Tributo a Salomé Ureña en el día de su nacimiento

Por Miguel Collado 

   Fue para engrandecer las letras dominicanas y para darle esplendor al sistema de educación de su patria que Salomé Ureña Díaz nació en la ciudad de Santo Domingo «el viernes 21 de octubre de 1850, a las 6 de la mañana, en el barrio de Santa Bárbara, antiguo solar de buenas familias, en la casa de su abuela materna, hoy número 84 de la calle Isabel la Católica, junto a la casa de Juan Pablo Duarte». (1) Era hija de Nicolás Ureña de Mendoza (1822-1875) y Gregoria Díaz de León (1819-1914), quienes se unieron en matrimonio el 25 de diciembre de 1847, instalando su hogar en la calle Mercedes No. 37 de la citada ciudad. Por ambas familias, su origen era humilde. Como tributo a su memoria en República Dominicana se celebra, cada 21 de octubre, el Día Nacional del Poeta.

Su padre ―figura de mucho prestigio en la sociedad dominicana de la época, poseedor de múltiples talentos: poeta, educador, abogado, político y periodista― ejerció fuerte influencia en su formación cultural y en su pasión por la literatura. A temprana edad Salomé había leído los clásicos españoles y publicaba poemas antes de cumplir los 20 años de edad, utilizando el seudónimo de «Herminia» de 1867 a 1874.

El 11 de febrero de 1880 contrajo matrimonio con el educador Francisco Henríquez y Carvajal. La boda se celebró en la ciudad de Santo Domingo en la casa donde residía Salomé, situada en la calle San José No. 13 (hoy 19 de Marzo No. 254) esquina calle De la Cruz (hoy Salomé Ureña). Los padrinos fueron Noel Henríquez, su suegro, y Gregoria Díaz Vda. Ureña, su madre; y testigos fueron cuatro hermanos de Francisco: Manuel, Federico, José y Salvador Henríquez y Carvajal. Presentes estaban Alejandro Wons y Gil y el educador y poeta Emilio Prud’homme.

La primera casa en la que residió la pareja formada por Francisco y Salomé, inmediatamente después de la boda, fue en la ubicada en calle Del Estudio No. 25 (hoy Hostos). Aquí vivieron algo más de un año, pasando a residir luego en la casa materna de Salomé, es decir, en la San José No. 13. Procrearon cuatro hijos: Francisco Noel, (2) Pedro, Max y Camila Henríquez Ureña. Todos, y cada uno en su campo profesional, habrían de ser destacadas y honorables figuras de la vida pública latinoamericana. El primero en el ámbito jurídico, en Cuba, y los demás, tanto en las letras como en el magisterio. ¡Honorables y ejemplares ciudadanos de las Antillas fueron los cuatro! Pedro, el más brillante, de toda la América hispánica.

Si Leonor de Ovando es, según Marcelino Menéndez y Pelayo, «la primera poetisa de que hay noticia en la historia literaria de América», Salomé Ureña es la primera autora dominicana que publica un libro de poesía: Poesías de Salomé Ureña de Henríquez (Prólogo: Mons. Fernando Arturo de Meriño. Santo Domingo, Rep. Dom.: Sociedad Literaria Amigos del País, 1880, XV-214 p.).

Ese hecho convierte a la madre del más prominente humanista dominicano de todos los tiempos, Pedro Henríquez Ureña, en una pionera desde el punto de vista histórico- bibliográfico, y específicamente en el ámbito de la creación literaria.

El libro de la fundadora del Instituto de Señoritas, gran colaboradora del apóstol antillano Eugenio María de Hostos, hace su aparición seis años después de haber sido publicada la primera antología literaria dominicana: Lira de Quisqueya: poesías dominicanas (Santo Domingo, Rep. Dom.: Imprenta de García Hermanos, 1894. 328 p.), editada por el puertoplateño José Castellanos, quien incluye en dicha obra siete poemas de la reputada poetisa y ejemplar educadora: «La gloria del progreso», «Recuerdos a un proscripto», «Melancolía», «Contestación», «A mi patria, Gratitud» y «Un himno y una lágrima». Disfrutemos de la lectura del primero de esos textos, escrito en 1873:

 

LA GLORIA DEL PROGRESO

A la sociedad «La juventud»,

No basta a un pueblo libre

la corona ceñirse de valiente;

no importa, no, que cuente

orgulloso mil páginas de gloria,

ni que la lira del poeta vibre

sus hechos pregonando y su victoria,

cuando sus lauros se adormece

y al progreso no mira,

e, insensible a los bienes que le ofrece,

de sabio el nombre a merecer no aspira.

¡Oh, dichosas mil veces las naciones

cuyos nobles campeones,

deponiendo la espada vengadora

de la civil contienda asoladora,

anhelan de la paz en dulce calma

conquistar del saber la insigne palma!

Esa del genio inmarcesible gloria

es el laurel más santo,

es la sola victoria

que sin dolor registrará la historia

porque escrita no está con sangre y llanto.

¡oh juventud, que de la Patria mía

eres honor y orgullo y esperanza!

Ella entusiasta su esplendor te fía,

en pos de la gloria al porvenir te lanza.

Haz que de ese profundo

y letárgico sueño se levante,

y, entre el aplauso inteligente, al mundo

el gran hosanna del Progreso cante.

 

En la introducción a la segunda edición su obra poética citada (Madrid: Tipografía Europa, 1920. XV-142 p.), su hijo Pedro dice:  «Nunca salió de su país. Durante su infancia no asistió a otras escuelas que las de primarias letras, únicas abiertas entonces a las mujeres; pero su padre, poeta discreto y abogado de buena reputación, que ocupó puestos de senador y de magistrado, le dio la mejor educación literaria que allí podía alcanzarse en aquellos años: fundamento de ella fue la lectura de los clásicos castellanos».

Y aquel hijo agradecido que Salomé le confió al porvenir nos sigue hablando de su inmortal madre: «Nunca escribió mucho. Comenzó a componer versos a los quince años; a los diez y siete comenzó a publicarlos bajo el seudónimo de Herminia; desde 1874 los publica siempre con su firma. […] Paz y progreso fueron sus temas desde 1873 hasta 1880; y la constancia de su prédica le conquistó la admiración y afecto de aquel pueblo…La preocupación patriótica llegó a sobreponerse a tora otra idea en el espíritu de la joven poetisa: la literatura fue para ella consideración secundaria junto al deseo de hacer llegar su prédica a la conciencia de toda la nación. Servir fue para ella, como para el poeta griego, la aspiración única».

Salomé es la voz lírica femenina más elevada de la literatura dominicana del siglo XIX y una de las figuras de mayor espíritu patriótico en toda la historia de la cultura nacional. Y es, a nuestro humilde entender, la dominicana poseedora de más méritos civilistas para ser considerada Madre de la Patria Dominicana.

Su trágica muerte —a causa de la tuberculosis, enfermedad incurable para la medicina de entonces— aconteció el 6 de marzo de 1897 en la zona colonial de la ciudad de Santo Domingo, específicamente en la calle que hoy lleva su nombre. Fue ese un acontecimiento que estremeció en lo más hondo a su iluminado maestro Eugenio María de Hostos, quien, taladrado con la infausta noticia de su muerte —encontrándose lejos de su segunda patria, en Santiago de Chile— en junio del citado año dictó a sus discípulos del Liceo Luis Miguel Amunátegui aquellas heridas palabras con las que —conducido su desolado espíritu por la gratitud y la admiración sentidas por esa extraordinaria mujer, educadora y luchadora indesmayable que fue Salomé— la valora así en su dimensión poética:

«Esta poetisa dominicana, que habría sido la admiración y el orgullo de cualquiera sociedad antigua, (porque las sociedades antiguas aprecian más y saben apreciar mejor que las nuevas a los cultivadores de la poesía y de las artes).

[…]

Parece que desde temprano empezó a cultivar su talento poético, pues ya de años atrás lo revela en su composición a la Patria, uno de los poemas cortos más vibrantes de la lira contemporánea en nuestra América. […] Pero, dicha sea la verdad, la poesía de esta poetisa no es de las que gusta al vulgo. Lenguaje severo, tono elevado, sentimientos profundos; y ninguna de estas cualidades son accesibles al vulgo en parte alguna.

Las poesías de Salomé Ureña de Henríquez son todas del género lírico y de carácter eminentemente subjetivo; pero como el sujeto es una entidad de primer orden en cuanto dice relación a sentimientos nobles y a ideas generosas, la tarea de la poetisa dominicana abarca todos los tonos: el familiar, cuando hablan en ella los sentimientos de familia; el elevado, cuando hablan los nobles impulsos y deseos de la educadora; y el tono de la indignación y del entusiasmo, cuando hablan ideas, sentimientos y aspiraciones patrióticas.

Indudablemente, lo más grande que hay en la poetisa dominicana es la fibra patriótica. Cuando se conozcan en América los cantos patrióticos de Salomé Ureña de Henríquez, no habrá nadie que les niegue la superioridad que tienen entre cualesquiera otros de la misma especie en nuestra América.

Algunas composiciones consagradas por ella a la educación de la mujer, compiten con sus poesías patrióticas en alteza de miras y en nobleza de expresión. Aunque no muchas, estas composiciones son muy notables y dignas de coleccionarse.

Los tributos poéticos de Salomé Ureña de Henríquez a los afectos, a los seres queridos, al hogar, a su digno esposo y a sus hijos, forman una serie de composiciones extraordinariamente subjetivas, pues todas juntas sugieren la certidumbre de que la poetisa era además una mujer; no hay ninguna de ellas que no sugiera algún sentimiento delicado, alguna recóndita sonrisa de complacencia, algún noble estímulo para la vida, alguna de esas tristezas reconfortantes que sirven de séquito, y a veces de ovación, al mérito moral e intelectual desconocido». (3)    Los restos de Salomé Ureña de Henríquez descansan, desde el 21 de octubre de 1988, en el Panteón de la Patria, en la misma cripta donde reposan los restos de su amado hijo Pedro Henríquez Ureña.

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(1) En: Silveria R. de Rodríquez Demorizi. Salomé Ureña de Henríquez (Buenos Aires, Argentina: Microforma, 1944), p. 6.

(2) Sobre el hijo mayor de Salomé publicamos un estudio biográfico: Francisco Noel, el primogénito de Salomé Ureña de Henríquez (Santo Domingo: Centro Dominicano de Investigaciones Bibliográficas, 2017, 100 p.). Casi toda su vida transcurriría en la isla de Cuba, donde fue un connotado hombre de leyes, experto en materia de seguros. Su nacimiento fue motivo para Salomé escribir su poema «En el nacimiento de mi primogénito».

(3) Eugenio María de Hostos. «Salomé Ureña de Henríquez», en su obra póstuma: Meditando. París, Francia: Sociedad de Ediciones Literarias y Artística, Librería Paul Ollendorff, 1909. Pp. 223-230. Ese texto en torno a la que fuera su gran amiga y ferviente seguidora fue originalmente publicado en el número 128 de la revista Letras y Ciencias (Santo Domingo) el 2 de septiembre de 1897.

(http://primicias.com.do/?p=40205). 21 de octubre de 2020)  

 

El legado de monseñor Adolfo A. Nouel

Por Jacqueline Pimentel Pérez

El legado sociocultural de monseñor Nouel

Consideramos que, por múltiples razones, las cuales trataremos de destacar en este trabajo, monseñor Nouel ha dejado una huella importante en la historia sociopolítica y cultural dominicana que precisa una revalorización puntual.

Adolfo Alejandro Nouel y Bobadilla fue un connotado ministro de la iglesia dominicana y aguzado intelectual que desarrolló su accionar religioso, social y políticoa favor de nuestro país, desde finales del siglo XIX y los principios del siglo XX. Nació en Santo Domingo, el 12 de diciembre de 1862, cuarto de diez hijos del político Carlos Nouel Pierret y Clemencia Antonia Bobadilla DesnierD´Olbreuse, nació en la calle Plateros (hoy Arzobispo Meriño).

Educación y labor sacerdotal

Comenzó sus estudios en el Colegio de Santo Domingo, y dado que estaba inclinado al estado clerical, a los once años recibió la primera tonsura (20 de diciembre de 1873).Luego, estudió en el seminario dela capital dominicana donde fue discípulo del arzobispo Meriño. Dos años después, por deseo de su padre, viajó a Roma para estudiar en el Pontificio Colegio Pío Latino Americano, donde se preparaban los candidatos al episcopado. En Italia sobresalió en el Pontificio Colegio como uno de los estudiantes más brillantes. En 1883 recibió un doctorado en Filosofía y en Teología por la Universidad Gregoriana. En 1885, acompañado por Monseñor Meriño volvió a Santo Domingo y recibió la Orden Sagrada del Sacerdocio en la Catedral de Santo Domingo, el 19 de diciembre de ese año. En 1888, fue nombrado sacerdote de la parroquia de San Juan de la Maguana. En 1890, fungió como sacerdote de la parroquia de la catedral de Santo Domingo y vice-chancellor del seminario Conciliar de Santo Tomás de Aquino. En este seminario enseñó filosofía, latín y Teología. Más adelante, fue sacerdote de la parroquia de El Seibo, San Juan de la Maguana y finalmente de la parroquia en La Vega.

En esas localidades dejaría una huella significativa, no solo por su labor apostólica también como ciudadano ejemplar y motivado por el bienestar de su pueblo, a saber:

iglesias, escuelas, formación de asociaciones comunitarias(con marcada orientación religiosa y social), diseminó por esos lares sus dotes de orador convincente y elegante, así como otros aportes que dan cuenta de su preocupación socioeducativa, a la par que religiosa, según consta en obras como la del padre José Luis Sáez y la del fundador y director de la Academia Dominicana de Genealogía y Heráldica, el ingeniero Luis José Prieto Nouel, descendiente directo de monseñor Nouel, entre otras obras consultadas.

A propuesta del arzobispo Fernando A. de Meriño, el 8 de octubre de 1904, Su Santidad el Papa San Pío X le designó Arzobispo titular de Metymna y Coadjutor de Santo Domingo con derecho a sucesión, recibiendo el 16 de octubre del mismo año la consagración episcopal de manos del Cardenal Rafael Merry del Val. A la muerte de monseñor Meriño, en agosto de 1906, asume el gobierno de la archidiócesis, responsabilidad que compartiría con la Presidencia provisional de la República (1912-1913), y el ejercicio del cargo de Delegado Apostólico en Cuba y Puerto Rico (1913-1915). Una nota sui generis, curiosa circunstancia, se dio en la vida de monseñor Nouel, ya que su padre tras desempeñar importantes cargos públicos, entre ellos Ministro de Justicia e Instrucción Pública siendo presidente Ignacio María González, enviudó en 1876 y pronto abrazó la vida religiosa. Carlos Nouel Pierret fue ordenado presbítero en 1884. De manera que, en cierto período, ambos, padre e hijo coincidieron ejerciendo cargos pastorales en la misma ciudad, Don Carlos como párroco de la Catedral y el hijo como arzobispo. Introdujo en el país las órdenes de los Capuchinos Agustinos, Recoletos, así como las monjas Mercedarias y Franciscanas. También inició el edificio de una iglesia en la ciudad de La Vega, entre otras que prohijó en los lugares citados anteriormente, pero ésta no solo lo agradeció, sino que le acogió como “hijo adoptado”. En 1903, lo eligieron diputado en el fracasado Congreso Constituyente en esa misma provincia de La Vega, donde también ejerció en dos oportunidades como presidente del Ayuntamiento (1898-1899, 1902-1903).

Tras 25 años de ocupar el arzobispado de Santo Domingo, monseñor Nouel renuncia al cargo, mediante carta dirigida al Papa Pio XI, e1 19 de marzo de 1931, dimisión que se hizo realmente efectiva sólo en 1935 con el nombramiento de un nuevo arzobispo, monseñor Ricardo Pittini Piussi (11 de octubre de 1935 – 10 de diciembre de 1961).

Monseñor Nouel, en su carta dirigida a Pío XI, justificaba su renuncia al arzobispado a causa del dilatado periodo que llevaba al frente de la iglesia dominicana, el peso de los años y su delicado estado de salud. “Tan sólo pido humildemente –decía- que tengáis en cuenta mi reconocido estado de pobreza para que se me conceda una conveniente dotación que asegure mi congrua sustentación durante el corto tiempo de vida que el Señor quiera concederme todavía sobre la tierra” (7). Esta petición es una prueba fehaciente de la frugalidad y honradez que distinguió a monseñor Nouel, quien en sus años vigorosos ocupó prestantes cargos en el ámbito apostólico y político de la nación, y podía prevalerse de las más apreciadas distinciones, pero no se lucró de sus posiciones. En efecto, a lo largo de su dilatada vida, Adolfo Alejandro Nouel y Bobadilla recibiría numerosas distinciones honoríficas, destacando las de Conde Romano y Asistente al Solio Pontificio, nombramientos efectuados en 1914 por el Papa Benedicto XV, que ya hemos citado antes. Estaba, además, en posesión, entre otras, de las siguientes condecoraciones: Gran Cruz de la Orden del Santo Sepulcro de Jerusalén, Gran Cruz de la Orden de San Lázaro de Jerusalén, Comendador de la Orden de Juan Pablo Duarte, Comendador de la Corona de Italia, Oficial de la Legión de Honor, Pastor de la Arcadia de Roma, y Gran Placa de la Cruz Roja Española. El 16 de enero de 1922, el Cabildo de Santo Domingo le confirió el título de “Hijo Preclaro de la Ciudad de Santo Domingo de Guzmán” y dio el nombre de Arzobispo Nouel a la antigua calle Santo Tomás. Por su parte, el Congreso Nacional, el 29 de abril de 1936, dio el nombre de “Monseñor Nouel” a la villa de Bonao, y el 3 de agosto de 1982 la misma institución creaba la octava provincia nacional con el nombre de “Monseñor Nouel” (8).

 

El ambiente sociohistórico, cultural y psicológico de la sociedad 

Ahora bien, conviene contextualizar el convulso escenario nacional en el cual se desenvolvió monseñor Nouel, tanto en lo relativo a su labor consagrada de sacerdote como en la de ente social -consciente de su rol patriótico e histórico- que le impulsó a afrontar con gallardía las diferentes circunstancias de la época. Éstas se caracterizaron, precisamente, por la ya citada inestabilidad social, política y económica que atravesaba el país desde finales del XIX y principios del XX; muchos de esos eventos habían sido sorteados con arrojo y coraje por Monseñor Meriño, su protector y predecesor al frente del arzobispado, y, luego, del solio presidencial que ambos ocuparon como signo inequívoco del compromiso o responsabilidad social que marcó la vida de estos ilustres jerarcas de la iglesia. Pero, la personalidad de Nouel era más sosegada, conciliadora y academicista, afirma Joaquín Balaguer en su Historia de la Literatura dominicana donde figura como uno de los connotados oradores del período que estudiamos, por ende, es precisoresponder dos preguntas: ¿Cuáles eran sus angustias personales, como pastor de la grey católica y como ciudadano dominicano? ¿Cuál era su concepción de identidad dominicana?

Al parecer, le acompañaron los pesares de quien ve el horizonte empañado por las malas artes de los iracundos o ególatras que solo buscan su bienestar, en menoscabo del bien común; por suerte, junto a monseñor Nouel otros prohombres y mujeres de su época también hicieron lo posible por enfilar nuestra nación por derroteros que permitieran el desarrollo integral de los dominicanos, es decir, de quienes tenían amor por este terruño como el caso de Salomé Ureña, gran renovadora de la educación junto Eugenio María de Hostos, el gran antillanista caribeño radicado en nuestro país por esa época.

Las posturas asumidas por Nouel ante las diversas situaciones que se le presentaron revelan que las acometió, tomando en cuenta diferentes aspectos, pero, dijo Ortega y Gasset, “el hombre es él y sus circunstancias”, en ocasiones, la desazón e impotencia ante la malicia o el tigueraje (diría yo) de muchos, le avasalló como dice Balaguer en la ya citada Historia de la literatura dominicana.

Era difícil la situación nacional de aquellos años, por un lado, exhibía una estructura social de hombres y mujeres ocupados en trabajar tierras sin dueños, una masa empobrecida y con escasa formación educativa, según señalan varios de los autores consignados por Cassá en su libro Pensadores Decimonónicos; por otro lado, estaba la naciente burguesía dominicana, conformada por sujetos que exhibían un espíritu acorde con la ideología del naciente capitalismo salvaje capaz de apoderarse de todo a cualquier costo. En definitiva, se tiene a un grupo que vive de la tierra para comer, y otro con mentalidad del valor que tiene la propiedad privada, escenario que explica la inestabilidad meridiana que reinó en el país durante casi toda la segunda mitad del siglo XIX, infestada por grupos o bandas que provocaban constantes revueltas y otros que vivían en rudimentario libertinaje, según refieren numerosos pensadores, músicos y escritores de ese período. Esta inestabilidad y debilidades institucionales derivaron en situaciones que se propagaron en el país y sirvieron de caldo de cultivo para que grupos arteros dominicanos facilitaran la intervención norteamericana en la República Dominicana. Dicha intervención se verificó en dos fases, la primera, un tanto burocrática 1905-1907, pues los yanquis ocuparon nuestras aduanas, dado que impusieron la llamada Convención Harding, acuerdo económico con el objetivo del naciente imperio neocolonialista cobrar los préstamos que le habían otorgado al gobierno de Lilís, debido a que, a principios del siglo XX la economía dominicana era un fracaso, factor que también sirvió de argumento para la intromisión extranjera en los asuntos patrios.

