Karol Józef Wojtyla. El papa san Juan Pablo II

Por S. E. Nicolás de Jesús Cardenal López Rodríguez

 

Todavía están frescas en nuestra mente las imágenes impresionantes de la ceremonia de canonización de los Papas San Juan XXIII, del que escribí el pasado sábado, y San Juan Pablo II, de quien escribiré hoy.

Según cálculos de quienes suelen estimar esas muchedumbres, unas ochocientas mil personas estaban presentes en la histórica plaza de San Pedro y sus alrededores, y millones en los cinco continentes pudieron seguir la transmisión por televisión y otros medios audiovisuales y digitales.

Y no era para menos. Se trataba de presenciar la elevación a los altares de dos hombres extraordinarios que se ganaron el corazón de buena parte de la humanidad durante los años de su Pontificado.

Karol Józef Wojtyla nació en Wadowice (Polonia) el 18 de mayo de 1920. Durante la ocupación nazi, el joven Karol trabajó en una cantera de piedra y después en una fábrica de productos químicos para ganarse el sustento y evitar la deportación a Alemania.

En 1942, sintiéndose llamado al sacerdocio, frecuentó los cursos de formación en el seminario clandestino de Cracovia, dirigido por el Arzobispo Cardenal Adam Stefan Sapieha. Después de la guerra continuó sus estudios en el Seminario Mayor de Cracovia, de nuevo abierto, y en la Facultad Teológica de la Universidad Jagellonica hasta su ordenación sacerdotal el 1° de noviembre de 1946. Posteriormente fue enviado a Roma donde obtuvo un doctorado en teología con una tesis sobre la fe en las obras de San Juan de la Cruz.

Supo combinar su ministerio sacerdotal, con la docencia universitaria y en el Seminario Mayor de su diócesis.

El 4 de julio de 1958 el Papa Pío XII le nombró Obispo Auxiliar de Cracovia, recién cumplidos los 38 años de edad. En esa condición participó en el Concilio Vaticano II (1962-1965).

El 13 de enero de 1964 el Papa Pablo VI le designó Arzobispo de Cracovia y le agregó al Colegio de los Cardenales en 1967, tomando parte en las cinco asambleas del Sínodo de los Obispos anteriores a su Pontificado.

Fue elegido Papa el 16 de octubre de 1978, comenzando su ministerio de Pastor universal de la Iglesia el 22 de octubre de ese año.

¿Qué decir del Pontificado de nuestro admirado y querido Santo? Sencillamente extraordinario. Comenzando por su duración, casi 27 años, el tercero después de San Pedro y de Pío IX, beatificado por Juan Pablo II junto con Juan XXIII el 3 de septiembre del año 2000. Precisamente el reconocimiento de la santidad en la Iglesia fue uno de los aspectos que más se destaca en el Pontificado del nuevo Santo. Celebró 147 ritos de Beatificación en que proclamó 1338 Beatos, y 51 Canonizaciones para un total de 482 santos.

La corresponsabilidad pastoral la demostró en las 15 asambleas del Sínodo de los Obispos: seis generales ordinarias, una asamblea extraordinaria y ocho asambleas especiales, entre las que se incluyen los Sínodos continentales. Recuerdo que en la clausura de uno de esos Sínodos, durante el almuerzo en el atrio del Aula Pablo VI, le oímos decir textualmente: “quiero que se me recuerdo como el Papa del Sínodo”, y explicó esta palabra de origen griego: “Caminar juntos”.

Otro aspecto que debe señalarse en su Pontificado fue el sufrimiento. Jamás olvidaremos aquel sacrílego atentado del 13 de mayo de 1981 que le llevó al borde de la tumba. El mismo dijo que le salvó la mano materna de la Virgen María, por lo que quiso llevar a Fátima el casquillo de la bala con que fue herido para que se incrustase en la corona de la Madre. Recordemos también su ejemplar y heroico perdón al agresor que intentó asesinarlo, yendo a la cárcel en que le recluyeron de por vida. Posteriormente pidió al Presidente Pertini que le indultase y de hecho lo hizo.

Aún le faltarían otros muchos sufrimientos con las varias cirugías que experimentó y sobre todo la larga enfermedad del Parkinson que a la postre le provocó su sentida muerte.

¿Y cómo olvidar sus incontables viajes a los diversos continentes, manifestación clara e su solicitud pastoral por todas las Iglesias esparcidas por el mundo. Recordemos con perenne gratitud sus tres visitas a nuestro país, en enero de 1979, en octubre de 1984 y en octubre de 1992. Así recorrió los caminos del mundo evangelizando a todos y dando elocuente testimonio de amor a las innumerables naciones que visitó.

No podemos dejar de mencionar la convocatoria de las Jornadas Mundiales de la Juventud que congregaban multitudes oceánicas, participé como Obispo catequista en unas diez. Con sobrada razón se le ha declarado Patrono de esas Jornadas. La próxima será en Cracovia que tanto se benefició de su celo apostólico, de su sabiduría y de su probado amor a los jóvenes que siempre profesó.

Esa misma solicitud le llevó a crear muchísimas circunscripciones eclesiásticas, a promulgar el Código de Derecho Canónico latino y de las Iglesias Orientales, dispuso la celebración del año de la Redención, del año Mariano y del Año de la Eucaristía. Acogió a más de ocho millones de peregrinos en el curso del Gran Jubileo del Año 2000.

Murió en el Palacio Apostólico del Vaticano el sábado 2 de abril de 2005, a las 9:37 p.m., en la Vigilia del Domingo de la Misericordia.

¡Salve, heroico, valiente, querido e incansable santo! ¡Agradecemos tu fecunda vida!

(Nicolás de Jesús Cardenal López Rodríguez, “El Papa Juan Pablo II”, Listín Diario, 10/05/2014, p. 9A).

 

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