediseño. Lo mismo para adjetivos: refundado, reestructurado, reencauzado,…rediseñado.

Quiero enfatizar en el uso del prefijo –re delante de dos verbos en particular: postular y elegir. Los sustantivos reelección y repostulación guardan una íntima correspondencia en lo político, pues la primera depende en primer término de la segunda. En lo gramatical, los une la condición de dependientes del prefijo “re”, con el que se forman palabras que implican la repetición del sentido del vocablo original.

Del grupo formado a partir del verbo “postular”  (presentar candidato para un cargo) más la partícula “re”, de lo cual derivan  “respostular” (verbo), “repostulación (sustantivo) y “repostulado” (adjetivo).

La 23ª edición del Diccionario de la lengua española no incluye este grupo de palabras, pero la necesidad comunicacional, impuesta por la práctica política, ha llevado a un uso cotidiano de estos términos.  La realidad política indica que quien no es postulado no puede alcanzar la posición electiva. Al final del mandato, el  funcionario que aspira a seguir en un cargo electivo, deberá ser postulado de nuevo. En cada ocasión  en que   presente candidatura será postulado. Quizá por eso los académicos no le dan importancia a “repostular” y “repostulación”. Quien se postula de nuevo puede ser rechazado o reelegido. El grupo formado con “elegir” más  el prefijo “re”, sí ha  contado con la bendición académica. Veamos: Reelegir. 1.tr. Volver a elegir. (Se  conjuga como pedir. Tiene un  participio irregular: reelecto y  su participio regular es  reelegido).

Reelección, una palabra que tanta repercusión ha tenido en la vida  de muchos pueblos del mundo, que ha sido responsable de sangre, lágrimas y otros pesares, lingüísticamente queda reducida a una definición de cinco palabras: f. Acción y efecto de reelegir.

Dicen que la política se nutre de realidades. La lengua, por igual,  se desarrolla  a partir de realidades. Es una realidad que los dominicanos, gracias al prefijo “re” empleamos  el  verbo “repostular”, así  como “repostularse” (forma pronominal).

Es una realidad, en política, que quien  quiera ser electo (elegido) deberá ser postulado. Quien  aspire a repetir en el cargo  será también postulado, pero si fuera electo de nuevo sería “reelecto” o “reelegido”.  Parece que para llegar a  estos participios, “repostulado” constituye un puente.

No puede haber “reelección” sin  repetir la postulación. Un principio lingüístico importante se basa en la economía verbal. Repostular evita  la forma “postular de nuevo” o “repetir la postulación”. Mientras tanto, en la norma lingüística de los dominicanos seguirá apareciendo el grupo formado por el verbo “postular” más el prefijo “re”.

El esfuerzo por derivar verbo de otro verbo  no siempre proporciona buenos resultados. Por ejemplo, del verbo /ver/ ha derivado el sustantivo visión, no es necesario,  por tanto,  el verbo *visionar.  Por igual, de explotar obtuvimos explosión ¿para qué entonces el verbo *explosionar? El sustantivo apertura ha derivado etimológicamente de abrir,  pero no se aconseja el uso del verbo *aperturar, inventado en el ambiente bancario.  En igual situación andan *resolutar, frente a resolver, del cual deriva resolución.

A partir del verbo abollar, que con la partícula compositiva   /dura/ se forma   abolladura, se ha derivado  el verbo desabollar (des+ abollar) para quitar  las abolladuras, sobre todo a los automóviles. El técnico en esta materia es un desabollador, palabra  con la que el Diccionario académico denomina un “instrumento que emplean los hojalateros para quitar las abolladuras de las placas metálicas”. El sufijo –dor  es muy importante para denominar  ocupaciones y oficios (limpiador,  soldador…) Los vocablos  enyesador (derivado de yeso +en +dor;  empajillador, derivado de pajilla + em + dor no aparece tampoco en el Diccionario. Son producto de la parasíntesis.

Tampoco reconoce nuestra  principal publicación lexicográfica el vocablo /desabolladura/ ¿Cómo vivir entre tantos vehículos sin los talleres de desabolladura?

Un buen ejemplo de verbo obtenido por el método parasintético  es ensortijar, resultado de colocar al sustantivo sortija  la terminación  /ar/  y el prefijo /en/ = ensortijar.  De ahí el sustantivo ensortijamiento (formación de sortijas en el cabello) y el adjetivo ensortijado.

 

SIETE

Con lo dicho en torno a la derivación estamos llegando al final, pero no se termina de golpe y porrazo, pues no es grato eso. Porrazo es golpe con una porra, algo muy parecido a la macana, por lo que es fácil intuir que porrazo y macanazo son muy afines. Los dominicanos conocemos mucho de macanazos y de otras palabras terminadas en –azo.

Tenemos terminaciones en -azo, derivadas de coyunturas políticas y sociales: gacetazo, paquetazo, granadazo, madrugonazo, cacerolazo.  Otros vocablos se refieren a golpes, aunque no precisamente dados con el objeto que ha servido de base para formar la nueva palabra: cajetazo, coñazo, totazo, trancazo, tablazo, guantazo. Sin dudas que la derivación, con sus variantes,  es el procedimiento más idóneo para enriquecer nuestro idioma a partir de sus propias células, pero esto no niega la eficacia de vocablos que llegan por diferentes vías.