A la sazón, Horacio Vásquez ocupaba de modo provisional la presidencia de la República, las negociaciones con Norteamérica se realizaban a través del ministro de relaciones exteriores Emiliano Tejera, quien formó parte de la Convención del año 1907, donde el país se comprometía a no firmar acuerdos con Europa a cambio de la resolución de los problemas económicos.

Si embargo, los términos de este tratado no fueron suficientes para el águila del norte, pues, en el año 1916, los Estados Unidos ocuparon militarmente el país, focalizándose en renglones administrativos y económicos; este accionar provocó cambios sociales y culturales que se concretizaron en las frecuentes protestas publicadas por parte de  intelectuales y personalidades criollas, así como el surgimiento de movimientos sociales y patrióticos de carácter rural  como el milenarista Olivorio Mateo en el Sur del país y los denominados Gavilleros del Este, cuyas tácticas de guerra de guerrillas mantuvieron en zozobra a las tropas invasoras durante muchos años.

Esa tensa situación cundió por todo el país, especialmente en la región Este, hasta que en 1922 un grupo gavillero se rinde y firman un pacto de cese a las hostilidades, gracias al efectivo trabajo de un despiadado soldado de la Guardia Civil llamado Rafael Leónidas Trujillo, quien se encargó de que muchos de estos revolucionarios fueran apresados, torturados, condenados o martirizados hasta la muerte; empero, otras figuras emblemáticas de los gavilleros como Gregorio Urbano Gilbert o Cayo Báez lograron milagrosamente librarse de la muerte a manos de las tropas invasoras.

A pesar de la notoria debilidad institucional de la República Dominicana, el sentido de nación, de patria y los valores humanos que se fueron conformando a lo largo de su historia social, los valores subyacentes de los hombres y mujeres se fueron convirtiendo en práctica social a favor de la colectividad. Podríamos decir que, con la intervención norteamericana a la República Dominicana, se vivió una transgresión cultural, política y económica. Resultado de la práctica imperialista y expansionista en América cuya única intención era mostrar poderío y someter a los ciudadanos, según afirmara Roberto Cassá en una de las clases del Doctorado en Humanidades de la UASD, y agregó, “nuestra nación vivió una verdadera dictadura, pues quien se opusiera o manifestara en contra era perseguido y muchas veces apresado o torturado hasta morir, como les ocurrió a numerosos pobladores humildes, mujeres y hombres que cayeron ante sus verdugos”.

Ahora bien, ¿por qué solo se proscribió y menospreció con saña a los gavilleros del Este, a Olivorio Mateo, en San Juan de la Maguana, si hubo ilustres personalidades que también protestaron ante la incursión gringa?

Según algunos autores que han estudiado la conformación identitaria dominicana, entre estos la Dra. Josefina Zaiter, el accionar de grupos como los gavilleros u Olivorio Mateo han sido considerados y fueron tratados como malhechores, fueron empujados a actuar cuales bandidos sociales vengadores si hacemos referencia a la tipología que establece el filósofo inglés Eric Hosbawm en su obra Bandidos. Sin embargo, nuestros gavilleros y olivoristas eran patriotas auténticamente criollos, pero, muy pobres y  considero que es sino que les estigmatiza.

Nuestros irredentos fueron perseguidos y acusados injustamente al luchar por recuperar lo suyo, ya que su manera de defenderse les colocaba en el interregno de la ilegalidad, según las clases dominantes y esta conducta les incriminaba a los ojos del común social; su forma de protestar, el arrebato a machetazos  o desafiante desobediencia civil para exigir aquello que le habían robado, “tomar a la brigandina” los bienes que permitieran su sobrevivencia y la de sus familiares, así como reconocerse parte de un conglomerado social importante dentro del proceso de conformación de la identidad nacional, reconocimiento identitario que se expresaría diferente por parte de diversos actores ilustres de la burguesía criolla-en este proceso histórico-, quienes divulgaron publicaciones de rechazo aquí y en el extranjero.

Las comunidades depauperadas, la mayoría de la población de aquel período, tuvieron difícil la lucha por su “ethos”, pues la misma doctora Záiter nos recuerda que la nación dominicana tuvo que agotar una serie de situaciones que fueron determinantes tanto en los aspectos subjetivos como objetivos: 1. Las tensiones en torno a las relaciones dominico-haitianas (nuestra independencia). 2. La estrecha relación con las disposiciones hacia el pueblo haitiano (evidente durante la Restauración, pues el vecino país sirvió de base operaciones). 3. La situación de dependencia hacia los Estados Unidos de Norteamérica, cuya vigencia revela que aún no se ha superado la secuela neocolonial. 4. Ausencia de una integración amplia entre los sectores mayoritarios y populares que enfatice lo nacional. 5. El problema de no consolidación y fragilidad de las instituciones sociales, la existencia de conflictos en lo político y en el ejercicio del poder. 6. Y, la situación de crisis económica por la que atraviesa la sociedad dominicana (Zaiter, p. 91-92).

Estas precisiones eran más crudas en esa época, pues, los primeros años del siglo XX fueron muy agitados en República Dominicana, desangrándose la ciudadanía entre los seguidores de los caudillos jimenistas y horacistas. En medio de continuos desórdenes y revueltas, recordemos que el gobierno de los Estados Unidos, que había logrado en 1907 el derecho de intervenir las aduanas para garantizar el pago de la deuda externa, presionó hasta obtener el 26 de noviembre de 1912 la renuncia del presidente Alfredo Victoria.

Ya el 1 de diciembre de 1912, el Congreso Nacional eligió a Monseñor Adolfo Alejandro Nouel y Bobadilla como Presidente Provisional con el mandatode organizar unas elecciones libres antes de un año. Algunas fuentes históricas señalan que, pese a sus eminentes dotes negociadoras y que se logró convocar a elecciones, Monseñor Nouel, observando el desorden que reinaba, presenta su renuncia el 13 de abril de 1913, tras cuatro meses y trece días de efímera presidencia. Aunque hay discrepancia entre algunas fuentes que indican que su renuncia estaba fundamentada en el hecho de haber cumplido su cometido: establecer cierto orden y convocar a elecciones, otras fuentes, empero, destacan que monseñor se sentía cansado y dolido por la falta de apoyo o quizás porque se le estaba exigiendo ir en contra de sus principios, tal como declaraba en su carta de dimisión que abordaremos, de nuevo, más adelante.

El país quedaría durante 15 días sin que se ocupase la más alta magistratura de la nación, debido a las fuertes divisiones políticas. Finalmente, fue elegido un independiente, el senador José Bordas Valdez, quien tampoco fue capaz de controlar la situación de crisis que se vivía se sucedieron otros cuatro efímeros gobiernos.

El 3 de julio de 1916, escasas semanas antes de la ocupación, Monseñor Nouel había hecho pública una declaración oficial en la que justificaba su negativa a aceptar la propuesta efectuada desde el Congreso y el Senado para que asumiera, de nuevo, la presidencia del país (3).

Lamentablemente, la situación de caos que imperaba en el país propició la ocupación militar norteamericana, el 24 de julio del 1916, que habría de durar hasta 1924.  Invasión yanqui que encontró a monseñor Nouel en viajes de salud por Europa, pero regresó en cuanto pudo y remitió una carta a los dirigentes invasores para protestar ante tan oprobiosa medida. Durante las intromisiones de Norteamérica, 1905/7 y 1916-24, la República Dominicana se ha visto involucrada en distintos escenarios históricos que la fueron empujando hacia la idea de conformación de un ideal nacionalista.

El diccionario etimológico define transculturación como expresión formada con raíces latinas y que significa «que pasa de una cultura a otra».

Sus componentes léxicos son: el prefijo trans- (de un lado a otro), colere (cultivar), -ura (sufijo que indica resultado), más el sufijo -al (relativo a). De manera que, a la luz de las intervenciones norteamericanas este concepto no se asumió cabalmente en nuestro país, la imposición extranjera quedómarcada en lo económico y político. Es decir, no hubo un abandono de los valores culturales, quizás porque el objetivo fundamental de los yanquis se concentró en los aspectos señalados, evitando que la República Dominicana incurriera en nuevas deudas (con Europa, por ejemplo) y no pudiera saldar la que tenía con EEUU. Por lo tanto, las intervenciones norteamericanas al país, más que diseccionar la cultura dominicana, la consolida, tal como se puede leer en la variada y numerosa divulgación de obras literarias y la prensa nacional de la época donde publicaron las plumas más ilustres de ese período donde predominó lo nacional.

Como ya hemos visto antes, con los movimientos sociales- ejemplo, los gavilleros-constituyen una muestra del nacionalismo imperante en la mayoría de la población dominicana. Reclamos potenciados al máximo por renombrados intelectuales y personalidades dominicanas, quienes se manifestaron en defensa de la soberanía, a saber: el arzobispo monseñor Adolfo Nouel, Francisco Henríquez y Carvajal, Pedro Henríquez Ureña, Federico García Godoy, Juan Vicente Flores, Federico Velásquez, Emiliano Tejera, José Ramón López, Rafael Justino Castillo, Luis C. del Castillo y Américo Lugo, quien junto a otros se asocia en la cultural Unión Nacional Dominicana, éste también funda el Partido Nacionalista, en 1924.También se manifiestan las sufragistas, con Abigaíl Mejía. Es decir, nuestra idiosincrasia se iba acrisolando y muchos sectores se unen frente al invasor, ya que tanto los intelectuales como los campesinos veían en ese gringo invasor la otredad que subsumía su propia identidad, pues tal como señala el mexicano Gilberto Giménez, (2005) en su artículo “La cultura como identidad y la identidad como cultura”:“(…) En efecto, si miramos con un poco de detenimiento a nuestro alrededor, nos damos cuenta de que estamos sumergidos en un mar de significados, imágenes y símbolos…”.

El sentimiento de identidad nacional es evidente en el testimonio del ilustre intelectual Juan Vicente Flores, autor de “Escritos desde aquí y desde allá” y de “Lilí: El sanguinario machetero dominicano” recogido en el libro de Roberto Cassá Pensadores Decimonónicos: “Tan pronto como recibió noticias del desembarco de la Infantería de Marina a mediados de mayo de 1916 redactó a la carrera un manifiesto de protesta, uno de sus últimos documentos conocidos. Lo tituló “Protesta”, fechado el 30 de mayo de 1916, y lo hizo circular en hoja suelta, como todavía se estilaba”. (p. 395)

Ahora bien, lo que sucedió desde 1916 hasta 1924, en la República Dominicanafueron diferentes eventos de autoafirmación identitaria, pues hubo una muestra constante de fuerza y de valentía de parte de los dominicanos para mantener su cultura, sentir palpable también en la prensa, cartas y discursos de la época.

Cabe resaltar aquí, además de partidos políticos y asociaciones culturales, dos grupos literarios que significaron la ruptura de la literatura criolla tradicional hacia lo moderno, hacia lo auténticamente nacional: el Vedrinismo de Vigil Díaz y el Postumismo de Domingo Moreno Jimenes, respectivamente. Los planteamientos estéticos de estas tendencias literarias insuflaron no solo savia nueva a las letras nacionales, sino también auscultar en las potencialidades internas que posibilitaba la realidad dominicana de esa época a través de la literatura y el libre pensamiento. Si bien estos impulsores no tenían pretensiones políticas ante los acontecimientos de la época, si se opusieron con su praxis a las relaciones de fuerza del imperio, aprehendieron que en la vida se requiere de un orden y apego a las leyes para vivir en sociedad. Tal como lo plantea Pedro Henríquez Ureña en su obra Seis ensayos en busca de nuestra expresión: “Había sido costumbre, al juzgar a los Estados Unidos, censurar aspectos parciales de su existencia nacional, esperando que el tiempo los corrigiera. Ahora cambia la actitud: se discute el conjunto de aquella civilización, su significado y su valor. (…) El mercantilismo, la absorbente preocupación de la riqueza, se encuentra en sociedades del ayer o del presente: el problema está en por qué la vida en los Estados Unidos descontenta, más que ninguna, a hombres y mujeres de espíritu, a pesar de las maravillas de su industria, a pesar de la hostilidad común y la bondad fácil…” (p. 75).

Aunque el carácter insular de la República Dominicana hace que, en la actualidad, sus ciudadanos valoren los fenómenos exógenos, la invasión yanqui del 1916 impulsó a que la población acunara y protegiera su acervo cultural cual caparazón protector ante cualquier amenaza extranjera. La mayoría de los dominicanos, pues, trataron de consolidar y afianzar su raigambre cultural, especialmente, el rasgo más difícil de conculcar: su identidad nacional. Por supuesto, hubo quienes se dejarían seducir por elementos exógenos y se convertirían en cómplices de las tropas invasoras, pero, serían los menos, aunque letales como el caso de Rafael Leónidas Trujillo, en tanto miembro de la ya citada Guardia Nacional.

Es necesario aquí, esbozarla psicología social imperante en la época de la intervención. Sujetos despojados de sus derechos(la mayoría de la población), una relación social multicultural donde la mayoría era sometida por una élite dominante, se convierte en caldo de cultivo para actos de bandolerismo con acciones al margen de las leyes, una isla de todos y de nadie legitima tropelías; la relación con una fuerza exterior que llega para imponer cierto orden político y económico, induce a instalar en el imaginario del dominicano común cierta indefensión social (la misma impotencia que quizás padeció Nouel, en ocasiones). Este escenario, precedido de las múltiples revueltas e inestabilidad integral que padecieron los dominicanos a finales del S.XIX y principios del S.XX, propició que surgieran reacciones de sobrevivencia que serían catalogadas por el invasor y una parte de la burguesía criolla como “bandidaje o tigueraje”1, como el caso de los Gavilleros que ya citamos, vilmente despojados de sus bienes y criminalizados por reclamarlas con los únicos medios que poseían, su fuerza bruta.

En consecuencia, consideramos que esa invasión yanqui al país, significó una disputa entre la exoculturación y transculturación, que no afectó los valores identitarios de la colectividad de la población, ya que la mayoría de los ciudadanos desarrollaron una serie de estrategias de sobrevivencia que, quizás, todavía perviven en muchos sectores, por ejemplo: el “estar chivo” o desconfiar del extraño o del generoso en demasía; responder con evasivas, evitando comprometerse; valorar la limpieza, el hogar y el honor familiar; así como atesorar sus creencias religiosas, costumbres e idioma. La identidad dominicana se consolidacon relación a la otredad representada por el invasor yanqui, hay una autoafirmación de lo hispánico y caribeño.

En tal virtud, para esa época hubo un pulseo educativo/cultural entre los seguidores hostosianos (tildados de anticlericales y pro yanqui, falacia que el académico Rafael Justino Castillo desmontó en enjundiosos y liberales artículos periodísticos)y quienes propugnaban por una educación apegada a la tradición con raíces hispánicas y clericales, es decir, esta última significaba la defensa de la idiosincrasia dominicana,por oposición a la cultura invasora.

Aproximadamente, desde el año 1902 la lucha por el poder en la República Dominicana se orquestó entre los partidarios de Horacio Vázquez y Juan Isidro Jiménez, en este período se sucedieron gobiernos de tendencia liberal que no consiguieron dotar de estabilidad política al país. Tras el asesinato del presidente Cáceres, en 1911, los «jimenistas» colocaron en la presidencia a Eladio Victoria y un año más tarde el arzobispo Nouel fue designado para sustituirle en el Palacio Nacional.

Recordemos que, entre el 30 de noviembre y 1 de diciembre de 1912, monseñor Nouel se convirtió en el primer presidente provisional de la República Dominicana y el trigésimo quinto presidente dominicano. Tenía la misión de organizar elecciones libres en un año. Sin embargo, algunas fuentes históricas -ya mencionadas- dan cuenta que se sintió deprimido y frustrado porque observó que seguía la crisis interna en el país, pese a sus esfuerzos, situación que aprovecharon los Estados Unidos para intervenir en los asuntos internos de la República Dominicana.

No obstante, se mantuvo al frente junto a su gabinete, integrado: Ministro de Interior y Policía, Lic. Andrés J. Montolío y Lic. José M. Nouel; Ministro de Justicia e Instrucción Pública, Lic. Manuel de Jesús Viñas y Lic. Andrés J. Montolío; Ministro de Relaciones Exteriores, Dr. Arturo Grullón, Lic. Francisco Leonte Vásquez y Lic. Elías Brache hijo; Ministro de Hacienda y Comercio, Eduardo Ricart, Arturo Grullón (interino) y Eduardo Soler; Ministro de Guerra y Marina, Lic. Elías Brache Hijo, Arturo Grullón (interino), Jaime Mota y José M. Nouel (interino); Ministro de Fomento y Comunicaciones, José Manuel Jimenes y General Casimiro N. de Moya: y Ministro de Agricultura e Inmigración, Samuel de Moya, Emilio Tejera Bonetti y Enrique Montes de Oca.

Dejó el cargo el 13 de abril de 1913, al considerar que había cumplido su misión de ofrecer, un clima que permitiera la viabilización de algunas actividades democráticas como las elecciones. “Comprendo que por la Patria debemos sacrificar todos nuestros intereses, pero ni ella ni nadie tiene derecho a exigirnos el sacrificio de nuestra dignidad y de nuestra conciencia. Mientras procedéis a la elección del ciudadano que debe reemplazarme, pido a la divina providencia que os dé acierto en vuestra elección, y os suplico aceptar sentimientos de mi respeto»2.

El mandato del prelado terminó, por expreso acuerdo de monseñor y las demás fuerzas político/sociales, luego, se eligió a José Bordas como presidente.

Su rectitud y patriotismo le conminó a rechazar ofertas de los yanquis para paliar la crisis económica dominicana que, en su calidad de presidente tuvo que enfrentar, incluso, empleados públicos no devengaron sus sueldos durante meses. También recibió numerosas presiones de diferentes sectores de la sociedad dominicana, por ejemplo, los jimenistas y horacistas ejercían presión contra el presidente Nouel con el propósito de que le cediera posiciones de importancia en la administración pública. Los jimenistas liderados por Desiderio Arias controlaban la Línea Noroeste, así como las provincias de La Vega y Santiago.

Monseñor Adolfo A. Nouel y Bobadilla fue un fiel exponente del intelectual y ciudadano de su época, típico personaje renacentista al decir de Joaquín Balaguer, pues asumió múltiples responsabilidades, además de las  religiosas, trató de encarar y revertir las adversidades imperantes en la sociedad dominicana de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, ya que cumplió diversos roles sociales: arzobispo, orador destacado, ciudadano y miembro de familia ejemplar, virtudes en la que destaca poner el bienestar de la patria por encima de sus intereses particulares, pues, recordemos que a contrapelo de su carácter conciliador y academicista, asumió la presidencia de la República Dominicana para estabilizar el caos político/social imperantes, garantizando con su desprendida labor la convocatoria a elecciones.

Años después, continuó ejerciendo su rol patriótico a raíz de la invasión norteamericana, de 1916, la cual repudió enérgicamente en una carta que remitió a los jefes de las huestes yanquis. Dicha invasión significó más inestabilidad y agitación social en el país, por lo que monseñor se concentró en su labor apostólica sin descuidar sus aportes a favor del desarrollo cultural de su querida patria, según consigna el padre Sáez, Nouel enviaba al jefe de gobierno de turno numerosas cartas solicitando lo que por derecho pertenecía a la iglesia o a los feligreses. Esto, en medio de una sociedad que se debatía entre el apego a los valores tradicionales y los aires de la modernidad: un grupo tenía perfume francés-ejemplo, el Vedrinismo- y el otro, olor a jazmín y azahares de raigambre castiza, opuestos al imperialismo yanqui, el segundo, empero, era conservador. Nouel era una patriota consciente de su rol ciudadano, al tiempo que era un claro defensor del legado hispánico que consideraba medular en nuestra conformación identitaria nacional. Ese espíritu hispanista le impulsaba a enjuiciar como un desatino la imposición yanqui en nuestro país, de ahí que trabaja en pos de revertir o atajar atisbos de influencia yanqui a nivel cultural y lingüístico, se empeña en el mantenimiento de los valores religiosos predicados por la iglesia católica. Según consigna el Dr. D. Francisco Manuel de las Heras y Borrero en un artículo, publicado en el sitio “Doce linajes de Soria”, afirma que: “Durante su etapa presidencial, Monseñor Nouel se destacó por su aprecio a España. Afecto que manifestó, por ejemplo, al ofrecer un simbólico regalo, cargado de honda significación histórica, el cual fue entregado cuando ya había concluido su breve mandato presidencial”.

