Carta del académico numerario José Rafael Lantigua al director de la ADL

1 de marzo de 2018

 

Dr. Bruno Rosario Candelier

Director

Academia Dominicana de la Lengua

Su Despacho.-

Copia: Miembros de Número de la ADL

 

Muy estimado Sr. Director:

 

La Academia Dominicana de la Lengua, pese a criterios en contra, ha sido el centro de una dinámica de proyección que, a mi entender, es única en toda su ya larga historia. Una dinámica que habla de obras tangibles, de realizaciones perdurables y de una presencia activa de actores culturales que han permitido la democratización de la docta casa, con la selección de una planilla de miembros correspondientes que animan los programas de la misma.

Todo esto sin contar los que hemos ascendido a la lista de miembros de número durante su gestión, contribuyendo, modestamente como creo es mi caso, con las actividades organizadas por nuestra Academia.

He dicho en otros escenarios, y lo he repetido en escritos y tertulias que su gestión tiene tres (3) puntos luminosos que bastan para su consagración como director de la ADL. Primero: introdujo cientos de vocablos del español dominicano y de expresiones de nuestro lenguaje en el Diccionario de la Lengua Española de la RAE y en el Diccionario de Americanismos, una labor sin antecedentes, facilitada sobre todo por la apertura de la Real Academia que decidió, hace varios lustros, democratizar su dinámica y coproducir sus diccionarios junto a todas las casas que se cobijan bajo el techo de la docta corporación. En su gestión, estimado Director, el habla dominicana ha sido incorporada, por primera vez, al español universal. Segundo: el Diccionario del Español Dominicano, cuya investigación y recopilación dirigió María José Rincón, Honorable Miembro de Número, y que es una pieza imprescindible y de uso obligado en nuestra bibliografía. Y en tercer lugar: el Diccionario Fraseológico del Español Dominicano que no tiene parangón en nuestra historia cultural, al recoger expresiones que forman parte del “alma dominicana” y que confirman, como usted mismo ha señalado “que el lenguaje es la mejor carta de identidad de nuestra idiosincrasia cultural” y que “la lengua es la cara visible de la cultura de un pueblo”.

Si a estos logros, agregamos la creación de la Fundación Guzmán Ariza Pro Academia Dominicana de la Lengua, dirigida por el también Honorable Miembro de Número, don Fabio Guzmán Ariza, y la labor de difusión sobre el manejo del lenguaje y el buen decir que oferta cotidianamente en nuestros medios impresos y a través de las redes sociales –otra labor sin precedentes y singularmente valiosa en tiempos de desgaste de nuestro idioma a causa de distorsiones provocadas por las injerencias constantes de otras lenguas- no hay dudas de que estamos frente a un periodo excepcional de nuestra ADL bajo su digno rectorado que no pueden ser ignoradas y que habrán de marcar su gestión con ribetes de oro en la historia de la Academia. Debo dejar constancia de la publicación por su parte, como aspecto que completa su labor intelectual dentro del marco de la ADL de los diccionarios de Símbolos y de Mística, recientemente dados a conocer.

Al margen de algunas decisiones y acciones con las que, posiblemente, podríamos estar en desacuerdo, ninguna de las mismas opacan la brillantez de su obra al frente de esta casa. No obstante, creo que ha llegado el momento, aunque debió ser tal vez desde antes, para que esa obra termine de consolidar su consagración de modo que cuando el tiempo, el gran escultor como decía Marguerite Yourcenar, y los obligados traspasos a nuevas directrices cuando estos se hagan necesarios, obliguen a su retiro como cabeza de nuestra Academia, Usted pueda partir seguro de que su obra privilegió a las más sólidas personalidades de nuestra lengua en nuestra geografía y abrió cauces a la colaboración de otras voces y trayectorias que, sin duda alguna, sin su padrinazgo y orientación no hubiesen tenido cabida en la augusta casa que usted encabeza.

En este sentido, y en atención a su comunicación de fecha veinte de febrero recién pasado, en el sentido de que los miembros de número presenten candidatos que cubran la vacante del fenecido poeta Lupo Hernández Rueda, ocupante del sillón LL de la corporación, me permito ofrecerle la siguiente sugerencia que hago formalmente con la presente y para el conocimiento de los demás miembros:

  1. Hay un grupo notable de personalidades de nuestra lengua, fundamentalmente escritores, filólogos, filósofos, críticos, poetas y especialistas de la mayor talla y nombradía en estudios relacionados con el habla dominicana y con el lenguaje en sentido general, que merecen desde hace rato formar parte de nuestra Academia.
  2. Entiendo que debe escogerse el sustituto del poeta Hernández Rueda de la lista que a continuación le presento, y que para los demás, de ser posible, se creen las letras que sean necesarias, como ha ocurrido con otros casos anteriormente.
  3. Las personalidades que presento son merecedoras de esta alta distinción y creo, con toda seguridad, que la presencia de todas estas figuras que honran nuestras letras y a nuestra intelectualidad, en el seno central de nuestra Academia, o sea como Miembros de Número, permitirán que la casa que habitamos  alcance una proyección que termine por consolidar sus ejecutorias, dado sobre todo la calidad y el respeto que las trayectorias de estas personas tienen en nuestra historia cultural.
  4. En este sentido, propongo formalmente a las siguientes personalidades:
  1. Don Orlando Alba, notable lingüista, con una bibliografía sólida y una carrera académica en Estados Unidos de amplio reconocimiento.
  2. Don Rafael Núñez Cedeño, otro notable lingüista y filólogo, con obra y trayectoria de indiscutible fortaleza en universidades norteamericanas.
  3. Don Franklin Gutiérrez, con doctorado en lengua española y literatura latinoamericana, notable educador, cuya obra “Diccionario de la literatura dominicana, biobibliográfico y terminológico” sentó un precedente valioso en nuestra historia literaria.
  4. Soledad Alvarez de Vega, filóloga graduada en la Universidad de la Habana, especializada en Literatura Hispana y Latinoamericana, estudiosa de la obra de Pedro Henríquez Ureña y cuya labor poética ocupa lugares de preferencia en antologías locales y extranjeras.
  5. Don Eugenio García Cuevas, cuya labor crítica y educativa durante más de tres (3) décadas en la Universidad de Puerto Rico, y sus valiosos estudios sobre la literatura dominicana, ocupan un sitial de honor en nuestras letras.
  6. Don Miguel Angel Fornerín, otro destacado integrante de la llamada diáspora dominicana, grupo que, por cierto, ha enriquecido con sus haberes el desarrollo de la literatura nuestra, enriqueciendo nuestra lengua. Educador, crítico y estudioso consagrado de nuestro discurrir literario, igualmente profesor en la UPR, recinto de Río Piedras.
  7. Don José Mármol, poeta con premios nacionales e internacionales de gran importancia, Premio Nacional de Literatura, principal figura de la poesía surgida en el decenio de los ochenta, filósofo y un estudioso constante de la lengua.
  8. Don Alejandro Arvelo, filósofo, con doctorado de la Universidad Complutense otorgado con los máximos honores y profesor invitado de la Universidad de Nebrija; educador; actualmente, luego de residir durante cinco (5) años en España sirviendo en el sistema educativo dominicano como profesor a tiempo completo para formar profesores de Alta Competencia y Calidad en el Instituto Superior de Formación Docente Luis Napoleón Núñez Molina, de Licey al Medio, Santiago.

Estos ocho (8) ciudadanos de indiscutibles méritos, honrarían la ADL en caso de ser incorporados a la misma, como hace rato debieron ser objeto de este reconocimiento. Aunque no conozco los estatutos de la Academia (a propósito, todo miembro de número debiera recibir un ejemplar de los mismos), han llegado a mi conocimiento dos (2) aspectos que supuestamente indican los mismos. El primero: que no pueden ser miembros de número aquellos que residen fuera del territorio nacional. Y segundo: que los miembros correspondientes ocupan una posición fija y definitiva y que no pueden ser ascendidos a miembros de número. Ignoro si estas noticias son ciertas. En este caso, si lo primero fuese cierto, me permito sugerirle, Sr. Director, que los integrantes del grupo que he mencionado sean seleccionados en asamblea, con el voto mayoritario de los Miembros de Número, como Miembros Correspondientes y que con tal motivo se organicen actividades solemnes para que cada uno de ellos presente sus discursos de aceptación y reciba un diploma acreditándolos como tales. Este año 2018 puede ser ideal para que, en el transcurso del mismo, sean realizadas estas consagraciones académicas.

Por la misma razón, si de los candidatos mencionados sólo podrían optar los residentes en Santo Domingo, resulta obvio que cualquiera de ellos sería mi candidato para sustituir al poeta Hernández Rueda. Si a mí correspondiera, y fuese factible, bajo el entendido de que los estatutos no lo impidiesen, mi candidato primero sería el Dr. Olando Alba, catedrático de la Universidad de Utah y notable filólogo. Empero, si resultase necesario la presentación de una o dos candidaturas de la lista mencionada, de aquellos que residen en el país, someto a la consideración de la Junta Directiva y de la Asamblea de los Miembros de Número, la selección de la Sra. Soledad Alvarez de Vega y del Sr. José Mármol. Son estos pues, de manera formal, mis dos (2) candidatos para sustituir al notable poeta fenecido en meses recientes.

En los demás casos, para ser conocidos más adelante, sugiero que les sean creadas las letras que faltasen para ser igualmente seleccionados como Miembros de Número.

Finalmente, sugiero, con el respeto y la amistad que nos une desde nuestra infancia, y con la gratitud que le debo, que, en lo adelante, se elimine total y definitivamente la práctica del voto por correo electrónico o mediante comunicación o aval firmado, y que todo miembro correspondiente y miembro de número sea seleccionado libre, presencial y democráticamente en el pleno de la asamblea de los miembros de número. Es la mejor manera que tenemos para honrar su enaltecedora gestión y para mantener la alta calidad de sus miembros que es característica de todas las Academias, de la Historia, de la Lengua, de Ciencias, en todo el mundo.

Deseo dejar constancia, aunque creo innecesario hacerlo, de que el suscrito no aspira ni aspirará nunca a presidir la ADL, que sólo me anima el deseo de contribuir a elevar su aparentemente menguada credibilidad y a fortalecer su proyección y el valor de sus objetivos en nuestra sociedad.

Con la reiteración de mi particular afecto fraterno y con mis mejores deseos para el futuro, esperando que esta misiva sea comunicada a todos los Miembros de Número de nuestra casa, le saluda,

 

Muy atentamente,

 

José Rafael Lantigua

Miembro de Número

Academia Dominicana de la Lengua

Sillón A

 

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