Las voces procedentes de otras lenguas en unos casos serán traducidas al español: computer, computador; mouse, ratón, desktop, escritorio.  En otros casos procede la adaptación morfológica (incluido el plural) y así adaptamos  voces procedentes de otras lenguas como:   clúster, clústeres; espray, espráis.  Por igual hemos acuñado los  neologismos (stress, estrés; bypass, baipás; scanner,  escáner; leader,  líder). De algunas de estas palabras se han derivado otras de  puro corte castellano: estrés, estresar, estresado; escáner, escanear, escaneado, escaneo; líder, lideresa, liderar, liderazgo, liderato.

Cuando se da  nueva acepción a vocablos ya existentes del español, estamos contribuyendo, al menos semánticamente, si no lexicográficamente,  al ensanchamiento de nuestra lengua. Es lo que ocurre en el habla dominicana con las voces cuero (prostituta), china (naranja), (bachata, nombre de un género musical) o mona (gallo de traquear). Nuestras creaciones de palabras no tienen que subordinarse al español peninsular ni considerarse  al menos. La diversidad no contradice la unidad del español, sobre todo si las comunidades de hablantes parten de lo que tenemos para enriquecerlo. Parece paradójico que la riqueza léxica del español, dada la cantidad de países donde es hablado y las variantes regionales en esas naciones, se torne en problema, mínimo quizá, que dificulta la comunicación en algunos casos. La libertad  léxica  -alegarán algunos-  podría afectar la unidad de nuestra lengua, ya que existen diferencias entre el español hablado en América y el de España,  e incluso hay matices muy resaltantes de uno a otro país hispanoparlante, tanto en  el aspecto fónico como en el léxico. De  todos modos el idioma español crece sin que la diversidad constituya obstáculo significativo. La unidad del idioma es uno de los compromisos de  las academias. “Este ideal de unidad ha inspirado la vocación panhispánica que preside las obras que se vienen publicando en los últimos años: la Ortografía de la lengua española (1999), el Diccionario panhispánico de dudas (2005), la Nueva gramática de la lengua española (2009), el Manual de la Nueva gramática y el Diccionario de americanismos, obras  todas ellas del trabajo mancomunado de la Real Academia Española y de la Asociación de Academias” (Ortografía de la lengua española, Presentación, pág. xxxvii).

A este respecto quiero recordar unas palabras de  Günter Haensch,    de su ponencia “La lexicografía del español de América en el umbral del siglo XXI”,  presentada  en el Encuentro Internacional sobre el Español de América, efectuado en Bogotá, Colombia, en 1991. Dice el  lingüista alemán: “En esta ponencia he querido demostrar que la lexicografía  del español de América necesita una doble renovación que consiste, por una parte, en reconocer la existencia de grandes diferencias del léxico  entre el español peninsular y el americano, y dentro del español de América, diferencias que no se pueden eliminar ni callándolas ni minimizándolas, ni tampoco ensalzando con actitudes triunfalistas un grado o  tipo de unidad que no existe. No se deben marginar los elementos léxicos propios del español de América, sino que hay que integrarlos en el inmenso caudal léxico del castellano; sin embargo, para poder integrarlos hay que conocerlos mediante una descripción exacta y completa”. (El español de América hacia el siglo XX, Tomo I, 1991,  Instituto Caro y Cuervo, Santafé de Bogotá,  p. 76).

La iniciativa de crear  palabras  es poco lo que  puede afectar la unidad de la lengua española, a pesar de las diferencias léxicas que  pueda suscitar, puesto que nuestra  lengua se sostiene sobre zapatas tan firmes como el ordenamiento gramatical y por la ortografía.

El  ideal del crecimiento de la lengua española sin menoscabo de su genio queda perfectamente expresado en este párrafo de los Estatutos de la Academia Dominicana de la Lengua,  referente  a sus fines: “Tiene por primordial objetivo la defensa y el cultivo del idioma español, común de los dominicanos.  Debe velar, por ello, porque su natural crecimiento no menoscabe su unidad y que sea conforme a su propia índole y su desarrollo histórico”.

En el uso de la lengua castellana las libertades son complementadas por las restricciones. Hay una sana correspondencia entre ellas, que  permite considerar que el hablante del español disfruta de libertad para crear y adaptar  términos, erosionar el orden gramatical, rebautizar los seres y las cosas o  dotar de un valor semántico particular a los vocablos existentes, siempre para satisfacer necesidades de comunicación, pero esa libertad es condicional.

Rafael Peralta Romero

Academia Dominicana de la Lengua

Santo Domingo, 13 de febrero de 2018

 

BIBLIOGRAFÍA

1- Nueva gramática de la lengua española, Real Academia Española y Asociación de Academias de la Lengua Española, Tomo I, Espasa Libros, Madrid, 2009.

2-Ortografía de la lengua española, Real Academia Española y Asociación de Academias de la Lengua Española, Espasa, Madrid, 2010

3-Diccionario de términos filológicos, Fernando Lázaro Carreter, Gredos, Madrid, 2008.

4– Diccionario de la lengua española, Real Academia Española y Asociación de Academias de la Lengua Española, 23ª  edición, Espasa, Madrid, 2014

5-Diccionario del español dominicano, Academia Dominicana de la Lengua  y Fundación Guzmán Ariza, Santo Domingo, 2013

6- Günter Haensch y otros,  El español de América hacia el siglo XX, Tomo I, 1991,  Instituto Caro y Cuervo, Santafé de Bogotá, ).