“Alojado en el exclusivo Hotel Palace de Madrid, el Enviado Especial y Ministro Plenipotenciario del Gobierno Dominicano, Julio M. Cestero, informaba, el 15 de mayo de 1915, al Secretario de Estado de Relaciones Exteriores, que había presentado por intermedio de la mayordomía de Palacio a S.M. el Rey Don Alfonso XIII la caja de caoba, hecha con madera de la puerta mayor de la Iglesia de San Nicolás, y los azulejos y clavos de la misma procedencia, en cumplimiento de lo dispuesto por S.S. Ilma. Monseñor Adolfo A. Nouel, Arzobispo de la Primada, cuando ejerció interinamente la Presidencia”3.

El regalo de Monseñor Nouel era una “expresión de los vínculos históricos y de los sentimientos que unen a la antigua Española con la Nación Progenitora”, según consta en el oficio que acompañaba al obsequio. El Rey Alfonso XIII, enseguida, hizo saber a monseñor Nouel y al Gobierno Dominicano “cuanto aprecia su delicado y artístico regalo, expresión patente de los vínculos históricos y de los afectuosos lazos de sincero sentimiento que unen a las dos naciones” (comunicación de Cestero de 15 de mayo de 1915 al Secretario de Estado de Relaciones Exteriores)”4.

Esa sería solo una muestra tangible del acuciante hispanismo que animaba a monseñor Nouel, patente también en otra iniciativa suya que se concretizó el 12 de octubre de 1927, cuando, junto a doce connotados intelectuales dominicanos funda en nuestro país una filial de la Real Academia Española (RAE).

A partir de esa fecha, comenzó a funcionar la Academia Dominicana de la Lengua, entidad encargada de estudiar y fomentar el conocimiento, dominio, cultivo y difusión de nuestro acervo cultural más preciado: el idioma español, así como de las obras producidas bajo su impronta lingüística. Fue el Dr. Nouel y Bobadilla, su primer presidente, ocupó el Sillón A durante 10 años. Además, fue fundador y Miembro de Número de la Academia Dominicana de la Historia (Sillón B), desde el 16 de agosto de 1931. Era Miembro Correspondiente de la Real Academia Española, desde 1932.

Otros miembros fundadores de la Academia Dominicana de la Lengua fueron, a saber: Alejandro Wos y Gil, quien fungió como vicepresidente de la primera junta directiva; Federico Llaverías, secretario; Cayetano Armando Rodríguez, Manuel A. Patín Maceo, quien escribiría uno de los primeros diccionarios del español dominicano; Rafael Justino Castillo, gran defensor de monseñor Nouel y de la patria; Manuel de Jesús Troncoso de la Concha, Andrés Julio Montolío, Félix María Nolasco, Alcides García Lluberes, Bienvenido García Gautier y Arístides García Mella.

La profusa labor apostólica, cultural y de mediador que monseñor Nouel desarrolló en la República consta en algunas publicaciones, según registra el portal de la Academia Dominicana de la Historia, cito: Colección de Trabajos, Conferencias y Discursos Literarios, Políticos y Exegéticos (1910); Exhortación Pastoral del Excmo. Iltmo. y Rvdo. Señor Arzobispo de Santo Domingo, Primado de América (1916); Manual para Uso de los Párrocos y de los Clérigos en la Arquidiócesis de Santo Domingo (1919); Carta Pastoral (1920); Coronación de Nuestra Señora de la Altagracia: Historia de su Aparición y de su Culto Importantes Documentos Relativos al Estado Actual de Santo Domingo, 1920 (1920); Ordo Divini Officii Recitandi Missaeque Celebrandae ad Usum Archidiocesis S. Dominici (1925).

Según Balaguer: “(…) de la prosa del ilustre prelado fluye una gracia que nos atrae y que suple con ventaja la ausencia de que se advierte en ella de ritmo majestuoso y cantante; la que resulta de la armoniosa distribución de las cláusulas, de cierta unidad de acento que la caracteriza, de la suavidad con que sus párrafos rozan el oído (…) Sus oraciones más famosas y más justamente celebradas fueron: la que pronunció con motivo de la apoteosis del general Ramón Mella; la que dedicó a hacer la apología, el 20 de agosto de 1906, de su maestro monseñor de Meriño, y la que leyó en honor de Duvergé, con motivo del traslado de sus restos a la Capilla de los Inmortales en la Catedral Primada”5.

En los anexos de este trabajo consigno una muestra o fragmento de discurso y alocuciones suyas, que han sido recopilados por diversos autores que han ponderado su aporte a la nación dominicana y convendría divulgar más.

Según informaciones de algunos especialistas, existen otros textos que permanecen inéditos, como un libro de su padre titulado Historia Eclesiástica de la Arquidiócesis de Santo Domingo, el cual pretendía corregir, según se puede constatar en el portal cubano EcuRed.

Tal como señalé antes, en la sociedad dominicana de aquella época, existía una pugna entre los afectos a las influencias extranjera (afrancesados y/o pro yanqui) y quienes propugnaban por salvaguardar los valores patrios (de clara raigambre hispánica, por supuesto).

A mi juicio, en nuestra sociedad dominicana predomina la corriente hispanista, y monseñor Adolfo A. Nouel es uno de sus más señeros representantes, quizás sea quien haya dejado una impronta emblemática, indeleble y vigente como guardián del tesoro cultural más preciado y distintivo de nuestra identidad, la lengua española. El respaldo más fehaciente a esa concepción hispánica de nuestra idiosincrasia se concretiza y es patente, enla fundación de una academia correspondiente de la Real Academia Española en nuestro país, signo inequívoco de que la “Lengua es la Patria”, tal como reza el lema de la Academia Dominicana de la Lengua, fundada como hemos dicho, el 12 de octubre de 1927, en la ciudad de Santo Domingo, gracias a la iniciativa del ilustre prelado dominicano.

Jacqueline Pimentel

Santo Domingo, 1 de junio de 2020.

_______________

  1. Término que ya habían acuñado los haitianos durante la ocupación al país, la primera mitad del S.XIX, según refiere Lipe Collado, en su libro El tiguere dominicano. Editora Yelidá, Sto. Domingo, 2000. p
  1. Palabras textuales de monseñor Nouel, en su carta de renuncia a la presidencia de la república. Tomado de la obra de Juan Ventura. Presidentes, juntas, consejos, triunviratos y gabinetes de la República Dominica. 1844—1984. Santo Domingo, Publicaciones ONAP, 1985, Págs. 46 y 47.
  1. La Iglesia de San Nicolás, en aquella época en ruinas, había sido edificada bajo los auspicios del Comendador Ovando, en la Ciudad de Santo Domingo, entre 1504 a 1508.
  2. El Dr. D. Francisco Manuel de las Heras y Borrero, presidente de la Diputación de esta Casa Troncal de los Doce Linajes de Soria, originalmente dio a conocer este artículo en el número 25 de la revista «Atavis et Armis», órgano de comunicación del Gran Priorato de España de la Orden de San Lázaro y lo consigna tambiénLuis José Prieto Nouel en su estudio genealógico familiar.
  1. Balaguer, Joaquín. Historia de la Literatura Dominicana. N.A. Cap. XX, pág., 291-93.

 

BIBLIOGRAFÍA

  1. Bello Peguero, Dr. Rafael Pbro. Editor. Monseñor Adolfo Alejandro Nouel y Bobadilla (datos Eclesiásticos), pág. 54, contenido Ramón Emilio Jiménez. El Arzobispo Nouel. Apéndices, Selección: Mons. Dr. Rafael Bello Peguero. Serie Hombres de Iglesia, Santo Domingo.
  1. Cassá, Roberto. Pensadores Decimonónicos. Volumen CCCLIII, Archivo General de la Nación y Universidad Autónoma de Santo Domingo, Facultad de Humanidades. Santo Domingo, 2019.
  1. Henríquez Ureña, Pedro Seis ensayos en busca de nuestra expresión. Babel. Buenos Aires, 2006.
  1. Hombres de Iglesia, volumen II. Obispos, siglo XX. Adolfo Alejandro Nouel y Bobadilla y Luis Antonio de Mena Steinkopf. Santo Domingo, Editora Búho, Págs. 59 y 60 (Comisión Permanente de Efemérides Patrias).
  1. Giménez, Gilberto. “La cultura como identidad y la identidad como cultura”. Consejo Nacional de la Cultura y las Artes. México, 2005 – academia.edu.
  1. Rodríguez Demorizi, Emilio. Discursos históricos y literarios. Ciudad Trujillo, R. D., 1947, páginas 398 a las 401.
  1. Prieto Nouel, Luis José Américo. Arzobispo Adolfo Alejandro Nouel y Bobadilla y su familia. Investigación genealógica. Santo Domingo, Editora Taller, 1993, página 155.
  1. Sáez, Pbro. José Luis. “Cronología de una vida (1862—1937)”, contenida en la obra Documentos inéditos del arzobispo Adolfo Alejandro Nouel, tomo III. Santo Domingo, editora Búho, 2008, Págs. 239 al 272.
  1. Záiter M. Alba J. La identidad social y nacional en República Dominicana: un análisis psico-social. Editora taller, Santo Domingo, 2001.

 

CONSULTAS ELECTRÓNICAS

1.http://academiadominicanahistoria.org.do/wpcontent/uploads/2017/07/NouelBobadilla.pdf

2https://www.academia.edu/33296481/Resistencias_discursivas_de_intelectuales_de_Rep%C3%BAblica_Dominicana_durante_la_ocupaci%C3%B3n_estadounidense_de_1916-1924_nacionalismo_antiimperialismo_e_hispanismo.pdf?email_work_card=reading-history

3-https://acento.com.do/2017/opinion/8453488-trigesimo-quinto-presidente-rd-mons-dr-adolfo-alejandro-nouel-bobadilla/

4.Archivo General de la Nación, portal electrónico.

5-http://www.docelinajes.org/2011/10/monsenor-adolfo-alejandro-nouel-y-bobadilla-arzobispo-de-santo-domingo-presidente-de-la-republica-dominicana-y-caballero-de-la-orden-militar-y-hospitalaria-de-san-lazaro-de-jerusalen/

6-https://www.ecured.cu/Adolfo_Alejandro_Nouel_Bobadilla (portal cubano).

  1. https://rebelion.org/el-concepto-de-bandolerismo-social-en-eric-hobsbawm/

8.https://www.academia.edu/33296481/Resistencias_discursivas_de_intelectuales_de_Rep%C3%BAblica_Dominicana_durante_la_ocupaci%C3%B3n_estadounidense_de_19161924_nacionalismo_antiimperialismo_e_hispanismo.pdf?email_work_card=reading-history

9-http://www.mcnbiografias.com/app-bio/do/show?key=nouel-adolfo-alejandro

 

Otras consultas

  1. Balaguer, Joaquín. Historia de la Literatura Dominicana.
  2. Collado, Lipe. El tíguere dominicano: una aproximación a su cultura.
  3. López, José Ramón. Dos ensayos y artículos. Compendio. Fundación Corripio. 1991.
  4. Molina García, Pedro. Identidad y diferencia. Reproducción social y negación del otro. Gaceta de Antropología. Universidad de Almería, 1996. UNESCO.
  5. Las culturas del Caribe. Documento de la reunión de expertos sobre las culturas del Caribe. Santo Domingo, 1978. UNESCO.
  6. Introducción a la cultura africana en América Latina. París, 1979.
  7. Diccionario etimológico en línea.
  8. Sáez R, José Luis (Pbro.). “La Iglesia Católica dominicana ante la Ocupación Militar Norteamericana, 1916-1924”, CLIO, año 85, no. 191, revista Academia Dominicana de la Historia, Enero-junio de 2016.

 

Rafael Rodríguez-Ponga: «El nacimiento de un nuevo vocabulario, consecuencias lingüísticas de la pandemia»

Por Miguelina Medina 

 

En el marco de la obra Pandemia y Resiliencia: Aportaciones académicas en tiempo de crisis, el doctor Rafael Rodríguez-Ponga ha desarrollado el estudio “El nacimiento de un nuevo vocabulario: consecuencias lingüísticas de la pandemia”. Explica que “la nueva realidad ha llegado de golpe con numerosos países afectados por la expansión de un virus”. Dice que “es impresionante comprobar que las distintas lenguas han cambiado su vocabulario en tan solo unos meses”: “Recordemos que las palabras viral, virulento virulencia proceden de virus” –explica. “Parece redundante, pero estamos ante una dramática situación creada por la aparición de un virus de virulencia inesperada y difundido de forma viral” (p. 198).    

“Fenómenos lingüísticos”

Rodríguez-Ponga, intelectual español, lingüista y promotor cultural, explica que “los emisores de los mensajes han tenido que dar respuesta lingüística a las urgentes necesidades sociales”: “vemos que han procedido a incorporar neologismos prestados del inglés (covid), a popularizar palabras que estaban limitadas al lenguaje científico (coronavirus) o jurídico (confinamiento), a dar nuevos contenidos a palabras ya existentes (test, aforo), a generalizar siglas como nombres comunes (epi, erte) y a acuñar otros neologismos que utilizan los procedimientos habituales de derivación por sufijación (covídico, coronavírico), composición (coronacrisis) e incluso composición y sufijación a la vez (sologripista)”.

Dice que “este conjunto de fenómenos lingüísticos se ha producido en cuestión de semanas, de días”. Consigna que “el nuevo lenguaje covídico (NLC) ha recorrido el mundo entero” y que “la urgencia sanitaria se ha convertido en urgencia lingüística”.   “Los contagios patológicos se han unido a los contagios lingüísticos. La velocidad del virus ha estado unida a la velocidad de difusión de los conceptos y las palabras”, añade.

“Los cambios en el lenguaje”

“Distingamos entre lenguaje y lengua –explica–: lenguaje es la capacidad humana innata de comunicarnos, de hablar, oír y entender, mediante la palabra (el lenguaje humano); así como cada una de las formas especializadas de utilizar esa capacidad (v.g. lenguaje técnico, lenguaje científico…). Lengua o idioma es cada uno de los sistemas o conjuntos de signos lingüísticos, que desarrolla del lenguaje y que es propio de una comunidad”.   Señala que “los cambios en el lenguaje suceden –entre otras razones– como reflejo de la evolución de la sociedad” (p. 199).

Expresa que “en sociolingüística es aplicable la Teoría de catástrofes, que «concibe la realidad (en este caso lingüística) como algo estable, pero sujeto a cambios imprevistos y a discontinuidades» (Moreno Fernández, 2005, p. 118)”, y que “en estos momentos la innovación lingüística ha sido tan rápida y profunda que está afectando a hablantes de todo tipo”: “Los cambios producidos en nuestra realidad física y social, de forma tan abrupta (aparición del virus, pandemia, mortandad, confinamiento…) han hecho que tengamos que adaptarnos a la nueva realidad mediante nuevas formas lingüísticas”. Agrega que “la palabra y la realidad se unen y se incorporan a nuestra vida cotidiana, con distintas intensidades” (Rodríguez-Ponga, 1998).

 

Leamos los siguientes conceptos que en este sentido expone el autor:

  1. “Las palabras son signos lingüísticos compuestos de dos elementos: significante y significado: el significante es la forma acústica del signo, lo que decimos mediante la articulación de los órganos sonoros (boca, nariz, garganta), que puede trasladarse a la escritura. El significado es el contenido, el concepto, la idea que contiene ese signo, lo que quiere decir la palabra”. “Por tanto –explica– si una palabra adquiere un significado nuevo, estamos realmente ante un nuevo signo lingüístico”.
  2. “Los medios de comunicación social y las redes sociales han difundido con una rapidez asombrosa las creaciones léxicas y los nuevos contenidos, sin importar fronteras (Demoulin 2020, Pérez-Peña 2020)”.
  3. “Algunos de los nuevos signos han llegado a todo el ámbito lingüístico hispánico, pero otros han tenido una difusión reducida”.
  4. “En todo caso, como ha dicho Darío Villanueva, exdirector de la Real Academia Española, es «fundamental» adaptar el diccionario a la nueva realidad” (p. 200).

 

En España: “Los contenidos semánticos: de la calma a la guerra”

Rodríguez-Ponga expone que “en los dos primeros meses de 2020, tras la aparición de la nueva enfermedad, las autoridades españolas transmitían mensajes de tranquilidad y llamamientos a la calma”. Dice que “en la comparecencia de prensa, tras el Consejo Europeo extraordinario (Bruselas, 21 de febrero de 2020), el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez dijo (p. 201):

«Afortunadamente tenemos un sistema de salud pública en España extraordinario que está haciendo una labor básica, que es la de controlar, desde un punto de vista científico esta enfermedad, y también desde un punto de vista de comunicación trasladando garantías, certezas y tranquilidad a la opinión pública española».

Igualmente dice: “El 9 de marzo, dijo el Presidente del Gobierno: «Quiero lanzar un mensaje de unidad, de serenidad y de estabilidad». Al día siguiente, repetía las mismas palabras, tras el Consejo Europeo extraordinario sobre el coronavirus (La Moncloa, 10 de marzo de 2020):  «Quiero en consecuencia enviar por ello un mensaje de confianza a todos los españoles, al conjunto de la ciudadanía, un mensaje de unidad, de serenidad y de estabilidad […] Nos encontramos ante una emergencia sanitaria global que afecta ya a más de ciento un países y que requiere por tanto de una respuesta coordinada y multilateral»” (p. 202).

Luego de analizar todos los textos citados en las páginas 201 y 202, Rodríguez-Ponga explica: “Nótese que serenidad aparece ya en un contexto de emergencia. Días después, en la declaración institucional del Presidente del Gobierno anunciando el estado de alarma (La Moncloa, viernes 13 de marzo de 2020), el vocabulario había cambiado: «[…] Estamos solo en la primera fase de un combate contra el virus que libran todos los países del mundo y en particular nuestro continente, Europa»”:  “De calma y serenidad –dice más adelante–, pasamos en solo unos días, a extraordinario, excepcional, alarma, muy duras, dificultad. Y ya introducía un elemento nuevo: el lenguaje bélico (combate)”.

Explica que “tranquilidad y alarma, en lugar de ser palabras contradictorias, pasaron a ser palabras cercanas y complementarias” y consigna que esto “contribuyó a generar desconfianza en los mensajes y a aumentar el desconcierto de la población, lo que se transformó, con sentido del humor, en un sinfín de chistes”: “Los mismos que hablaban de calma, hablaban de alarma, en la primera quincena de marzo”.

 

“Las palabras se endurecieron”

“La pandemia avanzaba y las palabras se endurecieron. Un mes después, el lenguaje era abiertamente bélico –dice–, en una escalada inesperada” (p. 203).

Cabe destacar que esta pena que se percibe en las palabras del autor, por el amor a la pureza de su lengua y a la humanidad misma, ya la había expresado en el texto que transcribo de su sensible testimonio (pie de la página 200): “Escribo en Barcelona, durante el estado de alarma, en mayo de 2020. Gracias al teléfono móvil y al ordenador portátil, mantengo la conexión a Internet, Facebook, WhatsApp… para hablar con muchas personas, estar informado y observar cómo está evolucionando el lenguaje”. Y en palabras previas a estas acotaciones expresó: “Quiero hacer este breve análisis de cómo se ha desarrollado este cambio lingüístico y cómo ha cambiado nuestra vida, en un torbellino en el que todavía estamos inmersos cuando escribo estas líneas”. “Hay personas que se han dedicado ex profeso a crear neologismos, con juegos de palabras y nuevos significados”, expresó.

Rodríguez-Ponga señala que “el Domingo de Pascua de Resurrección, 12 de abril de 2020, a las 3 de la tarde, en una hora de máxima audiencia, las televisiones transmitieron en directo las palabras de Pedro Sánchez, tras haberse reunido por videoconferencia con los presidentes autonómicos”. Dice que “su actitud mostraba un formato entre mensaje a la nación, conferencia de prensa y declaración de guerra. Estas fueron sus palabras”:  «Desde los tiempos de II Guerra Mundial, nunca la Humanidad se había enfrentado a un enemigo tan letal para la salud y tan pernicioso para nuestra vida económica y social. […] Cuatro semanas que están a punto de cambiar el curso de esta guerra. […] Todavía estamos lejos de esa victoria, del momento en el que recuperaremos esa nueva normalidad en nuestras vidas. […]. Nada nos va a detener hasta vencer en esta guerra. […] Estamos inmersos en una guerra total que nos incumbe a todos. Y la respuesta en consecuencia debe ser común, unida. Tanto en el plano nacional como en el europeo y también global. […] Del primero al último, nuestros compatriotas están librando una guerraForman en primera línea los sanitarios que llevan semanas batiéndose contra el virus esa línea de combate, muchas veces con armas y recursos insuficientes. […] Hoy, los españoles, como el resto de la Humanidad hacemos frente a un enemigo formidable. Un enemigo mortal que ha invadido nuestras ciudades y nuestros pueblos, poniendo en peligro nuestras vidas, nuestra salud, nuestra economía, en definitiva, nuestra manera de vivir. Los campos de batalla, allí donde se vive con crudeza toda la crueldad de nuestro enemigo, están principalmente en los hospitales y en las residencias de mayores. Para ayudar en esa batalla, para liberar la presión que ejerce el virus sobre nuestro sistema sanitario todos los españoles nos hemos confinado. […] Dentro de unas semanas concluirá el confinamiento y entraremos de lleno en la fase de la Reconstrucción».

“Leer este texto sobrecoge”, expresa Rodríguez-Ponga. Es inevitable hacerse preguntas. ¿Estamos en guerra? ¿Ha habido declaración de guerra? ¿Nuestro «enemigo formidable» es solamente un virus? ¿El Presidente está usando un lenguaje retórico? ¿O nos está diciendo, realmente, que aquí hay una «guerra total»?  ¿Nos está avisando de algo aún más grave sin que la audiencia se esté dando cuenta?”.

“A veces es difícil saber el significado de las palabras”, expresa. “¿Qué significa guerra? –dice–, hablan de guerra y no vemos bombas ni disparos. La realidad y las palabras no siempre van juntas, al mismo tiempo hablan de «evolución positiva», mientras nos llegan noticias de muertos y enfermos. La claridad del mensaje se trastoca por la mezcla de significados. Y las palabras siempre tienen un impacto en la audiencia”. Expone que “lo sorprendente es que las palabras de Pedro Sánchez respondían a un planteamiento internacional. No eran un mero recurso estilístico personal. El presidente de la República Francesa, Enmanuel Macron, había pronunciado un discurso a la nación el 16 de marzo: «Nous sommes en guerre […]»  (‘Estamos en guerra[…]’)” (p. 205).

En este contexto el autor cita al “exgobernador del Banco Central Europeo, Mario Draghi”: «We face a war against coronavirus and must mobilise accordingly» (‘Nos enfrentamos a una guerra contra el coronavirus y debemos movilizarnos en consecuencia’)”. Y de igual forma cita “noticias de Estados Unidos: ‘El presidente Donald Trump ha descrito la pandemia de coronavirus como el peor ataque contra Estados Unidos, señalando a China […]. Esto es peor que Pearl Harbor, es peor que el World Trade Center. Nunca ha habido un ataque como este’)”.

 

“Los alarmistas y los sologripistas

Rodríguez-Ponga señala que “en ese contexto en España había surgido la distinción informal y burlesca entre alarmistas y los sologripistas”. Explica que “los primeros eran acusados de crear alarma social y de agrandar la gravedad de la epidemia; los segundos, de minusvalorar el riesgo al considerar que solamente era una gripe especial (solo + gripe + –ista)”. “El sologripista es percibido como insensato: «Como provocador nato, Bret es sologripista y cree que esto de la cuarentena es una chorrada»” (p. 206).

“A partir de ahí –señala– Pulido (2020) distingue tres corrientes de opinión y, además, considera que hay «sologripismo de primera oleada» y «sologripismo de segunda oleada»”. Dice que denomina esas “tres corrientes de opinión que han facilitado la propagación del coronavirus de la siguiente manera: 1) «Sologripismo» (el coronavirus tiene baja tasa de letalidad y/o ya se ha propagado mucho, 2) el «soloeconomismo» (se priman los resultados económicos sobre la salud pública y 3) «solouvismo» (la recuperación económica será rápida y en V)” (p. 207).

“La causa: el nuevo virus, su nombre y sus derivados” 

Rafael Rodríguez-Ponga recorre la problemática de la cual diserta en este estudio y expone que “el origen de esta alarma está en la aparición de enfermos con síntomas desconcertantes en la ciudad de Wuhán, en China, en los últimos meses de 2019. Descubrieron que la causa era un nuevo virus”.

Dice que “al surgir en China, lo más sencillo era llamarlo virus chinovirus de China o, por su lugar de origen virus de Wuhán, como se hizo durante enero de 2020” (p. 207). Dice que “en El País, Oriol Güell, decía el 31 de enero: «Normalmente se bautizan con el nombre del lugar donde fueron descubiertos, así que probablemente será el virus de Wuhán»”. Señala el autor que “en efecto es un procedimiento habitual”: “La Organización Mundial de la Salud acuñó virus del Ébola… por el río Ebola, (el Congo) […]; y virus de Zika… por el bosque de Zika (Uganda) […]. En 1918 gripe española”… en España”. Dice “hoy, la OMS (2015) tiene unos criterios para evitar nombres que puedan usarse de forma ofensiva, como podría ser la alusión a China”. Destaca que “la OMS buscaba un nombre y dejó de hacer referencia al lugar de origen”.

 

“Batalla política internacional con las palabras”

Explica Rodríguez-Ponga que “las fórmulas virus chino, virus de China y virus de Wuhán se cargaron de connotaciones y empezaron a percibirse como fórmulas internacionales para hacer una velada acusación a las autoridades chinas”. Añade que “los políticos de varios países, empezando por Trump, las usaban para subrayar la responsabilidad de China en el inicio y la difusión de la pandemia”.

 

Chinofobia o sinofobia”.  Estos son “neologismos popularizados en los primeros meses de 2020”.  “Quien hablara del lugar de origen de la pandemia pasaba a ser acusado de chinofobia o sinofobia” (p. 208). Dice que esos neologismos “no están en el Diccionario de la Lengua Española (DLE)”, que “es la obra principal de la Real Academia Española (RAE) y está hecho junto con las demás academias de la lengua española de todos los países hispanohablantes”. Señala que “la Fundéu prefiere la forma Chinofobia: […] «es preferible el término chinofobia frente a sinofobia, pues el elemento compositivo sino- se emplea para aludir al estudio de la lengua y a la cultura de la China»” (p. 208).

Rodríguez-Ponga consigna que “el 11 de febrero fue un día clave”: “Ese día nació un neologismo. El nuevo virus fue clasificado por el International Committee on Taxonomy of Viruses (ICTV), que depende de la International Union of Microbiological Societies (IUMS) con la siguiente conclusión (p. 210): ‘El nombre del virus es “coronavirus 2 del síndrome respiratorio agudo severo [o grave], SRAS-CoV-2)’”.  Explica el autor que “el nombre de “coronavirus de tipo 2” causante del síndrome respiratorio agudo severo (SRAS-CoV-2) fue elegido «porque el virus está genéticamente relacionado con el coronavirus responsable del brote de SRAS de 2003, aunque se trata de dos virus diferentes» (OMS, 2020)”. Agrega que “inmediatamente, la OMS acuñó el nombre de la enfermedad, COVID-19”.

Dice, entonces, que “desde el 11 de febrero de 2020 tenemos que distinguir tres nombres: 1) una familia de virus: coronavirus; 2) el nuevo virus: SRAS-CoV-2; y 3) la nueva enfermedad: COVID-19. Las tres denominaciones internacionales”.

Corona y virus son dos palabras latinas”

Rodríguez-Ponga explica que “coronavirus es una palabra compuesta por corona y virus y alude a que tiene forma de corona” y “resulta fácil de comprender y de pronunciar en español, porque ambas son palabras de uso habitual”. “Corona y virus son dos palabras latinas” y “como latinismo científico, coronavirus existe en muchos idiomas”. Explica que “con pequeñas modificaciones ortográficas tenemos:

*Coronavirus (español, catalán, gallego, francés, italiano, rumano etc.).

*Coronavirus (plural Coronanivures), en inglés.

*Coronavírus en portugués.

*Coronavirus (plural Coronaviren) en alemán.

*koronabirus en vasco

*koronawirus en polaco

*Coronavirus (plural Coronavirussen) en neerlandés

*koronavirüs en turco

*koronavirus en malayo e indonesio, etc.

 

Informe de la RAE

Por otro lado, el autor consigna que la “Real Academia Española ha informado que «el término coronavirus no se encuentra en la más reciente actualización del DLE, pero ya ha sido propuesto para su estudio y posterior incorporación» y da normas sobre su uso: se escribe unida, coronavirus, la forma en plural es invariable, es decir, es igual que en singular (los coronavirus). Y especifica su etimología: «El nombre se debe al parecido de la parte exterior del virus con la corona solar»”.

 

“Hiperonimia y metonimia”

Coronavirus ha pasado a tener tres significados (una familia de virus, un virus y una enfermedad), porque se han producido dos fenómenos lingüísticos: la hiperonimia y la metonimia”.

Explica: 1. “Es un hiperónimo, es decir, una palabra de significado amplio que abarca el significado de otras palabras con significados concretos reducidos; por ejemplo, pájaro, es hiperónimo de jilguero y de gorrión; y por el contrario jilguero y gorrión son hipónimos de pájaro”. Señala que “la denominación SARS-CoV-2 queda reservada para el lenguaje médico-biológico y no está en el lenguaje habitual”. 2. “El hecho de que llamemos coronavirus a la enfermedad se debe a una metonimia, es decir, el fenómeno lingüístico y retórico que consiste en tomar la causa (coronavirus) por el efecto (covid) y viceversa, como las canas por la vejez” (p. 212).

“Estos fenómenos de hiperonimia y de metonimia no han surgido en el habla cotidiana porque estemos confundidos por falta de conocimiento”. Aclara que “la realidad es que la confusión empezó en la propia OMS y sus comunicados y, a partir de ahí, en los medios informativos”.

 

“Cadena de novedades” 

El autor expone que “una vez que la palabra coronavirus ha quedado fijada en el español, se ha producido una cadena de novedades”:  “el corona, coronial, coronabeso, coronabrazo, coronabonos, coronabulo…”.

“Algunos hablantes recurren al acortamiento –dice–: el corona. Explica que “el acortamiento es la «palabra resultante de la reducción de la parte final o inicial de otra palabra; p. ej., cine, bici, bus, fago por cinematógrafo, bicicleta, autobús, bacteriófago, respectivamente (DLE). Y destaca que “hace unos meses decir el corona habría sido chocante. La palabra corona, de género femenino también tiene género masculino, con este significado” (p. 213). “De corona ha surgido el derivado coronial para la generación de niños pequeños que han nacido o que se están criando en tiempo de coronavirus, que se supone tendrán unos comportamientos especiales: generación coronial (Monzó 2020). Es palabra procedente del inglés”. “También –sigue explicando– se han creado palabras compuestas, formales o informales, con corona– con el contenido semántico de ‘en tiempo de la pandemia provocada por el coronavirus’: coronabeso y coronabrazo. “Son expresiones informales, entre amigos y parientes, para el ‘beso o el abrazo enviado en la distancia en tiempos de la enfermedad del coronavirus’: «te mando coronabesos», «recibe un coronabrazo». “Coronabonos son los ‘bonos de deuda que se pretende sean emitidos por el Banco Central Europeo para financiar a los países europeos de la zona euro que atraviesan dificultades económicas como consecuencia de la pandemia creada por el coronavirus’”. “Coronabulo es el ‘bulo la noticia falsa, o por lo menos no contrastada, difundida, generalmente, por las redes sociales, para deformar la información gubernamental sobre el coronavirus y sus consecuencias, sobre su origen, sobre las medidas de protección o sobre la situación general durante la pandemia’; también se han llamado coronafakes palabra compuesta a partir del inglés fake news ‘noticias falsas’”. El autor añade que “los coronabulos han funcionado tanto para minimizar lo sucedido (“es poco más que una gripe normal”) como para magnificarlo (“estamos en una guerra química mundial”)”. Otros estudiados por el autor son “coronachiste, coronacoma, coronacompra, coronacrisis, coronacuento. coronaverso, coronajuegos”, (pp. 214, 215).

“Por otra parte –explica Rodríguez-Ponga– han aparecido derivados con sufijos: “coronavírico, -a ‘perteneciente o relativo al coronavirus’ y coronaviroso, -a ‘persona que ha contraído la enfermedad provocada por el coronavirus’”. Otros son “coronavirología (inglés coronavirology, francés Corovanirologie, alemán Corona-Virologie)”. “He visto en televisión a una investigadora española que se definía como coronaviróloga, de manera que coronavirólogo, -a (inglés coronavirologist) es ‘especialista en coronavirología’”. Y completa expresando que “es posible que estas voces ya existieran entre el reducidísimo grupo de especialistas, pero hasta ahora no habían salido a la luz”.  Expone que “mediante el prefijo anti– han aparecido anticoronavirus, que se escribe unido, sin guion: “vacuna anticoronavirus”; anticoronavírico, -a que puede tomarse en sentido médico (“Un nuevo anticoronavírico alcanza buenos resultados”) o en referencia a todo aquello que ayude a aliviar la situación de dificultades provocadas por la pandemia”.

 

Entremos ahora al complemento del detallado estudio 

Ya se ha expuesto en la primera parte de esta reseña, “La causa: el nuevo virus su nombre y derivados” (ver página 5 de esta reseña o página 207 del libro referenciado en la última página).  Leamos ahora, más brevemente, “El efecto: la nueva enfermedad su nombre y sus derivados” (Recomiendo leer completo el estudio original, para disfrutar más ampliamente su esplendor).

“COVID-19”.  El autor ha señalado que “el mismo 11 de febrero en que nació el nombre del virus SARS-CoV-2, nació también el nombre de la enfermedad”. “El Dr. Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la OMS, anunció: «En primer lugar, la enfermedad ya tiene nombre: COVID-19. Se lo voy a deletrear: C-O-V-I-D, guion, diecinueve. Lo dijo en inglés: I’ll spell it: C-O-V-I-D hyphen one nine – COVID-19»”.

Expone Rodríguez Ponga que “el comunicado de la OMS explicaba la formación del nombre: «WHO has named the disease COVID-19, short for “coronavirus disease 2019”». Se trata de un acrónimo compuesto por co de corona, vi de virus, d de disease ‘enfermedad’ y 19 en referencia al año 2019, en que apareció”.

Explica que “el neologismo nació «de acuerdo con las directrices elaboradas previamente en colaboración con la Organización Mundial de la Sanidad Animal (OIE) y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). La OMS y el ICTV mantuvieron consultas en relación con el nombre del virus y de la enfermedad»”: “Estas directrices se fijaron «‘con el fin de minimizar el impacto negativo innecesario de los nombres de enfermedades en el comercio, los viajes, el turismo o el bienestar animal, y para evitar causar ofensas a cualquier grupo cultural, social, nacional, regional, profesional o étnico’» (OMS 2015)” (puede leerse el original en inglés en las páginas 217 y 218).  Rodríguez-Ponga expresa que “esto explica por qué la OMS buscó un nombre que evitara las alusiones a China”: “Desaparecieron las denominaciones provisionales de neumonía china, neumonía de Wuhán, gripe china y similares que habían aparecido en los medios informativos”. Dice que “hay que destacar que tiene un número en referencia al año […]. Su presencia sugiere la posibilidad de una secuencia COVID-20, COVID-21… en los próximos años, sin necesidad de crear nuevos nombres, como fueron en su día MERS y SRAS (SARS)”. Y añade que “aunque la OMS, creadora de la palabra, optó desde el principio por escribir la COVID-19, los medios informativos dudan y escriben COVID-19Covid-19covid-19 o simplemente covid. Y en las radios y televisiones oímos [kobíd] y [kóbid]”.  “La palabra es tan nueva –apunta– que hay dudas sobre su escritura, su género gramatical y su pronunciación”.

Lo que “dice la Real Academia Española” (p. 219):  «El acrónimo COVID-19 que nombra la enfermedad causada por la SARS-CoV-2 se usa normalmente en masculino (el COVID-19) por el influjo del género de coronavirus y de otras enfermedades víricas (el zikael ébola), que toman por metonimia el nombre del virus que las causa. Aunque el uso en femenino (la COVID-19) está justificado por ser enfermedad (disease en inglés) el núcleo del acrónimo (COronaVIrus Disease), el uso mayoritario en masculino, por las razones expuestas, se considera plenamente válido.

¿Se escribe COVID-19 o covid-19? Al ser un acrónimo de reciente creación, aún no lexicalizado, lo indicado es su escritura en mayúsculas en todas sus letras. Solo si con el tiempo llegara a convertirse enteramente en el nombre común de la enfermedad, la escritura indicada sería en minúsculas, covid-19. ¿Cómo se pronuncia COVID? No hay una norma que determine cómo se acentúan prosódicamente los acrónimos en mayúsculas; por lo general, suele aplicarse el patrón acentual mayoritario para palabras con estructura similar. Así, lo normal es pronunciar [kobíd]».

 

“Unos han optado por el masculino y otros por el femenino”

“La OMS prefiere la forma en femenino, la COVID-19. Su filial americana, la Organización Panamericana de Salud (OPS), ha llegado a usar ambos géneros en el mismo documento […]. El titular de la portada de El periódico de Catalunya, el 10 de mayo de 2020, era «El covid empuja a las ciudades a reinventarse», en la versión en español; y «La Covid empeny les ciutats a reinventarse», en su edición en catalán”.

“Nótese –dice el autor– que consideran la palabra ya incorporada, en minúsculas y sin el número 19; que en castellano es masculino y va con minúscula inicial; mientras que en catalán es femenino y con mayúscula inicial”.

En cuanto al génerocovid (y ya lo escribo como nombre común, dice el autor) es una palabra ambigua: admite la concordancia en masculino o femenino sin que cambie el significado o el designatum. Sucede lo mismo con otra enfermedad muy conocida y antigua, que admite dos pronunciaciones: reuma y reúma; y dos géneros gramaticales: el reúma o la reúma”.  Añade que “en cuanto a la pronunciación, en español hay otras palabras terminadas en –id, con [í] tónica: adalid, ardid, David, Madrid, vivid (y sus derivados sobrevivid, convivid…), servid, hervid, o el sintagma la vid. Por tanto, covid se incorpora con normalidad al español, sin tener que forzar nada, a pesar de las vacilaciones”. Sin embargo, dice, “es cada vez más frecuente oír [kóbid], incluso [kóbi] con pérdida de la [–d]”. “Además, observa, que “han aparecido derivados por sufijación […] y por prefijación […] con sus formas en femenino” (pp. 220, 221).

 

“El efecto por la causa, el enfermo por la enfermedad”

Expone el autor que “por metonimia (el efecto por la causa, el enfermo por la enfermedad), se empieza a usar covid para referirse a una persona: «ese señor es covid», «cuidado, que soy covid (o cóvid)»”. “Así se hace en ámbitos hospitalarios”, dice. “Covid se utiliza como oposición, con sentido adjetivo, por ejemplo, al hablar de los servicios de un hospital: el equipo covid, la planta covid, los casos covid…”.

Veamos el siguiente análisis de la palabra covidiota: dice que “es la ‘persona que no se toma en serio las recomendaciones sanitarias frente a la pandemia de covid’”:  “Está formada por covid + idiota, con la eliminación de una sílaba id que resulta repetida, porque habría dado *covididiota. Es una haplología, tipo de abreviación consistente en la «eliminación de una sílaba semejante a otra contigua de la misma palabra» (DLE), como tenista (porque tenis + ista daría *tenisista)”.

Al covidiota también se le ha llamado coronaburro, que debe añadirse a la lista de derivados de corona (p. 221). Recoge también covidcionario, que “es la recopilación del léxico covídico”. 

El autor, profesor y lingüista, expresa que “queda pues ratificada la idea de que la creatividad lingüística se ha multiplicado en esta etapa de nuestras vidas, pero «estas nuevas palabras en torno al coronavirus son una ganancia muy cruel para la lengua» (Pons 2020)” (p. 222).

Rodríguez-Ponga trata otros temas relacionados con su estudio e incluye las palabras generadas. Ellos son: “Las consecuencias sanitarias: la pandemia”, incluye las palabras “epidemia, pandemia mundial, pandemia global…”. Dice que “la pandemia ha renovado la palabra epicentro”. También “mortandad, mortalidad y letalidad, tres palabras de significados cercanos que han pasado del lenguaje técnico al lenguaje diario. No son neologismos y no han cambiado su significado, pero esta situación ha servido para fijarlos, más allá del DLE”. “Para no confundirnos –dice–, digamos que mortandad es la «gran cantidad de muertes causadas por epidemia, cataclismo, peste o guerra» (DLE); mortalidad es la ‘tasa de muertes producidas en una población durante un tiempo dado, en general, o por una causa determinada’ y se fija, por tanto, señalando el número de muertos en relación con el número de habitantes; y letalidad es la ‘tasa de muertes producidas entre quienes han contraído una enfermedad’ y se fija señalando el número de muertos en relación con el número de enfermos de esa enfermedad (OPS 2020)”. Otro tema es “La reacción: las medidas de protección”: “La mascarilla ha sido el más famoso elemento de protección: ‘máscara que cubre la boca y la nariz para proteger al que respira, o a quien está en su proximidad, de posibles agentes patógenos o tóxicos’ (DLE)”. Pero también el autor cita “gestos de barrera, es una expresión que se emplea en el ámbito de la sociología y la psicología, como parte de la comunicación no verbal, para referirse a los gestos físicos que se hacen con el cuerpo para establecer distancia con los demás, como cruzar los brazos o las piernas”. Otros temas son: “Los espacios: hospitales, residencias y domicilios”“Las víctimas: las personas”“Las consecuencias sociales: de la cuarentena al confinamiento” y “La adaptación social: la transición a la nueva normalidad”.

Leamos, para terminar, un poco de este último tema: “La adaptación social: la transición a la nueva normalidad”: Rafael Rodríguez-Ponga expresa que “la pandemia y el confinamiento obligaron a pensar cómo actuar. Apareció, lógicamente, el prefijo pos–, post, para hablar de la nueva situación: la pospandemia, la poscuarentena, el posconfinamiento”. Dice que “se ha producido un cambio sintáctico, de forma que se prefiere la aposición –dos sustantivos juntos– en lugar del complemento con preposición de o en. Así, normalmente decimos «la cultura de la posguerra» o «la vida en la posguerra», pero ahora se dice «la vida pospandemia», «la vida poscuarentena» o «la docencia post-covid-19»” (p. 238). “Esta nueva etapa ha recibido el nombre de nueva normalidad”.

“La expresión nueva normalidad o Nueva Normalidad, con mayúscula, resulta también ser propia del NLC internacional, en varios países, en varios idiomas: New normal, nouvelle normalité, nuova normalitá, neue normalität, etc.”. Añade que “en España es la denominación oficial de esta etapa” (p. 239).

Nueva normalidad cruzó el atlántico y los gobiernos, de México a Chile, empezaron a usarla”. Señala que “en Chile, atribuyeron su formulación al canciller austríaco (pp. 239, 240)”: «[…] La nomenclatura, que en su idioma original es “neue normalität”, comenzó a usarla el canciller austríaco Sebastián Kurz el 14 de abril, cuando ese país llevaba cuatro semanas de confinamiento. “Podemos aplicar el primer paso hacia una nueva normalidad”, dijo aquella vez»”. “Sin embargo –apunta Rodríguez-ponga–, nueva normalidad ya fue usada, como queda dicho por Pedro Sánchez, con anterioridad”. Dice, además, que “en República Dominicana, han acuñado covidianidad, un neologismo lingüísticamente válido, por estar creado conforme a las reglas de nuestra lengua”.

Por mi parte agradezco, al autor, el esplendoroso estudio, y añado que la Fundéu Guzmán Ariza, aquí en República Dominicana, aclaró sobre el origen del uso de este neologismo, covidianidad, usado en nuestros medios de comunicación. Cito de su página de Internet, la recomendación del  18 de mayo de 2020:  «La realidad que ha creado la pandemia en prácticamente todos los países del mundo nos impone, en la frase de un conocido publicista, una “nueva covidianidad” […]. El término covidianidad es un neologismo correctamente formado por acronimia de los términos COVID-19 y cotidianidad, que se ha venido empleando con frecuencia desde hace unos días en la República Dominicana para aludir a la transformación que han de experimentar la mayoría de las actividades diarias como consecuencia de las medidas para prevenir el avance del coronavirus. Ha cobrado mayor relevancia por haberlo utilizado el presidente Danilo Medina en su discurso al país, en el cual anunció la reapertura gradual de la economía dominicana a partir de este miércoles 20”.

En vista de que covidianidad alude a un fenómeno nuevo en que sustituye la cotidianidad como la conocemos, sería más apropiado hablar de nueva cotidianidad o covidianidad, y no de nueva covidianidad. Asimismo, se recomienda escribirlo en minúscula por tratarse de un sustantivo común, así como sin comillas, puesto que no se está empleando con un segundo sentido ni se quiere señalar que la voz es impropia, vulgar o foránea  (https://fundeu.do/covidianidad-neologismo-valido/).


PANDEMIA Y RESICIENCIA: APORTACIONES ACADÉMICAS EN TIEMPOS DE CRISIS
, EUNSA, España, 2020: Rafael Rodríguez-Ponga, “El nacimiento de un nuevo vocabulario: consecuencias lingüísticas de la pandemia”.

Revolotear / revoltear, trasunto, intemperie / interperie

REVOLOTEAR – REVOLTEAR

“. . . REVOLOTEA el estómago . . .”

Cada grupo humano suficientemente numeroso asentado en un territorio contiguo de modo permanente, en circunstancias normales tiende a expresarse de modo parecido. Los miembros del grupo adoptan voces a las que imprimen significados que en otros grupos no se conocen; o tienden a modificar palabras que se conocen en otras comunidades para adaptarlas a sus necesidades expresivas y a sus circunstancias.

En este aparte se examinará el verbo que consta en el título. Se posará la vista también sobre algunas voces semejantes que expresan notas distintivas en el habla dominicana.

El primer verbo del título, revolotea, es conocido en el español internacional. Puede en el seno de este verbo hallarse dos nociones que esclarecen el sentido de este. Estas son el verbo volar y el nombre femenino vuelta. Con esta aproximación al verbo revolotear se entiende el sentido que expresa.

El hablante de español dominicano se ha ahorrado esfuerzo y tiempo al crear el verbo revoltear y revoltearse. Estos dos verbos son exclusivamente dominicanos, esto es, solo se conocen o utilizan en el español de República Dominicana.

Revoltear es un verbo que no aparece documentado en los diccionarios de español producidos hasta el presente. Se usa en lugar de revolver. Se revoltean papeles. Con ese verbo se expresa a idea de mover desordenadamente, de hurgar sin miramiento con respecto del orden que existía antes de la acción que se lleva a cabo.

El verbo que sí está documentado en la literatura y asentado en el Diccionario del español dominicano (2013:602-3) es el verbo en funciones de verbo intransitivo pronominal, revoltearse.

Para el hablante de español dominicano el verbo revoltear tiene sentido porque lo entiende compuesto del prefijo re- y el verbo voltear. El prefijo mencionado se toma en esta composición con el sentido de repetir la acción del verbo que le sirve de base. El verbo voltear a su vez se usa en este compuesto para representar la idea de “poner al revés, dar vueltas, cambiar las cosas de lugar”. Lo que se revoltea termina trastornado en su organización. Por la descripción del verbo realizada más arriba se entiende que este desempeña funciones de verbo transitivo.

 

TRASUNTO

“. . . en su TRASUNTO coloquial suelen manifestarse algunas confusiones . . .”

Se ha tomado el tiempo necesario para tratar de dar con el sentido de la palabra trasunto que usa el redactor de la oración de la cita. No puede asegurarse que se haya logrado despejar la incógnita.

A pesar de lo ya escrito se optó por escribir acerca del sustantivo masculino del título porque reviste interés. Del mismo modo que ocurre con muchas otras voces, esta voz posee una significación que se integra al patrimonio de los hispanohablantes antillanos.

El trasunto del español conocido por “español general” guarda cierta relación con el concepto que se tiene en República Dominicana y Puerto Rico acerca de esta palabra. En el español internacional es “copia, imitación, imagen, representación”, de un original o de algo.

En el español de las dos Antillas mencionadas, el verbo trasuntarse es “parecerse físicamente dos personas”. Cuando se trata de explicar el parecido físico se habla del trasunto que se da entre las dos personas involucradas en el asunto.

Si se comparan los dos conceptos, el general y el de las dos islas, se comprueba que no andan muy alejados, pues lo que es “copia” debe “parecerse” por fuerza a la que se considera el original, o simplemente al sujeto que ocupa la primera posición en la comparación del trasunto.

En las conversaciones se ha oído de modo reiterado que trasunto se utiliza para ponderar el parecido existente entre el padre y el hijo o, la madre y la hija. Incluso de modo menos frecuente se ha oído que algunos hablantes usan el sustantivo trasunto en tanto sinónimo de tener “un aire de”, con lo cual no solo se sopesa el parecido físico, sino el estilo, la personalidad, la conducta. La locución verbal “darse un trasunto” traduce a la perfección la mención del parecido físico entre dos o más personas.

El habla del dominicano cuenta con otras expresiones para significar el parecido entre personas, así usará el hablante dominicano, “escupido”, “parece escupido/a por su padre/madre” para destacar el gran parecido que existe entre los padres y sus descendientes. En el registro vulgar algunos hablantes sustituyen el verbo escupir por otro vulgar que sin mencionar mueve a rechazarlo por el mal olor que conlleva el acto fisiológico de expeler excremento.

Se recuerda que cuando se oyó por primera vez lo del “trasunto” fue en el ámbito rural del español dominicano. Eso hace presumir que la mutación con respecto del sentido entró por allí.

 

INTEMPERIE – INTERPERIE

“. . . sobre tener un lecho o vivir a la INTERPERIE . . .”

No es raro oír que alguien use la voz *interperie en lugar de intemperie en conversaciones de índole informal. Se piensa que hay dos causas que propician la confusión. Se escribe confusión aquí porque la voz *interperie no tiene carta de naturaleza en la lengua española. Las que se llaman causas se expondrán en orden en el curso de esta sección.

La primera explicación para que se produzca la confusión es que el elemento compositivo inter- ha intervenido últimamente en una gran variedad de términos compuestos. En lengua inglesa este elemento compositivo es muy competente y sirve para señalar por lo menos ocho situaciones diferentes en las que participa.

El prefijo inter- en español se incorpora para modificar o contribuir a la formación de palabras a pesar de que solo tiene tres matices que introduce, “en, en medio” y “entre varios”. En el español hay por lo menos una treintena de palabras que comienzan por inter.

La segunda explicación es que el español general cuenta con menos de diez vocablos de uso corriente que comiencen con intem-. Esta característica determina que los hablantes de manera instintiva tiendan a desechar ese principio de palabra.

Intemperie expresa “desigualdad del tiempo”. La locución adverbial “a la intemperie”, que debió ser la usada en la cita, indica “a cielo descubierto, sin techo ni otro reparo alguno”. La palabra “reparo” en el caso de la acepción recién transcrita significa “sin defensa ni resguardo”.

Las explicaciones anteriores acerca de las causas de la confusión con respecto de intemperie y otras palabras que empiezan por inter- se han expuesto para lograr levedad en la sanción contra quienes erran con respecto a estar expuestos sin protección a los elementos de la naturaleza, intemperie.

El desenqueísmo en el español de los dominicanos

Por Tobías Rodríguez Molina

 

Hace varios años que se viene dando un uso del español de los dominicanos que se aleja cada vez más del empleo considerado “bueno” en varios aspectos de la gramática. Uno de esos aspectos es el que tiene que ver con “que”, especialmente cuando ese “que” debe  aparecer en el  relativo  “en que” y en otras frases enqueístas.  A ese “en que”, un porcentaje muy elevado, aunque   el mismo no  haya sido  medido aún en su magnitud, le elimina “en”, resultando de esa eliminación el llamado “desenqueísmo”.

Esa realidad del desenqueísmo apareció registrado en el artículo El desenqueísmo y el desalaqueísmo en Tiempo Muerto de Avelino Stanley. Pero esta vez se presenta el “desenqueísmo” en una considerable cantidad de usuarios del español en República Dominicana, entre los cuales se incluye a Stanley.

  1. “En la medida que se expande la enfermedad más se empeñarán los laboratorios en crear el medicamento que la combate.” (Político de gran capacidad intelectual en la Z 101).  Ese “que” en negrita representa el “desenqueísmo”  por la ausencia de “en” en la expresión  “en que”. Debió decir ese prominente político: “En la medida en que se expande la enfermedad…”.
  2. “Esa es la situación que está viviendo esta comunidad.” (Reportero de un  canal capitaleño). En esta oración sucede lo mismo: se tiene la ausencia de “en” del relativo “en que” (=en la cual), con lo que se  genera el “desenqueísmo”. El reportero debió decir: “Esa es la situación en que está viviendo esta comunidad.”
  3. “Yo soy un enamorado de los programas que” (Comentarista de Zetadeportes). Ese comentarista debió decir: “Yo soy un enamorado de los programas en que (en los cuales, en los que) participo.
  4. “Don Román Franco Fondeur siempre creyó y tuvo fe que la ciudad donde nació sería una que se elevase por su cultura.” (Articulista de La Información). Don Román Franco Fondeur tuvo fe en algo, es decir, “tuvo fe en que la ciudad donde nació sería una ciudad que se elevase por su cultura.”
  5. “Honremos su nombre y exaltemos su figura en el día que celebramos su natalicio.” (Idem). Ese articulista repite el mismo caso de la usencia de “en”, esta vez  en el relativo “en que” (=en el cual, en el que).
  6. “Justo en ese momento que la vecina rascaba ya el fondo del caldero.” (Novela Equis, P.83). Aquí el autor de “Equis” cometió el mismo  desacierto ya visto en los cinco casos anteriores, en los que no se le pone “en” a la expresión “en que”, en la expresión “Justo en ese momento en que la vecina rascaba ya el fondo del caldero.”
  7. “El día que ella se fue.” (Profesional de la comunicación). Este comunicador debió decir  “El día en que  ella se fue.”
  8. “Todo comenzó en San Pedro de Macorֵís el día que” (Tiempo muerto, p. 9). En este caso se elimina el “desenqueísmo” si escribimos “Todo comenzó en San Pedro de Macorís el día en que llegamos.
  9. “Pero ese cocolo me enloqueció el día que me tocó.” (Tiempo muerto, p. 70). A pesar de esos dos casos citados extraídos de esa obra, y otros más que no se citarán, hay algunos usos acordes con el buen uso, como este: “Llegaron por la época en que Boyer  buscaba…un mayor número de gente para gobernar.” (Tiempo muerto, 104).
  10. “Se puede usar un poco del agua que hirvió la espinaca.” (Chef en El Saber del Sabor, canal 37). Esta vez también tenemos “que” en lugar de “en que” (=en la cual).
  11. “Eso fue planteado por escrito fuera del tribunal y en un momento que ya había pasado la audiencia.”(Libro de abogado en etapa de corrección). Como estamos viendo, el “desenqueísmo” es un uso bastante generalizado entre los dominicanos de cualquier nivel. Ese abogado debió haber terminado el final de ese fragmento del libro como sigue: “…en un momento en que (en el  cual) ya había pasado la audiencia.”
  12. “Hubo un momento que sucedió algo insólito. (Una fiscal, Gobierno de la Tarde, Z 101). Esta fiscal, al igual que los usuarios ya citados, incurrió en el “desenqeísmo”, algo tan frecuente entre nosotros los dominicanos, al emplear “que” en vez del relativo “en que”.

Debo comunicarles que en los textos de autores dominicanos  que he  leído en las  últimas semanas o al escuchar programas de radio y televisión de nuestro país, no he encontrado a nadie que emplee acertadamente “en que”, ya  que todos han usado “que” en vez de “en que” equivalente a “en el cual”, cuando el referente es masculino,  o “en la cual” si es femenino el referente. En vista de esa realidad de la alta  penetración del “desenqueísmo”  en nuestro español, cambio sintáctico que  se está constituyendo en una característica del mismo,  podría llegar el momento en  que ese cambio   deje de ser  llamado desacierto o error de sintaxis, por lo menos en República Dominicana.

Soleta, panecico, desecho / deshecho

Por Roberto E. Guzmán

SOLETA

El espacio de esta sección se empleará para estudiar esa palabra del título. Por necesidad hay que revisar su historia primero, para luego colocarla en su lugar en el español dominicano.

La palabra soleta casi no se usa en la actualidad. Hay quien opina que cuando se usó en español dominicano no se usó en su significado original.

Se tuvo noticias de esta palabra en algún libro acerca de la historia dominicana, o, de historia novelada dominicana. Quien escribe tiene que admitir que no recuerda el título de la obra y por eso tiene que redactar estas notas de este modo.

Quien sí trajo información fehaciente acerca de esta voz fue D. Pedro Henríquez Ureña. En su obra El español en Santo Domingo en 1940 consignó la palabra del título entre aquellas con significado nuevo mediante traslado de significación. La palabra soleta consta en el página 218 de esa obra, “soleta ‘sandalia’”.

A pesar de la mención que hace D. Pedro en su obra, M. Patín Maceo en sus trabajos acerca de la lexicografía dominicana no anota la voz soleta entre las que recogió. Quizás esto sea así porque ya la voz había descendido mucho en el uso.

Mucha razón tenía D. Pedro para apuntar la observación que hizo, pues desde hacía muchos años el uso había impuesto que soleta era una plantilla que se echaba en la parte inferior de los pies de las medias y calcetines que estaban rotos; era una pieza de tela con que se remendaba la planta del pie de la media o calcetín cuando se rompían.

El autor de estos comentarios acerca del habla de los dominicanos piensa que lo que hicieron los dominicanos de finales del siglo XIX y principios del XX fue devolver a soleta su significación originaria. En el Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico (1982-V-326), los autores asientan que soleta “parece designar una especie de sandalias o zapatilla”. Para sustentar este criterio recurren a un texto de APal, que quien escribe estos comentarios presume que es Alonso Fernández de Palencia, y a su Universal vocabulario de 1490.

  1. Roque Barcia en su Diccionario general etimológico de la lengua española (1882-IV-1057) asegura que la palabra del título tuvo su origen en la lengua catalana. Y no mienta la sandalia. Esa misma significación consigna el Diccionario de castellano antiguo (2002:271).

En este lugar se puede escribir que en los dibujos que representan a Concho Primo, este aparece con unas sandalias que muy bien podrían ser las soletas. Si mal no se recuerda este personaje llevaba atadas las sandalias no solo al pie, sino a la pierna. Esto parece lógico si se piensa que los caminos en la época mencionada antes podían ser fangales que atrapaban los calzados. Las ataduras al nivel señalado evitaban que las soletas se salieron del pie o mudaran de sitio.

 

PANECICO

Aquí llega en esta sección un vocablo de la gastronomía dominicana. Puede subrayarse lo de dominicana, pues en otros países no saben qué cosa es esa de un panecico.

Existe la probabilidad de que si un hablante de español dominicano emplea la voz panecico en presencia de un extranjero hispanohablante, este piense que se trata de un “panecillo”. Aquí cabe que se use la expresión dominicana, “no es lo mismo ni se escribe igual”.

Más abajo se abundará en torno al panecico dominicano, sus ingredientes y, se adelantará una idea con respecto al porqué de la voz con esa terminación.

El panecico se conoce también con el nombre “panecico de catibía”; esto es, lleva yuca en su composición y no harina de trigo como es normal en el panecillo. Entre los ingredientes está el anís, que no puede faltar, sal, huevos, leche y mantequilla. Se cuece al horno. Para que la parte exterior quede crujiente, se unta de manteca o mantequilla. Una particularidad de este es que el exterior es crujiente y el interior permanece esponjoso. Se recuerda que en algunas ocasiones se introducía carne de cerdo al panecico.

Si se ha entrado en este tipo de detalle que se lee más arriba es porque el panecico ya no es tan corriente y algunas personas no recuerdan los detalles de su composición.

Un dato curioso que se escribió más arriba es que se cocina al horno, pero sucede que en las cocinas de las personas de escasos recursos no había hornos. Entonces, ¿cómo se cocinaba? La necesidad que es madre del ingenio, ideó otra forma. Se tomaba una paila de grandes dimensiones, más grande y más profunda que la lámina metálica que se colocaba dentro para colocar los panecicos. A la paila se le colocaba fuego debajo. Sobre la paila se colocaba una plancha de metal a manera de tapa, y se colocaba fuego de carbón o leña sobre esta. Era la improvisación de un horno, fuego arriba, fuego abajo.

Como se nota con la lectura de todo lo anterior, la gran diferencia entre el panecillo es que en el panecico el ingrediente principal es la yuca.

Con respecto de la terminación, esta puede obedecer a dos diferentes razones. Una, para dejar claro que era algo diferente del panecillo. Otra, porque la terminación -illo no es usual en el español dominicano para voces populares. El hablante de español dominicano favorece la terminación -ico con valor diminutivo y diferenciarlo del pan chiquito, pancito.

 

DESECHO – DESHECHO

“. . . para que psicológicamente ‘te sientas inútil’, acabado, como si fueras un DESHECHO . . .”

Por estas haches usadas sin razón es que Cortázar escribió en Rayuela, “… y lo importante de este hejemplo es que el hángulo es terriblemente hagudo, hay que tener la nariz hadosada …” (1967:98).

Así se burlaba Cortázar del lenguaje. Es posible que el redactor de la cita al principio de esta sección, quizás siguiendo el ejemplo cortaziano haya escrito deshecho en lugar de desecho.

Mediante la interpretación lógica de la frase transcrita puede asegurarse que este “deshecho” no tiene cabida en el texto. Más abajo se expondrán los detalles.

Un desecho es un sobrante, un residuo, lo que queda después de haberse escogido lo que sirve. Puede en algunos casos considerarse el desecho como basura. Es algo sin valor, por lo menos para algunos. En la mayoría de los casos el desecho es algo inútil, inservible, o por lo menos es vil y despreciable. Cuando se refiere a una persona es una persona inútil y llena de defectos.

El verbo deshacer es algo muy diferente. Tiene esa “dichosa” hache /h/ intercalada debido a su formación. Se descompone fácilmente en dos partes. El elemento des- que indica negación o inversión del sentido de la palabra simple a la que va antepuesto, hacer.

En el caso específico de deshacer es lo contrario de hacer, tan sencillo como eso. Como muchísimas palabras del español, este verbo mantiene varias acepciones que varían en grado y en torno a la misma idea. Es quitar la forma, descomponer algo, en su primer sentido.

No hay que olvidar que el verbo deshacerse puede tener acepciones positivas en algunas acepciones en funciones pronominales. Trabajar con mucho ahínco o vehemencia es una de ellas. Acompañado (seguido) de la preposición en, es usado con frecuencia para extremar o prodigar manifestaciones de aprecio, afecto, cortesía; o todo lo contrario, exagerar la expresión de insultos.

Sobre el ojo de la lengua de Jennet Tireno

Por Miguelina Medina 

 

Al hacer la presentación de esta obra lo primero que haré es poner de manifiesto el espíritu del pensamiento natural y analítico de la autora, y con ello a ella misma.

Jennet Tineo tiene en su interior una fuerza que es un don natural. Esa fuerza natural está en ella ejercitada. Así, de una manera natural, a este tesoro, le hizo cercos de protección con sus aprendizajes impactantes. Con más fortalezas que debilidades, y reconociendo lo mismo en los demás, desvaneció males a su alrededor para apartar su conciencia, delicada y sutil, de las contaminaciones naturales del camino. La firmeza de su pensamiento muestra una persona que analiza consecuencias antes de encaminar sus decisiones. Sus metas, pues, las recorrerá sin vueltas atrás. Eso es grandioso, porque desvanece las posibles culpas de los dejos de los años conglomerados en la inercia. El alma de Jennet Tineo está llena de sabios años y su elevado espíritu está grabado en su pensamiento.

La arquitectura discursiva de Jennet Tineo en la presentación de su obra

La integración de la Arquitectura con la poética discursiva de nuestra autora demuestra que ella ha percibido más informaciones de las que hay en las periferias de la lengua. Por eso ha visto al artista dentro del “ojo de la lengua” y dentro de su propia lengua. Ella se lanza sobre unos ojos que ella puede ubicar porque conoce el interior profundo de las cosas. Y a las orillas de la profundidad las deja quietas, en esta obra. Veamos el paralelismo en la idea que nos transmite el título “Sobre el ojo de la lengua”: ‘En el ojo del ciclón’.

¿Qué es el ojo de un ciclón? “Es una región con simetría prácticamente circular, que se encuentra en el centro de un ciclón tropical fuerte. En él se deja entrever cielo despejado, y justo en el eje de simetría los vientos son leves […]. Allí se registra la presión más baja a nivel de la superficie, y en la tropósfera media se dan las temperaturas más altas…El mecanismo exacto que genera el ojo es todavía un tema de debate entre científicos. Una explicación posible es que el ojo es el resultado de un gradiente de presión vertical, asociado con el debilitamiento y dispersión radial del viento tangencial […]”. (https://www.meteored.com.ar/noticias/ciencia/el-ojo-del-huracan-que-es-y-por-que-se-forma-bandas-exteriores-lluvia-presion-ciclon-viento-tormenta.html).

Si trasladamos estas definiciones, todos estos términos son símbolos que se adecúan a lo que nuestra autora quiere transmitir con su discurso.

En este libro no hay hipótesis, hay la exposición de un argumento y lo soportan los estudios en los cuales ella se ha basado. “Sobre el ojo de la lengua” pone de manifiesto la estructura de las conceptualizaciones de su autora y el riesgo que hay que tomar en cuenta para prevenir que esta estructura se derribe o sufra daños entre posibles tormentas que, además, vienen con vientos, temperaturas variables y miedos en quienes la habitan.

Aunque analizada, de una manera espontánea ella utiliza el conocimiento que obtuvo al ver la Arquitectura por dentro. Experta camina sobre los temas interiores, diseños y fórmulas que a la realidad debe llevar y que, incluso, debe estar acreditada para construir sus edificaciones. Es decir, nuestra autora, al conocer el riesgo de sus afirmaciones, toma las medidas de seguridad para proteger su estudio.

Todo el estudio con el que nuestra autora presenta su obra está lleno de una arquitectura única, un elaborado discurso y fluido ensayo. Su estructura está sin riesgos, sola una Fuerza es superior a ella, y no es riesgo, es Verdad. Y si algo puede parecer debilidad, es poesía. Y en esto es que la autora ha especializado magistralmente sus conceptos. En su ensayo analiza obras literarias de una gran analista de la palabra simbólica, metafísica, inspirada, intuida y revelada, y obras poéticas que son el sostén de sus argumentos.

 

Afirmación del ensayo y su conclusión  

  En su afirmación, “el lenguaje simbólico en la poesía: una puerta a la creación del mundo físico a través de espíritu de la palabra”, nuestra autora quiere consignar que “maniobrar la lengua, sus sonidos, el idioma en sus signos, la palabra desde un punto más que el intelecto, es aprender a sembrar las semillas de nuevas realidades: nuevos espacios-tiempos, que convocan en sí mismos nuevas sociedades, y en ellas un nuevo espíritu” (p. 7).  

Una sutil tristeza ha acompañado a la autora en estas conclusiones, pues está adherida a una esperanza profunda llena de amenes. Quien ama a la palabra ama a los demás. Nuestra autora, fuerte como es, sabe que a pesar de tomar todas las medidas de seguridad, sobre su obra hay una Fuerza impredecible, pero jamás incomprensible, pues sabe que el ojo de Dios está sobre toda fuerza que vemos y que no vemos y solo Él las controla, como aquel que controló el viento que sopló fuerte en la barca: Jesús (Marcos 4:39): “Y levantándose, reprendió al viento, y dijo al mar: Calla, enmudece. Y cesó el viento y se hizo grande bonanza”.

Como poeta que es, nuestra autora nos introduce a su discurso y nos conduce con su “lenguaje único, el que cada quien lleva dentro cuando se le toca”. Sus conceptos los adorna, a veces, con “danzas” y en la mayoría de las ocasiones nos hace entender las líneas de sus pentagramas, sus silencios, sus signos y, por supuesto, las claves, porque sin claves, las notas en los pentagramas no tienen sonidos, los acallan los ruidos del ciclón cuando cesa. Pero todo es bueno en la palabra. Esto ella lo sabe. Lo podemos ver en su propio metafórico lenguaje y simbólicas palabras:

 

“El poeta es quien lee poesía en las hojas de los árboles, 

es el que escucha poesía en el silbido del viento. 

Es un mito. 

El poeta es un poema que se escribe en las manos del tiempo, 

el velo descorrido de la verdad interna, 

es la voz tatuada en todas las gotas de la lluvia, una noche cualquiera; 

el poeta tiene en la mirada un simpático artefacto multiusos 

que algunas veces atrapa objetos 

para pulverizarlos y extirparles un secreto, 

y otras atrapa vibraciones, la nada, el eco del silencio”, (p. 32).

 

Desglose del ensayo

Sobre el ojo de la lengua es un libro que está construido con ensayos, creados por la autora para estudiar obras literarias de diferentes escritores. Y digo construido porque la autora creó cada uno de esos ensayos en su tiempo aislado, nos los creo con el objetivo inicial de conformar este libro. Podemos ver las fechas de las publicaciones y el ambiente en el cual fue publicado o leído. Desde el año 2012 hasta el año 2016 fueron expuestos a los lectores. El libro, Sobre el ojo de la lengua, fue publicado en 2016, significa, entonces, que nuestra autora, y solo ella, conocedora de cada estructura, podía conformar su libro porque la estructura secuencial ensayística que tiene es, como si se hubiera constituido cada estudio con el objetivo de construir su ensayo general. Si le quitáramos las fechas, por ejemplo, no notaríamos las diferentes épocas en que fueron escritos, porque los conceptos no ofrecen ninguna notoriedad de estar desvirtuados del criterio argumentativo de su ensayo, cuyo título podemos leer en la segunda página de este comentario o página 7 de la obra. Algunos, muy expertos, podrían encontrar diferencias de tiempos en la manera de exponer de la autora, pues algunos estudios los ha colocado no en el orden secuencial de las fechas, sino en el orden en que los necesitó para argumentar.

   La autora hace la siguiente afirmación: “El lenguaje simbólico en la poesía es una puerta a la creación del mundo físico a través de espíritu de la palabra”.

Ella se ausculta: “¿Por qué sentimos dentro ese impulso hacia la creación?”. Y se responde: “Este universo conocido es, en su infinita complejidad, obra de todas las mentes, por tanto, esto que llamamos realidad es creación colectiva que continúa creciendo, tiene en su interior un pálpito inquebrantable e inamovible, una vibración que va formando un curso y un discurso”. Luego expresa: “La palabra es el símbolo gráfico y sonoro que nos vincula a nuevas realidades. Ella, en sí misma es el impulso de la creación. La palabra es un puente, el espacio medio entre lo manifiesto y lo no manifiesto”.

La autora nos está diciendo que “el universo es el conjunto de todas las creaciones” que “en él hay una vibración que cursa y discursa y por esta razón algo nos impulsa a escribir y es esa misma palabra creada que tiene su propia fuerza y ejerce su propia fuerza en los creadores para ser plasmada. Y esa palabra es lo que lo hace entendible, es la que descifra las grabaciones del universo; es decir, es el medio para entender lo cifrado en él”. Dice que “es el vínculo que nos mueve en los dos mundos, el creado y el que visualiza la creación, el creador”. Así es que lo traduzco, haciendo una paráfrasis de sus palabras.

 

 Desarrollo de los conceptos  

  1. Por otro lado, la autora expone que “más allá del espíritu que cada época evoca existen valores esenciales a los que el escritor (y todo artista) aspira a experimentar en su obra” (p. 7). Y explica que “en la poesía existen muchas corrientes y en ellas un sinfín de experiencias y formas de vivir el arte poético”.  Dice también que “la tradición nos plantea un cuerpo denso de características y cualidades que han servido de guía a la ruptura y a la heterogeneidad, que las nuevas formas de expresión, nos plantea”. Y añade que “no hay ruptura, novedad, creación sin la base firme de una tradición” y que esta tradición, “más que el conjunto de técnicas o formulas del pasado, son el aire mismo del que se sirve el poeta para encontrar desde ese latido una nueva realidad simbólica”.

En estos criterios la autora expresa nuevamente que “la palabra tiene un poder visible dentro del mundo ya creado, un poder cincunscrito en la reverberación de ese mundo, no visible, no audible, percibida en un estado sutil de la conciencia” y que “los poetas estamos llamados a crear a través de la palabra a envasar esas emociones en la composición poética”.

  1. La autora expone también que “se defiende la idea de que la principal finalidad del arte es la búsqueda de la belleza”. Y trae a su reflexión la siguiente pregunta: “¿Es realmente la búsqueda de la belleza la razón primera del llamado poético al interior de la humanidad?” (p. 8).

Jennet Tineo sostiene que “al comprender el poder intrínseco de las palabras como símbolo gráfico y sonoro que vinculan lo manifiesto y lo no manifiesto, entendemos el valor no visto del arte poético”. Y enfatiza que este valor es “un valor escondido que pocos poetas conocen desde una conciencia despierta”. Señala que “muchas veces la poesía es ejercicio de afirmación personal y experimento del ser social lo que la relega a ser objeto dentro de un panorama material que contiene a sí mismo el mecanismo para desecharla una vez no responda a su tiempo-espacio-cultura, cuando el hacedor de mundos, que hay detrás de la palabra, se activa conscientemente en el que escribe”. Y añade: “entonces ese recipiente de palabras, que es el poema, es permanente vibración, ola constante que crea dentro y fuera de la mente colectiva”.

Con esta explicación la autora nos está diciendo también que ese “hacedor de mundos que hay detrás de la palabra” es ese “valor escondido que se activa cuando entendemos el poder intrínseco de la palabra como símbolo gráfico”. A eso se refiere la autora, y con ello enfatiza la afirmación de su ensayo que dice: “El lenguaje simbólico en la poesía es una puerta a la creación del mundo físico a través de espíritu de la palabra”.

III. La autora retoma el concepto de la tradición en la creación poética, es base de su estudio también. Ella expresa y valora la historia de las creaciones en sus contextos como base natural de los tiempos y continúa en el mismo que no se detiene, por lo cual trae sus conceptos, los ha entrelazado y desenlazado en su visión metafísica de mundo y de quien se vincula a él de la misma manera. Por eso ella dice que “pocos poetas conocen desde una conciencia despierta” ese “símbolo sonoro y gráfico que es la palabra”. Leamos este concepto: “Entre la tradición y la ruptura como ciclos rotatorios en las artes, existe un gran zafacón y unos archivos muertos” –dice– y que “los ciclos son falsas señales de evocación: la verdadera búsqueda no debe ser hacia la diferencia sino hacia el mejor entendimiento, tener una conciencia plena del uso del arte para comunicar y con eso impulsar un nivel superior en los seres” (p. 8).

[Y en este instante me voy a detener brevemente para recalcar la fortaleza interior de Jennet Tineo. Percibo que, de niña, cuando expresaba sus inquietudes y reacciones, ante las cosas que le asombraban, fue escuchada con respeto. Y recordé las palabras de valoración de don Bruno Rosario Candelier a los niños de la Escuela Primaria El Algarrobo, cuando hacían preguntas (Moca, 9 de octubre de 2019). Les decía con ternura que “quien aprende es quien pone atención”: “¿Quién aprende? Aprende quien pone atención, porque cuando ponemos atención se activa la memoria, se activa nuestro intelecto. Se desarrolla nuestra capacidad de actuar cuando ponemos atención. Entonces poner atención es la clave del éxito en el mundo de los estudios, en la tarea de estudiar y de prepararse” (https://www.diariolibre.com/revista/cultura/rosario-candelier-analiza-cuento-de-bosch-ante-estudiantes-mocanos-OB14738251).  A nuestra autora, la delicada intuición la acompaña desde niña].

 

  1. Ella expresa, además, que “todas las artes son espacios de comunicación abiertos sometidos a la interpretación”, pero “el arte debe buscar expresar el principio único desde todos sus componentes y temas: es esta la forma de abrir las alas del espíritu humano”. Explica que “el manejo del mensaje en el caso de la poesía se da como en otras artes, en grados y estos grados está basado en el uso óptico de los materiales que componen la obra” (pp. 8, 9).

 

Los términos estilísticos que forman la arquitectura discursiva de Jennet Tineo van   provocando deleites al lector y lo rinde a caminar por toda la obra. Les inquieta a conocer esto que ella quiere transmitir, que quiere esclarecer en el entendimiento de los demás y enhebrarlos con su honda reflexión.  En su exposición señala que “la utilización de la palabra en su apreciación formal es su primer grado desde su significación y su relación con las demás palabras”. Afirma que “más allá de esto está la vibración sonora, lo que provoca como música en el tiempo”, lo que hace que “el mensaje quede impregnando las metáforas y aliteraciones, las analogías que también van a llamarnos hacia un territorio novedoso “donde el símbolo extiende su reino quedando codificado en el espacio textual una sustancia de múltiples caras”.

 

La escritora presenta, en su concepción simbólica de la poesía, un sentimiento poético con el que eleva sus conceptos a la belleza. Ya no solo convence, ella puede entender a los poetas porque ella misma es de esos poetas que ha estudiado: poetas de musas y silencios postrados. En una disciplinada observación de su derredor ella ha depositado su conocimiento con una estructura bien equilibrada. Ella maneja la voluntad de su ensayo. Mas, pueda que su poesía y ella, a veces, tengan que ser iguales pues no podrá siempre dominarla porque es impetuosa y madre. Parecería que su visión interior tiene secretos a granel y los contiene. Ella se apoya en este género literario para expresar lo que ha percibido dentro de ella misma como la inmensa verdad de la poesía, y lo hace por medio de los estudios que se hace acompañar para sostener su afirmación: estudios de un gran ensayista, y sus propios estudios sobre la adecuación simbólica natural de los grandes poetas. Pero “no todos accederán” a lo que ella está transmitiendo porque es necesario abrir la sensibilidad del entendimiento a la sabiduría superior de los demás, como lo ha hecho ella. Luego de expresarse en su concepto ensayístico, nuestra poeta descansa, pues cumplió con su compromiso espiritual de elevar el espíritu de los demás. Algo muy hermoso que da el sentido final a su obra.

 

  1. Nuestra ensayista expone, finalmente, que “en la modernidad la ruptura se da desde los difusos límites entre los géneros literarios y entre las artes”. Dice que“todo comienza a cohabitar fusionándose y despertando una heterogeneidad que se extiende sobre las estructuras posibles de los movimientos de tradición, llegado a proponer un cuerpo estético sin borde o cuyos bordes son movibles que dejan un espacio para la subjetividad en la actividad creadora y en esta palabra enfocamos al individuo y no desde el campo que compone su experiencia individual para entender el mundo”.  Y añade que es en “ese punto donde es su presencia la fuerza primordial del enfoque creativo, donde se invoca una libertad que permite a la prosa crecer dentro del verso, a la novela ser poema y al poema ser cuento” y puntualiza que “este es un síntoma de una nueva compresión ya no solo del arte poético y literario sino de la evolución desde un conocimiento más docto del lenguaje y su símbolo”.

 

Las obras de los poetas y ensayistas estudiadas por Jennet Tineo en su estudio:

 

  1. Ontología de la palabra, de Karina Rieke, dominicana, nuestra ensayista la presenta con la siguiente expresión: “El misterio del alma humana en Ontología de la palabra”, y dice: “encontrar esa verdad que nos habita es una de las funciones más evidentes del lenguaje, de la palabra. El lenguaje y el pensamiento no son entes pasivos en el desarrollo del fenómeno humano, muy al contrario, son los ingredientes activos que nos transmutan, nos recuerdan y nos construyen” (pp. 12, 13):

 

                    “El disminuido espacio come el cuerpo         

la palabra que hace alzar la cara 

para ver el transcurso de lo inevitable 

hasta que encuentren unos labios aferrarse 

y no sean los míos”.

“Ahí están 

los que mueren noche tras noche 

amándose hasta garabatear 

en su cuerpo su misma defunción 

y aquí estamos los otros 

los que reventamos de envidia por un beso 

aunque sea ajeno”. 

“Hurgo el mundo 

para no sentirme tan sola 

habito estas palabras 

para no morirme con mi muerte”.

 

  1. La intuición trascendente (Creación metafísica estética y simbólica), de Bruno Rosario Candelier, de la que Jennet Tineo la presenta identificándoles “Las musas de fuego”: “Hojas de un libro-tierra son levantadas por las manos-aire, en busca de un pensamiento-fuego, tallado en el papel que llegan a la mente-agua”. Y dice: “para generar una idea en ustedes, resalto las siguientes líneas reflexivas escritas por su autor: “En el sentido cósmico confluyen la corriente armónica, la fuera telúrica, la potencia erótica y la energía divina que integra la esencia de lo viviente” (p. 40).

 

Nuestra ensayista consigna que “en esa forma de expresarlo vemos a qué se refiere cada elemento: la corriente armónica podría simbolizarse como el elemento aire, la potencia telúrica, tal como indica al elemento tierra, la potencia erótica al elemento fuego y la energía divina al elemento agua, porque tal como el agua, es capaz de tomar formas y recipientes diferentes, múltiples cuerpos vivos”. Dice que “Bruno Rosario Candelier logra esto a través de estudio profundo a poetas excelsos, creadores distintos” y que “comenzando con cuatro jinetes de la palabra, cada uno aborda un caballo metafísico singular”. Veamos cómo ella lo expresa:

 

*“El bardo a quien dedica el primer estudio titulado «La vertiente metafísica y estética en la lírica de Ruben Darío, representa en su obra y creación al elemento aire»: eleva una antorcha de aire con los símbolos de su lenguaje-torbellino, nos habla del barquero interior, la ventada oscura, tal como subraya Rosario Candelier en estos versos del poeta” (p. 41): “Y contra el mar los remos, del barquero interior que maneja hacia puertos, que mirar sólo pueden no los ojos abiertos. Hablo de aquellos ojos que piden transparencia, los que la noche llenan tan hondos de presencia”.   

 

**“Mortal hechizo el que nos espera con el segundo jinete, caballero del fuego, a quien Bruno Rosario Candelier le dedica el segundo estudio del libro, bajo el título «La sensibilidad metafísica en la lírica de Pablo Neruda». El autor nos vincula en su análisis al decir apasionado del poeta chileno, muestra cómo las musas del fuego perpetúan el ardor del amor, de la muerte, del dolor, de los deseos y sus múltiples galerías. Al hablar de la creación nerudiana, Rosario Candelier la vivifica en tres grandes apelaciones, a las que denomina la pasión estética, la pasión erótica y la pasión cósmica” (p. 42):

 

“Y que yo pueda al fin, correr en fuga loca 

inundando las tierras como un río terrible 

desatando estos nudos, ay Dios mío, estos nudos 

destrozando, quemando, arrastrando 

como una lava loca lo que existe 

correr fuera de mí mismo, perdidamente 

libre de mí, furiosamente libre 

¡Irme Dios mío, irme!”. 

 

***“El tercer jinete viene montado en un Caballo de tierra, cuyos movimientos nos estremecen. Se trata de un poeta dominicano, a quien Bruno Rosario Candelier le dedica su tercer estudio titulado «Visión social y metafísica en la poesía de Manuel del Cabral”La afinación de su voz poética con la vibración telúrica nos queda clara en su obra, esto es ampliamente subrayado en este estudio (La intuición trascendente, p. 44):

 

“Tu caballo 

hubiera sido siempre una bestia cualquiera. 

Tal vez sin estas cosas los muchachos con sueño 

ya hubieran enterrado tu pistola, tu espuela; 

todo lo que en tu cuerpo y en tu aire 

es la tierra que quiso no quedarse dormida”. 

 

La autora expresa que “Bruno Rosario Candelier potencia nuestro conocimiento desde el yo-carne hasta el yo-espíritu”, al señalar lo siguiente (p. 45):

 

 “Sensorialmente no es fácil situarnos en la realidad que contemplamos puesto que tenemos los cinco sentidos físicos, como la vista, el oído, el olfato, gusto, el tacto, que son una especie de antenas que nos conectan con la realidad y nos permiten tener una comprensión física de lo existente. Es comprobable la existencia de una realidad que captamos con los sentidos corporales cuando percibimos los datos sensoriales de las cosas. Pero al mismo tiempo contamos en nuestra interioridad con poderes especiales como, por ejemplo intuición, la memoria y la imaginación”. 

****Finalmente dice nuestra autora: “así abordamos al cuarto jinete, que llega montado en su caballo de agua, salado, flexible, poderoso y mutable. El estudio dedicado a este poeta dominicano se titula «La conexión metafísica en la lírica de Manuel Rueda»”, poeta dominicano. Y expone que “en el primer poemario de este autor, La criatura terrestre, Bruno Rosario Candelier nos dice que encontraremos «una manera singular de señalar y perfilar el efecto de la tierra, el agua, el fuego y el aire en la sensibilidad y la conciencia, la forma como imprimen su huella en la sensibilidad física y espiritual»” (pp. 45, 46):

 

“Como frutos guardados en bandejas de alabastros, 

como tierra abonada a los sonidos 

así oía laúdes en corrientes de plata reclinados. 

Y volcanes seráficos: 

toda la geología, los perfiles del astro, mar 

el mar meciendo tu riqueza de navío que no arriba 

que mece, que es cadena azul, que es mulso azul, 

ágil sobre otro muslo tembloroso”.

 

Toquemos un último poeta, para completar esta presentación de Sobre el ojo de la lengua, de Jennet Tineo, a quien agradecemos sensiblemente su excelsa manera de ser.

 

  1. Ella analiza Mi infierno, poemario de Elsa Báez. Y lo presenta con el título “Cuando el amor es un oscuro gesto que lacera la palabra” (p. 125). Dice que “la palabra soledad se yergue viva y salva dentro de las muchas que sustentan nuestra lengua y el lenguaje íntimo del alma”. Expresa que “la soledad puede experimentarse desde la poesía como un personaje que susurra expresiones tibias y melancólicas a los oídos del artista”.  “La poesía nos hiere –dice Jennet Tineo–, nos abre de tajo la situación del cuerpo emocional y esa apertura, fisura, quiebre, está casi siempre llena de un magma pasional, de un fuego provocador que mata o purifica, de ese infierno donde clavamos por instinto el caudal de nuestros miedos y deseos”. Leamos los siguientes versos que ella cita, de la poeta Elsa Báez (p. 125):

 

“Me gusta que te entregues a mis labios 

y te estampes en mi lengua 

deslizándote por mi garganta 

caminando por el pecho 

mientras con frenesí 

abrazo tu aroma y exhumo tu presencia”. 

 

Jennet Tineo tiene un engranaje de fórmulas conceptuales que podríamos llamarle ciencia, y su pensamiento analítico trasciende hacia una belleza espiritual que produce un encanto, porque ella es una artista de la palabra que enaltece la palabra y el alma a quien la lee. Hasta podemos sentir que, si no nos explica los versos, podríamos darles las mismas explicaciones que ella les da. Es maravilloso. Y así termino con estos versos de Elsa Báez, expuestos por nuestra autora (p. 125):

 

“No pasa un instante 

Sin que el entorno me agite las cadenas. 

Se muda a otra boca a otros ojos y me tortura. 

                                      ¿Quién dijo que el demonio es masculino 

y que el infierno está debajo de nuestros pies? 

Se siente dentro, cerca del pecho 

     ardiendo…                 

 

    Muchas gracias, Jennet Tineo, por tu inmensa luz. Todo es brillante en tu obra.

(Jennet Tineo, Sobre el ojo de la lengua, Santo Domingo, Academia Dominicana de la Lengua, 2016).

Balaguer, Bosch y Moreno Jimenes

Por José Rafael Lantigua 

 

En los inicios del decenio de los treinta, llegó a Santo Domingo un joven vegano de incuestionable talento cuya notable carrera literaria repercutiría muchos años más tarde a través de América y de otros países del mundo. Tenía apenas 21 años de edad y ya había viajado a España, Venezuela y a distintas islas del Caribe en busca de nuevos horizontes. Hijo de catalán y de puertorriqueña que era a su vez hija de gallego, había nacido en Río Verde, un campito de La Vega donde aprendió sus primeras letras. Al regresar al país, ya su familia se había trasladado de La Vega a Santo Domingo, por lo que inició aquí sus estudios de bachillerato aunque nunca pasó del tercer grado. Empero, su formación intelectual autodidacta comenzaría pronto a dejarse sentir en el ambiente capitalino. Por esos días, arribaba también a Santo Domingo Pedro Henríquez Ureña con el propósito de atender una petición del presidente Rafael Leonidas Trujillo para que se encargara de la Superintendencia de Enseñanza, equivalente al ministerio de Educación de hoy. Henríquez Ureña le ofrecería apoyo al joven vegano que deseaba trabajar con él, y se afirma que fue el primero quien procuró que el segundo se interesase en el conocimiento de los grandes cuentistas latinoamericanos y europeos.

Es Bosch quien introduce en el ambiente literario de la capital, a tan temprana edad, el romance, un género de poesía española utilizado antiguamente por los trovadores y que era fácilmente asimilado por las clases populares. El historiador Vetilio Alfau Durán asegura que, al parecer, el autor de Camino Real –su primer libro, publicado a los 24 años de edad- “penetró al campo de las letras por el portal del romance, género de poesía española tan del agrado del pueblo, y fue el punto de partida de su brillantísima carrera literaria”. Bosch fue autor de varios romances históricos, perfectamente estructurados: Tentico de Luna, El romance del muerto bellaco, Perico Lazala, Nazario Suardí, y Demetrio Rodríguez.

Bosch buscaba asentarse en la sociedad cultural de Santo Domingo. Había acudido a Henríquez Ureña, pero también lo hizo con Domingo Moreno Jimenes, aunque se cree que no lo frecuentaría mucho porque Bosch comenzaba a inclinarse más por el cuento que por la poesía. Pero, aun así compartieron ambos conocimientos y experiencias. “Era entonces Bosch –recordaría Moreno- un hombre que buscaba todos los medios para afincarse en el ambiente capitalino. Se agarraba con las uñas y los dientes para defenderse en la vida”. Anotemos que en su estancia en el extranjero –antes de su exilio- llegó a ser cargador de camiones y presentador de espectáculos de circo. Cuando el “romancero” vegano logró producir los primeros centavos se compró una camisa de seda, que era entonces un lujo notable, y muy orondo fue donde Moreno a anunciar la obtención de la prenda, antes de salir rápidamente a lucirla por las calles en medio de una ufanía que no buscaba hacer daño a nadie.  Pero, Moreno no aprobaba que Bosch escribiese romances. Para el poeta, este género garcíalorquiano no era buena literatura: “poesía de encargo”, la llamaba. Pero, Bosch y los que siguieron su labor sospechaban que Moreno no era capaz de escribir romances, tan atareado como andaba con el verso libre, y pensaron que por esa condición lo desestimaba. El poeta no tardó en darse cuenta de la duda y publicó para el grupo capitaneado por Bosch (quien ya daba muestras de liderazgo) un romance de elaboración cuidadosa, tomando como medida al asonante más difícil que puso a los jóvenes escritores contra la pared, viéndose obligados a revalorar la capacidad literaria de Moreno. Moreno dio a conocer entonces su romance “Don José Núñez de Cáceres, dominicano de América”. (“La Patria surgió de un grito,/ apretado grito prócer…/ Duarte en el exilio mártir,/ Mella y Sánchez en El Conde./ Antes, Juan Sánchez Ramírez/ le cayó como un azote/ a Ferrand, a sus divisas/ y a sus franceses cohortes./ Núñez de Cáceres tuvo/ una visión como norte,/ que no entendió el mundo frío,/ que desgajó el tiempo enorme./ Esa visión consistía/ en darles un solo corte/ a los problemas de América:/ horizonte de horizontes./ Ahora que América fulge/ de un monumental enfoque/ su laurel congrega a dianas/ sobre los cielos del orbe”).

Al margen de la tibia relación que existiera entre Moreno y el autor de La Mañosa, algunos años más tarde, el intelectual venezolano asentado en Santo Domingo, don Horacio Blanco Fombona, que se unió a la lucha contra la intervención norteamericana de 1916, dio la noticia en su revista Letras sobre la posible postulación de Bosch como Pontífice del Postumismo, una información que carecía de sentido total, pues el futuro gran cuentista nunca estuvo asociado al movimiento literario de Moreno Jimenes, y aunque señaló en alguna ocasión que ese grupo y sus postulados literarios le habían hecho “perder el sueño muchas veces”, no existían muestras de que el escritor vegano participara, ni hubiera hecho obra ni militancia, de los postulados enunciados por el grupo postumista. Como era de esperarse, Bosch se apresuró a desmentir la especie: “Muchos distinguidos poetas que se han formado en la escuela villafrancisquita se sentirían justamente defraudados si yo, como un perfecto intruso, tomara por asalto la sacratísima colina”, escribió Bosch a Blanco Fombona con aire irónico. Le sugería además al venezolano que la tiara de Pontífice del Postumismo le fuera ceñida a Andrés Avelino que era el único que no había ocupado el trono, aunque estimaba que si Avelino no aceptaba la nominación entonces debía llevarse nuevamente a Moreno Jimenes al gran sacerdocio. (La carta de Bosch a Blanco Fombona está fechada en Santo Domingo, el 28 de julio de 1935 y se publica in extenso en la Antología Panorámica de la Poesía Dominicana Contemporánea de Manuel Rueda y Lupo Hernández Rueda). Desde luego, el chisme no pasó de ahí. Bosch esquivó el título porque nunca había sido postumista, aunque todavía muchos años después siguió manifestando respeto y admiración por la obra de Moreno.)

Tiempo después, Moreno emprende viaje hacia el Cibao. Sabemos que era un trotamundos literario, que viajaba por todo el país para vender sus libros, en forma de plaquettes, que editaba en las imprentas de los mismos pueblos donde se albergaba, y consigo llevaba además su Colina Sacra que viajaba con él en sus alforjas. Cada vez que veía amenazado su reino como jefe absoluto del Postumismo, salía de la capital rumbo a cualquier región en la promoción de su evangelio estético. En ese viaje al Cibao, conoce en Santiago de los Caballeros a un joven gacetillero que, de vez en cuando, escribía buenos versos, casi siempre de amor incontrolable, fuera de cualquier equilibrio razonable, en la órbita madura y formal de la poesía romántica. Aunque pocas veces le trató directamente, el maestro postumista –en pleno apostolado de su obra- conoció sus versos y le otorgó a los mismos halagos sinceros. El joven en cuestión se llamaba Joaquín Balaguer, era de naturaleza reservada y siempre se le veía acompañado de libros cuando no estaba ejerciendo su corta profesión periodística en el diario La Información. Al conjugar este espíritu de misteriosa timidez de Balaguer con el carácter huidizo y el trajín de permanencia provisional que caracterizaba la agitada vida errante de Moreno, podemos encontrar la razón del por qué estos dos bardos enamorados nunca pudieron profundizar su relación amistosa.

Muchos años más tarde, cuando el poeta había hecho ya su historia y el entonces orador y periodista, convertido ya en político, ascendía al podio presidencial en el palacio de Gascue diseñado, este último no olvidaría la trayectoria del vate que conoció vendiendo sus libros en Santiago y ordenaría en su honor una solemne recepción donde se le impuso al viejo Pontífice Postumista la alta condecoración de los Padres de la Patria. Se cuenta la anécdota que cuando Moreno Jimenes llegó a las puertas del Palacio por la Moisés García, los guardias de turno le impidieron la entrada. El poeta arribó al lugar con su viejo traje raído, su ya muy añeja corbata, su sombrero que había dejado de exhibir su mejor época y sus renqueos que le eran tan típicos. Los soldados no podían entender que a ese hombre de apariencia mísera era al que iban a condecorar en Palacio y lo mandaron de vuelta a su casa. Consideraron seguramente una locura que ese señor le manifestase que él estaba ahí porque había sido invitado por el presidente de la República para rendirle un homenaje. Alguien conocido del poeta llegaba a la recepción en el momento en que ya el poeta comenzaba a retirarse, cuando lo detuvo, indagó sobre el problema y convenció a los soldados que, en verdad, ese era el hombre que Balaguer iba a honrar esa tarde. Dicen que Balaguer se enfureció cuando supo la noticia, aunque Moreno no se quejó por lo sucedido, sólo que llegó un poco tarde a la recepción en su honor, cuando ya todos le esperaban impacientes en el Salón de Embajadores. El Pontífice del Postumismo, el reformador de nuestra poesía, nuestro poeta mayor, a pesar de su grandeza y de su trayectoria, enfrentando humillaciones, desprecios y descalificaciones, siguió siempre impertérrito, con su pobreza a cuestas, acompañando su gloria, su nombre, que se haría imborrable en nuestra historia, su ideal poético y su limpia trayectoria humana y ética.

Domingo Moreno Jimenes nació en una casa de la calle 19 de marzo, anteriormente conocida como calle San José, en Santo Domingo, no en Santiago como divulgó Manuel Rueda en sus escritos y que aún otros siguen afirmando. Murió el 21 de septiembre de 1986, a los 92 años, en el Hospital Central de las Fuerzas Armadas.

 

Libros

Obras poéticas. Del gemido a la fragua 

Domingo Moreno Jimenes

Editora Taller, 1975, 317 págs.

Reunión de toda la poesía de Moreno Jimenes, desde su adolescencia y juventud hasta su madurez, patrocinada y presentada por su mecenas y miembro del Postumismo, Jesús María Troncoso Sánchez.

 

El recorrido poético de Domingo Moreno Jimenes 

Bárbara Moreno García. Impresora Datadruck, Alemania, 2001, 401 págs.

Esta nieta del poeta, nativa de Santiago y establecida en Francia desde 1989, obtuvo su doctorado en literatura en la Universidad de París con esta tesis, prologada por Bruno Rosario Candelier.

 

El Postumismo 

Bergson Rosario, Editorial Ciliya, 2006, 136 págs.

Enfoque sobre la trayectoria de Moreno y su movimiento literario que incluye una antología de los nueve principales seguidores del gran poeta, incluyendo una selección de poemas de Moreno.

 

Benvenuto e addio 

Danilo Manera, Editora Nacional, 2009, 68 págs.

Antología poética bilingüe –italiano y español- de la obra de Domingo Moreno Jimenes, presentada y curada por el crítico italiano Danilo Manera.

 

Domingo Moreno Jimenes. Biografía de un poeta 

José Rafael Lantigua, Editora Búho, 2006, 234 págs.

Única biografía de poeta dominicano publicada hasta la fecha. La primera edición data de 1976. Cumplirá 45 años en el 2021. Esta es la quinta edición. Contiene prólogo de Julio Jaime Julia. (https://www.diariolibre.com/FN21790764), 2 de octubre de 2020.

 

María José Rincón y Emilia Pereyra: diálogo virtual sobre Benito Pérez Galdós

Centro Cultural de España y Embajada de España

(https://www.youtube.com/watch?v=aG3KuztIn5w)

 

 Por Miguelina Medina   

     Pautada para ser presentada como dos conferencias, esta actividad fluyó como un diálogo espontáneo, ameno, profesional y lleno de conocimiento. La académica María José Rincón fue la moderadora de este diálogo, quien desde las plataformas del Centro Cultural de España en Santo Domingo y la Embajada de España, dio la bienvenida a todos los participantes virtuales: “Esta actividad del Centro Cultural de España y de la Embajada de España, en el marco de la celebración de la Semana de España, no podía ser menos que nos detuviéramos un momento a recordar la extraordinaria figura personal, humana y literaria de Benito Pérez Galdós, en este año en el que estamos conmemorando el primer centenario de su fallecimiento”.

María José Rincón es filóloga, lexicógrafa, miembro de número de la Academia Dominicana de la Lengua y, según sus propias palabras, una apasionada de la palabra, de la palabra hablada, pero también de la palabra escrita, “y no hay una palabra escrita con más potencia y más universalidad que la palabra escrita literaria”. Para este diálogo virtual, que tuvo lugar el 15 de octubre de 2020, a las cinco de la tarde, María José Rincón estuvo acompañada por la escritora y académica Emilia Pereyra, de quien expresó lo siguiente: “He querido que me acompañe hoy Emilia Pereyra, a quien le tengo muchísimo aprecio; es mi colega como miembro correspondiente de la Academia Dominicana de la Lengua, pero, además, es comunicadora, es ensayista, es Premio Nacional de Periodismo 2019 y, muy importante para el tema que vamos a hablar aquí hoy, es novelista. Tiene una novela histórica extraordinaria, El grito del tambor, publicada por Alfaguara”.

María José Rincón expuso que Benito Pérez Galdós fallece un tres de enero de 1920 y el periódico El País publica este titular: «Don Benito ha muerto. Viva Galdós. Ha muerto el hombre. Viva el escritor. Vivirá en sus obras mientras viva el mundo». Creo que es un acierto extraordinario darse cuenta de que los escritores sobreviven en sus obras y que permanecerán, mientras haya lectores que tengan interés por leerlos”. Para introducir la figura de Galdós, María José Rincón leyó una “parte dedicada a Galdós del poema «Díptico español», que escribió Luis Cernuda, poeta español del grupo de la Generación del 27: «¿Tenías once, diez años al descubrir sus libros?/ Niño eras cuando un día / en el estante de los libros paternos/ hallaste aquéllos./ Abriste uno/ y las estampas tu atención fijaron;/ las páginas a leer comenzaste/ curioso de la historia allí ilustrada./ Y cruzaste el umbral de un mundo mágico,/ la otra realidad está tras ésta:/ con tantos personajes creados para siempre/ por su genio generoso y poderoso./ Héroes amados en un mundo heroico,/ la red de tu vivir entretejieron con la suya,/ tantos que habría de revelarte/ el escondido drama del vivir cotidiano:/ la plácida existencia real y, bajo ella,/ el humano tormento, la paradoja de estar vivo»”.

La lexicógrafa expresó que “si algo nos gusta, cuando amamos a un autor, es tener mucho material para disfrutar de él”. Dijo que sin duda Galdós representa la novela de finales del siglo XIX, representa ese extraordinario cambio literario generacional que representa la entrada, la ilusión del Realismo en la novela, desde luego, esencial”.  De sus datos biográficos compartió, además, que “Galdós nace en Las Palmas de Gran Canaria –vamos a decir que para España es un territorio periférico y mucho más en la época de Galdós–, en 1843, en el seno de una familia humilde, pero que vivía razonablemente bien, con muchos hermanos. Es un niño que recibe una educación básica, pero es un niño inquieto, sensible al que le gusta la música, le gusta dibujar, le gusta pintar; y de repente, encontramos a Galdós trasladado a Madrid, a estudiar derecho, con dieciocho años. Imagínese lo que supone para este joven encontrarse de repente con la gran urbe, la transformación en todos los sentidos que suponía Madrid, en la mitad del siglo XIX, la transformación social, urbanística, política y de las ideas”. Dijo que “todo eso que él captó, con esa extrema sensibilidad con la que él venía, por su personalidad, por su carácter, se refleja en su novela”.

Señaló que “en Galdós hay dos hitos interesantes que son: primero el descubrimiento de la gran urbe, de la variedad de caracteres de personalidades, de tipos sociales que se pueden encontrar en cualquier sitio, pero en la urbe capital de España en plena transformación, como lo era Madrid en ese momento, tiene la materia prima indiscutible.  El segundo hito es esa dedicación al periodismo: creo que la vida a pie de calle, el acercarse a la realidad, el conocer a la gente de tú a tú, el conocer cómo habla la gente, la gente de todos los niveles, de todos los sectores sociales, de todos los tipos de educación, es fundamental para ese dominio del lenguaje que adquiere con el ejercicio respetuoso del periodismo”: Cuando uno respeta su propia herramienta de trabajo, enriquece extraordinariamente ese caudal, y Pérez Galdós, con eso, creo que aumentó la capacidad lingüística que él debía tener, probablemente por sus lecturas, por su formación, pero también en ese ejercicio cotidiano de la pluma”.  Expuso que “Galdós fue el traductor de Los papeles de Pickwick, de Dickens, que muchos hemos descubierto después de muchos años”. Dijo que “era un hombre de una cultura extraordinaria y, sin embargo, a veces, su figura se refleja en un hombre castizo, en el mal sentido de la palabra, como un hombre provinciano, de un ámbito muy restringido”. Destacó que cuando viajó por Europa conoció a la intelectualidad de su época, leyó las literaturas y que “sin duda, ese potencial cultural le sirvió también para abrirse mentalmente a todas las influencias de su época y lo centró en eso que es tan importante en la segunda mitad del siglo XIX: el Realismo en la novela”.

Rincón González consignó que “Galdós es universal, y si no queremos decir ‘universal’, vamos a decir que es uno de los grandes escritores en lengua española”: “A mí me gusta hablar no de literatura española –señaló–, no de literatura dominicana, no de literatura mexicana; me gusta hablar de literatura en español, porque si algo tenemos los que somos dueños del español como lengua materna es ser hablantes de una lengua internacional. Y si tenemos el gran lujo de poder decir desde España que García Márquez, Juan Bosch, Vargas Llosa, Jorge Luis Borges, Juan Rulfo, son escritores en lengua española, ¿por qué un lector dominicano, un lector americano, no va a atesorar a Galdós como uno de los grandes escritores de la literatura en español?”. 

Emilia Pereyra 

En la exposición de sus criterios, durante el diálogo, Emilia Pereyra puntualizó que sobre Galdós hay que decir tantas cosas, “sobre todo para mí que me resulta un personaje y un autor tan importante por lo que representa para la literatura, pero también para el periodismo”. Dijo que “hay que recordar que Benito Pérez Galdós es un autor de quien nos comenzaron a hablar en la escuela, en los primeros años de nuestra formación, pues también fue un gran periodista y tuvo un ejercicio prolongado de unos diez años escribiendo crónicas sobre las cortes y haciendo otros tipos de trabajos, como críticas –incluso sobre arte–, y yo creo que fue, justamente, este ejercicio lo que lo fue preparando para luego emprender la gran tarea de escribir novelas realistas y novelas históricas que es un campo fascinante no solamente para mí, sino también para otros autores”.  “Realmente Galdós se sumergió en la vida para entender la vida, pero también para convertirla en material literario, que él lo entendió perfectamente”: “Fíjate que en el discurso que él pronuncia para ingresar a la Real Academia Española, él deja muy clara esa mirada, lo que es el Realismo y la novela, y dice en ese discurso algo así: “Imagen de la vida es la novela, y el arte de componerla estriba en reproducir caracteres humanos, las pasiones, las debilidades, lo grande y lo pequeño, las almas y las fisonomías, todo lo espiritual y lo físico, que nos constituye y nos rodea; y el lenguaje, que es la marca de la raza; y las viviendas, que son signos de familia; y la vestidura, que diseña los últimos trazos internos de la personalidad, todo esto sin olvidar que debe existir perfecto fiel de balanza entre la exactitud y la belleza”. 

Expuso con brillantez Emilia Pereyra que “este autor reproduce en este discurso su visión, su particularísima mirada sobre lo que es la escritura de novela, cada detalle”. Dijo que “así lo reflejó, en todas esas formidables novelas que escribió”. Pereyra expresó que “ese conocimiento de la dinámica, de la política, de las coberturas de los acontecimientos se iban sucediendo o el que le tocaba hacer, luego se reflejan también en todas esas discusiones y confrontaciones que aparecen en sus novelas y en los mismos Episodios nacionales”.

Expresó que Galdós “no solamente fue un conocedor de la cultura, de la vida en la capital española, porque viajó por toda España, incluso, y viajó, no en primera clase, viajó en tercera clase justamente para entrar en relación con ese tipo de público que quería reflejar”. Expresó, además, que Galdós conoció otras literaturas: podía leer en francés, en inglés, y conoció la literatura francesa de su época e, incluso, fue un gran lector de grandes autores como Balzac, Dickens y Flaubert. Expresó que “quizás muchas personas de estas últimas generaciones no se dan cuenta del valor extraordinario que tiene Galdós para la cultura española, pero también para los hablantes de todo el mundo, para la literatura en sentido general, porque es una figura que se puede parangonar con otras, como Balzac, que es un escritor francés de gran repercusión”.

 

   Según Emilia Pereyra, hay algo que hay que destacar de Galdós y es su extraordinaria disciplina que tenía este hombre

—Fíjate, Emilia –dijo María José-, déjame darte el dato, que lo tengo aquí anotado porque hay que leerlo para creerlo: Galdós escribió 77 obras de ficción, 46 episodios nacionales y 31 novelas.

—Emilia Pereyra: Eso es insólito. Sin hablar de las obras de teatro, que son varias, María José.

—María José: Sin hablar de las obras de teatro ni de las crónicas periodísticas.

—Emilia Pereyra: Era tan fecundo que es inconcebible que pueda haberlo sido, pero realmente él lo logró a base de disciplina y talento, porque tenía una capacidad extraordinaria para que las palabras le fluyeran. Le fluían constantemente.

—María José: Sí. De hecho, le permitió vivir de la escritura.

—Emilia Pereyra: Claro, en una época en que no todo el mundo podía hacerlo. Y hay que decir que, a pesar de esa gran producción, muy valorada en sentido general, tiene obras que se consideran maestras, y a pesar de todo eso no le concedieron el Premio Nobel, porque surgen tipos de cuestionamientos en ciertas generaciones y, sin embargo, son las siguientes generaciones las que valoran de una manera serena y pueden sopesar la trascendencia de su obra. Fíjate que en este centenario se han hecho una serie de eventos en torno a la obra de Galdós para resaltar su importancia como autor fundamental de España y para la cultura hispanoamericana y yo creo que ya la figura de Galdós se ha valorado en su justa medida. Y muchísimos escritores que tienen mucho crédito en nuestro ámbito literario han expresado su satisfacción, su celebración en torno a la obra de Benito Pérez Galdós. Lo ha hecho, por ejemplo, Mario Vargas Llosa. Se han publicado biografías, se han dictado conferencias para celebrar la obra de Galdós y se ha estado promoviendo: “Creo que ha llegado el momento en que realmente la figura de Benito Pérez Galdós brilla como nunca, aunque hay que decir que en muchos momentos de la vida literaria, él ha sido valorado debidamente por críticos importantísimos, por lectores, ha sido también leído en las escuelas, ha sido analizado, ha sido valorado, yo creo que forma parte de la Marca España también a esta altura del juego”.

 

Preguntas y respuestas

—María José: Nos pregunta Gabriela Read que, ante una obra tan prolífica, y tú que lo digas, Gabriela, ¿por dónde podemos comenzar a leer a Galdós? Fortunata y Jacinta, mi novela favorita de Galdós. Galdós tiene 8000 personajes (alguien se atrevió a contar los personajes de Galdós). Su obra es un microcosmos, y dentro de su obra Fortunata y Jacinta es un microcosmos extraordinario en el que están reflejados todos los caracteres, todas las pasiones, todos los momentos diferentes de sentimientos, de pensamientos y reflexiones de la vida del hombre. Por eso es tan universal Galdós. Pero si nos gusta mucho la historia tenemos esa extraordinaria serie que son los Episodios nacionales. ¿Tú por dónde empezarías, Emilia?

—Emilia: Bueno, tú sabes mi preferencia por la novela histórica, pero te voy a conceder toda la razón, cuando hablas de Fortunata y Jacinta creo que es una buena novela para introducirse en el cosmos creativo de Galdós y también hay que decir que su primera novela es La Fontana de Oro, que es una novela inicial, luego él va a seguir avanzando y dando muestra de su progreso como novelista, pero creo que sí que a Galdós hay que comenzar a leerlo por Fortunata y Jacinta. Él logró algo que no es tan fácil de conseguir cuando se escribe: conjugar en la memoria histórica, la memoria particular y la memoria emocional que es la que realmente la que enriquece los caracteres, María José. Es decir, un escritor que se precie de trabajar esos personajes a fondo. Y para trabajar la historia emocional el autor tiene que sumergirse en toda esa emocionalidad colectiva y en la suya propia que está viviendo en ese entorno y, entonces es lo que puede dotar de profundidad. A mí me parece esto un aspecto fascinante de la obra de cualquier autor, pero en Galdós se puede percibir muy bien, tú notas la profundidad que tienen sus personajes, la profundidad emocional, la profundidad de sus caracteres, son muy particulares y eso demanda un trabajo de orfebrería profunda para lograr completar esos perfiles de una manera total que puedan enlazar y conquistar al lector. Cuando tú lees un texto de Galdós puedes apreciar que se ha deslizado sin cortapisas esa fluidez, ese trazo elegante, socarrón que va enriqueciendo, va pespunteando el texto y me parece que eso es extraordinario.

María José expresó que “la lectura tiene la capacidad de abrir puertas, de abrir ventanas, mirar hacia otros mundos, de alejarnos un poco de nuestra realidad, pero también de hacer como hizo Galdós, acercarlo profundamente a nuestra realidad en el ánimo de comprenderlo –a veces nos alejamos irónicamente–, como él y como Cervantes, siempre con ternura, porque hay que ser felices también, la lectura nos debe ayudar a ser felices. Yo quiero terminar –agregó– con una cita del propio Galdós en una entrevista que él dio ya cerca del final de su vida, me parece de una grandeza extraordinaria, él sabía que era un autor de éxito entre sus lectores, pero también él sabía que era un autor a veces menospreciado por autores coetáneos, pero él lo dijo así, Emilia, era un grande sin duda: «Yo imagino, sin embargo, un tiempo en que cambiarán de parecer los que hoy empiezan a verme como un viejo maniático, obstinado en tomar en serio las luchas del siglo XIX y en ver por todas partes supervivencias del Absolutismo. Es eso que llamamos posteridad y tiene la virtud de sumar el juicio de varias generaciones sobre lo que valga la pena de ser leído, cuando mi estilo y el de todos no valgan por la sorpresa de la novedad, sino por otras cualidades más permanentes».  

Luce López-Baralt: Luz sobre Luz

Palabras preliminares

 

Esto creo no lo acabará de comprender

el que no lo hubiere experimentado.

(San Juan de la Cruz)

 

El místico se debate “entre la imposibilidad de decir y la imposibilidad de no decir” y admito que en esta coyuntura de mi vida he terminado por cerrar filas con las palabras lapidarias de José Ángel Valente. Como estudiosa he acompañado a lo largo de muchos años la expresión literaria de los místicos más diversos, desde san Juan de la Cruz hasta Ernesto Cardenal, desde Abu I-Hasan al Nuri de Bagdad a Seyyed Hossein Nasr, sintiendo que de alguna manera muy secreta expresaban mis propias vivencias místicas. Conozco de primera mano la desesperación artística del místico, que se siente abrumado por la naturaleza ininteligible del éxtasis que lo avasalla, del Misterio que lo excede. El lenguaje es insuficiente, como afirmaba mi antiguo amigo Jorge Guillén, para expresar el instante en cúspide en que el ser humano percibe, en un estado alterado de conciencia y más allá de las coordenadas de la razón, de los sentidos, del lenguaje y del espacio-tiempo, la unidad participante con el Amor infinito. “Solo el que pasa por ello lo sabrá sentir, mas no decir”, gemía san Juan de la Cruz en el Prólogo a la Subida del Monte Carmelo, sabiendo bien que era mejor reverenciar su experiencia con el silencio. Pero no era solo la condición supraverbal de la vivencia fruitiva de Dios lo que detuvo por años mi pluma, sino la indefensión emocional que sentía ante la magnitud de lo acontecido.

¿Cómo encomendar a un puñado de signos verbales desvalidos un Misterio que me sobrepasa? Estos poemillas, a quienes encomiendo la tarea sobrehumana de balbucir algo de la experiencia mística, suelen ser muy breves –es casi como si se avergonzaran de intentar celebrar una vivencia que quedó al margen de ellos-. Pese a su brevedad, cargan sobre sí tanto las tradiciones poéticas centenarias como las contemporáneas, que he saqueado sin pena para darle forma a mi propio canto.

Es imposible articular con palabras el fogonazo súbito en el que comprendí la urdimbre secreta del Amor que subyace al universo. El Amor último al cual estamos todos convocados. La experiencia abisal sencillamente detonó los versos, y con ellos cinceló un mundo verbal ajeno ya al éxtasis, pero, eso sí, hijo del éxtasis. Confío en que los versos conserven al menos algo del aroma del espacio trascendido que hollé un día. Nada espero de ellos, los sé vulnerables y frágiles, pero cuando se me forzaron, tuve que darles paso. Había llegado el momento, ciertamente atemorizante, de cantar lo vivido.

Querría advertir, por último, que la experiencia de unión con el Todo que aquí se celebra no es exclusiva de los santos medievales ni de los monjes reclusos. Es una gracia arbitraria de Dios propia de todas las épocas y de todas las persuasiones religiosas (y aun de agnósticos al margen de la fe eclesial estructurada) que Ernesto Cardenal me ayudó a asumir hace muchos años para consolar mi asombro: “…las experiencias místicas las pueden tener aun los que no son santos. Son caprichos de Dios, y las da a quien quiere, no porque se merezcan. Hay quienes piensan que puede darlas a los más débiles para ayudarles, porque personas más fuertes no las necesitan” (carta desde Managua, 1984). Andando el tiempo, el poeta reiteraría su alta lección espiritual en el Telescopio en la noche oscura, cuando siente que Dios le susurra:

 

No te escogí porque fueras santo

o con madera de futuro santo

santos he tenido demasiados

te escogí para variar.

 

Nadie –y yo menos que nadie- merece una gracia tan alta, pero aún recuerdo –tutta tremante– cómo fue probar un sorbo de cielo.

Aclarados estos extremos, vuelvo a las palabras de Valente: el místico se debate “entre la imposibilidad de decir y la imposibilidad de no decir”. Y he aquí que se me hizo imposible callar.

 

LUCE LÓPEZ-BARALT

 

LUZ SOBRE LUZ

(Fragmento)

En la interior bodega de mi Amado bebí

un vino que me embriagó

desde antes de la creación de la viña

(San Juan de la Cruz/Ibn al-Farid/Juan Goytisolo)

Con al-Shushtari

Quien gusta el vino que yo bebí

aunque no tenga palabras

se debe al canto.

Con Ernesto Cardenal

Aquel día bebí un sorbo de cielo

-ya sé a lo que sabe el cielo-.

¿Cómo será cuando apure la copa llena?

 

Acerqué a mis labios

un elixir de rubíes

encendido en fuego,

fermentado sin uvas

y vendimiado sin tiempo.

 

Bajo aquel dosel imposible

de púrpura aterciopelada

entoné un himno al silencio.

 

 

Te abracé abisalmente

sin brazos,

el beso fue tan hondo

que me volví beso:

te amé con Tu propio amor.

 

El diamante irisado de mi alma

refractó hasta el último de Tus secretos:

no sé cómo he vivido para contarlo.

El misterio del Amor

cuando se enciende en Luz:

me convierte en un mosaico encendido

que flota sobre la Nada.

La inmensa cítara de la noche

pulsa su música callada

con tenue hilo de estrella:

 

Tu amor me dejó

loca de melodía.

 

Logré escuchar las estrellas sonoras

de paraísos perdidos

cuando me arrebataste al sonido de los colores.

¡Qué maravilla! ¡Un jardín entre llamas!

(Ibn ‘Arabi de Murcia)

 

Ay, Amor,

te dije de mi huerto encendido

¿cómo decirte ahora

de mi huerto incendiado?

Ay, Amor.

Dieu d’Abraham. Dieu d’Isaac, Dieu de Jacob,

non Dieu des philosoohes et des savants,

Certitud, Certitude, Sentiment, Joix, Paix.

(Blaise Pascal)

La fragancia del sol,

el águila sideral,

la rosa infinita,

el claro lirio de la aurora,

la danza de los astros,

el séptimo castillo de la luz:

 

la belleza Te evoca

pero no te contiene.

Doy fe

porque Te he visto.

Plantamos un huerto en las esferas:

de los surcos encendidos brotaron

el sol y la luna

y juntos hicimos

una vendimia de estrellas.

Desaparecen el invocante

y el invocado:

llegué a Tus brazos.

Me vestiste de Ti mismo

para poderme amar,

pero me quedaba grande el vestido.

 

Entonces lo ajustaste compasivamente

a mi medida

que en un abrir y cerrar de ojos

fue sin medida.

Era Tu perla escondida:

cuando me miraste al fin

me fundí de pudor en Tus brazos.

Me diluí en Tu esencia

con la mansedumbre de un astro apagado.

Si Te buscan,

encontrarán mi huella.

 

Con Federico García Lorca

A la vera del agua

sin que nadie la viera

se cumplió mi esperanza.

Bebí de la fuente

que mana agua de estrellas

hasta que me convertí en lucero.

 

 

 

 

Con Angelus Silesius

Me amaste con tal ímpetu

que retrocedieron, avasallados,

los serafines;

los querubines enmudecieron,

inútil ya su canto:

en medio de la nada

la senda llameante de nuestra mirada.

 

Otra manera de arrobamiento hay, (…)

que parece es arrebatado el espíritu con

una velocidad que pone harto temor

(Santa Teresa de Jesús)

Soy el que se detiene en la confluencia

de los mares, (…) el que sacia su sed en

la fuente de las fuentes.

(Abd al-Karim al-Yili)

 

¡Soy la luna llena que asciende!

Detengo la confluencia de los mares,

Incendio todos los perfumes,

Traspongo el Loto del Término,

Descubro más allá de la aurora

El destello de las esmeraldas

Y llego a la tierra verde del Misterio

En donde me aguardas.

 

Los horizontes quedaron libres

de soles y de ocasos,

las estrellas danzaban sin órbita,

la luna roja perdía su aureola,

se anegaban los ecolapsaban las horas:

¡la hebra de mi ser

entre Tus manos infinitas!

Iba nocturna por las islas umbrías

y, repente,spacios,

 

LA LUZ

 

y el infinito reino del día.

Entro en la alfaguara plateada.

El cristal de su azogue vivo

es luz de estrella increada.

Anegada en el círculo centelleante

accedo al vértigo

y a la oblación gozosa:

yo misma soy la alfaguara.

Al hacerme tuya

me inscribiste en tu delicada geometría de luz,

cincelaste estrellas con diamantes,

alternaste las perlas con la espuma,

el nácar con el rocío,

la escarcha con los jazmines

hasta que resplandecí

como el sol

refractado en los mil cristales

de un mar en calma,

o como la luna

cuando arranca luceros

a un campo nevado.

 

Heme aquí,

tu gozosa taracea de luz:

Tu espejo.

Aspiré a ser Tu espejo

pero me convertiste

en Tu propio rostro.

 

Con Moché de León

Soy un palacio sin tiempo

mis cúpulas de cristal sobrepasan el cenit,

el Oriente confluye con el Occidente

en las moradas infinitas de mi medina de luz.

Mi palacio no tiene forma ni imagen:

solo lo habitas Tú.

Con Clara Janés

y Vicente Aleixandre

 

Colapsan los hexágonos,

los triángulos y los tréboles,

los jazmines y los émbolos,

los números transfinitos,

los milenios y las eras

mientras Tu beso se prolonga

como el choque imposible de las estrellas. 

 

Más lejos que Aldebarán

y más cerca que mi vena yugular.

Con fray Luis de León

Luz no usada

aire sereno

y música extremada.

Con san Juan de la Cruz

Y la caballería

a vista de las aguas

ascendía

volaba

que

creía

hasta que comprendí

que

me

abismaba

 

Recibí

la Alta Noticia

como si viniera de muy lejos:

enseguida supe

que nacía de mi propio centro.

 

(Luce López-Baralt, Luz sobre Luz, Madrid, Editorial Trotta, 2014, pp. 13-47).